Navidad 2012 Año 52 Num.188
AÑO DE LA FE
Anexo al Boletin
Cuentos de Navidad 2012 Página 2
ASI VIVEN Y NOS CUENTAN ALGUNOS DE NUESTROS NIÑOS DE FORMACION LA NAVIDAD.
ALEXIS NUÑEZ Y QUINO YUST, NOS RELATAN CON SUS PROPIAS PALABRAS, “LA HISTORIA MAS
GRANDE JAMAS CONTADA”.
Hace muchos, muchísimos años vivía en Nazaret una joven muy buena llena de gracia y
virtudes. Un día mientras barría y limpiaba en su casa se sobresaltó al escuchar una voz. Se
quedó sorprendida y sus ojos se agrandaron por el susto. Junto a la puerta había un ángel
rodeado de luz. Era el ángel Gabriel. Le dijo que le traía buena noticias y era nada más y
nada menos que un mensaje de Dios. María no se lo podía creer pero el ángel se acercó a
ella y le dijo: “has sido elegida por Dios para ser madre del Masías. Se llamará Jesús y el
mismísimo Dios será su padre”.
María no entendía nada pero el ángel San Gabriel le dijo que Dios se ocuparía de todo que
para El nada era imposible ni difícil. El ángel también le habló de Isabel, su prima que
también estaba esperando un hijo. ¡Qué sorpresa! Pensó María. Ella aceptó dulcemente
todo lo que el ángel le dijo.
María que se iba a casar con José un joven muy bueno que era carpintero no sabía como
explicárselo pero Dios le habló a José y al poco tiempo se casaron. Eran muy felices y todo
iba como Dios lo había dispuesto.
La orden del emperador augusto de hacer el censo de todas las personas que vivían en los
pises en el que él mandaba llegó hasta la remota donde vivían María y José. Tuvieron que ir
hasta Belén para poner sus nombres en la lista del emperador. María, que estaba
embarazada de Jesús y José fueron en burro hasta Belén. Fue un largo y penoso viaje pero
tenían que ir. Cuando llegaron todo estaba lleno de gente, todo, todo estaba lleno hasta la
posada. Pero con todo el ajetreo del viaje, el hijo de María estaba a punto de nacer.
Entonces un posadero le dijo que fueran a un pesebre. No tenían nada pero José puso paja
limpia y allí nació po0r fin el Niño Jesús, el Salvador del Mundo. A salvo en el pesebre el Niño
dormía. Los primeros en enterarse fueron los pastores avisado por un ángel. Fueron a verle y
le llevaron pañales, lanita de las ovejas porque hacía mucho frío, biberones y todas esas
cosas. Los pastores estaban muy contentos y María y José también.
Los pastores volvieron a cuidar a sus o vejas pero toda la gente de Belén los escuchó por las
calles porque iban cantando a Dios. Sería seguramente el primer villancico. Después,
guiados por una estrella fugaz, llegaron tres Reyes Magos para adorarle y hacerle sus
ofrendas. El Rey Melchor le regaló oro, el Rey Gaspar le regaló incienso y Baltasar le regaló
mirra (la mirra es como una medicina). Después de todo esto Jesús y María y José avisado
por un ángel tuvieron que marcharse de allí porque el rey Herodes había mandado a matar
a todos los niños menores de dos años.
Era malísimo este rey. No quería que nadie le quitase su trono. Se marcharon a otro país y no
volvieron hasta que no murió Herodes. A medida que Jesús iba creciendo, el pobre tuvo
que sufrir mucho.
(Alexis Núñez y Quino Yust)
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Y SEGÚN QUIQUE YUST, ASI VIVE ÉL CON SU FAMILIA LA NOCHEBUENA.
Asi vivo yo la Nochebuena
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Dice mi padre que la Nochebuena es la noche más bonita y más entrañable de todo el año. La
familia se reúne y todo parece más bonito. Celebramos el nacimiento del Niño Dios. Por eso, a las 12
ponemos al Niño Jesús en su cunita del Portal de Belén y todos lo besamos.
El día de Nochebuena Quique, que soy yo, y toda mi familia nos reunimos para cenar. Desde por la
mañana estoy nervioso. Voy de aquí para allá. Ayudo a mi madre en la cocina, le voy por cosas a
la tienda… Por la tarde empezamos a poner la mesa entre todos. La cena que mi madre ha
preparado está ya a punto para que todos empecemos a disfrutar de ella.
