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V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS DEL AVE MARÍA 1. CATEGORÍA INFANTIL 1.1. La carrera solidaria Andrés Manjón 1.2. La carrera solidaria Andrés Manjón 2. CATEGORÍA PRIMER CICLO DE EPO 2.1. Los bichitos y la gran carrera solidaria 2.2. Carrera solidaria 3. CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE EPO 3.1. La carrera solidaria 3.2. Una carrera mágica 4. CATEGORÍA TERCER CICLO DE EPO 4.4. Otro día más 4.2. El inventor africano 5. CATEGORÍA PRIMER CICLO DE ESO 5.1. La carrera y la vida 5.2. La carrera solidaria 6. CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE ESO Y FPB 6.1. Perdida 6.1.1. La carrera de mi vida 6.2. El reencuentro 7. CATEGORÍA BACHILLERATO Y FP 7.1. La sombra que me acompaña 7.2. Palabras al silencio 8. CATEGORÍA NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES Y AULA DE INTEGRACIÓN 8.1. La carrera solidaria 8.2. La solidaridad

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS … · antes fundirnos con su mirada y helarnos la sangre de las venas. ... e indicaciones, es lo que sucede con los jefes. A medida que avanza la

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V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS DEL AVE MARÍA

1. CATEGORÍA INFANTIL

1.1. La carrera solidaria Andrés Manjón

1.2. La carrera solidaria Andrés Manjón

2. CATEGORÍA PRIMER CICLO DE EPO

2.1. Los bichitos y la gran carrera solidaria

2.2. Carrera solidaria

3. CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE EPO

3.1. La carrera solidaria

3.2. Una carrera mágica

4. CATEGORÍA TERCER CICLO DE EPO

4.4. Otro día más

4.2. El inventor africano

5. CATEGORÍA PRIMER CICLO DE ESO

5.1. La carrera y la vida

5.2. La carrera solidaria

6. CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE ESO Y FPB

6.1. Perdida

6.1.1. La carrera de mi vida

6.2. El reencuentro

7. CATEGORÍA BACHILLERATO Y FP

7.1. La sombra que me acompaña

7.2. Palabras al silencio

8. CATEGORÍA NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES Y AULA DE

INTEGRACIÓN

8.1. La carrera solidaria

8.2. La solidaridad

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA INFANTIL

PRIMER PREMIO

TEO LÓPEZ ROMÁN

INFANTIL (5 AÑOS)

AVE MARÍA CASA MADRE

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA INFANTIL

ACCÉSIT

ANDREA RODRÍGUEZ MARTÍN

INFANTIL (4 AÑOS)

AVE MARÍA LA QUINTA

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA PRIMER CICLO DE EPO

PRIMER PREMIO

ALEJANDRO VEGA VILAR

1º EPO

AVE MARÍA LA QUINTA

LOS BICHITOS Y LA GRAN CARRERA SOLIDARIA

Y allí estábamos, un año más en la línea de salida de la carrera solidaria, en donde

unos bichitos, que se llamaban Javier, Antonio, Alicia y Alejandro, estaban preparados para

comenzar. El organizador de la carrera dijo: “preparados, listos, ya!!!!”, y la carrera comenzó, así

que todos salieron disparados como una bala. Estaban corriendo muy deprisa, cuando de

repente una piedra gigante, cayó en medio del circuito, entonces los bichitos se pusieron muy

tristes, porque no podían pasar con la piedra en medio. A Javier se le ocurrió una idea,

llamaron a todos los bichitos del campo para que les ayudaran a mover la piedra, que no les

dejaba continuar.

Como por arte de magia, comenzaron a aparecer cientos y cientos de bichitos por

todas partes, y todos juntos comenzaron a empujar la piedra, que poco a poco se fue moviendo,

hasta que consiguieron apartarla del circuito. Los cuatro bichitos corredores, muy contentos,

les dieron las gracias a sus amigos los bichos del campo, por ayudarlos a mover la piedra.

Y siguieron la carrera, corrieron muy deprisa, para alcanzar al resto de los corredores.

Cuando de repente el bichito Antonio, que iba muy rápido, sin darse cuenta, tropezó y cayó al

suelo, y se hizo daño en una pata. Todos pararon para ver qué había pasado, Javier trajo un

botiquín de emergencia, y le puso una venda. Pero el bichito Antonio, no podía andar muy

bien, y le dijo al resto de sus compañeros que terminaran la carrera sin él. Pero sus

compañeros no querían dejarlo solo, ni rendirse, querían llegar los cuatro juntos. Así que como

estaban muy cerca de terminar la carrera, lo cogieron, y todos juntos atravesaron la meta.

No consiguieron ser los primeros, pero estaban muy felices y contentos, porque su

premio fue que lo habían pasado muy bien.

Celebraron el gran día de aventuras, amistad y compañerismo que habían vivido en la

Carrera Solidaria.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA PRIMER CICLO DE EPO

ACCÉSIT

MAGDALENA CORAL GABARRÍ AMOREO

2º EPO

AVE MARÍA CASA MADRE

CARRERA SOLIDARIA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria. Yo estaba muy

nerviosa y me levanté temprano, esa mañana para prepararme. Aquel día salimos de casa más

temprano que de costumbre porque estaba muy ansiosa.

Cuando los corredores nos estábamos preparando comencé a sentirme mal, me dolía la

barriga. Mi madre me trajo agua, me abrazó y me dijo que lo importante era sentirnos bien y

participar en la carrera, que era por una buena causa y no llegar los primeros. Respiré hondo,

me fui calmando y comenzó la carrera. Miré a mi alrededor, era un día bonito, había mucha

gente y bullicio. Pasamos por lugares del barrio y crucé miradas con amigos y compañeros de

clase. Estaba contenta y disfrutando. Y sin darme cuenta mi pecho tocó la cinta de llegada.

¡Habíamos finalizado!.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE EPO

PRIMER PREMIO

AMARA BLANCO JÓDAR

3º EPO

AVE MARÍA VARADERO

LA CARRERA SOLIDARIA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria para concienciar

de la importancia de ayudar a los demás.

Allí estaba con mi primo Manuel que tiene discapacidad motora. Nos apuntamos porque

nos gusta mucho hacer deporte.

Llegamos más temprano para rellenar los papeles y recoger el dorsal con el número que

teníamos. Aún faltaban veinte minutos para empezar pero estábamos muy nerviosos porque

ya estaba llegando la gente a la carrera.

Como mi primo está en silla de ruedas tengo que correr con él y empujo su silla por

detrás. Para animarnos un poco nos dimos un abrazo. Escuchamos la señal de salida y

empezamos a correr.

Al principio no estábamos muy cansados pero poco a poco nos costaba más llegar al

final, gracias a los ánimos de la gente, llegamos hasta la meta.

No fuimos los primeros, pero para nosotros era como si hubiese sido así. Mi primo

Manuel estaba muy contento porque es la primera vez que corría en una carrera. Él creía que

nunca iba a poder ir a una carrera, pero gracias a mi ayuda y a los ánimos de todos los amigos y

familia consiguió participar y correr en su silla de ruedas.

Estábamos muy orgullosos de él porque todo el mundo piensa que porque tiene una

discapacidad no puede hacer algunas cosas, por ejemplo, participar en una carrera. Pero con

ayuda y esfuerzo todo el mundo puede lograr sus metas, da igual como seamos lo importante

es superar las dificultades.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE EPO

ACCÉSIT

AMADOU MANNEH

3º EPO

AVE MARÍA ESPARRAGUERA

UNA CARRERA MÁGICA

Y allí estábamos, un año más , en la línea de salida de la carrera solidaria.

Mientras corríamos, Rafa se cayó, le ayudé a levantarse y me adelantaron unos pocos de

corredores, pero no me importó, me estaba divirtiendo mucho viendo al público que había y

que animaba con entusiasmo.

De pronto, un niño me hizo la zancadilla y me caí. Cuando me estaba levantando, noté

que alguien me daba la mano y me ayudaba.

-¡Madre mía! ¡Un Mago!. El Mago de los deportes.

Iba vestido con un pantalón corto, una camiseta y una sudadera de colores brillantes y unas

zapatillas de estrellitas plateadas.

El señor Mago me dijo :¡Hola Bamba!, he venido del país de la Magia, para concederte tres

deseos

- ¡Puf, esto es un sueño!¡ No me lo puedo creer!

- Señor Mago , mucho gusto conocerlo, mi primer deseo, sería poder entrenar todos los días, el

segundo, que no se hagan trampas en el deporte y el tercero que nadie se burle cuando corro.

Desapareció el señor Mago y empecé a correr de nuevo. Estaba adelantando a varios

niños , cuando de pronto...vI a un hombre bárbaro maltratando a un cachorro de gato y unos

niños riéndose y disfrutando con lo que el hombre malvado le estaba haciendo al pobrecito

gatito.

Me detuve y sigilosamente me acerqué al hombre y le dije:

- ¡Señor! ¡Basta ya !, los animales son seres vivos y lo que usted le está haciendo le duele

mucho.

