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1 Universidad Nacional de Lomas de Zamora Facultad de Ciencias Sociales Cátedra Libre Latinoamericana de Integración Señor Ingeniero Arturo Somoza, Presidente del Consejo Interuniversitario Nacional y Rector de la Universidad Nacional de Cuyo, Doctor Diego A. Molea, Rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Licenciado Santiago Aragón, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Dr. Humberto Podetti, Director de la Cátedra de Integración Latinoamericana en esta prestigiosa Universidad, Señor Embajador Milenko Skoknic, Embajador de Chile en Argentina, Señor Rafael Follonier, Coordinador General, Presidencia de la Nación, Señor Victorio Taccetti, ex Vice-Canciller y mi colega en Berlin, Autoridades Municipales,

Universidad Nacional de Lomas de Zamora Señor … · distintos que mostraron, como en el caso del Brasil, que es posible conjugar crecimiento económico e inclusión social. 4 Con

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Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Facultad de Ciencias Sociales

Cátedra Libre Latinoamericana de Integración

Señor Ingeniero Arturo Somoza, Presidente del

Consejo Interuniversitario Nacional y Rector de la

Universidad Nacional de Cuyo,

Doctor Diego A. Molea, Rector de la

Universidad Nacional de Lomas de Zamora,

Licenciado Santiago Aragón, Decano de la

Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad

Nacional de Lomas de Zamora,

Dr. Humberto Podetti, Director de la Cátedra

de Integración Latinoamericana en esta prestigiosa

Universidad,

Señor Embajador Milenko Skoknic, Embajador de

Chile en Argentina,

Señor Rafael Follonier, Coordinador General,

Presidencia de la Nación,

Señor Victorio Taccetti, ex Vice-Canciller y

mi colega en Berlin,

Autoridades Municipales,

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Estimados Docentes y alumnos de distintas

Universidades,

Señoras y Señores,

Es con satisfacción que he aceptado la

invitación para inaugurar formalmente la Cátedra

Libre de Integración Latinoamericana y Caribeña de

la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. El

establecimiento de una cátedra destinada a debatir

los temas de la integración regional refleja el

creciente interés de la academia y de la sociedad

– y ya no sólo de los gobiernos – en un tema que

me parece fundamental para el desarrollo futuro de

nuestros países. Los congratulo por la iniciativa.

Vivimos hoy en un escenario internacional

complejo, donde los cambios ocurren rápidamente y

no siempre de manera muy clara.

Tenemos el desafío de convivir con la

velocidad de la información y de la tecnología, el

cambio climático, la relatividad del espacio-

tiempo (sobre todo por la universalización de la

internet), los cambios en las costumbres y los

valores sociales e individuales. Este desafío se

traduce, en concreto, en la comprensión que

tengamos del mundo y en las respuestas necesarias

a los problemas a los que nos enfrentamos.

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Precisamos desarrollar conceptos a partir de

nuestra realidad en vez de reaccionar a

construcciones teóricas y prácticas generadas en

ambientes que desconsideran nuestras condiciones

objetivas.

Después del final de la Guerra Fría, vivimos

un breve período marcado por la supremacía

política y económica de un único país. La invasión

de Irak, en 2003, fue la expresión máxima de ese

orden unipolar.

Sin embargo, no se verificó la expansión

global de valores democráticos y liberales

defendidos por el llamado mundo occidental.

Tampoco se logró un ambiente internacional estable

y libre de armas de destrucción en masa.

En el ámbito económico, el "Consenso de

Washington" predicó la liberalización comercial y

financiera de las economías. Las consecuencias

nefastas de esas políticas para el refuerzo de la

industrialización, para el desarrollo tecnológico

y para las poblaciones más carenciadas de nuestra

región abrieron camino al avance de modelos

distintos que mostraron, como en el caso del

Brasil, que es posible conjugar crecimiento

económico e inclusión social.

