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Viviendo Nuestra Fe N°5

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Subsidio mensual de febrero de 2013 por el Año de la Fe, elaborado por el Arzobispado de Lima

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E¿Cómo se

revela Dios?

ARZOBISPADO DE LIMA | FEBRERO 2013

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# 05

En este Año de la Fe, la Iglesia nos invita a fortalecer nuestro asentimiento de la fe. ¿Qué signifi ca esto? Signifi ca profesar: sí, creo en Dios y le creo a Dios; creo en Él y creo en todo aquello que Él nos ha ma-nifestado. Por ello, fortalecer nuestra fe signifi ca tam-bién profundizar en el contenido de lo que creemos, es decir, en las verdades de nuestra fe.

Muchas veces podemos encontrarnos con per-sonas —tal vez nosotros mismos— que se pre-guntan: ¿Cómo puedo conocer a Dios? ¿Cómo y dónde encuentro lo que Él nos ha comunicado?

Tal vez lo primero sea comprender que podemos co-nocer a Dios porque Él se nos ha dado a conocer. Él, desde que nos creó, ha optado por manifestarse al ser humano, por comunicarse con nosotros, por revelar-se. Dios ha sembrado en lo más profundo de nuestro ser el anhelo de infi nito, la búsqueda de la Verdad; an-helo y búsqueda que encuentra su respuesta defi nitiva en la comunicación que Dios hace de sí mismo.

Pero, ¿Cómo Dios se ha dado a conocer? ¿De qué modo Él se ha acercado a nosotros?

Revelación Natural

Mediante la razón, el hombre puede llegar a conocer a Dios con certeza a partir de las obras de la Crea-ción. Este primer modo de conocimiento que es ac-cesible a todos los hombres de buena voluntad es llamado Revelación Natural.

Sin embargo, la Revelación Natural no es sufi ciente para conocer quién es Dios y cuál es su designio de salvación para nosotros. Para ello es necesario que Dios se revele mediante la Revelación Divina o Re-velación Sobrenatural. Esta revelación divina se ha dado a lo largo de la historia de la humanidad, de diversos modos y en diversas etapas.

Antes y después de Cristo

Sabemos que el momento culminante de la Revelación de Dios se da con la venida de su Hijo al mundo. La historia se divide en dos momentos: antes de Cristo y después de Cristo. En este sentido, la Encarnación del

Verbo marcó el fi n de una era y el comienzo de otra.

Sin embargo, ya antes de Cristo se da un progresivo acercamiento de Dios al hombre, que el Catecismo llama “etapas” de la Revelación1.

Una primera etapa de la Revelación es la misma creación del mundo y del ser humano. Desde el pri-mer momento, el hombre tiene una relación con Dios, quien sopló su Espíritu dando vida a nuestros prime-ros padres, y se comunicó personalmente con ellos en el jardín del Edén. Estos dos primeros capítulos del Génesis, cargados de fuerza simbólica, expresan la comunión íntima y la justicia original que resplan-decía en los orígenes, antes de la caída. Llamamos a ese momento “revelación primitiva”.

Esta situación inicial de comunión y encuentro entre Dios y el hombre se vio quebrada por el pecado origi-nal. El hombre le da la espalda a Dios y se aleja pro-gresivamente de Él2. Sin embargo, Dios no responde con la misma moneda, y en el momento mismo de la caída original le anuncia que no lo dejará en la es-clavitud del pecado sino que le dará la salvación3. Se inicia así un camino en el cual Dios se acerca al ser humano y lo va preparando progresivamente para su manifestación defi nitiva.

Al contemplar ese proceso de siglos y siglos, vemos que Dios actúa libremente, movido por el amor al hombre. Dios sale al encuentro del ser humano por amor, no porque esté obligado a hacerlo; y el ser hu-mano, por su parte, tampoco es nunca obligado por Dios. Dios respeta nuestra libertad y nos invita a aco-ger su amor divino y su revelación.

La fi delidad de Dios a su promesa se pone de mani-fi esto claramente en la elección de algunos persona-jes históricos: Noé, Abraham, Moisés y los profetas. Ellos marcaron nuevas etapas de ese progresivo acercamiento –mediante hechos y palabras- de parte de Dios. En el antes de Cristo, vemos cómo Dios fue preparando la re-ligación (de ahí el origen del término “religión”) de los hombres con su Creador, es decir la Salvación. En este camino, una palabra expresa el modo cómo Dios se comprometió con el hombre y el hombre con Dios: la Alianza.

Encuentra más información en www.arzobispadodelima.org/annusfi dei

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La fe que recibimos y vivimos

en la Iglesia, es el camino por el cual acogemos y

prestamos nuestro asentimiento a todo lo que Dios nos ha

revelado.

