13
v. La estructura de las relaciones morales 1. La naturaleza de los actos prohibidos Si a las personas cuya instrucción moral nsistió en aprender una lista de prohibiciones les preguntara qué es la moralidad, contesta- - , a mi parecer, con un enunciado negativo y con uno positivo. Podrían decimos que es no ntir, no robar, no matar, no codiciar, no timar, de ninguna manera perjudicar al vecino. Si se- .damente se les preguntara qué rasgo común aza todas estas actividades vedadas, encontra- muy difícil responder. Podrían decir que to- estas acciones prohibidas causan dolor a las onas, sea corporal o mental, o que para ellas perjudiciales. Esto es ciertamente verdadero, no adecuadamente discemidor. La compe- ia en el comercio o en las profesiones produ- gran privación y aflicción a aquellos que fra- en ella; castigar a los niños los hace infeli- ;y la práctica de la medicina y la odontología fuentes abundantes de dolor incluso para llos que se ven beneficiados por estas artes; ,n así, hasta donde sé en ninguna parte tales ividades están prohibidas por el código moral. El rasgo esencial que enlaza las actividades consistentemente prohibidas por los códigos es de las gentes civilizadas es que, por su ia naturaleza, no pueden ser a la vez habitua- y permanentes, pues tienden a destruir las .ciones que las hacen posibles. Esta pro po- '0 será inmediatamente evidente para algu- actos prohibidos; para otros su verdad .no es obvia. Robar es un ejemplo del primer caso. que roban los hombres es riqueza, y la rique- producida o acumulada mediante el trabajo humano. Las personas están dispuestas a trabajar laboriosamente y soportar privaciones con el propósito de obtener riquezas, sólo porque tienen alguna esperanza de poder mantenerlas y usarlas. Proporcionalmente a la disminución de la proba- bilidad de conservar sus bienes materiales, las personas reducen sus esfuerzos de crearlas y pro- curárselas. Como caso extremo podemos imagi- nar una población tan agresivamente depredado- ra en la cual nadie podría conservar hasta maña- na lo que gana hoy. En tales circunstancias, nin- gún hombre sembraría ni labraría la tierra, nadie fabricaría vestidos ni moradas ni herramientas útiles, nadie tan siquiera se preocuparía por re- clamar tierras que no tiene esperanza de conser- var. Todos vivirían precariamente de alimentos recolectados en los bosques y devorados apenas son encontrados. Sería imposible robar, pues no habría ningún tipo de propiedad. La condición que hemos imaginado no existe ni siquiera en las tribus humanas más primitivas que conocemos, ni entre animales de muchas clases, que contro- lan parcelas de tierra respetadas por otros de su especie. El robo es una actividad autoanuladora. O tomemos el caso de la mentira. El len- guaje sirve como medio para la comunicación de ideas porque en general usamos consistentemen- te el mismo sonido para designar el mismo obje- to, y la misma combinación de palabras para sig- nificar la misma relación o actividad. Esta es la condición indispensable de esa asociación de so- nidos con cosas o ideas fijas que es el fundamen- to del lenguaje. Además, generalmente le damos credibilidad a los enunciados que escuchamos porque en general los encontramos confiables. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 73-85, 2000

v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

  • Upload
    others

  • View
    26

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

v. La estructura de las relaciones morales

1. La naturaleza de los actos prohibidos

Si a las personas cuya instrucción moralnsistió en aprender una lista de prohibicionesles preguntara qué es la moralidad, contesta-

- , a mi parecer, con un enunciado negativo ycon uno positivo. Podrían decimos que es nontir, no robar, no matar, no codiciar, no timar,de ninguna manera perjudicar al vecino. Si se-.damente se les preguntara qué rasgo comúnaza todas estas actividades vedadas, encontra-

muy difícil responder. Podrían decir que to-estas acciones prohibidas causan dolor a lasonas, sea corporal o mental, o que para ellasperjudiciales. Esto es ciertamente verdadero,

no adecuadamente discemidor. La compe-ia en el comercio o en las profesiones produ-

gran privación y aflicción a aquellos que fra-en ella; castigar a los niños los hace infeli-

; y la práctica de la medicina y la odontologíafuentes abundantes de dolor incluso parallos que se ven beneficiados por estas artes;

, n así, hasta donde sé en ninguna parte talesividades están prohibidas por el código moral.

El rasgo esencial que enlaza las actividadesconsistentemente prohibidas por los códigos

es de las gentes civilizadas es que, por suia naturaleza, no pueden ser a la vez habitua-

y permanentes, pues tienden a destruir las.ciones que las hacen posibles. Esta pro po-

'0 será inmediatamente evidente para algu-actos prohibidos; para otros su verdad .no esobvia. Robar es un ejemplo del primer caso.que roban los hombres es riqueza, y la rique-

producida o acumulada mediante el trabajo

humano. Las personas están dispuestas a trabajarlaboriosamente y soportar privaciones con elpropósito de obtener riquezas, sólo porque tienenalguna esperanza de poder mantenerlas y usarlas.Proporcionalmente a la disminución de la proba-bilidad de conservar sus bienes materiales, laspersonas reducen sus esfuerzos de crearlas y pro-curárselas. Como caso extremo podemos imagi-nar una población tan agresivamente depredado-ra en la cual nadie podría conservar hasta maña-na lo que gana hoy. En tales circunstancias, nin-gún hombre sembraría ni labraría la tierra, nadiefabricaría vestidos ni moradas ni herramientasútiles, nadie tan siquiera se preocuparía por re-clamar tierras que no tiene esperanza de conser-var. Todos vivirían precariamente de alimentosrecolectados en los bosques y devorados apenasson encontrados. Sería imposible robar, pues nohabría ningún tipo de propiedad. La condiciónque hemos imaginado no existe ni siquiera en lastribus humanas más primitivas que conocemos,ni entre animales de muchas clases, que contro-lan parcelas de tierra respetadas por otros de suespecie. El robo es una actividad autoanuladora.

O tomemos el caso de la mentira. El len-guaje sirve como medio para la comunicación deideas porque en general usamos consistentemen-te el mismo sonido para designar el mismo obje-to, y la misma combinación de palabras para sig-nificar la misma relación o actividad. Esta es lacondición indispensable de esa asociación de so-nidos con cosas o ideas fijas que es el fundamen-to del lenguaje. Además, generalmente le damoscredibilidad a los enunciados que escuchamosporque en general los encontramos confiables.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 73-85, 2000

Page 2: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

74

2. La reciprocidad de las relacionespermanentes

ALEXANDER F. SKUTCH

Ahora supongamos que mentir llegara a prevale-cer sobre el habla veraz. En primer lugar, al ha-blar con otro la gente usaría habitualmente no lapalabra o frase que transmitiera, a la mente deloyente, el objeto o situación presente en la men-te del que habla, sino una que sugiriera algún otroobjeto o situación. No podría haber constancia enel uso de una palabra equivocada para una cosadada; pues entonces esta palabra equivocada seconvertiría, por el hábito, en la palabra aceptada,y llegaría a significar lo que el orador deseaba es-conder. En segundo lugar, nadie creería ni pon-dría atención a lo escuchado; pues nadie deseaser engañado, y estamos suponiendo una socie-dad en la cual las personas, por lo que escuchan,son mucho más comúnmente engañadas que ins-truidas. En estas circunstancias, el lenguaje seconvertiría en un baturrillo de sonidos sin signi-ficado; y nadie podría ser despistado por enun-ciados falsos, pues nadie podría entenderlos nidarles crédito. Así, la mentira se destruiría a símisma si fuera suficientemente prevaleciente.