El hombre bárbaro agachó la cabeza, se sintió avergonzado, soltó al gatito y se fue. Los

niños que había alrededor me miraron raro, pero yo no me asusté cogí al gatito y empecé a

correr hasta que me incorporé de nuevo a la carrera.

Mis compañeros se alegraron de verme, me dieron agua y un poquito de chocolate.

Y allí estaba un año más, la meta de la carrera solidaria, meta que crucÉ sin saber en qué lugar

había llegado. Estaba muy feliz, había ganado el mejor premio, mi cachorrito de gato,

Esparraguerillo, ese sería su nombre.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA TERCER CICLO DE EPO

PRIMER PREMIO

DIEGO ROMÁN SÁNCHEZ

5º EPO

AVE MARÍA S.ISIDRO

OTRO DÍA MÁS

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria esperando a

todos esos campeones que por su solidaridad y esfuerzo se merecen ese título.

Es curioso el ser humano que es capaz de los actos más crueles y horribles y también de

los más bonitos, solidarios, desinteresados y amorosos gestos. Pero perdonad, no me he

presentado todavía; soy Fermín Trujillo, trabajo montando y desmontando la línea de meta, los

podios y las tarimas de las carreras solidarias; es un trabajo duro y sufrido el tener que

descargar esas pesadas estructuras, montarlas en perfectas condiciones y luego una vez

terminada la carrera solidaria desmontarlas y cargarlas otra vez en el camión y otro viaje a otra

ciudad o pueblo; para volver a empezar una y otra vez siempre a contrarreloj. Es duro, cansado

y estresante. Mi jefe se llama Doroteo es bajito, con rostro más bien feo, con gafas, calvo y

regordete; no para de dar órdenes "oye tú por aquí Paco, Fermín esto etc, etc...". Es en esos

momentos una persona horrible pues no atiende a razones con nosotros no perdona ni el más

mínimo error, por muchas excusas que se le pongan y explicaciones que se le dé, es inflexible a

tal extremo que solo podemos pedir perdón, agachar la cabeza y redoblar esfuerzos no sin

antes fundirnos con su mirada y helarnos la sangre de las venas.

El jefe Doroteo nunca se equivoca, es un sabio que nunca falla; si se comete algún error

por sus indicaciones se excusa en dejar muy claro que el fallo no es suyo, faltaría más, es

nuestro por no obedecer sus instrucciones e indicaciones, es lo que sucede con los jefes.

A medida que avanza la instalación y se acerca la conclusión de la obra se va

transformando en otra persona, se va viendo rayas de felicidad en sus ojos, se hace más

humano, sí aprecia que nos sobra tiempo y que todo estará listo se relaja , sonríe y es

bondadoso; en esos momentos gusta trabajar para él. Todo, es bueno, risas... Qué pena que

solo dure unas horas mientras transcurre la carrera solidaria, después se transforma como el

Dr. Jekyll y míster Hyde. Empieza a mirar su reloj, que por cierto es muy bonito, es muy

antiguo, de esos que son de cadena con una tapa que parece de plata. No sé qué ve en el reloj

cuando lo mira porque le va cambiando su cara, empiezan nervios, el estrés, nos habla a voces

para que lo desmontemos todo y lo carguemos en el camión para acometer la siguiente ruta

durante la cual volverá a ser una persona buena.

Muchas veces pienso en la solidaridad de la gente, que en cierta manera para

nosotros, sería genial que distrajeran un poco al jefe Doroteo, aunque la solidaridad de estas

personas ya lo es con la aportación de su dinero y su presencia en la carrera. También son

solidarios las organizaciones, empresas colaboradoras y los voluntarios: mi jefe Doroteo dona

una parte de sus ingresos, es por ello que nos mete tanta prisa para no perder mucho dinero,

en cierta manera nosotros somos solidarios, la cuadrilla de trabajadores que aguantamos

mucha presión y no escatimamos en esfuerzo para que todo salga bien en la carrera solidaria.

Me gusta pensar que aporto mi granito de arena en estos acontecimientos tan bonitos,

solidarios, desinteresados y humanos, así como esos gestos amorosos hacia personas e

instituciones con el único interés de hacer el bien al necesitado.

Os podría contar mil anécdotas que han pasado en la carrera solidaria como el de Villa

Rubia donde todo el pueblo se paralizó para correr, incluso el policía del pueblo y ancianos de

más de ochenta años de edad con sus bastones jajaja... o en Huétor Vega donde la meta se

puso en la parte baja del pueblo porque si no nadie terminaba la carrera por las cuestas… y

muchas más, pero lo destacable de todas ellas es sin duda la humanidad, cómo la gente

anónima se esfuerza por un “bien solidario”.

Y mientras veo pasar otro día más en la línea de meta de la carrera solidaria, a tanta

gente con una cara de felicidad inmensa por el hecho de estar allí y acabarla, no puedo más

que pensar, que, aunque muy pronto estaré trabajando muy duro, veré en mi mente todos

esos rostros y su esfuerzo será el mío y su ilusión la luz que me guíe para no desfallecer en

estos momentos de trabajo, con el ánimo y la ilusión de estar mañana o pasado contemplando

en primera fila los gestos de humanidad que mueven el mundo .

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA TERCER CICLO DE EPO

ACCÉSIT

MARIO BALDA AGUDO

6º EPO

AVE MARÍA LA QUINTA

EL INVENTOR AFRICANO

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la Carrera Solidaria. Los nervios se

apoderaban de nosotros. Había tanta gente que apenas podíamos movernos.

- Entiendo que estéis nerviosos, porque sabéis que os voy a ganar – dijo Miguel.

La verdad es que Miguel es muy rápido, pero se lo tiene demasiado creído.

De repente, la gente que teníamos delante comenzó a avanzar. No habíamos oído nada

que nos indicase comenzar la carrera, pero esto significaba que debíamos empezar a correr.

Empecé corriendo muy rápido, e iba dejando a todo el mundo detrás de mí. Notaba el viento en

mi cara y una gran sensación de libertad. Al cabo de un rato, vi que no había nadie delante de

mí. ¡Iba el primero!

Estaba a pocos metros de la línea de meta y continuaba en primera posición. Había

muchísimas personas animando. Justo cuando iba a terminar la carrera, mis ojos vieron a alguien

entre la multitud de espectadores y me paré en seco. Le miré fijamente, sin dar crédito a lo que

estaba observando. Era Mafoud, un niño de origen africano recién llegado a mi colegio. Pero lo

que más me extrañó fue la ropa que llevaba puesta. Su camiseta blanca tenía manchas de todos

los colores y su pantalón estaba repleto de agujeros. Yo estaba acostumbrado a ver a Mafoud

vestido con el uniforme del colegio. Mis compañeros de clase decían que se lo había

proporcionado el Fondo Solidario Avemariano. De pronto escuché una voz a mis espaldas.

- ¡Te espero en la línea de meta!

¡Era Miguel! Me acababa de adelantar e iba a ganar la carrera. Empecé a correr de nuevo,

pero era demasiado tarde. Había llegado en segunda posición.

- ¡Te dije que iba a ganar! – exclamó Miguel.

- Ha sido porque me he parado al final – dije sin dar más explicaciones, porque quería

contarlo cuando estuviésemos todos juntos.

Al cabo de un rato llegó Lourdes. Venía agotada y muy sofocada.

- ¿Qué tal la carrera? – le pregunté.

- Muy dura – me respondió. Pero vale la pena hacer un esfuerzo si es por una buena

causa.

Como ya estábamos todos juntos, fuimos a donde estaban nuestros padres. Nos

felicitaron por nuestra gran carrera. Al cabo de un rato les dije a mis amigos:

- ¿Sabéis por qué me he tenido que parar al final de la carrera?

- No lo sé – respondió Lourdes. La verdad es que me ha parecido bastante extraño.

- Ha sido porque he visto a Mafoud con la ropa manchada y muy rota – les comenté. Al

final la gente de nuestra clase tenía razón. La familia de Mafoud no tiene dinero ni para

comprarle el uniforme.

- Me da mucha pena – dijo Lourdes con tristeza.

- Hablando de Mafoud, está viniendo hacia nosotros – intervino Miguel.

- Hola – nos saludó. Vosotros haber corrido mucho bien.

Mafoud no hablaba demasiado bien en español porque llevaba muy poco tiempo en este

país.

- Gracias – le respondí.

- ¿Querer venir todos a mi sitio secreto? – preguntó el africano. No estar mucho lejos de

aquí.

Nos miramos asombrados. Era la primera vez que hablábamos con él, pero quería

enseñarnos un lugar muy importante y que nadie conocía.

- Iremos contigo, pero nuestros padres nos tienen que dar permiso – dijo Lourdes.

Así que fuimos a contárselo. Nos dejaron ir, pero no podíamos volver muy tarde.

- ¡Seguidme! – exclamó Mafoud, y comenzó a andar.

Enseguida salimos de las calles principales y empezamos a recorrer callejones. Todo

estaba solitario. No se escuchaba nada y nadie pasaba por allí. Sólo había algunos gatos

alrededor de los contenedores de basura. Continuamos caminando hasta que el africano dijo:

- Es aquí.

