FIJOS LOS OJOS EN JESÚS.
“He leído tu libro, Dominic,
y me parece bastante bueno.
¿Y qué?
¿Estás ya listo para vivir tu vida conforme a mi
visión de las cosas y para unirte a mi programa?
No creo que tenga valor suficiente, Jesús,
pero la descripción que de ti hacía en él
era bastante buena,
¿no te parece?
Lo que estaba particularmente bien era el método,
¿verdad?
Gracias, Dominic, por no falsificar mi mensaje
para adecuarlo a tus incapacidades.
Eso ya es algo.
¿No es bastante?
No, Dominic, no es bastante”.
“No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro
con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva” (Deus caritas est)
Volver a Jesús. Es lo primero y más decisivo:
Poner a Jesucristo en el centro de nuestra Fe. Todo
lo demás viene después. La Fe viva y operante solo
nacerá en mi corazón si vivo como DISCÍPULO Y
SEGUIDOR DE JESÚS… y APÓSTOL.
Necesitamos un contacto vivo con su
persona: Conocer mejor su vida concreta y
sintonizar vitalmente con él. Captar bien el núcleo
de su mensaje. Entender mejor su proyecto del Reino
de Dios. Dejarnos atraer por su estilo de vida.
Contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser
humano.
Los cristianos de las primeras comunidades
se sentían seguidores de Jesús más que miembros de
una nueva religión.
Según Lucas, las comunidades están
formadas por personas que han conocido el
“Camino del Señor” y atraídas por Jesús, han
entrado por él.
(Hechos 18, 25)
Se sienten “seguidores del Camino”
(Hechos 9, 2).
La carta a los hebreos precisa que es “un
camino nuevo y vivo, inaugurado por Jesús para
nosotros”
(Hebreos 10, 20)
¿Cómo entrar por ese camino abierto por
Jesús? Mc 16, 7 “Buscan a Jesús de Nazaret, el
crucificado. Ha resucitado. No está aquí”. Hay que
volver a Galilea.
Un camino que hemos de recorrer viviendo
una adhesión plena a su persona, “con los ojos fijos
en Jesús, el que inicia y consuma la fe”
(Hebreos 12, 2)
El Evangelio de Juan lo resume todo
poniendo en labios de Jesús estas palabras: “Yo soy
el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino
por mí”
(Jn 14, 6)
Hacer el recorrido que hicieron los primeros
discípulos siguiendo la llamada de Jesús:
Escuchar de nuevo su mensaje,
aprender su estilo de vida al servicio del
Reino,
compartir su destino de muerte y
resurrección.
… … …
Solo en los Evangelios encontramos la
“memoria de Jesús” tal como era recordado, creído
y amado por sus primeros seguidores.
Los Evangelios constituyen el camino más
natural para ponernos en contacto con Jesús
resucitado y con su fuerza para engendrar también
hoy nuevos discípulos y seguidores.
1
Al recorrer los relatos evangélicos
escuchamos las Palabras de Jesús como palabras de
alguien que está vivo en medio de nosotros,
comunicándonos “espíritu y vida” (Jn 6, 63)
.
Por otra parte, recordamos la actuación de
Jesús como la de alguien que ahora mismo está con
nosotros curando nuestras vidas, defendiendo la
dignidad de los pobres y marginados, acogiendo a
pecadores e indeseables, abrazando a los pequeños,
frágiles e indefensos, llamándonos a todos a ser
compasivos como el Padre del cielo.
Los relatos evangélicos, leídos, escuchados,
meditados, compartidos y guardados en nuestros
corazones y en nuestras comunidades, nos permiten
actualizar la experiencia primera de aquellos que se
fueron encontrando con Jesús por los caminos de
Galilea.
Esta experiencia nos hace vivir un proceso de
nacimiento a una fe nueva, no por vía de
“adoctrinamiento” o de “aprendizaje teórico”, sino
por medio de un contacto vital y transformador con
Jesús, narrado en los evangelios .
Nada puede revitalizar MI FE tanto como la
experiencia directa e inmediata del Evangelio.
¿Cómo es mi oración?
Hemos de entender y configurar NUESTRA
COMUNIDAD como el lugar donde se acoge el
Evangelio de Jesús. Hemos de instaurar tiempos y
espacios para recorrer juntos los relatos
evangélicos.
¿Cómo es nuestra oración comunitaria?
Darle al Evangelio la oportunidad de que
despliegue su frescura y su fuerza salvadora
penetrando en nuestras vidas con sus problemas,
crisis, miedos y esperanzas. !Que el Evangelio
irrumpa en nuestras vidas y en nuestras
comunidades!
El criterio primero y la clave decisiva para
entender y vivir la fe cristiana es seguir a JC.
!Escuchar su llamada! Este encuentro
personal es absolutamente necesario para hacer la
experiencia cristiana. Cuando falta esta adhesión
personal viva, interiorizada, cuidada y reafirmada
continuamente en el propio corazón y en la
comunidad…
Algunos rasgos de los seguidores de Jesús.
1.- Jesús es para sus seguidores el camino
concreto que nos lleva al Padre.
Nadie ha visto a Dios. Jesús es el “Rostro
humano de Dios” Conociéndole a él vamos
conociendo como se preocupa de nosotros, cómo nos
busca cuando andamos perdidos, cómo nos acoge
cuando nos sentimos desvalidos, cómo nos perdona
y levanta cuando nos ve caídos, cómo nos alienta y
sostiene cuando nos ve pequeños y frágiles.
2 .- Jesús enseña a quienes lo siguen a ser hijos de
Dios, viviendo dos actitudes fundamentales.
La confianza plena.
