Violencias y Medios de Comunicacion en America Latina

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    Jorge Iván Bonilla - Camilo Tamayo

    Violencias y medios de comunicación en América Latina:una cartografía para el análisis

    Luis Ignacio Sierra

    La telefé : religión mediatizada

    Liliana González

    Los intercambios lingüísticos: efectos sobre la apropiación del francés como lengua extranjera

    Documentos de investigación

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    Violence and the Mass Mediain Latin America:a Cartography for Analysis

    Palabras clave:  medios de comunicación, violencia,metodología, balance bibliográfico.Recibido: 27 de octubre de 2006Aceptado: 2 de febrero de 2007

    Keywords: mass media, violence, methodology, biblio-graphical inventory. Submission date: October 27th 2006Acceptance date: February 2nd 2007

    Esta investigación es el resultado de una segundaetapa, que comenzó con una pesquisa previa realizadapara la Organización de las Naciones Unidas para la

    Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en el2001, que examina el estado de la investigación sobremedios y violencias en América Latina, en el periodocomprendido entre 1998 y 2005. El propósito de esteartículo es presentar una síntesis y valoración críticade los estudios y publicaciones académicas que hanabordado esta problemática durante los últimos ochoaños, a partir de tres ejes de análisis. Para tal efecto,se lleva a cabo una revisión bibliográfica que describey analiza los enfoques teóricos, los métodos utilizados,los principales resultados, las conclusiones y los aportes

    de cada uno de los estudios, informes y publicacionesque fueron objeto de análisis.

    This research constitutes the second stage of a previ-ous investigation carried out for the United NationsEducational, Scientific, and Cultural Organization,

    unesco, in 2001. It has to do with the state of researchon the mass media and violence in Latin Americabetween 1998 and 2005. The purpose of this articleis to present a synthesis and critical evaluation of thestudies and academic publications that have dealt withthis problem over the last eight years, following threeanalytical axes. With this purpose, we carried out abibliographical revision describing and analyzing thedifferent theoretical approaches, the methods used, theresults obtained, the conclusions, and the contributionsof each of the studies, reports, and publications that

    were objects of analysis.

    Origen del artículo

    El presente artículo es un breve resumen de la investigación “Las violencias en los medios, los medios en lasviolencias. Revisión y análisis crítico de los estudios sobre medios de comunicación y violencia en América latina1998-2005”, publicada en el 2006, gracias a un esfuerzo institucional del Centro de Investigación y EducaciónPopular (Cinep), la Pontificia Universidad Javeriana, Colciencias y la Universidad Eafit. Vale la pena destacarque esta investigación es el resultado de una segunda etapa, que comenzó con una pesquisa previa realizadapara la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglasen inglés), en el 2001; este trabajo pretende examinar el estado de la investigación sobre medios y violencias enAmérica Latina, en el periodo comprendido entre 1998 y 2005.

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    Fueron dos las consideraciones metodológicasque orientaron la selección y revisión de los textosque hacen parte de este informe. En primer lugar,

    la búsqueda se concentró en diversas fuentes deconsulta de la región. Se buscó información encentros de investigación especializados en el áreade la comunicación, se consultó la Red Iberoame-ricana de Revistas de Comunicación y los analesde congresos nacionales y regionales organizadospor la Federación Latinoamericana de Facultadesy Escuelas de Comunicación (Felafacs), la Aso-ciación Latinoamericana de Investigadores de laComunicación (alaic) y las distintas asociacionesnacionales de comunicación.

    En segundo lugar, la selección de los trabajosse basó en un criterio académico. La búsquedase limitó a aquellos estudios y publicaciones quecontuvieran, así fuera de manera somera, unacercamiento conceptual al tema, una metodologíade exposición, una bibliografía mínima y demáscaracterísticas propias del trabajo académico. Lamuestra incluyó reportes parciales de investi-gación, informes terminados y ensayos teóricossustentados en conocimiento empírico, extractadosunos y otros de anales de congresos nacionales e

    internacionales, libros, capítulos de libros, revistasacadémicas y páginas electrónicas de centros deinvestigación y difusión de la comunicación, entreotras fuentes de consulta. En total, se selecciona-ron 102 textos provenientes de distintos países deAmérica Latina.

    Para el presente artículo daremos a conocersolamente las tres primeras secciones del trabajoque se agruparon en tres líneas de interés: a) lacobertura periodística en contextos de conflictoarmado y violencia política; b) los contenidos,

    naturaleza y formas de representación de la vio-lencia en la programación recreativa e informativade los medios, y c) la influencia de la violenciamediática en las audiencias, así como la percepciónque tienen los públicos sobre ésta.

    Esperamos, igualmente, que este artículo seael abrebocas e invitación ideal para que los lectoresde Signo y Pensamiento conozcan la totalidad dellibro que profundiza, relaciona y analiza estruc-

    turalmente los esbozos brindados en el presentetexto.

    La cobertura informativa:conflicto armado y violencia política

    El primer conjunto de trabajos centra su atenciónen la cobertura de los medios de comunicaciónsobre conflictos armados y variantes de violenciapolítica, que incluyen al terrorismo, pero que nose limitan a éste. Dichos estudios se aglutinan entres apartados básicos: las narrativas mediáticascon las cuales se confeccionan los acontecimientosnoticiosos sobre la guerra y la paz; la situación de

    los periodistas en contextos de violencia política,y las interacciones en la esfera pública entre perio-distas, políticos y guerreros.

    A este primer grupo corresponden un totalde 47 trabajos. La mitad son ensayos académicosque, aunque están basados en datos empíricos,no tienen el propósito de producir conocimientoempírico; la otra mitad son informes de investiga-ción que combinan el análisis de contenido con losmétodos semióticos y hermenéuticos propios delanálisis cultural y de los análisis de discurso.

    Las noticias sobre la guerra y la paz 

    Colombia es uno de los países donde más trabajosse hallaron sobre esta temática de estudio. Sedestaca que ninguno de ellos utiliza el conceptoterrorismo para referirse a la confrontación bélicainterna de este país; por el contrario, en todos elloshay una preocupación por estudiar el fenómenode la confrontación armada a partir de sus moti-vaciones políticas y sus lógicas socioculturales. Por

    tanto, no se privilegia el tipo de enfoque basadoen determinar si se debe o no informar sobre laguerra, o si los medios son utilizados como instru-mentos de propaganda para ampliar las accionesy los discursos de los grupos al margen de la ley.Esa no es la preocupación.

