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Una rebelión en el color Miguel F. Campón No hay un solo instante que no sirva para subirse, irreverentemente, en él. El objetivo es cambiar la vida. Golpear. Explicitar. Jugar

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Riiko SakkinenHelsinki, Finlandia, 1976

Capitalist Color Theory

9 Febrero - 31 Marzo 2018 Helsinki, Finlandia, 1976

Se licencia en la Academia de Bellas Artes de Helsinki (1997-2002), cursando parte de sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Castilla-La Mancha (1998-1999 y 2001). Diversas residencias artísticas en ciudades como Berlín, Londres, Tokio, Pekín, Damasco o Beirut completan sus conocimientos y experiencias sobre realidades culturales, a veces, antagónicas. Tras establecer su re-sidencia en España en 2003, amplía la materialización de sus concepciones en múltiples medios, como la pintura, el dibujo, los objetos, la cerámica, la instalación o el vídeo. Siguiendo la explosividad del dadaísmo y el neo-punk, la irreverencia del bad painting y la influencia de artistas como Martin Kippenberger, se sirve de elementos gráficos realistas propios de los sistemas de representación de la sociedad de consumo para explicitar sus ideologías subyacentes. En 2010 crea el movimiento del Turbo realismo, escribiendo un manifiesto donde despliega una estrategia de confrontación contra el optimismo neoliberal y sus mutaciones posibles, comentando, con un tono irreverente e irónico y desde diferentes enfoques estilísticos y conceptuales, las perversiones inherentes al tardocapitalismo, el permanente estado de crisis global y los pormenores económicos, sociales, políticos y culturales de nuestro mundo contemporáneo. El humor, la lucidez, la pro-vocación y la contradicción dan lugar a un trabajo tan coherente como multidimensional, concretado en juegos de lenguaje que socavan y amplían los hábitos perceptivos del espectador y sus modos de pensar y vivir, de modo crítico, la actualidad. La obra de Riiko Sakkinen ha sido exhibida en múltiples eventos y muestras colectivas, entre las que destacan las celebradas en la 798 Bienal, Pekín (2009), en el MUSAC, León (2009), en el Museo de Arte Contemporáneo Kiasma, Helsinki (2009) y en el MoMA, Nueva York (2010). A nivel individual, merecen mención sus exposiciones en el Camden Arts Centre, Londres (2002), en la Kunsthalle de Helsinki (2010), en el Nationalmuseum de Estocolmo (2016), en el Bury Art Museum & Sculpture Centre, Bury (2016), y en el Serlachius Museums, Mänttä (2017). Su obra se encuentra representada en diferentes centros e instituciones, como en las colecciones del MoMA de Nueva York y del Museo de Arte Contemporáneo Kiasma de Helsinki. .

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Una rebelión en el colorMiguel F. Campón

No hay un solo instante que no sirva para subirse, irreverentemente, en él. El objetivo es cambiar la vida. Golpear. Explicitar. Jugar. Señalar al enemigo. Activar la polémica detonadora. Hacer que el acontecimiento suceda, que el shock desequilibre el pensamiento hacia un di-namismo disidente. Y todo ello puede comenzar aquí, ahora, en una galería de arte, donde un Pinocho de grandes dimensiones sostiene, optimista e ingenuo, un cartel en el que aparece escrita, recordando a Leibniz, la frase “capitalism is the best of all possible worlds”. Se trata de un Pinocho panglosiano que señala el fin de la historia anunciado por Fukuyama, pretendidamente cumplido en nuestras democracias liberales. Pero, como gran patafísico, Pinocho siempre miente. Lleva un Kalashnikov del tiempo escondido en las células para disparar, en cada mancha de color, el lenguaje múltiple de una extraña dinamita post-histórica. No debemos fiarnos de este hacker estético. Pese a su apariencia de simulacro pop, quiere devolvernos al más concreto y material de los mundos, despojarnos, de una vez, de las inocuas máscaras democráticas, hacer explícitas las tramas ilegibles de la posmodernidad fría antes de que se vuelvan realidades objetivas heredadas con la misma naturalidad que las leyes físicas. Si Pinocho ha aparecido, lo ha hecho para subvertir y cuestionar el super-globo del post-capitalismo, para remover el sistema nervioso de la domesticidad y sacudir, con rabia, todos los órdenes vigentes.

