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ISSN: 2462-7348 Boletín 13 | 05.04.2021 Espacios para el envejecimiento saludable VIDA A LOS AÑOS Lourdes Cillero Jiménez, licenciada en Medicina y Cirugía; Marité Alonso Argul, arquitecta PMP©; Carolina Muñoz Rubio, arquitecta. Son socias fundadoras de la empresa Unique Arquitectura de la Salud SCP. Introducción El abordaje de los problemas derivados de la vejez no es algo nuevo, lleva ya décadas entre nosotros y es objeto de estudio y publicaciones de múltiples organismos internacionales con el objetivo de que los cuidados recibidos estén basados en el modelo de Atención Integral Centrada en la Persona. Pero la actual pandemia ha puesto de relieve que queda mucho camino por recorrer para definir la manera en que, como sociedad, articulamos los cuidados que somos capaces de brindar a nuestros mayores, para ofrecerles la oportunidad de vivir “como en casa”. Algunas definiciones La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el “envejecimiento saludable” como el “proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez” [1]. Grandes palabras: fomentar, mantener, capacidad funcional, bienestar y vejez, que merecen un tratamiento individualizado para consensuar significados, objetivos a lograr y acciones que poner en marcha para lograrlos, sobre todo en lo concerniente a vejez y bienestar. Esta organización ha puesto en marcha el “Decenio del Envejecimiento Saludable 2021-2030” [1], como “el instrumento que ofrece la oportunidad de aunar a los gobiernos, la sociedad civil, los organismos internacionales, los profesionales, las instituciones académicas, los medios de comunicación y el sector privado en torno a diez años de acción concertada, catalizadora y de colaboración para mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidades en las que viven”.

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ISSN: 2462-7348

Boletín 13 | 05.04.2021

Espacios para el envejecimiento saludable

VIDA A LOS AÑOS Lourdes Cillero Jiménez, licenciada en Medicina y Cirugía; Marité Alonso Argul, arquitecta PMP©; Carolina

Muñoz Rubio, arquitecta. Son socias fundadoras de la empresa Unique Arquitectura de la Salud SCP.

Introducción El abordaje de los problemas derivados de la vejez no es algo nuevo, lleva ya décadas entre nosotros y es objeto de estudio y publicaciones de múltiples organismos internacionales con el objetivo de que los cuidados recibidos estén basados en el modelo de Atención Integral Centrada en la Persona. Pero la actual pandemia ha puesto de relieve que queda mucho camino por recorrer para definir la manera en que, como sociedad, articulamos los cuidados que somos capaces de brindar a nuestros mayores, para ofrecerles la oportunidad de vivir “como en casa”. Algunas definiciones La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el “envejecimiento saludable” como el “proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez” [1]. Grandes palabras: fomentar, mantener, capacidad funcional, bienestar y vejez, que merecen un tratamiento individualizado para consensuar significados, objetivos a lograr y acciones que poner en marcha para lograrlos, sobre todo en lo concerniente a vejez y bienestar. Esta organización ha puesto en marcha el “Decenio del Envejecimiento Saludable 2021-2030” [1], como “el instrumento que ofrece la oportunidad de aunar a los gobiernos, la sociedad civil, los organismos internacionales, los profesionales, las instituciones académicas, los medios de comunicación y el sector privado en torno a diez años de acción concertada, catalizadora y de colaboración para mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidades en las que viven”.

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¿Qué se entiende por envejecer? Según la definición de la Real Academia Española de la Lengua (RAE): “Dicho de una persona o de una cosa: hacerse vieja o antigua. Dicho de un material, de un dispositivo o de una cosa: perder sus propiedades con el paso del tiempo”. De acuerdo con esta definición esta es la primera consecuencia del envejecimiento: el ser humano pierde sus “propiedades”, existe una pérdida de las capacidades fisiológicas, tanto en el plano físico como en el mental y el social [2] que ocurren de forma inevitable como consecuencia del paso del tiempo y que, en ocasiones, son difíciles de diferenciar del envejecimiento patológico (cambios que se producen por la aparición de enfermedades). Esta merma en las capacidades del ser humano es la que marca la diferencia en el abordaje del problema:

• Desde un punto de vista únicamente sanitario, considerando a la persona como un gran consumidor en recursos de salud;

• Desde el punto de vista social, considerándolo como integrante y parte activa de la sociedad (o no), y

• Desde un punto de vista ético, considerando a este ser humano, en el que los más afortunados de entre nosotros nos vamos a convertir, como sujetos con derecho a ser tratados con dignidad.