La vida entera de Jesús transpira una
confianza total en su Padre. Se entrega a él sin
cálculos, recelos ni estrategias.
Por eso le apena tanto “la fe pequeña” de sus
discípulos.
La docilidad incondicional.
Para él, lo primero es buscar y hacer la
voluntad del Padre de manera creativa, libre y
audaz. Nadie lo apartará de ese camino. Así vivirán
también sus seguidores.
3.- Jesús establece una estrecha conexión entre el
amor a Dios y el amor al prójimo.
2
Son inseparables. Lo que va contra el ser
humano va contra Dios. Los seguidores de Jesús se
esfuerzan por amar al estilo de Jesús:
- ofreciendo el perdón a quienes nos han
ofendido
- practicando la compasión solidaria con los
más necesitados,
- dando prioridad a los más pobres y
desvalidos.
4.- Seguir a Jesús es vivir al servicio del proyecto
del Reino de Dios inaugurado por él.
Los evangelios recogen esta misión confiada
a Jesús por los suyos con diferentes lenguajes: Han
de sentirse enviados por él como él es enviado por el
Padre (Juan) Han de ser en todas partes “testigos de
Jesús” (Lucas) Han de “hacer discípulos de Jesús”
bautizando y enseñando a las gentes a vivir como él
(Mateo)
Dios, Amigo de la vida y Padre bueno de
todos, quiere abrirse camino en el mundo para
construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida
más humana. Dios está comprometido en promover
un mundo diferente y mejor. Su voluntad de hacer un
mundo diferente se va haciendo realidad en nuestra
respuesta.
Ese “reino de Dios” no es una religión. Va
más allá de las creencias, preceptos y ritos de
cualquier religión. Jesús confía una doble tarea a sus
discípulos: “Vayan y anuncien el reino de Dios” (Mt
10, 7) “Vayan y curen” (Lc 9, 2 y 10, 8) Jesús nunca
explica propiamente qué es el Reino de Dios.
Lo que hace es sugerir, con parábolas
inolvidables, cómo actúa Dios y cómo sería el mundo
si sus hijos actuaran como él.
Una vida de hermanos alentada por la
compasión que tiene hacia todos el Padre del cielo;
un mundo donde se busca la justicia y la dignidad
para todo ser humano, empezando por los últimos;
donde se acoge a todos, sin excluir a nadie de la
convivencia y la solidaridad donde se cura la vida
liberando a las personas y a la sociedad entera de
toda esclavitud deshumanizadora;
donde la religión está al servicio de las personas,
sobre todo de las más desvalidas y olvidadas; donde
se vive acogiendo el perdón de Dios y dando gracias
a su amor insondable de Padre.
Lo que define a Dios no es el poder, sino la
compasión. Se acerca para hacer nuestra vida más
digna y dichosa. La compasión es el modo de ser de
Dios, su forma de mirar al mundo, lo que le mueve
a hacerlo más humano y habitable. “SEAN
COMPASIVOS COMO SU PADRE ES
COMPASIVO” (Lc 6, 36)
La compasión activa y solidaria es la gran ley
de la dinámica del Reino. La figura del samaritano
es el modelo de quien vive imitando la compasión
del Padre del cielo. La compasión se despierta en
nosotros desde la mirada atenta a quien sufre.
Recuperar el Padrenuestro como oración del
Reino. Se pronuncia siempre en plural. Comienza
con una invocación confiada a Dios: !Abba!, a la que
siguen tres grandes anhelos centrados en el reino de
Dios y cuatro gritos salidos desde las necesidades
más básicas de la humanidad que no conocen todavía
en plenitud el reino de Dios. Es la mejor síntesis del
Evangelio, la oración que mejor nos va identificando
con Jesús. (Fijos los ojos en Jesús. Pág.168-16
“A Dios no lo encontramos en un “Tú”
trascendente, a Dios lo encontramos donde únicamente
lo podemos encontrar nosotros, en nuestra inmanencia,
en lo laico, en lo secular, en lo civil, en lo humano.
Y también lo encontramos en la experiencia
simbólica que vivimos en nuestra intimidad, que puede
ser la experiencia ESTÉTICA, la experiencia del
SILENCIO o la experiencia de la PLEGARIA en cuanto
expresión de nuestros anhelos más profundos.
3
… Y EN LOS POBRES.
1.- Evangelii Gaudium. Papa Francisco
Tarea: Lee los números 186 a 216 de la
Exhortación Apóstolica del Papa Francisco, “Evangelii
Gaudium”, “La Alegría del Evangelio”. Aquí les van
algunos párrafos para abrir el apetito.
¡NO SE OLVIDEN DE LOS POBRES!
186. De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y
siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la
preocupación por el desarrollo integral de los más
abandonados de la sociedad.
187. Cada cristiano y cada comunidad están
llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y
promoción de los pobres, de manera que puedan
integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que
seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del
pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para
descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor
de los pobres: « He visto la aflicción de mi pueblo en
Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y
conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo […]
Ahora, pues, ve, yo te envío… » (Ex 3,7-8.10) y se
muestra solícito con sus necesidades: « Entonces los
israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador
» (Jc 3,15). Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando
nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al
pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su
proyecto, porque ese pobre « clamaría al Señor contra ti y
tú te cargarías con un pecado » (Dt 15,9). Y la falta de
solidaridad en sus necesidades afecta directamente a
nuestra relación con Dios: « Si te maldice lleno de
amargura, su Creador escuchará su imprecación » (Si 4,6).
