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VÍA CRUCIS: ESTACIONES DE LA CRUZ Viacrucis o vía crucis su significado es «camino de la cruz» y se refiere a las diferentes etapas o momentos vividos por Jesús desde el momento en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos. "Vía Crucis" del latín "Camino de la Cruz". También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario . El camino se representa con una serie de catorce imágenes de la Pasión, denominadas estaciones, correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición cristiana, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al recorrido de cruces que señalan un camino o La costumbre es hacer un recorrido grupal que puede tener lugar dentro del templo o por las calles, deteniéndose en cada estación y haciendo una oración en cada una, una lectura de algún pasaje del evangelio y también un canto. Es una práctica que fundamentalmente se realiza el Viernes Santo . También es costumbre esta práctica en los viernes de cuaresma , incluso en toda ella. Las imágenes pueden ser pinturas o esculturas. Algunas representaciones son grandes obras de arte inspiradas por Dios para suscitar mayor comprensión del amor de Jesucristo y movernos a la conversión. Entre éstas se destacan las de la catedral de Antwerp en Bélgica y las del Santuario de Lourdes, Francia . Las estaciones generalmente se colocan en intervalos en las paredes de la iglesia o en lugares reservados para la oración. Los santuarios, casas de retiros y otros lugares de oración

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VÍA CRUCIS:ESTACIONES DE LA CRUZ

Viacrucis o vía crucis su significado es «camino de la cruz» y se refiere a las diferentes etapas  o  momentos  vividos  por Jesús desde  el  momento  en  que   fue  aprehendido  hasta su crucifixión y sepultura. La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos.

"Vía Crucis" del latín "Camino de la Cruz". También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación  de   la  pasión   y  muerte  de Jesucristo en   su   camino  al  Calvario.   El   camino   se representa   con   una   serie   de   catorce   imágenes   de   la   Pasión,   denominadas estaciones, correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición cristiana, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al recorrido de cruces que señalan un camino o 

La costumbre es hacer un recorrido grupal que puede tener lugar dentro del templo o por   las  calles,  deteniéndose en cada estación y haciendo una oración en cada una,  una lectura   de   algún   pasaje   del   evangelio   y   también   un   canto.   Es   una   práctica   que fundamentalmente se realiza el Viernes Santo. También es costumbre esta práctica en los viernes de cuaresma, incluso en toda ella.

Las imágenes pueden ser pinturas o esculturas. Algunas representaciones son  grandes obras de arte inspiradas por Dios para suscitar mayor comprensión del amor de Jesucristo y movernos a la conversión. Entre éstas se destacan las de la catedral de Antwerp en Bélgica y las del Santuario de Lourdes, Francia.

Las estaciones generalmente se colocan en intervalos en las paredes de la iglesia o en lugares   reservados  para   la  oración.   Los   santuarios,   casas  de   retiros   y  otros   lugares  de oración  suelen   tener  estaciones  de   la  cruz  en un  terreno cercano.     En   los  monasterios generalmente se encuentran en el claustro. 

La finalidad de las Estaciones es ayudarnos a unirnos a Nuestro Señor haciendo una peregrinación espiritual a  la Tierra Santa, a  los momentos mas señalados de su Pasión y muerte redentora.  Pasamos de Estación en Estación meditando ciertas  oraciones.  Varios santos, entre ellos San Alfonso Ligorio, Doctor de la Iglesia, han escrito meditaciones para cada estación.  También podemos añadir las nuestras. Es tradición, cuando las Estaciones se hacen en público, cantar una estrofa del "Stabat Mater" mientras se pasa de una estación a la otra.

La piedad ha dejado o ha hecho producir en el arte obras maravillosas representando las distintas escenas del Vía Crucis.2 Existen Vía Crucis monumentales en muchos lugares, como el Vía Crucis de Lorca, que finaliza en un lugar único en el mundo, el Monte Calvario, cerro  sobre  el  que se  construyeron  una serie  de  ermitas  a  comienzos  del   s.  XVII   como alternativa a los peregrinos que no pudieran desplazarse a Tierra Santa, o en Mérida, donde se celebra en su Anfiteatro Romano, caso único en el mundo con el Viacrucis del Coliseo de Roma. Otros Vía Crucis conocidos se encuentran en Lourdes, Montserrat, Sevilla, Valle de los Caídos.

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Estaciones

A las etapas del viacrucis se le denominan estaciones y tradicionalmente se cuentan 14, aunque el papa Juan Pablo II añadió la Resurrección en último lugar.

Recientementey, bajo el auspicio de Juan Pablo II, se creó un nuevo Viacrucis con 15 estaciones  basadas   todas  ellas  en  momentos  del Nuevo  Testamento,  ya  que  el  anterior recogía muchos pasajes de los Evangelios apócrifos. Este nuevo viacrucis comienza con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y finaliza con la Resurrección de Cristo. Era un intento de acercar ecuménicamente a todas las confesiones cristianas.

Se listan a continuación las estaciones del viacrucis anterior a la reforma de Juan Pablo II:

Primera Estación: Jesús es condenado a muerte. Segunda Estación: Jesús carga la cruz. Tercera Estación: Jesús cae por primera vez. Cuarta Estación: Jesús encuentra a su madre María. Quinta Estación: Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Sexta Estación: Verónica limpia el rostro de Jesús. Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez. Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Novena Estación: Jesús cae por tercera vez. Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras. Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz. Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz. Decimotercera Estación: Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de María, 

su madre. Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado.

El nuevo Vía Crucis es: Primera Estación: Jesús en el huerto de los Olivos. Segunda Estación: Jesús, traicionado por Judas, es arrestado. Tercera Estación: Jesús es condenado por el Sanedrín Cuarta Estación: Jesús es negado por Pedro Quinta Estación: Jesús es condenado a muerte por Pilato Sexta Estación: Jesús es flagelado y coronado de espinas. Séptima Estación: Jesús carga la cruz. Octava Estación: Jesús es ayudado por Simón el Cirineo a llevar la cruz. Novena Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Décima Estación: Jesús es crucificado. Undécima Estación: Jesús promete su reino al buen ladrón. Duodécima Estación: Jesús en cruz, su madre y el discípulo Decimotercera Estación: Jesús muere en la cruz.

