Violencia en el espacio. Arturo Aguirre y Moisés Romero

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    ESPACIO I+D,Innovacin ms Desarrollo Vol. IV, No. 9, Octubre 2015 ISSN: 2007-6703

    VIOLENCIA EXPUESTA,CONSIDERACIONES FILOSFICAS SOBRE

    EL FENMENO DE LA FOSA COMN

    Arturo Aguirre

    [email protected]

    Oscar Moiss Romero [email protected]

    Benemrita Universidad Autnoma de Puebla

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    RESUMEN

    El artculo aborda el acontecimiento de la violencia actual como un

    fenmeno de fuerza excesiva aplicada entre personas, dentro del es-

    pacio comn, con la nalidad de causar un dao irreversible en laintegridad ontolgica del paciente de la fuerza. Esta reexin, desar-

    rollada desde el enfoque de la losofa social, se lleva a cabo tomando

    como punto de partida el paradigma de lafosa comn, y se integra a

    los anlisis (desde el concepto de lo comn) de la comunidad, con-

    cepto que la losofa contempornea desarrolla; aunque nosotros

    proponemos el anlisis de la fosa comn y la violencia en el espacio

    pblico desde claves de pensamiento sobre el espacio vivido y doliente.

    Palabras Clave.

    Fosa comn, encimamiento, espacio, comunidad, violencia

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    VIOLENCE EXPOSED. PHILOSOPHICALCONSIDERATIONS ABOUT THE PHENOMENON

    OF THE MASS GRAVE

    Abstract

    This paper deals with events of the current violence as a phenomenon

    of excessive force applied between individuals, in the common space,

    with the aim of cause irreversible damage to the ontological integrity

    of the forces patient. This discussion, developed from the perspective

    of social philosophy, takes place from the starting point of the para-

    digm of the mass grave, and it integrates to analyzes (since concept

    of the common) community; a concept critically developed by thephilosophy contemporary; although we propose the analysis of the

    mass grave and violence in public space since the key thought about

    the lived space and the suffering space.

    Keywords.

    Mass Grave, Superimpose, Space, Community, Violence

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    El fenmeno de la fosa comn, aunque con constantes registros a

    lo largo de la historia de las comunidades1, no deja de generar,

    en la secuencia cotidiana de la existencia compartida, una grie-

    ta, una fractura en la forma de concebir la relacin y sus formas de acon-

    tecer, porque en la fosa comn se da el testimonio negativo de la muertecolectiva. Ya sea, desde esos mismos registros, que la fosa comn se ge-

    nere por causas de enfermedad, funcionalismo ante el deceso masivo o

    por una pragmaticidad poltica para ocultar la atrocidad del exceso del

    poder de dar muerte (esa subyugacin ante el poder por el sacricio y

    terror que Achille Mbembe (2008) ha llamado necropoltica), lo cierto

    es que la fosa comn ms all de las particularidades y de las instru-

    mentalidades genera la frontal disolucin de la individualidad, de su

    espacialidad y de su memoria tan singular como nica: se trata de laliquidacin de la identidad irremplazable, irrepetible e irreversible de

    cada yo que ha sido dispuesto en una fosa comn de una forma satu-

    rada, encimada, desespaciada, en la expectativa de la deshumanizacin

    de las vctimas que atenta contra el ser (espacio) de cada quien, mismo

    que las tradiciones culturales han armado con las milenarias y diver-

    sas prcticas funerarias (Coulanges, 1982: pp. 36-51).

    En la actualidad, una preocupacin creciente ha prestado atencin

    a los datos de la violencia. As, los estudios interdisciplinares sobre la

    violencia actual reeren a estos actos como instrumental, o bien comoabsoluta. Instrumental en tanto son mediaciones agenciadas para ace-

    lerar un proceso con la meta de obtener un n deliberadamente perse-

    guido. La violencia absoluta (o gratuitao banal) reere actos cuyo n

    ha sido suspendido para congraciarse a s y en s misma; en este sentido

    habr de referirse a actos como la violencia innecesaria (crueldad) que

    se aplica al cuerpo sin vida inerte (vase Sosfky, 2006: pp. 88 y ss.)

    1.Tmense en cuenta lospozosen Gran Bretaa por la peste bubnica del siglo XIV; las fosas de los Campos dela muerte en Camboya como dinmicas de genocidio durante el rgimen de Pol Pot (1975-1979); las del estali-

    nismo en la Gran purgaentre 1937 y 1938; las de Hart Island en EE.UU. como producto del aprisionamiento, y un

    largo etctera. (Vase, Joseph Cummins, 2010.)

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    En este artculo hablaremos de la fosa comn, cavada desde un

    uso instrumentalde la violencia con la nalidad de generar una infra-

    estructura para esconder al cuerpo en la tierra. As, el abordaje terico

    sobre la fosa comn se da desde el marco referencial de la violencia al

    cuerpo inerte en el espacio comn. Se percibe, asimismo, este fenmenocomo un acontecimiento de interrupcin. Una comunidad que antes que

    su progreso o su desarrollo tiene que volver sobre s con la conciencia

    de una desdicha constitutiva (Nancy, 2005: p.9 y ss.); porque la crisis

    que opera detrs de una fosa, el hoyo o la zanja llena de cuerpos, es

    la armacin de una muerte que es, se presume o se quiere annima,

    fragmentaria y olvidable2. Lo que buscamos con este artculo es dispon-

    ernos culturalmente, humansticamente, de otra forma ante la violencia

    y el horror que vivimos en Mxico y el mundo, desde el descubrimientoy nfasis de la fragilidad corporal (humana constitucin nuestra) que

    puede permitirnos acceder a la consideracin de los muertos y de los

    vivos, en donde puede despuntar la solidaridad humana, sumamente

    humana, de la condolencia. Pues no basta una denicin de violencia

    o un esquema categorial de estudio asptico si en ello la crtica de las

    ciencias humanas nos insiste en la compasin, as como en la condo-

    lencia en nuestras colectividades y en nuestro pas todo.

    ***

    Desde la Antigedad la violencia fue estudiada y comprendida, pero

    siempre fue denunciada como inaceptable, y quiz sea precisamente

    por haberla experimentado por lo que pudo [el griego] expresar con

    tanta fuerza su rechazo y su deseo de abolirla (Romilly, 2010: pp.

