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~ 1 ~
VII Pregón de la
Navidad en Gines José Rodríguez Polvillo
“La luz esperada”
Parroquia de Nuestra Señora de Belén de Gines
22 de diciembre de 2017
~ 2 ~
A mis padres, que dieron forma a la Navidad que llevo dentro.
«No para nosotros, Señor, sino para la gloria de tu Nombre»
~ 3 ~
Quién iba a imaginar...
que aquellos sueños de infancia
y la inocencia guardada,
recorrieran la distancia
que hay hasta mi almohada.
Quién iba a imaginar...
que una espera tan larga
se nos fuese en un instante,
el tiempo no corre, cabalga,
cuando Dios está delante.
Quién iba a imaginar...
que aquel niño tan pequeño
que nos mira sonriente
fuera de todos el sueño
y de los campos simiente.
Quién iba a imaginar...
que mientras vamos penando
en el siglo de las prisas
estuviéramos hablando
de una eterna sonrisa.
~ 4 ~
Quién iba a imaginar...
que los dolores de parto
que nos dejó Nochebuena
la noche del Viernes Santo
tornasen dolores de pena.
Quién iba a imaginar...
que el que es del mundo cimiento
y que su vida ha entregado
fuera de todos sustento
con cuerpo sacramentado.
Quién iba a imaginar...
que lo que dijo Isaías
se cumpliría en Belén
y que el Hijo de María
fuese de todos sostén.
Quién iba a imaginar...
que la esperanza del mundo
volviese cada diciembre
y encontrase el más fecundo
jardinero que la siembre.
~ 5 ~
Hoy quiero hablarte, María,
de cosas que tú ya sabes,
aunque el verbo no me alcance
a nombrar tu gallardía.
No es por casualidad
que siempre estés presente
cuando tu pueblo se siente
pleno de felicidad.
Alumbrando al Salvador
en cada Nochebuena
cuando el gemido resuena
del Divino Redentor.
También presentando al templo
a Jesús y una plegaria,
fiesta de la Candelaria
que nos llega por febrero.
Tras la pasión desmedida
de Jesús en el Calvario
Gines se hace notario
de la promesa cumplida.
~ 6 ~
Y lo hace con María
alegrándose con Ella,
en la calle esa doncella
anuncia que Él es la vida.
De Pascua a Pascua contigo,
resucita y nace mi bien,
Nuestra Señora de Belén,
siempre nos muestra a su Hijo.
Bondad que todos presienten,
fuente de eterno caudal,
la elocuencia más silente
de la ciudad manantial.
Un nombre suena en los labios
de la gente de mi pueblo,
con decirte a rezar vuelvo
como cuentas de rosario.
La que es la puerta escogida
por Dios Padre en el cielo
nos regala el gran consuelo
de la más dulce venida.
~ 7 ~
Gines siente contigo
la alegría del momento,
y ya proclaman los vientos
que en tu pecho está el abrigo.
Si Dios te escogió, Señora,
¿cómo no hacerlo nosotros
desde este punto y hora?
Gines te escoge, Belén,
madre del Verbo encarnado,
Virgen que a Dios ha alumbrado
en un nuevo amanecer.
Campanas tocan a gloria,
repican y no se paran,
sabía quien las forjara
que en ellas suena la historia.
Madre, canta una nana
a tu Hijo en el portal,
ciñe corona real
la que es primera cristiana.
~ 8 ~
Te piden los que no tienen,
los que cayeron enfermos,
pide un padre por su hijo
y un nieto por su abuelo,
pide quien sueña ser madre
y el que no tiene consuelo,
también te dan las gracias
a Ti y al mismo cielo.
Lo saben en la Mogaba,
Los Linares y El Majuelo,
lo saben en El Barrio
y lo sabe el pueblo entero.
Por eso, Madre bendita,
a tu amor inmenso apelo.
Hágase en mí su palabra
como dijiste primero.
Virgen niña de Belén
sírvenos siempre de ejemplo,
cofre de vida sagrada
la que guarda mis anhelos,
oración dicha en voz alta
cuando en tu nombre me esmero,
paz en la noche oscura
si en tus brazos me duerno,
~ 9 ~
esperanza de quien pisa
en este bendito suelo,
vela firme desplegada
la que me lleva a tu puerto,
siempre igual y distinta
soplo de aire fresco,
pura caricia de nácar
roza tu cara el viento,
el aire sopla dichoso
porque besó tus cabellos,
el Sol se alegra, Señora,
y hasta comenta risueño
que tanta luz atesoras
que hasta creyó ser tu dueño.
Sendero que a Ti me lleva,
camino por siempre recto,
el que cuenta tu pureza
es el relato más cierto.
Belén, Señora y maestra,
contigo no existe el miedo.
~ 10 ~
Salutación Reverendo señor Cura Párroco, don Manuel Talavera San Román.
Reverendo señor Vicario Parroquial, don Alberto Talavera San Román.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Antigua e Ilustre Hermandad
Sacramental y Nuestra Señora de Belén, Cofradía de Nazarenos del Santísimo
Cristo de la Vera Cruz y Nuestra Señora de los Dolores Coronada.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Antigua y Fervorosa Hermandad de
Nuestra Señora del Rosario y Santa Rosalía.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Fervorosa, Mariana y Antigua
Hermandad de Nuestra Señora del Rocío.
Vicepresidente y Junta de Gobierno de la Agrupación Parroquial San Ginés.
