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<FAMILIA MISIONERA DE LA PRECIOSA SANGRE> JORNADAS DE ESPIRITUALIDAD – 2013 Pago San Clemente. “CAMINAR, CONSTRUIR, TESTIMONIAR” Hasta hoy, mañana no lo sé, lo que más me entusiasma de Papa Francisco es su entusiasmo, que creo originado por su espíritu esperanzado. Un septuagenario, que algunos creían caduco, que cuenta entre su buena doctrina con un “canto a la esperanza” y que es capaz de decir a los Jóvenes, reunidos en la plaza de San Pedro con motivo del día de la juventud, domingo de Ramos: Queridos jóvenes… queridos amigos. Yo también me pongo en camino con vosotros, desde hoy” PARTE PRIMERA: <DE LO QUE SÉ> . INTRODUCCIÓN : Cada vez me convenzo más de que el <Carisma c.pp.s.> posee un carácter eminentemente pascual. Esconde mucho de viernes de Crucifixión; conserva bastante de silencio sabatino, el silencio de la muerte silenciosa de tantos; otro tanto de domingo de resurrección y de vida. Así lo vengo manifestando de palabra y por escrito. Últimamente, vengo alargando esa pascualidad” incluyendo en ella el lunes de Emaús. Es como si la sustancia y esencia del Carisma, su espiritualidad, fuera el mensaje del triduo pascual”, que conlleva las bases del camino a realizar, “Camino de Emaús”. Fue un lunes cuando Jesús, el Camino, “hizo camino” junto a Cleofás y su compañero dialogando sobre la “Crucifixión” acaecida durante el fin de semana. Nos consta que la terna de caminantes, mientras avanzaba, leía e interpretaba a la luz de la Palabra Revelada ese “gran libro, que es el crucifijo”, y que San Gaspar pide a los suyos que lean con mayor reflexión”. De ahí que, desde el instante que se me encargó la programación y orientación del “trienio hacia el bicentenario”, me planteara preparar una ponencia sobre el Camino de Emaús, camino c.pp.s” en el momento que viera más adecuado para alumbrarla. A principios de este año andaba yo en esas, cuando apareció el P. Ramón, coordinador del equipo programador de estas jornadas “tan familiares”, brindándome la posibilidad de servir una vez más en vuestras acequias las aguas de la “ noria de lo nuestro”. Al pedirme un título le respondí sin titubear: 1

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JORNADAS DE ESPIRITUALIDAD – 2013

Pago San Clemente.

“CAMINAR, CONSTRUIR, TESTIMONIAR”

Hasta hoy, mañana no lo sé, lo que más me entusiasma de Papa Francisco es su entusiasmo, que creo originado por su espíritu esperanzado. Un septuagenario, que algunos creían caduco, que cuenta entre su buena doctrina con un “canto a la esperanza” y que es capaz de decir a los Jóvenes, reunidos en la plaza de San Pedro con motivo del día de la juventud, domingo de Ramos: “Queridos jóvenes… queridos amigos. Yo también me pongo en camino con vosotros, desde hoy”

PARTE PRIMERA: .

INTRODUCCIÓN:

Cada vez me convenzo más de que el posee un carácter eminentemente pascual. Esconde mucho de viernes de Crucifixión; conserva bastante de silencio sabatino, el silencio de la muerte silenciosa de tantos; otro tanto de domingo de resurrección y de vida. Así lo vengo manifestando de palabra y por escrito. Últimamente, vengo alargando esa “pascualidad” incluyendo en ella el lunes de Emaús. Es como si la sustancia y esencia del Carisma, su espiritualidad, fuera el “mensaje del triduo pascual”, que conlleva las bases del camino a realizar, “Camino de Emaús”. Fue un lunes cuando Jesús, el Camino, “hizo camino” junto a Cleofás y su compañero dialogando sobre la “Crucifixión” acaecida durante el fin de semana. Nos consta que la terna de caminantes, mientras avanzaba, leía e interpretaba a la luz de la Palabra Revelada ese “gran libro, que es el crucifijo”, y que San Gaspar pide a los suyos que lean con “mayor reflexión”.

De ahí que, desde el instante que se me encargó la programación y orientación del “trienio hacia el bicentenario”, me planteara preparar una ponencia sobre el “Camino de Emaús, camino c.pp.s” en el momento que viera más adecuado para alumbrarla. A principios de este año andaba yo en esas, cuando apareció el P. Ramón, coordinador del equipo programador de estas jornadas “tan familiares”, brindándome la posibilidad de servir una vez más en vuestras acequias las aguas de la “noria de lo nuestro”. Al pedirme un título le respondí sin titubear: “Caminar, edificar, confesar”. En aquellos días revivía yo, con verdadera emoción, las palabras claves de la primera homilía de papa Francisco. El hasta ayer cardenal, ya había seducido la comunidad católica y cautivado a media humanidad con su fascinante humildad y sencillez. Cuando la blanca figura de “brazos caídos” asomó al balcón y se inclinó para orar, el seno de la madre tierra saltó de alegría ante la presencia de quien llegaba del confín de un lejano “finisterrae”. Esa tarde noche, preñada de vibraciones, Papa Bergoglio apenas dejó caer sobre la columnata de Bernini un saludo en el que, sorpresivamente, pese a su espontaneidad y cortedad, utilizó la palabra “camino” cuatro veces.

Le bastaron dos días para mostrar a la gente la que habría de ser la “piedra angular”, ya labrada por los muchos años de pastoreo, de su pensamiento y sabiduría. Lo hizo al dirigirse al colegio cardenalicio el 15 de marzo: “Llevar a Jesucristo al hombre y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo Camino”. Luego, he podido constatar que Francisco entiende la vida del creyente como un “continuo caminar” hacia unas cumbres inefables.

Ya el día anterior, la mañana siguiente a la elección, no habían transcurrido veinticuatro horas, el nuevo Pescador de Galilea, quiso celebrar su primer pontifical con quienes le acababan de ceder la cátedra de San Pedro. Sabía Francisco que se iba a dirigir a las mentes más preclaras, algunas de ellas bastante retorcidas, de la Iglesia de Roma. No hizo ni el más mínimo esfuerzo por preparar un discurso programático de altura, como correspondía a la circunstancia. Prefirió que “hablara la lengua, de las cosas que abundan en el corazón”. No escribió su intervención. Una simple nota con cuatro palabras, como quien dice: “movimiento: caminar, edificar, confesar”.

Comentó que él veía algo en común en las tres lecturas proclamadas en aquella celebración: “el movimiento”:

· En la primera: “movimiento al caminar”;

· En la segunda: “movimiento al edificar o construir”;

· En la tercera: “movimiento al confesar, testimoniar”.

Expresiones estas, que nos ponen de manifiesto cuál iba a ser el primer objetivo de su pontificado: “Encaminar la Comunidad Eclesial”; poner en “camino” el rebaño de Jesucristo, que le ha sido encomendado. Meter en “vereda” a quienes, descarriados, deambulan por senderos que a nada conducen.

Cuando uno, porque se lo han pedido los hermanos o porque le ha sido inspirado, que no sé distinguir muy bien, se mete de lleno en el estudio del “Carisma”, no ve otra cosa que “semillas carismáticas” por doquier. En la reflexión que tuvo aquel día el jesuita franciscano, vi desde el primer instante como brillaban con luz propia los tres elementos constitutivos de todo “Carisma Fundacional”:

· En el “caminar”, como movimiento de interiorización, vi una referencia a la “espiritualidad”;

· En el movimiento al “construir”, percibí una alusión a la “fraternidad” que conduce a la “vida comunitaria”, en muchos lugares aún por construir.

· En el movimiento al “testimoniar”, me pareció entrever una convocatoria a la “misión”.

I.- “EL CAMINO DE FRANCISCO”:

En mi exposición, con el fin de profundizar, me voy a detener solamente en la primera de las palabras del “trinomio franciscano”: “Caminar”. Aquel día, Francisco, recurrió a dos frases del AT para justificar su invitación a “ponerse en camino”:

· “Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor” (Is 2,5).

· “Eso es [dirá] lo primero que Dios dijo a Abraham: ”.

Frases a las que se referirá con el siguiente comentario: “nuestra vida es un camino, y cuando nos paramos, la cosa no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con la integridad que Dios pedía a Abraham”. Pregunto: ¿Es posible no ver en este párrafo una apelación dirigida a los primeros pastores del rebaño, a los conocidos mayorales, a intensificar la vida espiritual? Cuando en mi folleto verde me atrevía a definir la “espiritualidad”, escribí que esta consiste en: “Orientar nuestra existencia… siguiendo los soplos del Espíritu, abrazando los amores del Padre, que se nos van manifestando, mientras en diálogo ininterrumpido con Jesucristo, Evangelio de Dios” (pag 34).

¿Os habéis fijado en la feliz coincidencia?

PAPA FRANCISCO

PADRE PACO

“Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con integridad…”

“…vivir interiormente… mientras caminamos en diálogo ininterrumpido con Jesucristo”.

Uno y otro, Francisco y Paco, proponiendo hacer “camino de la mano del Camino”.

