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VIDA Y CULTURADE LA CCSINSURGENTE.04

DANZAMALANDRA:LA POÉTICA CARAQUEÑA

DEL MOVIMIENTOFélix Oropeza

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1ª edición: noviembre de 2020

Danza Malandra© Félix Oropeza© Centro de Estudios de Caracas

Correo electrónico: [email protected]: @cec_ccsFacebook: Caracas Insurgente

Alcaldesa del Municipio LibertadorErika Farías

Presidente del Centro de Estudios de CaracasLuis Felipe Pellicer

Directoras principalesMary Carmen Moreno, Ana Maldonado

Coordinación de investigacionesMayerlin Carvajal, Rossana Álvarez

Equipo editorialCarlos Ortiz, Mauricio Vilas,Orión Hernández

DiagramaciónOrión Hernández, Oscar Vásquez Coraspe

Dirección de arteUTOPIX.CC

Imagen de portada: Natasha Lashly - @natylashlyDiseño de portada: Oscar Vásquez Coraspe (UTOPIX.CC)

Hecho el depósito de LeyDepósito legal: ISBN: 978-980-794-403-8

República Bolivariana de Venezuela

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INTRODUCCIÓN 5

MALANDREO COMO LENGUAJE 15

CÓMO SE BAILA EN BEMBÉ 27

ESPACIO DE LO POSIBLE 32

ESPACIO DE LA REFLEXIÓN 39

CONCLUSIONES 45

ÍNDICE

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Solar 58.Foto: Natasha Lashly - @natylashly

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INTRODUCCIÓN

Este ensayo es una posibilidad de

organizar una serie de ideas que

estructuran nuestra práctica artística

enunciada desde el barrio como terri-

torio del cuerpo; fundamentándose en

una estética-otra que se resiste a un

concepto hegemónico-eurocéntrico de

la danza contemporánea. Es importan-

te entender los procesos estructurales

de acogida con las técnicas de movi-

mientos homologadas y cómo, con su

diversidad de formas de expresión y de

elementos discursivos, originaron un

extrañamiento cultural. En este senti-

do nos parece importante desarrollar

dónde nos ubicamos para entender

ese espacio concreto que denomina-

mos “nuestra danza”.

Nuestra danza, como espacio del sa-

ber se asume múltiple, tomando como

referencias una serie de experiencias que

configuran procesos singulares: nuestros

imaginarios, poéticas de creación, rechazo

simbólico, aprendizaje significativo a tra-

vés del ritmo, distribución espacial desde

el cerro como concepto del espacio coreo-

gráfico, movilidades contenidas en nues-

tras expresiones afro-indígenas caribeñas,

modos de vida solidarios, entre otras.

La forma particular de creación de

esta disciplina en Caracas, que identi-

fica y además obedece a la experiencia

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de personas procedentes de sectores populares, desde San

Agustín del Sur, Los Magallanes de Catia y las Lomas de Urda-

neta, nos asume en el campo de la lucha contra la exclusión y

la visualización de la danza como acto político e insurgente. En

esencia, lo que está en juego, entonces, son sistemas distintos de pen-

sar y construir conocimiento.

A este conocimiento alternativo, que dista de la cultu-

ra dominante de las artes o la danza, de la lucha del cuerpo

Foto: Andrián Naranjo - @bartografia

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subversivo y la posibilidad de construc-

ción simbólica propia, lo denominare-

mos Danza Malandra. Resignificando

la concepción del malandro, no como

el delincuente que violenta su entorno,

sino como los hombres y mujeres de los

barrios de Caracas que por su tempera-

mento y comportamiento, basados en la

resistencia y la reivindicación de sus re-

ferentes socioculturales, se reconocen de

manera diferencial y diversa.

Ensayar cómo alrededor de esta de-

nominación podemos hablar de nues-

tros procesos de hibridación cultural

–más que de mestizaje– y reconocer

nuestros universos culturales, populares

y tradicionales como elementos consti-

tutivos para la construcción de discur-

sos estéticos y poéticos ; para –en nuestro

caso particular– generar propuestas me-

todológicas de enseñanza para la danza

contemporánea que arrojen un sentido

de identidad y aporten hacia una mi-

rada descolonizada de los procesos de

Solar 58.Foto: Natasha Lashly - @natylashly

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creación en artes escénicas. Es así que nos planteamos frente

a la hegemonía ideológica de la danza contemporánea euro-

pea y sus estéticas discursivas, una contracultura en la danza

malandra que reconoce la especificidades o características lin-

güísticas del cuerpo, que produce sentido material y espiritual

en la creación artística. “La posibilidad de una reforma cultural

profunda en nuestra sociedad depende de la descolonización

de nuestros gestos, de nuestro actos y de la lengua con que

nombramos al mundo” (Rivera, 2010b: 71).

Es así como elaboramos una propuesta de organización me-

todológica de estos elementos, sustentados en la comunidad

de aprendizaje de la compañía independiente Agente Libre y

Teresa Danza Contemporánea. Proponiendo estrategias peda-

gógicas para un nuevo sujeto de creación en danza contempo-

ránea, que no sea un reproductor de la formas convencionales

de su realización –que en definitiva propician la reproducción

de las relaciones sociales coloniales– sino un sujeto que pueda

transformar dichas relaciones y sus formas, imaginar y cons-

truir otras, a partir de una danza descolonizada y emancipada,

basado en componentes culturales propios y reconocibles.

“Ya no era cuestión de enseñar o de aprender algo, de trazar

un método personal, de descubrir nuevas técnicas, de encon-

trar un lenguaje original, desmitificarse uno mismo o desmiti-

ficar a los demás. Solamente era cuestión de no tener miedo el

La sra. Venus y el Diablo.Foto: Jhonatan Contreras - @jonathcfotograf

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uno del otro, de tener el coraje de acercarse el uno al otro hasta

ser transparente y dejar entrever el pozo de la propia experien-

cia”. Eugenio Barba.

Nuestra danza es multiplicidad. Allí están las prácticas so-

ciales amorosas, sensibles, que se entrelazan en los bailes so-

ciales, festivos y religiosos. ¿Cómo no poder reconocer estos

fundamentos primigenios de nuestra energía e imago híbri-

do, africano, indígena e hispano? Esta composición de saberes

en colectivo construyen un tejido, como en la tradición oral y

musical afrodescendiente, a través de sistemas de compases

rítmicos musicales que cuentan momentos y pasajes históricos

de las comunidades, ligadas a cantos y melodías, conduciendo

movimientos que generan los cuerpos en ritmos binarios de la

percusión combinatoria de compases de 3/4, 6/8 y 4/4, por nom-

brar algunos.

Es aquí donde la palabra está ligada a la música y la danza en

nuestra cultura popular. Como dice un proverbio senegalés: “lo

que el corazón habla el oído lo entiende”. Heredamos concep-

ciones del espacio y el territorio sagrado de nuestros pueblos

originarios que contienen en sí signos sobre las orientaciones,

las formas y las conductas del ser humano que generan diná-

micas y procesos de comunicación entre el espacio terrenal na-

tural (la madre naturaleza, la biodiversidad), y el otro mundo

(el universo espiritual), el de los ancestros y las deidades que

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sostienen el equilibrio entre el hombre y

la naturaleza. Estos encuentros entre di-

versas culturas en nuestro país dialogan

de manera entrecruzada –con sus armo-

nías y conflictos– en intercambios de

bienes simbólicos y una cosmovisión de

la vida que nutren ampliamente nuestra

hibridación.