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Con la disminución del poder relativo –

militar y económico - de los Estados Unidos,

surgieron centros alternativos de poder, aunque

todavía en proceso de maduración: Brasil, Rusia,

India, y China – los llamados BRICS – además de

México, Sudáfrica, Turquía e Indonesia, entre

otros.

No obstante los cambios de las últimas

décadas, enfrentamos indefiniciones e

incertidumbre en cuanto a los contornos del

orden internacional. En qué medida los nuevos

centros de poder tienen real capacidad para

alterar o formular nuevas disciplinas

internacionales que se alineen con las

aspiraciones de sus sociedades?

Vivimos, según algunos, en una macro-

estructura multipolar; otros ven una situación de

apolaridad, en la cual los actores que surgen aún

carecen de capacidad de establecer esferas de

influencia. Si el poder es un dato inamovible de

la política, el derecho y las instituciones

internas e internacionales son herramientas

esenciales para la adecuada convivencia de los

Estados en un régimen que formalmente desconoce

jerarquías.

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Así, en un orden internacional multipolar, los

procesos de integración confieren a los países

mayor capacidad de actuación y mejor inserción

global, ante los distintos polos de poder.

Me gustaría hablar ahora de nuestro

continente. América del Sur representa el 12% de

la superficie del globo y tiene un 25% de las

tierras agrícolas, el 25% del agua dulce y el 40%

de la biodiversidad del planeta. Esos datos, por

sí solos, nos dan una idea del potencial de la

región. Su adecuada utilización puede convertirlos

en recursos de poder que la posicionen en el orden

internacional de un modo distinto a lo que fue

hasta hoy.

Los países sudamericanos compartimos valores

comunes: desde la defensa de la paz y de la

democracia hasta la promoción de los derechos

humanos y de la calidad de vida de todos los

ciudadanos. El último aspecto se ha convertido,

afortunadamente, en una auténtica política de

Estado en la mayoría de los países de la región.

Lo que necesitamos es reconocer nuestras

fortalezas y estar conscientes de nuestras

vulnerabilidades. Con la globalización, los

Estados y las sociedades están necesariamente

ligados al mundo y son influidos por él. Para

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enfrentar los efectos de esa nueva y más

impactante inserción en el mundo, es imperativo

trabajar juntos para organizarnos como una entidad

política robusta e institucionalizada. Una América

del Sur capaz de irradiar paz, justicia y el

respeto al derecho en el orden mundial. Una

América del Sur capaz de generar innovación que la

haga más competitiva en los mercados globales y

fuerte en la defensa de nuestros intereses

comunes.

Para el Brasil, además, la integración es un

dispositivo constitucional. El Artículo 4 de la

Constitución de 1988 determina que el Brasil debe

buscar la integración económica, política y

cultural de los pueblos de América Latina, con

vistas a la formación de una comunidad

latinoamericana de naciones.

Argentina y Brasil, por ser los dos países más

grandes de la región, tienen la responsabilidad de

impulsar el proceso de integración.

Es importante recordar que, hasta que Brasil y

Argentina se pusieron de acuerdo sobre cómo

impulsar los temas estratégicos comunes, en los

años 80, muy poco pasó en lo que respecta la

integración. Los doce acuerdos bilaterales

firmados en 1986 fueron esenciales no sólo para el

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fortalecimiento de la relación bilateral, pero

también fueron la base misma para la creación del

Mercosur, en 1991.

Me gustaría hacer una mención especial al

liderazgo de los Presidentes Raúl Alfonsín y José

Sarney en ese importante e histórico paso para la

unión de los dos países y del continente. La

percepción estratégica de ambos permitió archivar

sospechas recíprocas y movilizar esperanzas

comunes capaces de abrir un nuevo capítulo en las

relaciones bilaterales y construir el camino de la

integración.