    2. Como se enfatizar ms adelante, una inercia de la historia de la filosofa pero tambin de los consabidos cultu-

    rales, presume que la muerte o la destruccin (crimen) ontolgica, solamente puede ocurrir a una persona real,

    viva, no al cuerpo, cadver o al muerto. La violencia absolutaogratuitadenunciada en el siglo XX y lo que va del

    XXI por Hanna Arendt, Primo Levi, Emmanuel Levinas, Giorgio Agamben, as como por organismos internaciona-

    les y organizaciones no gubernamentales, nos permiten de momento llamar la atencin a que nuestras catego-

    ras, marcos referenciales, discursos y presuposiciones han sido superados por la facticidad de una violencia en

    crecimiento exponencial [son ms los agentes de violencia, ms los instrumentos, ms las vctimas que sufren no

    solo en vida, sino en su integridad corporal (ontolgica) hasta despus de la muerte].

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    9-18). Fue mediante el pensamiento y las expresiones culturales que

    se busc la regulacin, contencin o prevencin (bien por el derecho,

    la poltica, las expresiones artsticas, la tica, la educacin).

    Todo ello nos sugiere que hay en Occidente una memoria de la

    violencia y sus formas, una comprensin y resistencia, por lo cual esposible, para la racionalidad y el quehacer cientco, orillar todos sus

    esfuerzos hacia una cultura de la no-violencia y contra la violencia, en

    donde las ciencias humanas deben cuestionarse a s mismas qu tipo

    de problema es la violencia y cmo se habr de precisar la pregunta

    sobre el exceso de la fuerza que aniquila? Desde esta perspectiva, es

    motivo y objeto de consideracin aqu la violencia (absoluta) en el es-

    pacio comn, pblico.

    En una primera aproximacin terica, puede ser funcional la dis-tincin que brinda el Informe mundial sobre la violencia y la salud

    que la Organizacin Mundial de la Salud nos sugiere (Krug, 2002). En

    ese tenor, habra que considerar tericamente la violencia desde tres

    mbitos de ejecucin: el autopersonal, el intrafamiliar y el pblico.El

    autopersonalindica a aquellas acciones violentas que un individuo

    ejerce sobre s mismo; el intrafamiliarse reere a acciones de violencia

    en el ncleo social con personas que se conocen unas a otras; y la vio-

    lencia en el espacio comnseala los actos cometidos en el mbito de

    relacin de proximidad sociopoltica en el espacio pblico. Desde luego,estos marcos referenciales estn sujetos a discusin, pero se justican

    si tenemos en cuenta que en Mxico los altos ndices de homicidios

    intencionales se llevan a cabo da a da en el espacio pblico.

    Las deniciones sobre la violencia pueden ser ampliaso mini-

    malistas. Amplias en el sentido que reeren a un orden de derechos

    que el acto violento transgrede: la violencia o violacin de leyes, de

    derechos, de normas, daos psicolgicos etc.; minimalistas, a su vez,

    en el entendido de que esos mismos actos son referidos a la relacinde agente de fuerza y el dao (vase Bufacchi, 2015: pp. 13-37). La fosa

    comn que busca invisibilizar un crimen no reere nicamente al dao

    causado a los ah tendidos, vulnerados; sino tambin a la trasgresin

    del orden normativo de nuestra existencia y del desobramiento del es-

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    pacio comn, de su desrealizacin como espacio de vida. De manera

    amplia, entonces, podemos denir operativamente la violencia en el

    espacio comn como un conjunto de factores, elementos, acciones,

    actores, vctimas, instrumentos, consecuencias, que se dirigen en su

    empleo o amenaza (latencia de su ejecucin) con una fuerza daina

    para intervenir, alterar, obligar, controlar, organizar, jerarquizar

    y/o usar disposiciones y posicionamientos de individuos en el espacio

    compartido, sea este de reunin o trnsito, que promueve o provoca

    heridas corporales y dolor indeseable en aquellos a quienes se dirige

    la violencia deliberada.

    La pertinencia del pensar y aportacin de las ciencias humanas

    adquiere relevancia en esta problemtica. Pero cmo puede ser un

    problema losco ante una situacin devastadora como la violenciaen el espacio comn? Dnde encuentran legitimidad las categoras

    provenientes de las ciencias humanas cuando hablamos de actos tan

    heterogneos y diversos? Sugerimos la va terica de anlisis general

    de la violencia: evidenciar sus rasgos, sus caractersticas en los actos

    de homicidio intencional bajo una dinmica creciente que no parece ser

    efecto sino constituyente de esta violencia: lafosa comn. Entonces,

    qu reconsideraciones deben generarse del espacio comn, de la ciu-

    dadana y la comunidad a partir del excedente de violencia expuesta

    en la fosa comn? La escalada de violencia y la proliferacin de fosasesa hibridacin entre brutalidad, deseo y avaricia, que absolutiza la

    ganancia y desprecia a la vida misma pone en interrogacin y sus-

    penso cualquier espacio, en tanto que lugar de vida3. En este plano la

    losofa se encarga de pensar la existencia que tiene lugar ah: ocu-

    pando un espacio. El pensamiento losco opera, de tal manera, con

    categoras que en losofa llamamos ontolgicas: piensan y articulan

    el discurso desde el ser de los existentes, de la forma de estar unos

    junto a otros; en lo que corresponde a lo humano, pensamos su ser

    3. Vase el recuento incontenible da a da que en Mxico se da sobre fosas clandestinas, cementerios ilegales,

    tiraderos y narcocementerios,que estn presentes en las notas de la prensa nacional. Por poner ejemplos: en

    peridicos como El Universal (Muedano, 2013) y Milenio (Michel, 2013).

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    en su tiempo y su espacio, su constitucin, sus relaciones y la forma

    ser de ser comn, de estar en comn. Entonces cmo se desarrolla

    un pensar ontolgico en relacin con el ser de cuerpos mutilados que

    interrumpen la idea de una continuidad vital en la geografa del pas?

    cmo pensar no solo esos cuerpos, sino aquellos vivos que un dafueron? cmo categorizar el horror de las fosas comunes, lugares de

    horror, de vidas prescindibles, matables, excedidas?