Yo parezco un camarero sirviendo a unos y a otros pero lo hago muy contento porque mis padres
invitan a toda la familia, abuelos, tíos, primos. Yo estoy feliz de ver a toda mi familia junta y contenta.
Cuando hemos cenado y ponemos al Niño Jesús en el Belén cantamos villancicos todos juntos. ¡Es
una noche preciosa!
Los mayores toman sus copitas de Moscatel y los niños un poquito de champán, que por cierto está
buenísimo. Todo es diferente en esta Noche. Después es tradición en mi casa salir al jardín y tirar
petardos y fuegos artificiales. El cielo se cubre de estrellas de colores.
Es nuestra manera particular de anunciar a todos los que nos rodean, vecinos, amigos… que el Niño
Jesús ha nacido para nosotros.
Lo peor es que cuando se marchan todos hay que recoger todo pero lo hago sin protestar porque
la noche lo merece: nos nace Dios y la Navidad ya ha empezado.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!
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TOMAS TAMAYO, ESTRELLA GONZALEZ, MANUEL JESUS BALLESTA, CURRO RIVERO, SON
AUTORES DE ESTOS CUATRO EMOTIVOS Y ENTRAÑABLES CUENTOS QUE NOS DAN MUCHO
QUE PENSAR
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Hace tiempo, bastante tiempo, cuando también se vivía inmerso en una gran y profunda crisis
como la que actualmente padecemos, tras sufrir una larga guerra que dejó a nuestro país
totalmente desolado y arruinado, había una familia en un pueblo de Andalucía llamado Dos
Hermanas compuesta de cuatro miembros; Alberto, el padre, María, la madre y sus dos hijos Ramón
de 12 años y Victoria, la más pequeña, con 6. Alberto, el padre, trabajaba en una fábrica. Su sueldo
no le daba para mucho, sólo lo necesario y justo para poder ir tirando. Su madre ayudaba en casa
planchando por las tardes en casa de los Sres de Ibarra.
La Navidad se acercaba, su casa humilde pero limpia, blanca y reluciente y preparada para el
gran acontecimiento que se avecinaba, rezumaba paz y gozo. Los niños, se hacían sus ilusiones y
querían pedir a sus padres algunos regalos como algo de comida extra y diferente y ¡cómo no!
pensaban con gran ilusión en la festividad de los Reyes Magos. Los padres sabían que los deseos de
sus hijos no se podrían cumplir. No tenían dinero. Empezaron los preparativos en aquella casa que
aunque pobre rebosaba amor y cariño por todos lados.
Alberto, a la vuelta del trabajo, había traídos unos cartones grandes. Aquella noche y con el calor
del brasero de cisco y una vez que habían cenado una reconfortante sopa de picadillo, sin jamón,
claro está, unas rebanadas de pan con miel y un vaso de leche muy caliente con unos rollitos
hecho por María, se dispusieron a recortar el cartón que había traído Alberto. María hizo el molde:
Estrellas, muchas estrellas de distintos tamaños. Hicieron también un establo y una casita. Los niños
iban dibujándolas y el padre recortando y pintando entre todos con purpurina. Entre risas y
comentarios empezaron a ensayar el primer villancico, después otro y otro.
Estar así, juntos queriéndose, compartiendo y preparando la llegada del Niño Dios, esto si que era…
¡un auténtico regalo!
María sacó de un armario una caja con unas figuras que pertenecieron a su abuela y que
ocuparían un lugar preferente de su vivienda: un nacimiento con San José, la Virgen María, un Niño
Jesús, al que le faltaba dos dedos, los tres Reyes Magos y varios pastores con algunos animales, un
Ángel y una gran y brillante Estrella. María, Alberto, Ramón y Victoria estaban felices, muy felices
ante lo que se aproximaba. Eran una familia, una auténtica familia. Se dieron un beso, rezaron los
cuatro juntos y se despidieron hasta el día siguiente. Antes de acostarse Ramón miró por su ventana
y vio atravesar el cielo una brillante Estrella fugaz y pidió un deseo: tener regalos, comida, ropa…en
las próximas navidades. En un momento se avergonzó, pensó en sus padres y su hermana y se fue a
dormir mirando de “reojo” al Ángel de la Guarda que tenía encima de su cama.
