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verbo divino UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA Instituto Superior de Pastoral Recibir el Concilio 50 años después

UPS - Recibir El Concilio 50 Años Después

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  • verbo divino

    UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    Instituto Superior de Pastoral

    Recibir el Concilio 50 aos despus

  • UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    Instituto Superior de Pastoral

    XXIII Semana de Estudiosde Teologa Pastoral

    Recibir el Concilio 50 aos despus

  • Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), Espaa

    Tfno: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06

    [email protected]

    Instituto Superior de Pastoral, 2012

    Editorial Verbo Divino, 2012

    De la presente edicin: Verbo Divino 2012

    ISBN pdf: 978-84-9945-474-0

    ISBN versin impresa: 978-84-9945-316-3

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la

    autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos) si

    necesita reproducir algn fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

  • Contenido

    Presentacin............................................................... 7Juan Pablo Garca Maestro(Profesor del Instituto Superior de Pastoral-UPSA y coordinador de la XXIII Semana de Teologa Pastoral)

    IPONENCIAS

    Los contextos: del Vaticano II a nuestros das............ 13Jess Martnez Gordo (Facultad de Teologa del Norte de Espaa,Vitoria-Gasteiz)

    Juan XXIII: el Papa Bueno, prroco del mundo ..... 59Jos Luis Corzo Toral (Instituto Superior de Pastoral, Madrid)

    La Iglesia, misterio y pueblo de Dios. La Iglesia que quiso el Concilio Vaticano II .............................. 81Ricardo Blzquez Prez (Arzobispo de Valladolid)

    Memoria y sinceracin de la generacin que hizo el Concilio .................................................. 115Felicsimo Martnez(Instituto Superior de Pastoral, Madrid)

    Otra forma de hacer teologa ..................................... 141Nurya C. Martnez-Gayol Fernndez (Universidad Pontificia de Comillas, Madrid)

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  • Perspectivas de futuro del Vaticano II........................ 215Juan Martn Velasco(Instituto Superior de Pastoral, Madrid)

    La evangelizacin: del Concilio a nuestros das.......... 261Eloy Bueno de la Fuente(Facultad de Teologa del Norte de Espaa, Burgos)

    IIMESA REDONDA

    1. Tres matrimonios, tres generaciones, ante el Concilioa) Juan Ramn Lacadena e Isabel Garca Gallo ... 339b) Pablo Ruz y Ana Cristina Gmez Aparicio ..... 357c) Miguel Garca Bar y Mercedes Huarte .......... 365

    IIIGRUPOS

    Trabajo de grupos ...................................................... 377

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  • 7PresentacinJuan Pablo Garca Maestro, O.SS.T.

    Profesor del Instituto Superior de Pastoral-UPSA y coordinador

    de la XXIII Semana de Teologa Pastoral

    En los das del 24 al 26 de enero de 2012, el Institu-to Superior de Pastoral (ISP) convoc la XXIII Semana deTeologa Pastoral con el lema Recibir el Concilio 50 aosdespus.

    Qu podemos aportar como ISP ante el 50 aniver-sario de la apertura del Concilio Vaticano II? Nadiepodr negar lo que el Instituto desde sus orgenes haaportado a la reflexin y puesta en prctica del espritudel Concilio, a la renovacin de la Iglesia en Espaa,y dira que tambin en la Iglesia universal, pues sonmuchos los alumnos de otros continentes que se hanformado en esta casa.

    El Concilio Vaticano II fue un concilio pastoralporque, con todos los medios a su alcance, quiso des-centrar a la Iglesia y, junto al descentramiento horizon-tal sobre la comunidad, dej bien claro que el centro delos problemas y preocupaciones de la Iglesia no es ellamisma, sino la vida de los hombres y mujeres de cadatiempo de nuestra historia. La Iglesia est para servir a loshombres; su tarea primordial se vincula al dilogo con la

  • gente, el mundo y la cultura, como afirm Juan XXIIIpocos das antes de morir: No es que haya cambiado elEvangelio. Somos nosotros los que hemos comenzado acomprenderlo mejor.

    Si la Iglesia quiere acercarse a los verdaderos pro-blemas del mundo actual y esforzarse por bosquejar unarespuesta, tal como ha intentado hacerlo en la constitu-cin Gaudium et spes, debe abrir un nuevo captulo deepistemologa teolgico-pastoral. En vez de partir sola-mente del dato de la revelacin y de la tradicin, comoha hecho generalmente la teologa clsica, habr quepartir de un dato de hechos y problemas recibido del mundoy de la historia.

    El Concilio Vaticano II representa un excelentepunto de partida para un renovador modo de hacer ycomprender la teologa pastoral. No obstante, aquel de-seo y objeto de reformular la doctrina para el beneficiode los hombres propuesto por Juan XXIII solo se al-canz a medias. Y en esta lnea tenemos que seguir tra-bajando.

    Al recibir el Concilio Vaticano II 50 aos despus,creemos que sera un error a la hora de interpretarlo silo hiciramos en un sentido eclesiocntrico (centradosobre la Iglesia). La visin conciliar de la Iglesia es teo-cntrica, cristocntrica y antropocntrica. De esta com-prensin dependen los impulsos esenciales para unapastoral futura en la lnea del Vaticano II. La primeraprioridad que urge hoy es el problema de Dios, no elde la Iglesia. A diferencia del siglo XIX, hoy los ateosmilitantes son pocos, pero la situacin es mucho pe-or. Se vive como si Dios no existiera. Por eso debemosreiniciar a partir de los fundamentos de la fe y abrircaminos hacia Dios a partir de la experiencia y de lavida.

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  • Concluyo con una ltima idea: Con esta XXIIISemana de Teologa Pastoral queremos dejar al descu-bierto que las grandes intuiciones conciliares han sidolas siguientes: un modelo de Iglesia como comunin,como pueblo y no como jerarqua; una fe basada en lapalabra original que es Jess de Nazaret; la aperturaecumnica hacia todas las Iglesias y hacia todas las reli-giones; la presencia de la Iglesia en el mundo como ser-vidora, partidaria de la libertad y dispuesta al dilogo.

    El Instituto Superior de Pastoral se complace unavez ms en agradecer pblicamente las colaboracionesque hicieron posible la celebracin de la Semana. La dela Fundacin Pablo VI, en cuyas instalaciones tuvo lu-gar. La de la Editorial Verbo Divino, que permite dejarconstancia de sus resultados y extenderlos a quienes nopudieron asistir. Y, finalmente, la de tantas personasamigas que con esta ocasin nos han manifestado unapoyo que nos anima a seguir la tarea de colaboracincon la Iglesia al servicio del Reino en la sociedad actual.

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  • IPONENCIAS

  • Los contextos: del Vaticano II a nuestros das

    Jess Martnez Gordo

    En la celebracin y recepcin del Vaticano II se pue-den diferenciar cuatro contextos o etapas en funcin delos pontificados habidos desde entonces hasta nuestrosdas, exceptuado el de Juan Pablo I: el primero, presididopor la sorpresa y la creatividad, con el papa Juan XXIII.El segundo, con Pablo VI, marcado por la finalizacin dela asamblea episcopal y, sobre todo, por una tmida pues-ta en prctica del mismo. El tercero, el ms largo, duran-te el pontificado de Juan Pablo II, es un tiempo regido poruna lectura temerosa de algunos de los textos ms impor-tantes del Vaticano II y yuxtapuesta al pontificado ante-rior en su tmida aplicacin del mismo. Y, finalmente, elcuarto, el pontificado de Benedicto XVI, es prolongaciny remate de las opciones activadas en el papado anterior.Con una particularidad: es el papa que ha hablado de unadoble lectura en la recepcin del Vaticano II: la herme-nutica de la discontinuidad y de la ruptura (que cargaen el deber de los modernos y progresistas) y la herme-nutica de la reforma, de la renovacin dentro de la Igle-sia (que coloca en su propio haber)1.

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    1 Cf. Benedicto XVI, Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a loscardenales, arzobispos, obispos y prelados superiores de la curia romana,jueves 22 de diciembre de 2005: Regno-doc 1 (2006) 5.

  • En esta aportacin primo el contexto de Pablo VIporque creo que es en medio de sus indudables li-mitaciones el momento ms creativo y esperanzadorpor el que ha pasado la Iglesia catlica desde hacemuchos siglos. Su pontificado se constituye en unareferencia fundamental desde la que seguir afrontan-do y, a veces, sobreviviendo incluso con alegra lostiempos que nos estn tocando vivir y, frecuentemente,padecer2.

    Finalmente, no ignoro que tambin son posiblesotras dos aproximaciones igualmente legtimas a loscontextos del Vaticano II: una, en torno al primado dePedro y la curia vaticana (ms atenta a la universalidad),y otra, ms interesada por el universal concreto que escada Iglesia particular o la comunin de varias de ellas(Espaa o cualquier otro pas del mundo)3. Otra vezms, por razones de espacio y tiempo, solo es posibleanalizar algunos de los contextos que han prevalecido

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    2 Esta apuesta no ignora que sera posible realizar un recorrido anl-ogo al que ahora pretendo arrancando de los contextos o pontificados deJuan Pablo II y Benedicto XVI. Sin embargo, prefiero exponer la recep-cin conciliar promovida por el papa Montini. l es quien operativizcierto que muy tmidamente algo de lo mucho y bueno aprobado porel Vaticano II. Y a l le debemos haber podido experimentar otra manerade ser Iglesia y de relacionarnos con el mundo. La corta y rpida primav-era que activ en muchos de nosotros es la que nos mantiene en el amora esta casta meretrix que como deca san Agustn- es la Iglesia. En aque-llos aos y a diferencia de nuestros das ms casta que meretrix.

    3 No est de ms recordar el prolongado y fecundo tiempo que fue larecepcin del Concilio en Espaa gracias, entre otros, a las presidencias dela Conferencia Episcopal Espaola por parte de D. Vicente Tarancn(1971-1981), D. Gabino Daz Merchn (1981-1987) y tras el parntesis deD. ngel Suqua (1987-1993) a D. Elas Yez (1993-1999). Fue unaprimavera que se prolong en el tiempo, comparativamente con la vividapor otras Iglesias europeas. En buena parte, por la indudable autoridadmoral de estas personas y, en parte, por la singular transicin poltica en laque estuvo inmersa Espaa durante sus presidencias. Esta creativa recepcindel Vaticano II empez a truncarse cuando D. ngel Suqua fue nombradopresidente (1987-1993), ya en el pontificado de Juan Pablo II.

  • en torno a los sucesores de Pedro y a sus respectivas cu-rias vaticanas. Atender debidamente a la segunda de lasposibilidades sera tema para otro congreso o jornadasde teologa. Por cierto, tanto o ms apasionante que elpresente.

    As pues, me cio al contexto o pontificado dePablo VI y desde l abordo sucintamente los de JuanPablo II y Benedicto XVI. La referencia al pontificadode Juan XXIII ser parca. Hasta el punto de dar la im-presin no buscada, por supuesto de ser injustamenteintroductorio al del papa Montini.

    El pontificado de Juan XXIII (1958-1963)Una de las grandes noticias del ao 1959 es la con-

    vocatoria del Concilio Vaticano II en la baslica roma-na de San Pablo el 25 de enero, fiesta de la conversindel apstol, por parte del papa Juan XXIII. Este anun-cio se hace realidad el 11 de octubre de 1962, fecha enla que se inaugura la primera de las cuatro sesiones deque va constar el Vaticano II.