Es precisamente la decisión de cómo se valora a la persona que envejece la que va a determinar el enfoque del problema y la que determinará qué medidas se pondrán en marcha para lograr el objetivo de un envejecimiento saludable. Y nuestra visión de envejecimiento saludable es considerar al ser humano como un ser biopsicosocial (George Libman Engel, 1977) [2], en el que el factor biológico, los pensamientos, las emociones, las conductas y los factores sociales desempeñan un papel significativo de la actividad humana, incluso en el contexto de una enfermedad o discapacidad.

Centro para personas con demencia Huis Perrekes en Oosterlo. Bélgica. 2018. NU

architectuuratelier. Foto Stijn Bollaert.

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¿Qué hacemos con las personas mayores? El envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse para mejorar al máximo la salud y la capacidad de esas personas. La pregunta es “¿Qué hacemos con las personas mayores?” Y la respuesta no es sencilla. Sabemos que el envejecimiento trae consigo una merma de nuestra salud, del normal funcionamiento de nuestros órganos, una diminución de nuestros sentidos e incluso un déficit de nuestra capacidad intelectual y cognitiva que nos obligará a buscar soluciones en el campo de la medicina tradicional con frecuentes visitas a los diferentes centros asistenciales (atención primaria o especializada) y al consumo de fármacos, algunos de ellos de utilidad, al menos, dudosa, lo que convierte a las personas mayores en grandes consumidores de recursos que no siempre aportan los beneficios esperados por el coste asociado. Además, la presente pandemia, con un coste elevado de miles de vidas, ha puesto encima de la mesa la consideración de la conveniencia de “medicalizar” las instituciones dedicadas al cuidado de personas mayores, de ancianos. No nos parece el enfoque más correcto: creemos acertar al expresar que ninguno de nosotros quisiera vivir permanentemente en un entorno hospitalario, separado de nuestros seres queridos, sin posibilidad de realizar las actividades más ordinarias con libertad plena, solo por conservar nuestra salud. A este factor “salud” se le ha asociado la edad como criterio de discriminación, lo que recibe el nombre de “ageísmo” [3]: al perder la utilidad, se margina al anciano, se le desahucia, y es abandonado por la familia en asilos y hospitales. Este tipo de discriminación atenta contra el respeto al principio de autonomía de las personas mayores a todos los niveles (independencia para pensar y obrar, pero también libertad de movimientos), e incluso puede acompañarse en algunos casos de agresión física directa o mediante comportamientos negligentes y de abusos psicológicos o económicos. Este comportamiento tiene repercusiones no solo en el plano físico y psicológico, con alteraciones de la salud, sino también en el plano social, convirtiendo al anciano en un ser vulnerable que se cuestiona a sí mismo sobre su utilidad y que, para no molestar, se recluye y se aísla, creando un problema mayor cuando el anciano pensaba que, precisamente esa era la solución. El anciano se enfrenta a esta situación en, al menos, tres escenarios distintos:

• En el seno de su propia familia, con la que convive;

• En su propio domicilio, en el que además de lo comentado, debe hacer frente en muchas ocasiones a la soledad que rodea su vida y sus actos.

• En el entorno sociosanitario y residencias en las que, en muchas ocasiones, en lugar de planes individualizados de cuidados, se aplican planes estandarizados, privando de este modo a la persona de su individualidad, de lo que le hace ser único e insustituible.

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Pero sea cual sea el entorno, lo que se debe buscar es mantener la capacidad funcional de los individuos, es decir, aquello que permite a una persona ser y hacer lo que es importante para ella [4]:

• Satisfacer las necesidades básicas; aprender, crecer y tomar decisiones;

• Tener movilidad;

• Establecer y mantener relaciones;

• Contribuir a la sociedad. Para lograr este objetivo se precisa:

• Capacidad intrínseca: que no es sino la combinación de todas las capacidades físicas y mentales de una persona e incluye su capacidad de caminar, pensar, ver, oír y recordar.