¿CÓMO SE REVELA DIOS?VIVIENDO NUESTRA FE #05

La Antigua y la Nueva Alianza

En la Antigua Alianza vemos que muchos hombres y mu-jeres respondieron al llamado de Dios4. Él se fue haciendo presente en la historia de la humanidad con la elección de un pueblo, el pueblo de Israel. A través de personas, institu-ciones, escritos y signos, el Señor una y otra vez muestra la fi delidad a sus promesas de salvación.

La historia del Pueblo de Dios nos muestra una de las princi-pales características de la Revelación: la pedagogía divina y su adecuación al hombre. Es decir, Dios habló a los hombres de un modo en el que podía ser comprendido, en lenguaje humano, considerando las características propias de las per-sonas, de su cultura y su tiempo.

Esta progresiva revelación de Dios en la historia llegó a su etapa defi nitiva en Jesucristo: por medio de Él, Dios nos ha comunicado todo de sí mismo, y nos ha dado a cono-cer también quiénes somos como personas y el misterio del mundo. En Cristo, Dios se ha manifestado totalmente porque Él es la Palabra misma que ha puesto su morada entre nosotros. Por el sacrifi cio de Cristo en la Cruz, Dios selló una “nueva y eterna Alianza” con los hombres, y al resucitar nos participa su vida divina, aquella que se nos comunica por la efusión del Espíritu Santo.

De modo que podemos decir que el Se-ñor Jesús es el mediador entre Dios y los hombres y que Él es la plenitud de la Re-velación, de la comunicación que ha hecho Dios de sí mismo al ser humano.

Tradición viva y Sagrada Escritura

Pero, ¿Cómo llegamos a conocer a Jesu-cristo, puesto que Él ha vivido hace tantos siglos? ¿Cómo conocer a alguien que parece estar tan distante de nosotros en el tiempo?

Para responder a esa pregunta pongamos un ejemplo: ima-ginemos una investigación familiar acerca de nuestros tata-rabuelos. Sabemos que ellos necesariamente han existido pues de lo contrario, nosotros ¡no existiríamos! Y aunque no los hemos conocido personalmente, podemos llegar a conocer algo de esas personas por medio de una tradición familiar. A través de los testimonios, directos e indirectos de su existencia, podemos descubrir sus nombres, saber dónde trabajaron, cuántos hijos tuvieron, conocer las fechas de su nacimiento, matrimonio, fallecimiento, etc. Quizás podamos ir al lugar donde vivieron, aprender algo de la herencia que ellos dejaron y los valores familiares que nos han transmiti-do. Y podemos decir algo más: si alguno de ellos ha dejado una obra de carácter personal (un libro de poemas, cuentos, autobiografía, composiciones musicales, o quizás algo que otros escribieron acerca de ellos, etc.) podemos conocer sus pensamientos y sentimientos, sus afectos y emociones, de modo que esos escritos son un testimonio valioso de su per-sona, y nos sirven también para conocerlos mejor.

El ejemplo de la investigación familiar acerca de los tata-rabuelos puede ayudarnos a entender un poco la forma como conocemos la Revelación de Dios. Las etapas de la Revelación divina, y sobre todo su expresión defi nitiva en Jesucristo, han llegado a nosotros a través de la Tra-dición de la Iglesia y de la Sagrada Escritura. La Sagrada Tradición es la transmisión viva y oral de la Palabra de Dios; la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios que ha sido puesta por escrito.

Al leer los Evangelios y los demás libros del Nuevo Tes-tamento, nos remitimos al testimonio de nuestros “tata-rabuelos” en la fe: los primeros cristianos, los Apóstoles que compartieron el día a día al lado de Cristo. Por eso, es fundamental leer la Biblia en el mismo Espíritu con que ha sido escrita5, e interpretarla en comunión con esa Tradición viva en la cual se gestaron sus escritos. Dicho de otra forma: hemos de leer la Sagrada Escritura en co-munión con la Iglesia, que peregrina a lo largo de los si-glos y que, por medio de su Magisterio, custodia y trans-

mite fi elmente el conjunto de verdades de fe que estamos invitados a creer.

El ejemplo que hemos señalado tiene una limitación, como todo ejemplo, y es que la vida de nuestros tatarabuelos tal vez ya no nos interesa tanto, pasadas ya varias décadas, o no tiene mucho que ver con nuestra vida aquí y aho-ra. Pero esto no ocurre en relación al Hijo de Dios hecho hombre. Jesucristo es el mismo Ayer, Hoy y Siempre (Heb 13,8) y aunque Él vivió en la tierra hace ya más de 2000 años, su existencia y su acción no son solamente aconteci-mientos del pasado, puesto que Él ha resucitado y está vivo y presente en medio de nosotros. Su vida y sus pa-

labras tienen plena actualidad: iluminan nuestro pasado, son efi caces en nuestro presente y nos hacen mirar el futuro con Esperanza y confi anza en Él. La fe que recibimos y vivimos en la Iglesia es el camino por el cual acogemos y prestamos nuestro asentimien-to a todo lo que Dios nos ha revelado. Jesús confi ó a su Iglesia la custodia y la transmisión de la Revelación. Nosotros debemos esforzarnos por profundizar cada día más el don precioso de la Revelación, procurando co-nocer más y más a Cristo, escuchar su Palabra, leer el Catecismo de la Iglesia y ahondar en las verdades de nuestra fe.

