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La Invasin Americana
1846 a 1848
Apuntes del Subteniente de Artillera
Manuel Balbontin
Advertencia
Estos apuntes que hoy ven la luz pblica, yacan confundidos con multitud de papeles
que los aos fueron acumulando. Desempolvados y puestos en orden, me he decidido
publicarlos, porque creo que podrn arrojar alguna claridad sobre los acontecimientos que se
refieren; y tambin, porque sealado varias de las faltas cometidas que produjeron nuestras
desgracias, prepararn los jvenes militares para precaverse de incurrir en ellas, cuando les
llegue la ocasin de ejercer un mando superior.
Hecha esta advertencia, no me queda otra cosa que manifestar, sino que este libro no
tiene pretensiones de ningn gnero, sino que antes bien, solicita la indulgencia del pblico.
El Autor.
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Ao de 1846
Capitulacin de la Ciudad de Monterrey de Nuevo-Len
Sumario
Invasin del Territorio Nacional.-Primeras batallas.-Nuestras tropas se replegan Monterrey.-
Pronunciamiento de Guadalajara.-Salida de tropas de Mxico para sofocarlo.-
Pronunciamiento de la Capital de la Repblica a favor del General Santa Anna.-Cada del
Presidente Paredes.-Se ordena las tropas que marchaban sobre Guadalajara, que se dirijan
Monterrey.-Llega Veracruz el General Santa Anna.-Llegada de las tropas Monterrey.-
Embestida de la Plaza.-Ataques de los fortines de la Tenera, del Rincn del Diablo, del
Puente de la Pursima, y del Obispado.-Concentracin de las tropas la tercera lnea.-
Combates en las calles.-Capitulacin.-Evacuacin.-Marcha San Luis Potos.-
Observaciones.
El Ejrcito Americano por causas conocidas de todos, haba invadido el Estado de
Tamaulipas, avanzando hasta la orilla izquierda del Ro Bravo del Norte, donde acamp
enfrente de la ciudad de Matamoros.
Agotados por diplomacia los medios pacficos, fue necesario apelar las armas, En
consecuencia, el Gobierno Mexicano declar la guerra los Estados-Unidos.
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Nuestro Ejrcito pas el Ro Bravo, sostuvo con gloria la batalla de Palo Alto ante una
artillera poderosa el da 8 de Mayo, y al da siguiente fue derrotado en la Resaca de la Palma.
No pudiendo sostenerse despus en la ciudad de Matamoros, tuvo que emprender una
penosa retirada por Linares, y refugiarse en Monterrey de Nuevo-Len, donde comenz
fortificarse.
El General D. Mariano Paredes, que mandaba en Mxico como Presidente de la Repblica,
se haba dedicado con tesn la organizacin, disciplina instruccin del Ejrcito, con nimo
de ponerse su cabeza y marchar combatir los invasores.
Por desgracia, haba estallado un pronunciamiento en Guadalajara, corriendo mala suerte
una brigada que march sofocarlo, al mando del General Gonzlez Arvalo, quien muri en
la accin.
El General Paredes tuvo la mala idea de marchar con toda la fuerza que haba en la Capital
para reducir Guadalajara, lo cual si llegaba conseguir, se dirigira la frontera para detener
los americanos que avanzaban sobre Monterrey.
Para realizar aquel plan, comenzaron moverse las fuerzas que haba en Mxico,
principios de Julio, en el orden siguiente:
March la primera, una brigada las rdenes del General graduado D. Jos Mara Garca
Conde.
La componan:
El Batalln de Aguascalientes con 500 hombres
El Batalln de Quertaro con 300
Dos Escuadrones del 3 de lnea con .... 250
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Tres Piezas de 8 de batalla con .. 30
Suman 1,080 hombres.
Al da siguiente da, march otra abrigada los rdenes del Teniente Coronel D. Florencio
Azpeitia.
La componan:
El Batalln nmero 3 de Lnea con . . . . . . . . . . . 500 hombres
Dos Escuadrones Lanceros de Jalisco . . . . . . . . . 200
Dos Escuadrones Regimiento de Guanajuato . . . 200
Siete caones de batalla de los calibres de
8 y de 12, cuyos artilleros y la Ambulancia
formaran un total de . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Suman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1,000
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Julio 26.
En la noche fui relevado de la batera de Palacio, para marchar al da siguiente.
Julio 27.
las doce del da, bajo una fina lluvia, sali de Mxico la Tercera Brigada, al mando del
General graduado D. Simen Ramrez.
La componan:
El Batalln 3 Ligero con . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 400 hombres.
El Batalln 4 Ligero, con . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 600
Dos caones de batalla del calibre de 12, uno de
8, y tres obuses de 7 pulgadas, servido todo por . . . . . 60
Suman . . . . . . . . . . . . 1,060 hombres.
El total, pues, de la divisin puesta en marcha, constaba poco ms o menos, de tres mil
ciento cuarenta hombres, con diez y seis piezas de campaa.
Las tropas que an quedaban en Mxico, deberan salir pocos das despus, al mando del
General Paredes.
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Nuestra salida tuvo un mal pronstico; apenas dejamos las calles de la capital, cuando la
lluvia se convirti en un gran aguacero que nos empap por completo.
El camino que seguamos, es el que conduce de la garita de Vallejo, al pueblo de
Tlalnepantla. El piso, que es de tierra, y la construccin de poco relieve, lo hacen en extremo
atascoso; y el aguacero lo haba puesto intransitable. Los soldados caminaban con mucha
dificultad; puede asegurarse que hubo muy pocos que dejasen de caer en el lodo, cuya
circunstancia, como es consiguiente, produjo un gran desorden en la marcha.
La artillera, tirada por mulas medio domar, conducida por cocheros carreteros bisoos,
sin instruccin ni disciplina militar, se atascaba cada momento, constando gran trabajo
sacarla.
Esta arma ha fijado poco la atencin del Gobierno, y su organizacin deja mucho que desear.
No tiene ganado, ni trenistas propios; de ambas cosas la proveen contratistas que no siempre
cumplen con exactitud. De esto proviene, que nuestra artillera no sea apta para las maniobras,
y por lo mismo, que no pueda prestar todos los servicios que debe, en los campos de batalla.
La infantera cuidaba poco de que los caones quedasen atascados, de lo que naturalmente
result que llegase tomar cuarteles Tlalnepantla, mientras que las piezas quedaron
detenidas en distintos lugares.
Despus de mil afanes, la artillera pudo, al caer la tarde, incorporarse con la infantera. Se
haba caminado, cuatro leguas en seis horas y media, no sin accidente, porque un artillero
sufri la fractura que en una pierna le caus una rueda.
El estado de embriaguez de la tropa y de los carreteros era insoportable.
7
Julio 28
Mayores trabajos nos aguardaban. Los aguaceros, que se haban repetido durante la noche
anterior, pusieron de manera el camino, que tal vez hubiese sido prudente suspender la
marcha.
La tropa caminaba con el lodo hasta las rodillas; los caones se atascaban cada momento,
sin que lograran sacarlos los artilleros, que en vano corran de un lado al otro hasta agotar sus
fuerzas.
As se vencieron tres leguas hasta Cuautitlan, donde se dio un ligero descanso la tropa para
que almorzara.
Al salir de Cuautitlan, el camino estaba casi seco, pero ms adelante, el agua corra en
arroyos, causa de haberse desbordado el ro que lleva el nombre del pueblo. All se aument
la dificultad de caminar con la artillera, sucediendo como el da anterior, que las piezas
quedaron atascadas y la infantera sigui su marcha.
En el pueblo de Coyotepec, mand el general cuatro yuntas de bueyes al Teniente coronel,
Capitn de artillera, D. Patricio Gutirrez, que se hallaba en el punto llamado las Animas,
trabajando en sacar un obs que se haba hundido en el lodo hasta los cubos de las ruedas.
Algo ms adelantado estaba el segundo Ayudante D. Jos Terroba, haciendo intiles
esfuerzos para sacar del fango otro obs, por lo que fue necesario auxiliarlo con dos de las
cuatro yuntas.
Cuando recibi las otras dos el Capitn Gutirrez, el agua cubra el eje de la curea. Pegadas
las yuntas, result que los bueyes no podan hacer tiro, porque al hacer esfuerzo los suspenda
el agua.
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En vano se trabaj hasta la cada de la tarde; lo nico que se consigui fue, desprender el
armon y conducirlo la Venta de las Animas, dejando el obs en medio del agua.
El Capitn Gutirrez envi parte al General de lo acontecido.
La noche era muy oscura y el agua volva caer.
El gua que conduca al enviado del Capitn, al llegar Coyotepec, se rehus seguir
adelante, manifestando que el ro de Huehuetoca deba de ir muy crecido, y no sera posible
vadearlo en la noche.
Como el comisionado del Capitn insistiera en seguir adelante, y el gua se negara
absolutamente acompaarlo, se entabl entre los dos una disputa que termin por la cada del
oficial, que con caballo y todo, descendi al fondo de un barranco. Auxiliado y conducido por
el gua un jacal inmediato: all pasaron la noche.
Julio 29
Muy de maana sigui el comisionado su camino, llegando Huehuetoca en el momento
mismo en que se pona en marcha la brigada.
Mand el General, un capataz con un tiro de mulas, en auxilio del Capitn Gutirrez, y
dispuso que se pidiesen en Coyotepec las yuntas y peones que fuesen necesarios.
El Alcalde de aquel pueblo, proporcion algunas yuntas y unos veinte peones. Con estos
elementos y el tiro de mulas, el Capitn Gutirrez logr sacar el obs la cada de la tarde y
tom el camino de Jalpam, hasta llegar Huehuetoca. All dio un corto descanso que sirvi
para que la tropa tomase algn alimento, continuando la marcha en seguida, ya entrada la
noche.
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No dejaba de ser penosa aquella marcha, tanto por la lluvia que caa, como porque estando
trazado el camino sobre lomas tepetatosas incultas, era muy difcil distinguirlo en la
oscuridad.
Por fin, las dos de la maana se hizo alto en el Rancho de Bata, donde duras penas se
pudo conseguir algn pienso para el ganado.
Julio 30
Muy de maana se continu la marcha, llevando la pieza con yuntas de bueyes, porque las
mulas estaban incapaces de hacer tiro.
Despus de almorzar en Tula se sigui la jornada, pero al subir la cuesta, los bueyes cejaron
bruscamente y rompieron la lanza. El capitn Gutirrez envi anunciar al General de la
brigada este nuevo contratiempo.
