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Universidad de Córdoba E.B.T. Universidad de Córdoba ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE INGENIERÍA AGRONÓMICA Y DE MONTES DEPARTAMENTO DE CIENCIAS Y RECURSOS AGRÍCOLAS Y FORESTALES TRABAJO PROFESIONAL FIN DE CARRERA “Evaluación ambiental del uso de plaguicidas mediante estaciones de biomonitoreo con colonias de Apis mellifera en las provincias de Badajoz, Córdoba y Valencia” ALUMNA: Alicia Díaz García DIRECTORES: Dr. D. Enrique Quesada Moraga Dr. D. José Antonio Ruiz Martínez TITULACIÓN: Ingeniero Agrónomo PLAN DE ESTUDIOS: 2000 Córdoba, septiembre 2016

Universidad de Córdoba E.B.T. Universidad de Córdoba ...y, sobre todo, por abrirme las puertas a un mundo tan increíble como es la apicultura y compartir conmigo la pasión que

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  • Universidad de Córdoba E.B.T. Universidad de Córdoba

    ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR

    DE INGENIERÍA AGRONÓMICA Y DE MONTES

    DEPARTAMENTO DE CIENCIAS Y RECURSOS AGRÍCOLAS Y FORESTALES

    TRABAJO PROFESIONAL FIN DE CARRERA

    “Evaluación ambiental del uso de plaguicidas mediante

    estaciones de biomonitoreo con colonias de Apis mellifera en

    las provincias de Badajoz, Córdoba y Valencia”

    ALUMNA: Alicia Díaz García

    DIRECTORES: Dr. D. Enrique Quesada Moraga

    Dr. D. José Antonio Ruiz Martínez

    TITULACIÓN: Ingeniero Agrónomo

    PLAN DE ESTUDIOS: 2000

    Córdoba, septiembre 2016

  • Este estudio ha sido parcialmente financiado por los siguientes proyectos:

    “Evaluación medioambiental de pesticidas mediante estaciones de biomonitoreo con colonias

    de Apis mellifera. Posible uso para la certificación de producción integrada en Extremadura”.

    Gabinete de Iniciativa Joven. Presidencia Junta de Extremadura. (Asistencia Técnica: DAGIJ-

    2006-1-74)

    “Evaluación de la contaminación urbana en el municipio de Córdoba mediante el empleo de Apis

    mellifera como bioindicadores ambientales” (2006/000228), la Concejalía de Medio Ambiente

    del Ayuntamiento de Córdoba.

    “Desarrollo y puesta en marcha de una red de estaciones de biomonitoreo con colonias de Apis

    mellifera para la evaluación a tiempo real de la contaminación urbana en el municipio de

    Córdoba”. Secretaría de Estado de Cambio Climático de la Dirección General de Calidad y

    Evaluación Ambiental, del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (PC 199-003,

    2008-2011).

    “Intoxicaciones con plaguicidas en colonias de Apis mellifera de la comunidad valenciana”

    Asociación de Defensa Sanitaria Apícola de la comunidad valenciana (2012).

  • D. Enrique Quesada Moraga, Catedrático de Entomología Agrícola del Departamento

    de Ciencias y Recursos Agrícolas y Forestales de la E.T.S.I.A.M., Universidad de Córdoba.

    D. José Antonio Ruiz Martínez, Doctor en Veterinaria y Técnico Apícola.

    INFORMAN:

    Que el Trabajo Profesional Fin de Carrera titulado “Evaluación ambiental del uso de

    plaguicidas mediante estaciones de biomonitoreo con colonias de Apis mellifera en las

    provincias de Badajoz, Córdoba y Valencia” realizado por Alicia Díaz García, alumna de

    la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y Montes, reúne los requisitos

    necesarios para su defensa.

    Y para que así conste, firman el presente en Córdoba a 9 de Septiembre de dos mil

    dieciséis.

    Fdo: D. Enrique Quesada Moraga Fdo: D. José Antonio Ruiz Martínez

    Fdo: Alicia Díaz García

  • A Peke

  • Agradecimientos

    A mis directores de proyecto: el Dr. Enrique Quesada Moraga, por creer en mí y en mis

    capacidades y ayudarme siempre que lo he necesitado, por su actitud positiva y

    pragmática a la hora de abordar este último paso, que logró contagiarme y, por

    supuesto, por transmitirme sus conocimientos, tanto durante la realización de este

    trabajo como en las asignaturas que me ha impartido durante la carrera, que han sido,

    sin lugar a dudas, las que más me han motivado. Al Dr. José Antonio Ruiz Martínez, al

    que más que un director considero un amigo, por su infinita paciencia, por preocuparse

    por mí y animarme siempre, por la ayuda que me ha prestado en los momentos duros

    y, sobre todo, por abrirme las puertas a un mundo tan increíble como es la apicultura y

    compartir conmigo la pasión que él siente hacia el mismo. Mil gracias a los dos, de todo

    corazón.

    A Daniel, mi peke, el amor de mi vida, mi compañero, sin el cual, no hubiese sido capaz

    de terminar este proyecto. Gracias por no dejarme caer, por estar ahí para mí

    absolutamente siempre, por creer en mí en cada paso del camino, incluso cuando ni yo

    misma lo hacía, por recordarme cada día lo que es verdaderamente importante, por

    todas esas conversaciones interminables que finalmente que dieron sus frutos y,

    simplemente, por ser como eres, mi persona favorita en el mundo. Sin tu cariño y tu

    apoyo, esto no hubiese sido posible.

    A mis padres, Antonio y Alicia, que me han permitido poder estudiar esta carrera y me

    han apoyado y animado con ilusión y cariño en los momentos en los que lo he

    necesitado. Gracias por esta ahí.

    A Inmaculada Garrido, por ayudarme siempre que he acudido a ella y por su infinita

    amabilidad y paciencia. Eres un amor, Inma.

    A Fernando, por no rendirse conmigo y creer en mí.

    Y por último, aunque no menos importante, quiero dar las gracias a todos aquellos

    amigos con los que he compartido buenos momentos, en particular, Lau, Mon y Mary,

    mis “chicas velvet”, que siempre me hacen sonreír y con las que me lo paso genial. Y,

    especialmente, quiero dar las gracias a mi amiga Ana, mi “compi” de la carrera, una

    persona buena de verdad, amable y divertida, con la que he pasado muy buenos

    momentos durante estos años de universidad. Gracias por preocuparte por mí, saber

    escuchar, darme ánimos cuando sabías que lo necesitaba y arrancarme una sonrisa cada

    vez que nos veíamos. Gracias Ana.

    A TOD@S, GRACIAS.

  • Resumen La abeja de la miel, Apis mellifera Linnaeus 1758, es un insecto de gran importancia ecológica

    y económica, cuyo manejo técnico actual es sencillo y de coste reducido, lo que convierte a la especie en un excelente organismo bioindicador de la contaminación ambiental por plaguicidas. El presente trabajo aborda por primera vez en España el empleo de la abeja de la miel para evaluar el riesgo ambiental derivado del empleo de plaguicidas en distintas localizaciones y diferentes periodos de seguimiento. Para ello, estaciones de biomonitoreo constituidas por dos colonias de Apis mellifera iberiensis y equipadas con una jaula modelo underbasket para la recolección de abejas muertas, fueron ubicadas estratégicamente en las provincias de Badajoz, Córdoba y Valencia. Se instalaron dos estaciones en Badajoz, en el año 2007, en zonas agrícolas; cinco en Córdoba, en el año 2010, en zonas agrícolas, urbanas y forestales y dos estaciones en Valencia, en el año 2012, en zonas agrícolas. De cada una de esas estaciones se recolectaron, semanalmente, muestras de abejas muertas durante los meses de primavera y verano. Los residuos de plaguicidas presentes en aquellas muestras en las que se superó el umbral crítico de mortalidad de 250 abejas muertas por semana y estación fueron determinados mediante cromatografía de gases combinada con espectrometría de masas (GC-MS, HPLC-MS, GC-MS/MS, LC-MS/MS). El procesamiento de los datos de mortalidad de abejas y presencia de plaguicidas permitió calcular, para cada estación y mes, el Índice de Riesgo Ambiental (IEH: Index Environmental Hazard), basado en la toxicidad y la persistencia de cada sustancia activa detectada. En Badajoz, el 40% de las muestras superó el umbral crítico de mortalidad y se detectaron un total de 6 materias activas, de las cuales, la más frecuente fue el fenitrotión, excluida del Anexo I de la Directiva 91/414/CEE (314) en el año 2007. En esta provincia, el IEH más preocupante fue B2 (importante) y el obtenido con mayor frecuencia fue B3 (extendido). En Córdoba, el 50% de las muestras superó el umbral crítico de mortalidad, encontrándose gran variabilidad según las estaciones. Así, en la estación CO1, ubicada en una parcela del Centro de Experimentación Agraria IFAPA, ninguna de las muestras tomadas superó el umbral. Sin embargo, en la estación CO5, ubicada en una cantera abandonada localizada al oeste de la ciudad, la totalidad de las muestras superaron el umbral. En esta provincia, se detectaron 4 materias activas distintas y una de ellas, el carbaril, que también fue excluida del Anexo I de la Directiva 91/414/CEE (314) en el año 2007, apareció en 18 de las 19 muestras analizadas que resultaron positivas a plaguicidas. Los IEH más elevados registrados en Córdoba fueron B3 (extendido) y C1 (medio) y el obtenido con mayor frecuencia fue D4 (ausente). En Valencia, en la estación VA1, ubicada en Barxeta, un 29,4% de las muestras superaron el umbral crítico de mortalidad, mientras que en la estación VA2, ubicada en Montroi, el porcentaje ascendió al 68,4% del total de las muestras recogidas. En esta provincia, se detectaron un total de 11 materias activas, siendo las más frecuentes el ometoato, excluida del Anexo I de la Directiva 91/414/CEE (314) en el año 2002, y el dimetoato. De las tres provincias de estudio, fue Valencia aquella en la que se registró el IEH más alarmante (A4: considerable). Sin embargo, el IEH obtenido con mayor frecuencia fue D4 (ausente).De acuerdo a los resultados obtenidos, el biomonitoreo con estaciones de A. mellifera puede constituir una herramienta válida a la hora de obtener información de interés acerca del riesgo medioambiental y la sostenibilidad del uso de plaguicidas en un área determinada a lo largo del tiempo. Por esta razón, el control de la repercusión medioambiental de la contaminación por plaguicidas con bioindicadores como A. mellifera, y no solo con los análisis fisicoquímicos, debería considerarse como práctica habitual, sistemática y obligatoria recogida en la legislación vigente. De otro modo, en su defecto, este tipo de estudios podría utilizarse para la certificación de una producción agraria realmente respetuosa con el medioambiente.