    El papa Roncalli quera que la Iglesia estuviera aten-ta a los signos de los tiempos y encontrara la forma msadecuada de hacer llegar el mensaje del Evangelio a lahumanidad. Ir explicitando semejante inquietud entres grandes temas que aparecern a lo largo de las alo-cuciones previas al inicio de los trabajos conciliares: laapertura al mundo moderno, la unidad de los cristianosy la Iglesia de los pobres4.

    El Concilio se mostr ms sensible a los dos prime-ros asuntos. De hecho, una buena parte de los discur-

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    4 Cf. G. Alberigo J. P. Jossua, La recepcin del Vaticano II, Madrid1987, 217-218.

  • sos papales previos estuvieron centrados en cuestionesdoctrinales y ecumnicas. La propuesta de una Iglesiade los pobres pas ms desapercibida. Habr que espe-rar a las asambleas episcopales de Medelln (1968) yPuebla (1979), as como a las Congregaciones Genera-les 32 (1974), 33 (1983) y 34 (1995) de los jesuitas,para encontrar un desarrollo doctrinal de envergaduray una pastoral coherente.

    Adems, se debe al mismo Juan XXIII una indica-cin de enorme relevancia para la buena andadura de laasamblea episcopal: los padres conciliares tenan queadecuar la Buena Noticia del Evangelio a los mtodosinterpretativos modernos distinguiendo entre la sus-tancia del depsito de la fe y la manera de presentardichas verdades5.

    La asuncin de semejante criterio permiti que lospadres conciliares rechazaran los esquemas preparato-rios, se interesaran por completar el Vaticano I y for-mularan interesantes propuestas doctrinales sobre larevelacin, la Escritura y la Tradicin; la Iglesia comopueblo de Dios, su sacramentalidad, su organizacin ysu relacin con el mundo; la corresponsabilidad y lacolegialidad; el ecumenismo y el dilogo interreligioso;el ministerio ordenado, la vida religiosa, el laicado y unlargo etctera.

    La convocatoria del Concilio y la libertad reconoci-da a los obispos son, entre otras, dos de las grandes vir-tudes del tiempo histrico (contexto) que preside elPapa Bueno. Obviamente, semejante reconocimientono ignora que activar la fantasa creadora y superaremptica, pero, a la vez, crticamente el pontificadode Po XII presenta problemas, algunos de cierto cala-

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    5 Conferencia Episcopal Espaola (ed.), Concilio ecumnico Vaticano II:Constituciones. Decretos. Declaraciones, BAC, Madrid 1993, pp. 1094-1095.

  • do. Uno de ellos y no es el menor sern los recelosque tales decisiones provocan en una curia que comola vaticana se ve obligada a recolocarse por debajodel papa con los obispos y que vive el acontecimientoconciliar al menos una parte significativa de ella co-mo un mal trago que hay que pasar cuanto antes paraque todo vuelva a la normalidad.

    Cuando se estudia la recepcin habida, se puededecir que una buena parte de la curia vaticana ha aca-bado haciendo propia la estrategia atribuida a lvarode Figueroa y Torres, primer conde de Romanones(1863-1950): Vosotros haced las leyes y dejadme a mlos reglamentos6.

    La renovacin de la Iglesia en el pontificadode Pablo VI (1963-1978)

    Tras la muerte de Juan XXIII, y una vez finalizadala primera sesin conciliar (1963), se inicia el pontifi-cado de Pablo VI. A l le corresponder culminar la re-cin iniciada asamblea episcopal y, sobre todo, procedera su aplicacin, una vez clausurada. Su pontificado esobjeto cuando menos de dos valoraciones: la que en-tiende que es quien pone las bases por su comporta-miento ambivalente, incluso en el mismo aula conci-liar para una lectura involutiva del Vaticano II y la queconsidera que pone en funcionamiento tmidamente,por supuesto una cierta renovacin de la Iglesia queser frenada en los siguientes pontificados, sin dejar

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    6 De hecho, el post-Concilio ha puesto de manifiesto las dificultades derecolocacin que tiene una curia que como la vaticana tendra que haberestado al servicio de la colegialidad que fundada en la sacramentalidaddel episcopado vincula entre s a todos los sucesores de los apstoles,incluido el sucesor de Pedro con su responsabilidad primacial.

  • de reconocer, por ello, la importancia de algunas de lastrabas (mediante reservas papales) que pone a los padresconciliares.

    El juicio de Giovanni FranzoniLos participantes en el XXXI Congreso de Teologa,

    celebrado en Madrid del 8 al 11 de septiembre de 2011,tuvieron la oportunidad de escuchar el sincero y conmo-vedor testimonio de Giovanni Franzoni sobre su partici-pacin en el Vaticano II y en palabras suyas la penosahistoria de su traicin a manos de Pablo VI sin siquie-ra haber sido clausurado7. La recepcin involutiva delVaticano II no arranca, como habitualmente se sueleentender, con el pontificado de Juan Pablo II y auxilia-do por J. Ratzinger, sino en el aula conciliar, siendo elpapa Montini el sucesor de Pedro. Con palabras deGiovanni Franzoni, fue el mismo Pablo VI quien pu-so las premisas para que el Concilio pudiera ser, al me-nos en parte, domesticado y el post-Concilio enfria-do. Y un poco ms adelante abunda en la misma tesis:el papa Montini tom decisiones que amputaron elConcilio en sus potencialidades y puso las premisaspara una interpretacin reductiva de los documentosdel Vaticano II.

    Avalan esta conclusin, cuando menos, siete pol-micas intervenciones suyas a lo largo de los trabajosconciliares y tambin en el tiempo inmediatamenteposterior a la clausura de la asamblea episcopal:

    1. La famosa nota explicativa previa a la Lumengentium (concretamente, al captulo tercero) que va al

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    7 Cf. toda su intervencin en http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2011/09/10/concilio-tracionado-concilio-perdido-igldsia-religion-vaticano-papas-curia.shtml (consultado: 5 de enero de 2012).

  • final del documento conciliar, aguando cuando no di-solviendo la colegialidad episcopal.

    2. La proclamacin de Mara como Madre de laIglesia, siguiendo al episcopado polaco y desoyendo elparecer mayoritario de los padres conciliares que lavean como Madre en la Iglesia, es decir, como disc-pula de Jess y no sobre la Iglesia.

    3. La reserva de la cuestin del celibato de los pres-bteros ante la peticin de algunos padres conciliarespara que se ordenaran hombres maduros (los que sernllamados ms adelante viri probati ), es decir, padresde familia y con una vida profesional asentada8.

    4. La reserva sobre la cuestin de los medios moral-mente lcitos para regular la natalidad9.

    5. La asignacin de una responsabilidad meramen-te consultiva a los snodos de obispos, dejando al papalibre para acoger o rechazar sus propuestas. En realidad,semejante decisin obedeca a una estrategia que ali-mentada, una vez ms, por la curia vaticana pasabapor depotenciar el Concilio y, particularmente, la cole-gialidad episcopal.

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    8 Pablo VI, Encclica Sacerdotalis caelibatus de su santidad Pablo VI,Roma, 1967.

    9 Pablo VI, Carta encclica Humanae vitae de su santidad Pablo VIa los venerables hermanos los patriarcas, arzobispos, obispos y dems ordi-narios de lugar en paz y comunin con la Sede Apostlica, al clero y a los fielesdel orbe catlico y a todos los hombres de buena voluntad sobre la regulacin dela natalidad, Roma, 1968. Esta encclica responde a su obsesin por sal-vaguardar segn G. Franzoni el magisterio de Po XI, lo que le lleva anegar, de hecho, la autoridad del Concilio. Hay, sin embargo, dos puntospositivos, de avance con respecto a la doctrina mantenida hasta entonces:Pablo VI no excluye de los sacramentos a los cnyuges que no acepten laHumanae vitae y no fija su posicin en trminos de infalibilidad, comopedan una parte de la curia vaticana y algunos obispos conservadores. Noest de ms recordar el sentimiento de turbacin que embarg a Pablo VIpor las criticas recibidas, incluyendo las de conferencias episcopales rele-vantes.

  • 6. El desinters por dotar a la Iglesia de las institu-ciones adecuadas en las que visibilizar y concretar laafirmacin conciliar de la Iglesia como pueblo deDios. Podra haber creado algo as como un senado dela Iglesia catlica en el que estuvieran representadosobispos, sacerdotes, monjes, monjas, religiosos, religio-sas, laicos, hombres y mujeres, para debatir los grandesproblemas. Nada de eso vio la luz.

    7. Finalmente, su negativa a que las mujeres pudie-ran acceder al sacerdocio.

    Giovanni Franzoni entiende que la gran mayora deestas intervenciones papales obedecen a una bieninten-cionada preocupacin por evitar la ruptura de la comu-nin, sobre todo, entre la minora y la mayora conci-liar. Sin embargo, le resulta incontestable que su obrade mediacin termin por limitar o cancelar la libertaddel Concilio y, sobre todo, difiri al futuro problemasque ms tarde reventaran provocando consecuenciasdesastrosas. Montini estaba obsesionado por la bsque-da de una unanimidad moral sobre todos los textosconciliares: noble propsito, que solo habra adormeci-do, ms no cancelado, tensiones punzantes.

    Este severo juicio no le impide reconocer tambinalgunos puntos positivos en su pontificado, tales comosu inequvoco compromiso en favor de la paz y la jus-ticia en el mundo o la renuncia a la tiara papal, smbo-lo arrogante del poder temporal tambin poltico delpapado, aunque semejante renuncia no ha supuesto elabandono de un modelo de gobierno absolutista, here-dado de la historia.

    Sin negar los hechos reseados por Giovanni Fran-zoni, no comparto su valoracin del pontificado de Pa-blo VI. Entiendo, ms bien, que lo poco que se ha po-dido experimentar de lo mucho bueno que hay en el

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  • Vaticano II se lo debemos a l. Este es un importantepunto que Franzoni no tiene debidamente en cuenta y,por ello, no lo resalta como es debido. Muy probable-mente, porque los testigos directos de determinadosacontecimientos en este caso, de relevancia mundialtienen dificultades para marcar distancias y valorar unagestin con perspectiva histrica.

    Los tres ejes mayores del pontificado de Pablo VIA diferencia de Giovanni Franzoni, creo que el pon-

    tificado de Pablo VI est presidido por tres grandes ob-jetivos que el mismo papa Montini explicita en sendosdocumentos de indudable calado:

    La renovacin de la Iglesia (Ecclesiam suam,1964).

    La promocin de la justicia (Populorum progressio,1967).

    La evangelizacin del mundo (Evangelii nun-tiandi, 1975).

    Por razones de tiempo y espacio, centro mi aporta-cin en la primera de las encclicas, es decir, en la reno-vacin de la Iglesia, quedando para otra ocasin el es-tudio de la promocin de la justicia y la evangelizacin.

    La renovacin eclesialPablo VI explicita las opciones de fondo de la reno-

    vacin eclesial en su encclica Ecclesiam suam (1964). Ylo hace sealando las tres preocupaciones que agitansu espritu:

    Purificar la Iglesia de todos los defectos que apa-recen cuando se la contrasta con Cristo.

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  • Acertar con el mtodo que posibilite su renova-cin de una manera prudente.

    Precisar las relaciones que la Iglesia ha de man-tener con el mundo10.

