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CONVERGENCIA
nq ue tr il lado, «convergencia» es un tér m ino út i l qu e Pool hab ía
em plead o l ib rem ente a n tes de que se pusiera de mo da. Desde la ú l ti
m a déca da de los nov enta se ha apl icado sobre to do al desarrol lo de
la tecnología digi tal , la integrac ión d e texto, núm ero s, imágen es y so
n ido ,
elementos diferentes de los medios que en los capítulos ante
r iores se ha n ab or da do p or sep arad o. Sin em bar go , hacia 1970 la pa
labra se emp leab a pa ra referirse a m uc has otras cosas, en p ar t icular a
lo que Alan Stone l lamaba «un matr imonio celest ial» entre ordena
dores computers) — que también tenían otros matr im onios— y teleco
mun icac iones
(telecommunications).
Para descr ibir esto se inte ntó un a
palabra con suer te menos afor tunada:
compunications
(«infocomuni-
caciones») .
El término «convergencia» se aplicó luego tanto a organizaciones
com o a procesos, en pa rticular a la reun ió n de los m edios y las indus
trias de las telecom unicac iones. T am bién tuvo usos distintos y más am
plios en relación con sociedades
y
culturas enteras , incluidas la sociedad
y la cultura británicas du ran te la déc ada de los treinta. D. L. L eM ahieu,
que exam ina el con cep to de u na c ul tura co m ún y sus l ímites en su re
velador libro A Culture for Democracy (1988), incluye en éste un capítu
lo ti tulado «Vista y son ido: estudios en convergen cia». Je rem y Black
utilizó «Convergence» en el t í tulo de un libro sobre Gran Bretaña y
Europa:
ConvergenceorDivergence,
Britainand the Continent (1994) .Ypo r
otr o lado Boorstin, en su fascinante p er o ya antic uad o
La
república tec
nológica (1989), usó el tér m ino en su sen tido más ge nera l («la tend en
cia de tod o a parece rse m ás a todo») y agreg ó, pr im ero , qu e «la tec
nología diluye y disuelve la ideología» y, segundo y de modo más
esclarecedor, qu e «au nqu e la com unic ació n fue otro ra u n sustituto in
ferior de l transp orte , hoy es a m en u do la alternativa preferida».
Tal vez Boorstin tuviera en m en te el transpo rte p o r ferrocarril. P er o
a m ed ida qu e la sociedad se hizo más «móvil», el tér m in o favorito del
A
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GUTENBERG A INTERNET
m un do del t ransporte qu e se fue abr ie ndo cam ino en la retór ica de la
conve rgencia d e los años n oven ta fue «autopista». Se decía q ue socie
dad es y culturas diferentes y qu e ha bía n co m enz ado su viaje po r sepa
rad o viajaban e nto nce s ju nt as p o r la m isma «s uperautop ista de la in
formación». Ya en 1972, el per iodista ind ep en die nte Ralph L ee Sm ith
vio en innovacion es tales com o la televisión po r cable un a m an er a de
proporcionar una «autopista de comunicaciones electrónicas» por la
qu e se po drí a sum inistrar tod o tipo d e servicios a dom icilio, ya fuera
el ho ga r, la oficina o la fábrica.
En los años sesenta el desarrol lo de tecnologías para suministrar
esos servicios todavía se halla ba en etap a ex pe rim en tal, y en los año s
ochenta , década dec is iva en que se comenzó a aprec iar su posib le
alcance, no hab ía aú n cer teza acerca de qu é tecnologías term ina r ían
por imponer se . Pa rec ía p robab le , pe ro no seguro , e l p redomin io
de la tecnología digi tal en la mayoría de las ramas de la comunica
ción o en todas. El térm ino «superautopista» o var iantes del m ism o,
como «autopista de datos» o lo que la revista
Wired,
que de inmedia
to fue u n
bestseller,
l l amaba Infobahn ( febrero de 1994) , sólo despegó
en rea l idad en 1993 cu an do Cl in ton y G pre , p res id ente y v icepres i
dente de Estados Unidos rec ién e lec tos , lo in t rodujeron en pol í t i
ca . Pe ro muy pro nt o a lcanzó su n ive l m áxim o, de mo do q ue a fina
les de la déc ada apare c ía en la pre ns a con m en os f recuencia qu e al
comienzo .
Eso no sólo se deb ió a qu e, con el crecimien to d e interne t , com en
zaron a encontrar su lugar una pa labra más an t igua , network ( red ) ,
junto con la más vieja aún
web
(telaraña), sino también al colapso de
las fusiones de tele com unica cione s estratégicas, en particu lar la qu e se
hab ía pro du cid o e ntr e Bell Atlantic y Telecom mu nications Inc., colap
sos bien publicitados e n la pre nsa en c ada fase de su desarro llo. P ero
las fusiones desafortunadas tuvieron consecuencias tan importantes
com o las exi tosas. Y lo mismo oc urr ió po r cier to co n la quiebra de los
monopol ios nor teamer icanos ba jo la ley an t imonopol io . El p r imer
presidente de Clinton en la FCC, Reed Hundt, tuvo que afrontar las
consecuencias del fracaso de la fusión de Bell Atlantic y Telecommu
nications Inc., del q ue ciertos críticos lo respon sabilizaron. E scribió u n
valioso relato autobiográfico de las políticas que e n m ateria de com u
nicaciones se apl icaron du ran te el per iod o q ue p uso la tecnología en
el lugar que le cor respon día . M uchos eran los jug ad ore s y H un dt , de
modo abiertamente «teatral», escribió lo siguiente acerca de una si
tuación en permanente t ransformación:
Cuando la revolución digital
y
de datos se hinchó como una ola gigan
tesca que se dirigía a la costa rocosa de la regulación, y la computación
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convergió con la comunicación, o la Comisión cambiaba o se la acusaría
de n eg ar a la especie hu m an a la actualización d e su polí tica.
Raramente quedaba el «espíritu humano» fuera de la retórica. Una
fórm ula favorita era «la conv ergencia hu m an iza nte ».
U na nueva ley nortea m erican a, la Ley de R eforma de las Com uni
caciones de 1996, aprobada en forma de compromiso, «atasco polít i
co»,
tras la amenaza de veto presidencial, reflejaba la acción de los
grup os d e presión y los proclam ados f ines polí ticos nortea m erican os
en este per iod o d e rápid o cam bio. Los pr im eros intento s de actual izar
la últim a ley d e 1934 ha bía n fracasado inv aria ble m en te, y la nue va ley,
con su doble propósi to de aumentar la competencia y est imular la
nueva inversión m edia nte desregulación, venía a añadirse a la ma raña
de regulación sin ampliación de la competencia.
Más segu ro era el simbolism o, y el gran aco ntec im iento simbólico
de 1996 fue el «Día de la Red» de California, el 4 de m arz o, «día d e la
metáfora», e n qu e Clinton y G ore, ju n to con o tros, inclu ido el presi
dente de la FCC, instalaron la l ínea telefónica que conectaba a inter
net las aulas de California. El presidente prometió que para el próxi
m o siglo todas las aulas de Estados U nid os estarían con ectad as a través
de la National Information Infrastructure (NII) . Esto ocurr ía en un
momento en que el Secretar io de Educación de Clinton descr ibía in
tern et — tem a de la última sección de este capítulo— , com o «la pizarra
del futuro». No se m en cio nó el entre tenim iento .
La palabra «convergencia» sobrevivió, pero se aplicó a la tecnolo
gía digital, tema difícil de asimilar para m uc ha ge nte , al m en os e n pri
m era instancia. La form idable capa cidad de la tecno logía de base in
formát ica para presentar todos los problemas de información en
forma digi tal , procesar los, t ransmit ir los, comprimir los y almacenar
los,
tendió a desplazar la atención del público del t ipo de informa
c ión que se t ransmite —su conten ido— a la capacidad para repre
sentar la me dia nte la informática en form a digital co m o ceros y un os,
proc eso qu e Nicholas N eg rop on te descr ibió en el M assachusetts Ins-
titute of Tec hnolo gy co m o «radiación de bits». En ad ela nte , el con te
nido no determinar ía los modos de t ransmisión. Negroponte fue un
visionario seguro d e sí m ismo qu e c olabo ró al lanz am iento de la revis
ta virtual Wiredy escribió u n artículo en su prim era entre ga.
La breve palabra «bit» había sido «concatenada» — térm ino más feo
aún que
compunication
— en 1946 po r J o h n Stukey, estadístico d e Prin-
ce ton , de las m ás largas binary y digiP, p er o las prim eras referencias a la
tecnología digital aparecen en las revistas técnicas especializadas de
los años cin cue nta. Las ma temáticas h ab ían sido establecidas po r G eor-
ge Boole (1815-1864) en la Gran Bretaña victoriana y p o r
W
Weaver
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y C. Sh an no n e n Estados Un idos después d e la II G ue rra M undial . Sin
em bargo, fue dura nte la década de 1980 cua ndo se m ultiplicaron las refe
rencias a la «convergencia» e n la pre ns a d e todo s los países y en el deb a
te polít ico y educacional en torno a la «sociedad de la información».
Los problemas que se p lan teaban —económicos , po l í t icos y cu l tu
rales— tenían que ver con los individuos, las inst i tuciones, incluso
m edio s e instituciones m ultimed iáticas, la familia y el E stado-nación.
La mayoría de esos debates se centraba en el control: ¿cuál era la
base del poder, que evide ntem ente se hallaba en algo más que en la tec
nolog ía, y có m o afectaba al G obiern o? ¿ Qu é relación ten ía con el Go
bie rno autoritario? ¿Estaba hac iend o imposible el G ob ierno en los paí
ses democrá t icos? Lyn don Jo hn so n tuvo esa sensac ión c ua nd o t ra tó
de escapar a la repercu sión que las controversias sobre Vietnam tenía n
en la polít ica in ter na en q ue apoyaba él sus priorid ade s. Y lo mism o le
ocu rrió a su sucesor republican o, pese a que ten ía otras prioridade s. En
su histórica visita a C hin a d e 1971, tema de un a ópe ra de Jo hn Adams,
el presidente Richard Nixon, impertérr i to ante las insinuaciones de
W atergate, envidiaba el po d er de Zh ou Enlai (1898-1976) pa ra co rregir
la pr im era plana d e un per iódico. La m ane ra en que los medios «me
diaban» tanto en asuntos internacion ales com o en cuestiones naciona
les se plan teab a en ton ces c on ta nta frecuencia co m o a fines de los no
venta.
The
Whole World
is W atchingfue
el t í tu lo de un estud io de Tod d
Gitlin de gra n influencia, cuyo subtítulo rezaba : «Los m edios d e co mu
nicación de masas en la formación y destrucción de la nueva izquier
da».
Había voces conflictivas. Samuel Huntington, impopular entre
los estudia ntes radicales d e los añ os sesenta, pens ab a (despu és de Wa
tergate) qu e lo qu e él l lamab a ton o «opositor» de la pre ns a con tribuía
a la desestabilización del Gobierno constitucional. En los años inme
diatamente anteriores a 1980 había signos de «decadencia de la defe
rencia» a am bos lados del Atlántico.
Era n m uch os los inte rrog ante s relativos a los m edios e n sí mism os.
¿Estaba cam bia nd o la relación en tre la masa
y
el individuo? E n verda d,
en u na sociedad y un a cul tura que otorg aba la m áxim a impo rtancia a
la pa lab ra «elección», ¿estaba la pa lab ra «masa» llega nd o a la obsoles
cencia, com o algunos decían, especialmente en G ran Bretaña, que es
taba o cu rrie nd o c on la palabra «clase»? ¿Estaba la sociedad fragmen
tándose , perd iend o coherencia?
A un qu e la digitalización d e todas las formas de co nte nid o hizo po
sible muchas cosas, no eliminó los viejos problemas relativos al conte
n ido .
¿Era cierto qu e m ás canales ofrecían más posibilidades d e elec
ción? ¿No estaban suministrando simplemente más de lo mismo? El
co nte nid o im po rtab a y la exp ansión de la radio d e FM y la televisión
por cable se centró en esos problemas. Pero también los cambios de-
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m o g r á f i c o s c e n t r a r o n l a a t e n c i ó n e n e l l o s. L a m ú s i c a d e l o s a d o l e s c e n
t es y l o s p r e a d o l e s c e n t e s n o e r a l a ó p e r a , c uy a r e c e p c i ó n , j u n t o c o n l a
d e l a m ú s i c a d e c á m a r a y l a o r q u e s t a l fu e m o d i f i c a d a p o r e l e s t é r e o y
la alta fidelidad
(hi-fi),
s i n o e l r o c k , e l r o c k c o m e r c i a l m e n t e t r a t a d o
p a r a i m p r i m i r l e p e rf il e s d e m o g r á f i c o s . T a m b i é n H o l l y w o o d h a c í a p e
l íc u l as q u e a t r a í a n p r i m o r d i a l m e n t e a l o s j ó v e n e s o a a d u l t o s q u e se s e n
t í a n j ó v e n e s :
Supermán
( 1 9 7 8 ) a b r i ó c a m i n o e n e s t e c a m p o . S u e n t u
s i a smo por l os g r andes éx i t os de t aqu i l l a , con u t i l i zac ión de «e fec tos
e s p e c i a l e s » c a d a v e z m á s c o m p l i c a d o s , d e m o s t r ó s e r r e n t a b l e .
Tiburón
y La guerra de las galaxias, d i r i g i d a s p o r d o s d e l o s g r a n d e s n o m b r e s d e l
c in e de finale s de l s ig lo xx , S t even S p i e lbe rg y G eo rg e Luca s , r e spec t i
v a m e n t e , r e a n i m a r o n e l p ú b l i c o d e c i n e d e m a s a s .
L o s e s t u d i o s o s d e d i c a r o n m e n o s a t e n c i ó n a l e n t r e t e n i m i e n t o q u e a
l a e d u c a c i ó n . L o s p r o g r a m a s se p r o d u c í a n p a r a u n iv e r s i d a d e s s in m u r o s
y pa ra e scue la s s in m aes t ros . I n f o rm ar s e co ns id e ró ca da vez m ás p ro b l e
m á t i c o . P a r a m u c h o s r e s p o n s a b l e s p o l í t i c o s , q u e r e c o n o c í a n s u i m p o r
t anc i a , la c l ave e s t a ba en e l acce so a l a i n f o r m ac ión , q u e W. H . D u t t o n
d e f i n i ó c o m o « t e l e a c c e s o » . ¿ P o r q u é n o h a b í a g e n t e a p r o p i a d a m e n t e
in fo rm ad a en t o do l o r e la t ivo a l a «soc i edad de la i n fo rma c ión»? H ab ía
p e r s o n a s q u e p a r e c í a n m e n o s in f o r m a d a s q u e e n g e n e r a c i o n e s a n t e r io
res .
« E s l a e r a d e la i n f o r m a c i ó n — o b s e r v a b a B e n S t e in e n 1 9 8 9 — y n a
d i e s a b e n a d a » . E n c o n s e c u e n c i a , ¿ n o d e b í a p r e s t a r s e a t e n c i ó n a « i n
fo rm ar a l a soc i edad»? ¿Cóm o pod ía ayuda r l a t ecno log í a a cu m pl i r e se
ob j et ivo con l os m ed ios d i spon ib l e s o co n l o q ue su t r ans fo rma c ión p r o
me t í a? E n 1989 , a ñ o de l b i c en t en a r io d e l a Rev o luc ión Franc esay de l co
l apso de la U n i ón Sov ié ti ca — colap so a l q u e no fue ron a j enos los cam
b i o s e n l a s c o m u n i c a c i o n e s — , l a s c á m a r a s d e t e l e v i s i ó n e x h i b i e r o n a l
m u n d o e l d e s t i n o d e l M u r o . T r e s a ñ o s m á s t a r d e se l a n z ó e n M o s c ú u n a
c a d e n a d e te le vis ió n i n d e p e n d i e n t e ( N T V ) , p a r t e d e u n c o n g l o m e r a d o
d e m e d i o s c r e a d o p o r u n n u e v o m a g n a t e , V l a d i m i r G u sin sk y .
E n 1 9 89 , la A m e r i c a n M a r id e F o u n d a t i o n , m á s p r e o c u p a d a p o r l o s
m e d i o s n o r t e a m e r i c a n o s q u e p o r l o q u e o c u r r í a e n e l r e s t o d e l m u n
d o , a f i r m a b a e n s u
Annual Report
q u e :
la convergencia de los medios ha transformado las comunicaciones
[. . .] . A m ed ida qu e los nuevo s servicios son m ás accesibles, transform an
nue stras m an eras de vivir y de trabajar, a la vez qu e alteran nue stras p er
cepciones, creencias e insti tuciones. La comprensión de estos efectos es
esencial a f in de desarrollar nuestros recursos electrónicos en beneficio
de la sociedad .
E s t e p á r r a f o , c o n c i e r t o r e f u e r z o , s e c o n s e r v ó e n l a F u n d a c i ó n d u
r a n t e l a p r e s i d e n c i a d e L lo y d M o r r i s e t t , q u e t e r m i n ó e n 1 9 9 5 .
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Sin em bargo , la Fu ndac ión dejó de lado la palabra «conocimiento»,
heredada de la era anterior en investigación de las comunicaciones y
qu e lueg o se hizo en gra n pa rte oficial en Finlandia, C ana dá e incluso
Gran Bretaña, mientras que «tecnologías» fue significativamente sus
tituida p o r «servicios». Y ta n significativo co m o eso fue la am plia ció n
de la seg un da ora ción, de tal m od o qu e dijera: «Es nece sario qu e com
pr en da m os estos efectos a f in de explo tar nuestros recu rsos electróni
cos en ben eficio de los m últip les y diversos sectores de la socied ad».
N o ha bía cons enso acerca de la m an era d e me di r «estos efectos» o
de explorar los en el ámbito nacional o mundial . En cine era mucho
más fácil sacar provecho de los «efectos especiales», aun cuando fue
sen ca ros. La referen cia a los «diversos sectores d e la socied ad» , ta nto
a «minorías» como a «los múltiples sectores de la sociedad», daba por
supuesta la necesidad de «instrumentos de una polí t ica de comuni
caciones», ideada, después de investigar, para orientar el desarrollo.
Po r supues to, quiene s creían e n el libre ju eg o d e las fuerzas del m er
cado rechazaban ese supuesto, mientras que ya en los años ochenta
era im po rtan te el tem a de la desregu lación de los m edios y de las te
lecomu nicac iones , convergentes co m o se d i ría más ta rde . Lo m ismo
oc urr ía co n la crea ción d e alternativas a la radio y la televisión púb li
cas. En 1994, los republicanos de Newt Gingrich quisieron abolir la
FCC,
qu e, a l igual que Clinton y G ore, pujaba vigorosa m ente a favor
de la de sregulació n.
Con el avance de la globalización, tanto del sistema de com unica
ciones co m o de la ec on om ía, en g ran p ar te a través de las fuerzas del
mercado, se planteó con mayor vigor entre los supuestos responsa
bles polít icos la cues tión d e si la polít ica o la estrategia d e las co m un i
cacion es po día o deb ía ser de carác ter global antes que n acional, cues
tión q u e , en otro c onte xto , se ha bía pla nte ad o ya en los deb ates de la
UN ESC O de los años setenta y que , au nq ue aho ra más urgen te a cau
sa del desarro llo de la m icroelectró nica y la tecnología digital qu e en
sanchara el abismo entre países y entre individuos y grupos en cada
país,
no tenía su origen en la tecnología de las com unicaciones , sino e n
la economía. Luego, también hubo de reconocer la la pol í t ica. En el
caso de Ca nadá, un adm inistrador de la emisora canadiense, Paul Ra-
cine, sostenía en 1994: «Nuestras políticas deb en alen tar el desarrollo
de un conten ido canadiense capaz de compet i r con lo mejor que se
ofrece en el m u n d o , incluso prod uc tos cu lturales, educativos y de en
tretenim iento». Racine hablaba en F inlandia, país qu e anunciar ía que
su objetivo era convertirse en «la principal sociedad del conocimiento
del m un do ». Su pod erosa vecina, Rusia, que dab a de trás de ella.
Cuando se consideró te rminada la Guer ra Fr ía , la Organizac ión
Mundial del Comercio, que en los noventa se convertir ía en un orga-
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A S A B R I C G S Y P E T E R B U R K E
nism o muy discutido, em pe zó a adq uirir un pap el al m en os tan signifi
cativo c om o la W orld W ide Web, y en 1997 era n setenta y nuev e los paí
ses qu e acord aron ado ptar un a polí t ica de comunicacion es com petit i
va. Gore había anunciado el tema en Buenos Aires, con ocasión de
un a alocución a la Intern at ion al Telecom mu nicat ions Un ion que pro
nu nc ió e n 1994, en la qu e retro ced ió al telégrafo d el siglo xrx
y
citó al
novelista Victoriano Nathaniel Hawthorne, para quien el mundo está
envuelto p o r un «gigantesco nerv io de inteligencia». Las rede s digita
les,
profetizaba G ore , ha rá n real esa visión.
En la década de 1970 la mayoría de las discusiones oficiales sobre
política nacional d e co mu nicaciones, incluso las telecomu nicaciones y
la radiotelevisión (que todavía se trataban en gran medida por separa
d o y a cada un a con su prop ia cultura o culturas), se hab ía centra do más
en las estruc turas y en las m etas qu e e n las tecnologías. Es no tab le qu e
el A nn an Com m ittee on the Fu ture of British Broadcasting, lo mism o
q ue las dec isione s jud icia les relativas a la radi o y la televisión e n Italia y
en E spaña, tuvieran en 1977 tan poc o qu e decir acerca de las tecnologías,
m ientras qu e recon ocía n d e forma muy general q ue «hacia el siglo xxi
[...] se podrá suministrar una multiplicidad de servicios de entreteni
miento y de educación por una multitud de medios». Estados Unidos
m arcab a el paso. En verdad, Wilson Dizard, com pro m etido en la elabo
ración p olítica
y
au tor de The Corning Information Age, lib ro q ue vio la luz
en 1982 y se inspiraba e n la obra de Dan iel Bell, hab ía dich o m ás acerca
de tecnología en 1966 qu e A nn an en las prime ras páginas de su Televi
sión a Wolrd
View.
Lu ego sugirió que hac ia 1975 — antes del informe del
Comité Annan—, la televisión sería «parte integral de una red interna
cional de com unicaciones construida alrededo r de los orde nad ores y
los satélites espaciales». Las máquinas podían transportar «cualquier
clase de datos de forma ins tantáne a a todas partes del m u n d o pa ra satis
facer las nece sidad es de la nuev a explosión de inform ación ».