    Palabras clave: Apis mellifera, bioindicador, biomonitoreo, plaguicidas, riesgo medioambiental.

  • ÍNDICE

    1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 1

    1.1. ORIGEN Y DESARROLLO DE LA AGRICULTURA...................................................................... 1

    1.2. AGRICULTURA Y MEDIOAMBIENTE ................................................................................... 4

    1.3. LOS PLAGUICIDAS Y SU USO EN AGRICULTURA .................................................................... 5

    1.4. CONTAMINACIÓN AMBIENTAL POR PLAGUICIDAS ................................................................ 7

    1.4.1. Medioambiente ............................................................................................... 8

    1.4.2. Salud humana ................................................................................................ 10

    1.4.3. Organismos no diana .................................................................................... 10

    1.5. EVALUACIÓN DEL RIESGO AMBIENTAL DEL USO DE PLAGUICIDAS .......................................... 11

    1.6. UTILIZACIÓN DE BIOINDICADORES EN EVALUACIÓN MEDIOAMBIENTAL .................................. 14

    1.7. COLONIAS DE APIS MELLIFERA COMO BIOINDICADORES ..................................................... 17

    1.8. LA ABEJA MELÍFERA COMO BIOINDICADOR DE PLAGUICIDAS ................................................ 23

    1.9. OBJETIVOS ............................................................................................................... 26

    2. MATERIALES Y MÉTODOS ................................................................................... 27

    2.1. BIOMONITOREO ........................................................................................................ 27

    2.1.1. Composición de las estaciones de biomonitoreo .......................................... 27

    2.1.2. Localización de las estaciones de biomonitoreo ........................................... 30

    2.1.3. Sistema de biomonitoreo .............................................................................. 34

    2.1.4. Toma de muestras ......................................................................................... 34

    2.2. ANÁLISIS DE PLAGUICIDAS ........................................................................................... 36

    2.2.1. Determinación de organofosforados, carbamatos y piretroides .................. 37

    2.2.2. Determinación de neonicotinoides ................................................................ 38

    2.2.3. Determinación de clorpirifos etil y del resto de plaguicidas ......................... 39

    2.3. CÁLCULO DEL ÍNDICE DE RIESGO AMBIENTAL (IEH) .......................................................... 40

    2.3.1. Clase de Mortalidad ...................................................................................... 40

    2.3.2. Índice de Toxicidad de los Plaguicidas (IPT) .................................................. 40

    2.3.3. Índice de Riesgo Ambiental (IEH) .................................................................. 43

    3. RESULTADOS ...................................................................................................... 45

    3.1. MORTALIDAD DE ABEJAS ............................................................................................. 45

  • 3.2. PRESENCIA DE PLAGUICIDAS ......................................................................................... 48

    3.3. ÍNDICE DE RIESGO AMBIENTAL ..................................................................................... 54

    4. DISCUSIÓN ......................................................................................................... 59

    5. CONCLUSIONES .................................................................................................. 65

    6. BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................... 67

    7. INDICE DE TABLAS............................................................................................... 77

    8. ÍNDICE DE FIGURAS ............................................................................................. 79

    ANEXO .................................................................................................................. 81

  • 1. INTRODUCCIÓN

  • Introducción

    1

    1. INTRODUCCIÓN

    1.1. Origen y desarrollo de la agricultura

    Uno de los acontecimientos más significativos en la historia de la humanidad fue el

    descubrimiento que hizo el ser humano de su capacidad para manejar plantas de las que

    obtenía sus alimentos (De Bauer, 2009).

    Los cambios climáticos, la incertidumbre diaria de conseguir suficientes alimentos y

    la desaparición de los grandes mamíferos obligaron al ser humano a cambiar su

    condición de recolector y cazador a agricultor y ganadero (De Bauer, 2009). Según

    Maroto (1998), la agricultura surgió alrededor del 9000 a.d.C en la época conocida como

    Neolítico y en una zona de terreno bautizada por los arqueólogos como “Creciente

    fértil”, que se corresponde actualmente con el área en forma de media luna que va

    desde Egipto hasta los ríos Tigris y Éufrates.

    La adopción de la actividad agrícola tuvo, sin duda, consecuencias trascendentales

    para la humanidad. El ser humano reemplazó el nomadismo por el sedentarismo, dando

    lugar a los primeros asentamientos y a las futuras civilizaciones, comenzó a modificar

    los ecosistemas naturales al favorecer a algunas especies vegetales en detrimento de

    otras y, al disponer de alimentos de forma segura, pudo desarrollar mejor sus facultades

    intelectuales, lo que posibilitó la invención de nuevos útiles y herramientas y el

    surgimiento de técnicas, artes y oficios. Todo ello derivó en la que se considera la

    consecuencia más destacada del surgimiento de la agricultura, el incremento

    poblacional, que, en lo político y en lo socioeconómico, ha modificado la faz de la Tierra

    (De Bauer, 2009).

    Los sistemas de aprovisionamiento de alimentos, como necesidad primaria del ser

    humano, han evolucionado a través del tiempo. En forma muy amplia, se distinguen tres

    fases: la agricultura preindustrial, la agricultura industrial y la agricultura del siglo XX (De

    Bauer, 2009).

  • Introducción

    2

    Durante la fase de agricultura preindustrial, que comprende desde el inicio de la

    agricultura (9000 a.d.C) hasta la edad moderna (siglos XVI y XVII), el ser humano practica

    una agricultura de subsistencia, es decir, produce lo necesario para garantizar la

    seguridad alimentaria de su comunidad. Se trata de una agricultura tradicional, que

    depende casi exclusivamente de los ciclos de la naturaleza y es muy vulnerable a las

    catástrofes. Es poco productiva y se caracteriza por la dependencia de los factores físicos

    y el empleo de técnicas y herramientas arcaicas. Durante esta fase, el cambio técnico

    tiene lugar de manera lenta y progresiva y es a partir del siglo XVIII cuando se inicia una

    fase de creciente aplicación de energía y de tecnología a la producción agraria en

    muchas zonas del mundo (De Bauer, 2009; Studer, 2016).

    La obligación de responder a la necesidad acuciante de alimentar a una población en

    continuo aumento constituye el motor de cambio para el paso de la agricultura

    preindustrial a una agricultura más desarrollada (agricultura industrial). Tal paso

    comienza en la segunda mitad del siglo XVIII y se potencia durante el siglo XIX a lo largo

    de diversas líneas de desarrollo tales como una búsqueda incesante de las técnicas

    agrícolas óptimas, una importancia creciente de la mecanización y la selección de nuevas

    variedades y razas adaptadas a las nuevas condiciones de cultivo (Cubero y Moreno,

    1991)

    En el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, el ser humano, acorde con la

    industrialización y el desarrollo tecnológico de la época, tecnifica la producción de

    alimentos. Avances en investigación científico-técnica como la invención de la segadora

    mecánica (Cyrus Hall McCormick, 1838), el empleo de abono químico para fertilizar

    tierras (Justus von Liebig, 1845) o el descubrimiento de las Leyes de la Herencia (Gregor

    Mendel, 1865) y de la heterosis del maíz (George H. Shull, 1906), permiten incrementar

    la producción de alimentos y practicar una agricultura más eficiente (De Bauer, 2009).

    A mediados del siglo XX, como producto de la investigación científica, surge lo que se

    conoce como “revolución verde”, que supone el paso hacia una agricultura basada en el

    productivismo. Impulsada por la generación de variedades de arroz y trigo con alto

    potencial de rendimiento y adoptada, de manera extensa y rápida, por los agricultores

  • Introducción

    3

    de varios países en desarrollo a fines del decenio de 1960 y a principios de los 70, la

    revolución verde trae consecuencias significativas para el nivel de vida de los

    consumidores y productores de estos países. Sin embargo, también supone un

    incremento acelerado en el uso de factores de producción como fertilizantes

    nitrogenados y agua de riego. Por tanto, el modelo de agricultura productivista que

    surge como resultado de esta revolución, basado en el monocultivo, la mecanización y

    los agroquímicos, no solo supone una mejora en los rendimientos, sino que, desde su

    inicio trae consigo consecuencias negativas como la degradación del medioambiente y

    la generación de excedentes de producción sin solucionar el problema del hambre en el

    mundo (Carson, 1962; Cubero y Moreno, 1991)

    A lo largo del siglo XX, la progresión de las líneas anteriormente mencionadas deja de

    ser lineal para convertirse en exponencial, absorbiendo todo lo que la tecnología pone

    a su disposición. Se incorporan de este modo el uso de nuevos compuestos químicos

    para luchar contra plagas, enfermedades y malas hierbas, la fabricación de abonos en

    sustitución de los naturales, las técnicas de cultivo intensivo, la mecanización total de

    las operaciones agrícolas y nuevos métodos de mejora genética, con la incorporación de

    técnicas de biología molecular (Cubero y Moreno, 1991)

    Sin embargo, aunque la tecnificación de la agricultura favorece el incremento de los

    rendimientos de los cultivos, genera impactos negativos que ponen en peligro la

    alimentación de las generaciones futuras sin lograr solucionar el problema de la

    distribución de los alimentos en el mundo. Por tanto, frente al modelo de agricultura

    productivista del siglo XX, surgen dos modelos alternativos: la producción agraria

    ecológica y la agricultura sostenible (Studer, 2016).

    El modelo de producción agraria ecológica, en algunas de sus distintas variantes,

    parece renunciar a los avances científico-técnicos y a los aspectos positivos de la

    revolución verde que permitieron un gran desarrollo agrario. La vuelta a métodos

    ancestrales de producción agraria originaría un incremento excesivo de los precios de

    los alimentos y una necesidad de aumentar la superficie agraria cultivada en detrimento

  • Introducción

    4

    de la forestal, para no poner en peligro la producción global de producción de alimentos

    mundiales (Jiménez-Díaz, 1998).

    Por ello, entre las dos visiones de agricultura productivista y producción agraria

    ecológica, aparece el concepto de agricultura sostenible, que es aquella que satisface

    las necesidades alimenticias del presente, asegurando las de las generaciones venideras

    (Jiménez-Díaz, 1998).