Miembros de la Pastoral de la Salud, del Camino Neocatecumenal y del Consejo
Parroquial.
Excelentísimo señor Alcalde-Presidente de nuestro Ayuntamiento, miembros de
la Corporación Municipal, y demás autoridades presentes.
Hermanos todos.
He tenido una gran fortuna. Si ya es un inmenso regalo volver a contarle Gines
a Gines desde este atril, el presente ha sido doble al tener como presentador a
una de esas personas que uno se complace de verdad en llamar "amigo".
Carmelo es, y no exagero, una de las mejores personas que he tenido la suerte
de conocer en Gines. Jamás le he visto un mal gesto ni le he oído una mala
palabra hacia nadie, y eso hoy es tan poco frecuente, que merece destacarse. Por
eso, y por las palabras que me has dedicado en tu presentación, muchísimas
gracias, amigo.
En cierta ocasión, hace ya bastante tiempo, leí que la casualidad es el nombre
que damos a Dios cuando no quiere firmar. Para el creyente no hay, por tanto,
casualidades, sino causalidades, y es común que tras cada pregunta que no
acertamos a resolver, tengamos a Dios esperando como respuesta y motivo de
todo lo que nos pasa... y de lo que no nos pasa.
~ 11 ~
No fue por casualidad que recibiera este encargo el día de San Mateo, apóstol y
evangelista, y autor del que suele considerarse como el Evangelio "más humano
de todos", el que más incide en la condición de Jesús como hombre... y, claro,
¿qué puede haber más humano que la misma Encarnación que ahora
celebramos?
Para escribir ese Evangelio, Jesús llamó al apóstol que más apegado estaba a las
cosas del mundo, nada menos que un recaudador de impuestos, porque "los
que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos" 1. Una vez
más, no hizo falta firma. El mensaje estaba muy claro: ya sabía por dónde
empezar a buscar...
1 Mateo, 9, 12.
~ 12 ~
El otro nombre de Belén
s confesaré algo que algunos ya conocéis y otros al menos
podéis intuirlo. Para mí, Gines comenzó siendo, sobre todo, el
otro nombre de Belén. Quizá por eso no me costó imaginarlo,
desde el primer momento, como el lugar donde el mayor de los
milagros fuese posible, porque ya conocía el reflejo teñido de
verde de aquellos ojos sin río en los que quise ver a un hombre mejor, aunque
sólo fuera para hacer algo de justicia a lo que ella reflejaba en los míos. Llegué
queriendo creer, aunque entonces no lo sabía. Traía los bolsillos llenos de
descreimiento y rabia a partes iguales, de certezas de inexistencias, de miradas
altivas a quien hincaba sus rodillas para pedir y dar gracias. Tan convencido
estaba de todo aquello, que nunca creí que pudiera creer.
Ocurrió despacio, como suceden las cosas duraderas. Desde luego, no había
prisa para la eternidad. Y ocurrió porque descubrí a Belén en Gines, y a Gines
en Belén.
Con la paciencia de quien se sabe haciendo lo justo, aquel manantial siguió
brotando como si quisiera hacerse río, como si buscara inundar aquel alma
raída por el desencanto y curar las heridas del tiempo a base de una verdad
cristalina. Sólo un lugar así puede hacer sentirse en casa a quien se tiene por
extraño en el mundo.
Por eso, Gines ha sido siempre para mí justamente eso: Belén, un lugar en el
que nacer a una nueva vida; un refugio donde comenzar a arañarle minutos a
las sombras que tanto me habían acompañado antes; la cuna de David y José,
hijos de una ciudad que se vistió de madre para enseñarles que no hay amor
como el amor de Dios.
Por un día, llegué tarde a festejar tu Dulce Nombre. Entonces no sabía la
importancia que tiene la forma en que los demás nombran a alguien. Gines
también quiso enseñarme eso, y lo hizo llamando Belén al más preciado de sus
lugares, encomendando a ese nombre este sitio, desde el que su gente habla con
Dios.
Hay quien dice que el pueblo quiso llamar así a su Patrona y a su Parroquia a
modo de recordatorio diario, quizá sabiendo que la memoria es débil , y que los
buenos propósitos de la Navidad rara vez llegan a final de enero. Estoy seguro
de que así fue, y que Gines hizo de este nombre bandera para sentirse todo el
año un poco más cerca del pesebre.
~ 13 ~
Aquellos viejos del lugar, ya sabían lo que yo descubrí mucho tiempo después...
por partida doble. Sabían que Belén es el amor sin reservas, la promesa
cumplida, la esperanza en la zozobra... es refugio cuando todo se derrumba y es
la mano tendida cuando apenas queda nada. Belén es la mirada serena de quien
conoce de primera mano la clave de la santidad: "haced lo que Él os diga". Belén
es, literalmente, la puerta de Dios al mundo, también en mi mundo, el lugar que
escogió el Mesías para empezar a escribir el relato que todo lo cambiaría...
Yo digo, y en esto incido,
que si tan dulce es tu nombre
poco importa el apellido.
Recorre el pueblo gozosa
la noticia de tu Hijo
que con tanto regocijo
Gines celebra dichosa.
Belén, madre amorosa,
la que yo siempre elijo,
mujer que Dios bendijo
con descendencia gloriosa.
Madre del sol invicto
te proclamen en las calles
sin olvidar el detalle
que de Dios es este edicto.