Estas identidades locales generan di-

ferentes procesos de conformación –te-

rritoriales y culturales– que se expresan

en formas de habitar el cuerpo; dichas

características se hacen bailando su pro-

pia historia y transformándola en lo que

denominaremos nuestra danza. Sobre

la hibridación: “…Néstor García Canclini,

señala en el texto de su principal obra,

Culturas híbridas, que con la noción de

hibridación pretende aludir a diferentes

mezclas interculturales (no exclusiva-

mente raciales ni religiosas), a procesos

de entrecruzamiento cultural que tienen

lugar en las sociedades contemporáneas

pero que son el producto de una historia

pasada de confluencia entre culturas y

tradiciones diferentes.” (Briceño Linares,

2006:56)

Preferimos usar el término de hibri-

dación más que el de mestizaje porque

nos gusta pensar en las relaciones so-

ciales de todo tipo que marcaron nues-

tra historia, lo que además determina

nuestro presente y a su vez nos da cuen-

ta para construir el futuro, entendiendo

que las relaciones sociales están atrave-

sadas por las diferencias (como elemen-

tos culturales) y desigualdades (como

elementos económicos), lo que nos per-

mite reconocernos como diversidad (en

lo político).

¿Cuáles son los signos que nos

descifran como pueblo? ¿Cuáles son los

espacios perceptibles del imaginario co-

lectivo? Dichos territorios como el baile,

la biodiversidad, la ciudadanía, nuestras

narrativas, los rituales y mitos ancestrales

Croquis para algún día.Foto: Luis Bobadilla

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entre otros, coexisten simbólicamente en nuestros cuerpos.

Quizás esta condición está ofrecida por una mixtura entre

las sensaciones biológicas y energéticas de nuestra existen-

cia, nuestras aproximaciones y reconocimiento de la condi-

ción humana orgánica en movimiento, y los imaginarios que

construimos a partir de los referentes culturales, ubicados en

algún contexto determinado.

Gastón Bachelard (2000) afirma que El Espacio Habitado tras-

ciende el espacio geométrico, para destacar la vivencia del espacio y

la apropiación subjetiva de los ámbitos físicos. Según este autor,

Canción de la verdad sencilla.Foto: Pablo de La Barra - @nadieramirezcualquieralite

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El solar de los aburridos.Foto: Sergio Álvarez - @sergioalvarezphoto

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el espacio habitado es un libro que se construye tomando como

referencias la práctica psicomotriz y los espacios de la vida coti-

diana. Manuel Calmels, en relación con esto, menciona que a par-

tir de la revisión de la cotidianidad espacial, lugares como la casa,

la vereda y la calle (con sus representaciones y sus vivencias), nos

dan nociones para comprendernos en los contextos donde nos

desarrollamos: “La vivencia corporal del niño que se protege en

el rincón, la construcción de la casa, la puerta y el umbral como

cierre y apertura, la experiencia placentera de utilizar el suelo, son

algunos de los temas desarrollados…” (Calmels, 2011: 65).

La sra. Venus y el Diablo.Foto: Jhonatan Contreras - @jonathcfotograf

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El espacio habitado será la diversidad de las vivencias so-

ciales, geográficas y étnicas que poseemos según nuestras

conformaciones históricas. Son los lugares reales o imagina-

rios que dan sentido de pertenencia y proporcionan elementos

para nuestros procesos de realización. En el caso de la danza

malandra, el cuerpo, en comunión colectiva, intercambia sabe-

res a través de sus experiencias. Nuestros referentes serían, por

ejemplo, los bailes sociales y religiosos, como resultados de las

hibridaciones, entre ellos la salsa en Caracas y la manifestación

en honor a San Juan Bautista en Curiepe, del estado Miranda.

Movilidades corporales que transitan los espacios naturales

del campo y los estructurados de la ciudad. Estos contenidos

fundamentales ofrecen una significación oportuna de nuestra

danza que viaja en procesos de circulación e intercambios, or-

ganizándose en identidades a partir de referentes locales, na-

cionales, étnicos, religiosos y políticos.

La toma de conciencia del espacio que habitamos, la com-

prensión de estos territorios, sus dinámicas sociales y prácticas

culturales –donde se evidencian las hibridaciones y las mixtu-

ras posibles que nos caracterizan– representan los elementos

de inspiración: procedimientos en el ámbito metodológico,

poético y metafórico en el caso estético para la construcción de

discursos y desarrollo de procesos de creación en danza con-

temporánea.

Solar 17.Foto: Natasha Lashly - @natylashy

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Un hombre que posee lenguaje posee por consecuencia

el mundo que expresa e implica ese lenguaje

Frantz Fanon

Lo malandro es el modo dialéctico (entendido como diálo-

go, intercambio) de los ciudadanos en los barrios de Ca-

racas, conformados socialmente con bases éticas, amorosas,

de respeto, rebeldía, irreverencia a las normas que impliquen

control o subordinación sobre las condiciones de desigualdad

en la comunidad, que potencian la búsqueda de alternati-

vas que acompañen la protección de su semejantes. Distan-

ciándonos del concepto o idea del malandro como un delin-

cuente, más bien como la “alteración del griego melandrion,

‘corazón del roble’” (Aníbal Nazoa, 2014: 264); referente de

nuestros hijos e hijas del barrio que se forjaron en condicio-

nes de desigualdad, generada por la apropiación asimétrica

de bienes materiales-existenciales producto de la cultura de

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la renta petrolera en nuestro país, por parte de los sectores

hegemónicos, económicamente hablando. Para nosotros el

territorio del barrio es donde nos pensamos y accionamos

desde la pluridiversidad epistemológica, generando tejidos

afectivos, acompasados de los diálogos de saberes en nuestras

comunidades. “Desde el barrio y el caserío irrumpen en la política

algunos de los actores que se articulan en el macro sujeto chavista:

las mujeres del barrio, los trabajadores a destajo, los militares, los

motorizados, los buhoneros, los pobladores del barrio, los conse-

jos comunales, los malandros que visualizó Chávez en la campaña

del Otro Beta; además de sujetos más tradicionales como el obre-

ro y el trabajador, quienes ocupan ‘bajas categorías’ en los espacios

laborales privados y públicos, es decir, los más explotados. Por

supuesto también los campesinos e indígenas del campo y la

ciudad. Son estos actores quienes concentran la votación, orga-

nización y movilización del chavismo y es desde allí desde donde

se han producido las revueltas más significativas que han hecho

emerger una nueva hegemonía política”. (Ociel Alí López, 2015:37)

Cuando hablamos de Danza Malandra hacemos referencia

a aquellos sujetos de los sectores populares que históricamen-

te no participaron en los espacios de reflexión académica y de

la construcción de los discursos de la danza contemporánea

establecida en la década de los 80 y 90 del siglo XX, estable-

cidas bajo los patrones de un sistema jerárquico y racista. Si

nos planteamos interrogantes, fue en términos del símbolo

dominador bajo el concepto de las Bellas Artes, cuyo dictamen

evaluador pasa por el mercado de los cuerpos dóciles y los len-

guajes o técnicas reconocidas desde Norteamérica y Europa, es

decir, un tipo de danza desarrollada con meta-narrativas uni-

versales, donde estos lenguajes del cuerpo por medio de los

discursos escénicos y sus técnicas determinaron una estética

muy distante a nuestro contexto cultural.

Entonces podemos descifrar en este campo una geopolítica

del saber en la danza, que nos dibujó el rumbo hacia el norte,

esto quiere decir que la batalla no solo está en la ideas, sino en

el cuerpo que baila, como trinchera de lucha de esta dimensión

ya conocida, esta nuestra danza malandra. Como decía José Martí

(2015): “El problema de la independencia no era el cambio de for-

mas, sino el cambio de espíritu”.

Es un hecho que nos vean como malandros, incluso aque-

llos que comparten con nosotros los espacios convencionales

y académicos de la danza, producto de que se nos percibe

como una construcción real y simbólica que se expresa en

códigos reconocibles a esa otredad, es decir, nuestras movi-

lidades expresan los orígenes y las experiencias de vida de

nuestros propios referentes culturales. Es por esta razón que

hablamos desde los malandros que bailamos y nos apro-

piamos de la danza contemporánea como una expresión

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La sra. Venus y el Diablo.Foto: Colectores Film - @colectoresfilm

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o espacio para bailar sobre nuestra existencia en un país de

desigualdades.