Vuelve siempre la vieja pregunta: « Si alguno que posee
bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado y
le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el
amor de Dios? » (1 Jn 3,17). Recordemos también con
cuánta contundencia el Apóstol Santiago retomaba la
figura del clamor de los oprimidos: « El salario de los
obreros que segaron vuestros campos, y que no habéis
pagado, está gritando. Y los gritos de los segadores han
llegado a los oídos del Señor de los ejércitos » (5,4).
188. La Iglesia ha reconocido que la exigencia de
escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de
la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata
de una misión reservada sólo a algunos:
« La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y
por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia
y quiere responder a él con todas sus fuerzas ».153 En este
marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos:
« ¡Denles ustedes de comer! » (Mc 6,37), lo cual implica
tanto la cooperación para resolver las causas estructurales
de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los
pobres, como los gestos más simples y cotidianos de
solidaridad ante las miserias muy concretas que
encontramos.
193. El imperativo de escuchar el clamor de los
pobres se hace carne en nosotros cuando se nos
estremecen las entrañas ante el dolor ajeno…
194. Es un mensaje tan claro, tan directo, tan
simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial
tiene derecho a relativizarlo… Esto vale sobre todo para
las exhortaciones bíblicas que invitan con tanta
contundencia al amor fraterno, al servicio humilde y
generoso, a la justicia, a la misericordia con el pobre.
Jesús nos enseñó este camino de reconocimiento del otro
con sus palabras y con sus gestos. ¿Para qué oscurecer lo
que es tan claro?
195. Cuando san Pablo se acercó a los Apóstoles
de Jerusalén para discernir « si corría o había corrido en
vano » (Ga 2,2), el criterio clave de autenticidad que le
indicaron fue que no se olvidara de los pobres (cf. Ga
2,10). Este gran criterio, para que las comunidades
paulinas no se dejaran devorar por el estilo de vida
individualista de los paganos, tiene una gran actualidad en
el contexto presente, donde tiende a desarrollarse un
nuevo paganismo individualista. La belleza misma del
Evangelio no siempre puede ser adecuadamente
manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe
faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la
sociedad descarta y desecha.
2.- “Alégrense”…
Carta a los consagrados y consagradas
con motivo del año de la vida consagrada.
La inquietud del amor
Iconos vivientes de la maternidad y de la cercanía
de la Iglesia, vamos hacia quienes esperan la Palabra de
consolación inclinándonos con amor materno y espíritu
paterno hacia los pobres y los débiles.
El Papa nos invita a no privatizar el amor y con la
inquietud de quien busca: «Buscar siempre, sin descanso,
el bien del otro, de la persona amada».
4
La crisis de sentido del hombre moderno y la
crisis económica y moral de la sociedad occidental y de
sus instituciones no son un acontecimiento pasajero de
nuestro tiempo, sino un momento histórico de excepcional
importancia. Estamos llamados como Iglesia a salir para
dirigirnos hacia las periferias geográficas, urbanas y
existenciales —las del misterio del pecado, del dolor, de
las injusticias, de la miseria—, hacia los lugares
escondidos del alma dónde cada persona experimenta la
alegría y el sufrimiento de la vida.
«Vivimos en una cultura del desencuentro, una
cultura de la fragmentación, una cultura en la que lo que
no me sirve lo tiro, la cultura del descarte […]
Hoy, hallar a un vagabundo muerto de frío no es
noticia, sin embargo “la pobreza es una categoría teologal
porque el Hijo de Dios se abajó, se hizo pobre para
caminar con nosotros por el camino […] Una Iglesia
pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de
Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a
entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza
del Señor».
Vivir la bienaventuranza de los pobres significa
que la angustia de la soledad y de la limitación ha sido
vencida por la alegría de quien es realmente libre en Cristo
y ha aprendido a amar.
Durante su visita pastoral a Asís, el Papa
Francisco se preguntaba de qué debe despojarse la Iglesia.
Y respondía: «despojarse de toda acción que no es por
Dios, no es de Dios; del miedo de abrir las puertas y de
salir al encuentro de todos, especialmente de los más
pobres, necesitados, lejanos, sin esperar; cierto, no para
perderse en el naufragio del mundo, sino para llevar con
valor la luz de Cristo, la luz del Evangelio, también en la
oscuridad, donde no se ve, donde puede suceder el
tropiezo; despojarse de la tranquilidad aparente que dan
las estructuras, ciertamente necesarias e importantes, pero
que no deben oscurecer jamás la única fuerza verdadera
que lleva en sí: la de Dios. Él es nuestra fuerza».
Es para nosotros una invitación a «no tener miedo
a dejar caer las estructuras caducas. La Iglesia es libre. La
lleva adelante el Espíritu Santo. Nos lo enseña Jesús en el
evangelio: la libertad necesaria para encontrar siempre la
novedad del evangelio en nuestra vida y también en las
estructuras. La libertad de elegir odres nuevos para esta
novedad».
Estamos invitados a ser hombres y mujeres
audaces, de frontera: «Nuestra fe no es una fe-laboratorio,
sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se ha revelado
como historia, no como un compendio de verdades
abstractas. […] No hay que llevarse la frontera a casa, sino
vivir en frontera y ser audaces».
Junto al desafío de la bienaventuranza de los
pobres, el Papa invita a visitar las fronteras del
pensamiento y de la cultura, a favorecer el diálogo,
también a nivel intelectual, para dar razón de la esperanza
basada en criterios éticos y espirituales, interrogándonos
sobre lo que es bueno. La fe no reduce jamás el espacio
de la razón, lo abre más bien a una visión integral del
hombre y de la realidad e impide reducir al hombre a
«material humano».
La cultura, llamada a servir constantemente a la
humanidad en todas sus condiciones, si es auténtica, abre
a itinerarios inexplorados, pasos de respiro de esperanza
que consolidan el sentido de la vida y custodian el bien
común.