• Entorno adecuado: el hogar, la comunidad y la sociedad en general, y todo ello hace referencia no solo al entorno físico, construido, sino también a las personas y las relaciones entre ellas, las actitudes, los valores, las políticas de salud y sociales, los sistemas que las sustentan y los servicios que prestan.

Diferentes enfoques Algunos trabajos [5] muestran que la opción preferida es siempre ser tratado en nuestros propios domicilios. Pero si esto no fuera posible, la mayoría de los estudios deja de manifiesto que lo que se desea “ser tratado como en casa”. Así pues, surgen dos enfoques diferentes en lo relacionado con la atención al envejecimiento:

• “en casa”: en el propio domicilio, aunque se deban acometer obras de reforma para hacer posible la atención;

• “como en casa”: en viviendas asistidas que pueden variar su configuración: pisos asistidos, pisos tutelados, o atención residencial, preferentemente con configuración de pequeñas unidades de convivencia en cada una de las plantas de la residencia. Para esto, como dice Mercé Mas, [6] “es necesario un cambio porque, a veces, los centros en los que viven personas en situación de dependencia tienen normas de funcionamiento que las deshumanizan al impedirles hacer su propia vida, ser protagonistas de ella en la medida de sus posibilidades”.

En ambos enfoques lo que se pretende es proporcionar los apoyos adecuados a la situación de dependencia/independencia de los usuarios, con calidad y sin menoscabo de principios como la salvaguarda de su autonomía personal. Y tienen algo en común: la atención recibida está basada en el modelo de Atención Integral Centrada en la Persona (AICP) [7]. Hay que introducir cambios en nosotros mismos como individuos, en la sociedad y en el sistema de cuidados que se brinda a las personas mayores para contribuir al “Envejecimiento Saludable” [8] (Fig. 1):

• Como individuos, un cambio en nuestra forma de ver el envejecimiento y las personas mayores. Cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar frente a la edad y el envejecimiento, no considerándolo con un hecho negativo sino como una consecuencia de vivir más años, transformando la discriminación en integración.

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Fig. 1: Envejecimiento Saludable. Organización Mundial de la Salud (OMS)

• Como sociedad, fomentar su participación y hacer posible el aprovechamiento de sus habilidades para colaborar en el bien común. Creación de entornos adaptados a las personas mayores.

• Y en el tema de los cuidados que se brindan, adecuación de los sistemas de salud a las necesidades de las personas mayores.

En relación con este último punto son muchos los esfuerzos que se hacen y se siguen haciendo para conseguir una mejor atención de las patologías crónicas que afectan a nuestros mayores. Cabe mencionar los programas específicos de vigilancia y supervisión de la cronicidad, la mejor integración entre la atención primaria y la atención especializada e, incluso, la telemedicina. Todo ello permite un más eficaz control de sus enfermedades, reducir el número de ingresos hospitalarios y mantener al anciano el mayor tiempo posible en su entorno. Como en casa: viviendas asistidas o tuteladas Hay autores que establecen una diferencia entre la vivienda asistida y la tutelada, basándose en los modelos de cuidados ofertados a las personas mayores en países como Finlandia [9]:

• Una vivienda asistida está ocupada por personas autónomas para los quehaceres diarios pero que reciben visitas con una periodicidad (desde diaria hasta una vez a la semana) en relación con los problemas que presenten.

• La vivienda tutelada es una modalidad prevista para aquellas personas que necesiten ayuda de forma continuada, aunque sin requerir el ingreso en un centro sanitario. Los servicios pueden consistir, por ejemplo, en ayuda para la limpieza y el mantenimiento de la vivienda, asistencia en las comidas, servicios relacionados con la higiene personal, diferentes atenciones relativas a la seguridad o al cuidado de la salud.

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En España, en general, se entiende por vivienda tutelada a la destinada a dos grandes grupos de población:

• Personas mayores con problemas de acceso a la vivienda;

• Personas con discapacidad física o intelectual, con alto grado de autonomía, pero con necesidades de apoyo intermitente o limitado, y de supervisión para llevar una vida autónoma e independiente.