    En este sentido, trabajos como los de Rey(1998c), Barón (2001), García y Romero (2001)y Estrada (2001) aportan elementos interesantes

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    para analizar la naturaleza de las representacionesperiodísticas del conflicto armado. A partir desus análisis se puede cotejar que la fascinación

    que producen los hechos de guerra en las agendasmediáticas obedece a que estos acontecimientosestán asociados a valores-noticia que privilegian eldrama, la tragedia, la novedad, la espectacularidad,el antagonismo y el heroísmo. Narrativas frente alas cuales los hechos de paz viven en un constanteopacamiento debido a que no están relacionadoscon lo insólito, dramático e impactante.

    De igual forma, trabajos como los de Bonilla(2002), Barón y Valencia (2001), Gutiérrez (2003),Barón, Valencia y Bedoya (2002), Cardona y Paredes

    (2004) y Rey (2003, 2005a) centran su preocupaciónen dos vías: qué tipo de calidad periodística estápresente o ausente en la construcción mediáticadel conflicto armado colombiano y qué tipo dedecodificación de estos mensajes realizan lasaudiencias colombianas. Esto nos centra en lapregunta por los imaginarios y mentalidades queconstruyen los habitantes de este país sobre elconflicto, y sobre qué tipo de luchas se dan en lasesferas comunicativas por la significación.

    Se recalca que esta clase de visibilidades mediá-

    ticas es proporcional al envilecimiento del conflictoarmado (López, 2000). Así como este último seescala y se degrada hasta niveles insostenibles,así, también, las agendas informativas escalan losvalores-noticia hasta límites donde la informaciónse mezcla con el drama, la incertidumbre y elentretenimiento (Abello, 2001) y la realidad conel simulacro (Correa, 2001). Esto se da medianterelatos noticiosos que no solamente (re)presentanla confrontación bélica de manera simplificadora,ausente de perspectiva histórica y de contextos polí-

    ticos (Barón y Valencia, 2001), sino que banalizanel horror, refuerzan la intolerancia (Programa delas Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD],1999), reducen a la sociedad al papel de víctimapasiva y convierten al periodismo en el lugar de larepresentación hegemónica de los puntos de vista“oficiales” (García y Pereira, 2000).

    Para investigadores como Gómez (2005),la preocupación se centra en la forma como el

    conflicto armado incide en las esferas públicaslocales y regionales, y a partir de un caso puntualarguye que las lógicas de las empresas periodísticas

    y del medio afectan estructuralmente el trabajoperiodístico en Colombia. Para él, las dinámicas derapidez e inmediatez también se hacen evidentesen los informativos regionales, lo cual le impide allector tener aproximaciones más gruesas y de largoaliento sobre los hechos propios del conflicto.

    Para algunos de los textos, el reto de la cober-tura informativa consiste en hacer visibles las vocesy los rostros de las mayorías nacionales que día a díase esfuerzan por superar los conflictos, de manerapacífica y creativa, sin acudir a la violencia (Flores

    y Crawford, 2001). Según esto, uno de los aspectosa trabajar con los periodistas es la cultura políticay profesional que subyace en sus modos de ver larealidad, de manera que sea posible ensayar otroscriterios informativos en los que la paz —la culturade la paz— adquiera visibilidad como un asuntode interés público. ¿Cómo? Dándole densidad a ladeliberación política, fortaleciendo el uso público dela razón y reconstruyendo narrativas que activen lamemoria y la reconciliación (Rey, 2000).

    Por su parte, quienes se detienen en otros con-

    flictos, bien sean de carácter interno, como los casosde El Salvador, Nicaragua, Guatemala e, incluso,Perú, o de frontera, como el que protagonizaronPerú y Ecuador, parten del reconocimiento deque en las sociedades en guerra o, en todo caso,que experimentan niveles preocupantes de vio-lencia política, la cobertura mediática siempre seenfrentará a niveles problemáticos de restriccióny cierre informativo debido a varios motivos: lacensura oficial (Cortés, 1999); la persecución deque es objeto la información libre e independiente

    (Herrera, 1998, pp. 110-134); la falta de autonomíafrente al poder político (Smeets, 1999); la indexa-ción mediática a políticas antisubversivas queimpiden variantes mayores de cobertura y críticademocráticas (Acevedo, 2001). También se debe ala fiebre de guerra que se apodera de los medios, locual los lleva a reforzar mitos ancestrales basadosen estereotipar al “enemigo” y simplificar la causapropia de la lucha (Reyes, 1999).

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    Informar en medio del conflicto:el rol de los periodistas

    Otra de las preocupaciones que recorre este con-junto de trabajos apunta a una doble dirección: lasgarantías necesarias para ejercer el periodismo y laformación profesional indispensable en contextosde violencia generalizada. Albarrán (1999) señalaque los periodistas corren un alto riesgo cuandoejercen su profesión en este tipo de contextos, porcuanto suelen ser presionados por el Estado, losagentes armados ilegales y los mismos propietariosde los medios para que no interfieran en asuntosque pretenden mantener ocultos, lejos del escru-

    tinio público.Frente a este panorama, algunas reflexiones

    advierten que las amenazas que sufren los perio-distas son producto de la cobertura informativapolarizada, ignorante e ingenua que éstos realizan.Es la tesis de la débil formación profesional comodesencadenante de riesgos innecesarios que nosólo afectan a unos cuantos, sino a la profesiónen general, ya que ubica a los periodistas comovíctimas —otras víctimas— del fuego cruzado delos agentes de la violencia (Guerrero, 2001). Así,

    se señala que la responsabilidad fundamental delos periodistas es prepararse mejor para entenderlas causas, los intereses, las transformaciones ylas lógicas del conflicto, la guerra y la violencia;y reconocer su responsabilidad individual, pues apartir de sus percepciones personales se constru-yen las piezas periodísticas que se publican en losmedios (Fowks, 2003).

    ¿En qué consiste esta labor? Básicamente, enfortalecer tres aspectos de la cultura informativa:a) formar a los periodistas para la cobertura de la

    paz, los derechos humanos y la convivencia demo-crática en cuanto procesos sociales de larga duración(Beltrán, 1998); b) especializar a los periodistas enla cobertura de la guerra, de modo que puedandiferenciar la propaganda de la información einterpelar inteligentemente a las fuentes oficiales eirregulares (Abello, 2001; Guerrero, 2001); c) asumirla responsabilidad social de los medios en general. Setrata de servir de foro democrático para la expresión

    y el debate público de los distintos puntos de vistade los sectores que pretenden acceder, controvertiro defender la palabra pública (Acevedo, 2001).