El General, que pernoctaba en la Hacienda de la Goleta, mand al Subteniente D. Ignacio
Hernndez Xicolalpa con dos obreros de maestranza, para reponer la lanza rota.
Julio 31
Despus de haber caminado todo este da, logr el capitn Gutirrez incorporarse la
brigada en la Hacienda de Arroyozarco.
Agosto 1
De Arroyozarco San Juan del Ro.
10
Jornada bastante larga que se rindi tarde.
Agosto 2
De San Juan del Ro la Hacienda del Colorado.
Jornada molesta y escasa de recursos.
Agosto 3
Del Colorado Quertaro.
Se pas la revista de Comisionario.
Agosto 4
De Quertaro Apaseo.
Pueblo triste y de pocos recursos.
Agosto 5
De Apaseo Celaya.
Agosto 6
Pronta la brigada para marchar, recibi orden de volver sus cuarteles.
11
Poco despus se divulg la noticia de que en Mxico se haban pronunciado proclamando
Federacin y Santa-Anna, y que el General D. Simen Ramrez haba recibido una
comunicacin del Presidente Paredes, en la cual le ordenaba permaneciese en Celaya, donde
se le incorporara.
Las noticias recibidas causaron grande alarma en la brigada; todo el da se pas en corrillos
y secretos.
Agosto 7
El General Ramrez, en vista de lo acontecido, determin formar una junta en su alojamiento
con los jefes y oficiales de la brigada. Dadas las rdenes al efecto, concurrieron la cita la
mayor parte de los nombrados.
Tom el General la palabra, exponiendo brevemente las angustiadas circunstancias que se
hallaba reducido en Mxico el Gobierno. Dijo: que le pareca conveniente que la brigada
continuase su marcha con el objeto de unirse con las que iban adelante, para que formando un
cuerpo de tropas numeroso, pudiera contrariar la revolucin acatar la voluntad nacional si
sta se pronunciaba abiertamente por el Plan de la Ciudadela.
Aquella proposicin fue desechada por la mayor parte de los jefes y oficiales, para quienes
tena simpatas la revolucin, y pidieron al General que permaneciese la brigada en Celaya en
observacin de los acontecimientos.
El General inst y an suplic que se continuase la marcha sobre Guadalajara.
Los jefes y oficiales en su mayor parte se rehusaron esta proposicin, dividindose cada
vez ms los pareceres sobre el partido que se haba de tomar.
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Un oficial manifest, que segn l pensaba, la brigada debera permanecer extraa todo
movimiento revolucionario, marchando sin prdida de tiempo la frontera, defender la
Repblica.
Aceptado este pensamiento, al parecer con entusiasmo, se comenz escribir en el sentido
propuesto, una acta que deba ser enviada Mxico.
Mientras esto pasaba, varios jefes y oficiales formaron corrillos y comenzaron ponderar los
padecimientos y la miseria que aguardaban al ejrcito en la frontera y el ningn fruto que de
sus sacrificios sacara.
Aquellas peroraciones produjeron tal efecto, que cuando se llam firmar la acta, fueron
muy pocos los que quisieron suscribirla.
Molesto el General, dispuso que se habriese un registro en el que constase el voto de cada
uno, para averiguar en qu sentido estaba la mayora.
As se hizo: pero antes de que terminara aquella votacin, apareci en la junta D. Andrs
Zenteno, que llegaba de Quertaro. Vena provisto de proclamas y comunicaciones, y traa la
noticia del pronunciamiento de aquella ciudad, de donde invitaban al General Ramrez que
se pronunciase con la brigada.
Este nuevo incidente introdujo tal desorden en la junta, que se hizo necesario disolverla.
Agosto 8
La aparicin de Zenteno en Celaya, produjo su efecto. El Ayuntamiento se pronunci, y el
Tercero Ligero levant su acta en la noche.
13
H aqu la mitad de la brigada pronunciada y la otra mitad la obediencia del Gobierno. Sin
embargo, vivamos como buenos camaradas, obedeciendo el Tercero al General; pero tal
situacin, en un momento dado, poda producir resultados funestos.
Agosto 9
Se tuvo noticia de la cada del General Paredes.
Marchamos de Celaya Apaseo, por disposicin del nuevo Gobierno.
Desert el Subteniente de la Ambulancia D. N. Solares. Despus se dijo que al presentarse
en Mxico fue ascendido.
Agosto 10
De Apaseo Chamacuelo.
Se supo que las brigadas que nos precedan recibieron orden de dirigirse Monterrey.
Agosto 11
A San Miguel de Allende.
En esta ciudad se pronunci al fin, el General Ramrez con el Cuarto Ligero y la artillera;
aunque hubo jefes y oficiales que rehusaron firmar el acta. Entre ellos deben contarse, el
teniente coronel de infantera, Capitn de artillera D. Patricio Gutirrez, el Comandante de
batalln D. Antonio Nieto, el Subteniente de artillera D. Ignacio Hernndez y el que suscribe.
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Agosto 12
De Allende la Hacienda de la Venta, lugar desprovisto de todo recurso.
Inmediato la hacienda corre un arroyo que se pasa con el agua al tobillo. As lo pasaron el
Tercero Ligero y la artillera; ms consecuencia de haber llovido, vino repentinamente una
creciente tan formidable, que el Cuarto Ligero que marchaba retaguardia, tuvo que quedar en
la orilla opuesta donde pas la noche.
Con gran dificultad pudo la brigada proveerse de alimentos.
Agosto 13
la Villa de San Felipe
Agosto 15
la Hacienda del Jaral.
Agosto 16
la Hacienda de Las Pilas.
Agosto 17
San Luis Potos.
15
Agosto 18, 19, 20, 21 y 22
Permanecimos en San Luis, haciendo provisiones, para pasar el desierto que meda entre esta
ciudad y el Saltillo.
Agosto 23
Salimos de San Luis. El Tercero Ligero, que recibi un destacamento que tena en Lagos,
aument su fuerza hasta seiscientos hombres.
Tambin se incorporaron la brigada, ciento cincuenta lanceros del Regimiento de San Luis
Potos.
El Cuarto Ligero march rumbo Tula de Tamaulipas.
Pernoctamos en la Hacienda de Bocas.
Agosto 24
De Bocas al pueblo de la Hedionda.
Agosto 25
Al amanecer se hizo una salva de veintin caonazos, para celebrar el arribo Veracruz del
General Santa-Anna, verificado el da 16 del mismo mes.
Continu la marcha la Villa del Venado.
16
Agosto 26
Del Venado la Hacienda de Charcos.
Desde este punto comienzan las jornadas largas, la escasez y mala calidad del agua, la falta
de vveres, y los campamentos.
Agosto 27
la Hacienda de Sols.
Agosto 28
De Sols Matehuala.
Se caminaron diez y seis leguas.
En la tarde llovi mucho, con lo que el camino se puso atascoso.
La brigada lleg tarde y muy cansada.
Agosto 29
Al Cedral.
Mala clase de agua.
Agosto 30
17
la Noria de las nimas.
Quince leguas.
Aqu existi un rancho que destruyeron los comanches, incendindolo y matando sus
moradores.
La brigada la pas al aire libre, sufriendo el agua que cay toda la noche. La tropa,
hambrienta y sobre el suelo mojado, entretuvo sus penas cantando.
Agosto 31
la Hacienda del Salado.
Agua salobre y escasa. Falta de vveres.
Esta hacienda fue destruida por los comanches, y los habitantes fueron asesinados.
Los salvajes se presentaron de paz con el pretexto de comerciar, y candorosamente fueron
recibidos.
Hoy, la casa est aspillerada, y tiene un pequeo informe can para su defensa.
Tambin tuvo all lugar otra escena sangrienta.
El ao de 1842, haban pernoctado en la hacienda unos ciento cincuenta texanos prisioneros
de guerra, que eran conducidos Mxico. Habiendo sorprendido la fuerza que los
custodiaba, emprendieron la fuga, pero siendo de nuevo aprehendidos, se sortearon, y la quinta
parte de ellos fueron pasados por las armas.
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Septiembre 1
Incorporado la brigada el Cuarto Ligero que se haba separado en San Luis, se emprendi
la marcha para el rancho de San Salvador, lugar desprovisto de todo recurso.
Al anochecer, un granadero del Cuarto Ligero, dio muerte un carretero de artillera. Fue
necesario en la misma noche formar la sumaria respectiva.
Septiembre 2
la Hacienda de la Encarnacin.
Septiembre 3
la Hacienda de Aguanueva.
Este lugar aparece delicioso, con su hermosa arboleda que lo sombrea, y con un caudal de
agua pura que posee. Tal es la tristeza que se apodera del viajero, en el largo trayecto rido y
montono, que ha dejado atrs!
Septiembre 4
Al Saltillo.
Esta ciudad es de aspecto grato, de algn comercio y bastante civilizacin.
Septiembre 5
19
Pas la brigada revista de Comisario y descans.
Septiembre 6
la Hacienda de la Rinconada.
Corre el camino entre dos cadenas de montaas. Hacia la mitad, se encuentra el Paso de los
Muertos, larga y empinada cuesta, que puede ser disputada con buen xito tropas que
viniesen de Monterrey.
Hallamos en aquel lugar un campamento de soldados de Zapadores, y del Segundo Ligero,
que levantaban algunas obras de defensa.
Estas tropas fueron las primeras que encontr la brigada, pertenecientes al sufrido Ejrcito
del Norte.
Poco despus, lleg el Regimiento de Caballera Nmero 7. Entre los hechos notables de
este regimiento que echase pi tierra y que con sable en mano ocupase el bosque. El 7
cumpli, haciendo gran destrozo entre los texanos.
Ahora, el regimiento traa en sus filas, algunos americanos que se haban pasado nuestro
campo.
Septiembre 9
El camino que llega hasta la Hacienda de la Rinconada con direccin al Norte, cambia all
bruscamente hacia el Este, continuando as hasta llegar Monterrey, adonde se rindi la
jornada, no sin pasar repetidas veces el Ro de San Juan, con el agua la rodilla.
20
La ciudad de Monterrey est situada precisamente, la salida de la garganta que atraviesa la
Sierra-Madre. Un ramal de ella envuelve la poblacin por el Sur y por el Este, corriendo su
pi el Ro de San Juan, que puede servir de foso aunque presenta algunos vados.
Toda la parte Norte y Nordeste, es una extensa llanura con algunos manchones de bosques.
Por este lado deban aparecer los americanos.
Los restos del Ejrcito del Norte mandados por el General D. Pedro Ampudia, haban
buscado refugio en Monterrey, que fortificaban la sazn con obras de tierra.
