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Número IV
16 de julio de 2013
XII Jornadas ELP Goce, culpa, impunidad
De los laberintos de la culpa a la política del síntoma Barcelona, 9 y 10 de noviembre de 2013
BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN IV
Presentación
La Comisión de Bibliografía y Documentación de las XII Jornadas de la ELP está
elaborando una bibliografía orientadora sobre el tema de aquellas, según los
ejes propuestos en el texto de presentación elaborado por el Consejo de
Administración de la ELP.
Esta bibliografía sin ánimo de ser exhaustiva, estará acompañada cada vez de
algunas reseñas o comentarios que pueden estar referidos a un libro, un
artículo, un párrafo o una película sobre el tema que nos convoca. Estos
escritos no deben superar los 1250 signos (espacios incluidos).
A este trabajo están invitados y convocados todos. Bibliotecas y miembros,
socios de sede, participantes de las actividades del ICF y el NUCEP y colegas
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próximos que piensen participar en ellas. Los textos propuestos se enviarán a
la siguiente dirección: [email protected]
Presentamos la cuarta entrega que cuenta con tres apartados:
I. Propuesta bibliográfica para el tercer eje, “Los laberintos de la culpa”,
elaborada por las bibliotecas de Barcelona y Bilbao.
II. “Culpa y reparación en Melanie Klein”, por Alicia Calderón de la Barca
(Barcelona)
III. “El odio como velo”, por Howard Rouse (Barcelona).
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I. Bibliografía y documentación del tercer eje: Los laberintos de
la culpa. Por Margarita Álvarez (Barcelona), Maite Martínez,
Nati Rueda y Pablo Villate (Bilbao)
ALEMAN, Jorge: “Kafka ante la ley”. En: Revista Consecuencias nº 2. ICBA, 2008.
http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/002/template.asp?arts/variacione
s/aleman.html
BASCH, Carlos: “La culpa trágica y sus avatares modernos”. En: Psicoanálisis y el
hospital nº19: “Incidencias de la ley”. Publicación semestral de practicantes en
instituciones hospitalarias, Buenos Aires, 2001.
BASSOLS, Miquel: “El crimen de existir”. En: Revista Freudiana nº 15. Barcelona:
Sección de Catalunya de la EEP, 1995.
El crimen de existir de Hamlet consiste en haber venido al mundo para saldar una
deuda pendiente del padre con su goce ignorado y con la castración. Pero es una
deuda también pendiente con el goce del Otro, que debe hacer pagar al Otro como
sea. Es una paradoja. Hamlet no puede ni saldar la deuda ni dejarla pendiente (p.
109).
CHAMORRO, Jorge, y otros: “La estructura de la culpa”. En: Uno por Uno 43.
Barcelona, 1996.
La culpa como necesidad estructural. Posfreudianos: De la superación de la culpa a la
culpa como falta. La categoría de culpa en el mundo antiguo. La culpa en el mundo
cristiano. Inserción social de la culpa.
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FREUD, Sigmund: “A propósito de un caso de neurosis obsesiva” (el “Hombre
de las ratas), 1909. En: O. C., op.cit., vol. X.
Un reproche puede nacer sólo si se violan las leyes éticas más genuinas de la persona,
no las leyes externas (p. 140).
FERNÁNDEZ BLANCO, Manuel: “Felicidad, culpa y depresión”, conferencia en
el ICF de Granada.
http://www.youtube.com/watch?v=ahbpY8pugIw
FREUD, Sigmund: “La interpretación de los sueños” (1900). En: Obras
Completas, vol. 1V. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1984.
Lectura diferencial entre Edipo y Hamlet respecto a los signos de culpabilidad (270-
275).
FREUD, Sigmund: “Totem y tabú” (1912-1913). En: O. C., op. cit., vol. XII.
La sociedad descansa en la culpa del crimen perpetrado en común (pp. 73-75).
Culpa original. Génesis de la conciencia moral.
FREUD, Sigmund: “Duelo y melancolía” (1917 /1915). En: O. C., op. cit., vol. XIV.
La conciencia moral puede enfermar ella sola (p. 245). Autorreproches de la
melancolía (p. 246)
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FREUD, Sigmund: “Los que fracasan cuando triunfan” (“Algunos tipos de
carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico, 1916). En: O. C., op. cit., vol.
XIV, Apto. II.
Relación de la conciencia de culpa y el Edipo (p. 336).
FREUD, Sigmund: “Los que delinquen por conciencia de culpa” (“Algunos tipos
de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico, 1916). En: O. C., op. cit.,
vol. XIV, Apto. III, pp. 338-139.
La culpa precede a la comisión del delito en muchos casos.
FREUD, Sigmund: “Pegan a un niño” (1919). En: O. C., op. cit., vol. XVII.
La conciencia de culpa es el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo.
FREUD, Sigmund: “El yo y el ello” (1923). En: O. C., op. cit., vol. XIX, cap. V:
“Los vasallajes del yo”.
El sentimiento inconsciente de culpa es mudo. El superyó se exterioriza esencialmente
como sentimiento de culpa, mejor dicho, como crítica. Superyó cruel y despiadado. A
mayor sofocación de la agresión, mayor superyó.
FREUD, Sigmund: “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños”
(“Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto”,
1925). En: O. C., op. cit., vol. IXX.
El sujeto es responsable de su sueño p. 134.
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FREUD, Sigmund: “Dostoievski y el parricidio” (1927). En: O. C., op. cit., vol.
XXI.
El deseo parricida como base del sentimiento de culpa (p. 181).
El criminal es para él como un redentor que acarrea con la culpa que los otros
habrían debido llevar (p. 185).
FREUD, Sigmund: “El malestar en la cultura” (1929). En: O. C., op. cit., vol. XXI.
