Una Reflexión Sobre Las Obras de Misericordia

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Obras de misericordia

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UNA REFLEXIN SOBRE LAS OBRAS DE MISERICORDIA (I)

Hace unos meses el papa Francisco nos sorprendi a todos cuando decidi convocar un Ao Jubilar Extraordinario, esta vez con motivo del Ao de la Misericordia. Expresamente el Santo Padre nos ha pedido a todos los cristianos que reflexionemos sobre las obras de misericordia corporales y espirituales para redescubrirlas (cfr. Misericordiae vultus 15). Las primeras son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los muertos; las segundas son: dar consejo al que lo necesita, ensear al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas y rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Pues bien, en este espacio trataremos de colaborar con el deseo del papa y propondremos en los siguientes nmeros de nuestra revista dos de ellas cada vez. Por ahora, las trataremos de manera general. Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prjimo en sus necesidades corporales y espirituales (CEC 2447). Vindolas en conjunto, se trata de respuestas concretas a situaciones de indigencia concretas. Si bien es cierto que no son actos exclusivos de los cristianos, s lo es el motivo por el cual se realizan. El Seor mismo nos da la razn: Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la crcel, y vinieron a verme. Pues cuanto hicieron a uno de estos hermanos mos ms pequeos, a m me lo hicieron (Mt 25,35-36.40). El motivo para actuar de un cristiano no es otro ms que el mismo Jess. No da lo mismo realizar una obra movido por mera filantropa que por amor a Jesucristo, algo que trasciende lo meramente humano para convertirse en algo divino. Segn san Lucas, el no ver las necesidades del prjimo y desatenderlas es jugarse el propio destino eterno (cfr. Lc 16, 19-31). Tambin Santiago en su carta nos dice que la fe necesariamente debe desembocar en obras concretas en bien de los necesitados, a propsito de ciertas situaciones vividas en el interior de las primeras comunidades cristianas (cfr. St 2,14-18). Para san Juan, el amor a Dios forzosamente debe concretizarse en el amor al hermano necesitado (cfr. 1Jn3,17-18). Fruto del mandato divino de ser misericordiosos (cfr. Os 6,6; Lc 6,36; 10,37), los cristianos de los primeros siglos se preocuparon por atender a los ms necesitados, segn lo reporta san Justino (cfr. I Apol. 67). Desde el siglo IV surgieron residencias de enfermos y albergues de peregrinos, as como asilos para los pobres. Muchas rdenes religiosas tienen su razn de ser en la asistencia a los ms menesterosos; en ellas, miles de cristianos han entregado su propia vida en favor de otros. Los mismos hospitales y las escuelas de hoy da tienen su origen en el cristianismo de la Edad Media. Qu nos dice todo esto? En primer lugar, que el papa Francisco no quiere una Iglesia desentendida de las personas ms pobres; al contrario, quiere una Iglesia en salida, dispuesta a llegar a los ms alejados an a costa de su propio sufrimiento (cfr. EG 20; 49). En segundo lugar, el papa no desea una Iglesia indiferente, sino atenta al dolor de los dems para socorrerlo, al ms puro estilo del buen samaritano (cfr. Lc 10-25-37). En tercer lugar, el papa desea que la Iglesia entre an ms en el corazn del Evangelio, en el cual los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. Las obras de misericordia no son simplemente cuotas que debemos pagar a Dios para entrar en el Cielo; se trata de autnticas manifestaciones externas de un corazn amoroso y compasivo, que no hace distincin de personas y ama a todos por igual. Son un buen termmetro que nos indica cmo estamos viviendo nuestra fe. El mundo de hoy, tan reacio a todo cuanto huela a cristianismo, creer de veras en el mensaje del Evangelio si ve en nosotros autnticos discpulos de Jesucristo. Ya basta del yo no robo, yo no mato, yo no le hago mal a nadie, etc.! Seamos prontos a hacer el bien a los dems, pues as, por nuestro testimonio de vida, los hombres darn gloria al Padre que est en los cielos (cfr. Mt 5,16).

Empezaremos en esta edicin abordando el dar de comer al hambriento y dar consejo al que lo necesita. Todas las obras de misericordia intentan responder a una necesidad concreta. En el primer caso, se trata de socorrer una necesidad bsica de todo ser humano: el hambre. En el mundo somos ms de 7 mil millones de personas