La parte del Este, (vase el croquis nm. 1), se cubri con tres obras pequeas abiertas por la
gola, capaces de alojar cada una de ciento cincuenta doscientos infantes, con dos tres
piezas de artillera.
Tambin se cubrieron con dos lneas de parapetos y fosos, las calles centrales que ven
aquel rumbo.
Del lado del Norte, se construyeron dos flechas capaces de contener cada una de cincuenta
sesenta hombres.
la izquierda de estas flechas, en el Puente de la Pursima, se levant una obra irregular
segn lo permita la localidad.
Detrs de esta lnea, se cubrieron igualmente con parapetos las calles que desembocaban
ella.
Fuera de la ciudad, siempre al Norte, en el llano, y alrededor de los muros de una Catedral
empezada construir, se levant un fuerte cuadrado, con bastiones. Esta obra, la que se le
dio el nombre de Ciudadela, era la nica cosa seria que haba en Monterrey.
Algo adelante del punto en que concurran prolongndolas, las lneas que pasaban por las
obras del Norte y del Este, se construy un fortn de forma irregular cubriendo una tenera,
cuyo nombre llev.
21
Por el rumbo del Oeste, la salida para el Saltillo, sobre las alturas, uno y otro lado del
camino, haba dos obras avanzadas, de poca importancia.
En el cero llamado del Obispado estaba la ms formal, que consista en una especie de
bonete que miraba la ciudad, y en una pequea flecha colocada sobre un creston, situado la
espalda del edificio del Obispado, y que lo dominaba.
Tomado este creston, el Obispo estaba perdido, porque la obra que miraba la plaza de nada
servira. Sin duda, el ingeniero que la traz, se propuso que cuando la plaza se perdiera
continuara defendindose el Obispado, sin sospechar siquiera, que el enemigo pudiera atacar
aquel punto antes de penetrar la plaza.
La otra obra, era un simple reducto cuadrado sin fuegos flanqueantes, construido sobre
Loma Blanca, incapaz en su aislamiento de ofrecer una resistencia formal. Se le llam Fortn
de la Federacin.
Las calles que desembocaban al Oeste, tambin se cortaron con parapetos y fosos.
Hacia el Sur, solamente haba parapetos en las calles que daban al ro.
Cuando la Brigada del General Ramrez lleg a Monterrey, ya se haban terminado algunas
de las obras referidas, y las dems se hallaban en construccin.
Diariamente se nombraban en la orden general, los batallones que deban trabajar en las
lneas, y los que haban de dar la guarnicin.
As estaban las cosas, cuando se supo que el Ejrcito Americano se mova de Camargo.
El General Torrejon, sali con una brigada de caballera para molestar al enemigo durante su
marcha, y el General D. Manuel Romero, con una seccin de infantera y una compaa de
lanceros, se haba situado de observacin en Marn.
Mientras tanto, se segua trabajando en la plaza con nimo de hacer una defensa esforzada.
En la tropa no faltaba entusiasmo, pero la discordia se haba introducido en la guarnicin.
22
Desde la retirada de Matamoros, el Ejrcito se haba dividido en dos bandos. Uno de ellos,
estaba conforme con que tuviese el mando el General D. Pedro Ampudia; pero el otro,
pretenda que lo tomase el General D. Francisco Meja.
Estos partidos, de que apenas se aperciban los oficiales subalternos ni la tropa, eran la
preocupacin de los generales y jefes, y en mi concepto, tuvieron una funesta influencia en los
acontecimientos.
Entre los oficiales, haba rivalidades de otro gnero, que no hubo cuidado de cortar en su
origen.
Los veteranos del antiguo Ejrcito del Norte, se denominaban, bocas de palo, por que haban
perdido la costumbre de comer.
los que llegaron Matamoros con el General Ampudia, les pusieron, los polkos.
Y por ltimo, los que acababan de llegar de la capital, los llamaron, los redentores.
Siempre que haba alguna reunin de oficiales, estos cambiaban entre s, picantes epigramas
que solan producir disgustos.
El General Ampudia dict algunas disposiciones que causaron desagrado. Fue una de ellas,
el haber nombrado inspector de las obras de defensa al general graduado D. Simen Ramrez,
persona muy versada en el conocimiento de las tcticas de lnea y ligera as como en el
servicio y manejo de un regimiento; pero incompetente, sin duda, en materia de fortificacin.
Como era de esperarse, cometi este general varios desaciertos, pero el mayor de todos,
consisti en mandar demoler el Fortn de la Tenera.
Cuando esto pasaba, ya estaban los americanos en las goteras de la ciudad.
El general Romero regres de Marn, y el enemigo Torrejon se repleg tambin, sin causar
ningn dao al enemigo.
23
En semejantes circunstancias se hizo necesario tomar algunas medidas para la defensa. Se
cubrieron los puntos con la fuerza indispensables, y se form una reserva compuesta de los
batallones Tercero Ligero, Cuarto Ligero y Aguascalientes, con una batera de ocho caones.
Esta reserva, deba de obrar en combinacin con las fuerzas de caballera situados en los
puntos A.A; (vase el croquis)
La guarnicin constaba poco ms menos, de cuatro mil infantes y dos mil caballos, con
cuarenta y seis piezas de artillera de batalla, muchas de ellas en mal estado.
En toda la fuerza se contaran unos mil hombres de Guardia Nacional de Monterrey y la
frontera, siendo una gran parte de caballera de la llamada de correitas.
Sucedi, que para poder cubrir todos los puntos, fue preciso que quedasen dbiles; pero sus
guarniciones confiaban en la accin combinada de la reserva y de la caballera.
Veamos ahora el diario de las operaciones que practic el enemigo sobre la plaza, y el de la
resistencia que sta opuso.
Septiembre 19
Los americanos comenzaron sus reconocimientos.
Algunos caonazos disparados desde la Ciudadela, pusieron en alarma la poblacin.
Las guerrillas de caballera condujeron algunos prisioneros.
Septiembre 20
El enemigo continu sus reconocimientos.
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Al anochecer, el General Wort, con una brigada de infantera, con carros, avanz hacia la
espalda del cerro del Obispado, desde cuya cresta se le hicieron algunos disparos de can, sin
resultado.
Nuestra caballera de la izquierda se dividi en dos trozos. Uno al mando del General
Torrejon, se retir hasta el punto B; y el otro, las rdenes del General Juregui, entr la
ciudad, con lo que los americanos tuvieron el paso libre para el camino del Saltillo.
Habiendo manifestado D. Luis Robles, distinguido oficial de ingenieros, al General en Jefe,
la necesidad que haba de reconstruir el Fortn de la Tenera, que se estaba demoliendo, el
General dispuso que la misma Guarnicin que lo cubra, trabajase toda la noche en repararlo.
Con efecto, toda la noche se trabaj pesar de la lluvia, que no por ser fina, dejaba de causar
gran prejuicio.
Septiembre 21
Al amanecer, los parapetos estaban casi concluidos, aunque se haba tenido que completarlos
con sacos tierra, que tenan el grave defecto de ser de gnero ordinario de algodn; pero el
foso, sin terminar, no tena la anchura ni la profundidad necesarias, hallndose adems las
escarpas con escalones que facilitaban su descenso y escalamiento.
Sobre las plataformas para la artillera, colocada barbeta, no se haban establecido
explanadas de madera; y semejante falta, debera producir dificultades en el servicio de los
caones, sobre la tierra recientemente amontonada y humedecida por la lluvia.
La obra, pues, se hallaba sin concluir.
La Guarnicin, la componan unos doscientos infantes de los batallones Segundo Ligero y
Quertaro, repartidos entre el fortn y la casa de la Tenera, que quedaba la espalda.
25
La artillera, constaba de una pieza de ocho, una de cuatro y un obusito de montaa, que
no tena dotacin de artilleros.
Mandaba el fortn el coronel del Segundo Ligero D. Jos Mara Carrasco, y la artillera el
Jefe de Divisin D. Juan Espejo.
La capital de la obra, se inclinaba de N. E. S. O. La cara y flanco de la derecha estaban
protegidos por la casa de la Tenera y por el ro de San Juan. La cara y flanco de la izquierda
miraban la campaa, haca el rumbo que traa el enemigo.
Por descuido, por falta de tiempo, no se haban limpiado los aproches, y un campo de maz
cuyas caas estaban crecidas, algunos rboles, magueyes y nopales, favorecan grandemente
los asaltantes.
El trazo del fortn era una luneta; pero en uno de los flancos se haba construido una pequea
cara, como para ocultar un poco la gola que quedaba descubierta.
El trazo, pues, podra representarse como aqu se ve.
La gola se apoyaba en una arboleda con algunos jacales, en el camino que conduca al
puente de la Pursima.
Es indudable que aquella lnea de rboles y jacales, deba haberse ocupado slidamente,
ligndola con el puente de la Pursima. Apoyada as el ala izquierda, que sera flanqueada por
la Ciudadela, y con una fuerza respetable de caballera con que se contaba, hubiera presentado
los americanos un obstculo que no hubiesen podido vencer, les habra costado grandes
sacrificios.
Pero nada de esto se hizo, y la Tenera tuvo que atenerse sus propios esfuerzos.
La maana del 21 amaneci lluviosa y triste. A la tropa se le dio un trago de mezcal, para
confortarla un tanto, de las fatigas de la noche.
Seran las siete, cuando el enemigo comenz organizar su ataque la Tenera.
26
Para cubrirlo, situ una batera en el punto C, con la que bati unos veinte minutos la
Ciudadela.
El General D. Francisco Meja, que se hallaba en estos momentos en la Tenera, le dijo al
coronel Carrasco, que se preparase, porque el ataque la Ciudadela era fingido y el verdadero
vendra sobre aquel punto.
En efecto, tres columnas, aprovechando las sinuosidades del terreno y la vegetacin,
siguiendo las lneas de puntos D D D, avanzaron paso acelerado. La de la derecha se dirigi
ocupar la arboleda y solares que terminan la ciudad por el N. E. La del centro se detuvo
quedando en reserva, y la de la izquierda, precedida de una nube de Tiradoes, carg sobre la
Tenera.
El enemigo, sin detenerme contestar el vivo fuego que se le haca, lleg hasta las
inmediaciones de la obra, y all, cubrindose con todos los accidentes que proporcionaba el
suelo, y ocupando algunos jacales, rompi un fuego nutrido y certero.
En estos momentos, lleg un refuerzo de la plaza, al mando del Teniente Coronel de
infantera D. Joaqun Castro, que conduca ciento cincuenta hombres del Tercero Ligero, y un
can de ocho, al mando del subteniente de la primera brigada de artillera D. Agustn
Espinosa.