El origen del superyó es la agresión al otro vuelto hacia el yo (…) Llamamos
‘conciencia de culpa’ a la tensión entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que
le está sometido. Se exterioriza como necesidad de castigo (cap. 7).
Imposible cumplir con los mandatos de la cultura (cap. 8).
FREUD, Sigmund: “Moisés y la religión monoteísta” (1939 / 1934-1938). En: O.
C., op. cit., vol. XXIII.
El redentor no podía ser otro que el principal culpable. Su éxito radicó en poder
conjurar con la redención, la conciencia de culpa de la humanidad (p. 84).
Estamos redimidos de toda culpa desde que uno de nosotros se ha sacrificado para
JONES, Ernest: “Temor, culpa y odio” (1929). En: Revista de Psicoanálisis 3.
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Editorial. También en: Referencias en
la obra de Lacan 7. Buenos Aires: EOL, junio de 1993.
GIBERT, Joan: “Temor, culpa y odio’, de Ernest Jones”. En: Nodus nº 4,
aperiódico virtual de la Sección Clínica de Barcelona, 2002.
http://www.scb-
icf.net/nodus/contingut/article.php?art=63&pub=5&rev=18&idsubarea=20
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KLEIN, Melanie: “Amor, culpa y reparación” (1937). Obras Completas 1, RBA.
Ver el trabajo de Alicia Calderón de la Barca en este mismo documento (apartado II)
LACAN, Jacques: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad
(1932). México: Siglo XXI Editores, 2000, cap. I, apartado. 3, puntos. 3 y 4.
Los enfermos observan que la gente murmura de ellos, que a ellos precisamente es a
quienes se echa la culpa de algo. Puestas bajo forma de juicio, estas experiencias
engendran el delirio de relación (p. 127).
Aimée agrede en su víctima su ideal exteriorizado (…). Con e1 mismo golpe que la
hace culpable frente a la ley, Aimée se siente golpeada en sí misma.
Ha sanado del delirio, pero sigue negando formalmente cualquier culpabilidad que
pudiera atribuirse a su hermana, a pesar de la actitud plenamente inhumana que
ahora está mostrando hacia ella.
LACAN, Jacques: “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”(1953). En: De los
nombres del padre. Buenos Aires: Paidós, col. “Paradojas de Lacan”, 2005.
Entre la relación imaginaria y la relación simbólica existe toda la distancia que existe
en la culpabilidad. Por eso como muestra la experiencia, siempre se prefiere la
culpabilidad a la angustia.
La angustia siempre está ligada a una pérdida (…) a una relación de dos a punto de
desvanecerse que el sujeto no puede abordar sin cierto peligro (…). Desde que se
introduce el tercero, que entra en la relación narcisista, se abre la posibilidad de una
mediación real que, en relación al sujeto representa (…), una imagen de dominio
mediante la cual su deseo y su cumplimento puede realizarse simbólicamente. En ese
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momento interviene otro registro que es el de la ley o el de la culpabilidad, depende
del registro en que se lo viva (p. 40).
LACAN, Jacques: “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”
(1953). En: Escritos 1. México: Siglo XXI Editores, 1984.
Los laberintos de la culpa en el síntoma obsesivo (p. 270).
LACAN, Jacques: El Seminario, libro I: Los escritos técnicos de Freud (1953-1954).
Barcelona: Paidós, 1981, p. 255.
Esa niña de la cual hablé hace un momento, quien no es especialmente feroz, se
dedicaba muy a darle en la cabeza con una piedra bien grande a un vecinito
compañero de juegos con el cual precisamente, realizaba sus primeras
identificaciones. El gesto de Caín, para realizarse del modo más espontáneo, hasta
diría del modo más triunfante, no requiere gran culpabilidad. Ella no experimentaba
ningún sentimiento de culpa (…). Sólo manifestaba la estructura más fundamental
del ser humano en el plano imaginario: destruir a quien es la sede de la alienación.
LACAN, Jacques: El Seminario, libro II: El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica (1954-1955). Buenos Aires: Paidós, 1983, p. 258.
Sobre la culpabilidad de Freud en el análisis del sueño de Irma.
LACAN, Jacques: El Seminario, libro III: Las psicosis (1955-1956). Buenos Aires:
Paidós, 1984.
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El funcionamiento de la proyección se observa en el delirio de celos llamado
proyectivo donde se imputa al cónyuge infidelidades de las que uno se siente
imaginariamente culpable (p. 72).
Freud construye el mito del asesinato del padre para explicar cómo entra el hombre
en la ley. Es necesario que el hombre tome partido en el como culpable (p. 349).
LACAN, Jacques: El Seminario, libro V: Las formaciones del inconsciente. Buenos
Aires: Paidós, 1999.
En el segundo tiempo del Edipo, aparece la culpabilidad en la niña ante el deseo de
ser objeto del deseo del padre, lo cual implica que se haga pegar (pp. 246-247).
(En El Balcón de Genet): Dicho de otra forma que algo en la intención de su
cómplice le permita ver esta relación en un goce culpable en el cual le es necesario
—al menos— creer que ella participa (p. 272).
El obsesivo solo pude manifestar su deseo de forma negada y esa manifestación no
deja de acompañarse de un sentimiento de culpa. (…) No hay ninguna necesidad de
referencia alguna ni a Dios ni a su ley para que el hombre nade literalmente en la
culpa (p. 506). ¿Como podremos tratar de comprender y articular esta relación tal
como surge en el neurótico llamada sentimiento de culpa? Vayamos a los primeros
pasos del análisis en ese sentido. Ver cap. 28.
LACAN, Jacques: Le Séminaire, livre VI: Le désir et son interprétation (1958-1959).
Paris: Éditions La Martinière, 2013.