La distinción entre falsedad y verdad seperdería, y ya para nadie valdría la pena perder eltiempo hablando falsamente. En las circunstan-cias reales, el mentiroso consigue engañamosúnicamente porque la mayoría de las personas di-ce la verdad más a menudo de lo que miente.

Seguidamente podemos considerar la codi-cia, la cual surge de la admiración de las posesio-nes de los otros y puede expresarse de dos mane-ras. Puede estimulamos a intentar adquirir o crearposesiones similares mediante actividades legíti-mas. Aunque tal emulación es deplorable cuandopor el ejemplo ajeno somos guiados a poner nues-tro deseo en cosas sosas o vanas, es saludablecuando nos vemos inspirados a luchar por cosas deverdadero valor. En su otra manifestación, la admi-ración crece convirtiéndose en envidia y nos llevaa acariciar alguna posesión particular de otra per-sona, ya sea esperando vanamente que algún im-previsto golpe de buena suerte la haga nuestra, obien urdiendo la manera de adquirirla por mediosilegales. En el primer caso, la codicia llega a disua-dir el esfuerzo activo; en el segundo, se convierteen incentivo para el crimen. En proporción a cuángeneral se haga, la codicia causaría una disminu-ción de las posesiones dignas de excitar envidia.

Sería tedioso demostrar en detalle cómoda uno de los actos prohibidos por la sabidu •acumulada de la humanidad tiende a anularse amismo; pero creo que puede mostrarse que eauna de tales actividades, si fuera abundante, .rectamente socavaría las bases de su propia exitencia o llevaría indirectamente al mismo resulta-do mediante la desintegración de la única socie-dad en la que podría continuarse, o, más común-mente, operaría simultáneamente de estas dosmaneras. Concluimos, entonces, que los cádigosmorales avanzados prohíben las actividades queson intrínsecamente incapaces de hacerse preva-lecientes o permanentes. Como proceso autoper-petuador, la vida tiende a imponer su propio ca-rácter en cada actividad de los seres vivientes.pues sólo esas actividades pueden continuar sus-tentándola. Condenamos la conducta que no pue-de ser permanente porque es incompatible con lavida misma.

Ahora que ya hemos decidido cuáles tiposde actividades son prohibidas por los códigosmorales y en qué consiste su error, será más fácildescubrir cuáles actividades son morales y porqué se designan así, y de la misma manera quéclases de conducta están fuera de la esfera de lamoralidad, siendo extramorales o quizá supra-morales. Se hará evidente que ciertos tipos decomportamiento que generalmente no se consi-deran pertinentes a la moralidad, son su funda-mento mismo; mientras que otros, comúnmentetenidos como fundamentales para la moralidad,tienen poco que ver con ella.

Dado que las actividades que por su propianaturaleza no pueden ser a la vez prevalecientesy permanentes son inmorales, se sigue que elcomportamiento moral debe ser permanente, o almenos tener la posibilidad de hacerse permanen-te. Las relaciones morales entre seres finitos son,hasta donde la limitada existencia de estos sereslo permita, relaciones permanentes, y para serduraderas deben ser recíprocas. La reciprocidades la sangre vital misma de un orden moral; así

Page 3: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75

o la justicia, que es el concepto de reciproci-en las relaciones humanas, es el fundamento

una comunidad estable. Así, la conducta mo-no es la mera ausencia de mal comportamien-Si simplemente desistimos de mentir, robar,'ciar, asesinar, y otros actos proscritos, no pornos hacemos seres morales; pues podríamos

itar cualquier hecho incorrecto practicandoquiescencia perfecta, absteniéndonos de todode actividades y sin tener comercio con na-

"De tal modo, deberíamos de hecho evitar da-a nuestros vecinos, pero un orden moral esmás que la ausencia de actos perjudiciales.

moralidad consiste en organizar entidades enpatrón armónico, y tal patrón sólo puede exis-i cuenta con relaciones que enlacen a esas en-

es. Para los seres vivientes, esas relacionesla forma de actividades, las cuales, para

duraderas, deben ser recíprocas; y mientrasequitativamente recíprocas se hagan, duran-

más tiempo tendrán probabilidad de persistir.Que un patrón permanente pueda ser esta-

"do únicamente mediante relaciones recípro-se hace evidente cuando examinamos algu-de los sistemas más amplios y estables que

"be nuestro planeta. La milenaria circulaciónaguas, de la cual dependen toda la vida te-

e y fluvial e incluso más la vida marina, setiene por reciprocidad; durante largos perío-los océanos no ceden a las nubes más aguaque les es retornada ya sea directamente porvia o a través de la descarga de los ríos. Una

igualdad pequeña pero persistente en ambasiones resultaría, a través de las edades, o enecamiento de los océanos o en el de todas

"erras. Similarmente, un bosque florece de si-en siglo debido a los intercambios recíprocos

la vegetación y el suelo, éste supliendoy sales mientras las plantas le devuelven la'a orgánica y los minerales contenidos en

tejidos muertos. Si las plantas no cedieranal suelo, rápidamente se empobrecería y se

, incapaz de sustentar futuros crecimientos.La tela de un orden moral no es tejida a par-los actos de abnegación excepcional y desobresaliente que se ganan nuestra admi-

• y a veces nos incitan a emularlos, sino derelaciones recíprocas mediante las cuales se

constituye una sociedad, y sin las cuales no po-dría existir una comunidad estable. Dado que ta-les relaciones son tan comunes, mientras no su-fran perturbaciones rara vez pensamos en ellascomo morales. Nuestra consciencia moral estácasi completamente enfocada hacia las desvia-ciones, en una dirección u otra, de la norma: deun lado, sobre actos de injusticia y sobre infrac-ciones a las reglas establecidas; por otro, sobre lapersistencia en la rectitud al enfrentar dificulta-des excepcionales.

