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INFINITUD DE RULFO RICARDO YÁÑEZ El muerto era yo/ Aproximaciones a Juan Rulfo,   Andrés del Arenal y Conrado J. Arranz (coordinadores), Calygramma/SEP/Conaculta/INBA, México, 2013. Alguna vez oí, perdonarán la vaguedad de mi memoria, que alguien llegó a una biblioteca en la que un librero de respetables dimensiones acogía lo escrito sobre dos libros, todavía eran sólo dos: El Llano en llamas y Pedro Páramo, los cuales, con sus algo más de 300 páginas, casi tímidamente ocupaban el centro de la estantería. Mito o realidad histórica, la imagen como símbolo no desmerece. El muerto era yo…(frase procedente de un microrrelato de Mateo de Paz titulado precisamente “Rulfo”) viene a enriquecer ese librero con once trabajos de “escritores jóvenes de España y  México”, según apunta en la presentación Pável Granados, si bien ya se toman en cuenta la obra fotográfica, El gallo de oro y las cartas a Clara (  Aire de la s colinas ). En cuanto a la actividad como fotógrafo del jalisciense, el primer ensayo del libro, de Julián Etienne (Ciudad de México, 1981), puntualiza: “Ni encuadres anormales ni ángulos inauditos, suyo es el sencillo arte de saber posar los pies y descansar la vista” mediante el cual capta “algo inmaterial y suspendido”, “un presente al tiempo real y lacerado”, “el peso atronador que la historia tiene sobre el mundo, sobre los objetos mismos que lo configuran”. “Toda fotografía, se ha dicho hasta el cansancio, evidencia la muerta. Pero en las suyas no es tanto la muerte quien se muestra sino la supervi vencia.” Me he dado cuenta de que he venido citando del final al principio. Sigamos un momento en ese sentido para regresar luego rumbo al remate: “En la fotografía de Rulfo se conjuga el trazo de un relato escrito sobre los objetos y las caras que retrata con su visibilidad pura e impermeable a toda narración. El habla queda

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INFINITUD DE RULFO RICARDO YÁÑEZ 

El muerto era yo/ Aproximaciones a Juan Rulfo,   Andrés del Arenal y Conrado J. Arranz (coordinadores),Calygramma/SEP/Conaculta/INBA,México, 2013. 

Alguna vez oí, perdonarán la vaguedad de mi memoria, que alguien

llegó a una biblioteca en la que un librero de respetables dimensionesacogía lo escrito sobre dos libros, todavía eran sólo dos: El Llano enllamas y Pedro Páramo, los cuales, con sus algo más de 300 páginas,casi tímidamente ocupaban el centro de la estantería. Mito o realidadhistórica, la imagen como símbolo no desmerece. El muerto erayo…(frase procedente de un microrrelato de Mateo de Paz tituladoprecisamente “Rulfo”) viene a enriquecer ese librero con once trabajos de“escritores jóvenes de España y  México”, según apunta en lapresentación Pável Granados, si bien ya se toman en cuenta la obrafotográfica, El gallo de oro y las cartas a Clara ( Aire de las colinas).

En cuanto a la actividad como fotógrafo del jalisciense, el primer ensayodel libro, de Julián Etienne (Ciudad de México, 1981), puntualiza: “Niencuadres anormales ni ángulos inauditos, suyo es el sencillo arte desaber posar los pies y descansar la vista” mediante el cual capta “algoinmaterial y suspendido”, “un presente al tiempo real y lacerado”, “el pesoatronador que la historia tiene sobre el mundo, sobre los objetos mismosque lo configuran”. “Toda fotografía, se ha dicho hasta el cansancio,evidencia la muerta. Pero en las suyas no es tanto la muerte quien semuestra sino la supervivencia.” Me he dado cuenta de que he venidocitando del final al principio. Sigamos un momento en ese sentido pararegresar luego rumbo al remate: “En la fotografía de Rulfo se conjuga eltrazo de un relato escrito sobre los objetos y las caras que retrata con suvisibilidad pura e impermeable a toda narración. El habla queda

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enmudecida; nos queda la imagen de su imposibilidad.” ConcluyeEtienne: “Lo imagino así, pudoroso ante el mundo que no le pertenecepero que lo llama en voz baja. Son esas reverberaciones, esosmurmullos, lo que nosotros miramos.” 

Marta Núñez Puerto (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1985) hermana lasvisiones poéticas (poetas nombra a ambos) de Lorca y Rulfo, creadores,dice, más allá del texto, éste por su labor fotográfica y su acercamiento alcine, aquél por su pasión teatral y afición dibujística. Late en los dos “unamanera de escribir cercana al habla del pueblo. Su escritura fluye comoun retrato poético de lo popular: rural pero refinado”. Los dos “transmitenuna luminosa oscuridad, humana y temible. Abren las compuertas de lamuerte y la dejan que baile, que grite. Grito desgarrado. „Pequeñaquemadura infinita‟”. 

Hemos dicho que el título del volumen que comentamos procede deMateo de Paz. Cierto. Pero nada improbable es que el origen venga demás lejos. En entrevista con el chileno Waldemar Verdugo Fuentes, Rulfohabía declarado  –según cita Jorge Curioca (Ciudad de México, 1977):“Lo más difícil que tuve que salvar para escribir Pedro Páramo, fueeliminarme a mí mismo, matar al autor, quien es, por cierto, el primer muerto del libro. Es cierto: lo más difícil fue eliminarme a mí mismo de lahistoria.” 

