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VIVIENDO NUESTRA FE Y el Verbo se hizo carne ARZOBISPADO DE LIMA | DICIEMBRE 2012 SUBSIDIO PASTORAL DEL ARZOBISPADO DE LIMA | AÑO DE LA FE # 03 Hace más de dos mil años, unos reyes magos ve- nidos desde Oriente, decidieron tomar unos regalos y salir en busca de un niño que estaba a punto de nacer. Ellos no conocían al niño ni tampoco a sus pa- dres, pero los regalos que llevaban eran propios de un rey, ya que sabían que el que iba a nacer sería el rey de los judíos. Hoy la realidad guarda mucha similitud con aquel momento histórico. Todas las calles se van vistien- do de fiesta, y sin darnos cuenta, los regalos se van volviendo protagonistas de este tiempo. Las casas comerciales tienen las mejores ventas del año y la publicidad inunda todos los rincones de la ciudad, in- vitándonos a comprar un regalo para cada uno de nuestros seres queridos. Sabemos que es un tiempo importante por el “nacimiento de un rey”, pero mu- chas veces olvidamos quién es ese Rey y por qué es tan importante celebrar su nacimiento, incluso dos mil años después. Por ello, en este Año de la Fe, es bueno preguntar- nos: ¿Por qué es importante celebrar el nacimiento de Jesús? ¿Qué relación tiene con mi vida personal y con la vida de la humanidad? Siguiendo el signo de la estrella Luego del pecado original la experiencia de dolor, ruptura y sufrimiento se hizo cotidiana, y el hombre clamaba a Dios por la salvación del pecado. En el gran marco de la historia de la salvación, el Pueblo de Israel fue elegido por Dios para ser destinatario de una promesa: Dios no dejaba solos a los hom- bres sino que los liberaría del pecado y de la muerte, les daría la salvación. Los profetas habían anunciado de muchas maneras que “Dios estaba cerca” y que pronto sería enviado un Salvador. Si bien los reyes magos no pertenecían al pueblo ju- dío, vieron en aquella misteriosa estrella un signo del cumplimiento de las profecías y decidieron ponerse en marcha. La estrella en la tradición cristiana es un símbolo de la fe, que nos guía en nuestra peregrina- ción por las cañadas oscuras de este mundo al en- cuentro gozoso con el Señor. Siguiendo la estrella los reyes encontraron la pobre aldea de Belén, donde vieron que otra promesa se había cumplido: el Salvador anunciado por los pro- fetas había nacido de una Virgen, cumpliendo así las palabras del profeta Isaías: «He ahí que una virgen está encinta y va a dar a luz un hijo» 1 . El recién naci- do no era un rey más del pueblo judío, sino que era el Salvador que Dios había enviado para redimir a la humanidad. Era el Emmanuel, el «Dios con no- sotros» 2 , el Hijo del Padre que venía a la tierra para reconciliar a los hombres con Dios. Era algo inaudito, pues Dios, el Todopoderoso y Eterno, a quien nadie podía ver, se hizo uno de nosotros, asumiendo la fra- gilidad y debilidad de la condición humana en todo menos en el pecado. En Belén, hace dos mil años, ocurría así algo que su- peraba cualquier expectativa, algo que iba más allá de lo que cualquier profeta, maestro o rey de las in- numerables culturas y pueblos podía imaginar: Dios se hacía presente en el mundo por medio de su Hijo. Se trata de un misterio que nunca vamos a poder comprender totalmente. Muchas veces no somos capaces de sopesar la importancia que tiene el mis- terio de la Encarnación para nuestra propia felicidad. Dios es “Alguien” que no sólo todo lo puede y todo lo sabe, sino que ha salido a nuestro encuentro por amor. Él nos conoce plenamente de manera perso- nal y es Alguien con quien nos podemos relacionar y entablar una amistad real. Dios se hizo hombre para reconciliarnos y mostrarnos quiénes somos realmen- te. Él se encarnó por todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo responder a este inmenso regalo que Dios nos hace? ¿Cómo responder a este don? Creer en Dios y creerle a Dios No es difícil constatar que estamos en un mun- do donde hay constantemente grandes progresos tecnológicos y científicos. Esto nos podría llevar a pensar que el mundo progresa para bien. La medi- cina, los medios de comunicación, las posibilidades económicas, ofrecerían una cierta seguridad ante el futuro. El desarrollo científico y tecnológico suscita en algunas personas un prejuicio frente a la fe. Para Encuentra más información en www.arzobispadodelima.org/annusfidei

Viviendo Nuestra Fe N°3

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Subsidio mensual de noviembre por el Año de la Fe, elaborado por el Arzobispado de Lima

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Y el Verbo se hizo carne

ARZOBISPADO DE LIMA | DICIEMBRE 2012

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A FE

# 03

Hace más de dos mil años, unos reyes magos ve-nidos desde Oriente, decidieron tomar unos regalos y salir en busca de un niño que estaba a punto de nacer. Ellos no conocían al niño ni tampoco a sus pa-dres, pero los regalos que llevaban eran propios de un rey, ya que sabían que el que iba a nacer sería el rey de los judíos.