~ 14 ~
Lo verás en el Calvario
y en un pesebre al nacer.
Si de verdad lo quieres ver,
te espera en el Sagrario.
Campana sobre campana
nos recuerda el villancico,
y es ahora que me explico
que el bronce suene, galana.
Cómo no va a sonar
en el alto campanario
si nuestro pan de diario
nos vino a visitar.
Que ante su Hijo te inclines
te pido y no te asombres
porque es la Madre del Hombre
que ha nacido en Gines.
~ 15 ~
Aquello que olvidamos
«No hablo de Dios para convertir a nadie, sino porque
es el único tema del cual vale la pena hablar»
Nicolás Gómez Dávila.
o que uno ve de niño, existe para siempre. El frío intenso de
diciembre esperaba al pequeño muchacho de ojos grandes al
cruzar la puerta de su casa. Fuera es de noche, y las calles están
mojadas, pero todo el mundo sabe que en Navidad nunca
llueve, simplemente nieva de forma líquida. No levantaba más de un metro del
suelo, pero recordaba perfectamente que la Navidad y la nieve siempre
caminan juntas, quizá para que así el Niño de Dios tenga más ganas de
acurrucarse.
Suerte que su madre le había puesto esa noche aquel gabán color avellana que
tanto le gustaba, y que parecía tener como complementos perfectos gorro,
bufada y guantes de manopla. Sin soltar la mano de su madre, subía la cuesta
camino de la iglesia.
La noche tenía el olor del carbón dulce y los cristales se vestían de vapor,
convirtiéndose en lienzo de un solo uso para unos dedos helados. Las calles
brillaban con un cielo de colgaduras que alguien había dispuesto expresamente
para aquel pequeño, como si quisiera contarle una historia de ilusión utilizando
sólo luces de colores. Mientras, él miraba la desnudez de los árboles pensado
que al día siguiente estarían resfriados y ya no podía sacarse de la cabeza
aquellas coplas que sólo unos días antes sonaban a ritmo de campanilla:
"La Virgen va caminando por una montaña oscura...".
"Madre, en la puerta hay un niño más bonito que el sol bello...".
INTERVENCIÓN DEL CORO DE CAMPANILLEROS 'NUESTRA
SEÑORA DE LA SOLEDAD' DE CASTILLEJA DE LA CUESTA:
"Madre en la puerta hay un niño...".
~ 16 ~
Eran días diferentes, no cabe duda, y no sólo porque no hubiera colegio, sino
porque los mayores se saludaban distinto. Ya no decían "hola" y "adiós", sino
"Felices Pascuas", que era como decir "disfruta de estos días, que son
especiales...".
De camino, la madre adaptaba el relato para contárselo al pequeño con palabras
sencillas, y le explicaba que en Belén unos Santos iban buscando Posada y que,
como no la encontraban, el Niño Dios tuvo que nacer en una cueva. Había
escuchado antes la historia, pero al pequeño la encantaba oírla de labios de su
madre, y no paraba de interrumpirle preguntándole por los detalles más
importantes: "¿hacía frío en la cueva?, ¿Jesús tenía pañales?, ¿la mula y el buey
iban con ellos o ya estaban allí cuando llegaron?".
Con una sonrisa en los labios, la madre completa la historia respondiendo a las
dudas de la inocencia, y mientras todo queda aclarado en la cabeza del
chiquillo, ya están cruzando la puerta del templo para ver las Jornaditas.
- "Mira, hoy la Virgen y San José han llegado a un pozo. Están cansados por el
viaje y se han parado a beber. Mañana seguirán el camino y los veremos de otra
manera".
- "¿Y cuándo nace el Niño?", preguntaba el pequeño de ojos grandes.
- "En Nochebuena", aseguró la madre con una convicción de dos mil años.
- "Entonces, ¿en Nochebuena es el cumple de Jesús?".
- "No. No es su cumpleaños. Vuelve a nacer cada año por Navidad. ¿Y sabes
dónde nace? En el corazón de todos nosotros".
- "¿Y eso cómo puede ser?", preguntó el pequeño algo confuso.
Su madre se cercó despacio, se inclinó para ponerse a su altura, y acariciándole
las mejillas le dijo: "No olvides nunca que el Niño Jesús también nace para ti".
Vivo pendiente al pasado,
lo que fue será siempre,
el ayer es mi aliado.
~ 17 ~
Tanto añoro el ayer
que incuso echo de menos
aquello que nunca fue.
Vuelve la infancia confidente
a recordar sutiles geografías
de un tiempo lleno de alegrías
y lugares que viven para siempre.
Tiempo sin tiempo ahora presente,
Navidad fría de aguaceros,
de vino dulce y de caldero
con tus padres sentados a la mesa
y un niño que escuchando se embelesa
con viejas coplas de campanilleros.
Días que pronto anochecen
para acortarnos la espera,
noches envueltas de cera
y ritos que permanecen.
Jornaditas que florecen
mientras narran el camino:
en un pozo cristalino
calman los esposos la sed,
abrir los ojos y entended
que sólo sacia lo divino.
~ 18 ~
Navidad de otros tiempos
en el recuerdo guardada,
que el eco de tus cantares
resuene en esta arcada.
Canta alto y no te calles,
que esa sombra alargada
no oscurezca el relato
de esta nueva alborada.