    As, por principio, elaborar un anlisis del empleo panormico

    del conceptofosa y, sobre todo, de cuerpos encimadosen un hoyo

    cavado en la tierra (fosa comn) tienen una connotacin referida a un

    espacio legal, paralegal o ilegal4. En especial, en Espaa los estudios

    sobre este fenmeno tan singular denotan una expresin casi poltica,

    qu pasa en el momento de exhumar una fosa comn? Para algunosestudiosos espaoles tratar de responder la pregunta es intervenir al

    ncleo de la memoria, el dolor y el sufrimiento de las vctimas yacidas

    en las fosas; se analiza la complejidad y dinamismo del proceso, que

    incluye desde iniciativas polticas y judiciales de enorme proyeccin

    pblica y meditica, lo que han llamado ley de la memoria(Ferrndiz,

    2009: p. 4 y ss.). En las ltimas dcadas esas inciativas han llevado,

    en Espaa, los procesos ante la Audiencia Nacional con la nalidad de

    que se declaren competencias jurdicas para investigar y juzgar pre-

    suntos delitos de detencin forzada e ilegal, fundamentalmente por laexistencia de un plan sistemtico y preconcebido de eliminacin de

    oponentes polticos a travs de mltiples muertes, torturas, exilios y

    desapariciones (dem.).

    Fue as que se lleg a la reconsideracin de entender a la fosa no

    solo como el espacio a donde fueron a dar aquellas y aquellos que no

    se allegaron al plan poltico del franquismo; lo que oblig a pensar en

    4. Advirtase por adelantado y como aclaracin que no toda fosa comn es clandestina. Los espacios de sepul-

    tura no siempre son individuales. Lo que sucede es el cambio conceptual que se opera en el discurso poltico

    (necropoltico) para asegurar que toda fosa comn encontrada en el pas no es clandestinapor estar en donde

    no debe estar, sino por contenerpresuntos integrantes de grupos criminales. Lo que opera es el dispositivo de

    criminalizacin que exime de responsabilidades ministeriales, legales y ejecutivas que aclaren los hechos y se-

    alen al victimario en la autorrealizacin del crimen conteniendo criminales que sera la fosa clandestina en s.

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    el trmino de lo comnms all de un leguaje arcaico de prcticas ju-

    rdicas que pasaban desapercibidas ante el fenmeno de la fosa para

    generar el comn olvidopoltico (Madrid, 2010: pp. 77). Todo lo cual

    ha decantado en conceptualizaciones que se han vuelto una encrucijada

    para la pragmaticidad y el pensar sobre la politicidad misma de la co-munidad desde las desapariciones forzadas y las fosas comnes abier-

    tas en los ltimos diez aos. Los conceptos dan pauta para reexionar

    sobre: i) la memoria comndel dao causado por el poder soberano

    a los gobernados, ii) el dato de la fosa comn desde el plano biolgico

    (biopoltico) de cesar la vida, iii) la frontal vulneracin de derechos

    civiles y iv) el exceso destruye y busca borrar la condicin humana de

    las vctimas. Todo ello pierde las dimensiones de una forma de dialc-

    tica de la violencia resuelta en la continuidad y progreso de historia deuna nacin (Espaa), para convertirse en un acontecimiento cada

    fosa comn que suspende la historia (su gloria y su camino hacia la

    conformacin de los grandes discursos) para mostrar la interrupcin

    de la secuencia temporal, a travs de la investigacin y la exigencia

    pblica que realizan los familiares de los hombres y mujeres lanzados

    a las fosas. La nocin de acontecimiento, en tal sentido, es un trmino

    de emergencia, es decir, el algo que ocurre en la secuencia lineal del

    tiempo sin que est previsto que ocurra, que tenga lugar. Por lo cual, el

    acontecimiento es la suspensin o interrupcin de la continuidad de loshechos normales y habituales del da a da en las formas de convivencia

    (Virilio, 2006: pp. 36-41), ello cuando emerge o acelera drsticamente

    los procesos de dao o muerte en la integridad de las personas.

    La fosa comn, entonces, en cuanto acontecimientoes un acto

    inesperado, eruptivo e imprevisible, que implica una inusual destruc-

    5. Es de destacar que la bsqueda por ficheros en Mxico no da por resultado una atencin detenida al problema

    o tema de la fosa comn en los medios de publicacin acadmicos y de investigacin. Contamos con informes

    de la prensa, muy valiosos muchos de ellos, que brindan documentacin (estadstica, grfica y testimonial) pero

    las ciencias humanas no han logrado capitalizar un discurso riguroso y reflexivo sobre la fosa comn. Aunque,

    por otro lado y como lo aprecia el lector, el problema en cuestin implica reflexiones ontolgicas, antropolgicas,

    sociolgicas, estticas, histricas y polticas, con la adecuada formulacin de marcos tericos, que son precisa-

    mente de los que carecemos hasta el momento en Mxico

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    cin del espacio y la integridad individual de las vctimas (cosicadas

    para ser merecedoras de la destruccin violenta).

    Muy diferente a lo que sucede en Espaa, el acontecimiento de la

    fosa comn en Mxico no ha pasado por una reexin crtica5sino que

    se ha incorporado a las prcticas analgsicas y amnsicas del uso de laimagen, la informacin y la normalizacin de la violencia homicida

    en el espacio comn. Las dicultades a las que nos enfrentamos son

    que el concepto complejo de fosa comn an no es representado en

    nuestra conciencia colectiva como un problema comn de violencia en

    el espacio pblico.

    En el contexto que ha dejado el crimen organizado en Mxico, la

    violencia aplicada en la fosa comn deviene de una prctica del des-

    hecho para descomponer al cuerpo, terminar con su gura, eliminarsu presencia, borrarla del mundo. Prctica insistente desde el crimen

    organizado y replicada por otros rdenes de control (policiaco, poltico,

    militar, comunitario) del espacio pblico. Estas prcticas dieren de

    las del mencionado franquismo, pues en Espaa las fosas eran cavadas

    para los opositores polticos; en Mxico, por su parte, la violencia acon-

    tecida en la fosa es en s una exposicin de excepcin, porque no se

    trata en absoluto de bandos de ideales polticos, se trata de mostrar

    quin o quines son aquellos que controlan el derecho de dar la muerte

    y tienen, por ello, la oportunidad de administrar la vida (Agamben,1998: p. 20 y ss), de regular el espacio de vida, de dar o quitar espacio

    a los muertos, de someter al olvido a colectivos e individualidades.