    En el siglo XIX, la agricultura se enfrenta al reto de producir más alimentos,

    disponiendo de menos recursos, a fin de alimentar a una población creciente. Se calcula

    que hacia el año 2050, la población de la Tierra habrá aumentado en 2.000 millones de

    personas, hasta alcanzar los 9000. Garantizar la seguridad alimentaria para toda esa

    población bajo la amenaza del cambio climático, que agota las tierras y el agua

    disponible, no será tarea fácil. Será necesario, por tanto, adoptar métodos de

    producción más eficaces que permitan satisfacer la creciente demanda de alimentos sin

    perjudicar los recursos naturales y el medioambiente (FAO, 2009; Comisión Europea,

    2012).

    1.2. Agricultura y medioambiente

    A pesar de los progresos registrados en las últimas décadas en materia

    medioambiental, Europa se enfrenta a retos de gran envergadura. La contaminación

    ambiental, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo

    constituyen, a día de hoy, problemas de primer orden que ponen en riesgo los

    equilibrios ecológicos que sustenta la vida (Agencia Europea de Medio Ambiente, 2015).

    Para solventar estos problemas es necesario que se produzcan cambios, tanto en los

    modelos de producción como en las pautas de consumo, orientados hacia la protección

    del entorno natural y el uso eficiente de los recursos.

    Las actividades agrarias pueden acarrear efectos indeseados sobre la calidad del aire,

    el agua y el suelo, entre otras razones, como consecuencia del empleo de plaguicidas y

  • Introducción

    5

    fertilizantes, lo que hace necesario un cambio de modelo orientado hacia una

    producción más sostenible y respetuosa con el medioambiente. No en vano, la Unión

    Europea puso en marcha, en 2006, una estrategia temática que culminó con la

    aprobación de la Directiva 2009/128/CE de Uso Sostenible de Plaguicidas, ya

    transpuesta a todos los estados miembros. Su intención era reducir los riesgos

    medioambientales derivados del uso de estas sustancias y fomentar la gestión integrada

    de plagas y el empleo de alternativas no químicas.

    A pesar de ello, en la edición 2015 del anuario estadístico sobre agricultura, ganadería

    y pesca, publicado por la Unión Europea, se muestra a España como el país con mayor

    consumo de plaguicidas del conjunto de los 28 estados miembros. Por este motivo se

    hace necesario no solo controlar los residuos de estos productos en los alimentos, sino

    vigilar su presencia en el medioambiente.

    1.3. Los plaguicidas y su uso en agricultura

    Desde los inicios de la agricultura, los agricultores han visto amenazados sus cultivos

    por agentes que pueden originar plagas (fitófagos), organismos que son capaces de

    originar enfermedades (fitopatógenos) y plantas adventicias, comúnmente

    denominadas malas hierbas, que resultan no deseables por competir con las plantas

    cultivadas por agua y nutrientes.

    Existen pocas plantas que escapen al ataque de estos agentes, pero han sido las

    condiciones agrícolas de intensificación de la producción a través de formaciones

    monoespecíficas, nuevas variedades de consumo, uso intensivo de fertilizantes y

    modificación de ambientes hacia condiciones de mayor desarrollo vegetal, las que han

    originado un desmesurado incremento de la actividad de estos organismos (Casida y

    Quistad, 1998).

    Estos agentes nocivos pueden originar importantes pérdidas de cosecha, que si no se

    adoptan medidas de control, pueden llegar a suponer un 49% para trigo, un 77% para

  • Introducción

    6

    arroz y un 68% para maíz (Oerke, 2005). Estos tres cultivos, junto con la patata,

    constituyen el 60% del aporte calórico de nuestra dieta (FAO, s.f.). Por este motivo, para

    salvaguardar el elevado nivel de productividad necesario para hacer frente a las

    necesidades alimenticias de la población, resulta vital prevenir o reducir estas pérdidas

    (Oerke, 2005).

    El empleo de productos químicos naturales o sintéticos capaces de ejercer

    alteraciones fisiológicas sobre los organismos nocivos de las plantas cultivadas ha

    constituido sin lugar a duda uno de los grandes avances de la agricultura y un claro

    exponente de la revolución verde (Casida y Quistad, 1998).

    La aparición de los primeros plaguicidas químicos de uso agrícola data de mediados

    del siglo XVI, en 1630 se empiezan a usar en Francia derivados del arsénico como

    insecticidas para el tratamiento de semillas, la nicotina se emplea por primera vez como

    insecticida en 1690, y más tarde, ya a principios del siglo XIX, comienzan a utilizarse

    insecticidas de origen botánico como el pelitre y la rotenona (Casida y Quistad, 1998;

    Polyrakis, 2009).

    A partir de entonces y hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, empiezan a

    utilizarse de forma generalizada diferentes productos para proteger a los vegetales.

    Fundamentalmente se trata de sustancias químicas de naturaleza inorgánica: azufre;

    arseniatos de plomo, calcio y sodio; fluoruros y fluosilicatos; jabones, etc. (Jones, 1973;

    Polyrakis, 2009).

    Es al final de la contienda cuando se inicia la química agrícola moderna con la

    introducción de los insecticidas orgánicos sintéticos, el primero de los cuales fue el DDT,

    compuesto de la familia de los organoclorados cuyas propiedades insecticidas fueron

    descubiertas en 1939 por Paul Müller (Ware y Whitacre, 2004). Posteriormente, la

    aparición de otros insecticidas sintéticos -los organofosforados en los años 60, los

    carbamatos en los 70 y los piretroides en la década de los 80- y a introducción de los

    herbicidas y los fungicidas en 1970-1980, contribuye en gran medida a la protección de

    cultivos y a la producción agrícola (Casida y Quistad, 1998; Aktar et al., 2009).

  • Introducción

    7

    Desde la década de los 80 hasta la actualidad, han aparecido nuevos grupos de

    sustancias químicas y, actualmente, el número de plaguicidas existentes a nivel mundial

    es superior a 10.000, de los cuales sólo se utilizan entre 600 y 800, mientras que el

    número de combinaciones comerciales asciende a 12.000. Para el año 2050 se

    pronostica que la producción global de plaguicidas puede alcanzar los 10 millones de

    toneladas métricas (Polyrakis, 2009; Brittain y Potts, 2011).

    Hoy en día, los plaguicidas son ampliamente utilizados en los agroecosistemas para

    preservar de forma económica y eficaz al menos parte de la producción potencial de los

    cultivos así como la calidad de los productos agrarios, e incluso su valor nutricional y

    seguridad (Comisión Europea, 2006a; Damalas y Eleftherohorinos, 2011). Solo en 2013,

    se registró en la Unión Europea un consumo de plaguicidas de 360.000 toneladas, con

    España a la cabeza con un 19,5%, seguida de Francia (18,7%), Italia (13,8%) y Alemania

    (12,3%) (Forti y Henrard, 2016).

    Es indudable que el empleo de estos productos ha beneficiado a la humanidad, pero

    su uso no ha estado exento de efectos secundarios sobre el medioambiente y los

    organismos no diana, tanto artrópodos, parasitoides, depredadores y polinizadores,

    como mamíferos, aves y peces, lo que ha impulsado en los últimos 50 años el desarrollo

    de normativas, principios, métodos y técnicas que buscan limitar y reducir su empleo

    (Aktar et al., 2009).

    1.4. Contaminación ambiental por plaguicidas

    A mediados del siglo XX no existía una gran preocupación sobre el efecto de los

    plaguicidas en la salud humana y medioambiental. Fue a principios de los años 60, en

    1962, cuando el libro de Rachel Carson “La primavera silenciosa” reveló importantes

    aspectos sobre los efectos perjudiciales de estos compuestos químicos. Esta publicación

    sirvió para llamar la atención del público sobre ciertos aspectos como la toxicidad de

    muchos plaguicidas en humanos, animales domésticos y vida salvaje, su fitotoxicidad o

    su capacidad de transporte y contaminación medioambiental. Existen hoy evidencias

  • Introducción

    8

    abrumadoras de que muchos de estos químicos constituyen un riesgo potencial para los

    seres humanos y ocasionan efectos indeseables en el medioambiente (Valavanidis y

    Vlachogianni, 2011; Aktar el al., 2009).

    1.4.1. Medioambiente

    Se estima que cuando un plaguicida es empleado para controlar un determinado

    agente nocivo, aproximadamente un 47% del producto aplicado se deposita en suelos y

    aguas superficiales colindantes o se dispersa en la atmósfera, poniendo en riesgo la

    salud medioambiental y pudiendo afectar negativamente a organismos no diana

    (vertebrados, invertebrados, microorganismos y plantas) (Ramírez y Lacasaña, 2001;

    Polyrakis, 2009)

    La atmósfera es, probablemente, el medio más importante para la dispersión de

    plaguicidas a larga distancia. Fenómenos como la deriva y la evaporación, que tienen

    lugar durante la aplicación por pulverización, la volatilización desde los cultivos y los

    suelos agrícolas, la erosión eólica de suelos contaminados y la emisión de contaminantes

    durante los procesos de fabricación y eliminación de estos productos contribuyen

    enormemente a incrementar la concentración de residuos de plaguicidas en la

    atmósfera (Polyrakis, 2009).

    La cantidad de producto aplicado que puede perderse como consecuencia de la

    deriva oscila entre el 2 y el 25% y, a los pocos días de ser aplicado, entre el 80% y el 90%

    del mismo puede volatilizarse e incorporarse a la atmosfera. Las pérdidas ocurridas

    durante la pulverización y la volatilización desde áreas agrícolas tratadas son

    responsables del 90% de la contaminación atmosférica por plaguicidas. Los residuos de

    plaguicidas presentes en el aire atmosférico representan una fuente importante de

    exposición para los seres humanos y la fauna y flora silvestre (Aktar, 2009; Polyrakis,

    2009).

  • Introducción

    9

    Desde la atmósfera, los plaguicidas pueden entrar en contacto con el suelo. Una vez

    allí, pueden permanecer meses o incluso años, dependiendo de su persistencia. Existen

    plaguicidas persistentes y de naturaleza hidrofóbica que se adhieren fuertemente a las

    partículas del suelo, es el caso de algunos insecticidas organoclorados (DDT, endosulfán,

    lindano), cuyos residuos siguen aún presentes en el suelo a pesar de estar prohibidos en

    agricultura (Doxtader y Croissant, 1992; Andreu y Picó, 2004).