Si Hamlet se precipitaba inmediatamente sobre su padrastro, decir que encuentra allí,
después de todo, la ocasión para calmar su propia culpabilidad, encontrando fuera de
el verdadero culpable. Lecciones de Hamlet: caps 13-19. Publicadas en castellano
en Freudiana nº 6-8.
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Juego de palabras entre coupable y coupure (cap. XXII, p. 471).
LACAN, Jacques: El Seminario, libro VII: La ética del psicoanálisis (1959-1960).
Buenos Aires: piados, 1988.
La culpa ocupa del campo del deseo.
La ética del psicoanálisis no recae sobre el servicio de los bienes, que es la dimensión
ética tradicional, sino que implica la dimensión trágica de la vida (p. 372). La moral
tradicional se ocupa de lo posible. El imperativo se ocupa de lo imposible, donde
reconocemos la topología de nuestro deseo: es un tú debes incondicional, que se
sustituye fácilmente al fantasma sadiano (p. 375).
Lo que hace existir el campo del deseo es la suposición de que todo lo que sucede de
real es contabilizado en algún lado (p. 377)
Una parte del mundo está orientada resueltamente en el servicio de los bienes,
rechazando todo lo que concierne a la relación del hombre con el deseo (p. 378).
Propongo que 1) De la única cosa de la que se puede ser culpable es de haber cedido
en su deseo. 2) El héroe como aquel que puede ser impunemente traicionado. 3) La
diferencia entre el héroe y el hombre común es que para este último la traición se
produce casi siempre y lo arroja al servicio de los bienes. Y, ahí, pierde para siempre
lo que lo orienta. No se puede pasar totalmente del servicio de los bienes pero se
puede tener en cuenta que 4) no hay otro bien que el que puede servir para pagar el
precio del acceso al deseo (p. 382).
LACAN, Jacques: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano” (1960). En: Escritos II, op. cit.
No hay un Otro del Otro. Es como impostor que se presenta para suplirlo el legislador
(p. 793).
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El goce, aquello cuya falta haría vano el universo. Ese goce cuya falta hace
inconsistente al Otro, ¿es pues el mío? la experiencia prueba que ordinariamente me
está prohibido, y esto no únicamente, como lo creerían los imbéciles, por un mal
arreglo de la sociedad, sino, diría yo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro
no existe, no me queda más remedio que tomar la culpa sobre Yo [Je] (p. 800).
LACAN, Jacques: “Discurso a los católicos” (1960). En: El triunfo de la religión.
Buenos Aires: Paidós, col. “Paradojas de Lacan”, 2005.
Freud encontró que la culpabilidad encontraba sus raíces en el inconsciente, articulada
sobre un crimen fundamental al que nadie puede dar respuesta individualmente (p.
43)
LACAN, Jacques: El Seminario, libro VIII: La transferencia (1960-1961). Buenos
Aires: Paidós, 2003.
Por imposición al hombre de un destino, por el intercambio prescrito de estructuras
parentales, hay allí algo recubierto que hace su entrada en el mundo en el juego
implacable de una deuda. A fin de cuentas, de lo que es culpable es simplemente de
la carga que recibe de la deuda de la Áte que le precede (p. 340).
En su artículo “Transferencia y amor” (1933), Jekels y Bergler plantean una
estrecha relación entre el amor y la culpa. No es que el amor sea a menudo culpable,
es que se ama para eludir la culpa. Hay la necesidad de ser amado por aquel que
podría hacerte culpable (pp. 375-376).
LACAN, Jacques: El Seminario, libro X: La angustia (1962-1963). Buenos Aires:
Paidós, 2006.
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Edipo en Colono tras arrancarse los ojos no deja de verlos como objeto causa, por fin
revelado tras la concupiscencia mas extrema –no culpable sino fuera de los límites- la
de haber querido saber (p. 176)
LACAN, Jacques: El Seminario, libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis (1964). Buenos Aires: Paidós, 1987.
El Nombre del Padre sostiene la estructura del deseo junto con el de la ley, pero la
herencia del padre, Kierkegaard nos la designa, es su pecado (p. 42).
LACAN, Jacques: “La ciencia y la verdad” (1965). En: Escritos 1I, op. cit., p. 837.
De nuestra posición de sujetos somos siempre responsables.
LACAN, Jacques: El Seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis (1969-1970).
Barcelona: Paidós, 1992.
Dar vergüenza (p. 208)
El amo exhibe a los que no se hacen responsables de su goce (p. 223).
LACAN, Jacques: El Seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis (1969-
1970). Barcelona: Paidós, 1992, cap. 10.
Si Dios ha muerto ya nada está permitido (p. 127).
Freud se considera culpable de la muerte de su padre. ¿Es esto, como subraya Conrad
Stein, la marca de algo oculto y que sería propiamente la marca de que el padre
fuera inmortal? (p. 129).
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LACAN, Jacques: “Hacia un significante nuevo”, clase del 15 de marzo de 1977:
En: Colofón 25. Granada: FIBOL, 2005.
Tendría que lograr darles la idea de una estructura que encarnara el sentido de una
manera correcta. Al contrario de lo que se dice, no hay verdad respecto a lo real,
puesto que lo real se dibuja excluyendo el sentido. Incluso sería demasiado decir que
hay real, porque decirlo es suponer un sentido. La palabra “real” tiene un sentido en
sí misma, y ya jugué con eso al evocar el eco de la palabra reus, que en latín quiere
decir culpable: somos más o menos culpables de lo real. Eso es que el psicoanálisis es
cosa seria, y no es absurdo decir que puede caer en la estafa.
LACAN, Jacques: “Televisión”. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012.
La glotonería del superyó es estructural; no es efecto de la civilización sino “malestar
(síntoma) en la civilización (p. 556).
Hay que negar el discurso analítico a los canallas (p. 569).