    La Iglesia, seala Pablo VI, ha de aggiornarse comopropona Juan XXIII en fidelidad a su Fundador yestar atenta a los signos de los tiempos. La comunidadcristiana no est separada del mundo, sino que vive enl11. Lo cual es una invitacin permanente a estudiarlas seales de los tiempos, probar... todo y apropiarsede lo que es bueno; y ello, siempre y en todas partes12.Obviamente, esta es una tarea incompatible con la in-movilidad y el rechazo sistemtico de todas aquellascostumbres aceptables de nuestro tiempo.

    El papa Montini tiene que articular este inters porla renovacin de la Iglesia con su responsabilidad porguardar la comunin. Es la atencin a este equilibriotan inestable como frgil la que explica (aunque nosiempre justifique) el cuidado que presta a los sectoresms reacios a los cambios que se estn proponiendo.Este es el contexto en el que hay que entender, porejemplo, la Nota explicativa previa a la Lumen gen-tium o la proclamacin de Mara como Madre de laIglesia.

    Sin embargo, tales esmeros no bloquean una recep-cin cierto que temerosa del Concilio Vaticano II.Prueba de ello es que el papa Montini favorece la t-mida renovacin eclesial que se vive en el tiempo in-mediatamente posterior a la finalizacin del Concilio

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    10 Cf. Carta encclica Ecclesiam suam del sumo pontfice Pablo VI.El mandato de la Iglesia en el mundo contemporneo, Roma, 1964,n 3.

    11 Ibd., n 15.12 Ibd., n 19.

  • Vaticano II. Basta estudiar la reforma litrgica quepropicia (1963-1969); el motu proprio Apostolica so-llicitudo (15.IX.1965), por el que instituye el Snodode los Obispos; la carta apostlica De episcoporum mu-neribus (15.VI.1966), mediante la que reconoce laplenitud de poderes episcopales; el directorio pastoralpara los obispos Ecclesiae imago (1973), probablementeel texto ms logrado de su pontificado desde el puntode vista jurdico y pastoral; la constitucin apostlicaRegimini Ecclesiae universae (1967), gracias a la cual im-pulsa una limitada reforma de la curia vaticana; la crea-cin de la Comisin Teolgica Internacional (1969); lacarta apostlica Ecclesiae sanctae (16.VIII.1966), por laque procede a la renovacin de la vida religiosa, y, sinnimo de ser exhaustivos, el relanzamiento del ecume-nismo13.

    Merecen un tratamiento menos elogioso sus reser-vas al control de la natalidad y al celibato opcional delos presbteros, la reapertura del debate sobre la identi-dad y espiritualidad de los sacerdotes y la ambigedaden que queda sumida la deseada articulacin entre se-cularidad y ministerial laical a partir del Snodo deObispos de 1971.

    A lo largo de su pontificado se asiste, adems, a lasprimeras decisiones en favor de un mayor protagonis-mo de la mujer en la Iglesia y a la apertura del debatesobre la posibilidad de su acceso al ministerio sacer-dotal y, ms concretamente, al presbiterado. Es unacuestin que Pablo VI a diferencia de Juan Pablo II

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    13 La primera de las preocupaciones (renovar la Iglesia) experimentaun doble y complementario desarrollo: reformando, en primer lugar, lagran mayora de las instituciones eclesiales (sobre todo, vaticanas) y, si esel caso, erigiendo otras nuevas e impulsando, en segundo lugar, la trans-formacin del ministerio episcopal, presbiteral, as como la vida religiosay la laical.

  • cerrar provisionalmente; por tanto, no definitiva-mente14.

    La reforma litrgica (1963-1969)En la prehistoria de la reforma litrgica vigente se

    encuentra el inters de los episcopados alemn, francs,belga y holands por adaptar las celebraciones a la cul-tura y lengua de los diferentes pueblos, as como pordotar de una mayor participacin a la comunidad cris-tiana, favorecer ms la creatividad y la sobriedad y, so-bre todo, subrayar la centralidad de la presencia deCristo y de la Palabra de Dios.

    La canalizacin de las anteriores inquietudes lleva arevisar la liturgia barroca y la piedad devocional de lossiglos anteriores, algo que se plasma en la aprobacin en1963 del primer documento conciliar: la constitucinsobre la liturgia (Sacrosanctum Concilium), un texto encontinuidad con la reforma realizada en su da por PoX y Po XII y nada revolucionario.

    Los obispos del primer snodo (1967) convocadodespus de la finalizacin del Concilio alaban la refor-ma litrgica en curso, subrayando, de manera particu-lar, la mayor participacin del pueblo, su sencillez, elempleo de lenguas vernculas y el sentido pastoral dela misma, y expresan su conformidad con las rectifica-ciones de las nuevas plegarias. Alguna observacinmenor merece la reforma propuesta del breviario, ya quese entiende que, al ser un tipo de oracin originaria-

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    14 Quedan para otra ocasin una vez ms, por motivos de espacio ytiempo esta cuestin y todo lo referente a la recepcin de la vida religiosay al ecumenismo. Para el tema del sacerdocio de la mujer se puede consul-tar J. Martnez Gordo, La ordenacin sacerdotal de las mujeres: problemapastoral y embrollo dogmtico: Lumen 53 (2004) 331-390.

  • mente monstica, ha de presentar una mayoradaptacin al clero. Hay, sin embargo, una minora deobispos que acusa a la reforma iniciada de ser demasia-do experimentalista y de dejar en el camino el sentidosacrificial de la eucarista.

    Pablo VI promulga en 1970 un nuevo misal en elque subraya la centralidad del domingo, la importanciade la asamblea litrgica y la participacin ministerial dellaicado. Su aprobacin supone la anulacin y prohibi-cin del precedente, el romano, reelaborado por Po Val acabar el Concilio de Trento (1570). A esta decisinpapal le suceden otras que afectan a casi todas las reasde la vida litrgica.

    Si bien es cierto que la reforma litrgica es excelente-mente recibida (como se constata en el snodo episcopalde 1967), tambin lo es que empiezan a escucharse vocesque la rechazan (el caso de monseor M. Lefebvre) oque comienzan a criticarla con dureza. Concretamente,J. Ratzinger ver en ella segn escribe aos despusel inicio de un proceso de autodestruccin de la mis-ma, indicando que su aplicacin ha producido unosdaos extremadamente graves, ya que, al romperradicalmente con la tradicin, ha propiciado la im-presin de que es posible una recreacin de la mismaex novo 15.

    A la luz de este diagnstico hay que enmarcar la de-cisin del papa Benedicto XVI autorizando la cele-bracin de la misa en latn e indicando la convenienciade que las oraciones ms conocidas se reciten, igual-mente, en latn y de que se utilicen, eventualmente, loscantos gregorianos16.

    25

    15 J. Ratzinger, Mi vida. Autobiografa, Madrid 2006, pp. 105.177.16 Benedicto XVI, Exhortacin apostlica postsinodal Sacramentum

    caritatis, Ciudad del Vaticano 2007.

  • A esta exhortacin sucede, en julio del mismo ao,la carta apostlica Summorum Pontificum, por la que sepermite cierto que extraordinariamente el uso de laliturgia romana anterior a la reforma impulsada porPablo VI en 1970.

    Es muy elocuente que monseor Bernard Fellay,sucesor de Lefebvre como superior de la Fraternidad SanPo X (excomulgada en 1988 tras ordenar a cuatro obis-pos ignorando la autoridad del papa), alabara la vueltaatrs de Benedicto XVI y considerara dicha decisin co-mo una muestra de buena voluntad para afrontar conserenidad las doctrinas hasta ahora cuestionadas, sinesconder las dificultades que an subsisten.

    Adems, a la luz del crtico diagnstico de J.Ratzinger sobre la reforma litrgica conciliar, se expli-ca su voluntad de traer a la comunin catlica a loslefebvrianos levantndoles la excomunin, as comola concesin de un estatuto jurdico anlogo al de losfieles anglicanos que se han pasado a la confesincatlica por su rechazo de la ordenacin de mujeres y,tambin, la nota del Osservatore Romano sobre la au-toridad doctrinal del magisterio catlico y, concreta-mente, del Concilio Vaticano II17. Una nota que evi-dencia las dificultades que est teniendo el dilogo conlos lefebvrianos y, concretamente, su aceptacin de lasactas conciliares.

    Sera mezquino criticar esta voluntad integradoradel papa. Y ms, en quien tiene la responsabilidad dela comunin eclesial y de la unidad de la fe. Pero lahonestidad con la verdad lleva a constatar la unidirec-

    26

    17 Osservatore Romano, En el quincuagsimo aniversario de su con-vocacin. Sobre la adhesin al Concilio Vaticano II, Ciudad del Vaticano,2 de diciembre de 2011. Se puede leer el texto en www.osservatoreromano.va(consultado: 3 de enero de 2012).

  • cionalidad de esta voluntad integradora que est en elcorazn mismo de la responsabilidad primacial: no seest activando igualmente con otras sensibilidadescatlicas desautorizadas (sin llegar, como es el caso delos lefebvrianos, a la excomunin) e implicadas, porejemplo, en la liberacin y promocin de la justicia, enel dialogo interreligioso y en repensar la sexualidadhumana a la luz de los avances antropolgicos y sindescuidar, por ello, las exigencias evanglicas.

    Finalmente, hay que recordar lo que pensaba PabloVI sobre una posible decisin como la adoptada porBenedicto XVI. Cuando su amigo Jean Guitton lepropuso que permitiera en Francia la misa de Po V, elpapa Montini le respondi: Eso, jams [...]. La llama-da misa de san Po V se ha convertido como se puedeconstatar en cone en el smbolo de la condena delConcilio. Esto es algo que yo no aceptar nunca, enninguna circunstancia [...]. Si consintiera esta excep-cin, todo el Concilio quedara cuestionado. Y, conse-cuentemente, su autoridad apostlica18.

    La institucin del Snodo de los Obispos (1965)

    Pablo VI hace pblica su voluntad de instituir el S-nodo de los Obispos al concluir su discurso inauguralen la ltima sesin del Concilio (14 de septiembre de1965).

    Al da siguiente se publica el motu proprio Aposto-lica sollicitudo, por el que se erige tal organismo con lafinalidad de ayudar eficazmente al papado en su solici-

    27

    18 J. Guitton, Paolo VI segreto, San Paolo, Cinisello Balsamo 1981,pp. 144-145.

  • tud por la Iglesia universal. Se trata de una institucincentral en el gobierno de la Iglesia, representativa de to-do el episcopado catlico, perpetua, flexible en cuanto asu composicin y apta para abordar problemas ocasiona-les o de ms entidad19. Se seala que normalmente serde carcter consultivo, aunque puede tener potestad de-liberativa cuando as lo decida el papa20, y se indica queest sometido directa e inmediatamente a la autoridaddel romano pontfice. Compete al papa convocarlo, ra-tificar la eleccin de sus miembros, fijar los temas y pre-sidirlo por s mismo o por medio de otras personas21.

    Con la constitucin del Snodo de Obispos, PabloVI visualiza institucionalmente la colegialidad episco-pal, la integra en el gobierno eclesial e inaugura unacostumbre rota con la encclica Humanae vitae de so-meter a consulta (y, si es el caso, a deliberacin) de losobispos las cuestiones de fondo que afectan a la Iglesia.

    En el anlisis de los primeros snodos se puede cons-tatar cmo los obispos participantes transmiten al papasu parecer sobre las cuestiones planteadas o sobre otrosasuntos de inters en el gobierno eclesial, dejando, porsupuesto, siempre a salvo la libertad y autoridad delsucesor de Pedro. Sin embargo, las votaciones realizadasen el primer snodo (1967) dan la impresin de queeste es ms deliberativo que consultivo, algo as comouna prolongacin del Vaticano II o una especie de mi-niconcilio.