¿Cuál es entonces la materia prima de lamoralidad? Es la relación entre esposo y esposa,cuando se quieren y son leales y cada uno realizasu parte para mantener su hogar. Es la relaciónentre padre e hijo, cuando está bendecida por undevoto cuidado y una cariñosa obediencia, demodo que el primero realice su propia naturalezaal provocar el florecimiento de todas las mejorescualidades latentes en el niño. Es la relación en-tre maestro y pupilo, cuando uno gustosamenteimparte conocimiento y el otro aprende afanosa-mente, con respeto y gratitud hacia su preceptor.Es la relación entre amigos, quienes deben mu-tuamente divertirse, instruirse, apoyarse, conso-larse o ennoblecerse, pues de otro modo la amis-tad sería una forma vacía. Es la relación entre elEstado y el ciudadano, cuando el primero da enprotección y servicios una justa retribución porlas contribuciones y los devotos esfuerzos del se-gundo. En una sociedad comercial, es la relaciónentre comprador y vendedor, cuando ninguna delas partes actúa con falsedad o deshonestidad, ycada una, a través de la transacción, puede obte-ner ciertos bienes deseados con mayor facilidadde lo que de otra manera sería posible. Y es la re-lación entre patrono y empleado, cuando los sa-larios y las condiciones laborales son una justarecompensa por el trabajo honrado. Estas relacio-nes son los hilos con los que es tejida la tela mo-ral; sin al menos algunos de ellos, ningún patrónpodría preservarse y no habría ninguna morali-dad social. Todas son relaciones recíprocas; y algrado que se desvíen de una justa reciprocidad sehacen precarias y tienden a desintegrarse.

Es evidente que relaciones de este tipo noestán de ninguna manera limitadas a la humani-dad, más bien algunas de ellas existen entre todos

Page 4: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

76 ALEXANDER F. SKUTCH

los animales sociales e incluso entre animalescomparativamente solitarios. Por lo tanto, estosanimales poseen una forma de moralidad, auncuando nunca discutan sus deberes; así como lospájaros que cantan maravillosamente practicanuna forma de arte a pesar de no tener cánones ar-tísticos. Como fue sugerido más arriba, dado quepor regla general los humanos llegan a ser cons-cientes de su moralidad principalmente por des-viaciones en una u otra dirección, y los animales,cuyos patrones de comportamiento son en mayorparte innatos antes que aprendidos, se conformana ellos más consistenternente, se sigue que poresta única razón deberían ser menos conscientesde ellos.

El espíritu que ha despertado nunca desea laposesión exclusiva. Dar, o al menos compartir,está más a tono con su naturaleza. Aunque ham-briento por la verdad, la belleza y el amor, nuncadesea arrebatarle estas cosas a ningún ser en elsentido de privarlo de una posesión; pues la pe-culiaridad de los bienes espirituales es que un nú-mero indefinido de mentes puede, cada una, po-seerlos enteramente. El espíritu también suspirapor dar cualesquiera bienes que posea y por ayu-dar a todas las criaturas que luchan. Pero el cuer-po debe tomar posesión exclusiva de las cosaspara su propio uso; si falla adquiriendo lo sufi-ciente, perece. Así, como seres compuestos decuerpo y espíritu, somos movidos por dos impul-sos contrarios: como cuerpos debemos tomar;como espíritus podemos dar. Es necesaria unatransigencia entre ambos: no tomaremos más delo que damos. De esta forma nos esforzamos porque nuestro trato con otros seres sea recíproco,no tomando más de lo podamos dar a cambio, pe-ro dando más de lo que tomamos cada vez quepodamos.

Como infantes indefensos debemos tomar-lo todo y no dar nada. En la niñez y la adoles-cencia adquirimos lentamente la capacidad dedar, pero no tanto como recibimos. Al ir enveje-ciendo necesitamos menos y tenemos más paraotorgar. Aunque cuando jóvenes nuestros mayo-res placeres provienen de lo que recibimos, enaños posteriores descubrimos que es más satis-factorio dar, pues eso va más en armonía connuestra naturaleza espiritual.

3. Relaciones recíprocas entreorganismos de especies distintas

¿Hasta qué punto los animales de una es-pecie cultivan relaciones morales con animalesde otras especies? Precisamente hasta el gradoen que es posible establecer relaciones que, porser recíprocas, son permanentes. Tales relacio-nes pueden existir entre los humanos y sus ani-males domésticos, por ejemplo el caballo y lavaca. El caballo nos presta el servicio de trans-portamos a nosotros y a nuestras posesiones, ode arrastrar el arado y la trilla. Como retribuciónrecibe alimento, abrigo, y atención médicacuando enferma. Con un amo amable 'j conside-rado, puede llevar lo que aparenta ser una vifeliz y satisfecha, y la asociación puede dutanto como el animal mismo. Como retribuciépor el pasturaje, la sal, las raciones auxiliares,un refugio para climas rigurosos, la vaca prodce suficiente leche para criar a sus terneros djando un generoso excedente para su dueño;nuevo la relación es recíproca y permanente,por lo tanto moral por naturaleza. El intercabio de servicios es en general el fundamentoestas asociaciones; pues pocas personas, sin iportar qué tan bien dispuestas estén hacia las vcas y los caballos, son lo suficientemente adinradas como para mantenerlos si ellos a cambino ayudan a sus dueños a proveerse de lo nece-sario para vivir; y sin que importe lo mucho qpueda estar aferrado a sus dueños, ningún cabllo puede seguir trabajando, ni ninguna vaproveyendo leche, sin el cuidado y la alimenta-ción adecuadas.

Estas asociaciones entre los humanossus animales dependientes están, sin embargorodeadas de peligros inseparables del ejerciciode un poder arbitrario. Si el amo es cruel y co-dicioso, el pobre animal no tiene medios ade-cuados de defensa y compensación. En cual-quier caso, difícilmente puede comunicamossus sentimientos; de manera que nunca pode-mos tener certeza de si, desde su punto de vis-ta, está recibiendo una retribución justa por loque da. Casi no es necesario añadir que si eanimal es sacrificado, la relación del amo con élno es ni recíproca ni permanente.

Page 5: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES

En nuestros días, una relación en cierto gra-do análoga se va haciendo cada vez más comúnentre los humanos y las aves. Las tribus emplu-madas iluminan nuestras vidas con canciones yplumajes adorables y costumbres garbosas; y,más aún, muchas de ellas protegen nuestros árbo-les sombreadores, huertos y jardines de los estra-gos de los insectos. Mientras más se percatan delos valores que pueden derivarse de las aves, laspersonas hacen mayores esfuerzos por atraerlas asus jardines plantando árboles y arbustos queproveen frutas comestibles o sirven como sitiospara nidos, o protegiéndolas de enemigos de va-rios tipos, y a menudo colocando semillas, frutasu otros alimentos en bandejas o mesas ubicadasentre los árboles especialmente para ellas. Es im-probable que las aves estén conscientes de losplaceres que ofrecen a sus admiradores humanos;es incluso dudoso que muchos de nosotros nospercatemos de que al alimentarlas y protegerlas-porque disfrutamos con su presencia- entra-mos en una relación moral. Sin embargo, si nega-mos que una relación es moral meramente por-que no nos percatamos de que así es, excluimosde esta categoría muchas de las relaciones másbellas y espontáneas, y reducimos la moralidad alos actos autoconscientes realizados en obedien-cia de máximas y cálculos.