Un auténtico proceso cultural «hace crecer la
humanización integral y la cultura del encuentro y de la
relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien
común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la
razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos
de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la
literatura». Una verdadera búsqueda cultural se encuentra
con la historia y abre caminos hacia el rostro de Dios.
Los lugares en los que se elabora y se comunica
el saber son también lugares en los que se debe crear una
cultura de la cercanía, del encuentro y del diálogo,
superando defensas, abriendo puertas, construyendo
puentes.
3.- 45º Capítulo General.
Capítulo II: La Asociación para el Servicio Educativo de
los Pobres: Una dimensión esencial de la vida del
Hermano de las Escuelas Cristianas
“Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios
privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida
gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a
traer.” (EG 48). En la llamada del Papa escuchamos el eco
de la invitación de nuestro Fundador “a ser instrumentos
de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de
manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad”
(EG 187).
5
Capítulo III: Una familia, una misión: Hermanos
apasionados por el servicio educativo de los pobres
Más allá de la frontera
3.26 Deseamos responder de forma creativa y
audaz a las urgentes necesidades de los más vulnerables
(emigrantes, refugiados, sin techo, jóvenes sin empleo…)
que se encuentran en “la frontera”.
De manera que podamos:
- ir más allá de la frontera geográfica, a un lugar en donde
aún La Salle no está presente;
- ir más allá de la frontera personal, a un lugar que desafía
nuestra comodidad y, en ocasiones, las capacidades
personales;
- ir más allá de la frontera congregacional, a un proyecto
común compartido;
- ir más allá de la frontera cultural o religiosa, a una obra
en donde personas de diferentes credos comparten la
misma misión;
- ir más allá de la frontera de la edad oficial de jubilación,
a una labor de voluntariado con los más vulnerables;
- ir más allá de la frontera del prestigio académico y
social, a un proyecto educativo donde apreciemos el
privilegio de trabajar con y por los pobres;
- ir más allá de la frontera individualista, para llegar a
compromisos comunitarios de servicio;
- ir más allá de la frontera del desánimo, a un espacio de
esperanza comprometida con el proyecto salvífico de
Dios;
- ir más allá de la frontera de las estructuras
preestablecidas, para generar un espacio de libertad y
creatividad apostólica; ir más allá de la frontera del
consumismo depredador, para crear un mundo más
habitable, justo y solidario.
Capítulo IV Nuestra vocación lasallista: Un signo de
esperanza para la Iglesia y para los pobres
4.2 Desde este proyecto de salvación, los
Hermanos junto con todos los Lasallistas nos sentimos en
camino. Cada uno, desde su vocación específica, está
invitado a plantearse con seriedad el sentido de su
existencia, no desde “un para qué”, sino desde un “para
quién”; es decir, desde los niños, jóvenes y adultos sin
esperanza cuyo clamor sentimos en el fondo de nuestro
corazón.
Mensaje final
9.4 La esperanza radical es apostólica además de
ser una característica de nuestra historia lasallista.
La esperanza es perturbadora y no tolera la
inercia. Llama a la movilidad y la flexibilidad, para ir a la
periferia y más allá de la frontera. Sin lugar a dudas, estas
imágenes fueron inspiradas por las palabras y el ejemplo
del Papa Francisco, quien constantemente nos invita a
todos a dejar nuestras zonas de comodidad con el fin de
encontrar a los pobres y vulnerables. Los vulnerables,
como bien sabemos, están "allí". En la frontera. Estas
propuestas nos invitan a responder con audacia y
creatividad a las necesidades urgentes de los que a
menudo viven en las periferias de nuestros propios
intereses personales.
9.6 Los Hermanos capitulares imaginan, también,
otro tipo de movilidad que no es geopolítica, sino más
bien, una movilidad interna para profundizar en un
proceso personal explorando el interior "de las fronteras."
Este tipo de movimiento interno está en las profundidades
del corazón, en él se nos insta a relegar heridas y lesiones
y dejar a un lado nuestras preocupaciones por seguridades
y comodidades. Nuestros corazones nos invitan a las
inseguridades de una vida totalmente comprometida con
el servicio. Nuestros corazones nos invitan a celebrar la
profusión de gracia de nuestra llamada a la auto-donación
en favor de la economía de la salvación de Dios.
“Creo que lo más importante es que recordemos
cuál es el fin de nuestro Instituto. El para qué nacimos
debe seguir iluminando hoy el qué hacemos.
La finalidad ya aparecía claramente en la Regla
de 1705: Este Instituto es de grandísima necesidad
porque, estando los artesanos y los pobres
ordinariamente poco instruidos, y ocupados todo el día
en ganar su sustento y el de sus hijos, no pueden darles
por sí mismos la instrucción que necesitan, y educación
honrada y cristiana. Procurar este beneficio a los hijos
de los artesanos y de los pobres, tal ha sido el motivo por
el cual se han instituido las Escuelas Cristianas (CL 25,
págs. 16-17).
… Para SJBDLS la mayor gloria de Dios es el
servicio de los niños y jóvenes pobres que el Señor pone
en nuestras manos y a partir y en función de ellos de otros
niños y jóvenes. Es importante tener clara nuestra
finalidad para orientar todos nuestros recursos en la
consecución de ese objetivo.
Como comunidad lasallista debemos sentirnos
situados en esa frontera con los jóvenes más
necesitados”… Hno. Álvaro Rodríguez.