La pieza y una parte de la infantera, entraron al fortn, y el resto de la tropa subi la azotea
de la Tenera.
El combate comenz ser terrible.
Los americanos, con rodilla en tierra, agazapados, en toda clase de posturas; posesionados
del terreno cercano al fortn, tiro de pistola y aun sobre la contra-escarpa, y cubrindose con
cuanto encontraban; hacan un fuego muy vivo los parapetos. Otros, habiendo penetrado la
27
arboleda, descubran por la gola el interior de la obra, y heran algunos hombres por la
espalda.
Sin embargo, los americanos retrocedieron.
La columna E. que hasta entonces haba permanecido inmvil, avanz apoyada por algunas
piezas de artillera, restablecer el ataque.
Advertido el subteniente Espinosa de que colocaban un can en el punto F, hizo dos o tres
disparos tan certeros, que el enemigo tuvo que desistir de su intento.
La infantera haba redoblado su fuego, y la Guarnicin de la Tenera comenzaba fatigarse.
Repentinamente, las columnas enemigas de la derecha y del centro, se retiraron en desorden,
lo que visto por la de la izquierda, que era la ms empeada en el ataque, no tard en imitarlas.
Las dianas y los vtores ms entusiastas se lanzaron al aire por los defensores de la Tenera,
que por momentos esperaban ver la columna de reserva salir sobre el enemigo.
Pero no fue as. La causa de la retirada de los americanos, era la aparicin hacia su derecha
de una fuerte columna de caballera que sali de la plaza, por el rumbo de la Ciudadela. Una
carga brusca de toda aquella masa, acaso hubiera producido gran resultado; pero solamente
cargaron unos cincuenta jinetes del Tercero, al mando del Teniente D. Joaqun Miramon.
El no haber cargado toda la caballera, se atribuy las rivalidades que existan entre los
generales.
Los lanceros de Miramon alcanzaron los americanos, ocasionndoles algunas prdidas;
pero posesionndose stos de unas cercas, obligaron retirarse los del Tercero.
Sin temor ya la caballera, que permaneca inactiva, organiz el enemigo un nuevo ataque
contra la Tenera.
La Guarnicin del fortn estaba llena de fatiga, y desconsolada porque no vea aparecer la
anhelada columna de reserva.
28
Los fusiles ardan; la pieza que mandaba el subteniente Espinosa, cada disparo rodaba
hasta el fondo del fortn, costando gran trabajo volverla subir y poner en batera, en lo que
ayudaba personalmente el Teniente de Ingenieros D. Joaqun Colombres.
La otra pieza de ocho, que diriga el capitn graduado, teniente del arma D. Jacinto
Domnguez, haca fuego con suma dificultad; porque colocada barbeta en el ngulo saliente
del fortn, los artilleros quedaban completamente descubierto, hallndose los americanos
alojados al otro lado del foso, desde donde los cazaban.
En tan crticas circunstancias, Domnguez tapaba el fogn, cubrindose como mejor poda
con la curea y con la pieza. El cabo Jos Salomo y un artillero, servan los primeros puestos,
y ambos se haban acostado debajo de la curea. Apoyando la espalda la rodillera del
parapeto introducan la carga en el can y la empujaban con el atacador, cuya maniobra era
ejecutada con mucho trabajo.
Otros artilleros, agazapados los lados de las ruedas, las empujaban cuando era necesario
para poner el can en batera; y los cuartos artilleros, provean de municiones los primeros,
por entre los rayos de las ruedas.
Fuera de combate Domnguez y algunos sirvientes, despus de larga fatiga, la pieza qued
muda, hasta que concluy la accin.
El gnero de los sacos tierra, con que estaba revestido y terminaba el parapeto, se haba
incendiado con el fuego de las cazoletas de los fusiles, y la tropa no poda acercarse para
disparar.
Dos artilleros que conducan municiones para proveer las piezas, se haban quemado, por
habrseles inflamado los cartuchos que llevaban.
A pesar de todo, el enemigo fue recibido en su tercer ataque con igual denuedo que los
anteriores; pero pronto llegaron orse dos gritos cual ms aterradores.
29
Parque! Agua!
En efecto, la tropa sufra una gran fatiga; los soldados tenan los labios negros de la plvora,
y esta circunstancia y la agitacin del combate, les produca una sed abrasadora.
En cuanto las municiones, nadie saba dnde hallarlas, ni pareca el jefe del punto, para
darle parte de lo que pasaba.
Ya no quedaban haciendo la defensa ms que los oficiales.
En esto el fuego del enemigo aumentaba, mientras el nuestro disminua notablemente, y los
soldados comenzaban separarse del parapeto.
El capitn del Tercero Ligero D. Domingo Nava, reuni unos cuarenta hombres, y se dirigi
con ellos hacia la gola, arengndolos para cargar la bayoneta; lo cual visto por los soldados
que quedaban en los parapetos, se precipitaron tambin en direccin de la gola.
En vano pretendieron los oficiales contenerlos, y los que se detenan, poniendo armas al
hombro y mostrando las cartucheras vacas, exclamaban invariablemente: Mi jefe, que nos
den parque, y nos batiremos.
Cuando pas aquella avalancha, solamente quedaron en el fortn cinco individuos; saber: el
Teniente de Ingenieros D. Joaqun Colombres, el Subteniente de Artillera D. Agustn
Espinosa, un oficial de infantera llamado Cautelan, un soldado del Tercero Ligero, y el que
suscribe.
En la azotea de la casa de la Tenera quedaban, el Capitn del Tercero Ligero D. Juan
Servin, el Teniente del mismo cuerpo D. Ignacio Solache, el Subteniente del Batalln de
Quertaro D. Guillermo Moreda, y algunos soldados.
Momentos despus del abandono del fortn, observando los americanos que el parapeto se
hallaba desguarnecido, lanzaron tres hurras, y asaltaron la obra. El primer grupo se subi
sobre el parapeto, lo verific por el ngulo saliente; coloc una bandera azul con el guila y las
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estrellas americanas, y dispar algunos tiros, uno de los cuales hiri Cautelan. Otros disparos
sobre la casa de la Tenera causaron la muerte del joven y valiente capitn D. Juan Servin.
El enemigo, se hizo dueo de toda la artillera, de poco armamento, y tom tres oficiales y
unos treinta soldados y arrieros prisioneros. El combate haba durado desde las siete de la
maana hasta las doce, sin interrupcin.
El fuego que nuestros soldados comenzaron hacer desde el Puente de la Pursima y del
Fortn del Diablo, baaba de tal suerte el interior del Fortn de la Tenera, que los americanos
se vieron obligados a guarecerse dentro del foso. As es, que en aquel sitio donde minutos
antes haba tanta agitacin, no quedaban entonces ms que los muertos, rodeados de un
silencio pavoroso.
Tomando el fortn, los americanos no descansaron sobre sus laureles; sino que suponiendo
que la prdida de aquel punto, habra causado grande efecto moral en la plaza, se lanzaron
inmediatamente sobre el Fortn del Diablo.
La columna del centro enemigo avanz violentamente sobre el fortn y parte de la tropa que
atac la Tenera se desliz por la orilla del ro para ayudar al ataque.
El Coronel de infantera, Capitn de artillera, D. Ignacio Joaqun del Arenal, y el jefe que
mandaba el Fortn del Rincn del Diablo, arengaron la tropa al verse acometidos.
La gente, entusiasmada, comenz una defensa vigorosa que oblig los que atacaban
retroceder.
All, como en la Tenera, no se persegua al enemigo cuando era rechazado, por lo cual, ste,
poda fcilmente reorganizarse, y con nuevos refuerzos volver la carga, mientras los
defensores se fatigaban y disminuan cada vez ms.
Si se hubiera conservado la reserva, haciendo uso de ella en tiempo conveniente, tal vez no
se hubiese perdido la Tenera, perdindose, fuera ocasionando sensibles bajas al enemigo.
31
Volvieron los americanos la carga inclinndose cuanto pudieron hacia su derecha G para
descubrir la gola del fortn y evitar el fuego de dos piezas que all haba.
Arenal, que lo not, baj las piezas de sus explanadas y sacndolas fuera de la obra,
maniobr tan hbilmente con ellas, que con sus certeras punteras y con el fuego de la tropa
del Segundo Ligero, que cubra el puesto, se logr por segunda vez hacer retroceder los
americanos.
Contribuyeron esta defensa, los destacamentos situados en las dos flechas intermedias,
entre el Rincn del Diablo y el Puente de la Pursima.
Un tercer ataque del enemigo, tuvo para l, el mismo mal resultado que los anteriores, por
cuya causa, no volvi emprender nada sobre aquella lnea.
Entre las prdidas de material sufridas en el fortn, debe contarse un can reventado.
Mientras pasaba lo dicho en el N. E. de la plaza, en el N. la columna que el enemigo haba
destacado por su derecha, aumentada con parte de las fuerzas que tomaron la Tenera,
cubiertas ambas con tiradores llegaron hasta el punto H. Los tiradores comenzaron el ataque
con un vivo fuego amparados con todos los accidentes que el terreno les ofreca.
En la Pursima no haba ms que un can de 12 que mandaba el Teniente Coronel de
Infantera capitn del arma D. Patricio Gutirrez.
Observando este jefe que desde la caonera no poda hacer al enemigo bastante dao, sac
la pieza de batera y la coloc pecho descubierto en I, donde se distingui en unin del
Sargento 1 del Ejrcito del Norte Simn Mendoza y del pelotn de artilleros que sufri
bastante.
El fortn rechaz por dos ocasiones los asaltantes; que sin embargo acometieron por tercera
vez.
32
En esta ltima acometida, los enemigos intentaron pasar el Ojo de Agua por I, en momentos
en que llegaba en auxilio del punto el Batalln de Aguascalientes, que conduca su coronel D.
Jos Ferro; y colocando ste su tropa con rodilla en tierra tras del pretil que corre la orilla
del Ojo de Agua, oblig con su fuego al enemigo retirarse definitivamente.
El Teniente Coronel D. Patricio Gutirrez y el Subteniente del Batalln de Quertaro D.
Manuel Bulnes con algunos infantes, salieron del parapeto hicieron varios prisioneros. Entre
ellos, haba dos jefes de ingenieros gravemente heridos.
Este fue el ltimo ataque que intent el enemigo en el da 21. Haba combatido desde las
siete de la maana hasta las tres de la tarde, sufriendo grandes prdidas, sin haber obtenido
otra ventaja por aquel lado que la toma de la Tenera.