Cuando pasado algún tiempo, Francisco, ya más reflexivo, trató de esclarecer lo que para él significaba “caminar siempre en presencia del Señor”, dejó caer una sentencia, que, por lo que he podido leer durante estos siete meses, bien podría definir como el “leit motive” del nuevo papa, repito: “Llevar a Jesucristo al hombre y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo Camino”. Propone con ello un “camino de ida” del creyente a la procura de Jesucristo-Camino, quien saldrá al camino para hacerse presente a quien lo busca. Nos pide que llevemos a Jesucristo hasta el corazón de la humanidad; en nuestro caso concreto, hasta el corazón de nuestros espacios pastorales, que no siempre late en la sacristía, ni junto al altar. Francisco ha localizado ese corazón universal en las “periferias”, que JP II llamaba “mar adentro”. Pero además ruega que conduzcamos al hombre al encuentro con Jesucristo “saliendo”. El mayor deseo del “Pastor de pastores” es el de facilitar el “encuentro con el Camino en el camino”. Encuentro radical y definitivo, como el de Saulo. Un encuentro que suponga, si fuere necesario, una caída de caballo: “Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome a lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús. Todos los maduros, debemos sentir así” (Fl 3, 13-15)

I.1.- La lógica de la Cruz:

Lo sorprendente, para mí, de aquello que más que una homilía fue una especie de “confidencia de sueños ya vividos”, porque no hubo tiempo para más, fue cuando, a renglón seguido, trató de aclarar su propuesta con la intención de que los caporales se quedaran con la copla. Añadió con firmeza y convencimiento poco usual: “Este evangelio – [se refería a la confesión de Pedro] prosigue con una situación especial. El mismo Pedro, que ha confesado a Cristo y le dice <> [Mt 16,16], ahora le replica: yo te sigo, pero ni hablar de la cruz (cf v 22). Esto queda fuera. Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz. Y prosigue el papa con la llaneza a la que nos estamos habituando: “Cuando caminamos sin la cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos; somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”. En esa misma dirección camina Bernard Sesboüé: “No se puede estar con Jesús sin estar con Jesús Crucificado” (EL DIOS CRISTIANO, Diccionario Teológico, , pag 323) Para Francisco, la Cruz, el abrazo apretado al Crucificado, se torna imprescindible en el camino. San Juan de la Cruz interpreta que la cruz fue simbolizada en el cayado de Moisés. Idea recogida por San Gaspar en una de sus circulares, queriendo decir con ello que el apoyo de quienes caminan por los caminos de la fe es una cruz. El Cristo que Bergoglio encontró y espera presentar a su grey es el que pende de la cruz. Por si quedaban dudas, el Domingo de Ramos, dirigiéndose otra vez a los prelados presentes en la celebración, les recuerda una de Benedicto XVI: “Sois príncipes de un Rey Crucificado” (Benedicto XVI).

Apostaría que Francisco, la noche anterior, primera vigilia como pastor de Roma, ha sentido sobre sí el peso de la Cruz que cargan las espaldas de la Iglesia y que el pre-cónclave, en los días precedentes, había dibujado como muy sombría y demasiado pesada. Ha sentido todo el peso, lo ha abrazado y ha notado que no hay camino sin Cruz y sin angosturas, que no hay seguimiento sin abrazo doloroso y que confesar a un Cristo sin cruz es ir en dirección contraria para morir en el intento, como kamikace. A él, que entonces era cardenal, la afirmación del ya emérito le había penetrado como espada de dos filos. Al poco rato, afirmará: “La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito lo que hizo él aquel día de su muerte”.

Llegó el miércoles santo. Introducción al Triduo Pascual: “Vivir la Semana Santa significa entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la cruz, que no es ante todo la del dolor y la de la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí que da vida. Significa entrar en la lógica del evangelio. Seguir, acompañar a Cristo, permanecer con él, exige un <>, salir”. La “lógica de la cruz, [releo] que no es ante todo la del dolor y la de la muerte, sino la del amor y la de la entrega”. ¿Cómo no señalar otra “feliz coincidencia”? San Gaspar, otro miércoles santo, el de 1813, escribiría sobre la cruz y su lógica: “¡No hay lengua humana, ni habría suficientes volúmenes para describir todos los gestos de amor con los que hemos sido enriquecidos por nuestro Redentor Crucificado!” (Carta nº 57; desde la cárcel de Ímola). ¿Crees que existe cierta concomitancia con el pensamiento de Francisco cuando afirma que la “lógica de la Cruz es la lógica del amor y de la entrega?”

I.2.- La lógica del amor:

El año de la fe, se va que echa chispas. Entre las muchas frases leídas y escuchadas, me quedo con una: “La fe es, ante todo, creer que existe un amor absoluto” (H. U. von Baltasar: <>, en Hacia una teología de la fe). “¡Mirad que amor nos tiene el Padre! (1 Jn 3,11). “Amor absoluto” que tenemos a nuestra disposición porque así se nos ha manifestado: “Apareció la bondad y el amor de Dios a los hombres” (Tit 3,4). Un “aparecido” que, en cuanto se le presentó la ocasión, no dudaría en proclamar a los cuatro vientos que: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Y él la dio: “humillándose y obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de Cruz” (Flp 2, 8).

Toda cruz de madera, más allá de su simbología, y todo Crucifijo, más allá de la imagen de un Hijo Divino afrentado, a la que, desafortunadamente, nos hemos acostumbrado, esconden veladamente el “tanto amor del Padre al mundo” (cf Jn 3,16). Arrodillarse a los pies de un crucifijo, con los “ojos fijos en Jesús”, es disponerse a dejarse “tomar” por el amor. Hoy es un día muy señalado para comprometerse de una vez: “Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él” (2Cro 7, 16). Simone Weil, al comentar el momento de su conversión, escribe: “Jesús descendió y me tomó”. Sesboüé, a mi juicio, fue uno de los que más se han acercado al “misterio de amor” que se oculta en toda cruz: “La crucifixión de Jesús es una revelación de la gloria de Dios que exige simplemente contemplación. El cuerpo de Jesús reina de verdad en el trono de la cruz. Revela cómo es Dios, qué es lo que significa el hombre a los ojos de Dios y hasta dónde puede llegar Dios en su búsqueda del hombre” (Ibi 321).

San Gaspar, tan próximo a la cruz que la “abrazó apretadamente a su pecho y la enarboló en su corazón”, no podía hacer una lectura diferente a la que hicieran las grandes figuras de la Iglesia. Escribe: “El Crucifijo es el libro donde se descubre todo el amor de Dios Redentor” (nº 1188). En una de las imágenes que aparecen en el “power point” que hemos hecho sobre San Gaspar ante la Cruz, aparece el rostro ensangrentado del Crucificado. La frase que hemos colocado a su lado dice: “Esto, ¿no es esto amor?” ¿Por qué los grandes corazones de la Iglesia laten con los mismos latidos al advertir que en la Cruz se halla la mayor fuente de amores?

Francisco, en tanto que ignaciano, ha hecho un largo camino en “Compañía de Jesús”. Aunque, sorprendentemente, todo indica que lo ha hecho con “espíritu franciscano”, cuyo rasgo más significativo no es la sencillez y simplicidad de los viejos “anawin”, sino el abrazo a la Cruz, propio de los grandes profetas. De hecho, el de Asís se apretó en tal manera que quedó clavado, estigmatizado.

II.- “ESENCIAS ESPIRITUALES DE GASPAR:

También San Gaspar interpreta la vida cristiana como un “hacer camino”. La similitud entre el camino de Francisco y el de Gaspar es sorprendentemente pareja. Nuestro santo no acostumbra a usar el término “camino”. Sí recuerdo que en alguna ocasión afirma que somos “peregrinos”. En una de sus circulares dice a sus misioneros que “son como tres compañeros de viaje” durante el cual el Señor provee el “alimento que alegra y da fuerzas para continuar en el camino que lleva a la perfección” ( Cir de 1831).

No obstante contamos con una página antológica y trascendental para descifrar el misterio de nuestra “espiritualidad”. Maduro Gaspar, con tal de ayudar a la maduración del Instituto, se propuso dirigir cada año una “Carta Circular” a las Comunidades Misioneras con el fin de estimular a todos los miembros a entrar con corazón abierto en los Ejercicios Espirituales que celebraban en los días previos a la festividad de San Francisco Javier. Las encabezaba con este título: “Excitación para los Ejercicios Espirituales del año… X” El primer párrafo consistía en un exordio en el que condensaba el meollo de la circular. En él solía intercalar alguna frase en latín sacada de la Sagrada Escritura o de algún otro escrito de carácter espiritual. Para la de 1834 seleccionó la siguiente: “Sancti tui, Domine, mirabili consecuti sunt iter servientes praeceptis tuis, ut invenirentur illaesi in aquis validis” (Responsorium ad Mat. in II Noct., Lectio IV, Com. plur. Martyrum, Breviarium Romanum: “Tus santos, Señor, han seguido un admirable, al servir a tus mandatos, para ser hallados ilesos en las aguas impetuosas”).