Con esta denominación queremos aludir a un territorio

propio, de alternativas diferenciales y compartidas, que es-

tablecen otro camino hacia un cuerpo liberado de instancias

alienantes. Suscribimos a Boaventura De Sousa Santos (2009)

cuando afirma: “Tenemos que deshegemonizar la racionali-

dad analítica instrumental que justifica un mundo económi-

co girando alrededor del tener y de un saber-hacer orientado

exclusivamente a tener más o estar materialmente mejor pero

que no crea sentido vital en la medida que desconoce la mul-

tidimensionalidad del sujeto; trascender el sujeto cartesiano

unidimensional cognitivo que reduce los seres humanos a con-

sumidores; asumir el sujeto multidimensional individual y co-

lectivo capaz de desarrollar una subjetividad ética, estética, po-

lítica y ecológica creadora de sentidos existenciales, de nuevas

realidades y de sentido común político en todos los espacios de

la vida cotidiana superando las rupturas entre lo público y lo

privado. Volver a priorizar el principio de comunidad y en ella

gestar sujetos y subjetividades cuyo poder se fundamente en el

amor, la imaginación creadora, la solidaridad, la participación

y la cooperación, capaces de crear saberes, sentires, acciones,

condiciones y relaciones para el desarrollo integral de los seres

humanos en relaciones armónicas con el entorno”.

Estamos hablando de la posibilidad de construcción de saberes, en

nuestro caso, desde la danza contemporánea, que aporten a otra visión

de la vida y de la creación de discursos basada en los referentes cultu-

rales propios de sus creadores. En la danza contemporánea y los

diversos espacios escénicos que proporciona, encontramos un

sendero para la acción liberadora y la expresión de nuestras ne-

cesidades, un camino para la realización a través del lenguaje

del cuerpo y de los discursos con sabor y olor híbrido del barrio.

Espacio liberador cargado de movilidades y dinámicas que

dan contenido a ese espacio habitado con nuestra propia vi-

sión cosmogónica de la vida, como la experiencia de subir las

escaleras hacia nuestras casas humildes, desplazarse entre los

espacios compartidos que se concretan en la mirada cenital e

infinita de la ciudad; entre veredas y pasajes, sosteniendo en

nuestras manos los tobos llenos de agua en tiempos de sequía:

Quizás esta fue la primera aproximación de cargadas (sistema

de trabajo en pareja para elevar o manipular al otro en el espa-

cio) en lo que reconocemos ahora como la danza contacto y de

las cercanías sutiles al bailar el bolero y el danzón como expe-

riencia de reconocer al otro en ausencia de la palabra.

Es aquí que la gran casa (el barrio) nos ofrece abiertamen-

te los espacios de realización por medio de cuerpo o espacio

habitado en comunidad, la cual alberga las relaciones para

construir una sociedad más justa en condiciones adversas. En

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ella encontramos los bailes, la tradición oral, la religiosidad

popular, los juegos tradicionales, la música, la gastronomía,

las viviendas como procesos arquitectónicos inéditos en el

mundo, la tecnología popular, entre otros. “Un barrio no es solo

una sub-urbanización. Es un complejo y rico mundo de interre-

laciones personales. En su origen es un cúmulo de esperanzas.

Los barrios surgen como una respuesta activa y entusiasta de la

población a participar en los proceso de modernización del país.

Aportando todas sus energías en la transformación profunda

que esta requiere y ansiando participar de la mejoría de la vida

que promete”. (Vivas, 1993: 23)

Estas prácticas cotidianas se engranan en un espacio de

energía colectiva y liberadora al rejuntarnos como se acostum-

bra en nuestros pueblos, alrededor de comidas en comunidad.

El sancocho, una buena expresión de las hibridaciones de los

sabores, donde cada uno aporta lo que nos entrega nuestra tie-

rra para el provecho de todos.

Otras formas de intercambio y relaciones las encontramos

en el juego de dominó, que transita entre el cálculo y la clari-

videncia; la cancha de bola criollas, donde pactamos los terri-

torios (espacio social-espacio habitado); la escuela, con sus

maestros generando la magia del conocimiento liberador, los

músicos acompasando los atardeceres al regreso de la jorna-

da de trabajo; los creyentes (santeros y espiritistas, entre otros)

en comunicación con nuestros ancestros para que nos guíen y

nos den la medicina sanadora alternativa; el bailador que en

solitario se acompasa con todo su cuerpo para seducir a su ena-

morada en el salón de fiesta de la junta comunal y el deportista

que esquiva los rincones de la mala suerte y a los jíbaros (como

se reconoce a los traficantes de drogas), entre saltos y veloci-

dades. “Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los

cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. El barrio lo

envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de

la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque

tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni

a equivocarse. Él sale en los diarios y en la tele, las radios di-

cen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren

imitarlo. Pero él, que había empezado jugando por el placer de

jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los

estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar

o ganar.” (Galeano, 2010:16).

Este malandreo es una acción reflexiva-dinámica alternati-

va y presente a la estética dominante que propicia y disemina

un significante vacío en el cuerpo, legitimado por el mercado

mundial de las artes y por la danza contemporánea globaliza-

da. Al no reconocernos como híbridos, nuestros cuerpos y su po-

sibilidad de realización se subordinan a dichos patrones de con-

sumo; pierden originalidad y posibilidad de reconocimiento.

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El solar de los aburridos.Foto: Sergio Álvarez - @sergioalvarezphoto

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Cualquier proceso de creación descolonizada y de libera-

ción se encontrará entonces con la influencia de las industrias

audiovisuales, en tanto que aquel cuerpo ideal es nuestro

objeto de deseo, situación que se expresa también en la dan-

za como en los diferentes ámbitos de nuestras sociedades, es

decir, la simulación triste de querer expresarse por medio de

un discurso expresivo que nos es lejano, en el molde de sus

técnicas, estéticas y puestas en escena. Entonces podemos se-

ñalar que existe una relación entre el lenguaje y el poder, que

nos orienta a las formas o moldes para entendernos como co-

municadores simples, en ausencia de reflexión dialógica con

nuestras experiencias vividas. El lenguaje del colonizador se-

ría entonces el lenguaje que se transfiere a través del cuerpo

(danza) en los espacios donde se desarrollan las identidades

del ser. Esta apropiación subyuga las capacidades lingüísticas

en la danza, por ejemplo en el Ballet, en su nomenclatura de

pasos y distribución espacial es hablado en francés y en la dan-

za contemporánea en algunas técnicas en inglés. “El sustantivo

lenguaje es algo dado, que precede la interacción y presupone

una comunidad –algo que es común–. En el caso de las lenguas

coloniales, como el español y el inglés, esa comunidad encierra

a una gente cuyo lenguaje es. El lenguaje como cosa institucio-

nalizada, ordena con una gramática, como una lengua de un

imperio o una nación, se cierra a toda interacción que intenta

complicar la variedad y heterogeneidad de usuarios y situacio-

nes de interacción” (Gabriela A. Veronelli, 2015: 49).

En este sentido nos permitimos nombrar nuestra danza

malandra como forma propia de un lenguaje para enunciar el

mundo, la vida cotidiana, los espacios de coexistencia en co-

munidad y entendernos en esta dimensiones que sustentan

socialmente nuestra existencia. Reconocemos cómo nuestros

ancestros se manifiestan por medio del cuerpo y cómo po-

demos construir una espiritualidad otra desde la danza y los

afectos, reconociendo el cuerpo como el campo del saber y la

creación. Señala la Ley Orgánica de Cultura en las definiciones

del Artículo 3 sobre el sujeto creador lo siguiente: 8. “Creador o

Creadora: es la persona que, en contacto con los estímulos de

su entorno, genera bienes y productos cultuales, a partir de la

imaginación, la sensibilidad, el pensamiento y la creatividad.

Las expresiones creadoras, como las manifestaciones libres del

pensamiento humano, crean identidad, sentido de pertenen-

cia y enriquecen la diversidad cultural del país” (Ley Orgánica

de la Cultura, 2014:11).

