BASES ANTROPOLÓGICAS DE LA CONDUCTA
MORAL II
4. El hombre y la moral
El comportamiento moral sólo lo es del hombre, en cuanto que sobre su propia
naturaleza crea una "segunda naturaleza" de la que forma parte su actividad moral. El
hombre no puede desarrollar su vida de modo espontáneo a través de los cauces
instintivos establecidos de antemano por la especie. ¿Por qué el hombre ha de crearse,
mediante actos y hábitos, una segunda naturaleza, la naturaleza moral? Porque la
actividad moral le viene exigida al hombre por su misma estructura bio-psicológica.
En los animales se da siempre un ajustamiento perfecto al medio ambiente, pues su
respuesta a la situación estimulante es unívoca y en principio perfectamente ajustada,
dado que se limita a repetir una forma de comportamiento que se le transmitió por
herencia de la especie. En consecuencia, el animal carece de libertad, de iniciativa y de
historia. El animal realiza su vida en ajuste a los dictados de la especie, sin posibilidad
de equivocarse, sin el dramatismo de la inseguridad de no acertar en la elección tomada,
porque, sencillamente, no puede elegir. Por tanto, el animal es a-moral, no es capaz de
una vida ética.
El hombre, en cambio, está caracterizado por la menesterosidad y el desvalimiento, pues
no posee instintos seguros; se encuentra arrojado o instalado en un entorno que él
mismo ha de transformar y adaptar a sus necesidades y deseos; pero esta adaptación del
entorno se realiza a través de una red de vínculos e interacciones.
El hombre se encuentra necesariamente abierto a la realidad del entorno, que se le
presenta como mundo o campo de posibilidades; pero el ajustamiento al mismo no le es
dado por el simple funcionamiento de su mecanismo instintivo: el propio hombre es
quien ha de crear, a lo largo de su vida, los diversos ámbitos de interacción (las
respuestas) con la situación que le invita a la actividad creadora.
En definitiva, en el hombre, dada la complicación y formalización de su organismo, el
ajustamiento de la respuesta a la situación estimulante no se realiza en todos los casos
por sí mismo y, por consiguiente, el organismo humano queda en suspenso y el hombre
libre de ellos. Estas estructuras bio-psíquicas exigen la aparición de la inteligencia en el
hombre, ya que, para subsistir incluso biológicamente, necesita "hacerse cargo" de la
situación, habérselas (de aquí "habitud") con las cosas y consigo mismo, como
"realidad" y no meramente como estímulos.
El hombre es constitutivamente un ser moral. Ese hecho tiene lugar con el momento de
la aparición del hombre como ser racional, histórico y social. A partir de su
agrupamiento en las colectividades primitivas o pre-históricas, y del nacimiento de su
autoconciencia inicial, el hombre comienza a comportarse de acuerdo con las reglas que
rigen la colectividad.
No se puede hablar de "hecho moral" mas que cuando el hombre tiene experiencia de su
propia capacidad de decidir, de forma autónoma, el significado y la dirección de su irse
haciendo a sí mismo moralmente en la vida. De ahí que su autoexperiencia moral se le
presente ligada a la libertad personal y el valor moral; no existe libertad sin referencia a
los valores; no se puede hablar de valores sin el presupuesto de la libertad.
La vida moral tiene como objetivo la construcción de la persona, su liberación
progresiva e indefinida. A través de la vida moral, la persona realiza una serie de
rupturas con los condicionamientos y solicitaciones tanto exteriores como interiores
(libertad-de) y la autorrealización de sí misma en conformidad con el proyecto de su
vocación personal (libertad-para).
La primera salida, la que está al alcance de todos los hombres, es ajustar el
comportamiento a las normas o reglas del grupo social a que pertenece, seguir las reglas
del juego de ser y conducirse como hombre en sociedad. El refugio en la seguridad de
las normas es algo que el hombre hace espontáneamente. Las reglas morales son básicas
en el sentido de que están vinculadas con el mantenimiento de la ayuda mutua, la
verdad, la justicia en las relaciones humanas, etc. Las reglas morales propias son el
patrón con el que evaluamos las reglas de cualquier actividad humana. Las reglas
morales son las metarreglas del hombre. De aquí se sigue que:
1. El mundo histórico-cultural y la sociedad nos hacen. Y esto desde una aspecto
positivo: nos brindan un gran abanico de posibilidades reales para poder hacer
nuestras pre-ferencias, y también un aspecto negativo: nos impiden o cercenan
otras posibilidades.