Luego del exordio seguía una serie de apartados en cada uno de los cuales desarrollaba sus propósitos. Esta que me ocupa lleva tres de esos apartados:

· I.- Llamados a la santidad;

· II.- La Sangre de Cristo: nuestro camino específico de santidad;

· III.- Revivamos nuestra vocación.

II.1.- Llamados a la santidad:

La intención del fundador no es otra que la de estimular la “vida espiritual” de los destinatarios. “Espiritualidad” que, a su decir, consiste en la configuración o conformidad con Jesucristo: “El Misionero… trata de inspirar en todos el despojo del viejo Adán, para así revestirse de Jesucristo Crucificado” (Circular de 1830), del que habremos de ser “copias”. Les dice que en esos días van a reflexionar “no solo sobre los principios generales [de la religión] sino también, y muy especialmente, se tratarán reflexiones particulares, que para nosotros son características propias y singulares”. Con ello da por sentado que en la Semana de Ejercicios caben meditaciones de índole general sobre la fe, pero que, al mismo tiempo, habrá tiempos intensivos para lo que nos distingue y diferencia como congregación c.pp.s.

Insistirá sobre el principio del “hecho diferencial” al afirmar que “el Señor se ha dignado conducir nuestras almas no por una vía de virtud común [al resto de los creyentes] sino por una estrada admirable”. Es en este punto donde retoma una parte de la frase del breviario, si bien lo hace “personalizándola”: “Mirabile consecuti sumus iter”. Mientras el breviario dice “tus santos, Señor, han seguido un camino admirable”, él escribe: “[Nosotros] “hemos escogido un camino admirable”. Aunque no sé muy bien si nos resultará tan “admirable” cuando sepamos en qué consiste ese camino para el santo misionero que decimos seguir:

· “La muerte espiritual de nosotros mismos para así mejor servir a los divinos mandatos,

· el despegue de nuestras familias:

· y el despojo de cuanto pueda obstaculizarnos”.

Pablo había afirmado que “todo lo tenía por basura”. Concluirá el apartado con una bienaventuranza: “Bienaventurado quien, ponderando certeramente estas cosas, vive solamente para Dios”.

II.2.- La Sangre de Cristo: nuestro específico camino de santidad

En el “Apartado I”, el santo certificaba que existen diferencias concretas entre nuestra “espiritualidad” y otras “espiritualidades” congregacionales. En éste nos aclara que lo que nos distingue y especifica es la “Sangre de Cristo, camino de santidad”. Antes de introducirme en las espesuras de este documento gasparino, quisiera recordar en síntesis muy apretada lo que serían, para Gaspar, las dos “funciones” más elementales de la Sangre, sus cometidos y quehaceres. En un “apunte autógrafo” el fundador dejó la relación de las meditaciones que venía impartiendo al clero diocesano cuando les dirigía los Ejercicios Espirituales. La sexta, decía: “Meditación sobre la Sangre de Cristo como ”. Algo que no podemos olvidar si queremos ser fieles a la mentalidad y al espíritu gasparino. La Preciosa Sangre es el “medio por el que…”. La sangre de una “donación” es el medio con el que el anémico se “revitaliza”, pero no se ha de confundir lo “donado” con el “donante”.

Dos son, en líneas generales, las “utilidades de la Sangre”. Voy a mantener la voz “utilidades” por venir de una figura de peso dentro de la Iglesia y de la teología, Santo Tomás, y que solían utilizar nuestros misioneros en las predicaciones del mes de la Preciosa Sangre. Con la “devoción” a la Preciosa Sangre, se obtiene:

· “la reconciliación con el Padre ofendido”… y, consecuentemente,

· “nuestra justificación” ( Escritos Espirituales, III, 133)

La teología de entonces, que es de la que el joven del Búfalo se empapó, se hacía la siguiente reflexión: “Dios Padre por el pecado del hombre quedó infinitamente ofendido. Ofensa que solo podía ser reparada con una satisfacción igualmente infinita. Cosa que escapaba al alcance de la mano humana. Se exigía un desagravio infinito, que solo podría venir del Hijo enviado. Lo hizo con el sacrificio de su vida y derramamiento de su sangre. Esa Sangre ofrecida al Padre por los pecadores, consigue la “reconciliación”. Una vez que el Padre ha quedado satisfecho, se abren sus entrañas de misericordia y el pecador alcanza la “justificación”. En otras palabras: “El ser humano desde el momento de la creación fue , “coronado de gloria y dignidad” (Sal 8, 6); por su soberbia cayó en ; ahora solo el Hijo enviado podía de nuevo. Y esto se hizo gracias al sacrificio cruento de su vida.

La Circular párrafo a párrafo

Párrafo primero: “Una mirada a Jesús… quien con la vara de la Cruz nos ha abierto, en este mísero mar del mundo, el sendero que nos permite permanecer libre de tifones y borrascas”.

· Mundo perverso: El mundo es un mar miserable. Mundo abierto en canal, como lo hizo el mar Rojo, al ser golpeado por el bastón del profeta. Moisés con su vara prefiguró a Jesús con su cruz. No te escandalices con el calificativo. La “miserabilidad” es una constante en el léxico gasparino. ¡Cuántas veces se definiría a sí mismo como “miserable pecador”! Léxico del XIX.

· “Una mirada a Jesús”: Gaspar conoce una frase del Nuevo Testamento, - lástima que en este momento, yo, no la tenga localizada-: “Los ojos fijos en Jesús”. La ha adoptado, la ha hecho suya y se la aplica en distintas ocasiones: “una mirada a Jesús Crucificado” le basta para superar cualquier dificultad o contratiempo. Es muy significativo que al iniciar el desarrollo de un título sobre la sangre, comience con una invitación a dirigir la mirada hacia el Crucificado, que será el “centro” de la página que estudiamos, como no podía ser menos.

Párrafo segundo: “El Señor no se olvida de brindar a toda criatura los que conducen al fin”.

Los medios para alcanzar la perfección: Es este uno de los artículos fundamentales del credo de Gaspar. Su fe en la divina Providencia no admite titubeos. Al poco de ser ordenado, cuando la fundación del “Oratorio de Santa María in Vincis” se tambaleaba, animaba a sus compañeros, todos mayor que él, con frases como esta: “Quien quiere el fin, pone los medios”. Tiene la absoluta certeza de que todo ser humano cuenta con los medios necesarios para alcanzar la santidad. Nadie queda excluido. El camino que conduce al paraíso fue abierto para todos, sin excepción. Otra cosa será que algunos prefieran descaminarse.

Párrafo tercero: “A nosotros en particular nos presenta el mar Rojo, símbolo e imagen de los misterios de la Sangre preciosa, por de la cual, al tiempo que proveemos a nuestro propio bien, cultiva y riega la tierra de las almas, árida por culpa de los hombres; al pecador le abre el camino para escapar de Egipto, imagen del mundo podrido y perverso; al penitente y a las armas ardientes de amor a Jesús los estimula y anima a , aunque náufragos, en este misterioso mar, hasta ser Triunfo de la bondad de un Dios Redentor de los hombres: ”.

· “El mar Rojo, símbolo de los misterios de la Preciosa Sangre”: Cambio de símbolos y concreción de las “utilidades”. Las dos “utilidades” que decíamos eran muy de carácter general, ahora van a ser singularizadas. El Mar Rojo ya dejó de ser la imagen del mundo miserable. En este párrafo será símbolo de los misterios de la Preciosa Sangre, que es el , nuestro medio específico. Se nos ha señalado un “camino” muy particular, un itinerario en el que “las marcas, los signos indicativos, los hitos y hasta las fuentes”, iconos de los misterios de sangre tan preciosa, están teñidos de rojo. Por este camino tan particular,

· Nosotros somos los primeros en ser beneficiados;

· Con las aguas de sus fuentes tintas, el sequedal que asola el alma de los peregrinos, que acompañamos, va siendo labrado e irrigado.

· Las señales rojas abren el camino al esclavo de sus egoísmos, permitiéndole así escapar a sus ataduras.

· Al arrepentido y al comprometido los estimula al nadar contra corriente y les permite llegar a ser TRIUNFO de la bondad del Redentor.

· Los “misterios de la Sangre”. ¿Qué entiende Gaspar por ? A pesar de estar convencido de que es una osadía tratar de desentrañar semejante misterio, no me importa ofrecer las pistas que encontré mientras buceaba en sus mares. Al excavar en los estratos espirituales de Gaspar te encuentras abundantes “huellas” que nos ayudan. Gaspar habla de “misterios” en distintas ocasiones y con diferentes significados:

· En el cuaderno titulado “Método para los Ejercicios Espirituales”, en el horario de la mañana, ordena que en la primera de las misas, “a la que asistirá toda la Comunidad… Un Misionero, por turno, recitará la Coronita, mientras el resto, en lugares retirados y muy recogidos, implorarán espíritu de compunción y, al mismo tiempo, de ternura hacia los Misterios de la Preciosísima Sangre de Jesús”. El momento no ofrece dudas. Mientras recitan la coronita, que consta de siete misterios en los que se “contemplan los siete derramamientos”, están llamados todos a “enternecerse” con esos misterios de Sangre.