La idea de poder comer dulces en abundancia, chocolate, mazapanes, rollitos de azúcar… y tener
un gran tren con una gran locomotora, una pelota de colores, juguetes de madera, unas buenas
botas, gorro, bufanda, guantes de lana , pantalones que abrigasen mucho, un buen abrigo, jerseys
que se pegaran bien a su cuerpo cuando fuera al colegio no le dejaban pegar ojo y le hacía tanta,
tanta ilusión que estuvo pensando toda la noche cómo plantearles a sus padres el deseo de visitar a
su adinerada tía Virtudes que residía en Madrid. Era la única hermana de su padre, por parte de
padre y hacía mucho tiempo que no se veían. Le escribiría una carta y le pediría ir a visitarla. Sabía
que estaba sola. Disfrutaba solamente de la compañía del servicio que tenía en su gran mansión.
A la mañana siguiente, tras dormir apenas dos horas, se levantó, rezó “con Dios me acuesto, con
Dios me levanto…”como todos los días, se vistió, se aseó y se sentó a desayunar con su hermana y
su madre y le dejó “caer” a su madre lo que había pensado. A su madre no le gustó mucho la idea
pero dijo que se lo comentaría a su padre. Se fue al colegio con su hermana y le fue dando vueltas
al asunto. Para tranquilizarse un poco, se iba diciendo: “no me lo quedaré yo todo, traeré cosas a mi
hermana, a mis padres. Haré felices a todos e incluso a mi tía Virtudes porque le haré compañía, le
enseñaré a cantar villancicos. Celebraré y leeré con ella todo lo que hacemos en casa por Noche
Buena, pondremos el Niño Jesús en su cunita, rezaremos por la paz del mundo, pediremos por las
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familias, por los pobres, enfermos y necesitados. Todo como hacemos en casa. En el fondo haré
una obra buena. Mi tía es algo áspera y esto le hará bien”.
Así se tranquilizó y pensó que no era nada malo todo lo que tenía en mente. Cuando volvió a casa
al medio día, ya estaba su padre esperándolos para comer. Se lavaron las manos, bendijeron la
mesa y se dispusieron a comer las lentejas con arroz que su madre había preparado. Ramón rompió
el hielo y preguntó a su padre:
- Papá, te ha dicho mamá mi deseo de visitar a tía Virtudes.
- Si, si algo me ha dicho. Y eso ¿a qué viene? Nunca hemos pasado una Noche Buena separados.
Sabes que esa noche es muy especial para nosotros.
- Ya, ya lo sé papá. Pero la tía está muy sola.
- Pero porque ella quiere – dijo su madre. Nosotros la hemos invitado muchas veces a celebrar la
Navidad con nosotros y nunca ha querido.
- Haz lo que quiera Ramón. Escríbele y si acepta que la visites, puedes ir. Te daremos el poco dinero
de que disponemos para el viaje. Y alguna que otra cosa que habrá que comprarte.
Aquel mismo día escribió la carta y se apresuró a mandarla con carácter de urgente. A los pocos
días recibió una nota escueta por parte, de Virtudes la tía rica de Ramón: “Está bien, puedes venir.
Enviaré a Tomás, el mayordomo, a esperarte. Tu tía Virtudes”.
Llegó el día tan esperado. Su madre le preparó una pequeña maleta y su ropa limpia y planchada
muy bien doblada. Nada especial porque no lo tenía. Sus padres y su hermana lo despidieron con
lágrimas en los ojos y le dieron un tarro de mermelada preparada por su madre para regalársela a
su tía Virtudes y unas tortitas para el viaje.
Llegó cansadísimo, medio temeroso, medio ilusionado, medio triste, medio alegre, medio nervioso,
medio… Allí estaba Tomás qué le preguntó qué tal el viaje, cómo estaba y poco más. Le cogió de la
mano y llegó frente a una casa que le dejó boquiabierto, enorme, preciosa, pintada, con enormes
ventanas. Le abrió la puerta una chica con delantal blanco, y le invitó a pasar y lo pasó a una
enorme habitación, muy fría, con una enorme chimenea que estaba apagada, unos cuadros
enormes en la pared, unos cómodos sofás, y varios muebles más con portafotos de personas que él
no conocía. Estaba sorprendido. Pensaba que su tía le estaría esperando y lo recibiría con alegría.
