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Introducción Aunque a primera vista pudiera parecer descabellado llevar a cabo una lectura conciliadora entre Utopía de Tomás Moro y El Príncipe de Maquiavelo, en ambas obras las inquietudes que sus respectivos autores re- pasan les llevan a dibujar paisajes parecidos aunque dispuestos de manera diferente. En primer lugar, mientras que en Moro lo que se plantea no es sino una utopía influenciada por el humanismo cristiano que ensancha sus alas en esos momentos en Europa 1 , en El Príncipe lo que se quiere es atender a la “verdad efectual” de la cosa y no a la “imaginación de ésta” 2 . En principio, parece obligado decantarse por una u otra concepción de lo política (y del poder), tan distin- tas entre sí. En un vistazo inicial encontraríamos pues la visión utópica de Moro y la visión distópica de Maquiavelo, al menos en lo que parecen ser las inten- ciones de cada autor. Con un margen de apenas tres años entre la publicación de una y otra, ambas pare- cen hablar distintas lenguas, con sus abecedarios pro- pios, aunque ambas recorren la gramática (corrigién- dola para llevarla a su terreno) que transita por la Europa del siglo XVI. En primer lugar, tenemos la lengua de la Utopía (vocablo inventado por Moro) que recorre, como he dicho, los recovecos del humanismo cristiano que se desarrolla en el norte de Europa y que tiene a la Reforma como antagonista (en el caso de Erasmo, sin el cual sería imposible entender lo escrito por Moro, el enfrentamiento con Lutero será crucial) 3 . Por otro la- do, en Maquiavelo encontraremos una preocupación por la situación en la que se encuentra Italia, obede- ciendo la redacción de El Príncipe -como puede verse en las páginas finales- a la urgencia de dar al país transalpino estabilidad política y social, además de hacer de su patria una entidad política fuerte 4 . La 1.- “Es hora de detenernos un poco a ver esta faceta de Moro. Tanto él como su obra serían incomprensibles sin el movimiento huma- nista que avanza por Inglaterra”, Moro (2012), p. 15. “Tal era la atmósfera de Oxford a principios del siglo XVI. Este grupo de hom- bres, en contacto y verdadera hermandad con los del continente, establecen la corriente de humanismo cristiano más característica de Europa y que tiene en Erasmo su principal abanderado”, íbidem. 2.- Todo ello, unido a la asidua meditación sobre la obra de los historiadores antiguos, configura la <<lunga esperienza delle cose mo- derne et una continua lezione delle antique>> sobre la que se funda su sabiduría política, atenta siempre <<alla verità effettuale della cosa>> y no <<alla immaginazione di essa>>. Maquiavelo (2011), página 14. 3.- Sin embargo, el que se opongan a la Reforma, parece que no quiere decir que se alineen sin más a favor de la Iglesia de Roma. En el caso de Erasmo, este “no sueña con una sublevación contra lo eclesiástico sino con una reflorescentia, un renacimiento de lo religioso, una renovación de la idea cristiana como consecuencia del retorno a aquella pureza nazarena que una vez tuvo”, Zweig (2005), pá- gina 82. En el caso de Moro, es significativo que no comulgue con el método a través del cual la Iglesia se ha encarnado en el campo de la filosofía, la escolástica: “Había adoptado ese aire solemne de los escolásticos, consistente en repetir más que en responder, pues creen que la brillantez de una discusión está en la facilidad de memoria”, Moro (2012), página 102. Es decir, que estos autores no se sienten comprometidos con los teólogos y con la Iglesia de los Pontífices, a pesar de estar vinculados al Evangelio. 4.- Habría que decir, más concretamente, que lo que pretende Maquiavelo es “liberar Italia de los bárbaros” que han construido sus alian- zas, a menudo con el favor de los propios gobernantes italianos, con los diferentes estados de la península. Este deseo de liberación de la patria se podría encuadrar perfectamente dentro del anhelo de una estabilidad política en el gobierno. Véase a este propósito la Exhortación a ponerse al frente de Italia y liberarla de los bárbaros, Maquiavelo (2011), página 155. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 17 página 31 MISCELÁNEA UTOPÍA Y TELEOLOGÍA EN TOMÁS MORO Y NICOLÁS MAQUIAVELO por Gerardo Fernández Bustos

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Introducción

Aunque a primera vista pudiera parecer descabelladollevar a cabo una lectura conciliadora entre Utopía deTomás Moro y El Príncipe de Maquiavelo, en ambasobras las inquietudes que sus respectivos autores re-pasan les llevan a dibujar paisajes parecidos aunquedispuestos de manera diferente. En primer lugar,mientras que en Moro lo que se plantea no es sino unautopía influenciada por el humanismo cristiano queensancha sus alas en esos momentos en Europa1, enEl Príncipe lo que se quiere es atender a la “verdadefectual” de la cosa y no a la “imaginación de ésta”2.En principio, parece obligado decantarse por una uotra concepción de lo política (y del poder), tan distin-tas entre sí. En un vistazo inicial encontraríamos puesla visión utópica de Moro y la visión distópica deMaquiavelo, al menos en lo que parecen ser las inten-ciones de cada autor. Con un margen de apenas tresaños entre la publicación de una y otra, ambas pare-cen hablar distintas lenguas, con sus abecedarios pro-pios, aunque ambas recorren la gramática (corrigién-dola para llevarla a su terreno) que transita por laEuropa del siglo XVI.

En primer lugar, tenemos la lengua de la Utopía(vocablo inventado por Moro) que recorre, como he

dicho, los recovecos del humanismo cristiano que sedesarrolla en el norte de Europa y que tiene a laReforma como antagonista (en el caso de Erasmo, sinel cual sería imposible entender lo escrito por Moro, elenfrentamiento con Lutero será crucial)3. Por otro la-do, en Maquiavelo encontraremos una preocupaciónpor la situación en la que se encuentra Italia, obede-ciendo la redacción de El Príncipe -como puede verseen las páginas finales- a la urgencia de dar al paístransalpino estabilidad política y social, además dehacer de su patria una entidad política fuerte4. La

1.- “Es hora de detenernos un poco a ver esta faceta de Moro. Tanto él como su obra serían incomprensibles sin el movimiento huma-nista que avanza por Inglaterra”, Moro (2012), p. 15. “Tal era la atmósfera de Oxford a principios del siglo XVI. Este grupo de hom-bres, en contacto y verdadera hermandad con los del continente, establecen la corriente de humanismo cristiano más característicade Europa y que tiene en Erasmo su principal abanderado”, íbidem.

2.- Todo ello, unido a la asidua meditación sobre la obra de los historiadores antiguos, configura la <<lunga esperienza delle cose mo-derne et una continua lezione delle antique>> sobre la que se funda su sabiduría política, atenta siempre <<alla verità effettuale dellacosa>> y no <<alla immaginazione di essa>>. Maquiavelo (2011), página 14.

3.- Sin embargo, el que se opongan a la Reforma, parece que no quiere decir que se alineen sin más a favor de la Iglesia de Roma. En elcaso de Erasmo, este “no sueña con una sublevación contra lo eclesiástico sino con una reflorescentia, un renacimiento de lo religioso,una renovación de la idea cristiana como consecuencia del retorno a aquella pureza nazarena que una vez tuvo”, Zweig (2005), pá-gina 82. En el caso de Moro, es significativo que no comulgue con el método a través del cual la Iglesia se ha encarnado en el campode la filosofía, la escolástica: “Había adoptado ese aire solemne de los escolásticos, consistente en repetir más que en responder, puescreen que la brillantez de una discusión está en la facilidad de memoria”, Moro (2012), página 102. Es decir, que estos autores no sesienten comprometidos con los teólogos y con la Iglesia de los Pontífices, a pesar de estar vinculados al Evangelio.