    El fenmeno de la fosa comn en Mxico, despus de una espec-

    tacularizacin de la violencia acometidas en el cuerpo (como el desol-

    lamiento, el descuartizamiento, cabezas tiradas en el asfalto, cuerpos

    incinerados) eventos que tuvieron relevancia en el 2006 hasta el

    presente ao, determinan que el acontecimiento de lafosano nece-

    sariamente es un fenmeno comn, sino parte de una culturaquedeclina ante la valoracin de la vida y empez a asimilar la violencia

    del cuerpo en el espacio comn despus de una banalizacin en los me-

    dios de comunicacin, proveniente de la esttica repeticin nihilista y

    anestsica. El desfase es que los eventos violentos aumentan, pero los

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    conceptos ms cercanos para referirnos a las fosas que son encontra-

    das cotidianamente muestran al otrovulnerado hasta el exceso como

    parte de una clandestinidadorganizada. Es decir, antes de focalizar la

    atencin discursiva en el concepto de un problema comn la muerte

    inigida de manera colectiva, los dispositivos discursivos orientan laconceptualizacin hacia a la conversin de los vulnerados como crimi-

    nalesy de la fosa como un evento clandestino, en donde se contabilizan

    cuerpos arrojados (representacin cuantitativa que genera una idea de

    anonimidad). Todo ello persigue la suspensin del dao (propio del

    acto violento) que esas muertes sealan en su propia evidencia, en su

    propio aparecer que es no solo una muerte individual sino una prob-

    lema comn. Hoy mismo, el recuento o fra enumeracin de muertos

    y lugares que han sido sealados como espacios de horror en Mxicosuspende la idea de un espacio de derechos, de bienestar, de oportuni-

    dades, de desarrollo. Somos testigos integrales, sobrevivientes de

    una violencia creciente que hace vctima a cualquiera y en donde sea,

    violencia que pone en entredicho este espacio comny la cualidad del

    nosotros. En verdad, este espacio puede suponerse unido e integral,

    pero lo cierto es que la constante interrupcin, cada fosa comn hallada

    desde el ro Bravo hasta el Suchiate, arma la fragmentacin del espacio

    por ser territorio de horrores. Por ello, el dispositivo anestsico de la

    violencia se complica, pues no basta con la repeticin sino que surge laapelacin discursiva a la enumeracin la cual se vuelve no solo nece-

    saria sino urgente: el acontecimiento de 200 cuerpos hallados (no solo

    72) en la fosa de San Fernando Tamaulipas se nulica a un accidente

    noticioso con la aplicacin del nmero que es abstracto, interminable

    en su secuencia y que no da razn ni testimonio del sufrimiento ni del

    dolor ni de las causas; por lo que las vctimas y la violencia mimtica

    que recorre intermitente Tamaulipas, Tierra caliente, Iguala, Boca del

    Ro, Ciudad Jurez, Culiacn, Tijuana, etctera, queda contabilizadapero no razonada ni imaginada.

    As, desde hace pocos aos, lasfosas comunes, su mencin pbli-

    ca, sufri un giro en el discurso poltico: haba que despegar el con-

    cepto de lo comn(concepto poltico por antonomasia desde la koinoa

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    griega en la plishasta la communitasde la ciuitas latina) de un

    evento cruento cada vez ms reiterado y que se negaba a la reduccin

    numrica; as, se propag por los medios de comunicacin, desde in-

    stancias jurdicas y polticas, dejar de hablar de fosas comunes para

    dar lugar a las llamadas, primero narcofosasy despus consolidarseen fosas clandestinas (Lara, 2014). Clandestinaspor referirse a fosas

    llenas de cadveres de delincuentes y criminales, que en concomitancia

    se homolog con este sector. Los criminales son seres despreciables,

    generadores de una aritmtica decitaria del dao: daan los lazos de

    la comunidad, la conanza interpersonal e institucional, vulneran al

    todo comn (la nacin, la ciudad, el pas, al nosotros). De ah que se

    permiti el trnsito del cadver que estuviera arrojado en una fosa ten-

    dra alguna participacin con el sector delincuencial, mejor an, con elcrimen organizado. Todo cadver en una fosa clandestina se somete al

    aura de la criminalizacin. De ah que lafosa clandestinano tena ms

    relacin con las fosas comunes (aquellas que conocimos por enferme-

    dad o por ecientar los panteones pblicos), sino que devino un todo

    rechazable, por cuanto en ello se reconoca la integridad de lo excluido,

    repudiable, criminal, narcoy organizado. La organizacin de la muerte

    a quin ms podra aplicarse sino es aquellos que estn involucrados

    en el crimen organizado? As, la exclusin de lo clandestinooperar

    no solo en el desarrollo discursivo meditico y en concomitancia en eljuicio social, sino tambin en el mbito jurdico que pocas facultades

    tiene para conceptuar a la fosa misma.

    Ms all de todo el contexto y las circunstancias que puedan in-

    volucrase en el acontecimiento de la fosa comn o clandestina, la evi-

    dencia que deja y la marca profunda en la cual nos introducimos al

    interrogarnos sobre este problema es el de la espacialidadque ocupa

    en el mundo un sitio lleno de cuerpos; pues una reconsideracin con-

    sistente que tome en cuenta la mortalidad de los hombres y mujeres,de sus cuerpos y los lugares que ocupan en las fosas comunes, reper-

    cutira en las nociones y formas de concebir el espacio mismo que la

    OMS en su Informe mundialreere como espacio pblico o comn

    (Krug, 2002: p. 238)

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    ***

    La preocupacin que detona cualquier meditacin sobre la fosa no es,

    por principio, ni la de un espacio (habitculo) hecho para recibir, en-

    gullir y pretender la desaparicin de muertos ni, tampoco, es la ideamisma de los muertos ah tirados6. La violencia tiene la impronta del

    exceso de fuerza, de un dao; quiz, entonces, el sustantivo violencia

    debera restringirse al punto en donde la fuerza es excesiva y en donde

    la destruccin est siempre articulada. La idea de que la violencia es

    fuerza desmedida, absoluta y condenable por s, no parece extenderse

    en la historia de Occidente hacia todos los mbitos de la vida tanto

    como se cree. Tal vez, an hoy, la idea de las guerras justas o preven-

    tivas que suspenden garantas, reconocimientos mnimos humanos,son propias de este hacer fuerza o forzar para mantener en su lmite a

    lo temible (Romilly, 2010: p. 10 y ss.). En verdad, la reexin losca

    en la tradicin instala a la fuerza, conicto, violencia, vigor e mpetu en

    una misma zona que solo es discernible por sus narraciones; es decir,

    por aquello que dota de sentido al acto de fuerza: el hroe, la gloria del

    Estado, la defensa de la Repblica, la integridad de la comunidad, la

    sanidad del orden y un largo etctera. El acto violento parece quedar,

    en ese horizonte de sentido, fuera de aquello que es seguido de la jus-

    ticacin inicial y nal: el acto suelto, banido de razones y motivos. Elacto violento, a diferencia de la agresin, parece necesitar siempre su

    justicacin para iniciar su agencia (Arendt, 2013: p. 105).