El precio de la neurosis que mantiene lo que Freud nos recuerda: No es el mal, es el
bien el que engendra culpabilidad (p. 570).
LAURENT, Éric: “Siete problemas de lógica colectiva en la experiencia del
psicoanálisis según las enseñanzas de Lacan”. En: Imaginario y lógica colectiva.
Madrid.
Se trata de restaurar el deseo que hace vivir y no de empujar a que el sujeto se
identifique con su goce vivido en el registro de la culpa (p. 43).
LAURENT, Éric: “Desangustiar”. En: Ciudades analíticas. Buenos Aires: Tres
Haches, 2004.
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El psicoanálisis constata que el sujeto es siempre culpable de gozar y de existir, l que
Freud llamó sentimiento de culpabilidad inconsciente (p. 9).
LAURENT, Éric: “La vergüenza y el odio de sí”. En: Ciudades analíticas. Buenos
Aires: Tres Haches, 2004. También en Freudiana 39: Barcelona: CdC-ELP, 2004.
Dos posiciones frente a la culpabilidad: dar vergüenza y perdonar. El avergonzar de
Lacan es un avergonzar que no supone el perdón. Se opone a la manera en que el
amo procede. El amo exhibe a los que no se hacen responsables de su goce. Lacan
preconizaba así el ascenso de las comunidades de goce.
MILLER, Jacques Alain: El síntoma charlatán. Buenos Aires: Paidós, 1998.
Como decía Lacan, en el análisis no hay que suprimir la culpabilidad, no hay que
aliviar la culpabilidad porque indica el camino del deseo. Te sientes culpable porque
deseas en esa dirección. Por el contrario, el reverso, la angustia, sí hay que aliviarla, si
se puede (p. 32).
MILLER, Jacques Alain: “Patología de la ética”. En: Lógicas de la vida amorosa.
Buenos Aires: Manantial, 1991.
El sentimiento de culpa es la patología de la responsabilidad ética (p. 72).
De lo que tú te quejas, eso es tu propia culpa (p. 73). Uno aprende en análisis a
responsabilizarse de lo que le ocurre. El sujeto del inconsciente es un acusado. Esto es
lo que significa el concepto de superyó en su sentido más profundo.
Es necesario el sentimiento de culpa en la experiencia analítica (p. 85. ). En fin, como
chiste se puede decir que el núcleo de la formación de los analistas consiste en
curarlos de culpa. (...). Se trata de curar al analista del sentimiento de culpa en tanto
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que actúa en la cura, no en tanto que sujeto. Y es por eso que trabajamos mucho,
para hacemos perdonar la manera en que nos ganamos la vida.
MILLER, Jacques-Alain: El lugar y el lazo.
El sentimiento de culpa es muy cómodo para evitar pensar en el No hay (p. 35).
El psicoanalista no tiene vergüenza (p. 37).
MILLER, Jacques-Alain: ”Nota sobre la vergüenza”. En: Freudiana 39. Barcelona:
CdC-ELP, 2004.
La vergüenza es un afecto eminentemente psicoanalítico que forma parte de la serie
de la culpa.
MILLER, Jacques Alain: “Salud mental y orden público”. En: Uno por Uno nº 36.
Barcelona: Eolia, 1993.
El sentimiento de culpabilidad como precondición de la práctica analítica (p. 6).
PORTILLO, Ronald: “Desangustiar no desculpabilizar”. En: Virtualia 11/12, EOL,
2004.
http://virtualia.eol.org.ar/012/default.asp?notas/portillo-01.html
SANAHUJA, Josep: “Sobre la culpa en el sujeto de nuestro tiempo”. En: Revista
Freudiana 39. Barcelona: CdC-ELP, 2004.
La ciencia separa al sujeto de la pregunta por su ser. No es susceptible de culpa
alguna (p. 57).
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SÁNCHEZ, Blanca: Servirse del padre y sus versiones. En: Virtualia 13, EOL,
2005.
Lo equívoco del término arder (en el sueño: “Padre no ves que ardo?) nos permite
hacer varias lecturas; por un lado, puede decirse que es hacerse cargo de la deuda
del padre, lo que ilustra muy bien el Hombre de las Ratas, el hacerse cargo de los
pecados del padre, de la deuda del padre y en algunos casos consagrar la vida a
saldar esa deuda. También puede ser tomar a su cargo los pecados del padre y pagar
con la libra de carne por el goce del padre, pero obviamente al servicio de sostener el
propio goce en el sufrimiento. Quizás un hijo puede arder también por los pecados
del padre, pero arder en el buen sentido, en el sentido de apasionarse, arder gracias a
estas faltas que pueden aparecer en el padre. Por ello, quizás dependerá de la
versión del padre de la que el sujeto se sirva.
SILVESTRE, Michel: “El sentimiento de culpabilidad”. En: Mañana el psicoanálisis,
Buenos Aires, Manantial, 1988.
TIZIO, Hebe: “La vergüenza o la actualidad de su falta”. En: Revista Freudiana
39. Barcelona: CdC-ELP, 2004.
UBIETO, José Ramón: “Vergüenza, culpa y angustia”. En: Revista Freudiana 39.
Barcelona: CdC-ELP, 2004.
VVAA: Dispar 9: La cuestión del mal. Buenos Aires: Grama, 2012.
VVAA: Psicoanálisis y hospital nº 38: “Responsabilidad e imputabilidad”.
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VICENS, Antoni: “De guerra, muerte y culpa”. En: El psicoanálisis 19. ELP, 2011.
La relación con das Ding genera una culpa impagable.