Se quitó los guantes y la bufanda y esperó pacientemente a que su tía se dignara a salir a recibirlo y
a darle la bienvenida. Empezó a sentir una sensación de soledad que le hizo tener escalofríos. Se dio
cuenta que en casa de su tía, en aquella habitación había muchos libros, una gran alfombra,
muebles con muchas figuras pero ni rastro de navidad, ni belén, ni musgo, ni portal, ni nada de
nada. ¡Qué confortable le pareció su mesa de camilla con su brasero de cisco, la mecedora de su
abuela, las mantitas que su madre les había hecho con recortes de tela y de lana! ¡Qué lejos de las
personas que tanto quería!
Una voz ronca y seca le hizo situarse en el lugar donde estaba.
- Hola ¿cómo estás? ¿Y tu familia?
- Bien tía. Me alegro de verte.
- Vale, vale. Ven conmigo a la cocina te pondrán algo de comer.
- ¡Qué bien! Tengo un hambre…
Se quedó en la cocina con una señora mayor que le puso de comer abundantemente y leche muy
caliente y después le dio unas golosinas que sacó de su bolsillo. Comió dos y guardó en el bolsillo
unas pocas.
- ¿No te gustan?
- ¡Si, mucho!
- Entonces ¿por qué las guardas en el bolsillo?
- Son para mi hermana, ella nunca ha probado esto tan rico.
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Lo llevó a una habitación y vio al pasar otros salones, habitaciones enormes y preciosas pero de
Navidad: ¡nada!
La habitación era muy confortable y muy bonita con una cama enorme. Había de todo: armario,
cama, mesitas, escritorio, un sillón comodísimo. Le cerró la puerta y la dijo hasta mañana. Ramón
preguntó:
- Pero ¿y mi tía?
- La señora ha salido. Si necesita algo toca esa campanita y yo vendré inmediatamente.
- Vale. Buenas noches.
Se iba dormir, si es que podía, sin darle un beso a nadie por primera vez desde que tenía uso de
razón. Se acordó de sus padres y de su hermana y notó que sus ojos se llenaban de lágrimas. Al día
siguiente su tía le preguntó cómo había dormido y le dijo que se vistiera bien que iba a salir con ella.
Cuando salió le preguntó si no tenía algo mejor que ponerse. Lo cogió de la mano y lo llevó a varias
tiendas. ¡Cuántas cosas! ¡Qué bonito todo! Las calles estaban adornadas con motivos navideños y
muchas luces, en las tiendas muchas cosas y adornos. Todo era precioso. Se escuchaban
villancicos por todas partes.
Por fin entramos en una tienda y mi tía me compró pantalones, jerseys, abrigos, gorro, bufandas,
guantes, botas, camisas… ¡qué locura no había visto nunca tanta ropa junta! Diez, doce bolsas
enormes con ropa.
De vuelta le pregunté a mi tía:
- Tía Virtudes.
- Dime sobrino.
- ¿No tienes un belén para poner en casa o un Nacimiento?
- ¡No!
- Entonces en Noche Buena…
- Pues haremos lo de todo el mundo cenar algo especial y punto.
- ¿Iremos a Misa del Gallo?
- No creo.
- Al día siguiente también le compró juguetes, libros y más ropa. Todo, o quizás más de lo que el
había imaginado.
Por fin llegó el día de Noche Buena. Aquella noche había una gran mesa puesta. No faltaba de
nada. Se acordó de sus padres y de su hermana. Poco a poco se le fue quitando las ganas de
comer.
- ¿Sabes algún villancico tía?
- Pues no. No recuerdo ninguno.
- ¿No te da pena, tía Virtudes, que todos los días del año sean iguales para ti?
- No, no son iguales. Cada día compro y como cosas distintas, voy a sitios diferentes…
- Pero esta NOCHE, estas fechas…
- ¡Termina de cenar anda y no charles tanto!
Escuchó por la calle grupo de personas cantando villancicos y se asomó a la ventana. Sin darse
cuenta y mirando a la gente se encontró cantando.