No dejes que los años
dejen a tu alma callada,
mira al pasado y recuerda
la fe a la esperanza atada,
aquella Verdad que viste
a tus padres en la mirada,
esa Verdad sin dobleces
que es la que a Dios más agrada.
Iza otra vez la bandera
del alma que está arriada,
pregona a los cuatro vientos
que la promesa gestada
se cumple en Nochebuena,
que es la noche fijada.
~ 19 ~
Alégrate, María,
de pureza acreditada,
el mundo empieza de nuevo
en fecha tan señalada.
Tú que le tienes tan cerca,
sé nuestra eterna abogada.
Sobra toda nobleza
y estirpe blasonada,
el rey del mundo nos nace
en esta noche sagrada.
~ 20 ~
Unos ojos de 5 años
l brillo de unos ojos de 5 años guarda el secreto de la Navidad.
Lo vi una noche, al arroparle, mientras rezaba de carrerilla
"Jesusito de mi vida...". No sé si él lo notó, pero debió
cambiarme la cara, porque en el bosque de aquello ojos verdes,
creí descubrir algo que llevaba mucho tiempo buscando.
Sólo unas horas antes habíamos colocado juntos el Nacimiento, y la emoción de
los días de la Esperanza ya nos latía fuerte en el pecho. Parecerá una tontería,
pero aquellas figuras en miniatura acababan de darnos un vuelco al alma.
No hace falta que sean muchas, lo sé. Pastores, lavanderas, herreros y
labradores; también los Reyes, soldados y hasta el mismo Herodes... Todos
están invitados, sí, porque juntos cuentan la historia, pero ninguno de ellos se te
acurruca en un recodo del corazón.
María, José y el Niño. Sólo ellos, sin más artificio, se valen para contarlo en la
mudez de unas figuras de molde. Sólo ellos, en la pequeñez de un mueble de
salón, relatan sin palabras la historia más conocida del mundo, la que siempre
nos parece nueva cuando, por diciembre, abrimos aquella caja de esperanza que
guardamos en enero.
Quien monta cada año un Belén, sabe que hasta el mismo llanto del Niño Dios
es capaz de protegerle. Lo he visto en unos ojos inquietos de 5 años, en unas
manitas que no saben si juegan con las figuras o si, en realidad, están haciendo
"cosas de mayores" quizá por primera vez. Lo he visto en una sonrisa que
redondea perfiles de inocencia y en un cuerpo menudo donde no hay espacio
más que para la bondad.
Arropado en la cama, asomando sólo la cabecita, continuaba diciendo "Ángel
de la guarda, dulce compañía...", mientras aquel brillo de la tarde seguía
habitándole la mirada.
"Buenas noches, cariño, descansa mucho", le dije mientras le estampaba un beso
por cada mejilla. No respondió. El sueño se rindió a un día de emociones, y los
párpados se le cerraron para guardar aquel verde brillante hasta un nuevo día.
Sólo entonces comprendí por qué Dios se hizo Verdad en un niño...
~ 21 ~
Montes de corcho y verdina
¡cuánto pueden enseñar
sobre la historia divina!
Recuerda lo que olvidamos,
lo que aprendimos de niños,
cuando a Dios lo acunamos.
María mira al pequeño
vestida color pincel,
nadie más que ese doncel
hace cumplir nuestro empeño.
El Belén está montado,
mula y buey calientan ya
al niño que está helado.
Una casa en miniatura
bastará para que nazca
quien es la eterna dulzura.
No hay ventanas ni puertas,
no sé puede contener
lo que el Niño Dios encierra.
~ 22 ~
Y es que...
La Navidad es algo tan serio
que sólo la entienden los niños.
Ese es su gran misterio.
Viste paño de corinto
y tiene la piel de cal,
atuendo bien sucinto
para un rey tan distinto
que nació en un portal.
Y una figura alada
desde arriba lo divisa
en una escena callada
otro año renovada
que a los pastores avisa.
Dicen que son un juego
las piezas del Nacimiento.
No lo creas, te lo ruego:
nota el calor de ese fuego
que acaba con el adviento.
Figuras de barro a escala
cuentan la historia que fue
y un pequeño va y señala
a esa nueva alborada
que ha nacido en Belén.
~ 23 ~
La espera
uizá para no distraer de lo importante, el tiempo quiso pasar
inadvertido y no dejó huella alguna que nos llevase hasta el
inicio exacto de la tradición de la espera.
Sabía el reloj que no podía marcar la hora previa del anhelo,
porque también sus manecillas guardaban dentro la inquietud
por lo inminente. Poco le importa a Gines que no sepamos esos detalles, ni
quién ni cuándo trajeron al pueblo la que desde entonces es, a no dudarlo, su
gran tradición navideña.
En las Jornaditas, no sólo vemos el camino de María y José hasta Belén y su
espera del nacimiento, sino que hacemos el camino con ellos y esperamos juntos
al Salvador. María no puede lucir más hermosa que cuando lleva a Dios en su
vientre. Los ropajes de hebrea no ocultan la bondad y pureza de quien es, por
designio divino, "bendita entre todas las mujeres". Por eso da igual el día, da
igual la escena, da igual el paisaje y da igual la ropa... porque lo importante es
esperar junto a Ella.
Sentados en los primeros bancos, un niño y su abuela también esperan. Han
llegado pronto porque quieren recrearse en la escena del día, deteniendo sus
corazones en cada detalle, como si quisieran guardarlos dentro para el resto del
año... para el resto de sus vidas.