¿Cómo se revela Dios? En resumen, se revela en Jesu-cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. El Espíritu Santo nos garantiza que esa revelación sea escuchada con piedad, custodiada con exactitud, y expuesta con fi -delidad por la Iglesia a lo largo de los siglos6.

En comunión con la Iglesia, estamos llamados a escu-char la voz del Señor, acoger su mensaje de reconcilia-ción y seguir sus pasos en nuestra vida cristiana.

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1. En base al Catecismo (nn. 54-67), enumera las prin-cipales etapas de la Revelación divina en la historia y las personas que han participado en ella.

CITAS PARA LA ORACIÓN

• Dios hace Alianza con Noé y los patriarcas: Gen 9,8-17; Gen 17,1-14; Gen 26,1-5; Eclo 44,17-23; Heb 11,7-22.

• Dios hace Alianza con Moisés y el pueblo de Israel: Ex 24,1ss; Eclo 45,1ss.; Heb 11,23-29.

• Dios promete la venida del Mesías: Gen 3,15; Ez 36,24-27; Is 7,14; 11,1ss.; Miq 5,2-5a; Heb 11,39-40.

• Dios envía a su Hijo: Heb 1,1-3; Jn 1,14; Gál 4,4-7.

• La tradición apostólica: 1Cor 11,2. 23-24; 1Cor 15,3-4; 2Tes 2,15.

1. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 54-67.2. Los capítulos 3 al 11 del libro del Génesis nos relatan, en su lenguaje propio, esa verdad antropológica: el pecado es una ruptura de la relación del hombre con su Creador. Dichos re-latos nos muestran cómo, a través de los tiempos, esa ruptura

REFERENCIAS

Trabajo de meditación

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

1. ¿Conozco la Historia de la Salvación? ¿La he leído a la luz de las claves que nos da el Catecismo (n. 54-67)?

2. ¿Acojo a Cristo como la Palabra de Dios viva? ¿Está Él presente en mi vida?

3. ¿Qué tanto conozco la Sagrada Escritura y rezo con ella?

4. ¿Qué tan fuerte es mi adhesión de fe a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia?

COMPROMISO PRÁCTICO

1. Durante este mes leeré cada día un ca-pítulo de uno de los Evangelios.

afecta el entorno del hombre y sus relaciones.3. Ver Gen 3,15.4. Ver Heb 11,1ss.5. Ver Dei Verbum, n. 12.6. Ver Dei Verbum, n. 10.

¿CÓMO SE REVELA DIOS?VIVIENDO NUESTRA FE #05

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Envíanos información de tu comunidad parroquial a:[email protected]

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¿CÓMO SE REVELA DIOS?VIVIENDO NUESTRA FE #05

* Agradecemos al Movimiento de Vida Cristiana que ha colaborado en la elaboración de este subsidio. Puede ser reproducido para usos pastorales.

2. Lee estos párrafos de la Catequesis del Papa Be-nedicto XVI en el Año de la Fe (Audiencia general, 16/01/2013):

«La historia de la salvación es la historia de Dios con la humanidad y la historia de esta relación de Dios, que se revela progresivamente al hombre, que se hace conocer a sí mismo, su rostro. En Jesús de Nazaret, Dios visita realmente a su pueblo, visita a la humanidad de una ma-nera que va más allá de todas las expectativas: envía a su Hijo Unigénito, Dios mismo se hace hombre. Jesús no nos dice algo acerca de Dios, no habla simplemente del Padre –sino que es Revelación de Dios, porque es Dios– nos revela el rostro de Dios. En el prólogo de su Evangelio, Juan escribe: “Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre” (Jn1, 18).»

Ahora pregúntate: ¿Soy consciente de que el cris-tianismo no se funda en un “libro”, sino en una Per-sona: en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre? ¿Busco el “rostro de Dios”, es decir: busco cómo Jesús me muestra al Padre? ¿Me esfuerzo por cono-cer quién fue Jesús de Nazaret, qué hizo y enseñó a los hombres?

3. Lee y medita en Hch 2, 42.

«Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones».

Pregúntate: ¿Soy consciente de que la fe de la Iglesia se funda sobre el testimonio vivo de los Apóstoles y sus sucesores? ¿Qué tanto acepto las enseñanzas de los Apóstoles, por medio de la Tradición de la Igle-sia, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia? ¿Vivo la comunión, como la vivían los primeros cris-tianos en la “fracción del pan” (la Eucaristía)? ¿Per-severo en la oración para que mi corazón se abra a la Revelación divina?