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Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado. Decimoquinta Estación: Jesús resucita.

Historia

La costumbre de rezar las Estaciones de la Cruz posiblemente comenzó en Jerusalén. Ciertos   lugares   de   la Vía   Dolorosa (aunque   no   se   llamó   así   antes   del   siglo   XVI)   fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las Estaciones de la Cruz se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (siglo IV).

Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las Estaciones originales y San Jerónimo, Padre de la Iglesia, escribió sobre la multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo. Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.

Desde el siglo doce los peregrinos escriben sobre la "Vía Sacra", como una ruta por la que pasaban recordando la Pasión. No sabemos cuando surgieron las Estaciones según las conocemos hoy,  ni  cuando se  les comenzó a conceder  indulgencias  pero probablemente fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados de Tierra Santa. Tampoco está claro en que dirección se recorrían ya que, según parece, hasta el siglo XV muchos lo hacían comenzando en el Monte Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.

Ferraris menciona las siguientes estaciones con indulgencias: En los siglos XV y XVI se erigieron estaciones en diferentes partes de Europa. El Beato 

Álvaro de Córdoba, fraile dominico (m.1430), que en su regreso de Tierra Santa, construyó una serie de pequeñas capillas en el convento dominico de Córdoba en las que se pintaron las principales escenas de la Pasión en forma de estaciones. Por la misma época, la Beata Eustochia,  clarisa,  construyó  Estaciones  similares  en  su  convento en Messina.  Hay  otros ejemplos.  Sin  embargo,   la  primera  vez  que se  conoce el  uso de  la  palabra  "Estaciones" siendo utilizada en el sentido actual del Vía Crucis se encuentra en la narración del peregrino inglés Guillermo Wey sobre sus visitas a la Tierra Santa en 1458 y en 1462. Wey ya menciona catorce estaciones, pero solo cinco de ellas corresponden a que se usan hoy día, mientras que siete solo remotamente se refieren a la Pasión.

Pocas de las Estaciones en los tiempos medievales mencionan la segunda (Jesús carga con la cruz) ni la décima (Jesús es despojado de sus vestiduras). Por otro lado algunas que hoy   no   aparecen   eran   antes  más   comunes.   Entre   estas,   el   balcón   desde   donde   Pilato pronunció Ecce Homo (he aquí el hombre).

Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra Santa, el papa Inocencio XI en 1686 concedió a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por devotamente visitar  los lugares de la Pasión  del  Señor  en  Tierra  Santa   las  podían  en  adelante  ganar   los   franciscanos  y  otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada. Inocente  XII confirmó  este   privilegio   en   1694   y Benedicto  XIII en   1726   lo 

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extendió   a   todos   los   fieles.   En   1731Clemente   XII lo   extendió   aún  más   permitiendo   las indulgencias en todas las iglesias siempre que las Estaciones fueran erigidas por un padre franciscano con la sanción del ordinario (obispo local). Al mismo tiempo definitivamente fijó en catorce el número de Estaciones. Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz. En 1773 Clemente XIV concedió la misma indulgencia,  bajo ciertas circunstancias,  a los crucifijos bendecidos para el  rezo de las Estaciones, para el uso de los enfermos, los que están en el mar, en prisión u otros impedidos de hacer las Estaciones en la iglesia. La condición es que sostengan el crucifijo en sus manos mientras rezan Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria un número determinado de veces. Estos crucifijos especiales no pueden venderse, prestarse ni regalarse sin perder las indulgencias ya que son propias para personas en situaciones especiales. En 1857 los obispos de Inglaterra recibieron facultades de la Santa Sede para erigir ellos mismos las  Estaciones  con  indulgencias  cuando no hubiesen franciscanos.  En 1862 se quitó esta última   restricción   y   los   obispos   obtuvieron   permiso   para   erigir   las   Estaciones   ya   sea personalmente o por delegación siempre que fuese dentro de su diócesis.

Regulaciones actuales sobre las indulgencias

Publicadas  en  el  Enchiridion   Indulgentiarum Normae et  Concessiones,  en  mayo de 1986, Librería Editrice Vaticana (Traducción no oficial del inglés por el Padre Jordi Rivero)

Se  concede   indulgencia  plenaria  a   los  fieles  cristianos  que  devotamente  hacen   las Estaciones   de   la   Cruz.El ejercicio devoto de las Estaciones de la Cruz ayuda a renovar nuestro recuerdo de los sufrimientos de Cristo en su camino desde el praetorium de Pilato, donde fue condenado a muerte, hasta el Monte Calvario, donde por nuestra salvación murió en la cruz.

Las normas para obtener estas indulgencias plenarias son [cita requerida]:1. Deben hacerse ante Estaciones de la Cruz erigidas según la ley.2. Debe haber catorce cruces.  Para ayudar en  la devoción estas cruces están 

normalmente   adjuntas   a   catorce   imágenes   o   tablas   representando   las   estaciones   de Jerusalén.

3. Las Estaciones consisten en catorce piadosas lecturas con oraciones vocales. Pero para hacer estos ejercicios solo se requiere que se medite devotamente la pasión y muerte del Señor. No se requiere la meditación de cada misterio de las estaciones.

4. El movimiento de una Estación a la otra. Si no es posible a todos los presente hacer   este  movimiento   sin   causar  desorden  al   hacerse   las   Estaciones  públicamente,   es suficiente que la persona que lo dirige se mueva de Estación a Estación mientras los otros permanecen en su lugar.

5. Las personas que están legítimamente impedidas de satisfacer los requisitos anteriormente indicados, pueden obtener indulgencias si al menos pasan algún tiempo, por ejemplo,  quince minutos en  la   lectura devota y   la  meditación de  la  Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo.

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6. Otros ejercicios de devoción son equivalentes a las Estaciones de la Cruz, aún en  cuanto  a   indulgencias,   si  éstos  nos   recuerdan   la  Pasión  y  muerte  del  Señor  y  están aprobados por una autoridad competente.

7. Para otros ritos. Los patriarcas pueden establecer otros ejercicios devotos en memoria de la Pasión y muerte de nuestro Señor, en manera similar a las Estaciones de la Cruz. Dejando claro que todo por lo que Jesús murió en la cruz fue por nosotros, para poder salvarnos.