El malandreo en función de una construcción de otra epis-

temología de la metáfora del cuerpo, para la acción creadora

y descolonizadora de la danza contemporánea, propone dos

dimensiones, que se estructuran en formación de una técnica

de movimiento (Danza Malandra) y la creación de lenguajes

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discursivos y compositivos que arrojen puestas en escena con

una estética-otra en las comunidades de aprendizajes como

Agente Libre Danza Contemporánea y Teresa Danza Contempo-

ránea. Estas rutas son los cuerpos y sus movilidades (que pasan

por una revisión de la implementación de las técnicas de danza y

discursos corporales narrativos, asociadas a los procesos forma-

tivos); el espacio físico-contexto social y cultural, y la compren-

sión de lo espiritual como hecho ritual ancestral, experiencias

que atraviesan nuestras prácticas danzarias y sus expresiones.

Para la implementación de esta comunicación alternati-

va e insurgente, es necesario contar con una serie de recursos

que van desde la posibilidad de uso de sitios alternativos a los

espacios convencionales para los procesos de formación en

danza contemporánea, hasta la transformación de los sujetos

involucrados. En relación con lo último, es importante resaltar

que precisamos un cambio en la cosmovisión de los involucra-

dos, es decir: los profesores y maestros, los estudiantes, público

y hasta los espectadores con quienes compartimos el discurso

de nuestro trabajo. La posibilidad de un cambio de paradigma

en la formación en danza pasa por la trasformación de los par-

ticipantes en su realización. ¿Cómo podemos aportar a nuestros

procesos de formación y creación en danza, las experiencias de

otras formas de organización horizontal presentes en nuestras

comunidades originarias? Pensando en la realización colectiva

y comunitaria como una forma de experimentar la movilidad

de los roles de los participantes en los procesos de formación;

accionar las relaciones horizontales que tributen al colectivo,

pensar más que en bailarines y/o estudiantes, en intérpretes

creativos con el fin de ampliar sus posibilidades de participa-

ción en los procesos. En este sentido, nos dice Marchionda: “Esta

propuesta exige un nuevo sujeto creador. Nos exige un cambio

en la visión del mundo (paradigmáticamente hablando) y en

las acciones que de ella se deriven, un sujeto –cultor, creador,

investigador, gestor, estudiante, docente flexible, adaptable a

situaciones de cambio, propiciador de espacios de participación

y toma de decisiones; corresponsable, consciente de sus refe-

rentes e identidades, condiciones necesarias para la transfor-

mación de las formas de relacionarnos y enriquecernos en los

procesos”. (Marchionda, 2015).

La figura del maestro-docente es clave, pues es el facilitador

de los aprendizajes y sobre él recae la responsabilidad de con-

ducir los procesos de formación que podrán reproducir las re-

laciones sociales de dependencia, dominación y colonización o

propiciar los territorios para proponer otra visión hacia la expe-

rimentación de otras formas que den mayor protagonismo al

resto de los participantes.

En el ámbito de la Danza Malandra, sugerimos entonces la

transformación de los espacios tradicionales, los cuales aún se

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mantienen por la vía de la repetición biomecánica de los ejerci-

cios de las técnicas corporales de formación regular, en ausen-

cia de la reflexión de la movilidades vivas. Más allá de inventar

o recrear formas, necesitamos apropiarnos de las fuerzas que

motivan al ser humano a moverse en la disposición espacial

del baile y de las representaciones simbólicas culturales. Expe-

rimentando un cuerpo afable que ofrezca puentes entre iden-

tidad y disolución, potenciando un flujo en la representación

dinámica como acto creador.

Distanciarnos del concepto del artista como la convención

colonizada de ser sobre la supuesta sensibilidad “artística”, que

construye y disuelve el campo de la creación, a través de una

emanación divina tocada por aquellos que tienen el don o el

genio para guiarse o guiar a los otros, para formular discursos

homologados en cada espacio de representación, o en los te-

rritorios de las culturas mediáticas alimentadas por los sujetos

que denominaremos trabajadores del entretenimiento, que ge-

neran estéticas y formas de entender la vida desde el mercado

de consumo a través de los medios de comunicación masivos,

que transforman la conciencia del ser humano en producto,

conquistando el tiempo libre y ofreciendo un sentido totali-

zador de prosperidad. En otro campo este mismo concepto

del artista es sustentado por el Estado en la actualidad en un

contexto histórico de transformaciones, que aún mantiene una

repetición continua en estos paradigmas añejos y alienantes.

Mencionamos a continuación el concepto de artista de la Ley

Orgánica de la Cultura: “Se entiende como tal, a toda persona

creadora y comprometida con su entorno, que codifica la reali-

dad y desde la conciencia propia hacia la colectividad, expresa

y narra sobre distintos soportes su interpretación del mundo”.

(Ley Orgánica de la Cultura, 2014: 11).

Desarrollar en clase los estados de presencia en el espacio

circular o redondo, tomando como referencia la espacialidad

de nuestros bailes tradicionales, como el Tamunangue, por

ejemplo, manifestación con un desarrollo continuo y circular

que nos abre posibilidades nuevas de distribución espacial o

coreográfica que distan del espacio bidimensional que quere-

mos desestructurar. Este baile tradicional representa también

una forma de organizarse y pactar las diferencias en un senti-

do común comunitario; es una construcción del espacio cíclico

que representa la llegada del solsticio de verano. Nos permite

evocar metáforas cotidianas, conectarnos con el espacio de lo

sagrado, des-estructurando la organización convencional en

cuadrículas y cuadrillas que representan la base fundamental

de organización de la danza en Occidente.

La propuesta está en activar los espacios rituales ancestra-

les en comunidad y comunión, que generen energías vitales

colectivas. Evocar metáforas cotidianas como el espacio de lo

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sagrado, un espacio de lo sensible que sustancialmente está

contenido en cada cuerpo previo al conocimiento formal. Pen-

sar que la vida es redonda, que es esférica en un lugar que no lo

es, como el aula de clase o el escenario.

Este concepto forma parte de la cosmovisión de nuestros

pueblos indígenas: conectarse con la tierra, el cosmos y el ser

humano. Nuestra esencia corporal responde a la redondez,

como la esfera de Parménides: …basada en la idea de que exis-

te una esfera inmutable la cual no está rellena de espacio, sino

que es la esfera misma la que llena el espacio y está rellena de

un ser intangible. Un ser que trae consigo un conocimiento para

habitar esta esfera. Pensar que pertenecemos a un universo y

que respondemos a su ciclos vitales, como la conexión con la

Pachamama: …termino quichua, presenta la noción de un ser

vivo de género femenino. Pacha, igual a totalidad, cosmos, tiem-

po-espacio y realización. Mam, igual a madre. Partiendo de esta

aproximación, Pachamama sería el Tiempo Espacio femenino

de la totalidad. Pachamama se entiende como la articulación

de tres comunidades básicas: la comunidad de la naturaleza, la

comunidad humana y la comunidad de los espíritus. La vincu-

lación de estas tres comunidades implica nociones espirituales,

culturales, económicas, políticas y éticas. En lo espiritual, tiene

que ver con sentir-pensar lo existencial. En lo económico, con el

usufructo para el beneficio de la totalidad comunitaria. En lo

El solar de los aburridos.Foto: Adrián Patillo

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cultural, con el acto de reciprocidad y el encaramiento entre la

totalidad comunitaria. En lo político, con la forma de organizar

las comunidades y sus relaciones, en tanto que la ética busca la

crianza mutua o el acompañamiento recíproco. (Tasiguanoet

2014: 12)

Por otra parte, están los lugares donde se desarrollan las

prácticas de aprendizaje, es decir, el espacio de trabajo físico y

sus contextos sociales y culturales. Acompañar la visión antes

propuesta por ámbitos de enseñanza de aulas abiertas, creati-

vas y participativas. Estos espacios se diferencian del concepto

del aula de clase convencional, donde la edificación arquitectó-

nica es un salón de cuatros paredes con dimensiones poco am-

plias para la movilidades y percepciones naturales del cuerpo.