CORNUCOPIA, ELECCIÓN Y CRISIS
Al comienzo, esa «explosión», que en primera instancia era un de
safío sobre todo para la televisión, en tanto que medio de comunica
ción de masas, tenía menos relación con la convergencia que con la
multiplicidad («conglomerado complejo») de nuevas tecnologías de
comunicación, que en sus primeras discusiones incluyó otras tres C:
«cornucopia», «capacidad de elegir» y «crisis». Pronto hizo su apari
c ión un a no
C,
«interactividad», qu e se utilizó con m ás frecuen cia qu e
un a quin ta C: «creatividad». La palab ra «interactividad» se em ple ab a e n
con exión con aparatos qu e se util izaban en m useos y en aulas, así com o
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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T
en la televisión dom éstica y las posibilidades exten dida s d e «com pra
electrónica». Para un biógrafo in te rn o d e «los arquitectos d e la web»,
Robert H. Reid, la televisión interactiva era «la última intriga de la
Gra n Convergencia todavía a comienzos d e los noventa. Traería la de
m an da de vídeo de tam año natural po r millones» y su infraestructura
ser ía «integrada con la m erc ad ote cni a y el s istema de t ransaccion es
qu e hab ría de coge r po r la yugular a u na indu stria con un catálogo de
m uc ho s miles de m illones de dólares».
Cornucopia o abundancia, palabras que tradicionalmente se apl i
can a prod uc tos y recursos, se contras taron con la escasez en relación
con los propios medios de comunicación y con lo que éstos podían
ofrecer. Lo qu e A nth on y Sm ith llam ó «la có m od a lógica d e la escasez»
volviendo a los inicios de las transmisiones s onoras, ah ora deb ía aban
do na rse. Las nuevas tecnologías traería n consigo más posibilidades de
elegir qué ver y qué oír, y cuán do ver lo y
oírlo.
Al m ismo tiem po, las mi
norías empe zarían a tene r más influencia cua nd o se reu nie ran al otro
lado de la fron tera.
La «crisis» se refería a las finanzas y, m ás en ge ne ral , a la a ut or id ad ;
y prec isam ente u n a de las instituciones m ás antiguas de las dedica das
al servicio universal, la Oficina d e Co rreo s, ha brí a de enfren tarse con los
mayores prob lem as financieros a la ho ra d e adap tarse al cam bio. En Es
tados U nidos , un a Comisión Presidencial inform aba en 1970 de q ue
La Oficina de Correos de Estados Unidos afronta un a crisis. Cada año
queda po r de trás de la economía en servicio, eficacia y cumplimiento de
sus responsabilidades como empleador. Cada año opera con gigantescas
pérdidas financieras.
De acuer do con los com promisos del Congreso, se m on tó un nue
vo servicio postal, pe ro los prob lem as financieros n o de sap arec ieron y
a finales de los años setenta ya se tenía en consideración las alternati
vas electrónicas, qu e finalmente adq uirir ían la form a de l co rreo elec
trónico o e-mail. U n ar t ículo de He nry Geller y Stuar t Bro tma n sobre
el tema cubría los ordenadores, los vínculos digitales, los satélites, la
televisión por cable, las fibras ópticas y el facsímil. El fax, originaria
m en te u n de rivado de la telegrafía, sería — sugerían con raz ón los au
tores—
«el pu en te a los futuros sistemas com ple tam en te electrónicos
que ut i l icen al ime ntación
y
pro du cto digitales».
En radio y televisión era p er m an en te el análisis al qu e se sometía el
m arco institucional en el qu e los progra m as eran p rodu cido s tanto po r
agencias públicas co m o privadas qu e tenía n qu e enfrentarse a nuevas
formas de com petencia, o en Estados U nidos po r las grande s c adenas
de televisión (en 1992 se agr egó u n a cua rta, la
Fox) .
El cable, al qu e se
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
t ra taba como com petidor , era por tado r de la «promesa de com odidad,
entretenim iento y abun danc ia en m ucho s otros notables usos del tu bo
de rayos catódicos», y Henry Geller, personaje influyente entre bam
balinas en la formación de actitudes respecto de las comunicaciones
en W ashington, vio en las perspectivas de «ab undanc ia» u n incentivo
a la desregulación. La competencia, aunque darwiniana, abr ir ía una
nueva era de las comun icaciones.
El futuro parecía prometedor para ciertos comentaristas de Esta
dos Unidos, comprendido Neil Hickey, asiduo colaborador de la TV
Guide. A Hickey le atraía la ide a d e u n Goíterdarammfng par a las cad e
nas.
«Es segu ro que q uien es tiene n hoy veinte años gozarán de un am
bien te de com unicaciones más sensato y más var iado qu e tod o lo qu e
hoy se conoce [ . . .] . El público recibirá mensajes en toda esta varie
dad, potencial idad y dignidad y n o co m o si se t ratase de u n inm ens o
reb añ o de c orderos ton tos para entreg ar al mejor po stor». Veinte años
más tarde, al menos un historiador de los medios, Brian Winston, al
mirar hacia atrás, pensaba lo contrario. Los canales por cable habían
fracasado casi por completo a la hora de modificar significativamente
los gé ne ros y las form as ya establecidos d e las em isione s d e televisión,
po r n o hablar de agregar les na da.
Sin em ba rgo , el optim ism o n o se limitaba a Estados U nido s, pu es el
Economist de Londres describía en 1982 una decisión del gabinete de
cubrir el país entero con fibra óptica, que permitir ía «a Gran Bretaña
entra r en el s iglo pró xim o con la mism a potencial idad q ue el ten did o
de las l íneas férreas le dio en el anterior» . Estaba enton ces e n el p od er
el pr im er go biern o de Thatcher , tan o casi tan com prom etido a favor
de la competencia como los Estados Unidos de Reagan y poderosa
mente influido por el informe de un Information Technology Advisory
Panel (n inguno de cuyos miembros ten ía exper iencia en rad io n i
en televisión) que le fuera entregado a finales de 1981 —«Cable Sys
tems»— y qu e no c ons iderab a necesa ria la f inanciación púb lica de la
em presa de cable . S in emb argo , los gobiern os , po r muy com pro m e
tidos q ue pu dier an estar con la desregulación —y algunos eran conver
sos de mala gana— encontraron dif icul tades para quedar al margen.
En cualquier discusión sobre «futuros» hacía su aparición otra pala
bra clave del vocab ulario, «infraestructura», a la qu e p ro nt o se le agre
garía «herencia»; y en G ran Bretañ a, d on de el tran spo rte se convertía
en un tóp ico de l Par lam ento
y
los m edio s, gran pa rte d e la infraestruc
tura interna siguió siendo victoriana, como la prensa se apresuró en
señalar. H abía pu es ma rge n p ara crisis inm ediatas
y
futuras.
A me nu do se conside ró qu e la pro pia pre nsa estaba en cr isis a am
bas orillas del Atlántico. En ese caso, el ordenador acudió en última
instancia en su ayuda, com o dijo A ntho ny Sm ith en 1980 en u n l ibro
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D E
GUTENBERG
A
INTERNET
que llevaba el llamativo título de
Goodbye
Gutenberg, tras ven cer las re
sistencias de editores y periodistas. Con su propia experiencia como
guía, tanto en radio y televisión co m o en el cine, Smith retro ced ía en
la historia de Gran Bretaña
y
Estados Un idos, com o tantos otros auto
res hicieron a este lado de l Atlántico. Las sugerencias q ue se hacían en
Estados U nid os de q ue la pre nsa seguiría «el m ism o cam ino q ue el fe
rrocarril» d escansa ban más en la «lógica» q ue en la historia. La pre nsa
no se apar tó más de su camino al l í que en Gran Bretaña, donde au
m en tó el po de r del tabloide . Ni des apa recie ron la ma yoría de las insti
tuciones emisoras del servicio público en otras partes del mundo. Sin
em barg o, se vieron obligadas a volver a enunc iar (a m en ud o d e m ane
ra e locuente , au nq ue defensiva en un pr im er mom ento) e l a rgum en
to a favor de l servicio púb lico de rad io y televisión. N o bas taba c on las
iniciales PSB (Public Service Broa dca sting ).
En Gran Bretaña fue el British Film Institute, hoy centro de estu
dios de los m edio s, el qu e, «com o pa rte princ ipal d e su trabajo» editó
en 1993 u n a serie de opúscu los de C ha rter Review de la BBC, tres años
antes d e la renova ción de la Carta Real de la BBC; y el au tor d e un o de
ellos,
Chr is topher Hood, comenzaba con es te
juicio:
«como institu
ción, la BBC tiene t an to de pieza de é poc a co m o el ap ara to d e cristal o
la rad io de válvulas». Y agreg aba q ue «una co rpo ració n de ra dio
y
tele
visión en régimen de "trust público" no es la única manera, ni la me
jor, de producir controles para los que ocupan altos cargos públicos».
Anthony Smith, autor del pr imer capítulo del pr imer opúsculo, All
OurFutures,
ad op tó otra act i tud. «A la BBC le resul ta rep ent ina m en te
extraño el ambiente que la rodea. Los programas de televisión se han
convert ido en m ercancías y el servicio público, de m om en to, en un a
ano m alía. P ero, ¿es tam bién un a necesidad?». Sm ith creía qu e sí, y lo
mism o decía Andrew G raham en u n op úsculo d e 1999 escri to por va
rios auto res con el título
Public Purposes in
Broadcasting.
En u n m un do de co m unicación global, televisión de pago , cable e
in te rn e t , e l m ercad o no pu ed e p rod uc i r po r sí mism o — dec ía Gra
ham— «todos los beneficios de la nueva tecnología para la sociedad
en su conjunto». Era menester que «una fuerza positiva» actuara como
«contrapeso de la concentración privada de la propiedad», ofreciera
cobertura nacional a f in de contrarrestar la fragmentación de las au
diencias, suministrara un «centro de excelencia» que produjera y di
fund iera p rogra m as, fuera «lo suficientem ente gra nd e e influyente en
el m erca do c om o para actuar co m o garantía de calidad» y «ensancha
ra la elección, tanto hoy com o en el futuro, al co m ple m en tar el merca
d o con la per sec uc ión de los fines del servicio público ».
Precisamente los mismos criterios había expuesto el año anterior el
presidente del Conseil Supérieur de l 'Audiovisuel en Francia, quien en
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
1999 plane aba reun ir — a través de la UNE SCO — a «todos los que tie
nen un papel que cumplir en la regulación audiovisual». Para él —que
co ntó co n el apoyo del pres iden te d e la RAÍ italiana—, po r gran de qu e
fuera el pro gres o tecnológ ico en la televisión (o radio ) digital terrestre
y
po r vasta qu e fuera la desregu lación qu e se consiguiera en las telecomu
nicaciones, seguiría siend o necesaria «la regulación horizontal»: ha bría
que tratar po r sepa rado el conten ido y el continen te. Al volver a en un
ciar u n e nfoqu e francés tradicional en ma teria de desarrollo de los m e
dios, sabía que con tinuaría con un apoyo considerable de sus pun tos de
vista en África y Asia, cu an do n o ta m bién en A mérica Latina.
La or ientación norteamericana se diferenció más que nunca. Su
primera expresión tuvo lugar en la pr imera subasta mundial del es
pe ctro q ue realizó la FCC en ju lio de 1994, ocasión en qu e un a p eq ue
ña parte del espectro electromagnético de la telefonía sin hilos ganó
más de mil millones de dólares. Gran Bretaña siguió su propio cami
n o ,
con m ás argu m ento s qu e nu nc a acerca de las dimen siones sociales
y culturales de la convergencia. En 1996 la BBC se había asegurado
un a nueva C arta , pr incipal objetivo d e su preside nte, sus go ber nad o
res
y
su direc tor gen eral, per o, dad a la can tidad d e nuevos escritos q ue
tenía so bre la m esa y el volum en d e nueva tecnología qu e había d e te
ne r en cuen ta, sus proble m as no q ue da ron en absoluto solventados.
El m ismo añ o, un a n ueva Ley de Radio y Televisión estableció u n
m arc o pa ra la gestión del proceso de digitalización, incluso el recurs o
a la subasta en 1977 para operar la televisión digital terrestre en Gran
Bretaña . La BBC ace ptó co n en tusiasm o el desafío d e la tecnología di
gital , qu e se enc arga ría e n los año s nov enta y qu e incluiría tan to ra dio
co m o televisión. Su prim er canal d e televisión digital, BBC Choice, fue
lanzado a com ienzos de l o to ño d e 1998 y u t il izó com o po r ta do r e l
BSkyB, lo qu e no dejaba de ser un a ironía. En un a dem ostració n ante
rior —y las h ub o en g ran can tidad, a cargo de la m ultitu d de c om peti
dore s qu e particip aba n en el ju eg o d e la digitalización—
se
hab ía utili
zado la palabra «convergencia» en d ocu m ento s que circulaban en tre
los asistentes: «la demostración ilustra algunos aspectos de la conver
gencia». Se exhibió ta nto la televisión com o los or de na do res person a
les,
agentes poten cialm ente r ivales del desarrol lo , y hu b o tam bién re
ferencias a intern et . Pe ro el G obie rno d e Blair rechazó un a propu esta
del pane l asesor, encab ezado po r un econom ista qu e éste hab ía desig
na do en 1999, de im po ne r un a tasa extra en co ncep to de l icencia a los
espectadores que compraran nuevos receptores de televisión digital a
fin d e ay uda r a la BBC a sufragar los costes d e capital de la co nversión
a la tecnología digital . En cam bio, dio a la BBC un p eq u eñ o incre m en
to de la tasa de licencia general y le pidió que cubriera la diferencia
con ahor ros y el au m en to d e sus ingresos com erciales.
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D E
GUTENBERG A INTERNET
Fue BSkyB, prove edor internac ional , e l que introdujo en sept iem
br e d e 1998 el pr im er servicio de satélite digital de 200 cana les. Mien
tras,
diferentes países europeos —y algunos, como Canadá, de fuera
de E uro pa— iniciaron esfuerzos pa ra fijar los datos pa ra la futura digi-
talización. En Italia, como demostraba en 1999 el prometido semina
rio organ izado p ara u n a cantid ad lim itada de «jugadores de digitaliza-
ción» d e Italia y Fran cia, la planificación nac ion al er a m ás lenta, y en
Italia se m enc ionó el 2006 com o añ o del lanzam iento. Se reconocía qu e
el m un do digi tal era u n m u nd o nuevo , «no un m ero agregado» al an
tiguo,
y se airea ron los difíciles p rob lem as y «dilemas» d igitales, inclu
so acuerd os sobre licencias, reglas de pub licidad y, sob re to do , la fija
ción de precios de los apa ratos de TV digi tal . Pe ro h ub o ac ue rd o en
que la TTD (televisión digital por vía terrestre) era un «cambio que
m arca ba u n a épo ca y qu e n o sólo im po rtab a a la indu stria de la televi
sión, s ino a tod o el m un d o e n el G obie rno y en el Par lamento» y que ,
como dijo un funcionario italiano, era «la mejor manera de preservar
nuestra identidad cul tural europea ».
Veinte años antes, cu an do ese enfoq ue era imposible , lo destacado
era la pluralid ad de las nuevas tecnologías, com o todavía lo es en 2000
pa ra la mayoría de los usuarios y n o u suarios. Las tecnologías ha bían
f igurado de mo do pro m ine nte , pe ro por separad o, en dos reveladoras
colecciones de artículos, la prim era co m pilada p or Ji m Richstad con
el título New Perspectives in International Communications (1976) y edita
da po r el East-West Co m m unic ation Institute de H on olu lú, al qu e Te-
her ani an se había m ud ad o (vía UN ESCO ) tras la revolución de I rán , y
la segunda, titulada Com munications for Tomorrow (1979), editada co n el
apoyo d e As pen y revisión de Glen O . Robinso n. Se trata sólo de dos
colecciones de un gigantesco con junto de escritos sobre tem as mediá
ticos, de los que se enc on trará m uch os de los mejores en fragmentos
tópicos en Intermedia, qu e cu bre u n a serie de investigaciones especia
les qu e abarca un esp ectro muy am plio de países sobre tem as com o la
televisión de alta definición, el espectro de frecuencias y el teletexto.
Co nten ía en par t icular información sobre el «m und o árabe».
En tre los colaborado res qu e reu nió Richstad se destacó un o en espe
cial, W ilbur Schra m m (1907-1987), qu e escribió «Co m unicación inter
cultural: sugerencias para la construcción de pu entes», tan im portan tes
en la historia de las com unicacione s c om o las autopistas. Sch ram m ha
bía escrito alocucion es p ara Roosevelt, hab ía sido concertista y había
jugado en la l iga menor de béisbol antes de dedicarse a las comunica
ciones. En 1961 había producido un estudio en colaboración,
Televi
sión in the Lives of Our Children,
y t res años después
Mass Media and
National
Development.
A través de su experiencia personal , incluido
un per iodo de enseñanza en la Univers idad China de Hong Kong,
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
Schramm estaba tan familiarizado con radio y televisión en el este
como en el oeste y, en verdad, tanto con lo que entonces se entendía
po r «Norte» com o po r «Sur»: en u n libro editad o en 1956 hab ía escri
to u n capítulo sobre teo ría com unista de la prensa.
El volumen de R obinson, Com munications for
Tomorrow,
que tuvo en
Po rat su prim er colabo rador, enfatizaba m ás la pluralida d d e las diferen
tes tecnologías qu e su convergencia. C om o dijo el pro pio R obinson , «el
núc leo de los prob lem as de política de las com unicac iones es u n progra
m a de con trol social de la estruc tura y el com portam iento de las indus
t rias de la com unicac ión: por tadore s com unes , por tado res com unes
especializados, redes de valor agreg ado , instalaciones y servicios de saté
lites, equip o de telecom unicacion es, transmisión p or ra dio y televisión,
TV po r cab le, TV de p ago , etcétera» . El etcé tera era significativo. L a
transmisión se colocaba en un nuevo contexto técnico antes de que la
digitalización se convirtiera en palabra clave. Las apuestas, añadía Ro
bins on, e ran altas. En 1977, los ingresos bru tos de AT&T supe raro n el
pro du cto interior bruto d e 118 de los 145 Estados m iemb ros de la ON U.
Como siempre, los economistas del desarrol lo implicaron en pr i
m er lugar el in ten to de hacerse con un a paten te, com o ocurr ió con el
invento del c ircuito integrado , y po ste rior m en te con las batallas de pa
tentes
y
negociaciones sobre ellas. La necesidad de asegurarse la inver
sión inicial y la siguiente planteó cuestiones tan espinosas como las
tecno logías m ismas. Era alto el riesgo y fuero n m ás las quie bra s qu e las
desagreg aciones, la mayor d e las cuales fue la de AT&T el 1 de en er o
de 1984 com o consec uencia del mayor juicio ant im ono polio de la his
tor ia . Para el histor iador d e los m edios fue tan im po rtan te com o lo se
ría veinte años des pués el juic io co ntra Microsoft. Sin emb arg o, p ara
entonces habían cambiado por completo tanto el escenar io como los
actores en el ju e g o d e las comu nicac iones, algunos d e los cuales se ha
llaban en escena co n pe rm iso de Wall Street sólo por u n lapso breve.
La escena de las com unicaciones cam bió —en el m om en to se tuvo
la impresión que de modo dramático— en una sola noche, la úl t ima
de diciem bre de 1983. Antes de su división, AT&T, a la que du ra nte
años la política y la ley hab ían forzado a nego ciar e n o tros m ercad os,
llegó a dominar los cuatro mercados principales de telefonía, incluso
la telefonía para la m anu factura de centrales informatizadas, m erc ad o
pu en te que un e directam ente los me dios de t ransmisión
y
las agen cias
de telecomunicaciones, pero que durante mucho t iempo había esta
do bajo la m irad a hostil de la FCC y de la División Antitrust. T am bién
se había visto forzada a afrontar una gran cantidad de procesos judi
ciales an tim on op olio p rivados y u n flujo m ixto de co m enta rios de los
me dios, com o el de
Businessxveek
en n oviem bre d e 1974: «el proce so de
regulación ya no era capaz de con ten er el po de r de AT&T».
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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T
Era el m es en q ue e ntr ab a en el tr ibu nal del distr ito federal de Co-
lumb ia el ju icio United States v. ATT T (cuya par te de m an da da forma
ba n AT&T, W estern Electric y Bell La bs), que se prolon ga ría du ra nt e
año s. En agosto de 1982, cu an do el juicio estaba finalmente a pu nt o
de terminar, se produjo un acuerdo extrajudicial por el cual el «siste
m a Bell» , que se había desarrol lado d ura nte más de u n siglo, qued aba
ro to .
El pre sid ente de AT&T describió la reorganiza ción co m o la «re
estructuración del em pleo más compleja que hub iera tenido lugar en
ningu na o t ra em presa».
Un estudio detal lado de Alan Stone sobre este caso sugiere que
«pocos, si acaso alguien [antes de m edia dos de los se ten ta] , se percata
ron de qué extraordinar ias mane ras converger ían m uy pr on to las tec
nologías». Su rasgo distintivo era entonces la pluralidad, como ocu
rr ió con Rob inson, y com o consecuencia de esa plural idad, un sent ido
de que una mult i tud de opciones separadas ser ían consideradas no
sólo po r los distintos juga dor es del ju eg o de las com unicaciones — uno s
cua ntos de ellos, jóv en es y nuevos—, sino tamb ién po r millares de usua
r ios que a menudo encontraban las opciones desconcer tantes. Sin
embargo, tenían a su disposición un abanico enormemente extendi
do d e periódicos a veces altam ente especializados — cuyo nú m er o iba
en aumen to—
y
algunos de ellos se hicieron tam bién jug ad ore s. Co m o
dijo en 1979 J o h n Howkins, po r enton ces director d e Intermedia, «cada
pocos días aparecía una nueva publicación o se relanzaba una anti
gua, para informar sobre empresas de comunicaciones en constante
crecim iento». M ientras, las secciones económ icas d e los periódico s se
dedicab an cada vez más a com enta r la si tuación. H abría n de cambiar
casi po r com pleto de ca rácter en todos los países a m ed ida q ue se lan
zaban n uevos valores en te cnolog ía y aum enta ban las opciones de ne
gocios. Se generalizaron los suplementos sobre comunicaciones, y
con ellos u n lenguaje c om ún . Incluso en un s up lem ent o deportivo ita
liano se po día lee r «AlFuturshow di Bologna i gol sifanno sul com puter».