    Una de las propiedades de los plaguicidas que más condiciona su destino en el suelo

    es su solubilidad Los plaguicidas solubles se disuelven en la fracción líquida del suelo y

    pueden contaminar las aguas subterráneas al ser lavados por el agua de lluvia o riego.

    En el agua subterránea, debido a la baja disponibilidad de luz, calor y oxígeno, los

    plaguicidas se degradan a un ritmo mucho más lento y, por tanto, pueden permanecer

    allí durante largos periodos de tiempo. Cuando se detecta la contaminación, suele estar

    muy extendida y pueden pasar años hasta que un acuífero se purifique por completo

    mediante procesos naturales (Polyrakis, 2009).

    Las aguas superficiales y subterráneas se contaminan, principalmente, a través de la

    escorrentía, el drenaje y la lixiviación. El agua de lluvia o riego que entra en contacto con

    cultivos y terrenos tratados y no penetra en el suelo (agua de escorrentía), contamina

    los cursos de agua superficial, que también están expuestos a plaguicidas si se

    encuentran próximos al lugar de aplicación, y los fenómenos de drenaje y lixiviación son

    las principales vías a partir de las cuales los plaguicidas alcanzan y contaminan las aguas

    subterráneas (Polyrakis, 2009). Más allá, el medio acuático es especialmente sensible a

    los plaguicidas y su contaminación como consecuencia del empleo de estos compuestos

    está muy extendida. Es una de las principales vías a través de la cual los plaguicidas son

    transportados desde el lugar en el que son aplicados hasta otras áreas

    medioambientales (Aktar el al., 2009; Polyrakis, 2009; UE, 2009a).

  • Introducción

    10

    1.4.2. Salud humana

    Los usuarios directos que mezclan, transportan, almacenan o aplican estos

    productos, al estar expuestas a ellos de manera directa, constituyen el colectivo que

    sufre un mayor riesgo de intoxicación aguda. Sin embargo, a consecuencia de la

    presencia de residuos de plaguicidas en el aire, el agua y los alimentos, toda la población

    en general está expuesta de manera indirecta a estos contaminantes. Según la OMS

    (1990), no hay segmento alguno de la población que se encuentre exento del riesgo de

    exposición a plaguicidas, siendo este riesgo mayor o menor en función de la toxicidad

    de los productos y del grado de exposición a los mismos (Comisión Europea, 2006a;

    Damalas y Eleftherohorinos, 2011).

    1.4.3. Organismos no diana

    Se han publicado numerosos artículos científicos acerca de los efectos de los

    plaguicidas sobre los organismos no diana y la biodiversidad que revelan que el uso de

    estos compuestos ha contribuido especialmente a la reducción de las poblaciones de

    aves, insectos, anfibios y organismos acuáticos. Los efectos sobre estos organismos

    pueden producirse como resultado de la exposición directa a estos compuestos o bien

    de manera indirecta a través de la reducción de la disponibilidad de alimento (Eyhorn et

    al., 2015).

    Los productos herbicidas son aplicados en campos de cultivo y otras áreas de manera

    generalizada y continua y suponen la eliminación de muchas especies de plantas

    silvestres que ofrecen refugio y alimento a insectos beneficiosos, arácnidos y pájaros. El

    uso de plaguicidas reduce las poblaciones de estos organismos que, de manera natural,

    contribuyen al control de insectos fitófagos. Existen casos en los que, la reducción de las

    poblaciones de insectos beneficiosos ha propiciado el desarrollo de ciertas plagas que

    antes constituían una amenaza leve. El mal manejo y uso desmesurado de plaguicidas

    también puede derivar en el surgimiento de nuevas especies plaga (Eyhorn et al., 2015).

  • Introducción

    11

    El uso generalizado de plaguicidas sistémicos, que son absorbidos y transportados a

    través de las plantas, se prevé que causará un impacto sustancial en la biodiversidad y

    el funcionamiento de los ecosistemas (Eyhorn et al., 2015). Hay estudios que

    demuestran que los insecticidas sistémicos del grupo de los neonicotinoides alteran la

    capacidad de las abejas de la miel para orientarse y regresar a la colmena y, por este

    motivo, constituyen una de las causas de la inexplicable y masiva desaparición que,

    desde 2006, está afectando a estos importantes insectos polinizadores (Fischer et al.,

    2014; Chensheng et al., 2014).

    Para reducir el impacto de los plaguicidas en la salud humana y el medioambiente,

    además del empleo de formulaciones más seguras o la implementación de sistemas de

    cultivo alternativos menos dependientes de estos productos es necesario evaluar el

    riesgo ambiental derivado de su uso (Damalas y Eleftherohorinos, 2011).

    1.5. Evaluación del riesgo ambiental del uso de plaguicidas

    Muchos de los efectos adversos de los plaguicidas en el medio ambiente dependen

    de las interacciones entre las propiedades fisicoquímicas (presión de vapor, la

    estabilidad, solubilidad, pKa) del plaguicida, la adsorción y persistencia del compuesto

    en el suelo, la diversidad vegetal, la variación climática y factores edáficos como el pH,

    el contenido de materia orgánica o la humedad del suelo (Damalas y Eleftherohorinos,

    2011).

    Además, la toxicidad y ecotoxicidad de las materias activas aplicadas, la condiciones

    meteorológicas imperantes durante y después de su aplicación, la capacidad del

    plaguicida para persistir en el medio ambiente y aspectos relativos a su aplicación como

    la dosis aplicada, los métodos y equipos empleados y las medidas de precaución

    tomadas, también condicionan en menor o mayor medida el impacto medioambiental

    ocasionado por estos agroquímicos. Las propiedades del suelo y las condiciones

    climáticas son los factores más condicionan el destino y el comportamiento de los

    plaguicidas en el medio ambiente y, por lo tanto, su actividad, selectividad y potenciales

  • Introducción

    12

    efectos adversos sobre los distintos compartimentos ambientales (Damalas y

    Eleftherohorinos, 2011).

    La evaluación del riesgo que supone el uso de plaguicidas en el medio ambiente no

    es un proceso fácil ni particularmente preciso. Esto se debe a las diferencias en los

    periodos y niveles de exposición, los tipos de sustancias activas y formulaciones

    empleadas (respecto a su toxicidad y persistencia), así como las características

    ambientales de las zonas donde los plaguicidas se suelen aplicar (Damalas y

    Eleftherohorinos, 2011).

    A pesar de ello, existe una necesidad creciente entre los usuarios de plaguicidas, los

    consumidores y las autoridades sanitarias y ambientales de obtener más información

    sobre el riesgo de estos compuestos para el medio ambiente. Por este motivo, se han

    desarrollado varios indicadores capaces de describir el riesgo medioambiental del uso

    de plaguicidas (Reus et al., 2002).

    Recientemente se ha llevado a cabo en Europa un estudio comparativo en el que se

    han aplicado ocho indicadores de riesgo ambiental sobre 15 aplicaciones de plaguicidas.

    A pesar de que los ocho indicadores difieren en los parámetros y métodos, su aplicación

    para evaluar el riesgo sobre compartimientos ambientales individuales (agua superficial,

    agua subterránea y suelo) proporcionó clasificaciones similares para los 15 plaguicidas

    aplicados. A este respecto, este trabajo refleja la necesidad de armonizar e incrementar

    el uso de este tipo de herramientas en la Unión Europea (Reus et al., 2002).

    Tal y como señala el Reglamento (CE) nº 1185/2009, relativo a las estadísticas de

    plaguicidas, para desarrollar y poder calcular indicadores de riesgo armonizados que

    permitan monitorizar el riesgo relativo al uso de plaguicidas y ayuden a identificar

    aquellas áreas y periodos en los que el riesgo para la salud medioambiental es más

    elevado, es necesario disponer de estadísticas detalladas, armonizadas, actualizadas y

    comparables en todos los Estados miembros sobre el uso de plaguicidas en la U.E. (UE,

    2009b; Eurostat, 2012ª y 2012c).

  • Introducción

    13

    Por tanto, se requieren datos sobre las sustancias activas, su aplicación y las

    características ambientales de aquellas áreas en las que son aplicadas. Sin embargo, a

    excepción del tipo de cultivo en el que son aplicados estos productos, no se dispone de

    datos homogéneos y comparables sobre los restantes factores (Eurostat, 2012b;

    Eurostat, 2012c).

    Aunque el riesgo, en un sentido riguroso, no es fácil de definir, muchos indicadores

    de riesgo pueden calcularse y agruparse en función de diferentes lógicas y métodos. En

    este sentido, y entre otros esfuerzos, se han desarrollado dos proyectos europeos para

    proporcionar apoyo con esta cuestión: el proyecto HAIR y el proyecto FOOTPRINT

    (Eurostat, 2012c).

    El proyecto HAIR (“HArmonized environmental Indicators for pesticide Risk”), ha

    desarrollado y evaluado indicadores mejorados del riesgo general de los plaguicidas con

    base en una aplicación informática que ha permitido predecir los riesgos asociados con

    la exposición a distintos plaguicidas para la salud pública y los ecosistemas (Eurostat,

    2012c; Cordis, 2012).

    Por su parte, el proyecto FOOTPRINT ha permitido el desarrollo de herramientas,

    como la base de datos de propiedades de los plaguicidas (FOOTPRINT PPDB), para el

    análisis del impacto de los plaguicidas en Europa tanto a escala nacional como

    continental (Eurostat, 2012c).

    Basándose en los conceptos desarrollados por estos dos proyectos, desde la Unión

    Europea se ha propuesto, en el marco de su Estrategia Renovada de Desarrollo

    Sostenible, un indicador agroambiental denominado “pesticide risk”. Este indicador, que

    forma parte de un conjunto de 28 indicadores agroambientales propuestos para

    supervisar la integración de las consideraciones medioambientales en la política agrícola

    común, tiene como objetivo proporcionar una representación sintética del riesgo del

    uso de plaguicidas en Europa, empleando para ello la limitada información disponible.

    Se calcula como la suma ponderada de la relación exposición/toxicidad de todos los

  • Introducción

    14

    grupos químicos de plaguicidas utilizados en Europa (Comisión Europea, 2006b;

    Eurostat, 2012c).

    A pesar de que se han desarrollado varios indicadores que permiten evaluar el riesgo

    potencial de los plaguicidas para la salud humana y el medio ambiente, su empleo no

    está exento de dificultades metodológicas o problemas de tipo práctico (tiempo y

    costes). Es por ello que existe la necesidad de desarrollar indicadores alternativos,

    menos complejos, pero no por ello menos fiables, que permitan evaluar el riesgo del uso

    de plaguicidas y de este modo contribuir a la reducción de los posibles efectos negativos

    de estos productos sobre el medio ambiente.