    Bajo esta preocupación Rincón y Ruiz (2002)centran su mirada en la creación de nuevas formasde informar como estrategia contra los violentos,mientras que Giraldo, Roldán y Flórez (2003)indagan las relaciones entre acciones coyunturales,terrorismo y su repercusión en las demás lógicasinformativas. Vale la pena recalcar que desdelas mismas empresas informativas se realizanesfuerzos para mejorar la información que publi-can diariamente sobre el conflicto armado y queinvolucra a sus mismos periodistas (Arenas, Rey

    y Cajiao, 2003).La libertad de prensa en contextos de conflicto

    es otra preocupación para algunos investigadores.Trabajos como los de Velásquez (2003, junio, pp.11-34) Ayala y Aguilera (2002) y el Observatoriode Medios de la Universidad de la Sabana (2002)reflexionan sobre las dimensiones que atraviesa lalabor periodística en relación con las diversas insti-tuciones de la sociedad, y la búsqueda de la verdaden dinámicas sociales adversas. La credibilidad, elderecho a informar y las prácticas que esto implica

    en una sociedad democrática son sus puntos deatención y reflexión, principalmente.

    Esfera pública, información , violencia y poder 

    Una tercera preocupación que enmarca algunosde los trabajos que aquí se exponen parte delreconocimiento de que los medios de comuni-cación son “arenas centrales” de competencia ypoder simbólico, donde los antagonistas políticosy sociales llevan a cabo disputas por acceder a la

    esfera pública y nombrar hegemónicamente larealidad. De este grupo hacen parte textos cuyointerés es plantear que en la violencia política ylos conflictos bélicos se movilizan, además de lafuerza para derrotar al enemigo, marcos de inter-pretación simbólicos e ideológicos para actuar enla sociedad, puesto que se trata de procesos en losque no solamente hay máquinas de destrucción ymuerte, sino de producción de sentido.

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    Así, al cuestionar una de las hipótesis másconcurridas para analizar el papel de los mediosde comunicación en contextos de violencia política,

    Peralta (1998) propone ir más allá de la afirmaciónsegún la cual los medios son “cajas de resonancia”de los agentes que practican la violencia. Másque inductores de la violencia política, este autorplantea que los medios están inmersos en un com-plejo sistema de interacciones y representacionessimbólicas que también involucran el discurso aca-démico, el Estado y los agentes de la violencia.

    Luego de hacer un análisis comparativo delpapel que cumplió la prensa nacional e internacio-nal frente a la violencia terrorista practicada por

    Sendero Luminoso en Perú (1980-1994), Peralta(2000) señala que ésta se movió entre la espectacu-laridad mediática de la violencia, la consonanciacon el discurso oficial y la alianza con el discursoacadémico.

    Algo similar sostienen Bonilla (2001) y Medinay García (2001) cuando señalan que la esfera pública,de la que hacen parte los medios de comunicación,es un espacio en tensión y permanente disputa.Allí, periodistas y medios se encuentran en múlti-ples relaciones de cooperación, consenso, censura,

    desigualdad, ruptura, oposición y/o autonomía conotros agentes comunicativos —grupos e institucio-nes—, quienes, a su vez, luchan tanto por hacersevisibles, o invisibles, en la(s) esfera(s) pública(s),como por controlar y administrar la comunicación,en cuanto recurso escaso y estratégico que es funda-mental para la gestión político-militar y la fijaciónsimbólica de los conflictos.

    Entender la esfera pública como un espacio enpermanente tensión por el acceso y la significaciónhegemónica de la sociedad es lo que propone

    Karam (2001) al analizar el modelo comunicativodel Ejército Zapatista de Liberación Nacional(ezln), concretamente del subcomandante Marcos.Según este análisis, el reencantamiento político de

     Marcos se basa en su capacidad para mezclar ladramaturgia simbólica de las culturas indígenasy populares mexicanas con las tecnologías-red queutiliza, mediante un discurso en el que la fuerzade su mensaje no está en los contenidos inductivos

    y objetivos de la racionalidad occidental, sino enel relato y la expresión que mantienen viva laesperanza.

    A esta tensión también se refiere Sierra (1998),en un análisis sobre el conflicto bélico en México. Elautor controvierte el concepto bastante difundidode que en Chiapas se da una guerra comunicativa,sin censuras y producto de una forma posmodernade confrontación, basada en el uso generalizadode la Internet y la centralidad mediática. Segúnel autor, si bien el ezln ha sabido colocar en laesfera pública internacional un discurso basadoen la dignidad y la resignificación de los símbolos,el mito de que en Chiapas hay un conflicto que

    apela a lo tecnológico-simbólico impide analizarlas viejas pero renovadas formas de la desinforma-ción, la propaganda y la censura, aprendidas enlos manuales modernos de la contrainsurgencia,que son las que utilizan el gobierno mexicano ylos sectores hegemónicos de ese país.

    Siguiendo una perspectiva similar, aunquemenos ideológica, Rey (1998c) propone compararla calidad de la esfera pública y las narrativasmediáticas en las guerras internacionales y losconflictos bélicos locales. Al analizar la esfera

    pública que se genera en los conflictos bélicosintraestatales, este autor plantea que allí existenvariantes mayores de visibilidad pública, en lasque se combina la información con el relato, eldrama con la técnica, el saber cotidiano con elconocimiento experto; y esto, a diferencia de las“teleguerras” que hoy en día están clausurando lavisibilidad pública bajo la gestión virtual y tecno-lógica de la confrontación que no permite mostrarel horror, la destrucción y la muerte.

    Para finalizar este apartado merecen atención

    los textos de Chávez (2001), Levario (2001), Pacheco(2001), Gaitán y Fragoso (2002) y Barabino (2003),referidos a los atentados terroristas del 11 de sep-tiembre de 2001, en los Estados Unidos. Los cincoofrecen un análisis sobre la cobertura informativa dedistintos medios de comunicación mexicanos, paralo cual hacen énfasis en cuatro aspectos característi-cos de la información analizada: no hubo obsesiónpor las imágenes de horror, aunque se adoptaron

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    lógicas sensacionalistas; se acudió a explicacionesmítico-religiosas; se mostró un sentimiento anties-tadounidense que no promovió variantes racionales

    para dar cuenta de la situación, y la densidad de lainformación por momentos rebasó la capacidad delos medios de comunicación.