Había gente que, por razones ocupacionales, creía necesario se
guir cuidad osam ente los acontecim ientos en un nivel m eno s dom ina
do po r los m edios . Así, en
1985,
Jo h n Black, qu e n o exam inaba la cues
tión des de la perspectiva jurí dic a ni desd e la de u n la borato rio, sino
desde u n o d e los centros más ant iguos de com unicaciones, un a bibl io
teca, la de la Universidad d e G uelf en Can adá, a gr up ó las nuevas tec
nologías en nueve categorías: satélites; transmisión basada en láser
(acrónim o inglés de light amplification by) stimulated emission of)
radia-
tion
[amplificación de la luz m ed ian te em isiones de radiación induci
das]
),
ten ía un a larga historia detrás y se hab ía inven tado en 1960; f i
bra óptica; sistemas termina les digitales de mic roon da; red es de áreas
locales; otro s vínculos de b an da an ch a (CATV, televisión d e an te na co-
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
munitaria, por ejemplo); nuevos usos de redes de teléfono ya existen
tes;
radio celular ( inicialmen te pa ra voz
y
en el futuro pa ra datos
y
m u
chas otras cosas); y nuevas formas de d istr ibución offline.
Black, u n o d e los bibliotecarios me jor inform ados en tre los qu e se
enfrentab an a las nuevas tecnologías y t ransformaba n de m ane ra pio
ne ra la organizació n d e sus bibliotecas en respue sta al desafío q ue ellas
repre senta ban , util izó la palabra «superposición», pe ro n o «convergen
cia». Lo mismo que cualquier otro comentarista, reconoció que los
desarrollos en microelectrónica y, en particular, «el inmenso creci
m ien to del po de r inform ático», fueron lo qu e hizo posibles la may oría
de los cambios.
En Lo ndre s, e l inform e anu al del N ational Electronics Council re
organ izado descr ibía el añ o tran scu rr ido ent re jul io d e 1984 y jul io
de 1985 «entre los más activos» en sus escasos quince años de histo
ria. D ur an te el curso d el m ism o se ha bía d esp lazad o el énfasis al «es
tím ulo d e los niñ os a que escojan e n la escuela cursos qu e pu ed an diri
gir los a una carrera en electrónica y teor ía de la información». Un
art ículo adjunto de Basi l de Ferrant i , presidente de la compañía in
formática Ferranti, se titulaba «Electrónica, Energía y Supervivencia».
En 1950, Fe rrant i hab ía cons truido y ven dido los pr im eros orde na
dores que se comercial izaron en el mundo: diez Manchester Mark I .
N o había entonc es en ni ng ún país indicios claros de la m an era e n qu e
los ordenadores afectar ían a los medios, su estructura y su produc
c ión de p rogram as.
ORDENADORES
Aunque la historia de la tecnología no sea el único aspecto de la
historia de los m edios e n el siglo xx, los ord en ad ore s de be n o cu pa r el
pr im er lugar en cua lquier análisis histórico, pu es un a vez qu e se dejó
de concebirlos en general com o m eras m áquinas de calcular—lo qu e
no o cur r ió an tes de comienzos de los se ten ta— perm it ie ron la adop
ción de nuevas formas a tod o tipo de servicios y n o sólo a los de com u
nicación. Sin em barg o, para el lo tuvieron qu e redu cir su tam año y su
precio.
Y en esa tarea Estados Un idos, no G ran Bretaña — ni E uropa— ,
do m inó el curso de los acontecimientos.
Los prim ero s ord en ad ore s digitales electrónicos operativos fueron
idea dos a am bos lados del Atlántico con fines militares, pa ra la g ue rra
y la Gu err a Fría. C om o e n la historia anterior, el estímu lo fue la gue
rra , no el benef icio , au nq ue lo hu bo . Colossus y ENIAC eran má qui
nas gigantescas, mo nstruosos según algunos, que d ep en día n d e miles
de válvulas no siempre fiables a las que en Estados Unidos se llamaba
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G U T E N B E R G A I N T E R N E T
Figura 27. El descodificado r electr ónico Colossus se utilizó en Bletc heiy Park, Bucking-
ham shire, para ayudar a Gran Bretaña y sus aliados a ganar la II Gu erra M undial.
tubos al vacío. En 1950, Alan Tu ring, brillante pio ne ro britán ico en ma
ter ia de computación, las descr ibía acer tadamente como «máquinas
universales», lo que hacía «innecesario diseña r diversas m áqu inas nu e
vas pa ra realizar diversos procesos informáticos», pe ro su diseño cam
bió rad ica lm en te cu an do los transistores sustituyeron a las válvulas. En
la primera fase de su desarrollo, los transistores eran menos fiables in
cluso que las válvulas, p er o a largo plazo pos ibilitaron u n a revoluc ión
im prescind ible e n la escala.
La fabricación de los prim eros transistores de pe nd ía d e los prog re
sos en la física de los sem icond uctore s qu e derivaron d e ex perim ento s
realizados e n los Bell La bora tories y en otro s sitios. En 1947, Jo h n Bar-
de en , Walter Brattain y W illian Shockley (que tres años desp ués recibi
rían el pre m io No be l) , inven taron ap aratos de amplificación del esta
do sól ido que se construía n con ge rm anio y tenían el aspecto de dos
dete ctor es d e bigotes de gato . Sólo en 1959 las ventas de transistores
(los prim eros clientes fueron fabricantes de apa ratos par a sordos) su
pe ra ro n a las de válvulas. El no m br e p oc o familiar d e «transistor» qu e
le dieron sus inventores fue adoptado desde el pr imer momento por
el público para referirse no a los aparatos propiamente dichos, sino a
las peq ueñ as radios portát iles de bater ía q ue los inco rpora ban y que
se comercializaron por primera vez siete años más tarde y tuvieron
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com o pr im er m ode lo la Am er ican R egency TRI (a Barde en le asom
br ó q ue el interés princip al de los usuarios fuera la mú sica roc k).
A me nu do , la cuestión de po ne r nom bres es un tema in teresante y
revelador, y lo es sobre tod o e n la historia de los m edio s, plagada de
acró nim os, o en la historia de la tecno logía sub yacente. A
veces,
la elec
ción imaginativa de no m bre s se im po ne a la descripción funcional de
objetos. Sin embargo, en este caso par t icular , es menos interesante
que los desarrollos posteriores en tecnología, de los que fueron res
pons ables u n a ca ntida d d e físicos y de in gen ieros inform áticos. El pri
m er o de ellos, G or do n Teal, sustituyó el ge rm an io c on silicio en lo q ue
pr on to d io en llamarse «chip». Se ha bía traslada do d e los Bell Labora
tories a u n ám bito m uy distinto, el de u n a firma «marginal», Texas Ins
t rum ents , que había em peza do co m o prove edora d e serv ic ios pe t ro
leros y en oc tubre de 1954 comenzaba a vender pequeños ch ips de
silicio del tama ño de la uñ a de u n de do de u na m an o. Tras otros avan
ces tecnológicos en la Fairchild Sem i-Cond uctor C om pany, qu e intro
dujo la fotolitografía en el pro ce so de pr od uc ció n d e chip s, la m inia-
turización resultó más barata y los transistores más fiables, pero, lo
mism o qu e sucedió con la invención d e los transistores, la de m an da no
fue suficiente co m o par a inspirar confianza en el negoc io.
La confianza ta m poc o surgió de inm edia to cua nd o se supo que u n
ingenie ro q ue trabajaba en Texas Instrum ents, Jack
Kilby,
ha bí a solici
tado e n 1959 la pa ten te pa ra un circuito integrado , esto es, «un cue rpo
de material semiconductor [ . . .] en el que todos los componentes del
circuito electrónico están com pleta m ente integrados»: en ju lio de 1958
había escr i to en su cuaderno de notas que «mediante la producción
de los resistores, capacitadores, transistores y diodos en una sola lámi
na de si lic io se po dría lograr la extre m ada miniatur ización de m uch os
circui tos eléctr icos». Ya se había concedido una patente a Robert
Noyce, u n o d e los fundado res de Fairchild y lueg o de Intel, quie n escri
bió u n o de los prim ero s y más co nocid os artículos acerca d el significa
do de la microelectrónica en un número especial de Scientific American
de 1977 en el qu e usó la pala bra «revolución». El pr im er artícu lo ínte
gram ente ded icado al tem a había ap arecido d os años antes en la revista
Fortune. Esta y otra revista de em pre sa son bu en as fuentes pa ra el histo
riador, a un qu e sus pred iccion es de ba n som eterse a lectu ra crítica.
Con el advenimiento del circuito integrado, un chip de sil icio de
un sexto po r un octavo de pulg ada co n 2.250 transistores m iniaturiza-
dos en su interior, tenía a ho ra el m ism o pod er q ue el ENIAC, qu e ocu
pab a tod a un a habitación . Con circuitos lógicos incorp orad os, el nuevo
chip hizo posible el desarrol lo de ordenadores con cualquier f inal i
dad. Sus minúsculas unidades centrales de procesamiento recibir ían
instrucciones de ROM (memoria de sólo lectura) especialmente es-
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cr itas. N o obs tante, sus pr im eros usos m ostr aron serias l imitaciones.
En 1963, sólo el 10 p or c ien to de los circuitos en venta er an circuitos
in tegrados .
La idea d e un circui to int eg ra do era d e un f ísico inglés, G. W. A.
Dummer, a quien se le había ocurrido ya en 1952, pero incluso antes
de qu e fuera pa tenta da, la reacción d e la industria inform ática del la do
de la oferta fue un desg anad o « hum .. .» (según Noyce): e l apara to n o
llamó de inm ed iato la atenció n a los especialistas establecidos. Y cuan
do p or fin, en
1971,
M arcian (Ted) Hoff ideó el m icroproces ador, qu e
sería luego descr i to com o el corazón m ismo del orden ado r , su pr ime
ra apl icación, lo mism o que hu biera o curr ido con u n invento mec áni
co francés del siglo
XVIII,
tuvo lugar en un reloj que po día sonar com o
un piano. No obstante, cuando Intel se encargó de su producción y
comercial ización, no sólo fue posible aumentar extraordinar iamen
te el po de r de los ord en ad ore s, sino tam bién descentralizar su uso. El
ch ip de RAM (m em oria d e acceso aleatorio) d e Intel, qu e se introdu jo
en 1970, redujo sustancialmente el coste de la memoria, y de allí en
adela nte ha bría «generaciones» d e orden ado res: los japo nes es, en p ar
ticular, se entu siasm aron co n este co nc ep to.
Noyce, cuya hab ilidad con las palabras c orría pa reja c on su capaci
dad de invención, comparó el minúsculo microprocesador con el au
tomóvil, casi siempre de gran tamaño: era «el modo más simple de ir
de u n sit io a otro». U n m icroproce sador po día l levar centen ares y mi
llares de c om po ne nte s, y cu an do se reco no ció su versatil idad, ésta fue
u n estím ulo para po n er la tecnolo gía digital po r encim a de la analógi
ca en todos los medios, que no tardarían en ser sus principales usua
rios: im pr en ta, cine , grab ació n, ra dio y televisión y todas las form as de
telecomu nicaciones, qu e cada vez má s se conce bían com o par te d e u n
complejo. Lo que dio en llamarse «compresión digital», con elimina
ción d e datos de u n archivo, incluso datos de au dio , con el f in de aho
rra r espacio, resultó part icu larm en te útil en re lación co n la rad io y la
televisión.
Ya en 1964, G ord on M oore, químico, otro de los cofundadores de
Intel y pre side nte d e esta em presa , hab ía formu lado lo qu e pasó a lla
m arse la ley de M oore, que desde e ntonc es se ha m an ten ido más o me
nos cier ta , según la cual cada d iecioc ho m eses se duplicar ía la cant i
dad de transistores que era posible colocar en un chip. Moore, como
Shockley, Teal, Kilby, Hoff y muchos otros físicos semiconductores,
trabajaron en Silicon Valley, California, hasta poco an tes u n bo squ e d e
frutales, que co m enzab a ya a destacarse en un nuevo m apa de comu
nicaciones globales de modo tan prominente como la Torre Eiffel, la
Broad casting H ous e y el Televisión C en tre de Lo nd res, los Bell Labo
ratories o — más cerca— Hollywood.
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Para la historia de las com unica cione s revistió particu lar im po rtan
cia el he ch o de qu e fueran las nuevas em presas —m ás innovadoras d e
estructura más informal, más «de abajo arriba» y menos jerárquicas
que las ya establecidas— las que abrieran el camino en el
desarrollo
informático de riesgo financiero, desarrollo más lento del lado de la
de m an da qu e del de la oferta. En la pri m era fase de la historia de la in
formática, IBM (International Business Machines) contó con una in
m ens a ventaja. Pr od uc to de u n a fusión de 1924, qu e incluía al sucesor
de la Tabulating Machine Company de tarjetas perforadas fundada
po r H er m án H oller i th en 1896, tenía un a cul tura corporativa caracte
rística qu e le fue muy útil a la ho ra d e trata r con lo qu e Brian W inston
llamó «periodo de incunables» en la historia del ordenador, que cul
m inó en 1952 con la dem ostrac ión, n o clasificada, de 701 aparatos de
IBM, llamados al principio «calculadoras de defensa», junto con los
M ark I de F erran t i . Hacia 1961, IBM no comercial izaba m en os d e sie
te l íneas dist intas de ordenadores, pero ninguna de el las apuntaba a
lo que el microprocesador hizo posible , esto es, e l ordenador perso
nal (PC).
En esa época había una marcada divergencia entre la historia de la
informática en Estados Unidos y en Gran Bretaña, historia en la que
Ja pó n estaba l lamad o a des em peñ ar u n papel cada vez más im portan
te en la escena internacional . Los pr imeros ordenadores del mundo
qu e se construy eron
y
se com ercializaron e n 1950 era n británicos, pe ro
au nq ue su fabr icante, la Ferran t i Company, siguió con la pro duc ción
de un gran ordenador Atlas que atrajo gran interés, tanto el la como
sus sucesores británicos e n la corpo ración , incluso ICL (1980), carecían
del seguro que ofrecía la m agn itud del m erca do no rteam erica no para
co ntin ua r su desarrollo . Ta m poc o tuvieron acceso al masivo estableci
m ien to m ilitar , naval
y
espacial de Estados U nido s. M ientras, Ja pó n no
sólo se convirtió en productor de chips o microprocesadores, sino en
un gran ju ga do r en to do el ju eg o de las com unicaciones. Un pano ra
m a interesante de la implicación jap on esa apareció en u n estudio de
con junto de la m icroelec trónica e dita do en 1985 po r el Na tional Insti-
tute for Research Ad vancem ent (NIRA) de Ja pó n.
Al desplegar la historia de las comunicaciones japonesas después
de la restauració n imp erial d e 1868 y distinguir en ella seis period os,
el NIRA com ienz a su rela to de la cu arta fase (1955 a 1964) con el boom
econ óm ico d e la pos gue rra de Co rea y la instalación de u na Agencia
Científica y Tecnológica gu be rna m en tal en 1956. El sexto pe riod o, «los
diez últim os año s», fue ron testigos de otr o avan ce, con el país ya listo
para «contrarrestar las iniciativas estadounidenses». En ese momento
había algo más que un mero toque de orgullo. Los videocasetes y los
videodiscos era n «casi u n m on op oli o jap on és» .
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El estudio seguía diciendo con modestia que «no es tarde para la
en tra da ja po ne sa e n el ca m po de la investigación inform ática evalua
da con cr i ter ios mundiales [ . . . ] mucho dependió de la cooperación
de los fabricantes no rteam erican os de o rden ado res, sobre todo IBM».
El ad ve nim ien to d e los transistores l levó a la pro du cc ión , en 1964, de
un aparato de televisión transistorizado de Sony. El nombre de esta
co m pañ ía nueva, qu e se hizo famoso en tod o el m un d o , fue f ruto de
un acto de inspiración. Sony también introdujo el
walkman,
estéreo
persona l por tá t i l , qu e t ransformó la m an era de escuchar sobre to do
música grabada. Era un instrumento móvil , y la movil idad personal
(a pie por la calle o en coche) habría de influir en la orientación de
gran pa r te del desarrol lo tecnológ ico futuro, e n par t icular del teléfo
no portát i l .
U n trabajo n orteam erica no de 1977 titulado «Comunicaciones p ara
u n a socie dad móvil» se refería a «los largos viajes en tre el lug ar d e resi
dencia y el lugar de trabajo en el marco de la expansión de las áreas
m etropolitanas», «una amplísima util ización del viaje int eru rba no qu e
utiliza un sistema avanzado de autopistas» y «un alto gra do d e de pen
denc ia de los cam iones para el transp orte d e mercancías». H abía ap ro
xim ada m ente 105 mil lones de automóviles y 25 mil lones de camiones
y autob uses , la ma yoría de los cuales estaban equ ipad os c on «radio es
tándar que recibía unidades para los servicios de entretenimiento».
La pon en cia se refer ía al «sistema celular» qu e inc rem en tab a la capa
cidad d e c om unica ción móvil, a la tecnología celular de FM y al em
pleo de «sistemas de voz digitalizada de banda angosta». Todavía no
se hab ía co m en zad o a pro m oc ion ar con en ergía los «teléfonos móvi
les» — au nq ue ya hab ía 100.000 en uso— , pe ro la radio Citizens' B and
hab ía dem ost ra do ser tan popu lar que en e ne ro de 1977 cerca de un
millón de personas habían solicitado a la FCC licencias de CB. Para
el autor de la ponencia, Raymond Bowers, «el uso creciente de CB
tuvo implicaciones qu e trasce ndie ron el do m inio del servicio propia
m en te d icho» .
Entre los «factores sociales y culturales que sostenían el desarrollo
tecnológico» en Ja pó n, co ncluía el estudio ja po né s, se hal laban «una
sociedad b asada en la igualdad», «tecnología especializada en com pa
ñías pequeñas y medianas», «una tradición de respeto de las relacio
nes human as» y, lo que n o es m eno s im po rtante , «el respeto cul tural
po r la tecnolog ía», evidente a f inales del siglo xix en la tem pr an a in
troducción del teléfono (1890) y el telégrafo (1893) — obsérv ese el or
de n— a m edida qu e los servicios del Gob ierno se expa ndían y se hacía
evidente la «voluntad cultural d e ad op tar ideas nuevas». «La habilidad
para miniaturizar» venía en último término. Estos factores operaron
en un contexto del Pacífico que se comparó favorablemente con Eu-
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rop a. Un últim o factor fue el desa rrollo e ntr e 1965 y 1973 de u na im
po rtan te industr ia autom otr iz jap on es a que ráp idam ente alcanzó es
cala m und ial .
Este breve resu m en deja claro que , s in caer en u na g rosera sobre-
simplificación, es imposible presentar una historia de la evolución del
ordenador desde el punto de vista de la oferta capítulo por capítulo,
paso a paso o incluso «página» a «página». Lo m ismo q ue la historia de
la evolución del ferrocarril , abarca diferentes aspectos —diseño, me
moria, lenguaje, circuito lógico, software— y diferentes nuevos arülu-
g ios com o e l mód em
(modulator/demodulator),
necesario para transmi
tir datos inform áticos po r la l ínea telefónica, y el rató n, pa ra con trolar
un puntero sobre una pantal la de ordenador . Diferentes personas y
distintos lugares han tenido un papel en la historia en diferentes mo
m ento s. Es un a historia de evolución, no de revolución, q ue es la pala
bra que emplea Noyce; pero Noyce tenía razón en insistir en que la
historia no es «lineal». El diseñ o siem pre fue decisivo, com o reco no
cieron todos los qu e estuvieron alguna vez involucrados en algu na em
presa de informática.
Los comienzos de la «memoria» se remontan a la década de 1940,
antes incluso de qu e Jay Forrester , del MIT, pr eo cu pa do po r la estabi
l idad del avión, com enz ara a t rabajar e n el proyecto
Whirlwind.
Fue
Fo rrester quien aseg uró en 1953 la inco rpora ción de la m em oria nu
clear magnética a los ordenadores. Los lenguajes de los programas te
nían un a historia más breve
y
más compleja; fue J o h n Backus, que traba
jab a en IBM, qu ien des arrolló en 1957 u n nuev o lenguaje informático
de «programa interno», FORTRAN (fórmula del s istema de t raduc
ción) . El pr im ero d e los m uc ho s lenguajes d e este t ipo, Plankalku, fue
idead o po r un in ingen iero alem án, Kon rad Zuse, t res años antes del
invento del pr imer ordenador electrónico. Este ingeniero ha queda
do práct icam ente olvidado. Pero no ocu rr ió lo mism o con Jos eph Lic-
klider, psicólogo del MIT, co m o ta m po co se ha o lvidado su visión de
«cerebros hu m an os y m áqu ina s inform áticas [ .. .] un ida s [ .. .] sólida
m ente ». Tamp oco se ha olvidado el t rabajo d e un g rup o de pione ros
informáticos que trabajaban en Xerox Palo Alto Laboratory, fundado
en 1970 p or ot ro ps icólogo , Bob Taylor, y dirigid o p o r Alan Kay. Fue
ro n ellos los qu e desarro llaron el rató n, que orig inaria m ente se llamó
«indicado r de p osición X-Y pa ra u n sistema d e exh ibición». X erox,
empresa a la que sólo le interesaba la copia, no optó por explotar co-
m ercia lm ente los esfuerzos de estos pio ne ros , cuyas ideas fueron cogi
das po r otras com pañías, incluso Apple
y
M icrosoft.
Los proveedores de software se habían multiplicado tras el invento
del microprocesador, conscientes de que representaban el «lado crea
dor» d e la nuev a tecnología . Fu ero n ellos los qu e die ro n n uevo signifi-
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ca do a la pa lab ra «software», qu e ya se usaba po r entonces , en oposición a
hardware, los componentes físicos de un sistema de comunicaciones.
Su papel, ellos lo sabían, era fundamental. Ningún ordenador podría
funcionar sin cierto tipo de software de program as. Com o dijo H un dt ,
sin programadores de software los ordenadores serían «criaturas iner
tes,
a la espera d e qu e el C rea do r les infund iera vida».