YUNIS, Jorge: “La formación del analista y la vergüenza”. En: Revista Freudiana
39. Barcelona: CdC-ELP, 2004.
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II. “Culpa y reparación en Melanie Klein”. Por Alicia Calderón
de la Barca (Barcelona)
Si las contribuciones de Melanie Klein se presentaran de modo cronológico
sería posible verificar cómo, en sus primeros pasos, se vincula su obra con la de
Freud hasta el momento en que sus investigaciones sobre la primera infancia la
llevan a una teorización alejada de la posición freudiana; entre otras cuestiones,
por tres factores.
Primero: Klein mezcla y subvierte las etapas libidinales tanto en términos de
desarrollo como en lo temporal, es decir, las fases libidinales coexisten o se
intercambian entre sí, lo cual rompe con los esquemas que eran habituales. Si
bien confirma los descubrimientos freudianos respecto a la sexualidad infantil,
al hacer coexistir las fases, apunta a un genetismo de los fantasmas.
Segundo: descubre y plantea la existencia de un Edipo precoz a partir de los
primeros meses de vida que afectan, fundamentalmente, la relación con el
pecho de la madre; Freud evocó esa época como “una era oscura y llena de
sombras”. La reflexión kleiniana sobre el Edipo precoz se elabora en
continuidad con el pensamiento de Abraham quien distingue dos etapas, tanto
en la fase oral como en la anal, la primera pre-ambivalente y la segunda, sádica.
Tercero: radicaliza el concepto de fantasma inconsciente hasta el punto de
hacer al fantasma correlativo a la pulsión.
En relación a la pulsión de muerte, Klein es fiel al camino abierto por Freud
pese a la débil consistencia de su conceptualización teórica, puesto que pasa sin
transición de la descripción fenomenológica de fantasmas del niño a
transformarlos en “conceptos”.
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Pero ella traduce la pulsión de muerte como agresión y temor al aniquilamiento
y la muerte es el motor primero, la angustia primera del sujeto. Por otro lado,
la castración no es más que una versión atenuada del miedo a la muerte. Klein
también enfatiza la dimensión fantasmática en la que el yo se ve atrapado por el
par pulsional, a diferencia de las “funciones realistas” del yo en las que se apoya
Anna Freud.
Para presentar brevemente el tema que nos interesa, culpa y reparación, es
preciso explicitar previamente a qué corresponde la elección kleiniana del
término “posición”, ya que no se trata simplemente de una “etapa” o “fase”
transitoria, como podrían ser las etapas de la libido.
El término “posición”, que se puede estimar como algo casi de tipo estructural,
implica una configuración específica de relaciones objetales, ansiedades y
defensas, que son persistentes a lo largo de la vida. Tanto la posición esquizo-
paranoide como la posición depresiva son para Klein fases del desarrollo e
incluso se pueden considerar subdivisiones de la etapa oral, ocupando la
primera los tres o cuatro primeros meses de vida, seguida por la depresiva, en
la segunda mitad del primer año. Esas dos posiciones configuran la vida psíquica,
son como las guías que organizan toda la vida psíquica.
A grandes rasgos podemos decir que la posición esquizo-paranoide se
caracteriza por el hecho de que el bebé no reconoce “personas” sino que se
relaciona con objetos parciales (el pecho, el pene del padre), con el predominio
de la ansiedad paranoide y procesos de escisión.
En cambio, el reconocimiento de la madre como objeto total marca el
comienzo de la posición depresiva que se caracteriza por el predominio de la
integración y la ambivalencia y es, en esta posición, en la que aparece la culpa
asociada a la ansiedad depresiva. La posición depresiva nunca llega a reemplazar
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por completo la posición esquizo-paranoide de modo que el individuo puede
oscilar permanentemente entre las dos posiciones.
El tema que nos interesa, culpa y reparación, nos lleva directamente a
centrarnos en la posición depresiva. Klein establece como fundamental la
función del duelo por el objeto perdido, aunque su impasse fue no diferenciar la
pérdida como fenómeno, de la pérdida estructural. La culpa surge como una
experiencia típica de la posición depresiva provocada a partir del sentimiento
o la idea que se ha perdido el objeto bueno por la propia destructividad;
incluso el mundo interno, identificado con ese objeto, también puede estar
hecho pedazos con sentimientos de pérdida, el sentimiento inconsciente de
culpa y nostalgia sin esperanzas de recuperación.
Según Klein, la experiencia de depresión moviliza en el bebé el deseo de
reparar a su objeto u objetos destruidos, un intento de compensar los daños
que ocasionó con sus fantasías omnipotentes y restaurar y reparar a sus
objetos de amor perdidos, de allí, que el conflicto depresivo, para Melanie
Klein, sea una lucha constante entre la destructividad del bebé y sus impulsos
amorosos y reparadores.
En cuanto a la reparación, Klein afirma que el niño resuelve gradualmente las
ansiedades depresivas y recupera, externa e internamente, sus objetos buenos
al reparar a sus objetos externos e internos en la realidad y en sus fantasías. En
su artículo “Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte y el
impulso creador”, Klein otorga a la posición depresiva un lugar central en la
medida en que presenta la necesidad creadora como algo que deriva del
impulso por restaurar y reparar el objeto dañado tras un ataque destructivo. Y
en uno de sus últimos artículos sobre el tema “Amor, odio y reparación”
plantea que la interacción amor-odio es constante y que solamente la capacidad
de identificación con el ser amado es el elemento fundamental de la reparación.
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En ese sentido, es posible decir que la posición depresiva marca un progreso
crucial en el desarrollo que implica un cambio en la concepción de la realidad,
porque para Melanie Klein el desarrollo del sentido de la realidad psíquica está
inseparablemente ligado al creciente sentido de la realidad externa.
Termino este breve apunte comentando, como alguna vez lo ha señalado
Miller, que Lacan admitió la reacción depresiva de la que habla Klein que, en
última instancia, es precursora de su doctrina sobre el objeto (a).