    La escenificación mediática: contenidos,naturaleza y agendas de la violencia

    El segundo grupo de trabajos enfoca su atenciónhacia el lugar que ocupa la violencia en la pro-gramación informativa y de entretenimiento delos medios de comunicación, en especial de la

    televisión. Aquí el énfasis no recae en la coberturamediática de los conflictos bélicos y la violenciapolítica, sino en la cantidad de las manifestacionesde violencia que se transmiten por los medios y enla naturaleza de los contenidos que escenifican elcrimen, el delito y el miedo al maleante.

    ¿Son los medios de comunicación agentesgeneradores de violencia en la sociedad o sonapenas otra expresión del problema social de laviolencia? Esta es la pregunta que subyace a buenaparte de los textos consultados, que, a propósito, se

    agrupan en tres apartados básicos: la programacióntelevisiva de entretenimiento que transmite conteni-dos de violencia; el papel que cumplen los mediosen el establecimiento de la agenda pública sobre laviolencia, y las consecuencias de estas agendas enla elaboración de políticas de control social.

    A este segundo grupo corresponden un totalde 38 trabajos. La mayoría son ensayos académicosque si bien se apoyan en datos empíricos, su inten-ción es ofrecer marcos conceptuales de explicaciónpara posibles estudios sobre el tema. Un menor

    número incluye informes de investigación querecurren al método del análisis de contenido paramedir la cantidad de violencia en la programaciónde los medios de comunicación.

    La programación televisiva

    Un par de observaciones sobresalen en los estudiosdirigidos a describir y analizar la programación

    de la televisión. De un lado, se confirma que loscontenidos de violencia invadieron la programa-ción televisiva hasta el punto de convertirse en la

    principal temática de preocupación de padres defamilia, instituciones políticas, centros educativosy audiencias en general. Del otro, se observa coninquietud que los contenidos de violencia en latelevisión no sólo llegan a los sectores más vulnera-bles de la población (como los niños y los jóvenes),sino que pueden contribuir a la aceptación y elincremento de la violencia en la población.

    Observaciones como las anteriores atraviesanalgunos ensayos de tipo especulativo. Esteinou(1999) considera que la excesiva programación de

    contenidos violentos en la televisión mexicana estácreando un clima favorable para la expansión dela violencia y el aumento de la criminalidad. Algoparecido propone Da Silva (2001) al referirse a lasnuevas formas de banalización de la violencia quecirculan por la televisión y el ciberespacio, graciasal uso generalizado de Internet. El autor sustentasu preocupación en que el acceso indiscriminado aestos contenidos puede producir una crisis de valo-res y, por tanto, un aumento de la violencia. Romo(1998) plantea que los medios de comunicación,

    y en particular la televisión, son generadores deviolencia al convertir la realidad en un espectáculosensacionalista, estimulado por el raiting. 

    Desde otra perspectiva, los textos del ConsejoNacional de Televisión de Chile (1998; 2002a),Herrera (1998) y López y Cerda (2001) coincidenen una constatación: después de contabilizar elnúmero de incidentes considerados como violentosen la programación televisiva, es evidente que laviolencia está presente en la mayoría de los pro-gramas, en la mayor parte de los horarios y en los

    géneros televisivos aparentemente más inofensivos,como son los dibujos animados.

    Estos estudios, elaborados a partir de métodosde medición, en principio similares, llegan, sinembargo, a conclusiones diferentes. Así, lo que paraLópez y Cerda en México constituye un hallazgoinobjetable que enciende las alarmas sobre las con-secuencias negativas de esta programación en lospúblicos, para la Comisión Nacional de Televisión

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    de Chile estos hallazgos deben considerarse como unpunto de partida y no de llegada de la discusión.

    En uno de los ocho estudios sobre la violencia

    en la televisión chilena se plantean, precisamente,las limitaciones de las metodologías dedicadas aenumerar la cantidad de violencia que se transmitepor televisión. Según este estudio, no basta conconseguir rigor científico mediante la adopciónde criterios metodológicos que reducen lo violentoa aquello que se deja cuantificar en categoríaspreviamente definidas por los investigadores, sintener en cuenta las tipologías de la violencia, queno son iguales en todos los contextos, ni en todoslos géneros dramáticos y dispositivos narrativos,

    ni son percibidas de manera idéntica por todaslas audiencias. En términos instrumentales, estosestudios chilenos aseveran que la violencia explícitaes reducida en cuanto a su tiempo de exhibición.

    Bajo este mismo paraguas, el Comité Federalde Radiodifusión (Comfer) (2005) de Argentinatambién indagó por el grado de violencia queregistraba la televisión de este país; para ello partióde la base de que la televisión tiene la capacidadde operar como un potente vehículo de socializa-ción, de producción simbólica de la realidad, de

    construcción de ciudadanía y de acceso a la culturamoderna, donde la violencia logra estructurarzonas de representación social comunes.

    Este estudio asevera que la violencia es unvalor-noticia determinante para las agendas delos noticieros argentinos y que la violencia físicaconstituye la modalidad privilegiada para losprogramas de ficción. Lograr que la violenciarepresentada o explícita no logre permear repre-sentaciones sociales sobre la convivencia pacíficade los habitantes de las ciudades es la principal

    recomendación de este texto, que nos centra denuevo en las discusiones sobre el impacto funcionalde los medios de comunicación.

    Establecimiento de agenda: narrativas periodísticas y control  social

    ¿Qué papel cumplen los medios de comunicaciónen la definición de las violencias que son objeto de

    acciones, reacciones y políticas de Estado? Estaes la pregunta que intenta responder un grupode trabajos cuyo interés es reflexionar sobre la

    agenda temática que los medios construyen sobreel crimen y el delito en países como Argentina,Brasil, México y Venezuela. Se trata de textos quese desplazan a otras coordenadas de investigación:del interés por medir el exceso de violencia en laprogramación televisiva de entretenimiento se pasaa la preocupación por analizar la construcciónmediática de la violencia real, aquella que ocurrea diario en las ciudades e involucra, mediante lasnoticias, tanto a los criminales como a la Policía;a la ley y el orden, como a la corrupción y a la

    impunidad; a los delincuentes, como a los pobresy a los excluidos de la ciudadanía.