Este modelo de viviendas tuteladas se está promoviendo en nuestro país desde hace años, existiendo viviendas con estas características y diferentes requisitos de acceso en muchas regiones españolas (ver ejemplos de Madrid y Barcelona [10], o Bilbao y Guipúzcoa [11]). Se trata de viviendas ubicadas en un entorno urbano, con una adecuada red de transporte público que potencia la integración y la participación en la vida social y comunitaria de sus habitantes, y en las que se tienen en cuenta elementos tales como la accesibilidad tanto al edificio como a los diferentes locales de la vivienda, la existencia de zonas privadas y comunes, los materiales, la decoración para “sentirse como en casa”, la tecnología, con sensores de incendio o conexión a internet (para permitir incluso la teleasistencia), la domótica, la presencia de grúas, andadores u otros elementos de apoyo para desplazamientos de los convivientes que los precisen, etc. También existen, desde hace décadas, experiencias de éxito con modelos de alojamiento intergeneracional, que evitan tanto las desventajas de vivir solo en una vivienda aislada, como de alojarse en residencias o viviendas en las que convivir únicamente con otras personas mayores. Por ejemplo: programas de cohabitación intergeneracional o alojamiento solidario en viviendas particulares; “cohousing” (alojamiento autogestionado o vivienda colaborativa); viviendas de promoción pública para colectivos sociales diversos (personas mayores solas, familias monoparentales, personas jóvenes o con bajos ingresos…) e incluso residencias intergeneracionales (alojamientos para personas con residencias de estudiantes universitarios). La ventaja de poder cuidar al anciano en su propio domicilio, o en una vivienda con cualquiera de las características ya mencionadas, es que se puede llegar a retrasar el ingreso en una residencia con la repercusión económica, que esto trae consigo. Se estima que esta situación puede suponer una reducción del coste no asistencial (coste no sanitario o coste no relacionado directamente con la atención del proceso patológico) de 26.000 libras (aprox. 30.500 euros) por cada año de demora en el ingreso ([5] pág. 60).

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Viviendas intergeneracionales de la plaza América. Alicante 2009. Carmen Pérez Molpeceres,

Arquitecta. La atención residencial Otro ejemplo son las residencias: instituciones que se proyectan como sustitutas de la asistencia tradicional a cargo del grupo familiar. Es decir, la sociedad asume el deber, se declara responsable de cuidar al anciano de forma que éste lleve una vida digna. La decisión de ingresar en una residencia obedece a múltiples causas: salud o economías precarias, dificultades de autonomía o alteraciones psicomotrices, incluso alejamiento u olvido de la familia. La entrada en un centro de estas características constituye un hito en la vida del ser humano, ya que el edificio que le va a acoger, lo va a hacer hasta su muerte. Además, este ingreso, como sostienen algunos autores [12], lleva consigo la obligatoria adaptación de los individuos a la reglamentación imprescindible en un centro comunitario. Esta vida bajo tutela continua y llena de normas, asociada a la disminución de capacidades inherente al envejecimiento, atrofia la capacidad de captar/asimilar las transformaciones exteriores: nuevas normas, valores, significaciones que están presentes en el mundo extra residencial. Sumado a esto, el trato colectivo, efecto de la reglamentación, conduce en ocasiones al expolio de la privacidad, con dificultad para acotar territorios que puedan ser considerados propios (efectos personales, recuerdos, uso de su propio tiempo libre, etc.). Si bien se considera que la existencia de normas es necesaria para poder convivir en sociedad o en comunidad, no menos cierto es que las mismas pueden ser excesivamente rígidas, ya que tratan de reducir al máximo la incertidumbre del comportamiento de los residentes. Y es precisamente su rigidez, lo que transforma a los convivientes, a los ancianos, en una población sumisa y pasiva introduciendo en la persona la idea de que va perdiendo el control de su propia vida, intensificando la imagen de “yo” degradado. La consecuencia de esta pérdida de control tiene su reflejo en la salud psíquica, con la aparición de la depresión; y en la física, con pérdida del tono vital e incremento de enfermedades. Todos esos factores deben ser considerados a la hora del diseño arquitectónico, asumiendo el reto de que no se está proyectando solo un edificio, sino también un modelo de cuidados de atención

