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Una oportunidad para replantearse Todo momento que marca un final y/o un inicio, es oportuno para actualizar nuestros compromisos y metas. Al estar a escasos días del término del año 2014 y del inicio del 2015, comparto algunas ideas que puedan ser útiles para guiar esta reflexión. Comúnmente al hablar sobre este tema la gente tiende a pensar en las cosas que desea, como una pareja, que le vaya bien en su empleo o en sus negocios, nuevas adquisiciones materiales o viajes. Pero antes de ir al plano más tangible y concreto, es recomendable repensarnos en lo que somos y lo que buscamos. Para que una reflexión más profunda y de mayor alcance pueda producirse es necesario crear las condiciones necesarias. Si uno anda apurado, con el tiempo contado y pretende tomar papel y lápiz y sentarse a escribir sobre esto, podría estar más bien inhibiendo o abortando este proceso. Sugiero tomarse un tiempo considerable, a solas, crear el espacio apropiado al gusto de cada quien y darse tiempo con holgura. Dejar flotar las ideas cotidianas, dejarlas ir y quedarse a gusto en el silencio. Dejar ir la emocionalidad producida en las transacciones e intercambios del día a día y buscar el centro de sí mismo. Permitirse una visión más panorámica y consciente, sin perder de vista el momento y la circunstancia. Ser testigo de si mismo, de las frustraciones, de las satisfacciones, de los temores, de las conquistas, de los fracasos. Del pasado reciente, pero también de todo el recorrido. Y de las aspiraciones y anhelos. Y dentro de todo esto, encontrarse con su propia esencia. Y desde la quietud reflexionar acerca de qué es lo que busca en la vida, cuáles son las necesidades y motivos que le impulsan, qué aspira, para qué lo quiere, cuál es su propósito, su misión. En este respecto es importante distinguir entre el fin y los medios, entre el propósito general y la estrategia. Y en este punto cabe pensar si la forma que busco lo que quiero es la mejor. Ante nada esta reflexión es útil para aclarar con mayor precisión cual es nuestra finalidad última, pero a la vez para reflexionar si la forma que hemos ideado para alcanzarla puede mejorarse, que opciones hay, en que se puede modificar lo que he venido haciendo para lograr lo que aspiro a final de cuentas. Esta reflexión más estratégica es importante para repensarnos porque muchas veces hemos hecho nuestros, objetivos que tal vez no tienen que ver tanto con nuestra esencia, sino que tienen más que ver con las expectativas de nuestro medio; nuestra familia, allegados, grupos de pertenencia, expectativas que provienen del género o de los roles. Pero cada uno de nosotros tiene un sello personal, un perfil propio, una semilla que se desarrolla en el tiempo y que tiene una finalidad propia y óptima. Cada quien corre su propia carrera. Por ello, tenemos que preguntarnos: ¿Estamos yendo hacia el desarrollo de nuestra finalidad?

Una Oportunidad Para Replantearse

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Replanteo personal.

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Una oportunidad para replantearse

Todo momento que marca un final y/o un inicio, es oportuno para actualizar nuestros compromisos y metas. Al estar a escasos días del término del año 2014 y del inicio del 2015, comparto algunas ideas que puedan ser útiles para guiar esta reflexión. Comúnmente al hablar sobre este tema la gente tiende a pensar en las cosas que desea, como una pareja, que le vaya bien en su empleo o en sus negocios, nuevas adquisiciones materiales o viajes. Pero antes de ir al plano más tangible y concreto, es recomendable repensarnos en lo que somos y lo que buscamos.

Para que una reflexión más profunda y de mayor alcance pueda producirse es necesario crear las condiciones necesarias. Si uno anda apurado, con el tiempo contado y pretende tomar papel y lápiz y sentarse a escribir sobre esto, podría estar más bien inhibiendo o abortando este proceso. Sugiero tomarse un tiempo considerable, a solas, crear el espacio apropiado al gusto de cada quien y darse tiempo con holgura. Dejar flotar las ideas cotidianas, dejarlas ir y quedarse a gusto en el silencio. Dejar ir la emocionalidad producida en las transacciones e intercambios del día a día y buscar el centro de sí mismo. Permitirse una visión más panorámica y consciente, sin perder de vista el momento y la circunstancia. Ser testigo de si mismo, de las frustraciones, de las satisfacciones, de los temores, de las conquistas, de los fracasos. Del pasado reciente, pero también de todo el recorrido. Y de las aspiraciones y anhelos. Y dentro de todo esto, encontrarse con su propia esencia. Y desde la quietud reflexionar acerca de qué es lo que busca en la vida, cuáles son las necesidades y motivos que le impulsan, qué aspira, para qué lo quiere, cuál es su propósito, su misión.

En este respecto es importante distinguir entre el fin y los medios, entre el propósito general y la estrategia. Y en este punto cabe pensar si la forma que busco lo que quiero es la mejor. Ante nada esta reflexión es útil para aclarar con mayor precisión cual es  nuestra finalidad última, pero a la vez para reflexionar si la forma que hemos ideado para alcanzarla puede mejorarse, que opciones hay, en que se puede modificar lo que he venido haciendo para lograr lo que aspiro a final de cuentas.