· Curiosamente, en el horario de la tarde, especifica que los “servidores” – cocinero, jardinero, portero, sacristán…- mientras cumplen con sus oficios “irán meditando los Misterios, especialmente de la Pasión y Muerte de Jesús”. (Método para los Ejercicios Espirituales). Son dos documentos tan esclarecedores que tal vez no precisemos de más, por el momento. Cuando Gaspar habla de “misterios”, al menos en una de sus acepciones, está englobando todo lo referido a la muerte de Jesús y su sangre derramada. Acontecimiento sobre el que hay que . Aquí dejo el siguiente apunte. En los orígenes no existía “espiritualidad de la Sangre”. La preocupación que Albertini inoculó en Gaspar y los misioneros no fue otra que la de “predicar la devoción”, cuya praxis consistiría en el rezo de nuestras preces. Sin embargo en el pensamiento de Gaspar bullía otra fórmula muy distinta y muy superior, la de la “meditación de los misterios de la Preciosísima Sangre”, que, a mi parecer, es por donde deben ir los tiros de nuestra espiritualidad.

· “La aridez de la tierra”: Con los “misterios de la sangre”, a los que hay que mirar con toda “ternura” y en los que “meditar” mientras faenamos, “nuestra tierra se va labrando” y su “sequedad irrigando”. Acudo nuevamente a los “vestigios hallados” en sus estratos. En esta ocasión se trata de una oración que Gaspar intercala en su predicación sobre la oración del huerto. Con una frase del Salmo 142, considera que su alma es la tierra reseca sobre la que han caído las gotas como de sudor de sangre, que menciona Lucas en su evangelio (22,44): “¡O Sangre Preciosa de mi Señor! Que salta desde el Santísimo Cuerpo del Salvador, yo os bendigo y adoro. Esa tierra afortunada representa mi alma, (Sal 142,6), regada con la divina Sangre en los sacramentos y al participar en los misterios” (EE, I, 92-93). La trascendencia de este párrafo estriba en que nos dice que las “utilidades” de la sangre se nos comunican o “aplican” – que es su fórmula preferida – “con la recepción de los sacramentos y la asistencia a los sagrados ”. Otra vez el término “misterios” en los papeles de Gaspar. Esta vez, al tratarse de participar en ellos, opino que se está refiriendo a la “asistencia” a los “misterios de Navidad, Pascua y otros”.

Ya señalé en el “Congreso de Espiritualidad” que los Misioneros dedicaban ocho días del mes de la Preciosa Sangre a explicar cómo participábamos de las “utilidades” de la Sangre en cada sacramento. Dije entonces y lo digo ahora, por el interés que suscita, que los Misioneros de entonces no podían insistir en la importancia de la “Comunión al Cáliz” porque era un asunto poco menos que “tabú”.

Párrafo cuarto: “Jesús Salvador nos invita a leer el gran libro de la Cruz, para en él aprender la sabiduría del cielo, necesaria para nuestra santificación y la de los demás”.

Lectura del Crucifijo: En la médula espiritual de Gaspar fermenta algo de lo que no puede desprenderse, la “cruz que enarboló en su corazón”. Está tratando de convencer a sus hermanos de las excelencias de la Sangre de Cristo como “camino específico, exclusivo, por ende, de la santidad misionera” y, sin embargo, ya es la segunda vez que toca el tema de la cruz. Aquí, para decir que la “lectura de la Cruz” es la realmente necesaria e imprescindible para alcanzar la meta de nuestras aspiraciones. Estoy a punto de concluir que “cruz y sangre” son “caras” de una misma realidad: “Un libro, la cruz, cuyas páginas fueron escritas con sangre”. Cada letra una pizca de la sangre divina; cada palabra una espina; cada línea un azote; cada oración una llaga y las llagas un misterio a descubrir. Gaspar no puede “desembarazarse” del Crucificado que ha concebido en el seno de su alma y que fue creciendo con el decorrer de los días. Si alguien con sus propuestas subjetivas lo “desembarazara” incurriría en un delito abortante. En la “Carta de Juventud” nº 40, desde la cárcel, miércoles de ceniza de 1813, ya instaba a “leer con mayor reflexión el gran libro”. Hoy, una veintena después, se mantiene en su constante, persiste en esa “lectura” que nos santifica. No me cansaré de proclamar que la “cruz es el proto-evangelio” del Misionero c.pp.s. Sin esa lectura seremos misioneros, pero no de la c.pp.s.

Párrafo quinto: “¿Qué leeremos en los forámenes de las llagas de Jesús Crucificado? ¿No leemos que él es la piedra mística sacudida por la vara de la Cruz?

La travesía del desierto: Gaspar ha escogido el “camino de la promesa” como clave de interpretación del “camino misionero c.pp.s”. Primero fue el Mar Rojo en representación del mísero mundo roto en dos por la cruz liberadora; luego, como acabamos de ver, ese mismo mar abierto como icono de los misterios de la Sangre, y ahora nos lleva hasta Masá y Meribá, donde la roca rompió aguas. Jesús deja de ser prefigurado por Moisés y pasa a ser simbolizado por la roca de Masá. La cruz sigue siendo la vara del profeta, que ahora “sacude” el Cuerpo - la piedra angular- del Señor, enmudecido y derramándose. Roca abierta en canal de la que manan cinco generosos manantíos. ¡Atentos! Que estamos ante una de las pocas “lecturas del Gran Libro” realizadas por el Santo fundador. Lectura que hace, como hizo Jesús en el “Camino de Emaús”, a partir de las Sagradas Escrituras.

Párrafo sexto: “Quoniam percussit petram, et fluxerunt aquae, et torrentes inundaverunt (“El hirió la roca, brotó agua y desbordaron los torrentes”. Sal 78/77, 20; todas sus citas bíblicas, en latín)… en virtud del cual disponemos de las aguas torrenciales, que simbolizan las divinas gracias, provenientes de los méritos de la divina sangre, que propiciarán en nosotros la ofrenda del vivir humano y en los fieles la pureza de las costumbres”.

Jesús sacudido por la vara de la Cruz, fuente de aguas raudas y torrenciales: Había afirmado que Jesús era la roca perforada. Es muy probable que sea esta la afirmación gasparina que mejor “condensa” su pensamiento teológico y su sentir espiritual, ambos en la cima de la madurez. No podemos olvidar que la carta que analizamos es de 1834, a tres años de su muerte, cuando su saber y su santidad ya han alcanzado las cumbres del “monte de la perfección”. Conviene que nos adentremos en sus rincones para estudiarla sin “apasionamientos y preconcebidos”. Hoy más que nunca se nos exige rigor y rectitud. Gaspar acude en este caso al salmo 78/77, 20. En la oración inmediatamente anterior nos ha sugerido, por enésima vez, que no dejemos de leer el “Gran Libro”. Ahora nos hallamos ante una reflexión antológica que reclama ser “estudiada” minuciosamente. Vamos, pues, por partes:

· “gracias al cual o en virtud del cual” [per cui] El sujeto agente de esta oración es un relativo causal que sustituye, reemplaza o coloca “en lugar del nombre” que aparece en la oración antecedente, esto es, Jesús Crucificado, “Jesús, la mística piedra taladrada”. Él será la “fuente abierta” de la que manan las aguas torrenciales. Es Jesús quien ocupa el “centro” de este efluvio espiritual que salta de su corazón sacerdotal y misionero.

· Gracias a él, “disponemos de las aguas torrenciales que simbolizan la divinas gracias”… Gaspar, “pasión por la sangre”, ha dejado escapar una oportunidad de oro. Habría sido mucho más acorde con la espiritualidad que se le supone concluir “que esas aguas torrenciales simbolizan la sangre preciosa de Jesús”. No lo ha hecho. Ha preferido centrarse en las “gracias”. En esta página, en otras no es así, a Gaspar le interesan más las “utilidades” de la sangre y los “beneficios” que reporta que su “materialidad”. Su punto de mira no es la sangre de Jesucristo, divina y preciosa, como elemento químico-biológico merecedor de adoración, que reclama devoción, le interesa, con diferencia, la “oxigenación” que lleva en sus glóbulos. No se detiene a analizar el agua que bebe, goza con la “saciedad” que el agua del camino le produce.

Vamos con un ejemplo. Cuentan que una vez, en un instituto, el profesor de biología, pidió a sus alumnos que escribieran cuanto supieran sobre la “flor”. Los empollones llenaron varias cuartillas enumerando sus partes, distinguiendo los tipos de flores y otros remilgos. Hubo uno, dicen que el más inteligente, que no consiguió escribir nada. Llegada la hora, el profesor se dispuso a recoger los resultados. Todos sonrientes porque había sido un examen “chupao”. El “sabio” se retrasaba semiinconsciente. Se le acerca el profesor y queda confundido porque en los folios sobre la mesa no hay ni una palabra. Pregunta: ¿Qué te pasó? ¿No sabes nada? El alumno, que era oriental, repuso: “Señor, puse mis ojos en la rosa de esa maceta, que cuelga a mi izquierda. La contemplé y me embelesé saboreando sus aromas”. El profesor se retiró con el montón de papeles. A los pocos días salieron las calificaciones. Uno solo consiguió el sobresaliente.Gaspar, en este párrafo no escribe todo lo que sabe de la sangre de Jesús. Se ha embelesado contemplando sus “aromas”, que son las “gracias” por ella exhaladas.

