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Más importante que cualquier documento es que todos los predicadores del mundo anuncien de manera coherente y convencida el Evangelio de la vida, para reconstruir la evidencia y la alegría de la fe y para ofrecer a los creyentes las razones de nuestra esp El problema de las amenazas a la vida humana A) Fundamentos bíblicos Para hacer frente adecuadamente al problema de las amenazas contra la vida humana y para encontrar el modo más eficaz de defenderla contra ellas, debemos ante todo verificar los componentes esenciales, positivos y negativos, del debate antropológico actual.El dato esencial del que hay que partir es y sigue siendo la visión bíblica del hombre, formulada ejemplarmente en los relatos de la creación. La Biblia define con dos trazos el ser humano, su esencia, que precede la historia y no se pierde nunca en ella: 1. El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26); el segundo relato de la creación expresa la misma idea diciendo que el hombre, tomado del polvo, lleva en sí el soplo divino de la vida. El hombre se caracteriza por su relación inmediata con Dios, propia de su ser; el hombre es «capax Dei» y por eso está bajo la protección personal de Dios, es algo «sagrado»: «Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre» (Gn 9, 6). Ésta es una sentencia apodíctica del derecho divino que no tolera excepciones: la vida humana es intocable porque es propiedad divina. 2. Todos los hombres son un sólo hombre porque provienen de un único padre, Adán, y de una única madre, Eva, «madre de todos los vivientes» (Gn 3, 20). Esta unicidad del género humano, que implica la igualdad, los mismos derechos fundamentales para todos, es solemnemente repetida y re-inculcada después del diluvio. Para afirmar nuevamente el origen común de todos los hombres, el capitulo 10 del Génesis describe ampliamente el origen en Noé de toda la humanidad: «Estos tres fueron los hijos de Noé, y a partir de ellos se pobló toda la tierra» (Gn 9, 19). Los dos aspectos, dignidad del ser humano y unicidad de su origen y Vocación a la Vida Humana

Vocación a La Vida Humana

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Ms importante que cualquier documento es que todos los predicadores del mundo anuncien de manera coherente y convencida el Evangelio de la vida, para reconstruir la evidencia y la alegra de la fe y para ofrecer a los creyentes las razones de nuestra esp

Vocacin a la Vida HumanaEl problema de las amenazas a la vida humana

A) Fundamentos bblicos

Para hacer frente adecuadamente al problema de las amenazas contra la vida humana y para encontrar el modo ms eficaz de defenderla contra ellas, debemos ante todo verificar los componentes esenciales, positivos y negativos, del debate antropolgico actual.El dato esencial del que hay que partir es y sigue siendo la visin bblica del hombre, formulada ejemplarmente en los relatos de la creacin. La Biblia define con dos trazos el ser humano, su esencia, que precede la historia y no se pierde nunca en ella:

1. El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26); el segundo relato de la creacin expresa la misma idea diciendo que el hombre, tomado del polvo, lleva en s el soplo divino de la vida. El hombre se caracteriza por su relacin inmediata con Dios, propia de su ser; el hombre es capax Dei y por eso est bajo la proteccin personal de Dios, es algo sagrado: Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre ser su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo l al hombre (Gn 9, 6). sta es una sentencia apodctica del derecho divino que no tolera excepciones: la vida humana es intocable porque es propiedad divina.

2. Todos los hombres son un slo hombre porque provienen de un nico padre, Adn, y de una nica madre, Eva, madre de todos los vivientes (Gn 3, 20). Esta unicidad del gnero humano, que implica la igualdad, los mismos derechos fundamentales para todos, es solemnemente repetida y re-inculcada despus del diluvio. Para afirmar nuevamente el origen comn de todos los hombres, el capitulo 10 del Gnesis describe ampliamente el origen en No de toda la humanidad: Estos tres fueron los hijos de No, y a partir de ellos se pobl toda la tierra (Gn 9, 19).

Los dos aspectos, dignidad del ser humano y unicidad de su origen y destino, encuentran confirmacin definitiva en la figura del segundo Adn, Cristo: el Hijo de Dios ha muerto por todos, para reunir a todos en la salvacin definitiva de la filiacin divina. Aparece as con la mxima claridad la comn dignidad de todos los hombres: Ya no hay judo ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jess (Ga 3, 28).Este anuncio bblico, idntico de la primera a la ltima pgina, es el bastin de la dignidad y de los derechos humanos: es la gran herencia de autntico humanismo confiada a la Iglesia, cuyo deber es encarnar dicho anuncio en todas las culturas, en todos los sistemas sociales y constitucionales.