- Yo no veo ninguna puerta – se quejó Miguel.

Mafoud no respondió. Se limitó a sacar una llave muy pequeña de su estropeado bolsillo

y abrió una trampilla camuflada en el suelo.

- Ya poder pasar – nos dijo nuestro nuevo amigo.

Asombrados, bajamos por unas escaleras de mano y llegamos a una acogedora sala.

Tenía un decorado bastante antiguo, pero era un lugar muy amplio.

- Yo descubrir este sitio cuando llegar a esta ciudad – nos contó el africano. La llave estar

al lado de la trampilla.

- ¡Me encanta este sitio! – exclamó Lourdes.

- A mí también – opiné yo. ¿Qué son esos libros y todas esas piezas?

- Yo querer ser inventor de mayor. Ayer recoger libros en biblioteca. Son de cómo

construir objetos sencillos y útiles. Yo sólo ver dibujos porque no saber leer. Si juntar varias

ilustraciones yo construir cosas increíbles. Pero mi familia no tener dinero para mejorar mis

inventos – nos informó Mafoud. También nos explicó que quería dar sus creaciones a los niños

pobres de África, para mejorar un poco su vida.

La verdad es que Mafoud construía objetos fabulosos. Había un retrete portátil, de

manera que se podía montar y desmontar, una cantimplora que potabilizaba el agua ella sola, y

muchos más inventos.

Sus padres habían empezado la carrera de Magisterio, ya que ellos sabían leer y escribir.

Pero hasta que no la terminasen y encontrasen un puesto de trabajo, tenían el dinero justo para

vivir.

Yo me alegré de haber corrido la Carrera Solidaria, porque había podido ayudar a muchos

niños como Mafoud. A partir de ese día comenzamos a visitarle muy a menudo y empezamos

ayudarle en sus creaciones.

Al cabo de unos años, los padres de Mafoud terminaron su carrera universitaria y

consiguieron un puesto en mi colegio. Gracias a ese sueldo, nuestro amigo africano pudo viajar

hasta su tierra natal y hacer felices a muchas familias que lo estaban pasando mal.

Cada día me siento orgulloso de Mafoud. Me hace sentir una enorme felicidad pensar

que aquel soñador y talentoso niño ha conseguido lo que quería gracias al esfuerzo y al trabajo.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA PRIMER CICLO DE ESO

PRIMER PREMIO

ANDREA TORRES GARCÍA

1º ESO

AVE MARÍA LA QUINTA

LA CARRERA Y LA VIDA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la Carrera Solidaria, mi hermano

mayor, Andrés, y yo íbamos a ir por primera vez solos, lo cual me gustó bastante ya que al no

estar vigilado por mis padres me sentía más independiente, ya que eso de ser el hermano

pequeño suponía estar vigilado las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días

del año.

Esta vez nos había acompañado Sofía, la “amiga especial” de mi hermano, era alta

morena y esbelta, con unos enormes ojos castaños, así como su pelo, ondulado y largo, en

definitiva era muy guapa y risueña.

Sabía que mi hermano estaría anonadado hablando y mirando a Sofía, por eso vine,

aunque a mí esto de la Carrera Solidaria me parecía un rollo, y no era ni de lejos mejor idea que

quedarme en casa jugando a la PlayStation o quedando con mis amigos del barrio, Pablo y Alex,

pero ese no era el caso, mi plan consistía en hacer una exploración a fondo del lugar, ya que

aquello era enorme, y, como es lógico, un lugar tan grande debía de albergar un montón de

misterios.

He de decir que aquel día no hacía muy buen tiempo, el cielo estaba nublado y llovía a

cántaros, además, había un montón de gente por todas partes, y todos iban vestidos con una

camiseta que decía: “Carrera Solidaria de don Andrés Manjón”.

Pasaban las horas y la lluvia y la gente que iba y venía de un lado a otro eran

incesantes, entonces fue cuando comencé a arrepentirme de haber venido, hacía frío y

además, cada vez estaba más convencido de que esto de la carrera solidaria no eran más que

tonterías, y una perdida de tiempo, debería haberme quedado en casa, sin hacer nada…

Entonces comencé a sentir un cosquilleo en el estómago, y bastó solo un pestañeo, una

milésima de segundo, para desaparecer entre la multitud y convertirme en aire o en una

especie de gas, no sabía muy bien en lo que me había convertido, tal vez una especie de

fantasma, pero de lo que sí estaba convencido era de que ya no era un niño, sino algo más

que eso, era tan ligero como una pluma y tan rápido como la luz, y, de pronto… ¡Zas!,

desaparecí.

Por un segundo sentí que abandonaba mi estado fantasmagórico para convertirme en

algo consistente y sólido, tal vez una silla o un cuadro colgado en una pared de consistencia

rugosa y hueca de lo que parecía ser la sala de estar de alguien, cuando, de pronto, ese alguien,

que, a juzgar por la envergadura de su silueta en la tenue luz que alumbrada la sala, no tendría

más de dieciséis años, entraba por la puerta de madera y lanzaba con desgana su mochila

negra. Este se desplomó cabizbajo en lo que parecía la silueta de un viejo sofá polvoriento,

entonces, el humo que desprendía su cigarro recién encendido comienza a enturbiar la imagen

haciéndome desaparecer de nuevo y sentí que me transformaba en el vaho grisáceo que

desprendía aquel cigarro y escapaba por la ventana de un estudio en la sexta planta de un

edificio entre calles húmedas y laberintos de voces rotas, perros que aullan y humaredas de

tubos de escape.

A partir de aquello, las escenas se iban sucediendo, discusiones familiares, calculadoras

y facturas bancarias, familias tristes y mendrugos de pan duro para cenar.

Entonces volví a sentir aquel extraño cosquilleo en la zona abdominal, y en un abrir y

cerrar de ojos, como si de magia se tratase, ya no era el humo de aquel cigarro, que luchaba

por escapar por la ventana, ni un fantasma, tampoco un cuadro o una silla, volvía a ser yo, el

mismo de siempre, egoísta y travieso, el hermano pequeño, el hijo más querido, el del cinco

raspado y el que casi nunca estudia, pero, sobre todo, el que acababa de darse cuenta de que

otros como él, ni siquiera tenían la oportunidad de hacerlo.

Estaba algo mareado y empapado, seguía lloviendo, aunque no tan fuerte ni tan

seguido como antes, el tiempo había amainado y el sol se abría paso entre las nubes, dejando

ver la fortaleza de la Alhambra a lo lejos.

El paisaje se presentaba húmedo, silencioso y desierto, entonces, bajé la vista al suelo,

encontrando allí un papel húmedo y algo roto que decía:

“Fondo Solidario Avemariano (FSA), creado para aliviar la grave situación de muchas

familias de nuestro entorno con becas para comedor, compras de comida, material escolar,

ropa…”

-www.carrerasolidaria.amgr.com

Aquello me dejó petrificado, ya que ese insignificante trozo de papel húmedo y roto y

aquella extraña experiencia, me hicieron abrir los ojos y comprender que aquella “chorrada de

carrera” que tanto aborrecía, albergaba un una finalidad verdaderamente solidaria con

aquellos que realmente lo necesitan, y eso era precioso.

Todo esto me hizo reflexionar, ya que ni a mí ni a mi hermano nunca nos había faltado

de nada, es más, teníamos mucho de todo y poco que verdaderamente valorábamos, cinco

comidas al día, ropa y calzado de sobra, medicinas cuando enfermábamos, caprichos en cada

cumpleaños, abundancia en navidades y muchas más cosas de las que verdaderamente

necesitábamos. Y, aún así, seguíamos quejándonos de la negativa de nuestros padres a

comprarnos el nuevo iPhone, ya que la versión anterior ya está desfasada.

Poco después seguí caminando sin rumbo a la espera de encontrar a mi hermano,

cuando, de pronto, escuché una voz que me llamaba a gritos, era Sofía, que venía corriendo

hacia mí, y, sofocada, me preguntó que dónde había estado, también me dijo que la carrera

había acabado hace una hora y no habían parado de buscarme. Después, Sofía, mi hermano y

yo nos dirigimos hacia casa.

Jamás le hablé a nadie a cerca de esto, ni siquiera se lo mencioné a mi mejor amigo,

Alex, ni a mis padres, ni a la profe. Aún no estoy seguro de si ocurrió de verdad, fue un sueño o

tal vez alguna extraña elocuencia de mi mente, pero de lo que sí estoy seguro, es de que

aquello que vi, es una realidad, que en nuestro entorno hay personas en “situaciones

complicadas” y que estas repercuten, de alguna manera u otra a cada miembro de la familia.

Muchos de nosotros no somos conscientes de estas situaciones, o tal vez sí, pero, claro,

se está más a gusto tirado en el sofá jugando a la “Play” (PlayStation).

