Emociones tangibles… Antony Gormley
Zoila Martínez Cortés1
Jaqueline García Bautista2
Actualmente la era de la información fragmenta y condiciona la experiencia
humana, donde impera la operatividad de rutinas, las salidas y llegadas ya sea de
personas, mercancías y datos; la arquitectura con sus cada vez más sofisticados
edificios inteligentes y los nombres que han sido sustituidos por códigos; en
esencia esto ha repercutido de manera drástica en la vida de las personas y su
forma de relacionarse con el mundo, de confrontarse con él, pero sobre todo si
realmente pertenece al lugar que le ha sido asignado. En consecuencia, los
cuerpos más allá de la transformación física que ocurre de manera natural a lo
largo de la vida, ahora se ven sometidos a un proceso de “mutación” que los
revela como seres poshumanos, más allá de la carne, de los flujos corporales, de
los órganos, de los olores e incluso de las penetraciones, cada vez más
interpeladas por objetos vacuos y sin vida, ya sea una imagen pornográfica de la
red, una llamada telefónica o una mensaje de chat , sustituyen todo aquello que
antes necesitaba de un cara a cara indiscutible. Los sentidos ahora son
“conectados” a través de la fibra óptica, del cableado infinito de las ciudades
globales y del reloj que indica que hora de comer, salir, detenerse. En
consecuencia el cuerpo queda a la deriva, a expensas del personaje que lo opera:
un ejecutivo, un paseante, una mujer, un hombre o un semidios que dirige al
mundo desde lo alto de un rascacielos.
Sin embargo, todos estos personajes van depositando en ese cuerpo
olvidado una serie de emociones y sentimientos que de manera igualitaria los
coloca en la línea de seres humanos, aunque reprimidos, solitarios e incluso
nostálgicos, pues, cada vez es más complejo expresarse y mucho más
complicado resulta ser uno mismo.
1 Estudiante de la maestría en Estudios Urbanos del Posgrado en Diseño de la UAM – Azcapotzalco.2 Estudiante de la maestría en Estudios Urbanos del Posgrado en Diseño de la UAM – Azcapotzalco.
Por lo anterior, excesivas han sido las expresiones que desde el arte las
que han tratado de explicar e interpretar la condición humana. Críticos, analistas y
artistas elaboran opiniones sobre lo que supuestamente deben transmitir las obras
de arte, sobre lo que quieren decir ─mensajes trillados o bien de un contenido
excelso─. La jerga intelectual, por otro lado, se encarga de mutilar posibilidades
interpretativas cuando se apresura a definir y encasillar en estilos, corrientes y
comparaciones. No tenemos duda en que la elaboración de elucubraciones sea
una forma de experimentación, más no la que Gormley propone.
Hierro, plomo, aire y pan toman formas distintas en el arte de Antony
Gormley, son materiales que modelan esculturas o instalaciones para hacernos
reflexionar sobre nuestra existencia vivida desde el cuerpo en el espacio. La
pregunta que nos hace ¿cómo percibes lo que ves? Close I (Cerca I) es una figura
humana postrada en el suelo con sus extremidades extendidas, además de
transmitirnos las ganas de repetir la posición, podrían reflejar el estar unidos a
algo, una necesidad. Firmament II (Firmamento) es una enorme estructura de
varilla de acero vacío en su centro que revela quizá el espacio corporal. “Ni
arquitectura ni anatomía”, insiste Gormley, son “más como las matrices aleatorias
que se encuentran en la geometría fractal”.
Bread Room (Habitación de pan) nos muestra la parte juguetona del
quehacer de Gormley, toda una habitación recubierta por rebanadas de pan como
muro protector, por momentos parecen colchones en los cuales uno desea
recargarse como una sala acolchonada, el confort de la alimentación. Toda una
serie de relaciones e impresiones pueden desprenderse de la disposición de
elementos con los que juega el cuerpo en el espacio.
“… aún cuando un cuerpo esté prisionero, la mente es libre”, señala el
artista, en Learning To Think (Aprendiendo a pensar). Esta obra fue presentada en
una antigua cárcel de Estados Unidos donde explora la idea de prisión como todo
aquello que limita al hombre y lo mantiene suspendido e inmóvil, tal como se
puede apreciar en la instalación.
Las obras de Gormley rebasan por mucho en cantidad y genio de lo que
puede sintetizarse en algunas líneas, no obstante, estos ejemplos nos sirven para
darnos una idea de cómo juega el escultor con su principal interés: el cuerpo como
objeto y lugar. Sus creaciones transmiten cierto aire místico en la medida que
acercan a la reflexión del cuerpo como espacio infinito o bien “todos somos todo”,
al oír estas afirmaciones es sencillo pensar en la física cuántica y en el Budismo,
ya que él mismo emplea la meditación Vipassana.
En síntesis la obra de Gormley son una conjugación de ti, de mi, de todos,
pues el amor, la nostalgia, el hambre, la fragilidad humana es lago inherente a
cada individuo, a momentos el escultor deja al desnudo nuestros más íntimos
secretos, es como haber cerrados los ojos y mirar hacia adentro, hacia dónde yo
sólo sé lo que pasa, lo que siento, lo que ante los demás no pasa, no ocurre. El
oxido se convierte en un indicador de qué los órganos, la piel, y el alma son ya
entidades caducas, aunque alardean placer, dicha y felicidad a través de esa
falacia hedonista del aquí y el ahora, cuando quizás el tiempo y gracias a la
hiperconectividad tampoco pertenece ya a nosotros. En consecuencia el espacio
de los cuerpos ahora se transmuta a un espacio de flujos.
Por último, nuestra reflexión sobre Gormley no es hacer una interpretación
de sus esculturas e instalaciones, es más bien una escusa para abrir los caminos
de la percepción espacial a partir del cuerpo humano, geométrico de cualquier
forma para valorarlo o simplemente reprobarlo, pues el cuerpo es todo y nada al
mismo tiempo.
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