Bibliografía consultada
Klein, Melanie: “Amor, culpa y reparación” (1937). Obras Completas 1, RBA.
— “Estadios tempranos del conflicto edípico” (1928), Obras Completas 1, RBA.
En: Ibídem.
— “Contribución a la psicogénesis de los estados maníacos-depresivos” (1935).
En: Ibídem.
— “Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte y el impulso
creador”(1929). En: Ibídem.
— “El duelo y su relación con los estados maníaco depresivos” (1940). En:
Ibídem.
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16 de julio de 2013
III. “¿El odio como velo?”. Por Howard Rouse (Barcelona)
Ernest presentó el texto “Temor, culpa y odio” en la Universidad de Oxford,
en el XI Congreso Internacional de Psicoanálisis, en 1929. Tenemos dos series
de tres conceptos que solo se superponen explícitamente en un único punto, el
punto del concepto de culpa. Veremos, sin embargo, el texto de Jones –
especialmente cuando lo examinamos desde la perspectiva del último Lacan –
también tiene mucho que decir, a veces implícita, a veces explícitamente –
sobre los otros conceptos de impunidad y, de manera todavía más importante,
de goce.
El título de mi texto es “¿El odio como velo?” y está dividido en dos apartados.
En primer lugar, un apartado más largo titulado “Temor, culpa y odio según
Jones y Lacan”; y, en segundo lugar, un apartado más corto titulado “El odio a
Dios”. En última instancia, por lo tanto, está claro que lo quisiera hacer es
concentrarme un poco más en la cuestión del odio.
Temor, culpa y odio en Jones y Lacan
Lacan aborda el texto de Jones en el penúltimo capítulo del Seminario VII: La
ética del psicoanálisis – un capítulo titulado “Las metas morales del psicoanálisis”
– y lo primero que hay que decir, tal vez, es que su perspectiva tiene, como es
habitual, muchos matices. Puesto que si, por un lado, dice que el texto es
excelente, por otro lado le acusa de ser confuso y de girar en círculos. Una de
nuestras tareas aquí, por tanto, es la de separar, en el texto, lo que es
excelente de lo que es confuso.
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Lacan nos ayuda cuando dice que muestra que la relación entre estos tres
términos – temor, culpa y odio – es “circular”, pero no “absoluta”. ¿Qué
quiere decir esto? Quiere decir que estos tres términos funcionan como límites
con respecto a otro campo de experiencia. Tal y como Jones dice claramente
hacia el final de su texto, “el temor, el odio y la culpa deben ser mirados como
reacciones” a lo que él llama “la situación traumática primaria”, “como medios
de entendérselas con ella”. Dado que Jones también se ocupa en este texto del
concepto de angustia, podemos ya ver emerger los trazos básicos de la
concepción que quiere delinear (como veremos, Lacan sigue siendo
esencialmente fiel a esta concepción en el Seminario VII). En primer lugar,
entonces, tenemos los tres términos de temor, culpa y odio que funcionan
como límites. En segundo lugar, tenemos – más allá de estos límites – la
experiencia de la angustia. Y en tercer y último lugar, tenemos – más allá
incluso de esta angustia – la “situación traumática primaria”, que Jones
conceptualiza con su célebre término de aphanisis, es decir, en la traducción de
Lacan, la experiencia de la pérdida absoluta del deseo.
No podemos, sin embargo, confinarnos a estos trazos básicos. En su lugar,
tenemos que adentrarnos en los detalles del texto de Jones, y especialmente en
los detalles de las relaciones entre sus tres términos principales (es aquí,
podríamos añadir, que las cosas se pueden empezar a tornar un poco
confusas).
Estos tres términos – temor, culpa y odio – nos dice Jones, coexisten en “una
curiosa serie de formaciones estratificadas” o “en “términos más dinámicos” en
“una compleja serie de reacciones recíprocas”. Estas series están organizadas
como “tercetos”. Sobre una capa profunda o anterior de temor, por ejemplo,
puede ser erigida en primer lugar una capa de culpa y luego de nuevo una capa
posterior o más superficial del temor mismo. O una capa profunda de odio
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puede ser ocultada en primer lugar por una capa de culpa o temor y luego por
otra capa de odio mismo. Lo importante a reconocer, sostiene Jones, es que las
capas posteriores o superficiales son “egosintónicas” y que las capas profundas
o anteriores son “egodistónicas”. En cuanto a las diferencias entre estas capas,
“la más importante”, dice, “es sin duda la de las relaciones con el yo”. De
forma similar, las capas posteriores o superficiales pueden ser entendidas como
una irrupción o retorno de lo reprimido en las capas profundas o anteriores.
La sagacidad de Lacan nos permite que se disipe un poco la densa niebla de
estas relaciones. En un comentario breve sobre el texto de Jones en su Escrito
“En memoria de Ernest Jones: Sobre su teoría del simbolismo”, lo describe
como “una exploración extraordinariamente ambigua de la ronda de los
afectos, en cuanto que supuestamente se sustituirían unos a otros como tales”.
A mi juicio, lo que le interesa a Lacan de este texto no es esta “ronda” tan
confusa de afectos, ni la idea de que algunos afectos reprimen a otros – ya que,
tal y como nos recuerda justo después de esta cita, es el significante el que está
reprimido, no el afecto – sino la diferencia misma entre lo egosintónico y lo
egodistónico.
Lo más interesante del texto de Jones, sin embargo, es que esta diferencia
entre lo egosintónico y lo egodistónico es ella misma interna a cada uno de los
tres conceptos de temor, culpa y odio. Es decir, cada uno de estos conceptos
está desdoblado, y este desdoblamiento, quisiera sugerir, especialmente en los
casos de la culpa y el odio, tiene que ser visto en última instancia como
transcendiendo los límites tanto del texto de Jones como de la lectura que
Lacan hace de él en el Seminario VII. (El último Lacan, como veremos, es otra
historia por completo).