Cada uno a su manera, sabe que el tiempo ha vuelto a detenerse esa noche para
hablarles de Esperanza, y comentan entre ellos que mañana la Virgen estará
todavía más guapa... porque falta un día menos.
El aire está preñado de música de campanillas, la que trae la voz de la espera. El
adviento canta a través de los campanilleros todo lo bueno que está por llegar.
Sus letras tienen la rara habilidad de hablar, al tiempo, de Dios y de lo más
humilde, quizá porque son la misma cosa....
INTERVENCIÓN DEL CORO DE CAMPANILLEROS 'NUESTRA
SEÑORA DE LA SOLEDAD' DE CASTILLEJA DE LA CUESTA:
"Que aprendan los avarientos...".
~ 24 ~
Gines sabe disfrutar como nadie la espera, la que se cuenta por capítulos, la que
no deja de sorprendernos aunque conozcamos el final. María viste de luz y
plata y hasta las columnas del templo se han parado a mirar la serenidad de su
semblante.
Sin haberlo visto todavía, sus ojos están ya repletos de Dios; y en sus manos,
esas que besamos por febrero, ensaya una cuna que sabe que no tendrá.
José, junto al fuego, avanza ya en su mente el camino de mañana, que será tan
duro como el de hoy, pero que volverá a recorrer firme con la Esperanza
anidada en un vientre inmaculado. El pueblo espera nueve días, como nueve
lunas aguarda María, que antes de dar a luz ya sabe que el mundo también se
puede gobernar desde un pesebre.
Gines te espera paciente
en noches de Jornaditas,
historia sacra descrita
del modo más elocuente.
Junto al fuego está sentada
la del vientre inmaculado,
madre del bien amado,
tiene las manos heladas.
En una loma apartada
José busca más leña,
es la estampa navideña
que guardas desde la infancia.
Por mucha que sea la distancia,
es Navidad, ¡sueña!
~ 25 ~
Asómate, Nochebuena,
la que nos pinta de nuevo,
la que todo lo estrena.
Gloria de toda Judea,
orgullo del pueblo de Gines
cuando te vistes de hebrea.
Besos te daré dos,
uno para tu Niño,
el otro será de Vos.
Hoy Jesús vuelve a nacer
para todos y cada uno,
y no lo queremos creer.
Deja a Dios alojarse
junto a ti en el corazón,
aprende bien la lección,
que no es dar, sino darse.
Es la Esperanza naciente
que cumple la profecía:
de una Virgen vendría
el Niño Dios encarnado,
fruto bendito anidado
en el vientre de María.
~ 26 ~
El ejemplo de José
osé es todo dudas. Todavía no comprende por qué Dios le ha
escogido a él para un encargo tan grande, y en su flaqueza
desespera por no estar a la altura.
- "¿Qué podré enseñarle yo, como su padre en la tierra, a un
niño que es Dios?".
Algo así, salvando las distancias, nos sacude a diario a todos los padres, y en
esa pregunta que nos azota quizá podamos encontrar la mejor respuesta: ¿qué
podré enseñarle yo?
La duda nos abre la puerta de quien fue "yo" antes que yo mismo, de quien se
hizo esa pregunta antes que nosotros, nuestros propios padres, y tratamos de
buscar qué respuesta dieron y qué supieron enseñarnos cuando todavía éramos
niños.
Quien hoy hace de las palabras su bandera, lo aprendió casi todo de la
elocuencia del silencio, ese que habla con el ejemplo; ese que no dice, sino que
hace... De nuevo los opuestos están tan cerca que casi pueden rozarse.
Se fue tan pronto que... me quedó mucho por aprender de él, y hoy sigo
aprendiendo de su recuerdo. Porque de la ausencia también se aprende. Si a
San José le resultaba imposible ser digno de su Hijo, a mí siempre me ha
parecido inalcanzable ser digno de mi padre.
Con un chiquillo en los brazos
viene José el carpintero,
trae al Hijo del Hombre
que de Dios es el cordero.
Juegan el niño y el padre
con la barca y los barqueros,
sin saber que de mayor
serán para él faeneros
~ 27 ~
esos santos pescadores
a quien hizo sus cruceros.
Vienen los dos de la mano,
uno del otro asidero,
padre e hijo siempre juntos
en la tierra y en el cielo.
José y Jesús son sus nombres,
cámbialos tú sin revuelo,
los tuyos también servirán
de amor filial duradero
desde la cuna a la muerte
y en el aliento postrero.
~ 28 ~
Divina paradoja
«El hombre puede entenderlo todo merced a la ayuda de todo lo que no entiende».
G.K. Chesterton.
n el Sermón de la Montaña, Jesús compara a los hombres con
los pájaros del cielo: "ellos ni siembran ni cosechan, ni
acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el
cielo los alimenta". Y se pregunta después: "¿No valen ustedes
acaso más que ellos?".
Quizá sea aquí donde podamos encontrar la explicación a un hecho que,
todavía hoy, sigue sorprendiéndonos cada Navidad: que el Niño Dios fuera a
nacer en el más humilde de los lugares, casi a escondidas, alejado del mundo al
que venía a salvar. Si Dios nació allí, ¿no valen nuestros corazones más que
aquel establo de Belén?
La cuestión, sin embargo, es otra muy distinta. No se trata de si nuestro corazón
es un buen lugar para que nazca Cristo, sino de si vamos a dejar que eso
suceda, en definitiva, si vamos a actuar o no igual que aquellos que le negaron
posada.
