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Triste, Solitario y Final. La argentinidad como creacin artstica y cultural
Especialmente un calificativo se impone al terminar de leer Triste, Solitario y Final: entraable.
Como han dicho muchos ya, esta novela de Osvaldo Soriano -a la vez inicitica y consagrada- se
erige como un magistral homenaje: al cine, al humor, a las novelas negras, a los dolos Pero no
es solo de esto de lo que queremos hablar, sino tambin de la realizacin de las formas en ella, del
grotesco brutal que significa -una mezcla equilibrada de risa y de llanto, de belleza y fealdad, en
definitiva: de comedia y tragedia-. Y nos sentimos tentados a afirmar que esta condicin, tan
particularmente referida por muchos lectores (lo que justifica sus diversas traducciones) es
especialmente decodificada por nosotros, los argentinos. En otras palabras, leemos en esta genial y
entretenida novela una variada gama de matices significativos que tienen la fuerza de
incrustarse en el imaginario social de nuestra cultura rioplatense.
Esta idea, para nada original, no es ms que el encuentro fortuito resultante de la inquietud
provocada por la lectura de esta obra -una especie de exaltacin innombrable- y un valioso trabajo
crtico que pudo poner nombre a dicha movilizacin. Se trata del apartado Absurdo y derrota.Literatura y poltica en la narrativa de Osvaldo Soriano y Toms Eloy Martnez , a cargo de
Claudia Romn y Silvio Santamarina .
Si bien en el trabajo crtico mencionado el material literario objeto de anlisis es la obra posterior
de Soriano, consideramos que algunas categoras y conceptos sern muy productivos tambin en
el intento de un acceso ms profundo a la novela que nos convoca. Por otra parte, la eleccin de
este material se justifica en el hecho de que forma parte de un estudio para nada convencional, una
historia de la literatura, justamente, crtica, en donde incurren esfuerzos por desnaturalizar los
criterios tradicionales de legitimacin del canon literario nacional. Todo esto, en funcin de la
perspectiva terica que nos servir de marco.
En la bsqueda de nuestro objetivo, nos valdremos de los aportes de Raymond Williams,
expuestos en su libro Materialismo y Literatura, por lo que este trabajo pretende ser un anlisis
literario alineado en su materialismo cultural . Siguiendo a este autor, pretendemos pensar el
material esttico en su contexto de origen, para recuperar una conciencia histrica de l y poder
relacionarlo luego con nuestra cultura, entendida no como acumulacin de conocimientos
legitimados por sistema de valores de la burguesa, sino como toda creacin humana, en nuestro
caso, particularmente creacin a partir del lenguaje. La literatura, en este sentido, es creacin a la
vez social y de sociedad.
La novela en cuestin, desde la perspectiva que pretendemos construir, es un ejemplo perfecto de
realizacin del lenguaje en contra de concepciones hegemnicas de cultura. Desde un principiosus personajes -caricaturescos, oclusivos, gastados, acabados- son la viva representacin de la
vida en la periferia, de la vida a partir de la exclusin, de la vida como fuerza de posibilidad
independiente de las condiciones adversas, pero a la vez, de la vida como infinito absurdo. Esta es
una forma reiterada en la trama, por ejemplo, cuando el do protagnico irrumpe en la oficina de
Dick Van Dyke, en donde este les lanza una encrespada evaluacin:
-Son un par de locos. Primero entran sin permiso, tan rotosos como vagabundos, despus usted se
sienta en mi mejor silln como si estuviera en su casa y me hace preguntas impertinentes. Su
amigo provoca a mi secretaria y se hace golpear, luego pelean ustedes y se insultan. Esto es
demasiado!
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Si, con Williams, consideramos a la literatura como categora ideolgica, no podemos dejar de
sealar que tambin en este caso la novela de Soriano propone la inclusin de formas perifricas.
En otras palabras, los artistas populares (Charles Chaplin, el Gordo y el Flaco), la novela negra
(Marlowe tomado de las novelas de Raymond Chandler), el periodismo (el autor, reconocido
periodista, como personaje de su propia obra), el tango, el circo en Triste, Solitario y Final,
forman parte de la literatura:
Ollie camina lentamente hacia las luces del escenario donde las cmaras estn listas. No sabe por
qu, pero otra vez recuerda los rosedales, las mujeres tmidas y los hombres implacables que las
toman del brazo. Los compases del tango ( ). El tango ha dejado de orse y el Gordo sonre
frente al Flaco y le hace un gesto cmplice. El flaco entiende y sonre tambin. Ahora recuerda su
viaje a la Argentina, en 1914, sus acrobacias de payaso en un teatro cntrico () .