Podemos tratar, por tanto, del desdoblamiento de cada concepto de uno en
uno, no en el orden en que Jones los introduce (odio, culpa y temor), sino en
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el orden que posteriormente veremos que Lacan afirma (temor, culpa y odio,
ascendiendo en importancia).
En primer lugar, por tanto, está el temor, el concepto menos importante.
Comprobaciones clínicas confirman, nos dice Jones, que el temor de un daño
siempre implica una actitud previa de odio o culpa. Y las pruebas constituidas
por el análisis de niños también demuestran que el odio o la culpa son
precedidos por la angustia. Cuando Jones habla de un desdoblamiento del
temor, por tanto – el temor, siguiendo a Freud, de un peligro externo o
interno – está hablando principalmente de la división entre el temor y la
angustia. Esta confusión es constante en su texto y no nos debe interesar más.
Lo que nos debe interesar, sin embargo – en segundo lugar – es la descripción
tan excelente que da Jones de la culpa. Comienza preguntándose si el
sentimiento de culpa puede emerger por sí solo, como un modo de
arreglárselas con – y defendiéndose frente a – la angustia primaria de la libido
no satisfecha; o si, por el contrario, siempre debe ser asociado inevitablemente
al impulso del odio. En lugar de escoger una sola respuesta, decide afirmar
ambas, y continúa después distinguiendo entre dos fases del desarrollo de la
culpa (no es demasiado difícil, por supuesto, separar los conceptos de Jones de
su idea cronológica de desarrollo). En primer lugar, entonces, nos ocupamos de
lo que Jones llama la etapa “prenefanda” de la culpa, una etapa asociada
estrechamente a los procesos de inhibición y renunciamiento. La evitación de la
angustia primaria está gobernada en esta etapa por el imperativo categórico
“no debo hacerlo porque es intolerable”. En la segunda etapa – la etapa de la
culpa plenamente desarrollada, como dice Jones – las cosas se complican
porque una relación de objeto (en el sentido kleiniano del término) ha
empezado a establecerse. El odio brota a la superficie y el amor de la otra
persona entra en conflicto con el temor a su castigo (en la forma de la amenaza
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paterna de la castración y el posible alejamiento de la madre). El superyó,
sostiene crucialmente Jones, está constituido como un compuesto de todos
estos elementos. Esta etapa está gobernada por una imperativo alternativo, “no
debiera hacerlo porque está mal y es peligroso”.
Podemos simplificar considerablemente los términos de Jones diciendo que el
segundo tipo de culpa está relacionado con el Otro, mientras que el primer
tipo está esencialmente desvinculado de él. Y es interesante leer en este
contexto un texto breve de Michel Silvestre, de 1988, que Vicente ha tenido la
amabilidad de darme. El título del texto es “El sentimiento de culpabilidad” y se
puede encontrar en el libro Mañana el psicoanálisis y otros textos (Manantial). Lo
que hace aquí Silvestre es introducir una clara distinción conceptual entre el
sentimiento de culpabilidad y la culpabilidad misma. El sentimiento de
culpabilidad es una solicitación engañosa de una respuesta del Otro, en las
palabras de Silvestre, “un ardid para verificar que, por sancionar la falta que el
sujeto le propone, el Otro no sabe nada de su verdadera culpabilidad […] El
sujeto propone al Otro una falta de la que sabe que no es culpable, para
continuar él mismo desconociendo la verdad de su culpabilidad”. Esta verdad, la
culpabilidad misma, no es un afecto, como el sentimiento de culpabilidad, sino
un hecho, un hecho – dice Silvestre – de existencia. (Dejaré abierta la muy
difícil pregunta de en qué consiste este hecho de existencia, pero anotaré que
si se trata realmente de una cuestión de ex-istencia, tal y como entiende este
término el último Lacan, esto parece implicar que la culpa no es solo un límite,
sino algo que también puede encontrarse más allá de este límite. Más
precisamente, es la culpa relacionada con el Otro que funciona como el límite
de una culpa mucho más fundamental).
Podemos ahora dirigirnos, en tercer lugar, al análisis igualmente excelente que
hace Jones del concepto de odio. El odio más profundo o primario, nos dice,
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probablemente representa la reacción instintiva del niño – generalmente en la
forma de rabia – cuando se confronta con la frustración de sus deseo
libidinales. Este impulso reactivo primario se fusiona comúnmente con el
componente sadístico de la libido para constituir el sadismo per se.
Posteriormente, sin embargo, el sentimiento de culpa perturba cualquier
satisfacción sádica simple. Y la reacción secundaria de odio implica un intento
de entendérselas con la impotencia que eso ha causado. El sujeto se rebela
contra la culpa proyectándola fuera e identificando el agente que prohíbe con
otra persona, la cual es posteriormente identificada a su vez con la persona
primitiva que ocasionó la frustración y con quien emergió originariamente el
sentimiento de culpa. Es en este sentido, concluye, que la capa secundaria de
culpa puede ser calificada como un retorno de lo reprimido, si aceptamos que
este retorno está estrictamente condicionado por la creación de un fantasma
en el que la otra persona se encuentra en falta, o por un comportamiento del
sujeto con respecto a la realidad que solo sirve para sostener precisamente
este fantasma.
Así que nos hace falta de nuevo otra simplificación conceptual, en este caso una
que repita nuestro análisis previo del concepto de culpa. Puesto que a lo que
nos confrontamos aquí es a dos tipos de odio: un odio relacionado con el
Otro, y un odio despegado de él.
Es con el objeto de explorar esta dualidad que ahora quisiera considerar
brevemente, en primer lugar, el desarrollo que Lacan realiza del texto de Jones
en el Seminario VII y, en segundo lugar, unos pasajes crucialmente relacionados
del Seminario XX: Aún.