Otra relación recíproca, moral en cuanto asu forma, se da entre los insectos y las flores cu-yo polen transfieren. La existencia misma de mu-chas clases de plantas, así como de muchos in-sectos cuya total economía está basada en el po-len y el néctar de sus flores, depende de la pro-longación de este intercambio de servicios. Aunasí, es improbable que alguno de los socios estéconsciente de lo que debe al otro. Las mismasconsideraciones se aplican a los colibríes y otrospájaros pequeños que polinizan las flores mien-tras recogen su néctar. La transacción pierde todareciprocidad y de la misma manera su caráctermoral cuando, como sucede ocasionalmente conlos colibríes y regularmente con los picaflores delas tierras altas de la América tropical, los pája-ros extraen el dulce fluido a través de una perfo-ración que ellos mismos hacen en la base de laflor evitando así tocar los estambres y transferirel polen.

77

Otras numerosas relaciones recíprocas, queel biólogo llama simbiosis mutuas, se conocentanto en el reino animal como en el vegetal. Unejemplo muy difundido y notable lo presentan loslíquenes, tan abundantes en casi todas las partesde la Tierra, que crecen en rocas y árboles y ensuelos estériles. Cada, liquen está compuesto dedos organismos distintos, uno un hongo, el otroun alga verde. Ésta, por sí misma y en virtud delos pigmentos verdes de sus células, es capaz desintetizar compuestos orgánicos con la energíacontenida en la luz solar; de ahí provee el alimen-to elaborado para los dos miembros de la asocia-ción, mientras el hongo protege el alga dentro desus encubridores filamentos. Aunque algunos bo-tánicos han considerado esta asociación comoejemplo de ilotismo o de la explotación del algaautosuficiente por parte del hongo dependiente,los líquenes son abundantes en muchas situacio-nes en las cuales las algas no sobrevivirían sin loshongos, de manera que parece evidente que losdos miembros se benefician de su simbiosis.

4. Reciprocidad cíclica y directa

Está muy lejos de mis intenciones enseñaruna moralidad de tipo contable, para la cual unlibro mayor con columnas para débitos y crédi-tos sería un aditamento indispensable. De hecho,el propósito del presente libro no es abogar poralguna forma de comportamiento, sino analizary comprender la estructura y los fundamentosinnatos de la moralidad, así como el significadode los términos morales. El presente capítulo es-tá dedicado a demostrar la reciprocidad de todaslas relaciones genuinamente morales, las cualesinvolucran un intercambio de influencias favo-rables, o beneficios de algún tipo, y que esta re-ciprocidad es la condición de su permanencia.Pero de esto no se sigue que en cada una de es-tas relaciones deba haber beneficios exactamen-te equivalentes pasando en ambas direcciones.Los servicios, materiales y espirituales, que loshumanos mutuamente se ofrecen son tan hetero-géneos que es imposible medir su valor con unaescala común y mantener un registro numéricode ellos; e incluso si fuera factible hacerla, tal

Page 6: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

78 ALEXANDER F. SKUTCH

práctica introduciría un sutil veneno en relacio-nes tales como las de amigos, o padres e hijos, oincluso entre buenos vecinos. Todo lo que man-tengo es que es necesaria cierta corriente en am-bas direcciones para preservar una sana circula-ción y mantener viva la relación. Además, sicreemos sinceramente que es más dichoso darque recibir, deberíamos en toda justicia permitir-le a otros obtener su debida parte de la más ele-vada dicha.

Pero además de estos intercambios directose inmediatos, el mundo contiene muchos indirec-tos, que son, si esto es posible, aún más impor-tantes para nuestro bienestar. Recibimos de todaspartes influencias benignas así como ventajasmateriales, sin haber hecho nada para merecerlas.Fluyen hasta nosotros sin haberlas solicitado des-de un fondo general de bondad y generosidad quellena extensamente el mundo así como todas lassociedades humanas sanas. Y precisamente por-que recibimos tantas cosas de fuentes ocultas anuestra vista, debemos estar dispuestos a dar mu-cho incluso cuando no preveamos retribución.Pues este fondo general, aunque vasto en térmi-nos de nuestra propia capacidad, no es inextin-guible, y su mantenimiento depende de que noso-tros le devolvamos, en promedio, tanto como flu-ye de él. Sin embargo, nuestros limitados recur-sos serían más prontamente agotados si diéramosmucho más de lo que recibimos. Aún así debe-mos preservar cierta reciprocidad, pero ésta pue-de tomar un curso cíclico en lugar de ser directae inmediata. En lugar de un intercambio de servi-cios, interés o sentimiento entre A y B únicamen-te, puede tomar la forma de A hacia B hacia C ha-cia D ... haciaA; y. el número de vínculos interme-dios puede ser muy extenso. Los ciclos de este ti-po son tan comunes en el mundo natural como enlos asuntos humanos, donde son importantes nosólo en el comercio sino también en el ámbito in-telectual. Serán considerados más ampliamenteen Los Ideales Morales.

5. Caridad aparente y caridad real

Dado que las relaciones morales son recí-procas, tener algo que ofrecer como retribución

por lo que se recibe es de la mayor importancia.Desde esta perspectiva, ser capaz de realizar unagran variedad de actividades y de servir a la co-munidad de diversas maneras, es una ventaja mo-ral que los humanos disfrutan en mayor medidaque cualquier otro animal; pues esta versatilidadpermite la continuación de las relaciones recípro-cas en circunstancias donde eso sería imposiblepara un ser menos adaptable. De esta forma, al-guien que haya perdido el uso de sus piernas po-dría tomar una ocupación sedentaria y así retri-buir algo por el alimento y otras necesidades pri-marias producidas para él por sus semejantes másactivos. Incluso a un ciego se le puede enseñar afabricar buena cantidad de artículos útiles. Lassociedades civilizadas tienen cada vez más éxitoencontrando ocupaciones productivas para todotipo de personas incapacitadas, con excepción delos dementes. Estar útil y conformemente em-pleados no sólo promueve la felicidad y el respe-to hacia sí mismos de estos desafortunados; losservicios que realizan para otros, aunque seanmínimos, los vinculan a la comunidad e incre-mentan la capacidad de ésta para sustentar a susmiembros enfermos, inválidos, y en cualquierotra forma incapacitados. Pues ninguna sociedad,por muy rica e industrialmente eficiente que sea,puede alimentar y atender un número ilimitadode individuos improductivos.

En culturas primitivas con escasa divisióndel trabajo y con pocos servicios especiales me-diante los cuales los inválidos y los incapacitadospudieran hacer retribuciones a su prójimo por lapesada carga de sustentados, el mantenimientode los lisiados, los crónicamente enfermos y losancianos, no podía continuarse por largos perío-dos. Con lo que parece a ojos de sus descendien-tes civilizados la más brutal insensibilidad, nues-tros ancestros salvajes frecuentemente abandona-ron o asesinaron a sus padres decadentes o a sushermanos y hermanas incurables: el único méto-do posible de aliviarse de un gravamen que ape-nas podían soportar. Si nuestra solución de esteproblema es moralmente superior a la suya, estono es solamente porque nuestras sensibilidadesson más finas y nuestra compasión mayor. Igual-mente importante es el hecho de haber sido capa-ces de disminuir la carga sobre los incapacitados

Page 7: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 79

dándoles empleos especiales, con lo cual conti-núan estando vinculados al resto de la comunidadgracias a esa relación recíproca que es el funda-mento de la moralidad, en lugar de depender dela caridad para su sustentación.

