Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, nace
un bebé…
Empiezan los afanes para los padres, las desveladas, se vive entre pañales y biberones,
entre baberos y mantitas, entre idas al pediatra, vacunas y gotitas para los ojos.
El día comienza cuando la criatura pide su
leche, y cuando llega la noche… sigue la
misma rutina, hasta que ese pedacito de
carne se apiade de sus progenitores y los deje dormir un poco...antes
de que amanezca.
¡Qué lindos son los bebés cuando están dormidos!
(dicen algunos papás)
El milagro de la vida, ¡qué
hermoso es el Señor, que nos
otorga el privilegio de ver nacer a
nuestros hijos y más tarde a
nuestros nietos!
En cada bebé Dios hace una obra de arte,
con pinceladas de amor, de ternura y de
color. Cada rasgo tan
perfecto, tan suave. ¡Cómo nos enternece ver a un bebé! Nos arranca una sonrisa
espontánea.
¡Nadie puede dejar de sonreír al ver la carita de un bebé!, porque cuando lo vemos, nos sentimos más cerca de Dios. Un bebé nos recuerda Su creación tan perfecta. Nos
maravillamos ante tanta perfección, ante tanta belleza, ante tanta ternura.
El llanto de un recién nacido nos
recuerda lo frágiles e indefensos que somos.
Llegamos a este mundo llorando, por
alimento, por abrigo,
dependiendo totalmente de una madre. Dios en Su sabiduría, puso en
la mujer todo lo que necesita para suplir las necesidades de
su bebé.
Todo está perfectamente planeado por
Dios. Una madre y un padre es la
primera necesidad de un bebé. Una mujer
que le dé ternura y
alimento y un padre
que los proteja a ambos. El proyecto
perfecto de Dios para el ser humano.
Cuando nace un bebé, nace también una gran responsabilidad para los padres. Es el principio de una gran jornada, donde llorarán, pero también
reirán junto a ese hijo que crecerá y un día ya no los necesitará. Es tan corto el tiempo en que son
bebés...
Pero cuando pasa el tiempo y
esos bebés crecen, crecen y crecen y tienen a
sus propios bebés, ahí es cuando nos dedicamos a disfrutar a los
bebés de nuestros bebés,
sin responsabilidade
s, ni afanes.
Así que los seres humanos, cuando más disfrutamos a
un bebé, es cuando lo
tienen nuestros hijos y nos hacen abuelos.
¡Dios es sabio!