Entre los heridos del enemigo se contaba el general Butler.
He descrito fielmente el ataque que el general Zacaras Taylor en persona, dirigi el
veintiuno de Septiembre de 1846 sobre el N. E. y N. de la ciudad de Monterrey. De una parte
fui testigo ocular; de lo que no vi, recog relaciones de personas que me merecan confianza,
las que compar entre s, y de este modo pude formar mi juicio.
Me ocupar ahora de las operaciones que por el rumbo O practic el general Wort, segn los
datos que pude adquirir.
Ya dije, que al anochecer del da 20, el general Wort con una brigada haba pasado por
detrs del Cerro del Obispado, dirigindose para el camino del Saltillo.
En la maana del 21 continu su movimiento, con nimo sin duda de tomar el Forth de la
Federacin.
La principal fuerza que llevaba era de infantera, con algunos carros que le sirvieran de
reductos, en el caso en que fuese atacado en campo llano y abierto por la caballera.
33
El general Torrejon, que solamente tena fuerza de esta arma, intent cerrarle el paso. De
aqu result un sangriento choque en que los mexicanos tuvimos la peor parte.
El enemigo, que llevaba la direccin del ro, sin duda para vadearlo y dirigirse al Fortn de la
Federacin, se detuvo y ocup unas milpas para esperar nuestra caballera.
El general Torrejon, que la mandaba, no vacil en ordenar la carga, que se verific con
decisin, pero fue detenida, ms que por el fuego enemigo, por una cerca de troncos de rboles
tras de la que se haba parapetado.
En vano el General D. Manuel Romero haca esfuerzos para proporcionarse un portillo por
donde penetrar; en vano el Alfrez D. Domingo Dufo, echaba pi tierra de orden de su
general, con objeto de abrirlo.
Mientras, los escuadrones de Lanceros de Jalisco y de Guanajuato, que fueron los primeros
en cargar, sufran muchas prdidas.
El brillante Teniente Coronel, jefe de Lanceros de Jalisco, D. Juan Njera, y otros tres
oficiales, caan muertos.
Multitud de soldados y de caballos quedaron en un momento fuera de combate.
El Teniente Coronel D. Mariano Moret, que mandaba Guanajuato, recibi de doce quince
balas en su persona, caballo, y montura, teniendo la fortuna de no haberle causado ninguna
herida grave.
En fin, no fue posible resistir ms, y la caballera retrocedi dejando el campo cubierto con
sus despojos.
Triunfante el general Wort, atraves el ro y atac el Fortn de la Federacin que solamente
contaba con una guarnicin de ochenta hombres y dos malos caones.
La resistencia que opuso fue muy dbil, si bien es cierto que la plaza no le mand auxilio
alguno.
34
De este modo, los americanos, atacando con fuerzas muy superiores puntos aislados que la
plaza no socorra, haban ocupado en aquella jornada, al N. E. la Tenera, al S. O. el Fortn de
la Federacin y el camino del Saltillo.
Los prisioneros que hizo el enemigo en la Tenera, fueron conducidos con una fuerte escolta
al Bosque del Nogalar, donde el General Taylor tena formado su campamento; pero durante
el trayecto, sufrieron el fuego de can que la Ciudadela hizo la escolta que los conduca,
mientras la tuvo su alcance.
Al llegar al campo, alojaron a los oficiales en una tienda de campaa inmediata la del
General Quitman; y la tropa en un lugar distante debajo de los rboles.
En la noche lleg el General Quitman, trat los oficiales con agrado, y les mand su negro
con una charola abundantemente provista de jamn, galletas y caf, primer alimento que
tomaban aquel da.
Poco despus, la tienda fue rodeada por un destacamento de infantera.
La noche era lluviosa, y como la tienda era de lona de algodn, los oficiales recibieron la
lluvia como si estuvieran campo raso.
No obstante, consecuencia de las fatigas del da, durmieron bien.
Septiembre 22
Muy de maana lleg la tienda un sargento enviado por el General Taylor, para conducir
los oficiales prisioneros su presencia.
Estaba el General en mangas de camisa, sentado en una silla de tijera delante de su tienda.
Por medio de intrprete interrog largamente los oficiales sobre el estado que guardaba la
guarnicin de Monterrey, su nmero, su moral, y si esperaba socorro. Se inform tambin de
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la fortificacin, artillera, municiones y vveres, haciendo otras preguntas, que los oficiales
contestaban de manera de no dar ninguna luz al General.
Terminado el interrogatorio, dijo los oficiales que quedaban en libertad.
Preguntado por esto qu causa deban aquella generosidad, contest: que era prctica
admitida entre naciones civilizadas, que los oficiales prisioneros podan retirarse sus
hogares, dando palabra de honor de no volver tomar las armas durante la guerra presente,
hasta no ser debidamente canjeados.
Contestaron los oficiales que agradecan mucho la proposicin de libertad que se les haca,
pero que no les era posible admitirla, porque no podran permanecer indiferentes las
desgraciadas de su pas, ni queran renunciar las glorias que el Ejrcito Mexicano pudiese
adquirir. Que en consecuencia, preferan permanecer prisioneros, dejando la fortuna la
solucin de su destino.
Habl el General en seguida de cosas varias, y entre otras, dijo: que saba que la artillera
mexicana estaba servida por oficiales extranjeros, hizo muchos elogios de esta arma y elogio
el valor de las tropas.
Concluida la entrevista, los oficiales volvieron su tienda, haciendo comentarios favorables
su causa, fundados en las preguntas que el general les haba hecho.
Poco despus sali el General Taylor del campo, pero no de uniforme como haba estado la
vspera dirigiendo el ataque de la Tenera.
Llevaba una levita de carranclan de cuadros pequeos azules, pantaln azul sin franja,
chaleco de piqu y sombrero de paja de grandes alas.
Ni el caballo que montaba, ni la silla, llevaban ningn adorno militar.
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Semejante cambio no pudo menos de llamar la atencin de los primeros, quienes
comenzaron hacer comentarios, atribuyndolo que el General, quisiera practicar algn
reconocimiento peligroso, por s mismo.
Habra pasado media hora, cuando los oficiales oyeron que el caoneo comenzaba de nuevo
en Monterrey. Esto los consol, porque ignorando lo que haba pasado el da anterior, despus
que fueron hechos prisioneros, el silencio les pareca de mal agero.
He aqu lo que ocurra:
Mirando el enemigo el mal resultado de los ataques que haba dirigido sobre el N. y el N. E.
resolvi trasladar sus operaciones al O. atacando el cerro del Obispado.
Este punto estaba cubierto por menos de doscientos hombres de varios Cuerpos, con cuatro
caones, todo al mando del Teniente Coronel Berra.
Tres caones se hallaban colocados en el frente que vea al camino del Saltillo, y una pieza
de 12 la espalda, sobre una cresta donde se construy una flecha que guarnecan cincuenta
hombres.
Esta parte del cerro es en extremo escarpada y los fuegos de artillera no podan ofender sino
larga distancia, con tiros fijantes, y por lo mismo de muy poco efecto, pero sin poder batir la
subida, causa de la considerable altura y rpida pendiente.
Los americanos pernoctaron cerca del cerro, asaltando la madrugada la pequea obra de la
cresta, que por ser sorprendida casi no opuso resistencia. La fuerza se repleg al Obispado
dejando algunos muertos en el campo y desbarrancando la pieza.
Posesionado el enemigo de aquel punto, qued dominando la guarnicin del Obispado; y
como no se haba pensado en fortificar la espalda del edificio que miraba la cresta, la tropa
tuvo que salir hacer la defensa pecho descubierto.
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Los americanos colocaron una pieza en la cima que ocupaban, y con otra que tenan situada
en Loma Blanca, cruzaban perfectamente sus fuegos sobre nuestros soldados, batindolos por
el frente y por la espalda.
De los tres caones que quedaban, solamente uno se hallaba en buen estado de servicio. Los
otros se haban inutilizado; el uno desmotndose, y desfogonndose el otro, cuyos
desperfectos ocurrieron durante el fuego que el da anterior haban hecho cuando la carga de la
caballera.
Toda la maana hizo el enemigo fuego de can, mientras organizaba su ataque.
El Teniente Coronel D. Francisco Berra solicit repetidas veces que fuese reforzado el
punto, pero parece que se le contest que le bastaba con la fuerza que tena.
Sin embargo, se asegura que se dio orden al General D. Jos Lpez Uraga para que se
encargase de la defensa del Obispado, y que dicho general anunci que si para las doce del da
no le mandaban por lo menos ochocientos infantes y dos piezas, no se hara cargo de la
defensa.
Como no lleg el refuerzo pedido la hora indicada, cumpliendo su palabra el General
Uraga se volvi la Ciudadela.
Entre dos y tres de la tarde, los americanos descendieron sobre el Obispado con una fuerte
columna apoyada con multitud de tiradores.
Nuestros soldados esperaron formados en batalla, pero al fin fueron arrollados por el
superior nmero y el impulso del enemigo.
El General Torrejon, que se hallaba con su brigada de caballera cerca del cerro, quiso
auxiliarlo.
Al efecto, mand desmontar parte de su fuerza y le orden subir pero como era natural, fue
rechazada por la infantera, que en aquel caso tena una incontestable superioridad.
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Advirtiendo un soldado que la bandera quedaba izada en el fuerte, volvi por ella, y logr
arriarla y llevarla consigo, pesar del fuego que hicieron sobre l para impedirlo. No s si al
soldado le dieron algn premio, que bien lo mereca, pero supongo que no, porque no recuerdo
que el hecho se haya mencionado en algn documento oficial.
Posesionados los americanos del Obispado y del Fortn de la Federacin, quedaron dueos
del camino del Saltillo, y por consiguiente, cortada la guarnicin de Monterrey con el interior
de la Repblica.
Aunque esto era realmente un mal, no influa inmediatamente en la defensa de la plaza,
porque siendo puestos aislados y fuera del recinto los que ocupaba el enemigo, tena ste que
hacer nuevos esfuerzos para penetrar en el permetro fortificado.
Sin embargo, en vez de preparar la defensa para el da siguiente, se orden en la noche el
abandono de la primera lnea, donde el da 21 se haban estrellado los americanos, y corri
igual suerte la segunda, que an no haba podido ser atacada.
Concentradas las tropas en la tercera lnea, quedaron aglomeradas en una pequea rea,
donde los proyectiles enemigos tenan por necesidad que hacer el mayor efecto. Se cometi
tambin la falta, de encerrar algunos Cuerpos de caballera, cuya tropa desmontada se coloc
en las alturas para utilizarla como infantera; sin observar que con sus armas de corto alcance,
no podan competir con los americanos, y sin tener en cuenta, las dificultades que se
presentaran para mantener y cuidar los caballos.