-“Madre en la puerta hay un Niño más hermoso”… Cuando terminó se sentó de nuevo en la silla
hasta que su tía acabó de cenar.
-No cantas mal sobrino, nada mal.
Se levantó, le dio las buenas noches y se retiró a su habitación. Se quedó pensando que estarían
haciendo en su casa, allá en Andalucía. Unas enormes ganas de marcharse de aquella lujosa
mansión se le vino encima, de salir corriendo, de estar con su gente, y ver a sus amigos, sin tanta
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comida, sin tanta ropa, sin tanta tristeza, sin tanto vacío… ¿Cómo añoraba el calor, el cariño, el
espíritu de la auténtica Navidad que se vivía en su hogar!. Y en este momento sintió pena por su tía.
Al día siguiente le manifestó a su tía el deseo de volver a su casa con su familia. Su tía se quedó
asombrada pero ante su insistencia mandó que se le preparara todo para volver. Ramón insistió en
que sólo llevaría lo que había traído. Pepi, la señora que siempre se preocupaba de que todo
estuviera perfecto y en su punto en la cocina, le dio una bolsa y le rogó la llevara. Eran chucherías y
almendras garrapiñadas para compartirlas con su hermana. Les dio a todos un beso y las gracias.
- Gracias tía por todo. Al ir a besarla le dijo al oído:
- Si el niño Jesús no nace en tu corazón y en tu vida cada Noche Buena, estarás siempre sola y
perdida. No olvides que tienes una familia, humilde muy humilde, pero inmensamente rica en
sentimientos de fraternidad y amor.
-Gracias también por tus regalos pero no me los puedo llevar. Compréndelo mis padres mi
hermana… Dáselos a otros niños que no tengan nada. Yo soy millonario, te lo aseguro. Ahora lo sé,
aunque todo lo que yo tengo no se puede comprar con dinero.
Su tía se inclinó, lo apretó fuertemente y lo besó. El se despidió con un cariñoso abrazo.
- Ya que no aceptas mis regalos, acepta este sobre, por favor. Sé que tus padres harán un buen uso
de su contenido y yo estaré inmensamente feliz de que así sea. Ábrelo cuando llegues a casa.
Dentro va una nota para tus padres.
El viaje le pareció interminable pero por fin estaba en su pueblo. Sus padres, su hermana, su hogar
¡Qué alegría! ¿Quién podía ser más rico que ellos?
Ahí estaba su pequeño pero queridísimo belén, con su Estrella, con todas y cada una de las estrellas
que habían recortado y pintado entre todos, el pesebre, el musgo, el serrín, las montañas de papel,
su pequeño río todas las figuras colocadas en su sitio…
De la cocina salía un olor familiar para Ramón: puchero y pan caliente. ¡Qué gusto!
Mi madre me enseñó muy contenta y muy orgullosa todo lo que le habían regalado los Sres. donde
iba a planchar: un enorme cesto con manzanas, naranjas, nueces y castañas, una cesta con
huevos, medio pavo, harina aceite y chocolate. ¡Qué festín!
- Papá, mamá. La tía Virtudes me ha dado este pequeño regalo para todos vosotros. Me ha pedido
que no lo abriese hasta que llegara.
“Queridos hermanos: aceptad este pequeño regalo para todos vosotros. a cambio te pido un favor:
quisiera pasar las próximas navidades con vosotros, en vuestro hogar, Estaremos en contacto.
Vuestra hermana Virtudes”.
¿”Pequeño regalo”? En varios aspectos, sus vidas habían cambiado. EL MILAGRO de la NAVIDAD se
había hecho patente en la familia.
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Cuento de Navidad Nochebuena: Noche de Amor
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Erase una vez un niño que desolado en la calle no paraba de llorar. Estaba muy,
muy triste.
Una chica que pasaba por allí se acercó a él para preocuparse por él.
- ¡Eh! ¿qué te pasa amigo?
Él respondió:
-¡Nada! ¡Déjeme en paz!
Ella dijo:
- Venga hombre no te enfades. ¡Cuéntamelo!
Dime ¿cómo te llamas?
En seguida se presentaron.
- Me llamo Carlos.
- Y yo Estrella.
Carlos se secó las lágrimas, se limpió la cara y empezó a contarle su historia.
