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El País (10.09.2015)Un llamamiento a nuestros
líderesLa crisis de los refugiados marca el presente y el futuro de Europa. Trece diarios se unen para exigir medidas con las que afrontar la
tragedia
Europa se enfrenta a la peor crisis de refugiados que ha presenciado el mundo desde la II Guerra Mundial. En el quinto año del conflicto sirio, cada vez son más las personas desplazadas que llegan a nuestro continente en busca de protección y ayuda. Y cada vez son más las que mueren en su intento desesperado de huir de la guerra y la persecución. Sin embargo, a medida que pasan los meses, vemos que Europa no ha hecho lo suficiente, y lo ha hecho demasiado tarde. La catástrofe que estamos viviendo afecta a los refugiados, pero la falta de decisión ha dejado al descubierto además una grave crisis política.
A pesar de nuestro turbulento pasado, Europa debe demostrar hoy que es un continente unido, construido sobre los principios de solidaridad, igualdad y libertad.
El 14 de septiembre, los ministros de los Estados miembros de la UE se reunirán en Bruselas para buscar soluciones negociadas a la crisis. Hoy, los principales periódicos de Europa hacen un llamamiento común a nuestros dirigentes para que aprovechen esta oportunidad y tomen medidas decisivas que permitan afrontar esta tragedia humana y evitar que se pierdan más vidas.
Exigimos a nuestros líderes políticos:
—Que establezcan métodos sencillos, seguros y prácticos que permitan a los refugiados pedir asilo en Europa sin necesidad de arriesgar sus vidas para venir. Esa es la mejor manera de acabar con el tráfico de personas y reducir el número de víctimas.
—Que den muestras de solidaridad hacia los países limítrofes con la Unión Europea, la primera escala a la que llegan los refugiados y migrantes, mediante la financiación y organización de un sistema de acogida seguro, digno y coordinado a las puertas de Europa, en el que se incluya una evaluación rápida e imparcial de las solicitudes de asilo.
—Que suspendan el acuerdo de Dublín, por el que se obliga a los solicitantes de asilo a volver a su lugar de entrada, mientras continúen llegando a Europa tales cantidades de refugiados.
—Que apoyen un reparto más justo de los refugiados entre los Estados miembros de la UE. Todos los países europeos deben participar en un programa de asentamiento de refugiados mucho más ambicioso que los que hemos visto hasta ahora. El Alto Comisario de la ONU para los Refugiados, António Guterres, ha sugerido que Europa se haga cargo de 200.000 personas. Esa cifra debe ser el punto de partida de cualquier discusión.
—Que incrementen la ayuda financiera y humanitaria a las naciones de Oriente Próximo afectadas por el conflicto sirio. El paquete de ayuda no solo debe cubrir las necesidades inmediatas de alimentos, agua y suministros médicos, sino garantizar que Europa se compromete a ayudar a reconstruir las comunidades locales a largo plazo y, por consiguiente, a ofrecer a las poblaciones de la región la esperanza y la oportunidad de tener un futuro mejor y más seguro en sus propios países.
—Que presionen más a otros actores internacionales fundamentales, como Irán, Rusia, Arabia Saudí, Turquía y Estados Unidos, para que hagan
el máximo esfuerzo con el fin de reunir a las partes del conflicto sirio en unas negociaciones de paz dirigidas por Naciones Unidas.
Nuestros dirigentes deben ser valientes y lúcidos para superar esta prueba a la que se enfrenta nuestra civilización europea común. Debemos actuar, y debemos actuar ya.
Suscriben este editorial:
EL PAÍS, España; Die Zeit, Alemania; La Repubblica, Italia; Libération, Francia; The Independent, Reino Unido; i, Reino Unido; Kathimerini, Grecia; Népszabadság, Hungría; Denník N, Eslovaquia; Gazeta Wyborcza, Polonia; Aftonbladet, Suecia; Information, Dinamarca; Morgenbladet, Noruega.
EL SENDERO DE LA MUERTE QUE LLEGA A
EUROPAVentimiglia, frontera de Italia y Francia, vuelve a ser el cuello de botella
del éxodo de miles de migrantes atrapados durante semanas que arriesgan la vida cruzando por la montaña
DANIEL VERDÚ
Ventimiglia 31 MAR 2017 - 16:15 CEST
Dos inmigrantes africanos se preparan para cruzar a Francia desde Ventimiglia. Foto y vídeo: GIANLUCA BATTISTA
En el camino de tierra hay ropa, restos de comida y documentos que ya no servirán
al otro lado. El sendero serpentea montaña arriba y atraviesa un puente de la
autopista donde un cartel con la bandera de la Unión Europea da la bienvenida a
Francia. Algunos saltan desde ahí y corren por el arcén en plena noche. Pero desde
hace dos años, Francia controla todos los accesos desde
Ventimiglia (Italia) y solo en 2016 devolvió en caliente a 18.000 personas: lo
llaman el ping pong. Por eso, muchos deciden seguir este estrecho camino de
tierra hasta lo alto de una roca rojiza donde una valla oxidada separa los dos países.