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA PRIMER CICLO DE ESO

ACCÉSIT

ALICIA PICOSSI CÓRDOBA

3º ESO

AVE MARÍA VISTILLAS

LA CARRERA SOLIDARIA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la Carrera Solidaria.

Cada año, la carrera se celebraba en una ciudad distinta. Yo vivía en Huelva y este año

tenía lugar en Granada, la ciudad de La Alhambra.

Hasta ahora, en realidad, no me había planteado la razón por la que me presentaba, pero

nunca me había puesto ninguna meta. Nunca había sido capaz de cumplir algún sueño, nunca

había ganado nada. Y esta vez me disponía a participar para llegar a sentirme ganadora.

A escasos segundos de comenzar alguien pasó por mi lado. Tuve que fijarme en el dorsal

de su camiseta, para saber que era de la ciudad que serviría de escenario a mis propósitos,

dejando un aroma intenso que me hizo girar la cabeza. Se paró a un metro de mí. No podía

apartar la vista de aquel perfil, de su pelo acariciado por la brisa. Todo estaba preparado. El juez

de salida alzó la mano para dar la señal y entonces, pasó: se cruzaron las miradas. Una breve

sonrisa se posó en su rostro. Mi corazón se aceleró. Se escuchó el disparo de salida, pero ninguno

de los dos nos movimos por unos instantes. Vi cómo, gentilmente, me hacía un gesto con la

cabeza para que lo siguiera hasta la línea de salida y empecé a correr junto a él, a pocos

centímetros un cuerpo del otro.

Empezó como una historia más, una de tantas que fracasaron, una de tantas que habían

marcado mi vida y que me hacían recelar respecto a lo que me deparara el futuro. Aquéllas

dejaron una herida abierta que impedían que sanara. Pero aquella coraza de hielo que helaba

mis sentidos, que me hacía incapaz de sentir, comenzaba a desvanecerse con cada metro

recorrido junto a él… con cada mirada… con cada sonrisa.

Quería volver a sentirme ilusionada.

Obviamente ya no me importaba ganar, solamente quería correr, disfrutar lento y

entusiasmadamente los cuatro kilómetros que nos quedaban por delante. Sintiendo cada paso,

conscientes de nuestro recorrido, corrimos.

Sin poder aguantar más el deseo de dirigir palabra… nos paramos y comenzamos a hablar.

Señalando un bar me preguntó si quería tomar algo y yo respondí: un café. Con una sonrisa

intacta, nos sentamos, pedimos y conversamos durante varias horas. No había prisa, la química

que fluía en el aire hacía que el tiempo se detuviera y que a la vez se desvaneciera la coraza.

Después de un par de cafés, confesándonos con miradas las ganas de besarnos y sin poder

contenerse más, acercó su mano para acariciar mi pelo. Otra vez sentí cÓmo mi corazón se

aceleró pero, esta vez, latía con más fuerza. Con las miradas fijas, sonriendo de vez en cuando,

poco a poco se acercaba. Hubo un instante en el que se paró… creí estar soñando y, de repente,

sentí como sus labios poco a poco besaban los míos. Mi corazón se paró por un segundo sin

poder respirar. Solamente cerré los ojos y me dejé llevar.

Paseando, recorrimos la ciudad hasta llegar al Sacromonte. Lo que más me gustó fue ver

las cuevas flamencas y lo que menos, sus cuestas, pero me sentí como una cría aprendiendo y

sintiendo tantas emociones que las hubiera subido y bajado tantas veces como sentidos tengo

para percibir con cada uno de ellos la magia que me sostenía en el aire.

Bajamos y en el mirador de San Nicolás observamos, juntos, el atardecer, el sol

escondiéndose tras La Alhambra. Tan bonita fue la sensación…con el perfume de su pelo…

mirando al horizonte. Pedí al cielo que nos diera el mismo destino.

No sé si por dicha o por desdicha, empezó a llover. Como niños corrimos bajo la lluvia sin

remordimientos, hasta llegar a un pequeño bar. Tan cálida fue la gente que nos encontró en

Plaza Nueva que, cuando nos vieron empapados, nos sentaron en una mesa al lado de una

estufa. Una sopa hirviendo, una buena copa de vino, el sonido de la lluvia de fondo, sus ojos

marrones… y la esencia de Granada. Quizá fue eso, la esencia. Pero no hacía falta nada más para

que dos personas se conocieran.

Después de cenar y de que nuestras ropas se secaran, entusiasmado por salir a enseñarme

la ciudad para conocer los placeres que contenía, no nos dejaron. No paraba de llover y sin

intención de hacerlo nos alojamos allí. La habitación era pequeña, pero bastó para que dos

personas se descubrieran. Aquella noche prendieron dos corazones.

Quizá fueron las miradas y las sonrisas. Quizá fue el deseo de que desapareciera la

melancolía.

Me aferré a su ser poniéndole ilusión con cada sentido, abriéndole mis manos a lo

inesperado. Escuché los latidos de su corazón…y seguí sus pasos.

Al parecer el cielo me escuchó. Con la pasión de la lujuria se forjó la unión de nuestros

corazones.

La cordura no hizo nombre a la locura, locura que prendía constantemente el anhelo de

encontrar poco a poco la razón de estar allí.

Cada centímetro de mi cuerpo se erizaba con las caricias que me regalaban sus manos…

lentas, llenas de palabras impronunciables. Palabras que solo pueden ser expresadas y

comprendidas cuando se despiertan los instintos más primitivos y pasionales de cualquier ser

humano.

Con un único testigo, la luna que nos brindó aquella noche, a la cual elevamos nuestros

sentimientos, conciliamos el sueño piel con piel. Y al despertar vi su cuerpo junto al mío. Supe

que la satisfacción de sentirme ganadora se había cumplido. Mi coraza había desaparecido.

Desde aquel instante todo cambió. Volví a respirar profundamente.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE ESO

Y FORMACIÓN PROFESIONAL BÁSICA

PRIMER PREMIO

ANA ISABEL JIMÉNEZ SÁNCHEZ

4º ESO

AVE MARÍA S.ISIDRO

PERDIDA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria... ¿Cuántos años

habían pasado ya desde la primera carrera?, ¿Noventa?, ¿Noventa y uno? Bah, no importa, la

gente seguía participando como si fuera la primera. El caso es que, entre todas las personas

había una chica joven, que iba a correr esta carrera por primera vez, esperando como todos a

que dieran la señal. Pero ella no era como todos, ella era diferente. Su nombre era Elisa, tenía

unos quince años, y bueno, vivía en su mundo; era una chica despistada, y con una gran

imaginación.

Dieron la señal de salida y todos comenzaron a correr. Llegados a un punto, los carteles

que indicaban el recorrido no se veían muy bien, y Elisa, que no sabía bien hacia dónde

apuntaba la flecha, continuó por un camino diferente, el cual pensaba que podría ser el

correcto. Mientras seguía corriendo, se dio cuenta de que hacía un buen rato que no se

encontraba con ningún corredor. No entendía por qué, pero pensó que más adelante ya vería

a alguien. En el recorrido que había tomado, que estaba repleto de vegetación, lo cual no era

común por aquella zona, se encontró con un señor que parecía ser bastante joven e iba vestido

con un pijama y una bata. Cualquiera hubiera decidido pasar de largo, pero bueno, Elisa no era

como la mayoría.

Se acercó a ese señor y le preguntó que por qué iba en pijama. Él le respondió que tenía

una fiesta importante, y tenía que ir elegante. Elisa se sorprendió al oír aquello, pero, al ver que

iba en la misma dirección que ella y como nunca había conocido a un señor tan pintoresco, le

preguntó si la quería acompañar. Este le dijo que sí, ya que le dio la impresión de que Elisa sería

una chica muy simpática. Ambos se presentaron, y el señor misterioso le dijo que se llamaba

Joan. Tras las presentaciones los dos fueron por el camino, charlando. Ella le contó que estaba

en mitad de una carrera y que llevaba un rato sin encontrarse con ningún corredor, y él le

comentó que no había oído nada acerca de ninguna carrera pero tampoco era extraño, porque

no salía muy a menudo de su casa.

De repente, aparecieron tres perros. No parecía que fueran a ser muy amigables con

ellos. Los tres eran pequeños y de un color oscuro, pero rugían enseñando los dientes de una

manera que a la chica no le resultó muy segura. De todas formas Joan, al cual le gustaban

bastante los perros, no pudo evitar acercarse a acariciarlos, pensando que así quizá los

calmaría. Pero en el momento en que fue a acariciarlos, uno de ellos le mordió en la mano y se

le empezó a llenar la bata de sangre. La joven fue corriendo a ayudarle y usó el cordón de la

bata para cortar la hemorragia. Los perros, que solo querían intimidar porque los

consideraban un peligro, salieron corriendo y se metieron en un bosque. Elisa se extrañó. No

recordaba haber visto ese bosque antes. Entonces recordó Io que todo el mundo le decía: que

era muy despistada y vivía en su mundo, y pensó que a lo mejor no se había fijado bien, por lo

que no le dio mucha más importancia.

El hombre no decía nada, pero parecía inquieto, como si quisiera contarle algo, pero no

lo hizo.

