Viaje Apostólico Al Reino Unido Discurso Benedicto Xvi 26-2-2006

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Discurso Benedicto Xvi 26-2-2006

Citation preview

  • VIAJE APOSTLICO AL REINO UNIDO

    (16-19 DE SEPTIEMBRE DE 2010)

    ENCUENTRO CON REPRESENTANTES DE LA SOCIEDAD BRITNICA

    DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI*

    Westminster Hall - City of Westminster

    Viernes 17 de septiembre de 2010

    Seor Orador:

    Gracias por sus palabras de bienvenida en nombre de esta distinguida asamblea. Al dirigirme a

    ustedes, soy consciente del gran privilegio que se me ha concedido de poder hablar al pueblo

    britnico y a sus representantes en Westminster Hall, un edificio de significacin nica en la

    historia civil y poltica del pueblo de estas islas. Permtanme expresar igualmente mi estima

    por el Parlamento, presente en este lugar desde hace siglos y que ha tenido una profunda

    influencia en el desarrollo de los gobiernos democrticos entre las naciones, especialmente en

    la Commonwealth y en el mundo de habla inglesa en general. Vuestra tradicin jurdica

    common law sirve de base a los sistemas legales de muchos lugares del mundo, y vuestra

    visin particular de los respectivos derechos y deberes del Estado y de las personas, as como

    de la separacin de poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.

    Al hablarles en este histrico lugar, pienso en los innumerables hombres y mujeres que

    durante siglos han participado en los memorables acontecimientos vividos entre estos muros y

    que han determinado las vidas de muchas generaciones de britnicos y de otras muchas

    personas. En particular, quisiera recordar la figura de Santo Toms Moro, el gran erudito ingls

    y hombre de Estado, quien es admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la

    que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano de quien era un buen

    servidor, pues eligi servir primero a Dios. El dilema que afront Moro en aquellos tiempos

    difciles, la perenne cuestin de la relacin entre lo que se debe al Csar y lo que se debe a

    Dios, me ofrece la oportunidad de reflexionar brevemente con ustedes sobre el lugar

    apropiado de las creencias religiosas en el proceso poltico.

    La tradicin parlamentaria de este pas debe mucho al instinto nacional de moderacin, al

    deseo de alcanzar un genuino equilibrio entre las legtimas reivindicaciones del gobierno y los

    derechos de quienes estn sujetos a l. Mientras se han dado pasos decisivos en muchos

    momentos de vuestra historia para delimitar el ejercicio del poder, las instituciones polticas

    de la nacin se han podido desarrollar con un notable grado de estabilidad. En este proceso,

    Gran Bretaa se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la

    libertad de expresin, la libertad de afiliacin poltica y el respeto por el papel de la ley, con un

    profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los

    ciudadanos ante la ley. Si bien con otro lenguaje, la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en

    comn con dicha perspectiva, en su preocupacin primordial por la proteccin de la dignidad

    nica de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su nfasis en los

    deberes de la autoridad civil para la promocin del bien comn.

  • Con todo, las cuestiones fundamentales en juego en la causa de Toms Moro continan

    presentndose hoy en trminos que varan segn las nuevas condiciones sociales. Cada

    generacin, al tratar de progresar en el bien comn, debe replantearse: Qu exigencias

    pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y qu alcance pueden

    tener? En nombre de qu autoridad pueden resolverse los dilemas morales? Estas cuestiones

    nos conducen directamente a la fundamentacin tica de la vida civil. Si los principios ticos

    que sostienen el proceso democrtico no se rigen por nada ms slido que el mero consenso

    social, entonces este proceso se presenta evidentemente frgil. Aqu reside el verdadero

    desafo para la democracia.

    La reciente crisis financiera global ha mostrado claramente la inadecuacin de soluciones

    pragmticas y a corto plazo relativas a complejos problemas sociales y ticos. Es opinin

    ampliamente compartida que la falta de una base tica slida en la actividad econmica ha

    contribuido a agravar las dificultades que ahora estn padeciendo millones de personas en

    todo el mundo. Ya que toda decisin econmica tiene consecuencias de carcter moral

    (Caritas in veritate, 37), igualmente en el campo poltico, la dimensin tica de la poltica tiene

    consecuencias de tal alcance que ningn gobierno puede permitirse ignorar. Un buen ejemplo

    de ello lo encontramos en uno de los logros particularmente notables del Parlamento

    Britnico: la abolicin del trfico de esclavos. La campaa que condujo a promulgar este hito

    legislativo estaba edificada sobre firmes principios ticos, enraizados en la ley natural, y brind

    una contribucin a la civilizacin de la cual esta nacin puede estar orgullosa.

    As que, el punto central de esta cuestin es el siguiente: Dnde se encuentra la

    fundamentacin tica de las deliberaciones polticas? La tradicin catlica mantiene que las

    normas objetivas para una accin justa de gobierno son accesibles a la razn, prescindiendo

    del contenido de la revelacin. En este sentido, el papel de la religin en el debate poltico no

    es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos

    an proponer soluciones polticas concretas, algo que est totalmente fuera de la competencia

    de la religin. Su papel consiste ms bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicacin de la

    razn al descubrimiento de principios morales objetivos. Este papel corrector de la religin

    respecto a la razn no siempre ha sido bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas

    de la religin, tales como el sectarismo y el fundamentalismo, que pueden ser percibidas como

    generadoras de serios problemas sociales. Y a su vez, dichas distorsiones de la religin surgen

    cuando se presta una atencin insuficiente al papel purificador y vertebrador de la razn

    respecto a la religin. Se trata de un proceso en doble sentido. Sin la ayuda correctora de la

    religin, la razn puede ser tambin presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las

    ideologas o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideracin plena de la dignidad

    de la persona humana. Despus de todo, dicho abuso de la razn fue lo que provoc la trata

    de esclavos en primer lugar y otros muchos males sociales, en particular la difusin de las

    ideologas totalitarias del siglo XX. Por eso deseo indicar que el mundo de la razn y el mundo

    de la fe el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas

    necesitan uno de otro y no deberan tener miedo de entablar un dilogo profundo y continuo,

    por el bien de nuestra civilizacin.