Apostamos entonces a considerar clases en espacios abiertos

en los diversos lugares de la ciudad y en las aldeas universitarias

en el resto del país, considerando semestres de residencias fuera

de la metrópolis. Confrontándose con su propia esencia dialécti-

ca en los procesos discursivos y antagónicos, que se trasformarán

en nuevas corrientes de conocimiento en el recinto universitario

extendido, no fronterizo. La universidad habita en un espacio

territorial (fronterizo), área física para la enseñanza ubicada en

edificaciones cuadradas y cerradas. Estos ambientes y formas

de concebir el sitio para la formación en la danza y las artes en

general limitan al estudiante para comprender y percibir –en el

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campo de las sensibilidades– aquellos procesos de expansión

del cuerpo en movimiento y de las conexiones al momento de

resonar en las acciones creativas e interpretativas.

Al parecer estamos formando intérpretes en espacios cua-

drados y sólidos, para luego bailar en teatros que mantienen

esa misma característica. Proponemos un recinto universitario

extendido, cónsono con la amplitud de nuestros espacios natu-

rales y no de espacios físicos convencionales, como las oficinas

de administración pública.

Imaginamos espacios rituales de comunión en comunidad

que generan energías vitales expansivas, habitadas y trans-

formadas por un intérprete-creativo que active los poderes

creadores del pueblo. Para ello, necesitamos arquitecturas aso-

ciadas a nuestra biodiversidad, un ejemplo podría ser El Sha-

bono, espacio residencial donde habita la etnia yanomami en

el Amazonas; es de forma circular, con doce columnas que re-

presentan los 12 meses del año, con un centro amplio y abierto

para predecir el tiempo y para el encuentro entre familias. Esta

construcción hereda una gran sabiduría ancestral que privile-

gia la circularidad y la redondez como forma vital energética y

lugar para el encuentro.

Sería ideal poder contar con espacios diseñados a partir de

esta visión, o por lo menos poder hacer que la universidad se

desarrolle conectada a ambientes naturales y geométricamen-

te amplios. “No es el ángulo oblicuo que me atrae, ni la línea

recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es

la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas

de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar,

en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas es hecho todo el

universo, el universo curvo de Einstein”. Oscar Niemeyer.

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Con la danza malandra, con el malan-

dreo como imaginario para la cons-

trucción de otra epistemología para la

acción creadora y descolonizada de la

danza contemporánea Venezolana. Estas

dimensiones son los cuerpos y sus movi-

lidades (que pasan por una revisión de la

implementación de las técnicas de danza,

asociadas a los procesos formativos), el

espacio físico-contexto social y cultural, y

la comprensión de lo espiritual como he-

cho ritual ancestral, experiencias que atra-

viesan nuestras prácticas danzarias y sus

expresiones. Las cuales estarán acompa-

ñadas por el desarrollo de una propuesta

de trabajo físico que enriquecerá el uso de

las técnicas corporales convencionales, las

visitas o trabajos de campo –que incluyen

experiencias en manifestaciones popu-

lares y tradicionales como espacio ritual

ancestral y/o experiencias de trabajo de

entrenamiento técnico en lugares no con-

vencionales y naturales– que aportarán al

desarrollo de una mejor comprensión del

espacio habitado, y la consulta constante

de otros saberes sobre diversas realida-

des (que incluye bibliografía hasta otro

tipo de experiencias), que permitan la re-

flexión-acción de nuestros procesos.

Para la implementación de una pro-

puesta como esta, es necesario contar

con una serie de recursos que van desde

la posibilidad de uso de espacios alter-

nativos a los que destina los espacios

CÓMO SE BAILA EN BEMBÉ

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convencionales para los procesos de formación, hasta la trans-

formación de los sujetos involucrados. En relación con lo úl-

timo, es importante resaltar que precisamos un cambio en

la cosmovisión de los involucrados, es decir, los profesores y

maestros, los estudiantes, y hasta el público y los espectado-

res con quienes compartimos el producto de nuestro trabajo.

La posibilidad de un cambio de paradigma en la formación

en danza pasa por la trasformación de los participantes en su

realización. Es decir, podemos aportar a nuestros procesos

de formación y creación en danza, las experiencias de otras

formas de organización horizontal presentes en nuestras co-

munidades originarias, por ejemplo. Pensar en la realización

colectiva y comunitaria como una forma de experimentar la

movilidad de los roles de los participantes en los procesos de

formación; pensar en relaciones horizontales que tributen al

colectivo, pensar más que en bailarines y/o estudiantes, en

El solar de los aburridos.Foto: Francois Montalant - @francoismontalant

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intérpretes creativos con el fin de am-

pliar sus posibilidades de participación

en los procesos. En este sentido, nos dice

Marchionda: “Esta propuesta exige un

nuevo sujeto creador. Nos exige un cam-

bio en la visión del mundo (paradigmá-

ticamente hablando) y en las acciones

que de ella se deriven, un sujeto –cultor,

creador, investigador, gestor, estudiante,

docente– flexible, adaptable a situacio-

nes de cambio, propiciador de espacios

de participación y toma de decisiones;

co-responsable, consciente de sus refe-

rentes e identidades, condiciones nece-

sarias para la transformación de las for-

mas de relacionarnos y enriquecernos

en los procesos”. (Marchionda, 2015).

La figura del maestro-docente es clave

pues es el facilitador de los aprendizajes y

sobre él recae la responsabilidad de con-

ducir los procesos de formación que po-

drán reproducir las relaciones sociales de

dependencia, dominación y colonización

o propiciar los territorios para proponer

otra visión hacia la experimentación de

otras formas que den mayor protagonis-

mo al resto de los participantes.

En la Danza Malandra, sugerimos en-

tonces la transformación de los espacios

tradicionales, los cuales aún se mantie-

nen por la vía de la repetición biome-

cánica de los ejercicios de las técnicas

corporales de formación regular, en au-

sencia de la reflexión de la movilidades

vivas del cuerpo del intérprete que trae

consigo una información fundamental

de su existencia corporal y experiencia

de vida, la cual el docente puede leer y

guiar en estos procesos educativos. Más

allá de inventar o recrear formas, nece-

sitamos apropiarnos de las fuerzas que

motivan al ser humano a moverse en

la disposición espacial del baile y de las

representaciones simbólicas culturales.

Experimentando un cuerpo afable que

ofrezca puentes entre identidad y diso-

lución, potenciando un flujo en la repre-

sentación dinámica como acto creador.

Desarrollar en clase los estados de

presencia en el espacio circular o redon-

do, tomando como referencia la espa-

cialidad de nuestros bailes tradicionales,

como el tamunange, por ejemplo, mani-

festación con un desarrollo continuo y cir-

cular que nos abre posibilidades nuevas

de distribución espacial o coreográfica

que distan del espacio bidimensional que

queremos desestructurar. Este baile tradi-

cional representa también una forma de

organizarse y pactar las diferencias en un

sentido común comunitario, es una cons-

trucción del espacio cíclico que represen-

ta la llegada del solsticio de verano. Nos

permite evocar metáforas cotidianas,

conectarnos con el espacio de lo sagrado,

des-estructurando la organización con-

vencional en cuadrículas y cuadrillas que

representa la base fundamental de orga-

nización de la danza en occidente.

La propuesta consiste en activar los

espacios rituales ancestrales en comuni-

dad y comunión, que generen energías

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Page 32: URA...Agustín del Sur, Los Magallanes de Catia y las Lomas de Urda-neta, nos asume en el campo de la lucha contra la exclusión y la visualización de la danza como acto …

vitales colectivas. Evocar metáforas cotidianas como el espacio

de lo sagrado, un espacio de lo sensible que sustancialmente

está contenido en cada cuerpo previo al conocimiento formal.

Pensar que la vida es redonda, que es esférica en un lugar que

no lo es, ejemplo: el aula de clase o el escenario.