    Hace unos cuantos siglos, sobre todo por la influencia de la

    Ilustracin, comenzamos a comprender la excepcionalidad de la vio-

    6. Un discurso que fluye con fuerza y arremolinado por debajo del serpenteante discurso poltico, o meditico, o

    bien filosfico sobre la fosa comn es el discurso del victimario. Desde hace tiempo sabamos de una terminologaesotrica propia del crimen organizado, pero se hizo evidente en los ltimos das en Mxico sobre el asesinato

    y levantnde estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa (septiembre 2014). La fosa comn sera, para el

    victimario, el tiradero, a diferencia del discurso oficial que habla de fosas clandestinas. Al escribir estas lneas

    somos conscientes del limitado alcance de nuestro marco de trabajo (categoras sociolgicas, filosficas, antro-

    polgicas, culturales y polticas) que hacen una polmica de sombras frente a un lenguaje (criminal y o poltico)

    que agencia de manera directa la indolencia y analgesia frente a sus propios actos o negligencias u omisiones.

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    lencia, su rasgo emergente como recurso cuando falla el concurso de la

    razn; aunque ese recurso, no ajeno a las razones, como hemos dicho,

    fue absorbido nuevamente por las narraciones de la historia, por la

    legitimidad, primero, de la conquista, de la invasin, de la usurpacin

    y despus vinieron los discursos de la emancipacin, la revolucin, ladescolonizacin, la resistencia, la revuelta (Calleja, 2003: p. 65 y ss.).

    Ms all de los castigos que padecieron el exiliado, el hereje, la bruja o

    el criminal; es decir, aquellas violencias jurdicas, legtimas que hici-

    eron de hombres y mujeres seres invisibles, temerosos de perder la vida

    a cada paso, de aquellos que fueron torturados, quemados, hervidos en

    aceite en las plazas pblicas, lapidados y despus llevados a la sombra

    del orden jurdico-racional de la prisin o el manicomio (Foucault,

    2003: p. 106), ms all de esto, un breve repaso por nuestra historiamoderna nos permite darnos cuenta del excedente de violencia de esa

    fuerza fsica brotante y desbordante, ahora sistemtica, tecnolgica,

    plena y contundente bajo la que hemos venido al mundo en el trnsito

    de la excepcionalidad a la regularidad de la vida, esto es: la posibilidad

    de ser vulnerados, de ser un cualsea(Agamben, 2006: p. 57) tirado,

    ejecutado, aterrorizado.

    Toda vez que se ha querido hablar de ese misterio que recorre

    todo entendimiento, que lo trastoca, lo indecible por ver esos cuerpos

    tendidos, esos que ha dejado todo el discurrir de la historia desde lafuerza que inaugura a Occidente como laIlada o el poema de la fuerza,

    (Weil, 2013) y que pasan por las violencias de ayer y hoy, hacen com-

    prender y poner la disposicin del pensamiento en adquirir conceptos

    para entender qu es lo que llena una fosa: una fosa comn es llenada

    por cuerpos de hombres y mujeres que son o pretende hacer que sean

    un dejo del olvido de la historia omnvora, inmanente en su propia

    resolucin interna que reduce al individuo a ser parte sin formar parte

    de la realizacin de la comunidad (Snchez Cuervo, 2014: 178-179).De esta manera, es de tomarse en cuenta que echados por tierra las

    promesas, los esfuerzos y los sueos entorno a una comunidad plena

    de sentido y bienestar, de progreso y de inagotables recursos, ha es-

    tallado en nuestro tiempo el impulso por cuestionar si estas formas

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    de comunidad que conocemos que heredamos y activamos son

    ineludiblemente las nicas posibles y si habr, o bien, que resignarse

    ante ellas o precipitarlas en s mismas para que muestren su oscuridad

    constituyente. Quiz precisemos desactivar, neutralizar o enfatizar

    categoras que han desbordado la vida; que han hecho suyas las op-ciones en los modos de ser que se nos ofrecen: ciudadano, ser poltico,

    hombre, etctera; esto, debido a que, segn se asoma, forman parte

    de discursos que no pueden, porque no alcanzan, a dar razn de los

    cuerpos violentados en una fosa.

    Advirtamos que aquello que gravita de fondo es si ser posible

    pensar otra comunidad en donde la fosa comn no sea posible. Cmo

    habr de delinearse la pregunta por la comunidad misma? Cmo habr

    de vivirse en una u otras comunidades posibles, es decir, si es posibleque haya otros tipos u otras comunidades venideras? (Agamben, 2006:

    p. 26 y ss.) Como fuere, detengamos un momento esta reexin para

    pensar el encuentro de una fosa comn en el mundo, la cual exige una

    reconsideracin de nuestra sinergia con el otro-comn, que es arro-

    jado a una fosa.

    Si hablamos del cuerpo violentadoes porque, segn se mira, an

    estamos lejos de sealar claramente qu es el cuerpo cuando es enci-

    mado entre otros cuerpos con una violencia inigida, no solo previa-

    mente sino en esa forma de hacer al cuerpo desecho. La integridad yunidad ontolgica, el ser de lo humano, se mantiene tambin en su

    corporalidad que en cada cual es singular e irrepetible; pero, a la vez,

    por naturaleza es vulnerable y, en tanto que integridad, es fragmentable

    por actos violentos. El cuerpo es vulnerable: herible, daable. Quin

    no pensara que esa vulneracin se detiene cuando el paciente de la

    violencia ha muerto? Sin embargo, reducido a una situacin primaria

    de cuerpo muerto, inerte, el cuerpo queda expuesto a daos que van

    muchos ms all de la muerte. A este dao la lsofa italiana AdrianaCavarero lo llama crimen ontolgicosobre el cuerpo inerte (Cavarero,

    2009: p. 58), lo cual quiere decir la deshonra creada, una falta de

    condolencia y consideracin a la singularidad corporal, todo lo cual

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    sucede ms all del n vital, con la exposicin, el desmembramiento,

    los cidos, el fuego, etctera. As lo menciona Cavarero:

    La fsica del horrorno tiene que ver con la reaccin instintiva frente a la amenaza

    de muerte. Ms bien tiene que ver con la instintiva repulsin por una violen-

    cia que, no contentndose con matar, porque sera demasiado poco, busca

    destruir la unicidad del cuerpo y se ensaa en su constitutiva vulnerabilidad.