Se levantó y continuaron el camino. Ella se había olvidado completamente de la carrera,

simplemente andaba.

- Gracias. —dijo Joan tras un incómodo silencio.

- No es para tanto. —respondió Elisa dejando escapar una sonrisa.

- No seas modesta. Venga, iacompáñame a la fiesta!—la invitó muy animado.

- No sé yo... Bueno, vale. —accedió la chica no muy convencida.

Andando, llegaron a un edificio. Ese era el lugar de la fiesta, así que entraron, y cuando

Elisa iba a subir las escaleras, Joan le dijo que no era arriba, que tenían que bajar a los

aparcamientos que había debajo del edificio. Ambos bajaron en ascensor, aunque también

había unas escaleras que permitían llegar al mismo sitio, y al salir del ascensor vieron un

aparcamiento normal y corriente, sin muchos coches y de aspecto un tanto lúgubre.

- ¿y los invitados? —preguntó la joven bastante confundida.

- ¿No los ves? —contestó él, mientras comenzaba a bailar y daba un chasquido de

dedos.

En ese instante Elisa pestañeó, y al volver a abrir los ojos allí estaban: todos los invitados

vestidos muy elegantes y Joan con un traje. Se escuchaba una canción marchosa y todos

comenzaron a bailar. Ella no podía resistirse y se unió a ellos. Al dar los primeros pasos desde

que pestañeó se dio cuenta que llevaba un vestido precioso, de color rojo. Sonrió y comenzó a

dejarse llevar por la música. El señor se acercó a ella y le preguntó cómo se lo estaba pasando.

Obviamente, dijo que se lo estaba pasando genial, y tras decirle eso le dijo que bailara con ella.

Todo iba perfecto, hasta que de repente empezaron a torcerse las cosas. De las escaleras

se vio caer una chica. Estaba tirada y la sangre borbotaba de su cabeza e impregnaba su pelo, y

poco a poco iba acaparando todo el suelo. Elisa fue corriendo a socorrerla y se fijó en que no la

había empujado nadie. Se había tirado ella sola. Miró entonces lo que llevaba en la mano: era

una bolsa que contenía una especie de algodón negro, que curiosamente le resultaba familiar,

pero no sabía lo que era. Joan se acercó y ella le enseñó lo que tenía en la mano. Al instante, él

quedó horrorizado.

- Está muerta. No hay nada que podamos hacer. Ha ingerido una sustancia llamada onir

que te hace alucinar si tomas una cantidad moderada, pero si la tomas en exceso, entras

en un estado de paranoia hasta el punto que necesitas sentir algo mucho más fuerte,

tan fuerte como la muerte. —afirmó tristemente.

Toda la gente que había en la fiesta estaba asustada, no comprendían nada. De repente,

él chasqueó de nuevo los dedos y todo desapareció; la música, los invitados, la fiesta... Pero la

chica seguía allí tirada, muerta. Joan no Io comprendía, ¿por qué no desaparecía? Elisa estaba

en estado de shock, no entendía qué estaba pasando. Pasó un rato hasta que los dos

reaccionaron. La joven le suplicó que le explicara lo que sucedía, y él cedió. Le explicó que

antes de la carrera los organizadores habían dejado una mesa con algo de comida que debían

comer antes de salir para coger fuerzas. Pero alguien había dejado en esa mesa onir, quizá

porque se lo había dejado olvidado. El caso es que ella se lo comió y cuando pasó un rato

comenzaron las alucinaciones. Tenían que ir al bosque que habían visto antes para coger una

de las plantas que había allí, la cual le haría desaparecer su estado de alucinación.

Ambos se dirigieron hacia el bosque, se llevaron a la chica muerta con ellos. Cuando

llegaron, Joan comenzó a buscar la planta, mientras Elisa cavaba un hoyo para enterrar a la

chica. Pero cuando estaba a mitad del hoyo, el señor llegó con la planta y le dijo que se la

comiera sin pensarlo. Asustada con todo lo que le estaba pasando, obedeció, pero justo antes

de que lo hiciera cayó en la cuenta, ¿Joan tampoco era real entonces? Le comenzaron a caer

unas lágrimas de los ojos y lo miró. Ahí estaba, esbozando una sonrisa triste. Le abrazó con

todas sus fuerzas, y él le devolvió el abrazo. En mitad de este, Elisa cogió la planta y se la metió

en la boca sin pensarlo más, con los ojos cerrados llenos de lágrimas, mientras se oían de

fondo los ladridos de unos tres perros. Y sin más, todo se desvaneció. Volvió a abrir los ojos y

allí estaba otra vez, en la carrera. Al fondo podía ver la meta y un montón de gente esperando

que llegaran todos los corredores.

Decidió continuar corriendo hasta que al fin cruzó la meta. Se escuchaban aplausos y

gritos de emoción. Había terminado la carrera. Todos se iban yendo poco a poco menos Elisa.

Estaba sentada en el suelo, confusa. Ya no quedaba casi nadie, miró al frente y allí estaba. Era

un señor de aspecto joven paseando a tres perros. Eran Joan. Elisa sonrió.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE ESO

Y FORMACIÓN PROFESIONAL BÁSICA

PRIMER PREMIO

AURORA MAZA LÓPEZ

4º ESO

AVE MARÍA ALBOLOTE

LA CARRERA DE MI VIDA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria. No podía creerme que mi

amiga Lucy; que venía de New Jersey que venía a pasar unos días en casa, me hubiese convencido para

apuntarme a la carrera de mi colegio, madre mía, con la pereza que me da todo eso. Y allí estamos las dos en

la línea de salida esperando a escuchar el disparo y echar a correr.

Después de segundos de nerviosismo, por fin lo escuchamos, y toda la marabunta sale disparada como

una manada de ovejas que ven la comida a lo lejos. La primera subida, insoportable, pero ahí voy

aguantando, miro a Lucy a ver cómo va y de pronto ella que corría tan alegremente se para en seco y mira

hacia una dirección que no se corresponde con la de seguir la carrera.

– ¿Qué pasa? – le pregunto

– Ven y sígueme, ahí hay alguien que nos llama

– ¿Cómo? ¿Estás loca? Vamos, sigue corriendo que acabemos.

– No me insistas, ¡venga! – y tirando fuertemente de mi mano me hace correr hacia el lado contrario,

adentrándome dentro del colegio Ave María Casa Madre, donde ya he venido unas cuantas veces de visita.

– Pero Lucy de verdad, ¿¡estás loca!?¿a dónde vamos?

– Ya te he dicho que me sigas, que un hombre nos llama desde allí

– ¿Qué hombre? Yo no veo nada, solo la entrada a la capilla del colegio, jardín, clases...

– ¡Allí! ¿lo ves? – replica sin dejarme terminar de hablar

Y metiéndonos por la puerta principal de la capilla atravesamos hasta el fondo y detrás del altar entramos por

una puerta que yo nunca había visto siguiendo a ese supuesto hombre que la llama.

– Seguidme- escucho de repente una voz irreconocible.

– ¿Qué pasa? ¿Quién eres? – mi primera respuesta cerebral es que era un profesor del colegio algo

despistado, pero insiste demasiado ansioso en que lo sigamos...

– ¡Madre mía en que lío nos estamos metiendo, como venga alguien y nos vea allí...! – pienso yo.

Conforme avanzamos se va perdiendo la oscuridad y haciéndose la luz, una luz tenue pero que alumbra

lo suficiente como para distinguir que lo que estamos atravesando es un largo pasadizo.

Estoy exhausta pero no me atrevo a parar ni a decirle algo a Lucy, así que ahí sigo sin parar de correr.

De pronto Lucy se para y lo que intuía ella como una sombra se detiene ante una pesada puerta de madera.

–Soy Hassin y habéis sido elegidas para ver con vuestros propios ojos lo que se les ha negado a generaciones.

Yo creo que voy a empezar a llorar, no sé dónde estamos y hacía diez minutos estaba en la salida de la

carrera solidaria de mi colegio. Lucy parece mucho menos asustada que yo, está como emocionada, tal vez el

estar tan lejos de su país le haga ver esto como una aventura, mientras que yo me paralizo por el miedo.

– ¿Cómo dices? No entendemos nada de lo que nos explicas – se atreve a decir Lucy en su pobre pero

inteligible castellano.

– Solo abrid bien los ojos cuando abra esta puerta, traspasaremos la barrera del tiempo, estamos en los

pasadizos secretos de la Alhambra, hemos atravesado el río Darro por el pasadizo que comunica la Alhambra

con el exterior y que acaba en la capilla de ese colegio.

Yo temblaba, pero la seguridad de Lucy ante lo desconocido y sin explicación me hacía no desmayarme.

Y se abrió aquella puerta. No podíamos casi ni respirar ante lo que nuestras retinas estaban contemplando.

Sí, era la Alhambra, pero no podía ser en el momento de marzo de 2016, habíamos retrocedido unos cuantos

siglos, era la Alhambra del siglo XIV tal y como lo habíamos estudiado un tiempo atrás en el colegio.