Una vez ahí, es importante no equivocarse. Abderazake Jahyea, un guineano de 17
años, vio como las luces de Montecarlo bailaban a lo lejos y quiso seguirlas, pero
cayó por un barranco a principios de marzo. Por eso, alguien lo bautizó
como Sendero de la muerte.
FRANCIA DEVOLVIÓ EN 2016 PASADO A UNOS 18.000 MIGRANTES QUE CRUZARON
POR LA FRONTERA DE VENTIMIGLIA
Ventimiglia, un pueblo de 20.000 habitantes en Liguria, justo a los pies de los Alpes
Marítimos, es hoy el cuello de botella de uno de los mayores fenómenos
migratorios que ha vivido Italia en las últimas décadas. La mayoría de los
180.000 inmigrantes que desembarcaron procedentes de Libia en 2016 —este año
el Gobierno espera que lo hagan 250.000— quiere seguir su camino hasta el norte y
muchos intentan cruzar desesperadamente por esta frontera —10 han muerto en los
últimos meses— o por la suiza desde Como. El goteo es diario, pero desde junio de
2015 la policía francesa controla el paso y ha cerrado la frontera a los migrantes: les
pide la documentación y los devuelve una y otra vez, en el mismo tren o andando. A
veces, incluso falseando la fecha de nacimiento de los menores, denuncian las ONG
de la zona.
ampliar fotoTramo de la autopista entre Francia e Italia donde saltan algunos inmigrantes. G. B.
La puesta en escena empieza a recordar a la de Pas de Calais (Francia), donde
terminó formándose un campamento de 5.000 personas conocido como La Jungla.
En Ventimiglia ya hay gente durmiendo debajo de los puentes, familias africanas
lavando la ropa en el río, chicos esperando en la vía del tren o decenas de hombres
pasando el día en los barracones de un gran campamento de la Cruz Roja al que
solo pueden entrar hombres adultos con el registro de la huella dactilar. Ahora
mismo hay unas 300 personas varadas en el pueblo. Pero con la llegada del buen
tiempo, comenzarán los desembarcos masivos y organizaciones como Médicos
sin Fronteras,crucial en su apoyo médico y psicológico, temen que este año la
situación todavía pueda ser peor que el anterior.
DESDE EL AÑO PASADO, HAN MUERTO 10 MIGRANTES INTENTANDO CRUZAR POR LA
AUTOPISTA, LA MONTAÑA O LAS VÍAS DEL TREN
Don Rito, sacerdote colombiano y titular de la pequeña parroquia de San
Antonio, lo recuerda perfectamente. La iglesia alojó a 1.000 personas durante
semanas. Dormían y comían como podían, pero a nadie le faltó lo mínimo. “Todo
este patio estaba lleno”, dice señalando la cancha de fútbol donde ahora juega un
grupo de menores. Desde entonces, este lugar se ha convertido en un refugio para
jóvenes, familias y mujeres en tránsito. Pueden dormir, comer y recibir asistencia
médica. Un milagro con más gastos que recursos. Pero a muchos feligreses locales
no les gusta nada y han cambiado de iglesia. “Les parecía una herejía tener a
centenares de musulmanes correteando por ahí. Pero sabe, no es un problema de
la inmigración. El problema es que ellos no son verdaderos cristianos”, concluye
Don Rito mientras los voluntarios preparan la comida del día.
ampliar fotoDos menores que esperan para cruzar a Francia en la parroquia de Ventimiglia. G. B.
Los chicos aparecen solos en mitad de la noche con el último tren procedente de
Milán. A veces duermen en la estación esperando al primero de la mañana hacia
Niza. Otras caminan hasta la Iglesia con los pies ensangrentados o llenos de
ampollas. El año pasado llegaron 28.500 menores no acompañados a Italia.
En Ventimiglia, cada vez hay más y los passeurs, normalmente hombres
magrebíes que intentan hacer negocio con ellos, les cobran hasta 300 euros por
llevarlos al otro lado de la frontera.