Pen sar e n hitos cronológicos precisos en la historia de la informáti
ca puede resul tar engañoso. Aunque en condiciones de Guerra Fr ía
los pe did os militares, navales y espaciales suelen justificarse en térm i
nos de acontecimientos públicos que cambian constantemente los
procesos d e m erc ad o y en los qu e los usuarios académ icos y comercia
les t ienen qu e identif icarse o ser identif icados, su pro gram ació n es di
feren te. Aun a ntes de los gran des inc rem ento s d e venta, ya a f inales de
los años setenta, época en que se hacían y se perdían fortunas, se ha
bía em pez ado a reco noc er que la histor ia de las com unicaciones, en la
que estaba inserta la de los medios, había entrado en una nueva era.
Para entonc es, los ord ena dore s no sólo servían com o instrum entos de
empresa, sino como «motivo principal de todo un espectro de activi
dades mediáticas». A veces afectaban a los medios tradicionales, in
cluida la pren sa. «Cada vez más , los libros, las revistas y los p eriód icos
se pre pa ran , diseñan, im prim en y distr ibuyen de acu erdo co n rut inas
informáticas». A veces permit ían una act ividad completamente nue
va. En «los variados sistemas de com unic ación de d atos», era n los qu e
«m arcaban el r itmo», expre sión q ue e n 1978 sirvió co m o titular de u n
n ú m e r o d e Intermedia.
Q ue ese ritmo fuera más o m en os veloz n o sólo de pe nd erí a del pro
greso en el cono cim iento tecnológico, s ino tamb ién d el impulso em
presar ial en el marco de un cl ima económico siempre cambiante. El
mayor progreso tecnológico fue la introducción del ordenador perso
nal. Sin em barg o, en u na colección d e ensayos publicados en Gran Bre
taña e n 1979 con el título de From Televisión to Home
Computer,
el orden a
do r personal sólo se m encion aba com o un elem ento m ás en el abanico
de aparatos electrónicos de consumo, por detrás de los videocasetes
(VCR [video cassette recorder]). A veces, muchos artilugios informatiza-
dos se desp reciaba n com o «pura paja», «parafernalia de las comun ica
ciones». U n adjetivo m uy distinto de esas expre siones fue «inteligente»,
calificativo que pronto se comenzó a aplicar más a cosas que a perso
nas,
des de tarjetas h asta casas.
N o obstante, en lo qu e respecta a G ran Bretañ a, el au tor del capítu
lo sobre el or de na do r person al de la colección de 1979 con sideró qu e
era más necesar io un mensaje t ranqu i l izador que u no ex ci tan te : un
ord en ad or personal podía costar apenas un poco más qu e un aparato
bara to d e televisión en color. En u n a sección llamada «una m irada al
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software» explicaba que au nq ue los or de na do res fueran «piezas com
plicadísimas de electrónica», eso no quería decir que «para aprove
char las deb a usted saberlo todo al respecto». Un o rde na do r personal
—y a u n o d e los prim ero s se lo llam ó «La M ascota»— era ta n «sencillo
de us ar com o un eq uip o de alta fidelidad, o más sencillo aún ». «Lo mis
m o que cu an do usted co m pra un e qu ipo de alta f idelidad, vale la pe na
busc ar fabricantes y com ercia ntes de confianza». La indu stria se desa
rrol laba rápidamente y «su conocimiento como usuar io» también se
desarrollará. «Sus necesidades están llamadas a ampliarse a medida
qu e tenga más experiencia».
Es ilustrativo co m pa rar esta perspectiva desd e el hog ar co n las pers
pectivas desd e el lab ora tor io, la bibliotec a o, en verd ad, d esd e la ofici
na, donde el «procesamiento de texto» se convirtió en una actividad
informatizada fundamental , a l punto de que la máquina de escr ibir ,
que en esa época era un objeto enormemente sof ist icado, cayó rápi
da m en te en desuso. Sin emb argo , el proces am iento d e texto, con dis
cutibles efectos so bre el co nt en id o y el estilo de la red ac ció n, se conci
bió a menudo como par te del mismo complejo que el fax y no tanto
com o par te de un complejo tecnológico informatizado; y cuan do apa
recieron los pr im eros o rden ado res personales, fueron, según el juicio
[retrospectivo] d e Eli N oam , «los pro du cto s de con sum o más antipáti
cos qu e jam ás se hab ían cons truido desde el m onociclo».
En 1963, W ill iam Olsen hab ía llevado al m erca do u n m iniorden a-
dor , e l PDP 8, cuya de m an da q ue dó de m ostrada p or el au m en to de las
ventas de la Digital Equipment Corporation de Olsen en nueve veces
en tre 1965 y 1970 y po r el a um en to de sus beneficios en veinte veces.
Sin em barg o, la com pañía, fundada en 1957 y no establecida en Silicon
Valley, sino en M assachusetts, n o previo el cam bio qu e ex pe rim en taría n
los m erca dos , m ientras q ue otras com pañ ías sí lo prev ieron. Vio en los
usuar ios educativos sus cl ientes más prom eted ores en u n m om en to en
que com pañías más recientes tenían en m en te a grupos d e entusiastas
del ord en ado r. Sabían qu e sus filas crece rían ráp ida m en te.
La pr ime ra t iend a de o rde nad ores se abr ió en Los Angeles en jul io
de 1975, y u n m es despué s aparec ió la pri m era revista de informá tica
del hogar, Byte. N o era el lenguaje técnico la única a tracción. Ya el en
tretenim iento o cupa ba tan to lugar com o la educación en la perspecti
va de empresarios como Nicholas Bushnell , uno de los responsables
del desarrol lo del videojuego, qu e e n 1974 em pezó a ven der u n jug ue
te l lamado P ong, impulsad o po r un microprocesador , q ue se pod ía fi
ja r a u n a pa rato d e televisión. H acia 1980, su co m pa ñía , Atari , ven dió
al po r m en or videojuegos y simples orde nad ores de ho gar p or valor de
100 millones de dólares. Los adultos, lo m ismo q ue los niños, se con
ver t ir ían en hábiles jug ado res de los jueg os d e ord enad or , p ero había
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razones de m ercad otecn ia para conc entrarse en los niños y adultos
jó
venes,
com o para hacer lo tam bién en la industr ia del c ine.
Una generación antes se había dicho que «el niño que ha nacido
con la televisión, la da por supuesta a tal punto que no puede pensar
en u na époc a anterior. Piensa en ella com o en la
actual».
Ylo m ismo
va
l ía para los niños nacidos ju n to con el pr im er ju eg o d e ord enad or , a l
gun os d e ellos m uy precoces . En 1996, The Times informaba de que un
niñ o holand és, W outer Couzijn, había creado un robo t qu e cam inaba,
char laba y se autolocalizaba, hec ho de piezas de L ego am arillo con u n
sistema de m icro ord en ado r instalado. A los trece años hab ía construi
do su pro pio or de na do r portát i l con doce procesado res paralelos qu e
po dían funcionar sim ultánea m ente o comp art ir un a tarea ent re el los.
A la prens a y la televisión les gusta dar a co noc er prod igios, de m o do
qu e tam bién p resta ron aten ción crítica a los videojuegos.
La relativa «priorización» (pala bra nuev a) de los apa rato s de televi
sión y los orden ado res personales e n el hog ar n o se había establecido
aún en el momento de comenzar a escr ibir este l ibro. Sin embargo,
para u na m irada retrospectiva está claro qu e el e lem ento de ju eg o en
la popu lar izac ión de la l lama da nueva tecnología fue tan po de ros o
en la tem pra na histor ia del ord en ad or com o lo había sido en la histo
ria del teléfono, y hu b o en rea lidad u n a ura de asociación. Un o de los
pr imeros juego s fue Space War, del que se dijo que era creación de un
estudiante del MIT de los años sesenta. A principios de los noventa,
u n o d e los pr im eros jue go s qu e ut i lizó la tercera dim ensió n se l lama
ba Doom.
En u n a pub licación d e la BBC del añ o 1982 ti tulada Televisión in the
Eighties:
The Total Equation, se describía n los ju eg os , po r sofisticados
qu e fueran técnicam ente —y en los años noventa sólo eran u n apar ta
do del progreso del ordena dor— , com o «los descen dientes naturales
de las máquinas electrónicas en las salas comerciales de diversión»,
qu e con taban con u n ant igu o linaje . Pero lo que dem ostró ser diferen
te fue su papel e n el hogar , don de reem plazaro n a otros jueg os. En
1983, se ju ga b a co n videojuegos e n las pantallas d e televisión d e q uin
ce millones de hogares norteam ericano s, de los que sólo u no de cada
quinc e poseía u n o rd en ad or pe rsonal . Los jue go s de pelota con efec
tos sonoros y el tanteo en pantalla se hicieron populares de inmedia
to,
y el microproc esado r, al abaratarlos y hacerlos in tercam biables, ex
ten dió m ás aú n el gé ne ro . La violencia fue u n ing red ien te tan familiar
co m o el de po rte . D ado el elevado nivel de organizac ión del «m ercado
del ocio», en el que los m edios estuvieron implicados dire ctam ente o
po r me dio d e fusiones, era inevitable que ese neg ocio busc ara nuevas
opo rtunid ade s. Bushnell vendió su com pañ ía Atar i a la W arne r Com
municat ions.
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A S A
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
En lo relativo a los efectos probab les d e ju ga r con videojuegos, en
especial para los niños, se empleaba un argumento típico del descon
cierto. Video Fever era el t í tulo de u n libro de C. Beam er, editad o en
rúst ica en 1982, que l levaba como subtí tulo
Entertainment, Educa-
tion,
Addiction.
Esta obra, a l mismo t iempo práct ica y especulat iva,
es par t icularm ente interesante desde el pu nt o de vista histórico debi
do al contraste en tre sus dos breves apénd ices. El pri m ero , «Breve his
toria de los videojuegos», era dem asiad o breve y dem asiad o po br e en
detal les cronológicos como para tener mucho valor . El segundo,
«Cóm o funcionan los jueg os» , qu e trataba d e la tecno logía subyacen
te ,
estaba escrito con claridad y concisión mucho mayores que la ma
yoría de los pr imeros manuales de ordenador personal . El capí tulo
del tex to princip al q ue r esu m ía las cues tiones d e valor se titulaba «Ac
tividades familiares: u n a m irad a nueva» .
Po dría agregarse otras diferentes observaciones relativas a la publi
cidad o la crít ica de la cultura del or den ad or. Radio Electronics presen
taba en jul io d e 1974 un ord en ad or ju n to con u n m anu al bayo el titu
lar «Su miniordenador personal», mientras que
Popular Electronics
d e
en ero de 1975 anu nciab a un nuevo prod uc to propio com o «El pr im er
equ ipo de min iord en ad or del m un do qu e r ival iza con los mo delos co
merciales». El pri m er m od elo com ercial de éxito estuvo dispon ible e n
jul io de 1976, cu an do Steve W ozniak, qu e hab ía trabajado p ara Bush-
nell y Steven Jobs , ambos oriundos de Silicon Valley, lanzaron el Ap
ple ,
m o nt ad o e n fábrica, qu e en u n prin cipio se ven dió a los entusias
tas del or de na do r e n clubes locales. En el mism o añ o se lanzó Ap ple II,
con cap acidad p ara realizar u n a variedad d e tareas. U no d e sus valedo
res fue Mike Markutta , ex gerente de mercadotecnia de Intel que
cu an do se retiró de la em presa , a los treinta
y
dos año s de e dad , ya era
mil lonar io .
En 1980 Apple Macintosh se convirtió en empresa pública, eva
luad a en 1.200 m illones de dó lares. Sólo u n a ño m ás tar de , IBM, len
ta para captar las posibilidades, como otras firmas establecidas, entra
ba en liza con su pro pio o rd en ad or pe rsona l , del qu e ese pr i m er añ o
vendió 35.000 unidades. En 1980 se volvió a una firma pequeña, Mi
crosoft, para ofrecer un sistema operativo; en el término de tres años
— otra vez el fatídico 1984—, el 40 p or c ien to de los or de na do re s per
sonales ut i l izaban programas de Microsoft . Cuando, dos años des
pués , Microsoft c om en zó a cotizar en bolsa, Bill Gates, que ten ía die
c inueve años en e l m om en to de fundarla , se h izo ins tan tá neam ente
mil lonar io .
En 1984, cu an do faltaba muy po co pa ra llegar al m illón de ord ena
dores en uso en todo el m un do , muc hos de el los incompa tibles y to
dos en vías de quedar obsoletos en poco tiempo, era evidente que el
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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T
software constituía la clave pa ra a um en tar el uso de tod os los ord en a
dores , personales y de o rganizac iones , peq ue ño s y grand es . En es te
proc eso , Microsoft p ro nt o fue la em pre sa más gran de , pu es su sistema
operat ivo Windows l legó a todo el mundo. Sin embargo, aunque do
minaba e l m ercado , hu bo comp et idores tempranos , sobre todo Nets
cape, cuyo iniciador, Marc Andreessen, había desarrollado el software
de navegación «Mosaic», que puso en venta en 1993, cuando todavía
no se hab ía gra du ad o. El 7 de d iciem bre d e 1995, aniversario de Pearl
Harbor , cu and o Gates anu nció q ue Microsoft era «un núcleo du ro en
internet» y que estaba introd ucie ndo u n servidor de informac ión de
internet, el Internet Explorer, ya estaba en producción el Navigator
de Netscape.
Tres años antes de ese anuncio, y tras grandísimos cambios polít i
cos y sociales en el m u n do , en o ctu bre de 1992 el Financial Times d e
Londres publicaba una encuesta con el t í tu lo «Ordenadores y Comu
nicaciones», que empezaba afirmando que «la lenta pero inevitable
conve rgencia [obsérvese tanto el adjetivo co m o el sustantivo e m plea
dos] de la inform ática y las com unicac iones» , y agregaba que debía pro
po rcio na r la «fuerza m otivadora» de «u na im plosión d e nuevas prácti
cas y tecnologías del pro ces am iento de la inform ación». En tre ellos se
podría mencionar los discos compactos con memoria (CD-Rom, me
moria de sólo lectura) , capaces de almacenar para recuperar en casa
n o sólo el co nte nid o d e los archivos de p eriódicos, sino de enc iclope
dias en teras ( tam bién se po día ju ga r co n e llos). Al prin cipio su capaci
dad para mostrar películas era limitada, pero pronto estuvieron en el
m er ca do los DVD (discos d e vídeo digital) con u n a capacid ad d e alma
ce na m ien to seis veces superio r a la de los CD-Rom.
Sin em ba rg o, en 1992, el optim ism o acerca de las posibilidade s d e
venta de los productos de la nueva compañía era menor que e l que
habría dos años más tarde. La industr ia informática, como muchas
otras industr ias, pasaba por una etapa de inestabi l idad en un per io
do de dep res ión económica pos te rio r a l t r em end o hun d im ien to de
Wall Street en 1987: las nuevas tecnologías red ucía n m árge nes de b e
neficio y de costes; y m ientra s los prec ios de ven ta se de sp lom ab an , el
dese m pleo estructural alcanzaba sus cifras m ás altas. N o ob sta nte , el op
t imismo a largo plazo parecía justi ficarse en la m ed ida en q ue cada
vez se hablaba más de «interactívidad» y de «red». Un cambio de ta
lante fue obvio diez años desp ués, cu an do Pe ter Schwartz y Pe ter Ley-
den, en una breve «historia del futuro, 1980-2020», editada en Wireden
1997,
pu do escribir con ánim o agitado acerca de un a nueva «on da lar
ga», «el mayor boom de la histor ia mundial». Lo que comenzara con
la expansión de los ordenadores personales y la i r rupción del s iste
m a Bell había ad quirid o nu evo imp ulso. Los «titanes de la industria»,
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
con el respaldo del Go biern o, estaban decididos a em pujar la ola. La in
flación estaba controlada y todo el tiempo se forzaba hacia delante la
globalización. En el siglo xxi podrían darse nuevas rupturas innovado
ras, incluso la energ ía alternativa y el desem barco en M arte.
SATÉLITES
La capacidad p ara llegar a M arte dep en de ría de los avances qu e se
realizara n en las co m un ica cio ne s espaciales y esto ya en 1960 ten ía su
historia propia, te m a sobre el qu e volveremos. Por un breve period o de
la historia mundial, los satélites de comunicaciones, los «comsats»,
qu e era imposible lanzar sin orden ado res, a trajeron más atención qu e
los orden ado res pro pia m en te dichos. Los satéli tes eran las expresio
nes con más enca nto (h ub o quienes dijeron co n más «atractivo sexual»)
de la tecno logía tras el lanz am iento d el Sputn ik po r la U ni ón Soviética
en o ctubre d e 1957, acontecim iento so rpren den te que llevó al Gobier
no no rteam ericano a tratar de respo nde r lo más pro nto posible . Y tam
bién l levó a una explosión del interés popular nor teamericano en el
espacio, que la televisión a prov ech ó y magn ificó.
En la ya famosa pred icció n qu e apa reció e n 1945 en Wireless World,
Arthur C. Clarke, a la sazón tesorero de la British Interplanetary So-
ciety y futuro escritor de ciencia ficción, habí a previsto un a ca de na de
tres satélites radiales geoestacionarios tripulados. En 1961, siete años
antes de que Stanley Kubrick llevara al cine la novela de ciencia fic
ción de Clarke titulada 2001, una odisea del espacio, la NASA, q ue er a la
nueva National Aeronautics and Space Agency, estuvo de acuerdo en
lanzar el Telstar, capaz de circundar el globo en menos de 275 horas.
C on te ní a m ás de 2.500 transistores, pe ro no circuitos integra dos. Los
Correos de Gran Bretaña y de Francia acord aron construir estaciones
relacionadas en tierra, un a d e ellas n o lejos del sitio desd e do nd e, dé
cadas antes, M arconi ha bía enviado sus mensajes transatlánticos.
U na posterior estación terrestre en B ahrein, que co nstruiría la Mar
coni Company, no era pr opie dad del G obie rno d e este país , s ino de la
Cable and Wireless con base en Gran Bretaña, que ganó vigor empre
sarial cuando estuvo claro que, pese a todo su encanto —y la caída del
coste a me did a q ue se introd uc ían nuevos sistemas— , los satélites n o
reemplazar ían al cable en el que Gran Bretaña había tenido un inte
rés a largo plazo. La fibra óptica garantizaba la con tinua ción del cable,
y en 1976 se colocó en Sussex, Inglaterra, el primer enlace de cable
óptico que transportó tráfico comercial, a saber, dos canales de televi
sión en color. El pr im er sistema de televisión po r cable de fibra óp tica
de Estados Un idos emp ezó a opera r en B irmingham , Alabama, en 1984.
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D E GUTENBERG A INTERNET
Cu atro a ños d espu és, la AT&T y sus socios tend ían u n cable de fibra
óptic a a través del Atlántico ,
y
un añ o después t reinta com pañías inau
guraban un cable óptico a través del Pacífico. Los océanos todavía
im po rtab an tanto com o los cielos. Entre
1996 y
1999 se de cup licar ía la
capa cidad de los cables transatlánticos.
Las primeras transmisiones experimentales a través del Telstar se
intercam biaron en 11 de jul io de 1962, op ortu nid ad e n que se produ
jo un diálogo familiar de inauguración, esta vez escuchado por millo
nes de personas. U n pre sen tado r de televisión norteam erica no dio co
mienzo a un «drama» para declarar que Gran Bretaña estaba «lista
para devolver un programa por Telstar». A continuación los especta
dores vieron y oyeron a los bri tánicos sentados alre ded or de u na mesa
al otr o lado del Atlántico.
«A
mi dere ch a está el adu sto escocés Rob ert
White. A mí izquierda, Jon Bray, encargado de nuestra planificación
en el ca m po espacial. Son las tres y media de la maña na. B uena suer te».
Fue un prog rama m enos m em orable q ue m uchos de los que se t rans
m itiero n lue go vía satélite, en tre ellos la acep tación po r Ch urchill de
la c iudadanía nor team er icana honoris
causa.
El Telstar fue el prim er o d e un a g ran c antida d d e ese tipo de satéli
tes móviles, de costosa constru cción , q ue hacía n las veces de pree m i-
soras de ra dio en sustitución del cable, así com o de la transm isión de
televisión. AT&T ocu pa ba el lugar más im po rtan te en la r ivalidad po r
entonces familiar entre compañías y sistemas, pero a la administra
ción Kennedy, com prom etida con el prog ram a «hombre-en-la-Luna»,
no le preocupaba depender por comple to de AT&T; y mient ras la
U nió n Soviética creaba u n sistema planificado c on órb ita de veinticua
tro horas
(Órbita),
en Washington se exploraban otras opciones. El
marco de control se instaló en la primera Ley de Satélite de Comuni
caciones de 1962, qu e llevó a mo nta r un a nueva com pañía, la Com mu
nications Satellite C orp ora tion , la m itad de cuyas acciones pe rten ec ían
a AT&T y otros po rta do res de c om unic acio nes , y la otra m itad esta
ba abierta a la compra pública. No era un monopolio privado ni una
agencia pública, pe ro hab ía un m erc ado p ara sus acciones, qu e p ron
to se valorizaron.
Syncom I y II fuero n lanzad os en 1963, lo m ism o qu e Telstar II, y el
añ o siguiente Syncom III transm itió los Jue go s O límpicos de Tok io.
Los partid os de fútbol de la Copa de l M un do de 1966 atrajeron seis sa
télites de televisión trans atlántico s pa ra cub rirlos. Sin em ba rg o, la tele
visión era un cliente intermitente, no continuo: las «imágenes instan
táneas» que los espectadores ve ían dependían de las pr ior idades
periodísticas ... y financieras. Tam bién la pre nsa tuvo opo rtun ida de s sin
pre ced en tes; en efecto, en 1962 se p ud o lanzar u n nu evo diario norte
amer icano , USA Today, sim ultán eam ente en diecisiete ciudad es vía sa-
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
télites internos de escaso poder. Se lo dividió en secciones plegadas
po r sepa rado : los m edios p od ían ocu parse de la «vida» y de los «nego
cios» y, en especial, de los «deportes», así co m o dis po ne r d e m an era
inte rm iten te de la sección d e noticias. En todos los países la pren sa se
volvía «a los medios» a m o d o de m ateria prim a, con inform ación acer
ca de program as regulares acom paña dos de chismo rreos y a veces de
cr ít icas. Era un nuevo m u n d o d e los medios.