4.- Habría que decir, más concretamente, que lo que pretende Maquiavelo es “liberar Italia de los bárbaros” que han construido sus alian-zas, a menudo con el favor de los propios gobernantes italianos, con los diferentes estados de la península. Este deseo de liberación dela patria se podría encuadrar perfectamente dentro del anhelo de una estabilidad política en el gobierno. Véase a este propósito laExhortación a ponerse al frente de Italia y liberarla de los bárbaros, Maquiavelo (2011), página 155. IS

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obra la escribe el autor italiano en el momento en quelos Medici han retornado al poder, tras la repúblicapopular impuesta por Carlos VIII de Francia, obligán-dole a un ocio forzado en sus posesiones deSant’Andrea in Percussina. Sin embargo, tanto estaobra como los Discorsi serán publicados póstuma-mente en 1931 y 1932. Tenemos, no obstante, concien-cia de su redacción en la intensa correspondencia queestablece Maquiavelo con Francesco Vettori (embaja-dor de Florencia ante el papa León X, hijo de Lorenzoel Magnífico y sucesor de Julio II)5, en la que intenta-ba llamar la atención de los Medici para así obtenerun puesto que le permitiera poner en escena sus inten-sas ideas políticas. Es precisamente este hecho -el quenunca Maquiavelo pudiese ver en carne y hueso susideas- lo que paradójicamente induce a pensar esteproyecto como algo tan irrealizable como la Utopía deMoro. Mientras que en el primero fueron las propiascláusulas de la realidad, es decir la propia situaciónde un ocio forzado del autor, alejado del mundo de lapolítica, las que lo tiñeron de tal, en el segundo fue elcarácter intrínseco de su obra lo que impedía su con-creción en la realidad de la política del XVI. Sin em-bargo, ello no quiere decir que ambas obras no con-tengan gramíneas de auténtica utilidad social y polí-tica que, barridas por el viento de la Historia, habríanido a parar a diferentes épocas en las que habrían ter-minado germinando. A este propósito, se ha habladodel comunismo de Moro y de la actualidad de las ide-as de Maquiavelo en la política moderna (aunque es-

ta supuesta actualidad acabe siendo un punto de vis-ta completamente reduccionista de los escritos deMaquiavelo). Intentaremos ver si ello es así.

A pesar de que pueda parecer que Moro y su pro-yecto no expresan en ningún momento más que unpacifismo caduco, no es ni mucho menos así. Es ciertoque en El Príncipe de Maquiavelo la violencia y la gue-rra están justificadas en pos de la estabilidad y la fuer-za del principado y su gobernante. Sin embargo, Morono duda “en pagar fuertes sumas a mercenarios zapo-letas”6, por ejemplo, además de tener una visión de laguerra que le sitúa en las cercanías del florentino.

El filósofo y el político

A lo largo de la historia de la Filosofía han sido nume-rosos los filósofos que se han agenciado con el poder,bien en aras de una tranquilidad económica que lespermitiese centrarse plenamente en sus estudios, bienpara inducir a los gobernantes a desarrollar sus idea-les políticos. Recuérdese, por ejemplo, el caso dePlatón, quien realizó dos intentos fallidos para poneren práctica sus ideas en Siracusa. Este tipo de encuen-tros nos arrojan varias preguntas, ¿Pueden caminarjuntas filosofía y política?, ¿puede el filósofo ponerseal servicio de los gobernantes sin perder su autentici-dad y sin que sus ideas se diluyan en las decisiones deestos?. Alrededor de estas dos preguntas (aunque se-rían más de dos, claro está) gravita otra cuestión con-cerniente a los requisitos que tenga que cumplir unateoría para ser calificada de filosofía, es decir, de aque-llas dos se desmiembra la cuestión de la filosofía ins-titucional frente a otras manifestaciones que puedanser en toda regla filosóficas. Estas preguntas retumba-rán tanto en Utopía como en El Príncipe en tanto que,como proyectos políticos que son, se interrogarán so-bre la manera en la que puedan ser llevados a cabo.

En el caso de Moro, esta relación del filósofo con elpoder se ve de manera negativa, entendiendo que enella el primero siempre ocuparía el lugar del siervo7.Es cierto que en la lectura de Utopía es el mismo Moroquien en más de una ocasión le anima a Hitlodeo a in-tervenir en la causa pública, insistiendo en que si susconsejos fuesen oídos por los gobernantes el beneficiosería mutuo. Sin embargo, si tomamos, como creo quedebe tomarse, las opiniones de Rafael Hitlodeo como

5.- Maquiavelo (2011), página 15

6.- Historia de la Filosofía. Vol. 5. La filosofía del Renacimiento. Siglo XXI, editores. Madrid, 1979, página 197. Citado en Moro (2012), pá-gina 19.

7.- “Me extraña, mi querido Rafael, que siendo el que eres y dada tu ciencia y conocimientos de lugares y hombres, no te hayas coloca-do al servicio de alguno de esos reyes. Habría sido un placer para cualquiera de ellos. Al mismo tiempo le habrías instruido con tusejemplos y conocimientos de lugares y de hombres”. Moro (2012), página 89. Ante esta pregunta, Rafael responde: “...Pero lo que nome pueden pedir es que, además, tenga yo que convertirme en siervo de ningún rey”. Íbidem. IS

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las del propio Moro, son numerosas las veces en queeste sostiene la inutilidad que supondría tal acción8.Incluso ante la insistencia de Moro de que lo que ha-bría que hacer es insinuarse de forma indirecta9,Rafael contesta que de obrar así, el único resultado po-sible sería que las ideas del filósofo se deformasen pa-ra poder pasar la censura de los gobernantes. De estasafirmaciones, me causa una cierta incredulidad el pen-sar que la única manera entonces en la que el proyec-to de Utopía pudiera hacerse real sería tal y como vie-ne reflejado en el libro, es decir, mediante una especiede volcado de lo literario (o filosófico) en la realidad.Sin duda, este copiar la letra y el espíritu de Utopía enla materialidad de la Inglaterra del siglo XVI parececuando menos increíble. Por otro lado, el mismoMoro, parece ser, desempeñó el cargo de Sheriff de laciudad de Londres, por lo que no rehuyó el protago-nismo en la esfera pública ni mucho menos. De hecho,una de las características del proyecto utópico es pre-cisamente ese vivir por el bien público, por lo que de-bemos entender que esa esfera pública no emana delcetro del Rey. Es decir, que lo que me parece claro esque la preocupación por lo público de Moro es tan pa-tente que esta no se tranquilizaría si su lugar estuvie-ra junto al trono real, más bien al contrario, pues ese noparece el mejor lugar desde el que mejor se ordena esaesfera. Sin embargo, ya digo, me parece difícil pensaren una transformación de la sociedad inglesa de en-tonces según los parámetros de Utopía sin hacerla pa-sar bien por una influencia en los poderes fácticos,bien por una de revolución del pueblo.

Por otro lado, el caso de Maquiavelo también giraen parte en torno a la pregunta de si los filósofos pue-den y deben agenciarse con los políticos. Ya se ha ha-blado sobre su deseo cuando escribe a FrancescoVettori por saltar a la escena política de la mano de los

Medicis. Es cierto que esta urgencia del florentino pa-recía provenir en parte de una preocupación por lapropia economía, aunque no se pueden ignorar suslargos años de ejercicio activo en la política, los cualesle habrían permitido conocer los vericuetos de la si-tuación italiana e internacional. También se podríadecir que Maquiavelo propone, para reformar total-mente el Estado, concentrar el poder en una sola per-sona (como ejemplos servirán el de Moisés y el deRómulo), la cual debe ser autosuficiente, del mismomodo que el Estado que gobierna, por lo que parece-ría fuera de lugar que esa persona, el príncipe, estu-viera influenciada por los consejos de un secretariovirtuoso. Sin embargo, el mismo Príncipe parece que-rer ser una guía para aquellos gobernantes que quie-ran hacer de su estado un principado fuerte, por loque a mi juicio habría que pensar que Maquiavelo, alcontrario que Moro, abogaba activamente por una in-tervención del filósofo en la política10. Volveremos so-bre ello en la conclusión.

Organizar un Estado

Una vez que hemos visto lo que ambos autores tienenque decirnos sobre la unión del filósofo con el poder,conviene detenerse en qué tipo de proyecto político sepropone tanto en Utopía como en El Príncipe.