    Lo que est en juego no es el fin de la vida humana, sino la condicin hu-

    mana misma en cuanto encarnada en la singularidad de cuerpos vulnerables.

    Carniceras, masacres, torturas, y otras violencias an ms crudamente sutiles

    forman parte del cuadro (2009: p. 25).

    As, desde el espacio doliente, aterrador y horroroso que ha generado laviolencia en Mxico, nos encontramos ante la necesidad de cuestionar

    a la comunidad all en donde se armaba lo comn y el lmite hasta

    donde se extiende el trmino: la fosa.

    Qu es lo comn ante la fosa? Los muertos, muertos son. Pero

    cmo se puede comprender lo impensable de los muertos, no solo muer-

    tos sino destruidos, sin piedad(como decan los antiguos griegos), sin

    consideracin, sin humanidad7. Es preciso recordar que el concepto de

    muertoen Occidente va referido al muerto en su espacio, en el recono-

    cimiento de individualidad: a eso reere la tumba, a un espacio ocu-pado en el suelo (humus), un espacio hecho para que el humanomuerto

    tenga acomodo; lo cual, queremos decir, indica que nunca el muerto

    comparte la misma fosa en desorden. Pero en la fosa el encimamiento

    excede al propio cuerpo, y este ya no es ms tumba solitaria, memo-

    rial y descanso; sino que es la marca de cmo someter al muerto, y

    7. Un de los testimonios literarios de Occidente ms relevantes, en relacin con los muertos (enemigos), se re-

    gistra en Las suplicantesde Eurpides: ellas, quienes piden, suplican el derecho sagrado de sepultar a sus hijos(caudillos cados en batalla), que no pueden quedar a la intemperie y a la humillacin de ser comidos por los

    animales carroeros: Devulveme a mis hijos, no dejes los miembros de los muertos en manos de la muerte

    que los miembros desata ni como bocado de fieras montaraces (Eurpides, 1978: prrafos 44-45). Aunque el

    respeto a los muertos y la peticin de ritos funerarios se repite en la literatura griega: en Iladacon los cuerpos de

    Patroclo y Hctor; el cuerpo de Ayax en la tragedia homnima de Sfocles y del mismo autor trgico el cuerpo

    de Polinesias enAntgona.

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    propiamente al cadver al olvido, al encimamiento que despersonaliza,

    porque cada cual pierde la espacialidad que le es propia. La singulari-

    dad de ese hombre, mujer, nio que tuvo una vida, una familia que no

    guarda sntesis porque ya no hace lugar en el mundo.

    Evidentemente nuestra existencia en Mxico ha entrado en unadinmica de muerte; mejor an, de ser matable y dar muerte: lugar

    ste en donde cualseapuede dar a otro comn la muerte. Para sos-

    tn y evidencia de este aparente juicio hiperblico referimos al dato

    aproximado de que 75% del territorio nacional ha sido utilizado para

    construir fosas clandestinas y abandonar los restos de sus vctimas,

    referimos a las 1,243 fosas encontradas y registradas del 2006 al 2013

    (Lara, 2014), fosas que se han encontrado en el suelo de Mxico, no

    solo con relacin a la criminalidad y guerra, en la lucha contra... sinotambin en acciones de Estado aparejadas al modus operandidel cri-

    men organizado8.

    ***

    Segn Ren Girard (2005: p. 332 y ss.) la violencia emerge imprevis-

    iblemente y se distribuye como un contagio (epidemis) incontenible

    si no se utilizan recursos y se empean instrumentos para poner en

    orden lo que el acto violento primario ha desarticulado o aquello queposibilit su emergencia.

    8. Hace unos das, marzo 2015 (mientras se redacta este artculo para la Revista I+D), la periodista Karla Zablu-

    dovsky solicit informacin a los 32 estados de la Repblica Mexicana y al Gobierno Federal sobre cuntas fosas

    clandestinas haba desde diciembre de 2006 fecha en la cual el presidente Felipe Caldern asumi el poder se

    especificaba en la solicitud cuntos muertos tenan las fosas, su sexo, el estado de descomposicin de los cuer-

    pos y si se haban identificado. El resultado de dicha peticin dio por resultado el ttulo del reportaje de K. Zablu-

    dovsky (2014) Nadie sabe cuntas fosas comunes hay en Mxico. Mucho menos el Gobierno. El dato es de por

    s relevante porque la informacin ocultada o imprecisa por las inconsistencias permite suponer los altos ndicesde violencia homicida acontecidos en la fosas comunes desde hace aos; pero tambin evidencia la inviabilidad

    en Mxico de tomar acciones adecuadas para prevenir, contener o erradicar la violencia, dado que todas las

    Recomendaciones emitidas en los Informessobre la violencia (OMS, La Organizacin Panamericana de la Salud,

    el Banco Mundial, el Barmetro de Conflictos de Heildelberg) indican que se establezca o mejore la capacidad

    nacional de recolectar y analizar datos relativos a la magnitud, las causas y las consecuencias de la violencia, con

    la intencin de fijar prioridades y planificar acciones concretas impacto directo.

