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“...malo/ malo/ malo eres/ no se daña a quien se quiere” Malo, Bebe
Apuntes a partir de la lectura del libro Violencia en la familia... de eso no se habla
de Mabel Anido, editado por Lumen.
Hace poco un señor ya canoso y cincuentón me comentaba que su mujer decidió
separarse después de treinta años de matrimonio, algunos hijos y nietos.Lo
curioso es que culpaba de todo a Menem: “le dio demasiadas alas a las mujeres”,
dijo, “antes no se hubieran atrevido a insubordinarse, ahora ni un grito se bancan”.
Quizá lo que el hombre había percibido se debió a que en esa época, producto de
un acelerado cambio en la consideración a la mujer, se dictaron e implementaron
leyes que les permitieron defenderse de la violencia a la que estaban
acostumbradas a resignarse. Y también a que los casos de violencia doméstica
comenzaron a hacerse públicos a través de los medios de comunicación.
Por ejemplo, en el conocido y reconocido drama de televisión “Mujeres asesinas”,
en cuya cortina se escucha el reproche de una mujer por castigos infligidos, lo
más trágico es que todos los relatos son tomados de la vida real; hechos que en
su momento fueron públicamente conocidos.En todo caso, lo cierto y saludable es
que salió a la luz algo de lo que hasta hace poco “no se hablaba”: que familia y
violencia viven juntas desde siempre.Por eso, el mayor mérito de Violencia en la
familia... es tratar, y con acierto, el espinoso tema de la violencia doméstica.La
autora, psicoanalista y especialista en violencia familiar, se propone con el libro
saldar una deuda pendiente, aunque sabe (lo dice desde el prólogo), que no la
terminará de pagar mientras exista violencia en una familia.
El texto intenta demostrar que “la violencia en la familia no es algo natural”, que es
un “problema complejo, pero tiene soluciones”.No propone una mirada moral
sobre el problema. Se aleja del juicio simplista de “víctimas y victimarios”, “sin que
eso signifique justificar el abuso o el maltrato”.Si bien aborda el problema desde el
psicoanálisis, no lo reduce a los límites de un campo en particular. Lo concibe
como proyección física de un problema mental, cultural y social.
Además, lo que vuelve interesante al libro es la serie de entrevistas a pacientes en
consulta, casos paradigmáticos de noviazgos violentos, mujeres, niños y ancianos
maltratados y abusados. Aunque se cuida de no caer en la trampa de los golpes
bajos, como la descripción obscena y detallada de los relatos de violencia. Sobre
todo pone énfasis en el método de interpretación, que consiste en extraer, a la luz
de los materiales aportados por el sujeto, el “contenido oculto” del “contenido
manifiesto”. Estudiar lo que ocurre en el ser humano, mediador activo y pasivo
entre la estructura económica y social y la falsa conciencia, para incorporar ese
conocimiento a la comprensión total del fenómeno. Aunque la violencia no se
explique totalmente por sí misma sino por una estructura más profunda, sin
embargo, el tratamiento psicológico, aún no suficiente, es condición necesaria
para superarla.
Y para eso, Anido apuesta a la magia de la palabra: “si escuchamos y le
brindamos palabras para nombrar su dolor...esa persona podrá salir adelante por
sus propios medios”. El libro tiene, además, un valor incuestionable que lo ubicará
en el manoseado rubro de libros de autoayuda: la lectura puede servir como el
espejo a través del cual se reflejen los protagonistas de la violencia y de ese modo
encontrar la lucidez que les permita pedir auxilio, requisito ineludible para
encontrar el principio de la solución.Aunque me gustaría citar todo el libro, más
vale remitir al lector a él y darme por satisfecho si logro servir a ese objetivo.