El mantenimiento de una relación moralcon nuestros animales domésticos se hace másdifícil por la limitada especialización de los ser-vicios que pueden realizar para nosotros. Un ca-ballo, por ejemplo, sólo puede halar o cargar pe-so, y si llega a estar gravemente lisiado se haceinútil para tales labores. Prácticamente no haynada que un caballo lisiado pueda hacer para pa-gamos por el tiempo y el costo invertidos en sucuidado, lo cual en algunas partes del mundo noes un desembolso ligero. Similarmente, una vacacuya ubre enferma no pueda dar más leche nopuede realizar ningún servicio útil, excepto, posi-blemente, en esas regiones montañosas donde elganado se utiliza para transportar carga por sen-deros escabrosos. La compasión o la gratitud porservicios pasados puede impelemos a continuarcuidando estos animales cuya utilidad se ha ago-tado; pero la carga puede ser pesada e inclusomás allá de nuestros medios. Si fuera posible dar-les tareas alternativas, mediante las cuales pudie-ran contribuir en algo para su propia sustenta-ción, sería mucho más fácil para nosotros culti-var la clase de relación con ellos que exige la máselevada moralidad. En todos nuestros tratos conlos seres vivientes que nos rodean deberíamos lu-char incesantemente por fomentar las relacionesrecíprocas que reconocemos como morales, pueséstas pueden ser indefinidamente continuadas,mientras que nuestra capacidad para mantener lano recíproca relación de caridad es limitada ymuy pronto consumida.

Mucha de la llamada caridad, o limosna,nos trae beneficios indirectos, al menos de tiponegativo. Cuidando de los indigente s y de los en-fermos indefensos preservamos la salud del cuer-po social y nos protegemos de muchas calamida-des que podrían surgir de la presencia de masasde personas en penuria, como la diseminación deenfermedades, el incremento del crimen, e inclu-so posiblemente tumultos violentos por parte demultitudes hambrientas. En consecuencia, la be-neficencia de este tipo trae ventajas recíprocas y

cae apropiadamente dentro de la provincia de lamoralidad. Pero en su forma más pura, la caridadactiva es siempre totalmente desinteresada y norecíproca; cuando menos, puede no traer mayorrecompensa que esa incandescencia de sensibili-dad que espontáneamente florece de la satisfac-ción de un impulso generoso. La caridad pura esno moral o quizá incluso supramoral. Aquellosque recuerden el gran papel que la limosna juegaen gran parte de la moralidad religiosa, como lacristiana, islámica e hindú, pueden inclinarse adebatir esta aseveración. Pero sólo necesitan re-cordar que tanto Jesús como Mahoma prometie-ron grandes recompensas --en el paraíso si no enla Tierra- para el que diera limosna. De hecho,la desproporción entre los beneficios eternos quefueron ofrecidos y la riqueza precariamente man-tenida con la que podían ser comprados, puso to-da la ventaja en el lado del distribuidor de limos-nas. Aunque la clase de "caridad" que considera-mos primero cae apropiadamente dentro de laprovincia de la moralidad, esta última clase pue-de, con mayor justicia, ser clasificada como co-mercio, ¡y de un tipo extremadamente lucrativo!¡No es extraño que Sir Thomas Browne desearaque nunca llegara el fin de los pobres que vivende limosnas! Pero, cuando es pura, la caridad noes ni moralidad ni negocio, sino, como apuntóSantayana, una de las formas de espiritualidadcon menos impurezas 1 .

6. Análisis de algunas relacionesrecíprocamente beneficiosas

Que las relaciones morales son necesaria-mente recíprocas se sigue como corolario delmás elevado ideal ético, así como de una consi-deración de la estructura de los patrones perma-nentes. Este ideal, que será desarrollado detalla-damente en la segunda parte de este trabajo, es lacreación de un sistema de relaciones armónicasde la mayor amplitud e inclusividad posibles,donde la máxima cantidad de seres pueda obtenerla mayor realización posible. Casi no es necesa-rio debatir el hecho de que nosotros --cada unoindividualmente- estamos entre esos seres cuyaintegridad y perfección proyecta el ideal. En

Page 8: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

80 ALEXANDER F. SKUTCH

efecto, dado que estamos en una mejor posiciónpara mejorar nuestra naturaleza que la de cual-quier otra criatura, la comunidad moral perderíaen lugar de ganar, si dedicáramos toda nuestrafuerza al servicio de otros y al mismo tiempo fué-ramos totalmente negligentes al respecto de no-sotros mismos. No sólo no es deseable que haga-mos tal sacrificio; se sigue de la naturaleza recí-proca de las relaciones morales que, en la prácti-ca, es imposible para nosotros hacer mucho paraotros sin al mismo tiempo mejoramos; así comodifícilmente es posible desarrollar enteramentenuestras potencialidades sin ayudar a otros a des-plegar las suyas. Podemos de hecho ordenar detal manera nuestras actividades que mientras sir-vamos a otros no nos desarrollemos nosotros tan-to como deberíamos, pero no podemos ayudar aotros sin en alguna medida mejorar nuestra pro-pia naturaleza.

El egoísmo y el altruismo, que significan nomás que el servicio a sí mismo y el servicio aotros, son muy a menudo considerados como in-tereses morales rivales, y sin embargo, en su ni-vel más elevado no son sino aspectos comple-mentarios de la misma conducta. Es este hechoempírico lo que hace de la ética un estudio tanprovechoso. Una comunidad moral sería imposi-ble si la estructura del mundo fuera tal que no pu-diéramos beneficiar a otros sin disminuimos, nimejoramos sin dañar a otros.

Esta verdad se esclarecerá si analizamos al-gunas de las relaciones recíprocas mencionadasen la sección 2 de este capítulo. Empecemos conuna de las más fundamentales para la perpetua-ción de cualquier especie de mamífero o ave, larelación entre padres e hijos. En la crianza de loshijos, al ayudarlos a desplegar sus capacidadesinnatas, el padre simultáneamente desarrolla as-pectos de su propio carácter que de otra manerase mantendrían imperfectos. Al enfrentarse a ladebilidad, la lentitud para comprender, y en algu-nas ocasiones la terquedad de sus hijos, el padrecrece en paciencia e indulgencia; al dirigir susjuegos y deportes estimula su propia imagina-ción; al mirar el crecimiento de su mente y de suconciencia, profundiza en su comprensión de lanaturaleza del espíritu humano; para realizar susobligaciones paternas inteligentemente y bien,

debe esforzarse por ver las cosas desde la pers-pectiva del niño, con lo cual nutre el crecimien-to de esa rara y preciosa facultad que es la sim-patía imaginativa. Al agregar una inteligencia almundo y un ciudadano valioso a la comunidad,el padre se vincula con el tejido social mediantelazos más íntimos, y al mismo tiempo enriquecesu propia naturaleza. Unir entidades cada vezmás perfectas mediante relaciones Íntimas cadavez más armoniosas es el alfa y el omega de lamoralidad.