En Utopía la primera característica podría ser lasupresión de todo conato de propiedad privada11. Enla introducción del libro Pedro Rodríguez Santidriánhabla del “comunismo” de Utopía, y ciertamente pa-rece que, a grandes rasgos, lo apuntado por el inglésno se alejaría de una visión en la que todo fuera de to-dos, pues a la supresión de la propiedad privada le se-guiría la igualdad de bienes como principio básico12.De estas dos notas nacería una tercera característica:

8.- Cuando Moro le pregunta si “no se alejará de nosotros esa dicha si los filósofos ni se dignan siquiera asistir a los reyes con sus con-sejos”, Rafael contesta: “No son tan displicentes y, sin duda, lo harían de buena gana. Ahí están multitud de libros escritos por ellossobre estos temas. Pero sucede que no siempre los jefes de Estado están dispuestos a escucharlos. El mismo Platón se daba cuenta deque los jefes de Estado, equivocados desde niños con ideas perversas y viciadas, necesitaban ejercitar la filosofía para aprobar los con-sejos que les dieran los filósofos...¿No crees que si yo propusiera a cualquier jefe de Estado unas medidas sanas y tratara de desterrarlas costumbres que originan tantos males, me tomarían por loco o me despedirían?”. Moro (2012), página 114. Otro ejemplo lo en-contramos en la siguiente afirmación de Rafael Hitlodeo: “En los consejos reales no vale ir con sutilezas ni distinciones. Hay que apro-bar abiertamente las peores decisiones y firmar los decretos más arbitrarios”. Moro (2012), página 126.

9.- Moro (1012), página 124.

10.- Véase simplemente el escrito que dirige el autor a Lorenzo de Medici al comienzo del libro. Maquiavelo (2011), página 43-45.

11.-“De todos modos, mi querido Moro, voy a decirte lo que siento. Creo que donde hay propiedad privada y donde todo se mide porel dinero, difícilmente se logrará que la cosa pública se administre con justicia y se viva con prosperidad” Moro (2012), página 126.Asimismo, cuando se habla de la disposición de los jardines de las casas, se dice por boca de Rafael: “Todos pueden entrar y salir enellas. Nada se considera propiedad privada. Las mismas casas cambian cada diez años, después de echarlas a suertes”. Moro (2012),página 144.

12.- “Cuando considero en mi interior todo esto, más doy la razón a Platón. Y menos me extraña que no quisiera legislar a aquellas ciu-dades que previamente no querían poner en común todos sus bienes. Hombre de rara inteligencia, pronto llegó a la conclusión deque no había sino un camino para salvar la república: la aplicación del principio de la igualdad de bienes“. Moro (2012), p. 127. IS

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la desestimación de la riqueza como medida de valorde las cosas13. Incluso cuando se habla de la supre-sión de la ociosidad en Utopía, parece que la elimina-ción de la moneda conlleva que los utopianos destie-rren la ociosidad y se den ávidos al trabajo14, sin queeste pueda verse como un medio para enriquecerse,sino como una manera de mejorar la comunidad.

Es curioso cómo Moro nos dice, por medio deRafael, que “los vasos de noche y otros utensilios de-dicados a usos viles se hacen de oro y plata”, así co-mo que “con estos mismos metales se forjan las cade-nas y los grilletes que sujetan a los esclavos”15. Esterazonamiento parece mostrar que lo que pretendeMoro no es tanto suplantar el protagonismo del oro(y del dinero en general) por algún otro sistema alter-nativo, como por ejemplo el trueque, sino que lo real-mente fundamental sería que no hubiese una medidadel valor de las cosas más allá de su utilidad para lacomunidad. De todos modos, el juego que lleva a ca-bo el londinense parece bastante sutil e ingenioso,puesto que utiliza ese protagonismo del oro que cual-quier lector (ya que nunca hemos vivido en Utopía)reconocerá como unidad de medida del valor de lascosas, para llamar la atención sobre la inconsistenciade tal convención en las sociedades del siglo XVI.Asignarle este material a la confección de las cadenasy grilletes de los presos no es sino una ironía que po-ne de manifiesto que la exclusividad del oro va ligadaa su alto valor, lo cual no obedece a ningún tipo de in-quietud que tome el beneficio de la sociedad comoprioritaria. Por esta vía, se afirma que el único uso po-sible del dinero en Utopía sea el de pagar a mercena-rios extranjeros en el caso de una posible guerra16.Esto se entiende de la siguiente manera: puesto que,en el caso de una guerra, conviene salvaguardar la vi-da de los utopianos y no exponerlos a la farragosa ba-talla, se ha de pagar un buen número de mercenariospara que la lleven a cabo (este es uno de los contadospuntos en los que Moro se acercaría a Maquiavelo).De todas formas, la supresión del dinero deja cons-tancia, otra más, de la igualdad que se persigue en

Utopía (igualdad de bienes, derechos y libertades), lacual será una nota distintiva del Humanismo queprofesa Moro.

Esta igualdad se extendería hasta el reparto equi-tativo de la comida, aunque en este punto parece ha-ber algunos matices que antes no habíamos encontra-do. Estos surgen cuando Moro afirma que tanto elpríncipe, el pontífice, los traniboros, así como los em-bajadores y todos los extranjeros merecen una consi-deración especial17. Aunque esta afirmación no se sal-dría del guión de la época en la que se redacta el tex-to, sí que llama la atención por cuanto es una de laspocas líneas en las que el igualitarismo de Moro pare-ce resquebrajarse.

Otro punto importante de las consideraciones deMoro es, a mi juicio, cuando habla sobre la justicia enUtopía. Como si escribiese desde la actualidad, el in-glés cree que entendiéndola como la virtud que atri-buye a cada uno su derecho, su existencia es más bienescasa en el Londres del XVI. Habría en este dos jus-ticias distintas: una para pobres y otra para ricos. Sinembargo, la ley en Utopía no parte de ninguna espe-cie de derecho natural18, sino que -como recuerdaMoro con el ejemplo de la muerte de Ananías- se cir-

13.- “Pero en el hombre existe otra causa de avaricia: el orgullo. Éste se vanagloria de superar a los demás por el boato de una riquezasuperflua. Un vicio que las instituciones de los utopianos han desterrado”. Moro (2012), p. 159

14.- Moro (2012), página 166.

15.- Moro (2012), página 171.

16.- “Pero, sobre todo, lo destinan a movilizar y pagar espléndidamente a mercenarios extranjeros, pues prefieren exponer a la muerte aéstos que a sus conciudadanos”. Moro (2012), p. 169

17.- “...lo que hay de mejor en el mercado se distribuye equitativamente por los comedores, según el número de comensales.Consideración especial merecen el príncipe, el pontífice, los traniboros, además de los embajadores y todos los extranjeros -cuandolos hay, que son pocas veces-.”. Moro (2012), p. 161.

18.- “Tanto es así, que, si quisiéramos, hoy día, definir la justicia -los antiguos autores se complacían en definirla como la virtud que atribuyea cada uno su derecho-, no la encontraríamos en ninguna parte de la vía pública. O tendríamos que admitir que es -si así puedo llamar-la- una especie de distribuidora de raciones...A no ser que estas personas pretendan que este derecho nace de una justicia fundamen-tal...y que llaman derecho natural“. Moro (2012), p. 56IS

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cunscribe a la comunidad19. La justicia en Utopía es,por tanto, el medio a través del cual se distribuyen yse racionan los derechos y las libertades. Además, hade ser clara al pueblo, pues ¿de qué sirve una ley, quelo que pretende es dar a conocer a cada uno sus debe-res y derechos, si está tan embrollada que resulta in-inteligible?. A la claridad se le sumaría la brevedaddel corpus legislativo. Pero lo que me parece más sig-nificativo es que se suprimen todo tipo de mediacio-nes entre los ciudadanos y la justicia. La figura delabogado resulta anacrónica. Cada ciudadano puededefender su causa ya que las leyes son pocas y estánclaras20. Se implementa así una acción directa de laciudadanía en la resolución de los conflictos que pue-dan surgir entre ella.