Entonces, algo explota. Algo estalla en el corazón de la pintura y, sobre todo, en el seno de la abstracción. Sakkinen indica que el color no puede considerarse, jamás, entidad aislada. ¿Qué es, en definitiva, una entidad? ¿Qué es el Cuadrado negro sobre fondo blanco expuesto por Malévich en 1915? ¿Qué son las pinturas de Ad Reinhardt? ¿Qué ha sido la monocromía durante los siglos XX y XXI? No más que constructos metafísicos. No más que juegos de lenguaje wittgensteinianos conectados a los contextos histórico-culturales vigentes. No más que agujeros de la memoria orwellianos en favor de la conservación y la continuidad del poder. No más que sistemas de represen-tación que pueden leerse, como los otros, al servicio de la violencia del capitalismo en todas sus mutaciones posibles. ¿Qué es su Black Square sino un videojuego bélico, un recuerdo de la canción Paint it Black de los Rolling Stones, un conjunto de símbolos y realidades, como el anarquismo, el caviar, el yihadismo, el petróleo o Darth Vader? ¿Qué es el rosa en sí, sino un concepto materializado en la Barbie, el Rococó, el chicle, el feminismo o el algodón de azúcar? ¿Qué son el verde, el azul, el amarillo, el naranja, el rojo, sino indicadores del Homeland Security Advisory System, un sistema de alerta creado en Estados Unidos tras los atentados del 11S que codifica el nivel de posibilidad de un atentado terrorista y su gravedad? Una y otra vez, en todas sus obras, Riiko Sakkinen vacía la pureza de la pintura en múltiples manchas circulares concebidas como superficies de experimentación y carcajadas de la técnica, en las que la tranquilidad con-templativa se vuelve motivo de pánico, de contradicción, de antítesis, en una renegociación del sentido donde lo radical sucede y donde, más que nunca, el ser-color se urbaniza en lenguajes cotidianos para exclamar su anarquismo, su aproximación a lo que siempre ha sido: otro lenguaje más. Y, como lenguaje, debe ser pronunciado, exteriorizado, proclamado, puesto en circulación, en la zona de velocidad de los delirios post-marxistas, en el área libre de una revuelta estética del exceso vital. Por ello, junto a las manchas de colores, Sakkinen introduce listados, semejantes a los de Georges Perec, Ignasi Aballí o Sei Shōnagon. En ellos nombra la totalidad para manipularla, para destruirla, para encontrar un nuevo dominio de los pensamientos. Todas las catástrofes de lo nuevo, todos los nombres de lo viejo, todas las mutaciones de la ciencia, todas las ampliaciones sensoriales y conceptuales, todas las contaminaciones y transferencias, todos los cuestionamientos vanguardistas de la unidad, todas las diferencias. La pintura como exageración y máquina de guerra, como munición real de la sensibilidad y del aquí y ahora del pensamiento.

“Yo no soy un hombre, soy dinamita”, escribía Nietzsche en Ecce homo. Una dinamita que hace explotar, como en Riiko Sakkinen, las neutralidades metafísicas. Y como todas las abstracciones, este texto permanece, también, a la espera de ser destruido, vaciado, hasta convertirse en “un cuchillo sin hoja al que le falta el mango” (Lichtenberg), hasta que llegue a ser, como el certificado de propiedad según el cual el artista asegura poseer la pintura más abstracta del mundo, un artefacto que no signifique nada, que aparezca, entre las manos del lector, como la huella de un mundo inexistente esperando encontrar, bajo el sonido de la multitud, la belleza del cambio.

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GR_GA, 2017acrílico sobre algodón

50 x 40 cm.

GR_MA, 2017acrílico sobre lino50 x 40 cm.

De la serie Situaciones Espaciales I y II, 2017

esmalte sobre dibond y madera

75 x 75 x 13 cm.

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Untitled, 2016óleo y acrílico sobre okumen

122 x 122 cm.

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Untitled, 2016óleo y acrílico sobre okumen

122 x 122 cm.

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