Zanetti Susana

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    yeme con los ojos. Desplazamientos en la poesa de sor Juana Ins de la Cruz

    Susana Zanetti

    El poema gana si adivinamos que es la manifestacin

    de un anhelo, no la historia de un hecho.Jorge Luis Borges, El otro

    Tensiones y confluencias configuran los estrechos lazos entre los distintos temas y

    gneros poticos elegidos por Sor Juana, anudando una red que siempre vuelve a

    inquietudes capitales, continuamente expuestas: Saber, amar, decir -saber conocer, saber

    amar y saber decir-, siempre conjugadas con una potica de la mirada, de la mirada

    barroca, subjetiva, individual, volcada en los laberintos y las anfractuosidades de la

    escritura.Si revisamos los retratos y la poesa amorosa centro esta ltima de unas pocas

    observaciones que han llamado mi atencin-, rpidamente comprobamos esas

    confluencias: ambas coinciden en hacer de la escena de escritura el centro del poema,

    una escritura nacida en la soledad y en la ausencia, mediadora ilusoria, movida por el

    anhelo de comprender auxiliada por la abstraccin, de acceder por la contemplacin, o

    por el reclamo, a la unin con el otro, pero mediadora casi siempre, de la mirada o de la

    voz. Dice el romance 61: hblente los tristes rasgos, / entre lastimosos ecos, / de mi

    triste pluma, nunca / con ms justa causa, negros. E insiste: Oye la elocuencia muda /

    que hay en mi dolor, sirviendo / los suspiros de palabras, / las lgrimas, de conceptos.

    (pp.23-24)

    En los retratos la mediacin suele duplicarse al presentar la escritura un personaje ya

    trascordado en pintura. En su clebre soneto 145 el sujeto lrico se desplaza por las

    reflexiones provocadas por un retrato que no describe, modo extremo de expresar la

    fugacidad de la belleza humana, cuya perduracin no logra el arte, sometidos ambos a la

    destruccin del tiempo. Un retrato que, bien mirado, se diluye en cadver, en polvo,

    en sombra, en nada.2

    1Para todas las citas de este trabajo utilizo la edicin de las Obras completas de SorJuana Ins de la Cruz, edicin, prlogo y notas de Alfonso Mndez Plancarte, Mxico,Fondo de Cultura Econmica, 1954, v. 1, Lrica personal. Los versos citados son de

    pp.23 y 24.2 Los dos ltimos versos dicen: es un afn caduco y, bien mirado, / es cadver, es

    polvo, es sombra, es nada. (p. 277) Vase mi anlisis de este soneto en Sor Juana Ins

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    Rasgo singular ste de la poesa de Sor Juana, caracterizado por la supresin de la

    referencia directa a los elementos referidos, que se expresan a partir de la mirada de

    quien contempla y en imaginado dilogo con un t, aqu el lector, mediado por la

    escritura.3 El espacio se vaca entonces de objetos y sujetos, que son explcitamente

    ausencia en muchsimos casos.En otros, notables por la conjuncin del retrato con la poesa amorosa, el poema se

    concentra en la contemplacin de la retratada, que ser la mayora de las veces su

    protectora y mecenas, Mara Luisa Gonzaga, Marquesa de la Laguna, Condesa de

    Paredes.4O goza en competir con la pintura, en detenerse en la belleza del personaje,

    como en el esplndido romance 61, que se inicia con la metfora de la escritura

    celestial, la nica que puede trazar la imagen de la condesa, nimbada por la luz de

    Apolo, y cierra con la referencia a su propia rstica escritura.5El poema despliega un

    riqusimo universo metafrico que se desplaza por complejas referencias mitolgicas,jurdicas, geogrficas, en las que encarna la anglica forma de Lysi, nombre

    indicativo del sentido de su lazo con la condesa, pues es ttulo de la obra de Platn sobre

    la amistad. El retrato sigue el orden clsico, sustentado en slida arquitectura,

    encolumnada por minerales preciosos (prfido, marfil), que se detiene en las piernas,

    generalmente eludidas en los retratos. El notable empleo de los procedimientos poticos

    predilectos del barroco (los continuos oxmoros, hiprbatos o bimembraciones) otorgan

    al cuerpo un movimiento intenso, que da a la quietud, a la serena majestad de la

    condesa, las vehemencias de un escorzo, presentes tambin en la eleccin de los

    esdrjulos iniciales de todos los versos del romance:

    de la Cruz, Primero sueo y otros textos, Estudio preliminar por Susana Zanetti, BuenosAires, Losada, 1998. Para el anlisis de los retratos descriptos a partir de una pintura, y

    para ste especialmente, es interesante tener en cuenta los vnculos con el romance 89,dedicado a la condesa de Paredes. Cito solamente la estrofa final, reflexin ltima sobreel tema de la perduracin: Oh Lysi, de tu belleza / contempla la Copia dura, / muchoms que en la hermosura / parecida en tal dureza! // Vive, sin que el tiempo ingrato / tedesluzca; y goza, igual, / perfeccin de Original / y duracin de Retrato (p. 224)3En el romance 17 el extenso hiprbaton (abarca del verso 9 al 24) destaca la puesta enescena de la escritura.4Como sabemos, se encarga de la edicin de las Obras completasde Sor Juana, a suregreso a Espaa en 1688, luego de haber residido en Mxico a partir de 1680,acompaando la gestin de su esposo, el virrey Marqus de la Laguna.5As se inicia este romance: Lmina sirva el Cielo al retrato, / Lsida, de tu anglicaforma: / clamos forme el Sol de sus luces; / slabas las Estrellas compongan. Yconcluye: Indices de tu rara hermosura, / rsticas estas lneas son cortas; / ctarasolamente de Apolo, / mritos cante tuyos, sonora, pp. 171 y 173.

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    Bsforo de estrechez tu cintura,

    cngulo cie breve por Zona;

    rgida, si de seda, clausura,

    msculos nos oculta ambiciosa. (173)

    La vehemencia se palpa en los desplazamientos en el espacio geogrfico, conjugado en

    metforas de la mirada de quien contempla el retrato, metforas basadas en las

    oposiciones entre el mineral inerte y la vida vegetal, entre lo fro y lo clido, entre

    inocencia y deseo: Pmpanos de cristal y de nieve, / cndidos tus dos brazos, provocan

    / Tntalos, los deseos ayunos; / mseros, sienten frutas y ondas. // Dtiles de alabastro

    tus dedos, / frtiles de tus dos palmas brotan, / frgidos si los ojos los miran, / clidos si

    las almas los tocan. (pp.172-173). La belleza de la condesa se convierte en espectculo

    que muestra la diversidad del mundo y las posibilidades de la poesa de representarlo.Un tratamiento muy diferente, pero de similar concepcin neoplatnica es el refinado

    romance 19. La contemplacin (el primer vuelo) del retrato de Mara Luisa impulsa la

    atrevida empresa de escritura, segundo arriesgado vuelo, hasta el Alczar, el espacio

    celestial, morada de la virreina. El romance trama dos lneas fundamentales de ste y

    muchos de los poemas dedicados a la condesa. Por un lado, la temeridad y el delito

    definen el ascenso, asimilando la escritura del retrato a la osada de Icaro y Faetn,

    osada de alcanzar esa deidad, cuya enceguecedora perfeccin, no impide sin embargo

    al pensamiento copiar su luciente forma.6 Por otro, la contemplacin fecunda la

    adoracin, definida con singular pasin (si bien ceida a los motivos propios del amor

    corts), con el nuevo riesgo de aceptar el desdn, la herida de tocar ese lucimiento

    bien as, como la simple / amante que, en tornos ciegos, / es despojo de la llama / por

    6 Respecto de las mltiples relaciones que se pueden establecer entre los poemas deamistad amorosa y los retratos dedicados a Mara Luisa, me parece oportuno sealar loslazos entre este romance y el romance 103, uno de cuyos aspectos expresan claramenteestos versos: Qu pincel tan soberano / fue a copiarte suficiente? / Qu numen movi

    la mente? / Qu virtud rigi la mano? / No se alaba el Arte, vano, / que te formperegrino: / pues en tu beldad convino / para formar un portento, / fuese humano elinstrumento, / pero el impulso, divino. (p. 240). Ajenos a la expresin de amistadamorosa, son los retratos jocosos, como el ovillejo 214, burla de su atrevimiento dequerer ensayar la kfrasis, contando solo con su ignorancia en pintura y con gastadasfrmulas literarias. Lo finaliza, sin embargo, afirmando el valor de su escritura,refrendada por su firma (Y con tanto, si a ucedes les parece, / ser razn que ya elretrato cese; / que no quiero cansarme, / pues ni aun el coste han de pagarme. / Veinteaos de cumplir en Mayo acaba. / Juana Ins de la Cruz la retrataba. , p. 330)