Por otro lado, el caso de Maquiavelo es bastantedistinto en lo que a la organización de los Estados serefiere. En primer lugar, parece no detenerse dema-siado en cómo estos estados deban organizarse, en-tendiendo por esto que no se para a describir la ma-nera en la que las instituciones que los componen de-ban constituirse y articularse entre sí. El poder ha deresidir en una única persona, el príncipe, el cual, deigual manera que el principado que gobierna, debeser autosuficiente. En lo que sí es minucioso es en des-cribir los diferentes tipos de Estado y cómo se ha de

comportar el príncipe para conservarlos o ganarlos.Así vemos que el Estado puede ser o bien una repú-blica o bien un principado. En este segundo caso en-contramos dos posibilidades: que sean hereditarios onuevos. Si son nuevos, pueden ser completamentenuevos (Milán para F. Sforza) o a modo de miembrosañadidos al Estado hereditario del príncipe que losadquiere (Nápoles con respecto al rey de España)21.Como he dicho, son numerosos los comentarios delflorentino a lo largo de El Príncipe acerca de cómo hade comportarse el príncipe ante el pueblo que gobier-na, así como son numerosas las matizaciones que sehacen sobre el mantenimiento de los ejércitos (figurasobre la que nos detendremos más adelante). Sin em-bargo, llama la atención que no se detenga en reflexio-nar cómo han de comportarse las instituciones de di-chos estados (a la manera como lo hará por ejemploSpinoza en el Tratado teológico-político), quizá porquemientras que para Moro la sociedad parece ser uncuerpo con numerosos órganos de gobierno -cuyobuen funcionamiento reside en el buen entendimien-to que debe haber entre ellos para lograr una mejorcomunidad-, para Maquiavelo únicamente habríaagentes, y no órganos o instituciones, que podrían serutilizados por el príncipe para fortalecer su poder y elde su Estado.

De ahí que uno tenga la sensación de que el floren-tino no pretenda subvertir el orden de las cosas, comolo hará Moro, sino más bien decirnos cómo ha de uti-lizar el príncipe ese orden de cosas con el fin de forta-lecer el Estado. Sin ir más lejos, en el caso de los no-bles estos no pueden ignorarse si uno quiere hacer po-lítica. Estos están ahí y han de ser útiles para el prín-cipe. En ningún momento se duda de su existencia ose juguetea con su eliminación22. Se entienden comootra fuerza más que entra en la escena política, cuyocontrapeso sería el pueblo, el cual en ningún momen-to ha de ser descuidado, puesto que tan importantecomo estimar a los primeros es hacerse amar o temerpor el pueblo23. Sin embargo, en todo momento elpueblo no es más que un medio para el príncipe, mien-tras que en Utopía parecía ser un fin en sí mismo, has-

19.- “Pero Cristo, creador y dispensador de todo bien, después de haber legado a sus seguidores una comunidad pitagórica y la cari-dad, nos dejó un ejemplo espléndido: la pena de muerte a Ananías, culpable de haber infringido la <<ley de comunión>> o de laamistad”. Moro (2012), página 57.

20.- Moro (2012), página 206-208.

21.- Maquiavelo (2011), página 47.

22.- “Concluyo, pues, de nuevo que un príncipe debe estimar a los nobles, pero no hacerse odiar del pueblo”. Maquiavelo (2011), pági-na 126.

23.- La importancia del pueblo se pone de manifiesto sobre todo en el caso del principado civil, aunque esto no quiere decir que los ciu-dadanos sean algo más que un medio para conseguir el poder, al igual que los nobles: “No por medio de crímenes y otras violenciasintolerables, sino con el favor de sus ciudadanos, surge así un principado que podríamos llamar civil (para llegar al cual no es nece-sario basarse exclusivamente en la virtud o exclusivamente en la fortuna, sino más bien en una astucia afortunada), digo que seasciende a dicho principado o con el favor del pueblo o con el favor de los grandes”. Maquiavelo (2011), página 84. IS

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ta el punto que no se entendería la cotidianidad de laisla sin los utopianos y al revés: no podríamos com-prender el carácter de estos si no hubiesen sido mol-deados desde su nacimiento por la manera en que segestionan las cosas en Utopía. Sea como fuere, cuan-do Maquiavelo entiende lo político como com posiciónde fuerzas -tal y como ha señalado Gabriel Albiac24-se desentiende de toda descripción paisajística delEstado -a la manera como Platón lo hiciese con la po-lis ideal en La República- para pasar a centrar su análi-sis en la voluptuosidad de los hombres, es decir, en elterreno de las pasiones y las maneras en que estaspuedan ser aprovechadas por el príncipe. Es quizásesta la razón por la que Maquiavelo no se pare a ha-blar de “organización” del Estado (ideal), puesto queno tendría ningún sentido, más allá del literario o des-criptivo. Parece estar diciéndonos que lo verdadera-mente útil es aquello a lo que en todo momento dichaorganización parece estar supeditada: las pasioneshumanas. El pueblo y los ciudadanos -al igual que losnobles-, por tanto, dejan de tener un valor en sí mis-mo; no importan tanto como entidades sino comoagentes pasionales, de los cuales el príncipe ha de ga-narse su amor o su temor.

Sobre la guerra

De acuerdo con lo dicho anteriormente a Maquiavelono le interesa tanto detenerse a describir cómo se ha-brían de comportar unos supuestos organismos de

gobierno como el papel que puedan tener los diferen-tes agentes en los asuntos políticos (es decir, la utili-dad que puedan tener para el príncipe). Entre estosagentes encontramos el pueblo y los nobles, perotambién los ejércitos. Un estado ha de tener un ejérci-to propio fuerte, que nunca se abra a la posibilidad dela deserción o la rebelión. Por ello que las tropas mer-cenarias “no hagan nunca sino daño”25. Una buenagestión de las tropas abre las puertas a la estabilidaddel Estado, y ello parece ser porque la guerra es másque una posibilidad, es un hecho. No hay que olvidarque los estados pueden originarse a través de guerras.Además de ello, también puede ser una manera deconservarlos y no dejarlos caer en las manos inade-cuadas26. La toma de partido es algo inevitable y eltiempo en que se toman las decisiones parece ser unfactor fundamental -la premura en la toma de decisio-nes es válida no sólo para el Estado, sino también pa-ra el príncipe-. Por ello, por la importancia de estarpreparado ante cualquier enfrentamiento posible, re-sulta esencial tener un ejército propio saneado. De ahíque el florentino hable sobre la dificultad añadida quesuponía para los emperadores romanos tener un ejér-cito que no se entregara a la avaricia y la crueldad delos soldados27.

Muy al contrario que el italiano, Moro desarrollaen el libro primero un auténtico alegato contra la gue-rra y sus altos costes28. Es en el libro segundo, sin em-bargo, donde se justifica que se vaya a una guerra endeterminados casos29. Aparte de la necesidad de ali-

24.- “La hipótesis de esa misantropía como método, de esa misantropía metódica, permite colocar entre paréntesis todo y así asentar lasbases de un criterio incuestionable. En este caso, tanto en Maquiavelo como en Guicciardini, la constatación de que no hay posibilidadde entender nada partiendo de hipótesis de moralización de lo político, tiene la función de sencillamente colocar todo ese campo de lo mor-alizante fuera del ámbito regulable del análisis y pasar a entender el funcionamiento de las relaciones políticas en otros términos, en términosde composición de fuerzas“. G. Albiac (2011), p. 46. La cursiva es mía.

25.- “Y la experiencia nos hace ver que príncipes solos y repúblicas armadas llevan a cabo acciones capaces de engrandecer extraordi-nariamente su poder, mientras que las tropas mercenarias no hacen nunca sino daño. Además, es más difícil que caiga bajo el poderde uno de sus ciudadanos una república armada con tropas propias que otra armada con tropas foráneas”. Maquiavelo (2011), pági-na 97.