Nunca en la historia de los satélites había sido posible ignorar las
posibil idades —ni los obstáculos— internac ionales, de m od o q ue en
agosto de 1964, cinco año s antes de qu e la FCC anun cia ra un a p olít ica
inte rior de «cielos abiertos», se estableció un a Inte rna tion al Telecom-
munications Satelli te Organization (Intelsat) bajo acuerdos intergu
bern am enta les, qu e se consolidó definitivamente en 1973. Inicialmen-
te, el uso del teléfono era lo que determinaba la propiedad: en 1964,
Estados Unidos tenía el 61 po r ciento a través de Com saty Gran Bretaña
el 8,4 p o r
ciento.
La U nión Sovié tica no par t ic ipab a— era e l m om en to
culm inante d e la G uerra Fr ía— y en 1968 hab ía cread o un cue rpo in
ternac iona l al ternat ivo, e l Interspu tnik, q ue , no ob stante, sólo atrajo
a siete países. Intelsat, en cambio, atrajo una gran cantidad de países,
m uch os de el los n o al ineados, y hacia 1975 contab a con n o m eno s de
ochen ta
y
nueve m iem bros, gra ndes y peq ueñ os y con diversas necesi
dades en telecomu nicaciones.
El prim ero de los satélites, el Intelsat I (1965), que sólo pesaba un os
cuare nta y cinco kilos, aprox im adam ente, fue encarg ado po r la NASA,
prod ucido p or Hu ghes Corpo ra t ion y baut izado como Early Bird o Pá
ja ro m adruga dor. Tuvo el éxito suficiente com o para asegurar a H ugh es
más co ntratos pa ra la gen erac ión siguiente d e satélites Intelsat. Vinie
ron entonces los Intelsat III. Estaban localizados sobre el litoral atlán
tico, un o sobre el oc éan o Pacífico y otro sob re el índ ico . Cad a ge nera
ción de satélites ofrecía m ayor capacidad, fiabilidad y po de r a m en ore s
costes de servicio. Early
Bird,
tenía c apac idad sólo para circuitos de 240
voces o u n can al de televisión: los Intels at IV, el últi m o d e los cuales fue
lanzado e n mayo de 1975, era capaz d e pro po rcio na r circuitos de
3 000
a
9 000
voces o do ce canales d e televisión.
Los éxitos técnicos no ga rantizaro n el sostén del Go bie rn o ni de la
FCC, de m od o q ue Comsat no pu do establecer su liderazgo en la trans
misión directa po r satélite ni lograr u na licencia pa ra un sistema int er no
de satélite, solicitada p o r pri m er a vez en 1965. Esta licencia fue ret en id a
du ran te s ie te años po r la FCC, que c onside ró al Com sat ú n ica m en te
com o por tado r de po rtado res. El pr im er satéli te nacional de bajo po
der qu e se lanzó en Estados Unidos en 1974 no fue propie dad de Com
sat, sino de la W estern Un ion . Un a ño a ntes, Ca nad á hab ía lanzado el
pr ime r sa té li te domést ico de l m un do , Anik (H erm an o) , nom bre inu i t
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D E
G U T E N B E R G A I N T E R N E T
(esquimal), pero fue construido en Estados Unidos y util izado por la
RCA antes de q ue se pus iera en ó rbita el satélite de la W estern U nio n.
Era una época de revaluación al mismo tiempo que de planifica
ción del futuro. En un número especial de agosto de 1975,
Intermedia
in formaba de problemas y de entusiasmos, problem as d e índo le inter
na cio na l — no se utilizaba la pala bra «globales»— similares a los de «me
dio ambien te, energía, desarm e, fondos m arinos
y
océano s»: «Los análi
sis del significado de las comunicaciones por satélite proporcionan
tantas interp retac ione s [ .. .] com o teorías acerca del pap el, la función
y el efecto d e las com uni cac ion es sob re la socied ad y los individuos».
Era grande la cantidad de temas tratados. Por ejemplo, se observaba
qu e Argelia era el prim er país africano qu e utilizaba u n sistema de sa
télite con fines nacionales y qu e estab an m uy avanzadas las finalidades
del SITE (Satellite Instructional Televisión Experirnent) asiático de
em isiones educativas a difundir en seis regio nes distintas
y
en cuatro len
guas. La transmisión a través de un satélite de la NASA empezaría en
1975 y cubriría temas d e salud, higie ne y agric ultura . El éxito d el SITE
fue real , pe ro l imitado, y con p oster ior idad ha o cup ad o u n lugar des
tacado e n todas las exposiciones de historia educacion al recien te.
En Estados Unidos, sólo después de la convergencia del satélite y
los intereses del cable, ya éste des regu lado po r e nte ro bajo la adminis
tración Reagan, comenzó el uso efectivo del satélite nacional. Mien
tras,
el de sarr ollo d e la televisión p o r satélite en E uro pa , a pesa r de sus
al tos costes, avanzó de m od o ind ep en die nte e imp idió que u n proyec
to Coron et , con apoyo nortea m erica no, lanzara satéli tes de com unica
ción y operara desde una base en Luxemburgo. Iniciaba su proceso
un acu erdo franco germ ano de 1974 para la construcción de un siste
ma de satélites cooperativo y de finalidad múltiple, llamado Sinfonía,
que pro porc iona ra la t ransmisión de sonido
y
circuitos telefónicos en
tre Europa y regiones de África y luego de América Latina, proceso
q ue c ulm ina ría en 1988 co n los lanz am iento s fallidos de u n TV-Sat ale
m á n
y
u n TDF-1 francés. Diez año s antes se hab ía cre ado un a A gencia
Espacial Eu rop ea «para explorar el espacio y lanz ar y op er ar satélites»,
qu e lanzó su pr im er satélite en 1983.
En 1982 la Comunidad Europea había declarado que la proyec
ción d e la cultura eu ro pe a a través de la polít ica euro pe a d e televisión
—que poster iormente, como hemos visto , incorporar ía la digi tal iza-
ción— ofrecía la clave de la integrac ión eu rop ea :
El hec ho de co mp artir imágenes e información será el med io más
eficaz d e increm entar la com prensión mu tua e ntre los pueblos de Eu
ropa
y
les dará m ayor sentido de p ertenen cia a una u nidad social
y
cul
tural común.
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A S A
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
Por tanto, en el mismo año se creaba el primer sistema operativo
eu ro pe o d e televisión p o r cable vía satélite (SATV) y la E ur op ea n B ro-
adcast ing Un ion dab a com ienzo a un ambicioso y experim ental Servi
cio Europeo, Eurikon, más tarde rebautizado Europa, que empleaba
el satélite de prueba de la European Space Agency OTS (orbital test
satellite)-2. Los prim ero s prog ram as vespertinos incluían c harlas, un a
ho ra y m edia d e «alta cul tura» (sobre todo H ay dn ) , u n episod io del
culebrón inglés Coronation Street, e l p rogram a de World
in
Action, y cin
cue nta m inutos de m úsica po p. Po r una vez, e l con tenid o parecía m e
rece r la mism a apro bac ión qu e la tecnología.
No era proba ble qu e todos los países de una C om un idad Eu rope a
expandida aceptaran de lleno el principio de integración a través de
la televisión euro pe a, a la qu e se dio nueva form ulación en u na direc
tiva, Televisión sin
fronteras,
qu e se ado ptó en 1989 y se aplicó en 19 91,
fundamental aunque el pr incipio parecía para paneuropeos. El mer
cado comercial , en cambio, parecía en 1989 haberse impuesto, aun
que ,
pe se a la pa lab ra «conv ergencia», er an significativas las diferenc ias
entre lo que sucedía en radio y televisión y lo que ocurría en teleco
municaciones. En lo concerniente a éstas, abrió el camino el Gobier
no b r i tánico, qu e en 1980 hab ía designado su pr im er m inistro para la
Tecnología de la Información. Depositó su confianza en el sector de
los negocios , y en 1984, tras ve nd er sus acciones en Cable a nd W ireless,
privatizó British Telecom en la cree ncia d e q ue c on la privatización m e
jo ra ría la eficiencia (lo que pa ra algun os era un prin cip io), se moviliza
ría la inversión y se estim ularía la com petitivid ad. P ero e n 1988 fracasa
ron los plane s relacionad os c on el desa rrollo d irecto de la em isión vía
satélite a través de un consorcio que compartiera los riesgos, a pesar
de qu e en el conso rcio com pre nd ía socios pod eros os com o British Te
lecom , Brit ish Aerospace, GE C/M arco ni y la Banca Rothsc hild.
En 1990, un nuev o consorcio, la BSB (British Sateüite B road casting ),
formado por varias com pañía s d e televisión y Pea rson, los editores (con
un negocio de libros qu e en parte — Lon gm an— se rem onta ba a 1724),
tuvo éxito en el lanzam iento de u n satélite construido p or H ugh es Com
m unica tions. Sin em ba rgo , fueron tan altos los costes de ope ración y de
suministro de programas, que ese mismo año se vio forzada a una fu
sión, BSkyB, co n su c om petid ora la Sky Televisión, prop ied ad de Mur-
doch, figura a la sazón tan poderosa en televisión como en la prensa.
M urd och hab ía utilizado el satélite Astra de Lux em bur go, del que se ha
bía dicho a la BBC, prim era p articipante en la apuesta —antes de q ue se
m onta ra el consorcio— q ue no ten dría el po de r suficiente.
Hacia 1993-1994, Murdoch, con amplios intereses en los medios
internacionales, había demostrado que la transmisión vía satélite co-
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D E GUTENBERG A INTERNET
m ercial po día ser u na e m pres a renta ble capaz de pujar más alto que la
BBC,
par t icularmente en deporte , y de desaf iar la en la presentación
de n oticias. Tres millones de hog ares británicos, un o d e cad a siete, se
susc ribieron en ton ce s a sus servicios,
y
más d el 30 po r cien to d e las ca
sas co n televisión d e d iecisiete países eu ro pe os veían televisión vía sa
télite, con la mayor prop orció n (92 po r ciento) en H oland a, que com o
Bélgica, Dinamarca, Suecia
y
Suiza, estaba ya muy pe ne tra da po r el ca
ble (la mitad de los hogares holandeses ya habían sido cableados en
1939 pa ra la rad io) .
La relación e ntr e la cantidad de us uarios de satélite y de cable re
quiere análisis y revisión. En Finlandia, p or e jemp lo, qu e se enorgu lle
cía de su ad op ción sin reservas de la nueva tec nología, la audiencia vía
satélite er a d e sólo el 1 po r ciento, p er o la de cable era del 40 po r cien
to .
El Reino U nid o, don de el cable se había des arrol lado lenta m ente ,
tenía a principios d e los nove nta un a aud iencia vía satélite m uc ho m e
nor que Holanda, probablemente porque la BBC y la LTV ofrecían
gratuitamente un servicio en general más aceptable. La BBC se había
opu esto a la radio p or cable antes d e 1939 sobre la base de q ue , fuera
de control, «podría ser perjudicial al espíritu y las intenciones de la
Carta d e la BBC». A ho ra se op on ía vigorosa, pe ro in útilm en te, a la te
levisión po r cab le.
Las diferencias en los enfoques nacionales del satélite y el cable
eran tan significativas como las anteriores variaciones en los sistemas
de transmisión y las preferencias de la aud iencia qu e las mismas refle
ja ba n. Por tan to, tam bién so n interesante s las cifras generales en cada
país, en pa rticular c ua nd o se las estudia a lo largo del t iem po . La pro
po rci ón de h og are s británico s qu e se suscribían a los servicios vía saté
li te l legaba en 1993 a cerca del 6 po r cie nto d e los espe ctado res: tres
años más tarde superab a el 11 po r ciento. En Ja pó n, d on de se decía
qu e el satélite experim enta l lanzado en 1978, el Yuri, era el prim ero qu e
se «dedicaba» a las com unica cione s, NH K encabez aba en 1991 el nu e
vo desarrollo en programación por cable y emisiones directas al ho
gar, seguida más tarde, en el mism o añ o, por lajap ane se Satellite Broad-
casting, qu e em pez ó a op era r un canal de 24 hora s. En 1996 tenía m ás
de dos millones de suscriptores.
En 1997, Murdoch, por entonces ciudadano norteamericano, ven
dió su neg ocio no rtea m eric an o de satélites, ASkyB, qu e hab ía c read o
en e ne ro d e 1996, con la prom esa d e 200 canales norteam ericano s. El y
su com pañía News Corp orat ion hab ían abo rdad o esta cuest ión com o
un ele m en to capital en la estrategia global. En 1993 se hab ía asegura
do el control de Star TV en H on g Kong y en diciemb re d e 1996 había
lanzado JSkyB en Ja pó n com o sociedad co njunta con la em presaja po-
nesa Soft Bank. Poco después se sumó Sony. Por tanto, cuando Mur-
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
d o c h a b a n d o n ó
ASkyB,
u n ejecutivo de televisión de scribió el ne goc io
del satélite como «delicia del teórico y pesadilla del práctico». Pero
eso era cier to sólo en p ar te , incluso después de q ue M urdo ch vendie
ra su parte de control de Star TV. A mediad os de los años noventa ha
bía once millones de espectadores asiáticos unidos entre sí por Asia
Sat-2.
Cuatro años antes, la BBC lanzaba la World Service Televisión,
que pronto afirmó contar con millones de espectadores en Asia, Aus-
tralasia, A m éric a y África.
CABLE
En las listas de nuevas tecnologías elaboradas en la década de los
sesenta, «otros enlaces de banda ancha», la CATV (Cable Televisión)
apa recía m uy po r debajo de los satélites. Al princ ipio, las estacion es
de televisión por cable, op era ran d on de ope rasen , eran locales y uni
direccionales y ofrecían a los espec tadores u na g am a de op ciones de
hasta doce programas. La promesa de mejor recepción impor taba
enton ces al m eno s tanto com o la mayor cantidad de opc iones. En m u
chos países la historia del cable se re m on tab a a la rad io po r cable, qu e
hab ía m ejorad o la recep ción sin ofrecer en ge nera l a los especta dores
un amplio espectro de programas pa ra que el igieran. En ese m om en to,
con el desa rrollo d e la tecno logía de l cable du ran te la década de los se
tenta, hubo entusiastas que creyeron que era el corazón de una revolu
ción en las telecom unicacion es.. .
y
en radio
y
televisión .
El pr im er verdad ero en tusiasmo respecto de la te levisión po r cable
se produ jo con el recon ocim iento de qu e podía ofrecer m ayor canti
dad d e canales (al pr incipio, po r lo general , doce que lueg o a um enta
ro n a 100 o más) q ue las ond as aéreas. Un o d e los entusiastas n ortea
m ericano s de ello fue R alph Lees Sm ith, qu ien a cu ñó el eslogan «W ired
Nation» («Nación cableada») y lo utilizó en un artículo m uy leído qu e
publicó
The Nation
en mayo de 1970. Sin em ba rgo , los prim eros pasos
fueron vacilantes y la predicción de Smith, menospreciada en ciertos
círculos com o dudo so pron óst ico m eteorológico. En la no muy larga
ca rrer a hu b o escépticos (los qu e habla ba n de «Cable Fable» («Fábula
del Cable»), cuyo error, o al m en os su er ro r parcial, qu ed ó dem ostra
do cu an do el cable se exp and ió d e las áreas rurales y ciudades p equ e
ñas a las gra nd es ur be s. En 1970 ha bía 2.639 sistemas po r cable en Es
tados Unidos, con 5,3 millones de suscriptores, 8,7 por ciento de las
casas norteam erica nas con televisión; en 1975 había 3 506 sistemas, c on
9,8 m illones de suscriptores, el 14,3 po r cie nto de los hogares ; y cinco
años m ás tarde, las cifras com parab les era n de 4.300,17,2 m illones
y
el
23 po r ciento, respect ivamente.
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El desarrol lo del cable planteó im portantes problem as d e polít ica
a la FCC, que , s in nin gu na or ientación del Congreso, no se ocu pó de
afrontar dire ctam en te. En 1959, la FCC decidió qu e si el cable no era
emisora ni comunicación con un po rtad or co m ún, carecía de jur isdic
ción sob re él. Más tarde , tras la exp resió n d e tem ores e n círculos de la
re d en el sentid o de qu e el desarro llo del cable podí a dejar fuera del
ne go cio a la televisión «libre» de la re d o elim ina r de ella los acon teci
m ientos pop ulares, com o W orld Ser ies, en 1968 intervino directam en
te en el neg ocio d el cable y llegó a restrin gir la im po rtac ión de «seña
les distantes» a las estaciones de cable, esto es, señales que estaban
fuera del área de servicio que tenían asignada. Esa «liberación» re
sul tó im po pu lar e n un a var iedad de am bien tes, y en 1972, a m od o de
com prom iso n ad a có m od o y a consecuencia de las d iscusiones en t re
diferentes intereses, la FCC decidió qu e los sistemas po r cable po día n
importar al menos dos señales distantes. Sin embargo, todavía esta
r ían somet idas a regulac ión , com pre nd ido e l requ er im iento d e de jar
de lado ciertos cables para educación, «gobierno local» y «público
general».
Tras otros cua tro años —y un a cantidad de d em and as judiciales—
se levantaron muchas de estas restricciones, aunque no todas. Pero ni
siquiera esto bastó para el creciente número de creyentes en la desre
gulación . En 1977, tres jue ce s del Trib una l d e Ap elaciones d el D istrito
de C olum bia de clara ron la invalidez de todas las restricciones p rotec
toras sob re cable y qu e n o hab ía «distinción cons titucional en tre el ca
b le y los periódicos», así com o qu e en térm inos de la Pr im era Enm ien
da la televisión po r cable n o era em isión. Po r en ton ce s se e xpre saron
otro t ipo de tem ores: los de q ue, con el aum en to d e la con vergencia
de la electrónic a y los m edios impresos, la prens a qu ed ara t rabada po r
regulacio nes similares a las qu e la FCC aplicaba a la emisión d e rad io
y
televisión. En esas circun stancias , con el Con gre so todav ía reacio a in
tervenir o incapaz de hacerlo, hubo abogados constitucionalistas que
instaron qu e n o se siguiera util izando la escasez del espe ctro co m o ar
gu m en to para regular la emisión de radio y televisión.
En la práct ica, más imp orta nte q ue ese argu m en to legal era el cre
cimien to de uso del cable nor team erica no . Entre los pr im eros años de
la décad a d e 1960 y los últimos d e la siguiente, la pene trac ión del ca
ble en los hogares a um en tó d el 2 al 20 po r ciento, con espectadores
que en ciertos lugares de Estados Unidos podían mirar veinte y des
pué s treinta canales. Más tarde, en áreas urba nas im po rtante s, esta ci
fra se elevó a cincuenta. La elección parecía auténticamente abierta
des de el pu nt o de vista local, cu an do el cable, si bien fragm entaba la
aud iencia masiva, pe rm itía q ue ciertos canales se util izaran p ara algo
más que el m ero en treten im iento . Había pues un sit io , com o en la e d k
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ción, para dar abrigo a canales de contenido, como los Canales de la
Historia o del Descubrimiento, ya que en adelante las audiencias loca
les limitadas po dr ía n sum arse un as a otras. N o todo s esos canales resul
tar on ex itosos o rentab les. Ni la m ayor posibilidad d e elección pro ve
yó la var iedad que h ub iera po did o propo rcionar . P ara Brian Winston,
que escribía en 1998, los canales norteamericanos por cable habían
«fracasado casi por completo en alterar los géneros y las formas esta
blecidos de transmisión de televisión de un modo significativo». Sin
embargo, en términos financieros, la televisión de pago se había insta
lado
y
constituía u n a lucrativa fuente de ingresos par a los prop ietario s
del cable. Incluso abrió las op ort un ida de s para la «telecom pra».
El pr im er ca mb io im po rtante en la or ientación d el cable y en los
beneficios en Estados U nidos se prod ujo en 1976, cu an do H om e Box
Office, u ni da a Tim e Inc., decidió atar su futuro al de Satcom I de RCA.
En consecuencia, obtuvo capacidad de distr ibución local comparable
a las de las tres grandes cadenas de televisión con sólo una fracción
del coste. Otras com pañ ías siguieron rápid am en te tras el l iderazgo d e
H B O ,
a lgunas de las cuales se convir t ie ron pronto en operadoras
de mu lt iservicio especial izadas en «películas» y en d ep or te . L ueg o
vino un proceso bien conocido de concentración del negocio, en el
que ciertas estaciones se hicieron «superestaciones» por cable, entre
las cuales estab an WO R-TV (Nueva York) y W TBS (A tlanta). Fu e co
m ú n q ue la mism a pro pie da d ab arcara dist intos m edios . Así era n los
tratos con Hollywood, que ofrecían beneficios mayores que los que
jam ás po drí a ofrecer la mayo ría de los nichos de m edios . Sin e mb ar
go,
algunos canales de prog ram as locales era n «tirados» y m uch os no
de pe nd ían d e la publ ic idad .
En las zonas más activas de las grandes ciudades, los suscriptores
del área del cable podían acceder a un amplio espectro de canales,
po r restr ingido q ue fuera su co nte nid o, y el apet i to creció. En co nse
cuencia, e l Na tional Cit izens 's Co m m itee for Broadcast ing, organiza
ción bendecida por el gurú de los consumidores Ralph Nader , sugi
rió q ue los ciu dad ano s pidi era n el do ble de cana les locales de los que
ofrecía una compañía de cable a su comunidad y extrajeran de el lo
u n elevado ingreso en co nc epto de licencias. D ebían bus car lo qu e es
tuviera disponible p ara f inanciar las mejores com pañía s de cable ya
existentes, y luego pe dir m ás. Las cargas par a los con sum idore s era n
variables, y al com ien zo la con struc ción de los sistemas d e cable solía
ser cara. Eso formaba par te de la economía. Se calculaba que en la
ciudad de D allas, po r ejemp lo, con 400.000 hogares, e l des peg ue cos
taría 100 millones de dólares. Las perspectivas financieras, sin em
barg o, era n lo suficientem ente atractivas com o pa ra que n o men os de
seis grupo s pujaran po r la l icencia, y cu an do el A yuntam iento se la
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conced ió a W arner Am ex , un a em presa local , Samm ons Com muni
cat ions Inc. , p idió un refe rén du m .
En ese m om en to Dallas, ciudad cono cida en tod o el m u n d o gracias
a la televisión, tenía el do ble d e co m pañ ías de televisión de p ag o q ue
cualquier otra ciudad de Estados Unidos. Encabezaba la l ista. A me
diados de los años ochenta, cerca de la mitad de los hogares nortea
me ricanos tenían televisión po r cable. Algunas com pañías norte am e
r icanas de cable se habían convert ido por entonces en empresas de
cientos de millones de dólares y a escala nacional. Los diez mayores
op era do res d e sistema múltiple servían en ton ces a casi la m itad de los
suscriptores de cable del país. La cifra com parativa can adien se era del
60 po r cie nto.