“Un canto de esperanza en el “rebrotar”
del carisma de la fundación”
6
LA MISIÓN
“El fin de este Instituto es procurar
educación humana y cristiana a los jóvenes,
especialmente a los pobres” (Regla a3)
1.- “El fin de este Instituto es dar cristiana
educación a los niños; y con este objeto se tienen las
escuelas, para que estando los niños mañana y tarde bajo
la dirección de los maestros, puedan estos enseñarles a
vivir bien, instruyéndolos en los misterios de nuestra santa
religión, inspirándoles las máximas cristianas, y así darles
la educación que les conviene.¨
(R 1718. 1.3)
2.- Ustedes han sido puestos por Dios para
suceder a los santos apóstoles en la exposición de la
doctrina de Jesucristo y en el afianzamiento de su santa
ley en la mente y en el corazón de aquellos a los que
enseñan, cuando dan el catecismo, que es su principal
función.¨ (M 145, 3)
¨3.- Nuestra misión evangelizadora debe nacer
de una experiencia vital, de un encuentro personal, de
un amor apasionado que han transformado nuestras
vidas.¨
¨El secreto de una vida realizada es llevar adelante
un proyecto de amor y de servicio, no como una
exigencia impuesta desde fuera sino como un impulso que
surge desde dentro.¨
1.- AIMEl, 2013, “Evangelización y Pastoral”
“Nosotros, los lasallistas, reconocemos que
vivimos hoy en un mundo que está en busca de sentido,
fe y espiritualidad. Esta búsqueda sucede en contextos y
sociedades que, cada día más, se vuelven diversas y
divididas por barreras culturales, económicas, religiosas,
políticas, tecnológicas y, también, a causa de diferencias
lingüísticas. En estos ambientes, las personas,
especialmente los pobres y aquellos que son desplazados
por razones económicas y políticas, se vuelven
vulnerables. Además, reconocemos que la evangelización
–llevar la buena noticia y los valores del evangelio de
Jesucristo a todos los pueblos– es humanizante,
acogedora, dialógica (cfr. IA06, 2.1.2, p. 35), se realiza
por medio de las palabras y el testimonio, y se dirige a la
totalidad de la persona…
Desafío 1.- Evangelizar utilizando nuevos
paradigmas que tengan en cuenta los cambios culturales y
respondan a las necesidades de los niños, jóvenes y
adultos, especialmente los pobres.
Desafío 2.- Promover nuestra misión educativa
lasallista, a través del desarrollo de auténticas
comunidades de fe, capaces de animar al conjunto de las
comunidades educativas.
Desafío 3.- Promover la participación en el plan
salvífico de Dios y educar la totalidad de la persona, en
contextos multiculturales, multirreligiosos y no
religiosos.
2.- 45º CG. CAPÍTULO III
Una familia, una misión: Hermanos apasionados
por el servicio educativo de los pobres
Evangelización y Catequesis
3.12 Para el anuncio de la Buena Nueva estimamos como
llamadas urgentes:
la unicidad de nuestra misión: el servicio educativo de los
pobres unido al anuncio del Evangelio;
la importancia de impulsar una vida de fe entre los
jóvenes;
la vocación de embajadores eficaces de Jesucristo,
testigos y ministros de su Palabra;
la oferta de una palabra de ánimo, de libertad y de
confianza en la diversidad de situaciones de
evangelización donde el Instituto está presente;
la presentación creíble del Evangelio en un mundo
marcado por la violencia, la intolerancia y una Iglesia
atribulada;
el comunicar a Jesús como nuestro liberador y el liberador
del mundo;
la preparación catequística de los Hermanos;
la renovada comprensión del papel principal del Hermano
como catequista;
la palabra de liderazgo en el campo de la catequesis, más
allá del mundo lasallista, incluyendo nuestras
contribuciones al diálogo multicultural e interreligioso;
la ayuda a nuestros colaboradores –especialmente a los
jóvenes educadores lasallistas– para que progresen en su
itinerario de fe y profundicen el mensaje cristiano;
la búsqueda de los jóvenes allí donde se encuentran,
tratarles con respeto y acercarse a ellos mediante el
diálogo.
3.13 Deseamos mantener la unidad entre el
servicio educativo de los pobres y el anuncio del
Evangelio.
7
“El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es
Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a
las periferias existenciales” (Papa Francisco al Comité de
Coordinación del Consejo Episcopal Latinoamericano
CELAM. Brasil, 28 de julio de 2013).
3.14 “En la boca del catequista vuelve a resonar
siempre el primer anuncio: Jesucristo te ama, dio su vida
para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para
iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Evangelii
Gaudium 164).
Anunciar la Buena Nueva
3.15 Reconociendo la enorme diversidad de
situaciones sociales y religiosas dentro del Instituto,
consciente de que su misión es anunciar el Evangelio de
Jesucristo a los pobres mediante el ministerio de la
educación, y reconociendo la llamada de la Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium.
El Hermano como catequista
Propuesta 16: Que la formación inicial de los
Hermanos en el Instituto tenga como prioridad su
preparación como catequistas. Además, en la
formación permanente de los Hermanos habrá un
énfasis particular sobre el Hermano como catequista.
¿Qué hacer para que la Iglesia contemporánea se
asemeje a aquella que Jesús soñó? ¿Qué hacer para que la
vida consagrada responda a los diseños carismáticos del
Espíritu Santo:
El camino de Emaús.
Lucas 24, 13-35
13Aquel mismo día, dos de ellos iban a un
pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez
kilómetros de Jerusalén. 14 En el camino conversaban
sobre todo lo sucedido.
15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en
persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero
ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. 17
Él les preguntó:
—¿De qué van conversando por el camino?
Ellos se detuvieron con rostro afligido, 18 y uno de ellos,
llamado Cleofás, le dijo:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que
desconoce lo que ha sucedido allí estos días?
19 Jesús preguntó:
—¿Qué cosa?