    Elaborados a partir de enfoques críticos quecombinan el análisis sociológico y cultural conmétodos semióticos y hermenéuticos, estos textoscoinciden en afirmar que los medios cumplen unrol político en la escenificación de la violencia cri-minal, en la medida en que muestran estos hechoscomo asuntos de interés público sobre los cualeses necesario hablar y debatir. Para Tabachnik(2000), esta alta visibilidad mediática otorgada a

    la violencia ya no aparece más moralizada como“violencia revolucionaria”, sino como inseguridad,escándalo, corrupción política y exclusión social.

    Textos como los de Reguillo (1998), Rondelli(1998), Rodríguez (2001) y Sodré (2001) señalanque en este proceso de hacer visible la violencialos medios desempeñan un doble papel. Por unaparte, exponen públicamente conflictos socialesque al Estado no le conviene mostrar porquehacen visible su faceta represiva y, muchas veces,arbitraria. Y, por la otra, construyen una agenda

    informativa sobre el crimen y el delito que refuerzael consenso general en favor de la estigmatizaciónsocial y las políticas de seguridad.

    Para Ford (1999) y Fernández (1999)  estenuevo contexto de violencia urbana es proporcionalal protagonismo que adquieren las  narrativas de

     caso —el caso periodístico—, basadas en contarhistorias de crimen y castigo. Según Ford, esteprotagonismo está asociado a un creciente proceso

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    de “narrativización” de la información de interéspúblico, orientada más a alimentar el imaginariosocial que a fomentar el uso público de la razón. Es

    allí precisamente donde ganan relevancia las agen-das mediáticas que hacen uso de las lógicas de latelevisión real y los talk show, cuya fuerza narrativaestá en la singularización del drama humano y delos sujetos que protagonizan la violencia.

    Una posición similar sostiene Mata (2000),quien considera que el caso periodístico, comonarrativa de época privilegiada para escenificar lasmúltiples manifestaciones de la violencia urbana,puede degenerar en la estigmatización de los sujetossociales que son considerados como los portadores

    del conflicto. Para esta autora, convertir los gran-des conflictos que vive la sociedad en relatos decaso, que promueven los estados subjetivos de laspersonas frente a la inseguridad ciudadana, puedellevar a perder de vista la naturaleza pública y laconnotación política de estos conflictos, acrecentán-dose así los miedos privados y las incertidumbresindividuales frente a la violencia.

    Las narrativas “rojas” (Arriaga, 2002; Lara,2004) o “amarrillas” (Macassi, 2002) son igual-mente manifestaciones mediáticas de las trans-

    formaciones contemporáneas de la violencia,que afectan las lógicas periodísticas y develanla relación concomitante entre hechos sociales ycomunicativos. Los valores noticiosos y los códi-gos narrativos se reconfiguran, para dar paso aprocesos dinámicos en los que la oferta de prensaes definitiva en la creación de mentalidades eimaginarios que la sociedad establece sobre laviolencia día a día, e, igualmente, amplía la ofertacomunicativa en las esferas públicas.

    Trabajos como los de Dastres (2002) y Rey

    (2005) desplazan la mirada a la preocupaciónpor la seguridad ciudadana y la importancia quelos medios de comunicación, como constructoresde la realidad, le dan a este tema al ser gestoresde sensaciones de seguridad o no en la concienciacolectiva de la sociedad. Para estos autores, lasrepresentaciones y narrativas mediáticas sondefinitivas en la generación de ambientes segurosen las ciudades latinoamericanas y exponen que el

    cubrimiento informativo es determinante para lacreación de estas sensaciones, sean falsas o no.

    Finalmente, trabajos como los de González

    (2004), López (2004) y Varenik (2004) exponenla necesidad de utilizar los medios de comuni-cación como vehículos necesarios para motivarreformas estructurales en las instituciones delEstado, en torno a temas como el secuestro y laviolencia. Reformar entidades policiales gracias alos escándalos mediáticos e insistir en la coberturade estas problemáticas gracias a un intercambiocomunidad-medios lograría, según este autor,aumentar las capacidades de cada uno para cum-plir la función de mejorar el entorno societal.

    La construcción mediática del otro: medios y  pánico moral 

    Para los trabajos que se agrupan en esta pers-pectiva de análisis, la alta visibilidad mediáticaotorgada al crimen, al delito y al castigo tendríauna consecuencia mayor: la objetivación del miedociudadano que se proyecta en una minoría, la delos portadores del miedo y la sospecha. Se trata,por cierto, de una corriente de investigación que se

    apoya, por una parte, en los estudios sobre pánico moral, desarrollados en Gran Bretaña por StuartHall y el Grupo de Medios de la Universidad deGlasgow, durante los años setenta y ochenta.

    Según estos estudios, en la medida en que losmedios reproducen las relaciones institucionalesdominantes lo que hacen es reforzar y movilizarun pánico de la moral en los miembros de lasociedad contra aquellos asuntos e individuos queamenazan los valores y estilos de vida aceptados. Ypor la otra, en algunas variantes de la hipótesis de

    los indicadores culturales, desarrollada por GeorgeGerbner. Según este autor, el mundo peligrosoque presentan los medios tiende a cultivar en lasaudiencias un sentimiento de temor, vulnerabili-dad y desconfianza, que no es ajeno a la maneraen que las estructuras de poder nos demuestrancuál es nuestro lugar en la sociedad.

    Siguiendo estas perspectivas, autores comoDelgado (1998), Alba (2001; 2002), Saintout (2002) y

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    Vasilachis (2004) señalan que los medios construyenel estereotipo del sujeto criminal, mediante procesosde selección noticiosa y estrategias discursivas que

    operan como mecanismos de control social. Paralos autores, el interés mediático por el crimen y eldelito reafirma un tipo de consenso social basadoen alentar el pánico moral contra la inseguridad,encarnada en la figura desviada del criminal.

    Esto mismo dice Sodré (2001) cuando afirmaque a la exhibición mediática del crimen, el horrory el sufrimiento le prosiguen los llamados a gestio-nar policialmente los conflictos sociales medianteel disciplinamiento de la sociedad.

    Rodríguez (2001), Loyola, Villa y Sánchez

    (2003) y Gaete (2003) llaman a esto con el nom-bre de  criminalización mediática, proceso queconsiste en hacer ver que el criminal está entrenosotros, habita en cualquier parte y puede ata-car en cualquier momento. Así, las personas, alpercibir que viven en una sociedad más violentae insegura, instigan a que el control del Estadosea más exigente y, por tanto, más represivo. Unplanteamiento parecido se encuentra en Reguillo(1998) y Rondelli (1998) cuando afirman que losmedios producen una representación homogénea

    de los sectores subalternos de la sociedad, a quienespersonalizan como sujetos a los que hay que temer.Se refuerza, así, un orden social que iguala laalteridad y la diferencia a la transgresión de la ley,el miedo y la violencia. El marginal, el pobre y elexcluido acaban siendo iguales al delincuente.