B) La dialctica de la poca moderna

La historia de la modernidad se presenta hoy como historia de la libertad. En efecto, slo la modernidad ha comprendido claramente la idea de los derechos del hombre, derechos que le corresponden por su misma esencia y son previos a toda legislacin positiva. Las cuestiones jurdicas y morales que surgen en el contraste con las culturas no cristianas en el momento del descubrimiento del nuevo mundo, supusieron una primera dificultad a la hora de explicar esos derechos naturales que corresponden al hombre por el simple hecho de serlo, independientemente de la sociedad en que vive o del hecho de si est bautizado o no: es siempre una creatura del nico Dios; tambin con la herida producida por el pecado original sigue siendo sujeto de derechos que hay que respetar en atencin al Creador.

La luchas confesionales de la modernidad, la disolucin de la unidad de la fe en el mundo cristiano y la formacin de iglesias libres que limitaron la iglesia de estado, llevaron por otro camino a cuestionar las fronteras del poder estatal, los derechos del individuo frente a los del Estado.Se puede percibir as en la sociedad moderna un progresivo crecimiento de la conciencia de la libertad, que repercute concretamente en la formacin de crecientes mbitos individuales de libertad. La abolicin de la esclavitud, que slo en la temprana modernidad ha vivido su momento de mayor crueldad, tuvo lugar poco a poco.

Tras las terribles guerras de religin aumentaron lentamente los mbitos de tolerancia. Con el progreso del pensamiento democrtico la idea de la igualdad universal pudo encontrar lenta traduccin, tambin en la realidad estatal; la relacin entre dominadores y sometidos cambi lentamente en colaboracin en una comn responsabilidad con papeles diferentes.Estos desarrollos positivos de la modernidad son innegables y no pueden ser empequeecidos: particularmente en la Constitucin sobre la Iglesia en el mundo contemporneo y en el Decreto sobre libertad religiosa, el concilio Vaticano II ha aceptado con plena conciencia la herencia positiva de la modernidad.

Por otra parte, un testigo tan insospechable como Th. Adorno se ha referido con razn a la dialctica de la modernidad: la radicalizacin de ideas y conceptos que tienen en s un lmite interno, puede llevar a su desaparicin; la extrema liberacin puede transformarse en esclavitud. El peligro interno de la historia moderna de la libertad se reconoce en su mismo concepto de libertad. El principio del problema se puede encontrar ya en la famosa definicin kantiana de la Ilustracin: La Ilustracin es la salida del hombre de su culpable minora de edad... Atrvete a saber! Ten el coraje de servirte de tu propia razn! es la divisa de la Ilustracin.

En s mismo no hay nada que objetar a esto; en efecto, el hombre tiene necesidad de este coraje. Pero en esas palabras se puede ya reconocer el individualismo de la razn particular, que habra de convertirse en un peligro: la razn del individuo se desliga de los grandes contextos vitales de la tradicin; se convierte en una instancia cerrada en s misma, que al final ya no encuentra el acceso a la verdad comn. Esta individualizacin de la razn corre pareja con una creciente individualizacin del concepto de libertad: libertad es el derecho del individuo frente al Estado. Est a la vista que la libertad slo puede consistir en un trenzado de libertades que se sostienen mutuamente. Si se afirman slo los derechos individuales frente al todo, ste se disuelve y entonces desaparecen de nuevo las libertades individuales: la anarqua no es la forma perfecta de libertad, sino su radical destruccin.

Hoy nos vamos acercando progresivamente a este punto. Los documentos preparatorios de El Cairo han mostrado de una manera terrible cmo han desaparecido todos los vnculos comunes radicados en la naturaleza del hombre y que le son necesarios, y cmo el mundo se construye alrededor del yo aislado con sus exigencias. Este yo que slo conoce derechos y ningn deber, ningn ordenamiento que lo preceda, es una construccin artificialmente inventada: el hombre es otra cosa. Ha sido creado como un ser-con, y la libertad consiste precisamente en la recta ordenacin de este ser-con.El desarrollo social va siempre estrechamente ligado al desarrollo del concepto de razn. La individualizacin de la razn de que acabamos de hablar, ha presentado siempre como carencia de libertad la dependencia del hombre de la verdad y del bien. Ya no existe ni lo verdadero ni lo bueno; lo que es fundamento y fin de la libertad aparece como impedimento de la libertad.