Le contestaron:
—Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta
poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el
pueblo. 20 Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. 21 ¡Nosotros esperábamos que él fuera el
liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió
todo esto.22 Es verdad que unas mujeres de nuestro
grupo nos han desconcertado; ellas fueron de madrugada
al sepulcro, 23 y al no encontrar el cadáver, volvieron
diciendo que se les habían aparecido unos ángeles
asegurándoles que él está vivo. 24 También algunos de
los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como
habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron.
25 Jesús les dijo:
—¡Qué duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta
creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No tenía que
padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?
27 Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos
los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se
refería a él.
28 Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él
hizo ademán de seguir adelante. 29 Pero ellos le
insistieron:
—Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día
se acaba.
Entró para quedarse con ellos; 30 y, mientras estaba
con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se
lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo
reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 32 Se
dijeron uno al otro:
—¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras
nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?
33 Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y
encontraron a los Once con los demás compañeros, 34 que
afirmaban:
—Realmente ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón.
35 Ellos por su parte contaron lo que les había
sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al
partir el pan.
8
a) Lectura de Lucas 24, 13-35.
b) Subrayar las frases del texto que
correspondan, según ustedes, a cada uno
de los 4 apartados siguientes.
1.- Situación inicial…
2.- El viaje…
3.- El Encuentro…
4.- De vuelta…
c) El Papa Francisco, en su Exhortación
apostólica EVANGELII GAUDIUM (La
Alegría del Evangelio) en el número 24,
emplea cinco verbos:
- Primerear
- Involucrarse.
- Acompañar
- Fructificar.
- Festejar
Les invitamos a ubicar esos 5 pasos en los 4
apartados de antes.
La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos
misioneros que primerean, que se involucran, que
acompañan, que fructifican y festejan. EG, 24.
PRIMEREAR.
“Sepan disculpar este neologismo. La comunidad
evangelizadora experimenta que el Señor tomó la
iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y,
por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin
miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a
los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.
Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de
haber experimentado la infinita misericordia del Padre y
su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a
primerear!”
INVOLUCRARSE.
“Como consecuencia, la Iglesia sabe «
involucrarse ». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El
Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de
rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los
discípulos:
« Serán felices si hacen esto » (Jn 13,17). La
comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en
la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja
hasta la humillación si es necesario, y asume la vida
humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo.
Los evangelizadores tienen así « olor a oveja » y éstas
escuchan su voz”.
ACOMPAÑAR
“Luego, la comunidad evangelizadora se dispone
a « acompañar ». Acompaña a la humanidad en todos sus
procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de
esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización
tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites”.
FRUCTIFICAR
“La comunidad evangelizadora siempre está
atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda.
Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El
sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del
trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas.
Encuentra la manera de que la Palabra se encarne
en una situación concreta y dé frutos de vida nueva,
aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados”.
El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla
hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su
sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea
acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.
FESTEJAR
“Por último, la comunidad evangelizadora gozosa
siempre sabe « festejar ». Celebra y festeja cada pequeña
victoria, cada paso adelante en la evangelización. La
evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en
medio de la exigencia diaria de extender el bien. La
Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la
belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la
actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso
donativo”.
¿Conocemos la SITUACIÓN de nuestros alumnos?
En su viaje hacia la madurez,
¿cómo PRIMEREAR,
INVOLUCRARSE
Y ACOMPAÑARLES?...
El fruto final, quizás no lo veamos,
¿pero algunos “BROTES” ya apuntan?
¿Cómo FESTEJARLO?
9
1.- El 45º Capítulo General reconoce el camino
recorrido por el Instituto en el ámbito de la asociación
en estos últimos años. Reafirma la centralidad del voto
de Asociación para el Servicio Educativo de los Pobres
y para la comprensión de la identidad del Hermano.
Por ello propone:
Propuesta 3
Que los Hermanos afiancen y manifiesten su
primera pertenencia al Instituto, haciéndose disponibles
para servir a la misión a donde sean enviados.
Que las comunidades asuman las consecuencias
concretas del voto de asociación en la vida comunitaria y
en el servicio educativo con los pobres.
Que los Distritos y las Regiones tomen en cuenta
la centralidad del voto de asociación en la formación de
los Hermanos desde el noviciado.
Propuesta 4
Que los Hermanos continúen activamente el
dinamismo asociativo al interior de las comunidades
educativas.
Que los Hermanos sean, en la Familia Lasallista,
signos y promotores de fe, fraternidad y del don gratuito
de sí para el servicio educativo con los pobres.
Que los Hermanos acompañen y se dejen
acompañar por los Laicos, en sus respectivos itinerarios
de educadores lasallistas.
Que los Hermanos estimulen y acojan la
aportación específica de los Laicos al carisma lasallista.
Propuesta 5
Que el Instituto reafirme su compromiso global
con la Asociación para el Servicio Educativo con los
Pobres siguiendo el espíritu de la Circular 461 “Asociados
para la misión lasallista... un acto de esperanza”.
Que evalúe, apoye e incremente los esfuerzos que
en esta materia se hacen en las diversas áreas geográficas
del Instituto.
Que preste particular atención a las áreas
geográficas donde la aplicación del compromiso global
con la Asociación está siendo lento.
Propuesta 6
Que el Instituto promueva y vigorice una red
estratégica para la Asociación en todos los niveles del
Instituto.
Para ello: Cada Distrito y Sector tendrá una
persona o equipo encargado de esta misión. Esta persona
o equipo estará en red con la Región y el Centro del
Instituto.
Esta red de comunicación será apoyada por un
Secretariado y el Servicio de Comunicación de la Casa
Generalicia con miras a compartir información y las
mejores prácticas sobre Asociación.