    1.6. Utilización de bioindicadores en evaluación medioambiental

    El principal objetivo del control de la contaminación ambiental es la protección de la

    salud humana y del resto de seres vivos (Ruiz et al., 2013). Las metodologías de

    supervisión aplicadas están basadas, en su mayor parte, en procedimientos

    fisicoquímicos que, por su alta capacidad analítica, proporcionan datos exactos en

    cuanto a la concentración de contaminantes en el ambiente. Sin embargo, esta

    información no es completa porque sólo una parte de la contaminación tiene una

    importancia toxicológica para los organismos. No hay datos sobre la cantidad asimilable

    o los efectos biológicos de los agentes contaminantes (Porrini et al., 2002).

    Por ello, conocer las concentraciones de contaminantes a partir de los métodos físico-

    químicos, siendo importante, significa conocer sólo una parte del problema, puesto que

    no permite extraer conclusiones directas del posible daño ambiental sobre el ser

    humano y demás seres vivos (Gutiérrez et al., 2015).

    Esto conduce a la necesidad de utilizar bioindicadores, ya que si la evaluación de la

    contaminación medioambiental tiene por objetivo evitar que la salud de los seres vivos

    se vea afectada, entonces es lógico que de alguna manera los propios seres vivos sean

    tenidos en cuenta en esta valoración (Ruiz et al., 2013)

  • Introducción

    15

    Un bioindicador puede ser definido como una especie o grupo de especies que

    reflejan los estados bióticos y abióticos del medio ambiente y cuya observación o

    seguimiento nos permite detectar e interpretar los cambios y alteraciones producidos

    en un hábitat, una comunidad o un ecosistema (Hodkinson y Jackson, 2005).

    La observación y seguimiento en el tiempo de un bioindicador, denominada

    biomonitoreo o biomonitorización, permite observar la influencia de los cambios

    ambientales en el ciclo de vida del bioindicador. Dichos cambios pueden repercutir en

    presencia o ausencia del ser vivo, modificaciones estructurales y/o morfológicas,

    variaciones demográficas y/o cambios de comportamiento y acumulación de sustancias

    contaminantes particulares en sus tejidos (Porrini et al., 2002). El biomonitoreo es, por

    tanto, una metodología de evaluación ambiental que, a diferencia de los métodos

    tradicionales, posibilita determinar el impacto de los contaminantes ambientales sobre

    la parte viva del medio ambiente (Gorza, 2007).

    Entre las ventajas que presenta un estudio con bioindicadores ambientales, Gutiérrez

    et al. (2015) señala las siguientes:

    La mayoría de los estudios, tanto con un objetivo ecológico como sanitario

    demandan, para resultar significativos, conocer si la realidad físico-química del

    medio se está reflejando en la realidad biótica. Los bioindicadores podrían

    utilizarse para asegurarnos esta relación.

    Los bioindicadores permitirían conocer la “biodisponibilidad” de los

    contaminantes, es decir, la cantidad de éstos con la que los organismos entran

    en contacto realmente.

    El enfoque químico no tiene en cuenta ningún efecto aditivo, sinérgico o

    antagónico que pudiera producirse.

  • Introducción

    16

    En los datos químicos sólo se cuantifican determinadas sustancias, pero éstas,

    dentro de los seres vivos pueden experimentar transformaciones

    (biotransformación), dando lugar a metabolitos, muchas veces más agresivos

    que los productos iniciales (bioactivación).

    Las medidas físicas y químicas sólo dan información sobre las condiciones que

    existen en los instantes en que se obtienen las muestras. La vigilancia biológica

    permite el estudio de las condiciones existentes durante un periodo largo de

    exposición a un contaminante.

    Los bioindicadores son capaces, además, de evaluar los efectos de impactos no

    relacionados directamente con la contaminación.

    Existen campos o sectores ambientales, como la política de aguas, donde los

    bioindicadores se vienen empleando desde el año 2000. Así en este marco, el estado de

    las aguas se clasifica y evalúa en base a un conjunto de indicadores biológicos,

    hidromorfológicos y de carácter físico-químico (UE, 2000). Los invertebrados terrestres

    comparten con los acuáticos muchas de las características que los hacen valiosos para

    ser utilizados como bioindicadores, por lo que se ha propuesto que en un futuro la

    implantación de los invertebrados terrestres será similar a la de los acuáticos (Hodkinson

    y Jackson, 2005).

    Sin embargo, en ambientes terrestres, los bioindicadores aún no cuentan con

    suficiente aceptación por parte de los responsables políticos, la administración pública

    o el sector privado. Esto puede deberse a la insuficiente estandarización de los métodos

    empleados y la consecuente baja comparabilidad de los resultados obtenidos (Klumpp

    y Klumpp, 2004), así como a la ausencia de regulación específica para los ambientes

    terrestres (Hodkinson y Jackson, 2005).

    Algunos invertebrados terrestres, como la abeja melífera, Apis mellifera Linnaeus

    1758, pueden ser muy útiles como instrumento de monitorización ambiental, al

  • Introducción

    17

    responder, de acuerdo a la naturaleza del contaminante, con variaciones demográficas,

    cambios de comportamiento y bioacumulación, al interceptar y asimilar la fracción

    biodisponible (Gutiérrez, 2016).

    Hasta ahora, estas asunciones no son consideradas por las agencias y organismos de

    control ambientales, probablemente porque la evaluación de la calidad ambiental con

    bioindicadores está basada sólo en la comparación con instrumentos fisicoquímicos. Así

    por ejemplo, el hecho de que las abejas melíferas estén presentes y visiten todos los

    sectores ambientales, no es tenido en cuenta (Porrini et al., 2002).

    1.7. Colonias de Apis mellifera como bioindicadores

    El empleo de A. mellifera como bioindicador se remonta a 1935, cuando Svoboda

    señaló las repercusiones negativas de determinados contaminantes industriales sobre

    este insecto, y propuso que este himenóptero podría proporcionar importante

    información sobre el impacto medioambiental de ciertas industrias en un área

    determinada (Crane, 1984)

    Efectivamente, A. mellifera reúne la mayoría de los requisitos básicos que la

    convierten en un bioindicador ideal (Gutiérrez, 2016):

    a) Es una especie bien conocida taxonómicamente y fácilmente identificable por

    personas no especialistas. Además, no está declarada como especie amenazada.

    Se trata de un insecto social ampliamente estudiado y existe información

    abundante sobre aspectos relacionados con su biología, fisiología,

    comportamiento y ecología, incluyendo los agentes patógenos que las afectan.

    b) Es un insecto abundante, que presenta una amplia área de distribución

    geográfica y que constituye, dentro del género Apis, la abeja más utilizada en las

    prácticas apícolas de todo el mundo. Por lo tanto, puede ser utilizada en

  • Introducción

    18

    ambientes diversos y prácticamente a nivel mundial, posibilitando la realización

    de protocolos reproducibles y estandarizables.

    c) Las colonias de A. mellifera están sujetas a una rápida y continua regeneración,

    lo que se debe a su elevada tasa de reproducción y a su relativamente corta vida

    media (entre 4-5 semanas en primavera-verano y 3-4 meses en otoño-invierno).

    Esto permite que se puedan tomar muestras representativas regularmente, a

    diario inclusive, y asegura la continuidad de estudios a largo plazo (Porrini et al.,

    2003).

    d) Además, esta especie posibilita la medición de contaminantes emitidos al medio

    ambiente en un determinado periodo de tiempo, así como la determinación de

    su bioacumulación en los diferentes productos apícolas a largo plazo (Market et

    al., 2011). Las abejas melíferas pueden responder de diferentes formas a

    aquellas alteraciones ambientales que amenazan su existencia. En el caso de la

    emisión de contaminantes al medio ambiente, su respuesta dependerá, entre

    otros aspectos, de la naturaleza de los mismos y de su grado de tolerancia a tales

    compuestos. Contaminantes como los metales pesados pueden ser acumulados

    en sus cuerpos o en los productos de la colmena. Sin embargo, contaminantes

    como los plaguicidas, pueden llegar a causarles la muerte. En ambas respuestas,

    los parámetros estudiados (residuos y mortalidad) pueden ser cuantificados

    (Porrini et al., 2002).

    e) Es una especie de gran importancia ecológica y económica. Forma parte de ese

    conjunto de animales que llevan a cabo la polinización de numerosas especies

    botánicas, tanto silvestres como de interés para la alimentación de personas y

    animales. Por tanto, no solo desempeña una función especialmente relevante en

    la seguridad alimentaria de nuestro planeta, sino que, desde el punto de vista

    ecológico, juega un papel crucial para el mantenimiento de la integridad

    funcional de los ecosistemas terrestres.

  • Introducción

    19

    f) Las colonias de A. mellifera son sencillas de manipular y la toma de muestras es

    muy asequible. Además, gracias a su alta tasa de reproducción (3 semanas) es

    posible disponer de numerosos individuos que presentan características

    similares (Devillers, 2002b).

    g) Por todo ello, la utilización de estaciones de biomonitoreo con A. mellifera es un

    sistema para evaluar la contaminación ambiental de costes reducidos,

    especialmente en relación al número de muestras que pueden ser tomadas

    (Porrini et al., 2002).

    Además de cumplir con los requerimientos básicos para constituir un valioso

    instrumento de monitorización ambiental, las abejas melíferas poseen una serie de

    características morfológicas y etológicas que las convierten en un efectivo detector

    ecológico (Porrini et al., 2002).

    Las abejas interactúan intensamente con el ambiente que rodea a la colmena. La

    población media de una colonia, aunque aumenta o disminuye según la época del año,

    oscila entre 20.000 y 40.000 individuos, de los cuales, alrededor de una cuarta parte de

    son abejas recolectoras. Para satisfacer las necesidades de agua (25kg/año aprox.) y

    alimento (120 kg de néctar y 20 kg de polen/año aprox.) de la colonia, las abejas

    recolectoras visitan, cada día, las distintas especies vegetales y los diversos recursos

    hídricos presentes en su área de pecoreo (Gutiérrez, 2016).