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centrada en la persona y que tenga en consideración los artículos recogidos en la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores [13] en especial los que hacen referencia a la no discriminación por edad (artículo 5); a la independencia y a la autonomía (artículo 7); a la participación e integración comunitaria (artículo 8); a la privacidad e intimidad (artículo 16); a la salud (artículo 19) y a la propiedad (artículo 23). El diseño de residencias Para el diseño de las residencias (de personas mayores o dependientes) se deberían tener en cuenta todos los factores vistos hasta ahora:

- consideración del ser humano como un ser biopsicosocial, integrado en la sociedad; - deseo de vivir “en casa” o “como en casa”, en íntima relación con el sentido de

autoestima, la independencia y la autonomía; - derecho a no ser discriminado por razón de la edad o “ageísmo”; - existencia de una reglamentación mínima necesaria para vivir en comunidad y facilitar la

labor de los profesionales, pero sin caer en el inmovilismo, cambiando el “siempre se ha hecho así”, por el “¿Y por qué no?” propugnado por Karen C. Schoenemann [14].

• Interior Pensar en la atención centrada en la persona modifica la configuración interna general; implica pasar de habitaciones individuales repartidas en plantas altas (tipo hospital) con zonas comunes amplias en planta baja, a una configuración en patrón “familiar”: pequeñas unidades de convivencia en las que la calidad de vida ya no está subordinada a los requisitos técnicos de los cuidados, permitiendo diferentes formas de atención.

Unidad de Convivencia Residencia en Sant Hilari Sacalm. Girona. 2017. Vitaller Arquitectes.

Cada unidad de convivencia dispone de una serie de habitaciones individuales o dobles, con zonas comunes tales como una cocina para preparar sus propios alimentos, un comedor o sala de usos múltiples, y otros locales donde sea posible la reunión de grupos más reducidos o de los residentes con sus familiares, de forma que se pueda escoger cuando se quiere una cosa (estar con muchos) y cuando la otra (estar solo o con pocos).

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Frente a los dormitorios casi monacales existentes en muchas residencias, la situación ideal sería que las habitaciones cuenten con superficies que permitan la creación de zonas diferenciadas: una zona de estar y una de descanso. La posición de la cama debería permitir el abordaje por ambos lados; esto facilita la realización de tareas habituales como la limpieza diaria, pero también permite el uso de dispositivos de ayuda tales como grúas u otros elementos que faciliten las movilizaciones de aquellos residentes en situación de gran dependencia por parte de los cuidadores. De esta forma la habitación se podría ir adaptando según el grado de dependencia del residente, y este puede seguir conservando el lugar que identifica como propio, aunque varíe su grado de autonomía. Consideración especial merecen los objetos personales de los residentes, entendiendo por ello no solo la ropa o los útiles de aseo, sino aquellos enseres con particular importancia y con profundo significado emocional. Las habitaciones deberían contar con espacio, aunque fuera mínimo, para albergar esos elementos personales: el sillón favorito, el recuerdo adquirido en un viaje especial, la ropa de cama personal (sábanas, toallas, cojines), las fotos de los familiares o allegados…Si esta opción no fuera posible, se podrían plantear vitrinas o expositores en diversos lugares de la residencia que permitan la exposición y visualización de esos elementos, para que los residentes que deseen compartirlos puedan hacerlo, facilitando de esta manera la comunicación, contando anécdotas o recuerdos asociados y favoreciendo la socialización.

Residencia en Husarendenkmal. Hamburg. Pflegen&Wohnen.

Las salas de estar, de convivencia y de realización de otras actividades deberían, en la medida de lo posible, tener un acceso fácil a los espacios exteriores, que facilite el uso y disfrute de dichos espacios. Este diseño y modelo de cuidados mejora la calidad de vida de los residentes porque les permite mantener el control sobre su propia vida y sus actividades, lo que preserva autoestima y les aleja del sentimiento de “yo” degradado y de pérdida de valor. Para hacerlo posible requiere cambios en las actitudes de los profesionales y flexibilización de los rígidos reglamentos y normas, para, sin menospreciar el manejo de la incertidumbre, humanizar la atención permitiendo a los residentes ser protagonistas de su propia vida en la medida de sus posibilidades. Si bien no se precisan circulaciones separadas (técnica/pública) como es el caso de los hospitales, creemos conveniente contar con pasillos amplios para facilitar el tránsito de sillas de ruedas y