26.- “Y si alguno dijera que el rey Luis cedió la Romaña a Alejandro y el reino de Nápoles a España para evitar una guerra, le respondocon las razones dichas anteriormente: no se debe jamás permitir que continúe un problema para evitar una guerra porque no se la evita, sinoque se la retrasa con desventaja tuya“. Maquiavelo (2011), página 58. La cursiva es mía.

27.- “Se ha de tener en cuenta, en primer lugar, que mientras en los otros principados sólo se ha de luchar con la ambición de los grandesy la insubordinación del pueblo, los emperadores romanos se enfrentaban a una tercera dificultad: tener que soportar la crueldad yla avaricia de los soldados”. Maquiavelo (2011), p. 127. En lo referente a lo dicho aquí acerca de “los grandes” y del pueblo, me remi-tiré a lo dicho anteriormente, es decir, que Maquiavelo ve como medios tanto a unos como a otros, a lo cual se vienen a sumar los sol-dados. Estos son medios para la obtención de un estado así como para su conservación. Conviene destacar, sin embargo, que lo di-cho no valdría en el caso de los principados civiles.

28.- “Piensa, por último, que trato de demostrarles que todos los preparativos de guerra en que tantas naciones se empeñan no hacensino esquilmar a los pueblos, y agotan sus recursos para, después de algún efímero triunfo, terminar en total fracaso. Que lo prudentees conservar el reino de los mayores, enriquecerlo lo más posible y hacerlo más y más próspero. Que ame a su pueblo y que éste lequiera, que conviva con las gentes de paz, gobernándolas con dulzura. Que lo justo es desinteresarse de los otros reinos. Que lo quele cayó en suerte le basta y le sobra para un buen gobierno”. Moro (2012), p. 118.

29.- Uno de esos casos es el que “un pueblo, dueño de un suelo,, que no necesita y que deja improductivo y abandonado, niegue su usoy su posesión a los que por exigencias de la naturaleza deben alimentarse de él”. Moro (2012), p. 158. En algunos casos, como recuer-da una nota a pie de página en esta edición, se ha visto aquí una defensa del colonialismo inglés. Sea como fuere, parece que todo ac-to bélico estaría aquí justificado por la obtención de recursos que no sean aprovechados por un pueblo. IS

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mento por parte de un pueblo, vemos que otras cau-sas de guerra justa serían defender las propias fronte-ras, expulsar a los enemigos invasores, derrocar a undictador así como responder a injurias y agravios30.Las situaciones que llevarían a los utopianos a un en-frentamiento con otro pueblo serían estas, aunque ha-bría que decir que la guerra ha de evitar un alto costehumano para los ciudadanos, y en esto parece acer-carse a Maquiavelo -aunque sus posturas referentes alos mercenarios sean contrapuestas- ya que persigueel mal menor mediante (casi) cualquier medio31.

El giro que parece tomar Moro con respecto a estoa lo largo del libro parece atender más a las exigenciasde la realidad que a las de la utopía. Ello es compren-sible, pues a pesar de que Utopía sea una isla -forma-ción idílica para no tener ninguna necesidad de pen-sar en ejército alguno-, la existencia de la Inglaterra deMoro parece hacer demasiado fantástico cualquier re-lato en el que las armadas brillen por su ausencia.Ahora bien, mientras que la optimización de los re-cursos (optando siempre por el mal menor y las arti-mañas que sean necesarias para obtenerlo) es algo a loque atienden tanto Moro como Maquiavelo, sí queparece que es fruto de intereses distintos. Mientrasque en Moro hay una cierta responsabilidad moral conel pueblo (llama la atención que casos por los que de-clarar una guerra sean proteger a los ciudadanos, pe-ro también derrocar a un posible dictador que no per-mitiese desarrollarse plenamente a otros ciudadanos),en Maquiavelo el principal interés es la fortaleza delpríncipe, así como del estado que se gobierna. Inclusocuando el primero se pone la máscara del florentinose parece demasiado a sí mismo como para abando-nar sus propios ropajes en favor de una consideracióncompletamente maquiavélica de la política. Volvemosa la preocupación de Moro por el pueblo, por la ciu-dadanía, de una manera plena, sin ambigüedades, lacual permanece ausente en Maquiavelo ya que este loobserva (junto con los nobles y los ejércitos) como unmedio para asegurar el poder y la fortaleza delEstado. Mientras que Moro parece perseguir la pleni-

tud de libertades y derechos del (o de un) pueblo -pa-ra lo que la guerra sí que sería un medio-, Maquiavelono entiende de nada más que de asegurar la fortalezadel Estado y del príncipe, sin que ello nos lleve a pen-sar que dicha fortaleza estaría cimentada en el cuida-do de las libertades y derechos de los ciudadanos.

La naturaleza de Moro y la fama del Príncipe

Parece, pues, que bastante de lo dicho en El Príncipegira en torno a la fortaleza del Estado, mientras queen Moro se contemplan otros aspectos tales como labuena administración de los recursos de la comuni-dad (la igualdad de bienes), las libertades de los uto-pianos, así como su felicidad. La presencia de esta úl-tima detalla hasta qué punto son importantes para elinglés los ciudadanos y cómo el hecho de que estoslleven una vida buena es algo crucial y concierne elámbito de la política. En efecto, parece como si, en sudeseo por evaporar los límites entre la moral y la po-lítica -cosa que no ocurrirá ni por asomo enMaquiavelo-, acaba responsabilizando a esta últimade cosas como la felicidad de los individuos de unEstado, algo que debería a priori pertenecer exclusi-vamente al ámbito de la moral (aunque dejamos ensuspenso que pueda hacerse una división tal, es decir,que pueda desligarse la moral de la política).

Otro ejemplo de lo que acabo de decir lo encontra-mos en el concepto de placer. Cuando Moro hablaacerca de la manera en la que los utopianos persiguenel placer nos induce a pensar que su búsqueda ha detener siempre como horizonte el mismo placer de losdemás. La búsqueda del placer es comprensible,puesto que a ello nos dirige nuestra propia naturaleza,y seguirla es de sabios. Naturaleza y moral están im-bricadas, pidiendo que el hombre se afane en el pla-cer, no sólo para sí mismo, sino para los demás32. Enefecto, la cristiandad universal que el humanismo deMoro y de Erasmo33 reivindican afirma la existenciade una compensación por las buenas obras, o dichode otro modo, por aquellas que van encaminadas a

30.- Moro (2012), p. 212-217. En lo dicho aquí aprovecho en parte lo indicado en la nota 88 de la presente edición.

31.- “Para ellos, el mayor timbre de gloria es vencer al enemigo con habilidad y engaño”. Moro (2012), p. 215. La guerra ganada con san-gre es bastante más desventajosa que la victoria sobre el enemigo con habilidad y engaño.

32.- “Procurar tu propio bien sin violar estas leyes es de prudentes. Trabajar por el bien público es un deber religioso. Echar por tierra lafelicidad de otro para conseguir la propia es una injusticia. Privarse, en cambio, de cualquier cosa para dársela a los demás es señal de unagran humanidad y nobleza, pues reporta más bien que el que nosotros proporcionamos. Al mismo tiempo esta buena obra queda recompen-sada por la reciprocidad de servicios. Y por otra parte, el testimonio de la conciencia, el recuerdo y el reconocimiento de aquellos aquienes hemos hecho bien producen en el alma más placer que habría causado al cuerpo el objeto de que nos privamos. Finalmente,Dios compensa con una alegría inefable y eterna la privación voluntaria de un placer efímero y pasajero...En consecuencia, bien pensa-do y examinado todo, siguen pensando que todas nuestras acciones, incluidas todas nuestras virtudes, están abocadas al placer como a su fin y fe-licidad“. Moro (2012), página 183. La cursiva es mía.

33.- “...y convertir el concepto de la cristiandad como mera comunidad religiosa en el de una cristiandad universal, un amor entregado,solícito y humilde a la humanidad”. Zweig (2005), página 96 IS

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producir placer en los demás (el causante de estacompensación sería Dios, quien “compensa con unaalegría inefable y eterna”34).

