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Virginia Jiménez C.I. 17.506.975 UNIVERSIDAD FERMIN TORO VICERECTORADO ACADEMICO DECANATO DE CIENCIAS ECONOMICASY SOCIALES ESCUELA DE RELACIONES INDUSTRIALES Trampas psicológicas en la toma de decisiones

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Virginia JiménezC.I. 17.506.975

UNIVERSIDAD FERMIN TORO VICERECTORADO ACADEMICO DECANATO DE CIENCIAS ECONOMICASY SOCIALES ESCUELA DE RELACIONES INDUSTRIALES

Trampas psicológicas en la toma de decisiones

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Trampas psicológicas en la toma de decisiones

La toma de decisiones cotidiana, esa que hacemos todos, todos los días y a toda hora,

casi siempre se basa en estimaciones y valoraciones subjetivas. Mientras más hábiles

y expertos seamos en un tema dado, mejores serán las estimaciones que hagamos. 

Sin embargo, estudios en psicología del comportamiento demuestran que la gran

mayoría de nosotros nos dejamos llevar por prejuicios irracionales que nos

inducen a hacer estimaciones equivocadas. Los fenómenos psicológicos que

expongo a continuación han sido observados y verificados empíricamente, son

conocidos y conviene prestarles atención a la hora de tomar decisiones. Si deseamos

decidir lo más objetivamente posible, sobre la base de interpretaciones justas de la

realidad, deberemos evitar caer en las trampas que nuestra mente nos tiende

continuamente.

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1. La trampa del ancla 

¿Qué altura tiene la Torre Eiffel? Imaginemos que

estamos paseando por París y nuestra pareja nos

pregunta por la altura de la torre. No tenemos idea

de cuánto puede medir, de modo que nos damos a

la tarea de hacer una estimación "a ojo de buen

cubero" . Primer caso: nuestra pareja nos dice: "...yo

creo que mide aproximadamente 200 metros... ¿tú

qué opinas?"; Segundo caso: nuestra pareja nos

dice: "...yo creo que mide

aproximadamente 400 metros... ¿tú qué opinas?" Si

somos como la gran mayoría de las personas, la

estimación que hagamos de la altura de la torre

será mayor si nuestra pareja nos hace la pregunta

como en el segundo caso (400 metros). La mente da

una importancia desproporcionada a la

primera información que recibe.

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 La trampa de la resistencia al cambio La resistencia al cambio es un fenómeno que todos hemos experimentado

alguna vez. Hay muchos ejemplos. En general, si somos como la mayoría de

la gente, el cambio nos produce ansiedad y encontramos confort en

el estatus-quo. Esto influye por supuesto en la toma de decisiones,

pues tendemos a dar valoraciones desproporcionadamente altas a la

opción de quedarnos como estamos (estatus-quo), a pesar de tener otras

opciones objetivamente superiores.

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La trampa de los costos irrecuperablesSupongamos que vamos viajando por carretera y se nos presenta una

bifurcación inesperada. Tras una breve reflexión decidimos tomar el camino

de la derecha. Continuamos conduciendo durante 15 minutos y nos damos

cuenta de que nos hemos equivocado. Probablemente hubiésemos llegado

antes a nuestro destino de haber tomado el camino de la izquierda. Sería

más rápido detenernos ahora, regresar a la bifurcación y tomar el camino de

la izquierda. Pues bien, un sorprendente número de personas no lo hacemos,

continuamos por el camino equivocado porque nos cuesta aceptar la

pérdida de tiempo. Frecuentemente tomamos decisiones que tienden a

justificar decisiones pasadas, por muy malas que éstas hayan sido.

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La trampa de ver lo que nos da la gana Supongamos que estamos en contra de la pena de muerte. Alguien llega y

nos da dos informes, igualmente convincentes, uno que argumenta los

puntos a favor y otro que argumenta los puntos en contra de la pena de

muerte. Si somos como la gran mayoría de las personas, después de leer

ambos informes estaremos más convencidos de nuestro punto de

vista inicial, ¡sin importar cuál haya sido éste! Al leer los dos informes,

inconscientemente buscaremos y resaltaremos información que afirme

nuestro punto de vista y evitaremos tomar nota de información que lo

contradiga.

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 La trampa de la forma de hacer las preguntas 

La manera de hacer preguntas influye profundamente en las respuestas que

obtenemos. Por ejemplo, supongamos que nos toca renovar nuestro carnet

de conducir. Al hacerlo, en la oficina de tráfico nos dan un formulario en el

que se lee: "[ ] Marque si desea ser donador de órganos una vez que haya

fallecido". Se ha demostrado empíricamente que se obtendría una lista

mucho mayor de oferentes de órganos si se formulara la pregunta

de la siguiente manera: "[ ] Marque si NO desea ser donador de órganos

una vez que haya fallecido". Consecuentemente, algunos países están

modificando la ley para que se les permita formular la pregunta de la

segunda forma y así contar con una lista más numerosa de oferentes

potenciales de órganos. Existen también otras maneras de hacernos caer en

esta trampa, especialmente cuando al hacer la pregunta se toma en cuenta

la aversión al riesgo que naturalmente tenemos la gran mayoría de las

persona.