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    Pensemos que si el poder y o el saber generan vnculos y nexos,

    esto es, obligaciones, compromisos y anhelos comunes; el acto vio-

    lento, por su parte, no tiene en su constitucin misma la posibilidad

    de generar, sino, al contrario, su constitucin factual es la de romper y

    rasgarcomo llamar el griego al acto que daa a la comunidad9. El

    problema, entonces, es de qu manera se podrn generar los recursos

    para detener violencias imprecisas, lejos del agente primario, de qu

    manera cuando no es posible una versin sacricial ni catrquica que

    contenga y termine con el contagio, la virulencia de lo violento, sino

    simplemente lo que hay es el dao expuesto, el cuerpo expuesto, vul-

    nerado, porque es suya, por cuanto condicin de fragilidad humana,

    la posibilidad de ser excedido por la fuerza del fuerte, del armado, del

    organizado para matar? Ser el agotamiento, la renuncia, la posesinnal del territorio, el poder, el mercado, la mercanca, lo que nalice

    hoy da violencias como las que vivimos en Mxico? La diversicacin

    de medios, la instrumentalizacin de sus trnsitos del miedo, el temor

    y el terror parecen ofrecer una incalculable, inajustable manera en las

    cuentas: se engrosan las cantidades, las enumeraciones y as parece que

    se empieza a generar una ciudad, una nacin, un pueblo perdido, esto

    es, esa incualicable cantidad de muertos que Mxico es al da de hoy.

    Los pensadores del siglo XXI, respecto al tema de la vida, nos

    comprometen a partir del tema de la singularidad y, sobre todo, en unmbito en el que sta yace relacionada irremediablemente con el espa-

    cio. Como nos menciona Nancy, es el espacio y tiempo una conjuncin,

    jams una disyuntiva porque estos son uno, pero tradicionalmente

    separados en la Modernidad (Nancy, 2003: 105)10, en la cual se conci-

    bi un espacio sin cuerpos, un dominio del ser sin cuerpos, vertidos en

    9. No podramos decir que hay una historia de la violencia, sino que hay una continuidad que atenta contra la re-

    lacin de vnculos que se generan en las creaciones humanas: el conflicto pone en juego a los actores; la violencia

    nulifica o pone acaso en una situacin de total y absoluta asimetra al violento y al violentado.

    10. Jean-Luc Nancy (2003) en El sentido del mundo, mira la razn por la cual el tiempo kantiano, en el que todo pasa

    exceptuando al tiempo mismo, es un tiempo en que nada tiene lugar excepto el tiempo, que tiene lugar l mis-

    mo como un tener lugar inmvil, como el surgimiento de una vez por todas de la sustancia misma del mundo.

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    el horizonte de lo atemporal; lo cual nos plante la pregunta de cmo

    construir y edicar una comunidad que en su espacialidad no contem-

    pla a los cuerpos que son mutables y nitos. Los roces, las distancias

    de estos existentes (el quejido cuando se siente la incomodidad del

    escritorio y, sobre todo, cuando golpeamos la mesa con la rodilla). Unespacio que no contempla la temporalidad de los seres mortales, menos

    an el encimamientode los cuerpos en una fosa.

    Hemos de observar, que la problemtica es entender lo comn

    de los unos con los otros y los otros con los unos: lo comn que es esta

    vida compartida en un espacio. Lo comn es el espacio ineludible de

    la existencia. Ahora entendemos que la cuestin del ser en la comu-

    nidad se convierte en la cuestin misma del ser (Higuera, 2008: p.

    22)11

    , de la comunidad cuestionada desde la fosa comn inescrutablea los ojos de la razn.

    Sabemos que no basta una metafsica ante el cuerpo muerto enter-

    rado o expuesto en las fosas en Mxico. No basta para el cuerpo muerto

    pero tampoco para el cuerpo vivo. Por ello, conrmemos que precisa-

    mos reescribir un nuevo corpus, en donde tambin debemos hablar de

    las intervenciones tecnolgicas (quirrgicas, estticas, genticas), un

    corpusen donde no solo el mdico o el lsofo, sino tambin el poltico

    y el criminal han visto el poder y el poder de intervencin; necesita-

    mos repensar la desmaterializacin del cuerpo desde el acto violentoy tambin desde la dinmica simblica ejercida como informacin: las

    masacres, las crueldades, las violencias ms diversas banalizadas y con-

    vertidas en ujos digitales de ceros y unos, en cuanticaciones indolo-

    ras, barridas por la voz o la escritura que se enciman y sobre-enciman

    generando olvidos. Tambin, necesitamos acallar de una buena vez la

    profunda abstraccin que ha distanciado al cuerpo de lo que somos

    en tanto que expuestos a or de piel como fragilidad vulnerable. Todo

    ello, porque la intensicacin y propagacin de los actos violentos enel espacio pblico no nos exenta de buscar deniciones alternativas y

    11. Adems vase Roberto Esposito (2006) en su libro Categoras de lo Impoltico.

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    ms precisas de la violencia para pensarla como acontecimiento, en

    donde el dolor, el dao y la condolencia son elementos integrales de

    su despliegue.

    La vida es comn. La muerte no tiene porque no serlo. Vida y

    muerte nos implican de distinta manera a todos en nuestras relacionesno solo consanguneas o familiares, sino tambin polticas; y eso es, ex-

    traamente, lo que la poltica y la vida poltica (de estezoon politikn)

    ha perdido de vista. Al pensar el espacio como un lugar comn, lo que

    advertimos es la evidencia del modo de ser de la existencia: cuando los

    seres humanos nacen o, antes, cuando el vientre de la madre se hincha

    por un embarazo viene la existencia precedida, dada a una relacin

    que se vierte en las distancias: el hijo dentro de la madre est a una

    distancia con su piel y su carne en la carne de ella. Nunca el hijo es lamadre, siempre guarda una aproximacin con ella. As, cuando se da

    el nacimiento, la proximidad del recin nacido con el mundo revelan el

    origen de la existencia que es la del con-vivir (Esposito, 2009: p. 22).

    sta es la idea de un espacio comn, habitable en tanto que vivenciable

    como dar a cada cual su lugar. Ello contrasta ante ideologas de muerte

    que se han perfeccionado en el exterminio, el descuartizamiento y la

    eliminacin de espacio como nuevas formas (por cuanto extendidas)

    de activar la violencia; como sucede en una fosa comn o clandestina

    que busca en su nalidad esa no visualizacinde diferencias, as comoesa no visibilidad de la violencia aplicada al antes vivo.

    Entonces qu es una fosa comn? Una fosa comn es, en suma,

    ese lugar vaco pero a la vez lleno: la diferencia, la individualidad y

    singularidad queda nulicada en la indistincin de un cuerpo con,

    contra, encima, en otros cuerpos que han sido tiradosal mismo hoyo.