Aquellas fuerzas podan haber prestado mejores servicios en el campo, sin embarazar con
los caballos el poco espacio con que se contaba, y sin aumentar los inconvenientes con la
necesidad de su cuidado y manutencin.
El sistema de defensiva absoluta que se haba adoptado, ayudaba admirablemente al
enemigo. No solamente no se intentaba recobrar alguno de los puntos que se haban perdido,
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ni tampoco se hacan salidas para apoyar las defensas parciales y rechazar los ataques, sino
que innecesariamente, segn mi humilde juicio, se abandonaron dos recintos fortificados que
habran costado muchas prdidas al enemigo.
Septiembre 23
Al amanecer, los americanos, como de costumbre, hicieron su reconocimiento, y notando el
abandono de las lneas, se apresuraron ocuparlas, cuya operacin practicaron sin ser
contrariados.
Desde este momento, el estado de la guarnicin fue comprometido.
Agrupada en un reducido espacio, donde convergan los fuegos de los sitiadores, sufra
mucho con ellos.
Por otra parte, haba quedado aislada la Ciudadela, sin poder ayudar la defensa, y cerrada
voluntariamente la salida que deba haber conservado la guarnicin hasta el ltimo extremo.
Todo esto engendr un profundo disgusto en la tropa, el que fue creciendo por grados, al
verse reducida una mala situacin y no por los esfuerzos del enemigo.
Colocaron los americanos bateras de obuses, en el Campo-Santo, y en la plazuela de la
Carnicera, y una de caones en la altura LL.
El fuego de estas bateras, concentrndose en nuestras posiciones, comenz causar
estragos, sin que pudieran remediarse, pues no haba modo de contrabatirlas, por no ser vistas.
A pesar del mal xito que los americanos haban tenido en algunos de los ataques dirigidos
nuestras obras, organizaron varias columnas con objeto de ocupar definitivamente la plaza.
El combate fue rudo; pero una vez ms fueron rechazados con bastantes prdidas.
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Convencidos de las dificultades y peligros que ofrecan los ataques viva fuerza, por las
calles, se propusieron el ir conquistando el terreno palmo palmo. As lo comenzaron
ejecutar, derribando paredes, haciendo horadaciones, abriendo aspilleras en los muros
intermedios, que solan servir para ambos combatientes; y de esta suerte tuvieron que ir
ganando casa por casa.
Al terminar el da, la guarnicin haba replegado todos sus puestos avanzados, y solamente
conservaba las manzanas que forman el permetro de las plazas Principal, y del Mercado.
La posicin, sin embargo, era fuerte, y el enemigo hubiera aventurado mucho al querer
forzarla; tanto ms, cuanto que sus prdidas en aquel da haban sido considerables.
Mientras los sucesos referidos tenan lugar en Monterrey, vase lo que pasaba en el campo
americano.
El General Taylor, parece que haba dado poca importancia Monterrey, cuya plaza crea
tomar en algunas horas de combate. Su ejrcito no iba apercibido para un sitio, y su tren de
artillera, era solamente de batalla, si bien muy superior al nuestro, pues los Estados Unidos
haca mucho tiempo que haban adoptado el sistema de Paixhans, mientras nosotros usbamos
el antiguo de Griveaubal.
Se dijo, que el da 21 de Septiembre, cuando comenz el ataque, el General Taylor haba
ordenado ir almorzar la plaza; pero que tuvo un fuerte desengao, cuando al caer la tarde,
en cambio del Fortn de la Tenera, vio su campo lleno de heridos, y notables huecos en sus
filas.
Los combates de los das subsecuentes, con especialidad el del ltimo, haban aumentado sus
prdidas considerablemente.
41
Los hospitales formados con tiendas de lona de algodn no resguardaban los heridos, de
las lluvias tropicales que noche noche, caen en aquellas comarcas en la poca del ao en que
estbamos.
El campamento, situado buena distancia de Monterrey, estaba expuesto las hostilidades
de nuestra caballera que haba quedado fuera de la plaza.
Las provisiones que el enemigo llev consigo, naturalmente se consuman y no le era fcil
reemplazarlas.
En definitiva, la situacin del General Taylor no era buena.
la plaza, mientras tanto, no le faltaban vveres ni municiones, ni haba sufrido grandes
prdidas. Contaba con un recinto fortificado bastante fuerte y con la Catedral y las Casas
Consistoriales en el interior, que le servan de reductos. Poda y deba haber corrido las
contingencias de un asalto, que de todas maneras hubiera costado muy caro los americanos.
Quedaba todava en pie intacta la Ciudadela con cuatrocientos hombres de guarnicin, y
bien artillada.
Haba de tenerse en cuenta la caballera que poda molestar sin cesar al enemigo, que en caso
de mal xito, tendra que emprender una retirada de cuarenta leguas para buscar la orilla del
Bravo, donde tena su base de operaciones.
Acaso todas estas consideraciones, decidieron el General Taylor levantar el sitio y
emprender su retirada. Al menos as lo daban entender los preparativos que se hacan en el
campamento.
Dispuso, que estuviesen prontos marchar los equipajes, los hospitales, y los prisioneros.
estos ltimos se les mandaron suministrar cuatro das de raciones; compuestas de pan de maz,
jamn, carne salada y caf.
42
La marcha se haba fijado para el da 25, y el ejrcito se hubiera retirado, sin duda, el 26.
Tres das ms de energa y de constancia, y el triunfo hubiera sido nuestro.
Septiembre 24
Este da, como en el anterior, continu el enemigo sus ataques de detall las casas que
ocupaba la guarnicin, pero sin obtener notable ventaja.
Unas veces, se trataba combates de una acera otra, casi boca de jarro; otras veces, de un
patio una azotea, de una ventana la de enfrente, de una pieza la inmediata.
Sin embargo, lleg la noche, y los americanos, sin conseguir ventajas perdan la esperanza
de forzar nuestra lnea.
Parece, que varios generales y jefes superiores, fueron instarle al General Ampudia para
que capitulara, y an se dijo, que alguno le propuso que rindiera la plaza sin condiciones. Al
principio el General se opuso semejantes consejos, pero acab por ceder, enviando un jefe
parlamentar con el enemigo.
Voy apuntar lo que se dijo que haba acontecido en este caso, segn lo o referir varios
oficiales, sin salir garante de la verdad del hecho.
Cuando el jefe nombrado pas las lneas y marchaba en busca del General Taylor encontr
un jefe americano que iba la plaza pedir una suspensin de armas. Ms hbil el americano,
inquiri del nuestro el objeto que llevaba. Cuando lo supo, le manifest, que estimaba mucho
le evitaran la comisin penosa de que estaba encargado, que era la de intimar la rendicin de la
plaza; y lo acompa al Cuartel General.
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Impuesto Taylor de lo acontecido, hizo el papel que le corresponda, diciendo al jefe
parlamentario que manifestase al General Ampudia, que no admitira ms condiciones que la
de rendirse discrecin.
El General Ampudia se manifest indignado, y contest, que si no acceda el General Taylor
en nombrar una Comisin para tratar con otra de la plaza, sobre una capitulacin honrosa, l
prefera enterrarse con la guarnicin que mandaba bajo los escombros de Monterrey.
Si la situacin de los americanos hubiese sido buena, es seguro que el General Taylor habra
insistido en la rendicin; pero l necesitaba tambin salir del apuro en que se hallaba, y por lo
tanto accedi que se nombrasen las Comisiones.
Reunidas stas, se vio que la americana tena exigencias exorbitantes; pero las fue
moderando, proporcin que hallaba resistencia y energa en la mexicana.
Por fin, la media noche, quedaron firmadas las bases de la capitulacin.
De la rendicin absoluta, el enemigo lleg convenir en el siguiente arreglo:
El Ejrcito Mexicano saldra de Monterrey con tambor batiente y banderas desplegadas,
llevando la tropa una parada de cartuchos por plaza, y una batera de batalla con los cofres
cargados, con bala en boca, y los botafuegos con la cuerda mecha encendida.
El Pabelln Mexicano sera saludado con veintin caonazos por la artillera americana, al
ser arriado en la Ciudadela.
Quedaran suspensas las mortalidades durante siete semanas.
Habra canje de prisioneros.
El Ejrcito Mexicano se retirara al Saltillo, pudiendo enviar destacamentos hasta la
Hacienda de la Rinconada, cuyo punto sera neutral para ambos Ejrcitos.
Se concedan seis das la guarnicin para evacuar la ciudad, cuya mitad al E. ocupara;
mientras el Ejrcito Americano conservara la otra mitad al O.
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Es probable que haya olvidado algunos detalles, pero creo que he apuntado lo sustancial.
Arreglada la capitulacin comenz desde luego tener efecto la suspensin de armas.
Al regresar su campo, se obsequi al General Taylor dndole por escolta el 8 de
caballera.
Cuando pasados los puestos avanzados, vieron los americanos entre las sombras de la noche
aquella caballera en su campamento, cundi la alarma por todas partes.
El desorden y la confusin se extendieron por el campo, y los oficiales prisioneros pudieron
comprender, el efecto que hubiera producido una verdadera sorpresa.
Pero ellos, que dorman profundamente, al despertar en aquella barahunda de gritos y
carreras, se vieron sobrecogidos tambin de sobresalto, aunque no comprendan la causa del
alboroto.
Luego todo calm, el General Taylor pas su tienda, y la escolta volvi tranquila
Monterrey.
Este desenlace caus grande alegra en el campo americano, que estall en grandes risas y en
gritos de jbilo.
Septiembre 25
Monterrey permaneca silencioso. Desde el campo americano no se escuchaba ningn rumor
de guerra, y aquel silencio, y aquella calma, llenaba los prisioneros de ms zozobra
inquietud, que el vivo caoneo de los das anteriores.
Esperaban por momentos la orden de emprender su marcha Camargo, y cuando al saludar
al General Quitman aquella maana, le preguntaron qu hora se verificara aquella; les
contest que ya no era necesario, porque la plaza haba capitulado y de haba convenido en el
canje de los prisioneros.
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Ellos recibieron esta noticia con profundo desconsuelo, pues si bien sentan alejarse de sus
compaeros y tal vez de la patria, lo hubieran sufrido todo con gusto, trueque de que los
americanos hubieran fracasado.