Ahora bien, volviendo al concepto de felicidad,¿qué podríamos decir sobre esta?, ¿dónde encontrarí-amos la felicidad en Utopía?. Pues esta no parece serotra cosa que salvaguardar la libertad interior y culti-var el espíritu35. Sin embargo, no podríamos conten-tarnos diciendo que la felicidad supone únicamenteuna dicha interior, puesto que está directamente rela-cionada con el placer, el cual hemos visto que ha dedarse hacia los demás. La felicidad sería el placer su-mo, pero además no podría haber virtud sin placer,pues es una virtud seguir la naturaleza, y esta nos em-puja a buscarlo. Es decir, lo virtuoso será perseguir elplacer, el cual aparece como el posibilitador de la feli-cidad. Encontraríamos, por tanto, triada compuestapor la felicidad, la virtud y el placer36 que estaría ma-cerada con ciertos principios religiosos (como hemosvisto en el caso del placer).

Hay así un hedonismo moreano que busca conju-gar esos tres elementos, barnizándolos con una páti-na de universalismo religioso, por lo que no resultaextraño que, en el razonamiento de Moro, se apele a

la naturaleza como clave de bóveda que posibilita talconjugación. La colocación de este concepto no pare-ce nada arbitraria; no así el mismo concepto, el cualbien podría calificarse de arbitrario, ya que en nume-rosos casos hemos visto que hacer pasar por naturalcualquier cosa es el camino más corto de otorgarle uncierto aire de ciencia o de objetividad. Así la naturale-za aparece como aquello que valida el argumento deMoro: la búsqueda de placer está en nuestra propianaturaleza, siendo lo virtuoso seguirla.

La búsqueda de la felicidad en Maquiavelo deja deser objeto de sus preocupaciones desde el momentoen el que la naturaleza viene a ser suplantada por lafortuna y la virtud37. Si, como dijimos, el faro alrede-dor del cual gira la obra del italiano no es ya la integri-dad de la vida pública, sino la figura del príncipe, noes de extrañar que el autor afirme que sea éste el quepueda llegar al gobierno gracias a ambas cosas. Enprincipio, la fortuna es una diosa caprichosa38, por loque hacer depender completamente de ella el gobier-no de los asuntos humanos sería demasiado arriesga-do39. En la Italia de la época lo que habría es una de-pendencia irracional de la fortuna, y no un cuidado dela virtud; por ello, entre otras razones, que se escriba

34.- Moro (2012), página 183.

35.- “Las instituciones de esta república no buscan más que un fin esencial: rescatar el mayor tiempo posible en la medida en que lasnecesidades públicas y la liberación del propio cuerpo lo permiten, a fin de que todos los ciudadanos tengan garantizados su libertadinterior y el cultivo de su espíritu. En esto consiste, en efecto, según ellos, la verdadera felicidad“. Moro (2012), página 156. La cursiva es mía.Antes de esta afirmación, el autor afirmaba que todos los utopianos trabajan en actividades útiles (para la comunidad, se entiende),sin tener una carga excesiva de trabajo, lo cual posibilita que puedan desarrollar su libertad y cultivar su espíritu, es decir, ser felices.Encontramos, por ello, que la felicidad no se encontraría exclusivamente en el trabajo, aunque tampoco, como he intentado mostraranteriormente, en la ociosidad desenfrenada. Tener tiempo para cultivar el propio espíritu no debe, claro está, confundirse con laociosidad.

36.- “En lo referente a la étca o filosofía de las costumbres, inciden en los mismos problemas que nosotros. Se plantean el problema delbien o felicidad del alma, del cuerpo y de los bienes externos. Les preocupa saber si el término <<bien>> conviene a estas tres cate-gorías o sólo a las dotes del espíritu...Discuten sobre la virtud y el placer. Pero la principal y primera controversia se centra en saberdónde está la felicidad del hombre. ¿En una o varias cosas? Sobre este punto, parecen estar inclinados, más de la cuenta, a aceptar la opiniónde los que defienden el placer como la fuente única y principal de la felicidad humana”. Moro (2012), página 179.

37.- Sin embargo hay que decir que en El Príncipe sí que existe la figura del príncipe natural, pero ello no modifica lo dicho, puesto queesta figura no es sino aquel que lo es por antigüedad y continuidad (Maquiavelo, 2012, página 48). Mientras que en Moro parecehaber todo un aparataje para defender una cierta idea de naturaleza humana, en Maquiavelo si quisiéramos hacer la misma operación(la de elaborar un magma del cual todos los hombres participasen) encontraríamos conceptos tan desestabilizadores como las pa-siones, la fortuna, la propia virtud, etc. Al contrario, en Moro sí que habría una esencia humana, la cual sería bueno respetar. Ello eslo que en Utopía se busca; incluso cuando se habla de la igualdad de bienes y de la libertad, se da por supuesto que todo hombre lasbusca y, en el momento en que sea necesario, las cuidará (no únicamente las suyas, sino también las de los demás).

38.- Una muestra formidable del azar al que está siempre sujeta la Fortuna la encontramos en la obra “La Fortuna” de Rubens, en la queesta aparece apoyada sobre una esfera que a su vez flota en el mar, arrojada a los vaivenes caprichosos que el viento le induce.Cualquier movimiento fortuito de la diosa podría acabar tanto en desgracia como en dicha, sin que exista una ecuación razonable paradilucidar cuáles serían las instrucciones a seguir si se quisiera alcanzar la primera. Todo ello adquiere una dimensión más humanacuando se advierte que del equilibrio sutil de la diosa no depende únicamente su propio destino, sino el del resto de los mortales. Ladiosa quedaría ajena a la dicha o desgracia que reparte, siendo solo el artífice de su consecución -de igual manera que, en ciertos re-latos mitológicos, los actos humanos son pesados en una balanza por la justicia ciega, la cual en su ceguera admite que no reconocea aquel a quien se premia o se castiga-. http://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/la-fortuna/

39.- “Y dado que el hecho de convertirse de particular en príncipe es fruto de la virtud o de la fortuna, parece, en principio, que la unao la otra de estas dos cosas mitigue en parte muchas de las dificultades; sin embargo, el que se ha abandonado menos a la fortuna seha mantenido mejor”. Maquiavelo (2011), página 66IS

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El Príncipe. Aún así, aunque a Maquiavelo -en su afánpor perseguir la fortaleza del estado- le interesan másaquellos príncipes que lo son por virtud (comoMoisés, Ciro o Rómulo), la fortuna es contemplada co-mo otra vía a través de la cual el particular puede con-vertirse en príncipe. Incluso habría quien, como es elcaso de César Borgia, pasó de la fortuna a la virtud40.

Habría que entender por virtud no sólo la periciapara manejar los asuntos públicos, sino el talento delpropio príncipe para que “cada una de sus acciones leproporcione fama de hombre grande y de ingenio ex-celente”41. Si, como dijimos, se conciben el pueblo, losnobles y el ejército como medios para un fin, y enten-demos que dicho fin sería la fortaleza del estado, nopodríamos establecer esta relación medios-fin sin pa-sar antes por el príncipe, claro está. Por lo que la forta-leza del estado, su imagen hacia el resto de estados, es-taría condicionada por el semblante que el propiopríncipe irradia. Un príncipe virtuoso sabría construir-se una imagen que trabajaría a favor de la fortaleza eintegridad del estado. No debemos entender aquí vir-tud como una capacidad cargada de buenas intencio-nes, puesto que se afirma en numerosas ocasiones a lolargo del libro que aunque (para el príncipe) siemprees mejor ser amado que temido, lo es también ser te-mido que odiado. Quizás por esto último que el autorabra la puerta a un buen uso de la crueldad por partedel príncipe42. Aparte de la utilidad que pueda tenerla crueldad para el príncipe, ya dijimos anteriormenteque este debía saber usar la zorra y el león, entendien-do por esto último el saber amedrentar a los lobos, al-go que no es sino otra llamada más de atención sobrela importancia de tener un príncipe fuerte al mandodel Estado que no dude en utilizar las argucias y losmétodos que sean necesarios para detentar el poder.Esto, a mi juicio, no quiere decir que a Maquiavelo leobsesione que el príncipe pueda en todo momento sa-lirse con la suya, eternizando su mandato por los si-glos de los siglos. Hay, al contrario, un cierto sentidode la utilidad de ese tipo de prácticas, pero no de utili-dad únicamente para el príncipe, sino de utilidad para

el Estado. Ya se ha dicho aquí que la relación del prín-cipe con su Estado parece ser proporcional: lo que elpríncipe debe ser para sus súbditos, el Estado debeserlo para los otros estados.