· “las gracias”: ¿seríamos capaces de conocer cuáles son esas “gracias, utilidades o beneficios? En página anterior ya hablé de las dos “utilidades” de carácter general. También me he referido a los cuatro “beneficios” que él señala en esta misma carta. En este asunto, como anticipé, los primeros misioneros, junto con San Gaspar, fueron fieles seguidores de Santo Tomás, que establece las siguientes: Estas son: “Perdón” (cf Ap 1,5); “redención” (cf Ap 5,4); “pacificación” (cf Co 1,20); “confirmación de promesas” (cf 1 Co, 11,25); “bebida” (Mt 26,27); “llave del cielo” (Hbr 10,19) y “rescate” (cf Zac 9,11). Por tanto, Gaspar, al leer el Crucifijo, su Gran Libro, ha entendido que de las llagas de Jesús manan con fuerza torrencial un sinfín de “gracias” con las que “beneficiarnos, agraciarnos y congraciarnos con el Padre”, que ya ha depuesto su ira.

· Ahora bien, según él, esas “gracias divinas” provienen de los “méritos de la sangre divina”. Vuelve a la escena la Sangre de Cristo, “roca crucificada”, y lo hace para hablar de sus “méritos”. Presumo que para Gaspar “gracias y méritos” no son sinónimos. Sino términos que se complementan. Es probable que para teólogos avezados y que para los misioneros destinatarios la redacción no ofreciera dificultad. Para mí, sí. Entiendo que Gaspar quiere decir que el “derramamiento de sangre por parte de Jesús” ha hecho méritos ante el Padre. Jesús, con su muerte voluntaria, ha “merecido” una serie de “gracias”, no en beneficio propio, sino como el mismo Gaspar enseña a continuación, “para promover en nosotros la ofrenda de nuestro vivir a lo humano – alusión implícita al “ofreceos como hostias puras”, de San Pablo – y en el prójimo el candor de las costumbres”.

Aquel alumno oriental había llamado la atención de sus profesores por su aplicación, sus sudores y su vida, tan “sacrificada”. Por su talante y espíritu ha hecho “méritos” suficientes para ser “gratificado”. Le van a “gratificar”, porque se lo ha “merecido” con una serie de “gracias” muy “gratificantes”: Cuadro de honor, “summa cum laude” en todas la disciplinas”, una mención especial, una beca de estudios y unas buenas vacaciones por parte de sus padres.

El sacrificio sangrante de Jesús hizo “méritos” más que suficientes ante el Padre, quien, desagraviado y satisfecho, le gratificará con “sumas gracias” que él podrá distribuir a raudales a quienes “lean el libro, reciban los sacramentos, participen en los misterios y practiquen la devoción a la Sangre Divina”. Y esa es, a mi entender, la “médula” de nuestra espiritualidad.

IV.- CAMINO MISIONERO DE GASPAR:

¿Cómo entendió Gaspar, hace dos siglos, su propio “Caminar, el caminar de sus misioneros y el camino a mostrar? Pedir que se expresara como nosotros lo hacemos hoy, es absurdo. Él tuvo su léxico, como nosotros tenemos el nuestro, distinto al de nuestros predecesores y al de quienes nos suceden. San Gaspar no podía utilizar el léxico del papa Francisco. Hay una diferencia temporal de un bienio. Sin embargo, se mueve en su mismo pensamiento. La Congregación se funda:

· Para “llamar a todos los pueblos al amor de Jesús Crucificado” (A Monseñor Bonomo, obispo de Gaeta, 1821)

· Para “conducir las almas al estudio del Crucificado” (Cardenal Della Somaglia, 1821)

· Para “reconducir los atribulados al Corazón abierto de Jesús” (Trasunto enviado a Gregorio XVI en 1831).

Algo sobre los : “¿Quiénes pertenecen al colectivo de los atribulados? Los que “vienen de la gran tribulación”? Hallándose el apocalíptico Juan enredado en sus sueños, cuenta que un Anciano, más sabio que pícaro, le interrogó para tentarlo: “Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Juan confiesa que replicó al anciano: “Señor mío, tú lo sabrás? Este, a su vez, contestó: “Estos son los que vienen de la Gran Tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero” (Ap 7, 13 – 14) ¡Qué sé yo que Gaspar no estuviera pensando en estos atribulados cuando afirmó que lo nuestro era “reconducir los atribulados”.

Llamar a alguien… conducir almas… reconducir atribulados…¿No significa eso al modo de papa Francisco, que dice “Llevar a Jesucristo al hombre y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo Camino?

IV .1.- :

Cuando el fundador de la congregación se dirige a un cardenal para darle cuenta de la razón del ser y el estar del Instituto de Misiones, fundado seis años antes, y le expone que su intención es la “conducir las almas al estudio del Crucificado”, ¿no pensáis que, quines seguimos las huellas de ese fundador, por exigencias de la fidelidad debida, deberíamos prestarle toda la atención que exige y merece? ¿Acaso la “espiritualidad de la cruz” ha caducado? ¿Qué está diciendo San Gaspar cuando confiesa que nacimos para propiciar el “estudio del Crucificado?”. Hoy no cabe otra interpretación del término “estudio” que no sea la de llevar a todos al “conocimiento” de Jesucristo, Señor Crucificado. San Pablo, de cuya escuela es un alumno aventajado San Gaspar del Búfalo, escribe: “Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fl 3,8). Algo imprescindible para disfrutar de la vida de Dios. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). Es el propio Jesús quien establece que la vida que se nos promete se alcanza desde el momento que se le conoce. “Estudiar a Jesús Crucificado” para mejor conocerle y poseerlo como . A Jesús se le conoce profundizando en su sabiduría y descubriendo su espíritu.

· “Conocer la ”, significa penetrar su pensamiento y hacerse eco de todos sus principios. Hacer que en nuestro corazón latiente, queden grabados los muchos mensajes de Jesús a la humanidad. En Guinea Bissau leí el libro . Se trataba de una gran colección de refranes populares. El de Tarso manifiesta que él solo predica al Señor de la Cruz: “Nosotros predicamos a Cristo Crucificado… un Cristo que es fuerza de Dios y de Dios” ( 1 Co 1, 23a. 24b). Será la Cruz el único libro en el que se pueda leer y estudiar la sabiduría de Cristo Señor. En la circular Gaspar dice: “Jesús Salvador nos invita a leer el Gran Libro para aprender con él la sabiduría del cielo”.

· “Conocer el ”, quiere decir conocer su talante, su estilo de vida, su testimonio, su ejemplo. ¿No es en la cruz donde el mundo de los buenos creyentes ha descubierto la “intensidad e inmensidad del espíritu con que Jesús vivió y murió?. Sin ir más lejos, Papa Francisco, en su primera encíclica, enseña que: “Los evangelistas han situado en la hora de la cruz el momento culminante de la mirada de fe, porque en esa hora resplandece el amor divino en toda su altura y amplitud…, poco después añade, en la contemplación de la muerte de Jesús, la fe se refuerza y recibe una luz resplandeciente” (Lumen Fidei, nº 16)

· En la cruz el “espíritu del pastor desvivido”;

· En la cruz el “espíritu de un rey para el que la sangre de su pueblo es preciosa” (cf Sal 73/72)

· En la cruz el “espíritu de un cordero sin mancha, que encabeza la marcha de la liberación en la noche pascual, noche de lobos en la que venían sacrificados los corderos”.

· En la cruz el “espíritu de un Mesías venido para ser Buena Nueva”.

El “estudio del Crucificado”, que Gaspar nos recomienda con insistencia y reiteración, significa atreverse con la “sabiduría de la Cruz, con el espíritu de la cruz”. Me viene a la memoria una frase de Nietzsche: “Si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga” (Citado por Papa Francisco en la encíclica citada: pag 9). Para gozar de la presencia de Jesús en tu alma, basta con que creas, lo comas y lo bebas: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56). Mas, para ser “discípulo de la Verdad”, , estudia, medita, esfuérzate por conocer a fondo a Jesús, su sabiduría, su espíritu. Solo así seguirás fielmente la “estela del fundador y estarás colaborando con el fin y objetivo de la Congregación”: “Llevar las almas al del Crucificado”.

Gaspar, siguiendo, las indicaciones del propio Jesús, sabe que la vida eterna consiste en que “se conozca el enviado, Jesucristo”, pero, perdonad la insistencia, bajo el aspecto de quien se quedó “sin aspecto”: “Lo vimos sin aspecto atrayente…” (Is 53,2). Para alcanzar ese “conocimiento” tan íntimo de Jesús, que pueda transformar tu vida hasta el punto de eternizarla, no ha y universidades, la única “escuela” es el propio Crucificado, contemplado (cf EE, I, 315, dos veces). No busques una cátedra donde se nos enseñe a “conocer” a fondo al Señor de la Cruz. Para San Gaspar, la “cátedra de la verdad, es el crucificado”. No ratonees en la Biblioteca del Vaticano buscando el libro que te desentrañe las entrañas de Jesucristo. Hay un solo libro en su enésima edición: “El Crucifijo es el libro donde se descubre todo el amor de Dios Redentor” (nº 1188).