La relación entre maestro y alumno, cuandoestá felizmente concertada, también tiene comoresultado un mejoramiento mutuo. Es obvio queel pupilo gana inconmensurablemente por tenerun preceptor capaz de abrirle su mente y deadiestrar sus poderes de observación y razona-miento. Pero al enseñar esclarecemos nuestrasideas y damos precisión a lo que queremos decir.Esto ocurre cuando enseñamos mediante la pala-bra escrita; pero el proceso es más eficaz cuandoel maestro y el alumno se encuentran frente afrente, y el maestro está constantemente expues-to a las preguntas, las críticas y las incertidum-bres del alumno. La vida intelectual prácticamen-te no puede redondearse y completarse sin un in-tercambio constante de ideas. En su ausencia, laabsorción continua de datos conduce a una erudi-ta torpeza.

La relación entre patrono y empleado pro-vee a las dos partes un amplio rango de autoper-feccionamiento. Algunas veces se dice que unono puede ser un buen maestro si no ha sido unaprendiz diligente, ni un oficial competente si noha sido un soldado disciplinado. El empleado,con demasiada frecuencia en estos tiempos desindicalismo autoritario, olvida las ventajas eco-nómicas debidas a un patrón cuyo talento para laorganización, o su cabal entendimiento de cier-tos procedimientos técnicos o agrícolas, haceque el trabajo del empleado produzca más de loque produciría bajo su propia, menos hábil, ymenos cuidadosamente coordinada administra-ción. Tanto el patrón como el empleado, al res-tringir su codicia y tratar de entender los proble-mas del otro, crecen en comprensión, justicia ymoderación. Pero es evidente que si quiere se-guir sirviendo a sus trabajadores, el patrón no

Page 9: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 81

debe perder de vista sus propios intereses. Si, enel afán de promover su bienestar y confort, lespaga más, o les exige menos de lo que permite

n mercado que generalmente es severamentecompetitivo, se arruinará a sí mismo y a travésde la bancarrota se hará incapaz de continuarbrindando beneficios a sus dependientes. La másverdadera y mejor filantropía consiste en capaci-tar a otros a ayudarse a sí mismos en condicio-nes favorables y gratificantes. Desafortunada-mente, gran parte de todo lo que pasa bajo estenombre consiste en dar a un tercero una porciónde lo que ha sido arrebatado a un segundo gene-ralmente más merecedor; o bien en emplear ununo por ciento de nuestra energía para contra-rrestar en algo el daño provocado por el otro no-

enta y nueve por ciento, como observó Ber-trand Russell.

El cultivo de relaciones morales es más queel establecimiento del equilibrio físico o inclusovital que se logra balanceando la absorción y laefusión de materiales y energía. La situación ob-jetiva tiene su contraparte subjetiva en las actitu-des que corresponden a ella. Aunque en primerlugar una buena voluntad debe estar presente pa-ra impelemos a cultivar relaciones morales, elproceso inverso también juega un papel: una si-tuación externa apropiada ayuda a desarrollar yfortalecer esas cualidades mentales en las cuales,omo se dice a menudo, reside toda la riqueza

moral. Así, alguna amabilidad realizada a unapersona espiritualmente receptiva incita el senti-miento de gratitud que, si es adecuado, tiende aigualar la riqueza moral del agente y del benefi-ciario de un acto generoso. Una veracidad habi-tual genera fe entre nuestros socios, mientras quela honradez en materias de propiedad es corres-pondida con votos de confianza. Sin los senti-mientos complementarios de gratitud, fe y con-

anza, las virtudes como generosidad, veracidady honradez conducen a una existencia frustrada,arente para siempre de esas actitudes correspon-

dientes que aumentan inconmensurablemente lariqueza del mundo moral. Similarmente, un amorno egoísta provoca un amor correspondiente,mientras que una bondad sobresaliente es reco-ocida mediante reverencia. Estos sentimientosueden durar mucho más que las situaciones que

estimularon su desarrollo, y por lo tanto se afir-ma correctamente que poseen mucho más valormoral que cualquier relación meramente externa.Sin embargo, en la historia moral de la humani-dad, así como en la de cada individuo, estos sen-timientos parecen ser más bien el resultado y nola causa de las situaciones objetivas correspon-dientes; de ahí la importancia práctica de estable-cer relaciones morales, incluso cuando no poda-mos detectar ni el rastro de los sentimientos quepor sí mismos les dan significación espiritual-.

Sería desafortunado dejar la impresión deque podemos mejorar nuestra naturaleza única-mente mediante relaciones con otros seres denuestra propia especie. Esta es una de las patéti-cas falacias de una época en la cual el horizontehumano está siendo restringido cada vez más porla creciente, estrechamente acosante multitud delos prójimos humanos. Debido al más completoentendimiento mutuo y al más libre intercambiode pensamientos posibilitados por la posesión deun lenguaje común, nuestras relaciones con otrosde nuestra especie son más complejas y ricas ensignificado; pero no por esa razón la asociacióncon criaturas de otras especies fracasa al quererperfeccionar nuestro espíritu, y quizá tambiénlos suyos. Adoptando un interés amistoso hacialas aves, las bestias, los insectos, los árboles, lasflores, los helechos, los ríos, las nubes, las mon-tañas y cosas similares, cultivamos aspectos denuestra naturaleza que con demasiada frecuenciason descuidados, y nos ligamos a un todo másamplio.mediante vínculos más sutiles pero másabarcadores.

Espero que se haya hecho evidente que elprimer gran desiderátum de la vida moral es cul-tivar relaciones que sean, o sean capaces de ser,recíprocamente ventajosas, no meramente en unestrecho sentido comercial sino en el reino delos afectos y de la inteligencia. Y si no son di-rectamente recíprocas, las relaciones pueden sercíclicas, involucrando un intercambio beneficio-so continuo entre nosotros y un conjunto másamplio. Aunque dentro de nuestras limitacionespodamos disfrutar de la satisfacción espiritualde dar limosna, debemos evitar de cualquier for-ma las relaciones donde la reciprocidad sea in-trínsecamente imposible.

Page 10: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

82 ALEXANDER F. SKUTCH

7. La virtud como obstinada adherenciaa la forma de las relaciones morales

Para algunos filósofos, así como para mu-chas otras personas, la moralidad ha parecidoconsistir no en el cultivo de relaciones recípro-cas, sino de conductas que beneficien a otros, yen el total sacrificio y sumersión de los interesese inclinaciones personales. También el deber esmuy a menudo interpretado de forma tal que im-plique la realización de actos molestos y desa-gradables. La más sublime virtud de fortalezamoral, en esta perspectiva, se expresa en la máscompleta abnegación. ¿Cuánta verdad está con-tenida en esta interpretación de la moralidad, yde ser cierta, cómo puede reconciliarse con nues-tra doctrina?