Y ya que saltamos hasta la penúltima colaboración del libro, “Poesía,

narrativa y realidades paralelas que se abandonan”, digamos queconstituye  –apoyada en palabras del propio Rulfo, Hugo Mujica, PaulValéry, Clarice Lispector, Octavio Paz, David Lynch, Andrei Tarkovksy,

 Antonio Gamoneda, Juan José Saer y Roberto Juarroz –, una poéticaelemental (no olvidemos que Rulfo mismo se definía como “un hombreelemental”) de la novela rulfiana, aunque no nada más, una, para usar los términos de Mujica, “poética del vacío”. Lo interesante, lo másinteresante, de esta poética es que, juguemos con las palabras, su centroestá a la vez en todas partes y en ninguno.

En “Haces de silencio” Conrado j. Arranz (Madrid, 1979) se aboca alanálisis de dos cuentos, “Luvina” y “Diles que no me maten”, en los quebusca “la esencia poética de la narrativa de Rulfo”, “en ambos buscamosla identidad de una comunidad campesina, maniatada a una tierra que hasido devastada por el rencor, la guerra y la violencia.” En ambos casoshay un “testigo silente” del habla narrativa. La perspectiva de estepersonaje “impone el tiempo del relato: lento, casi cinematográfico por su

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división en escenas en „¡Diles que no me maten!‟, y estancado por launidad de tiempo y acción en „Luvina‟”. La memoria está unida a la tierra,sentencia Arranz. “La tierra representa en los personajes principales deestos cuentos el lugar donde está anclado el ser como parte de supasado; es imposible cambiar el destino sin vivificar la experiencia en el

presente. No es suficiente con sentir el silencio, sino que hay que atender sus suplicas. El futuro, por tanto, está fuera del discurso narrativo enambos cuentos…” 

En “Voces infantiles” Emiliano Álvarez, (Ciudad de México, 1987), seocupa de “Es que somos muy pobres” y “Macario”. “El morbo, lafascinación, la euforia son características de un loco y un niño”, afirma, yla locura en cierto modo no es sino una vuelta a la infancia. Todos,concuerda, llevamos algo de eso, pero su represión es símbolo desanidad. En el primero de los relatos el niño-narrador “no llora, no sufreexplícitamente… Simplemente describe… Y no es que la situaciónpresentada en el relato no sea, per se, conmovedora e inquietante, sinoque esas cualidades se ven fortalecidas por el hecho de que el narrador habite, tranquilamente, en esa realidad, y de que ese narrador sea,además, un niño.” Macario, por su parte, “a pesar de suinocencia y suternura, colinda con lo perverso, la enfermedad, la locura y la violencia.La intensidad generada por esas líneas tangenciales (algunas tambiénpresentes en el personaje de Felipa) es muy poderosa.” 

El espacio se termina. Mencionemos “Juan Rulfo y el cine”, el trabajo conque a manera de guión participa Ainara Vera (Pamplona, 1985), donde eldirector lee un lapidario dictum tarkovksiano: “Hay obras de las que sólose le ocurriría hacer una película a quien despreciara por igual el cine y laliteratura.” No podemos citar  in extenso, pero sí advertir que se trata deobras maestras, como es el caso de Pedro Páramo. Mencionemos “El ríode Comala: notas en un diario”, de Mateo de Paz (Bilbao, 1973), quienanota: “Entre nosotros, no hay una sola línea, una sola secuenciade Pedro Páramo que desmerezca la pena”, para enseguida advertir: “Unmomento clave para mí es aquel que llamo „Muerte de Juan Preciado‟,secuencia No. 36, donde se funden todos los tiempos en uno.” Y uno sequeda pensando que quizá en toda la novela pasa eso: todos los tiemposse funden en uno. Mencionemos “Una lectura”, de Andrés del Arenal(Ciudad de México, 1987), quien sugiere: “No obstante la importanciacomo tal en la novela, hay algo en la normalidad con que ésta se aborday se acepta  –quiénes están muertos en Pedro Páramo: todos, ninguno – que sugiere desconfiar de la preeminencia que de común se leconcede… Lo sobrecogedor dePedro Páramo es esa resignación

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paralizante que posee a las figuras hasta el punto de que vivir o morir termina siendo lo mismo…” En su lectura la novela camina “acondensarse en un sentimiento unívoco y definido  –la tristeza – comosignificado total”. Por otra parte: “Más que una narración que relata, másque un argumento Pedro Páramo fluye como una sucesión de pasajes

sin núcleo fijo ni protagonista, cuya lógica interna responde más bien alas leyes de la composición musical: una fuga que exige dejarse llevar por el curso de la prosa para aprehender su sentido y plenitud.”Mencionemos “Callar(se) en paz”, de Erea s. Folgueiras (Lugo, 1985) yHugo Martínez (Monteforte de Lemos, Lugo, 1984), sobre Aire de lascolinas, los cuales refieren lo inconveniente de “establecer que un textoes bueno si detrás de él hay un autor consagrado, en lugar de decir queel autor se consagra si  –y sólo si – de él sale un texto o unos textos quemerezcan ser leídos… Rulfo es un escritor, su valor está en la grandezade una literatura concentrada en apenas trescientas páginas…[Conocerlo] no es leer más páginas suyas, sino leer las mismas otra vezo leerlas mejor, porque ésas son las páginas que dejó antes deconsagrarse a su silencio”.