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El odio a Dios
Como ya he sugerido, lo más importante que hace Lacan con los tres
conceptos de Jones es reordenarlos según su importancia.
El odio, dice, es prácticamente irrelevante en la superficialidad de su influencia.
No es nada más que el primum vivere, el límite externo que mantiene al hombre
al servicio de su supuesto bien.
La culpa ocupa una posición intermedia, obviamente más importante que el
temor pero no obstante todavía subordinada en su reflejo del odio. (Podríamos
cuestionar aquí si tal cosa es cierta de ese hecho de ex-istencia mencionado
previamente).
El odio – junto al amor, Lacan añade – es el término realmente fundamental, el
“velo” final, dice, del doble límite que va desde la muerte real arriesgada hasta
la muerte preferida o asumida, el ser-para-la-muerte (Lacan dice esto, por
supuesto, en el contexto de su lectura de la Atè de Antígona).
Ya es posible detectar una cierta ambigüedad en las expresiones de Lacan.
Puesto que si, por un lado, dice que podemos “captar aquí por qué en la
ambivalencia del amor y del odio todo autor psicoanalítico consciente […]
sitúa el término último de la realidad psíquica”, por el otro, también continúa
concibiendo el odio (y el amor) como un “velo” de otra cosa. Más
precisamente, de esa “experiencia del desasosiego absoluto”, de Hilflosigkeit,
que sirve, más allá de la pantalla protectora de la angustia, como su equivalente
(y el de Freud) de la aphanisis de Jones.
Podemos empezar a desenredar esta ambigüedad considerando las ulteriores
determinaciones de Lacan del concepto de odio, que ve – en esta etapa de su
enseñanza – como estando vinculado inextricablemente con el del superyó. El
superyó implica, siguiendo a Jones, la coartada de una moralisches
Entgegenkommen, una especie de consentimiento a la demanda moral. Como
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Lacan nos explica de forma muy precisa, “es más cómodo padecer la
interdicción que exponerse a la castración”. Si, según Freud, el superyó emerge
cuando entra en declive el complejo de Edipo, esto significa que el sujeto
incorpora su autoridad (la del superyó) en sí mismo. Es aquí que Lacan
introduce los términos de los padres real e imaginario, el primero vinculado a
la castración, el último a la privación y, crucialmente, al origen del superyó. Muy
rápidamente, el padre real es “el gran Jodedor”, la persona que ocupa
efectivamente la madre. Cuando entra en declive el complejo de Edipo, este
padre se esfuma y da paso al padre imaginario, “el padre que ha jodido al
chiquillo”. Se hace duelo del padre imaginario como alguien “que realmente
sería alguien”, y este duelo constituye “la imagen providencial de Dios”. El
superyó no es nada más que el odio a Dios.
En el Seminario XX – un seminario que promete poner el odio en “el lugar que
le corresponde” – Lacan de nuevo retoma el hilo de esta idea del odio a Dios,
y esta vez se aproxima a ella desde una perspectiva todavía más radical.
(Deberíamos anotar, sin embargo, que esta radicalidad ya ha sido preparada en
una parte anterior del Seminario VII, cuando Lacan se refiere a la famosa
respuesta de Lutero, en De Servo Arbitrio, a De Libero Arbitrio de Erasmo. Si, para
Erasmo, las buenas obras no se pueden despreciar, para Lutero, son
completamente irrelevantes, precisamente porque el odio de Dios a los
hombres los sobrepasa colocándose en una situación previa a la creación del
mundo. Dios odia al mundo, es decir, incluso antes de que se pueda decir que
el mundo es). Lutero está aquí, por supuesto, modificando el Dios de
Empédocles, un Empédocles que, como dice Lacan, Freud utilizó “de vez en
cuando como un sacacorchos”. El Dios de Empédocles es el más ignorante de
todos los seres porque no sabe nada del odio. Es este Dios, mantiene Lacan, el
que el cristianismo posteriormente transformó en “diluvios de amor”. Pero lo
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que es interesante de este amor, como siempre ocurre con Lacan, es su
inseparabilidad del odio. La desgracia de Cristo, dice Lacan, no es que salvó a
los hombres, sino que salvó a Dios al dar presencia y actualidad a la posibilidad
de odiarle. “Lo malo”, sin embargo – y aquí dejo las últimas palabras al propio
Lacan – es que Dios, “el Otro, el lugar, no sepa nada. Ya no se puede odiar a
Dios si él mismo no sabe nada, en particular de lo que sucede. Cuando podía
odiársele, podía creerse que nos amaba, puesto que no nos pagaba con la
misma moneda”.
Es aquí, para concluir, que se puede distinguir claramente entre un odio dirigido
al Otro, y un Odio absolutamente separado de él. Y as aquí que se puede
localizar claramente el odio (o Hainamoration), no en tanto que “velo”, sino – al
igual que la culpa más fundamental – como una cuestión de ex-istencia. Esto es,
en última instancia, como una cuestión de lo real del goce.
Los números anteriores de Bibliografía y Documentación pueden consultarse en: Nº 1: http://elp.org.es/wp-content/uploads/2013/06/Bibliografia_-y_documentacion_2.pdf Nº 2: http://elp.org.es/wp-content/uploads/2013/06/Bibliografia_-y_documentacion_2.pdf Nº 3: http://elp.org.es/wp-content/uploads/2013/06/bibliografia_y_documentacion_3.pdf Comisión Bibliografía y Documentación: Margarita Álvarez (responsable), Begoña Ansorena, Juan Luis Borda, Rosa Mª Calvet, Carmen Carceller, Alberto Estévez, Blanca Fernández, Concha Lechón, Esperanza Molleda y Pablo Villate.