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 La trampa del exceso de autoconfianza En general, cuando hacemos estimaciones tendemos a creer que son

más exactas de lo que realmente son. Supongamos que nos piden

estimar la altura de la Torre Eiffel. Nuestra estimación es: "de 270 a 300

metros" ¿Suena razonable? Hemos dado un margen de error

de aproximadamente un 10%.  Sin embargo, estudios en psicología cognitiva

demuestran que el margen de error de las estimaciones que hace la gente

común es del 20 al 30%. Si asumimos que nuestras estimaciones son más

precisas de lo que realmente son, es decir, si pecamos de "exceso de

autoconfianza", estaremos incrementando innecesariamente el nivel de

riesgo que asumimos en la decisión que estamos tomando.

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La trampa de los raros eventos catastróficos 

La gran mayoría de la gente amplifica la probabilidad de que

ocurran raros eventos catastróficos. Por ejemplo, experimentamos más

ansiedad al viajar en avión que al viajar en coche, pese a que (en general)

la probabilidad de tener un accidente de avión es mucho menor que la

probabilidad de tener un accidente de coche. Esto se debe a que los raros

eventos catastróficos reciben mucha mayor atención mediática y nuestro

cerebro tiende a asociar la frecuencia del evento con la intensidad con la

que se nos transmite la noticia.

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La trampa de los estereotipos Supongamos que nos presentan a Juan, un tipo bajito, más bien delgado, con

gafas circulares, con peinado raya al medio. ¿Es más probable que Juan sea

bibliotecario o comercial de empresa? La gran mayoría de las personas

diríamos que es más probable que sea bibliotecario, sin tomar en cuenta que

en el mundo existen muchos más comerciales de empresa que

bibliotecarios. Al hacer estimaciones, tendemos a dejarnos llevar por

estereotipos irracionales que muy frecuentemente nos inducen al

error. El hecho de que exista un mayor número de comerciales de empresa

que de bibliotecarios implica que sea más probable (o al menos más

probable de lo que pensamos) que ese tipo bajito, más bien delgado, con

gafas circulares, con peinado raya al medio sea comercial de empresa.

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La trampa del exceso de prudencia Supongamos que un directivo pide a su subordinado que haga una

estimación de las ventas del próximo año. Éste, a su vez, pide al técnico

de marketing que haga la estimación, ya que "es él quien trabaja con los

datos de campo". Se ha demostrado que en estos casos lo más probable

es que el técnico de marketing haga una estimación precisa, pero al

comunicarla la distorsione "hacia el lado de la seguridad". Luego,

sobre esa estimación, el subordinado la modificará un poco más "hacia el

lado de la seguridad" y la transmitirá al directivo. Este, a su vez, al tomar

la decisión considerará la estimación que su subordinado, modificándola

una vez más "hacia el lado de la seguridad". Como consecuencia, la

decisión final será tomada sobre la base de una estimación

exageradamente distorsionada, alejada de la realidad.

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 La trampa de la buena racha 

supongamos que estamos jugando a los dados y en los cuatro

últimos tiros hemos sido muy afortunados. Si somos como la

generalidad de las personas, tenderemos a creer que existe una

probabilidad exageradamente alta ("la mano mística", la "suerte")

de que el siguiente tiro nos sea también favorable. Esta creencia

ilusoria ha sido la ruina de muchos jugadores compulsivos y puede

llevarnos también a nosotros a tomar malas decisiones.

Objetivamente, la fortuna que hayamos tenido en los cuatro

tiros anteriores no afecta el resultado del próximo tiro.

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La trampa de los muy afortunados 

Muchos de nosotros pensamos que no somos buenos en los juegos de azar

porque "casi nunca ganamos". A muchos de nosotros nos ha pasado que al

jugar al bingo, por ejemplo, Nacho gana varias veces seguidas, o Ángeles, o

Pedro, o María... pero casi nunca nos toca a nosotros ¿Significa esto que

tenemos mala suerte? La respuesta es NO. La probabilidad de que ganemos

varias veces seguidas es muchísimo menor que la probabilidad de que alguien

más (cualquiera que sea)gane varias veces seguidas. Esto nos hace

percibir erróneamente que la suerte nunca nos llega y que siempre

hay alguien más afortunado que nosotros. Nos cuesta mucho entender

que en los juegos de azar todos tenemos la misma probabilidad de ganar o

perder y que, sin embargo, es muy probable que haya por ahí algún

"suertudo(a)" que gane varias veces seguidas. En unos casos será Nacho, en

otros será María, en otros Ángeles, pero difícilmente seremos nosotros... en

especial si no nos gustan los juegos de azar y jugamos poco frecuentemente.