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Año 3, Número 52 Instituto de Investigaciones Antropológicas - UNAM 1 de octubre de 2014
Un perro de raza desconocida de Hunchavin,
Chiapas, MéxicoRaúl Valadez Azúa
[email protected] de Paleozoología, Instituto de Investigaciones Antropológicas
Universidad Nacional Autónoma de México
Para la mayoría de las culturas del continente americano el perro (Canis lupus familiaris)
fue un animal de primera importancia. Los restos arqueozoológicos, presentes desde Alaska
hasta la Patagonia, sus representaciones y las crónicas los refieren como organismos
enormemente integrados a la vida y tradiciones de estos pueblos, tanto en el plano utilitario
como religioso.
El perro como objeto de estudio dentro de la arqueología latinoamericana
Sin embargo cuando tratamos de profundizar más en estos temas es frecuente tropezarnos
con una triste realidad, que más allá de ideas generales, a veces sostenidas más por
costumbre que por la argumentación científica, no siempre tenemos de donde apoyarnos
cuando se trata de comprender el papel de un perro en un sitio en especial, más aún si lo
que queremos es llegar a una propuesta con buenas bases, que sea algo más que tres líneas
en las que se dice que en tiempos prehispánicos el perro se comía y tenía uso funerario,
sobre todo ¡si estamos describiendo restos descubiertos en contextos que nada tienen que
ver con el alimento o un entierro!
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Razas de perros en Mesoamérica
Además del reto que representa el estudio de un perro respecto del uso que se le dio en vida
o después de su muerte, tenemos también aquel relacionado con su diversidad, con los
diferentes tipos que hubo al interior de estas culturas y civilizaciones, concretamente dentro
del territorio que reconocemos bajo el nombre de Mesoamérica. Aunque en relatos
antiguos o en estudios de inicios del siglo XX se hacía referencia a la existencia de razas
diversas y aunque en el presente se ha estudiado bastante al respecto, la realidad es que aún
queda mucho por descubrir, sobre todo cuando pasamos de lo general a lo regional.
Gracias a los estudios arqueozoológicos y de biología molecular sabemos que los perros
entraron a este territorio hace poco menos de 10,000 años (Valadez, Leonard y Vilà 2003)
en varios eventos, situación que llevó a que en tiempos prehispánicos existieran varias
líneas genéticas, algunas de las cuales se relacionan con las poblaciones de perros
prehispánicos sudamericanos y otras con ciertas razas en particular. Este factor, unido a
eventos de aislamiento geográfico-cultural y al manejo y selección artificial, derivó en la
formación de diversos tipos de perros o cánidos domésticos, a partir de caracteres como
presencia o ausencia de pelo, forma de la cabeza, tamaño de los miembros y si el padre era
un perro, un lobo (Canis lupus baileyi) o un coyote (Canis latrans) (Blanco, Rodríguez y
Valadez 2009) (Figura 1).
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Figura 1. Tipos de cánidos domésticos reconocidos hasta 2013 para Mesoamérica.
Aunque al parecer la zootecnia canina no era una práctica común en Mesoamérica
(Valadez, Blanco y Rodríguez 2000), eso no excluye que con cierta frecuencia aparecieran
ejemplares diferentes de lo conocido. De esta forma lo arqueozoólogos nos enfrentamos en
ocasiones al hallazgo de ejemplares diferentes de lo usual, a los cuales debemos estudiar y
definirles un status, pues no podemos partir de la idea de que se trate de situaciones que
sencillamente ocurrieron, sino más bien pensar que los eventos religiosos en los que se
empleaban perros, exigían un cuidado meticuloso de los animales a emplear, a fin de cubrir
con el protocolo necesario para alcanzar los objetivos religiosos.
El sitio de Hunchavin
Hunchavin (Jun = uno, chavin = día 16 del calendario, en lengua maya o tojolabal) es el
nombre de un sitio maya (Figura 2) cercano a la ciudad de Comitán, Chiapas, que a
mediados de los noventas fue trabajado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH), llevando a cabo excavaciones y la consolidación de dos estructuras, así como la
realización de pozos estratigráficos. Los arqueólogos a cargo fueron Carlos Silva, Akira
Kaneko y Joel Sánchez.