A partir de entonces, hemos sido capaces de

crear mecanismos para fomentar la confianza

bilateral. El mejor ejemplo tal vez sea la

cooperación nuclear, que tuvo efectos globales

pero ganó un valor inmediato en los planes

bilateral y regional. Ambos países mantuvieron su

capacidad de utilizar de manera autónoma la

energía nuclear para fines pacíficos, al mismo

tiempo en que asumieron compromisos cabales y

abarcadores en contra de la proliferación de las

armas nucleares. Fue gracias a esa comprensión

sobre la sinergia entre negociación diplomática y

desarrollo tecnológico como fundamentos para

construir el futuro que se ideó y creó la Agencia

Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de

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Materiales Nucleares – la ABACC, mecanismo

innovador y creo que hasta hoy único en el mundo

de control mutuo entre dos países.

Hemos logrado un ambiente de confianza

recíproca, pieza fundamental para la integración.

Eso se combina, en el caso del Brasil, con el

rechazo de una actitud aislacionista. El Brasil ha

sido siempre un país que buscó consolidar su

inserción en las transformaciones experimentadas

por el sistema internacional por medio de una

acción participativa. La integración, que hoy es

parte esencial de nuestra política externa, es

resultado de la comprensión de que las asimetrías

y vulnerabilidades que aún caracterizan a las

naciones sudamericanas deben ser superadas

mediante un esfuerzo conjunto.

El proceso de integración más profundo de la

región sigue siendo el Mercosur. Pese a las

críticas que algunos le destinan, hay que

reconocer los importantes avances logrados desde

la firma del Tratado de Asunción, en 1991.

En términos comerciales, por ejemplo, el

comercio entre Brasil y los países del Mercosur

pasó de 4.500 millones, en 1991, a más de USD 40

mil millones, en 2012, lo que representa un

aumento de cerca de diez veces.

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Argentina es el principal destino de las

exportaciones industriales de Brasil. Brasil es el

más grande consumidor de productos industriales de

Argentina. Alrededor de la mitad de la producción

de autos de Argentina, por ejemplo, se destina al

mercado brasileño.

Tenemos también una cláusula democrática,

establecida por el Protocolo de Ushuaia, que

determina que la plena vigencia de las

instituciones democráticas es condición esencial

para el desarrollo de los procesos de integración

entre los Estados Partes.

Otro de los principios esenciales del Mercosur

es el de reducir las asimetrías entre los países

miembros del bloque. La premisa es que el progreso

de cada una de nuestras economías es el progreso

de todas.

Para eso, se creó, en 2006, el Fondo para la

Convergencia Estructural del Mercosur, el FOCEM,

que se destina a financiar proyectos de desarrollo

que privilegien la integración regional. En una

década de operación, en el año 2016, el FOCEM

habrá contribuido con US$ 1 mil millones para

proyectos esenciales para el desarrollo de la

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integración regional. Brasil es el responsable por

el 70 % de las contribuciones.

Sólo para dar un ejemplo, la semana pasada los

Presidentes Dilma Rousseff y Horacio Cartes, de

Paraguay, inauguraron la línea de transmisión

eléctrica entre Itaipú y Villa Hayes, en los

alrededores de Asunción; 85% de los costos fueron

financiados por el FOCEM. Hay proyectos en

Uruguay, como la rehabilitación de la línea

ferroviaria de Rivera; en Argentina, de ampliación

de escuelas en Santa Fe y también en el Brasil, de

saneamiento básico en São Borja y Ponta Porã.

La entrada de Venezuela al Mercosur ofrece una

nueva dimensión política y económica al bloque. El

Mercosur se extiende ahora desde la Tierra del

Fuego hasta el Caribe. También nos transformamos

en una potencia energética de primera magnitud,

con aproximadamente 20% de las reservas mundiales

de petróleo. El ingreso pleno de Bolivia y Ecuador

también está en negociación, así como el de

Surinam.

Por todo eso, creo que no sería exagerado

decir que el Mercosur es el más importante

proyecto de política externa brasileño desde el

final del exitoso proceso de delimitación de todas

nuestras fronteras, hace más de un siglo.