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    tocar el lucimiento; // como el nio que, inocente, / aplica incauto los dedos / a la

    cuchilla, engaado / del resplandor del acero (p. 56)

    La fruicin acompaa las descripciones del cuerpo de la retratada, ellas resultan de un

    sujeto que pinta, cincela o esculpe, intentando dar al poema la permanencia de la joya,

    como ocurre en su clebre retrato condensado, valindose nuevamente de referenciaslujosas que se van deslizando de la belleza fsica a la del espritu, evocada por la pureza

    del oro y por los destellos luminosos del blanco. Comprendido entre los poemas dentro

    de la tradicin del amor corts, trabajados por Sor Juana poniendo en escena los tpicos

    del vasallaje, es uno de sus poemas de amistad amorosa, homenaje a la belleza y a la

    dignidad social de la condesa de Paredes, acentuadas en el final de esta dcima de pie

    quebrado, en el verso El cetro de Amor se ve. Poema casi sin verbos, construido con

    formas nominales, en una enumeracin descriptiva prodigio de arquitectura (alarde

    apenas apoyado en un breve pie), sabe escoger los recursos poticos que se hagan cargodel movimiento7:

    :

    Tersa frente, oro el cabello,

    cejas arcos, zafir ojos,

    bruida tez, labios rojos,

    nariz recta, ebrneo cuello;

    talle airoso, cuerpo bello,

    cndidas manos en que

    el cetro de Amor se ve,

    tiene Fili; en oro engasta

    pie tan breve, que no gasta

    ni un pie. (p. 261)

    7Rosario Ferr en El misterio de los retratos de sor Juana establece la relacin deellos con la poesa amorosa, pues entiende que sus retratos se basan en sentimientos deamor o sympathospor el modelo. En Escritura ,a. X, n. 19/20, en.-dic. 1985. Puedeconsultarse sobre el tema, entre otros aportes, los de Georgina Sabat de Rivers, SorJuana y sus retratos poticos, en su En busca de Sor Juana, Mxico, UNAM, 1998. Yde la misma crtica Sor Juana: la tradicin clsica del retrato potico, en Estudios deliteratura hispanoamericana. Sor Juana Ins de la Cruz y otros poetas barrocos de lacolonia, Barcelona, LHU-6, 1992.

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    El recelo, un motivo barroco importante en las significaciones de los textos de Sor

    Juana, compromete los desplazamientos de la mirada a la mirada del otro - de un sujeto

    lrico atento al engao que entraan los sentidos psicolgicos, sociales y ontolgicos de

    la apariencia. Motivo importante de su poesa amorosa, lo encontramos engarzado con

    el desplazamiento buscado y deseado de la fama que lleva lejos sus escritos, quebrandola clausura de su celda de monja. Recordemos el romance 51, cuyo epgrafe explicativo

    aclara: En reconocimiento a las inimitables plumas de Europa, que hicieron mayores

    sus Obras con sus elogios: que no se hall acabado.8De ella se vale haciendo suyas las

    quejas y reclamos de la voz femenina del romance 4, para defender su derecho a

    desobedecer el violento mandato de fingir un amor que solo ser apariencia, disimulo,

    vano disfraz, acudiendo a reiteraciones anafricas de dualidades contrarias, que

    dramatizan los encabalgamientos, las violentas anttesis y oxmoros de la constelacin

    semntica de la tpica clsica, fuego/ hielo o ardor/ ceniza, expuesta en figuras querecurren a la mirada, gozne del razonamiento de su rechazo de Silvio y de su eleccin

    de Fabio:

    Ved que es querer que, las causas

    con efectos desconformes,

    nieves el fuego congele,

    que la nieve llamas brote. (p.18)

    El anlisis lgico y la reflexin razonadora sostienen la demanda del sujeto lrico (El

    es libre para amarme, / aunque a otra su amor provoque; / y no tendr yo la misma /

    libertad de mis acciones?, p. 20), que cierra su defensa poniendo en escena el enigma

    de la eleccin amorosa, uno de los ncleos de estos textos (Su ser es inaccesible / al

    discurso de los hombres, / que aunque el efecto se sienta / la esencia no se conoce.,

    21)9Ms cercano a la tradicin petrarquista, lo presenta la redondilla 84. Desde el inicio