2. 2. Aunque es cierto que todo hombre tiene aptitud y posibilidades para conducir
una vida moral, no cabe duda que el contenido real de la autocreación moral de
su propia personalidad tiene que construírselo cada hombree a partir de una gran
desigualdad de oportunidades.
5. La libertad como presupuesto del
obrar moral del hombre
El problema de la libertad se puede plantear de dos formas: como un problema
metafísico (contemplar la libertad como algo interior a la persona humana) y como un
problema social (acentuar la libertad exterior de la persona). Estas dos formas de
plantear el problema de la libertad se corresponden con la distinción hecha por Isaiah
Berlin entre la libertad de lo que coacciona, y la libertad para seguir los objetivos que
se desean, y esta distinción ha llevado a la famosa distinción entre libertad negativa
(libertad de...) y libertad positiva (libertad para...). los partidarios de la libertad
negativa la conciben en términos de ausencia de coacción y es libre, en este sentido,
quien actúa sin que sea obstaculizada o impedida su actuación por los demás, pero sin
que esta noción de libertad imponga una manera concreta de actuar. Los partidarios de
la libertad positiva la conciben más bien como una autonomía del individuo, dueño de sí
mismo, pero consciente también de los deberes de racionalidad y moralidad que le
impone esta autonomía. En todo caso, ambas concepciones se refieren al ámbito de lo
político-social, es decir, a la libertad exterior.
Al hablar de la libertad humana podemos distinguir tres tipos básicos de la misma:
1. Libertad sociológica: es el sentido originario de libertad; se refiere, en la
antigüedad griega y romana, a que el individuo no se halla en la condición de
esclavo, mientras que, en la actualidad, alude a la autonomía deque goza el
individuo frente a la sociedad, y se refiere a la libertad política o civil,
garantizada por los derechos y libertades que amparan al ciudadano en las
sociedades democráticas.
2. Libertad psicológica: es la capacidad que posee el individuo, "dueño de sí
mismo", de no sentirse obligado a actuar a instancias de la motivación más
fuerte.
3. Libertad moral: es la capacidad del hombre de decidirse a actuar de acuerdo con
la razón sin dejarse dominar por los impulsos y las inclinaciones espontáneas de
la sensibilidad.
5.1 Libertad y responsabilidad
Afirmar que el hombre es libre significa en primer lugar que hay en él un principio o
capacidad fundamental de tomar en sus manos su propio obrar, de forma que éste pueda
llamarse verdaderamente "suyo", "mío". Este principio de libertad inherente a todo
hombre era lo que los antiguos llamaban "liberum arbitrium", que significa a libertad de
elección. Esta libertad indica que la persona, aunque sigue ligada y sometida al mundo,
no está totalmente determinada por las fuerzas deterministas de la naturaleza, ni
completamente sometida a la tiranía de un Estado, de la sociedad o de los demás, sino
que co-determina esencial y concretamente su propio obrar. Positivamente esta libertad
indica la capacidad de obrar sabiendo lo que se hace y por qué se hace. En este sentido
la libertad es el estado del hombre que, tanto si obra bien como si obra mal, se decide
tras una reflexión, con conocimiento de causa; es el hombre que sabe lo que quiere y
por qué lo quiere, y que no obra más que en conformidad con las razones que aprueba.
5.2 Libertad como autoposesión
Se refiere a aquel estado del hombre que en gran medida se ha liberado de las
alineaciones y determinismos en su propio obrar, de modo que su obrar puede llamarse
verdaderamente libre. Positivamente se considera libre el que se posee a sí mismo y
determina por sí las líneas de su propia existencia, bajo el único peso de sus opciones
personales y meditadas. Es difícil afirmar que la libertad como autoposesión está alguna
vez realizada por completo. El desarrollo de la libertad es discontinuo y nunca es una
posesión definitiva y acabada: existe sólo en virtud de una conquista comprometida e
incómoda.