    Cada abeja recolectora puede realizar hasta diez vuelos al día visitando

    aproximadamente 1000 flores de las que toma néctar o en torno a 800 para llenar las

    cestillas de polen (Celli y Maccagnani, 2003). Por lo tanto, en base a cálculos empíricos,

    se estima que una colonia de abejas puede llegar a traer a la colmena aproximadamente

    hasta 10 millones de “micromuestras” de néctar y polen cada día, así como de otras

    sustancias tales como mielatos, propóleo y agua. Eso significa que, diariamente, un

    número considerable de individuos están “recolectando información” de la zona

    circundante a la colonia (Porrini et al., 2002).

  • Introducción

    20

    Junto con los recursos necesarios para la supervivencia de la colonia, diversas

    sustancias, contaminantes o no, pueden ser recogidas involuntariamente y llevadas a la

    colmena. Una vez allí, dichos recursos son utilizados, distribuidos y/o almacenados y

    quedan disponibles para ser analizados (Porrini et. al, 2002; Celli y Maccagnani, 2003).

    Además, durante los vuelos que realizan en busca de recursos, las abejas pueden

    inhalar diversas sustancias que pueden quedar retenidas en su interior o atraparlas en

    las quetas ramificadas que recubren su cuerpo, al estar cargadas electrostáticamente

    (Erickson 1975; Bromenshenk et al,. 2002; Porrini et al., 2002; Celli y Maccagnani, 2003).

    Figura 1. Compartimientos ambientales visitados por las abejas (en color gris claro). Estos insectos son capaces de interceptar sustancias contaminantes presentes en la atmósfera y depositadas sobre la superficie de las plantas y en el suelo y pueden ingerir, además, agua contaminada (Porrini et al., 2002).

    En definitiva, durante el proceso de biomonitoreo, las abejas visitan la mayoría de los

    compartimentos ambientales (aire, vegetación, suelo y agua) recogiendo los

    contaminantes que circulan en los medios gaseosos, sólidos y líquidos (Porrini et al.,

    2002) (Figura 1).

    Para satisfacer sus necesidades, una colonia de abejas funciona como una gran

    entidad ameboide y difusa, que puede extenderse a una gran distancia en múltiples

  • Introducción

    21

    direcciones simultáneamente. El área en el cual las abejas pecorean e interceptan

    contaminantes depende de la calidad de los recursos disponibles. La distancia que

    pueden recorrer las recolectoras desde la colmena puede variar entre menos de 1 km

    hasta aproximadamente 10 km si los recursos escasean o es detectada una floración

    muy atractiva, abarcando entonces un área media que puede alcanzar los 100 km2. En

    situaciones con una buena alimentación se estima una superficie de unos 7 km2 con

    radios de pecoreo de entre 1,5 km y 2 km (Crane, 1984).

    Las colonias de A. mellifera permiten trabajar con distintas matrices. Pueden

    utilizarse muestras de abejas, larvas, polen, miel, propóleo y/o cera para evaluar

    distintas características de la salud ambiental de una zona determinada. Además, al

    poder inspeccionarse y ser fáciles de manejar, es posible, también, tomar datos sobre la

    influencia de algunas perturbaciones ambientales en el desarrollo de la colonia.

    Parámetros como la población de abejas adultas, la cantidad de cría, la producción de

    cera o la cantidad de miel y polen cosechados, pueden ser medidos cuantitativamente

    y establecer diferencias entre colonias expuestas o no a determinados riesgos

    (Bromenshenk et al., 1991).

    Además, siendo la apicultura una actividad ganadera extendida por todo el mundo,

    los apicultores pueden convertirse en formidables aliados en la evaluación

    medioambiental (Gutiérrez, 2016).

    Pese a todas las ventajas destacadas en el biomonitoreo con A. mellifera como

    indicador biológico, existen, sin embargo, algunas limitaciones (Porrini et al., 2002):

    En días lluviosos las abejas no salen de la colmena y la temperatura debe ser al

    menos de 10ºC para permitir el vuelo, por lo que en determinadas latitudes no

    pueden ser usadas en invierno.

    Las abejas recolectoras pueden no regresar a su colmena al desviarse hacia otras

    colmenas por el fenómeno de la deriva o al morir en el exterior de forma natural

  • Introducción

    22

    o como consecuencia de su exposición a plaguicidas o algún otro tipo de

    compuesto xenobiótico.

    No es fácil realizar un censo real de la colonia, sobre todo en lo que respecta a la

    edad y estado de desarrollo de sus miembros.

    Existe una tendencia incontrolada, por parte de la colonia, a escoger su fuente

    de alimento de forma autónoma.

    Como muestra la Tabla 1, en la biomonitorización ambiental con abejas melíferas

    existen distintos niveles, de acuerdo a su complejidad técnica y metodológica (Accorti,

    1994).

    Tabla 1. Niveles de monitorización ambiental (Acorti, 1994). a=colmena tradicional, b=colmena especial, c=trampa para abejas muertas, d=trampa de polen, e=recolección de pecoreadoras, f=fuerza de la colmena, g=contador de abejas electrónico.

    Nivel I II III IV V VI

    Contexto Apicultura Polinizac. Polinización

    Monitorizac. Monitorizac. Monitorizac. Monitorizac.

    Método contaje Manual Manual Manual Manual Manual Automático

    Equipo y técnica a, c a, c a, c, d a, c, d, e a, c, d, e, f b, c, d, e, f, g

    Frecuencia muestreo 1 X 7 días 1-2 X 7 días 1-3 X 7 días 1-5 X 7 días 3-5 X 7 días Continuo

    Tiempo requerido + +/++ +/++ +++ +++ +/++++

    Cualificación requerida

    operador + + + ++ +++/++++ ++++

    Sensibilidad + +/++ ++/+++ ++/+++ ++++ ++++

    Coste + + ++ ++ +++ ++++

    Aplicabilidad en campo ++++ +++ +++ ++ + +

    El desarrollo tecnológico puede ayudar a remediar algunas de las limitaciones

    mencionadas. Actualmente se dispone de contadores de abejas electrónicos que se

    colocan en la piquera y permiten registrar la entrada y salida de las abejas mediante

    unos sensores, se han desarrollado métodos de evaluación no invasivos de la población

    interior de la colmena mediante cámara de infrarrojos y existen diversos avances

  • Introducción

    23

    tecnológicos en lo que respecta al seguimiento de las abejas pecoreadoras en sus vuelos

    de inspección y forrajeo. De esta forma, puede verse cómo las nuevas tecnologías van a

    ir incorporando nuevas formas de medición que complementen el convencional

    biomonitoreo a pie de campo (Gutiérrez, 2016).

    1.8. La abeja melífera como bioindicador de plaguicidas

    Los plaguicidas son compuestos xenobióticos que han sido introducidos por

    actividades humanas y que no existen de manera natural en el medio ambiente. Su uso

    se ha incrementado en las últimas décadas de forma considerable, por lo que se

    encuentran ampliamente distribuidos en el aire, el suelo, el agua y los seres vivos, para

    los que pueden resultar especialmente dañinos.

    Es posible determinar la concentración de plaguicidas en muestras ambientales de

    aire, suelo y agua, pero se trata de una información limitada, pues, aunque permite

    conocer la realidad físico-química del medio, no revela cómo esa realidad físico química

    se está reflejando en la realidad biótica. Además, los datos obtenidos mediante estos

    procedimientos hacen referencia únicamente a las condiciones existentes en los

    instantes en que se obtienen las muestras (Porrini et al., 2014).

    En algunos países de Europa se han desarrollado determinados indicadores que

    permiten evaluar el riesgo que supone el uso de plaguicidas en el medioambiente. Sin

    embargo, se trata de metodologías complejas que, en algunos casos, presentan

    problemas de tipo práctico (tiempo y costes). Algunos investigadores, sin embargo, han

    optado por el empleo de A. mellifera como organismo bioindicador de la calidad

    ambiental derivada del uso de plaguicidas. La monitorización de estos compuestos

    mediante el empleo de colonias de abejas melíferas es una técnica que no sólo permite

    evaluar el riesgo potencial de intoxicación de estos insectos, sino también determinar el

    grado de contaminación ambiental por el empleo de plaguicidas (Porrini et al., 2003)

  • Introducción

    24

    La abeja melífera, en comparación con otras especies de insectos, es

    extremadamente sensible a los plaguicidas debido probablemente a una deficiencia en

    el número de genes encargados de codificar enzimas de detoxificación de xenobióticos,

    en comparación con el genoma de otros insectos (Claudianos et al., 2006).

    Su sensibilidad a estos compuestos las convierte, no solo en un buen indicador

    biológico de la contaminación ambiental derivada del empleo de estos productos, sino

    en una herramienta muy interesante para su uso como organismo centinela o sistema

    de alerta temprana ante los riesgos ambientales derivados de la utilización de productos

    fitosanitarios (Porrini et al., 2003; Gutiérrez, 2016).

    No todos los plaguicidas tienen un efecto letal sobre las abejas melíferas, de hecho,

    muchos fungicidas y otros compuestos utilizados para diferentes propósitos a menudo

    tienen un impacto menos grave en las abejas que la mayoría de los insecticidas (Porrini

    et al., 2002). Entre los grupos químicos de insecticidas que se consideran altamente

    tóxicos para las abejas melíferas se encuentran: los carbamatos, los organofosforados,

    los piretroides sintéticos, los ciclodienos clorados y los cloronicotinilos (neonicotinoides)

    (Claudianos et al., 2006).

    La actividad tóxica de los de estos compuestos puede darse por contacto o por

    ingesta. Por contacto, al volar a través de una nube de insecticida o al caminar sobre

    partes tratadas de una planta o sobre cualquier otro lugar de su área de pecoreo en el

    existan residuos de plaguicidas. Por ingesta, al consumir néctar, polen o incluso agua de

    gutación contaminada, en el caso de insecticidas sistémicos como los neonicotinoides

    (Devillers, 2002a; Tapparo et al., 2011).

    Las abejas responden a la presencia de insecticidas en el ambiente con una

    mortalidad que varía de acuerdo a numerosos factores, como la toxicidad apícola de la

    materia activa empleada (DL50), la presencia de abejas pecoreadoras en el lugar y el

    momento en el que el insecticida es aplicado, el método de aplicación del producto, las

    condiciones meteorológicas como temperatura y viento y la presencia y extensión de la

    floración entre especies cultivadas y silvestres (Porrini et al, 2002).