Hoy la realidad guarda mucha similitud con aquel momento histórico. Todas las calles se van vistien-do de fiesta, y sin darnos cuenta, los regalos se van volviendo protagonistas de este tiempo. Las casas comerciales tienen las mejores ventas del año y la publicidad inunda todos los rincones de la ciudad, in-vitándonos a comprar un regalo para cada uno de nuestros seres queridos. Sabemos que es un tiempo importante por el “nacimiento de un rey”, pero mu-chas veces olvidamos quién es ese Rey y por qué es tan importante celebrar su nacimiento, incluso dos mil años después.

Por ello, en este Año de la Fe, es bueno preguntar-nos: ¿Por qué es importante celebrar el nacimiento de Jesús? ¿Qué relación tiene con mi vida personal y con la vida de la humanidad?

Siguiendo el signo de la estrella

Luego del pecado original la experiencia de dolor, ruptura y sufrimiento se hizo cotidiana, y el hombre clamaba a Dios por la salvación del pecado. En el gran marco de la historia de la salvación, el Pueblo de Israel fue elegido por Dios para ser destinatario de una promesa: Dios no dejaba solos a los hom-bres sino que los liberaría del pecado y de la muerte, les daría la salvación. Los profetas habían anunciado de muchas maneras que “Dios estaba cerca” y que pronto sería enviado un Salvador.

Si bien los reyes magos no pertenecían al pueblo ju-dío, vieron en aquella misteriosa estrella un signo del cumplimiento de las profecías y decidieron ponerse en marcha. La estrella en la tradición cristiana es un símbolo de la fe, que nos guía en nuestra peregrina-ción por las cañadas oscuras de este mundo al en-cuentro gozoso con el Señor.

Siguiendo la estrella los reyes encontraron la pobre aldea de Belén, donde vieron que otra promesa se había cumplido: el Salvador anunciado por los pro-fetas había nacido de una Virgen, cumpliendo así las palabras del profeta Isaías: «He ahí que una virgen está encinta y va a dar a luz un hijo»1. El recién naci-do no era un rey más del pueblo judío, sino que era el Salvador que Dios había enviado para redimir a la humanidad. Era el Emmanuel, el «Dios con no-sotros»2, el Hijo del Padre que venía a la tierra para reconciliar a los hombres con Dios. Era algo inaudito, pues Dios, el Todopoderoso y Eterno, a quien nadie podía ver, se hizo uno de nosotros, asumiendo la fra-gilidad y debilidad de la condición humana en todo menos en el pecado.

En Belén, hace dos mil años, ocurría así algo que su-peraba cualquier expectativa, algo que iba más allá de lo que cualquier profeta, maestro o rey de las in-numerables culturas y pueblos podía imaginar: Dios se hacía presente en el mundo por medio de su Hijo.

Se trata de un misterio que nunca vamos a poder comprender totalmente. Muchas veces no somos capaces de sopesar la importancia que tiene el mis-terio de la Encarnación para nuestra propia felicidad. Dios es “Alguien” que no sólo todo lo puede y todo lo sabe, sino que ha salido a nuestro encuentro por amor. Él nos conoce plenamente de manera perso-nal y es Alguien con quien nos podemos relacionar y entablar una amistad real. Dios se hizo hombre para reconciliarnos y mostrarnos quiénes somos realmen-te. Él se encarnó por todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo responder a este inmenso regalo que Dios nos hace? ¿Cómo responder a este don?

Creer en Dios y creerle a Dios

No es difícil constatar que estamos en un mun-do donde hay constantemente grandes progresos tecnológicos y científicos. Esto nos podría llevar a pensar que el mundo progresa para bien. La medi-cina, los medios de comunicación, las posibilidades económicas, ofrecerían una cierta seguridad ante el futuro. El desarrollo científico y tecnológico suscita en algunas personas un prejuicio frente a la fe. Para

Encuentra más información en www.arzobispadodelima.org/annusfidei

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Y EL VERBO SE HIZO CARNEVIVIENDO NUESTRA FE #03

muchos es cada vez más difícil creer en lo que no se puede ver, en lo que no se puede cuantificar ni constatar por medio de los sentidos.