PARTE SEGUNDA: < DE CÓMO LO HAGO>

Supe casualmente que este año se pediría a quines iban a testimoniar que compartieran su “manera” de vivir la “espiritualidad de la Preciosa Sangre”. Me llegó la onda cuando estaba en la ultimación de esta ponencia. Calculando las páginas que llevaba escritas creí que me quedarían unos minutos para compartir en este mi tiempo cómo trato de vivir la “espiritualidad de la Preciosa Sangre”. Antes de nada quisiera hacer dos apreciaciones:

· Me cuesta mucho hacerlo. Me da pudor hablar públicamente de mi camino. Si lo hago es con una única pretensión: aportar mi testimonio por si pudiera servir.

· Aclaro que hablar sobre la “espiritualidad” no incluye ni la “vida comunitaria” ni el “apostolado”, aunque los supone, pues, como dije al comenzar, los tres, diferentes y complementarios, son los elementos que configuran el “Carisma”. Cuando hablo de “espiritualidad” estoy hablando exclusivamente de mi modo de llevar a cabo mi “trato personal con Dios”. Por tanto, lo que pretendo es compartir como vivo mi “búsqueda del Señor”.

I.- Soy hijo de San Gaspar del Búfalo:

Parto, por ende, de una realidad muy concreta. Mi espiritualidad debería estar sellada con “carácter indeleble” por el “espíritu del misionero Del Búfalo”, reconocido santo por la Iglesia. Intento, desde mi conciencia de pecador, seguir su espiritualidad, que no es otra que la del “conocimiento de Jesucristo Crucificado y Sangrante”. Algunos podríais preguntarme que dónde está la diferencia de un precioso con un pasionista, con un redentorista, con la hermanas de la cruz… y con Papa Francisco. Es más, yo sé que el universo cristiano, entre ellos los protestantes, tienen al Crucificado por “centro de su espiritualidad”. ¿Dónde la diferencia? Muy sencillo. Nuestro Crucificado está aún vivo, porque “desangrándose”. Gaspar quiso que los misioneros lleváramos en el pecho y en el corazón un “Crucifijo Sangrante”, icono de nuestra vivencia espiritual.

II.- Me pide nuestro que el :

Estudiarlo para en él encontrar las razones, los motivos, las causas profundas de su vivir sacrificado y su morir crucificado. Pero, además, para “beneficiarme” de las consecuencias de su vivir y su morir. Jesús Crucificado y Sangrante ha de ser la razón de nuestro vivir, porque nosotros fuimos la razón de su morir.

¿Qué método utilizo para el ? Hace decenas de años me asaltó un prurito extraño. Me vinieron unas ansias irrefrenables de retirarme a algún monasterio durante unos días con el fin de buscarme a mí mismo que, perdido desde hacía tiempo, no me encontraba por ninguna parte. Me aparté por unos días a la Abadía de San Isidro, la trapa de Dueñas, Palencia. Por una casualidad que considero providencial, cayó en mis manos la “Scala Claustralium”, [Escalera de los enclaustrados”]. Una larga carta, remitida en el siglo XII, por el monje Guido II a su amigo, también contemplativo, Gervasio, dándole parte del método que él venía practicando para llegar a “unión con Dios”. Me gustó la cosa y, gracias a la euforia de aquellos días conventuales, me dio por comenzar a practicarla. Últimamente vengo comprobando con cierta satisfacción que hoy se está imponiendo en toda la Iglesia. Llegó a Guinea Bissau, la practica la Comunidad de Orcasitas, le encanta al Papa Emérito y fue la única propuesta que se hizo en el pasado Congreso.

Al buen enclaustrado se le ocurrió elegir como base bíblica de su experimento el texto de Mateo donde se dice: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá” (Mt 7,7). Con esas recomendaciones el monje construirá una “escalera” para llegar a Dios, que solo cuenta con cuatro “peldaños”. Me estoy refiriendo, claro está, a la “lectio divina”. Propuesta: toma la Sagrada Escritura y hazte de un pasaje cualquiera, al que le vas a dedicar cuatro “movimientos”: “Lectura, meditación, oración y contemplación”. Por ejemplo, pensemos en el Buen Pastor. El monje dice: “La lectura busca la dulzura de la vida feliz…la meditación la halla, la oración la pide, la contemplación la experimenta. Porque el mismo Dios dice: Buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (Mt 7,7). Buscad leyendo, hallaréis meditando, llamad orando y se os abrirá contemplando”.

III.- Jesús, Maestro de para los misioneros c.pp.s.

Digo que acostumbro a leer el “Gran Libro” con el método de la “lectio divina”. Desde que leí por primera vez a Guido II hasta hoy es mucho lo que he aprendido de maestros de esta manera de orar con la palabra. Nadie me enseñó tanto como el Rabí de Nazaret. ¿Cómo ? La Sagrada Escritura, conjunto de libros inspirados, es un tomo que, a modo de “memoria”, conserva todos los mensajes de amor enviados por Dios a la humanidad a lo largo de la historia de la salvación. Esa “memoria” está toda ella “recapitulada” en un icono, “disco extraíble” sin igual: el crucifijo. San Pablo, para quien la cruz fue un escándalo, después de haber sido alcanzado en el camino por el “Camino”, supo leer esa memoria y la llamó “Mensaje de la Cruz”. Dice haber encontrado en ella la “fuerza y la sabiduría de Dios” (1 Co 1,24). Mensaje que lo caló tan profundamente que a partir de entonces no hizo sino predicar a “Cristo Crucificado” (v 23).

Hubo alguien, anterior a Pablo, que interpretó magistralmente el significado más auténtico y genuino de la pasión y muerte del Hijo de Dios. Jesús se aparece a las mujeres fuertes “el primer día de la semana” (Lc 24, 1). La noticia de la aparición se expande como el polen de primavera. Los apóstoles, que no han sido los privilegiados, “lo tomaron como un delirio y no las creyeron” (v11). “Aquel mismo día” ( v 13), el Resucitado se hace el encontradizo en el camino de Emaús y se incorpora al dúo de discípulos que, “perplejos y desconcertados”, regresan a su casa y hacienda. Ellos iban dialogando familiarmente, [en griego dice que iban , haciendo homilía]. Jesús entra en la conversación y les pregunta de qué charlan. Tras un breve de dimes y diretes, cuenta Lucas que aquel “desconocido”: “Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó todo lo que se refería a él en todas las Escrituras” (24,27). Si el evangelista no yerra, el monólogo del Maestro debió de ser muy largo, con largas paradas en el camino, pues se trata de “todo lo que había sobre él en todas las Escrituras”.

Así que, el Señor Resucitado en persona, con toda la emoción y el calor de la reciente resurrección en el cuerpo y en el alma, hace lectura de su crucifixión a partir de los muchos textos bíblicos en los que quedaba “prefigurado”. ¿Será imposible acertar cuáles fueron las páginas a las que Jesús recurrió para desvelar a aquellos “necios y torpes” (v 25) el “sentido de su muerte, el mensaje de la Cruz”? ¿No podremos imaginarnos algunos de ellos? ¿Habremos de pensar que el sentido de la muerte fue tan imbricado que no hay manera de dar con él? Tengo entendido que estas cosas fueron reveladas a los pequeños. Por ejemplo, ¿no les recordaría la parábola del Buen Pastor con la que había dicho que daría “hasta el alma por sus ovejas”?

Vayamos a los peldaños de la “Scala” seguida por Jesús en el camino de Emaús:

Lectio : La pareja de discípulos se va familiarizando con lo sucedido en Jerusalén el fin de semana. Van haciendo una homilía. Caminaban, pues, haciendo “lectura” detallada de cuanto habían visto con sus propios ojos.

Meditatio: Jesús se incorpora a la homilía e “interpreta” [latín y griego] con toda la Escritura que tiene en su cabeza y que encarna en su persona. Asevera Papa Francisco que “todas las líneas del Antiguo Testamento convergen en Cristo; él es el definitivo a todas las promesas” (LF nº 15). Interpretar significa: “explicar el sentido o el significado de alguna cosa” (Sopena). Jesús les hace ver el “sentido” que habrá de tener para ellos el acontecimiento del calvario.

Oratio: Se había hecho tarde y no había tiempo para largas monsergas. Les bastó una frase, que utilizaron como “mantra”: ¡Quédate con nosotros! No hubo más ruegos. Fue suficiente para que “entrara y se quedara con ellos”. Invito a leer Ap 3,20.

Contemplatio: Se asearon como de costumbre. Cumplieron con las prescripciones y se sentaron a la mesa. En ella, no me cabe duda, junto con el pan, tuvo que haber una jarrita de buen vino. ¿Una mesa judía sin caldo? El clima era eminentemente pascual: cenáculo, Jesús, discípulos, cena… Cleofás y su compañero contemplaron a Jesús: “A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron”. Solo entonces cayeron en la cuenta de que el “corazón era un fuego”.