    Ante esa impresin, la curia vaticana recuerda a losobispos que el gobierno del papa es personal y no co-

    28

    19 Cf. Pablo VI, Carta apostlica Apostolica sollicitudo, promulgadacomo motu proprio del papa Pablo VI, por la cual se constituye el Snodode los Obispos para la Iglesia universal, Roma, 1965, n 1.

    20 Cf. ibd., n 2.21 Cf. ibd., n 3.

  • legial y que el Snodo es uno de los muchos instrumen-tos con que cuenta para ello, nunca una instancia que en-tre en competencia con la autoridad del pontfice. Rece-la, como se puede apreciar, de esta importante instituciny propone una reforma de su reglamento que refuerce laautoridad papal, minimice el papel de la colegialidadepiscopal en el gobierno eclesial y, de paso, dote de unmayor protagonismo a la misma curia vaticana.

    Al tomar en consideracin esta crtica de la curia,Pablo VI activa la eclesiologa preconciliar que rezumala Nota explicativa previa a la constitucin dogmti-ca sobre la Iglesia Lumen gentium. Esta es una Nota ex-plicativa previa que, curiosamente, se adjunta al finaldel documento conciliar por mandato de la autoridadsuperior y con la intencin de acallar el rechazo de laminora conciliar a la doctrina sobre la colegialidadepiscopal.

    En dicha Nota explicativa previa se sostiene que elpapa puede actuar segn su propio criterio (propiadiscretio) y como le parezca (ad placitum) aunquematiza, seguidamente, que est capacitado para actuarde semejante manera por el bien de las Iglesias. Es unaafirmacin que va mucho ms lejos de lo aprobado enel Vaticano I con el dogma de la infalibilidad.

    Los padres conciliares perciben que dicha incorpo-racin no solo obedece a la voluntad papal de acallar ala minora, sino tambin al temor (en buena parte,compartido por Pablo VI) de que la doctrina sobre lacolegialidad acabe amortiguando desmedidamente elmodo como los papas han ejercido hasta entonces ydurante mucho tiempo su responsabilidad primacialen el gobierno eclesial.

    Desde un punto de vista estrictamente jurdico, es-ta Nota explicativa previa no forma parte del cuerpo

    29

  • doctrinal de la constitucin dogmtica sobre la Iglesia,al no haber sido aprobado por los padres conciliares niestar, por tanto, ratificado por el papa. Sin embargo, ya pesar de ello, es un texto que va a propiciar la lecturainvolutiva y restauradora que incubada en esta conce-sin de Pablo VI alcanza su cenit durante el largo pon-tificado de Juan Pablo II y en el de Benedicto XVI.

    Dos de los ejemplos ms elocuentes son el Cdigode Derecho Cannico de 1983 y la misma trayectoriadel Snodo de los Obispos.

    Y, concretamente, si se analiza la historia del Snodode Obispos, se puede apreciar cmo esta es una institu-cin convocada con cierta frecuencia. Es cierto, adems,que los obispos participantes hacen uso de la palabra conuna incuestionable libertad. Sin embargo, el incrementode convocatorias sinodales ha ido parejo a una lenta, pe-ro progresiva, disminucin en su capacidad para influiren el gobierno eclesial. Curiosamente, semejante decli-ve ha ido acompaado de intervenciones papales en lasque se ha recordado su indudable importancia.

    Es muy elocuente que no haya sido durante sus msde cuarenta aos la asamblea deliberativa que recoge elCdigo de Derecho Cannico de 1983 (CIC 343). Enrealidad, no ha pasado de ser un foro de asesoramientopapal y de intercambio eclesial, aunque nadie cuestionaque se ha convertido en un excepcional puesto de ob-servacin del post-Concilio.

    La intervencin del cardenal C. M. Martini en el s-nodo de los obispos europeos de 1999 tuvo cierta reso-nancia meditica cuando seal que algunos problemasespinosos, tanto de ndole disciplinaria como doctrinal,aparecidos durante los 40 aos transcurridos desde lacelebracin del Concilio Vaticano II, deban ser abor-dados mediante un instrumento ms universal y auto-

    30

  • ritativo [...] en el completo ejercicio de la colegialidadepiscopal22.

    Toda una autorizada crtica a la recepcin eclesialdel Snodo de Obispos, a pesar de que no faltaron me-dios de comunicacin que la interpretaron como la pe-ticin de convocatoria de un Concilio Vaticano III.

    El reconocimiento de la plenitud de poderes episcopales (1966)

    El Concilio aprueba lo que, segn muchos analistas,es una de sus aportaciones eclesiolgicas ms importan-te: los obispos son vicarios y legados de Cristo y no de-ben ser considerados como los vicarios de los pontficesromanos (LG 27). Por ello, estn llamados a gobernarsus respectivas Iglesias locales con toda la autoridad queles es propia. Esta autoridad que ejercen personalmenteen nombre de Cristo es propia, ordinaria e inmediata,aunque su ejercicio est regulado en ltima instancia(ultimatim) por la suprema autoridad de la Iglesia.

    G. Philips relator principal de la Lumen gentiumseala, explicando este nmero, que los padres conci-liares entienden que el obispo de Roma no puede estarinterviniendo continuamente en la administracin delas dems dicesis. Su responsabilidad como autoridad

    31

    22 Cf. C. M. Martini, DC, 96 (1999) 950-951. Cf. Il Dialogo, Pe-riodico di Monteforte Irpino (7.IV.2004): Io non ho mai parlato di Vati-cano III perche lespressione pu essere fraintesa e pu confondere. Vatica-no III significa rimettere in questione tutti i problemi cos come ha fatto ilVaticano II. La mia proposta andava in una direzione diversa. Convocare, ditanto in tanto, delle assemblee sinodali veramente rappresentative di tuttolepiscopato e perch no universali (Sinodi e Concilio sono la stessa paro-la) per affrontare questioni in agenda nella vita della Chiesa. Unesperienzache valga a sciogliere qualcuno di quei nodi disciplinari e dottrinali che riap-paiono periodicamente come punti caldi sul cammino della Chiesa.

  • central se cie a repartir las tareas y ejercer la funcin deapelacin en ltima instancia (ultimatim) con el fin deproteger a los obispos y a sus diocesanos. Al incorporaren el texto conciliar esta expresin (ultimatim), los padresconciliares recogen una prctica secular que tiene su fun-damento en el reconocimiento de la potestad propia delobispo en la cura habitual y cotidiana (LG 27) y suinstancia ltima en el sucesor de Pedro, sobre todocuando estn en juego la verdad y la comunin23.

    Esta es una tesis eclesiolgica que, a la vez que re-cuerda el fundamento de la colegialidad episcopal, desca-lifica una praxis de gobierno absolutista; invalida la doc-trina de la separacin entre el poder de orden y el poderde jurisdiccin; recupera y actualiza el canon sexto deCalcedonia contra las ordenaciones absolutas y carga derazones una concepcin ms colegial del gobierno eclesialpor parte de todos los obispos, presididos por supuestoen la fe y en la caridad por el sucesor de Pedro.

    A su luz hay que entender lo que afirman los padresconciliares cuando sostienen, unos pocos nmeros an-tes, que los obispos son, individualmente, el principioy fundamento visible de unidad en sus Iglesias particu-lares, formadas a imagen de la Iglesia universal, en lascuales y a base de las cuales (in et ex quibus) se cons-tituye la Iglesia catlica, una y nica (LG 23).

    Pablo VI, en conformidad con esta aportacin doc-trinal de primer orden, sustituye, mediante la cartaapostlica De episcoporum muneribus (15.VI.1966), elrgimen de la concesin de poderes a los obispos.

    Y lo hace reconociendo en el prtico mismo de es-ta carta apostlica la autoridad propia, ordinaria e in-

    32

    23 G. Philips, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, 1, Bar-celona, 1966, 436. Cf. G. Bier, Die Rechtsstellung des Dizesanbischofs,Bonn 2001, 155.

  • mediata de los obispos en sus Iglesias locales, lo que sig-nifica que detentan todos los poderes ligados a su cargoy el consecuente deber de legislar para sus fieles. En vir-tud de esta potestad, los obispos tienen el sagrado dere-cho y el deber de legislar, ante Dios, sobre sus sbditos,de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la or-ganizacin del culto y del apostolado (LG 27).

    Adems, el papa Montini recuerda a continuaciny siguiendo, una vez ms, el Concilio que cada unode los obispos diocesanos tiene facultad para dispensaren casos particulares de las leyes generales de la Iglesia alos fieles sobre los cuales, a tenor de derecho, ejerzan au-toridad, cuantas veces juzguen que ello es convenientepara el bien espiritual de los mismos fieles, salvo que lasuprema autoridad de la Iglesia haya establecido una re-servacin especial (CD 8 b).

    A continuacin, detalla las competencias en las quepuede intervenir cada prelado y determina las materiasreservadas al papa. Entre estas ltimas, destacan la obli-gacin del celibato para sacerdotes y diconos; la nega-tiva a ejercer el presbiterado a los casados que hayanrecibido el orden sagrado sin la dispensa de Roma; laprohibicin de que los presbteros ejerzan la medicina yla ciruga, asuman oficios pblicos que comporten elejercicio de jurisdicciones civiles o administrativas, seansenadores o diputados donde est prohibido por el pa-pa o ejerzan el comercio personalmente o por personainterpuesta; la imposibilidad de interferir en las leyesgenerales referidas a los religiosos en cuanto tales, conexcepcin de lo aprobado en CD 33-35; la prohibicinde eximir de toda una serie de irregularidades e impe-dimentos para recibir las ordenes sagradas o para con-traer matrimonio vlidamente, etc.24

    33

    24 Pablo VI, De episcoporum muneribus, n 10.

  • Pablo VI desarrolla esta importante carta apostlica(De episcoporum muneribus) mediante el directorio pa-ra los obispos Ecclesiae imago (1973), sin duda algunael documento ms logrado jurdica y pastoralmentede todo su pontificado25. El papa Montini refuerza coneste directorio la comprensin del episcopado como pre-sidencia de la dicesis (parroquias, arciprestazgos, dife-rentes consejos, snodo diocesano), as como en relacinal papa, al colegio episcopal y a los concilios particulares.A partir de ahora se asistir, por ejemplo, a la instituciny desarrollo de los diferentes rganos eclesiales de corres-ponsabilidad y al boom de los snodos diocesanos. Gra-cias a estos ltimos se va a posibilitar la recepcin del Va-ticano II y se canalizarn muchas demandas de lasdiferentes dicesis al papa y a la curia vaticana.

    Con la publicacin de este directorio se cierra el pe-rodo de revalorizacin del episcopado y de las Iglesiaslocales para entrar a lo largo del pontificado de JuanPablo II en otro tiempo presidido por la recuperacinde la centralidad de la Santa Sede al precio de la sacra-mentalidad del episcopado y de la colegialidad en el go-bierno de la Iglesia. Avalan esta tesis, cuando menos,cinco decisiones de indudable relevancia.

    La primera, el directorio Apostolorum sucesores(2004). A partir de este texto, el ministerio episcopal yano se fundamenta en la misin al frente de una Iglesialocal como vena siendo habitual desde el Concilio deCalcedonia, sino en la pertenencia a un cuerpo espec-fico26. Y las conferencias episcopales ya no se sostienenen la colegialidad derivada de la misin, sino en la per-tenencia al colegio episcopal. Simplemente, existen para

    34

    25 Pablo VI, Ecclesiae imago (31.V.1973).26 Cf. Congregacin para los Obispos, Directorio para el ministerio

    pastoral de los obispos Apostolorum succesores, Roma 2004.