– ¿Qué es esto? – preguntó la curiosa Lucy que del reino nazarí sabía más bien poco.

Aquel chico de ojos oliva y tez morena llamado Hassin se sonrió y solo nos dijo:

– Que la paz sea con vosotros – y nos invitó a entrar en aquel mundo que no sabíamos a que correspondía.

Y fue en ese momento cuando perdimos la noción de nuestro presente para convertirnos en invitadas

de un mundo que no parecía real. Seguíamos con nuestras mallas y camiseta de deporte, así que eso me

hacía pensar que no me estaba volviendo loca y que realmente estaba corriendo la carrera cuando aquello

pasó, pero por otro lado me estaba adentrando con mi amiga en un mundo que no podía existir en realidad.

Todo era mágico, las vestimentas de aquellas personas, los caballos en mitad de la ciudadela, puestos de

frutas y verduras en unos canastos y unas vasijas de cerámica con adornos verdes y azules que me

recordaban a una jarra de casa de mi abuela. Las mujeres llevaban cubiertas las caras con unos velos de

colores y de oro, y los hombres calzaban babuchas y vestían con unas calzas sujetas a la cintura por un fajín y

unos turbantes de colores llamativos.

Estaba acostumbrada a pasear con mis padres por la Alhambra y a imaginar cómo sería cuando vivía la

gente allí, pero todo lo que yo había imaginado no podía alcanzar la belleza de lo que yo contemplaba en ese

momento. Me llamaba la atención de tanta cantidad de gente, y estaban en armonía, se respiraba

tranquilidad en sus miradas y en sus quehaceres.

Hassin se adelantó y me dijo:

– Me voy a adelantar a tu pregunta y sí, ellos no os pueden ver porque perturbaríais la tranquilidad de este

lugar por vuestra indumentaria, podéis pasear por todo el lugar hasta que os avise para marchar.

No sabíamos a dónde ir porque queríamos verlo todo. Entramos a los palacios y pudimos ver lo refinado

de las sedas del salón del trono. Las fuentes eran prácticamente como yo estaba acostumbrada a verlas, pero

el rumor del agua se oía con mayor intensidad. Todo era tan especial, los rostros de las mujeres cubiertos

pero adornados, los niños en la calle, los cristianos claramente diferenciados por sus vestimentas más sobrias

y sus caras descubiertas y un montón de puestos de artesanos repartidos dentro de la ciudadela. Por un

momento perdía la noción del tiempo y no podía adivinar en qué momento del día o de la noche estaba.

Parecía que iba a anochecer cuando la figura de Hassin se puso a nuestro lado y nos indicó que había que

regresar. Obedientemente le seguimos desandando el camino recorrido y en silencio hasta llegar a la puerta

por la que habíamos accedido a aquel mundo. Cuando llegamos a ese punto miré a Hassin y le pregunté

– ¿Por qué nosotras?

– Estabais en el momento y lugar adecuado y vuestras almas de quince años son capaces de guardar el

secreto para toda la vida, que así sea.

No podía respirar de tanto correr y escuchaba a la multitud: ¡Vamos campeonas!

¿Cómo? Era la carrera y llegábamos a la meta, reconocí el paseo de Don Andrés Manjón.

Lucy corría a mi lado, y cruzamos la meta tan cansadas que no podíamos decirnos nada la una a la otra.

En ese momento fui consciente de que todo lo que había pasado había sido un sueño. Será que como el

recorrido era tan bonito se me han inspirado las neuronas para no ir pensando en lo cansada que estaba.

– Vamos a ver en que puesto hemos quedado – le dije a Lucy

Mi ilusión se enfrió a la vez que mi sudor y por momentos iba siendo más consciente de que la ficción me

había superado, y yo que era una gran soñadora estaba ya rozando los límites de la tontería...

– Vamos a ver la clasificación, anda Lucy, que ya mismo corren los pequeños y quiero ver a mi hermano.

Mi madre que se había acercado y me había estado escuchando me dijo:

– ¿Clasificación? Pero cariño, si habéis sido las últimas, estaba muy preocupada porque habéis entrado casi

una hora después y nadie os veía en el recorrido hasta que os hemos visto llegar por el Paseo de los Tristes.

Eso solo agitaba más mi confusión... pero qué pasaba aquí... no entendía nada de nada...

– Vamos a por una botella de agua a los puestos de avituallamiento, no puedo más.

Lucy no había dicho ni palabra desde que cruzamos la meta.

– Dos botellas de agua, por favor. – Y al alzar la vista para ver al chico al que le pedía el agua me quedé

petrificada. Era Hassin, con una gorra de deporte y chándal.

– Me estoy volviendo loca – pensé – voy a desmayarme...

Pero entonces fue cuando Lucy habló por fin:

– ¿Cómo te llamas, chico?

– Me llamo Hassin – sonrió – Que la paz sea con vosotros...

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA SEGUNDO CICLO DE ESO

Y FORMACIÓN PROFESIONAL BÁSICA

ACCÉSIT

MIGUEL MUÑOZ AGUILERA

4º ESO

AVE MARÍA VISTILLAS

EL REENCUENTRO

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de La Carrera Solidaria. Por fin llegó el

gran día esperado por mí y toda mi familia, porque ese día quería demostrar a la gente que podía

ganar La Carrera Solidaria de una forma especial y bonita; es decir, que yo iba a darlo todo por

ganar la carrera.

Cuando llegamos a Casa Madre, lo primero que hicimos fue darnos una vuelta por todo el

colegio para disfrutar del entorno y de sus maravillosas vistas. Mis amigos y yo comentamos lo

afortunados que son los alumnos de este colegio y nos imaginamos aprendiendo geografía de

la misma manera que D. Andrés Manjón enseñó a sus alumnos.

Según nos dijeron unos colaboradores, el inicio de la carrera estaba programado para las

doce y media de la mañana. Por lo tanto teníamos una hora y media para hablar con antiguos

compañeros y profesores que también estaban dispuestos a pasar una jornada maravillosa.

Nos dirigimos a la zona de la capilla y al acercarnos me pareció ver a un gran amigo de mi

infancia. Me paré a pensar y me dije que era imposible porque actualmente mi amigo vive en

Barcelona. Nos sentamos en las escalerillas y mis amigos y yo comenzamos a hablar sobre

nuestra estrategia para la carrera. En esos momentos giré la cabeza y otra vez me vino a la

cabeza la imagen de mi amigo. Por unos segundos no pude reaccionar hasta que las palabras de

mis amigos sobre la carrera resonaron de nuevo en mi cabeza. Faltaba una hora para la carrera

y estaba empezando a ponerme nervioso y un poco alterado por aquella extraña sensación de

haber visto a mi amigo.

Una vez planeada nuestra carrera, nos levantamos para ir a mirar la lista de participantes.

La lista de inscritos era larguísima, pero al llegar a la letra “c” mis ojos se detuvieron en un

nombre concreto y me quedé totalmente paralizado. Mis compañeros observaron mi reacción

y me preguntaron qué me pasaba. Yo respondí que en la lista de inscritos había una persona que

se llamaba igual que un amigo mío, pero que no podía ser él porque mi amigo vive en Barcelona.

Mis amigos no le dieron importancia, pero en mí la sensación de desasosiego y desconcierto era

cada vez mayor.

Ya no podía quitarme a mi amigo de la cabeza y de nuevo cuando íbamos andando por

delante del salón de actos, miré hacia las pistas deportivas y vi a aquel muchacho que tanto se

parecía a mi gran amigo. Sin embargo, seguí mi camino junto al resto de mis compañeros como

si mis piernas se moviesen de forma autómata e independientemente de las ganas de

detenerme y decirle algo a aquel muchacho.

Cada vez faltaba menos para el inicio de la carrera. A sólo treinta minutos del inicio se

escuchó la voz del speaker avisando a todos los corredores. Nos preparamos y empezamos el

calentamiento a lo largo de todo el colegio. Cuando íbamos corriendo por una zona estrecha me

tropecé con otro corredor y ambos caímos al suelo. Al levantarme mire a la otra persona y

exclamé: “¡Juan!”. Él respondió: “¡Miguel!”. Yo dije: “no puede ser hermano” y en ese momento

nos dimos un abrazo muy especial y emotivo para nosotros.

Le pregunté qué hacía en Granada. Y él me respondió que había venido a pasar el fin de

semana con unos primos y que como sus primos eran alumnos del Ave María ya hace dos

semanas que se habían apuntado a la carrera sabiendo sus primos que mi amigo pertenece a un

club de atletismo y que suele correr bastantes pruebas en Barcelona.

Estaba muy contento de volver a ver a mi amigo después de tantos años, pues a pesar de

haber intentado ponerme en contacto con él, desde que mi familia se mudó de Barcelona a

Granada nunca más supe de él, y ahora podría tener su número de móvil para poder enviarnos

algún que otro mensaje.

Él me respondió que también se alegraba mucho de verme y que iba a ser un día muy

especial para él. También sentía el no poder haber estado en contacto, pero que ya todo le daba

igual porque ya estábamos juntos de nuevo.