- Mis compañeros nunca vienen a mi cumpleaños y creo que es porque, en el fondo,
no quieren ser mis amigos.
Estrella empezó a interesarse por los problemas de Carlos y comenzó a hacerle
preguntas y más preguntas ¡como si le estuviera haciendo un examen de nueve
asignaturas! Preguntando y preguntando descubrió que su cumple años era el día
24 de Diciembre. Estrella lo vio claro de momento.
- ¡Claro Carlos es que tu “cumple” es el mismo día Nochebuena!
Carlos tan tranquilo respondió:
- Ya lo sé y ¿qué pasa?
- ¡Ah perdona! Lo celebrarás otro día ¿no?.
Carlos dijo:
- Pues… no.
Estrella lo interrumpió con un grito:
- ¿Cómo? Pero Carlos la Nochebuena es el día que celebramos el nacimiento de
Nuestro Salvador, es una noche hermosísima.
Es un día para estar reunido con la familia. Bueno, en realidad, la Navidad entera,
desde principio a fin, es para estar y disfrutar con la familia.
Carlos explicó:
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- Que sí, que sí. Ya sé lo qué es. Una vez me fui a casa de un amigo para comprobar
cómo vivía él la Navidad, cómo era todo…
Estrella le volvió a interrumpir:
- ¿Y qué tal?
- Fue un desperdicio de día total.
- ¿Y por qué no lo celebras con tu familia? Todos juntos, como una verdadera
familia, te aseguro que te irá mucho mejor.
- ¡Vale! ¡Vale! Pero es que no sé cómo preparar y celebrar esa noche para que sea
todo lo “güay” que tú dices que es.
En ese momento, Estrella sintió una enormes ganas de ayudar a Carlos y pensó de
momento en algo que podría cambiar la vida de su nuevo amigo.
- Hum… Oye se me está ocurriendo una idea. Escucha, con atención. ¿Por qué no
venís todos a celebrar la Nochebuena a casa? Tu familia y la mía digo.
Carlos dijo:
- Creo que no, prácticamente somos desconocidos. No creo que mi familia…
- Pero si tú le dices que nosotros somos amigos y que quiere venir a casa…Además
Carlos una de los verdaderos significados de la Navidad es convivir y compartir con
el prójimo. Anda inténtalo, yo hablaré con mi familia. Mañana me contestas.
Al día siguiente Carlos contó a Estrella lo que había pasado en su casa. La familia de
Carlos ante su insistencia accedieron a conocer a la familia de Estrella. Y así lo
hicieron. Llegó por fin el día de Nochebuena el día de cumpleaños de Carlos.
- Estrella, hoy estoy muy, muy feliz. Creo que va a ser un cumpleaños especial.
Se juntaron las dos familias. Congeniaron muy bien. Se lo pasaron genial.
Rezaron, cantaron villancicos, comieron, bailaron…
Mientras todos estaban hablando, cantando y después de poner al Niño Jesús en su
humilde cunita. Estrella observó por la ventana que una densa niebla lo envolvía
todo, no se veía nada. Sin darse cuenta había abierto la puerta y estaba en el jardín.
De pronto un hombre joven, con aspecto bueno y sereno, de unos treinta años,
según Estrella, se acercó a ella la acarició la mejilla y le sonrió dulcemente. Estrella
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sorprendida y asombrada se dispuso a entrar de nuevo en su casa pero antes se
volvió…
Ya no había nadie, El había desaparecido entre las tinieblas.