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En 2008, en la III Cumbre de Jefes de Estado

de América del Sur, en Brasilia, los presidentes

sudamericanos decidieron dar un nuevo paso en la

integración continental. El Tratado de la UNASUR

de 2008 es histórico. Por primera vez, los países

sudamericanos celebraron un acuerdo internacional

con el objetivo de incrementar e institucionalizar

su cooperación política, económica y social, así

como profundizar el proceso de integración entre

ellos.

La creación de UNASUR es una oportunidad

singular de formar un espacio de convergencia

regional en áreas tales como la infraestructura,

la armonización de políticas públicas y

económicas, la defensa y la seguridad, la

educación, el movimiento de las personas y el

turismo, entre otros.

La consolidación de América del Sur como

bloque político y económico coherente permitirá a

nuestro continente negociar en pie de igualdad con

otras naciones y bloques de poder.

Más importante aún, Unasur se convierte en la

base institucional para forjar una fuerte

identidad regional, basada en principios

compartidos como la solución pacífica de

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conflictos, la sostenibilidad del desarrollo, la

democracia, la justicia social y la mejora de la

calidad de vida de todos los ciudadanos.

El mejoramiento de la infraestructura es, para

eso, esencial. En ese particular, la cooperación

Brasil-Argentina, por lo que contribuye en

términos de producción y circulación de bienes y

servicios, es un elemento dinámico para la mejora

de la infraestructura sudamericana.

Las empresas brasileñas tienen un papel

relevante al traer experiencia, tecnología y

capacidad de gestión en la construcción de grandes

obras de infraestructura. Su actuación tiene el

respaldo decidido del Gobierno brasileño por medio

de financiamientos del Banco Brasileño de

Desarrollo, el BNDES, que garantizan la

sustentación de proyectos que requieren grandes

inversiones y largo plazo de amortiguación. Es

importante mencionar acá que, desde 2003, el

BNDES, está autorizado a financiar proyectos en

los países de la región. Uno de ellos, acá mismo

en Argentina, es el tan importante soterramiento

del Sarmiento.

Uno de los elementos centrales de UNASUR es el

Consejo de Defensa Sudamericano. Sólo el tema del

espionaje, una cuestión que afecta la soberanía

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misma de nuestras naciones, ya justificaría la

creación de una "comunidad de seguridad" en la

región.

Pero también es relevante el establecimiento

de una visión conjunta para la defensa de nuestros

recursos naturales: petróleo, agua, florestas,

minerales y la disponibilidad de tierras de

cultivo. La protección de estos verdaderos

"activos estratégicos" es un tema de seguridad

nacional, particularmente desde la perspectiva

futura de escasez de recursos alimenticios y

energéticos a nivel mundial.

La idea base del Consejo Sudamericano de

Defensa es que los problemas y las diferencias que

puedan existir entre nosotros sean tratados sobre

la base de la diplomacia y el diálogo.

El objetivo del CDS no es funcionar como una

alianza de defensa, es decir, "una especie de OTAN

del Hemisferio Sur”. La meta principal del CDS es

el fortalecimiento de la cooperación militar entre

los países de América del Sur y la creación de una

política de defensa basada en una doctrina común

de "cooperación disuasoria", como bien comentó el

Ministro de Defensa del Brasil, Celso Amorim,

durante su reciente visita a Buenos Aires.

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Otro tema central en la construcción de un

espacio de integración es el de la democracia,

principalmente para países como los nuestros, que

han pasado por un proceso de transición política

en las últimas décadas.

Hoy vivimos democracias plenas. Brasil

celebró, el último día 5 de octubre, los 25 años

de nuestra Constitución. El próximo 10 de

diciembre, se celebrarán los 30 años del retorno

de la democracia en Argentina. Jamás en su

historia América del Sur ha vivido un periodo tan

largo de continuidad democrática.

