7/25/2019 Amrica latina y los nombres de la utopa
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mrica latina
y
los nombres
e
la utopa
a envergadura de
un
doctorado
sobre Amrica latina como el que se practica
en el
Centro
de Estudios Avanzados est marcada por
una
premisa que lo
ula: la
bsqueda
del saber
no
agota las preguntas; ms
bien
las multi
plica. El conocimiento. al menos en l campo de las llamadas Ciencias Sociales,
exige
que
las respuestas aceptadas
en
una poca admitan la posibilidad
de
ser
provisorias, esto es, que nuevas indagaciones, nuevas experiencias, puedan perfec
donarlas.
Llegado
el
caso.
el
rigor del conocimiento debera predisponer a
que
el
investigador no se incomode ante la necesidad de reformular radicalmente an
aquellas respuestas que alguna vez consider definitivas.
No
se trata,
por
supuesto.
de evitar propuestas de caminos acertados para superar los numerosos y a veces
graves) problemas
que
enfrenta la regin. La pluralidad
de
enfoques, premisa
que
orienta la propuesta doctoral del CEA, aspira a encontrar
un
lugar
de o n v e r g e n ~
cia
en el
trabajo creador
de
quienes lo cursan. El presente
nmero de Estudios
es
una muestra significativa
-pero
slo una muestra- de las heterogneas miradas po
sibles
cuando
hoy se
intenta meditar
sobre esta porcin del
continente
americano
que ha adoptado l nombre de Amrica latina .
Podra intentarse -y no sera menos cierto que otras formas consagradas- una
historia
de
Amrica latina pautada sobre las discrepancias entre los nombres
con
que
se pretendi
se
pretende?) bautizarla. Sera
un
relato lleno
de
enigmas y
provocadores acertijos, que podra
dar cuenta
no
slo del devenir
de
nuestras
naciones, sino
de
la manera
con que
el viejo
mundo
construy su mirada sobre
si mismo y la
aposent
en esta fraccin de la geografa terrena. La bibliografa de
apoyo es abundante y
an
reclama atencin de nuestros investigadores. En
un
sentido nada
superficial, esto
que
llamamos Amrica latina es la tierra
de
la
uta.
pa. El relato
de
Tomas Moro que consagr el trmino, evoca
una
isla, la del reino
de
Utopa, a la
que
habra tenido acceso
un
acompaante
de
Amrica Vespucio
en uno de
sus viajes que, a su vez,
han
sido puestos
en duda por
la historiografa
contempornea.
La Utopa como
acto imaginario que se apoya
en
un
viaje que,
para algunos, slo fue
producto
de la imaginacin
y
los intereses) del marino que
ofreci su nombre para denominar al Nuevo Mundo.
Con
frecuencia se acepta la versin de
que
el nombre de Amrica latina fue
un
invento del francs Michel Chevalier. consejero
de Napolen
Ill,
que
a mediados
del siglo XIX imagin incorporar estas tierras al rea
de
influencia
de
la potencia
francesa.
La
invasin
de
Mxico fue parte
de
un
plan mucho ms ambicioso: reem;
plazar la tradicin impuesta por el dominio hispnico a favor de la legitimidad de
una cultura, la latina, que estableca
un
tronco comn con Francia. Al fin y al cabo
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ESTUDIOS N
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(Otoo 2009) 7 8
en Francia, y no en Espaa. haban encontrado inspiracin quienes sustentaron la
independencia de estos pase
s.
Amrica latina, estrictamente,
no
exista antes de
ser no
mbrada
por el clculo francs y slo
qued
institucionalmente legitimada
un
siglo despus:
en
1948 las Naciones
Unidas
registra su nombre
en
la creacin
de la CEPAL (Comisin Econmica para Amrica latina). Podra sospecharse
que
empezaba otra historia que an nos recorre. La pugna de nombres, sin embargo,
sigue habitando, con diversos matices, nuestras conjeturas: Hispanoamrica nos
acerca a Espaa
tanto
corno lberoamrica acepta
un
lugar para Portugal, j u n ~
to con Espaa. Casi todos prescinden del hecho que los pueblos originarios
cuya reivindicacin ha tornado inusitada fuerza en las actuales elaboraciones sobre
t(Amrica latina , nada tienen de latinos. Tampoco estaba presente
el
rasgo latino
en
la famosa
Carta
de Jamaica , escrita por
Simn
Bolvar en 1815, y consagrada
como fundamento conceptual y poltico de la
hermandad
de los pases americanos
que
aspiran a su autonoma.
Otra
vez la imaginacin
como
verdad estricta: la carta
de Bolvar, dirigida a
un
influyente habitante de Jamaica. slo fue leda en ingls
tres aos despus
de
escrita y recin en 1825
en
castellano a
partir de
la versin
inglesa. El conocimiento de estos hechos slo puede incomodar a
un
esencialismo
fundamentalista que se afirma
en
la idea
de una
historia que ya est escrita desde
antes
que
ocurra. Por el contrario. parece ms acertado pensar
que
la verdad
de
la Carta de Jamaica,
por
ejemplo, no der
iva
del texto mismo como
mandato f n ~
cado en el pasado, s
ino
de la memoria
que
la actualiza en
el
presente.
La idea de nuevo
mundo
es tal vez el ms slido aporte de Amrico Vespucio.
que as llam a
una de
sus cartas, y que sirvi para repensar todo
el
pasado y v e n ~
turar
perspectivas hacia
el
porvenir. A esto alude segura
mente
la importancia que
Hannah
Arendt atribuye
el
descubrimiento
de
Amrica
en
la construccin
de
la
modernidad. La
p
ote
ncia
que
desencadenaba
el
desc
ubrimiento
conclua
un
largo
pasado y el futuro se abra
sin
cartografa previa: Amrica estaba
en
los
c i m i e n ~
tos de las utopas y con el transcurrir de los tiempos -por razones que a lo mejor
pueda describir la historia- esta porcin de Amrica que hoy llamamos Amrica
latina se volvera depositaria
de
sueos y
de
consolidados modelos explicativos.
All, en esta enigmtica fuerza, convendra buscar los rastros que estaban en la i m ~
ginacin
de
Hctor Murena
cuando
escribi El pecado original
de
Amrica)'. O
en la de Juan Larrea, el insigne y casi olvidado poeta espaol, cuando hacia 1956
fund
en
la Universidad Nacional
de
Crdoba, el Instituto del Nuevo Mundo,
donde aspiraba a consolidar su visin teleolgica de
una
Amrica que encontraba
profticos enunciados
en
la poesa
de
Csar Vallejo.
Amrica latina, hablada as, desde todos los lenguajes,
nos
instala
ante
el
i e s g ~
so desafio de pensar el
mundo.
Hctor Schrnucler
8
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