IV.- Mi :

Advierto que como dispongo de tiempo y voluntad, me gusta retirarme a principios de mes un fin de semana a un lugar solitario, donde iniciar mi lectura “a solas con él”. No me preocuparé por terminarla. Tengo todo el mes para ese pasaje. Acostumbro a escribir mi lectura en oración. Me aprovecha. No estoy pidiendo a nadie que haga lo mismo. Es muy importante escribir.

Lectio: “La lectura busca la dulzura de la vida feliz… Benedicto XVI, en la “Verbum Domini”, propone que nos hagamos la pregunta: “Qué dice el texto”. Nos preguntaremos por qué “pone” el pasaje que hayamos seleccionado. Hoy la parábola del Buen Pastor del evangelio de Juan.

· Nada mejor que comenzar con algún diccionario bíblico con el que disponer de suficiente material. Suelen ofrecer todos los textos paralelos que aparecen en la Sagrada Escritura. Como sé que vosotros misioneros no siempre disponéis de tiempo, desde ahora me comprometo a enviar mensualmente “mi propia lectura por si os sirviera de orientación”.

· En casa hay una biblioteca en cuyos estantes se conservan algunos comentarios a los Libros Sagrados. También son una fuente excelente. Sirven para ampliar y profundizar.

· Me gusta visitar el Nuevo Testamento bilingüe: griego-latín, con la intención de conocer las palabras originales, más significativas que las traducciones interpretativas. Confieso que no sé absolutamente nada de griego, pero con lo poquito que estudiamos en aquel siglo, con la ayuda del latín y de sus correspondientes diccionarios, puedo acercarme al sentido más genuino. En el caso de la parábola que he elegido, por ejemplo, me encuentro con un detalle muy valioso. Las Biblias modernas traducen: “El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10, 11); en latín y en griego dice que el “buen pastor da su alma [, <>]. Dar el alma, entregar el alma, significa darse enteramente. La vida se da en un momento, el de la muerte. El alma se da de por vida. Versículos después, en el quince, repite otra vez: “yo doy mi alma por las ovejas”. Sin embargo, para mayor esclarecimiento, en el versículo anterior sí afirma haber “venido para que tengan vida [; <>].

Meditatio (Meditación) “…la meditación la halla”, [halla la dulzura]. Benedicto XVI sugería que en este segundo momento nos preguntáramos: “¿qué me dice a mí la lectura que acabo de hacer?”. Algunos autores hablan de “rumia de la palabra”. Me da lo mismo. Venir de una familia que vivió siempre de los beneficios del rebaño y que todavía hoy cuenta con un aprisco, es una gran ventaja para comprender el “desvivirse” de todo pastor que se precie de bueno en su ser y en su hacer.

Es en la meditación donde echo mano del “alma c.pp.s” que llevo dentro. Quien medita la “parábola del Buen Pastor” es un Misionero de la Preciosa Sangre que a los “pies del crucificado”, por orden de su fundador Gaspar, está “meditando” una página del “Gran Libro”. Cuando el misionero de la Preciosa Sangre “medita” esta parábola percibe que el hombre que pende del madero es precisamente el Pastor que ha sido trasquilado como uno de sus corderos. Que ese Señor de la Cruz está ahí porque actuó en consonancia y en consecuencia con su decir. Es un detalle que no deberíamos olvidar en ninguna de nuestras oraciones. Si Jesús había anunciado que él se “desviviría dándose en cuerpo y alma, es que se dio”. Bien sabía él que su final estaría en las garras de los poderosos que en la noche de la pascua, “noche de lobos y de corderos degollados”, habría de ser el primero de todos: “Digno es el cordero degollado” lo dice el Apocalipsis. Fijo mi mirada misionera en el crucificado y veo al Pastor clavado, pero aún sangrando, en agonía de quejidos y quebrantos, que fluyen de un corazón aún latiendo y hablando.

· La parábola habla el creyente: El orante, en este caso yo, entiende en su meditación que el Buen Pastor tiene fijos sus ojos en él ofreciéndole sus “cuidados”. Siente como su pastor lo “conoce y llama por su nombre”, “lo apacienta en las verdes praderas y lo conduce hasta las fuentes de aguas frescas”; “lo recoge, si descarriado”; “venda sus heridas”; “fortalece en la debilidad”; “le prepara una mesa eucarística”. En este peldaño el pobre creyente “halla” el consuelo de la protección y los cuidados de quien vela por él en las noches oscuras y de jaurías de la vida.

· La parábola habla al misionero: Jesús suele tomar la palabra en tono recriminatorio. Te recuerda que has sido llamado y enviado a ser testigo. A hacer de tu vida un continuo “pastoreo” en las periferias y en los arrabales de la vida “donde nadie quiere ir”, porque los aullidos de la injusticia, de la miseria y la pobreza, todas lobos sangrientos, exigen el “sacrificio diario del alma”. En ese “mar adentro” es donde estás obligado a “dar tu alma” diciendo: “Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente” (Jn 10, 18).

Contemplatio: … decía Guido que en “la contemplación la experimenta”. En el cuarto peldaño lo mejor es callarse y dejar que el Buen Pastor “pastoree y apaciente”. Nada mejor que ponerse en sus manos y abandonarse a su voluntad. Contemplar significa embelesarse y dejarse “embriagar”. Dejemos a Jesús que haga de nosotros lo que él crea. Es el momento de retirarse a la “cueva para ver pasar , como Moisés en el Sinaí; el tiempo del “tabuco de Gaspar”. Es la oportunidad de hacer nuestro el dicho de Jesús: “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará” (Mt 6,6). ¿Cuál será la recompensa que se nos asegura? Él sabrá, pero creo que tendrá algo que ver con los cuidados del Pastor. Dolores Aleixandre, al comentar la “Cueva del Horeb”, el episodio del libro de los Reyes (17-19), donde Elías es aturdido por el vendaval, el fuego y otras inclemencias, “donde Dios no estaba”, pero sí se hizo oír en la “brisa suave”, escribe: “Pero ahora lo único que podía hacer era permanecer quieto y callado, consintiendo que la voz de su Dios llegara hasta él envuelta en silencio” (“Fijos los ojos en Jesús”, PPC, 2013, pag 101).

Oratio: … la oración la pide… (Pide la dulzura). El orante tratará de responder a la pregunta sugerida por el papa emérito: ¿qué le digo yo al Señor que acaba de hablarme? La oración que se me ha ocurrido para esta ocasión es como sigue:

OREMOS

Señor Jesús, Pastor Bueno,

hoy me veo en el papel de oveja de tu redil.

No quiero ser contado entre los asalariados, tu lo sabes,

prefiero apretarme al resto de tus ovejas.

Siento que me llamas por mi nombre,

que me atraes con tus silbidos amorosos,

que me incorporas al rebaño de mis hermanos,

que nos precedes en todos nuestros andares,

que nos conduces a los mejores pastos,

que nos abrevas en fuentes tranquilas y trasparentes,

Tú me buscas en mis descarríos,

y me cargas sobre tus hombros cuando no puedo más.

Tú me aprietas en tu regazo cuando la soledad me abruma,

curas mis heridas con el bálsamo de tu Sangre,

Siento tus amores y desvelos,

tu desvivirte y tu entrega,

tu paciencia y tu perdón,

la delicadeza de tu vara y tu cayado,

el calor de tus manos y el pálpito de tu corazón.

TE SIENTO, SEÑOR.

Señor Jesús, Pastor Bueno,

que denuncias sin miramientos y sin contemplaciones

la rapiña de los asalariados, su desbandada,

y el abandono del rebaño.

Danos la sensibilidad de Ezequiel

para empeñarnos sin denuedo en el conocimiento

de los apuros y ahogos de nuestra gente.

Queremos conocer nuestras ovejas,

que ellas nos conozcan

y “oler como ellas huelen”.

Danos el valor del profeta

para denunciar con nuestra voz

y señalar con nuestros dedos

a quienes hicieren del rebaño

el objetivo de sus avaricias.

La “Familia” que se precia de “misionera”

no puede callar ni cruzarse de brazos,

mientras el rebaño del Señor

es desatendido o maltratado.

¡Tú eres nuestra fuerza!

VI.- SAN GASPAR DEL BÚFALO Y SU :

Entre las miles de páginas del santo, que estudié minuciosamente, no me topé con ni una sola mención a la “lectura orante”. Decir o pensar que la practicó es una ensoñación, pese a que fue un hombre de retiros y conventos de contemplativos. Sin embargo, me permito asegurar que fue un hombre en “estado permanente de lectura orante”. De saber que no os cansaría, os habría traído una larga retahíla de frases en las que el santo recomienda que se haga “incesantemente” “lectio, meditatio, oratio y contemplatio” de los misterios de la pasión de Jesucristo. De ahí su insistencia en la “lectura con mayor reflexión y el estudio del Gran libro abierto para todos”.

Lectio : Tenemos la suerte de haber encontrado en una de las “Cartas Circulares”, (la de 1834), la “lectura” que él hace de una página de su “Gran libro, la cruz”. Lectura en la que siguiendo el método de Jesús parte de un texto del AT. “Jesús Salvador… nos invita a leer el gran libro de la Cruz, para así aprender la sabiduría del cielo a favor de nuestra santificación y la de los demás”. A continuación se pregunta: ¿qué leeremos en los forámenes de las llagas de Jesús Crucificado? Y se responde: “que Jesús es la piedra sacudida con la vara de la cruz”.