  • canalizar el llamado affectus collegialis 27. Como conse-cuencia de este sustancial cambio en la fundamentacinteolgica, la relacin con la Santa Sede deja de ser cole-gial para primarse el trato personal de la curia vaticanacon cada obispo y, lo que es ms preocupante, reapare-ce el peligro de las ordenaciones absolutas.

    Muy probablemente, esto es algo que se incubaba enla firma por parte de Pablo VI de los diferentes docu-mentos conciliares como obispo de la Iglesia catlica yno como obispo de Roma. El papa Montini se atribu-ye un ttulo hasta ahora desconocido en la tradicin, su-miendo en la perplejidad a los telogos de aquellos aosporque abra las puertas a un imaginario eclesiolgico enruptura total con la tradicin eclesial de la Iglesia comocomunin de Iglesias particulares. Adems, es un ttuloque da alas a una concepcin del papado no como pre-sidencia en la comunin y en la caridad de los sucesoresde los apstoles, sino como el obispo del mundo que ha-ce de sus hermanos en el episcopado delegados suyos.Aos ms tarde, A. Dulles justificar este imaginario ar-gumentando en nombre de la unidad de la fe lo quepensaba una buena parte de la minora conciliar28.

    La segunda, una regulacin restrictiva de los sno-dos. La celebracin de los diferentes snodos (nacionalesy diocesanos) fue, en la inmensa mayora de los casos,una excelente ocasin para ponerse al da teolgicamen-te, diagnosticar la situacin de la Iglesia y de la sociedad,experimentar la comunin y la corresponsabilidad, pro-poner los objetivos ms importantes para los prximosaos y formular algunas de las cuestiones necesitadas de

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    27 Cf. ibd., n 28. Cf. Juan Pablo II, Exhortacin postsinodal Pasto-res gregis, Roma 2003, n 8.

    28 Cf. J. Martnez Gordo, La reforma del gobierno eclesial: una cues-tin pendiente, en Instituto Superior de Pastoral, Cuatro prioridades pas-torales de la Iglesia en Espaa, Verbo Divino, Estella 2009, pp. 124-126.

  • una profundizacin por parte del gobierno eclesial: laposibilidad de que las mujeres accedieran al sacerdocio,la eleccin de los obispos, el celibato de los presbteros,el uso de los preservativos, la comunin a los divorcia-dos casados civilmente en segundas nupcias y la moralsexual en general. La gran mayora de los obispos eleva-ba tales peticiones a la Santa Sede.

    Sin embargo, en el sector mayoritario de la curiavaticana se va abriendo camino la conviccin de quela celebracin de los snodos, las reclamaciones que seformulan y su canalizacin a la Santa Sede por medio delos respectivos obispos est generando la idea de unasoberana eclesial popular en la que el pueblo mismo es-tablece aquello que quiere entender con el trminoIglesia29. Consecuentemente, lo que se est cuestio-nando de facto es la estructura jerrquica de la Iglesia,esto es, su apostolicidad, uno de los puntos constitu-yentes y constitutivos de la comunidad cristiana.

    El boom de peticiones que llegan y la entidad de lasospecha que se va formulando explican que la Con-gregacin para los Obispos y la Congregacin para laEvangelizacin de los Pueblos prohban pronunciarseen 1997 (incluso bajo la forma de un simple voto quetransmitir a la Santa Sede) sobre cualquier tema queimplique tesis o posiciones que no concuerden con ladoctrina perpetua de la Iglesia o del Magisterio Pontifi-cio o que afecten a materias disciplinares reservadas a laautoridad eclesistica superior30.

    Literalmente: Teniendo presente el vnculo que unea la Iglesia particular y su pastor con la Iglesia universal

    36

    29 J. Ratzinger, Mi vida. Autobiografa, p. 159 30 Cf. Congregacin para los Obispos. Congregacin para la Evange-

    lizacin de los Pueblos, Instructio de Synodis diocesanis agendas, n. IV, 4.AAS 89 (1997), 706-727.

  • y el romano pontfice, el obispo tiene el deber de ex-cluir de la discusin tesis o proposiciones planteadasquiz con la pretensin de transmitir a la Santa Sedevotos al respecto que sean discordantes de la perennedoctrina de la Iglesia o del Magisterio Pontificio o refe-rentes a materias disciplinarias reservadas a la autoridadsuprema o a otra autoridad eclesistica31.

    Esto quiere decir que las Iglesias locales no puedenproponer un testimonio de fe que difiera, en su expresin,mnimamente del Magisterio Pontificio. La misma reglarige en el cuadro de los snodos con el papa, comprendi-dos los snodos continentales. Es as como nos encontra-mos con la eclesiologa vigente la vspera del Concilio enel que la jerarqua sofoca la comunin de las Iglesias lo-cales como sujetos que son de derecho e iniciativaen el seno de la comunin de la Iglesia entera.

    La Santa Sede, desde el pontificado de Juan Pablo IIhasta nuestros das, si no se reserva el monopolio de la in-terpretacin de la fe cristiana en todas las culturas delmundo entero, ejerce, cuando menos, un control estrictoy acta como si fuera la gua inmediata, conservando ysi es el caso, reclamando la iniciativa en este campo.

    La tercera, el juramento de fidelidad que se pide a losobispos desde 1987 y en aplicacin del canon 380. Se-gn este canon, antes de tomar posesin cannica desu oficio, el que ha sido promovido al episcopado debehacer la profesin de fe y prestar el juramento de fide-lidad a la Sede Apostlica segn la frmula aprobadapor la misma Sede Apostlica32.

    37

    31 Ibd., IV, 4.32 Cf. J. Martnez Gordo, Verdad y revelacin cristiana. La teologa

    fundamental veritativa en la modernidad, Editorial Eset, Vitoria-Gasteiz2011, pp. 99-104, 120-121. El estado de la cuestin sobre la Professio fi-

  • Y la formula del juramento de fidelidad vigentedesde el 1 de julio de 1987 es del siguiente tenor: Ju-ro permanecer siempre fiel a la Iglesia catlica y al obis-po de Roma, su pastor supremo, al vicario de Jesucris-to y al sucesor de Pedro en el primado, as como a lacabeza del colegio de los obispos. Obedecer el libreejercicio del poder primacial del papa sobre toda laIglesia, me esforzar por promover y defender sus de-rechos y su autoridad. Reconocer y respetar las pre-rrogativas y el ejercicio del ministerio de los enviadosdel papa, que le representan. Salvaguardar con sumocuidado el poder apostlico transmitido a los obispos;en particular, el de instruir, santificar y guiar al pueblode Dios en comunin jerrquica con el colegio episco-pal, su jefe y sus miembros. Favorecer la unidad. Da-r cuentas de mi mandato pastoral a la Sede Apostli-ca en las fechas fijadas de antemano o en las ocasionesdeterminadas y aceptar muy gustosamente sus man-datos o consejos y los pondr en prctica33.

    Este juramento de fidelidad lo deben prestar aque-llos candidatos que hayan sido elegidos para ser obispospor su respeto de dos clases de criterios: ortodoxos, losprimeros, y disciplinares, los segundos.

    38

    dei. La actual Professio fidei sustituye a la vigente desde el 17 de juliode 1967. Cf. Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, Frmula quese debe emplear para profesin de fe en los casos en que lo prescribe el de-recho en lugar de la frmula tridentina y del juramento antimodernista:http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_ cfaith_doc_19670717_formula-professio-fidei_sp.html (Consulta: 18de diciembre de 2011).

    33 Cf. Werner Bckenfrde, Sulla situazione della Chiesa. Osservazioniin base al diritto canonico: http://www.we-are-church.org/it/movimento/BockenTrd.html (Consulta: 3 febrero de 2008). Se puede leer y comprareste juramento actualmente vigente con el del ao 1972: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19720101_giuramento-fedelta_lt.html (Consulta: 18 de diciembre de2011).

  • Forman parte del primer capitulo de criterios la con-viccin y devota fidelidad a la enseanza y al magisteriode la Iglesia. Particular concordancia del candidatocon los documentos de la Santa Sede sobre el ministeriosacerdotal, la ordenacin de las mujeres; sobre el matri-monio y la familia; sobre la tica sexual (especialmente latransmisin de la vida segn la enseanza de la encclicaHumanae vitae y de la carta apostlica Familiaris consor-tio) y sobre justicia social. Fidelidad a la verdadera tradi-cin eclesial y compromiso en favor de la verdadera re-novacin impulsada por el Concilio Vaticano II y de lassubsiguientes instrucciones papales34.

    Los criterios referidos a la disciplina que han teni-do que respetar y promover los candidatos al episcopadoson la fidelidad y obediencia en la relacin con el santopadre, la Sede Apostlica, la jerarqua; observancia yaceptacin del celibato sacerdotal tal y como viene pro-puesto por el Magisterio Eclesistico; respeto y obser-vancia de las normas generales y particulares concer-nientes a la prestacin del servicio divino y en materia devestido sagrado35.

    Qu lejos estamos de Calcedonia y de toda la teolo-ga que tradicionalmente recurra al imaginario matrimo-nial para referirse a la relacin del obispo con su dicesis!

    La relacin de un obispo con el papa y, lo que esms sorprendente, con la curia vaticana es, a tenor delCIC 480, anloga a la de un vicario con su obispo. Se-gn el canon trado a colacin, el vicario general y elvicario episcopal deben informar al obispo diocesanosobre los asuntos ms importantes por resolver o ya re-sueltos, y nunca actuarn contra la voluntad e inten-ciones del obispo diocesano.

    39

    34 Ibd.35 Ibd.

  • La cuarta, la reduccin de la capacidad doctrinal delos obispos a simples difusores del Magisterio Pontifi-cio. Es particularmente llamativo el comentario de An-gelo Amato en el balance que ofreci de la declaracinDominus Jesus (2000) sobre el relativismo en el dilogointerreligioso, a los dos aos de su promulgacin. Si bienes cierto, indicaba, que la publicacin de observacionescrticas de algunos obispos catlicos es seal de libertady serenidad de espritu, plantea, sin embargo, el pro-blema de la recepcin de los documentos magisterialespor parte de los pastores de la Iglesia.

    Es difcilmente cuestionable que durante el post-Concilio ha reaparecido la doctrina preconciliar sobre laseparacin entre la potestad de orden (entregada por laconsagracin episcopal) y la de jurisdiccin (supuesta-mente conferida a los obispos por el papa), a pesar dehaber sido explcita y formalmente superada por elConcilio Vaticano II. La universalidad de la Iglesia nopasa por la supeditacin de los obispos a la curia, sinopor visualizar con mucha ms claridad la relacin sa-cramental que existe entre el papa sucesor de Pedro yel colegio de los obispos, sucesores de los apstoles dis-persos por el todo el mundo.

    Y la quinta pero no, por eso, ltima y sorprendentedecisin es que el actual Cdigo de Derecho Cannicoha silenciado el texto anteriormente citado de LG 27, esdecir, aquel en el que se recuerda que los obispos son vi-carios de Cristo y no legados o vicarios del papa. Y nodeja de seguir sorprendiendo que hayan reservado al pa-pa los ttulos de jefe del colegio de los obispos, vicariode Cristo y pastor de toda la Iglesia (CIC 313).