Propuesta 7
Que el Centro del Instituto presente a la Familia
Lasallista, orientaciones generales para la financiación de
iniciativas de formación relativas a la Asociación.
Propuesta 8
Que el Instituto apoye la prioridad 3.1.1 de la
Asamblea Internacional para La Misión Educativa
Lasallista, (AIMEL) 2013 : “Asegurar y acompañar
experiencias significativas de Asociación en todas las
obras lasallistas.”
Propuesta 9
Que el Instituto mantenga el cargo de
Coordinador de Jóvenes Lasallistas y su correspondiente
Consejo Internacional.
Propuesta 10
Que el Instituto apoye la representación de
Jóvenes Lasallistas en estructuras del Sector, del Distrito
y de la Región.
2.- Notas de clausura.
Hno. Robert Schieler
“Hermanos, hemos dado grandes pasos en la
Formación de nuestros Colaboradores, en la Asociación
con ellos. Sabemos que la Formación Lasallista y la
Asociación de Colaboradores y Hermanos hoy en día no
es algo opcional, sino que debe ser una prioridad para todo
el Instituto si queremos seguir siendo una presencia viable
y vital en el mundo de la educación”
10
3.- Asociados para
la Misión Lasallista
…un acto de ESPERANZA
Circular 461.
Jesús les dijo: Echen la red a la derecha de la
barca, y encontrarán. Así lo hicieron, y era tal la cantidad
de peces que ya no podían sacar la red. (Juan 21:6).
7.1. Imaginaos la cara de los discípulos echando
las redes otra vez, pensando que echarlas por un lado de
la barca en lugar de por el otro sería diferente. Imaginaos
ahora sus caras cuando intentaban recoger sus redes
rebosantes. La duda y la frustración se transforman
rápidamente en asombro y respeto y, finalmente, en el
gozo de haber reconocido al Señor que tanto habían
echado de menos. ¿No es esta también nuestra historia?
¿No vivimos en una época en la que se nos invita a ir al
“otro lado de la barca” y lanzar, “juntos y por
asociación”, nuestras redes educativas lasalianas, con la
esperanza de ganar una gran cantidad de “almas apartadas
de la salvación?”
7.2. Así como los discípulos regresaron a su
antigua forma de vida, creyendo que la esperanza se había
extinguido y sus sueños se habían desvanecido, del mismo
modo hoy algunos pueden sentirse abandonados por el
mismo Dios que un día les llamó “para pescar.”
Como los israelitas en su viaje por el desierto se
sintieron a menudo turbados por la pregunta “¿Dónde está
tu Dios?” algunos también se preguntan ahora por qué
dieron el primer paso para ser Hermanos, o para
pertenecer a la asociación Lasaliana. Que nuestra oración
sea la de San Agustín, cuando se dirige a Dios como a su
siempre fiel compañero: Aquí estoy ante ti con mi fuerza
y mi ignorancia. Donde tú me has abierto la puerta, dame
la bienvenida a la entrada; donde me has cerrado la
puerta, ábrela ante mi clamor; permíteme recordarte,
entenderte y amarte. Amén.
7.3. La imagen de un Dios siempre cercano, que
camina junto a nosotros, que nos pide confianza en lo
inimaginable, es el acto diario de la fe que ha sostenido a
los Hermanos de las Escuelas Cristianas desde hace más
de tres siglos. Esta imagen simboliza también la llamada
vocacional de todos los Lasalianos, para que confíen en el
Dios que llama “de una manera imperceptible,
tranquila... de modo que un compromiso lleva... a otro
sin... haberlo previsto al principio.” Esta fue la aventura
milagrosa de La Salle con el Dios que siempre sale a
encontrarle.
Todos vosotros que servís a la Misión Lasaliana recordad
lo que Dios nos ha prometido. Como dijo al profeta
Jeremías, de la misma manera nos habla hoy: “Yo sé
cuáles son mis planes para ti, planes para salvarte, no
para hacerte daño; planes para darte un futuro y una
esperanza... Cuando tú me llamas yo te escucho... Yo te
recogeré de en medio de todas las naciones... voy a
llevarte a casa”
7.4. Alegrémonos todos por esta promesa de
esperanza... por este futuro luminoso... por este sueño de
vida que nos invita, “juntos y por asociación”, a recordar
siempre la santa presencia de Dios y de mover los
corazones de los jóvenes, especialmente los pobres.
4.- El voto de Asociación,
corazón de la identidad del Hermano,
expresión del carisma y de la finalidad del Instituto.
Con la perspectiva que tenemos hoy de nuestros
comienzos y del pensamiento del Fundador, con la luz que
nos viene de la reflexión actual de la Iglesia sobre su
propio misterio y sobre el significado de la Vida
Religiosa, podemos afirmar que el Voto de Asociación
hecho por la Salle y los Hermanos en 1694 y en los años
siguientes representaba la identidad del Hermano, así
como el carisma y la finalidad del Instituto. Un voto
especificado con tres facetas: asociación, estabilidad,
obediencia.
1.- Expresión de la unidad de vida del Hermano.
El voto de Asociación significaba para el
Hermano (y tendrá que volver a significar) la unidad de
su vida consagrada: la alianza con Dios, con sus
hermanos, con sus discípulos, esa era su consagración;
cada uno de esos lazos le remitía a los otros dos. Y el
Fundador se lo recordaba de muchas formas.