  • Introducción

    25

    Muchas de las abejas alcanzadas directamente por un insecticida morirán, bien en el

    campo o durante su vuelo de regreso, debido a la toxicidad aguda del producto. Sin

    embargo, el tratamiento no afecta con la misma intensidad a la totalidad de las abejas

    recolectoras que se encuentran en el campo en un momento dado. Algunas serán

    alcanzadas sólo marginalmente y finalmente morirán en la colmena, compartiendo así

    su destino con otras abejas que, con posterioridad a la aplicación del producto, visiten

    las flores de los cultivos tratados o de especies silvestres presentes en las proximidades

    de los campos tratados (Porrini et al, 2002).

    En el caso de sustancias activas que no son particularmente peligrosas, este insecto

    actúa acumulando residuos en su cuerpo (superficial e internamente) y en los productos

    de la colmena (miel, polen, cera, etc.) (Porrini et al., 1998; Porrini et al, 2002).

    En definitiva, en lo que respecta al empleo de colonias de A. mellifera como

    bioindicadores de la calidad ambiental derivada del uso de plaguicidas se han llevado a

    cabo dos tipos de estudios: los que utilizan la mortalidad de abejas y el análisis de las

    mismas (Porrini et al, 1998; 2002; 2014; Ghini et al., 2004) y los que aprovechan la

    acumulación en otras matrices apícolas como la miel (Balayiannis y Balayiannis, 2008),

    el polen, la cera o las abejas del interior de las colmenas (Chauzat et al., 2011). En ambas

    casos, los parámetros estudiados (mortalidad y residuos) pueden ser cuantificados

    (Porrini et al, 2002).

    La identificación del ingrediente activo, su nivel de peligro, su distribución espacial y

    temporal, la determinación de periodos o lugares en los que fue utilizado

    inapropiadamente o la detección de sustancias no autorizadas, son algunas de las

    posibilidades, mencionadas por estos investigadores (Gutiérrez, 2016).

  • Introducción

    26

    1.9. Objetivos

    En el presente trabajo, se ha investigado el potencial de las colonias de Apis mellifera

    como bioindicadores de la contaminación ambiental por plaguicidas, a partir de la

    mortalidad de abejas y el análisis de las mismas, con el fin de lograr los siguientes

    objetivos:

    1.- Determinar el tipo de información que, acerca de la contaminación ambiental por

    plaguicidas, puede proporcionar el biomonitoreo con Apis mellifera.

    2.- Calcular el riesgo ambiental de dicha contaminación en distintas localizaciones y

    diferentes periodos de tres áreas de estudio de las provincias de Badajoz, Córdoba y

    Valencia.

    3.- Evaluar si el biomonitoreo con colonias de Apis mellifera podría ser empleado como

    una metodología útil para el control de la contaminación ambiental por plaguicidas.

  • 2. MATERIALES Y MÉTODOS

  • Materiales y Métodos

    27

    2. MATERIALES Y MÉTODOS

    La metodología seguida durante este estudio, tal y como puede verse en la Figura 2,

    ha supuesto la integración de distintas fases de trabajo y áreas de conocimiento

    desarrolladas en el campo, en el laboratorio y mediante el análisis de los datos

    obtenidos:

    2.1. Biomonitoreo.

    2.2. Análisis de plaguicidas.

    2.3. Cálculo del Índice de Riesgo Ambiental.

    Figura 2. Resumen sobre la metodología lleva a cabo.

    2.1. Biomonitoreo

    2.1.1. Composición de las estaciones de biomonitoreo

    Cada estación de biomonitoreo (Figura 3) estuvo compuesta por dos colmenas

    modelo Dadant, con sendas colonias, separadas entre sí 60 cm, orientadas hacia el sur-

  • Materiales y Métodos

    28

    sureste e instaladas sobre un soporte de madera a 40 cm del suelo. Para recoger las

    abejas muertas se colocó, justo delante de la piquera de cada colmena, una jaula modelo

    underbasket.

    Las colonias de abejas pertenecieron a la raza Apis mellifera iberiensis y se

    constituyeron a partir de enjambres de la campaña anterior. Con el fin de asegurar un

    buen desarrollo y un adecuado estado sanitario, fueron inspeccionadas previamente al

    comienzo de los ensayos. Para hacer frente al ácaro ectoparásito Varroa destructor

    Anderson and Trueman se utilizaron las sustancias activas amitraz (1 g/colmena), tau

    fluvalinato (1,6 g/colmena) y cumafós (2,72 g/colmena), todas autorizadas para tal fin.

    La fortaleza media de las colonias fue de siete u ocho panales de abejas y cuatro o cinco

    de cría.

    Figura 3. Estación de biomonitoreo.

    Se utilizaron jaulas underbasket para la toma de muestras por poseer los requisitos

    necesarios de eficiencia: no interferir con el vuelo y las actividades normales de las

    abejas sobre la tablilla de vuelo, prevenir el acceso de depredadores, facilitar el conteo,

    soportar diversas condiciones climáticas, ser fáciles de instalar y quitar, y ser económicas

    (McIndoo y Demuth, 1926; Anderson et al., 1958).

  • Materiales y Métodos

    29

    Tal y como puede observarse en la Figura 4 cada jaula estaba formada por dos

    bastidores rectangulares de madera de 10 x 50 x 100 cm. Los bastidores estaban unidos

    por dos bisagras en uno de los laterales de 100 cm y disponían de un cierre, asegurado

    por dos pestillos o aldabillas, en el lado opuesto. Este diseño facilitó la apertura de la

    jaula para realizar el contaje de las abejas y la recogida de muestras. Asimismo, la parte

    superior de la jaula contaba con una red o malla romboidal de alambre galvanizado,

    cuyas diagonales fueron de 23 x 20 mm, para permitir la caída de las abejas, y la parte

    inferior de la misma disponía de una chapa galvanizada perforada con agujeros de 3 mm

    de diámetro, para retener a las abejas caídas y evacuar el agua en caso de lluvia. Entre

    la jaula y el suelo se colocó una lámina de plástico.

    Con el fin de evitar que las abejas considerasen la jaula como parte de su propia

    colmena y reaccionasen llevando los cadáveres allí almacenados a un lugar más alejado

    (Accorti et al., 1991; Illies et al., 2000), la estructura fue colocada en el suelo, justo

    delante de la piquera y sin contacto alguno con el soporte.

    En este tipo de estructura se almacenan dos tipos de abejas muertas: las abejas que,

    justo antes de llegar a la colmena, caen en la jaula y mueren y aquellas que, a pesar de

    lograr volver a la colmena, son expulsadas por sus compañeras al morir. Las abejas que

    mueren en campo o bien durante su camino de vuelta a la colmena no pueden ser

    recolectadas utilizando este tipo de jaula (Porrini et al., 2002).

    Figura 4. Detalles de la jaula underbasket.

  • Materiales y Métodos

    30

    2.1.2. Localización de las estaciones de biomonitoreo

    El estudio se llevó a cabo en tres provincias y periodos diferentes:

    En la provincia de Badajoz, del mes de mayo al mes de septiembre del año 2007

    En la provincia de Córdoba, del mes de mayo al mes de julio del año 2010

    En la provincia de la Valencia, del mes de enero al mes de junio del año 2012

    Siguiendo las indicaciones de Porrini et al. (2002), en cada provincia, la elección de

    las localizaciones en las que situar las estaciones se llevó a cabo tomando en

    consideración los siguientes aspectos: el uso dado al territorio, sus características

    orográficas, la composición de la vegetación, la presencia o la ausencia de las zonas

    protegidas y las áreas naturales, y el impacto de la actividad humana. Se pretendía que

    las estaciones estuviesen ubicadas en localizaciones apropiadas para los objetivos del

    estudio.

    En Badajoz, el estudio se realizó en el término municipal de Valdelacalzada, ubicado

    en el noroeste de la provincia. La elección de las localizaciones exactas de las distintas

    estaciones se llevó a cabo de manera consensuada con la sociedad cooperativa

    hortofrutícola Caval, inexistente hoy en día.

    En Córdoba, el estudio se llevó a cabo en el término municipal de la capital de

    Córdoba y la ubicación de las distintas estaciones se decidió de manera conjunta con el

    Ayuntamiento de Córdoba y la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía.

    En Valencia, la Agrupación de Defensa Sanitaria Apícola de la Comunidad (apiADS)

    fue la que seleccionó la ubicación de las estaciones instaladas. En este caso, el estudio

    se llevó a cabo en dos términos municipales distintos: Barxeta y Montroi.

    Las localizaciones y número de estaciones fueron las siguientes:

  • Materiales y Métodos

    31

    Provincia de Badajoz (término municipal de Valdelacalzada): se eligieron parcelas de

    regadío con frutales jóvenes localizadas en la Vega del Guadiana para ubicar dos

    estaciones (BA1 y BA2). Las estaciones estuvieron separadas entre sí 3 km de distancia

    y situadas a 1,5 km del núcleo urbano (Tabla 2).

    Tabla 2. Estaciones de biomonitoreo ubicadas en la provincia de Badajoz.

    Provincia y Año Estación Coordenadas geográficas Uso del territorio

    Badajoz (2007)

    BA1

    Latitud: 38.890258º Longitud: -6.726600º Altitud: 180.00m

    Agrícola

    BA2

    Latitud: 38.891858º Longitud: -6.677033º Altitud: 183.00m

    Agrícola

    Figura 5. Localización geográfica de las estaciones de biomonitoreo (BA1 Y BA2) ubicadas en la provincia de Badajoz.

    Provincia de Córdoba (término municipal de la capital de Córdoba): se seleccionaron

    estratégicamente cinco emplazamientos para ubicar las estaciones de biomonitoreo. La

    estación CO1 se localizó al oeste de la ciudad, en una parcela del Centro de

    Experimentación Agraria IFAPA. En las proximidades de la parcela, que limita al sur con

    el río Guadalquivir, existen distintos cultivos experimentales. La estación CO2 se ubicó a

    unos 15 km al sur de la ciudad, en una zona de suelo agrícola, sin apenas vegetación

    silvestre, donde dominan los cultivos de secano como cereales y girasol y perennes

    como el olivar. La estación CO3 se situó al norte de Sierra Morena, a 8 km de distancia

  • Materiales y Métodos

    32

    de la ciudad, en un parque natural periurbano donde predomina la vegetación de tipo

    mediterráneo. La estación CO4 se ubicó en el centro de la capital, en la terraza del

    monumento histórico “Torre de la Malmuerta”, siendo las plantas ornamentales de

    jardines y calles las fuentes de alimento más accesibles para las abejas. Por último, la

    estación CO5 se localizó al este de la ciudad, en una cantera abandonada que cuenta a

    día de hoy con vegetación de tipo mediterráneo, aunque con escasa representación del

    estrato arbóreo (Tabla 3).