Como consecuencia, ya no se ve la libertad como tendencia hacia el bien, tal como descubre la razn ayudada por la comunidad y la tradicin, sino que se define ms bien como una emancipacin de todos los condicionamientos que impiden a cada uno el seguir la propia razn. Se define como libertad de indiferencia.La constitucin de Weimar, es decir, la de la primera Repblica alemana del 11 de agosto de 1919, representa un ejemplo evidente de cmo la radicalizacin de la idea de libertad y de tolerancia con una actitud relativista frente a todo valor firme, prepara la interna desaparicin de la libertad.

Esta constitucin habla, s, de derechos fundamentales, pero situndolos en un contexto de indiferentismo frente a los valores y de relativismo, que a los legisladores pareca una consecuencia necesaria de la tolerancia y, por lo tanto, como algo obligatorio. Pero precisamente esta absolutizacin de la tolerancia hasta llegar al relativismo total relativiz tambin los derechos fundamentales de tal manera que el rgimen nazista no encontr ningn motivo para tener que quitar estos artculos, cuyo fundamento era demasiado dbil y ambiguo como para ofrecer una proteccin segura contra su accin destructora de los derechos humanos.

Si el desarrollo de la legislacin moderna es sobre todo un desarrollo para la creacin de espacios cada vez mayores de libertad, la inversin de este desarrollo mediante la radicalizacin de las libertades individuales choca con lo que, cada vez ms en las legislaciones, se pone como fundamento de la libertad colectiva: ya no son simplemente tericos de la filosofa del Estado los que extienden el derecho individual a la libertad hasta el derecho a dar muerte a los dbiles y nonatos.

Desde el momento en que estados y organizaciones internacionales garantizan el aborto o la eutanasia, votan leyes que los autorizan y ponen sus medios a disposicin de quienes los llevan a cabo, la legislacin misma es arrastrada por la presin de tales movimientos intelectuales, y de ese modo una legislacin de libertad se convierte en la destruccin legal de los derechos fundamentales del hombre.

C) Los motivos de la oposicin a la vida

Si hoy podemos observar una movilizacin de fuerzas en defensa de la vida humana en los diversos movimientos pro vida, una movilizacin estimulante y que permite abrigar esperanzas, tenemos no obstante que reconocer francamente que hasta ahora el movimiento contrario es ms fuerte: la extensin de legislaciones y de prcticas que destruyen voluntariamente la vida humana, sobre todo la vida de los ms dbiles, los nios que todava no han nacido .Por qu esta victoria de una legislacin o de una praxis antihumana precisamente en el momento en que la idea de los derechos humanos pareca haber obtenido un reconocimiento universal e incondicional? Por qu hay tambin cristianos, incluso personas de elevada formacin moral, que piensan que la normativa sobre la vida humana podra y debera entrar en el juego de los necesarios compromisos de la vida poltica? Por qu no son ya capaces de ver los lmites insuperables de toda legislacin digna de tal nombre, el punto en el que un derecho se convierte en injusticia y crimen?

1. En un primer nivel de nuestra reflexin me parece que se pueden sealar dos motivos, tras los cuales se esconden seguramente otros. Uno se refleja en la postura de quienes afirman la necesaria separacin entre las convicciones ticas personales y el mbito poltico en el que se formulan las leyes: aqu el nico valor que habra que respetar sera el de la total libertad de eleccin de cada uno, segn las propias opiniones privadas.En un mundo en el que toda conviccin moral carece de referencia comn a la verdad, dicha conviccin no tiene ms valor que el de la opinin, y sera expresin de intolerancia querer imponerla a los dems mediante leyes, limitando de ese modo su libertad.

En la imposibilidad de fundamentarse en un punto de referencia objetivo comn, la vida social se debera concebir como resultado de un compromiso de intereses con el fin de garantizar a cada cual el mximo posible de libertad. Pero en realidad, all donde el criterio decisivo de reconocimiento de los derechos es la mayora, all donde el derecho a expresar la propia libertad puede prevalecer sobre el derecho de una minora que no tiene voz, all la fuerza se ha convertido en el criterio de derecho.Esto resulta tanto ms evidente y dramticamente grave cuando, en nombre de la libertad de quien tiene poder y voz, se niega el derecho fundamental a la vida de quienes no tienen la posibilidad de hacerse or. En realidad, toda comunidad poltica, para subsistir, debe reconocer al menos un mnimo de derechos objetivamente fundados, no concordados mediante convenciones sociales, sino previos a toda reglamentacin poltica del derecho.

La misma Declaracin universal de los derechos humanos, firmada por casi todos los pases del mundo en el 1948 despus de la terrible prueba de la segunda guerra mundial, expresa plenamente, hasta en su ttulo, la conciencia de que los derechos humanos (de los que el fundamental es precisamente el derecho a la vida) pertenecen al hombre por naturaleza, que el Estado los reconoce pero no confiere, que corresponden a todos los hombres en cuanto tales y no por razn de caractersticas secundarias que otros tendran el derecho de determinar a su arbitrio.Se entiende entonces cmo un Estado que se arrogue el derecho de definir qu seres humanos son o no sujetos de derechos, y que, en consecuencia, reconozca a algunos el poder de violar el derecho fundamental de otros a la vida, contradice el ideal democrtico, que sin embargo sigue invocando, y mina las mismas bases sobre las que se sostiene. En efecto, aceptando que se violen los derechos del ms dbil, acepta al mismo tiempo que el derecho de la fuerza prevalezca sobre la fuerza del derecho.

Se comprende as que la idea de una tolerancia absoluta de la libertad de eleccin destruye el fundamento mismo de una convivencia justa entre los hombres. La separacin de la poltica de todo contenido natural del derecho, patrimonio inalienable de la conciencia moral de cada uno, priva a la vida social de su sustancia tica y la deja indefensa frente al arbitrio de los ms fuertes.Uno se puede preguntar cundo comienza a existir la persona, sujeto de derechos fundamentales que deben ser respetados de manera absoluta. Si no se trata de una concesin social, sino ms bien de un reconocimiento, tambin los criterios para determinarlo deben ser objetivos.

Ahora bien, como ha confirmado Donum vitae, I, 1, la ciencia gentica moderna demuestra que desde el momento en que el vulo es fecundado, se inaugura una vida nueva que no es la del padre o la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por su cuenta. Ha mostrado cmo desde el primer momento est fijado el programa de lo que ser este viviente: un hombre, este hombre-individuo con sus notas caractersticas ya bien determinadas. Desde la fecundacin inicia la aventura de una vida humana: cada una de sus grandes capacidades exige tiempo para disponerse a la accin. Las recientes adquisiciones de la biologa humana reconocen que en el cigoto que deriva de la fecundacin se ha constituido ya la identidad biolgica de un nuevo individuo humano.

Si ningn dato experimental puede bastar por s mismo para reconocer un alma espiritual, sin embargo, las conclusiones de la ciencia sobre el embrin humano dan una indicacin preciosa para distinguir racionalmente una presencia personal a partir de este primer momento en que comparece una vida humana: cmo un individuo humano podra no ser una persona humana? Frente a esta pregunta, el Magisterio aunque no se ha comprometido con una afirmacin de ndole filosfica, ha enseado sin embargo de manera constante que desde el primer momento de su existencia se debe garantizar al fruto de la generacin humana el respeto incondicionado debido moralmente al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde su concepcin y, por lo tanto, desde aquel mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, entre los cuales, sobre todo el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida.

2. Me parece que el segundo motivo que explica la difusin de una mentalidad de oposicin a la vida va unido a la concepcin misma de la moralidad, hoy ampliamente extendida. Con frecuencia, una idea meramente formal de conciencia se asocia con una visin individualista de la libertad, entendida como derecho absoluto de auto-determinacin sobre la base de las propias convicciones. Dicha idea ya no hunde sus races en la concepcin clsica de la conciencia moral, en la que, como dice el concilio Vaticano II, resuena una ley que el hombre no se da a s mismo, sino que debe obedecer; una voz que lo llama siempre a amar, a hacer el bien y a huir del mal, y que, cuando es necesario, dice con claridad al corazn: haz esto, evita esto otro (cfr. Gaudium et spes, 16). En esta concepcin, propia de toda la tradicin cristiana, la conciencia es la capacidad de abrirse a la llamada de la verdad objetiva, universal e igual para todos, que todos pueden y deben buscar. Ella no es aislamiento, sino, al contrario, comunin: cum scire en la verdad sobre el bien que une a todos los hombres en lo ntimo de su naturaleza espiritual. En esta relacin con la verdad objetiva y comn es donde la conciencia encuentra su justificacin y su dignidad; relacin que debe ser cuidadosamente garantizada mediante una formacin permanente que, para el cristiano, lleva espontneamente consigo un sentir con la Iglesia, y, por lo tanto, una intrnseca referencia al Magisterio autntico de la Iglesia.Por el contrario, en esa innovativa concepcin la conciencia se desengancha de su relacin constitutiva con la verdad moral y se reduce a simple condicin formal de la moralidad. Su sugerencia: haz el bien y evita el mal no tendra ninguna referencia necesaria y universal a la verdad sobre el bien, sino que slo dira relacin a la bondad de la intencin subjetiva. La calificacin moral de los contenidos concretos de la accin dependera, por el contrario, de la autocomprensin del individuo, determinada siempre cultural y circunstancialmente. De este modo la conciencia no es ms que la subjetividad elevada a criterio ltimo de la accin. La idea fundamental cristiana de que no hay ninguna instancia que se pueda oponer a la conciencia no tiene ya el significado original e irrenunciable segn el cual la verdad no puede imponerse ms que por s misma, es decir, en la interioridad personal; resulta ms bien una deificacin de la subjetividad, de la que la conciencia es orculo infalible que no puede ser cuestionada por nada ni por nadie.

D) Las dimensiones antropolgicas del desafo

1. Pero es necesario ahondar todava ms en la identificacin de las races de esta oposicin a la vida. As, en un segundo nivel, reflexionando en los trminos de un planteamiento ms personalista, encontramos una dimensin antropolgica sobre la que es necesario detenerse aunque slo sea brevemente.Se seala aqu un nuevo dualismo que se afirma cada vez ms en la cultura occidental y hacia el que convergen algunos de los rasgos que caracterizan su mentalidad: el individualismo, el materialismo, el utilitarismo, la ideologa hedonista de la realizacin de s mismos por s mismos. En efecto, el sujeto no percibe ya espontneamente el cuerpo como la forma concreta de todas sus realizaciones en relacin con Dios, los dems y el mundo, como el factor que lo introduce en un universo en construccin, en una conversacin en curso, en una historia rica de sentido en la que no puede participar positivamente si no es aceptando sus reglas y lenguaje. El cuerpo aparece ms bien como un instrumento al servicio de un proyecto de bienestar, elaborado y ejecutado por la razn tcnica, que calcula cmo podr obtener el mayor provecho.De ese modo, la sexualidad misma es despersonalizada e instrumentalizada. Aparece como una simple ocasin de placer y no como la realizacin del don de s, ni como la expresin de un amor que, en la medida en que es verdadero, acoge ntegramente al otro y se abre a la riqueza de vida de la que es portador: a su hijo, que ser tambin el propio hijo. Los dos significados, unitivo y procreador, del acto sexual son separados. La unin se empobrece, mientras que la fecundidad se lleva a la esfera del clculo racional: el nio, s, pero cuando y como yo lo quiero.Resulta as claro que ese dualismo entre razn tcnica y cuerpo-objeto permite que al hombre le pase por alto el misterio del ser.

En realidad, el nacimiento y la muerte, la aparicin y desaparicin de una persona, la llegada y la disolucin del yo remiten directamente el sujeto a la cuestin de su propio sentido y de su propia existencia. Quiz para huir de esta pregunta angustiosa es por lo que se intenta asegurar el dominio ms completo posible sobre estos dos momentos clave de la vida y por lo que se busca colocarlos en la esfera del hacer. De esa manera se engaa uno pensando que el hombre se posee a s mismo gozando de una libertad absoluta, que el hombre pueda ser fabricado segn un clculo que no deja nada a la incertidumbre, al acaso, al misterio.

2. Un mundo que asume opciones de eficacia tan absolutas, que ratifica hasta tal punto la lgica utilitarstica, que, ms an, concibe la libertad como un derecho absoluto del individuo y la conciencia como una instancia subjetivstica completamente aislada, tiende necesariamente a empobrecer todas las relaciones humanas, hasta acabar considerndolas como relaciones de fuerza y no reconociendo al ser humano ms dbil el puesto que se le debe. Desde este punto de vista, la ideologa utilitarista camina en la misma direccin que la mentalidad machista, y el feminismo aparece como una legtima reaccin ante la instrumentalizacin de la mujer.Sin embargo, muy frecuentemente el as llamado feminismo se basa en los mismos presupuestos utilitaristas del machismo y, lejos de liberar a la mujer, colabora ms bien a hacerla sierva.Cuando, en la lnea del dualismo antes evocado, la mujer reniega el propio cuerpo considerndolo simple objeto al servicio de una estrategia de conquista de la felicidad mediante la realizacin de s, reniega tambin de su femineidad, la manera propiamente femenina del don de s y de la acogida del otro, de la que la maternidad es la seal ms tpica y la realizacin ms concreta .Cuando la mujer se pone de parte del amor libre y llega a reivindicar el derecho al aborto, contribuye a reforzar una concepcin de la relaciones humanas segn la cual la dignidad de cada uno depende, a los ojos del otro, de lo que puede dar. En todo esto la mujer toma posicin contra la propia femineidad y contra los valores de los que sta es portadora: la acogida de la vida, la disponibilidad para con el ms dbil, la entrega sin condiciones a quien necesita de ella. Un autntico feminismo que trabaje por la promocin de la mujer en su verdad integral y por la liberacin de todas las mujeres, trabajara tambin por la promocin del hombre entero y por la liberacin de todos los seres humanos. Luchara, en efecto, para que se reconozca a la persona la dignidad que le corresponde por el simple hecho de existir, de haber sido querida y creada por Dios, y no por su utilidad, fuerza, belleza, inteligencia, riqueza o salud.

Se esforzara por promover una antropologa que valore la esencia de la persona como hecha para el don de s y para la acogida del otro, de quien el cuerpo, masculino o femenino, es signo e instrumento.Y precisamente desarrollando una antropologa que presenta al hombre en su integridad personal y relacional, es como se puede responder a la difusa argumentacin segn la cual el mejor medio para luchar contra el aborto sera promover la anticoncepcin. Todos hemos escuchado dirigir este reproche a la Iglesia: Es absurdo que queris prohibir a la vez la anticoncepcin y el aborto. Impedir el acceso a la primera hace inevitable el segundo. La encclica Evangelium vitae ofrece un anlisis profundo de este problema. El documento del Papa aclara sobre todo el diverso gnero moral de las dos actitudes: anticoncepcin y aborto, desde el punto de vista moral, son males especficamente diversos:... la primera se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el segundo se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino "no matars" (13).

A esta diferencia de gnero moral, que el Magisterio y la teologa han afirmado siempre, la encclica aade una segunda distincin de gran importancia, hasta ahora poco notada. El Papa reconoce el hecho de que muchos recurren a los anticonceptivos tambin con la intencin de evitar sucesivamente la tentacin del aborto (13).

Tal intencin, que puede estar en la base del acto anticonceptivo singular, hay que distinguirla de la mentalidad anticonceptiva. Los disvalores de tal mentalidad -bien diversa del ejercicio responsable de la paternidad y de la maternidad- son tales que hacen ms fuerte la tentacin del aborto. No obstante pues, la diversa naturaleza y el diverso peso moral de la anticoncepcin y del aborto estn muy frecuentemente en ntima relacin, como frutos de una misma planta. Un concepto egostico de libertad ve en la procreacin un obstculo al despliegue de la propia personalidad. La vida que podra nacer del encuentro sexual se convierte en el enemigo que hay que evitar absolutamente, y el aborto en la nica respuesta posible que resuelve las cosas en el caso de una anticoncepcin fallida (13).

En la mentalidad anticonceptiva no se trata, en efecto, de asumir una gestin responsable y digna de la propia fecundidad en funcin de un proyecto generoso, abierto siempre a la eventual acogida de una vida nueva imprevista.Se trata ms bien de asegurarse un dominio completo de la procreacin, que rechaza hasta la idea de un hijo no programado. Entendida en estos trminos, la anti-concepcin conduce necesariamente al aborto como solucin de reserva. No se puede reforzar la mentalidad anticonceptiva sin hacerlo contemporneamente con la ideologa que la sostiene y, por lo tanto, sin alentar implcitamente el aborto. Por el contrario, si se desarrolla la idea de que el hombre no se encuentra a s mismo si no es en el don generoso de s y en la acogida incondicional del otro por la simple razn de su existencia, el aborto aparecer cada vez ms como un crimen absurdo.Una antropologa de corte individualstico conduce, como hemos visto, a considerar inaccesible la verdad objetiva, la libertad como arbitraria, la conciencia como una instancia cerrada en s misma; no slo orienta a la mujer a odiar a los hombres, sino tambin al odio de s misma y de la propia femineidad, sobre todo, de la propia maternidad.Ms en general, tal antropologa orienta al ser humano al odio de s. Se desprecia a s mismo, no est de acuerdo con Dios que haba encontrado cosa muy buena la criatura humana (Gn 1, 31).

Al contrario, una corriente no despreciable del pensamiento actual ve en el hombre el gran destructor del mundo, un producto infeliz de la evolucin. En realidad, el hombre que no tiene ya acceso al infinito, a Dios, es un ser contradictorio, un producto fallido. Se revela aqu la lgica del pecado: el hombre, queriendo ser como Dios, busca la independencia absoluta. Para ser autosuficiente debe independizarse, emanciparse incluso del amor que es siempre un don libre, que no se produce ni se hace. Pero hacindose independiente del amor, el hombre se separa de la verdadera riqueza de su ser, se vaca, y se hace inevitable la oposicin al propio ser. Ser hombre no es una cosa buena; la lgica de la muerte pertenece a la lgica del pecado.

Queda abierta la va hacia el aborto, la eutanasia y el abuso de los ms dbiles.Resumiendo podemos decir: la raz ltima del odio y de todos los ataques contra la vida humana es la prdida de Dios. Cuando Dios desaparece, desaparece tambin la dignidad absoluta de la vida humana. La sacralidad intocable de la persona humana se revela a la luz de la creacin del hombre como imagen y semejanza de Dios. Slo esta dimensin divina garantiza la plena dignidad de la persona humana. Por eso, una argumentacin puramente vitalista, como la vemos frecuentemente aplicada (en el sentido, por ejemplo, de A. Schweitzer), puede ser un primer paso, pero es insuficiente y no llega al fin que se pretende. En la lucha por la vida, el tema Dios es indispensable. Slo as aparece el fundamento metafsico de la dignidad humana, el valor de la vida dbil, de las personas disminuidas fsicamente, no productivas, de los enfermos sin esperanza de cura, etc.; slo as se puede aprender de nuevo y redescubrir el valor del sufrimiento: la cruz de Cristo sigue siendo la ms grande leccin sobre la dignidad humana; nuestra salvacin tiene su origen no en el hacer, sino en el sufrimiento del Hijo de Dios, y quien no sabe sufrir no sabe tampoco vivir.

E) Posibles respuestas al desafo de nuestro tiempo

Qu hacer en esta situacin para responder al desafo que acabamos de describir?Lo esencial es, sin duda, una nueva formacin de la conciencia de los cristianos por lo que concierne a la responsabilidad poltica y social de la fe. Slo la revolucin cultural puesta en marcha en los ltimos sesenta aos y que ha transformado bsicamente la estructura espiritual del mundo occidental, ha destruido el consenso tico mnimo fundado sobre el cristianismo que hasta ahora haba vencido todas las revoluciones espirituales. Solamente las dos grandes ideologas totalitarias del siglo -nacionalsocialismo y marxismo- se haban ya distanciado de l y haban licenciado la intangibilidad de la criatura humana, imagen de Dios, en favor de sus fines ideolgicos ms altos, del nuevo hombre que haba que crear y del nuevo mundo que haba que construir. El fracaso del nacionalsocialismo y sus horrores han actuado sobre todo como premonicin y han confirmado una vez ms los irrenunciables valores ticos de la tradicin cristiana.Pero desde 1968 este dique ha ido progresivamente desapareciendo. Es una casualidad que haya sido ese el ao en el que comenz la marcha triunfal de la pldora y con ella una revolucin sexual sin paralelo histrico: la separacin radical entre procreacin y sexualidad?

La indisolubilidad del matrimonio haba ya retrocedido desde el mbito comn de la sociedad al particular de la Iglesia (de ese modo la Iglesia catlica se aislaba cada vez ms en este punto incluso de las Iglesias cristianas). Pero la legislacin divorcista fue estrictamente una especie de necesaria concesin a la dureza de corazn del hombre, que para el estado laicista era indispensable. Dicha legislacin remita, no obstante, a la fidelidad de por vida como lo ms adecuado a la naturaleza del matrimonio. Ahora la legislacin se haca cada vez ms relajada y el matrimonio se conceba segn el modelo de un contrato revocable. Entonces se puso en marcha la ola de la legislacin abortiva, aunque apoyndose sobre todo en la idea de que de esa manera se evitaban los abortos clandestinos: la regulacin legal del aborto combatira este peligro ms eficazmente que su prohibicin, inevitablemente irrealstica.

Hoy apenas se escucha ya este argumento; en su lugar, el aborto se exige cada vez ms como un derecho de la libertad de la mujer. Entre tanto sigue avanzando la disolucin del matrimonio: en amplios crculos se trabaja por identificarlo con otras comunidades de vida, incluso con las uniones de homosexuales, con lo que se pone en marcha su desaparicin como ordenamiento social fundamental. Sobrevienen finalmente las nuevas posibilidades de la medicina: el hombre puede ser producido en probeta; lo que se puede producir, se puede tambin tomar de nuevo: los fetos sobrantes son inevitablemente hombres sobrantes.

Por qu no se debera aprovechar el material as obtenido si puede servir para altos fines teraputicos?En esta situacin, los cristianos pueden caer en dos actitudes falsas contrapuestas. De una parte, puede surgir la tentacin de la huida hacia soluciones minimizantes negando la seriedad del fenmeno, la radicalidad del cambio. El temor del gueto puede inducir a una ideologa de acomodacin en la que desaparece la presencia de los cristianos en el mundo. De la otra, amenaza la resignacin, la retirada a lo que es slo propio de los cristianos, razonando que estos no pueden imponer su ethos a los dems; en democracia slo lo que es opinin de la mayora se puede convertir en derecho. Este principio slo es verdad en parte; si se absolutiza, equivale a la disolucin del concepto de derecho. Hay un derecho y una injusticia que son objetivos; una legislacin que quiera establecer realmente el derecho se debe orientar al derecho que reside en la naturaleza del hombre.

Pero es cierto que el derecho puede ser desconocido, que las sociedades pueden ser ciegas al derecho en amplios mbitos. Pensemos en la ceguera de la sociedad cristiana en el tiempo del primer colonialismo frente al problema de la esclavitud; pensemos en la ceguera que, bajo la presin propagandstica de los idelogos, se extendi en la Alemania nacionalsocialista y en los estados gobernados marxisticamente. Por eso, los cristianos no pueden abandonar sin ms la sociedad a s misma: tienen el deber de luchar porque sean reconocidos los derechos fundamentales, que son el presupuesto de la verdadera legalidad; tienen el deber de luchar por un derecho justo.

sta es una tarea que corresponde a todos los cristianos: Papa, obispos, sacerdotes, religiosos, laicos con sus diversas competencias; slo con un trabajo comn se puede realizar adecuadamente este servicio al derecho, este servicio al hombre. El Papa, con las encclicas Veritatis splendor y Evangelium vitae, ha elaborado una carta magna para esa tarea que debe constituir la base de los esfuerzos comunes. Es importante tener siempre presentes los dos aspectos: es irrenunciable analizar los desarrollos negativos y llamar por su nombre con toda claridad los peligros que nos amenazan. Pero es sobre todo importante que del mensaje moral de la fe no aparezca slo el No. La fe cristiana es por esencia un grande y radical S; lo que en ella se presenta como no es tan slo defensa del s contra la negacin de la vida que se camufla como derecho de la libertad, cuando en realidad es camino de muerte.Brevemente.

Contra todas las ideologas y polticas de muerte, se trata de presentar lo esencial de la Buena Noticia: ms all de todo sufrimiento, Cristo ha abierto la va a la accin de la gracia en favor de la vida humana y de la vida divina.

Ms importante que cualquier documento es que todos los predicadores del mundo anuncien de manera coherente y convencida el Evangelio de la vida, para reconstruir la evidencia y la alegra de la fe y para ofrecer a los creyentes las razones de nuestra esperanza ( I Pe 3, 15), que pueden convencer tambin a los no creyentes.