Los requisitos de arriba son necesarios para obtener las indulgencias,  pero siempre que se hacen  las  Estaciones con devoción en cualquier   lugar,  ya sea públicamente o en privado, se obtendrán muchas gracias.  Claro que deben hacerse de corazón, con sincera intención de conversión.

Las  Estaciones  de   la  Cruz   se  pueden  hacer   con  gran  beneficio   todo  el   año  y   son especialmente   significativas   durante   la Cuaresma.   Cada Viernes   Santo,   el Papa dirige   las Estaciones   de   la   Cruz   desde   el Coliseo en Roma para   recordar   a   los  mártires   y   nuestro llamado a seguir sus pasos.

En esta meditación trataremos de seguir las huellas del Señor en el camino que va desde el pretorio de Pilato hasta El lugar llamado «calavera», el Gólgota en hebreo (Jn 19, 17). El Vía Crucis de nuestro Señor Jesucristo esta históricamente vinculado a los sitios que el hubo de recorrer. Pero hoy día ha sido trasladado también a muchos otros lugares, donde los fieles de Divino Maestro quieren seguirle en espíritu por las calles de Jerusalén. En algunos santuarios, como en el que recordábamos en días anteriores, el calvario de Zebrydowska, la devoción de los fieles a la pasión ha reconstruido el Vía Crucis con estaciones muy alejadas entre sí. Habitualmente en nuestras iglesias las estaciones son catorce, como en Jerusalén entre el pretorio y la basílica del Santo sepulcro. Ahora nos detendremos espiritualmente en estas estaciones, meditando en el misterio de Cristo cargando con la cruz.

I Estación: Jesús condenado a muerteLa sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La 

condena a muerte por crucifixión debería de haber satisfecho sus pasiones y ser respuesta al grito: «!crucifícale! !crucifícale! » (Mc 15, 13 -14, etc.),. El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando éste identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad   (Jn   18,   38).   En   uno   y   otro   caso   Pilato   buscaba   conservar   la   independencia, mantenerse en cierto modo al «margen». Pero era sólo en apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 18,36-37), debía afectar profundamente el alma del pretor Romano. Esta fue y es una Realeza, frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.

El hecho de que a Jesús, hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf. Jn 3,16).

También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnos las manos.

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II Estación: Jesús carga con la cruzEmpieza la ejecución, es decir, el cumplimiento de la sentencia. Cristo, condenado a 

muerte, debe cargar con la cruz como los otros condenados que van a sufrir la misma pena: «Fue contado entre los pecadores» (Is 53,12). Cristo se acerca a la cruz con el cuerpo entero terriblemente magullado y desgarrado, con la sangre que le baña el rostro, cayéndole de la cabeza coronada de espinas. Ecce homo! (Jn 19,5). En el se encierra toda la verdad del hijo del hombre predicha por los profetas, la verdad sobre el siervo de Yavé anunciada por Isaías: «Fue traspasado por nuestras iniquidades... y en sus llagas hemos sido curados» (Is 53,5). Está también presente en el una cierta consecuencia, que nos deja asombrados, de lo que el hombre ha hecho con su Dios. Dice Pilato: «Ecce Homo» (Jn 19,5): «!Mirad lo que habéis hecho de este hombre!». En esta afirmación parece oírse ota voz, como queriendo decir: «!Mirad lo que habéis hecho en este hombre con vuestro Dios!».

Resulta conmovedora  la semejanza,   la  interferencia de esta voz que escuchamos a través de la historia con lo que nos llega mediante el conocimiento de la fe. Ecce homo!

Jesús, «el llamado Mesías» (Mt 27, 17), carga la cruz sobre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezado la ejecución.

III Estación: Jesús cae por primera vezJesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. No recurre a sus fuerzas sobrehumanas, no recurre 

al   poder  de   los   ángeles.   «¿Crees  que  no  puedo   rogar   a  mi   Padre,  quien  pondría   a  mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?»(Mt 26,53). No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos del Padre (Mc 14,36, etc.), quiere beberlo hasta las heces. Esto es lo que quiere. Y por esto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana, aunque al  instante podría disponer de ellas.  Pueden sentirse dolorosamente sorprendidos  los que le habían visto cuando dominaba a las humanas dolencias, a las mutilaciones, a las enfermedades, a la muerte   misma.   ¿Y   ahora?   ¿Esta   negado   todo   esto?   Y,   sin   embargo,   «nosotros esperábamos», dirán unos días después los discípulos de Emaús (Lc 24,21). «Si eres hijo de Dios...» (Mt 27,40), le provocaran todos los miembro del sanedrín. «A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse» (Mc 15, 31; Mt 27,42), gritará la gente.

Y él  acepta estas frases de provocación,  que parecen anular todo el  sentido de su misión,   de   los   sermones   pronunciados,   de   los  milagros   realizados.   Acepta   todas   estas palabras, decide no oponerse. Quiere ser ultrajado. quiere vacilar. Quiere caer bajo la cruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta los mínimos detalles, a esa afirmación: «No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (cf. Mc 14,36 etc.).

Dios salvará a la humanidad con las caídas de Cristo bajo la cruz.IV Estación: Jesús encuentra a su MadreLa Madre María se encuentra con su hijo en el camino de la cruz. La cruz de El es su 

cruz, la humillación de él es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las  cosas.  Así  deben sentirlo   los  que  la   rodean y   lo  capta  su  corazón:  «...y  una  espada atravesará tu alma» (Lc 2,35). Palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento. Alcanza ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por 

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esta   invisible  espada,  hacia  el   calvario  de   su  hijo,  hacia   su  propio  calvario.   La  devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la

representa en pinturas y esculturas. !Madre Dolorosa!«!Oh tú que has padecido junto con El!», repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el  misterio  de  este  sufrimiento.  Aunque este  dolor   le  pertenezca  y   le  afecte  en   lo  más profundo en su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra «com-pasión». También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo.

V Estación: Simón Cireneo ayuda a JesúsSimón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15,21; Lc 23, 26), no la quería 

llevar  ciertamente.  Hubo que obligarle.  caminaba  junto a  Cristo bajo el  mismo peso.  Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. le han llamado a él, a Simón de Cirene padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). le han llamado, le han obligado.