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andadores y que el centro debe disponer de núcleos de comunicación vertical suficientes en número y tamaño para los flujos previstos. Por último, consideramos que la situación actual de pandemia debe servir para la búsqueda de un equilibrio entre el derecho a la salud y el derecho a estar acompañado, a no morir en soledad. No deberían repetirse situaciones como las vividas durante este último año, con familias que no han podido estar en contacto ni despedirse de sus seres queridos. En este sentido, pensamos que, una situación similar a la vivida con una enfermedad emergente de carácter infectocontagioso obliga a la arquitectura y a las instituciones a un esfuerzo de imaginación. No se trata de “medicalizar” las residencias, de dotarlas de instalaciones de gases o de centrales de monitorización que permitan la atención sanitaria de los residentes transformándolos en pacientes. No se trata de incrementar la superficie necesaria de estos edificios proponiendo circuitos técnicos y públicos, sino de hacer propuestas imaginativas que permitan diferenciar flujos (infectados-no infectados) tal vez proponiendo accesos diferenciados para unos y para otros, o de proyectar espacios que puedan modificar su función adaptándose a las nuevas circunstancias: plantas que puedan “aislarse del resto del edificio para acoger a los infectados, salas de estar transformadas en esclusas que permitan no solo el almacenamiento de todo el material que puede ser necesario, sino que permitan el cambio de EPI (Equipos de protección individual) sin riesgo para los diferentes tipos de usuarios. No podemos volver a permitir que nuestros mayores mueran en absoluta soledad.

• Exterior Las personas mayores pueden participar en la sociedad y contribuir a ella de muchas maneras, como mentores, cuidadores, artistas, consumidores, innovadores, emprendedores y miembros de la fuerza de trabajo. Este compromiso social puede a su vez reforzar la salud y el bienestar de las propias personas mayores, por lo que uno de los objetivos será abrir la residencia al entorno en el que está ubicada, dotándola incluso de espacios con función social: sala para conferencias, exposiciones de los residentes, club de lectura, ajedrez, comedor al que pueda acceder cualquier persona, e incluso guarderías [6].

Residencia Fundación Hospital Sant Joan Baptista de Sitges. 2018. Barcelona.

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Esta apertura se pone de manifiesto en el aspecto exterior del edificio [15]. La apariencia externa habla de la calidad de la construcción, pero también muestra la capacidad del proyectista para integrar el proyecto en el entorno contribuyendo a mejorarlo. El edificio debe ser accesible para facilitar la integración de la residencia con la comunidad en la que esté ubicada, y estar dotado de áreas ajardinadas, zonas verdes que no solo hacen la vida más agradable a los residentes, sino que pueden funcionar como lugares de encuentro entre los convivientes, entre los residentes y la comunidad, entre los residentes y sus cuidadores y familiares. Reflexión final Se hace necesario transformar la percepción del envejecimiento, no solo desde el punto de vista individual, dejando de considerarlo como un elemento negativo sino como una consecuencia de vivir más años; pero también como sociedad, integrando al anciano, considerándolo un ser útil para la sociedad, fomentando su participación y utilizando sus habilidades y sus conocimientos para beneficios de todos. Desde el punto de vista de la salud, se hace imperativo buscar soluciones que permitan la atención a las personas ancianas en su domicilio o en formas asimilables a su domicilio. Cuando la primera opción no es posible y hay que recurrir al ingreso en una institución residencial, estos centros deberían ser siempre lugares de vida, en los que nuestros mayores reciban los cuidados que necesiten y a la vez puedan conservar su dignidad, privacidad y autonomía. Referencias bibliográficas: [1] Organización Mundial de la Salud. Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030). Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: https://www.who.int/es/initiatives/ageing/decade-of-healthy-ageing [2] Engel, GL. The need for a new medical model: a challenge for biomedicine. Science. 1977.196(3):129-136. [3] Ribera-Casado JM. Dignidad de la persona mayor (Dignity of the elderly) Revista Española de Geriatría y Gerontología. 2015; Vol. 50; Núm. 4 pág. 195-199. Disponible en: https://www.elsevier.es/es-revista-revista-espanola-geriatria-gerontologia-124-articulo-dignidad-persona-mayor-S0211139X15000220 [4] Década del Envejecimiento Saludable Primer Informe del progreso, marzo 2019. Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: https://www.who.int/docs/default-source/documents/decade-of-health-ageing/decade-healthy-ageing-update1-es.pdf?sfvrsn=d9c40733_0 [5] Rodriguez P. Innovaciones en residencias para personas en situación de dependencia. Diseño arquitectónico y modelo de atención. Editora: Pilar Rodriguez. 2012. Disponible en: https://sid.usal.es/idocs/F8/FDO26409/innovaciones_Residencias.pdf [6] Mas M., Arques MC. La residencia en que nos gustaría vivir. Innovaciones en residencias para personas en situación de dependencia. Diseño arquitectónico y modelo de atención. Editora Pilar Rodriguez. 2012: 235-244. Disponible en: https://sid.usal.es/idocs/F8/FDO26409/innovaciones_Residencias.pdf [7] La AICP, el modelo asistencial que da voz a la persona mayor cuando necesita apoyo para vivir. Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: https://www.geriatricarea.com/2017/06/16/la-aicp-modelo-asistencial-da-voz-la-persona-mayor-cuando-necesita-apoyo-vivir/ [8] Organización Panamericana de la Salud. Organización Mundial de la Salud. Década de Envejecimiento Saludable. Disponible en: https://www.paho.org/es/temas/envejecimiento-saludable