Meditatio: Para expresar lo que el libro le decía, acudió al salmo 78/77 en su versículo 20 donde se dice: “Él hirió la roca, brotó agua y desbordaron los torrentes”. Leyó el crucifijo con un pasaje del Antiguo Testamento y lo interpretó “meditativamente” al dejarse decir: “Por ello, nosotros tenemos, a raudales, las aguas que simbolizan las divinas gracias que fluyen gracias a los méritos de la divina sangre, para así promover en nosotros la libación del vivir humano y en los prójimos el candor de las costumbres”.

Oratio: Hablar de la oración de Gaspar a los pies del Crucificado me llevaría otra ponencia.

Contemplatio: De su contemplar una sola frase: “Adorando la divina Presencia, complaciéndonos por estar en la divina inmensidad, humillándonos profundamente, reconociendo que sin él no podemos hacer nada y usando las palabras ” (carta 2524= “Sopla donde quiere” )

VII.- Conclusión:

San Juan Pablo II nos quería “rostros de Jesucristo Crucificado”. ¿Nos pedía, por casualidad, que pasáramos todos por el cadalso? ¿El misionero que no acabara crucificado no habría sido fiel al Santo fundador? A nadie se le ha ocurrido jamás semejante disparate. Dice Pablo que él está [confissus]. Nuestra “co-crucifixión” con Jesucristo no tiene su sitio en la muerte, sino en la vida. No es el sacrificio de la cruz nuestro destino, sino el “sacrificio de nuestra vida llevado hasta las últimas consecuencias agotándonos hasta que del corazón nos salga sangre y agua”. En portugués hay un verbo que me gusta: “desgotarse”. Nuestra manera de vivir habría de ser tan “sacrificada” a favor de los crucificados, que nos mereciéramos la crucifixión por intrépidos e impertinentes, que es la muerte que merecen los profetas, los mesías, los siervos, los pastores aguerridos. Cuando San Pablo habla del “conocimiento de Jesús” como meta hacia la que corre, añade: “Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión en sus padecimientos, muriendo su misma muerte” (Fl 3, 10).

Uno de los sueños del Apocalipsis cuenta que el dragón de las siete cabezas se colocó delante de la virgen encinta “para devorar a su hijo cuando diera a luz” (12, 5). Nació el niño con la misión de pastorear a todas las naciones. Prodigiosamente “fue arrebatado su hijo junto a Dios ”(Ibi). El arcángel Miguel con todos sus ángeles salió al encuentro del dragón, que apareció rodeado de los suyos. Seguidamente aparece un versículo que considero único para describir nuestra “espiritualidad del sacrificio”. Dice que las huestes de Miguel “vencieron en virtud de la Sangre del Cordero y de la palabra del testimonio que habían dado, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (v. 11). Tres son los rasgos fundamentales de nuestro “Carisma” que hallo en este magnífico párrafo, que Gaspar tiene grabado en su alma. Lo repite decenas de veces:

· “Vencieron en virtud de la Sangre del Cordero…: Yo he visto paredes salpicadas de sangre humana. Yo he barrido suelo ensangrentado. Imagínate por un momento, aunque te resulte pavoroso, que un día sales al campo a disfrutar de la naturaleza. De repente, te topas con una escena indescriptible. Junto a la red de las ovejas, el cadáver de un pastor degollado esa misma noche por una jauría de lobos. La sangre del pastor será, no te quepa la menor duda, la primera en provocarte. Los sentimientos se multiplican. Dos de ellos perdurarán sobre todos los demás en el ánimo del dueño y en el tuyo.

· De permanente reconocimiento a quien entregó su vida sin medida.

· De parábola, moraleja y espoleo. ¡Si fuéramos así con el rebaño del Señor!

El Misionero de la Preciosa Sangre, contemplador del “Cristo Sangrando”, percibe esos mismos sentimientos:

- de agradecimiento a Jesús por lo que hizo y por las “razones” para hacerlo

- y de acicate para imitarlo.

Los dragones del mundo que nos rodea y en el que “pastoreamos”, son fáciles de vencer en “virtud de la sangre” que contemplamos al contemplar al traspasado.

· … y de la palabra del testimonio que habían dado… ¿Cuántas veces se nos ha dicho que uno de los carismas con los que fue agraciada nuestra Congregación es el “don y el ministerio de la palabra testimoniada”?

· … y no amaron tanto su vida que temieran la muerte”. Este es el alma de nuestra espiritualidad, que al ser “alma” no resulta fácilmente apreciable. Ser contemplador del Cristo que se desangra te transforma en misionero en medio de las sangrías de la tierra por que “no se ama tanto la vida como para temer la muerte”.

San Juan Pablo II nos quería “rostros de Jesucristo Crucificado”. ¿Nos pedía, por casualidad, que pasáramos todos por el cadalso? ¿El misionero que no acabara crucificado no habría sido fiel al Santo fundador? A nadie se le ha ocurrido jamás semejante disparate. Dice Pablo que él está [confissus]. Nuestra “co-crucifixión” con Jesucristo no tiene su sitio en la muerte, sino en la vida. No es el sacrificio de la cruz nuestro destino, sino el “sacrificio de nuestra vida llevado hasta las últimas consecuencias agotándonos hasta que del corazón nos salga sangre y agua”. En portugués hay un verbo que me gusta: “desgotarse”. Nuestra manera de vivir habría de ser tan “sacrificada” a favor de los crucificados, que nos mereciéramos la crucifixión por intrépidos e impertinentes, que es la muerte que merecen los profetas, los mesías, los siervos, los pastores aguerridos. Cuando San Pablo habla del “conocimiento de Jesús” como meta hacia la que corre, añade: “Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión en sus padecimientos, muriendo su misma muerte” (Fl 3, 10).

Uno de los sueños del Apocalipsis cuenta que el dragón de las siete cabezas se colocó delante de la virgen encinta “para devorar a su hijo cuando diera a luz” (12, 5). Nació el niño con la misión de pastorear a todas las naciones. Prodigiosamente “fue arrebatado su hijo junto a Dios ”(Ibi). El arcángel Miguel con todos sus ángeles salió al encuentro del dragón, que apareció rodeado de los suyos. Seguidamente aparece un versículo que considero único para describir nuestra “espiritualidad del sacrificio”. Dice que las huestes de Miguel “vencieron en virtud de la Sangre del Cordero y de la palabra del testimonio que habían dado, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (v. 11). Tres son los rasgos fundamentales de nuestro “Carisma” que hallo en este magnífico párrafo, que Gaspar tiene grabado en su alma. Lo repite decenas de veces:

· “Vencieron en virtud de la Sangre del Cordero…: Yo he visto paredes salpicadas de sangre humana. Yo he barrido suelo ensangrentado. Imagínate por un momento, aunque te resulte pavoroso, que un día sales al campo a disfrutar de la naturaleza. De repente, te topas con una escena indescriptible. Junto a la red de las ovejas, el cadáver de un pastor degollado esa misma noche por una jauría de lobos. La sangre de pastor será, no te quepa la menor duda, la primera en provocarte. Los sentimientos se multiplican. Dos de ellos perdurarán sobre todos los demás en el ánimo del dueño y en el tuyo.

· De permanente reconocimiento a quien entregó su vida sin medida.

· De parábola, moraleja y espoleo. ¡Si fuéramos así con el rebaño del Señor!

El Misionero de la Preciosa Sangre, contemplador del “Cristo Sangrando”, percibe esos mismos sentimientos:

- de agradecimiento a Jesús por lo que hizo y por las “razones” para hacerlo

- y de acicate para imitarlo.

Los dragones del mundo que nos rodea y en el que “pastoreamos”, son fáciles de vencer en “virtud de la sangre” que contemplamos al contemplar al traspasado.

· … y de la palabra del testimonio que habían dado… ¿Cuántas veces se nos ha dicho que uno de los carismas con los que fue agraciada nuestra Congregación es el “don y el ministerio de la palabra testimoniada”?

· … y no amaron tanto su vida que temieran la muerte”. Este es el alma de nuestra espiritualidad, que al ser “alma” no resulta fácilmente apreciable. Ser contemplador del Cristo que se desangra te transforma en misionero en medio de las sangrías de la tierra por que “no se ama tanto la vida como para temer la muerte”.

TENED CUIDADO DEL REBAÑO QUE EL ESPÍRITU SANTO OS HA ENCARGADO GUARDAR. COMO PASTORES DE LA IGLESIA DE DIOS, QUE EL ADQUIRIÓ CON LA SANGRE DE SU HIJO. (cf Hch 20,28; 1 Co 4,2).

A.M.D.G.

“CAMINAR, CONSTRUIR, TESTIMONIAR”

“Queridos jóvenes… queridos amigos.

Yo también me pongo en camino con vosotros, desde hoy” ( P, Francisco)

ESPIRI-TUALI-dDAD

MISI-

ÓN

COMU-

NIDAD

NIDAD

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