Estrella González Cares
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LA NOCHE MÁGICA DE REYES MAGOS (Cuento)
Hace no mucho tiempo, en Niebla (Huelva), vivía una familia muy humilde: un niño, su padre y su madre. El niño era alto, fuerte, tenía los ojos marrones y el pelo castaño. Era alegre, juguetón, y simpático. Le gustaba llevar una camiseta azul sin mangas y unos pantalones grises. Tenía 10 años y se llamaba Antonio. Le encantaba jugar al fútbol. La madre era morena, de altura mediana, tenía los ojos azules. Se llamaba Laura y era muy simpática. Trabajaba de limpiadora. Y le gustaba pasear por el parque. El padre se llamaba Juan, era alto, joven como Laura y tenía los ojos verdes. Era jardinero. Ya se acercaban las Navidades, así que cada día algún cartero echaba algún que otro catálogo en el buzón de la casa, pero Antonio no lo abría. Un día su padre abrió el buzón y se encontró seis catálogos. Cuando fue a recoger a su hijo Antonio al colegio le pregunto: ¿Antonio, has mirado el buzón? Y Antonio respondió: No, ¿por qué? Entonces el padre le enseñó el montón de catálogos. Antonio se quedo asombrado y le pregunto: ¿De donde los has sacado? -Del buzón, le dijo su padre. Pero si estaba vacío-contesto Antonio. Y su padre exclamó: ¡Magia! Antonio miraba todos los catálogos, cada vez que miraba uno de ellos le crecía el lío que tenía en la cabeza. Ya no sabía lo que le iba a pedir a los Reyes Magos. Un día viendo la televisión salió una noticia sobre perros y gatos que estaban abandonados, entonces, Antonio, decidió cambiar todos los juguetes que iba a pedir a los Reyes Magos por pedirles un perrito de los que estaban abandonados. Llegó ese día que los carteros reales van a los colegios a recoger las cartas de los niños. Antonio había escrito en su carta, que no quería juguetes, sino un perrito abandonado para cuidarlo él, entregó su carta y esperó el día de Reyes. Amaneció el día 6 de Enero, Antonio se levantó corriendo y se fue al salón para ver si le habían traído su perrito, pero no lo encontró.
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Buscó por toda la casa, pero no lo veía por ninguna parte, así que se puso muy triste porque se había quedado sin juguetes y sin perrito. Al atardecer sonó el timbre de la puerta, Antonio corrió para abrirla, delante de él estaba Pedro, su vecino, con un perrito en los brazos. Pedro le preguntó: --¿Os podéis quedar con el perrito?, Me lo he encontrado abandonado en la calle y mis padres no me dejan tener animales en casa. Antonio corrió a preguntar a sus padres, ellos le dijeron que si. Y Antonio contento y feliz abrazó al perrito abandonado. Fue la magia de los Reyes Magos.
Manuel Jesús Ballesta Gómez Dos Hermanas 19 de noviembre de 2012
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El Angel de guarda
Me encontraba allí, en casa, justo al lado de la chimenea esperando que fuese la hora de
comenzar a arreglarme y preparar la cena para tenerlo todo listo a las nueve, hora a la que había
citado en casa a toda la familia. De repente, oí un ladrido que provenía del jardín. Sí, era él, mi
perro, el que me habían regalado hacía con ésta cuatro navidades. Cometa, que así se llamaba mi
perro, ladraba desaforadamente como intentando decirme algo. Al instante soñó el timbre. Fui a
abrir cuando de repente se presentó ante mí un hombre de aspecto desaliñado, 35 años de edad,
ojos negros como el azabache, nariz puntiaguda y labios rosados. Estaba seguro que había visto
a aquel hombre anteriormente pero no recordaba exactamente cuándo.
Nos sentamos en el sofá tras haberle invitado a pasar para no ser descortés con el
muchacho. Empezamos a hablar como si nos conociésemos de toda la vida. Charlamos durante
mucho tiempo hasta que le pregunté.
-¿Cómo te llamas?
-Ángel – me respondió un poco sorprendido - ¿todavía no te acuerdas de mí? Recuerda .Nos
conocimos hace 1 mes, 7 días, 15 horas y 41 minutos.
- ¿Cómo sabes todo eso?- le dije un poco confuso.
- Allí arriba lo sabemos todo – respondió
Nos quedamos mirándonos fijamente durante unos instantes hasta que de pronto recordé lo
que pasó a mediados de noviembre cuando me disponía a coger el metro para ir a la oficina. Era
una gélida mañana de invierno, el centro de la ciudad estaba lleno de personas que iban de un
lugar a otro por razones varias: unos iban al trabajo, otros llevaban a sus hijos al cole y los más
ancianos se disponían a comprar el periódico y leerlo tranquilamente tomándose una taza de
chocolate caliente con churros.
Esa mañana me había levantado un poco tarde y me apresuraba para llegar a tiempo para
coger el metro que salía a las nueve. Cuando giré la esquina solo tenía que andar todo recto hasta
llegar a las escaleras que me llevarían a la taquilla para sacar el billete. No di dos pasos cuando, de
repente me choqué con él, el señor que estaba en mi casa.