    Por último, vale la pena destacar estudiosrealizados por el Observatorio Global de Medios,capítulo Venezuela (2005a), y por Larraín y Valen-zuela (2004), en Chile, donde exponen que lasrepresentaciones sobre los derechos ciudadanos, las

    políticas públicas y los asesinatos que construyenlos medios de comunicación ayudan a elaborar“espirales de odio y violencia” que dejan de ladoel análisis del acontecimiento, y se exacerba elmaniqueísmo, el odio y el repudio. Señalan quela violencia es manejada como mercancía, lo queda como resultado que, dentro de la dinámicasocial, la violencia real sea distinta a la sensaciónsubjetiva de la misma.

    Para García (2000), ninguna investigacióndemuestra que los medios de comunicacióngeneran violencia, pero sí que desempeñan un

    rol instrumental clave en la reproducción delos valores que propician la injusticia social y lainseguridad. Para este autor, los medios podríanfavorecer culturas de confianza que sustituyan lasdel miedo del siglo xxi, al proponer romper loslazos de reproducción histórica de estos compor-tamientos por medio de un uso más estructuradode los procesos comunicativos.

    Las consecuencias de la violencia en losmedios: exposición, efectos y percepciones

    El tercer grupo de trabajos participa en una viejadiscusión: ¿los efectos de los medios de comuni-cación influyen directamente sobre los comporta-mientos de los individuos o, más bien, se trata deuna influencia a largo plazo que opera sobre lasconcepciones del mundo y los niveles de infor-mación que las personas tienen de la realidad?¿Quiénes son los más afectados por las violenciasque transmiten los medios de comunicación?

    El interés analítico de estos trabajos se mueve,

    por tanto, en una doble dirección. Por una parte,están los textos cuya preocupación básica es reflexio-nar, bien sea sobre los efectos negativos que producela violencia mediática en las conductas agresivas delas personas, o sobre la influencia cognitiva que laviolencia escenificada en los medios produce enlas concepciones de mundo asociadas al miedo ya la victimización. Por otra parte, están los textoscuyo interés consiste en indagar las percepcionesque tienen algunos sectores de la audiencia, comolos jóvenes, sobre la violencia que les llega de los

    medios, en especial de la televisión.A este tercer grupo corresponden un total

    de 17 trabajos. La mitad son ensayos académicosbasados en revisiones bibliográficas sobre la natu-raleza de los efectos de los medios en las audiencias,mientras que la otra mitad son informes de inves-tigación que acuden a las metodologías del análisisde contenido, los cuestionarios estructurados y losgrupos de discusión.

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    Reforzamiento , imitación e incitación

    Preocupados por el aumento de los contenidos de

    violencia en los medios de comunicación y por elincremento de la violencia en algunas ciudades deAmérica Latina, algunos textos que se exponenaquí intentan encontrar las relaciones causalesentre ambas situaciones. Sin ofrecer más evidenciaempírica que las tablas donde se muestra el incre-mento en los índices de la violencia criminal enpaíses de la región, estos trabajos coinciden no sóloen recorrer algunas de las teorías sobre los efectosde la comunicación de masas, sino en formularpropuestas que contrarresten el influjo negativo

    de los medios en la sociedad.Casas (1998), por ejemplo, pregunta si la

    representación mediática del crimen y el delito está educando a los receptores en conductas criminalesy generando más violencia de la que existe actual-mente en la sociedad. Hernández (1998), por suparte, sostiene la hipótesis de que la publicidadtelevisiva articula un imaginario basado en elconsumo de mercancías, nunca satisfecho, quees la causa de la frustración de amplias mayoríasnacionales que encuentran su refugio en la vio-

    lencia social.Algo similar plantea Rebollo (1998) en su

    reflexión sobre los contenidos de violencia de laprogramación televisiva en Uruguay. Luego dehacer un recorrido por varias teorías de los efectos,este autor señala que la violencia que transmite latelevisión está generando un tipo de espectadorque, además de ser incapaz de distinguir entrela realidad y la ficción, está socializando diversasconductas delictivas aprendidas de la televisión.Por otro lado, Perencín y Jacob (2000), al repetir

    algunos resultados de investigaciones internacio-nales sobre los efectos de los medios, afirman quelas personas que ven más violencia en la televisiónson, precisamente, las que muestran una mayortendencia a la agresividad, la insensibilización yel miedo.

    Para García (2000), ninguna investigacióndemuestra que los medios de comunicacióngeneran violencia, pero sí que desempeñan un

    rol instrumental clave en la reproducción delos valores que propician la injusticia social y lainseguridad. Para este autor, los medios podrían

    favorecer culturas de confianza que sustituyan lasdel miedo del siglo xxi, al proponer romper loslazos de reproducción histórica de estos compor-tamientos por medio de un uso más estructuradode los procesos comunicativos.

    El mundo hostil y los escenarios del miedo

    Sobre estos últimos efectos de insensibilizacióny miedo se pronuncian otros textos dirigidos aabordar la influencia emocional y cognitiva de

    los medios. Se trata, por cierto, de trabajos queguardan relación con el grupo del segundo capí-tulo, en cuanto coinciden en una preocupacióncomún: el régimen de visibilidad de la violencia enlos medios no puede ser entendido si a la vez no secorrelaciona con las demostraciones de poder, lasdemandas de seguridad ciudadana y la aceleraciónde los estados subjetivos de vulnerabilidad.

    Así, para Vélez (2000), la idea de que vivimosen un mundo más violento, donde el miedo aser víctima de la delincuencia es proporcional

    a las demandas de seguridad personal es unaclara muestra de la influencia de los medios enlas emociones, las creencias y las preocupacionesde las personas. Según este autor, que retomaplanteamientos de las hipótesis de la aculturación y la insensibilización, la percepción de que vivi-mos en sociedades muy violentas se debe a quelos medios, sobre todo la televisión, presentanel mundo como algo hostil, y la violencia comosocialmente deseable, repitiéndola hasta hacerlaparecer inocua, lo cual produce efectos, bien sea

    de miedo o de insensibilización, en los públicosque más se exponen a los medios.