Como él también iba calentando con sus primos y no quería hacerlos esperar, inició su

marcha y me dijo: “en la carrera nos vemos y después hablamos”

Cuando alcancé a mis amigos les conté lo que me había sucedido y ellos se alegraron

mucho por mí. Mi amigo Rubén me dijo que él también se alegraba pero que ahora teníamos

que estar concentrados en la carrera, que ya quedaba muy poco para el inicio y que por

megafonía ya estaban avisando a todos los corredores que se acercasen a la línea de salida.

Los nervios del momento ya se notaban en las caras de los corredores. Mi amigo Rubén y

yo nos despedimos de nuestros amigos Eugenio, José, Matías y Nicolás, que iban a ver la carrera

en el Paseo de los Tristes y nos desearon suerte. Rápidamente nos dirigimos a la salida porque

estaban anunciando que sólo faltaban tres minutos.

“¡Todos en posición… y tres, dos, uno…!”. La carrera había empezado y los primeros clasificados

íbamos a por todo. Había muchos nervios y en los primeros metros mi amigo Juan se puso en

cabeza y nadie podía con él… En el kilómetro dos uno de los corredores del grupo de cabeza se

resbaló y no pudo seguir nuestro ritmo.

En el kilómetro cuatro empecé a apretar y me coloque en cuarta posición, justo por detrás

de mi compañero Rubén. Mientras tanto mi amigo Juan seguía en primera posición. Estaba muy

nervioso a pesar de que mi amigo Rubén y yo íbamos en una posición muy buena. El suelo estaba

resbaladizo por la lluvia que cayó durante la noche anterior y todos los corredores después de

ver lo sucedido corríamos con precaución de no caernos también.

Faltaban menos de dos kilómetros para la meta cuando otro corredor del grupo de cabeza

tuvo que abandonar, en este caso, por un pinchazo en el abductor. Y es que la cuesta de acceso

a La Alhambra y la posterior bajada se hicieron muy duras. En ese momento adelanté a algunos

corredores y me coloqué en segunda posición a unos metros por detrás de mi amigo Juan.

Desde Plaza Nueva hasta el Paseo de los Tristes las posiciones ya no cambiarían. Pero de

repente, al empezar la Cuesta del Chapiz, mi amigo resbaló y cayó al suelo. Por un momento iba

primero en la carrera pero me di la vuelta y le ayudé a levantarse ya que todavía se encontraba

sentado en el suelo maldiciendo su mala suerte. Una vez que ya estaba de pie, Juan me dijo:

“¡Eres grande Miguel!”.

En ese momento Rubén nos adelantó y se puso en primera posición. Juan y yo

reaccionamos rápidamente y en seguida nos pusimos a correr. Juan, esprintó y antes de la

entrada al colegio ya había adelantado a Rubén, ya que la cuesta se le había hecho muy dura

después de más de media hora de carrera. Yo, también adelanté a Rubén pero ya no pude

alcanzar a Juan que cruzó la línea de meta con unos pocos segundos de ventaja.

Media hora después estaban entregando los premios. Nuestros amigos que habían visto

la carrera en el Paseo de los tristes llegaron muy contentos y gritando, y mientras tanto los tres

primeros clasificados nos abrazábamos en el pódium.

Para terminar el día nos fuimos a un bar para tomar algo. Allí reímos, hablamos… por

último llegó lo peor, despedirme de mi amigo Juan. Mi amigo se despidió con un “te quiero,

acuérdate”. Y yo le respondí: “vale, se te echará de menos más de lo que tú te crees”.

En ese momento eran las diez de la noche y también me despedí de mis compañeros de clase.

Me marché directo a casa para contarle a mi familia todo lo que me había ocurrido.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA BACHILLERATO Y FORMACIÓN PROFESIONAL

PRIMER PREMIO

JAVIER DOMINGO LÓPEZ

2º BACHILLERATO

AVE MARÍA CASA MADRE

LA SOMBRA QUE ME ACOMPAÑA

Y allí estaba, un año más en la línea de salida de la carrera solidaria. Como no podía ser

de otra manera, el sol radiante de marzo calentaba el asfalto. El buen ambiente se respiraba

entre los atletas y el público. Todos animaban, desde los más pequeños a los más viejos; hijos,

padres y abuelos. Tres generaciones, como no podía ser de otra manera, y es que a ninguno nos

gusta perdernos la carrera solidaria, porque es un día en familia en el que ganamos todos. Y si

eres avemariano, más. Porque para todos los que hemos estudiado en el Ave María, correr la

carrera solidaria de nuestro fundador es especial.

Yo estaba tan nervioso como en la carreras anteriores, pero esta vez era especial porque

había subido hasta la última categoría, ¡por fin corría con los mayores! Antes de comenzar la

carrera, entre miles de personas, no pude evitar fijarme en el hombrecillo que estaba a mi lado.

Con su pelo cano y sus arrugas propias de una avanzada vejez. No parecía que el hombre fuera

capaz de terminar la carrera. Él, al percatarse de que yo lo estaba mirando, me devolvió la

mirada y una amplia y entrañable sonrisa, y subió su dedo pulgar. Todo estaba bien. Yo también

subí el mío, y ambos brindamos con nuestras sonrisas y nuestro dedos pulgares.

Sin darme cuenta, el estruendoso pistoletazo de salida enmudeció el ambiente ¡La

carrera había comenzado!, y con ella, los ánimos de mi madre, la cual me aplaudía y animaba

entusiasmada entre el público. Se notaba que era mi madre, y también que era avemariana. En

mi familia todos los somos, desde mi abuelo, a mi primo más pequeño.

La carrera este año era más dura, pero yo estaba preparado mentalmente. Llevaba

entrenando varias semanas el recorrido con mi padre. Nadie podría derrotarme. Sin embargo,

la carrera me resultó más dura que en los entrenamientos. Los nervios del momento, supongo.

Me agoté demasiado pronto, es una carrera con muchas cuestas, y no iba a tener fuerzas para

terminarla. Estaba en ese pensamiento de abandonar discretamente, echarme a un lado y

tragarme mi orgullo, pero sobre todo no hacer el ridículo de llegar a la meta el último, o andando

hecho polvo, delante de todos mis compañeros y mi familia, cuando en ese momento me pasó

aquel hombrecillo cano que me había sonreído a la salida. ¡Estaba en forma el vejete! A pesar

de su edad, propia de alguien ya con nietos, me había adelantado. “¡Ánimo muchacho, no vayas

a rendirte!” En ese momento, saqué fuerzas de donde yo creía que no las había, y pude seguir

corriendo. Primero las estrechas calles empedradas del Albayzín, y después el hermoso, y por

aquel entonces florido paseo del colegio. Aunque en mi mente sabía que me quedaba lo peor,

la durísima cuesta que sube desde el Campo del Príncipe al Hotel Palace. No me había olvidado

lo dura que era, pero gracias a los gritos del público y con mucho esfuerzo pude subirla hasta

arriba sin parar. Era increíble cómo me sentía de contento, y la seguridad que tenía de que iba

a poder terminar mi primera participación en la carrera de los mayores con la cabeza alta. Me

sentía como un corredor de cien metros vallas, saltando valla a valla.

Llegando ya a Plaza Nueva, de repente, un niño se tropezó y cayó al suelo. Era un niño

que había visto muchas veces por el patio de primaria de la Casa Madre. Era demasiado niño

como para correr la carrera, pero ahí estaba el chaval todo ilusionado. Y en mi colegio nadie le

quita la ilusión a un niño. Quizá era demasiado pequeño como para que el tumulto de atletas se

percatara de su presencia, y seguramente lo iban a pisar. Pero en aquel momento, de nuevo, vi

aparecer al hombrecillo mayor, como un ángel de la guarda, y protegiendo al pequeño

muchacho del resto de corredores, lo levantó, le sacudió las rodillas, le dio un beso en la frente,

y le dijo “Ahora a terminar la carrera como un valiente”. En contra de lo que yo esperaba, nadie

se sorprendió de aquella entrañable escena del anciano corredor. Era como si no lo hubieran

visto.

La dura carrera ya estaba llegando a su fin. Jadeante di un último empujón, y atravesé

la línea de meta. Lo había conseguido. No fue fácil, pero lo había conseguido. Me sentía bien. En

el camino a los puestos de agua, yo seguía intrigado por la presencia del viejecillo corredor. Con

aquella intriga, le pregunté a mi padre, el cual estaba a mi lado, tan cansado como yo por el

esfuerzo realizado :

- Papá, ¿has visto a un abuelito de pelo cano y vestimenta negra corriendo? - A lo que me

respondió:

- Hijo, no digas tonterías, los ancianos tienen en su espalda el peso de los años, y no tienen las

fuerzas que tienes tú para correr.

- Pero no papá, de verdad que lo he visto, y varias veces durante la carrera, hasta se paró a

ayudar a un niño. ¡Me adelantó!

- Eso es imposible, seguro que era un disfraz y te han tomado el pelo.