Una luz tibia, casi de cuento, alumbra el cumplimiento de una promesa. Todo
ha tomado ya el color que reviste a lo intangible, aquello que el mundo nos
regala no para que lo guardemos en las manos, sino en la mirada. Apenas hay
nada en aquel lugar que ignora el mundo, una auténtica cueva del cielo en
Belén, un lugar en el que hasta las piedras hablan de esa predilección que Dios
siente por lo más débiles.
Allí, lejos de todo, se empieza a escribir el libro de las paradojas, y Dios se hace
niño para hablarnos del Padre. Como invitados a un día de gala, se nos ofrece
un exquisito privilegio: ver nacer a un niño que es más antiguo que el mundo,
contemplar las primeras horas de quien es anterior al mismo tiempo.
Porque el Niño Dios guarda el misterio de lo inabarcable, el secreto cierto de las
cosas que nos parecen imposibles. No las quiso en su vida quien puso todas las
riquezas sobre la tierra; para hermanarse también en nuestro sufrimiento,
compartió nuestra debilidad quien todo lo puede; y hasta eligió nacer en la
oscuridad de la noche el que es la auténtica luz del mundo.
~ 29 ~
Con el Niño Dios, no sirven las normas de los hombres, porque vino a nosotros
para romper las costuras del tiempo, para enseñarnos que el reloj sólo tiene sitio
en esta vida, y que, por mucho que nos cueste creerlo, nosotros tampoco somos
del mundo.
Y si es cierto que las verdades se aprecian mejor en sus contrarios, lo más
sensato para comprender lo verdaderamente importante quizá sea mantener
vivo el misterio de lo que nos parece imposible, porque no podemos mirar al
sol, no, pero sólo con su luz podemos ver todo lo demás.
"Si lo comprendes, no es Dios", dice San Agustín, pero sólo lo que se mira al
trasluz de Dios puede ser comprendido, porque ya se sabe que el cristiano no le
aplica a Dios los criterios del mundo, sino que el mundo cobra sentido cuando
aplicamos a Dios como criterio.
El mensaje de Dios en la cuna es el gran verso de la humildad. Si la inmensidad
se hace insignificante, ¿quién eres tú para creerte más que nadie?
Los mayores nos enseñaron que se aprende más con el ejemplo que con cientos
de explicaciones. Quizá por eso quiso Dios invitarnos, desde la mayor
humildad del pesebre, a acercarnos a la Verdad despojados de toda soberbia.
No conviene olvidarlo porque Jesús sigue buscando posada en nuestros
corazones para un nuevo alumbramiento, y la casa sólo estará preparada para
recibirlo si nuestra altanería no está invitada.
Desde Oriente, majestuosa,
la Estrella guía el camino
y va diciendo que vino
por ser la más luminosa.
Anda como nerviosa
y el sendero ya lo inicia,
quiere decirte en primicia
que Dios no te abandona,
a ella también le ilusiona
contar tan buena noticia.
~ 30 ~
Esta noche de Jornaditas
quiero haceros un encargo:
dejemos a un lado lo amargo
que esta espera es bendita.
Tenemos todos una cita:
que el corazón del cristiano
sea siempre el de un hermano
al mirar ese pesebre
y que el alma se nos quiebre
ante el niño soberano.
Este es tu rebaño, Pastora,
mediadora ante tu Hijo,
dale en tu manto cobijo
a este pueblo que te implora.
María, llega la hora:
prendida va en tu cintura
del círculo la cuadratura,
era cierta la promesa
en ese perfil de fresa
hoy se cumple la Escritura.
~ 31 ~
El adviento toca a su fin
la espera ya se termina,
veremos la carne divina
de la estirpe de David.
Hermanos, venid hasta aquí
nacerá en un instante,
ocurrirá mientras cante
ese coro celestial
la melodía jovial
para ese Divino Infante.
Celebramos la Esperanza
de este niño que nos nace
en el que Dios se complace
brindarnos la nueva alianza.
Rindo aquí mi alabanza
a quien nació en un establo
ya sabéis de quien os hablo
el hijo del carpintero,
que morirá en un madero,
que vencerá al mismo diablo.
~ 32 ~
El Farero de la Navidad Escucha bien, que no te asombre
que más verdad tiene que haber
en una historia que cuentan cien
que en la que es de un sólo hombre.
Bécquer fue su cronista
para los tiempos eternos,
tocaba después de muerto
Maese Pérez, organista.
Historias que en todos viven,
navidades de leyenda,
espero que me comprendas,
es el pueblo quien escribe.
os viejos anaqueles de aquella biblioteca parecían soportar el
peso de toda la historia del pueblo. En una búsqueda
impaciente, unos ojos inquietos revoloteaban como mariposa
sin encontrar acomodo en ninguno de aquellos lomos que el
tiempo había oscurecido, siempre sin prisa: limando los días,
royendo los años...
Envuelto en el polvo que reclama para sí todo lo que una vez olvidamos,
encontré un pequeño libro que parecía haber sido atravesado por las manecillas
del tiempo. Las hojas, sueltas, amarillentas, carcomidas de soledad, anunciaban
que aquella historia era ya presa del abandono, y que los hombres que alguna
vez la conocieron no tenían ya memoria para volver a contarla.