Fu era de Estados U nido s, a m ediad os d e los años oc he nta la distribu
ción d e cable era desigual. En Italia, d on d e el cable se conceb ía simple
m en te com o un a versión de transmisión, hu bo un a com pañía, Tele Bie-
Ua,
ya en
1971.
En Ho landa , los municipios eran propietarios de m ás de
la m itad d e los sistemas de cable. Francia n o a do ptó u n a ley general rela
tiva al cable ha sta el añ o 1982. En Ale m ania y en Suecia, el prog reso fue
lento.
Tam bién e n G ran B retaña fue le nto el desa rrollo del cable, inclu
so después que el Go bierno, en n om bre de la competencia y la ele cción,
con ced ió en 1983 on ce licencias de cable de pag o. Siete de ellas com en
zaron a operar en 1985 y trece seguían operativas diez años después,
aunque algunos a tiempo parcial. Algunos formaron consorcios transa
tlánticos con impo rtantes com pañías no rteame ricanas.
Tanto por razones de programación com o de empresa, era f recuen
te qu e, adem ás de la nacio nal , se diera un a dime nsión inter nac iona l
del desarrollo de l cable. La CNN d e Ted Tu rner, C able News Network,
con base en Atlanta, era del iberadamente de alcance global , y des
pué s de su fusión c on Tim e/ W ar ne r en 1985, de perspect iva interna
cional , e l nuevo co ng lom erad o alcanzó los 36.000 mil lones d e dóla
res de capital. T im e/ W ar ne r ya era a su vez pro du cto d e un a fusión en
1990. La ines per ada n ueva fusión con la CNN t en dría u n movim ien
to comercial anu al mayo r que la Walt Disney Com pany, cono cida en
todo e l m un do , que acabab a de com pra r Capita l Ci t ies /ABC, propie
taria de lo que era a la sazón la mayor cade na norte am erican a. T im e /
W arne r ya poseía el 18 po r ciento d e la CN N y se dice qu e T ur ne r in
ten tó m ás de un a vez co m pra r la CBS. Bajo la en señ a de la CNN en
1995,
dirigía dos canales de noticias y dos de cine, uno de los cuales
era la Cartoon Network. También era propietar io del archivo cine
matográf ico d e MGM de Hollywood, que ya po día po ne rse ju n to al
archivo de W arner . Segú n la prens a, M urd och hab ía sido el pr incipal
pr ete nd ien te d e Turn er : en 1995 se un ió a la al ianza am erican a de la
«ba nda d e los cuatro» con G lobo d e Brasil , Televisa de M éxico y Tele-
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A S A
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
com m un icaü on Inc . de Estados Un idos . Pero es to no era convergen
cia tecnoló gica, sino de neg ocio s.
V l D E O D A T O S
Evidentemente, e l cable era un gran negocio . Sin em bargo , com o
dijo Timothy Hollins en su bien inform ado estudio titulado
BeyondBroad-
casting:
into the C able Age
(1984), antes de 1982 n o hab ía en G ran B reta
ña más gente que en Italia que «tuviera la menor idea de que "cable"
era algo más que otro no m bre del te legrama o un trozo de alam bre».
A med iados de los noventa, m uc ha g ente a ambos lados del Atlánt ico
creía que sería la «vanguardia de una revolución tecnológica, el sis
tem a nervioso de un a sociedad cen trada en la información». Richard
Hog gart , en su nuevo pape l de presidente d e un a Broadcast Research
Unit, escribió un prefacio al estudio de Hollins, en el que observaba
qu e la discusión pública sobre esos pro blem as en G ran Breta ña no ha
bía ido mucho más allá de las «especulaciones semiutópicas por un
lado,
y las profecías catastróficas al estilo de Ca sand ra, p or o tro» . Po r
el con trario , en Estados U nido s, agreg aba Ho llins, hab ía «abu nda ncia
de superlativos», pe ro po co sentido d e la pro po rció n.
El co m en tario tenía aplicaciones más generales n o sólo en relación
con el cable pro pia m ente dicho, sino tamb ién con un am plio abanico
de lo qu e en g ene ral se describía com o «videodatos», co n la intro du c
ción del «teletexto» en lo que por entonces se llamaba «familia» de
«nuevos desarrollos desasociados del receptor de televisión». El tele
texto era un sistema de páginas de transmisión con inform ación (pa
labras y gráficos) en una pantalla de televisión, que util izaba líneas
sobrantes qu e hasta entonc es no se hab ían em plead o en la emisión re
gular. El videotex to, térm ino más gen eral, era el sum inistro, po r l íne a
telefónica o por cable, de información alm acena da informáticam ente
para que se exhibiera en una pantalla de televisión o una terminal de
videotexto especializada.
Da dos el acceso a los datos informatizados qu e el videotexto perm i
tía y la manera en que era suministrado por las agencias de servicios
de información, gran p arte de lo qu e se hab ía dicho de sus ventajas — y
sus problem as— ant ic ipaba lo qu e se d i r ía luego acerca de in te rne t
y la W orld W ide W eb. En 1979, un cola bora dor se pre gu nta ba en Inter
media: ¿se convertirán los videodatos en «medio de comunicación de
masas, en un m edio individual, o, com o dicen los japo nes es, en u n m e
dio individual de masas?». Uno de sus eslóganes era «tienes ahora el
m un do de la información en la yema de los dedos», pe ro la tecnología
en la qu e se apoya ba era analóg ica, no digital, la tecn olo gía d e hoy, no
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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T
la de mañana. El interés en el videotexto se centraba en gran parte, a
juic io del autor, en su pro bab le «evolución de identid ad» . C ua nd o los
diferentes servicios electrónicos crec ieron , él y otros ob servad ores es
pe rab an qu e «llevaran poc o a po co al equilibrio».
Pe ro ese equilibrio n o hab ría de llegar. En ca m bio, hu b o otra r ac ha
de nuevas tecnologías, no todas las cuales despegaron en lo que ya a
comienzos de los setenta se llamó «sociedad basada en datos». Algu
nas se que da ro n sin com pleta r su desa rrollo, incluso en la fase del pro
totip o. U na en particular, la televisión de alta definición (H D TV ), q u e
ofrecía mejor color y claridad de imagen a través de 1.125 líneas (en
lugar d e 525 o 625) y un a pantal la más ancha, m ás parecida a la de u n
cine, se exhibió c on éxito en Estados U nido s
y
otros sitios, pe ro pa ra des
gracia de los japon eses, qu e trabajaron du ram en te y dur ante m uc ho
tiemp o para desarrollarla, por un a variedad de razones no p rospe ró.
El que la HDTV fuera capaz de ofrecer videoimágenes portadoras
de cinc o veces más inform ación qu e las conven cionales n o sirvió p ara
nad a. Hu bo h echo s más imperiosos. U n cam bio de sistema no sólo ha
bría implicado grandes inversiones, sino también una nueva distr ibu
ción de l espectro. Los pa tron es técnicos en distintos países eran dife
rentes; y lo más importante era que la tecnología que se ofrecía era
analógica, no digital . El climax se prod ujo en 1997, cu an do el Gobier
n o británic o, en sus plane s para la emisión digital, prefirió seguir ade
lante con el suministro de más canales a introducir televisión de alta
definición.
La digi tal ización ya se cons ideraba com o la pro ba ble base de mu
cha nueva tecnología dura nte los años ochenta, au nq ue e ra un proce
so acumulativo q ue se anu ncia ba todavía a finales d e la déc ada de 1990
en titulares como «Go Digital, Cable vs Satellite vs Terrestrial»
(Home
Entertainment,
dic iem bre de 1999). C ua nto AT&T se dividió en 1984, la
m ayor pa rte del servicio de teléfono todavía se pres taba co n un sistema
de red form ado po r torres de m icroond as y alambres de cobre, mien
tras qu e la televisión p o r cable utilizaba cables coaxiales y las emisoras
se limitaban al espe ctro d e la radio . Fue d ur an te los diez años siguien
tes cu an do lo que , n o sin exagerac ión, se dio en l lam ar revolución de
la fibra óptica, la elec trón ica
y
la com presió n de la señal digital em pe
zaron a transform ar la im agen . El últim o aspecto d e esta «revolución»
per m itió d ecup licar c on creces la capacida d d e la radio o de los siste
mas radiales. No obstante, al comienzo del siglo xxi seguían todavía
en us o millones de rec epto res analógicos de televisión y la mayoría d e
las em isoras de rad io del m u n d o n o era n digitales.
Antes de esta «revolución» había un sistema de telecomunicacio
nes f ragmentado, en q ue las te lecomun icaciones p or u n lad o y la ra
dio y la televisión p or otro tenía n culturas m uy diferentes, qu e cre ó la
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
familia d e los video datos . Y en Eu ropa , sobre tod o, los Correo s, a ve
ces en c oo pera ción con em presas privadas, eran los pa dres ambiciosos
de la familia. En palabras del Correo Británico, la familia que estaban
criand o se exten día y estaba som etida al constante ex am en de la pren
sa. En 1979, el C orr eo B ritánico, qu e pr on to pe rde ría de su nego cio el
teléfono, pu so en oferta el prim er sistema de videodatos operativo de l
mundo, Prestel , t ras un per iodo experimental común a otros nuevos
desarrollos tecnológicos. Fue «el año del videotexto», en que los ob
servado res desc ribieron los nuevos servicios com o «una d e las prim e
ras manifestaciones d e la tan anun ciada convergencia de ord en ad or
y
tecnologías de la com unicación». Se discut ieron en Lo ndre s en m arzo
de ese añ o en lo qu e se describió co m o «p rime r foro intern acio nal so
br e videodatos».
Prestel se hab ría l lam ado
Viewdata
de h ab er conseg uido C orreos el
copyright del nom br e, per o n o era el únic o sistema de videodatos qu e
estaba po r enton ces e n d esarrol lo . El IBA de Gran Bretaña ten ía O ra
cle, los franceses T eltel, Fin land ia Telset, CBS de E stados U nid os Tele-
text y Canadá Telidon. En todos estos casos, la marca de los sistemas
«no era brujería, sino utilidad social»;
y
Prestel «el pion ero» , que no in
corporó microprocesadores en sus terminales, no era el único que no
exp lotaba las nuevas tecnologías.
La crono logía p oste rior del d esarrollo de los videodatos n o es fácil
de distinguir , pu es hu bo desfases ent re las dem ostracio nes
y las
instala
ciones, y abismos en tre la retórica y el rendim iento. A me nu do se hicie
ron y se difund ieron anu ncio s ambiciosos cu an do se estaba todavía en
etapas m uy precoc es de u n plan . Los aparatos e ran caros y los mo do s
de calcular su coste, comp licados y discutibles. En F rancia h ab ría sub
venciones, pero en Gran Bretaña no. En Estados Unidos fue dif íci l
desp ertar el interés popular. U n ex pe rim en to local, co m o el del
L os An
geles
Mirror,
qu e com enz ó e n C alifornia en 1984, se detuv o tras varios
años de pérdidas .
H abía dos tipos de sistema de videodatos: el de base telefónica, co m o
Prestel y Te lidon , o el de base televisiva, com o el Ceefax de la BBC o el
O racle d e IBA; y estaban tam bién los comités consultivos de ITU qu e
elegían videotextos co m o no m br e ge néric o para ellos. El pri m er siste
ma, que reivindicaba su simplicidad, dependía, para los datos que
ofrecía, de proveedores de información que adquirían «páginas»: no
hab ía edi tor central ni coo rdina dor de con tenid o. Po r tanto, e l papel
del C orreo se asemejaba al de u n po rtad or com ún, y en ese y otros as
pectos había anticipaciones de internet tanto en el lenguaje util izado
com o en los proced imien tos.
«El pr im er pro blem a que p lan tea e l m éto do de Pres te l al p rovee
do r d e información — observa un o de los gerentes— es cóm o or ientar
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D E
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al usua r io a la inform ación lo más ráp ido posible». Lo m ism o p od ía
haber dicho el gerente de una compañía de software de internet. Sin
em barg o, al mism o t iemp o, los prove edore s de inform ación , cor teja
dos por el Correo, trazaban viejos paralelismos. Prestel, que era en po
tencia «un med io de masas», estaba m uc ho m ás cerca de la im pre nta
y la edic ión , se argu m en tab a, q u e la rad io y la televisión. Ésta fue un a
de las razon es qu e se adu jeron pa ra explicar q ue a veces los intere
ses de los periódicos, el Financial Times y The Economist entre ellos,
adoptaran la act i tud defensiva de convert i rse en proveedores de in
formación . Algunos se opusieron . En par t icu lar , la p rensa a lema
na mantuvo una enconada host i l idad al s istema que introdujo el Co
rreo alemán en 1984.
Un proveedor de información br i tánico temprano, uno de 160,
qu e n o estab a a la defensiva y qu e veía nuevas oportu nida des de neg o
cio en la aventu ra, señaló enfáticam ente dos punt os . En prim er lugar,
no había «tiranía de la hora punta en el t iempo de transmisión», ni
para el prove edor d e información ni para el usuar io . En seg undo lu
gar, el usuario tenía qu e ser activo. A m eno s qu e tom ara decisiones y
apreta ra botones en un a página de control , la misma página per m an e
cería en la pantalla para siem pre. Sin em barg o, la cantidad de páginas
de datos era e strictam ente limitada, y requ ería al proveed or d e infor
mación la iniciativa de introducir «gráficos simples» además de texto.
En Canadá, Telidon, desarrollada por especialistas agregados al Cen
tro de Invest igación del D epa rtam ento de Com unicaciones Canadien
se, estimuló la iniciativa pública al asignar gran importancia al ofreci
m ien to de informa ción visual ade m ás de verbal.
O tro t ipo de aparatos de videocom unicaciones, sin nin gu na de ud a
para con los respect ivos correos ni gobiernos, han sido el videoca-
sete (o sim plem ente vídeo) (VCR)
y
el videodisco. Las tecnologías er an
diferentes —la del segundo estuvo muy pronto basada en el láser—,
pero su uso planteó problemas de copyright y de pirater ía que, aun
que en u n contex to social y econó m ico c om pletam ente dist into , ya se
ha bía n ventilado e n el siglo xvin. Am bos apa ratos pe rm itían a los indi
viduos grabar programas de televisión que podían ver en la pantalla
de su televisor con p oster iorida d a su em isión. Sin em ba rgo , en la prác
tica, su uso principal fue el de pasar películas comerciales pregraba-
das, com prad as o alquiladas, fuente de beneficio pa ra los intereses del
cine, sobre tod o de H ollywood. Lue go se desarrolló el vídeo de pro du c
ción casera, que finalmente se abrió paso como forma de entreteni
m ien to en la red y los canales po r cable. Las estadísticas er an pasm o
sas.
Hacia 1985 había en Estados Unidos más tiendas de vídeo que
cines.
Entre
1980 y
1995,
la cantidad d e vídeos au m en tó en Estados Uni
dos de 1,8 m illones a 86 millones, la más im pre sio nan te de las estadís-
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A SA
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
t icas de los m edios . En 1990, el seten ta po r ciento d e los hog ares nor
teame ricanos tenía n un o. Fuera de Estados Un idos, la de m an da d e los
británicos se había elevado mas rápidamente que la de Estados Uni
dos;
y
fuera d e Eu rop a, en 1985 el 85 po r cien to de los hog ares de Ara
bia Saud í tenía u n VCR.
Los vídeos dom ésticos se em pe za ron a ven der e n 1972, tras años de
experimento con cintas y con discos, cuando compañías norteameri
canas, holandesas, suecas y japo nes as se emb arcaro n en u na carrera
po r la captación d e nuevos mercad os de c ons um o. En 1969 Sony intro
dujo un a cinta ma gnética en sus vídeos, mien tras qu e RCA, plenam en
te familiarizada con el uso de la cinta, mantuvo los discos hasta 1984.
En 1978 Philips de H olan da hizo un a dem ostración d e la tecnología
del vídeo c on láser. En Estados U nid os , el pr im er disco láser salió a la
ven ta a t iem po pa ra la Navidad d e 1980.
Los efectos sociales de la difusión de l víde o h a n sido ob jeto d e m e
nos atención q ue la tecnología — hu bo u na batalla de m odelos— y la
economía, que implicó grandes inversiones en investigación. Puesto
que en muchos países las cintas podían alquilarse o comprarse, las
t iendas de vídeo se convir t ieron en u n rasgo más pro m ine nte y ub icuo
en el paisaje urbano que las l ibrerías. También muchos nuevos agen
tes se hallaba n en el neg ocio del alquiler. Los grup os étnicos, algunos
de ellos muy lejos de su lugar de n acim ient o, ten ían ya accesos separa
dos al vídeo e n su pr op ia len gua . La familia re un ida ju n to a la televi
sión da nueva vida al hogar. En From Televisión to Home
Computer,
edita
do en 1979, A drián H o pe preveía u n día en que «el ho ga r de nue vo
rico d el futuro [ .. .] se jactaría» d e ten er u n vídeo y u n videodisco.
Agregaba que esa gen te lo bastante afor tunada com o para poseer u no
y otr o de be rían aferrarse a ellos incluso tras qu ed ar obso letos, pue s se
convertirán en «valiosas antigüedades en vida de sus propietarios,
com o ocurr ió con el fonógrafo original de Edison».
Hollywood, que en un principio se resistía al vídeo como lo había
he ch o a la televisión, obtuvo gran des gananc ias gracias a las ventas d e
vídeos. Lo m ismo s ucedió c on las industrias musicales de a ud io y de
ví
deo cua ndo se pu do o í r
y
grab ar mú sica. El registro de larg a d ura ció n
resul tó tan obsoleto como la máquina de escr ibir . Las videocámaras
tam bién pasa ron a ser pa rte d el equ ipo familiar. El má s exitoso de los
con ocido s com o «derivados del vídeo» fue la video cám ara d e Sony de
1984, «versión televisiva de la Polaro id». Y aú n estaba p o r llegar el d ía
de la cá m ara d igital.
H ub o un invento factible que n o despeg ó, el videófono, m uc ho más
llamativo que un teléfono exclusivamente de voz, au nq ue AT&T com en
zó a com ercializar un P ictu rep ho ne analógico en los año s sesenta, con
la proyección de has ta el u n o po r ciento de los teléfonos dom ésticos ha-
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D E GUTENBERG A INTERNET
cia la déc ada d e 1980. Pe ro bastante antes d e
eso,
en
1973,
decidió aban
donar la fabr icación de ese aparato. Sin embargo, la idea no perdió
atractivo y se la re to m ó e n los años nov enta, cu an do , según u n a inves
tigación europea realizada durante dieciocho meses de 1992-1993,
qu e cubrió Gran B retaña, Francia, Alemania, Ho land a y N orueg a, las
l lamadas po r videófono, fastuosamente anunciad as, eran más prolon
gadas qu e las l lamadas por te léfono y a m en ud o req ue rían u na ba nd a
diez veces más anc ha.
Los videófonos e ran m uc ho m ás caros qu e los teléfonos móviles ce
lulares y de calidad poco fiable, pero era indudable que tenían un
mercado l imitado, como lo tenía también la videoconferencia. En
en ero d e 1994, ImagiN ation, un a em presa conjunta de AT&T
y
Sierra
On-Line, registró 40.000 suscripciones familiares que pagaban men-
sualmente por encima de 400.000 libras esterlinas. Se predijeron las
«cabinas telefonoscópicas», au nq ue era evidente qu e, para abrirse ca
m in o en las calles, co m o harí an más tard e los bares y cafés de inte rne t,
necesi tar ían otro nombre.
D ado el gran futuro del teléfono móvil, qu e hab ría de asimilar usos
no ant icipados en un pr imer momento, mirando hacia atrás se com
prueba que los expertos en comunicaciones que se centraron en la
movilidad fueron los más clarividentes. Citizens' Ba nd Ra dio, u n o de
los desarrollos q ue llam aron la aten ción , pasó del folclore a la historia
po r ofrecer u n e nlace especial ent re la historia del tra nsp orte y la his
toria de los me dio s. Tras la hu ella d e la crisis del pe tró le o d e 1973, se
introdujo en Estados Unidos la velocidad máxima de 88 kilómetros
(55 millas) po r ho ra , lo qu e llevó a los ca m ion ero s del O este a instalar
un sistema no profesional d e radio con recep tor y emisor para propo r
ciona r advertencias. Nacía así u n n uev o m edio , que m ás tarde utiliza
rían los navegantes y los cazadores norteamericanos —en ellos con
ce ntr aro n la aten ción los aficionados a la Citizens' Ban d— ade m ás d e
los cam ione ros. Ilegal en la mayo ría de los países, incluid a G ran Breta
ña , la pro pie da d d e Citizen's Ba nd era más u n ind icad or social y cultu
ral,
como la propiedad del automóvil, que un mero presagio de cómo
serían las cosas en el futu ro.
El pri m er sistema d e teléfono móvil obtuvo su licencia en Estados
Unidos en 1983, y a pesar d e la m ala acogida q ue tuvo, en 1989 hab ía
en este país un m illón de usua rios de teléfonos celulares. El gran boom
del teléfono móvil fue posterior. A pes ar de la frecuen te ma la recep
ción y de la falta d e intim idad (había usuarios a los que esto n o les im
portaba o que incluso hacían abierta ostentación de sus llamadas) las
cif ras siguieron aumentando en Europa
y
en Asia tanto com o e n Esta
dos Un idos . Así, en 1996 ha bía e n G ran B retaña m ás de seis millones
de us uarios de teléfonos m óviles
y,
cuatro a ños más tard e, entre abr i l y
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AS A
BRICGS y PETE R BUREE
ju ni o d e 2000, se ven diero n n o m eno s de t res mil lones y m edio d e te
léfonos, «uno cada dos segundos». Fue un fen óm eno de distribución
qu e inspiró un t i tular de po rtad a de
The
Times qu e de cía: «M edio país,
loco p o r el móvil».