Este concepto forma parte de la cosmovisión de nuestros

pueblos indígenas, conectarse con la tierra, el cosmos y el ser

humano. Nuestra esencia corporal responde a la redondez,

como la esfera de Parménides: …basada en la idea de que exis-

te una esfera inmutables la cual no está rellena de espacio, sino

que es la esfera misma la que llena el espacio y está rellena de

un ser intangible. Un ser que trae consigo un conocimiento para

habitar esta esfera. Pensar que pertenecemos a un universo y

que respondemos a su ciclos vitales, como la conexión con la

Pachamama: …termino quichua, presenta la noción de un ser

vivo de género femenino. Pacha, igual a totalidad, cosmos, tiem-

po-espacio y realización. Mam, igual a madre. Partiendo de esta

aproximación, Pachamama sería el Tiempo Espacio femenino

de la totalidad. Pachamama se entiende como la articulación

de tres comunidades básicas: la comunidad de la naturaleza, la

comunidad humana y la comunidad de los espíritus. La vincu-

lación de estas tres comunidades implica nociones espirituales,

culturales, económicas, políticas y éticas. En lo espiritual, tiene

que ver con sentir-pensar lo existencial. En lo económico, con el

usufructo para el beneficio de la totalidad comunitaria. En lo

cultural, con el acto de reciprocidad y el encaramiento entre la

totalidad comunitaria. En lo político, con la forma de organizar

las comunidades y sus relaciones, en tanto que la ética busca la

crianza mutua o el acompañamiento recíproco. (Tasiguano et

al., 2014)

Por otra parte, están los lugares donde se desarrollan las

prácticas de aprendizaje, es decir, el espacio de trabajo físico y

sus contextos sociales y culturales. Acompañar la visión antes

propuesta por ámbitos de enseñanza de aulas abiertas, creati-

vas y participativas. Estos espacios se diferencian del concepto

del aula de clase convencional, donde la edificación arquitec-

tónica es un salón de cuatros paredes con dimensiones poco

amplias para la movilidades y percepciones naturales del

cuerpo. Apostamos entonces por clases en espacios abiertos

en los diversos lugares de la ciudad y en las aldeas universita-

rias en el resto del país, considerando semestres de residen-

cias fuera de la metrópolis.

Imaginamos espacios rituales de comunión en comunidad

que generan energías vitales expansivas, habitadas y transfor-

madas por un intérprete-creativo que active los poderes creado-

res del pueblo. Para ello, necesitamos arquitecturas asociadas a

nuestra biodiversidad, un ejemplo podría ser El Shabono, espa-

cio residencial donde habita la etnia yekuana en El Amazonas;

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es de forma circular, con doce columnas que representa los 12 meses del año, con un centro amplio y abierto para predecir el tiempo

y para el encuentro entre familias. Esta construcción hereda una gran sabiduría ancestral que privilegia la circularidad y la redondez

como forma vital energética y lugar para el encuentro.

Sería ideal poder contar con espacios diseñados a partir de esta visión, o por lo menos poder hacer que la universidad se de-

sarrolle conectada con ambientes naturales y geométricamente amplios. “No es el ángulo oblicuo que me atrae, ni la línea recta,

dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi

país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas es hecho todo el universo, el

universo curvo de Einstein”. Oscar Niemeyer.

La sra. Venus y el Diablo.Foto: Jhonatan Contreras - @jonathcfotograf

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ESPACIO DE LO POSIBLE

Así denominamos este territorio donde pretendemos

elaborar algunas propuestas que aporten hacia dis-

tintos procesos de aprendizaje y enseñanza. Consideramos

que para la construcción de una práctica descolonizada de la

danza contemporánea los procesos de formación son funda-

mentales, en ese sentido, exponemos algunas experiencias

desarrolladas en Agente Libre Danza Contemporánea y Te-

resa Danza Contemporánea, ámbitos para el desarrollo de

prácticas artísticas y reflexivas.

ESPACIO DE LA ACCIÓN

Son estructuras metodológicas de investigación y trabajo

corporal. Estas estructuras poseen dos bloques, un primer blo-

que de trabajo individual, es decir, los procesos de exploración

que cada intérprete realiza a partir de sus propias competencias,

y un segundo bloque donde interactúan los participantes a partir

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2. A + B: Es la composición de los dos segmentos, en el

cual A se dirige a B, este lo denominaremos células (A +

B), que se repiten, en secuencia; estas modifican el sis-

tema muscular-articular corporal en un conjunto más

amplio, generando diversas profundidades: ángulos,

yuxtaposiciones, ritmos, cualidades y composiciones

singulares de movimiento.

3. La Reverberación: Es un fenómeno sonoro produ-

cido por la  reflexión  que consiste en una ligera per-

manencia del sonido una vez que la fuente origi-

nal ha dejado de emitirlo. Con el cuerpo se traduce

con el sistema de A + B, donde el punto A inicia un im-

pulso articular o muscular que lo transfiere a B; esta per-

manencia de energía dependerá de la intención impreg-

nada entre un punto y el otro, y cómo este último sigue

o traduce hacia el otro segmento. Esta pauta involucra

libremente todo el sistema articular-muscular y por con-

secuencia proporciona mayores posibilidades de movi-

miento.

4. La Llave: Intenta generar movilidad a partir de un cierre

parcial de una zona o parte del cuerpo que no participa-

ría de la movilidad en construcción. Se escoge una zona

del cuerpo que será bloqueada, es decir, se mantendrá

de forma fija, sin movimiento, por ejemplo: el brazo

de las movilidades reconocidas en el primero. Los intérpre-

tes-participantes del proceso de investigación exploran movili-

dades a partir de cada una de las estructuras y bloque propues-

tos. Cada uno de los elementos que se proponen es el resultado

de procesos de experimentación para la composición coreográfi-

cas y como métodos para la facilitación de aprendizajes:

1er bloque:

1. A y B: Ubicar dos partes del cuerpo (articulaciones o mus-

culatura) y reconocer sus posibilidades de movimiento,

como rotaciones, flexiones, amplitudes, alcances y co-

nexiones. A partir de este reconocimiento, estructurarlo

en dos segmentos: El primero lo denominaremos A y el

segundo B. Estos conjuntos no se relacionarán el uno

con el otro, sin embargo, A transforma a B y B acciona a

A en sus bases independientes de movilidad. La secuen-

cia siempre será de A hacia B, para luego comenzar otro

ciclo durante media hora (o el tiempo requerido para la

exploración). El resultado será constatar la modificación

estructural del cuerpo que comienza desde una postura

neutra (parado / erecto), para luego generar otras posi-

bilidades de movimiento, la cuales nos llevarán a espa-

cios o situaciones nuevas, con el fin de generar una ar-

quitectura corporal particular en cada intérprete.

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separado del resto del cuerpo y con cierta tensión mus-

cular. Elegimos cualquiera de los tres segmentos ante-

riores (A y B, A + B o La Reverberación), desarrollándose

a partir de la limitación que genera La Llave, es decir, la

zona bloqueada, intentado mantener dicho bloqueo

pero desarrollando el segmento escogido, lo que tiende

a generar posibilidades menos confortables y con me-

nor comodidad en el intérprete. Propone movilidades

desplazadas de las zonas de confort de los intérpretes.

5. El Cangrejo: Denominación de diversos crustáceos de-

cápodos (tienen diez patas) y con exoesqueleto (esque-

leto exterior) que cumple una función protectora, respi-

ratoria y mecánica. Estudiando la movilidad de este ser

vivo, transportaremos nuestro cuerpo extendido en diez

partes o extensiones: una cabeza, dos brazos, dos ma-

nos, dos hombros (aislados), una cadera y dos piernas.

La base de la cadera y las piernas como soporte, imitaran

la postura del cangrejo y su movilidad (desplazamiento)

de forma lateral, desde allí se articularan estas diez ex-

tensiones con posibilidades de movilidad independien-

tes. Se intenta maximizar las extensiones del cuerpo.