Este es un logro no menor si observamos como

en otras partes del mundo los procesos

democráticos no siempre son la regla. La

democracia y el Estado de Derecho no sólo

constituyen la columna vertebral de la

sostenibilidad política de nuestros pueblos. Son

también esenciales para llevar adelante el proceso

de integración regional.

En reconocimiento de eso, los países de UNASUR

firmaron, en 2010, el Protocolo Adicional sobre el

Compromiso con la Democracia. Ese documento

establece que los Estados miembros de UNASUR

rechazarán cualquier amenaza para el orden

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institucional y los valores y principios

democráticos.

Es igualmente importante el refuerzo de la

democracia interna, por medio de la participación

ciudadana no únicamente en las elecciones – aunque

estas sean, por supuesto, esenciales – como

también de manera permanente, acompañando de cerca

los trabajos de un Congreso que debe ser fuerte,

un Judiciario independiente y un Ejecutivo capaz

de atender las demandas de la población.

Sólo por medio de instituciones sólidas

seremos capaces de garantizar la continuidad de

los ideales democráticos en nuestros países.

Otro elemento central del proceso de

integración es el comercio. Mucho ya se ha

estudiado sobre el rol de los intercambios

comerciales como propulsores del desarrollo

económico y social de los países. Particularmente

relevante es la correlación positiva entre

comercio y competitividad.

Como he mencionado, el Mercosur ha cumplido su

misión de propulsar el comercio entre los países

del bloque. A pesar de la existencia de barreras

no-arancelarias que todavía afectan al comercio

intrabloque, la liberalización comercial logró

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alcanzar el 99% del comercio entre los países de

Mercosur.

En este momento, un tema prioritario para el

bloque es el comienzo de las negociaciones

comerciales con la Unión Europea. Se trata de un

mercado de 507 millones de personas, con un

comercio exterior de 2,2 billones de dólares.

Consideramos que firmar un acuerdo comercial con

un socio de esa dimensión puede tener un enorme

potencial para el crecimiento económico y la

competitividad del Mercosur. Se trata aquí de una

vía de doble mano, pues un acuerdo beneficiará

mucho a las empresas europeas ya instaladas en

nuestros países.

Sabemos que las negociaciones son complejas,

principalmente en la parte que más interesa a

nuestros países, el acceso al mercado europeo de

productos agrícolas. El sector privado de Brasil

ha manifestado una voluntad inequívoca de seguir

con las negociaciones con la UE. Después de un

largo proceso de consultas internas, Brasil tiene

una lista de oferta de bienes a ser presentada a

los europeos. Estamos dialogando con los socios de

Mercosur para cumplir con el objetivo asumido con

la Unión Europea de intercambiar ofertas hasta el

final de este año. El 15 de noviembre, los países

del Mercosur se reunirán en Caracas para discutir

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la elaboración de lista común de ofertas a la

Unión Europea.

La Unión Europea sigue negociando acuerdos de

libre comercio con importantes mercados de América

Latina y Asia. Asimismo se delinean procesos

negociadores entre las principales economías

globales: Estados Unidos-Unión Europea; Unión

Europea-Japón y la Asociación Transpacífica, o

TPP, que incluye a once países, sólo para

mencionar algunos. Así que debemos tomar la

iniciativa bajo pena de ver la pérdida de espacio

comercial hacia otras regiones.

Uno de los procesos que más se discute hoy

día, tal vez por la cercanía, es la Alianza del

Pacífico, una iniciativa de liberalización

comercial que agrega a México, Colombia, Perú y

Chile. La Alianza del Pacífico tiene objetivos

claramente económicos, y busca aprovechar las

oportunidades oriundas de las cadenas de

suministro de la dinámica zona del Pacífico.