    Con estas correcciones postconciliares a la teologaconciliar sobre el ministerio episcopal activadas duran-te el pontificado de Juan Pablo II se corre un alto ries-go no solo de hacer de los sucesores de los apstoles los

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  • vicarios o legados del papa, sino de activar en las di-cesis que presiden un gobierno eclesial en conformidadcon el modelo eclesial (marcadamente absolutista) queles ha promovido al ministerio episcopal.

    Las conferencias episcopales (1966)

    Pablo VI revaloriza el ministerio de los obispos me-diante la carta apostlica Ecclesiae sanctae el ao 1966.Y lo hace activando instituciones tales como el consejopresbiteral, el consejo pastoral y los vicarios episcopales.Adems, sienta las bases para una nueva relacin con losreligiosos; limita la edad en el ejercicio ministerial a los75 aos y, sobre todo, pone en marcha las conferenciasepiscopales, dotndolas de un estatuto.

    Es cierto que el papel de las conferencias episcopa-les resulta todava muy modesto, pero nadie cuestionaque su existencia presenta un considerable inters, yaque favorece el desarrollo de una conciencia de Iglesiaregional abierta a desempear el da de maana un pa-pel semejante al desarrollado por los patriarcados ypermite expresar con mayor eficacia la comunin ecle-sial en el seno de la catolicidad. Su limitada capacidadpara incidir en el gobierno de la Iglesia va a durar pocoy ser objeto de muchos recelos y tensiones, empezan-do por las reacciones que provoca la publicacin de laencclica Humanae vitae sobre el control de la natalidad(1968).

    Las crticas reacciones de las conferencias episcopa-les alemana, austriaca, canadiense, belga, inglesa, france-sa y de Estados Unidos provocan una crisis de autoridadal ms alto nivel. Pablo VI teme seriamente un cismaformal en la Iglesia, lo que le lleva a convocar el snodoextraordinario de 1969.

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  • El ambiente se crispa en vsperas de este snodo ex-traordinario cuando el cardenal primado J. L. Suenens(Malinas-Bruselas), uno de los confidentes de PabloVI, se muestra partidario de reformar a fondo la cu-ria, cuestiona la existencia de las nunciaturas apost-licas y sugiere la conveniencia de nuevos mtodos enla eleccin papal. H. Kng se suma a tales declara-ciones en varios peridicos europeos. Yves-M. Congarsubraya la importancia de la colegialidad en una con-ferencia que publicar el diario francs La Croix. Loscardenales Ch. Journet y J. Danielou salen en defen-sa del papa y de su autoridad. El debate sobre la re-lacin entre primado y colegialidad salta, como sepuede apreciar, a la calle, predominando la corrienteaperturista, pero sin dejar de preocupar y mucho launidad.

    En las intervenciones sinodales se reafirma sin re-serva de ninguna clase la autoridad del papa y se plan-tea desarrollar el principio de subsidiariedad. Pablo VIacepta estudiar esta propuesta, indicando que no pue-de confundirse con la bsqueda de un pluralismo quesocave la unidad de la Iglesia en lo referente a la fe, ala ley moral, los sacramentos, la liturgia y la disciplinacannica.

    La crisis provocada por la publicacin de la Hu-manae vitae viene acompaada de unas complicadasrelaciones con la Iglesia de Holanda, hasta entoncesmodlica por su organizacin, por su espritu genero-so, por sus vocaciones sacerdotales y religiosas y por sufidelidad al papa. En 1969 es denunciado en Romacomo hertico el catecismo aprobado por la Iglesia deeste pas, lo que lleva a crear una comisin teolgica.A la par que esta comisin realiza sus trabajos, se abreel concilio pastoral de la provincia eclesistica de losPases Bajos para aplicar las reformas del Vaticano II.

    42

  • En el transcurso del mismo explota la crispacin lar-vada, hasta el punto de llegar casi al cisma. Aunquesalvado formalmente por los obispos, la gran crisis deaquella Iglesia sigue an sin resolverse totalmente36.

    El conflicto de autoridad entre la Iglesia de Ho-landa y la Santa Sede y su extensin a otras comuni-dades acaba encendiendo todas las alarmas y sumandopartidarios al grupo de quienes entienden que es pre-ciso reconducir el protagonismo de las conferenciasepiscopales y de las Iglesia locales con el fin de salva-guardar la unidad y evitar un cisma.

    El Cdigo de Derecho Cannico de 1983 pro-mulgado por el papa Wojtyla todava reconocer a lasconferencias episcopales cierta capacidad doctrinal.Segn CIC 753, los obispos que se hallan en comu-nin con la cabeza y los miembros del colegio, tantoindividualmente como reunidos en conferencias epis-copales o concilios particulares, aunque no son infali-bles en su enseanza, son doctores y maestros autn-ticos de los fieles encomendados a su cuidado, y losfieles estn obligados a adherirse con asentimiento re-ligioso a este magisterio autntico de sus obispos.

    Sin embargo, es una competencia que anular defacto el mismo Juan Pablo II en el motu proprio Apos-tolos suos (1998). A partir de este ultimo documento,para que las declaraciones doctrinales de las conferen-cias episcopales constituyan un magisterio autnticoy puedan ser publicadas en nombre de la conferenciamisma, es necesario que sean aprobadas por la unani-midad de los miembros obispos o que, aprobadas enla reunin plenaria al menos por dos tercios de los pre-lados que pertenecen a la conferencia con voto delibe-

    43

    36 M. Alcal, Historia del Snodo de los Obispos, Madrid 1996, p. 40.

  • rativo, obtenga la revisin (recognitio) de la Sede Apos-tlica37.

    Es as como se retira prcticamente a las conferen-cias episcopales la capacidad de emitir magisterio au-tntico que les atribua el Cdigo de Derecho Canni-co de 1983 (cf. 753). En lo sucesivo no podrn ejercersu funcin magisterial a no ser que se pronuncien un-nimemente u obtengan la recognitio romana.

    Pero, adems, Apostolos suos quiere corregir la expre-sin teolgica de LG 23 cuando afirma que es en y apartir de las Iglesias particulares como existe la Iglesiacatlica, una y nica. El motu proprio sostiene que laIglesia universal es una realidad ontolgica y cronol-gicamente previa a toda iglesia particular singular38.Quiz este subrayado lleve a proponer por analogaque el colegio episcopal es una realidad anterior yprevia al oficio de presidir las Iglesias particulares39 yargumenta que esto queda probado por el alto nmerode obispos sin dicesis40.

    Increble, pero cierto!

    La reforma de la curia vaticana (1967)Tambin es Pablo VI quien inicia una tmida refor-

    ma de la curia con la publicacin, el 15 de agosto de

    44

    37 Juan Pablo II, Apostolos suos. Carta apostlica en forma de motuproprio sobre la naturaleza teolgica y jurdica de las conferencias de losobispos, 21 de mayo de 1998 : AAS 90 (1998), 457-46; DC 95 (1998),651-653, art. 1.

    38 Juan Pablo II, Apostolos suos, n 12.39 Ibd.40 Cf. ibd., nota 55, donde dice textualmente: Entre otras cosas, como

    resulta evidente para todos, hay muchos obispos que, aun ejerciendo fun-ciones propiamente episcopales, no presiden una iglesia particular.

  • 1967, de la constitucin apostlica Regimini Ecclesiaeuniversae (1967)41.

    Por medio de esta constitucin, especifica la estruc-tura, la competencia y la forma de proceder de los di-casterios existentes. Igualmente, constituye otros nue-vos con la intencin de promover la justicia y la paz, launidad de los cristianos y el dilogo interreligioso, a lavez que se introduce la seccin segunda en el Tribunalde la Signatura Apostlica para tutelar por los derechosde los fieles.

    El papa llama a formar parte de la curia a obisposdiocesanos y se preocupa de la coordinacin interna delos dicasterios, decretando las reuniones peridicas desus cardenales dirigentes para examinar los problemascomunes.

    Finalmente, ordena que, transcurridos cinco aosdesde la promulgacin de la constitucin, sea revisadoel nuevo ordenamiento para ver si se ajusta a los postu-lados del Concilio Vaticano II y evaluar si responde alas exigencias del pueblo cristiano y de la sociedad civil.

    Esta modesta reforma de la curia, unida a la deci-sin de que todos los dignatarios eclesisticos presentensu dimisin al cumplir los 75 aos, provoca un sutilmovimiento de resistencia curial o guerra fra contrael papa, contra su poltica de apertura a los pases en-tonces comunistas del Este y contra su actitud de di-logo con los increyentes42.

    Juan Pablo II recalcar en la primera jornada del s-nodo extraordinario de 1985 que la curia es un ins-trumento y ayuda para el romano pontfice, sobre to-do, en el ejercicio de la especial relacin que tiene la

    45

    41 Pablo VI, Regimini Ecclesiae universae (15.VIII.1967).42 M. Alcal, Historia del Snodo de los Obispos, p. 40.

  • tarea petrina de conservar la unidad con las Iglesias par-ticulares. Reconocer la posibilidad de tensiones entrelos obispos diocesanos y la curia, achacndolos a una in-suficiente comprensin de los mutuos mbitos de com-petencia43.

    Finalmente, ser Juan Pablo II quien clausure la t-mida reforma de la curia vaticana iniciada por Pablo VIcon la constitucin apostlica Pastor Bonus (1988), undocumento en el que se recuerda formalmente la doc-trina conciliar sobre el papel de la curia en el gobiernoeclesial, pero gracias al cual la administracin vaticanaacaba recuperando la capacidad de decisin que tenaantes del Vaticano II.

    A partir de esta fecha, la curia se ve ratificada y re-forzada en su voluntad de comportarse nuevamente co-mo una instancia interpuesta entre el papa y el colegioepiscopal, restaurando, por va prctica, la divisin en-tre el poder de orden (conferido por el sacramento) y elpoder de jurisdiccin (activado por la misin y por lacomunin con el papa).

    Y, a partir de esta fecha y documento, se entiendeque los obispos sean comprendidos tal y como recla-maba Angelo Amato ms como difusores del magiste-rio impartido por la curia vaticana que como maestrosde la fe.

    Es preciso reconocer que los problemas planteadosen la actualidad por las sociedades (particularmente, lasms avanzadas) presentan una complejidad tal que ex-cede las capacidades y potencialidades de muchas Igle-sias locales, telogos y pastoralistas. Es igualmente cier-to que la curia vaticana tiene que estar cerca de lasdicesis, ayudndoles a discernir las corrientes cultura-

    46

    43 M. Alcal, Historia del Snodo de los Obispos, p. 280.

  • les dominantes o emergentes con el auxilio de los opor-tunos criterios.

    Sin embargo, no es menos cierto que la asignacinde semejante tarea difcilmente justifica su prodigalidaddoctrinal y normativa. Un sondeo realizado en los In-segnamenti di Giovanni Paolo II publicados anualmen-te por la Libreria Editrice Vaticana muestra que la me-dia de hojas del magisterio papal ha rondado en elpontificado de Juan Pablo II las 4.000 pginas al ao:4.248 en 1982, 3.763 en 1985, 3771 en 1990, 3.644en 1995 y casi 5.000 (4.932) en 1988.

    Ante estos datos se impone una primera y elemen-tal reflexin: es difcil que incluso personas especializa-das no hablamos de obispos puedan leer, tener pre-sente y, si es el caso, sugerir aplicaciones de toda ladocumentacin que peridicamente emana de las dife-rentes instituciones vaticanas.