6. Las Constelaciones: Grupo de estrellas que podemos

observar en el cielo nocturno. En diversas culturas an-

cestrales se trazaron conexiones imaginarias para

comprender ubicaciones y predecir el porvenir. Las

Constelaciones, en nuestro caso, son trazados que se

desarrollarán con el uso de las manos y brazos (el inicio

de la movilidad es a través de las manos); dicha movili-

dad parte de la idea de conexión entre diversos puntos

en el espacio a partir de su visualización, por ejemplo:

la constelación de la Osa Mayor (que para los nahuas en

Mesoamérica representa El Jaguar), la visualización de

sus recorridos funciona como elemento para el desa-

rrollo de determinada movilidad. Nos imaginamos una

cartografía que permite un tránsito entre diversos pun-

tos. El uso de las manos es fundamental para el inicio de

los trazos y recorridos imaginarios (en el espacio cerra-

do), donde el acompañamiento de este movimiento por

el foco visual es de carácter indispensable; posterior-

mente se desarrolla, pudiendo ser independientes. Su

fase inicial serán puntos simples que se conectan unos

a otros, dibujando distintas posibilidades desplazadas

alrededor del salón o espacio de trabajo.

7. El Riñón: Aprender a movernos a partir de este órgano

que procesa los líquidos y purifica la sangre en nuestro

cuerpo. Tomando en cuenta que este receptáculo está lo-

calizado en la parte baja intermedia de la espalda, trans-

firiendo constantemente fluidos y temperaturas que

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nos podrían conducir a una movilidad más directa en los

desplazamientos, giros, saltos y entradas al piso. El riñón

es del tamaño de un puño cerrado: nos imaginamos que

se contrae en el giro y se expande en el desplazamiento.

Para la medicina china es un órgano que ayuda a la res-

piración interna y al desplazamiento de energía en todo

el cuerpo. Funciona como ejercicio para la comprensión

de otras formas de movimiento a partir de los órganos

del cuerpo humano. Por ejemplo: movilidades a partir

de los latidos del corazón, como en el caso de los tam-

bores culo e’ puya del pueblo de Curiepe (Edo. Miranda),

agrupado por tres tambores: Prima, Cruzado y Pujao; el

Canción de la verdad sencilla.Foto: Pablo de La Barra - @nadieramirezcualquieralite

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primer tambor genera la base rítmica con el impulso de

estos latidos de forma ascendente en el pulso.

8. El Tambor de Guatire: De esta manifestación tradicional

nos apoyamos en sus formas de desplazamiento largos y

su base rítmica. Este baile de las fiestas de San Juan, en la

región de Barlovento, tiene una gran riqueza y variedad

de formas de bailar; para el caso que nos ocupa, trabaja-

mos las estructuras de los desplazamientos de los bailes

realizados por una sola persona: La Palma Sola y/o El Ca-

chicamo, caracterizado por acentos rítmicos percutidos

por el cuerpo y desplazamientos largos a diferentes ve-

locidades. Estas referencias rítmicas y espaciales son in-

tervenidas o combinadas por los siguientes elementos: A

y B, A + B, La Llave, Las Constelaciones, El Riñón y El Can-

grejo. En el caso de la Palma Sola que describe el vaivén

del tronco de la palmera mecida por el viento, el cual re-

presenta una movilidad básica para el inicio de procesos

de exploración corporal. El propio término Barlovento

refiere al punto de donde viene el viento, una referencia

metafórica para dichos procesos de investigación.

2.º bloque:

9. El Cardumen: Es una característica propia de los peces,

que se agrupan de forma sincronizada, con un sentido

de dirección y movimiento en conjunto que incremen-

ta la efectividad en los desplazamientos en su medio

ambiente. Tomaremos esta singularidad del Cardumen

como una expresión para desarrollar la cooperación en

colectivo. Partiendo de las movilidades de las Constela-

ciones, cada intérprete se integrara a través de un con-

glomerado (Cardumen) con los otros compañeros, en

constante circulación con la condición de no separarse.

Se plantea un trayecto en todas aquellas direcciones

que proponga en el momento el colectivo, sugiriendo

que este se conforme por más de 15 participantes para

lograr la característica del sistema de movilidades con-

juntas. Nos ofrece la cooperación y construcción del

sentido de grupo, donde cada singularidad aporta por

el bien común.

10. El Tamunangue: Es un manifestación tradicional del es-

tado Lara que se celebra los 13 de junio en honor a San

Antonio de Padua. Está conformado por ocho sones

(compuestos por música y baile), conocidos como: La Ba-

talla, La Bella, La Juruminga, El Yiyivamos, El Poco a Poco,

La Perrendenga, El Galerón y El Seis Corrío o Seis Figuriao.

El último son es bailado por tres parejas, formando seis

bailadores tomados de la manos y entrelazándose en fi-

guras múltiples, continuas y que dibujan (coreografían)

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el número ocho o infinito como

concepto del espacio; como ejer-

cicio (o propuesta de elaboración

pedagógica) podrían integrarse

hasta 40 intérpretes, desarrollan-

do un espacio continuo y circular

que nos abre posibilidades nuevas

de distribución espacial o coreo-

gráfica que se distancian y rom-

pen con el espacio bidimensional;

también es una forma de organi-

zarse y pactar las diferencias en

un sentido común comunitario;

es una construcción del espacio

coreográfico cíclico que repre-

senta la llegada del solsticio de

verano en nuestra cultura tradi-

cional. Funciona para desarrollar

en clase los estados de presencia

en el espacio circular y lo redondo,

tomando como referencia la espa-

cialidad de nuestros bailes tradi-

cionales.

El solar de los aburridos.Foto: Francois Montalant - @francoismontalant

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Solar 5.Foto: Natasha Lashly - @natylashy

La sra. Venus y el Diablo.Foto: Colectores Film @colectoresfilm

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Es el ámbito de socialización y puesta en colectivo de las ex-

periencias vividas. La orientación de este espacio va a de-

pender de los contextos desde donde se desarrolló la exploración

con la aplicación de los contenidos anteriores, además de consi-

derar el tipo de espacio donde se desarrolló.

Partiendo de nuestra concepción del cuerpo que lo entien-

de como receptáculo de información diáfana para el intercam-

bio de saberes en el aula de clase, proponemos algunas pautas

de trabajo que permitan aportar al desarrollo de entrenamien-

to de carácter técnico con procesos de exploración e investiga-

ción individuales y grupales por parte de los participantes:

1. Programar encuentros para la reflexión y el intercam-

bio de experiencias de los intérpretes en los procesos

de exploración e investigación, propuestas cada dos

semanas durante un semestre, distribuidos en cuatro

espacios o sesiones para reflexión. Estas se realizarán

a partir de la revisión y análisis de los diversos registros

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–escritos y audiovisuales– de la actividad desarrollada

por los participantes en los talleres de Danza Malandra.

Estos registros aportarán al participante y al facilitador,

información indispensable para entender el cuerpo –y

sus movilidades– en los procesos de aprendizaje que

construyen sentido e identidades propias.

Estos registros estarán clasificados de la siguiente mane-

ra, con el fin de tener una guía que permita organizar dicha

información:

• Cuerpo natural: Entendido a partir de sus funciones

biológicas y anatómicas.

• Cuerpo geográfico: Reconociendo las características par-

ticulares del territorio al cual pertenece el participante.

• Cuerpo individual: Visualización, como diagnósticos para

reconocer las singularidades propias de su corporalidad.

• Cuerpo colectivo: Sentido de pertenencia al grupo de

trabajo. Afirmación del nosotros en cooperación. Com-

portamiento del cuerpo en el ámbito comunal.

2. Reorganizar lo observado, tomando en cuenta la di-

cotomía entre el sentir y el hacer. Este espacio es fun-

damental para la reflexión-acción sobre el cuerpo, es

decir, cómo traducir o conducir la experiencia sensible

hacia el plano de las ideas. Planteamos dos espacios de

experimentación de los sentidos como lo son la vista y

el tacto. En un primer momento exploraremos la au-

sencia de la vista de forma individual y la imagen doble

(el tacto / en pareja).

Ausencia de la vista: Comenzar con movimientos simples

con los párpados cerrados e introducir los elementos de ex-

ploración corporal como A y B, A + B y La Reverberación. Estas

movilidades conducirán al estudiante a no tener una precon-

cepción ya establecida en una clase estructurada de danza con-

temporánea. Para los fines de esta investigación proponemos

generar nuevas sensaciones al introducir la ausencia del sen-

tido de la vista, lo que llevaría al intérprete a nuevas experien-

cias como calidades de movimiento y perspectivas del espacio

interior y exterior.