¿Cuánto duro esta coacción? ¿cuánto tiempo camino a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con una barrera de indiferencia entre él y es hombre que sufría?   «estaba  desnudo,   tuve   sed,   estaba  preso»(cf.  Mt   25,35.36),   llevaba   la   cruz...¿la llevaste conmigo?...¿la has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?No se sabe. San Marcos refiere solamente el  nombre de  los hijos del  Cireneo y  la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a san Pedro (cf. Rom 16,13).

VI Estación: La Verónica limpia su rostroLa   tradición  nos  habla  de   la  Verónica.  Quizá  ella  completa   la  historia  del  Cireneo. 

Porque lo cierto es que -aunque, como mujer, no carga físicamente la cruz y no se la obliga a ello- llevó sin duda está cruz con Jesús: la llevó como podía, como en aquel momento era posible hacerlo y como le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.

Este detalle, referido por la tradición, parece fácil de explicar: en el lienzo con el que secó su rostro han quedado impresos los rasgos de Cristo. Puesto que estaba cubierto todo él cubierto de sudor y sangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.

Pero el sentido de este hecho puede ser interpretado también de otro modo, si se considera a la luz del sermón escatológico de Cristo. Son muchos los que indudablemente preguntaran: «Señor cuando hemos hecho todo esto?» Y Jesús responderá: cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).  El salvador, en afecto, imprime su imagen sobre todo acto de caridad, como sobre el lienzo de la Verónica.

VII estación: Jesús cae por segunda vez«Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo» 

(sal  22  [21],7):   las  palabras  del  salmista-profeta  encuentra  su  plena realización en estas estrechas,  arduas  callejuelas  de   Jerusalén,  durante   las  últimas  horas  que  preceden  a   la pascua. Ya se sabe que estas horas, antes de la fiesta, son extenuantes y las calles están 

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llenas de gente. En este contexto se verifican las palabras del salmista, aunque nadie piense en ellas. No paran mientes en ellas ciertamente todos cuantos dan pruebas de desprecio, para los cuales este Jesús de Nazaret que cae por segunda vez bajo la cruz se ha hecho objeto de escarnio.

Y El lo quiere, quiere que se cumpla la profecía. Cae, pues, exhausto por el esfuerzo. Cae por voluntad del Padre, voluntad expresada asimismo en las palabras del profeta. Cae por propia voluntad, porque «¿cómo se cumplirían, si no, las escrituras?» (Mt 26,54):«Soy un gusano y no un hombre» (Sal 22 [21], 7); por tanto ni siquiera «Ecce Homo» (Jn 19,5); menos aún, peor todavía.

El gusano se arrastra pegado a tierra; el hombre en cambio, como rey de las criaturas, camina sobre ella.  El  gusano carcome la madera:  como el  gusano, el  remordimiento del pecado roe la conciencia del hombre. Remordimiento por esta segunda caída.

VIII Estación: Jesús y las mujeres de JerusalénEs   la   llamada   al   arrepentimiento,   al   verdadero   arrepentimiento,   a   pesar,   del  mal 

cometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalén que lloran su vista: «No lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lc 23,28). No podemos quedarnos en la superficie del mal hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia.

Esto es justamente lo que lo que quiere darnos a entender Jesús cargado con la cruz, que desde siempre «conocía lo que en el hombre había» (Jn 2,25) y siempre lo conoce. Por esto El debe ser en todo momento el más cercano testigo de nuestros actos y de los juicios que sobre ellos hacemos en nuestra conciencia. Quizá nos haga incluso que estos juicios deben ser en todo momento ponderados, razonables, objetivos -dice:«No lloréis»-; pero al mismo tiempo, ligados a todo cuanto esta verdad contiene: no los advierte porque El es que lleva la cruz.

Señor, ¡dame saber vivir y andar en la verdad!IX Estación: Jesús y las mujeres de Jerusalén«Se humilló,  hecho obediente  hasta   la  muerte,  y  muerte  de cruz»   (Fil  1,8   ).  Cada 

estación de esta Vía es una piedra miliar de esa obediencia y de ese anonadamiento.Captamos el grado de este anonadamiento cuando leemos las palabras del profeta: 

«Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros» (Is 53,6).

Comprendemos el grado de este anonadamiento cuando vemos que Jesús cae una vez más, la tercera, bajo la cruz. Cuando pensamos en quién es el que cae, quién yace entre el polvo del camino bao la cruz, a los pies de gente hostil que no le ahorra humillaciones y ultrajes...

¿Quién es el que cae ? ¿Quién es Jesucristo? «Quién, existiendo en forma de Dios, no reputó como botín codiciable ser igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y  haciéndose   semejante  a   los  hombres;   y  en   la   condición  de  hombre   s  humilló,  hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»(Fil 2,6-8).

X Estación: Jesús, despojado de sus vestidos

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Cuando Jesús despojado de sus vestidos, se encuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15,24, etc.),  nuestros pensamientos se dirigen hacia su Madre: vuelven hacia atrás, al origen de este  cuerpo que ya  ahora,  antes  de   la  crucifixión,  es   todo él  una  llaga   (cf.   Is  52,14).  El misterio de la encarnación: El Hijo de Dios toma cuerpo en el seno de la virgen (cf. Mt 1,23; Lc 1,26-38). El Hijo de Dios habla al Padre con las palabras del salmista: «No te complaces tú en el sacrificio y la ofrenda..., pero me has preparado un cuerpo» (Sal 40 [39], 8.7; Heb 10,7). El cuerpo del hombre expresa su alma. «Entonces dije: '¡Heme aquí que vengo!'...para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad»(sal 40[39],9; Heb 10,7). «Yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8,29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y del Padre en cada llaga, en cada estremecimiento de dolor,  en cada músculo desgarrado,  en cada reguero de sangre que corre,  en  todo el  cansancio  de sus  brazos,  en  los  cardenales  de cuello  y  espaldas en el terrible dolor de las sienes. Este cuerpo cumple la voluntad del Padre cuando es despojado de sus vestidos y tratado como objeto de suplicio, cuando encierra en sí el inmerso dolor de la humanidad profanada.