Ibrahim tiene 16 años, la cara de niño y los dedos, con los que juega con su
teléfono, de hombre. Salió de Guinea Conarky hace un año y pasó por Malí, Burkina
Faso, Níger y Libia, donde todos cuentan que han matado, violado o atacado a
compañeros. Ahí subió a una barcaza de goma, muerto de miedo, con otras 150
personas y se encomendó a Dios. “Es que sé nadar”, desliza en francés. Nadie
murió ese día. Pero tras algún centro de internamiento y un viaje a través de Italia,
terminó atrapado en Ventimiglia, donde ha intentado varias veces pasar a Francia.
Lo mismo que su amigo Otmene, un sudanés de solo 15 años que huyó de Darfur
con 10 y terminó sin motivo en una cárcel libia. “Tuve que pagar 1.500 euros para
que me dejaran salir. Me los mandó un amigo, pero luego estuve trabajando. Me
estafaron y me robaron. Y al final conseguí otros 700 euros más para subir a una
patera”. Le rescató una ONG y le llevaron a Cerdeña, donde terminó marchándose
de la casa de acogida.
LA PARROQUIA DE DON RITO HA LLEGADO A ACOGER A 1.000 MIGRANTES QUE NO
TENÍAN DONDE DORMIR
En el pueblo hay gente de Sudán, Chad, Guinea, Eritrea, Sierra Leona… Por la
parroquia han pasado ya 82 nacionalidades distintas. Y entre los vecinos hay un
incipiente rechazo, orquestado por la xenófoba Liga Norte, que hace pocos
días montó una protesta encadenándose en un paso a nivel. Pero hay otros lugares,
como el bar de Delia Buonomo, que se han convertido en centros de reunión. Un
local que ha reformado su negocio y buscado productos a precios justos. Aquí, las
mujeres y los niños no pagan. Detrás del mostrador, se presta el servicio más
preciado: una enorme plataforma para cargar decenas de móviles a la vez. En la
puerta del local, donde a menudo acude la policía para pedir la documentación, ha
pegado varios artículos de la Constitución. “Es para recordarle a la gente que en
Italia es ilegal ser racista”, dice Buonomo.
ampliar fotoUn inmigrante africano lava su ropa en el río Roja de Ventimiglia mientras espera el día oportuno para cruzar a Francia. G. B.
Pero en Ventimiglia también es ilegal dar de comer a los inmigrantes. O, al menos,
hacerlo en la calle. El joven alcalde del pueblo (32 años), Enrico Ioculano (Partido Democrático, PD) quiso poner fin a los campamentos espontáneos de ayuda a los
inmigrantes regulando la posibilidad de darles comida por la calle. Generaban
suciedad, caos y rechazo vecinal, cuenta. Desmantelados aquellos lugares e
instalados ya el campo de la Cruz Roja y el servicio de Don Rito, sin embargo, la
ordenanza sigue vigente y acaban de ser multadas varias personas. Él se defiende,
y mantiene que hay que regular el equilibrio entre la inmigración y la gente del
pueblo.
A las 23.00 se cierran las puertas de la parroquia. También las del campamento de
la Cruz Roja. Muchos duermen fuera y otros, simplemente, no regresan a su
camastro e intentan cruzar a Francia. La mayoría vuelve por la mañana, casi
siempre un poco más desmoralizada. Alguna vez se les ha escapado pensarlo y se
lo han dicho a Alessandra, una de las voluntarias que se ha dejado la vida en los
últimos dos años en la parroquia de Don Rito. De haber sabido que esto era Europa,
suspiran, quizá se hubieran quedado en casa.
EL CASO SIMÉTRICO DE COMO Y SUIZA
El caso de la ciudad de Como es muy parecido al de Ventimiglia. Se trata de una frontera formalmente cerrada, pero los inmigrantes intentan pasar por ahí para llegar a Suiza y después seguir su camino hasta el norte de Europa.En Como el sistema de acogida es justo al revés. El campo de la Cruz Roja es para mujeres y menores, y la parroquia de Rebbio acoge a hombres adultos. Sin embargo, ellos solo pueden quedarse una noche, lo que complica sobremanera las cosas. Además, las temperaturas de aquella zona son muy bajas y es casi imposible dormir en la calle.Los menores también se encuentran en un limbo jurídico. “Deberían dejarles pasar o asignarles una tutela de algún tipo”, señala Andrea Anselmi, coordinador del programa Migrantes en Movimiento de Médicos sin Fronteras. “Pero la realidad es otra muy distinta”, insiste en relación al hecho de que sean devueltos por el mismo camino por donde llegaron.
http://elpais.com/elpais/2017/03/28/opinion/1490720148_315106.html
http://www.abc.es/espana/20150902/abci-diferencias-migrante-refugiado-201509011803.html
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/27/estados_unidos/1485551816_434347.html