    En otras palabras, la religin no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una

    contribucin vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que

  • manifestar mi preocupacin por la creciente marginacin de la religin, especialmente del

    cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran nfasis a la

    tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religin se silencie, o al menos que se

    relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebracin pblica de

    fiestas como la Navidad deberan suprimirse segn la discutible conviccin de que sta ofende

    a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen paradjicamente

    con la intencin de suprimir la discriminacin que a los cristianos que desempean un papel

    pblico se les debera pedir a veces que actuaran contra su conciencia. stos son signos

    preocupantes de un fracaso en el aprecio no slo de los derechos de los creyentes a la libertad

    de conciencia y a la libertad religiosa, sino tambin del legtimo papel de la religin en la vida

    pblica. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a

    buscar medios de promocin y fomento del dilogo entre fe y razn en todos los mbitos de la

    vida nacional.

    Vuestra disposicin a actuar as ya est implcita en la invitacin sin precedentes que se me ha

    brindado hoy. Y se ve reflejada en la preocupacin en diversos mbitos en los que vuestro

    gobierno trabaja con la Santa Sede. En el mbito de la paz, ha habido conversaciones para la

    elaboracin de un tratado internacional sobre el comercio de armas; respecto a los derechos

    humanos, la Santa Sede y el Reino Unido se han congratulado por la difusin de la democracia,

    especialmente en los ltimos sesenta y cinco aos; en el campo del desarrollo, se ha

    colaborado en la reduccin de la deuda, en el comercio justo y en la ayuda al desarrollo,

    especialmente a travs del International Finance Facility, del International Immunization

    Bond, y del Advanced Market Commitment.Igualmente, la Santa Sede tiene inters en

    colaborar con el Reino Unido en la bsqueda de nuevas vas de promocin de la

    responsabilidad medioambiental, en beneficio de todos.

    Observo asimismo que el Gobierno actual compromete al Reino Unido a asignar el 0,7% de la

    renta nacional a la ayuda al desarrollo hasta el ao 2013. En los ltimos aos, ha sido alentador

    percibir signos positivos de un crecimiento mundial de la solidaridad hacia los pobres. Sin

    embargo, para concretar esta solidaridad en acciones eficaces se requieren nuevas ideas que

    mejoren las condiciones de vida en muchas reas importantes, tales como la produccin de

    alimentos, el agua potable, la creacin de empleo, la educacin, el apoyo a las familias, sobre

    todo emigrantes, y la atencin sanitaria bsica. Donde hay vidas humanas de por medio, el

    tiempo es siempre limitado: el mundo ha sido tambin testigo de los ingentes recursos que los

    gobiernos pueden emplear en el rescate de instituciones financieras consideradas demasiado

    grandes para que fracasen. Desde luego, el desarrollo humano integral de los pueblos del

    mundo no es menos importante. He aqu una empresa digna de la atencin mundial, que es en

    verdad demasiado grande para que fracase.

    Esta visin general de la cooperacin reciente entre el Reino Unido y la Santa Sede muestra

    cunto progreso se ha realizado en los aos transcurridos desde el establecimiento de

    relaciones diplomticas bilaterales, promoviendo en todo el mundo los muchos valores

    fundamentales que compartimos. Confo y rezo para que esta relacin contine dando frutos y

    que se refleje en una creciente aceptacin de la necesidad de dilogo y de respeto en todos los

    niveles de la sociedad entre el mundo de la razn y el mundo de la fe. Estoy convencido de

    que, tambin dentro de este pas, hay muchas reas en las que la Iglesia y las autoridades

  • pblicas pueden trabajar conjuntamente por el bien de los ciudadanos, en consonancia con la

    histrica costumbre de este Parlamento de invocar la asistencia del Espritu sobre quienes

    buscan mejorar las condiciones de toda la humanidad. Para que dicha cooperacin sea posible,

    las entidades religiosas incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia catlica necesitan

    tener libertad de actuacin conforme a sus propios principios y convicciones especficas

    basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. As se garantizarn derechos

    fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociacin.

    Los ngeles que nos contemplan desde el esplndido cielo de este antiguo saln nos recuerdan

    la larga tradicin en la que la democracia parlamentaria britnica se ha desarrollado. Nos

    recuerdan que Dios vela constantemente para guiarnos y protegernos; y, a su vez, nos invitan a

    reconocer la contribucin vital que la religin ha brindado y puede seguir brindando a la vida

    de la nacin.

    Seor Orador, le agradezco una vez ms la oportunidad que me ha brindado de poder

    dirigirme brevemente a esta distinguida asamblea. Les aseguro mis mejores deseos y mis

    oraciones por ustedes y por los fructuosos trabajos de las dos Cmaras de este antiguo

    Parlamento. Gracias y que les Dios bendiga a todos ustedes.