Por otra parte, en no pocas situaciones los mismos “pro-gresos” logrados muestran sus límites y carencias. Muchas veces, la evolución tecnológica, en lugar de servir al desa-rrollo humano y mejorar las relaciones entre las personas, se convierte en un instrumento de opresión, de disparidades inicuas o de catástrofes incontrolables. Crece así en noso-tros una cierta insatisfacción que nos lleva a constatar que en esos progresos materiales no están todas las respuestas. En el fondo de nuestros corazones nos damos cuenta de que no podemos vivir sólo de las cosas materiales sino que «tenemos necesidad de amor, de significado y de esperan-za, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico también en la crisis, las oscuridades, las dificultades y los problemas cotidianos»3.

Eso fue lo que descubrió y vivió la Virgen en Nazaret. Su apertura a Dios hizo posible que el Señor Jesús se encarnara para vivir, morir y re-sucitar por nosotros. Ella no sólo creyó en Dios, sino que también le creyó a Dios, y por eso no dudó en pronunciar aquel “Há-gase” que dio paso a nuestra salvación. La Madre nos enseñó así que también nosotros debemos vivir «un confiado entregarse a un “Tú” que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no me-nos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia»4.

Santa María cree en Dios no porque ne-cesita inventarse algo para explicar lo que no entiende. Cree porque, en apertura a la gracia divina, reconoce a Dios como fun-damento último de toda su vida, reconoce a Dios que es Amor y que «no puede engañarse ni enga-ñarnos»5. Ella tiene la certeza de que Dios existe y que ama a los suyos, y que Él obra para salvar a la humanidad. La Virgen María nos enseña que la fe no es una irracionalidad o un absurdo, sino una respuesta a Alguien. Es una respuesta a Dios que quiere caminar junto a nosotros, encontrarse cara a cara con nosotros, para conducirnos al encuentro pleno y definitivo con Él. Nuestra fe no es creencia en una deidad abstracta, sino es fe en Jesucristo, verdadero hombre y ver-dadero Dios, que se entregó por nosotros los hombres para nuestra salvación.

Mi respuesta de fe en el Señor Jesús

Podemos ver en Santa María la manera de responder al in-merecido regalo que Dios nos dio. Ella es la mujer de la fe viva que se vuelve un “Hágase” amoroso. Nuestra Madre nos enseña que la fe es un «acto con el que me confío libre-mente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un “Tú” que me dona esperanza y confianza»6. Ese amor de Dios por cada uno de nosotros se manifiesta de modo privi-legiado a lo largo de toda la vida de Jesús. De hecho, «Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno

de nosotros, es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra en el modo más luminoso hasta qué punto llega este amor, hasta el don de sí mismo, hasta el sacrificio total»7.

A pesar de que los reyes magos visitaran el portal de Belén hace más de dos mil años, y por tanto no podemos saber cómo se sintieron ni cómo se habrán maravillado, sí sabe-mos que seguimos recordando aquel día maravilloso, aquel día de salvación en el que nació nuestro Reconciliador. El hombre recibió del Padre el mejor de los regalos: a su Hijo unigénito para que sea su auténtico amigo. Ese día, el Padre nos regaló a Jesús.

¿Cómo responder a este inmenso don? Ciertamente la fe es la respuesta que el hombre está invitado a dar al don re-cibido. Creemos que Dios se hizo hombre por nuestra sal-vación. Nuestra fe, sin embargo, no puede ser una fe pasiva o tímida. La fe con la que debemos responder al inmenso regalo del Padre nos lleva a entregarnos a Dios amándolo

con todo nuestro corazón y todas nues-tras fuerzas. Por ello parte fundamental de esa respuesta supone conocer lo que Dios ha hecho por nosotros, ateso-rar –como lo hizo Santa María– todas aquellas maravillas con las que Dios nos ha ido bendiciendo a lo largo del tiempo. Nada de esto será suficiente, sin embar-go, si en esa entrega no hacemos vida el amor que Dios ha derramado en nues-tros corazones. La respuesta de fe nos lleva a la entrega amorosa, a amar a Dios y a nuestros hermanos como Jesús nos ha amado.