    Algo similar plantea Arias (2004) al argu-mentar que los consumos televisivos de ciertosprogramas, al estar influenciados por muchos con-dicionantes, en lugar de favorecer la comunicaciónla obstruyen, y proponen modos de relacionarseque desencadenan espacios para el ejercicio decomportamientos violentos. Alvarado (2001), por

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    su parte, afirma que algunas narrativas, como lasmelodramáticas, establecen relaciones directas conlos discursos reales de la violencia que afectan las

    percepciones de las audiencias de forma tajante.Precisamente la hipótesis de que los públicosque más ven televisión son los más propensos adesarrollar opiniones y creencias sociales basadasen el temor a la victimización, y en la aceptacióndel uso de la violencia para imponer el orden, esrefutada por Huerta et al. (1999), quienes planteanque las percepciones sobre la violencia provienende marcos diferenciados de referencia. A partir delos resultados de una investigación en Monterrey(México) se afirma que no se encontró evidencia

    empírica que permita respaldar los supuestosde que las personas que ven más televisión sonlas que perciben una mayor posibilidad de servíctimas de la violencia y, por lo mismo, las quetienden a aceptar el uso de la violencia, con finesaparentemente legítimos.

    Las percepciones sobre la violencia

    Ubicados en un lugar acaso más tenue de la inves-tigación, un grupo final de trabajos parte de un

    interés común: relacionar las violencias que trans-miten los medios con los procesos de recepción delas audiencias. A este grupo pertenecen algunosestudios cuya pretensión es aportar evidenciaempírica sobre las opiniones, las percepciones,los usos y las interpretaciones de la violencia quedesarrollan grupos sociales diferenciados, comolos niños, los jóvenes y los adultos, en contextosespaciales y temporales específicos.

    Siguiendo metodologías basadas, por unaparte, en el análisis de contenido de la programa-

    ción televisiva y, por la otra, en encuestas estruc-turadas y grupos focales, los estudios de Bonillay Rincón (1998), con jóvenes en Colombia; del Consejo Nacional de Televisión de Chile (cntv)(1998), con adultos en Chile, y de Hernández yValdivia (2004), con audiencias familiares en estemismo país, concuerdan en algunos resultados.Por ejemplo, en que estos grupos sociales emitenopiniones diferenciadas según los tipos de violencia

    que ven en la pantalla. Para los estudios, si bienestos públicos no definen un solo tipo de violencia,pues su espectro de definiciones es amplio e inesta-

    ble, presentan un mayor consenso cuando se tratade interpelar escenas que muestran la violenciafísica contra las personas y las consecuencias deésta (muerte, mutilaciones, incineración, maltratoy sufrimiento humano).

    Según esto, los públicos identifican violenciasque son más creíbles, legítimas y preocupantes queotras, según los contextos en los cuales se presenta,los rasgos de realismo con los que aparece, losdaños que provoca y las armas que se utilizan.Mientras más gratuita se presenta la violencia,

    menos legítima se percibe. En el caso colombiano,la violencia real que aparece en los telenoticieroses la más preocupante, mientras que en Chile laviolencia en los programas de ficción es menosimpactante y a la vez menos justificada.

    Al respecto, Rey (1998b) plantea que larelación entre los grupos sociales y la violencia nodepende únicamente de que se vea mucha o pocaviolencia en la pantalla, sino de aquello que unasociedad descubre en la televisión, lo que contrastay pone en evidencia. Para este autor, más que

    analizar los tiempos de exposición, importan losrituales, las formas y estrategias de uso y de con-sumo televisivo que tienen las audiencias; interesalo que la televisión significa como referente delas transformaciones que están ocurriendo en lasensibilidad y el entendimiento.

    Barón y Valencia (2001) señalan, por su parte,que el poder mediático de fijar agendas de interéspúblico se pone en juego a partir del uso y la inter-pretación que hace la audiencia de esas temáticas,según sus contextos y prácticas sociales. Para estos

    autores, la percepción de la violencia y el uso dela información que hacen algunas comunidades deinterpretación sobre el conflicto armado en Colom-bia revelan la existencia de una multiplicidad derelatos sobre la guerra y sus agentes, que hacenevidente la impotencia para saber qué está pasandoe imaginar escenarios posibles de futuro.

    Frente al discurso informativo más  oficial delos medios, estas audiencias contraponen descon-

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    fianza, escepticismo y resistencia, pero tambiénaceptación en la medida en que ese mismo discursoles provee información para conocer el estado del

    conflicto, así sea desde relatos fragmentados ydiscontinuos.Trabajos como los de Dastres y Muzzopappa

    (2003) recopilan experiencias internacionales sobreel uso de estrategias comunicativas para dismi-nuir el temor o la violencia, de forma tal que lasaudiencias puedan reducir los niveles de temor, omodificar actitudes de violencia y criminalidad,a partir de un análisis mesurado de los mensajes.La preocupación por agendas “emergentes” sehace evidente en los trabajos de Carvajal (2002) y

    Maronna y Sánchez (2004) al abordar temáticasde violencia doméstica, infancia y abuso sexualinfantil; y al proponer una pedagogía en derechoshumanos para las audiencias que conlleve a enten-der más estructuralmente esta problemática.

    Observaciones 

    La mayoría de los trabajos parten de la preocupa-ción, que a su vez es un interés de investigación,por analizar la cobertura, la transmisión o la repre-

    sentación de diversas modalidades de violenciaen los medios de comunicación. En este sentido,la televisión sobresale como el medio que másatención suscita y el que mayor análisis concentra.Escasos trabajos, por no decir ninguno, se detienenen la radio y en el cine de manera particular, ysolamente uno presta atención al lugar que ocupanotros dispositivos tecnológicos, como Internet, eneste ámbito de la investigación.

    Esta hegemonía de la televisión contrasta, sinembargo, con la generalización. En distintos textos

    se observa que los medios de comunicación apare-cen como una categoría genérica —los medios—.Esto es evidente en aquellos textos que ofrecenacercamientos teóricos y reflexiones especulativasmás que resultados de investigación empírica. ¿Aqué se refieren estos trabajos cuando hablan delos medios? ¿Será que cuando los investigadoresdicen “medios” lo que nombran, específicamente,es la televisión, por su protagonismo de época, o

    quizá se refieren a la prensa, por ser el medio dereferencia más dominante?

