Las primeras imágenes que vienen a la cabeza al discurrir sobre la revolución mexicana, son las de los grandes sombreros, espesos bigotes y un par de carrilleras cruzadas portados por los caudillos, y destacándose dos nombres en concreto: Pancho Villa y Emiliano Zapata. Sin embargo, ni el proyecto político zapatista representado por el Plan de Ayala, ni la figura carismática de Villa lograron hacerse con el poder finalizada la agitación revolucionaria. Es decir, los grandes íconos de la revolución no fueron actores directos de un gobierno revolucionario, ni de la construcción del Estado mexicano postrevolucionario. Este ensayo intenta abordar este problema.