Cuando lleg la hora de partir, el General Quitman pidi a los prisioneros que escribiesen
sus nombres. Al hacerlo, manifestaron al general su gratitud por las atenciones de que fueron
objeto, y le pidieron un recuerdo.
El General mand su secretario extender un certificado honorfico para los oficiales, el
cual firm y les entreg.
El teniente D. Ignacio Solache, que era el de mayor graduacin entre los prisioneros;
conserv en su poder aquel documento; pero probablemente se perdi por haber muerto el
poseedor en la batalla de Cerro-Gordo.
Al sucumbir Monterrey, arrastr en su cada la Ciudadela, pues aunque al principio el
General Uraga se resista entrar en la capitulacin, tuvo al fin que ceder, convencido de la
imposibilidad en que se hallaba para defenderse, puesto que no se haba cuidado de abastecer
de vveres aquel punto, que tambin careca de agua.
Septiembre 26
A las siete de la maana se hallaba formada la Primera Brigada del Ejrcito en la plaza,
dispuesta emprender la marcha.
El General D. Toms Requena, nombrado por el General Ampudia, fue el encargado de la
evacuacin de la ciudad.
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Se present caballo en compaa del General Wort, mand toque de corneta los
movimientos necesarios, y la primera brigada, batiendo marcha, con sus banderas flotando al
aire, atraves la ciudad, y faldeando el Cerro del Obispado, tom el camino del Saltillo.
El General Requena fue muy considerado por los americanos, porque indudablemente era
uno de los oficiales generales ms ameritado de nuestro ejrcito.
En la ciudad, quedaban los heridos que se haban improvisado durante el asedio. All los
desgraciados soldados carecan de todo. En el corredor de una de las casas que servan de
hospital, haba tirados sobre petates y sin ms abrigo que el algodn que cubra sus llagas,
algunos cuerpos humanos espantosamente desfigurados. Eran los artilleros que se haban
quemado al conducir municiones para sus piezas. Se hallaban los infelices ulcerados de pies
cabeza, de suerte, que veinte pasos de ellos no era soportable el hedor que exhalaban.
Septiembre 27
Sali la segunda brigada y pernoct en Santa Catarina.
Era una coincidencia dolorosa que en el aniversario de la entrada del Ejrcito Trigarante la
Capital de la Repblica, entregsemos una plaza al enemigo extranjero.
Septiembre 28
La segunda brigada sali de Santa Catarina y pernoct en el paso de los Muertos.
La tercera brigada sali de Monterrey, con lo cual termin la evacuacin de las tropas.
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Septiembre 29
Al pasar por los Muertos, qued all un destacamento de doscientos infantes.
Septiembre 30, Octubre 1, 2, 3 y 4.
Permaneci la divisin en el Saltillo, donde se haba verificado su reunin.
Se distribuyeron auxilios para emprender la marcha San Luis Potos. A los subalternos les
tocaron cinco pesos en plata, y cinco en tabaco labrado.
Octubre 5
Antes de emprender la marcha, la divisin form, cuadro para la ejecucin capital de un
correo del enemigo. Terminado el acto, desfilaron las tropas saliendo de la ciudad, y fueron
pernoctar en Aguanueva.
Octubre 6
De Aguanueva la Hacienda de la Encarnacin.
Octubre 7
Al Rancho de San Salvador.
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Octubre 8
A la Hacienda del Salado.
Octubre 9
A la Noria de las nimas.
Octubre 9
Al Cedral.
Muchos individuos se haban enfermado de tercianas.
Octubre 11
Por Matehuala la Hacienda de la Presa.
Octubre 12
la Hacienda de Sols.
Octubre 13
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la Hacienda de Charcos.
Octubre 14
la Villa del Venado.
Octubre 15
Al Pueblo de la Hedionda.
Octubre 16
la Hacienda de Bocas.
Octubre 17
San Luis Potos.
Octubre 18
El Estado Mayor y la oficialidad de la divisin, se presentaron al General Santa-Anna.
El recibimiento del General fue bastante fri. Habl de las faltas cometidas en la campaa:
aludi al mal comportamiento de algunos: y asegur, que con una direccin ms acertada,
cumpliendo cada uno con su deber, nuestras guilas seran coronadas por la Victoria.
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Uno de los primeros actos del General Santa-Anna, fue el de separar del mando de sus
cuerpos algunos jefes, y mand en seguida abrir un proceso sobre los sucesos de Monterey;
pero pocos das orden que se suspendiera todo procedimiento, y que quedaran las cosas
como estaban.
OBSERVACIONES
La defensa de Monterrey debi haberse hecho con mayor energa. La resistencia
absolutamente pasiva que se sujet; la inaccin de la caballera, cuya mayor parte no
hostiliz de modo alguno al enemigo; y el abandono del primero y segundo recinto
fortificados sin habrselos hechos pagar caros los sitiadores; fueron las causas principales
que prepararon la capitulacin.
No obstante, el estado de la guarnicin no era de tal modo desesperado, en mi humilde
concepto, que obligara entregar la plaza.
Aunque no haba abundancia, no faltaban vveres, agua, ni municiones; y las prdidas
sufridas eran relativamente pequeas, puesto que no pasaban de doscientos hombres.
Es cierto que prolongando por ms tiempo la resistencia, cada da tena que empeorar la
situacin de la plaza, de suerte, que la larga, el enemigo la hubiera obligado rendirse
discrecin.
Pero tal convencimiento no debe influir en el Gobernador de una fortaleza, quien se le
previene, que ha de prolongar la defensa hasta por un minuto: que se le prohbe rendirla,
menos de que tenga plena seguridad de no ser socorrido; de que el enemigo haya abierto
brecha practicable en el cuerpo de la plaza; y que haya sido rechazado por lo menos en un
asalto.
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Cuando se llega tal extremo, ya se sabe, que el atacante no consiente en otras condiciones
que en la rendicin absoluta.
As, pues, mientras ms gracias otorgue el sitiador la guarnicin de la plaza que ataca,
prueba ms la incapacidad en que se halla de reducirla.
Esto fue lo que sucedi con Monterrey. Unos cuantos das ms de resistencia, que en mi
concepto pudo hacerse sin grandes sacrificios, hubieran obligado al enemigo levantar el
campo.
Si esto no fuese cierto, si no bastasen las pruebas que se hallan consignadas en estos apuntes
para demostrarlo, bastar sin duda la consideracin, de que el General Taylor al creerse con
fuerza necesaria para obligar la plaza rendirse, no hubiera consentido en dejar libres
cinco mil hombres de tropas aguerridas, con una batera, que pronto debera encontrar en el
campo de batalla.
Por otra parte, puede haber obrado en el nimo del General Ampudia, al firmar la
capitulacin, la idea de que hallndose la Repblica desarmada, era necesario conservar todo
trance la divisin que mandaba, para continuar la defensa.
Pero mayores eran sin duda las ventajas que la Nacin habra sacado de la retirada del
Ejrcito Americano, que segn todas las probabilidades, se hubiera verificado al prolongarse
la resistencia de Monterrey.
Hubo tambin otras causas aunque menos inmediatas, que contribuyeron la prdida de la
ciudad. La primera fue, el estado de revolucin en que se encontraba la Repblica. Sin esta
circunstancia, una fuerza respetable se hubiese acercado con el fin de auxiliar la plaza; la
accin moral de esta fuerza se habra hecho sentir en los sitiados reanimndolos; en los
sitiadores causando desaliento, y precipitando sin duda su retirada.
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Pero la guerra civil, fue poderoso auxiliar para los invasores. ella se debi que la
resistencia nacional no presentara mayor energa; que los triunfos le fuesen menos costosos
los americanos; y que la paz se firmase haciendo grandes sacrificios.
Quiera Dios que tantas desventuras, sirvan de leccin para lo futuro!
1847
Batalla de la Angostura
Sumario
Cuartel General de San Luis Potos.-Llegada del General Santa Anna.-Concentracin de
fuerzas.-Contingente de los Estados.-Mala impresin que hacan en el Ejrcito los artculos
que publicaba contra l la Prensa de la Capital.-Grande escasez de recursos para hacer la
guerra.-Esfuerzos del Estado de San Luis.-Resolucin del General Santa-Anna.-Marcha del
Ejrcito.-Lucha con los elementos.-Concentracin de las tropas en la Hacienda de la
Encarnacin.-Marcha sobre Aguanueva.-Combate del 22 y batalla del 23 de Febrero.-
Retirada.-Penalidades del Ejrcito.-Regres San Luis Potos.-Observaciones.
principios de Octubre de 1846, lleg el General Santa-Anna San Luis Potos con la
mayor parte de las fuerzas militares que haba en el interior de la Repblica, y estableci su
Cuartel General.
Desde luego orden que la divisin que evacu Monterrey y se hallaba en el Saltillo, se
replegase San Luis. Esta disposicin fue acaso innecesaria, y an inconveniente. Lo primero,
porque haba siete semanas de suspensin de hostilidades, y por lo mismo no podas temerse
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un conflicto. Adems, que cuando el caso de una retirada llegase, se hara travs del desierto,
por donde el enemigo ni se aventurara en una persecucin, ni aunque lo hiciera, podra
alcanzar nuestras tropas, por los grandes trenes que conduca.
Lo segundo, porque la presencia de aquellas tropas en el Saltillo, hubiera alentado la
poblacin de los Estados de Coahuila, Nuevo-Len, y Tamaulipas, para formar guerrillas,
hostilizar al enemigo, interrumpir su lnea de comunicacin con el Ro-Bravo.
Y era conveniente que las fuerzas que formaban el Canton de San Luis Potos, no
presenciaran un movimiento retrgrado, sino, antes bien, que ellas, avanzaran para apoyar
los que se hallaban al frente del enemigo.
An en el caso de que terminado el armisticio, conviniese replegar aquella fuerza avanzada,
fcilmente se podra retirar Matehuala, en donde servira de apoyo y de refugio las
guerrillas que hostilizaran los americanos, protegera la desercin de estos, y cubrira al
mismo tiempo la Ciudad de San Luis.
Otra disposicin del General Santa-Anna, fue la desocupacin del puerto de Tampico. No
era en verdad prudente dejar una guarnicin aislada tan grande distancia, pero el modo como
se verific la desocupacin, es sin duda censurable.
Sin necesidad, se hizo todo con una grande precipitacin. No se quiso esperar internar el
material de guerra antes de abandonar al Puerto. Tampoco se quiso armar los pueblos con los
elementos que all haba; y cuando la Nacin careca de todo, se arrojaron al ro sin
compasin, caones, armas y municiones.