El cuerpo del hombre es profanado de varias maneras.En esta estación debemos pensar en la Madre de Cristo, porque bajo su corazón, en 

sus ojos, entre sus manos el cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una adoración plena.XI Estación: Jesús clavado en la cruz«Han taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos» (Sal 22 [21], 

17-18). «Puedo contar...»: ¡qué palabras proféticas! sabemos que este cuerpo es un rescate. Un gran rescate es todo este cuerpo: las manos, los pies y cada hueso. Todo el hombre en máxima tensión: esqueleto, músculos, sistema nervioso, cada órgano, cada célula todo en máxima tensión.«Yo, si fuere levantado de la tierra atraeré todos a mi»; (Jn 12,32). Palabras que expresan la plena realidad de la crucifixión entra todo el mundo que Jesús quiere atraer a Sí(cf. Jn 12,32). El mundo está sometido a la gravitación del cuerpo, que tiende por inercia hacia lo bajo.

Precisamente en esta gravitación estriba la pasión del crucificado. «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba»(Jn 8, 23). Sus palabras desde la cruz son;«Padre perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

XII Estación: Jesús muere en la cruzJesús clavado en la cruz, inmovilizado en esta terrible posición, invoca al Padre (c.f. Mc 

15,34; Mt 27,46; Lc 23,46). Todas las invocaciones atestiguan que el es uno con el Padre.«Yo y el Padre somos una misma cosa»(Jn 14,9); «Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso oro yo también» (Jn 5,17).

He aquí el más alto, el más sublime obrar del Hijo en unión con el Padre. Sí: en unión, en la más profunda unión, justamente cuando grita: Eloí, Eloí, lama sabactani?: «Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado?» (Mc 15,34; Mt 27,46). Este obrar se expresa con la verticalidad del cuerpo que pende del madero perpendicular de la cruz, con la horizontalidad de los brazos extendidos a lo largo del madero transversal. el hombre que mira estos brazos puede pensar que con el esfuerzo abrazan al hombre y al mundo.

Abrazan.

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He   aquí   el   hombre.   He   aquí   a   Dios  mismo.   «En   El...   vivimos   y   nos  movemos   y existimos» (Act 17,28). En El: en estos brazos extendidos a lo largo del madero transversal de la cruz.

El misterio de la redención.XIII Estación: Jesús en brazos de su MadreEn el momento en que el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de la 

Madre, vuelve a nuestra mente el momento en que María acogió el saludo del ángel Gabriel: «concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús... Y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre... y su Reino no tendrá fin» (Lc 1,31-33). María sólo dijo: «hágase en mi según tu palabra» (Lc 1,38), como si desde el principio hubiera querido expresar cuanto estaba viviendo en este momento.

En el misterio de la redención se entrelazan la gracia, esto es, el don de Dios mismo, y el «pago » del corazón humano. En este misterio somos enriquecidos por un Don de lo alto (Sant 1,17)y al mismo tiempo somos comprados con el rescate del hijo de Dios (cf. 1 Cor 6,20;  7,23;  Act 20,28).  Y María,  que fue más enriquecida que nadie con estos dones,  es también la que paga más. Con su corazón.

A este misterio  está  unida  la  maravillosa promesa realizada por  Simeón cuando  la presentación de Jesús en el templo: «Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones»

También esto se cumple. ¡Cuántos corazones humanos se abren ante el corazón de esta Madre que tanto ha pagado!

Y Jesús está de nuevo todo él en sus brazos, como lo estaba en el portal de Belén (cf. Lc 2,16), durante la huida a Egipto (cf. Lc 2,14),en Nazaret (cf. Lc 2,39-40). La piedad.

XIV Estación: Entierro de JesúsDesde el momento en que el hombre, a causa de pecado, se alejó del árbol de la vida 

(cf. Gen 3), la tierra se convirtió en un cementerio. Tantos sepulcros como hombres. Un gran planeta de tumbas.

En las cercanías del calvario había una tumba que pertenecía a José de Arimatea (cf. Mt 27,60). En este sepulcro, con el consentimiento de José, depositaron el cuerpo de Jesús una vez bajado de la cruz (cf. Mc 15,42-46, etc.). Lo depositaron apresuradamente, para que la   ceremonia  acabara   antes  de   la  fiesta  de  Pascua   (cf.   Jn   19,31),   que  empezaba  en  el crepúsculo.

Entre todas las tumbas esparcidas por los continentes de nuestro planeta, hay una en la que el Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, ha vencido a la muerte con la muerte. O mors! ero mors tua!: «Muerte, ¡yo seré tu muerte!» (1.ª antif. Laudes del Sábado Santo ). El árbol de la vida , del que el hombre fue alejado por su pecado, se ha revelado nuevamente a los hombres en el cuerpo de Cristo. «Si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6,51).

Aunque  se  multipliquen  siempre   las   tumbas  en  nuestro  planeta,  aunque  crezca  el cementerio en el que el hombre surgido del polvo retorna al polvo (cf. Gen 3,19), todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven la esperanza de Resurrección.

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El Vía crucis es una devoción centrada en los Misterios dolorosos de Cristo, que se meditan y  contemplan caminando y deteniéndose en  las  estaciones que,  del  Pretorio  al Calvario, representan los episodios más notables de la Pasión.

La difusión del ejercicio del Vía crucis ha estado muy vinculada a la Orden franciscana. Pero no fue San Francisco quien lo instituyó tal como lo conocemos, si bien el Pobrecillo de Asís acentuó y desarrolló grandemente la devoción a la humanidad de Cristo y en particular a   los  misterios  de Belén y  del  Calvario,  que culminaron en su experiencia  mística en  la estigmatización  del  Alverna;  más  aún,  San  Francisco  compuso  un  Oficio de la Pasión de marcado carácter bíblico, que es como un «vía crucis franciscano», y que rezaba a diario, enmarcando cada hora en una antífona dedicada a la Virgen. En todo caso, fue la Orden francisana la que, fiel al espíritu de su fundador, propagó esta devoción, tarea en la que destacó especialmente San Leonardo de Porto Maurizio.