~ 33 ~
Resbalé el dedo por el lomo como si quisiera curar sus heridas con una caricia
de bibliómano, y el libro respondió con lo que entonces entendí como su mejor
sonrisa, dejando ver su título: El Farero de la Navidad.
Durante unos segundos, lo sostuve en las manos con la curiosidad de quien
recibe un regalo que no espera, y el regalo llegó cuando comencé a leer así:
"Sepan todos los que esto leyeren, que lo que a continuación se relata ocurrió en
Gines en un tiempo del que no queda memoria. Poco importa el nombre de
quien lo escribe, pues otro lo contó antes que yo, y otro más antes que el
primero.
Con la media luz de la tarde que agoniza, el pueblo presentía ya la cercanía del
reposo. La amanecida parecía adelantarse cada día, y con ella la faena que
esperaba entre olivos. Allí, en las afueras de un pueblo de dos zancadas,
empeñaban su vida quienes sólo tenían la fuerza de sus brazos, aquellos que
sólo esperaban un pan que llevarse a los labios cuando el cielo mudase de azul
a malva.
El ocaso devolvía a las calles aquellas figuras casi desvencijadas, apenas unas
sombras que ocultaban sus pensamientos bajo una gorra de faena. Entre todos,
me detuve en el que parecía ser el más espigado, el menos vencido de aquellos
hombres que habían hecho del campo su apellido.
Llevan razón los que dicen que a los hombres su trabajo se les refleja en la cara,
porque los surcos del arado podían verse en aquel semblante color arenisca,
como también podía verse en sus ojos el brillo de un sol que tostaba las pieles
de jornales a real.
Junto a los otros chiquillos, me quedé mirándolo como quien espera que se
cumpla un rito, una ceremonia vista una y mil veces pero siempre nueva,
incluso sin llegar a entenderla.
Una tarde más, aquel hombre avanzaba con gesto cansado hasta las afueras del
pueblo, y allí, cerca de la ermita, encendía cuidadosamente los faroles que
alumbraban la cruz de término. Con la parsimonia que exige lo importante,
preparaba el aceite y encendía una tímida llama que ya danzaba solitaria donde
las calles perdían su nombre.
Todos los niños que mirábamos la escena, la contemplábamos cada tarde sin
faltar ninguna, y aunque el ritual lo sabíamos de memoria, siempre parábamos
~ 34 ~
el juego por un instante para seguir con los ojos al que todos llamábamos ya "el
farero".
Volvió al día siguiente mientras el sol se escurría por las tapias, y también el
otro cuando el día se marchaba entre tejas de verdina... Regresó de nuevo
cuando la brisa helada jugaba en las esquinas de las calles, mientras los niños
sólo podíamos hacerlo dentro de las casas porque el mismo frío nos corría por
las venas.
Tampoco faltó cuando la lluvia se hizo compañera inseparable de las tardes de
invierno, y nos empapaba por igual desde arriba y desde abajo mientras corría
por cunetas desbordadas. Cada día, al caer la tarde, la llama palpitaba de
nuevo, y el farero regresaba a casa con los bolsillos repletos de una satisfacción
incomprensible.
Nadie sabía a ciencia cierta por qué lo hacía, ni siquiera los mayores, así que
jugamos a inventarle razones. Uno dijo que tenía miedo a la oscuridad, y por
eso encendía cada tarde la entrada al pueblo. Otro aseguró que lo hacía porque
su padre lo hizo antes que él, y alguno más dijo que aquellas lucernas eran en
recuerdo de algún familiar perdido en una guerra de la que no recordaba el
nombre. No faltó, incluso, quien apuntó que aquello era una forma de
ahuyentar a los malos espíritus...
No me creí ninguno de aquellos inventos, y convencí a los otros niños para,
juntos, preguntarle el motivo la próxima tarde al propio farero. Tenía que haber
algo más, algo que explicara por qué aquella mirada brillante acudía a diario a
una cita con lo que parecía ser su misión en la vida.
No dormimos mucho aquella noche pensado que al día siguiente quizá
descubriríamos el misterio. La mañana parecía estirarse en la escuela para
alejarnos de la respuesta, y el sol, que por entonces siempre tenía prisa por
marcharse, aquel día parecía acomodado en lo alto de un cielo plomizo en el
que se sentía como en casa.
Al fin, llegó la tarde. Ya las bestias regresaban al corral y los árboles agitaban
sus hojas sin esperar al viento, holgazán invisible que sabe que nadie le podrá
falta si no se presenta un día.
Doblando la esquina de la calle del Buey, apreció el farero. Como cada tarde no
pudimos apartar la mirada de él, y le seguimos tímidamente hasta la cruz
donde, un día más, cumplió su ritual. Al terminar, casi sin que me saliera la voz
del cuerpo, le pregunté:
~ 35 ~
- "Señor, ¿por qué enciende los faroles cada tarde?".
- "¿Os gusta la Navidad?" -preguntó él sabiendo la respuesta-. "Empecé a
encenderlos una Nochebuena hace tantos años que ni recuerdo cuántos. Lo que
no he olvidado es el motivo por el que todavía hoy sigo haciéndolo todas las
tardes. Esas llamas, aunque parezcan pequeñas en la oscuridad, nos recuerdan
que incluso en la noche, Dios sigue iluminando nuestro camino, brillando por
nosotros, velando nuestro sueño...