    Y, sobre todo, no es extrao que se incremente elnmero de los catlicos que se preguntan si es sensatoque una Iglesia de mil doscientos millones de fielesrealmente mundial y multicultural, cuyos problemasson tan diversos pueda ser pilotada a partir de un cen-tro nico dispuesto a promulgar normas universales so-bre infinidad de detalles.

    W. Kasper ya manifest en el inicio del presente mi-lenio su deseo de que hubiera un poco menos de do-cumentos y prescripciones particulares... y un poco msde autoridad del ministerio de Pedro en las cuestionesfundamentales que tocan la unidad de la Iglesia44.

    47

    44 W. Kasper, Zur Theologie und Praxis des kirchlichen Amtes: Bi-schofsbestellung. Mitwirkung der Ortskirche?, Storya, Graz 2000, p. 38. Esbastante habitual que una buena parte de los documentos de la curia sepresentan como verdades doctrinales y no como una teologa autorizada,que es lo que frecuentemente son, tanto por la fuente de la que procedencomo por la calidad intrnseca de lo que dicen.

  • La Comisin Teolgica Internacional (1969)

    La experiencia conciliar llev a que Pablo VI erigieraen 1969 por insistencia de muchos obispos y carde-nales y, particularmente, de los padres sinodales de laprimera asamblea ordinaria (1967) la Comisin Teo-lgica Internacional, con el fin de institucionalizar el es-tatuto reconocido a los telogos en el Concilio y cuidarque los modernos avances de la teologa formaran par-te de las decisiones que tuvieran que tomar los obisposy la Santa Sede45. La cre, segn palabras del mismo pa-pa, para ayudar a la Santa Sede y, de manera especial,a la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe46.Le encargaba, concretamente, proporcionar una ayudaslida... al ejercicio de la funcin encomendada porCristo a sus apstoles con estas palabras: Id y enseada todas las gentes47.

    Dentro de la recin nacida Comisin Teolgica In-ternacional empezaron a tomar cuerpo dos sensibilida-des bastante enfrentadas: una primera, que pretendaatemperar a la luz de lo vivido en el tiempo preconci-liar los posibles excesos del Dicasterio para Doctrinade la Fe y propiciar una mayor cercana entre los posi-cionamientos doctrinales de la curia y la teologa elabo-rada en las Iglesias locales (K. Rahner y J. Feiner, entre

    48

    45 El Concilio Vaticano II fue una experiencia eclesial nica. No so-lo porque posibilit la formulacin de una nueva eclesiologa o porqueimpuls una manera ms colegial de gobernar la Iglesia y abri la comu-nidad cristiana al mundo, sino tambin porque estableci una estrecha yfecunda relacin entre telogos y obispos. Semejante cercana permiti su-perar mutuos recelos, restaar muchas heridas abiertas en los deceniosprecedentes y, sobre todo, mostrar la fecundidad de una relacin estrechaa la vez que diferenciada entre obispos y telogos.

    46 AAS 61, 1969, 713ss.47 Cf. AAS 61, 1969, 715.

  • otros), y una segunda que interpretaba tal pretensincomo una especie de magisterio paralelo (J. Ratzinger,H. de Lubac, Ph. Delhaye, Jorge Medina, M. J. LeGuillou, L. Bouyer y H. U. von Balthasar).

    Semejante diversidad de expectativas provoc mu-chas tensiones. El padre Congar intent mediar, perofracas. Como consecuencia de ello, Feiner y Rahnerabandonaron la Comisin Teolgica Internacional.

    Ms all de las heridas personales provocadas por es-tos diferenciados posicionamientos, en las dimisionesreseadas se incubaban diagnsticos enfrentados sobrela situacin eclesial y asomaban las primeras seales deun cambio en la aplicacin del Vaticano II. La estrate-gia magisterial adoptada por la Congregacin para laDoctrina de la Fe durante el pontificado de Juan Pablohunde sus races en estos primeros debates en el seno dela Comisin Teolgica Internacional.

    La sacralizacin del presbiteradoEn 1967, Pablo VI publica la encclica Sacerdotalis

    caelibatus. Se trata de un posicionamiento doctrinal enel que confirma la legislacin latina sobre el carisma delcelibato asociado al sacerdocio ministerial, a la vez quepermite una reduccin ms fcil al estado laical deaquellos presbteros que no se sientan capaces de cum-plir su compromiso celibatario.

    El primer efecto de tal decisin es un espectacularcrecimiento de los abandonos ministeriales, sobre todoen el primer mundo, y un aluvin de crticas a la deci-sin papal: tanto por parte de quienes consideran que esuna medida que se queda corta como parte de quienesentienden que es excesiva. La entidad de las acusacionesvertidas es tal que provoca una intervencin del papa rei-

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  • vindicando la seriedad de su magisterio, criticando quealgunos recurran sistemticamente al argumento delpluralismo en la Iglesia y apelando a la necesidad demantener la comunin con el sumo pontfice.

    Aos ms tarde, la comisin encargada de preparar elsnodo sugiere el tema del celibato. Pablo VI lo excluye ypropone la cuestin del sacerdocio al entender que es unasunto deficientemente tratado en el Vaticano II.

    La Comisin Teolgica Internacional redacta un es-tudio titulado Ministerio sacerdotal. Se trata de un tex-to que a pesar de mantener una lnea claramente con-ciliar no es aceptado por el consejo sinodal porquepresenta un perfil sacerdotal poco sagrado. Se formauna comisin que, presidida por el cardenal J. Hffner(Colonia), redacta otro informe en el que se asume taly como era la voluntad del papa la expresin sacer-docio ministerial, ya que sustantiviza en sintona conTrento la funcin sacral del presbtero, a diferencia dela expresin ministerio sacerdotal, que subraya la mi-sin evangelizadora (PO II, 1, 4). Es evidente que am-bas acentuaciones, aunque se complementan, provocancuando se asumen como perspectivas principales di-ferentes evaluaciones, tanto prcticas como tericas, dela recepcin en curso.

    En este largo e intenso snodo (hay que recordar quePablo VI tambin encomienda a los padres sinodalesabordar la cuestin de la justicia en el mundo), las di-ferentes sensibilidades sobre el presbiterado solo coinci-den en el diagnstico del problema de fondo, pero noen la terapia que aplicar.

    Sin embargo, ello no obsta para que la asambleaepiscopal abra las puertas a un proceso de creciente sa-cralizacin del ministerio presbiteral. Es una apuestaque llega hasta nuestros das y que se visualiza en un

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  • modelo de presbtero adscrito casi exclusivamente auna liturgia poco o nada articulada con la palabra o laevangelizacin y, sobre todo, con la caridad o la justi-cia. En definitiva, poco o nada secular.

    Durante el pontificado de Juan Pablo II cambia eltrato con los sacerdotes que piden sobre todo, si sonjvenes la reduccin al estado secular (poniendo msimpedimentos a esas demandas), disminuyen comoconsecuencia de esta decisin numrica y formalmen-te las peticiones de reduccin al estado secular y experi-menta un enorme desarrollo la concepcin sacralizantedel presbiterado incubada durante el Snodo de Obisposde 1971. Esto ltimo es algo que ya se puede apreciaren la exhortacin apostlica postsinodal Pastores dabovobis (1992).

    El modelo de presbtero sacralizado y poco o nadasecular tiene, a partir de ahora, las puertas abiertas depar en par. Cuenta para ello con las nuevas hornadas deobispos, ms atentos a lo que viene del Vaticano que alo que se propone y debate en sus respectivas Iglesiasparticulares.

    Quiz por ello tampoco extraa que favorezca untipo de presbtero muy afecto a la vestimenta clerical, alos signos sacrales externos y al cumplimiento escrupu-loso de las rbricas litrgicas. Es un modelo de sacer-dote que frecuentemente tiene dificultades para enten-der y, sobre todo, aplicar la hermenutica pastoral ysalvfica del canon 1752: La salvacin de las almas[...] debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia.

    Como consecuencia de esta falta de hermenuticapastoral y salvfica, este tipo de presbtero no siemprees consciente de que su atencin a veces, desmedidaa leyes menores de la Iglesia le plantea enormes proble-mas de relacin y, por tanto, de evangelizacin con

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  • los sectores y colectivos ms alejados de la Iglesia e, in-cluso, con muchos colectivos dentro de la propia co-munidad cristiana. Es el precio que tienen que pagarpor vivir crispadamente en una sociedad secular y secu-larizada y por despreciar la presencia en la misma comofermento.

    Pero, adems, sorprende su escassima capacidadpara convocar a la juventud, el colectivo humano gene-racionalmente ms cercano, al menos, para un buen pu-ado de ellos. Esta incapacidad evangelizadora es fre-cuentemente solapada con la bsqueda de una efmeranotoriedad cimentada en intervenciones pblicas ycomportamientos litrgicos que, a veces, rozan el his-trionismo. Y, sobre todo, en el mantenimiento de unarelacin escasamente adulta con el obispo (que, en al-gunos casos, les alienta y sostiene) y con la gran mayo-ra del presbiterio diocesano.

    Como consecuencia de ello, aumenta el nmero delos cristianos que perciben preocupadamente cmo senubla el futuro de la comunidad cristiana (ya no se ha-bla del Vaticano II) cuando su futuro se hace descansaren el modelo de presbtero y obispo reseados.

    El papa Benedicto XVI ratifica la concepcin sacra-lizante del sacerdocio activada en el snodo de 1971 yculminada en la encclica postsinodal Pastores dabovobis (1992) cuando sostiene en la audiencia general del1 de julio de 2009 que los dos elementos esenciales delministerio sacerdotal son siempre y ms all de susmltiples configuraciones anuncio y poder, es decir,palabra y sacramento48.

    Como se puede apreciar, las grandes perdedoras deesta recepcin conciliar son la secularidad, en ocasiones

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    48 Cf. Benedicto XVI, http://www.motherteresa.org/11_Priests/Spanish/GA_HolyFather.html (consultado: 6 de diciembre de 2011).

  • la misma promocin de la justicia y de la caridad y, porsupuesto, una presidencia de la comunidad realmentecolegial o corresponsable, segn los casos.

    La secularizacin del laicado

    En los aos inmediatamente posteriores a la finali-zacin del Concilio Vaticano II aparecen dos grandescuestiones que referidas a la identidad y espiritualidaddel laicado son objeto de atencin por parte de mu-chas comunidades cristianas y tambin por parte delgobierno eclesial: la primera, centrada en la ministeria-lidad laical, y la segunda, ocupada en reflexionar sobresu secularidad. A ellas hay que aadir, pocos aos des-pus, el problema de comunin que provoca la espiri-tualidad de los llamados nuevos movimientos; la peti-cin del sacerdocio para las mujeres y la maneradiferenciada de entender la presencia del laicado en elmundo: unitaria o individualmente. Estos tres ltimospuntos van a experimentar un mayor desarrollo a lo lar-go del pontificado de Juan Pablo II.

    A Pablo VI se debe, en primer lugar, el espectaculardesarrollo que experimentan los ministerios laicalesparticularmente, en las Iglesias alemana, francesa yhelvtica gracias al motu proprio Ministeria quaedam(1972).

    El papa Montini establece una distincin entre losministerios instituidos (que pasan a ser dos: el lectora-do y el acolitado) y los reconocidos (que pueden sermuchos, en funcin de las necesidades de las respecti-vas Iglesias locales). Si bien es cierto que este motu pro-prio presenta una cierta estrechez al erigir nicamentedos ministerios instituidos y reservarlos exclusivamentea los varones, es igualmente cierto que se concede a las

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  • Iglesias locales un gran protagonismo en la promocinde otros posibles (catequista, animacin litrgica, conse-jero conyugal, ayuda a novios, pastoral con jvenes, etc.).De hecho, es el texto ms definitivo en el desarrollo mi-nisterial que va a experimentar la Iglesia en la primerafase de la recepcin conciliar.