Por otra parte, definamos tambin con nuestro socilogo la ideologa comoconciencia prctica,como realizacin social de lo ideolgico, que no es otra cosa que un sistema de produccin de
signos y de significacin. En esta direccin, la obra de Soriano se nos presenta como til muestra
de oposicin, de creacin novedosa de conciencia nacional, de cultura nacional y, a su vez, se
contrasta con la imagen que se tiene de esta desde el exterior (Estados Unidos) y hacia el interior
(punto de vista del argentino tambin desde el exterior). En el primer caso, sin recurrir a
menciones puntuales, baste mencionar que cada vez que el personaje argentino se encuentra con
uno estadounidense y es odo por este, es confundido con un chicano, con un mexicano o con
un oriundo de otras nacionalidades latinoamericanas, en una suerte de indiferenciacin. En otro
pasaje, al preguntar un yanqui por estas latitudes, y luego de que se le aclarara que Argentina
se ubicaba ms hacia el sur, vuelve a solicitar que le hablaran de este pas, puesBrasil siempre le
haba gustado.
En el segundo caso, tomemos este interesante pasaje, que consiste en el cruce entre los
protagonistas y dos argentinos durante una de las tantas fugas que aquellos llevan a cabo, estando
arriba de un tren. Estas dos pginas ofrecen tipos de relaciones harto interesantes acerca de la
imagen del otro y para el otro:
La mujer del asiento prximo los miraba, divertida. Habl en castellano:
-Perdn, seores: Por casualidad ustedes son argentinos?
-l, seora Respondi el detective, con una sonrisa fra-, yo no tengo el honor.- Ah! El seor! Grit la mujer, mientras se tomaba la cara con ambas manos-.
Argentino! Yo soy cordobesa!
Soriano la mir. En ese momento lo ltimo que hubiera querido encontrar era un argentino.
En este punto sealemos algunas cosas. Por una parte, la aparente irona de Marlowe al referirse al
honor de ser argentino, lo que significara una imagen despectiva desde el exterior hacia
nuestro pas. Por otra, la tambin negativa imagen que expresa Soriano, en forma de reniego por lo
inoportuno, que se constituira en premonicin. Unas lneas ms adelante, al preguntar la seora si
se estaban divirtiendo:
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-Mucho, seora terci Marlowe-, los argentinos son muy divertidos. Ms an si estn juntos.
Los dejo charlar, mientras tomo una copa en el bar.
Marlowe reacciona nuevamente con irona y simplemente se va, demuestra un claro rechazo a
participar en la conversacin (pues l s comprenda el idioma). De alguna manera, si recordamos
el principio de la relacin entre ambos personajes, Marlowe nunca mostr simpata por el
argentino en cuanto a su condicin. No es hasta establecer una relacin personal con l, cuando
demuestra una cierta de reconciliacin o aceptacin de Soriano, ya no por su identidad, sino ms
bien por su individualidad, por una suerte de necesidad o destino que los fuerza a estar unidos y
establece una interdependencia entre ellos. Esto ltimo nos invita a pensar que, ms all de las
diferencias culturales, irreconciliables, la condicin humana es lo que hace que las personas
puedan acercarse y sustentar una autntica relacin.
Pero volvamos a las menciones de la novela en cuanto a la mirada del otro. La evaluacin que se
desprende del hombre argentino hacia los estadounidenses no pretende ser nada negativa:
() Acerc su rostro al de Soriano en actitud cmplice.
- Es yanqui? hizo un guio.
-S, muy buen tipo.
Ni bien el anciano reconoci a su compatriota, comenz a interrogarlo, en actitud persecutoria. Le
pregunt cunto haca que estaban, qu hacan, si eran artistas Contestando Soriano, a su vez,
repetidamente:aj. Luego mencion haberlos visto en la televisin, para, por ltimo, encerrarlo,
diciendo: Los diarios dicen que la polica los anda buscando.
Grit:
- Polica! luego repiti el grito en ingls.
- Viejo alcahuete! Dijo Soriano, y se levant de un salto-. Argentino, hijo de puta!
Dio un empelln al hombre y sali al pasillo.
Logrado su cometido, y presenciando cmo el polica se llevaba a Soriano
()
-A ver, amigo dijo el agente-, levntese y explique. Soriano se puso de pie.
-No hablo ingls dijo en ingls.
- Ah, no? el polica gru-. Entonces venga conmigo.Lo empuj a travs del vagn. La gente sonrea. El porteo aplaudi.