    Esto es, una zona que emplaza no a un dolor ni al espacio entre uno

    y otro (espaciamiento); sino un lugar que no-es lugar12. En este tenor,

    se trata de un espacio que no es sino hasta que es llenado como dolor

    12. Nos referimos a eso que el griego denominxor: se trata de un espacio en el cual la cosa es, pero l mismo

    no es espacio sin la cosa all puesta.Xor: es el no-espacio o habitculo en la medida que es el intervalo de lo que

    hace espacio (Algra, 1995: 72-117)..

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    y temporalidad suspendida; no un espacio extendido sino un espacio

    sin extensin, esto es: un no-lugar en el que acontece la imposicin de

    la desaparicin y la indistincin. Pero reparemos, de soslayo, en este

    no-espacio cuando hablamos de una fosa comn: el hoyo no es un lugar,

    porque para que el lugar sea las cosas han de ser, estn en su lugarcomo su modo de ser en, es decir, el lugar propio de cada cual y de cada

    quien; pero en la fosa comn lo que encontramos es la aglomeracin,

    el encimamiento que desdibuja la singularidad de los ah arrojados,

    que niega el ser de los negados a su ser vida; pero an ms, se trata del

    intervalo de una fosa a otra, del horror que intensica un no-lugar, un

    espacio comn de dolores, dolientes y deudos desde Guerrero hasta

    Michoacn, desde Ciudad Jurez hasta Tamaulipas. El espacio comn

    entonces se vuelve una dolencia compartida, porque la verticalidadde la vida se cuestiona a cada instante ante la horizontalidad amorfa

    de los cuerpos desechados sin espacio propio, como es la fosa comn

    (Romero, 2014).

    Habr que entender que el espacio lo hemos considerado por la

    matemtica (al menos hasta Bernhard Reimman) y la losofa mod-

    ernas como un lugar vaco, siempre el mismo: espacio listo para ser

    ocupado, llenado; un lugar sin tiempo y eterno (Robles, 2000: p. 114

    y ss). As, entender el espacio como un lugar vaco imposibilita pensar

    el encimamiento de una fosa comn, porque solo se alcanza a mirarla ocupacin del lugar, del hoyo ocupado y jams el cuerpo encimado

    que ah es-no-lugar, que ha sido tirado en la fosa.

    ***

    Con todo, este acontecimiento forma un estupor colectivo irrepresent-

    able: ya sea la fosa encontrada en Europa en los campos de concen-

    tracin, las fosas de Ruanda en frica, las fosas en toda Latinoamricay las hoy encontradas en Mxico hacen que lo comn arrojado en la

    fosa sea un espacio irrepresentable, porque el encimamientoes una

    representacin prohibida, una representacin imposible para la razn.

    Estamos, queramos o no, ante una transformacin espacial y tempo-

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    VIOLENCIA EXPUESTA, CONSIDERACIONES FILOSFICAS SOBRE EL FENMENO DE LA FOSA COMN103

    ESPACIO I+D,Innovacin ms Desarrollo Vol. IV, No. 9, Octubre 2015 ISSN: 2007-6703

    ral que, en las formas de la violencia, repercute en una diseminacin

    no correspondida con las experiencias categoriales loscas, tanto

    ontolgicas como afectivas.

    La violencia como acontecer de la fosa, la reexin sobre el dato

    mismo de las formas de la violencia, no solo sobre sus narrativas o lafra indicacin de sus efectos, abre un horizonte de problemas crucia-

    les para la compresin de lo humano en los tiempos actuales, y apunta

    directamente a aquello que la fenomenologa en todo el siglo pasado

    seal directamente: la irremplazabilidad singular, lo insustituible de

    cada cual, y por ende, la pasmosa evidencia de que cada accin violenta

    cosica, elimina y priva de espacio al lugar de la existencia.

    En Mxico, con el acontecimiento expuesto de cuerpos encima-

    dos, nos lleva a pensar nuestro ser al lmite: al lmite de s y de suhistoria, una manera de vernos ms all de la plstica del cuerpo para

    concebirlo como un umbral en el cual acontece la ineludible forma de

    estar, en dnde entramos en contacto, en dnde tenemos el tacto con

    los otros, con lo otro y con nosotros mismos.

    El problema que tenemos en la actualidad las ciencias humanas

    es de qu manera se podrn generar los recursos para comprender y

    detener violencias imprecisas/irrepresentables en el espacio comn. La

    informacin no puede detenerse en el conteo diario de prdidas o del

    descubrimiento de fosas, porque en realidad no son los muertos, lossin aliento, los sin palabra, los sin voz; son adems los reclamos que

    estn en el testimonio de las familias, de los testigos, de las evidencias:

    porque es ah en donde aquellos violentados siguen haciendo espacio,

    reclamando su lugar arrebatado del mundo.

    La vida comn y la fosa comn son dos modos enteramente opues-

    tos de pensarnos desde la comunidad (de la vida y la muerte): si bien

    la vida en comn ha entrado en una dinmica de expropiacin, la fosa

    comn revela la crisis de considerar a la fragilidad, y a la conversin porparte del criminal de sustituir a un ser frgil, como lo somos todos, por

    un ser matable. De esta forma, la violencia en el lugar comn, que es la

    tierra del espacio compartido en que somos, se comprende, pues, desde

    la existencia intervenida e interrumpida en el dolor ocasionado, en el

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    contacto que busca regular, jerarquizar o aniquilar. La violencia hoy

    da no nos deja perplejos, nos deja, por principio, a-terrados, seres sin-

    tierra para habitar, ante tanta crueldad y furia. Debemos reponernos

    una y otra vez al impacto, a la constancia y a sus derivados; debemos

    sobreponernos una y otra vez al eco de violencias inigidas, porque,con todo, es posible interrogar por la violencia y su excepcionalidad,

    que es su acontecer, borrando espacios, desrealizando temporalidad,

    eliminando la vida en el espacio comn.

    Si consideramos que las ciencias humanas estn incapacitadas

    en muchos aspectos para preguntar por la violencia, porque no han

    logrado generar el sistema categorial suciente para interrogarla, pen-

    semos que es preciso, entonces, en la actualidad deconstruir los m-

    todos, las categoras frente a acontecimientos violentos impensables(aunque repetibles), para pasar del terror a la pregunta, para cuestionar

    qu es lo comn de la fosa y que es la comunidad en Mxico ante tanta

    fosa comn.

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