Esta reflexión más estratégica es importante para repensarnos porque muchas veces hemos hecho nuestros, objetivos que tal vez no tienen que ver tanto con nuestra esencia, sino que tienen más que ver con las expectativas de nuestro medio; nuestra familia, allegados, grupos de pertenencia, expectativas que provienen del género o de los roles. Pero cada uno de nosotros tiene un sello personal, un perfil propio, una semilla que se desarrolla en el tiempo y que tiene una finalidad propia y óptima. Cada quien corre su propia carrera. Por ello, tenemos que preguntarnos: ¿Estamos yendo hacia el desarrollo de nuestra finalidad?

Ahora bien, para saber si estamos realizando nuestro potencial primero tenemos que saber cuál es ese potencial, cual es nuestra versión óptima, para lo cual es útil conocer cuáles son nuestras cualidades, esto incluye talentos, fortalezas y valores. También conocer las actividades que nos hacen sentir bien, que nos resultan satisfactorias y estimulantes, que nos energizan, que nos hacen fluir.

Por otra parte, conocer nuestras preferencias en formas de trabajar, intereses, formas de relacionarnos. También identificar nuestros motivos y necesidades. La visión integral de todos estos aspectos puede ayudarnos a hacer esta reflexión sobre lo que somos y a dónde vamos. Contrariamente a la visión transaccional del éxito como algo que se logra a través de las conquistas y adquisiciones materiales, prefiero las definiciones del éxito que resaltan la importancia de hacer nuestro mejor esfuerzo para ser lo mejor que podemos ser.

De manera que para poder tener éxito, tengo que saber primero cuál es la versión potencial de mí mismo. ¿Cómo soy, que hago y de que estoy rodeado en mi versión potencial? En este orden de ideas hay un aspecto que he tocado en artículos recientes, que es el tema de la aceptación. A veces, se nos presentan situaciones que nos impone el “destino” y que “restringen” nuestras posibilidades. Le leí a Víctor Frankl en alguno de

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sus libros que el éxito suele pensarse en términos de conquistas. El propuso en cambio que también el éxito sea visto en términos del “cumplimiento” de las exigencias impuestas por el “destino”. Según él, el propósito personal no sólo debe ser pensado en términos de gustos y deseos, sino también a través de mirar lo que la “vida” ha querido “decirnos”.

Muchas veces nos empeñamos en tomar una dirección que no está alineada a lo que estamos llamados a ser. Esto influye en que veamos situaciones que nos toca experimentar como tragedias, cuando en el fondo son oportunidades para hacernos florecer en la dirección correcta. Me gusta pensar que lo que nos toca vivir es justo lo que necesitamos para sacar lo mejor de nosotros.

Habiendo reflexionado sobre estos aspectos de orden más estratégico, que llamo Plan Maestro, podemos pasar a un plano más transaccional, tangible, operacional, a fin de establecer los objetivos del año. Para ello sugiero identificar lo que debemos dejar atrás. Quizás sean patrones de comportamiento propio, quizás sean sentimientos, apegos, personas, situaciones, experiencias. Para que cosas buenas y mejores formen parte de nuestra vida, tenemos que hacerle espacio. Esto lo llamo Objetivos de Cambio. ¿Qué no ha estado funcionando en nuestras vidas? ¿Qué relaciones, actividades, o formas de comportamiento han llegado a su fin? Si no se lo que tengo que cambiar, dentro o fuera de mí, me mantendré en el mismo lugar. Así que es importante este reconocimiento, para luego tener la voluntad de hacer los cambios necesarios. Es decir, las acciones que sean necesarias para eliminar, desaparecer o archivar eso de mi campo de atención y acción. Esto puede implicar el procesamiento de experiencias vividas. Mientras no aprenda las lecciones, esto estará vivo allí ocupando un espacio que necesito para dar cabida a nuevas experiencias. También puede implicar el compromiso con programas de cambio de conducta.

Por último, establecer los objetivos del año. Sugiero poner en claro nuestras Aspiraciones, es decir, las cosas que queremos. Pero luego repensar esto en términos de lo que puedo hacer yo efectivamente. No hay que perder de vista que tenemos un ámbito de influencia. Así que es más práctico y realista usar las aspiraciones como un vehículo para pensar sobre los objetivos que sea factibles para mi realizar. Para realizar esta tarea sugiero pensar por una parte, en lo que quiero mantener y mejorar en mi vida. ¿Cuáles son esas cosas, experiencias, personas, situaciones, actividades que quiero se repitan, que quiero se potencien, que quiero que crezcan en mi vida?

Por otra parte, hacer una lista de las cosas nuevas que quiero. Identificar qué cosas que no he hecho debo hacer para lograr lo que quiero. Esto me va a dar luces acerca de lo que debo emprender. Para cada objetivo sería bueno identificar las actividades específicas que pueden ser necesarias para lograrlo. Es útil ponerse metas progresivas e identificar los indicadores de progreso.

Al pensar en objetivos para el año también puede ser útil diferenciar entre objetivos para producir mejoras internas y externas. Es decir, un objetivo de mejora externa puede ser mejorar la facturación, mientras que uno de mejora interna puede ser mejorar mi estado de ánimo.