¿Por qué es necesario creer en Jesús? Porque en Jesús es Dios mismo quien sale a nuestro encuentro para reconciliar-

nos. Creer en Jesucristo es «el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación»8. Creemos en Él porque es el «único Salvador del mundo»9, y por eso en Jesús nuestros sufrimientos y alegrías, nuestras tristezas y gozos, nuestros anhelos y esperanzas, son escuchados y encuentran senti-do definitivo. El Apóstol San Pablo nos da un testimonio de lo que significa creer en Jesús, de haber hecho de Él el centro de la propia vida: «Esta vida que vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me ha amado y se ha entregado Él mismo por mí» (Gal 2,20).

1. Is 7,14.2. Mt 1,23. 3. Benedicto XVI, Audiencia general, 24/10/2012.4. Íbid.5. Catecismo de la Iglesia Católica, 156.6. Benedicto XVI, Audiencia general, 24/10/2012.7. Íbid.8. Benedicto XVI, Porta fidei, 3.9. Íbid 6

REFERENCIAS

La fe con la que debemos responder

al inmenso regalo del Padre

nos lleva a entregarnos a Dios amándolo con todo

nuestro corazón y todas nuestras

fuerzas.

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Y EL VERBO SE HIZO CARNEVIVIENDO NUESTRA FE #03

1. Lee y medita con atención el siguiente pasaje bíbli-co: «Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué sig-nificaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a conce-bir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios”. Dijo María: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel dejándola se fue» (Lc 1,26-38).

a. ¿Eres de verdad consciente que Dios se en-carnó en el Seno de la Virgen María para traerte la salvación?

CITAS PARA LA ORACIÓN • Cómo debemos vivir el Adviento:

Rm 13,11-15; Flp 4,4-5; 2 Cor 4,16-18.

• Qué celebramos en la Navidad:Jn 1,1-18; Tito 3,4; Is 9,1-3.5-9.

• Cómo debemos acoger a Jesús:Lc 1,38; Ap 3,20; Mt 2,10-12.

• La señal del Mesías: Is 7,14; Mt 1,23.

• La fe en Jesucristo: Jn 6,29; 14,1; Hch 2,36; 2Tim 1,12; Gal 2,20; 1Jn 3,23.

Trabajo de meditación

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO1. ¿Qué tan consciente eres del misterio

que celebramos en Navidad?2. ¿Qué significa en tu vida el que Dios se

haya hecho hombre para salvarte?3. ¿Cómo te estás preparando para vivir la

Navidad?4. ¿Qué tanto influye en ti y en tu familia el

consumismo comercial en Navidad?

COMPROMISO PRÁCTICO1. Conseguir una Corona de Adviento y

encender una vela cada domingo en familia.

2. Confesarme y comulgar en la Misa de Navidad.

3. Hacer alguna donación a una familia pobre en esta Navidad.

b. ¿Respondes a la iniciativa de Dios con un “hágase” como el de María?

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Envíanos información de tu comunidad parroquial a:[email protected]

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ARZOBISPADO DE LIMAOficina de PastoralJirón Chancay 282. Cercado de LimaTeléfono: (511) 203-7718 Fax: (511) 333-0015 Síguenos

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¿QUÉ SIGNIFICA CREER?VIVIENDO NUESTRA FE #03

2. Reflexiona el siguiente pasaje bíblico: «Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos ma-gos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha naci-do? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle». Ellos se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.» (Mt 2,1-3.9-12).

a. Este tiempo de Navidad, ¿es un tiempo de alegría y júbilo para ti por el nacimiento del Salvador?

* Agradecemos al Movimiento de Vida Cristiana que ha colaborado en la elaboración de este subsidio. Puede ser reproducido para usos pastorales.

un simple asentimiento intelectual del hombre a las ver-dades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un «Tú» que me dona esperanza y confianza. Cierto, esta adhesión a Dios no carece de contenidos: con ella somos conscientes de que Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Cristo; ha dado a ver su rostro y se ha hecho realmente cercano a cada uno de noso-tros.» (S.S. Benedicto XVI, Catequesis, 24/10/2012).

a. ¿Cómo es tu fe? ¿Es sólo una aceptación intelectual?

b. ¿Qué regalos puedes ofrecerle a Jesús -al igual que los reyes magos- en esta Navidad?

3. Lee el siguiente texto del Papa Benedicto XVI:

«El pan material no es lo único que necesitamos; tene-mos necesidad de amor, de significado y de esperanza, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico también en la cri-sis, las oscuridades, las dificultades y los problemas co-tidianos. La fe nos dona precisamente esto: es un con-fiado entregarse a un «Tú» que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es

b. ¿Crees en Dios y le crees a Dios?

c. ¿Te entregas a Dios con una libre confianza como quien confía en el más cercano de sus amigos?