    8Tanto pudo la distancia / aadir a mi retrato? / No soy yo la que pensis, / sinoes que all me habis dado / otro ser en vuestras plumas / y otro aliento en vuestroslabios, // y diversa de m misma / entre vuestras plumas ando, / no como soy, sino como/ quisisteis imaginarlo. (p.158-159)9Sobre la poesa amorosa de Sor Juana pueden consultarse, entre otros textos crticos:Antonio Alatorre, Un tema fecundo: las encontradas correspondencias, en Nueva

    Revista de Filologa Hispnica, T.LI, 1, ao 2003; Carlos Blanco Aguinaga, Amor-locura en sor Juana y Quevedo en Cedomil Goic. coord, Historia y crtica de laliteratura latinoamericana, Barcelona, Crtica, v. I, Epoca colonial; Jos P. Bux, Sor

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    ya plantea la inefabilidad del sentimiento amoroso, cuyo sentido interroga apoyada no

    en el saber sino el sentir, expresado en una oposicin que atraviesa todo el poema:

    Este amoroso tormento

    que en mi corazn se ve,s que lo siento, y no s

    la causa porque lo siento. (213)

    Los desplazamientos de la mirada, de la razn o de la introspeccin, tanto como los de

    la comunicacin sustentada en la palabra, sern sin embargo insuficientes, intiles

    porque no consiguen propiciar o afianzar la unin. Quizs tampoco disuelva el recelo el

    don de los fluidos corporales -el llanto, imagen de la sangre-, cuyo movimiento acenta

    el pretrito imperfecto de los cuartetos para destacar la entrega del sujeto lrico en elsoneto 164:

    Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

    Como en tu rostro y tus acciones va

    Que con palabras no te persuada,

    Que el corazn me vieses deseaba; (287)

    Estos pocos ejemplos muestran cmo la mirada posibilita la variedad con que el sujeto

    fabula los vericuetos de la pasin, desplazndose por las tradiciones del amor corts o

    Juana Ins de la Cruz: amor y cortesana, en Margarita Pea, comp., Cuadernos de sorJuana, Mxico, UNAM, 1995; Gabriela Mogillansky Cun violenta la fuerza deldeseo (voz femenina y tradicin en la poesa de Sor Juana Ins de la Cruz), en Mora-

    Revista del rea Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer, No.2, Universidad deBuenos Aires, 1996; Octavio Paz, Sor Juana o Las trampas de la fe, Mxico, FCE,1981; Georgina Sabat de Rivers, En busca de sor Juana, Mxico, UNAM, 1998, cap.Heronas de amor trgico en cinco sonetos de sor Juana y Veintin sonetos de SorJuana y su casustica del amor en Sara Poot Herrera, Sor Juana y su mundo. Unamirada actual, Mxico, Claustro de Sor Juana, 1995.

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    de la petrarquista, con fuertes vnculos con las concepciones neoplatnicas, ms cerca o

    ms lejos de las transformaciones barrocas que tensionan la herencia renacentista.10

    La voz y la escritura

    Como ya hemos ido viendo, un buen nmero de los textos poticos de Sor Juana ponen

    en primer plano, o como trasfondo, la escritura del poema, ntimamente ligada a la

    mirada, y siempre acentuando la soledad tanto como la bsqueda del dilogo. En alas

    de papel frgil y con la pluma trotando, como dice el romance 37, los poemas

    despliegan un movimiento que sortea distancias, sea para borronear la ausencia del

    amado o para introducirse en la cotidianidad mexicana, vedada por la clausura del

    convento, mediante el envo de nueces, juguetes o versos a su mecenas, hasta alcanzar,

    urgida por la prisa de los traslados, a la lejana metrpoli, como dir en el Prlogo allector, incorporado a la edicin del tomo I de su obra (1690), de esos versos que

    editados y vueltos a editar cimentaron su fama, a la que ya me refer.

    Vuelta voz en el ruego o el reclamo, la escritura fabula el dilogo: Escucha, Fabio, mis

    males, Oye mi altivez postrada, ruega en el romance 5. Nuevamente en el 6,

    romance de despedida citado al comienzo de este artculo, se funden la voz y la letra

    que, como dbil eco de la pasin, llegar borroneada por el llanto y por la impaciencia

    de los ojos que se anticipan a decir. La recurrente retrica del reclamo se carga entonces

    de advertencias al amado, insistiendo en un serie de construcciones anafricas en las

    cuartetas encabezadas por el verbo mirar, haciendo valer su doble significado (cuidar y

    atender con el de fijar la vista): las estrofas despliegan un intenso dramatismo que se

    traslada de la metfora introducida por la hiprbole de la primera

    (Mira la fiera borrasca / que pasa en el mar del pecho, / donde zozobran, turbados, /

    mis confusos pensamientos., p. 24) a sorprendentes imgenes concretas de la muerte

    del cuerpo y del alma:

    Mira, cmo el cuerpo amante,

    10Puede consultarse sobre la poesa amorosa en la literatura espaola de los Siglos deOro, especialmente para las tradiciones del amor corts, petrarquistas y neoplatnicas,que no me detengo a analizar, pues he elegido hacer solo algunas observaciones acercade la presencia del espacio en la poesa amorosa de Sor Juana, los siguientes aportescrticos: Otis H. Green, Espaa y la tradicin occidental. El espritu castellano de laliteratura desde El Cid hasta Caldern, Madrid, Gredos, 1969, v. 1; Guillermo Sers,

    La transformacin de los amantes. Imgenes del amor de la antigedad al Siglo deOro, Barcelona, Crtica-Grijalbo-Mondadori, 1996.

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    rendido a tanto tormento,

    siendo en lo dems cadver,

    slo en el sentir es cuerpo.

    Mira cmo el alma misma

    aun teme, en su ser exento,que quiera el dolor violar

    la inmunidad de lo eterno. (24)

    Es notable cmo los movimientos de la mirada en el espacio se refractan en los de la

    pluma en la escritura, exacerbados al amparo de la retrica barroca. Los rudos

    encabalgamientos y el mpetu de los largos perodos que rehyen el punto final,

    entregados a los labernticos desplazamientos que imponen los hiprbatos, las anttesis o

    las proliferaciones, prontas a seccionar el verso, se conjugan para expresar lasdistancias, la violencia impuesta por la separacin. La serie imperativa de los reproches

    por una ausencia que privar al sujeto de la vista y el encuentro de los cuerpos recurre

    enseguida a las interrogaciones retricas, ejemplo en el que el poema amoroso se

    distancia de la retrica espiritual de la tradicin del amor corts: Qu no he de ver tu

    semblante, / que no he de escuchar tus ecos, / que no he de gozar tus brazos / ni me ha

    de animar tu aliento? ( p. 25).

    En muy pocos casos, y as sucede en ste que muy brevemente consideramos,

    accedemos a la presentacin del espacio al que el poema se refiere: el sujeto lrico

    escribe sin que ningn elemento ajeno a l mitigue el sentimiento de carencia. Esta

    soledad extrema solamente cambia en dos ejemplos notables. Por una parte, la

    dimensin el paisaje planetario de la noche de Primero sueoacenta la soledad de la

    empresa de conocimiento. Por otra, los intensos movimientos simblicos estrechan los

    lazos entre espacio y tiempo, en los ascensos y cadas, ordenados por el sujeto que

    enuncia el poema, subrayados ya desde el comienzo en la compleja y artificiosa

    descripcin inicial del ascenso de la pirmide de sombras - emblema del fracaso que

    luego expresan las pirmides de Egipto y la torre de Babel.

    El otro ejemplo, al cual he buscado llegar en esta escueta y rpida presentacin, es la

    lira 211. Como sabemos, se trata de estrofas de seis versos de endecaslabos con

    heptaslabos, con una rima que destaca a los dos pareados. Atenta al modelo

    renacentista utilizado por fray Luis de Len para traducir a Horacio, sor Juana consigue

    un texto de refinada sonoridad, con rimas entre inicio y final de verso, de paralelismos

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    anafricos entre estrofas y versos. Ellos modulan tan singularmente el reclamo del

    sujeto lrico, entregado a convertir el llanto en la ofrenda al amado, del eglgico prado

    deleitoso de Garcilaso, recreacin de la tradicin petrarquista en la cual de las lgrimas

    flua el agua del arroyo tpico del locus amoenusrenacentista.

    El lamento subrayado por la dulzura amorosa (Amado dueo mo, dulce encanto,prenda amada, etc.) es la expresin del dolor confiado a la escritura (as lo connota la

    rima inicial, mo, fo):

    Oyeme con los ojos,

    ya que estn tan distantes los odos,

    y de ausentes enojos

    en ecos, de mi pluma mis gemidos;

    y ya que a ti no llega mi voz ruda,yeme sordo, pues me quejo muda. (313)

