…entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo… Jesús, al llegar, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Lucas 19, 1-10.
El hombre que busca
Zaqueo, jefe de publicanos, rico, despreciado por
amasar una fortuna a costa de los demás, era
considerado un pecador.
Y, sin embargo padecía una gran pobreza
interior, que todo su dinero no podía paliar.
Quería conocer a Jesús…
Ansiaba conocerlo
Era bajo de estatura, así que subió a una higuera para verlo pasar.
No le importó la multitud, ni el esfuerzo, ni exponerse a hacer el ridículo.
El hombre que busca se apresura, corre, sube al árbol: quiere ver.
Y se produce el encuentro:
la mirada de Zaqueo
se cruza con la mirada pura,
llena de amor, de Jesús.
Esa mirada lo dignifica
como persona.
Es un pecador,
pero es mirado con amor y
compasión.
Es una mirada que lo sacude por dentro y lo transforma.
La imagen de Zaqueo subido al árbol nos recuerda que para encontrar a Dios hemos de saber mirar las cosas desde arriba, ampliando nuestros horizontes.
Cuando nos cerramos, nuestras miras son estrechas y egoístas, y somos incapaces de ver más allá de nosotros mismos.
Jesús actúa con total libertad.
No le importan las críticas ni las
murmuraciones. Actúa llevado por el
amor; sabe que el publicano tiene
hambre de él y que lo ha buscado con
afán.
Una vez más, el pastor sale a buscar
la oveja perdida.
Jesús desea alojarse también en nuestra casa. Quiere ser el huésped de nuestro corazón.
El encuentro obra un cambio.
Una vez Zaqueo se convierte, siente la necesidad de devolver lo injustamente apropiado.
Este es el efecto de la conversión. El verdadero encuentro con Jesús nos hace replantearnos todo
cuanto somos, hacemos y tenemos.
Seis pasos marcan el itinerario de Zaqueo y de todo hombre que anhela a Dios:
búsqueda, conversión, perdón,
alegría, generosidad, salvación.
Zaqueo encontró la perla preciosa: Jesús.
Con él comienza una nueva vida.
Atrás queda su pasado. Por eso dice Jesús: «Hoy el Reino del Cielo ha entrado en esta
casa».