El  Vía crucis  consta de 14 estaciones,  cada una de  las  cuales se fija en un paso o episodio   de   la   Pasión   del   Señor.   A   veces   se   añade   una   decimaquinta,   dedicada   a   la resurrección de Cristo.  En  la  práctica de este ejercicio  piadoso,   las  estaciones tienen un núcleo   central,   expresado  en  un  pasaje  del   Evangelio  o   tomado  de   la  devota   tradición cristiana, que propone a la meditación y contemplación uno de los momentos importantes de   la   Pasión  de   Jesús.   Puede   seguirle   la   exposición  del   acontecimiento  propuesto  o   la predicación sobre el mismo, así como la meditación silenciosa. Ese núcleo central suele ir precedido y seguido de diversas preces y oraciones, según las costumbres y tradiciones de las diferentes regiones o comunidades eclesiales. En la práctica comunitaria del Vía crucis, al principio   y   al  final,   y  mientas   se  va  de  una  estación  a  otra,   suelen   introducirse   cantos adecuados.

Aquí   ofrecemos   el   Vía   crucis   con   textos   e   imágenes   que   ayuden   a   meditar   y contemplar «los excesos del amor de Cristo». Los fieles y las comunidades sabrán escoger lo que   les   sea  más  útil   en   sus   circunstancias   y   lo  que  mejor   les   ayude  a   seguir   a  Cristo, acompañando a María y acompañados de ella.

Introducción.- Para   una   información   más   amplia   y   profunda   sobre   la   historia   y naturaleza del Vía crucis, véase el artículo de Antonio Izquierdo, L.C.: Vía crucis de Cristo y del cristiano .

EJERCICIO DEL VÍA CRUCISPor la señal de la Santa Cruz... Señor mío Jesucristo...O en su lugar:En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.Oración inicialNosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue 

simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que vieron e hicieron todos aquellos que tomaron 

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parte en este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Hoy queremos reflexionar  con particular   intensidad sobre el  contenido de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica participación. Participar significa tener parte. Y ¿qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo? Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo. Quiere decir reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a través de la vida, imitando a Aquel que «soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios» (Hb 12,2).

Pausa de silencioOremos: Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, 

para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. [Juan Pablo II]

Primera EstaciónJESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]«Reo es de muerte», dijeron de Jesús los miembros del Sanedrín, y, como no podían 

ejecutar a nadie, lo llevaron de la casa de Caifás al Pretorio. Pilato no encontraba razones para condenar a Jesús, e incluso trató de liberarlo, pero, ante la presión amenazante del pueblo instigado por sus jefes: «¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si sueltas a ése, no eres amigo del  César»,  pronunció  la sentencia que  le reclamaban y  les entregó a Jesús,  después de azotarlo, para que fuera crucificado.

San Juan el evangelista nos dice que, pocas horas después, junto a la cruz de Jesús estaba María su madre. Y hemos de suponer que también estuvo muy cerca de su Hijo a lo largo de todo el Vía crucis.

Cuántos temas para la reflexión nos ofrecen los padecimientos soportados por Jesús desde el Huerto de los Olivos hasta su condena a muerte: abandono de los suyos, negación de Pedro, flagelación, corona de espinas, vejaciones y desprecios sin medida. Y todo por amor a nosotros, por nuestra conversión y salvación.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Segunda Estación

JESÚS CARGA CON LA CRUZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

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R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Condenado muerte,   Jesús quedó en manos de  los soldados del  procurador,  que  lo 

llevaron consigo al  pretorio  y,   reunida  la  tropa,  hicieron mofa de él.  Llegada  la  hora,   le quitaron el manto de púrpura con que lo habían vestido para la burla, le pusieron de nuevo sus ropas, le cargaron la cruz en que había de morir y salieron camino del Calvario para allí crucificarlo.

El  peso de  la  cruz  es  excesivo  para   las  mermadas   fuerzas  de   Jesús,  convertido en espectáculo de la chusma y de sus enemigos. No obstante, se abraza a su patíbulo deseoso de   cumplir   hasta   el   final   la   voluntad   del   Padre:   que   cargando   sobre   sí   el   pecado,   las debilidades y flaquezas de todos, los redima. Nosotros, a la vez que contemplamos a Cristo cargado con la cruz, oigamos su voz que nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Tercera Estación 

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Nuestro   Salvador,   agotadas   las   fuerzas   por   la   sangre   perdida   en   la   flagelación, 

debilitado por la acerbidad de los sufrimientos físicos y morales que le infligieron aquella noche, en ayunas y sin haber dormido, apenas pudo dar algunos pasos y pronto cayó bajo el peso  de   la   cruz.   Se   sucedieron   los   golpes   e   imprecaciones  de   los   soldados,   las   risas   y expectación del  público.   Jesús,  con toda  la   fuerza de su voluntad y  a  empellones,   logró levantarse para seguir su camino.

Isaías   había   profetizado   de   Jesús:   «Eran   nuestras   dolencias   las   que   él   llevaba   y nuestros dolores los que soportaba. Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros». El peso de  la  cruz  nos hace tomar conciencia  del  peso de nuestros  pecados,   infidelidades, ingratitudes..., de cuanto está figurado en ese madero. Por otra parte, Jesús, que nos invita a cargar con nuestra cruz y seguirle, nos enseña aquí que también nosotros podemos caer, y que hemos de comprender a los que caen; ninguno debe quedar postrado; todos hemos de levantarnos con humildad y confianza buscando su ayuda y perdón.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.

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Cuarta EstaciónJESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]En su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto por una multitud de soldados, jefes 

judíos, pueblo, gentes de buenos sentimientos... También se encuentra allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la ha entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a María triste y afligida,  y en cada uno de ellos el  dolor se hace mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmiten.

Nos es fácil adivinar lo que padecerían Jesús y María pensando en lo que toda buena madre y todo buen hijo sufrirían en semejantes circunstancias. Esta es sin duda una de las escenas más patéticas del Vía crucis, porque aquí se añaden, al cúmulo de motivos de dolor ya   presentes,   la   aflicción   de   los   afectos   compartidos   de   una  madre   y   un   hijo.  María acompaña a Jesús en su sacrificio y va asumiendo su misión de corredentora.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Quinta Estación

JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEOV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Jesús salió del pretorio llevando a cuestas su cruz, camino del Calvario; pero su primera 

caída puso de manifiesto el agotamiento del reo. Temerosos los soldados de que la víctima sucumbiese antes de hora, pensaron en buscarle un sustituto. Entonces el centurión obligó a un tal Simón de Cirene, que venía del campo y pasaba por allí, a que tomara la cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de Jesús. Tal vez Simón tomó la cruz de mala gana y a la fuerza, pero luego, movido por el ejemplo de Cristo y tocado por la gracia, la abrazó con resignación y amor y fue para él y sus hijos el origen de su conversión.