Conclusión: Utopía y Teleología

Habría, pues, varios interrogantes alrededor de lasposturas que Moro y Maquiavelo toman en sus res-pectivas obras. Ya dijimos al principio del trabajo quelas dos posturas podrían correr el riesgo de ser irre-conciliables, aunque merece la pena detenerse a verloy, en el caso de que así sea, decir por qué lo son.

La utopía de Moro, aún tomando como referente(como vimos en el caso del oro) la propia realidad dela Inglaterra del siglo XVI, permanece en una esferaque, si bien en ningún momento de aquel siglo se pu-so en práctica, a menudo parece haber formado parte(aunque no se haya hecho explícito) de ciertos movi-mientos sociales a lo largo de la Historia. Creo que po-dríamos encontrar las líneas mas gruesas de Utopía enel ideario de más de un movimiento ciudadano ac-tual, en los cuales, entre otros puntos, se defiende y sereivindica la igualdad de bienes y la revisión del sen-tido de propiedad privada. Parece que esas gramíne-as moreanas han ido solidificando en las acciones depequeños corpúsculos sociales. Quizás sea ese su am-biente, pues parece que las propuestas que hace el in-glés no son fácilmente traspasables a las sociedadesoccidentales una vez que se desecha la idea de que elfilósofo pueda hacerse un hueco junto al político. Estees, según intenté apuntar antes, uno de los problemasprincipales de lo relatado por Moro: la manera en laque la utopía deba realizarse en la materialidad de lacotidianidad. Al situar su relato en una isla, al llamar-la no-lugar, y en definitiva al pintar un paisaje comple-tamente irreal, Moro parece dejar en suspenso la uti-lidad política que pueda tener su mensaje. Sin embar-go, la Historia no es ni mucho menos un abandono alpathos de las fórmulas que les son dadas a los hom-bres, sino que en ella se intuye principalmente el cam-

40.- “Por otra parte, César Borgia -llamado vulgarmente duque Valentino- adquirió el Estado gracias a la fortuna de su padre, y con elirse de ella lo perdió, a pesar de haber recurrido a todo tipo de medios y haber hecho todas aquellas cosas que un hombre prudentey virtuoso debía hacer para poner sus raíces en aquellos Estados que las armas y la fortuna de otros le habían proporcionado...Asípues, si se estudia atentamente todas las acciones del duque, se podrá ver que se había procurado fundamentos sólidos para su fu-turo poder”. Maquiavelo (2011), página 71.

41.- Maquiavelo (2011), página 141.

42.- “...por el contrario, otros muchos no han podido mediante la crueldad conservar el Estado ni siquiera en tiempos pacíficos, por nohablar de los dudosos y arriesgados tiempos de guerra. Creo que esto es debido al mal uso o al buen uso de la crueldad. Bien usadas sepueden llamar aquellas crueldades (si del mal es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de golpe, por la necesidad de asegu-rarse, y luego ya no se insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más útiles posibles para los súbditos”. Maquiavelo (2012),página 83. La cursiva es mía. Aunque Maquiavelo se detenga brillantemente en una supuesta bondad de la crueldad, es necesario re-marcar que lo hace no tanto según parámetros morales, sino en términos de utilidad. La crueldad que se lleva a cabo “de una solavez y de golpe” es más útil al príncipe que aquella que por demorarse deja que el problema persista. IS

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bio o la sustitución de esas fórmulas por otras comouno de sus motores. ¿Qué sería de la esperanza si nonos quedara más que abandonarnos a ese pathos, porejemplo? Apenas la reconoceríamos dentro del telarde las distintas épocas. La utopía, tal y como afirmaClaudio Magris, no es sino la afirmación de la salva-ción humana, la intuición de que los muebles quema-dos por las fórmulas de ese pathos puedan ser restau-rados en un futuro43. Aquella no puede pretender serun sustituto de la realidad, en cuanto que eso sería pe-ligroso, tanto como confundir el sueño con la vigilia.De la misma forma que, como nos recuerda Magris,un Don Quijote utópico por sí solo no sería más quela figura trémula del delirio (sin ese Sancho en quienencuentra el contrapeso y aquello que de verdad otor-ga realidad a sus ocurrencias -al mismo tiempo que lasre-ubica, esto es, las dota de un justo sentido-, la obrade Moro sería mero pasatiempo si careciéramos delos referentes de la propia realidad. La materialidadde la realidad que se cristaliza en ese siglo convierteUtopía en algo aprovechable, puesto que esta se ofre-ce a abrir alguna hendidura en los asuntos políticos(reales).

A este respecto, el personaje de Hitlodeo me pare-ce crucial, puesto que es aquel que, comunicando lamanera en la que viven los utopianos, accede a ofre-cerse como reflejo inexacto (de ahí su gracia) del mun-do de los hechos que pueblan sus interlocutores. Dala sensación que narrando su historia, Hitlodeo esta-blece un juego de espejos, o quizá habría que decir deespejismos, puesto que por mucho que se busque enaquella Europa no se encontrará Utopía. El papel de

Hitlodeo podría ocuparlo el propio Moro en laEuropa de finales del XV y principios del XVI, puestoque ya sólo comunicando cómo viven los utopianosestablece un compromiso con su propia época.

Así me parece que la moralización de la políticaque lleva a cabo el autor responde a este querer erigirla utopía en modelo para la realidad efectiva de lascosas. Por ello que se hable, a mi parecer, de la natu-raleza humana como cierta clave de bóveda para ase-gurar la viabilidad de su proyecto. El concepto de na-turaleza parece esconder siempre una seguridad en loque se diga de ella que lo hace incontestable, pero almismo tiempo esconde una precariedad de los argu-mentos que se esgriman a continuación (en este caso,por ejemplo, que es de virtuosos buscar el placer nosólo de uno mismo sino de los demás), puesto que pa-ra anular dichos argumentos bastaría con cuestionarese concepto.

Pero el razonamiento no estaría completo si no hi-ciéramos el mismo movimiento en sentido inverso, esdecir, si no viésemos que también el mundo efectivode los hechos se impone en Utopía por pura coheren-cia, ya que si no fuese así esta sería un mero delirio.Por ello que no pueda negar la guerra como motor dela Historia; y por ello también que admita el engañocomo una habilidad en ciertos casos. No pretendo de-cir que Moro sólo coja de la realidad los malos ejem-plos, sino que la realidad le obliga en ciertas ocasionesa prestarle una atención que hace que esta se acabe in-miscuyéndose en la idealidad de Utopía. Se estableceun juego de reciprocidades, pues, en el que ambaspartes (Realidad y Utopía) se influencian y cobransentido una junto a la otra, pero también en el que lautopía adquiere un carácter precario, puesto que nopodrá ser aprovechada más que en pequeñas dosis,en acciones locales que modifiquen no una ciudad en-tera (ni su gobierno), sino pequeñas parcelas de la vi-da social de esa ciudad. Es, como se ha dicho en estetrabajo, en estos momentos cuando Moro más se pa-rece a Maquiavelo, aunque ello quizás sería una ver-dad a medias.