El Niño Dios nace cada año en Navidad precisamente por eso, y no importa que
parezca pequeño e indefenso como la llama en la noche, sino que la suya es una
luz que nunca se extinguirá, la única guía cuando no vemos el camino. Por eso
no puede faltar la luz, para que todos los días del año tengan algo de Navidad".
Ven a nosotros, Noche Santa.
Vístenos de nuevo como niños,
haznos al menos algún guiño
que haga que regrese la esperanza.
La vida de diario ya no alcanza
para darnos aliento ni certeza,
vuelve diciembre, ya regresa,
y con él vuelve Dios que ya nos nace,
deja que a mi alma lo entrelace
para rendirme siempre a su pureza.
~ 36 ~
El regreso de los Magos
«Si Dios se hace hombre, hombre es lo más que se puede ser».
José Ortega y Gasset.
odavía guardábamos en la mirada el resplandor de lo
inmarcesible. Aunque entonces no comprendíamos del todo la
grandeza de lo vivido, sí estábamos seguros de haber
contemplado en primera persona el momento más sublime de
la historia de los tiempos. Sin duda, no resultaría fácil contar a
nuestro regreso lo extraordinario de aquel viaje, pero lo cierto es que mis
compañeros y yo mismo volvíamos a Oriente con una esperanza anidada en el
pecho.
Durante tres jornadas, apenas hablamos de todo aquello, como si cada uno de
nosotros estuviera todavía asimilando los detalles de lo sucedido. El camino de
regreso continuaba por otro sendero, como nos advirtieron en sueños, hasta que
al fin Gaspar se atrevió a preguntar:
- "¿Para qué creéis que ha nacido entre nosotros el Hijo de Dios?, ¿por qué se ha
hecho carne en un niño pequeño, totalmente indefenso, si es el Creador del
mundo?, si Él nos envió aquella estrella, ¿por qué quería que dejásemos nuestra
casa para ir a verle?".
Baltasar sumó a aquellas sus propias preguntas:
- "¿Por qué ha querido nacer pobre quien es el dueño de todo?, ¿por qué ha
venido al mundo en un lugar tan apartado y sin importancia Aquel por el que
salen cada día el sol y la luna?, y nosotros.... ¿podremos volver a nuestra vida,
sin más, después de contemplar al Hijo de Dios vivo?".
El frescor de la noche ya se notaba en la caravana, y aquellas preguntas
quedaron como congeladas un instante en espera de respuesta. Quizá por ser el
mayor de todos ellos y en el que solían buscar consejo, sentí que aquellas
cuestiones iban dirigidas especialmente a mí.
Pensando a la vez que hablaba, empecé a responder en voz alta, contestándoles
y contestándome al mismo tiempo: "Aquella estrella, la más brillante, fue la
escogida por Dios para enseñarnos el camino. De no haber sido por ella, jamás
hubiésemos encontrado aquel destartalado lugar, quizá el rincón más pequeño
del mundo, en el que hemos visto al más grande de los reyes de la tierra. Parece
~ 37 ~
que Dios ha querido escribir de este extraño modo la mayor lección de la
historia, la que dice que hasta los astros del firmamento se postran ante la
humildad y el amor sin reservas".
Cobijados ya al abrigo de una lumbre, continué hablando ante la mirada atenta
de quienes habían visto lo que yo: "Algo me dice que la suya no será una vida
fácil -les dije-, aunque si se ha hecho carne como nosotros, quizá signifique que
hay esperanza para todos los hombres. Al fin y al cabo, si Dios mismo habita
entre nosotros, seguro que no todo está perdido todavía".
"No tengo ninguna duda de que el plan divino se cumplirá punto por punto -
continué explicando a Gaspar y Baltasar. De lo que no estoy tan seguro es de
que estemos a la altura de lo que demanda de nosotros. Nos hemos postrado
ante Dios Niño, sí, y le hemos hecho entrega de nuestros mejores dones. Sin
embargo, el suyo ha sido mejor regalo que el nuestro, porque Él mismo ha sido
el presente al hacerse presente, Él mismo nos ha hecho partícipes del Amor al
entregarse a nosotros por Amor...".
- "¿Y cómo podremos corresponderle?", preguntó entonces Baltasar.
- "Haremos que nuestro gran regalo, el Amor que Dios nos ha enseñado desde
el pesebre, no falte en el mundo cada aniversario de su nacimiento. Los
hombres recordarán así que aquel pequeño de Belén sigue con nosotros
siempre, por mucho tiempo que pase, por muy mayores que nos hagamos....".
Yo le entregué mi oro
sabiendo que no lo quería.
¿Tú que le regalarías
si es el dueño de todo?
Gaspar le regaló incienso
por ser Dios en la tierra,
recién nacido que encierra
grandioso poder inmenso.
~ 38 ~
Baltasar mirra le deja
a los pies al Niño Jesús,
que es hombre como tú
y el rostro de Dios refleja.
¿Has pensado alguna vez
cuál sería tu regalo
para el cordero sagrado
que nació en la desnudez?
Dios se hace presente,
(Navidad y polisemia),
y a todos nos apremia
que el regalo no esté ausente.
No te dejes engañar,
no hablo de caros objetos,
sino de un corazón repleto
de puro amor para entregar.
Dos mil años han pasado
y cada Navidad regresa
una estrella que confiesa
que Dios es nuestro regalo.
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LAUS DEO, VIRGINIQUE MATRI
Se terminó el 18 de diciembre de 2017,
festividad de Nuestra Señora de la Esperanza.