El Cireneo ha venido a ser como la  imagen viviente de los discípulos de Jesús, que toman su cruz y le siguen. Además, el ejemplo de Simón nos invita a llevar los unos las cargas de los otros, como enseña San Pablo. En los que más sufren hemos de ver a Cristo cargado con la cruz que requiere nuestra ayuda amorosa y desinteresada.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

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Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.

Sexta EstaciónLA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Dice el profeta Isaías: «No tenía apariencia ni presencia; lo vimos y no tenía aspecto 

que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable,  y no lo tuvimos en cuenta». Es la descripción profética de la figura de Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor... Entonces, una mujer del pueblo, Verónica de nombre, se abrió paso entre la muchedumbre llevando un lienzo con el  que  limpió  piadosamente  el   rostro de  Jesús.  El  Señor,   como respuesta  de gratitud, le dejó grabada en él su Santa Faz.

Una   letrilla   tradicional  de  esta   sexta  estación  nos  dice:   «Imita   la   compasión   /   de Verónica   y   su  manto   /   si  de  Cristo  el   rostro   santo   /  quieres  en   tu   corazón».  Nosotros podemos repetir hoy el gesto de la Verónica en el rostro de Cristo que se nos hace presente en tantos hermanos nuestros que comparten de diversas maneras la pasión del Señor, quien nos recuerda: «Lo que hagáis con uno de estos, mis pequeños, conmigo lo hacéis».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Séptima Estación

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Jesús había tomado de nuevo la cruz y con ella a cuestas llegó a la cima de la empinada 

calle  que daba a una de  las  puertas  de  la  ciudad.  Allí,  extenuado,  sin   fuerzas,  cayó por segunda vez bajo el peso de la cruz. Faltaba poco para llegar al sitio en que tenía que ser crucificado, y Jesús, empeñado en llevar a cabo hasta la meta los planes de Dios, aún logró reunir fuerzas, levantarse y proseguir su camino.

Nada   tiene   de   extraño   que   Jesús   cayera   si   se   tiene   en   cuenta   cómo   había   sido castigado desde la noche anterior, y cómo se encontraba en aquel momento. Pero, al mismo tiempo, este paso nos muestra lo frágil que es la condición humana, aun cuando la aliente el mejor espíritu, y que no han de desmoralizarnos las flaquezas ni las caídas cuando seguimos a Cristo cargados con nuestra cruz. Jesús, por los suelos una vez más, no se siente derrotado 

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ni   abandona   su   cometido.   Para   Él   no   es   tan   grave   el   caer   como  el   no   levantarnos.   Y pensemos   cuántas   son   las   personas   que   se   sienten   derrotadas   y   sin   ánimos   para reemprender el seguimiento de Cristo, y que la ayuda de una mano amiga podría sacarlas de su postración.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Octava Estación

JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉNV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Dice el  evangelista San Lucas que a Jesús,  camino del  Calvario,   lo seguía una gran 

multitud del pueblo; y unas mujeres se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas   les  dijo:  «Hijas  de  Jerusalén,  no  lloréis  por  mí;   llorad más  bien por  vosotras  y  por vuestros hijos»; añadiéndoles, en figuras, que si la ira de Dios se ensañaba como veían con el Justo, ya podían pensar cómo lo haría con los culpables.

Mientras muchos espectadores se divierten y lanzan insultos contra Jesús, no faltan algunas  mujeres  que,  desafiando   las   leyes  que   lo  prohibían,  tienen  el   valor  de   llorar   y lamentar la suerte del divino Condenado. Jesús, sin duda, agradeció los buenos sentimientos de  aquellas  mujeres,  y  movido  del  amor  a   las  mismas  quiso  orientar   la  nobleza  de  sus corazones hacia lo más necesario y urgente: la conversión suya y la de sus hijos. Jesús nos enseña a establecer la escala de los valores divinos en nuestra vida y nos da una lección sobre el santo temor de Dios.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Novena Estación

JESÚS CAE POR TERCERA VEZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Una  vez   llegado  al  Calvario,  en   la   cercanía   inmediata  del  punto  en  que   iba  a   ser 

crucificado,   Jesús   cayó  por   tercera  vez,   exhausto  y   sin   arrestos  ya  para   levantarse.   Las condiciones en que venía y la continua subida lo habían dejado sin aliento. Había mantenido su decisión de secundar los planes de Dios, a los que servían los planes de los hombres, y así 

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había alcanzado, aunque con un total agotamiento, los pies del altar en que había de ser inmolado.

Jesús agota sus facultades físicas y psíquicas en el cumplimiento de la voluntad del Padre, hasta llegar a la meta y desplomarse. Nos enseña que hemos de seguirle con la cruz a cuestas por más caídas que se produzcan y hasta entregarnos en las manos del Padre vacíos de nosotros mismos y dispuestos a beber el cáliz que también nosotros hemos de beber. Por otra parte, la escena nos invita a recapacitar sobre el peso y la gravedad de los pecados, que hundieron a Cristo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Décima Estación

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURASV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Ya en el Calvario y antes de crucificar a Jesús, le dieron a beber vino mezclado con 

mirra; era una piadosa costumbre de los judíos para amortiguar la sensibilidad del que iba a ser  ajusticiado.   Jesús   lo  probo,  como gesto de cortesía,  pero no quiso beberlo;  prefería mantener la plena lucidez y conciencia en los momentos supremos de su sacrificio. Por otra parte,   los   soldados  despojaron  a   Jesús,   sin   cuidado  ni  delicadeza  alguna,  de   sus   ropas, incluidas   las  que  estaban  pegadas  en   la   carne  viva,   y,  después  de   la   crucifixión,   se   las repartieron.