De estas menciones podemos hipotetizar que, en principio, es la diferencia de edad lo que marca la
gran diferencia entre las cosmovisiones de ambos personajes argentinos, denotando un conflicto
generacional entre diferentes culturas. El personaje del viejo habla el ingls a la perfeccin, tiene
una buena imagen de los extranjeros, o por lo menos, espera simpatizar con ellos. Prefiere el
cumplimiento de la ley antes que la traicin, porque considera a su compatriota un total
desconocido con quien nada de lo que comparte justifica su encubrimiento. Del otro lado, Soriano,
el argentino joven, se mufa de la compaa de la pareja de ancianos desde el principio, los
subestima y, al verse acorralado, expresa la fantstica frase Argentino, hijo de puta!, dando
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a entender que esa identidad nada tiene que ver con la suya, con la emergente, la cultura que,
razonamos, presenta como vlida el autor.
En su novela Respiracin artificial, Ricardo Piglia hace formular a uno de sus personajes una idea
muy tentadora, la de que la utopa es el exilio. En su discurrir, el personaje analiza que no hay otra
forma de conseguir el ideal de la existencia ms que alejndose del lugar de origen. El nuevo
espacio de residencia tendra como consecuencia la detencin del tiempo, transformando al nuevo
lugar en una especie deestado de transicin, desde donde se anhela volver al espacio-tiempo de
partida, al que se considera ya como un paraso perdido. Pero hay que hacer una precisin: no
es la recuperacin del paraso la utopa, sino ese estado antes mencionado, generado por la tensin
entre el lugar ajeno, extrao, y el anhelado, esperado. Esta idea, ubicada por el personaje de Piglia
en los remotos inicios de la literatura y relacionada con el locus amoenus, el conocido tpico
literario, es una constante en nuestra obra. Soriano, el personaje homnimo del autor, al pasar por
situaciones extremas, sobre todo al peligrar su vida, no hace ms que recordar el bienestar y la
tranquilidad con la que viva en Buenos Aires:
-() Qu boludo que soy! Ya ni siquiera espero que los yanquis vayan a matarme a mi pas;
vengo directamente a la boca del tigre.
Pero a partir de esto, queremos sealar que si bien la nostalgia del lugar de origen se hace presente
recurrentemente, hay un ansia de utopa particular que persiste y se mantiene intachablemente. En
efecto, una serie de valores: la hombra, la camaradera, la lealtad se constituyen, en palabras
de Claudia Romn y Silvio Santamarina, en una pica de la rutina del argentino medio, en una
argentinidad . Y es esta argentinidad la que, proponemos, se constituye como nueva identidad,
como forma crtica de cultura como accin, la que evidencia la intervencin del hombre ante la
imposicin, ante el mandato hegemnico de la clase dominante. En referencia al desnimo que se
desprende de la cita anterior, inmediatamente, en el da siguiente, ante la nueva aventura que los
esperaba, y luego de las indicaciones de Marlowe, Soriano personaje expresa:
-Muy bien. Hasta luego Marlowe. Cudese!
Esta simple respuesta, seguida de una serie de acciones que se suceden maquinalmente, contra
infortunios y obstculos de toda ndole, es una confirmacin de la esperanza, una verdadera
adaptacin al medio, transformndolo en nueva utopa, en un nuevo espacio donde todo es posible.De hecho, cuando todo parece estar perdido, cuando ya no hay ms lugar donde escapar, cuando
todas las puertas se han cerrado, Soriano y Marlowe deciden descansar. Se vuelven hacia la casa
del detective y realizan el tan postergado aseo y reposo, sin mayor preocupacin. Alguien podra
decir que el sueo ha acabado en este punto, pero tenemos para objetar que el texto no habla de
ello. Consideramos que el final, en el que el narrador interrumpe su historia, representa ms una
salida que una fatalidad:
El detective se puso de pie, busc el tablero y sac las piezas de una caja de cartn. Faltaba el rey
blanco. Busc en el escritorio. Encontr una bala 45 y la par en el casillero de su rey.
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El juego de ajedrez comienza y, confiamos, que una bala ocupe el lugar del rey blanco (color
que tiene prioridad en los movimientos) no responde al azar. Lo que queda de historia ya no es
narrado, el narrador se hace a un lado y deja hablar a los personajes, quienes tampoco expresan
ninguna predestinacin ni tampoco alguna especie de final con carcter terminal. Al contrario, su
conversacin tambin sugiere un nuevo comienzo, una nueva historia:
- No tena otra cosa que hacer? Durante los das que estuvimos juntos me pregunt quin es
usted, qu busca aqu.
- Lo averigu?
-No, pero me gustara saberlo.