La imagen doble: Nos colocamos en parejas uno frente al

otro con el contacto de las manos, ubicándonos a cierta distan-

cia con los otros pares en distintos lugares del salón de clase,

continuando con los mismos elementos de exploración del pri-

mer objetivo y con la particularidad de trabajar usando el sen-

tido de la vista en contacto con otro cuerpo. Este método nos

conduce a apreciar e intercambiar las movilidades particulares

y aprender el sentido de colaboración y una exploración de las

direcciones espaciales más ampliadas. Ambas exploraciones

concretarían en un principio básico dos fundamentos: el sentir

y el hacer.

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3. Discutir y reflexionar sobre la descolonización del cuer-

po como signo y su representación en la danza como

mercancía. Concretar cuáles son los bienes materiales

y simbólicos, que dialogan en nuestro y con nuestro

cuerpo, y cómo nos representan ocultándose a través

del poder hegemónico. Para nosotros es necesario

plantear cuáles son la motivaciones que nos mueven

para expresarnos a través de nuestra danza contempo-

ránea y no quedarse en el lugar de solo recibir informa-

ción, sin análisis previo; es necesario el reconocerse en

este ámbito.

El solar de los aburridos.Foto: Francois Montalant - @francoismontalant

El solar de los aburridos.Foto: Francois Montalant - @francoismontalant

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Generar interrogantes sobre las formas como nos movemos y sus motivaciones a fin de promover el desarrollo de nuevos pro-

cesos de creación y no de la reproducción tradicional en nuestra danza. Proponemos la revisión y discusión basadas en bibliogra-

fías y autores que aborden problemáticas como los procesos de descolonización y posibilidad de construcción de conocimiento a

partir de los procesos de reconocimiento de las identidades, procesos de autodeterminación, construcción de identidades híbri-

das, antropología del cuerpo, entre otros.

Nuestra propuesta es abrir el espacio reflexivo, incorporado, y que acompañe el trabajo corporal, en función de edificar una

nueva conciencia en los procesos formativos y pedagógicos que deberían articularse para construir y fomentar un criterio sobre la

vida, la comunidad, el cuerpo, la danza y las culturas que propicien los procesos de descolonización e independencia.

El solar de los aburridos.Foto: Francois Montalant - @francoismontalant

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4. Estudiar el espacio social como receptáculo del cuer-

po en nuestra cultura. Este refiere a la amplitud de los

lugares compartidos en comunidad: celebraciones

mágica-religiosas, juegos tradicionales, bailes festivos,

rituales fúnebres, etc. Estas diversidades de espacios y

territorios nos brindan herramientas para la construc-

ción de identidad y circulación de saberes. La sociabili-

zación de los espacios es una forma significativa para la

construcción del nuevo intérprete-creativo en sociedad.

Generar dinámicas para el reconocimiento espacial y la in-

corporación de características topográficas de la vida cotidiana

de los intérpretes; toma de conciencia de nuestro cuerpo en

el espacio compartido socialmente. Planteamos, por ejemplo,

visitar espacios como la cancha de bolas criollas en la comuni-

dad de San Agustín, para observar las formas de organización

social en función del juego.

5. Reconocer el sentido de lo sagrado de nuestra cultura.

Como una forma de la conciencia, donde se compren-

de la presencia significada de los lugares consagrados

en comunidad; estos parajes son la morada del mundo,

donde la vida tiene sentido; es el lugar de conocimien-

to transmitido a través de la generaciones familiares y

comunidades definiendo para sí la cosmovisión de su

mundo. Por ejemplo, la celebración a San Benito en el

sur del lago de Maracaibo, donde el pueblo se transfor-

ma en divinidad y les confiere a todos un cuerpo colec-

tivo, disipando las diferencias, ofreciéndole un signifi-

cado a la existencia.

La danza contemporánea encuentra este sentido de lo sa-

grado en múltiples filosofías y prácticas religiosas orientales,

transmitidas en algunos casos por creadores de técnicas corpo-

rales occidentales, Marta Graham, por ejemplo. Es importante

reflexionar sobre nuestros propios rituales, rezos y prácticas

religiosas en función de incorporarlas en los procesos de for-

mación con la participación de los estudiantes-intérpretes, en

fiestas y manifestaciones populares y tradicionales de carácter

sagrado-religioso-filosófico de nuestras culturas que les per-

mitan vivenciar este tipo de conexiones.

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No es fácil plantear una conclusión de un proceso que ape-

nas comienza. En nuestro caso particular, es la primera

vez que nos atrevemos a sistematizar nuestras experiencias

metodológicas - pedagógicas - compositivas en un formato

distinto a la experiencia vivida en el hacer artístico cotidiano.

Expresar a partir de otros lenguajes, el lenguaje académico en

este caso, ha representado para nosotros un gran desafío. Vista

así, esta experiencia apena comienza.

Las ideas expuestas son los resultados de procesos aún en

desarrollo. En nuestro hacer, estas ideas aún conviven con la

implementación y la aplicación de los métodos y técnicas de

danza contemporánea con los cuales nos hemos desempeña-

do con anterioridad, asumiendo que existe mucho que resca-

tar de los procedimientos anteriores. Lo interesante es cómo

abordarlos y experimentarlos como experiencias significativas

de formación, desde otra perspectiva epistemológica y otra vi-

sión. Estamos conscientes de los caminos abordados con esta

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posibilidad de sistematizar la experiencia, la cual nos permite

reconocer y confrontar todos los procesos que construyeron

nuestra forma de vivir la danza contemporánea.

Pero, ¿qué hacemos en las transiciones? El desafío sería,

entonces, establecer las posibilidades de la no fijación de las

técnicas como espacios de formación y exploración. Que la for-

ma se desafíe a sí misma y piense para el cuerpo en relaciones

de un presente sin producto o finales determinantes. Asumir

realmente la condición de proceso, donde lo más importante

no son los resultados sino la transformación del individuo y

su colectivo a partir de la vivencia. Para ello es fundamental la

discusión de las formas monótonas que recurren en algunos

casos a modos que determinan conceptos inalterables de la

danza y el cuerpo, que están en constante transformación. Es-

tar atentos a los procesos adyacentes e íntimos del estudiante;

entonces nuestro trabajo estaría en re-descubrir, en un senti-

do amplio, el cuerpo como un territorio de lo transitorio. Que

la danza contemporánea comprenda la actividad del cuerpo

sensible y dinámico reconocible en las relaciones sociales y

también individuales como receptáculo de las diversas prác-

ticas sociales. Señala el filósofo Gilles Deleuze: “En arte no se

trata de reproducir o de inventar formas, sino de captar las

fuerzas”.

Generar nuevos discursos en el cuerpo escénico en función

de construir constantemente nuevas realidades personales,

subjetivas, sociales y colectivas. “Los límites de mi lenguaje

son los límites de mi mundo”, señala Wittgenstein. La Danza

Malandra se nos plantea como un espacio para retornar a los

orígenes propios y la afirmación del cuerpo como entidad cul-

tural. Es una posibilidad para el abordaje de las interrogantes

de cómo habitar y pensar desde el cuerpo en los espacios cul-

turales y naturales, a fin de facilitar la construcción de procesos

que nos permitan alcanzar una danza propia, una danza nues-

tra, más allá de la denominación que en nuestro caso refiere

a unos orígenes y experiencias concretas; pero que cada quien

pueda reconocerse con base en su propia realidad cultural.

Necesitamos espacios dialógicos que conformen nuestras

identidades. Reconocer al ser humano como ser de praxis que

emerge de su propio tejido, objetivándolo y transformándolo.

Solo tenemos que generar las reflexiones y teorías que nos ilu-

minen con nuestra propia claridad, en ausencia de prescripcio-

nes reduccionistas, sin que alguien decrete al otro.

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