Para Jesús fue sin duda muy doloroso ser así despojado de sus propios vestidos y ver a qué manos  iban a parar.  Y  especialmente para su Madre,  allí  presente,  hubo de ser  en extremo   triste   verse  privada   de   aquellas   prendas,   tal   vez   labradas  por   sus  manos   con maternal solicitud, y que ella habría guardado como recuerdo del Hijo querido.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Undécima Estación

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]«Y lo crucificaron», dicen escuetamente los evangelistas. Había llegado el momento 

terrible de la crucifixión, y Jesús fue fijado en la cruz con cuatro clavos de hierro que le 

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taladraban las manos y los pies. Levantaron la cruz en alto y el cuerpo de Cristo quedó entre cielo y tierra, pendiente de los clavos y apoyado en un saliente que había a mitad del palo vertical. En la parte superior de este palo, encima de la cabeza de Jesús, pusieron el título o causa de la condenación: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

El suplicio de la cruz, además de ser infame, propio de esclavos criminales o de insignes facinerosos, era extremadamente doloroso, como apenas podemos imaginar. El espectáculo mueve a compasión a cualquiera que lo contemple y sea capaz de nobles sentimientos. Pero siempre ha sido difícil entender la locura de la cruz, necedad para el mundo y salvación para el   cristiano.   La   liturgia   canta   la   paradoja:   «¡Dulces   clavos!   ¡Dulce   árbol   donde   la   Vida empieza / con un peso tan dulce en su corteza!».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Duodécima Estación

JESÚS MUERE EN LA CRUZV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Desde la crucifixión hasta  la muerte transcurrieron tres  largas horas que fueron de 

mortal   agonía   para   Jesús   y   de   altísimas   enseñanzas   para   nosotros.  Desde   el   principio, muchos de  los  presentes,   incluidas   las  autoridades  religiosas,  se desataron en ultrajes  y escarnios contra el Crucificado. Poco después ocurrió el episodio del buen ladrón, a quien dijo   Jesús:   «Hoy   estarás   conmigo   en   el   paraíso».   San   Juan   nos   refiere   otro   episodio emocionante por demás: Viendo Jesús a su Madre junto a la cruz y con ella a Juan, dice a su Madre: «Mujer,  ahí tienes a tu hijo»; luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»; y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, nos dice el mismo evangelista, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, dijo: «Tengo sed». Tomó el vinagre que le acercaron, y añadió: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

A los motivos de meditación que nos ofrece la contemplación de Cristo agonizante en la cruz, lo que hizo y dijo, se añaden los que nos brinda la presencia de María, en la que tendrían un eco muy particular los sufrimientos y la muerte del hijo de sus entrañas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Decimotercera Estación

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZY PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

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V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Para que los cadáveres no quedaran en la cruz al día siguiente, que era un sábado muy 

solemne para los judíos, éstos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran; los soldados sólo quebraron las piernas de los otros dos, y a Jesús, que ya había muerto, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza. Después, José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtenido el permiso de Pilato y ayudados por sus criados o por otros discípulos del Maestro, se acercaron a la cruz, desclavaron cuidadosa y reverentemente los clavos de las manos y los pies y con todo miramiento lo descolgaron. Al pie de la cruz estaba la Madre, que recibió en sus brazos y puso en su regazo maternal el cuerpo sin vida de su Hijo.

Escena conmovedora, imagen de amor y de dolor, expresión de la piedad y ternura de una Madre que contempla, siente y llora las llegas de su Hijo martirizado. Una lanza había atravesado el costado de Cristo, y la espada que anunciara Simeón acabó de atravesar el alma de la María.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Decimocuarta Estación

JESÚS ES SEPULTADOV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]José de Arimatea y Nicodemo tomaron luego el cuerpo de Jesús de los brazos de María 

y lo envolvieron en una sábana limpia que José había comprado. Cerca de allí tenía José un sepulcro nuevo que había cavado para sí mismo, y en él enterraron a Jesús. Mientras los varones procedían a la sepultura de Cristo, las santas mujeres que solían acompañarlo, y sin duda su Madre, estaban sentadas frente al sepulcro y observaban dónde y cómo quedaba colocado el cuerpo. Después, hicieron rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro, y regresaron todos a Jerusalén.

Con la sepultura de Jesús el  corazón de su Madre quedaba sumido en tinieblas de tristeza y soledad. Pero en medio de esas tinieblas brillaba la esperanza cierta de que su Hijo resucitaría, como Él mismo había dicho. En todas las situaciones humanas que se asemejen al  paso  que  ahora   contemplamos,   la   fe  en   la   resurrección  es  el   consuelo  más  firme  y profundo que podemos tener. Cristo ha convertido en lugar de mera transición la muerte y el sepulcro, y cuanto simbolizan.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

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Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Decimoquinta Estación

JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOSV. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.[V. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibiR. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.]Pasado   el   sábado,   María   Magdalena   y   otras   piadosas   mujeres   fueron   muy   de 

madrugada al sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra había sido removida. Entraron en el sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel que les dijo: «Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí». Poco después llegaron Pedro y   Juan,   que   comprobaron   lo   que   les  habían  dicho   las  mujeres.   Pronto   comenzaron   las apariciones de Jesús resucitado: la primera, sin duda, a su Madre; luego, a la Magdalena, a Simón Pedro,  a   los  discípulos  de  Emaús,  al   grupo de   los  apóstoles   reunidos,  etc.,   y   así durante cuarenta días. Nadie presenció el momento de la resurrección, pero fueron muchos los que, siendo testigos presenciales de la muerte y sepultura del Señor, después lo vieron y trataron resucitado.

En los planes salvíficos de Dios, la pasión y muerte de Jesús no tenían como meta y destino el sepulcro, sino la resurrección, en la que definitivamente la vida vence a la muerte, la gracia al pecado, el amor al odio. Como enseña San Pablo, la resurrección de Cristo es nuestra   resurrección,   y   si   hemos   resucitado   con   Cristo   hemos   de   vivir   según   la   nueva condición de hijos de Dios que hemos recibido en el bautismo.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de 

su santísima Madre, triste y afligida al pie de la cruz. Amén, Jesús.Oremos: Señor Jesucristo, tú nos has concedido acompañarte, con María tu Madre, en 

los misterios de tu pasión, muerte y sepultura, para que te acompañemos también en tu resurrección; concédenos caminar contigo por los nuevos caminos del amor y de la paz que nos has enseñado. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén