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RAICES DE LA VOCACION MERCANTIL DE LIMA Por Elmer Olórtegui Ramírez, periodista Fundamentos Comerciales del Descubrimiento La vocación mercantil de Lima, es una condición predeterminada por los acontecimientos históricos que llevaron hacia su surgimiento como la principal metrópoli de los dominios de España, en América del Sur. Entre esos acontecimientos, resaltan, por su repercusión en la actividad mercantil mundial del siglo XV: La toma de Constantinopla (Estambul), el 29 de mayo de l453, por Mahomet II, quien cerró la única ruta del comercio con Asia que suministraba a Europa las buscadas especias, otros productos orientales y la conectaba a un gran mercado para sus manufacturas. Las potencias buscaron alternativas, con urgencia. El uso naval intensivo de la brújula, gracias a su perfeccionamiento por el italiano, Flavio Rioja. La construcción de barcos con mayor capacidad de navegación y bodega. El descubrimiento del Cabo de las Tormentas, por el portugués Bartolmeu Diaz, en el año 1488, extremo meridional del continente africano, como probable ruta alternativa hacia la India. El fin de la reconquista cristiana de la península ibérica con la toma de Granada, el 2 de enero de 1492. El descubrimiento de América por Cristóbal Colón, nueve meses después, el 12 de octubre de 1492. El motor de la llegada de los españoles a América, fue pues, el comercio y las consecuencias planetarias de su aventura, fueron: El planeta pasó a ser redondo y 50% más grande de lo que se consideraba. Había mucho por explorar y explotar. 1

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Fundamentos de la fortaleza de la ciudad de Lima como centro del comercio regional, en Sur América.

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RAICES DE LA VOCACIONMERCANTIL DE LIMA

Por Elmer Olórtegui Ramírez, periodista

Fundamentos Comerciales del Descubrimiento

La vocación mercantil de Lima, es una condición predeterminada por los acontecimientos históricos que llevaron hacia su surgimiento como la principal metrópoli de los dominios de España, en América del Sur. Entre esos acontecimientos, resaltan, por su repercusión en la actividad mercantil mundial del siglo XV:

La toma de Constantinopla (Estambul), el 29 de mayo de l453, por Mahomet II, quien cerró la única ruta del comercio con Asia que suministraba a Europa las buscadas especias, otros productos orientales y la conectaba a un gran mercado para sus manufacturas. Las potencias buscaron alternativas, con urgencia.

El uso naval intensivo de la brújula, gracias a su perfeccionamiento por el italiano, Flavio Rioja.

La construcción de barcos con mayor capacidad de navegación y bodega. El descubrimiento del Cabo de las Tormentas, por el portugués Bartolmeu Diaz,

en el año 1488, extremo meridional del continente africano, como probable ruta alternativa hacia la India.

El fin de la reconquista cristiana de la península ibérica con la toma de Granada, el 2 de enero de 1492.

El descubrimiento de América por Cristóbal Colón, nueve meses después, el 12 de octubre de 1492.

El motor de la llegada de los españoles a América, fue pues, el comercio y las consecuencias planetarias de su aventura, fueron:

El planeta pasó a ser redondo y 50% más grande de lo que se consideraba. Había mucho por explorar y explotar.

España, con Castilla a la cabeza, se convirtió en pocos años en el centro del mayor imperio y en la primera potencia marítima, militar y comercial.

El cristianismo católico se expandió rápidamente. El castellano se convirtió en lengua mundial.

La empresa privada al servicio del expansionismo españolTras el descubrimiento, Isabel y Fernando se dedicaron con ahínco a promover y facilitar la exploración e incorporación forzosa de cada vez más territorios a La Corona. Esta etapa de continuas anexiones entró en auge en 1510, en pleno reinado del ya viudo Fernando de Aragón, regente de Castilla, y declinó tan sólo cuarenta años después, en 1550, en las postrimerías del largo reinado de Carlos V (1519-1555). En la mejor etapa del reinado de Carlos V, las posesiones españolas incluían los virreinatos de Nueva España (México), fundado en 1535 y del Perú, creado en 1542,

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territorios en el norte de África, parte de Italia, Sicilia, Flandes, Borgoña y Filipinas, es decir, casi medio mundo.

Las capitulaciones o contratos de concesiónPara el esfuerzo de expansión, Fernando de Aragón y su nieto Carlos V no utilizaron importantes recursos de la caja de La Corona. Emplearon a fondo la herramienta de las capitulaciones, que consistían en minuciosos contratos de tercerización por concesión que extendían a audaces navegantes o bravos militares, quienes se convertían así en inversionistas privados para la ejecución, tanto de proyectos exploratorios o de “descubrimiento”, como de “conquista”, o mejor dicho, de invasiones de los nuevos territorios que iban ocupando. En el caso español, los contratistas-concesionarios fueron en su mayoría aventureros plebeyos, casi sin nombre y sin fortuna, unos “don nadie”, cosa que no ocurrió en el caso de Portugal, cuya Corona asignó dichas tareas a señores feudales lusitanos La formula de las capitulaciones, no fue una novedad de la época isabelina. Era un procedimiento que los estados feudales europeos usaron para montar y ejecutar las primeras cruzadas y lo perfeccionaron en el transcurso de sucesivas guerras intestinas o contra otros estados. Particularmente, los gobernantes de Castilla y Aragón, que condujeron las acciones militares de liquidación del dominio musulmán en la península, introdujeron con énfasis en las capitulaciones las figuras del reparto de botín, el rescate, las mercedes nobiliarias y la asignación de tierras o encomiendas, como estímulos a las fuerzas cristianas combatientes contra los sarracenos. Lo mismo hicieron durante la operación de invasión a Italia y otros territorios de Europa. Las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de 1492, entre Colón y la Reina Isabel de Castilla para la exploración allende del mar occidental en busca de las costas orientales del Asia, son un modelo de las llamadas “Capitulaciones de Descubrimientos”. Además, hubo capitulaciones de conquista (invasión) y de “requerimiento o rescate” (legalización de secuestros de mandatarios capturados y promesa de libertad a cambio de pago rescate)

Por las capitulaciones de Santa Fe, los reyes concedieron a Colon, entre otras prerrogativas:

Títulos de Almirante Mayor de la Mar Oceana, Virrey y Gobernador General de las tierras que descubriera.

Derecho a presentar tres nombres para nombramientos de regidores. Derecho al décimo o 10% de todas las mercancías que se negociaran en las Indias. Derecho de contribuir con un octavo (12,5%) a los gastos de armar naves

comerciales, obteniendo entonces el mismo porcentaje de los beneficios. Autorización para enrolar a quienes tuvieran procesos pendientes por delitos. Orden a los vecinos de Puerto de Palos para que entregasen a Colón dos carabelas.

Las Capitulaciones de Invasión (Conquista)

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Eran instrumentos jurídico-económicos mediante los cuales los soberanos delegaban en un individuo particular la ejecución de un proyecto de invasión y dominación manu militari de un nuevo territorio rebelde o inexplorado, para incorporarlo a La Corona. En los hechos, se trataba de la constitución de una empresa mixta que integraba a tres componentes (Estado, Jefe de expedición-inversionistas y participantes comunes) cuyas aportaciones consistían en créditos que se pagarían con la riqueza que se lograse arrebatar a los invadidos. Las encomiendas ejercieron gran atracción entre los invasores pues el objetivo de la mayoría, además de atesorar oro y plata, era convertirse en señores feudales para darse la buena vida sin trabajar, a costa de los nativos. Existieron, además, las Capitulaciones por Delegación, que consistían en concesiones para proyectos menores que los virreyes y gobernadores generales otorgaban con conocimiento de La Corona. Así mismo, hubo operaciones de exploración, invasión y hasta de obtención de rescate no autorizadas por ninguna autoridad real y que sólo obedecieron a la ambición de los jefes de hueste.

El factor PizarroEn el contexto de la expansión del Sacro Imperio Español, surgió Francisco Pizarro Gonzales, uno de los principales factores de la dominación española sobre América del Sur, particularmente del Perú y del destino de Lima. Pizarro fue un extremeño que, si bien comenzó como un ignaro y paupérrimo pastor de puercos, progresó después combatiendo en Italia hasta convertirse en un feroz guerrero, bajo las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba. Después, tras llegar al nuevo mundo en 1502 como soldado contratado por el gobernador de La Española (Haití), Nicolás Obando y acompañar a Alonso de Ojeda en la conquista de Nueva Andalucía (costa norte de Colombia), fue configurándose gradualmente como un emprendedor y exitoso empresario privado en dos importantes actividades de entonces: la anexión de nuevas tierras para La Corona y la crianza de ganado porcino y vacuno, en Panamá.En el primer rubro y espada en mano, con De Ojeda y Martín Fernández de Enciso, fundó la ciudad de San Sebastián, llamada después Santa María La Antigua, la primera ciudad española en la nombrada Tierra Firme. En 1513, con Vasco Núñez de Balboa, participó de la gloria del descubrimiento del Océano Pacífico. Como recompensa por sus aportes a La Corona, el gobernador de Nueva Castilla, Pedro Arias de Ávila, conocido como “Pedrarias”, lo designó como alcalde de la ciudad de Panamá, su primer cargo político de importancia. Había comenzado la hora de su relumbrón. En el rubro ganadero, en sociedad con su entrañable amigo Diego de Almagro, quien años atrás había dejado el viejo mundo en condición de presunto homicida en fuga, Pizarro se hizo dueño en Panamá, de vastas tierras y encomiendas de nativos y negros, en las que desarrolló la crianza de porcinos y vacunos.

La compra del derecho a un imperio. Veamos otro antecedente histórico de neto carácter mercantil. El primer súbdito español con derecho legal para intervenir en el Perú fue el vasco Pascual de Andagoya, quien poseía una capitulación “De conquista” de las tierras de la costa del Pacífico Sur recibida

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del gobernador de “Nueva castilla”, Pedro Arias Dávila. Andagoya, a sus veintiocho años llegó hasta el Río San Juan (en la actual región colombiana del Chocó) e instaló una gobernación, haciendo amistad con el cacique lugareño Chochama, a quien ayudó a repeler a una avanzadilla de las tropas incas. Chochama lo salvó de muerte segura cuando cayó a las aguas de un río con armadura y todo, por lo que tuvo que regresar a Panamá, en donde empeoró hasta quedar medio tullido e imposibilitado de montar a caballo.A comienzos de 1524, Francisco Pizarro y su socio ganadero, Diego de Almagro compraron a Andagoya su “Derecho de Conquista” y para ir en pos del país de los incas formaron una sociedad a la que nombraron “Empresa del Levante”, en la que asociaron al sacerdote Hernando de Luque y como miembro menor, a Gaspar de Espinoza. Andagoya les dio, además, los traductores nativos y guías del pueblo de Chochama que hablaban castellano y que se convirtieron en piezas claves de las expediciones exploratorias de Pizarro y, después, de la invasión. En mayo de 1528, después de dos tormentosos viajes previos, Pizarro logró que parte de sus hombres, cuyo núcleo eran “Los 13 del Gallo”, desembarcaran en Tumbes al mando de Alonso de Molina y Del griego Pedro de Candía. Luego, junto con ellos y llevando evidencias de la existencia del imperio, Pizarro regresó a Panamá a solicitar al Gobernador autorización para proceder a la conquista. Contra todos sus pronósticos recibió una negativa total porque el gobernador, según le dijo formalmente, no creyó sus relatos, cuando en realidad, lo hizo por envidia y desconfianza hacia él. Conteniendo a duras penas su furia y descontento, Pizarro decidió jugarse el todo y partió España decidido a hablar con el mismísimo Carlos V si era necesario.

La Invasión al Perú, proyecto privado mercantilEn Toledo, haciendo uso de uno y mil contactos, Pizarro no sólo logró ser recibido por Su Majestad sino que pudo acordar con Carlos V el contrato madre para la conquista del Imperio de los Incas, el cual fue suscrito el 17 de agosto de 1529, entre la emperatriz Isabel y el plebeyo extremeño.La “Capitulación de Toledo”, una aplicación pionera del moderno modelo de ejecución de proyectos por “tercerización” (Outsourcing), mediante concesión, fue aprobada por la Real Cédula del 26 de julio de 1529 (Porras Barrenechea, Cedulario del Perú. I. pp. XIX-XX y 18-24. y García-Gallo, A. (ed.). Antología de fuentes del antiguo Derecho. Madrid: 1975. pp.745-750. Sus términos más importantes son:

La Corona Real de Castilla, reconoce:i. Que Pizarro, con sólo” treze onbres” y el apoyo de Almagro es el

descubridor de las tierras del Perú habiendo gastado él y sus compañeros “mas de treinta mil pesos de oro.

ii. Que, Pizarro y sus asociados desean ejecutar la fase de conquista y poblamiento, por su cuenta y riesgo, sin ninguna obligación de pago por parte de La Corona respecto a los gastos que tuviesen que hacer.

Conforme a tales reconocimientos, Su Majestad concede:

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i. Licencia y facultad a Pizarro, para que en nombre de la Corona Real de Castilla, continúe el” descubrimiento, conquista e población de la dicha provincia del Perú”, hasta doscientas leguas de tierra por la misma costa, comenzando del pueblo de Teninpulla o Santiago, hasta llegar al pueblo de Chincha.

ii. Promesa de nombrar a Pizarro, Gobernador y Capitán General del Perú y otros pueblos a descubrir, hasta las mencionadas doscientas leguas.

iii. Asignación de un salario vitalicio anual de setecientas y veinte y cinco mil maravedís pagaderos desde el día en que Pizarro emprendiese su viaje de retorno desde España con recursos de La Corona que se generen en las nuevas tierras.

iv. Título de adelantado del rey y del oficio de alguacil mayor del Perú a Pizarro y en condición vitalicia.

v. Licencia a Pizarro para que, con acuerdo de los oficiales del rey, construya en el Perú, a su costa, hasta cuatro fortalezas, en los lugares más convenientes cuyo control podrá traspasar a sus herederos con salarios anuales de setenta y cinco mil maravedís.

vi. Asignación vitalicia a Pizarro, de mil ducados anuales que provendrán de las rentas de las nuevas tierras.

vii. Designación a Hernando de Luque, como obispo de Túmbez y protector universal de todos los indios de la provincia, con un salario anual de mil ducados de las rentas fiscales hasta que se genere el diezmo.

viii. La condición de hijodalgo a Almagro. ix. Establecimiento del pago del diezmo sobre la producción de oro de cada

mina durante los seis años primeros siguientes a la fecha de inicio de la explotaciòn; pago del noveno al séptimo años cumplidos los seis años, descendiendo a partir de entonces uno en cada un año, hasta llegar al quinto.

x. Establecimiento de la asignación de un quinto del oro y otras cosas que se obtuviesen de rescate, cabalgadas o de otra manera.

xi. Facultad a Pizarro a conceder solares, tierras y encomienda de los indios, según ordenanzas reales.

xii. El rango de hidalguía de privilegio a los “Trece de la fama”.xiii. Entrega de veinticinco yeguas y otros tantos caballos.xiv. Entrega de trescientos maravedís para pago de artillería y munición; de

doscientos ducados para ayuda acarreo de la artillería y munición , desde El Nombre de Dios al mar del Sur.

Carta de obligación de Pizarro (17 agosto 1529):i. Obliga a su persona, bienes muebles y raíces habidos a cumplir la

capitulación.ii. Paga cuatro mil ducados de oro a la Cámara y Fisco de Su Majestad. Para

lo cual renuncia a toda ley a su favor. iii. Pone por testigos al Licenciado Corral y Rodrigo de Mazuelas y Diego de

Castresán, presentes en la corte. Impuso su señal por no saber firmar.

La técnica del secuestro y la extorsión.

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El 15 de noviembre de 1532, Pizarro y sus huestes llegaron a Cajamarca en pos de la cabeza de Atahualpa, su primer blanco importante.Entonces, el extremeño planeó y ejecutó con éxito una clásica operación de cerco y captura del Inca, sobre la base de una trampa diplomática que implicaba reducir a Atahualpa a la condición de rehén para seguro de sus propias vidas y la exigencia de rescate en oro y plata. Una semana antes de su captura, Atahualpa había recibido de buen grado a la avanzadilla extranjera y la agasajó obsequiándole llamas y otros productos. Autorizó que los barbados se instalaran en el Tampu de Cajamarca y aceptó recibir al jefe y los demás “wiracochas” (extranjeros) al día siguiente de que la misión visitante llegara a la ciudad, el 16 de noviembre de 1532, al atardecer, en el templo principal de Cajamarca, para departir una cena que los españoles prepararían. Atahualpa concurrió desarmado a lo que para él era una especial recepción a invitados extranjeros singulares, haciéndose acompañar de una reducida delegación de dignatarios de primera línea y distinguidas mujeres. Este procedimiento permitió que puñado de doscientos hombres pudiese dominar en poco tiempo a todo un estado, tal como había hecho en México, detalles más, detalles menos, el invasor Hernán Cortez, en 1519, en Méjico, con su tramposa cena ofrecida al emperador Moctezuma. El Inca y su corte fueron tomados en rehenes. Pero, a pesar del fabuloso botín que obtuvo tan fácilmente en pocos meses, Pizarro tenía que cumplir el modelo castellano de control del enemigo, el cual implicaba la inevitable muerte del dignatario preso. Para eso organizó el asesinato de Huascar, culpó del crimen a Atahualpa cautivo y usó ese cargo como sustento para la ejecución pública del Inca, ocho meses después de su secuestro, el 26 de julio de 1533.

El fabuloso rescateLa urgencia de acumular en el menor tiempo la mayor cantidad de oro y plata posible, puso a Pizarro en relación con el Valle de Jauja, uno de los más productivos y acogedores del reino. En su viaje a Pachacamac a recolectar oro, Hernando Pizarro, conoció Jauja y quedó gratamente impresionado por el lugar. En mayo de 1533, regresó con 27 cargas de oro y 2 mil de plata desde Pachacamac y dos semanas después, arribó Hernando de Soto también con abundante oro y plata arrebatada al Cusco.Asunción Ontiveros Yulquila, investigadora argentina, en su “Trabajos sobre el mundo andino”, ha determinado que el 18 de junio, tras finalizar la conversión de los objetos de oro y playa en lingotes, Pizarro repartió el tesoro que oficialmente fue valorizado en poco más de un millón y medio de pesos oro, equivalentes a setenta y seis millones doscientos setenta y cinco mil cincuenta y seis, dólares estadounidenses (US$ 76.275.056, en el mercado de oro de Londres, a julio de 2005. Se desconoce la cantidad de oro del reparto no “oficial”. Hernando Pizarro partió a España llevando como quinto real, o sea el 20% de la corona, 153 mil pesos oro y 5 mil marcos de plata. Además portaba para el Rey, 38 vasijas de oro, 48 de plata, entre las cuales había, según Francisco de Jerez, secretario privado de Francisco Pizarro, “una águila de plata que cabían en su cuerpo dos cántaros de agua, y dos ollas grandes: una de oro y otra de plata, que en cada uno cabrá un vaca despedazada; y dos costales de oro, que cabrá en cada uno dos fanegas de trigo, y un ídolo de oro, del tamaño

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de un niño de cuatro años”. (Asunción Ontiveros Yulquila-“Trabajos sobre el Mundo Andino”) El cargamento llegó a Sevilla el 9 de enero de 1534. Jauja y la cuestión de la capitalTras el reparto, Pizarro avanzó para consolidar su invasión del Perú con la toma de la capital del imperio, pero su desmesurada ambición por el oro y la plata le desvió hacia Jauja a tratar de recuperar el oro que el atahualpista, Calcuchimac, había salvado del rescate. En ese trance, don Francisco se interesó por ubicar la probable sede de su gobernaciónDiego de Córdova y Salinas, escribió sobre Jauja: "De todas estas provincias la de Jauja tenía el principado, porque en ella dicho Rey Huayna Cápac, edificó un magnifico palacio y un templo suntuosísimo del Sol y levantó una casa y convento de vírgenes dedicadas al servicio del campo (Crónica Franciscana de las Provincias del Perú, 1957: 989).Cieza de León escribió sobre Jauja: "En todas estas partes auían grandes aposentos de los Incas: aunque los más principales estaban en el principio del valle, en la parte que llaman Xauxa: porque había un grande cercado donde estaban fuertes aposentos y muy primos de piedra: y casa de mujeres del Sol, y templo muy riquísimo y muchos depósitos llenos de todas las cosas que podían ser auídas. Sin lo cual auía grande número de plateros, que labrauan vasos y vasijas de plata y de oro para el servicio de los Ingas y ornamentos del templo. Estauan estantes más de ocho mil indios para el servicio del templo y de los palacios de los señores". (…)"Fue todo tan poblado: que el tiempo que los españoles entraron en él, dizen y se tiene por cierto, que auía más de treynta mil indios: y agora dubdo auer diez mil". (Crónica del Perú. Primera Parte, 1554: 242, 243).La ciudad y toda la comarca, tenía gran población y era muy rica en abastecimientos agrícolas y ganaderos y en metales preciosos, principalmente oro y plata, lo cual, al avanzar la ocupación española, dio pie a la leyenda que la llamó: “El País de Jauja”, expresión que se hizo sinónimo de riqueza ilimitada e inacabable.Pizarro llegó a Jauja, en octubre de 1533. Le agradó el lugar porque no era tan desolado como las comarcas que había conocido en su viaje desde Cajamarca. Era un valle hermoso, de clima templado que contaba con abundante población, tierra productiva, pastizales y agua.

Primera fundaciónEse mismo octubre, Pizarro fundó la ciudad a la usanza española en son de designarla capital de su gobernación; sin mucha ceremonia reunió a sus hombres, a los cusqueños y quiteños y ante ellos designó como primer Alcalde a Don Arias de Villalobos. Aprovechando la ocasión, proclamó como nuevo Inca al adolescente Atitoc, un hijo de Atahualpa y en una audaz maniobra convenció al general Calcuchimac que aceptara el cargo de “Inca Rami” o apoderado, hasta que Atitoc llegase a su mayoría. Esta fundación fue incompleta, nadie registró su fecha precisa, aunque se cree que fue el 4 de octubre. El Capitán General no estableció ni dividió solares para los nuevos vecinos españoles, porque ninguno de sus hombres aceptó quedarse ante la perspectiva del botín que pudiesen lograr cuando entraran triunfantes al Cusco, la capital del imperio y principal objetivo estratégico, militar y político de la invasión. Cinco meses después, el 23 de marzo de 1534, con gran pompa y según el tradicional rito castellano, el extremeño hizo la fundación española del Cusco y un mes después, retornó a

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Jauja, en donde el 25 de abril de ese mismo año completó el acto fundacional de la primera capital de su dominio.

Segunda fundación de Jauja Raúl Porras Barrenechea, en su obra “Jauja, capital mítica, 1957”, con base en una trascripción parcial del acta de fundación de la ciudad, existente en el Archivo de Indias en Sevilla, señala que Pizarro estableció a Jauja como capital de su gobernación. Pero, ¿por qué la abandonó rápidamente, tras una estancia de sólo siete meses?En el cabildo abierto del 29 de noviembre de 1534, decidieron trasladar la capital hacia la costa. Las razones que dejaron escritas son: “Es muy fría e de muchas nieves e falta de leña, la lejanía del mar, la falta de leña para construcción de casa y las dificultades para procreación", según se lee en el acta de tal reunión. Los investigadores creen que esos motivos fueron sólo pretextos. Rivera Martínez, cree que los invasores sintieron miedo frente al duro medio ambiente invernal de los Andes y ante un presumible contraataque masivo de cerco y aniquilación gradual por parte de las fuerzas quechuas indómitas, las que podían cortar fácilmente las vías de repliegue hacia el mar. Percibieron también que el emplazamiento jaujino era desventajoso ante un sorpresivo desembarco hostil en la costa de capitanes castellanos rivales que sabedores del fabuloso rescate y ante el fracaso de sus expediciones en Centroamérica, bajaban hacia el sur a reclamar su parte del botín. Otro hecho que aumentaba el temor de los ibéricos fue que se estaban produciendo cambios desfavorables en la fecundidad de los animales domésticos traídos del Viejo Mundo, causados por la frialdad del clima y la altitud de más de 3400 msnm. Las yeguas eran servidas, pero no se preñaban, con lo cual la esperanza de aumentar la caballada, tan esencial para su poderío, se diluía. El 4 de diciembre celebraron otro cabildo en el cual acordaron mandar una expedición hacia la costa a buscar un lugar adecuado para la capital. Fueron comisionados García de Salcedo y Rodrigo de Mazuelas, quienes por informes de los naturales partieron en busca de un lugar llamado Sangallán, a la ribera de un río que desembocaba en el mar, junto a una gran y hermosa bahía. De Sangallán a Lima En efecto, Pizarro viajó de Jauja a Sangallán, localidad muy cerca a Pisco, al sur de Lima, que también pudo ser la nueva capital del Perú, pero el Capitán General desechó la idea al advertir una serie de deficiencias de abastecimiento que se manifestaron en el flamante emplazamiento. Pizarro apuntó entonces hacia la definitiva ubicación de la capital en el llamado valle del Rímac, lugar del que había recibido buenas referencias: ambiente apacible, fertilidad de sus tierras, abundancia de árboles frutales y de leña, buen puerto.

La elección de Lima Mucho antes de que los españoles llegaran al señorío o curacazgo de Lima, la región había sido sometida por diferentes pueblos guerreros como los Chavín, los Aymara, los Wari, los Muchik y otros que pasaron en sucesivas oleadas dejando constancia de su presencia en las edificaciones que levantaron y que luego abandonaron.Hasta la fundación española de Lima, el Curaca Taulichusco era el señor del valle pues controlaba la vida económica de la gran planicie que se extendía hasta el mar. Él y su pueblo estaban asentados en donde hoy está Palacio de Gobierno. Desde allí, su poder

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incluía el control del amplio sistema hidráulico que permitía el riego de las tierras medias y bajas del valle, llevando el líquido desde bocatomas del Rímac. Cuando Pizarro llegó al señorío, encontró que su gente se dedicaba en su mayoría a la agricultura, a la pesca y la cerámica artesanal; eran sencillos y pacíficos y tal vez su memoria social que registraba sucesivas dominaciones hizo que la mayoría de los pobladores no se percatara de su llegada. El valle era uno de los parajes más hermosos de la costa y en el había un total de veintidós pueblos, cuatro tambos, dos pesquerías en lo que hoy es el Callao y Chorrillos. En el extremo sur, la fortaleza de Atoqkunka (Atocongo) protegía el acceso, en tanto que el baluarte norteño era Kolliqe.Los estudiosos calculan que su población era aproximadamente cincuenta mil habitantes, pertenecientes a diversas tribus asentadas en la comarca. La estructura de sus casas era de troncos y ramas de algarrobos. Las viviendas estaban dispuestas en círculos y ubicadas en distintos lugares de los tres valles, Rímac, Lurín y Chillón, Puruchuco, Garagay, Huallamarca, Pucllana, Mateo Salado, Maranga y Armatambo, cerca al mar, en lo que hoy en Chorrillos, todos construidos especialmente para albergar a una importante población. Los factores de la elección del Valle del Rímac como la nueva capital fueron:Político-económicos

Potencial complot político de competidores españoles desde Centroamérica. Fácil extracción de excedentes del nuevo territorio. Fácil acceso a la ruta hacia Panamá y conexión con el puerto atlántico de En

Nombre de Dios, enlace con Sevilla. Cruce de varias carreteras incaicas, en especial de la que iba a la Sierra Sur.

Geográficos

La gran planicie tenía en realidad tres valles con sus ríos, Chillón, Rímac y Lurín. Por entonces la zona concentraba el 58 por ciento de la población de la costa

central El Rímac alimentaba un complejo sistema de riego hidráulico por gravedad a través

de sus ramales y canales secundarios. Abundantes recursos naturales. Acceso al mar y facilidad de comunicación. Aparente estabilidad sísmica del suelo. El factor sísmico no fue considerado para la

elección, a pesar de que Pizarro lo conocía porque su hermano habría soportado un temblor intenso estando en Pachacámac. A la larga casi causó la destrucción de la ciudad en 1746. Aunque unos dicen que la fundación de la capital se decidió el 6, la ceremonia fundacional a la usanza castellana se realizó el 18 de enero de 1535, con la asistencia silenciosa del cacique Taulichusco. Pizarro la nombró “La Ciudad de los Reyes”, capital de Nueva Castilla, ubicada a sólo doce leguas de la Mar del Sur

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El negocio de la colonización: Monopolio de la explotación de metales preciosos y el comercio

Una ruta planetariaLos estudiosos consideran que la invasión militar española al Perú concluyó con la entrada de Pizarro y sus tropas al Cusco, en 1534, tras lo cual comenzó la etapa de colonización del nuevo territorio llamado Nueva Castilla. Para apreciar de modo coherente la evolución comercial de Lima, debemos recordar que, luego del descubrimiento y para encauzar y controlar las relaciones con el Nuevo Mundo, que por entonces abarcaba México, el Istmo de Panamá y un tramo de Colombia y Venezuela llamado Tierra Firme, los Reyes Católicos habían establecido un férreo monopolio sobre:

La navegación. La exploración de nuevos territorios. La explotación de riquezas. El comercio de alimentos y manufacturas La migración.

Querían así proteger sus posesiones de la envidia y la voracidad de otras potencias como Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda. En los albores del siglo XVI (1503), Isabel y Fernando fundaron la Casa de Contratación, una agencia real copiada de la portuguesa "Casa da India" de Lisboa como instrumento de ejecución del monopolio hispano. En 1526, Carlos I de España (Carlos V de Alemania), el primero de la dinastía Hasburgo o de los“Austria” en el trono hispano, ante los crecientes ataques de los corsarios franceses y piratas ingleses y holandeses a naves hispanas que llegaban del Nuevo Mundo, hizo que el Consejo de Indias, prohibiera la navegación de barcos aislados y mandó que se hiciese la ruta en convoy o flota, acompañados de barcos de guerra. Así nació la llamada “Carrera de Indias”, verdadero cordón umbilical entre dos mundos que permitió desarrollar y proteger las comunicaciones marítimas de España con sus colonias, que se expandieron desmesuradamente con la invasión al Perú, cuyo territorio comprendía entonces lo que hoy son Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. La primera flota de “La Carrera” partió recién en 1543, dos años después del asesinato de Pizarro, al mando de Blasco Nuñez de Vela y llegó al puerto de En Nombre de Dios, en la costa atlántica de Panamá. Desde allí, los cargamentos eran trasladados a lomo de mula hacia Puerto Perico, en la costa pacífica panameña para ser llevados por mar hasta el Callao, rumbo Lima, la flamante capital de “Nueva Castilla”, el fabuloso país del oro y la plata, recién dominado. Desde Lima por una azarosa ruta terrestre las mercaderías iban a lomo de mula hacia el Cusco, Puno, Potosí, hasta llegar a Buenos Aires y otras posesiones en la costa atlántica de América. Hacia el sur, por el mar, llegaban a Valparaíso y Santiago. De ese modo, Buenos Aires y Santiago, eran los últimos destinos de una desmesurada conexión intercontinental. Tal ruta y el intercambio monopólico de ida y vuelta que posibilitó, funcionaron durante casi siglo y medio.

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En el otro extremo, en la metrópoli, Carlos V perfeccionó el sistema designando a Sevilla como único puerto de partida y arribo de “La Carrera”. Así, todos los productos americanos, incluyendo el oro y la plata, llegaban a Europa exclusivamente a través de Sevilla, de la misma manera que todos los productos europeos que salían hacia América lo hacían por ese puerto. Este estado de cosas se mantuvo por 174 años, hasta que la corona decidió trasladar el centro administrativo del comercio con América de Sevilla a Cádiz, en 1717.El Rey Carlos V aprobó también la creación del Consulado de Mercaderes de Sevilla, la asociación de los que comerciaban con América que se encargó de controlar las actividades de sus miembros, ya sean armadores y tripulaciones. El Consulado regulaba el pago de la "avería", impuesto establecido para dar seguridad a los convoyes de “La Carrera de Indias” y sus mercancías, lo cual incluía armar flotas de defensa de los barcos mercantes. La colonización del Perú progresó lentamente en un principio teniendo como telón de fondo las guerras intestinas entre los invasores (1534-1548), durante las cuales sucumbieron a hierro los ex socios, Pizarro y Almagro y sus descendientes que prosiguieron la pugna con la corona. Este período coincidió con la expansión del comercio mercantil en Europa; por eso, el desarrollo urbano en lo que es hoy el Perú, se orientó específicamente hacia los centros de producción de metales en la sierra (Arequipa, Ayacucho y Potosí), o hacia los centros administrativos o comerciales de la costa (Lima, Trujillo, Lambayeque y Tumbes) para el flujo hacia España de las riquezas obtenidas. Las flotasCarlos V no organizó una verdadera armada para defender sus convoyes de navíos mercantes. Para despachar una flota alquilaba o embargaba otras naves y las acondicionaba como barcos de guerra por tiempo determinado. Los convoyes estaban formados por unos 30 navíos, encabezados por la capitana. Dieciocho años más tarde, en 1561, su sucesor Felipe II, estableció el Sistema Único de Flotas y Galeones Para el Comercio entre la Metrópoli y las Colonias, sobre la base de sólo dos expediciones anuales, muchas de las cuales, a pesar de la escolta armada, sucumbieron al ataque, abordaje y saqueo. Los lugares de mayores pérdidas fueron Veracruz, Matanzas, Bermudas, Azores y Cádiz.

Las rutas

Viaje de ida Sevilla y después Cadiz - Isla Dominica o La Martinica (2,160 millas desde Canarias - 20 ó 30 días de navegación). En Dominica o La Martinico la flota se dividía por puerto de destino.

Flota de Nueva España.Isla Dominicana o La Martinica – Veracruz - Grandes Antillas-Honduras- Yucatán

Flota de Tierra FirmeIsla Dominicana o La Martinica – Cartagena - En Nombre de Dios y Portobelo.

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Tras atravesar el istmo de Panamá, por vía marítima, parte de las mercancías europeas eran trasladadas al Callao (Perú).

Viaje de regreso

Flota de Nueva EspañaVeracruz – La Habana, para la reunión con la de Tierra Firme.

Flota de Tierra FirmeCartagena - La Habana, para reunión con la de Nueva España.

Tramo final Reunión en La Habana - Canal de las Bahamas – Bermudas – Las Azores - Desembocadura del Guadalquivir

Naves y tripulación: Sólo hombres y barcos españoles.

Tonelaje: De 1506 a 1525, naves de 100 Ton. De 1525 a 1548, naves de 120 a 150 Ton. 1548, barcos de 200 Ton. Pocos de 300, 400 y hasta de 600 Ton.

La Armada del SurAsí se llamaba al conjunto de navíos mercantes y artillados, organizado por el Consulado de Lima que, coordinadamente con el zarpe de “La Carrera” desde Sevilla, partía del Callao, llevando a Panamá remesas de metales preciosos, otros productos y comerciantes peruanos dispuestos a comprar las ofertas de la Feria de Portobelo. A este convoy se unía en Guayaquil el “Galeón del Oro” con las remesas de la Audiencia de Quito. Tras la feria de Portobelo, la armada retornaba al Callao con los abastecimientos para todo el extremo del Virreinato del Perú, inclusive Buenos Aires, a donde iba la carga a lomo de mula a través de los Andes.

Exportaciones Españolas: Trigo, legumbres, vino, aceite, vinagre, azúcar,

semillas, plantones y ganado, aperos de labranza, armas, pólvora, municiones, cuchillería, herramientas, vidrios, paños, sedas, ropas, papel, tinta, libros, mercurio (para la minería de la plata), sal, pimienta, naipes, papel sellado, esclavos africanos, etc.

Importaciones desde América: Oro, plata, tabaco, cacao, chocolate, cochinilla,

añil, palo del Brasil, cueros, maderas, cascarilla, estaño

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La Feria de PortobeloNo se puede tratar la “La Carrera de Indias” y menos los fundamentos comerciales de la existencia y la vida de Lima, sin considerar el tema de Portobelo. La Bahía de ese nombre fue descubierta por Cristóbal Colón el 2 de noviembre de 1502 en su cuarto viaje y casi un siglo después, el 20 de marzo de 1597, Francisco de Valverde y Mercado fundó allí la Ciudad de San Felipe de Portobelo, sobre la costa panameña del Caribe, hoy correspondiente a la Provincia de Colón, en un punto intermedio entre el inicio del Canal de Panamá y el Archipiélago de San Blas.Inicialmente, a partir de 1544, la corona dispuso que el intercambio comercial con Nueva Castilla se hiciese a través del puerto panameño de En Nombre de Dios, pero desde la fundación de Portobelo esa actividad pasó a ese puerto que se convirtió en el más importante engranaje del tráfico de oro y plata proveniente principalmente del Perú hacia España, y del monopólico comercio general entre la metrópoli y sus colonias al sur de Tierra Firme, con base en el sistema de Galeones y Ferias. Fue Felipe III quien aprobó regular el comercio con Indias, a través de las ferias portobelianas anuales en las que se intercambiaba todo género de productos. En todas las calles, plazas de la ciudad y a orillas del mar, se levantaban tiendas de campañas para el almacenaje provisional de la mercadería. Una Junta conformada por el Almirante Jefe de la Flota de Galeones, el representante del Rey, otro del Consejo de Estado, el Gobernador y Capitán General de Castilla de Oro, el Presidente de la Real Audiencia, el Jefe de la Plaza de Portobelo y varios delegados de los comerciantes se instalaba en la ciudad para fijar los precios de la mercadería, vigilar el cumplimiento de las regulaciones del comercio y garantizar el orden.Sin embargo, durante todo el año, pasaban por allí las riquezas que provenían del Perú y Ecuador a fin de ser embarcadas con destino a España. Estas riquezas llegaban a la Ciudad de Panamá, luego cruzaban el istmo mediante recuas de mulas hacia Portobelo, pasando por el Camino Real o por el de Cruces. Esta última ruta recorría parte por tierra hasta la población de este nombre y luego seguía por un tramo del río Chagres. Estudiosos como Earl J. Hamilton y Pierre Chaunu, citados por los historiadores Celestino Andrés Arauz y Patricia Pizzurno, dan cuenta de que el 60% de todo el oro que llegó a España entre 1531 y 1660, pasó por Panamá. Thomas Gage, ex fraile dominico, tras visitar la Feria de Portobelo en 1637, escribió: "Visite las fortalezas, que en realidad me parecieron muy sólidas, pero lo que más me asombró fue ver las recuas de mulas que llegaban desde Panamá cargadas con lingotes de plata. En un solo día conté doscientas mulas cargadas solamente con plata, que eran descargadas en el mercado público, de manera que los montículos de lingotes de plata permanecían como montones de piedras en la calle, sin temor a desaparecer". (La Historia de Panamá, Tomo I)El pirata Henry Morgan, tres años antes de atacar Panamá, tomó por asalto Portobello, a fines de junio de 1668.Con el Tratado de Utrecht de 1713, Inglaterra logró la concesión de enviar a las ferias de Portobelo un navío de 600 toneladas, a fin de introducir manufactura británicas en la América Hispana. No obstante, los piratas de la Rubia Albión siguieron atacando el puerto. Al hacerse segura la navegación comercial por Cabo de Hornos, al extremo sur del continente, comenzó la decadencia de Portobelo. Su última feria se realizó en 1737.

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En su mejor época las ferias se prolongaban por 30 o 40 días y en tiempos de decadencia por diez o doce días. Los historiadores estiman que tan solo entre 1574 y 1702, zarparon desde Portobelo 45 flotas de galeones ninguna de las cuales condujo menos de treinta millones de pesos. Eso hizo que el puerto fuese fortificado al máximo para prevenir los ataques de los piratas.

La Minería, el motorLa explotación minera del suelo peruano, comenzó en el yacimiento de plata de Cerro Rico de Potosí, el cual fue descubierto en 1545. No obstante, su desarrollo intensivo demoró algunos años hasta el hallazgo del depósito de mercurio o azogue, en la Villa Rica de Oropesa, Huancavelica, valioso insumo que permitía obtener grandes cantidades de plata mediante la amalgama. A partir de entonces y en pocos años el asentamiento en derredor de Potosí se convirtió en la ciudad más poblada del virreinato. Gradualmente, los españoles fueron ubicando otros grandes depósitos polimetálicos en Atusulla, Vilcabamba, Castrovirreina, Nuevo Potosí, Yauli, Conchucos, Cerro de Pasco, Yauricocha y otros y comenzaron a trabajar también las minas de oro de Carabaya, Cotabambas y Condesuyos. El virreinato del Perú, configuró para el mundo de entonces y en particular para la voraz corona española, un inmenso depósito de oro y plata y otros metales, en el cual sólo había que excavar y hacer trabajar a los indígenas para obtener ingentes cantidades de riqueza, cuya quinta parte correspondiente al rey era trasladada al viejo mundo regularmente en los galeones. De 1545 a 1661, y ya durante el reinado de Felipe II, el quinto del rey alcanzó la enorme suma de un millón 480 mil ducados de oro.

Lima centro del tráfico comercial del Pacífico SurEn uno de los extremos coloniales de la descomunal conexión España-Nuevo Mundo, Lima comenzó entonces a concentrar el poder político, administrativo, militar y financiero para asegurar el trasiego de las cargas de metales preciosos, pero surgió sin infraestructura productiva importante, sin capacidad suficiente para generar su propia riqueza, sólo como intermediaria en la extracción de ganancias. Su población empezó a vivir, como en muchas otras ciudades coloniales, de la administración y del procesamiento de la riqueza producida en otras regiones, la cual sólo pasaba por sus arcas antes de viajar al Viejo Mundo. Desde su origen y en el contexto de un sistema monopólico, Lima se definió entonces como una gran plataforma logística de comercio exterior a través de la cual salía rumbo a Sevilla la riqueza de Sudamérica hispana e ingresaban las manufacturas provenientes del Viejo Mundo. Con base en la explotación intensiva de plata y oro, el control del Callao, principal puerto marítimo de la costa del Pacífico Occidental y sus prerrogativas políticas y administrativas, el mercado limeño fue el centro que unió los más importantes circuitos comerciales en el viejo y en el nuevo mundo.

El circuito marítimo del norte : Callao - Panamá – Nombre de Dios – Portobello – Sevilla - Europa Callao - Panamá – Acapulco - México

Callao - Panamá - Manila y China. La conexión marítima de la costa peruana Callao- Paita- Guayaquil.

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La conexión del Pacífico Sur, Callao- Pisco - Arica – Santiago. La conexión por tierra Cusco - Potosí – Santiago, extendida más tarde a Río de la

Plata. El circuito local de abastecimiento de comidas, bebidas y panllevar.

Los primeros bancosMargarita Suárez, en su obra “Desafíos transatlánticos. Mercaderes, banqueros y el estado en el Perú Virreinal, 1600-1700”, halla que En el período de 1600 a 1635 existieron en Lima y en el Perú dos tipos de instituciones crediticias:

Conventos de monjas y otras instituciones religiosas que daban crédito barato, de largo plazo, vinculado a la tierra, de difícil acceso.

Bancos de Lima y mercaderes, que daban crédito financiero y comercial.En ese lapso, entre los bancos, destacó el “Banco Juan de la Cueva” que operó veinte años, de 1615 a 1635 adquiriendo la categoría de toda una entidad transnacional de alcance mundial, pues tenía agentes y sucursales en la Metrópoli (Sevilla y otros países de Europa) y toda la costa del Pacífico, entre Lima, Acapulco, México, Potosí, Santiago de Chile y Panamá. Aceptaba depósitos, realizaba pagos y transferencias, cobraba deudas y prestaba dinero a personas naturales y jurídicas, a instituciones, al estado y a sus funcionarios, con el respaldo del Santo Oficio y la Compañía de Jesús.Sus principales clientes eran “los hombres del rey”: oidores, corregidores, cabildantes, artesanos, y “los hombres de arriba”: grandes mineros y comerciantes potosinos, quienes a su vez prestaban a los mineros y azogueros. En el caso de los mineros, fuera del crédito comercial, funcionaba el crédito del estado (mita, azogue fiado), pero el estado fue incapaz de cobrar sus deudas a los mineros.El “Banco Juan de la Cueva” fue centro de una red de empresas privadas de mercaderes. De hecho, aunque no de derecho, formaron durante años un consorcio permanente. Banqueros y mercaderes limeños controlaban la venta ilegal de azogue y la consecuente producción informal de plata, actividades generadas por el ineficiente monopolio estatal del azogue que no pagaba a tiempo a los mineros, impulsándolos a cancelaban sus deudas con azogue, el cual era canalizado a la producción clandestina de plata .El “Banco Juan de la Cueva” y otros localizados en Lima, se derrumbaron por la contracción de la producción minera, malos préstamos, contracción del mercado y confiscaciones de bienes por el Santo Oficio.

Los comerciantes limeñosLos mercaderes limeños, a la usanza de la época se hicieron representar por el Consulado de Lima, antecedente de la Cámara de Comercio y de la Bolsa de Valores de Lima. El Consulado fue un gremio y, a la vez, un juzgado privativo, tribunal incluido. Fue constituido por real Cédula de Felipe II, del 29 de diciembre de 1593, cuando el imperio aún no se reponía de la conmoción causada por la derrota de la “Armada Invencible”, a manos de los ingleses (1588), principio del fin del poderío mundial hispano. Por ese y otros acontecimientos, el Consulado entró en funciones recién veinte años después, el 23 de febrero de 1613, cuando el Imperio estaba en manos de otro Hasburgo inepto, Felipe III, y el Virreinato del Perú en las del Marqués de Montesclaros. En 1664

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esta institución se convirtió en una especie de agencia de economía, finanzas y recaudación del virreinato, mediante la suscripción de “asientos” o contratos con La Corona. La historiadora peruana Margarita Suárez registra que de 1600 a 1682, los panameños trataron de monopolizar e imponer fletes a través del Istmo, pero terminaron endeudados y dependientes de los comerciantes de Lima, a causa de la caída del volumen de mercancías y el paralelo aumento de su valor, así como la reducción del número y la frecuencia del tráfico de galeones,El Consulado y su Tribunal cumplían tres funciones básicas: ejecutaban y promovían el comercio, conocían y resolvían los litigios mercantiles y recaudaban impuestos. Tomaban acuerdos en una junta general anual y sus 30 electores designaban al prior, dos cónsules y seis diputados que representaban permanentemente al gremio. Sus funciones específicas fueron:

Control del crédito público, asignando a sus miembros el servicio de donaciones o empréstitos a la corona.

Recaudación de impuestos, mediante contrato o “asiento” con La Corona Regulación de tasas y aranceles. Control de precios de mercancías. Contratación de navíos. Constitución y mantenimiento de la “Armada del Sur”, con navíos de guerra

armados a su costa, para proteger el convoy que hacía la ruta Callao-Panamá – Callao.

Fue suprimido en 1822 y en su lugar se creó la Cámara de Comercio de Lima. Sin embargo, fue restablecido en 1829, pero fue disuelto definitivamente en 1866.

Poder paralelo Víctor Peralta Ruiz, en su trabajo, “Un Indiano en La Corte de Madrid. Dionisio de Alsedo y Herrera y el Memorial informativo del Consulado de Lima (1725)”, tras realizar un detallado análisis del valioso documento de De Alsedo, postula que el Tribunal del Consulado de Lima tuvo una actuación bastante autónoma, contestataria y hasta conflictiva hacia sus colegas de Sevilla y Cádiz y la propia Corona. La gestión de los asientos para la recaudación de impuestos, convirtió a sus representantes en un poder político y económico paralelo al propio gobierno virreinal. Carlos Malamud afirma que las continuas denuncias en Lima y Madrid cursadas por el Consulado en contra del contrabando no se hacían solo con el deseo de resguardar los intereses de la Corona, sino para preservar e incluso aumentar la cobertura regional del comercio limeño entre el Istmo de Panamá - Cartagena y Buenos Aires que le habían conferido los asientos (Malamud 1986: 200-202).En esa línea de acción, los comerciantes limeños, en realidad le hacían un doble juego a La Corona: hacían como que protegían los intereses de la Real Hacienda denunciando el contrabando, pero, al mismo tiempo participaban y se beneficiarse de ese fraude y otros. Esa conducta los dividía entre quienes participaban en el contrabando francés por Arica e Ilo y los que de verdad alineaban con La Corona contra el comercio ilícito

Razones de una maniobraTal comportamiento, dio lugar a que en 1684, durante el reinado del último Hasburgo, Carlos II, aquél monarca decadente apodado “El Hechizado” por el evidente retardo mental que padecía, los comerciantes limeños, arriesgaran sus intereses en el Consulado.

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Solicitaron a la Corona la cancelación de los asientos o contratos para la recaudación de impuestos por avería, almojarifazgo, alcabalas y unión de armas. Arguyeron incumplimiento de contrato alegando que las autoridades reales de Lima, Panamá y Portobelo, hacian fraudes y violaban las remesas de los comerciantes limeños durante su tránsito por el Istmo de Panamá. Sin embargo, el verdadero motivo de la bravata era que los comerciantes querían conseguir contratos con términos más ventajosos, pues la recaudación había caído no le rendía ganancias y más bien les ocasionaba pérdidas. Creyeron que con sólo un poco de presión “El Hechizado” aceptaría, al percibir que si la recaudación volvía a manos de los oficiales reales la Real Hacienda se quedaría realmente vacía. Se equivocaron, pues el Consejo de Indias rechazó el pedido. Resentidos los comerciantes limeños boicotearon la feria de Portobelo, retrasando la partida de “La Armada del Sur”. Eso provocó graves pérdidas a la “Flota de Tierra Firme”, ante lo cual, en 1690, La Corona aceptó un nuevo contrato asumiendo sus demandas.

La respuesta real El nuevo siglo XVIII llegó con una grave crisis para el Imperio. Antes de morir sin dejar heredero, “El Hechizado” legó el trono español a su sobrino Felipe, Duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Borbón, el poderoso “Rey Sol” de Francia. En los hechos, “El Hechizado” abrió así las puertas del fabuloso mercado mundial hispano a los comerciantes franceses, quienes desde el inicio de la colonización habían tratado de introducirse por las buenas o por las malas. Inglaterra, Portugal y Austria, declararon su oposición al ascenso de los borbones al trono español para cerrar el paso a los franceses e indujeron al archiduque Carlos de Hamburgo a reclamar la corona. El duque de Anjou asumió el trono como Felipe V y de inmediato, en 1701 hizo lo que temían las potencias rivales; autorizó la apertura de los puertos hispanos peninsulares y de ultramar a los navíos franceses con el propósito de impulsar la presencia comercial de Francia, especialmente en el Virreinato del Perú. Los navieros franceses, con barcos más grandes, mayor capacidad de bodega y mejores técnicas de navegación abrieron entonces la ruta de Cabo de Hornos para hacerse de una buena tajada del nuevo mercado, en gran medida introduciendo contrabando por Buenos Aires, Concepción y Valparaíso. Cabo de Hornos sería a la larga una buena alternativa a la conexión panameña y un factor del fin de “La Carrera de Indias”.

Al año siguiente, estalló la llamada “Guerra de la Sucesión” en varios frentes, con Francia alineando al lado de España. La contienda duró diez años y se convirtió en un conflicto de desgaste, sin que ninguno de los participantes pudiese vencer al rival. La presencia oficial de los navíos franceses, provocó el rechazo sordo, pero terco y firme de las autoridades coloniales peruanas, en especial del Consulado. Los comerciantes llegaron al extremo de acusar al Virrey Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell dos Rius, primer virrey enviado por los borbones al Perú, de permitir abiertamente el contrabando y convertirlo en un negocio familiar. Ocurría que, amparados en el hecho de que estaban luchando al lado del Rey de España en la Guerra de Sucesión, los galos comenzaron a inundar el mercado peruano, descargando su contrabando en Pisco.Fue en este inestable período, en 1709, que los comerciantes limeños amenazando

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nuevamente con no asistir a la Feria de Portobelo, consiguieron que el Virrey, marqués de Castell dos Rius, les concediera más ventajas. Sin embargo, esto no fue del agrado de Felipe V, líder del absolutismo ilustrado que planeaba reorganizar totalmente la administración hispana para concentrar el mayor poder posible, aboliendo viejos privilegios feudales. Cuatro años después, en 1713, tras una nueva suspensión de la Feria de Portobelo por boicot de los comerciantes, el monarca anuló los contratos considerándolos negativos para sus intereses, aunque dejó que la recaudación siguiera interinamente a cargo del Consulado. La controversia se reavivó en 1717 cuando el Rey aprobó su Proyecto de Galeones para reanudar el viejo sistema de “La Carrera de Indias”, maltrecha por la guerra de sucesión, la que también produjo una variante. Por el tratado de Utrecht de 1713, cada año, Inglaterra enviaría a Portobelo un llamado “Navío de permiso” de 600 Ton. y asumiría la exclusividad del comercio de negros en las colonias españolas para tratar de detener el avance francés.

El boicot como arma Los comerciantes limeños reaccionaron con desinterés ante la reanudación de La Carrera de Indias. Arguyeron que no había mercado para los productos españoles porque el contrabando francés era abundante; que no había barcos para la Armada y recomendaron posponer la operación hasta 1720, fecha de entrada en vigor del proyecto y de la feria de Portobelo. Cuando “La Carrera de Indias” se reanudó a mediados de julio de 1721, el Consulado hizo una nueva maniobra. Presionó y consiguió que el Virrey Diego Morcillo, Arzobispo de Charcas, firmara un nuevo contrato, el 24 de enero de 1722, el cual, además, aplazaba el pago de una deuda antigua a La Corona. Sin embargo, muy enfadado Felipe V anuló el contrato, encargó la recaudación de impuestos a los oficiales reales y ordenó a los oidores de Lima y Panamá investigar toda la gestión del Consulado, un presunto sobornó de 300 mil pesos al Virrey Morcillo a cambio de las ventajas concedidas en los asientos anulados y un presunto fraude a la real hacienda, mediante el pago de sólo 300 mil pesos como recaudación sobre el envío de mercaderías por 13 millones de pesos a España, cuando según el Proyecto de Galeones se debía recaudar 650 mil. El Consulado respondió enviando a la Corte de Madrid a Dionisio de Alsedo y Herrera, diputado electo del Consulado de Lima y de la Junta de Comerciantes, para defender su gestión. Como alegato público en pro del esfuerzo de los mercaderes limeños al servicio de La Corona De Alsedo publicó en Madrid el “Memorial Informativo del Consulado de Lima”, el cual constituye toda una radiografía del comercio limeño colonial. Exponía lo siguiente:

Factores de la decadencia del comercio limeño: El irregular despacho de las Armadas a causa de la guerra de sucesión La incursión de navíos franceses en la Mar del Sur con abundante contrabando. La participación ilícita de extranjeros en la feria de Portobelo. Los ataques de los oficiales reales al Consulado. El contrabando incontrolable a través de navíos de registro ingleses en Buenos

Aires y de sus factorías para la venta de esclavos negros en Acapulco.

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La epidemia en Potosí. La sequía de 1721 y 1723 que afectó la minería.

Aportes del Consulado de Lima a la Real Hacienda: Denuncias ante el Virrey y La Corona sobre el contrabando francés por Pisco y

Arica. Cumplimiento del envío de caudales en 1722, pese a la amenaza de ataques

franceses. Remodelación de navíos de la “Armada del sur” para asistir a Portobelo. Denuncias ante el Virrey y La Corona sobre el comercio ilícito promovido por

oficiales reales en Panamá. Concesión de préstamos forzosos y donaciones a la Real Hacienda. Equipamiento y sostenimiento de compañías militares anticorsarios. Continuación de la recaudación, pese a haber pedido su relevo en 1683 y a las

quiebras que padeció.

Descripción de clases de comerciantes Los matriculados en el Consulado (pagaban 500 por alcabala), tenían derecho a

voto en la Junta General y eran responsables del cobro de la avería sobre el oro, la plata en pasta y moneda, el cacao, la cascarilla de Loja, la lana de vicuña, el añil, el palo del Brasil y otros productos que se negociaban en Portobelo.

Los no matriculados, negativos para el cobro de los asientos pues actuaban al margen del consulado antes y durante las ferias.

Los galeonistas, que conducían a Lima sus productos no vendidos en Portobelo. Los rentistas del istmo, que negocian a costa de los que regresan del Perú,

encomiendas, escrituras, libramientos, caudales propios y sobrecostos de pasajes

Defensa de los contratos de 1722 Redactados según modelo de los firmados con el Virrey De la Monclova en

1690, últimos confirmados por La corona. Cobro de los reales derechos, según el Proyecto de Galeones de 1720.

Perjuicios sufridos por los peruanos en la feria de 1722. Cobro de 50 mil pesos impuesto por el gobernador a los mercaderes del Perú para

socorrer las guarniciones de los castillos. Intento de violación del secreto de las compras de comerciantes limeños al navío de

permiso inglés e inmovilización de las mercancías en Panamá durante cuatro meses.

Falta de apoyo de los oficiales reales panameños a los ministros del Consulado para el cobro de la avería a los deudores.

Encarcelamiento del comisario de Lima, Antonio García de Guzmán, por orden del gobernador, debido a la acción de García de detener en Boquerón diez cajones de plata sin guías, pertenecientes al real asiento de Inglaterra.

Embargo de cajones y petacas dispuesto por el fiscal de la Audiencia de Panamá al navío San Joseph que transportaba pasajeros al Perú bajo la sospecha de llevar comercio ilícito.

Denuncia contra el gobernador por no querer entregar al ministro limeño las

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resoluciones sobre indultos a particulares por contrabando. Denuncia contra el gobernador por excluir al ministro de Lima del caso de desvío

de plata piña.

Otros perjuicios posteriores Orden del gobernador de abril de 1724 para que oficiales reales visiten, fondeen y

abran toda carga entrante y saliente del Puerto de Perico. Nuevos derechos de almojarifazgo, unión de armas y sisa a ciertos artículos

peruanos exportados a Tierra Firme. Cobro de gabela de cien pesos por visita a toda embarcación del Perú que atracara

en Puerto Perico y cobro de otras cargas. Control de las autoridades panameñas sobre el precio de venta de harina peruana. Autorización de navíos de registro para el comercio de géneros por Buenos Aires Contrabando inglés a través de las factorías para el comercio de negros, que habían

convertido a Buenos Aires en una feria perpetua.

Peticiones Que el consulado prosiga con las cobranzas de los asientos, pues había contribuido

con la Real Hacienda desde 1662, aportando un monto total de 11 millones, 010 mil 841 pesos.

Al no haber delito en la firma de los asientos de 1722 el pacto con la Corona debería restablecerse plenamente.

Fin de las acciones contra los comerciantes peruanos en Tierra Firme, Nueva España y Buenos Aires y mantenimiento del secreto y la inviolabilidad de las remesas.

Retorno de La Casa de la Contratación a Sevilla.

El fracasoAlcedo y Herrera fracasó en su misión de revertir la decisión de la Corona de cancelar la administración de los asientos a los comerciantes limeños concedida en 1664. La recaudación pasó a ser responsabilidad de los oficiales reales de la Hacienda, desde el 25 de junio de 1725, antes de que se conociera el fracaso de las gestiones de De Alsedo y Herrera ante la corte de Madrid. El resultado final fue que los comerciantes perdieron el negocio de la recaudación, pero tras un nuevo boicot que hizo fracasar la Feria de Portobelo de 1726 Felipe V tuvo que abandonar su proyecto de galeones.

El fin de “La Carrera de Indias”En 1735, la famosa “Carrera de Indias” fue reemplazada por la navegación mediante el sistema de registros sueltos. Felipe V autorizó a la Casa de Contratación que emitiera licencias para realizar operaciones comerciales con las colonias hispanas en América, tanto a comerciantes nacionales y extranjeros, mediante los llamados “Navíos de Registro”. La única condición era el pago de almojarifazgo en Cadiz. Una de las consecuencias de esta medida fue el aumento del contrabando, en particular del comercio ilícito inglés, que requirió de dura represión.

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No obstante, la pérdida de los asientos por parte del Consulado de Lima no generó el desastre para sus miembros, pues éstos se adecuaron a la nueva situación. Así, los comerciantes limeños, constituidos en un poder económico concreto, contribuyeron a la destrucción del comercio monopólico y controlista diseñado por los “Austrias” y promovieron el libre comercio con Europa, pero una vez conseguida la libertad tuvieron que soportar la competencia de otros comerciantes peninsulares y de los procedentes del resto de Europa.

La primera mitad del siglo XVIII terminó con el Imperio Español envuelto en una segunda contienda bélica con Inglaterra, luego de la “Guerra de Sucesión”. Fue la llamada “Guerra de la Oreja Jenkins” (1739-1748), desatada por los ingleses ante la decidida acción de los españoles de impedir su intenso contrabando en el Caribe y el Pacífico Sur. Geoffrey J. Parker, en “Política Española y Comercio Colonial – 1700-1789), señala que la toma y destrucción de Portobello por parte de los ingleses en 1740 y el posterior asalto a Cartagena durante el conflicto, terminaron por liquidar “La Carrera de Indias”, minada ya por los sucesivos boicots de los propios comerciantes de Lima.

Ocaso del poderío comercial de Lima Una serie de hechos como la creación del Virreinato de Nueva Granada, como esfuerzo de guerra de Felipe V contra los ingleses, en 1717, y otros desencadenados a raíz de las reformas de Carlos III causaron fuertes impactos en el Virreinato del Perú, en su economía y particularmente en la actividad comercial de Lima.

Las radicales reformas de Carlos IIIEn la segunda mitad del siglo XVIII España entró nuevamente en guerra con Inglaterra y Francia (Guerra de los Siete Años de 1756 a 1763, Guerra por la independencia de los Estados Unidos, de 1778 a 1783 y Guerras napoleónicas, de 1796 a 1815). Carlos III, el borbón Rey de Nápoles, asumió el mando del Imperio Español en plena contienda (1759), aplicando a su administración toda la creatividad que pudo generar el despotismo ilustrado, desdeñoso de la antigua nobleza en proceso de empobrecimiento y del clero opositor.Carlos III ascendió al trono con dos objetivos claros: Mantener la supremacía mundial de su imperio y obtener la mayor riqueza posible de la explotación de sus riquezas coloniales. Para lograrlo, además de guerrear, promovió la reforma de la administración del estado y la propiedad, apoyando a la burguesía hispana porque vio en ella una fuente de recursos frescos y rápidamente recaudables vía impuestos y préstamos.El reinado causó una verdadera conmoción especialmente a las colonias y en particular al Virreinato del Perú. En 1776, creó el Virreinato de Río de la Plata, cercenando al Perú, lo que es hoy Argentina, el rico Alto Perú (Bolivia) y los corregimientos de Puno. La mina de Potosí pasó a control de Buenos aires, privando a Lima de una de sus principales fuentes de poder. Al año siguiente, 1777, el visitador José Antonio de Areche, comenzó a ejecutar con mano de hierro la primera gran reforma fiscal que tuvo lugar por estos rumbos, para aumentar a como de lugar las rentas de La Corona. Areche hizo cuatro cosas: aumentó las alcabalas, creó las aduanas terrestres, obligó a los mestizos a pagar tributo como los indígenas y aumentó los repartos mercantiles de los

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corregidores o administradores regionales. Pero, en concreto, sembró vientos y cosechó tempestades. Se produjo en el país una seguidilla de sublevaciones contra sus medidas, la mayor de las cuales fue el alzamiento de Tupac Amaru II, cacique de Tungasuca, en Tinta (Cusco).Los peruanos no asimilaban aún la “Reforma Areche”, cuando al año de su llegada, llegó a Lima la noticia de que el emperador había autorizado que a partir de 1778, el comercio metrópoli-colonias, se realizara ya no exclusivamente entre Cádiz, La Habana, Cartagena, Veracruz, Panamá, El Callao y Valparaíso, sino entre desde treces puertos ubicados en España y veintidós localizados en los dominios americanos. Se iniciaba así el Libre Comercio, mediante el cual el monarca buscaba redondear su objetivo de extraer la mayor cantidad posible de riqueza colonial en el menor tiempo posible y abrir nuevos mercados para las manufacturas hispanas y francesas. La historiografía económica del período ha calculado que Carlos III tuvo éxito. En los primeros diez años de aplicación de su política aperturista, el comercio metrópoli-colonias, se quintuplicó, favoreciendo particularmente a los comerciantes de Buenos aires y Valparaíso. Aunque los comerciantes limeños resintieron y resistieron el libre comercio, los nuevos vientos no significaron la destrucción de la importancia comercial de Lima y Callao. El historiador Jhon Fisher, es del criterio que Perú, a través de Lima y Callao, mantuvo el control del 15 por ciento de las exportaciones coloniales a España, mientras que al virreinato de Rio de la Plata le correspondió el 12 por ciento y al de Nueva Granada, 10 por ciento.Cuatro años antes de morir, en 1784, Carlos III, remeció nuevamente a las colonias y en especial al Perú, decretando la completa reforma administrativa colonial. Sustituyó el sistema de corregimientos por el de Intendencias, unidades administrativas que se subdividían en Partidos o provincias, a cargo de subdelegados. También creó la Audiencia del Cusco. Sobre este período crucial de la condición de Lima como potencia política y comercial de América del Sur, durante el reinado de los borbones, Geoffrey J. Parker (Op. Cit.), anota que las grandes potencias rivales que acosaban permanentemente a las colonias hispanas, detectaron claramente el crujir de la estructura del imperio por lo que intensificaron políticas y acciones abiertas para tratar de adjudicarse si no todo, al menos una buena parte del inmenso mercado de ultramar. Percibe también que en el curso del siglo XVIII, surgieron los primeros matices de “independentismo” entre las autoridades económicas y los comerciantes al por mayor de Lima y Méjico, respecto a los virreyes. El crujir se volvió estallido durante las dos primeras décadas del siglo XIX, cuando al influjo de la Independencia de Estados Unidos, la doctrina de la Revolución Francesa y la grave crisis interna española generada por el bonapartismo, que llegó al extremo de imponer a José Bonaparte, como rey ( 1808-18013), las antiguas colonias hispanas se independizaron.

Lima, agosto del 2005

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