La Alianza del Pacífico no debe ser vista como

amenaza, ni tiene vocación para rivalizar con la

UNASUR y el Mercosur. La UNASUR trabaja para

promover la cooperación en áreas tan diversas como

la seguridad y la defensa, la salud, la educación,

la integración de la infraestructura, entre otros

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temas. El Mercosur es una unión aduanera con

veinte años de integración no sólo de la economía

sino también de la cultura, educación y otros

aspectos da ciudadanía. La Alianza del Pacífico,

por su vez, es la evolución del proceso de

liberación comercial entre cuatro países, con

miras a profundizar su integración en áreas como

libre circulación de personas e integración

energética.

Cabe notar que el Mercosur posee acuerdo de

libre comercio con los cuatro países de la Alianza

del Pacífico. Esos acuerdos significan la

reducción de los aranceles a cero para 99% del

comercio con Chile y con Perú y para 83,6% del

comercio con Colombia. Con México, el Mercosur

firmó un Acuerdo Cuadro en 2002 y avanzamos en las

negociaciones para desgravación arancelaria.

Señoras y señores,

El proceso de integración ocurre en medio a la

exacerbación de los intereses nacionales y frente

a mayores demandas de las sociedades. El Brasil,

por ejemplo, ha experimentado un significativo

proceso de movilidad social en los últimos diez

años, con el ingreso de cerca de 40 millones de

personas a la clase media. Esos ciudadanos

demandan mejores servicios públicos, mejor

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educación, más seguridad, más poder adquisitivo

para sus salarios. El proceso de integración tiene

que tener en cuenta las dinámicas sociales

internas. Traducir eso a la realidad requiere una

mayor voluntad política y visión estratégica por

parte de los que toman las decisiones.

Nuevos avances en la integración regional, por

lo tanto, deben reflejarse en otras áreas.

Necesitamos promover la integración de nuestra

infraestructura no sólo para beneficiar la

integración de las cadenas productivas regionales,

sino para permitir que nuestros productos sean

competitivos globalmente.

Necesitamos también fortalecer políticas de

inversión mutua y de mecanismos de financiación,

como el FOCEM o el Banco del Sur.

Debemos igualmente valorar iniciativas más

antiguas de cooperación como el Tratado de la

Cuenca del Plata, de 1969, y el Tratado de

Cooperación Amazónica, de 1978. Ambos fueron

proyectos pioneros de cooperación en torno a

recursos como el agua y la biodiversidad, vistos

hoy como estratégicos por la comunidad

internacional. Instancias como esas circunscriben

y facilitan la actuación de nuestros países en las

negociaciones multilaterales que buscan crear

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disciplinas globales para el manejo de activos

económicos y ambientales que están en la esfera

de soberanía de los Estados sudamericanos.

Y, finalmente, necesitamos reforzar e

institucionalizar el diálogo político en los

países de la región. El ex Presidente Lula, un

gran defensor de la integración regional, siempre

ha favorecido la convergencia de posiciones

políticas de los países de la región en los foros

internacionales. Juntos, nuestros países forman

una “potencia” que, en última instancia, puede

influir en la defensa de los intereses legítimos

de los países en desarrollo.

La Presidenta Dilma Rousseff también tiene la

integración regional como prioridad para la

política externa brasileña. La Presidenta ha

dicho, de forma inequívoca, que el MERCOSUR, la

UNASUR y la CELAC son instancias fundamentales

para el camino del desarrollo y el fortalecimiento

de las instituciones democráticas en nuestros

países. En su visión, los vectores de la promoción

de la ciudadanía social son esenciales en el

diseño de la integración. Por eso apoya la

creación de un estatuto de ciudadanía y de un plan

estratégico de acción social en UNASUR.

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Llegamos así a un elemento que considero

fundamental para avanzar: el compromiso de todos

los ciudadanos con la integración. La integración

debe pasar a ser parte de cómo pensamos el futuro

de nuestras sociedades. Sólo así, con una visión

de beneficios compartidos y de la importancia del

desarrollo equilibrado de los países de la región

seremos capaces de avanzar en ese proceso que creo

esencial para defender nuestros intereses en medio

a la transformación por la que pasa el orden

internacional.