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Perro común Perro maya
Tlalchichi
Perro pelón Híbridos perro-lobo, perro-coyote
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Producto de las excavaciones fue el hallazgo de gran cantidad de restos de cánidos, algunos
descubiertos en los pozos, otros en oquedades (denominadas “cuevas”) alrededor de la
estructura y otros en entierros (Silva, Kaneko y Sánchez 1994). El rescate se llevó a cabo,
pero desafortunadamente quedó muy poca información acerca de los contextos y, sobre
todo, una propuesta del papel que habían jugado los animales depositados.
Figura 2. Hunchavin, Chiapas, sitio maya, donde fue rescatada una gran colección de perros prehispánicos pertenecientes al primer milenio de nuestra era (fotografía
tomada de http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1074843&page=75).
La temporalidad de los hallazgos no se definió, aunque se considera que corresponden a los
primeros seis o siete siglos de nuestra era. Esta colección fue llevada para su estudio en
2001 al Laboratorio de Paleozoología de la UNAM por la Maestra Alicia Blanco de la
Dirección del Salvamento Arqueológico del INAH, para ser estudiados por la Maestra, el
autor y el Doctor Bernardo Rodríguez, como parte del proyecto “Genealogía y Desarrollo
de la especie Canis familiaris en Mesoamérica”.
Los resultados derivados del estudio de esta colección indicaron que se trataba de
numerosas crías, algunos adultos, al menos un perro “extraño” y un lobezno (Rodríguez
2001). Dado que estos materiales se encontraban alrededor o cerca de los templos, la
opción necesaria es que estos cánidos se habían empleado en ritos que incluían sacrificarlos
en honor a los edificios recién construidos o renovados, a fin de solicitar a los dioses su
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apoyo. Esta propuesta se basa en la gran cantidad de casos en los que se han visto
circunstancias equivalentes, por ejemplo en Teotihuacan (Sugiyama et al 2013; Valadez
1992), Templo Mayor (Blanco et al 2006) y algunos otros sitios (Rodríguez et al 2001) lo
cual nos permite concluir que en Mesoamérica los cánidos se utilizaban en función de su
fuerza simbólica y de las asociaciones involucradas.
Figura 3. En Mesoamérica existió una relación directa entre tipos de cánidos y su uso en actividades religiosos relacionadas con templos. Para el caso de Hunchavín, la
ofrenda consistió en perros comunes, al menos un perro “peculiar” y una cría de lobo (Rodríguez 2001), dejando ver así el valor simbólico del sitio.
Parte de la colección fue un cráneo de un perro de talla pequeña, de rostro corto, con el
número de registro HC71, descubierto en el pozo 16 (Figura 4).
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Figura 4. Cráneo de perro descubierto en el pozo 16.
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Un perro peculiar
Desde el principio fue posible ver que se trataba de un ejemplar extraño, peculiar, toda vez
que era un adulto, sin embargo las dimensiones del cráneo eran un 20% menores de lo
normal, sobre todo por su rostro corto (longitud máxima craneal = 140 mm; longitud
promedio de perros mesoamericanos = 170 mm); éste mismo se encontraba arqueado hacia
arriba, de modo semejante a como ocurre con las razas de hocico corto “tipo bulldog”. No
obstante su ancho no era demasiado diferente de cualquier perro común, lo que resaltaba
más su condición de “perro chato” (Figura 5).
Figura 5. Cráneo de perro de rostro corto de Hunchavin y caracteres diagnósticos.
La dentición completa, aunque con la mayor parte de las piezas perdidas, indicaba
presencia de pelo en el cuerpo, aunque cabe notar que todas las piezas que se conservaron
se manifestaron más chicas de la media y de morfología más simple (Figura 6). La
excepción al respecto fueron los incisivos, ya que aunque no se conservaron más que los
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alveolos, aparentemente se trató de piezas grandes, propias de un perro con poderosa
mordida.
Sus características, sobre todo ser un ejemplar mediano-chico, con hocico pequeño, le
acercan a los perros de rostro corto, asociados a la cultura maya (Blanco, Rodríguez y
Valadez 2009), sin embargo la tendencia del hocico de desplazarse hacia arriba, así como
las características de los dientes, le ubican como algo “un tanto diferente”
Figura 6. Vista ventral de cráneo.