Podemos comenzar nuestra investigaciónexaminando ejemplos de conducta en donde elprovecho personal, a pesar de lo excelso delcontexto, no participe como motivación, o par-ticipe en un grado muy subordinado. En primerlugar muchas personas propondrían el sacrifi-cio de sí mismo al servicio del país. Esto asumesu forma más noble no cuando se hace pública-mente, pues allí es recompensado con la acla-mación popular y la esperanza de una fama du-radera, que es siempre un fuerte incentivo paralos espíritus ambiciosos; ni tampoco en el cla-mor de la batalla, con la oportunidad de infligirdaños al odiado enemigo, saliendo ileso y obte-niendo así la gloria. Es más admirable cuandose realiza en secreto, o en la sola presencia delos propios enemigos. Nadie despliega su pa-triotismo en una forma más heroica que el es-pía, quien comúnmente es confundido con unrenegado o al menos es visto con sospecha porsus compatriotas, siendo además un objeto es-pecial de oprobio por el enemigo. Él o ella rea-liza un arduo servicio, siempre bajo la amenazade una muerte ignominiosa. Si es capturado, nopuede, incluso al mismo grado que el soldadocomún, contar con el apoyo o siquiera el r.eco-nocimiento del país al que sirve. Constante-mente debe fingir y hacer de toda su vida unamentira. Puede ser cruelmente torturado, si essospechoso de poseer información valiosa parael ejército al que espía. Al parecer, sólo el más

exaltado patriotismo podría persuadir a alguienpara llevar tal vida; y parece imposible que pu-diera en algún momento experimentar una re-compensa conmensurable con el sacrificio querealiza.

La historia de Regulo ha llegado a ser elejemplo clásico del más alto aprecio por la vera-cidad unido a una devoción inquebrantable por elinterés público. Si, en su regreso a Roma, hubie-ra instado al senado a devolver los prisioneroscartagineses cuyo intercambio él había sido en-viado a concertar, hubiera cumplido la promesaque hizo a sus aprehensores y se podría haberquedado en casa como un laureado ciudadano. Obien, incluso habiendo recomendado la retenciónde los prisioneros, no estaba bajo ninguna obli-gación -salvo la de su palabra comprometida-de regresar y soportar la tortura de los cartagine-ses, pues en Italia estaba más allá de su alcance.Aún así eligió la muerte del tipo más cruel en lu-gar de faltar a la palabra dada a su país y a susadversarios.

En las civilizaciones antiguas, a duras pe-nas algún deber podía colocarse más arriba queel de la obediencia filial; y ni la leyenda ni la his-toria proveen un ejemplo más claro de firme ad-herencia a esta obligación que el de Rama, el hé-roe de Ramayana, la épica india. El Rey Dasa-Ratha había preparado la sucesión de su hijo ma-yor al trono de los Kosalas; pero en la mañana fi-jada para la coronación, en cumplimiento de unapromesa que hacía mucho tiempo descuidada-mente había hecho a una de sus esposas, queahora estaba celosa de la preferencia dada al hi-jo de otra de las esposas, el envejecido monarcaa regañadientes sentenció a Rama a catorce añosde exilio en el bosque. Sin demora ni quejas, elhéroe partió hacia una magra vida de ermitañoen los bosques, acompañado por su siempre fielesposa Sita y su hermano menor. Tras haber des-terrado a su hijo, el viejo Rey murió de afliccióny remordimiento. La madre de Rama y su herma-no Bharat, quien había sucedido al rey en el tro-no, encontraron el camino hasta el retiro selváti-co de Rama y le imploraron que volviera y asu-miera el reinado que legítimamente le pertene-cía. Pero Rama obedeció inquebrantablemente laorden dada a regañadientes por un padre que no

Page 11: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 83

taba vivo para revocada, y sólo después de laexpiración de los catorce años regresó a reclamarsu herencia.

Es dudoso que cualquiera escoja a sus ami-80S principalmente por sus infortunios; al contra-rio, contraemos amistad con aquellos que sonagradables para nosotros, y que puedan en una uotra forma enriquecer nuestras vidas o propiciarnuestras metas. Sin embargo, después de que unaamistad se ha consolidado, abandonar al amigocuando está en adversidad es considerado opro-bioso por la mayoría de las personas, salvajes nomenos que civilizadas. Sus circunstancias pue-den ser tales que, más allá de la mera gratitud, nopueda retribuimos en nada nuestros esfuerzos porél. Incluso podría suceder que tan sólo con mani-festar un interés por su bienestar pusiéramos enpeligro nuestra vida o nuestra fortuna, mientrasél está situado de una manera tal que no pueda nisiquiera darse cuenta de lo que hacemos y arries-gamos por él. Aún así, tanto la ficción como lahistoria registran ejemplos de la más alta devo-ción hacia un amigo desafortunado. Puede suce-der que, lejos de ser la víctima de un desastre in-merecido, el amigo haya llegado a merecer por supropia conducta todos los males que han caídosobre él, haciéndose al mismo tiempo indigno denuestra amistad y dando causas de sobra para sufinalización. A pesar de esto, hay algunos quesostienen que la más elevada virtud demandanuestro servicio devoto al amigo incluso en estascircunstancias.

¿Cuál rasgo común se manifiesta en estosejemplos de persistencia en la conducta virtuosacuando la relación moral deja de ser recíproca, oincluso cuando deja de existir, y cuando una con-tinua lealtad a una regla de conducta puede traersólo dolor y daño al que persiste en ella y quizásin beneficiar a nadie? En todos los casos citados,

en muchos otros de naturaleza afín que pareceinnecesario mencionar aquí, reconocemos unarelación que, en condiciones promedio o norma-

, es mutuamente beneficiosa, como la de uniudadano y su país, un padre y un hijo, o entre

amigos. Circunstancias peculiares, como los pe-ligros de la guerra, una promesa descuidada enun palacio real, o inmerecidos e imprevistos in-fortunios de muchos tipos, pueden alterar de tal

forma las condiciones de la relación que ésta de-jará de ser recíproca; y la virtud consiste enton-ces en preservar con resolución su forma, inclusoen medio de las más grandes privaciones, tantocomo sea posible en las condiciones alteradas.Pero es importante no pasar por alto el hecho deque tales relaciones surgieron originalmente -ya sea deliberadamente o por evolución espontá-nea- porque son mutuamente satisfactorias yporque promueven los mejores intereses de am-bas partes. Si no hubieran podido satisfacer estacondición nunca hubieran ganado amplio reco-nocimiento y aprobación; y nadie detectaría mé-rito alguno en la lucha por preservadas si el pre-cio es el dolor y el daño. Incluso los moralistasque mantienen que la virtud consiste en seguiruna máxima de conducta en circunstancias don-de estén ausentes todos los beneficios personales,encontrarían difícil negar que ordinariamente laconducta del tipo que ellos recomiendan proveebeneficios recíprocos, y que esta es la razón porla que es universalmente estimada. Fracasar aldiscernir o recordar este importante hecho da ori-gen al ideal de una moralidad que es insosteniblepor no poder autoperpetuarse.