    Sin embargo, la escritura es eco lanzado al viento que la distancia desvanece y

    borronea como amenaza con alejar las esperanzas del encuentro, nuevamente

    acentuadas por las anforas, evidentes en los versos recin citados. Fabio recibir el

    pedido proyectado en el paisaje. En l volcar su dolor el sujeto lrico en un extenso

    primer momento de la lira, pero revirtiendo el reproche en don destinado a sustentar el

    disfrute del amado (Si del campo te agradas, / goza de sus frescuras venturosas, / sin

    que aquestas cansadas / lgrimas te detengan, enfadosas; / que en l vers, si atento te

    entretienes, / ejemplo de mis males y mis bienes., p. 313). Las frescuras venturosas

    parecieran exacerbar la recurrente imagen de Dafne convertida en laurel, en aquel rbol

    que provea de sombra a la desdichada soledad de Petrarca, pero no para expresar la

    huida sino el encuentro ansiado, haciendo del ramo verde encarnacin de la esperanza:

    Si ves que triste llora

    su esperanza marchita, en ramo verde,

    trtola gemidora,

    en l y en ella mi dolor te acuerde,

    que imitan, con verdor y con lamento,

    l mi esperanza y ella mi tormento. (313-314)

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    El placer de Fabio procede de los bienes de su dolor, el paisaje habla de ella, en l se

    vuelve palpable su presencia. Las lgrimas alimentan el arroyo, colmado de adjetivos

    que expresan su encanto (parlero, galn, lisonjero, sonoro): en su corriente mi dolor te

    avisa / que a costa de mi llanto tiene risa. Enseguida el llanto se adensa en el gemido y

    el tormento de la trtola, de los versos arriba citados, que da entrada a nuevaspersonificaciones del sujeto lrico en imgenes que ensombrecen el paisaje y lo

    dramatizan con expresiones antitticas que se proyectan encabezadas por

    construcciones anforicas con que se inician las estrofas: Si ves .

    En ellas quien era galn de las flores en el prado ser la flor delicada en el peasco

    duro, el ciervo herido que huye precipitndose en busca de refugio y agua en el

    arroyo helado o la liebre encogida, amenazada por los galgos fieros. Elipsis y

    parfrasis de matriz gongorina de motivos tradicionales como los recin nombrados,

    evidencian el seguro pulso potico de Sor Juana, apoyado sobre todo en el movimientoposibilitado por la combinacin de los versos de tan diferente medida y los

    desplazamientos de la sintaxis:

    Si la flor delicada,

    si la pea, que altiva ni consiente

    del tiempo ser hollada,

    ambas me imitan, aunque variamente,

    ya con fragilidad, ya con dureza,

    mi dicha aqulla y sta mi firmeza. (314)

    La mirada se vuelve al cielo, al cielo claro, proyeccin de la claridad del alma, pronta

    a ensombrecerse. En un breve regreso a la escritura, entramos al segundo momento en

    el cual el sujeto lrico se entrega a la fantasa del reencuentro, desplegado en

    interrogativas anafricas desde el apartamiento de las tinieblas de la ausencia a la luz

    irradiada por la persona amada (Mas cundo, ay gloria ma! / merecer gozar tu luz

    serena / Cundo llegar el da / que pongas fin a tanta pena? p. 314). En refinadas

    hiprboles vuelve dicha, invirtiendo las dolorosas imgenes del primer momento: la voz

    de l herir delicada o inundar lo que antes fuera arroyo helado, pero ya no huyendo

    acosada como el ciervo o la liebre. El velado reproche es ahora solo llamado exultante,

    esperanzado:

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    Ven, pues: que mientras tarda tu venida,

    aunque me cueste su verdor enojos,

    regar mi esperanza con mis ojos. (315)

    En la lira 211 culmina una lnea de la poesa amorosa de Sor Juana, ligada a la retricadel llanto, que establece relacin estrecha con el anlisis y la introspeccin,

    privilegiando los caminos que abren a ellos la fantasa y el sentimiento. Algunas veces,

    muy pocas, quizs solo en esta ocasin, fantasa y sentimiento se funden para diluir la

    soledad, que sin dudas preside su trabajo intelectual y su escritura, para celebrar la dicha

    de la unin.

    Indice onomstico

    Alatorre, Antonio

    Blanco Aguinaga, Antonio

    Borges, Jorge Luis

    Bux, Jos P.

    Ferr, Rosario

    Gonzaga, Mara Luisa, Condesa de Paredes

    Goic, Cedomil Bux,

    Green, Otis H.

    Mndez Plancarte., Alfonso

    Mogillansky, Gabriela

    Paz, Octavio

    Pea, Margarita

    Poot Herrera, Sara

    Sabat de Rivers, Georgina

    Sers, Guillermo

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