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[9] Web “infoFinlad.fi” Vivir en Finlandia. Viviendas asistenciales y tuteladas. Internet, última actualización 11.01.2021 consultado febrero 2021. Disponible en: https://www.infofinland.fi/es/vida-en-finlandia/vivienda/viviendas-asistenciales-y-tuteladas [10] Comunidad de Madrid. Servicios e Información. Asuntos Sociales. Red de atención para personas mayores autónomas. Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: https://www.comunidad.madrid/servicios/asuntos-sociales/red-atencion-personas-mayores-autonomas Ayuntamiento de Barcelona. Personas mayores. Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTBI. Recursos Sociales, Viviendas tuteladas. Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: https://ajuntament.barcelona.cat/personesgrans/es/canal/habitatges-tutelats [11] Ayuntamiento de Bilbao. Servicio de alojamiento para personas mayores. Internet, consultado marzo 2021. Disponible en: https://www.bilbao.eus/cs/Satellite?c=BIO_Servicio_FA&cid=1279155032420&pagename=Bilbaonet%2FBIO_Servicio_FA%2FBIO_Servicio Diputación Foral de Gipuzkoa - Gizartekintza. Apartamentos tutelados para personas mayores. Criterios básicos para el diseño y creación de apartamentos tutelados para personas mayores en Gipuzkoa. 2003. Internet, consultado marzo 2021. Disponible en: https://www.gipuzkoa.eus/documents/1932270/1932598/Apartamentos+tutelados+para+personas+mayores.pdf/00944125-f6a6-fee0-e38d-34700c7c790e [12] Barenys M.P. Las residencias de ancianos y su significado sociológico. Revista de Sociología. Papers 40 (1992) (121-135). Disponible en: https://papers.uab.cat/article/view/v40-barenys [13] Organización de los Estados Americanos (OEA) Convención Interamericana sobre la protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Internet, consultado febrero 2021. Disponible en: http://www.oas.org/es/sla/ddi/docs/tratados_multilaterales_interamericanos_a-70_derechos_humanos_personas_mayores.pdf [14] Schoenemann KC. Cambios en las nursing-homes estadounidenses para garantizar la dignidad de las personas. Innovaciones en residencias para personas en situación de dependencia. Diseño arquitectónico y modelo de atención. Editora: Pilar Rodriguez.2012: 115-122. Disponible en: https://issuu.com/anundis/docs/innovaciones_en_residencias_para_pe [15] Novo M. Diseño de centros para mayores. Hospitecnia Revista de Arquitectura, Ingeniería, Gestión hospitalaria y sanitaria Internet 2017 Consultado el 10 de junio de 2018 . Boletín 39. Disponible en https://hospitecnia.com/sites/default/files/158828525251588285252.pdf [16] Varios autores. Informe Mundial sobre el envejecimiento y la salud. Organización Mundial de la Salud (OMS-WHO). 2015. Disponible en: https://www.who.int/ageing/publications/world-report-2015/es/