8. La virtud en la vida cotidiana y enlas difíciles situaciones heroicas

Aunque actuar virtuosamente, cuando elbeneficio propio es remoto o incierto o está com-pletamente ausente, no es la única expresión devirtud, sí es la mejor prueba de la fuerza de la vir-tud. Aristóteles enseñó que la virtud moral se nu-tre de la realización habitual de actos virtuosos.No hay mejor prueba para la fuerza del hábitoque su persistencia en circunstancias adversas. Sila obediencia filial es una virtud, no es cierta-mente menos virtud cuando se practica en un ho-gar rebosante de la felicidad y el amor que son surecompensa, que cuando trae daño y sufrimiento;pero es necesario eliminar los beneficios que flu-yen inmediatamente después de obedecer a lospadres si se quiere probar la fuerza de esta dispo-sición. Si la devoción a un amigo es una virtud,es tal tanto cuando la relación es fuente de cons-tante gratificación como cuando se mantiene al

Page 12: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

84 ALEXANDER F. SKUTCH

precio del sacrificio y del riesgo; pero quizá esnecesario eliminar los beneficios inmediatos pa-ra demostrar más allá de toda duda que nuestrasdeclaraciones de devoción brotan de algo másprofundo que el cálculo del provecho propio.

Gran cantidad de actos para los cuales elmás severo moralista no aceptaría excepcióntraen consigo una pronta recompensa, de un tipoo de otro; y en estos casos el comportamiento delhombre virtuoso y el del oportunista inescrupulo-so puede ser el mismo, excepto en que difirieronen cuanto necesidades o valores. Pero la vida estal que a menudo debemos privamos de satisfac-ciones inmediatas con miras a otras más distan-tes, así como de beneficios meramente persona-les por otros más ampliamente diseminados -lanecesidad de una doctrina ética ha crecido a par-tir de esta circunstancia-o Mientras crece la bre-cha entre inclinación y satisfacción, entre benefi-cios totalmente personales y ampliamente dise-minados, la diferencia entre el carácter virtuoso yel inescrupuloso se hace cada vez más evidenteen la acción. El caso extremo se alcanza cuandouno enfrenta la elección entre cometer un actomalvado con impunidad e incluso con ganancia,y adherirse a los principios cuando pueden única-mente llevar al sufrimiento. En este momento, elcontraste entre la persona virtuosa y la viciosa sehace más pronunciado. Sólo en este sentido pue-de mantenerse que el único criterio de virtud esseguir el camino del deber cuando éste no puedebrindar beneficios personales. Sin embargo, mu-chas personas justas pueden no ser nunca lleva-das hasta este examen extremo, pues en todas lascircunstancias más usuales de la vida las relacio-nes morales son recíprocamente beneficiosas.Que la fuerza de su virtud sea desconocida no ha-ce a tales personas menos virtuosas.

Las cualidades moralmente valiosas quesostienen la vida cotidiana de una comunidad or-denada cuantitativamente exceden en mucho aaquellas desplegadas en situaciones heroicas, ysin embargo sólo en las últimas se revela plena-mente la tenacidad de la virtud; así como la fuer-za del acero es puesta a un uso mucho mayor enconstrucciones y maquinaria que en el laborato-rio de pruebas del ingeniero, único lugar dondepuede ser adecuadamente medida. Tal vez todos

deberían desear que una o dos veces en la villeguen a encontrarse en circunstancias que exi-jan su fortaleza moral casi hasta su punto dequiebra y provean una demostración de su fuer-za. Pero vivir constantemente justo antes del lí-mite de nuestra resistencia moral sería tan perju-dicial para la voluntad, como sería ruinoso parael cuerpo laborar diariamente en trabajos quefuercen excesivamente nuestros músculos hastasu punto de agotamiento.

La existencia, en su extremo más alto de re-sistencia, no sólo es capaz de provocar lesionespermanentes, sea en el cuerpo o en la mente; tam-bién es probable que el despliegue de fortalezamoral en relaciones no recíprocas engendre orgu-llo y un sentimiento de superioridad que difícil-mente surgen en situaciones más normales. Enefecto, la verdadera bondad es la capacidad deentrar en armónicas y mutuas relaciones conotros, de manera que sólo puede ser plenamenterevelada donde encuentre una bondad correspon-diente en algún otro ser. Por lo tanto, la conduc-ta virtuosa en su contexto más deseable es la re-velación de igualdad en lugar de superioridad. Algrado que un niño o un animal pueda responder anuestro amor, amabilidad o confianza, y pagarJocon lo mismo, en ese respecto es nuestro igual.Llamar buena o mala a una entidad completa-mente aislada no tiene sentido si no se hace conreferencia a su coherencia interna. Excepto engestos infructuosos que pueden ser más valiososcomo ejemplos que por sus efectos, la virtud flo-rece únicamente cuando encuentra en otros algu-na virtud correspondiente. Incluso la forma delos gestos está determinada por una experienciapasada de esta relación recíproca.

Afortunadamente para la humanidad, algu-nos individuos son de una fibra tan dura quepueden obstinadamente preservar la forma de laconducta moral incluso cuando sus beneficiosrecíprocos usuales son imposibles. La mayoríade nosotros somos llamados de tiempo en tiem-po a actuar en estas circunstancias, sean menu-dencias o bien asuntos importantes; y debemosestar agradecidos si en ese momento somos sufi-cientemente fuertes como para mantenemos re-sueltamente apegados a nuestros principios. Yen períodos de caos social, cuando las relaciones

Page 13: v. La estructura de las relaciones moralesinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía UCR...LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES 75 o la justicia, que es el concepto de reciproci-en

85LA ESTRUCTURA DE LAS RELACIONES MORALES

morales usuales se distorsionan o disuelven, lasalvación de la cultura reside en los pocos que lo-gran preservar la rectitud cuando esto sólo puedetraerles ridículo y persecución. Pero admitir esono invalida la conclusión de que, en una sociedad

ien constituida, las relaciones morales son, y de-ben ser, recíprocamente gratificantes.

La moralidad crece a partir de nuestras ne-cesidades; nuestra necesidad de recurrir a nuestroambiente natural y social por los materiales y ser-vicios que sostienen nuestras vidas; nuestra nece-idad de dar no menos que de tomar. Si fuéramos

mónadas autosuficientes, no tendríamos necesi-dades y no entraríamos en relaciones con otrosseres. En tales circunstancias la moralidad difí-cilmente surgiría, excepto quizá como una éticadel autoperfeccionamiento. Nuestras necesidadespodrían satisfacerse por la toma forzada o su-brepticia, o por cooperación. De estos dos méto-

dos para adquirir lo que debemos tener, sólo elsegundo tendría posibilidad de ser exitoso a lar-go plazo, y sólo él sería moral. La cooperación esprimeramente practicada en grupos pequeños,hostiles a otros grupos vecinos; y mientras per-sistan tales relaciones sin ley, su existencia esprecaria. El progreso moral consiste en la reduc-ción de rivalidades mediante la expansión indefi-nida de la comunidad dentro de la cual prevale-cen relaciones armónicas y recíprocas.

Notas

l. George Santayana. The Realms o/ Being . NewYork: Scribner's, 1942, pp. 791-97.

2. Sobre la reciprocidad como fuerza vinculanteen la ley y la moralidad primitivas, véase BronislawMalinowski, Crime and Custom in Savage Society. S.r.

.: