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COLECCIÓN POPULAR
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Vivir con lo nuestro
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Aldo Ferrer
Vivir con lo nuestro
Nosotrosy la globalización
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia - EspañaEstados Unidos de América - Guatemala - Perú - Venezuela
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Primera edición, 1983Segunda edición (FCE, Argentina), 2002Primera reimpresión, 2003
Fotocopiar libros está penado por la ley. Prohibidasu reproducción total o parcial por cualquier mediode impresión o digital, en forma idéntica, extractadao modificada, en castellano o cualquier otro idiomasin autorización expresa de la editorial.
(C) 2001, Fondo de Cultura Económica, S.A.El Salvador 5665. 1414 Buenos [email protected] www.fce.com.ar Av, Picacho Ajusco 227; Delegación Tlalpan,14.200 México D.F.
ISBN: 950-557-515-7
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
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Prefacio
La primera edición de Vivir con lo nuestro apareció en noviembre de 1983. Poco
después, en 1985, la versión en inglés 1.
Entonces, en plena crisis de la deuda externa, la capacidad de autodeterminación del
país estaba severamente comprometida. Por lo tanto, debíamos movilizar nuestros propios
recursos y cumplir con la deuda en un contexto de fortalecimiento de la producción y del
balance de pagos internacionales.
Hoy, casi veinte años después, vivir con lo nuestro sigue siendo una respuesta válida
a los dilemas del desarrollo argentino en un mundo global. Dilemas que son actualmente
más complejos por la magnitud del desorden en que está sumergida la economía argentina,el notorio deterioro de la situación social y las transformaciones registradas en el sistema
internacional.
Afirmar la identidad nacional y el poder de decidir nuestro propio destino es un
requisito permanente del desarrollo de la Argentina. En realidad, es una condición necesaria
del crecimiento de cualquier país. La historia de la globalización y la experiencia
contemporánea revelan que sólo son exitosos los países capaces de integrarse al mundo
consolidando los rasgos originales de su cultura y su capacidad de autodeterminación.
En los últimos años publiqué varios libros sobre estas cuestiones. Los articulos
periodísticos y los ensayos suelen proporcionar versiones más breves y contundentes de los
mismos argumentos. De estos últimos he seleccionado aquellos que me parece fundamentan
la vigencia de vivir con lo nuestro en las condiciones actuales de la Argentina, América
Latina y el mundo. De la versión de 1983, sólo se conserva el prefacio y algunos párrafos
seleccionados.
El texto se organiza en tres partes. La primera contiene trabajos referidos a la
globalización. La segunda, aquéllos vinculados a la situación del país incluyendo temas de
la cultura. La tercera, el epílogo, propuestas para resolver la crisis y crecer.
Éste es el contenido de esta obra que someto al juicio benevolente del lector.
Mayo de 2002.
1 Living within our means, Boulder, Colorado, Westview Press.
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Prefacio de la primera edición
La actual insolvencia internacional de la Argentina confronta al país con este dilema: ¿cómo
conducirse para afirmar la soberanía, vale decir, el derecho de decidir su propio destino? La
respuesta es: vivir con lo nuestro. Esto es, mientras dure la emergencia apoyarse en los
recursos propios para resolver la crisis, poner en marcha la economía y recuperar la viabilidad
internacional.
El mensaje central de estas reflexiones es que la crisis excede sus contenidos sociales
y económicos, por graves que ellos sean. Incluye desafíos a la soberanía misma de la Nación.
La actual cesación de pagos compromete la posibilidad de ejecutar una política económica que
responda al interés nacional. La opción es clara: el gobierno argentino se convierte en un simple
administrador de la deuda por cuenta y orden de la banca acreedora o reasume el comando de
la economía para resolver la crisis desde una perspectiva nacional. Nada menos. La conclusión
es que, para que la independencia sea posible, el país tiene que decidirse a vivir con sus propios
medios y, a partir de esta decisión, formular su posición negociadora con los acreedores externos
No debería extrañar que, en el futuro inmediato, vuelva a desatarse la vieja polémica
acerca de si la Argentina puede o no crecer con sus propios recursos y descansar, en medida principal, en su mercado interno. Todos los viejos dilemas del desarrollo argentino vuelven
a replantearse, esta vez, en carne viva y en una situación límite. Para ser coherentes, los
defensores de la viabilidad del desarrollo nacional deben afirmar la suficiencia de los recursos
propios para superar la crisis y crecer. Los otros, ya lo sabemos, son los predicadores de la
impotencia argentina y de la inexorable necesidad del capital extranjero y del mercado
internacional como pilares de la acumulación y el crecimiento. Sólo que esta segunda
alternativa acaba de ser ensayada hasta el fondo, en los últimos ocho años, con los resultadosconocidos.
El peligro no descansa en la prédica ortodoxa, dramáticamente desautorizada por la
realidad actualmente observable. Radica en la incoherencia para alcanzar aquella conclusión
inevitable: si se quiere ser independiente hay que apoyarse en los recursos propios. La
prédica ortodoxa ha calado hondo y es frecuente escuchar a dirigentes representativos del
campo nacional insinuar, o decir abiertamente, que sin recursos externos no hay desarrollo
ni puede resolverse la crisis. Si así fuera, en verdad, dada la actual situación de insolvencia
internacional, la opción independiente es imposible.
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Pero, afortunadamente, no es así. Un país cuyo territorio es el octavo del mundo en
extensión y cuenta con una excepcional dotación de recursos naturales; un sistema
excedentario en alimentos y prácticamente autoabastecido de energía; una economía
con un ingreso medio vecino a 3 mil dólares anuales, una tasa de ahorro del 20% y una
población de 30 millones de habitantes; una sociedad de un considerable nivel cultural
medio, acervo tecnológico importante y ausencia de fracturas sociales, étnicas o
religiosas, cuenta con los recursos y la capacidad indispensables para el desarrollo.
El inventario de los datos objetivos que reflejan el potencial básico del país y la
factibilidad del desarrollo independiente no implica la viabilidad de una estrategia
autárquica. Porque independiente no es autárquico ni desarrollo nacional significa
desconocimiento de la importancia del comercio internacional y de los vínculos externos
en el orden contemporáneo. Quiere decir, eso sí, que la política económica debe reflejar
los objetivos de transformación, equidad social e inserción internacional que permitan
la realización de la comunidad argentina. Esto sólo es posible si el país asume plenamente
las posibilidades de su propio potencial y no se subordina a los criterios ortodoxos que
predominan en los círculos financieros internacionales. Estos coinciden, por otra parte,
con los de los herederos de la Argentina preindustrial y los usufructuarios del poder
autoritario. La defensa de la soberanía requiere, antes que nada, poner la casa en orden.Porque el caos y el desorden son espectaculares y, en tales condiciones, es imposible
cualquier intento de política independiente.
El segundo mensaje de estas reflexiones es que puede ser el punto de partida para
la consolidación del sistema democrático. La misma gravedad de la crisis confronta al
país con opciones ineludibles: cierra definitivamente la instancia de los regímenes
autoritarios o se desempeña hacia la disolución de la Nación y el conflicto insalvable.
La respuesta a este dilema influirá de manera decisiva en el comportamiento futuro dela economía argentina.
El tercer mensaje es que la crisis económica no tiene solución con el simple
manipuleo de los instrumentos tradicionales de la política económica y el libre juego de
las fuerzas del mercado. Es indispensable un acuerdo básico entre los sectores
fundamentales de la sociedad argentina que defienda la democracia y respalde la política
para reactivar la economía, elevar el nivel de vida, abatir la inflación y fortalecer la
posición internacional del país. De allí el generalizado y justificado convencimiento
acerca de la necesidad de un Acuerdo Económico y Social para enfrentar la Crisis.
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Ese acuerdo, sin embargo, es inviable si no se restablece el orden en el sistema económico
y financiero. El descalabro fiscal y la deuda externa generan profundos desequilibrios en las
finanzas públicas y en el orden monetario que se reflejan en la caótica situación imperante en
todos los mercados y en las relaciones internacionales del país. El gobierno constituciomal recibe
un país insolvente, un Estado maniatado para revertir las tendencias imperantes y tensiones
sociales que no podrán soslayarse por más tiempo. Es indispensable, como requisito de cualquier
política efectiva de reactivación económica y recuperación del bienestar, realizar una profunda
reforma financiera que restablezca el orden en el sector público, el área monetaria y los pagos
internacionales del país.
Este volumen se divide en dos partes. La primera, referida al descalabro fiscal y la
deuda externa, identifica las fuentes principales del desequilibrio público y monetario actuales
y sugiere las medidas básicas para enfrentarlo. Propone, además, una profunda reforma
financiera tendiente a acortar el déficit fiscal y su monetización a límites compatibles con la
recuperación de la economía y la reducción drástica de la tasa de inflación. La estrategia
para financiar la deuda pública adquiere una posición central en la reforma propuesta. En
particular, el problema de la deuda externa asume una dimensión crítica por la significación
internacional del problema y la dificultad de compatibilizar el cumplimiento de los
compromisos externos con la necesaria reactivación de la economía y la estabilidad de precios. Esta primera parte trata, en primer lugar, la dimensión del endeudamiento y las
estrategias alternativas de ajuste. La agudización actual del proceso inflacionario es
interpretado como un mecanismo específico de ajuste de los pagos internacionales dentro
del actual contexto social y político argentino. Propone, enseguida, la reforma financiera e
identifica sus contenidos principales. Finalmente, evalúa el cumplimiento de los compromisos
financieros externos consistente con la recuperación de la economía argentina.
La segunda parte trata de las políticas válidas para enfrentar la emergencia en elmarco de un acuerdo entre los sectores fundamentales de la sociedad argentina. Identifica,
primero, las opciones básicas que deben resolverse para posibilitar el acuerdo. Enseguida,
puntualiza las condiciones que encuadrarán los primeros pasos de la política económica
del gobierno constitucional y la estrategia aconsejable. Más adelante, explicita las
políticas para reactivar la economía, abatir la inflación y asegurar el ajuste de los pagos
internacionales. Finalmente, presta atención al comportamiento de las principales
variables macroeconómicas bajo el impacto de las condiciones preexistentes y las políticas
propuestas.
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Una versión preliminar de este ensayo fue debatida en el Centro de Estudios de Coyuntura
del Instituto de Desarrollo Económico y Social. Ese cambio de ideas contribuyó a ampliar
perspectivas y precisar conclusiones que comprometen sólo la opinión del autor
Buenos Aires, noviembre de 1983.
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Introducción
En el casi medio siglo transcurrido desde el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, el 6 de
septiembre de 1930, hasta la caída del gobierno de Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, los
regímenes militares sustituyeron gobiernos constitucionales destituidos en 1943, 1955, 1962
y 1966. La alternancia entre gobiernos civiles y militares reveló la inmadurez de la democracia
argentina y su incapacidad de transar los conflictos inherentes a toda sociedad abierta y
pluralista, dentro del Estado de derecho.
Hasta 1976, los gobiernos de facto fueron una resolución cívico-militar del conflicto
político. Con pocas aunque importantes excepciones, no alteraron los criterios de defensa
de seguridad del Estado. Tampoco trastocaron las reglas del juego de la economía argentina.
A mediados de la década de 1970, dos circunstancias del contexto mundial ejercieron una
profunda influencia en la situación argentina. Por una parte, la propagación de las acciones
revolucionarias en varios países de América Latina y su vinculación con el enfrentamiento
de las dos superpotencias antagónicas en la guerra fría. Por otra, la aceleración de la
globalización de la economía internacional, en particular, en el campo financiero.
La Argentina era vulnerable en ambos aspectos por la presencia, dentro del territorionacional, de una acción subversiva considerable y por el desorden económico y financiero
prevaleciente. En 1976, las nuevas autoridades de facto no se limitaron, como en el pasado,
a resolver los conflictos sin alterar radicalmente los criterios del ejercicio de la fuerza para
el mantenimiento del orden público ni las reglas del juego de la economía argentina. Por el
contrario, violentaron reglas elementales de respeto de los derechos humanos de una sociedad
civilizada y trastocaron el funcionamiento del sistema económico.
Además, en 1982, se embarcaron en la aventura de recuperar las Islas Malvinas por lafuerza y llevaron al país a la primera derrota militar de su historia. Poco antes estuvieron a
punto de desencadenar una guerra con Chile por el rechazo al laudo arbitral de la Corona
británica, respecto del diferendo por la posesión de las islas del Canal del Beagle. La mediación
de la Santa Sede y de su delegado, el Cardenal Samoré, evitó que este desatino culminara en
un enfrentamiento entre pueblos hermanos y vecinos de consecuencias incalculables.
En el terreno de la economía, la política inaugurada con el plan anunciado por el
ministro Martínez de Hoz, el 2 de abril de 1976, se asentaba en tres cuestiones centrales, a
saber:
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Las nuevas reglas del juego instaladas por el régimen de facto trastornaron el
funcionamiento de la economía. Hasta mediados de la década de 1970, ésta soportó las
consecuencias de la prolongada inestabilidad política del país y un persistente desequilibrio
macroeconómico. Esto provocaba una alta y crónica tasa de inflación y crisis periódicas del
balance de pagos.
Visto en perspectiva histórica, es sorprendente que se registrara, a pesar de todo, una
tasa de crecimiento razonable y una transformación significativa de la estructura productiva.
En particular, la década previa al golpe de Estado de 1976, mostró un notable grado de
maduración de la industria, conforme lo revelan los censos industriales de 1964 y 1974. Las
condiciones sociales referidas al empleo, los salarios reales y otros indicadores relevantes
expresaban mejoras considerables.
A partir de 1976, se interrumpe el proceso previo de crecimiento y transformación
y se inaugura una tendencia de desindustrialización, desarticulación de las economías
regionales, deterioro del empleo y de las condiciones sociales. Una de las consecuencias
más notables y nefastas de la nueva política fue el desmantelamiento del incipiente
sector informático y electrónico. A principios de la década de 1970, el mismo registraba
un avance considerable y abría nuevas vías de inserción de la economía argentina en la
globalización. Hacia la misma época, varios países de Asia, como Taiwán y Corea, conniveles de desarrollo relativos y disponibilidad de recursos humanos calificados inferiores
a la Argentina, lanzaron sus políticas de promoción de aquellos sectores y lograron, en
pocas décadas, colocarse en la vanguardia internacional de un área crucial de la
revolución científico y tecnológica contemporánea. La Argentina transitó el camino
inverso y, en pocos años, se destruyó uno de los núcleos esenciales del desarrollo
económico.
A su vez, los desequilibrios macroeconómicos cambiaron de naturaleza. Dejaronde ser, como había sucedido hasta mediados de la década de 1970, acontecimientos
coyunturales y transitorios. Se convirtieron, en cambio, en un desorden estructural y
crónico del sistema económico, cuyo indicador más crítico es el déficit de los pagos
internacionales y el crecimiento de la deuda externa. Ésta se convirtió, desde entonces,
en un lastre que cercenó la libertad de maniobra de la política económica.
La necesidad continua de financiamiento externo para cerrar la brecha de recursos
del presupuesto y el balance de pagos impuso una negociación permanente con los
acreedores externos y el Fondo Monetario Internacional.
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La presencia del FMI en la gestión de la economía argentina dejó de ser, como en
el pasado, un acontecimiento transitorio mientras duraban el ajuste y el respaldo
solicitado. Desde fines de la década de 1970, el FMI es un referente permanente y
obligado en el diseño y la administración de la política económica argentina.
El nuevo papel del FMI en la gestión de la economía argentina coincidía con una
antigua preferencia del establishment doméstico. Siempre, grupos económicos y
financieros muy influyentes en la Argentina concibieron la racionalidad económica
proveniente del pensamiento céntrico y reflejada en los criterios aplicados por el Fondo,
como el paradigma de política económica sensato y conveniente. En los debates que
tuvieron lugar en torno de las estrategias de ajuste, en el transcurso de las décadas de
1950 y 1960, sostuve que el FMI era frecuentemente un instrumento de los intereses
locales más conservadores que solían respaldar sus propuestas en las condicionalidades
del FMI. Entonces, como ahora, el problema no radicaba fuera sino dentro de nuestro
propio país.
Las preferencias tradicionales de la ortodoxia en la Argentina fueron fortalecidas
por las tendencias prevalecientes en la región y en el orden global. La crisis generalizada
de la deuda en América Latina, en la década de 1980, transformó, a escala continental,
el comportamiento de los acreedores y del FMI. A partir de entonces, en sintonía con larevolución conservadora asociada a las gestiones del presidente Reagan en los Estados
Unidos y de la primer ministro Margaret Tatcher en el Reino Unido, los programas de
refinanciamiento de deuda se convirtieron en estrategias de ajuste estructural. De este
modo, las condicionalidades del FMI para acceder a su apoyo dejaron de referirse
exclusivamente a las variables fiscales, monetarias y de tipo de cambio. Desde entonces,
incorporan criterios referidos a la totalidad de la estrategia económica, incluyendo la
apertura de los mercados, la privatización de empresas públicas, el achicamiento delEstado y la desregulación generalizada de la actividad económica. Hacia la misma época,
cambiaron los criterios de los préstamos del Banco Mundial: la atención se desplazó de
la evaluación de proyectos y programas a la del conjunto de la estrategia económica, en
línea con las nuevas condicionalidades del ajuste estructural propiciadas por el FMI.
En la Argentina, las atrocidades cometidas en la represión de la subversión, el
descalabro económico y la derrota en Malvinas impulsaron el incontenible reclamo de
retorno al orden constitucional. De este modo, el gobierno de facto se derrumbó a
comienzos de la década de 1980.
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La crisis del régimen y el colapso de su política económica reavivó el debate sobre las
ideas económicas y las estrategias contrapuestas sobre el desarrollo económico argentino. El
neoliberalismo enfrentaba la realidad de las calamidades que había instalado en la economía y
sociedad argentinas. Se reabrió, entonces, el espacio para las propuestas heterodoxas. El regreso
a la Constitución y a un régimen democrático ofrecía, al mismo tiempo, la posibilidad de alianzas
que sustentaran una nueva política para resolver la crisis e iniciar el camino del desarrollo
sustentable.
Fue en ese escenario de los primeros años de la década de 1980, que escribí numerosos
artículos y varios libros para sustentar la crítica a la política neoliberal y proponer una estrategia
de desarrollo. Entre los primeros recordaré "El monetarismo en Argentina y Chile", un extenso
ensayo publicado por primera vez en un suplemento especial de Ámbito Financiero en 1982. Se
trata de un estudio comparativo de las consecuencias de las estrategias monetaristas de aquel
entonces en los dos países.
En cuanto a los libros (todos editados por El Cid Editor, un sello ya desaparecido), produje
cuatro entre 1982 y 1984. Los dos primeros, ¿Puede Argentina pagar su deuda externa? y La
posguerra: programa para la reconstrucción y el desarrollo argentino, aparecieron en 1982.
Aquél llegaba a la conclusión de que, en el marco de una estrategia de crecimiento y fortalecimiento
de los pagos internacionales, la respuesta al interrogante era afirmativa: sí podía pagarse ladeuda. La posguerra señaló que el ataque de la política de la dictadura contra la economía
argentina y los intereses fundamentales de la Nación, había sido tan exitoso que desmanteló y
desorganizó el aparato productivo como si la Argentina hubiera, en efecto, librado una guerra
verdadera en su propio territorio. Resultaba así indispensable un programa de reconstrucción de
posguerra para sentar las bases de una nueva fase del desarrollo económico.
El cuarto libro publicado en aquellos años apareció en agosto de 1984, cuando me
desempeñaba en la presidencia del directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Sutítulo refleja una preocupación y una propuesta: Poner la casa en orden. La preocupación se
refería a las dificultades del gobierno de Raúl Alfonsín de resolver la crisis heredada, una de
cuyas manifestaciones era la persistencia del proceso inflacionario. Se proponía, pues, un
esfuerzo sistemático y profundo para restablecer los equilibrios económicos fundamentales,
estabilizar los precios y crecer.
Poco antes, en noviembre de 1983, electa ya las autoridades constitucionales que
asumirían el 12 de diciembre de ese mismo año, apareció el tercero de aquellos libros, Vivir
con lo nuestro.
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La obra se divide en dos partes. La primera analiza la reforma financiera necesaria
para transitar de la cesación de pagos a la Argentina viable. La segunda propone un acuerdo
económico y social, es decir, una política concertada para el gobierno constitucional próximo
a constituirse.
El planteo central de la obra es que, en virtud de su endeudamiento y vulnerabilidad
financiera, la Argentina había perdido capacidad de gobernarse y era imprescindible y urgente
recuperarla. Para esto resultaba preciso, en primer lugar, descansar en los recursos propios:
vivir con lo nuestro. El prefacio de la edición de 1983 ilustra claramente sobre los alcances
y contenidos del libro. Merecen, además, reproducirse los siguientes párrafos (pp. 143-
144) que precisan la propuesta:
La expresión vivir con lo nuestro significa aquí utilizar prioritariamente la
producción nacional y las divisas para expandir la actividad económica interna y el
nivel de vida. Es decir, para el consumo y la inversión. En la situación actual, significa
reducir el pago de los intereses de la deuda a límites compatibles con la recuperación
de la economía argentina y el bienestar social.
Vivir con lo nuestro implica pagar la deuda externa sin paralizar la economía.
Evidencia la capacidad del país de resolver su crisis con sus propios recursos. Nadie
puede acorralarnos si movilizamos el potencial argentino. Vivir con lo nuestro requiererestablecer el equilibrio fiscal, reformar el sector financiero y utilizar las divisas
disponibles con un estricto criterio de prioridades.
Es la única forma de romper el círculo infernal de negociaciones para nuevos
créditos destinados a pagar viejos préstamos, a costa de subordinar toda la política
económica del país. Los destinatarios de los nuevos préstamos son los mismos bancos
acreedores mientras caen las importaciones para pagar intereses, las deudas suben y
el desorden se generaliza en el ámbito interno.Vivir con lo nuestro significa detener esta rueda infernal. Poner en orden la
situación interna y fijar un límite a lo que el país puede pagar, a la espera de la
recuperación de su solvencia internacional y del cambio de las condiciones mundiales.
Podemos hacerlo porque tenemos energía, alimentos y exportaciones suficientes para
importar lo indispensable
Vivir con lo nuestro no significa, pues, reducir los bienes y servicios disponibles
para el consumo y la inversión, sino aumentarlos mediante la limitación del pago de
los intereses de la deuda externa y la puesta en marcha de la capacidad productiva y
mano de obra ociosas.
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La obra incluye un análisis del impacto de los servicios de la deuda externa sobre el
presupuesto y el balance de pagos y distingue entre el ajuste estabilizador y el ajuste
inflacionario. El primero implica realizar el superávit suficiente en el presupuesto y en el
balance de pagos para realizar las transferencias al exterior sin déficit fiscal ni nuevo
endeudamiento externo. Dada la magnitud de los servicios respecto del PBI, los recursos
fiscales y la capacidad de pagos externos, el libro señala las dificultades en generar los
excedentes necesarios para servir la deuda en condiciones de equilibrio macroeconómico.
De este modo se instala el ajuste inflacionario en el cual el Banco Central emite dinero para
financiar el déficit fiscal e impulsa la inflación. Es por esta vía que se comprime el gasto de
consumo e inversión y las importaciones para liberar los recursos que financian los servicios
de la deuda. Con esta interpretación del ajuste, supongo, se vinculó por primera vez la crisis
de la deuda externa latinoamericana con la generalización de la inflación en toda la región.
Para mayores precisiones sobre esta cuestión, remito al lector al capítulo 2 ("Los intereses
de la deuda externa y el proceso de ajuste") de la versión de Vivir con lo nuestro de 1983.
Iniciemos ahora el recorrido de artículos y ensayos elaborados en los últimos años
que actualizan el contenido de aquellas propuestas y que, como se verá, insisten en la validez
de las mismas en las condiciones actuales del país y del mundo.
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La globalización
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El capitalismo mágico*
Las economías en las cuales predominan las relaciones de mercado entre los agentes
económicos, llamadas capitalistas, reflejan siempre la idiosincrasia de cada país. Existen
estudios clásicos sobre la materia, como el del economista francés Michel Albert sobre los
capitalismos anglosajón y francorrenano. En el caso de nuestro país, puede recordarse mi
trabajo sobre el capitalismo argentino (1999), entre otros de diversos autores.
El capitalismo se desenvuelve así en el contexto del trayecto histórico de cada sociedad,
sus raíces culturales, la dimensión de los recursos materiales y humanos y el nivel de desarrollo
alcanzado. Por eso existen, en efecto, versiones norteamericanas, coreanas, alemanas,
japonesas, brasileñas o argentinas del capitalismo.
A su vez, los niveles relativos de desarrollo y la consecuente asimetría en las relaciones
de poder dentro del sistema mundial articulan al sistema que vincula a las economías
capitalistas. De este modo, la inserción de cada economía nacional en el orden mundial da
lugar, como proponía Raúl Prebisch, a la existencia de capitalismos céntricos y periféricos.
Los primeros, titulares de una red de dominación dentro del orden global; los segundos,
subordinados en cuestiones críticas como el desarrollo tecnológico o las corrientes financieras.Como es tan grande y creciente la disparidad en los niveles de vida entre las economías
capitalistas avanzadas y las atrasadas, los críticos demonizan el sistema y lo califican de
salvaje.
Contamos así con una diversidad de categorías analíticas, muchas de las cuales tienen
un indudable valor para el estudio de los capitalismos vernáculos y de la globalización.
En una conversación reciente con el doctor Sebastião do Rego Barros, actualmente
embajador de Brasil en la Argentina, surgió, probablemente, una nueva acepción delcapitalismo. Expresaba yo mi asombro ante un punto de vista muy difundido según el cual
si la Argentina y los otros países de América Latina se comportaran conforme a las
expectativas de los mercados, bajarían el riesgo país y la tasa de interés, aumentaría la
inversión y crecerían la producción y el empleo. La postura se mantiene imperturbable,
aunque la realidad revele cotidianamente que el proceso económico es mucho más complejo
y que esa sucesión de acontecimientos raramente se verifica en el mundo real.
* Clarín, 22 de mayo de 2001.
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"Bueno, respondió resignadamente mi interlocutor es que estamos en presencia del
capitalismo mágico". Es decir, una instancia específica del pensamiento irracional que
interpreta la realidad a partir de supuestos que no son empíricamente verificables.
Keynes decía que las opiniones económicas aparentemente contemporáneas suelen
repetir ideas de pensadores del pasado. También suele suceder que un hallazgo conceptual
haya sido enunciado antes. Si no fuera así y la acepción capitalismo mágico, como creemos
el embajador y yo, es realmente inédita, mi interlocutor puede acreditar la paternidad de una
nueva e iluminadora categoría conceptual.
Sea como fuere, vale la pena observar algunos aspectos de la cuestión. El pensamiento
mágico es un rasgo característico de las sociedades primitivas precientíficas. En nuestro
caso, lo curioso es que los cultores del capitalismo mágico suelen ser personas que no son
precisamente analfabetas. Antes bien, muchas de ellas suelen acreditar distinguidos currículum
académicos de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos y otros países
centrales.
Sostiene el capitalismo mágico que la revolución científico-tecnológica ha borrado
las fronteras nacionales y que las principales transacciones se realizan actualmente en el
mercado global. De este modo, el poder decisorio sobre la acumulación de capital y la
asignación de recursos ha sido transferido desde los espacios nacionales a los actores globales.Es decir, los mercados financieros y las corporaciones transnacionales. Los estados nacionales
han perdido entonces capacidad de influir en el comportamiento de los agentes económicos.
Sólo las grandes potencias conservan cierta gravitación sobre el funcionamiento de los
mercados.
Sostiene también el capitalismo mágico que la adhesión incondicional al libre comercio,
la liberación de las transacciones financieras y la eliminación de normas regulatorias de las
inversiones de las corporaciones transnacionales aseguran la eficiente asignación de losrecursos en la economía mundial y la participación de todos los países en los frutos del
desarrollo. Por definición, los mercados siempre generan la mejor asignación económica y
social de los recursos.
Con relación a los capitalismos periféricos, el mensaje es contundente: sólo es posible
aplicar políticas amistosas con los mercados. Cualquier desvío desencadena una sucesión
de calamidades. En cambio, las políticas amistosas con las expectativas de los mercados
pone en marcha el mencionado círculo virtuoso de mejora del riesgo país, baja de la tasa de
interés, aumento de la inversión y crecimiento de la producción y el empleo.
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La realidad no ratifica los supuestos ni las propuestas del capitalismo mágico sino,
más bien, todo lo contrario. Economistas céntricos, Como Rodrik, Krugman, Bairoch,
Frenkel, Corden y Stiglitz, han demolido las supuestas evidencias empíricas de las bondades
del libre comercio en todo tiempo y lugar y de la disolución de los espacios nacionales en el
orden global. En América Latina, desde mucho antes, Prebish, Furtado, Jaguaribe, Sunkel,
entre otros, colocaron en perspectiva histórica y en su contexto global las causas del atraso
de nuestros capitalismos vernáculos y señalaron los senderos para asumir el comando del
propio destino en el mundo globalizado.
Uno de los elementos confusionantes y más peligroso del capitalismo mágico es la
mezcla de los elementos esenciales de la sensatez económica con los contenidos irracionales
de sus otros postulados. Es en verdad necesario, siempre, poner la casa en orden, mantener
los equilibrios macroeconómicos, contar con una moneda sana y con la estabilidad de precios.
El resto del mensaje, en cambio, obedece a la visión céntrica sobre la organización de las
relaciones internacionales.
Es fácil comprender por qué, desde la perspectiva de los intereses del capitalismo
céntrico, se divulga y promueve el dogma del capitalismo mágico. La historia de la
globalización revela, por ejemplo, cómo en su período hegemónico en el transcurso del
siglo XIX, Gran Bretaña impulsó el libre comercio y la liberación de los mercados. La postura británica era compatible con el mayor desarrollo relativo de la nación pionera de la
revolución industrial. Las potencias industriales entonces emergentes, como los Estados
Unidos, Alemania y Japón, no adhirieron al capitalismo mágico y construyeron sus respectivos
capitalismos nacionales, autocentrados en sus propios recursos y mercados, regulando el
proceso de apertura al escenario mundial.
En las condiciones contemporáneas sucede lo mismo. Las naciones más avanzadas, como
los Estados Unidos, divulgan el capitalismo mágico y por las mismas razones que Gran Bretañaen el siglo XIX. Aunque con menos coherencia, porque Londres siguió sosteniendo los mismos
principios del liberalismo económico, aun después de haber perdido el liderazgo industrial y
tecnológico frente a Alemania y los Estados Unidos. Recién en la crisis de la década de 1930,
Gran Bretaña abandonó la política inaugurada con la derogación de las leyes de granos en 1826.
En la actualidad, el capitalismo mágico es esencialmente una propuesta de los centros
a los países periféricos. Comprensiblemente promovida también por los organismos de
Bretton Woods, bajo las consignas del llamado Consenso de Washington y del ajuste
estructural.
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En modo alguno, los países centrales aplican los mismos criterios dentro de sus propias
fronteras y en sus relaciones externas. Basta recordar los subsidios y la multiplicidad de
instrumentos proteccionistas aplicados por la Unión Europea y los Estados Unidos. En
realidad, el dogma del capitalismo mágico es una especie cultivada con particular éxito en
América Latina, Países periféricos de otras latitudes, como los de Asia sudoriental, han
desarrollado visiones propias del orden global y las consecuentes políticas de desarrollo.
Los resultados son evidentes. Mientras nuestros países no logran zafar del atraso, aquéllos
fueron capaces de superar en plazos históricos breves niveles extremos de subdesarrollo y
subordinación.
No es difícil entender la divulgación del capitalismo mágico, desde la perspectiva de
los intereses de corto plazo de los mercados financieros o las corporaciones transnacionales
de los países centrales. Es más complejo, en cambio, comprender su predominio dentro de
países periféricos, como los de América Latina. Se trata aquí de una subordinación mental,
rasgo idiosincrásico del subdesarrollo y la dependencia latinoamericana. La cuestión no
tiene explicación dentro de los límites de la teoría económica. Incorpora dimensiones históricas
y culturales. Raúl Prebisch, el centenario de cuyo natalicio celebramos en estos días, y otros
pensadores latinoamericanos, han dedicado esclarecedores análisis a la cuestión. Conviene
estudiarlos para rescatar el abordaje científico de los problemas del desarrollo económico ysocial de muestros países.
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Las lecciones de Prebisch*
El centenario del nacimiento de Raúl Prebisch —que se cumple mañana- coincide con una
instancia crítica del desarrollo argentino y latinoamericano, materias a las cuales dedicó los
afanes de su pensamiento y actuación pública.
Desde sus primeros estudios de la década de 1920 hasta sus últimas investigaciones
de lo que llamaba el capitalismo periférico, prevaleció siempre en la obra de Prebisch la
intención de comprender las relaciones entre el desarrollo de nuestros países y el sistema
internacional. El célebre modelo centro-periferia de su autoría pretendió descifrar la
naturaleza de los vínculos entre economías de diversos niveles de desarrollo y los desafíos
que confrontaban las menos avanzadas, dadas las asimetrías de poder en el orden mundial.
Prácticamente, toda su obra giró en torno de esa cuestión fundamental. En su tiempo
no se había difundido todavía la expresión globalización para caracterizar el comportamiento
contemporáneo del sistema internacional. En esos términos, podríamos decir hoy que el
mayor aporte de Prebisch fue desentrañar los lazos entre el atraso de América Latina y el
sistema global. El objetivo era identificar las respuestas válidas para impulsar el desarrollo
de nuestros países y establecer relaciones simétricas no subordinadas con el resto del mundo.
Sus aportes teóricos y propuestas de política tuvieron gran influencia en el continentey aun más allá. Su pensamiento y actuación internacional como conductor de la CEPAL y
luego de la UNCTAD lo convirtieron en el economista más influyente proveniente del
llamado Tercer Mundo. Sus aportes principales versaron sobre cuestiones cruciales como
la difusión del progreso técnico y los términos de intercambio, la propagación internacional
de los ciclos económicos, la industrialización como requisito esencial del desarrollo y la
integración latinoamericana. Su versación en cuestiones monetarias, en las cuales ganó
prestigio internacional durante su desempeño como gerente general del Banco Centralargentino, quedó reflejada en trabajos como el titulado “El patrón oro y la vulnerabilidad
de nuestros países", publicado en México en 1942.
Prebisch tuvo la poco frecuente virtud de ser, simultáneamente, un hombre de acción
y un pensador capaz de teorizar sobre las evidencias que le presentaba la realidad. Fue
también un docente de primer nivel. Tuve el privilegio de ser su alumno en el último curso
que dictó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA en 1948.
* Clarín, 16 de abril de 2000.
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Otro rasgo significativo de su personalidad fue su trayectoria, siempre, como funcionario
público. Cuando dejó la gerencia general del Banco Central, probablemente no había nadie que
supiera más, en la Argentina y el resto de América Latina, de bancos y banca central. Pero nunca
aprovechó esa experiencia para incursionar en la actividad privada. De servidor público en el
país pasó a serlo, hasta el final de sus días, en dependencias de organismos internacionales.
Su primera actuación pública destacada coincidió con acontecimientos traumáticos en el
país y en el mundo: la crisis internacional de los años treinta y los gobiernos argentinos surgidos
del golpe de Estado de 1930. Concluida su actuación pública en el país, durante el nuevo gobierno
de facto instalado en 1943, desarrolló su actividad en el seno de las Naciones Unidas. Desde la
CEPAL, en Santiago de Chile, lideró a un grupo de eminentes y entonces jóvenes economistas
latinoamericanos, entre los cuales revistaba el brasileño Celso Furtado. Prebisch fue siempre un
gran estimulador de ideas y del pensamiento crítico y recogió sus frutos entre colegas y discípulos
quienes, aun disintiendo en cuestiones puntuales, le guardaron siempre respecto intelectual y
afecto personal.
A fines de 1955, después de la caída del gobierno de Perón, volvió a la Argentina convocado
por las nuevas autoridades. Prebisch cargaba entonces en su bagaje el prestigio ganado como
fundador de un pensamiento original pero, también, el lastre de su desempeño en los regímenes
posteriores al derrocamiento de Yrigoyen. Su actuación fue breve y poco afortunada, en parte, porque probablemente había perdido sensibilidad frente a la realidad argentina posperonista
pero sobre todo, como lo revelarían los acontecimientos posteriores, porque no había condiciones
políticas para una estrategia de transformación de largo plazo.
La ortodoxia, redivida desde fines de la década de 1970, pretendió descalificar la obra de
Prebisch como superficial y, peor aún, irresponsable. Con frecuencia sugiere que fue el promotor
de intervencionismos exagerados, políticas fiscales y monetarias desenfrenadas y, por lo tanto,
de la inflación. Nada más alejado de la realidad. En cierto sentido, Prebisch nunca dejó de ser un banquero central, muy atento a los equilibrios fiscales, monetarios y de balance de pagos. Uno de
los documentos que presentó a las autoridades argentinas a fines de 1955 se titula, precisamente,
"Moneda sana o inflación incontenible".
Fue también un crítico severo de los excesos proteccionistas e intervencionistas. Uno de
los fundamentos de sus esfuerzos por la integración latinoamericana era ampliar los mercados y
elevar la eficiencia de las industrias sustitutivas de importaciones. Su prédica industrialista enfatizó
siempre la necesidad de diversificar las exportaciones incorporando manufacturas de creciente
contenido tecnológico.
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Si algunos gobiernos, como el nuestro, hicieron disparates en repetidas oportunidades,
fue por razones distintas que la supuesta filiación prebischiana de la industrialización o la
intervención del Estado
En sus años finales, Prebsich enfatizó la dimensión social del desarrollo. Sus estudios
sobre la disposición del excedente y el despilfarro inherente a la dramática concentración
del ingreso y la riqueza en América Latina revelaron cómo la estructura social y el reparto
del poder subyacen como causas profundas del subdesarrollo y la dependencia de nuestros
países.
Hoy que, en su versión neoliberal, la ortodoxia ha revelado ser una fatalidad para
nuestros países, estamos buscando respuestas válidas a los desafíos y oportunidades de la
globalización del orden contemporáneo. En las actuales circunstancias el aporte de Prebisch
vuelve a ser valorado en toda su dimensión. Sólo que ahora es probablemente más difícil,
que en su tiempo, construir una propuesta heterodoxa influyente. Prebsich formó sus ideas
y sus propuestas cuando se derrumbaba el paradigma neoclásico durante la depresión de los
treinta, la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción de posguerra. También en los centros,
la ortodoxia había cedido paso a un enfoque heterodoxo: el planteo keynesiano. Uno de los
libros de Prebisch es precisamente Introducción a Keynes, de 1946. En ausencia de un
pensamiento hegemónico y globalizador en el centro era menos difícil, en la periferia, construir un modelo alternativo. En la actualidad el pensamiento hegemónico y globalizador gravita
más que en aquellos años. Sin embargo, hay indicios suficientes para suponer que la realidad
está conmoviendo no sólo la solidez teórica del enfoque ortodoxo sino, al mismo tiempo, su
viabilidad política. Sea como fuere, y más allá de sus aportes teóricos puntuales, Prebisch
dejó dos enseñanzas centrales. Primero, debemos observar la realidad con nuestros propios
ojos y abordarla desde la perspectiva de nuestros propios intereses. Segundo, si hacemos lo
debido, contamos con los medios para derrotar el atraso, elevar la calidad de vida de nuestros pueblos y ser partícipes activos no subordinados de la globalización.
Porque, en definitiva, Prebisch siempre supo, como proponía Epicuro, que "lo que
perturba a los hombres no son las cosas sino lo que piensan de ellas".
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La economía no es aburrida*
En el reciente artículo del profesor Jean Paul Fitoussi, publicado por Clarín el sábado 11, el
investigador francés sugiere que la economía "se torna aburrida" por el predominio de un
consenso entre los políticos y los economistas. El consenso radica en el convencimiento
compartido de que la economía de mercado es el mejor sistema si está bien regulada y
administrada, reduce impuestos y deuda pública, registra estabilidad de precios y regímenes
laborales que incentiven el trabajo y desalienten la inactividad.
Conforme lo revela el brillante desempeño de la economía norteamericana y el
satisfactorio de la Unión Europea, el consenso cumple con lo que promete. La tarea pendiente
se reduce a mejorar el funcionamiento de los mercados y a abordar "los problemas no
resueltos, la pobreza, las desigualdades, la marginalidad". No es poco lo que falta, pero en
todo caso, puede solucionarse dentro del consenso.
Para que la economía recupere interés y abandone el aburrimiento, basta con
reincorporar al análisis la historia, la realidad y la política. De este modo, puede observarse
que el consenso emerge de sociedades en las cuales prevalecen ciertas condiciones, a saber
altos niveles de desarrollo, instituciones sólidas, integración social, liderazgos empresarialesfuertes, relaciones simétricas con la economía mundial, incluida la ausencia de deuda externa
significativa. Es decir, los rasgos característicos de las economías avanzadas.
En otras partes del mundo, por ejemplo en América Latina, estas condiciones no se
verifican. En efecto, prevalecen en el mundo subdesarrollado bajos niveles de industrialización
y avance técnico, profundas fracturas sociales y desigualdad en la distribución del ingreso,
instituciones vulnerables, liderazgos empresariales débiles y relaciones asimétricas con el
orden mundial. Esto último incluye una dependencia del financiamiento internacional y delas condicionalidades aplicadas por los acreedores.
En tales condiciones, las políticas fundadas en el consenso no alcanzan. En América
Latina, el paradigma económico, conocido en nuestros países como Consenso de Washington,
no produjo los buenos resultados supuestamente observables en los Estados Unidos y en la
Unión Europea. Más bien, todo lo contrario: estancamiento, más pobreza, inseguridad y
vulnerabilidad externa.
* Clarín, 17 de marzo de 2000.
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Los obstáculos estructurales del desarrollo no pueden ser removidos sólo por las
políticas del consenso. Es necesario una tarea simultánea de construcción nacional, integración
social y promoción del ahorro, las exportaciones y los liderazgos empresariales propios, en
un contexto de equilibrios macroeconómicos y políticas públicas efectivas.
Así sucede en los países más exitosos de la segunda mitad del siglo XX, como Corea
y Taiwán. Ellos lograron derrotar el atraso e incorporarse como economías industriales al
orden global respetando algunos elementos del consenso, como la estabilidad de precios y
el equilibrio fiscal, pero sosteniendo al mismo tiempo políticas activas de industrialización,
educación y cambio técnico.
Los problemas pendientes de la pobreza, las desigualdades y la marginalidad que
recuerda Fitoussi, se plantean de maneras distintas en lo países avanzados y en los
subdesarrollados. En aquellos es, principalmente, una cuestión de equidad y participación,
En éstos, en primer lugar, de desarrollo e integración social.
La cuestión refleja una de las paradojas del mundo contemporáneo. Como dice Fitoussi,
nuestra época revela "el triunfo absoluto, radical e histórico de la economía de mercado".
Solo que no existe un único modelo, un único estilo de capitalismo, sino varios. Cada uno
de ellos refleja la trayectoria histórica, los rasgos esenciales de cada sociedad y su cultura.
Que el consenso sea de validez universal resulta una arbitrariedad teórica y, en el fondo, una propuesta para consolidar el reparto del poder del orden mundial. Las reglas internacionales
inspiradas en el consenso (comercio, finanzas, propiedad intelectual, etc) reflejan no el
impulso incontenible de la globalización, sino las asimetrías del escenario mundial.
El consenso no alcanza para resolver los problemas de América Latina y de otras
zonas, sino que incluso, es un enfoque insuficiente para abordar los problemas de los países
industriales. En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, el brillante desempeño reciente
refleja, en parte, el apego de ese país a las reglas del consenso. Pero también, el impacto deuna nueva ola de innovaciones y de la euforia consumista del efecto riqueza alimentado
por las cotizaciones bursátiles, el endeudamiento privado y la atracción de ahorros del
resto del mundo. Cuestiones estas últimas coyunturales y no sistémicas.
También en el estudio de los centros es preciso trascender los límites del análisis de
mercado y reincorporar la historia, la realidad y la política. Entonces, la economía vuelve a
ser muy entretenida y, sobre todo, pertinente para resolver los problemas que impiden
aprovechar la formidable capacidad creadora de riqueza de las economías de mercado para
elevar la calidad de vida y el bienestar en el mundo.
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En la cancha todos somos más iguales*
En los próximos días tendrá lugar un acontecimiento extraordinario de la globalización; el
Campeonato Mundial de Fútbol. Durante un mes, el mundo estará pendiente de una competencia
deportiva en la que los equipos representarán las expectativa, la pasiones y la identidad de miles
de millones de personas de Europa, Asia, África y América.
El planeta será entonces una auténtica aldea global , un mundo sin fronteras. Entre copas
mundiales, los torneos regionales, es decir, la Copa Libertadores y la Copa Europea y la final
intercontinental entre sus campeones sostienen el carácter global de las competencias.
Más que las hamburguesas, las corporaciones transnacionales, los jeans, las colas, o los
mercados financieros, el fútbol refleja el carácter global del mundo contemporáneo. Las
comunicaciones y la transmisión de imágenes en tiempo real a costos ínfimos han facilitado la
globalización de un deporte que, desde principios del siglo XX, se fue convirtiendo en el más
popular del mundo. Algo debe tener de consustancial el fútbol con la condición humana para
que se difundiera de tal modo.
La globalización del fútbol comparte el mismo origen con la observable en otras esferas.
Como sucede en la economía y las finanzas, la propagación del fútbol comenzó por iniciativa de
los países más avanzados. Su globalización fue consecuencia del expansionismo británico en elsiglo XIX y tuvo lugar en el momento culminante del poderío de Gran Bretaña, durante el
reinado de Victoria. En 1880, los navíos británicos representaban el 40% de la flota mundial de
barcos mercantes y casi otro tanto de los de guerra. Fueron los marineros y el personal de las
empresas británicas que construían, principalmente ferrocarriles, los que difundieron el fútbol en
el resto del mundo.
Aquí terminan las semejanzas de la globalización del fútbol con la observable en la economía
y la finanzas. En el fútbol, el juego se realiza conforme a normas multilaterales establecidas por la FIFA que son exactamente iguales para todos, sea cual fuere su poderío económico o deportivo.
En cambio, en la globalización de la economía y las finanzas, las reglas del juego son
asimétricas y favorecen a los países poderosos, el comercio o los mercados financieros. Es
como si, en el fútbol, las tarjetas rojas o la regla de la posición adelantada se aplio sólo a equipos
más débiles, mientras los más poderosos sólo soportaran buenos consejos del árbitro o los
delanteros pudieran ubicarse legalmente al lado del arquero del oponente.
* Clarín, 8 de junio de 1998.
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En la globalización del fútbol cada uno da lo mejor de sí mismo, aprende del otro y, a
su vez, le enseña. Un juego global, reglamentado y difundido por un país desarrollado,
permite que cada uno refleje su propia identidad y sus aptitudes enriqueciendo el patrimonio
común.
En el fútbol la competencia es decisiva pero, en definitiva, todos reconocen, aprenden
y gozan del talento cuando aparece un Pelé o un Maradona.
El fútbol es el paradigma de todo lo bueno que puede dar la globalización cuando
prevalecen la solidaridad y existen reglas simétricas. Cada uno es más sí mismo en la
globalización y, a su vez, todos juntos son más que aislados. El poder en el fútbol depende
del talento y la capacidad de creación. En una cancha de fútbol tiene lugar una de las
máximas expresiones de la libertad individual y de la solidaridad y la capacidad de organización
de recursos.
Es comprensible que el reparto del poder en el mundo del fútbol sea muy distinto al de
la economía y las finanzas. Los países del Mercosur, que representan apenas el 5% de la
producción y el comercio mundiales, han ganado el 53,3% de las copas del mundo (8 sobre
15). En esta materia, las potencias del Mercosur son los mayores exportadores de capital y
asistencia técnica. Sin embargo, no se les ocurre decirles a los otros cómo tienen que organizar
sus escuadras o imponerles los métodos de entrenamiento. Ni, cuando pierden, cómo tienenque realizar el ajuste.
Un mundo global, el del fútbol, sin blancos, negros o amarillos, católicos, musulmanes
o judíos, apenas seres humanos diferentes que comparten un tiempo y una pasión y compiten
para afirmar lo propio sin destruir o someter al otro.
Esta fiesta del fútbol que se inicia en los próximos días tiene mucho que enseñarnos
sobre cómo vivir en paz y crecer en un mundo global. Es claro que, de vez en cuando,
aparecen la violencia, los intereses espurios y otras, parafraseando a Yrigoyen, patéticasmiserabilidades. Pero cuán ínfimas suelen ser estas falencias del fútbol comparadas con la
pobreza, la injusticia y la corrupción observables en la otra globalización.
Qué bueno sería, por ejemplo, organizar al FMI conforme las reglas de la FIFA y que
nadie nos venga a dar consejos, por más poderoso o sabio que sea porque, al final, como
decía Pitigrilli, podemos cometer nuestros propios errores.
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La globalización, la crisisfinanciera y América Latina*
La crisis financiera internacional vuelve a poner de manifiesto la vulnerabilidad de América
Latina frente a los acontecimientos internacionales. Aún no se han recuperado los niveles de
vida anteriores a la década perdida de los años ochenta cuando otra crisis financiera
desencadenó una onda recesiva que agravó la pobreza, la inseguridad y la exclusión que
caracterizan la realidad latinoamericana.
Los vínculos con el contexto externo han gravitado siempre en el desarrollo
latinoamericano. La formación de capital, el cambio técnico, la asignación de recursos, el
empleo, la distribución del ingreso y los equilibrios macroeconómicos son, en efecto,
fuertemente influidos por las relaciones con el sistema internacional.
La globalización plantea interrogantes fundamentales de cuya resolución dependen el
desarrollo y la integración latinoamericana. En otros términos, la respuesta al dilema del
desarrollo en el mundo global constituye el primer desafío que debe resolver la políticaeconómica de nuestros países.
Las buenas respuestas a la globalización permiten que las relaciones externas impulsen
el desarrollo sostenible y fortalezcan la capacidad de decidir el propio destino. Las malas
respuestas producen situaciones opuestas: fracturan la realidad interna, sancionan el atraso
y someten a decisiones ajenas fuera del propio control. Los resultados de las buenas y las
malas respuestas son mensurables: se reflejan en el crecimiento, el bienestar y los equilibrios
macroeconómicos.
En América Latina, en el largo plazo, han predominado las malas sobre las buenas
respuestas a la globalización. De allí la persistencia de los problemas del subdesarrollo y de
los gravísimos problemas sociales prevalecientes. Ahora, una crisis financiera vuelve, en
escala ampliada, a confrontar a América Latina con sus dilemas históricos.
* Conferencia pronunciada en PDVSA (Petróleos de Venezuela SA). Caracas, 20 de octubre
de 1998.
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El análisis de estas cuestiones requiere distinguir entre los hechos reales de la
globalización y ciertas ficciones difundidas acerca de la misma. La crisis financiera actual
agrava los problemas y plantea a nuestros países la alternativa de subordinarse pasivamente
a acontecimientos fuera de su control o recuperar la gobernabilidad de sus economías para
impulsar el desarrollo sostenible y elevar el bienestar. Las buenas respuestas a la globalización
no son fáciles pero son posibles. La integración de América Latina fortalece nuestra capacidad
de responder mejor a los desafíos del orden global y a afianzar la capacidad de decidir el
propio destino.
La exploración de estas cuestiones es el objeto de las reflexiones siguientes.
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I. La globalización
Globalización: real y virtual
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los avances científico-tecnológicos han
profundizado y transformado los vínculos entre los países. La globalización no es un hecho
nuevo pero adquiere ahora dimensiones distintas y más complejas que en el pasado 1. El
crecimiento del comercio mundial se concentra actualmente en los bienes de mayor valor
agregado y contenido tecnológico. Segmentos importantes de la producción mundial se
realizan dentro de las matrices de las corporaciones transnacionales y sus filiales en el resto
del mundo. El comercio y las inversiones privadas directas han adquirido un mayor peso en
la actividad económica de los países.
Esta globalizacón real refleja los cambios en la tecnología, la acumulación de capital
y la aptitud de las economías nacionales para generar ventajas competitivas. La globalización
real es un proceso de largo plazo que a partir de la difusión de la revolución industrial en el
siglo XIX se aceleró y en la segunda mitad del XX adquirió nuevo impulso.
Las finanzas son el ámbito donde la globalización alcanza dimensiones mayores einéditas. En este terreno, la globalización es virtual: se refiere a la transacción de valores y
está esencialmente determinada por el marco regulatorio.
Las posibilidades de generar ganancias arbitrando diferencias entre tasas de interés,
tipos de cambio y variaciones de precios en los mercados inmobiliarios y bursátiles atraen la
mayor parte de las aplicaciones financieras. La especulación es un escenario para ganar (y
perder) dinero, a menudo, mucho más importante que el de la inversión y la aplicación de
tecnología para la producción de bienes y servicios. A. diferencia de la globalización en laesfera real, la globalización financiera, tal cual la conocemos ahora, es un fenómeno
esencialmente contemporáneo. En el pasado, las finanzas internacionales promovieron y
acompañaron, no sin sobresaltos pasajeros y algunos extraordinarios episodios especulativos,
el crecimiento de la economía mundial. En la actualidad,la globalización financiera se ha
convertido en un fenómeno en gran medida autónomo y de una dimensión y escala
desconocidos en el pasado.
1 Aldo Ferrer, Historia de la globalización I , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1996.
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El crecimiento de la actividad financiera internacional es espectacular y mucho mayor que
el de la economía real. Recordemos algunos indicadores representativos.
El stock de préstamos internacionales netos de los bancos de los países desarrollados
ascendía, a fines de 1997, a 5,3 billones de dólares. El 9% de las colocaciones correspondía a los
países en desarrollo y el 1% a las economías en transición de Europa Oriental y las repúblicas de
la ex Unión Soviética. El crecimiento de este segmento del mercado financiero es mucho más
rápido que el de la economía real. A principios de la década de 1960, los préstamos bancarios
internacionales netos representaban el 6,2% de las inversiones de capital fijo en el mundo. En la
actualidad la relación supera el 130 por ciento.2
A su vez, los inversores institucionales, es decir, los fondos de pensión, las compañías de
seguros y las compañías de inversión (fondos mutuos y de cobertura), en diciembre del año
pasado, tenían activos totales por 21 billones de dólares, de los cuales casi el 50% correspondía
a entidades norteamericanas. En promedio, las colocaciones de los inversores institucionales en
la periferia representan alrededor del 10% del total de sus activos, es decir, una proporción
comparable a la observable en los préstamos internacionales de los bancos.
El mercado de derivados también ha crecido rápidamente. Desde principios de esta década
hasta la actualidad sus operaciones aumentaron cuatro veces. El stock de operaciones en derivados
en diciembre último ascendía a 40 billones de dólares, equivalentes a 1,5 veces el producto totalde la economía mundial.
Dada la magnitud de las operaciones financieras internacionales se comprende que los
mercados de divisas hayan alcanzado proporciones extraordinarias. Las transacciones diarias,
de las cuales más del 60% corresponde a los operadores de Gran Bretaña y los Estados Unidos,
alcanzan a 1,6 billones, monto superior al producto bruto interno anual de toda América Latina.
El 95% de las operaciones en los mercados cambiarios del mundo corresponden a movimientos
financieros y sólo el 5% a cancelación de transacciones reales de comercio de bienes y serviciose inversiones privadas directas.
En diciembre de 1997, las reservas de todos los bancos centrales del mundo ascendían a
1,6 billones, la misma magnitud que las operaciones de los mercados cambiarios en un solo día.
Como sostiene el Banco de Ajustes Internacionales (BIS): “las corrientes de capitales son ahora
tan grandes que las reservas públicas no pueden cerrar las brechas abiertas por una repentina
fuga de fondos.3
3 Bank for International Settlements, 68th, Annual Report, Basilea, 1998.
2 UNCTAD, World Investment Report , Ginebra, 1994.
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En un escenario global, en el cual los movimientos de capitales se realizan
libremente, las autoridades monetarias son prácticamente impotentes para controlar los
ataques especulativos y reducir la volatilidad de los mercados. El problema no es
inherente a la naturaleza de los mercados. Es el resultado de la decisión política de los
países centrales de desregular la act ividad financiera.
Los mercados periféricos son particularmente sensibles a los cambios del mercado
monetario de los Estados Unidos y las otras economías principales Las variaciones en
la oferta y la demanda de dinero y en las tasas de interés en los centros se reflejan,
ampliadas, en los movimientos de fondos hacia la periferia. Cuando hay un exceso de
oferta y baja la tasa de interés en aquéllos, los operadores buscan mejorar su rentabilidad
colocando fondos en plazas cuyos rendi. mientos son superiores pero, sus riesgos,
también mayores. La ausencia de criterios rigurosos de evaluación de riesgo induce a
aumentar imprudentemente las colocaciones en países que soportan burbuj as
especulativas y el deterioro de sus pagos internacionales, |mo sucedió en varios países
de Asia hasta el estallido de la crisis actual.
En sentido contrario, el cambio de expectativas y/o de la situación monetaria en
los centros puede deseo cadenar una salida de fondos masiva. La reacción de los
mercados financieros globales contagia a los residentes y suele provocar,simultáneamente con el retiro de crédito externo, la fuga de capitales doméstico.
En tales circunstancias, se desencadena uma crisis de grandes proporciones en
los países deudores.
Para los centros, sus colocaciones en la periferia representan alrededor del 10%
de sus operaciones financieras internacionales totales. Para la periferia, en cambio, esos
recursos son parte principal de sus disponibilidades. Se estima, por ejemplo, que el
retiro del 1% de las aplicaciones de los inversores institucionales representa el 1% de lacapitalización de los mercados de valores de los países centrales. En cambio, en Asia,
representaría el 26% y en América Latina el 66 por ciento. 4
La periferia es así mucho más vulnerable a la volatilidad de los mercados financieros
globales. Además, registra costos más altos que en los tomadores de recursos en los
países desarrollados. La sobretasa (spread) pagada por los deudores privados y públicos
de la periferia suele oscilar entre el 1% y el 8%.
4 Ibíd., p. 90.
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La sobretasa es una prima de riesgo. Sin embargo, cuando el riesgo se convierte en
siniestro por la insolvencia de los deudores, se suelen financiar operaciones de salvataje,
con dineros públicos de los centros pero, en definitiva, soportadas por los países deudores.
Esto plantea una amenaza moral que constituye una violación de las reglas del juego de una
economía de mercado.
Alcances de la globalización: selectiva en lo real,
total en lo financiero
La globalización dista de ser total en la producción y el comercio mundiales. Los países
desarrollados protegen sus mercados en productos que consideran sensibles, como los
agrícolas, textiles y el acero. Existen, al mismo tiempo, severas restricciones a las migraciones
internacionales de personas. La globalización es, por lo tanto, selectiva y abarca las esferas
en donde predominan los intereses de los países más avanzados. La globalización está
enmarcada por un sistema de reglas establecido por los centros de poder mundial. Las
normas de carácter multilateral son preferibles a las que surgen del trato bilateral entre los
países. De todos modos, los acuerdos en materia de comercio, propiedad intelectual y régimen
de inversiones privadas directas, administradas por la Organización Mundial de Comercio(OMC), privilegian los intereses de los países centrales.
La globalización de la producción y el comercio es parcial y selectiva. En la esfera
financiera, en cambio, es prácticamente total. Existe, en efecto, un mercado financiero de
escala planetaria en donde el dinero circula libremente y sin restricciones. La desregulación
de los movimientos de capitales y la insistencia del Fondo Monetario Internacional (FMI)
para que los países de la periferia abran sus plazas, reflejan los intereses de los operadores
financieros de los países desarrollados y sus redes en el resto del mundo.
Globalización y política
En resumen, la globalización es en parte un proceso político dentro de la esfera de decisión
de los estados nacionales más poderosos y de las organizaciones economicas y financieras
multilaterales (Organización Mundial de Comercio, FMI y Banco Mundial), eñ cuyo seno,
el Grupo de los Siete tiene una influencia decisiva.
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En las finanzas, la dimensión política de la globalización es relativamente más importante
que en las esferas reales de la economía mundial. El peso político de los intereses financieros
se explica por su magnitud y, también, por la ampliación del número de personas,
particularmente en los Estados Unidos, que canalizan sus ahorros en mercados en buena
medida especulativos. En 1997, las inversiones de los hogares norteamericanos en acciones
representaban casi una vez y media su ingreso disponible.
La globalización resulta, pues, de la coexistencia de factores económicos y de marcos
regulatorios que reflejan el sistema de poder prevaleciente en las relaciomes internacionales.
Al mismo tiempo, se carece de marcos regulatorios y acciones solidarias multilaterales para
resolver problemas muy graves del orden global. Tales, por ejemplo, el subdesarrollo y la
miseria prevalecientes en gran parte de la humanidad, el aumento de la brecha entre ricos y
pobres (en los últimos 30 años la diferencia de ingresos entre el 20% más rico y el 20% más
pobre de la población mundial aumentó de 30 a 60 veces)5, el tráfico de drogas y armamentos,
los conflictos políticos, étnicos y religiosos, las migraciones desde de países pobres y la
protección del medio ambiente. Semejantes cuestiones no tienen respuesta por el libre juego
de los mercados si no existe, al mismo tiempo, una cooperación efectiva de la comunidad
internacional.
Hechos y ficciones de la globalización
La globalización real es un fenómeno importante pero no nuevo. En vísperas de la Primera
Guerra Mundial, las inversiones privadas directas y el comercio tenían escalas comparables
a las actuales. Las migraciones de personas eran entonces relativamente mayores que ahora
y los regímenes de admisión de inmigrantes más liberales que en la actualidad.La globalización virtual abarca la esfera financiera y los extraordinarios avances en
la transmisión de imágenes e información y la reducción de los costos de las comunicaciones.
La globalización virtual ha contribuido, en mayor medida que la real, a establecer la imagen
de un mundo sin fronteras, gobernado por fuerzas fuera del control de los estados y de los
actores sociales.
5 Naciones Unidas, Informe sobre Desarrollo Humano, Nueva York, 1990.
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La globalización real y, sobre todo, la virtual, han contribuido a difundir una visión
fundamentalista del fenómeno. Según la misma, la mayor parte de las transacciones reales
y financieras en el mundo tendrían hoy lugar en el espacio planetario (la llamada aldea
global ). En ella, el poder de decisión radicaría en los operadores financieros y en las grandes
orporage nes transnacionales. De este modo, los ámbitos nacionales estarían disueltos en el
orden global y los estados carecerían de capacidad de decisión significativa sobre la asignación
de recursos y la estrategia de desarrollo de sus respectivos países.
La visión fundamentalista propone que existiría actualmente una sola política económica
posible: satisfacer las expectativas de los mercados. Cualquier intento de seguir estrategias
distintas concluirían en el desorden y la marginación de la economía mundial.
Si se respetan las libres fuerzas del mercado, la visión fundamentalista promete que el
crecimiento de la economía mundial será más rápido y estable y que los frutos del desarrollo
se distribuirán entre todos los habitantes del planeta.
Los supuestos de la visión fundamentalista son ficciones y sus promesas están muy
alejadas de la situación observable en los hechos.6
En la realidad, la globalización coexiste con espacios nacionales en los cuales se realiza
la mayor parte de las transacciones económicas y se genera el proceso de desarrollo. En
promedio, más del 80% del consumo y la inversión es abastecida por la producción internade los países. Es decir, que menos del 20% de la producción mundial de bienes y servicios
traspone las fronteras nacionales. A su vez, las filiales de las corporaciones transnacionales
financian menos del 10% de la acumulación mundial de capital en fábricas, recursos naturales,
infraestructura, agro, vivienda y los servicios. En otros términos, más del 90% de la
acumulación de capital en el mundo es financiado con el ahorro interno de los países. En su
inmensa mayoría, los gigantescos recursos financieros que circulan en la economía mundial
poco tienen que ver con la producción, el empleo y el comercio.Por otra parte, el desarrollo es, como siempre lo fue, un proceso de transformación
de cada espacio nacional, modernización del Estado, promoción de la iniciativa individual,
estabilidad de las reglas del juego y del marco institucional, aumento del ahorro y la inversión,
fomento de la competitividad, educación, ampliación de las bases científicas y tecnológicas
Nada de esto puede copiarse de manuales adquiridos en Washington, Londres o Francfort.
6 Aldo Ferrer, Hechos y ficciones de la globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
1997.
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El desarrollo es siempre un proceso gestado desde adentro de la realidad de cada país
y resulta de su capacidad de insertarse en el escenario mundial, consolidando la capacidad
de decidir el propio destino en un mundo global. La incapacidad histórica de América
Latina de responder con eficacia a los desafíos y oportunidades que plantea el orden global
es un factor explicativo de la persistencia del subdesarrollo y la dependencia de nuestros
países.7 La actual crisis financiera vuelve a replantear el antiguo dilema.
Lejos de verificarse la visión fundamentalista acerca de la disolución del papel del
Estado y de las politicas nacionales en el orden global sucede exactamente lo opuesto.
Nunca han sido más importntes que en la actualidad las especificidades nacionales y la
calidad de las respuestas de cada país a los desafíos y oportunidades de la globalización. La
experiencia histórica y la contemporánea es concluyente: sólo tienen éxito los países capaces
de poner en ejecución una concepción propia y endógena del desarrollo y, sobre estas
bases, integrarse al sistema mundial.
Las promesas de la visión fundamentalista no se verifican en la realidad. Desde principos
de la década de 1970, cuando se generalizaron las políticas neoliberales y la desregulación
de los mercados, particularmente de los financieros, la tasa de crecimiento de la producción
mundial se redujo prácticamente a la mitad: del 5% entre 1945 y 1970 al 2,5% entre 1970
y la actualidad. Es particularmente notable que el vertiginoso crecimiento de la actividadfinanciera esté acompañada por la reducción de la tasa de acumulación de capital fijo. En
los países desarrollados, que representan alrededor de 2/3 de la acumulación de capital en el
mundo, entre aquellos períodos, la tasa de inversión declinó entre 2 y 3 puntos porcentuales.
En los países en desarrollo se mantuvo alta debido principalmente a las elevadas tasas de
ahorro en China, Corea, Taiwán y otros países asiáticos de rápido desarrollo.
Por último, la volatilidad de los mercados se ha acrecentado desde el abandono de las
reglas de Bretton Woods, la flotación de las principales monedas, la liberación de losmovimientos de capitales y el aumento de la liquidez internacional. Las crisis financieras se
suceden periódicamente y, en la actualidad, se registra la más severa del último medio siglo.
El problema trasciende, por cierto, las fronteras de América Latina, La hegemonía de
la dimensión financiera influye el comportamiento de los consumidores y empresas e impregna
la conducción de la política económica, incluso en los países centrales.
7 Aldo Ferrer, De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999.
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Las subas o las bajas de las cotizaciones provocan efectos virtuales de riqueza
que no tienen relación con los cambios reales en el ingreso disponible de las familias
pero que influyen en sus gastos. Al mismo tiempo, la expectativa de los mercados
limita el rango de libertad para el manejo de instrumentos principales como el tipo de
cambio y la tasa de interés. Objetivos fundamentales como el crecimiento y el pleno
empleo se subordinan al de la estabilidad, condición privilegiada por los operadores
financieros. Se registra, de este modo, la situación paradójica de que el crecimiento de
la economía y el empleo sean considerados como una mala noticia porque podrían
generar inflación. Los países bajo sospecha son pasibles de ataques especulativos.
En el universo virtual de expectativas, euforias y pánicos, que caracterizan el
orden financiero global, decisiones, como la de la Reserva Federal de los Estados Unidos
sobre la tasa de interés, provocan reacciones desproporcionadas de los operadores
financieros. El empleo, el bienestar, la producción y el comercio están sujetos así a la
volatilidad de los mercados. Sometidos, como sostiene Krugman, a los intereses
fnancieros antes que a las normas de la buena teoría económica.8
Las consecuencias sociales y políticas de estos hechos son cada vez más
estrepitosas. Como sostiene Henry Kissinger, los costos sociales de la globalización
indiscriminada están generando crecientes riesgos políticos y amenazas al sistema globalde poder liderado por los países centrales.9
Cuando las reglas financieras generan tensiones sociales y políticas insoportables
se las cambia. Esto sucedió en la crisis de los años treinta cuando el patrón oro se
desplomó bajo el impacto de la recesión y el desempleo. Esto, probablemente, vuelva a
suceder. Pero si así fuera, el eventual cambio de las reglas del juego dependerá, en
primer lugar, de la decisión política y de los intereses de los principales países
desarrollados.
8 P. Krugman, "El juego de la confianza", en: The New Republic, trad. del diario Clarín, Buenos
Aires, 27 de septiembre de 1998.
9 H. Kissinger, "El FMI es incapaz de resolver esta crisis", en: Los Angeles Times, trad. del diario
Clarín, 4 de octubre de 1998.
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II. La crisis financiera
La crisis financiera actual es la más grave y la única que alcanza proporciones globales
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El sistema monetario y financiero internacional
soportó tensiones y ajustes antes y después del abandono por los Estados Unidos de la
convertibilidad del dólar en oro en 197l y de la adopción generalizada por los países centrales
del régimen de flotación de sus monedas.
América Latina fue protagonista principal de algunas de estas turbulencias. Así ocurrió
con la crisis de la deuda externa en la década de 1980 y, más recientemente, el llamado
efecto tequila en México. En los Estados Unidos, los problemas del sistema de ahorro y
préstamos tuvieron gran alcance, pero dentro de los límites del mercado norteamericano.
En Europa, ataques especulativos contra diversas monedas provocaron ajustes de sus
paridades más allá de la banda de fluctuación establecida en el sistema monetario europeo y,
en los casos de la libra y la lira, su retiro del SME.
En ningún caso, sin embargo, las turbulencias alcanzaron la dimensión observable
actualmente. Por primera vez en 50 años, la crisis financiera es en gran escala y de alcancesglobales. La expresión de la crisis es, sin embargo, muy distinta en los espacios que integran
la economía mundial y afecta de manera diferente a los diversos componentes del sistema
financiero.
Los principales agrupamientos son los siguientes: países desarrollados, países en
desarrollo con mercados financieros regulados y países en desarrollo con mercados financieros
desregulados. Fuera de este esquema, figura el caso particular de Rusia.
Países desarrollados
En los Estados Unidos y la Unión Europea la principal manifestación de la crisis fue la caída
de las cotizaciones de las acciones en los mercados de valores. Desde el momento de los
máximos registros hasta la actualidad (principios de octubre de 1998), la baja es cercana al
20%. La principal plaza bursátil, Wall Street, no alcanza ese guarismo, en el cual el mercado
es considerado en contracción. En la Unión Europea la caída es del orden del 25% y en
Japón del 70%.
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El caso japonés es una historia aparte porque su contracción precede a la crisis actual
y se vincula a las dificultades anteriores que enfrenta su sistema bancario.
Por ahora la crisis está limitada, pues, a las bolsas de valores y sus repercusiones
sobre los mercados cambiarios. Los operadores financieros modifican la composición de
sus portafolios para compensar las pérdidas. En el caso de Japón, por ejemplo, los tenedores
de bonos del Tesoro de los Estados Unidos, cuyo stock ascendía a fines de junio último a
264 mil millones de dólares, se están desprendiendo de los mismos contribuyendo, en las
últimas semanas, a la apreciación del yen respecto del dólar en un 20%. Este cambio de
paridades no refleja cambios en las variables reales de las economías japonesas o
norteamericana sino el contagio de mercados especulativos.
Los problemas del sistema financiero de los países centrales son puntuales y no
comprometen su liquidez ni solvencia. Tal, por ejemplo, el caso del fondo de cobertura
Long Term Management LP, rescatado de la quiebra bajo el liderazgo de la Reserva Federal
por un grupo de entidades financieras norteamericanas. A su vez, algunos bancos europeos
están muy expuestos en sus operaciones en Rusia y el sudeste de Asia. Estos tienen inversiones
en los mercados emergentes de 426 mil millones de dólares (1/3 en América Latina) y los
bancos norteamericanos 117 mil millones. Otros tienen colocaciones en esos mercados
semejantes o mayores a su patrimonio neto. Es una situación comparable a la que enfrentaronlos bancos norteamericanos más expuestos en América Latina durante la crisis de los años