La conclusión de este análisis fue que se trataba de un animal con neurocráneo propio de un
perro mediano pero con el hocico chico, quizá tendiendo a lo prognata; maxilar angulado,
propio de perros con musculatura bien desarrollada; molares y premolares con dimensiones
por debajo de lo normal e incisivos que denotan piezas grandes y fuertes aptas para
infringir mordidas fuertes.
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Figura 7. Bosquejo de cabeza reconstruida de perro de Hunchavin.
La tendencia a la talla pequeña es algo que se ha observado en varias ocasiones en el
registro arqueozoológico (Blanco, Rodríguez y Valadez 2009), razón por la que no es
posible considerar los resultados presentados como evidencia de una nueva raza de perro,
aunque el estudio detallado de los ejemplares descubiertos permiten disponer de una base
de datos a emplear cuando se descubren estos ejemplares “raros”.
El concepto de “perro peculiar” dentro de la simbolismo mesoamericano
Si tratáramos de plasmar un concepto básico, elemental, para todo lo concerniente a la
relación entre cánidos (domésticos o silvestres), su simbología y su uso, dentro del mundo
mesoamericano, la idea sería: “lo normal (en materia de cánidos) para la cotidianeidad, lo
desusual para los momentos especiales y lo poderoso para los eventos monumentales”.
Bajo este concepto, este ejemplar entraría en la segunda categoría, un perro especial para un
evento especial, quizá su sacrificio dentro de una ceremonia en la que se inaugura un nuevo
templo o una nueva etapa constructiva, acaso complemento perfecto del lobezno que se
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identificó también y que sin duda manifiestan el valor dado al sitio y a los eventos
ocurridos en los que estos animales fueron parte.
Reflexiones finales
En la primera mitad del siglo XX la arqueología dedicada al trabajo con lo monumental era
no solo lo cotidiano, sino incluso lo obligado, dado que se consideraba que era lo único
digno de ser preservado. Al paso de los años se modificó este pensamiento, principalmente
al tomar conciencia que los grandes monumentos no se construyen solos y que el estudio de
los humanos y su vida diaria es tan relevante para construir su historia como sus grandes
edificios. En el presente este pensamiento ha avanzado más en el sentido de que tampoco
es suficiente conocer a los humanos que aparecen en los entierros o que vivieron al interior
de las unidades habitacionales, sino también los recursos que les rodeaban y todo lo
concerniente a como los concebían y utilizaban. Es ahí donde entra este eterno compañero
llamado perro, el cual ha estado dentro de las comunidades mesoamericanas desde antes
incluso de su origen, ocupando un papel relevante, toda vez que lo encontramos en espacios
domésticos, sagrados, funerarios, talleres, pinturas, figuras, crónicas, códices, calendarios,
mitos, leyendas y todo lo imaginable. Todo esfuerzo para conocer mejor su rol en tiempos
prehispánicos nos da la pauta para conocer mejor la sociedad de la cual formaba parte.
Agradecimientos
Para el presente escrito el autor agradece las ideas y comentarios de los arqueozoólogos
Maestra Alicia Blanco y Dr. Bernardo Rodríguez, de los arqueólogos Carlos Silva, Akira
Kaneko y Joel Sánchez y de los MVZ, Dres Fernando Viniegra y Katiuska Olmos.
Fotografías de Rafael Reyes.
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Sugiyama, Nawa, Raúl Valadez, Gilberto Pérez, Bernardo Rodríguez y Fabiola Torres2013 Animal Management, preparation and sacrifice: reconstructing burial 6 at the Moon Pyramid, Teotihuacan, México. Anthropozoologica 48(2):467-485.
Valadez, Raúl1992 Impacto del recurso faunístico en la sociedad teotihuacana. Tesis de Doctorado en Ciencias Biológicas, Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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2000 La zootecnia canina en el México antiguo y su relación con el México actual. En: Mejía, P. y G. Hernández (editoras), Memorias de la primera jornada de la Historia de la Medicina Veterinaria y Zootecnia, Pp. 1-12, Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México, México.
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