Que esto se hizo por orden del General Santa-Anna, me induce creerlo, el que por
semejante proceder no se exigi ninguna responsabilidad al General Parrodi, que mandaba la
plaza.
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Con pocos das de diferencia llegaron San Luis las fuerzas del Saltillo y las de Tampico,
que dejaban en poder del enemigo dos Estados de la Federacin.
Desde luego se pens en fortificar San Luis.
Por el N. y el O. de la Ciudad se comenzaron levantar obras de poca capacidad, en terrenos
sembrados, llenos de rboles y de construcciones, que no hubiera sido fcil destruir llegado el
caso, para procurar un campo de tiro despejado, y quitar aquellos abrigos al enemigo.
En el Santuario de Guadalupe, se comenz una obra ms formal. Era un fuerte cerrado, con
bastiones y medias lunas, que formaba un pentgono regular. Aunque se avanz mucho en esta
obra, no lleg concluirse.
Las tropas hacan ejercicio con frecuencia. La infantera, por brigadas, al mando de sus
generales respectivos; pero nunca vi un ejercicio general, ni siquiera de una divisin.
La caballera, solamente maniobraba por regimientos.
La artillera rara vez sola maniobrar, y nunca tir al blanco.
El General en Jefe, no se presentaba en el campo de instruccin, de suerte, que no poda
apreciar la bondad respectiva de los cuerpos que estaban su mando.
Los domingos, las tropas iban misa, daban un paseo por la ciudad, y volvan sus
cuarteles.
No supe que hubiera reuniones de los jefes superiores, para conferenciar sobre las
operaciones de la campaa, ni que se hubiese proyectado algn plan.
Tampoco haba en todos los cuerpos, como debera ser, academias de oficiales.
Durante los meses de Noviembre y Diciembre, llegaron reemplazos para el Ejrcito.
Tambin llegaron las tropas levantadas en los Estado de Guanajuato y Jalisco. Estas tropas
estaban en general mal armadas: cuerpos haba, en que se vean armas de todos tamaos, y
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gran parte de ellas sin bayonetas, notndose muchos fusiles atados con correas, con cordeles,
en vez de abrazaderas.
Entre las tropas procedentes de Jalisco, se hallaban las levantadas en la ltima revolucin.
En general, todas estaban mal vestidas y equipadas, especialmente las de Guanajuato.
En cuanto su instruccin, era completamente rudimentaria.
Componindose la mayor parte de reclutas, los contingentes que mandaban los Estados que
lo efectuaron; no se cuid de que hicieran por lo menos algunos ejercicios de fuego, de
manera, que muchos soldados fueron batirse, sin haber disparado jams un fusil.
Entre los defectos del General en Jefe, uno de los que produca mayores males, era la
proteccin y preferencia que daba ciertos cuerpos, que todo lo tenan en abundancia mientras
otros carecan de lo preciso.
El Regimiento de Hsares con su alta paga y su numerosa oficialidad, consuma mucho ms
que los otros regimientos. Para ponerlo en alta fuerza, refundieron en l varios Piquetes de los
que se levantaron en Guadalajara, cuando el pronunciamiento: de esto result, que aquel
cuerpo que se distingua por su oficialidad, escogida, perdiese esta ventaja, recibiendo en su
seno oficiales muy inferiores bajo todos conceptos.
En infantera, los batallones 1 3 y 4 Ligeros, y el 11 de Lnea, eran protegidos.
Zapadores, el 2 Ligero, el 1 el 3 el 4 el 5 el 10 y el 12 de Lnea estaban en poca fuerza
y no bien equipados.
Los Activos de Mxico, de Quertaro, de San Luis, de Aguascalientes, y de Morelia, se
hallaban casi en cuadro.
Los auxiliares de Guanajuato, de Len, de Celaya y de Guadalajara, aunque en buena fuerza,
estaban casi desnudos, con un armamento malsimo, especialmente, los tres primeros.
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Llegaron tambin algunos cuerpos de caballera, Voluntarios del Bajo pero como se ver
despus, no prestaron ningn servicio.
mediados de Noviembre termin el armisticio que se pact en la capitulacin de
Monterrey, celebrndose tal acontecimiento, con dianas y msicas al romper la retreta, delante
de la casa que habitaba el General en Jefe.
La orden del da, era una especie de proclama las tropas.
Orden el General Santa-Anna que en la Sierra de Tula, que segn se deca estaban
fortificando, se formase una divisin de observacin, al mando del General D. Gabriel
Valencia, que haba llegado de Guanajuato con las fuerzas de aquel Estado.
El General Santa-Anna, revist las tropas que deban marchar, en el llano de Guadalupe.
Se componan del batalln nmero 12 Batalln Fijo de Mxico, Batalln Guarda-Costa y
Compaa Veterana de Tampico; Escuadrn de San Luis, y la Caballera Voluntarios de
Guanajuato.
Toda la fuerza pasara de dos mil hombres con tres caones de 8.
Poco despus de haberse situado esta fuerza en la Sierra, una divisin americana al mando
del General Quitman, procedente de Monterrey, marchaba por Victoria para embarcarse en
Tampico.
Al pasar por la vertiente de la Sierra, la marcha del enemigo era desordenada causa de los
angostos ahiladeros por donde se prolongaba; y an se deca que muchos soldados iban en
estado de embriaguez.
Parece que los vecinos de Victoria y de otros lugares de Tamaulipas ofrecieron hostilizar
los americanos si las tropas los atacaban.
Todo estaba dispuesto para el combate, y la seccin que mandaba el General D. Manuel
Romero la vista del enemigo.
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Se dijo, que en aquellos momentos, el General Valencia, recibi una orden absoluta y
terminante del General en Jefe, prohibindole bajo su ms estrecha responsabilidad, que
comprometiese algn lance de armas.
Los americanos siguieron su camino sin que fueran molestados; los pueblos quedaron
entristecidos y desalentados; y las tropas con un profundo disgusto.
Los Voluntarios de Guanajuato se desbandaron casi en su totalidad.
Este hecho da lugar, muchas y tristes reflexiones. Con qu objeto se situaba una divisin
en la Sierra, si llegado el caso no deba hostilizar al enemigo? Qu mal hubiera producido
hostilizar los americanos, an cuando nuestras tropas hubieran llevado la peor parte? es
que el General Santa-Anna no quera dejar otro General la gloria de adquirir un triunfo!
Como resultado inmediato de este acontecimiento, adems de la prdida de la caballera del
Bajo, tuvo lugar la separacin del mando por renuncia, del General D. Gabriel Valencia,
quedando la cabeza de la divisin el General de Brigada D. Ciriaco Vzquez.
Al terminar el ao de 1847, la situacin del Ejrcito era la siguiente:
En Tula de Tamaulipas, la divisin del General Vzquez.
Dos tres batallones de escasa fuerza, y la mayor parte la caballera, ocupaban Bocas, el
Cedral y San Juan Vanegas.
El Cuartel General, con la mayor parte de la infantera, la artillera, y el Regimiento de
Hsares, estaban en San Luis Potos.
No se puede negar que el Estado de San Luis, se ha distinguido por su patriotismo y sus
servicios en esta guerra. Su Gobierno ha auxiliado al ejrcito, con dinero, y con el contingente
de sangre; y el pueblo ha suministrado vveres para la tropa, y trabajos personales.
No obstante, estaba muy lejos de notarse en la Repblica, el fuego patritico, el entusiasmo
de un pueblo, que se levanta en masa para defender sus hogares.
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El aspecto de la ciudad era tranquilo; y si la presencia de las tropas no le diera cierto aspecto
marcial, no habra motivo para acordarse de que la Nacin sostena una justa guerra con los
extranjeros que la invadan.
El Ejrcito del Norte estaba mal pagado, como era natural, por el estado de penuria en que se
hallaba el erario.
No se hacan otros preparativos para la campaa, que la construccin de municiones y la
reparacin de material de guerra.
Tampoco se acopiaban vveres, de que carecan totalmente las comarcas que el ejrcito
tendra que recorrer: no se organizaba un hospital ambulante, sin el cual no puede pasarse
ningn ejrcito, ni menos se poda pensar en tiendas de campaa para la poca rigorosa del
invierno, porque stas, nunca las han usado las tropas mexicanas.
Algunas semanas, acaso meses, eran todava necesarios para perfeccionar la organizacin
de aquel conjunto de tropas llegadas de diversos rumbos, muchas de ellas acabadas de
levantar.
Por lo tanto, no se poda pensar en poner en movimiento an, aquellas masas que tanto les
faltaba para perfeccionarse. Pero desgraciadamente, el General en Jefe no tena toda la libertad
de accin que le era necesaria.
El Gobierno, impulsado por la opinin pblica que se impacientaba por que no se activaban
las operaciones, sin calcular las dificultades que ocurran, ejerca cierta presin sobre el
General, para que se pusiera en campaa cuanto antes.
La Prensa, sin prever las consecuencias de su imprudente conducta, se exasperaba por la
inaccin del ejrcito, llenndolo de improperios. Pintaba San Luis como una nueva Capua,
donde los militares se entregaban los placeres, consumiendo los caudales de la Nacin, y
olvidando completamente la causa de la Patria.
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Cada correo que llegaba de la Capital, produca una explosin de disgusto en el ejrcito.
El peridico llamado Don Simplicio, con su carcter satrico y jocoso, era uno de los que
ms heran los militares.
Olvidaban aquellos escritores, que los Gobiernos mexicanos, nunca tuvieron habilidad para
organizar y atender al ejrcito: que nuestros soldados siempre estuvieron mal pagados, mal
alimentados y mal vestidos; que en San Luis se hallaban los restos del Ejrcito del Norte, que
haba guarnecido nuestra frontera por ms de diez aos, combatiendo constantemente, ya
contra los indios brbaros, ya contra los texanos, sin recibir ms que de vez en cuando una
pequea parte de sus haberes: que los jefes, oficiales y tropa, trabajaban personalmente para
proporcionarse el sustento; pero que acudan al toque de generala, ya para combatir, ya para
expedicionar por el desierto, sin ms sueldo ni ms raciones que una bolsa con totopo que
cada uno se proporcionaba.
Cuando ms se necesitaba alentar aquellos desgraciados soldados, que si no haban
obtenido la victoria, no era ciertamente por su culpa, y que se disponan combatir con tantas
desventajas; se les desmoralizaba con aquellos escritos, que ponan en su contra la opinin
pblica.
Por fin, lleg tal grado la exaltacin, que ya nadie pensaba sino en marchar.
No se haca caso de que se careciera de cosas importantes, ni de que faltaran los vveres y el
din
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