5.3 La libertad y las libertades
La libertad debe diferenciarse de las libertades. La idea de libertad remite a un derecho
moral, que poseen individualmente todos los individuos, de no ser coaccionados en su
acción. Las libertades son los derechos de hacer X o Y o Z, donde X, Y y Z son clases
de acciones, no acciones concretas; libertad de expresión, de asociación, de presunción
de inocencia, etc. El gran argumento tradicional a favor de la libertad es la existencia de
la responsabilidad moral, por la misma razón que "deber" implica "poder" (Kant). Todo
el mundo está de acuerdo en que sólo si el hombre es libre es también moralmente
responsable de sus actos. A veces se concluye a partir de aquí que, puesto que el hombre
no es libre, tampoco es moralmente responsable. Esta es una tesis determinista típica;
sin embargo, suponiendo que el determinismo fuese verdadero, parece que poca gente, o
nadie, abogaría por una anulación universal de la responsabilidad moral. Esto muestra
que responsabilidad moral y libertad pertenecen a distintos órdenes de cosas: la primera
es una cuestión moral y apela a las relaciones que rigen entre humanos, y la segunda es
una cuestión que la tradición denomina ontológica: si el hombre es o no es libre.
5.4 La raíz de la libertad personal
La libertad se manifiesta y se realiza en el obrar. Y éste se desarrolla a la luz del
conocimiento objetivo, que reconoce el sentido y el valor de las cosas. Esto se verifica
de manera especial en el nivel de la ratio, es decir, de la inteligencia discursiva que
expresa la naturaleza de las cosas. El hombre no puede sustraerse a la aparición de los
significados y de los valores éticos; esto es, la persona no puede esquivar la necesidad
de obrar humanamente y de realizar una opción entre diversos valores limitados que se
asoman a la conciencia objetiva.
Sin embargo, la libertad no puede ser considerada exclusivamente como una propiedad
del obrar. Su verdadera raíz radica en la subjetividad del hombre, en el hecho de que la
persona existe de un modo distinto de cómo existe cualquier otro ser. El hombre como
persona no existe sólo como ratio, sino también como lumen naturale: distancia de las
cosas, que permite reconocerlas con objetividad y expresarlas en forma discursiva. Es el
propio ser de la persona, no reducible a las cosas materiales, lo que permite decir lo que
son las cosas y captar su valor. Tanto en el conocer como en el obrar libre tiene su raíz
esta existencia propia de la persona. Y el modo específico de existir se reconoce en su
modo propio de obrar. La mera "impresión" de obrar con libertad no es necesariamente
criterio de garantía de efectiva libertad. Ésta no es objeto de introspección ni pertenece
al orden del sentimiento.
5.5 La dimensión interpersonal de la libertad
La libertad humana concreta no puede concebirse al margen de la relación con las
demás personas, pues el modo de ser del hombre en el mundo es intrínsecamente un
modo de ser interpersonal. La autonomía de ser y de obrar que está inscrita en la misma
esencia del hombre y de la que brota la posibilidad de obrar libremente, no puede
realizarse más que en el diálogo con las demás en el mundo; de la misma forma,
también los valores tienen un carácter interpersonal.
5.5.1 Ética y libertad
E. Levinas subraya que no hay libertad humana que no sea capacidad de sentir la
llamada del otro. No existe una libertad lograda y completa que luego, posterior y
secundariamente, se vea también revestida de una dimensión ética. Desde el principio la
libertad humana se realiza en el contexto de la llamada que el otro me dirige. El signo y
la medida de la libertad en el hombre es la posibilidad y la capacidad de sentir la
llamada del otro y de responderle. Por tanto, la dimensión ética es la quintaesencia de la
libertad. En su más íntima esencia la libertad está bajo la llamada del otro y es
capacidad de responder al otro. Desde el momento en que el otro aparece como otro,
nace también la dimensión ética. La ética es, para Levinas, la philosophia prima.