    Tabla 3. Estaciones de biomonitoreo ubicadas en la provincia de Córdoba.

    Provincia y Año Estación Coordenadas geográficas Uso del territorio

    Córdoba (2010)

    CO1

    Latitud: 37.851259º Longitud: -4.803460º Altitud: 94.88m

    Mixta

    CO2

    Latitud: 37.805655º Longitud: -4.670286º Altitud: 210.72m

    Agrícola

    CO3

    Latitud: 37.952227º Longitud: -4.819313º Altitud: 576.55m

    Forestal

    CO4

    Latitud: 37.891775º Longitud: -4.777729º Altitud: 139.04m

    Urbana

    CO5

    Latitud: 37.914457º Longitud: -4.762234º Altitud: 172.12m

    Mixta

    Figura 6. Localización geográfica de las estaciones de biomonitoreo (CO1, CO2, CO3, CO4 Y CO5) ubicadas en la provincia de Córdoba.

  • Materiales y Métodos

    33

    Provincia de Valencia (términos municipales de Barxeta y Montroi): se situaron dos

    estaciones (VA1 en Barxeta, VA2 en Montroi) separadas entre sí 60 km, en localizaciones

    de ámbito agrario con cítricos y frutales como cultivos predominantes y presencia de

    olivos y algarrobos. Ambas ubicaciones se encuentran próximas a zonas forestales con

    vegetación silvestre y a parcelas descuidadas o semi-abandonadas con vegetación de

    tipo ruderal (Tabla 4).

    Tabla 4. Estaciones de biomonitoreo ubicadas en la provincia de Valencia.

    Provincia y Año Estación Coordenadas geográficas Uso del territorio

    Valencia (2012)

    VA1

    Latitud: 39.203660º Longitud: -0.372620º Altitud: 11.00m

    Agrícola

    VA2

    Latitud: 39.012730º Longitud: -0.230570º Altitud: 37.00m

    Agrícola

    Figura 7. Localización geográfica de las estaciones de biomonitoreo (VA1 Y VA2) ubicadas en la provincia de Valencia.

  • Materiales y Métodos

    34

    2.1.3. Sistema de biomonitoreo

    Según Accorti (1994), los sistemas de monitorización para evaluar presencia de

    plaguicidas con abejas pueden implicar diversos niveles de complejidad y sensibilidad,

    dependiendo del contexto y de los objetivos perseguidos (Tabla 1).

    En el presente proyecto se optó por un sistema de biomonitoreo intermedio entre

    los niveles III y el IV llevado a cabo en colmenas comerciales y caracterizado por uso de

    trampas para abejas muertas, frecuencia de muestreo semanal, contaje manual, tiempo

    requerido medio y cualificación básica del operador (Tabla 5). La sensibilidad del

    biomonitoreo puede considerarse media, su coste bajo y la aplicabilidad en campo

    elevada.

    Este nivel de monitoreo puede ir acompañado de la observación del vuelo de las

    abejas y su comportamiento en piquera y tablilla de vuelo. Periódicamente, además, las

    colonias deben ser revisadas, llevando a cabo un seguimiento de la reina y su fertilidad,

    del estado sanitario de la colmena y de la evolución del desarrollo de la misma en cuanto

    a número de panales de abejas adultas, cría y alimento (miel y polen).

    Tabla 5. Protocolo de biomonitoreo.

    Colmenas por estación Dos Matrices usadas Abejas muertas Trampa para recolectar abejas muertas “Underbasket” Frecuencia de muestreo Semanal Umbral crítico de mortalidad 250 abejas muertas/semana y estación Análisis Químico

    2.1.4. Toma de muestras

    Las abejas muertas almacenadas en la jaula underbasket de las dos colmenas que

    componían cada estación fueron recogidas semanalmente durante un periodo de

    muestreo que varió según los años. En Badajoz, de mayo a septiembre del año 2007, se

    tomaron un total de 40 muestras, 20 en cada estación. En Córdoba, de mayo a julio del

  • Materiales y Métodos

    35

    año 2010, se recolectaron 10 muestras por estación, constituyendo un total de 50

    muestras por año. Por último, en Valencia, de enero a junio del año 2012, se tomaron

    17 muestras en la estación ubicada en Barxeta y 19 en la situada en Montroi,

    constituyendo un total de 36 muestras (Tabla 6).

    Una vez recogidas de la jaula underbasket, las abejas muertas fueron depositadas en

    una bolsa de plástico de congelación enumerada con el nombre de la estación, el

    número de la colmena de procedencia y la fecha de recogida. El transporte de las

    muestras tomadas se efectuó en una nevera portátil (Figura 8).

    Figura 8. a) Muestra de abejas muertas, b) Transporte en nevera portátil.

    En el laboratorio, se eliminaron las impurezas de cada muestra y se contabilizó el

    número de abejas muertas. Solo fueron seleccionadas para su análisis las muestras que

    superaron un umbral crítico de mortalidad de 250 abejas muertas por semana y

    estación porque, de acuerdo a Porrini et al. (2003), en estos caos hay un 80% de

    probabilidad de que exista presencia de plaguicidas.

    Las muestras de 250 abejas se constituyeron proporcionalmente a partir de las abejas

    muertas de cada una de las dos colmenas que componían la estación. Una vez

    constituidas, las muestras fueron mantenidas a -28°C en espera de su análisis.

    Desafortunadamente, nueve muestras procedentes de Valencia que superaron el

    umbral crítico de mortalidad no pudieron enviarse al laboratorio de análisis (Tabla 5).

  • Materiales y Métodos

    36

    Tabla 6. Datos sobre la toma de muestras llevada a cabo en Badajoz (2007), Córdoba (2010) y Valencia (2012).

    Provincia Badajoz Córdoba Valencia

    Año de estudio 2007 2010 2012

    Estaciones (nombre) BA1 BA2 CO1 CO2 CO3 CO4 CO5 VA1 VA2

    Periodo de muestreo may-sep may-jul ene-may feb-jun

    Frecuencia de muestreo* Semanal Semanal Semanal

    Muestras por estación 20 20 10 10 10 10 10 17 19

    Muestras por provincia 40 50 36

    *Puede variar entre 6 y 8 días.

    2.2. Análisis de plaguicidas

    Para la determinación de los residuos de plaguicidas, las muestras de abejas muertas

    fueron enviadas al laboratorio de análisis del CREA – Api, institución italiana de

    referencia para la investigación en apicultura y sericicultura que nació en 2004 como

    resultado de la fusión del Istituto Nazionale di Apicoltura (INA), creado en 1925, y la

    sección de sericicultura del Istituto Sperimentale per la Zoologia Agraria (ISZA). Se eligió

    este laboratorio por su experiencia y especialización en técnicas analíticas puestas a

    punto para el análisis de este tipo de residuos en matrices apícolas.

    La determinación, en abejas muertas, de los residuos de plaguicidas se realizó

    mediante un análisis multirresiduos. El proceso inicial de extracción de los residuos de

    las muestras se llevó a cabo mediante el método internacional UNE EN 15662 (método

    QuEChERS). Se trata de un sistema de extracción en fase sólida dispersiva (dSPE) que

    implica dos etapas fundamentales, una primera fase de extracción simple seguida de

    una fase de limpieza del extracto o clean-up mediante extracción en fase sólida por

    dispersión (Ambrus et al., 1981).

    A continuación, tras la extracción y preconcentración de los residuos de plaguicidas,

    el extracto obtenido se analizó mediante distintas técnicas analíticas a fin de separar e

    identificar los distintos compuestos de interés. Las muestras recogidas en los años 2007

    y 2010 fueron analizadas mediante cromatografía de gases acoplada a espectrometría

    de masas (GC-MS) y cromatografía líquida de alta eficacia acoplada a espectrometría de

  • Materiales y Métodos

    37

    masas (HPLC-MS). En el año 2012, debido a los avances y ajustes en los métodos

    analíticos, las muestras tomadas se analizaron mediante las siguientes técnicas

    analíticas: cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas en tándem con

    triple cuadrupolo (GC-MS/MS) y cromatografía de líquidos acoplada a espectrometría

    de masas en tándem con triple cuadrupolo (LC-MS/MS).

    2.2.1. Determinación de organofosforados, carbamatos y piretroides

    La metodología para la determinación, en abejas, de residuos de insecticidas

    organofosforados, carbamatos y piretroides se llevó a cabo mediante cromatografía de

    gases acoplada a espectrometría de masas (GC-MS), de acuerdo a Rossi et al. (2001).

    Una cantidad de 3 g de abejas liofilizadas fue depositada en un mezclador junto con

    100 ml de acetona. Ambos componentes se homogeneizaron durante 10 minutos. La

    solución resultante se filtró a través de tierra de diatomeas Celite® 545 directamente en

    un matraz de fondo redondo de 150 ml que contenía una solución de cloruro de amonio,

    ácido fosfórico y 5 g de Celite. Tras el filtrado, la solución se mantuvo en reposo durante

    40 minutos y, transcurrido ese tiempo, se volvió a filtrar de nuevo a través de Celite y se

    le añadieron 200 ml de una solución de cloruro de sodio y 100 ml de diclorometano. La

    extracción con diclorometano se repitió una segunda vez.

    Posteriormente, los extractos recolectados se sometieron a un proceso de

    evaporación en rotavapor a presión reducida y temperatura inferior a 40°C. A

    continuación, se redisolvieron con 1 ml de acetona. La solución resultante fue analizada

    por cromatografía de gases con detector de nitrógeno-fósforo (GC-NPD) con una

    columna SPB-608 de 30 mt · 0,5 µm y por cromatografía de gases acoplada a un

    espectrómetro de masas trampa iónica con una columna DB5MS de 30 mt · 0,25 µm.

    Las condiciones de la cromatografía de gases fueron las siguientes: temperatura de

    columna inicial de 70°C, seguida de un programa de temperatura hasta 120ºC a una

    velocidad de 50ºC/minuto y de 120ºC a 250ºC a una velocidad de 4ºC/minuto. El

  • Materiales y Métodos

    38

    inyector estuvo a una temperatura de 280ºC, mientras que el detector alcanzó los

    290ºC.

    2.2.2. Determinación de neonicotinoides

    La metodología seguida para la determinación, en abej