Si Moro a veces se parece un poco a Maquiavelo,habría que decir que este último no se viste con los ro-pajes del inglés. El Príncipe no pretende en ningúnmomento querer ser un proyecto utópico, claro está,aunque sí que obedezca al deseo de Maquiavelo de,partiendo del ser de la Florencia de entonces, llegar alo que esta debería ser. Parece que se configura así una

43.- “Este intento de salvación es utópico y el arca a lo mejor se hunde. Pero la utopía da sentido a la vida, porque exige, contra todaverosimilitud, que la vida tenga un sentido; don Quijote es grande porque se empeña en creer, negando la evidencia, que la bacía delbarbero es el yelmo de Mambrino y que la zafia Aldonza es la encantadora Dulcinea. Pero don Quijote, por sí solo, sería penoso ypeligroso, como lo es la utopía cuando violenta a la realidad, creyendo que la meta lejana ha sido ya alcanzada, donfundiendo elsueño con la realidad e imponiéndolo con brutalidad a los otros, como las utopías políticas totalitarias”. Magris (2001), página 12.IS

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teleología que desestima cualquier conato de moraliza-ción de la vida desde el momento en que pretendeasistirse de los hechos históricos para llegar a consta-tar la identidad de aquello que sea (que debiera ser) lopolítico. Ello se debe, en parte, a que Maquiavelo yahabía visto de lo que la utopía era capaz de hacer enla la república de Savonarola (quien pretendía instau-rar en Florencia <<el reino de Dios en la tierra>>). Enella se daría cuenta de que aquella no alcanzaba a losestratos más incultos de la sociedad, sino que era ca-paz de embaucar incluso a las gentes más cultas; tan-to Maquiavelo como Guicciardini constataron que lautopía (de Savonarola) no se cimentó sobre “una basecampesina más o menos desesperada”, propicia alembaucamiento, sino “sobre uno de los focos mayo-res de progreso económico y social de la Europa delfinal del XV”44. Savonarola no hablaba metafórica-mente cuando decía querer hacer brotar el reino deDios en la tierra, su lenguaje no es un mero recurso deseducción45. De ahí quizás el rechazo que supone pa-ra Maquiavelo las actividades del predicador.

No podría establecer hasta qué punto la utopía deSavonarola podría parecerse a la de Moro, pero con lodicho sí que parece que la relación de Maquiavelo conlas utopías políticas no era muy buena. Podríamos de-cir que, en el caso que nos ocupa, frente a la utopía deMoro que establece una relación de reciprocidad ocompletitud entre ella y la realidad, Maquiavelo pare-ce apostar al contrario por una teleología. Quizás elloexplique por qué, como me preguntaba al principiode este trabajo, Maquiavelo sí acepta que el filósofopueda agenciarse con el político (o príncipe) en arasde construir o mantener un Estado fuerte, mientrasque Moro centra su atención en salvaguardar el espa-cio público, en el cual los ciudadanos parecen haberlerobado el protagonismo al príncipe. También por elloque el florentino vea en los nobles, el pueblo y el ejér-cito medios para la consecución de un fin, mientrasque Moro parece, al menos en el caso del pueblo, pen-sarlo como un fin en sí mismo, hasta el punto de to-mar en consideración la felicidad de los ciudadanos.

No descubrimos nada si decimos que en la filoso-

fía política de El Príncipe existe una teleología quesubsume la política a la consecución de un Estadofuerte, lo cual pasaría por la habilidad del príncipe pa-ra ganarse a sus súbditos. Sin embargo, sí que me pa-rece importante contraponerlo a la apuesta que Morohace en favor de una permeabilidad de la realidad an-te los influjos de la utopía. Es como si en Utopía se es-cribieran dos libros al mismo tiempo: uno el que nosrelata la vida en la isla a través de Hitlodeo y otro quesería el contexto de la Europa del XV-XVI en el cualdicho relato se inscribe. Este contexto real, al mismotiempo que le arrebata cierta magia al relato de Moro-lo afecta de cierta precariedad-, le da también, comoSancho hiciese con Don Quijote, su sentido. Por elloque hagamos hincapié en que, por mucho que Morono sea partidario de que el filósofo pueda influir enlas decisiones del político o del Rey46, el ejercicio quesupone Utopía no se entendería sin la pretensión dequerer ser una influencia, no ya para la cabeza visiblede un Estado, sino para el conjunto de sus habitantes.

Pienso que algunos movimientos sociales actuales-tales como el 15-M, pero también asociaciones ecolo-gistas o aquellas que han llevado a cabo valientemen-te la ILP por la dación en pago- comparten en ciertosentido el itinerario intelectual del libro de Moro47,aunque no sólo eso; me parece que su presencia en la

44.- Albiac (2011), página 57.

45.- “Se equivocarán si piensan que Savonarola habla metafóricamente; o si dijeran que este tipo de lenguaje es únicamente un recursopara la seducción de personajes más o menos incultos, más o menos pobres, más o menos desesperados. Sí es cierto, naturalmente,que las capas más pobres de la población sintieron un inmenso entusiasmo hacia el <<profeta armado>>; pero, ¡cuidado!, ese entusi-asmo fue compartido por casi todos los sectores de la ciudad, en diversos grados. El lenguaje de Savonarola es inequívoco; ningúnelemento de metáfora hay en la erección de Dios en único gobernante de Florencia y en la atribución a sí mismo -a Savonarola- delpapel de transmisor de las órdenes divinas”. Albiac (2011), página 59.

46.- Soy consciente de la diferencia de significados entre uno y otro. Es cierto que en el libro se alude las más de las ocasiones a la figu-ra del Rey, pero también es cierto, me parece, que Moro no resume el gobierno de un Estado únicamente en esta figura.

47.- Reclamando, por ejemplo, una igualdad ante la ley o una justicia que valore más los intereses de la comunidad que los beneficiosde la propiedad privada. IS

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Page 12: UTOPÍA Y TELEOLOGÍA EN TOMÁS MORO Y NICOLÁS EA · Introducción Aunque a primera vista pudiera parecer descabellado llevar a cabo una lectura conciliadora entre Utopía de Tomás

sociedad habla del deseo de estos movimientos porinfluir en cuantas más conciencias mejor, ya que estosupondría en ciertas ocasiones convocar a los poderesfácticos a modificar sus comportamientos groseros.Habría, por tanto, una llamada de atención de la ciu-dadanía hacia la ciudadanía, pero también encontra-ríamos cierto poso maquiavélico en el hecho de quese admite que la toma de decisiones se da normal-mente desde arriba48. Cierto es que ya no hablamos depríncipes ni ejércitos de la manera como lo hiciese elflorentino, pero pocos podrían hoy en día argumen-tar la inexistencia de malas copias de unos y otros encualquier diario actual. Lo que quiero decir es quecreo que, pese a que Utopía y El Príncipe establecenlenguajes diferentes, una lectura separada de ambosnos entregaría bien al delirio, bien a la resignación.Querer leer la Utopía de Moro como algo real sería lomismo que Sancho abandonase a Don Quijote a suspropias ficciones, algo poco aprovechable como ma-teria política. Además de que ello sería imposible des-pués de (o debido a) Maquiavelo. Del mismo modo,creerse hoy en día El Príncipe sin conocer cómo viven

los utopianos sería adoptar cierta impostura, sobre to-do si tenemos la certeza de no ser El Príncipe.

BIBLIOGRAFÍA.

Tomás Moro, Utopía, Alianza editorial, Madrid, 2012.Maquiavelo, El Príncipe, Alianza Editorial, Madrid,

2011Gabriel Albiac, Sumisiones voluntarias. La invención del

sujeto político: de Maquiavelo a Spinoza, EditorialTecnos, Madrid, 2011

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Stefan Zweig, Erasmo de Rotterdam: Triunfo y tragedia deun humanista, Paidós, Barcelona, 2005

Tommaso Campanella, La ciudad del Sol, EdicionesAkal, Madrid, 2006

Mondolfo, Figuras e ideas de la filosofía del Renacimiento,Editorial Losada, Buenos Aires, 2004

Claudio Magris, Utopía y desencanto, EditorialAnagrama, Barcelona, 2001

48.- Es cierto que a esto se podría replicar que no es lo mismo presentar una ILP ante los representantes de esos poderes fácticos para in-fluirlos, que pretender sustituir esos mismos poderes por otros más democráticos, como podría ser el caso de los indignados. Sin em-bargo, en este segundo caso, también econtramos ciertos sectores (y esto es importante, por cuanto que movimientos como el 15-Mno se resumen en una única voluntad) que admiten la importancia de formar un partido político o tener protagonismo en los mediosy entre los propios partidos políticos.IS

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