Toda libertad auténtica, en cuanto orientada constitutivamente hacia el reconocimiento
del otro en el mundo, se expresará necesariamente en normas éticas. El conflicto puede
surgir cuando el reconocimiento del otro llega a identificarse con un código concreto de
preceptos y normas, que no son más que la expresión histórica y particular del
reconocimiento. Pues bien, la vocación auténtica de la libertad está en reconocer al otro
en cualquier cultural y en cualquier nivel de "civilización", a través de todos los
cambios y alteraciones que se realizan. La ley concreta, si no se acomoda
oportunamente a las exigencias que van apareciendo, puede ser un impedimento o una
traición a la libertad.
5.5.2 Libertad y praxis
Decir que el hombre es libre es decir que en él hay capacidad de tomar en sus manos su
propio obrar. Somos nosotros quienes hemos de elegir y decidir nuestro destino,
partiendo ya de un bagaje dado y bajo la orientación del conocimiento. El conocimiento
nos abre a un amplio campo de posibilidades y objetivos que cada uno de nosotros debe
poner en práctica de acuerdo con su modo peculiar de ser y sus circunstancias. En la
afirmación y realización de estas posibilidades concretas, que son mis posibilidades o
fines, yo realizo mi existencia. Así, la libertad me permite elegir y decidirsobre las
posibilidades que se abren a mi existencia y sobre mí mismo, porque cada elección que
yo realizo supone un compromiso sobre mí mismo, ya que el yo se pone y se configura
en cada una de mis elecciones, acrecentando o limitando mi propia libertad o mis
posibilidades. Elegir libremente implica la liberación de todo aquello que esclaviza la
libertad; ser libre es ir liberándose poco a poco de aquellas trabas que no me permiten
tener un dominio o control sobre mí mismo. Poder determinar mi propia existencia, sin
la presión externa o interna, para conseguir ser plenamente yo mismo, bajo la guía de
mis opciones personales meditadas. En este sentido, la libertad como poder de
dominación sobre el propio obrar es el motor fundamental de la liberación. Pero la
libertad no es un fin para sí mismo, sino que tiende a la comunicación con los demás en
el mundo. Nuestra libertad, en cuanto orientada constitutivamente hacia el otro y hacia
el mundo, se expresa necesariamente en el reconocimiento y promoción del otro. Desde
esta perspectiva, se entiende que la verdadera libertad es autodonación amorosa del
propio ser. La autodonación voluntaria es el acto más perfecto de libertad, en cuanto que
no puede entenderse un amor sin libertad, pero tampoco sería comprensible una libertad
sin amor. Un hombre con una vida lograda y plena es aquel que no es prisionero de un
mundo cerrado sobre sí mismo, sino el que es capaz de salir fuera de sí mismo para
unirse amorosamente a otro.
6. La conducta humana
El hombre es el animal que nace en un estado mayor de fragilidad e indigencia. Física y
psicológicamente se encuentra sin defensa frente a los agentes externos, en una actitud
de dependencia radical. Carece de una base común que le oriente hacia unas tareas
determinadas y lo impulse hacia un modo específico de ser o de comportarse. Su
evolución y progreso debe conseguirse a través de un aprendizaje. Por ello, se le ha
definido como "el animal que sigue reglas".
El comportamiento humano, que nos exige actuar de acuerdo con unas costumbres
sociales aceptadas por la comunidad, tiene, por tanto, un origen externo. La mera
instintividad del niño no es suficiente para regular un comportamiento humano.
Al carecer de instintos seguros, y en virtud de la complejidad de su cerebro, el hombre
no está necesariamente abocado a dar una respuesta automática, uniforme y unívoca.
Para acertar con la respuesta adecuada, el hombre ha de analizar previamente la
realidad, convirtiendo así el haz de estímulos de la situación en "posibilidades". Como
estas posibilidades son varias y el hombre está libre de la necesidad instintiva de dar
una respuesta determinada, se sigue que deberá elegir y preferir la posibilidad que ha de
entrar en juego en la respuesta ante el estímulo.
La realización, con cada acto, de la posibilidad preferida entre las distintas y múltiples
de la situación, a través del ejercicio de la inteligencia y la voluntad, va ajustando la
vida del hombre, acotando su entorno y configurando su modo de habérselas con la
realidad. Como esto no ocurre una sola vez ni de una vez para siempre, sino que el
hombre ha de repetirlo a lo largo de toda su existencia, de su vida, nos encontramos con
que el hombre va adquiriendo así una segunda naturaleza.