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Recordé entonces que esa mañana no fui a trabajar ya que ese señor me dijo que no podía
bajar al metro o algo grave me pasaría. Me cogió de la mano y me llevó hasta una cafetería donde
nos sentamos. Yo iba en contra de mi voluntad pues no había faltado al trabajo ni un solo día,
excepto el día que nació mi sobrino, Juan, que ya tiene 14 años.
Al poco tiempo salió en las noticias que se había producido un robo en el metro que va desde
donde yo vivo a la oficina. Los ladrones no tenían suficiente por lo que cortaron la electricidad y
encerraron a todas aquellas personas amenazándoles de que si hacían algo raro las consecuencias
podrían ser peores, pues iban armados. En los segundos después, una marea de personas se
agolpaban alrededor del televisor preocupados por si algún familiar era uno de los rehenes. Los
secuestradores habían pedido un rescate y por ello conocían la gravedad del asunto.
Volví en mí porque sonó el timbre de nuevo. Eran los primeros familiares. No me lo creía no
había preparado nada y ya habían llegado. Les pedí disculpas y que me ayudaran pues entre todos
podríamos prepararlo antes. Hicimos en 20 minutos lo que yo había dejado de hacer en toda la
tarde.
Terminaron de llegar los invitados y todo salió muy bien. Cenamos sopa de picadillo y pollo al
horno y de postre unos bombones exquisitos. Cuando terminamos de cenar ayude a los más
pequeños de la casa a poner el belén y los mayores cogimos los
papeles para saber quien nos había tocado en el amigo invisible, que solemos hacer en estas
fechas, para saber a quien teníamos que entregar nuestro regalo el día de año nuevo.
Cuando hicimos todas estas cosas me encontré encima de la mesa de la cocina algo
envuelto. Pregunte por si era de alguien pero nadie respondía por él. Al abrirlo era una botella de
champán y tenía una nota que decía:
PARA QUE LA DISFRUTES ESTAS NAVIADADES
ÁNGEL
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No me había acordado de Ángel. Había desaparecido como por arte de magia. Pero ahora si
estaba seguro que con quien yo había estado hablando aquella tarde era ÉL, EL ANGEL DE LA
GUARDA
FIN
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Maria Gonzalez cuando era mas pequeña vio una película sobre un tamborilero y los tres
reyes magos que le encanto y quiere contarla a todos vosotros. Así nos la resume.
El pequeño tamborilero y los tres Reyes Magos
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Esta historia ocurrió en tiempo del Imperio Romano.
Pues bien, en esta época, había un niño que era esclavo, un pequeño esclavo que viajó a
Judea con su malvado amo romano Tito.
El niño se llamaba Miguel y siempre viajaba acompañado de su borriquillo y un tambor. Era
lo único que tenía.
Por el camino, se encontraron con comitiva real. Eran los tres Reyes Magos que venían
desde oriente siguiendo una Estrella muy brillante en busca del Niño Jesús que había nacido
en Belén.
Una vez que llegaron al palacio del rey Herodes Miguel con su amo Tito, escuchó aterrado
los planes del rey de los romano para asesinar al Niño Jesús que estaba recién nacido.
Mientras que su amo bebía y comía con los romanos pensó algo que pudiera de servir de
ayuda y prevenir a los tres Reyes Magos de los planes del malvado Herodes.
Cuando cayó la noche escapó del palacio con su burro. Después de muchos peligros y
miedos y perseguido por su malvado amo, Miguel logró despistar a sus perseguidores hasta
que encontró a lo tres Reyes Magos que seguían a la Estrella. Se unió a ellos y llegó hasta
Belén. Cuando llegaron, el pequeño esclavo vio como los pastores y los reyes ofrecían sus
regalos y presentes al Niño Jesús.
El pensó: y yo ¿qué le puedo ofrecer? Si no tengo nada.
Se sentó en un rincón de aquel humilde lugar hasta que le vino una idea a su cabeza. Sacó
del humilde serón que llevaba su borriquillo su inseparable tambor. Empezó a tocarlo hasta
que los toques dejaron totalmente dormido al Niño mientras que todos lo miraban
embobados..
María González Martín.
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