Pe ro un comen ta r i s t a de
Times
pref i r ió de scr ib i r lo que suced ía
com o «am or al móvil». En ese m om en to, G ran Bretaña iba po r delan
te de Estados U nidos , do nd e siemp re había habid o más teléfonos en
los hog ares, y en Eu rop a, Finland ia e I talia aventajaban a Gra n Breta
ña . En Jap ón , do nd e después de 1996 se produjo un gran increm ento
en la difusión de teléfonos móviles, el grupo principal de comprado
res se hallaba en tre los veinte y los veinticuatro año s d e ed ad y util iza
ba los aparatos sobre todo para mante nerse en contacto con un pequ e
ñ o gru po d e amigos, qu e en jap on és se describía com o «compinches
celulares». El m erca do, qu e se exp and ió con la colaboración de un a
pub licidad masiva, se construyó so bre la base de u n solo servicio — co
m un icac ión po r la voz—, per o ha cia 2000 se sostuvo qu e esto cam bia
r ía muy pronto. El protocolo de las apl icaciones de la radio (WAP)
ha ría d e los datos m óviles
y
los m ul t imedia un a imp or tan te fuente de
ingresos p ar a las com pañ ías. Ya hab ía nuevos servicios, com o breves
servicios de mensajes q ue se ju zg ar on «transicionales», té rm in o anti
gu o en la historia de la tecnología d e la radio . Pr on to fueron otra cosa.
En lo que se t rató como «moda», término igualmente ant iguo en la
histor ia d e la tecnología, los adolesce ntes «se eng an cha ron » al envío
de mensajes d e texto. Sólo en G ran Bretaña, en m arzo d e 2000 se trans
m i t ie ron a l red edo r de 400 mensajes . En ma rzo de
2001,
e l Sunday Ti
mes descr ibía (con fotograf ías) a u n a adoles cente q ue enviaba más d e
mil mensajes de texto po r mes. Esos mensajes, que n o pod ían ten er
m ás de 160 caracteres, co m pr en día n u n a var iedad de «caras sonrien
tes» y símbolos. La gramática y la ortografía no tienen nada que ver
con esto.
A pr incipios de 2000 había cuatro gran des com pañías de teléfonos
móviles en Gran Bretaña : Vodafone, BT Cellnet, O n e 2 0 n e y O rang e,
la últim a de las cuales registró 1,2 m illones d e clientes e n el breve lap
so d e abril aj un io de 2 000, nue va pa rte significativa del total de 7,2 mi
llones de su cartera total de clientes. Una recién llegada a este campo,
Ir idiu m , red telefónica po r satél ite , qu e había afrontad o gigantescos
costes de instalación, realizó un a salida espectacular en m arzo d e 2000.
Las com pras de em presas y las fusiones transoceánicas, co n participa
ción de Ja pó n y de E stados Unidos, fueron muy publici tadas. Cu and o
Vodafone, a la qu e e n The T imes de en ero de 2001 se describía com o «el
hambriento gigante del móvil» , adquir ió Air Touch de Estados Uni
dos y (en me dio de una to rm enta po l ít ica) e l g ru po M annesm ann de
Alem ania, cuadruplicó su volum en d e negocios. Pe ro los acuerd os con-
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D E GUTENBERG A INTERNET
t inuaron. El mercado global todavía no estaba saturado y había mu
chos intereses nacionales e intern acio nale s implicado s.
Las finanzas acapararon gran parte de los t i tulares, pero algunos
d e éstos (y em isoras de rad io
y
televisión) p lan tea ba n los posibles efec
tos colaterales de la nueva tecnología. ¿Era saludable la proximidad
de las on das de radio al oído? ¿D ebían los niño s usar teléfonos m óvi
les? ¿Debían las com pañ ías de teléfonos móviles p od er levantar torre s
de transm isión sin perm iso? ¿H abía qu e con trolar a los usuarios de te
léfonos m óviles en los vago nes de ferro carri l c om o en los aviones? En
todos los países, los no usuarios se queja ban. La colu m na de cartas d e
lectores de los periódico s, ju n to co n las l lamadas d e oyentes y especta
dores a la radio y la televisión, casi siempre en respuesta a las eternas
preg unta s d e los locutores y prese ntado res — «¿qué piensa usted?» o
«¿cómo íe cae?»—, daban ocasión a las quejas. El hecho de que los
«expertos» difir ieran animaba a los interrogadores y, tal vez co n m e
nos frecuencia, tam bién a los inte rrog ado s.
Pero había tan to margen para la queja como para la pred icc ión .
C ua nd o, en ju l io de 2000, O ran ge a nu nc ió los recor tes de prec ios
— mien tras se conc re taba la com pra de la em presa po r France Tele
com—, el propósi to de esa medida, ta l como declaró su director co
m ercial britán ico, era que los con sum idor es dejaran de usar sus teléfo
no s fijos tradic iona les. Eso, pro seg uía el ejecutivo, «pod ía ser el fin de
la l ínea telefónica fija». Pa ralelam ente , se hab laba d e la de saparición
del teléfono del escritorio de la oficina: se pro du ciría u n cam bio «del
espacio del escritorio al ciberespacio». En el m u n d o d e los m edios, en
1999 la BBC empezaba a usar teléfonos móviles para la recogida de
noticias; ya se los utilizaba en tod o el m u n d o en las entrevistas de pre n
sa y de radio y televisión. La rad io estab a volviendo p o r sus fueros, co m o
lo de m os tra ba e l us o de la inicial «W» en WAP. U n a
vez
más, m uch o se
hizo con los jue go s. En el periód ico d e distr ibución gratuita de L on
dres Metro, O wain Bennalleck informaba en jul io de 2000 que WAP
pod ía ofrecer interacción de m ucho s juga do res, cr ía de peces y guerra
con enfrentamiento de tanques.
En u n folleto d e publicidad llam ado «La Biblia de los co m pra do res
de móvil», se ofrecía un amplio espectro de servicios además del co
rre o de voz y el corr eo e lectrón ico. La «Biblia» fue pr od uc ido po r Vir
gin Company, de R ichard Bra nson — el tono religioso es manifiesto—,
qu e estuvo implicada en todas las formas de t ran spo rte, incluso, en el
caso de Bran son, los globos. La «Biblia» tam bién tenía im ágene s. Ha
bía imág enes d e teléfonos d e to do tipo y de to dos los precios, incluso
m ode los d e lujo, «conscientes d e la m oda », «para él y pa ra ella». Ésta
er a la «llamada d el Futu ro» . Los móviles del futuro
3-G,
tercera gene
ración)
se pro m etía , l levarán inc orp ora da u n a ran ur a par a las tarjetas
3 4 2
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
de crédito. Habrá teléfonos de información y teléfonos de entreteni
m ien to, y, no obsta nte su de cep cio na nte registro previo de fracaso fi
nanciero, videófonos. El director del grupo de redes personales de
Motorola, cuando hablaba de un futuro en el que los teléfonos móvi
les pu die ran unirs e a inte rne t , nu nc a usaba las palabras «transición»
ni « mo da», sino «em ergencia». Esta f irma ya está com ercializando un
teléfono con activación de voz, qu e pod ría m ani pu lar tan bie n el espa
c io como e l t iempo. «Dondequiera que te encuentres en e l mundo,
basta con que digas el no m bre y m arcará automáticam ente el n úm ero .
M otorola, lo mism o que Vodafone, conte m pló un futuro e n qu e los
usuarios de internet , cuyo nú m ero había aume ntado considerablemen
te ,
se con ectaría n a int ern et — tem a de la sección siguiente de este ca
pí tulo— p or te léfono y no p or un ord en ad or ni un rec epto r de televi
sión. Y la cant idad de usuar ios de in tern et s iguió aum en tan do . En
en ero de 2000, más del 20 po r ciento de la población del Reino U nid o
tenía acceso a internet . Pero Noruega tenía más del 40 por ciento y
Finland ia casi el 50 po r cien to. En Ja pó n, el 12 po r cien to de los hoga
res estaban conectados a intern et , un a «co mu nidad electrónica», que
superaba, se decía —no por primera ni por última vez—, las «limita
ciones de espacio y de t iempo».
INTERNET
Todavía en 1991, un libro escrito po r f iguras im po rtan tes d e la in
formática ti tulado Technology 2001: TheFutureofComputingand Commu
nications,
ed itado p or el MIT, n o hacía referencia alg una a int ern et. Ni
figuraban en el índice expre siones tales co m o «W orld W ide Web» o «ci-
berespacio». Sin em barg o, ese mism o año David Ge lernter edi taba un
libro pa ra tecnólogos, Mirror
W orlds,
extenso trabajo de investigación
en el qu e, sin utilizar la palab ra, pre de cía la red; y a finales de los noven
ta, E. M. N oam , po r en ton ces d irecto r del Institute for Tele-Informa-
tion d e la Universidad de Colum bia, podía aventurar este juicio : «cuan
do se escriba la historia de los medios del siglo xx, se considerará a
inte rne t com o su mayor contr ibución» .
La ir rupc ión se produ jo en tre sept iembre de 1993 y m arzo d e 1994
cuando una red que hasta entonces se había dedicado a la investiga
ción académica se convirtió en red de redes abierta a todo el mundo.
En ese m ismo pe riod o, el acceso público al software de b úsq ued a (Mo-
saic), que la sección de negocios del
New
York Times de diciembre de
1993 describía co m o «la pri m era ve nta na al ciberespacio», hizo posi
ble atra er a usuar ios , a los qu e en ton ces se l lamab a ada ptad ore s, y a
prov eedo res, pio ne ros del software.
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D E G U T E N B E R G A I N T E R N E T
En u n p er io do d e aceleración d e la tecnología de las comunicacio
nes,
internet desafiaba la predicción y traía muchas sorpresas. «Más
bien fe nó m en o qu e hec ho », se dijo. Y tam bién se dijo que e ra «la fron
tera del oeste salvaje» de las comunicaciones. Dejando rápidamente
atrás la física, desplegó su psicología característica, como lo había he
ch o la frontera, y lo qu e dio en llamarse su «ecología», nuev o térm ino
de los estudios sobre comunicaciones. Más significativo es que hacia
1977 se lo em pezara a considerar u n paradigm a. Sin emb argo , sus orí
gen es se halla n en la física y la política de defensa. Fu ncio nó po r prim e
ra vez en 1968/9, con el indispensable sostén financiero del Gobier
n o a través de ARPA, la A dm inistració n de Investigación de Proyectos
Avanzados del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que se
había fundado en 1957 com o par te de la respuesta gu bern am enta l a l
Sputnik.
\ Al com ienzo , se trataba de un a red limitada (ARPANET) q ue com
partía información entre universidades «de alta tecnología» (hi-tech,
otra expre sión nueva) y otras instituciones de investigación, y da da la
natura leza de esa inform ación era esencial qu e la red p ud iera sobrevi
vir a la elimin ación o destru cció n d e cualqu iera de
los
ordenadores que
form aba n pa rte d e ella e incluso a la destru cción nu clea r de todas las
«infraestructuras» (otra pala bra nueva) de las com unica cion es. Ése era
el p u n to de vista del Pen tág on o. El de las universidades era q ue la Red
ofreciera «libre acceso» a los usu arios ac adém icos e investigado res, y
qu e los com unican tes fueran precisam ente el los.
Cualquiera fuera el pu nt o de p artida, desde arriba o desd e abajo, lo
decisivo, tan to de m o do inm edia to co m o a largo plazo, era qu e la «ar
qu itectu ra del sistema» (expresión u sada con frecuencia) se distinguie
ra de la de la red telefónica. Hab ía en ello un orgullo m utu o. Cualqu ier
ord en ad or pod ía acceder a la Red e n cualquier si tio e intercam biar la
información «troceada» en «paquetes». El sistema de envío fragmen
taba la info rm ació n en piezas codificadas: el sistema de re ce pci ón vol
vía a reunirías después de su viaje al destinatario. Fue el primer siste
m a de datos en paq uete s de la historia.
La idea de fragm entar los mensajes en «p aquetes de información »,
«bloques de mensaje», habí a estado en la m en te d e los investigadores
informáticos desde mediados de los años sesenta, entre ellos Donald
W att Davies del Nationa l Physical Labo ratory británic o, qu ien utilizó la
expre sión «centralita de paque tes». Tam bién valoró qu e, con el fin de
con ectar a la red ord en ad ore s de diferentes «faces» y con d iferentes len
guajes informáticos, sería necesario el uso de microordenadores para
que actuaran como «interfaces», que en Estados Unidos se conocían
como IMP, procesadores de mensaje de interfaz. El primero llegó al
cam pus de Los Angeles de la Universidad de California e n en ero de
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A S A
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
1969, y jen el térm ino de d os años ARPANET estuvo en ple no funcio
namiento. En 1975, rebautizada como DARPA, tenía 2.000 usuarios. '
Los mensajes de co rreo electrónico era n la m ater ia pr im a de su m od o
de comunicac ión
y
n o todos tení an q ue ver co n cuestiones de defensa.
Entonces entra en escena la National Science Foundation (NSF).
En un informe de 1974 emplea lo que pronto se convert i r ía en len
guaje familiar, pues habla de crear un «ámbito de frontera que ofrez
ca com unicac ión avanzada , co laborac ión y par t ic ipac ión c om ún en
los recursos entre investigadores geográficamente separados o aisla
dos».
Tenía en mente un espectro más amplio de invest igadores que
los qu e usab an ARPANET. En 1979 se cre ó otr o gr u po sin fines de lu
cro, Co m pu ter Science Resea rch Network (CSNE T), con asistencia fi
nanc iera de la
NSF; y
hacia
1983,
con cinco centros informáticos co m o
nú cle o, la re d fue financieramente estab le. En 1985, DARPA se vincu
ló a ella.
Para q ue la Red incre m enta ra su escala , s iempre p roba ble e n Esta
dos Unidos, tenía que adquir ir un a nueva infraestructura comercial
prop ia. El prim er pro veed or d e servicio com ercial
online,
Com puServe,
em pezó a ope rar en 1979, en un pr im er mo m en to com o servidor de lo
qu e se l lamaba «un club pr ivado», en pa r te propie dad de Tim e/W ar
ner. Lu eg o apa reció un rival form idable, Am erican O n-Line, con ecta
do con grup os alem anes y f ranceses. Y hu bo incluso u n tercero, Pro-
digy. Los tres, grandes rivales, tenían sin embargo en 1993 una base
com bina da de suscriptores que e n dos años se duplicó a 3,5 millones.
D ada su fuerza, es posible trazar, al m en os d e m an er a retrospectiva, lo
qu e parec e u n proce so lógico en la comp leja historia de inter net, co m o
lo fue en la may oría de las ramas d e la historia de las com unica cion es,
con la nueva fase qu e se ab re en el m om en to e n q ue la Red atrae a in
tereses del m un do de los negocios
y
sus usos se ex tien de n.
A finales de la déc ad a d e 1970, el especialista del M IT Ithiel de Sola
Pool causó cierta sorpresa al menc iona r el papel d e ARPA o de CSNET
en la discusión interna cion al e n u n escrito en el qu e decía qu e las uni
versidades y otras instituciones implicadas en la primera fase propo
nía n «establecer redes qu e cub ran E stados U nidos y E uro pa toda vez
que e l vo lum en d e negocio sea ade cua do para pagar e l equipam ien
to
y los
servicios»;
y
aun qu e, en su opinión, «ninguna com pañía comer
cial en co ntra r ía just i f icado ex ten de r su red par a cu brir los países de
sarrollad os del m un do », el coste del sistema sería bajo, pe nsa ba, si se
instalaba de acu erdo c on u n «plan sistemático mundial», mientras qu e
su autofin anc iación resultaría fácil un a vez qu e alcanza ra «un a escala
gen era l de cob ertura» (se destaca la pala bra «escala») El NSF no quer ía
ni pod ía embarcarse en u na tarea empresar ial , de m od o qu e tras com
plejas discu sion es, en 1995 pu so fin a su financiación.
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D E
G U T E N B E R G A I N T E R N E T
Po r enton ces , la ecología de u n a World W ide W eb (www) se hab ía
transformado, n o a partir de un a base norteam ericana, sino del CERN,
u n institu to eu ro pe o d e investigación de física de las partícu las, escon
dido en Suiza entre montañas, donde un inglés, Tim Berners-Lee,
ideó e n 1989 lo que él m ismo bautizó com o « telaraña global». «Supón
gase que pudiera programar mi ordenador para crear un espacio en
el qu e cualqu ier cosa pu die ra cone ctarse co n cualqu ier cosa», especu
ló .
«Supóngase que toda la información alma cenad a en los ord ena do
res de cu alquier sit io estuviera cone ctada ». Esto era estim ulante, pe ro
no era lo que ten ían en la cabeza ARPA, CSNET o NSFNET. Ni tam po
co,
por cierto, los fabricantes de ordenadores aislados, personales o
de otro tipo. Berners-Lee no sabía entonces que Vannevar Bush, del
MIT, que había estado estrechamente implicado en la histor ia tem
prana del ordenador y había encabezado la US Off ice of Scient if ic
Research Dev elopm ent du ran te la I I G ue rra Mu ndial , hab ía ref lexio
nado en esa misma l ínea en un ar t ículo publicado en 1945 en Atlan
tic Monthly,
cua nd o proyectaba un a máq uina fo tomecánica l lamada
«el Mem ex».
Para Berners-Lee, «tejer» la Red (Web) —verbo y sustantivo de
Thomas Hardy— no era ante todo una tarea de al ta seguridad ni de
producción de benef ic ios , s ino un medio de ampl iar las opor tuni
dad es. Trató de m an te ne r a la Red sin propieta r io , abier ta y gratuita.
S in emba rgo , com o los em presar ios nor team er icano s q ue desarro lla
ron internet con fines lucrativos, se vio impulsado por una ferviente
creencia en su uso global potencial: podía y debía ser «World Wide»
(m un dia l) . Su desa rrol lo de los hiperv ínculos — palabras o símbolos
destacados en los documentos— simplemente p inchándolos con e l
rató n, fue la clave de tod o el pro gre so futu ro. La revista Time, que lo
ensalzó co m o pa dr e ún ico de la Re d, calif icó su logr o de «casi guten -
berguiano ». Ha bía cogido un « poderoso s is tema de com unicac iones
qu e sólo un a él ite podía usar y los hab ía convert ido e n un m ed io de
masas».
No todos deseaban esa transformación. Para algunos usuarios pio
neros de ARPANET o CSNET, la forma adjetiva «de masas» llevaba
consigo las mismas con nota cion es q ue c ua nd o se lo un ió a la radio y
la televisión. Cuantos más numerosos fueran los usuarios de inter
net, más desierta sería la t ierra que se tuviera delante. Esas crít icas,
sin embargo, eran minori tar ias, pues había muchos más signos de
euforia qu e de alarm a. La ma yoría de los prov eedo res pion ero s de soft
ware consideraban que internet l iberaba y potenciaba a los indivi
duos y ofrecía ventajas sin pre ce de nt es a la socied ad. Lo m ism o hicie
ron entusiastas de u n in ter ne t sin con trol . En su Twüight ofSovereignty
(1995) , Wil l iam Winston sostenía con más confianza aún que Pool
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A S A B R I G O S Y P E T E R B U R K E
qu e a través de la conve rgen cia te cno lógica viajaríamos hacia «un a li
be r tad más hum ana », «más po de r para el pueblo» y más co operación
in ternacional .
N o obstan te, había o tros, incluso ciertos estudiosos de las com uni
caciones de Estados U nidos y de Ja pó n, q ue af irmaban que inte rne t
era un «contaminador de l espí ri tu hum ano» ,
y
qu ienes predecían que
aumentar ía la concentración del poder . En consecuencia, los enfo
ques del futuro de inte rne t presen taban abru ptos contrastes. Lo mis
m o qu e el ferrocarri l , reun ir ía gente extraña: nun ca sabías a quié n te
enc ontr arías allí . Lo m ismo q ue los m edios —y a través de ellos— ofre
cer ía información, entr eten im iento y educa ción. Sin em barg o, a dife
renc ia de todos ellos, crece ría desde abajo, sin la dirección del Gobier
n o ,
lo cual era atractivo incluso pa ra los críticos. Pe ro, ¿po dría int ern et
permanecer así? Para Benjamín Parker , escr i tor nor teamericano con
decla rada «pasión p or la dem ocracia», estaban surg iendo los nuevos Ti
tanes de las telecom unicaciones, ansiosos p or ejercer «el con trol m on o-
pólico no sólo sobre bienes materiales como el carbón, sino también
sobre instrumentos esenciales de poder en una civilización basada en
la información».
La tercera fase de la histor ia de internet comenzó cuando el Go
bie rno de Estados Un idos , que respaldab a p len am ente la comercia li
zación, convir t ió internet en símbolo polí t ico. Al igual que la Open
Universi ty br i tánica, que acer tadamente otorgó el t í tu lo honorar io a
Berners-Lee, también él sería abierto: «abierto a cualquier f inalidad
privada o pública». «Cerra do, ma lo; abie rto, bu en o» . Este eslogan te
nía un a resonanc ia orwell iana Rebelión en la
granja,
n o 1984), pe ro el
guió n n o era orw elliano en a bsolu to. Se abriría «un círculo virtuoso»;
predominar ía la glasnost (otras asociaciones). Era cierto que junto a
int ern et había u n am plio espectro de «intranets» exclusivos de u na em
presa o una institución, con una cantidad limitada y un espectro res
tr ingido d e par t ic ipantes, y m ientras las intranets se cerraba n, un a de
las prim eras com pañ ías en co nstruir su éxito en int ern et, Netscape , se
asegu raba c on ellos más d e la m itad d e sus ingresos.
Antes d e Berners-Lee ya se ha bía n establecido algunas d e las con
venciones de internet . Los usuar ios redactaron protocolos. La @ d e
las direcciones de correo electrónico e-mail) se introdujo cu and o éste
circulab a sólo en tre aca dém icos. En 1986 se intr od uje ron las abrevia
tura s «com» par a com ercio, «mil» pa ra militar y «ed» apara edu cac ión.
U na década después , cua ndo , de acu erdo con un a es timación , había
más de medio mil lón de norteamericanos conectados a «la Red», la
tecnología de sof tware se desarrol ló para cualquier uso imaginable.
En 1995, Sun Microsystems introdu jo u n nu evo lenguaje program áti
co , Java, qu e en teoría hizo po sible qu e u n a pág ina web se util izara
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G U T E N B E R G A I N T E R N E T
con cualquier f inalidad. En el término estricto de seis meses, el pre
cio de las accione s de S un se dup licó .