    Esta presencia ministerial del laicado se convertirdurante el pontificado de Juan Pablo II como se pue-de comprobar leyendo la instruccin interdicasterial de1997 sobre la colaboracin de los laicos con los sa-cerdotes en una creciente preocupacin, puesto que espercibida como potencialmente disolvente de la identi-dad ministerial, particularmente del presbiterado49.

    Hay, sin embargo, dos importante excepciones a es-ta lnea de fondo en las conferencias episcopales de Bra-sil (1999) y de Estados Unidos (2005). Ellas son las quehan propiciado la aplicacin ms creativa de la teologaconciliar sobre los ministerios laicales en estos ltimosaos50.

    Pero, en segundo lugar, en el post-Concilio tambinse abre el debate sobre las diferentes maneras de enten-der la relacin de los laicos con la sociedad civil, parti-cularmente en la vida poltica (como presencia e insti-tucin o como mediacin y fermento). Uno de losmomentos culminantes de este debate ser el congresode Loreto de la Iglesia italiana (1985), con el decanta-miento de Juan Pablo II por una presencia organizadaen la sociedad civil. Este posicionamiento papal abriruna herida en la Iglesia italiana de la que todava no se

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    49 Cf. Instruccin interdicasterial sobre algunas cuestiones relativas ala colaboracin de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes(1997)

    50 Cf. J. Martnez Gordo, Ministerialidad laical y secularidad pres-biteral, Revista Latinoamericana de Teologa 77 (2009), 157-178.

  • ha recuperado, a pesar de los encomiables intentos porescenificar un cierre de la misma en verano de 2004 conel abrazo de representantes de Comunin y Liberaciny de la Accin Catlica en Rimini.

    A partir de la encclica postsinodal Christifideleslaici (1988) se replantea la presencia del laicado enuna sociedad como es la europea que parece haberadoptado la senda de la aconfesionalidad y de la laici-dad (cuando no del laicismo militante). Reaparece, co-mo respuesta a tal camino, la cuestin sobre los modosde presencia de los cristianos en la sociedad civil e, nti-mamente conexa a ella, la cuestin sobre la oportunidadde favorecer o no la creacin de organizaciones civilespresididas por una clara y explcita identidad catlica,particularmente en la arena poltica y en los medios decomunicacin social.

    Dentro de esta lnea de actuacin hay que inscribir,por ejemplo, el apoyo de monseor M. Iceta y J. I. Mu-nilla a las VI Jornadas Catlicos y Vida Publica en elPas Vasco, organizadas por la Asociacin Catlica dePropagandistas (abril, 2011). Y otro tanto hay que de-cir de la irrupcin de determinados colectivos catli-cos en las ondas de la radio y en la televisin digitalterrestre.

    En conclusin

    Es verdad que Pablo VI lleg sostener en algunaocasin que el humo de Satans se haba infiltrado enla Iglesia. Sin embargo, tambin lo es que se trata de unareferencia ms ocasional y casi anecdtica en los lti-mos aos de su pontificado. Lo cierto es que puso enmarcha insisto, tmidamente el Concilio Vaticano II.Y eso supuso un enorme trabajo, no siempre valorado

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  • en la importancia que tiene. El papa Montini dej en-tornadas al menos, institucionalmente las puertasque haba abierto de par en par Juan XXIII. Al proce-der de esta manera, permiti que un cierto aire fresco yprimaveral entrara en la Iglesia propiciando con dudasy reticencias otra forma de comunidad cristiana y degobierno eclesial.

    No es una mera ancdota que siga siendo todava ennuestros das sobre todo, para los sectores ms involu-cionistas el principal responsable de una supuesta di-solucin de la Iglesia en el post-Concilio y, por tanto,un pontificado que superar y olvidar cuanto antes.

    En general, las suyas son reformas que a pesar dela moderacin desplegada reconducir Juan Pablo IIcon la ayuda del prefecto de la Sagrada Congregacinpara la Doctrina de la Fe, J. Ratzinger.

    En esto radica mi mayor distancia con la aportacinde G. Franzoni: donde l ve al primer muidor de la in-volucin eclesial, yo veo a un papa tmidamente refor-mador, a la vez que angustiado por una posible rupturade la comunin. Entiendo que es este temor juntamen-te con su horror a propiciar una reforma excesivamenterupturista con los pontificados anteriores al de JuanXXIII lo que le hace excesivamente complaciente con laminora conciliar, pero tambin creo que semejantes cau-telas no le impiden poner en marcha como he tratadode mostrar muchas iniciativas reformadoras que hoynos parecen, en su fragilidad, admirables, sin dejar deser, por ello, tmidas y, a veces, hasta timoratas.

    Quiz sea este punto positivo del pontificado de Pa-blo VI lo que explique, por ejemplo, que sean muchaslas personas que sostienen cuando se compara la situa-cin eclesial actual con la vivida durante el pontificadodel papa Montini que ellas se apuntaron a la reforma

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  • propiciada e impulsada por Pablo VI y no a la abande-rada por Juan Pablo II. Ms an, son personas que ma-nifiestan abiertamente que la reforma entonces activa-da es la que les permite vivir en el actual modelo eclesialmarcadamente absolutista y escasamente colegial y co-rresponsable sin perder por ello la esperanza.

    Es esa experiencia eclesial la que les lleva a proponerinsistentemente la necesidad de un Concilio VaticanoIII en el que se aborden, entre otros puntos, la cuestinde un gobierno eclesial cada da ms colegial y corres-ponsable y una Iglesia bastante ms aggiornada que larecibida de Juan Pablo II y mantenida por BenedictoXVI. O, en todo caso, que se reactive, por fidelidad alVaticano II, la reforma iniciada y cortocircuitada, aten-diendo, entre otros puntos, a que las Iglesias locales oparticulares intervengan en el nombramiento de susobispos; que el Snodo de Obispos sea deliberativo; queel colegio cardenalicio est integrado bsicamente porlos presidentes de las conferencias episcopales; que seconsensen las cuestiones reservadas a la Santa Sedeporque en ellas est en juego, efectivamente, la unidadde la fe y la comunin eclesial, y no cuestiones legti-mamente disputadas, y, sin nimo de ser exhaustivo,que se proceda a una revisin radical del Cdigo de De-recho Cannico para recoger aportaciones conciliaresolvidadas tales como que los obispos son vicarios deCristo y no legados o vicarios del papa, que las Iglesiaslocales o particulares son sujetos de derechos y que seoperativice el sensus fidelium, etc.

    Tenemos la responsabilidad de recordar que es po-sible otra Iglesia, muy diferente a la actual. Y es posibleno porque se fundamente en las fantasas de algunostelogos, sino porque ya lo fue, aunque tmidamente,durante la celebracin del Vaticano II y en una buenaparte del pontificado de Pablo VI.

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  • Juan XXIII: el Papa Bueno, prroco del mundo*

    Jos Luis Corzo

    Una advertencia sobre el ttuloEfectivamente, algunos han llamado a Juan XXIII el

    prroco del mundo y hay varios libros que se titulan as.Basta echar un vistazo en la Red1. Pero eso tambin seha dicho de Juan Pablo I, el papa Luciani (A. Tornielli,Ed. Palabra 2000), y, mucho antes, de Po X, el PapaSarto, tambin patriarca de Venecia, y por el que JuanXXIII tena gran simpata, aunque l mismo advirti ensu diario que su caracterstica humanitas personal, quetoc la fantasa popular, conlleva el riesgo de empeque-ecer su fisonoma, volta a volta salutato come il curatodi campagna2. Lo ms curioso es que Roncalli, nuncio

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    * Esta ponencia de las cuatro de la tarde tuvo un marcado carcter am-biental y evocador del Papa Bueno. Para ello se proyectaron tres se-cuencias audiovisuales de su pontificado, que aparecen intercaladas en eltexto cuando en l se indica.

    1 P. Ambrogiani, Jean XXIII: cur du monde (1959) (Mensajero, Bil-bao 1974); P. Pascual, Juan XXIII, prroco del mundo (1993); I. Agust,Prroco del mundo: Triunfo 54 (15.6.1963) 13.

    2 Giovanni XXIII, Scritti e discorsi, v. III, 651-652, citado por E. Bal-ducci, Giovanni XXIII (1964), Piemme, Casale Monferrato 2000, p. 156.

  • en Pars, en una carta personal a Po XII (abril de 1949),le daba noticias de Francia y le deca:

    Ya no es el papa de la salvacin de Italia, sino de lasalvacin del mundo entero... El poeta catlico PaulClaudel en su reciente libro acua una frase feliz: el p-rroco del mundo. Hoy mismo he estado con el ancianopoeta en la comida del pueblo pobre en honor de Su San-tidad. Le record sus propias palabras. Qued muy com-placido3.

    Por lo dems, el Papa Bueno, como s le llamaronlos romanos enseguida, nunca fue prroco, y a veces loechaba de menos4. Pero lo peor sera enturbiar tambincon este ttulo el aspecto colegial del episcopado unade las conquistas del Concilio diciendo que el papa esun obispo mundial (como a veces se oye), pues lo es deRoma, y cmo lo quiso ser Juan XXIII desde su cate-dral de San Juan de Letrn y en visita frecuente a las pa-rroquias de la urbe una por una! Y desde all convoc alcolegio de todos sus hermanos obispos de las demsIglesias del orbe.

    Una excusa para alguna nota personalEstoy muy contento y agradecido a los compaeros

    que me encargaron hacer esta presentacin de JuanXXIII, tras intentar en vano que la asumiera algn his-

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    3 A. G. Roncalli, Mission to France 1944-1953, Geoffrey Chapman,Londres 1966, 101, citado por P. Hebblethwaite, Juan XXIII, el papa delConcilio, PPC, Madrid 2000, p. 295.

    4 Assai bene fai a non abbandonare lesercizio del ministero sacer-dotale. Oh! Come tinvidio per questo! Spero che il Signore terr contoun giorno del sacrificio che da sette anni io ho dovuto impormi in ques-ta parte. Oh! Che povera vita quella del Vescovo e del prete ridotto ad es-sere solo un diplomatico e un burocratico! (a un amigo, el 3.1.1932 des-de Sofa): L. Algisi, Giovanni XXIII, Roma 1961, 340, citado por E.Balducci, Giovanni XXIII, o. c., p. 156.

  • toriador. Yo no lo soy, est claro, pero hablar de papaGiovanni era una tentacin demasiado grande paravencerla con falsa humildad. Y veris por qu si meaceptis unos detalles autobiogrficos. Ni se me ocurrepresumir de ellos, sino que me han generado siempregran responsabilidad personal: yo tambin pertenezco aesa nube de testigos (Heb 12,1; Lc 24,48) y no tratode convertir mis recuerdos de abuelo en gloriosas bata-llitas, que bien s yo que he visto muchas otras cosas enla Iglesia de las que no quiero acordarme.

    a) La eleccin del cardenal Roncalli: MadridEn octubre de 1958 empezaba sexto de bachillera-

    to, aunque con algn retraso debido a un reposo im-puesto por el mdico para curar mi estmago. As querecuerdo muy bien que el da 28 estaba en la camacuando lleg mi padre del trabajo y le dije: Ya haynuevo papa; u