Yo sabía que no. Fui a preguntarle a mi madre, a mis amigos, pero ninguno lo vio. ¿Cómo

era eso posible? Estaba intrigado, pero, al final no le di mayor importancia.

Y pasaron los años, y con cada uno de ellos, una nueva edición de la carrera solidaria del

Ave María. Todos los años, a pesar de la emoción de la carrera, del sol radiante de marzo que

calentaba el asfalto, y como no podía ser de otra manera, de los gritos de ánimo de mi madre

desde el público; yo siempre estaba atento, buscando a aquel hombrecillo… Y te aseguro que si

te fijas bien, cada año allí estará, en la línea de salida, o entre el público, animándote en cada

obstáculo, en cada cuesta. Y cuando te flaqueen las fuerzas, piensa que él estará allí,

animándote, porque como cada año, en la línea de salida de la carrera solidaria, y de tu vida, a

todos los avemarianos siempre nos acompaña Don Andrés Manjón.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA BACHILLERATO Y FORMACIÓN PROFESIONAL

ACCÉSIT

JUAN CARLOS SIMÓN SÁNCHEZ

1º EDIFICACIÓN GRADO SUPERIOR

AVE MARÍA S.CRISTÓBAL

PALABRAS AL SILENCIO

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la Carrera Solidaria. Yo sólo la veía

como una forma más para poder integrarme; pero él no, él sólo quería silenciar aquellos

sollozos…

- ¿Quién es “él”? ¿A quién nombra?

- Sólo quiere expresarse, sigo leyendo su escrito.

No sería un día común, ya lo sabía desde el comienzo de la mañana. ¿Creéis que puedo

sufrir tanto sin algo a cambio, todo por simple diversión? Ese camino en medio de la nada fue

mi oportunidad para escapar… Pero no puedes hacer eso, es mejor contarlo, pedir ayuda; y no

seguir así, porque no harán nada para ayudar y seguirás siendo pasto del maltrato…

- Pero hay algo que no entiendo, ¿Por qué escribe de esa forma?

- No lo sabemos, pensamos que quizá pueda ser una forma de entenderse a sí mismo. Se

intenta ayudar por lo que ha tenido que pasar tiempo atrás. Su hijo lo ha pasado mal y

lo que ha pasado ha sido una forma de poder salir de ese agujero.

Por eso desaparecí de la línea que seguía la carrera. Me adelanté, así pude encontrarme

con los culpables de mi mal estar, “indefensos” como ellos me tomaban a mí para poder hacer

sus jugarretas de neandertales.

Fueron unos preciados minutos los que me dieron para poder preparar todo fuera de la

vista de otras personas participantes de la carrera. Quién diría lo fácil que fue mostrarle unas

botellas de agua con cara indefensa como el encargado de repartirlas, pero contaminadas con

conicina. Fue corta la espera hasta ver que sus simples náuseas pasaban a ser una parálisis

muscular y los aparté del camino. ¿Quién se daría cuenta de su ausencia y más contando con

toda la gente que está participando aquí?

No volverían a dañar a nadie de ninguna de las maneras, por fin toda persona podría

seguir con sus estudios y su vida personal de una forma corriente y habitual, sin más sobresaltos

ni abusos.

Ese fue mi momento, aún no había acabado de actuar el veneno en su totalidad y excorié

sus cuerpos para que sinti…

- ¡Por favor!, deje de leer eso, no… no puede ser posible lo que dice. Él no sería capaz de

tales atrocidades.

- Sé que es duro de entender, todo fue escrito por sus propias manos al ingresar aquí. No

intento defender el maltrato que recibió por parte de sus compañeros, pero lo que su

hijo hizo es un delito grave y me temo que tras todo lo acontecido se ha determinado

que el chico no es estable.

He aquí un relato exagerado que habla sobre el acoso escolar. ¿Quién es la persona que

habla con los padres? ¿Hablará la madre o el padre del chico?...

Estos son datos irrelevantes. Lo que de verdad importa es el sufrimiento por diversas

partes de familiares, afectados directos o incluso la gente que rodea a las víctimas.

Puede que el relato exagerado ayude a la gente a ver el tema como verdaderamente es,

un tema serio de tratar y difícil de erradicar.

Espero que sirva para su cometido.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES

Y AULA DE INTEGRACIÓN

PRIMER PREMIO

ELVIRA VÁZQUEZ GUERRERO

2º ESO

AVE MARÍA VARADERO

LA CARRERA SOLIDARIA

Y allí estábamos, un año más, en la línea de salida de la carrera solidaria, era una mañana

muy calurosa y nos habíamos levantado muy pronto para ir a Granada. Todos los niños

empezamos a correr; estábamos muy contentos y felices porque sabíamos que con esta carrera

ayudamos a las familias necesitadas. Ese día me sentí muy orgullosa de haber ayudado a muchas

personas.

Cuando acabó la carrera mi madre habló con uno de los organizadores y le preguntó que

cómo lo había hecho y él le dijo que había quedado en muy buen puesto. Ella se puso muy

orgullosa y yo también. Me gustó mucho la carrera y pensé que quería volverla a repetir.

Después de la carrera yo tenía mucha hambre, así que decidimos ir a comer todos juntos

a un restaurante de Granada. La comida estaba deliciosa y todos quedamos encantados.

Cuando salimos del restaurante fuimos a una heladería y después de un rato pensándolo

decidí tomarme un helado de fresa ¡Fue el mejor helado que me había tomado nunca!

Una de mis amigas, que se llama Laura, saliendo de la heladería, se tropezó con un

escalón, se cayó y se hizo mucho daño. Mi madre la tuvo que coger en brazos hasta llegar al

coche porque ella no podía ni andar. Al llegar al coche, entramos todos rápido y nos abrochamos

todos los cinturones. De repente mi madre intentó arrancar el coche, pero hacía un ruido muy

raro y no arrancaba. Menos mal que iba con nosotras mi amigo Luis, que había estudiado un

módulo de mecánica en su pueblo y consiguió arrancarlo, pero le dijo que tenía que llevarlo al

taller a cambiarle la batería.

Cuando llegamos al hospital estuvimos mucho rato esperando a mi amiga Laura. Al final

le tuvieron que poner una escayola muy grande en el pie.

Eran las nueve de la noche cuando nos bajamos en coche para Motril, era muy tarde y

estábamos todos muy cansados. Yo le dije a mi madre que quería ir a otra carrera, que me había

gustado mucho, pero ella me dijo que se lo tenía que pensar muy bien.

El lunes cuando llegamos al cole, todos comentamos la carrera y la seño nos dijo que

pronto iban a organizar otra carrera solidaria en Motril y todos nos pusimos muy contentos,

pero pensé que tendría que convencer a mi madre.

Al final, ¡la conseguí convencer! , así que nos veremos en la próxima carrera.

V CERTAMEN DE RELATO CORTO DE LAS ESCUELAS

DEL AVE MARÍA

CATEGORÍA NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES

Y AULA DE INTEGRACIÓN

ACCÉSIT

DIEGO RUIZ GALLARDO

5º EPO

AVE MARÍA S.CRISTÓBAL

LA SOLIDARIDAD

Allí estábamos un año más en la línea de salida de la carrera solidaria, mientras que sentí

un ruido, era un perro ladrando, el dueño le dijo: tranquilo tranquilo, y le dio una pelota, para

entonces yo ya estaba casi a punto de llegar a la meta. Cuando llegué a la meta me sentí muy

contento y me dieron mi medalla, después hice un montón de cosas:

Me tiré en las colchonetas, me bebí un refresco y luego me fui a mi casa. Allí podría jugar

a lo que quisiera, luego me duché, cené, me lavé los dientes y me fui a la cama. Y al día siguiente

me desperté con el sol y me comí una magdalena de tres centímetros de chocolate y también

un cola-cao y cuando llegó la noche me acordé que ya mañana tenía que ir al cole. Desde

entonces, al igual que desde de las vacaciones de navidad, sentí que ya me gustaba más el

colegio.

También desde entonces comprendí que en el colegio había gente buena. Pensé que la

carrera solidaria sería muy divertida y que es una carrera con el fin de ayudar a la gente

necesitada y donde al finalizar hay juegos divertidos para que los niños y familiares puedan

divertirse y vivir una bonita aventura.

Las personas pueden correr por las calles de Granada capital y se les recompensa a la

llegada a la meta con bebidas, como por ejemplo fanta y coca cola, además de eso, las personas

necesitadas pueden vivir más felices porque con el dinero de la carrera solidaria, se les ayuda a

conseguir cosas importantes como, por ejemplo, ropa, libros, material escolar y otras cosas,

gracias a que los participantes echan un dinero para ello. Allí todas las personas pueden tirarse

en las colchonetas y los niños y niñas pueden ser felices y vivir divertidas aventuras con

familiares, amigos y compañeros. En la carrera las personas están serenas y simpáticas con los

necesitados, las personas con simpatía ayudan mejor a las personas necesitadas. Desde

entonces siento que muchos de los niños del Ave María San Cristóbal pueden vivir felices.