Uno de los pr incipales usos de internet , como lo había sido para
ARPANET, fue el envío de men sajes de
en
lenguaje «real», mu
chos de ellos de pe rson a a person a. Fue tema de u na en trega del New
Yorker, «The Digital Age», en d iciem bre d e 1999, qu e incluía tam bién
u n artícu lo titulado «Sm art Cars, Tech nology in M otion». El artículo te
nía m uc ho m ás de capricho qu e de fantasía , no tanto po rqu e el auto r
describiera el
e-mail como
«el reg reso de la palabra» tras u n a larga e ra
visual, sino po r la sug eren cia d e qu e el regresivo e-mailno se limitab a a
m irar ha cia atrás, sino qu e se rem on tab a incluso a Swift, Po pe y lord
Chesterfield, a cada uno de los cuales se había concedido una página
web.
Dejando de lado el capr icho, el
tuvo evidente imp ortancia
en la relación d e pers ona a person a en el seno de la familia, sobre tod o
en el caso de familias de sperdiga das, a las qu e ayudab a a m an ten ers e
reun idas m uc ho m ás ef icazmente q ue el corre o postal .
Y
esto o cu rría
en u n m om en to e n q ue se oían quejas acerca del imp acto qu e la adic-
ción a internet , «verdadera enfermedad mental» que podía afectar a
los más jóve nes , pro du cía en la familia co nce ntra da.
CONCLUSIONES
El rápido crecimiento de la red ensombrece la mayoría de los
otros asp ectos de la historia de los m ed ios y dificulta la captac ión de
su significado en perspectiva. En 1997, la nueva y vital revista
Wired,
icon o del m un d o de in ter ne t , h izo de esto vir tud al af irmar qu e «los
polí ticos [y po día h ab er a greg ado "los histor iadores"] ni s iquiera de
ber ían soñar con hablar [a los ciudadanos digi tales] del pasado ni
del pre sen te. A los ciud ada nos digitales no les pre oc up a el hoy: su de
seo es saber sobre el mañana». Sin embargo, estas af irmaciones no
ha n inhib ido a los pol í t icos — algunos d e los cuales se ha n m ostra do
igualmente indiferentes a la histor ia— de real izar comparaciones
con si tuaciones pasadas, como Al Gore cuando dir igió la mirada re
t rospectivamente a H aw thorne .
El gra n ac onte cim iento simbólico de 1996 fue el «Día de la Red»,
celebrado en California el 4 de marzo; «día de la metáfora», en que
Clinton y G ore, ju n to con otros, incluid o el preside nte de la FCC, ins
talaron la l ínea telefónica que conectaba a internet las aulas de Cali
fornia . El Pres idente p rom etió q ue p ara el pró xim o siglo todas las aulas
de Estados Unidos estarían conectadas a través de la National Infor
mation Infrastructure (NII) . Esto ocurr ía en un momento en que el
Secretar io de Educación de Clinton descr ibía internet —tema de la
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
sección anterior de este capítulo— como «la pizarra del futuro». En
esta ocasión no se m en cio nó el en tret en im ien to. Ni la televisión.
A los histo riad ore s cuyo oficio es ex plo rar el pa sa do , y a los geógra
fos, qu e exp loran el espacio y hac en m apas de nuevas rutas comercia
les en el sistema de la red , la historia de los me dio s les ofrece nue vo es
tímulo para rastrear las autopistas del pasado y explorar viejas rutas
comerciales, como las que se describe en capítulos anteriores de este
libro. «Com ercio» es el tér m ino c orre cto , y m ás ant iguo qu e «tecnolo
gía», qu e hoy tie nd e a do m ina r la l i teratura de los m edio s. Para los his
toriadores, los geógrafos y los ciudad anos digitales, el com ercio electró
nico puede const i tuir la culminación de la revolución del consumo,
cielo de los com prad ores qu e, en palabras de Bill Gates en su libro
Cami
no al futuro
(1995), har á posible qu e « pueda usted examinar, com parar y
a menudo personalizar todos los bienes del mundo». Pero también se
pu ed e ver en lo que Gates decía —y hacía— la culminación d e un a
revo
lución más antigua de la produ cción . Hem os de retroceder, com o se ha
he ch o e n los capítulos anteriore s de este libro, a Boulton y W att.
Sería útil com pleta r el círculo. N o obstan te, algun os h istoriado res
han cuest ionado acer tadamente que se ponga e l poder en e l cen t ro
de la historia de las com unicaciones — así com o la ecuación tan co m ún
en tre con ocim iento y pod er— en lugar de cen t rar és ta en e l cont ro l ,
tem a qu e se anal iza al com ienz o d e este capítulo . Así, pa ra Geoffrey
M ulgan, que e n 1991 escribía en Communication
and Control
sobre «una
celosía de redes m undiales», abierta y cerrad a, antes de l paso de inter
ne t a l pr i m er pla no , era esencial exam inar d e qué m an er a «las infra
estructuras de control» prece diero n a lo que en el per iodo q ue cubre
este libro se ha lla m ad o «los m edios ». Este auto r incluye en su exposi
ción tanto el con tenid o com o el conte xto, pue s prosigue diciendo qu e
«las técnicas de inundación, el control de la interpretación, la f i l tra
ción inatribuible y la mentira imposible de responder», todo ello par
te del proceso de me diación y — sugiere— se desarrolla «junto con las
tecnologías q ue son sus portado ras» . Significativamente, el pape l de la
prensa en estos procesos fue objeto de atención más crít ica durante
los año s nove nta a am bos lados del AÜántico qu e el de otros m edios y
las nuevas tecnologías en las que descansaba; más, en verdad, que el
efecto d e int er ne t en los periodistas y el perio dism o. A un qu e sólo fue
ra po r esta razón, deja nd o d e lado toda exag eración, n o es posible co
locar internet en el climax del periodo más reciente de la historia so
cial de los med ios. Po r el contra r io , es, com o siem pre, un per io do en
qu e se die ron distintas tend enc ias.
En un a sociedad mult imediát ica, a am bos lados del Ad ántico preo
cupaba lo que David Halberstam l lamó «surgimiento de una cul tura
de alegación y de aserción a expensas de una cultura más antigua de
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G U T E N B E R G A I N T E R N E T
verificación» en la introducción a Warp Speed (1999), estudio nortea
m eric an o cuyos capítulos llevaban, en tre otros, tí tulos com o «El surgi
m ien to d e la fuente anó nim a», «Aquí n o hay guardianes» y «La cultu
ra del a rgu m en to» . Sus auto res, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, citaban
un com entar io d e Lipp m an de 1920: «Tanto la razón pública com o la
pr ivada dependen de [ la importancia de disponer de una versión r i
gurosa y fiable de los aco ntec im ien tos]. No lo que algu ien dice qu e es
verda d o de sea qu e lo sea, sino lo que es verdad , más allá de nue stra
opinión: eso es lo que constituye la piedra de toque de la sensatez».
H aberm as habr ía estado de ac uerdo .
Estos juicios, com o los que se cent ran en el exceso de confianza de
la pre ns a en fuentes políticas an ón im as o en las trivialidades implícitas
en ope racio nes m ediáticas bie n provistas de fuentes, o lo qu e se ha des
crito como «la masa de desperdicios» en internet, deben ser insertos
en u n con tex to histórico; y es esencial volver de tallad am ente a situa
ciones históricas específicas en las qu e los m edios de se m pe ña ba n pa
peles discutibles no sólo en la presentación y en la interpretación de
acontecimientos, sino también (no sin controversia) en su producción:
p or e jem plo, el asesinato del presid ente Ken nedy; W atergate y la con
secu ente d imisión del pre side nte N ixon; la crisis de Suez, co incid ente
—y, para una mirada retrospectiva, en convergencia— con la repre
sión soviética de la revuelta hún gar a; la G ue rra d e Vietna m ; la G ue rra
de las Malvinas; la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de la
U nión Soviética; la G uer ra del Golfo; e l bo m ba rde o no rteam erica no
de Libia; el desmembramiento de Yugoslavia, Bosnia y el ataque de
OTA N a Serbia y la caíd a d e M ilosevic.
Cad a un o d e estos episodios de la historia ha sido relata do e inter
pretado de dist inta manera por los histor iadores y descr i to , también
de m an era s diversas, po r per iodistas de p rensa
y
televisión, «en el m o
m en to mismo». Enton ces y en ade lante, con in dep en den cia de la tec
nología, que hizo posible llevar a los hogares palabras —y, lo que es
más im porta nte, imágenes— , pareció am enazada, aun qu e en absoluto
por primera vez en la historia, la veracidad como valor necesario de
trás del periodismo de prensa y de televisión. Las líneas divisorias en
tre información, entr eten im iento y educa ción fueron más borrosas
qu e nu nca . Era regular el suministro de «infotretenimiento» (infotain-
ment), hu bie ra o no u n aco ntec im iento clave de la historia, y en la pan
talla cinem atográfica, co m o e n la televisión y el cable, er a difícil sepa
rar en tre he ch o y ficción.
Para coger un ejemplo d e la G uerra de Vietnam, a veces m eno s dra
máticamente llamada «conflicto de Vietnam», que dejó una huella pro
funda en E stados U nido s —y qu e tien e su lugar en u n a historia más lar
ga de la Gu erra Fría—, en sus inicios la pre nsa n o dio ple na informac ión
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A S A
B R I G G S y P E T E R B U R K E
de ella. Pocos periódicos tenía n oficina en Saigón. La mayoría confiaba
en agencias telegráficas, c om o Associated Press. Ú nic am ent e e l
New
ork
Times envió un repo rtero de su equip o a H anoi, la capital de Vietnam del
No rte, en 1966.
Time
n o cub rió el conflicto con la mism a veracidad
o
la
misma vivacidad que
Newsweek
— adquirida en 1961 p o r
The Washin
gton Post— que sacaría a luz Watergate y en 1966 se atrevería a form ular
dos preg unta s clave:
«¿Es
Vietnan u n lugar aprop iado p ara la presencia
de E stados Unidos?» y «¿Es posible sacar la gu er ra a flote?».
El sorp ren den te a nun cio qu e en 1968 realizó el presid ente Lyndo n
Jo hn so n de qu e se ret i raba de la pol ít ica hizo tan me m orab le esa pre
sentación televisiva com o m em orab le h abía h ec ho el asesinato de Ken
nedy un ejem plar atesorado de
Life,
asesinato que llevó a jo h n so n a la
presidencia. Jo hn so n, imp aciente po r concentrarse en los problem as
inte rno s d e de rec ho s civiles, creía qu e los periodistas de televisión qu e
enviaban imágenes de la guerra eran responsables de la desgraciada
suerte de ésta. Para u n crít ico de televisión, M ichael Arlen, preo cup a
do p or lo qu e, n o po r prim era vez, se da ba en llam ar «nuevo periodis
mo », éste hab ía ten did o a trivializar lo qu e estaba oc ur rie nd o. Ésa pre
cisam ente era la tesis de su libro Living-Room War, editado en 1969. Q ue
la televisión pudiera estar dando una mala representación de la gue
rra era ya claro pa ra un a can tidad d e periodistas
y
de h istoriadores. La
diferencia estaba en la exten sión d e la respon sabilidad qu e atribuían a
los m edio s, ju n to co n los pres iden tes d e Estados Un idos y sus conseje
ros,
en la derro ta nortea m erican a en Vietnam.
En la década poster ior a la ret i rada norteamericana de Vietnam,
con el desa rrollo d e la com unica ción vía satélite y po r orde na do r (fac
tor tecno lógic o), las noticias viajaron m ás ráp ido q ue n un ca , y la m ani
pulación que la CNN hizo de la Guerra del Golfo atrapó la atención
del mu nd o. C uan do S addam Hussein invadió Kuwait en 1990, la CNN
tenía me no s de un m illón de espectadores. En 1991, en e l m om ento en
qu e los aviones al iados bo m ba rde ab an Bagdad todas las noches, esa
ci
fra se elevó a siete millones . El Pe ntá go no trató d e m ane jar el suminis
tro de n oticias me dia nte la util ización del vídeo y de la inform ación es
cr i ta —y en buena medida consiguió su propósi to—, pero también
M arga ret T hatc her , Boris Yeltsin y el coron el G addafi, y n o sólo el pre
sidente George Bush o Saddam Hussein, observaron su cobe rtura. La
sensación era de inm ediatez , pe ro co n ayuda de los vídeos los especta
dores pu die ron coger lo qu e sucedía cada vez que lo deseara n, esto es,
fuera del «t iempo real». También había retroal imentación. La CNN
«odiaba el correo electrónico». Para m ucho s espectadores, cuand o Pe
ter A rne t t inform ó d esde «el terr i tor io enem igo de Bagdad», fue un
villano. Se dijo q ue la victoria sobre Sa dd am era «vacía», pe ro p ara los
m edios sí qu e h abía sido un a victoria sin m ás.
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D E GUTENBERG A INTERNET
Po r tan to, es un error, al escribir sobre la historia de los m edios del
periodo posterior a los años setenta, centrarse exclusivamente en la
«convergencia», t í tulo de este capítulo. Lo que ha venido ocurriendo
en los m edio s en tre las crisis ha de ser ex am ina do a la luz de las cam
bian tes re lac iones en t re in formación , educación y en t re ten im iento .
Éste era siempre el elemento principal, incluso en países con tradi
ción de servicio público en rad io y televisión. La educa ción , el tercer
elemento de la tr inidad de los medios, fue en general objeto de exa
m en . Siem pre pareció que la conv ergencia digital ofrecía op ortu nid a
des educativas únicas, a pesar d e q ue en todas las sociedades y culturas
se temía a «abismos digitales», internos e internacionales, entre los
educa dos en la nueva tecnología
y los
que n o lo estaban. Sin e m bargo ,
a veces los mism os críticos qu e atacaban el en tre ten im ien to degrad a
do se quejab an tam bién d e qu e la familiaridad co n el or de na do r fuera
un sustituto y no sólo un complemento de la cultura verbal y visual.
A un que no todos lo anal izaban, el abismo se relacionaba directamen
te ,
com o tenía qu e ser, con las desigualda des econ óm icas.
Cu and o, en la décad a de los cincu enta y sesenta, el Estado de cid ió
intervenir directamente para ampliar el acceso a la educación supe
rior no sólo en inte rés de los individuos, sino tam bién , tal com o lo veían
sus respectivos dirigentes, en interé s de las sociedades, su in terv enc ión
coincidió con el surg im iento de la televisión, de m o do q ue po r en ton
ces la pala bra «convergencia» se utilizó con e speranz a, con el mism o
tipo d e evidente esp eranza q ue se dio en los prim ero s años de la rad io.
Al m ismo tiempo se prod ujo u n cam bio alenta dor en el lenguaje, pu es
se comenzó a u t i l izar de un modo más genera l , aunque nunca uni
versal, la palab ra «apre nde r» en lugar «enseñar», y a persegu ir seria
m en te objetivos tales co m o «a pre nd er a ap ren der » y «aprendizaje per
m an en te» . Se hab laba incluso de un a «sociedad de aprendizaje», frase
que empleó el segundo rector de la nueva Universidad de Naciones
Unidas, el indonesio Soejatmoko, quien invitó a Edi Ploman a Tokio
para que se integrara en el equipo como vicerrector y dirigiriera una
nueva «división de conocimiento». Con posterioridad, la expresión
«sociedad de aprend izaje» se utilizó en 1995 en el título de un per iódi
co oficial de la C om un ida d Eu rope a.
La British O pe n University, meticulosa, per o imag inativam ente pla
nificada durante la década de los sesenta, abrió el camino en la ense
ñan za a distancia, al princip io p or iniciativa política del pri m er m inistro
H aro ld Wilson, tan dec idido a am pliar el acceso a la edu cació n supe
rior co m o a em ple ar nuevas tecnologías: habló , y fue el pr im er polít i
co británico en hacerlo, de una excitante revolución tecnológica, ple
na m en te co nsciente de que la mism a ya se estaba pro du cie nd o fuera
de Gran Bretaña. La Open University no impuso ninguna calificación
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A S A
B R I G G S Y P E T E R B U R K E
Figura 28a . La educa ción t iene un a a l iada en la tecnología de las comun icacione s :
a lum nos del Wem bley School escuchan u na t ransmis ión rad iofónica e n 1933.
formal como requisi to de ingreso. En palabras de su pr imer rector ,
Geoffrey Crowther, ex director de The
Economist,
quien saludó la ini
ciativa de W ilson, era un a univ ersidad ab ierta a los estud iantes , a las
ideas y a los m étod os. En 1971 inscribió a sus prime ros estudiantes d e
licenciatura
y
en 1989 otorga ba la centesimomilésima gradu ación. Du
rante los años ochenta extendió enormemente su t rabajo de educa
ción informal y durante los noventa su área de operaciones, incluso
con la inaugu ración d e un a ram a norteam erican a en 1999.
El aprendizaje a distancia ten ía sus orígenes ante s de 1971, en Ca
nad á, Australia y Nueva Zelanda. En 1989 se creó un a «Co mm onw ealth
de Aprendizaje», con se de cen tral en Vancouver, para fom enta r «la ca
nalización de los recursos hacia proyectos y program as en educación a
distancia en los países de la Co m m onw ealth». El inform e q ue cond ujo
a su establecimiento fue pedido por un secretario general de la Com
mo nwe alth , «Sonny» Ram phal , car ibeño co m o su pr im er director eje
cutivo, Ja m es M araj. Los recu rsos financieros era n limitad os, p er o la
em pre sa era d e escala global. Po r enton ces tam bién vieron la luz otras
univers idades ab ier tas , en t re e l las la Ind i ra G and hi Na t ional O pe n
Uniwersity, establecida en India en 1985, y la Israeli Open University,
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G U T E N B E R G A I N T E R N E T
ju n t o con las l lamadas «mega» en T ailandia y China , con ingente s can
tidades de estud iantes. En Ja pó n, un a Universidad del Aire, fund ada
en 1984 según el modelo de la Open Universify, utilizó el segundo ca
nal educativo de la NHK. Hubo en ello más que institucionalización:
hu bo cambios impo r tan tes de percepción .
Co n la l legada de inte rne t se ex tendieron las posibilidades de a pren
de r de la vida, formal e info rm alm ente , tod a vez qu e la exp erienc ia o
la expectativa lo requ iriera, y hab ía quien es afirmab an qu e, con tal de
qu e el acceso fuera abie rto, para m uc ho s la W orld W ide W eb ha ría las
veces de «universidad sin muros» e incluso q ue se elimina rían las au
las.
Sin em bar go, en la publicación de 1995 de la C om un ida d Eu ropea ,
distr ibuida en vísperas del «Año [europeo] del aprendizaje perma
nente » —y en países miem bros, sobre todo Gran B retaña— , se abor
da ba n m en os las tecnologías de la sociedad d e la inform ación a la luz
d e sus efectos sob re el aula o la univ ersida d qu e en el lugar de trabajo.
Mientras, Cisco Systems, una de las compañías más eficaces de inter
net, funda da en 1984, pro fun dam ente involucrada en educación y con
intereses com erciales en h ardw are, software y servicios, bus cab a c on el
mism o entusiasmo — se decía—, ayudar a cam biar «el m od o de t raba
jar, de vivir, de ju g a r
y
de aprend er» .
U n especialista en in te rn et utilizó u n leng uaje m ás vivaz y provoca
tivo. En 1991, David G ele rnte r e ditó Mirror
W orlds,
donde preveía la
web, y en 1992 su foto aparec ía pu blicad a e n la po rta da de la sección
económica de l dominica l de New York Times. Desgrac iadamente , en
junio de 1993 resu l tó gravemente her ido por una bomba ter ror is ta .
Por eso , au nq ue se refi r ie ra a l o r de na do r y no a s í mism o, The Second
Comingfue un tí tulo adecuado para su manifiesto del año 2000. En él
sostenía que m ientras en la pr im era era de los ord ena do res los temas
principales h ab ían sido la em erge ncia del pode r, la caída de precios y
la disponibi l idad de ordenadores para todo el mundo, el tema de la
seg und a, qu e ya se apro xim aba , ser ía «la inform ática t rascien de los
orde nad ores» . En esta segu nda era, «toda la vida electrónica de un a
persona» ser ía compar t ida en un «c ibercuerpo». Una «cor r ien te de
vida» reem plaza ría el PC. Los lenguajes de pu blicidad y de edu cació n
convergían, tal com o ocu rr ía en un c om unica do de prens a qu e anu n
ciaba la publicación por Eurydice, la «red de información sobre
educación» de la Com isión Eu ropea , de
Two
Decades
ofReform in Hig-
her Education
Europe,
2000. El comunicado de prensa se titulaba: «La
conve rgencia a través de los sistemas euro peo s de ed uca ción sup erior
a la luz de los hech os» .
A Ge lernter, co m o a los auto res de este l ibro, le interes aban las m e
táforas tanto como los hechos. Para Gelernter, la imagen del PC era
un a im agen erró nea , basada en un a falsa analogía ent re ord ena do res
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A S A B R I G G S Y P E T E R B U R K E
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Figura 28b. W alter Perry, pr im er vicerrector de la O pe n Universi ty , en la inau gura
ción de su pr im er es tudio de prod ucc ión (BBC) en Alex andra Palace, 1970.
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D E GUTENBERG A INTERNET
y archivadores, sobre y debajo del escritorio. Los ord en ad or es «se dife
renc iaban fun dam entalm ente de los archivadores» en qu e po dían l le
var a la «acción». Volar ha cia el co m ien zo d e la co rrie nt e e ra «"viajar
por el t iempo" hacia el pasado». Las metáforas marinas han parecido
en g enera l más per t ine nte s en la h is tor ia de l desar ro l lo de in te rne t
—y a la ho ra de dar no m bre a las com pañ ías de software— qu e las m e
táforas d e vuelo. «Navegar» (y en inglés tam bié n surfing), o «m area d e
de m an da » y a veces «rocas a la
vista».
Sin em bargo , hablam os más bien
de landscapes (paisajes terrestres) que de seascapes (paisajes marinos)
—y de red es más bien qu e de c ronóm etros— y de ciberespacio o in
cluso Ciberia, qu e será el tem a del capítu lo conclusivo de esta historia.
Por momentos el histor iador de los medios t iene la sensación de
qu e la m ejor m etáfora en relac ión co n el pasa do recie nte es la de «ma
torral» . La tecnología cambia tan rápidamente y su presencia es tan
pe ne tran te q ue la histor ia más amplia qued a olvidada
y,
cu an do se la
exa m ina, no t od o converg e. Por esta razón, el t í tulo del último capítu
lo de este l ibro, como de cualquier estudio serio sobre los medios, es
un a in ter rogación .
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