    En este punto, la invitación se da hacia la

    elaboración de acercamientos comprensivos ymetodologías de análisis que tengan en cuentalas similitudes, pero también las diferencias entrelos medios de comunicación. Hacer esto puedeser útil en la medida en que permite investigar lasdiferencias en la utilización y el uso que hacen lasaudiencias de los distintos medios; el peso que se leotorga a unos medios con respecto a los demás; elalcance de los formatos, los contenidos y los géne-ros mediáticos; así como las influencias relativas ydiferenciales que éstos tienen en la audiencia.

    En este interés académico por la violenciaen los medios, el terrorismo no aparece como unasunto particular de investigación. Más que unainquietud por el terrorismo como núcleo centralde investigación para analizar, por ejemplo, el rolde los medios frente a las acciones terroristas y losagentes de terror, lo que existió en estos estudiosfue una aproximación a la cobertura informativa yla escenificación mediática de la violencia a partirde tres ejes de atención: los conflictos bélicos, laviolencia política y la violencia criminal.

    Así, en países donde hay —o hubo— con-flictos bélicos y niveles generalizados de violenciapolítica, los medios se analizaron a partir de suscomplejas relaciones en la esfera pública y desdeel rol de los periodistas en escenarios de con-flicto armado que ponen en vilo su autonomía,independencia y seguridad personal. Especialatención mereció la pregunta por la calidad de lavisibilidad pública de la violencia, la guerra y lapaz, así como por los valores-noticia que subyacenen los modos de representar el horror, la muerte

    y la tragedia, pero también la vida, la esperanzay el posconflicto.

    Por su parte, en países donde no hay conflictosbélicos, la visibilidad informativa otorgada a laviolencia apareció ya no como violencia revolucio-

     naria, sino como violencia molecular, asociada ala inseguridad, el escándalo y el crimen. En estecaso, más que una preocupación por los hechos deviolencia presentes en los contenidos de los medios,

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    el interés se centró en analizar las consecuenciasde las producciones mediáticas en la construcciónde un orden social, basado en reforzar el miedo al

     otro y las demandas de seguridad.Para ambos casos, la invitación apunta a laelaboración de estudios comparativos sobre mediosy violencia en distintos países de América Latina.Hacer esto sería útil en la medida en que permitecotejar las agendas de fijación temática y debatepúblico sobre el conflicto armado, la violencia, elterrorismo, el crimen, el delito y el castigo, así comolas valoraciones, las opiniones y los usos socialesy políticos que se hacen de cada una de estassituaciones en los diferentes ámbitos culturales,

    contextos demográficos, órdenes sociales y mediosde comunicación de la región.

    Si nos referimos a los alcances y las limitacio-nes teóricas y metodológicas de cada uno de estosestudios las observaciones apuntan a una dobledirección. En primer lugar, es necesario advertirque en la mitad de los trabajos se constata un inte-rés de aproximación teórica a la relación mediosy violencia desde diversos ángulos de atención.Sin embargo, el propósito de estos textos no esla producción de conocimiento empírico, así se

    hayan apoyado en él, sino el montaje de marcosexplicativos para posibles estudios en el futuro.

    En este punto, vale la pena invitar a la comuni-dad investigativa de la región a redoblar esfuerzospara generar conocimientos que aporten evidenciaempírica mediante estudios sólidos y sistemáticos,y no sólo desde la teorización que, en ocasiones, seconfunde con la especulación. Sobre todo, porquemás que investigaciones que mostraran evidenciaempírica sobre el tema, en algunos textos hubo unadiscusión política y un debate moral a los medios

    y la violencia a partir de posiciones previamenteestablecidas. Aquí la función del lector se parecíaa la de alguien que estaba a favor o en contra delas posiciones en juego.

    En cuanto a lo segundo, es preciso señalarque no basta con conseguir rigor científico sobre labase de exponer resultados dirigidos a los eslabonesmás obvios de la investigación: la cantidad de laviolencia en los medios y la posible relación de esto

    con la conducta agresiva del receptor. En este tipode trabajos queda la sensación de que la violenciafuese un gran sujeto que actúa en abstracto: igual

    en todos los géneros, en todos los formatos y paratodas las audiencias.Así, el interés por cuantificar los actos de

    violencia en los contenidos de los medios parabuscar, por esta vía, la explicación causal sobre elincremento de la violencia en la sociedad terminasimplificando los escenarios complejos de laviolencia a un hecho, un sujeto, una acción, perodesprovistos de sus correlaciones con los referen-tes del conflicto, el antagonismo, las relacionesde poder, dominación, legitimidad, consenso y

    cooperación.Aquí la invitación se dirige a  problematizar 

    no solamente la violencia desde los  hechos, sino,también, la violencia desde los lenguajes, es decir,desde las gramáticas, los dispositivos, los contextosy los órdenes que la (re)producen y la dotan designificación. Distintos trabajos apuntaron en estadirección, sobre todo aquellos que exploraron el rolde los medios en relación con la exclusión social,la alteridad, las sensibilidades, los grupos socialesespecíficos, las opiniones, las percepciones y los

    sentimientos de temor, vulnerabilidad y descon-fianza que tienen las personas sobre las sociedadesen que viven y en las que desearían vivir. Sinembargo, necesitamos conocer más y producirmejor evidencia empírica al respecto.

    Por último, las violencias que identifican losinvestigadores no siempre suelen ser las mismasque perciben las audiencias. La invitación es a laelaboración de estudios que se aproximen a los pro-cesos de comunicación, y no sólo a los medios.Por una parte, es indispensable investigar los pro-

    cesos de producción de los mensajes de violencia,esto es, las lógicas comerciales, políticas y culturalescon las que se fabrican estos mensajes, los agentesprofesionales —productores, realizadores, perio-distas— que allí intervienen. Por otro lado, esnecesario investigar los procesos de recepción dela violencia, esto es, los usos y los contextos espa-ciales y temporales desde donde son “leídas” lasrepresentaciones mediáticas de la violencia, y con

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    esto los consensos, las resistencias y las tensionesque allí se verifican.

    La toma de decisiones y las políticas de

    reglamentación democráticas sobre los medios,que involucra a las autoridades públicas, losproductores y realizadores de la comunicación, lacomunidad académica, los centros de educación yla sociedad civil, debe hacerse, hoy más que nunca,tomando en cuenta esfuerzos investigativos, seriosy sistemáticos, para comprender qué lugar ocupanlos medios en las violencias y qué espacio ocupanlas violencias en los medios.

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