¨No hagan diferencia entre los deberes propios de su
estado y el negocio de su salvación y perfección¨ (CT 16m
1,4)
¨Pues el celo ardiente de salvar las almas de los que
ustedes tienen que instruir, es lo que ha debido moverles
a sacrificarse…¨(MR 201, 3)
¨Ya que fueron elegidos para procurar en su estado la
santificación de sus alumnos, tienen ustedes que ser
santos con santidad no común; puesto que a ustedes les
corresponde comunicarles a ellos la santidad…¨(MD 39,
2)
11
¡Qué lejos está esa unidad de vida, esa relación
íntima entre la santificación personal y la de los
discípulos, de aquella teoría de las dos finalidades de la
vida religiosa, la santificación personal y el apostolado,
donde la santificación personal llevaba la prioridad…! No
pocos Hermanos han vivido con la inquietud de si lo
primero en sus personas era el ser religioso o bien el ser
educador… ¡Como si la consagración del Hermano
admitiera esa separación de dimensiones!
2.- Expresión de la complementariedad entre los
Hermanos.
El Voto de Asociación es la manera lasallista de
expresar la comunión. Y comunión es vivir en la unidad,
en la complementariedad, cosa muy diferente de la
uniformidad.
Puesto que la finalidad de esta asociación
corresponde, no a cada persona en particular, sino al
cuerpo de la sociedad, cada uno acepta realizar la función
que se le encomiende, en complementariedad con los
otros Hermanos, sabiendo que ¨al cumplir su ministerio¨,
sean cualesquiera sus funciones, contribuyen a la
realización comunitaria de la única misión eclesial del
Instituto¨. (Regla 16)
El Voto de Asociación le recuerda al Hermano
que su complementariedad con los otros Hermanos no
consiste en hacer su tarea de manera individualista, al
margen de los otros, por bien hecha que esté, sino en
corresponsabilidad con sus Hermanos ¨quienes se
comprometen a trabajar juntos por el crecimiento y la
fidelidad del Instituto¨. (Regla 142)
3.- Expresión de la fraternidad entre los Hermanos.
¨Prometo unirme y permanecer en sociedad
con…¨ Ese es el objeto directo de la promesa. En el fondo
de estas palabras resuenan las de La Salle en la meditación
39, 3: Ínsten, pues, al Dios de los corazones, que del de
ustedes y del de sus Hermanos forme uno solo en el de
Jesús¨. Este es el sueño de Jesús, lo que pide al Padre
como una gracia especial para sus discípulos, como
herencia que desea dejarles; y es lo que pide a sus
discípulos como la señal en que serán reconocidos como
tales. ¨Nuestro tesoro, nuestro secreto, nuestra mayor
riqueza es ser Hermanos¨, decía el Hno. Alvaro con
motivo de su elección como Superior General.
Y añadía en su carta pastoral del 25-XII-2001:
¨Estamos llamados a ser testigos de la fraternidad.
No sé si hemos sabido explotar nuestra
fraternidad, nuestro ser Hermanos, como uno de los
elementos proféticos de nuestra vocación, como uno de
los elementos más importantes de nuestra misión¨.
¨La vida consagrada posee ciertamente el mérito
de haber contribuido eficazmente a mantener viva en la
Iglesia la exigencia de la fraternidad como confesión de
la Trinidad¨. (VC 41) Pero esto resalta más aún, si es
posible, en los Hermanos, que recuperan así la
originalidad de la Vida Religiosa, que surge como una
fraternidad laical. ¨La misma vida fraterna es un acto
profético, en una sociedad en la que se esconde, a veces
sin darse cuenta, un profundo anhelo de fraternidad sin
fronteras¨. (VC 85)
4.- Expresión de la misión que motiva la consagración
del Hermano.
No se trata de una simple ¨actividad apostólica¨,
sino de la finalidad, el motivo central por el que se ha
consagrado, que es dar respuesta a las necesidades de una
juventud pobre y alejada de la salvación. El voto de
Asociación nos recuerda que la comunidad no existe para
sí misma, sino que está en función de la misión. También
aquí la reflexión eclesial actual sobre la Vida Religiosa
nos ayuda a recuperar sin miedo lo que nuestros
Hermanos de los orígenes expresaban sin demasiado
razonamiento teológico, pero movidos por el carisma: que
la misión es una parte esencial de la vida consagrada.
(cf.VC 72)
Consagración y envío (o misión) son dos caras de
la misma vida o identidad, como se nos revela en aquel
pasaje de Isaías que Jesús hace suyo ante la Sinagoga de
Nazaret: ¨El Espíritu de dios me ha ungido y me ha
enviado para dar la buena noticia a los pobres…¨ (Lc 4,
18-19)
5.- Expresión del ministerio del Hermano.
El ministerio, en sentido pleno, no se identifica
con la función o tarea que alguien realiza, y que
forzosamente estará limitada a una parte de la vida. No se
reduce, pues, en nuestro caso, a la tarea educativa.
¨Ministerio¨ se refiere a toda la identidad, asumida por una
persona y reconocida en la Iglesia. El Ministerio del
Hermano es equivalente a toda nuestra identidad de
Hermano como servicio a la Iglesia y está significado por
el voto de Asociación: un ministerio comunitario por el
que, juntos y por Asociación, construimos la fraternidad
para el servicio de los pobres por la educación.
12
Juan Bautista de La Salle:
más allá de la distinción sacerdocio-laicado,
vivir la Iglesia de otra manera.
Cuatro rasgos de este itinerario lasallista
permiten descubrir hasta qué punto la cuestión del
laicado, así como también la del sacerdocio, aparecen
en él como subsidiarias en el sentido que el
[diccionario] Petit Robert da a este adjetivo. La
cuestión viene en apoyo de una realidad más
importante. No es prioritaria. Pero adquiere
existencia y sentido en un conjunto más amplio: se
trata de vivir la Iglesia de otra manera.
* En primer lugar, casi al origen de su
itinerario de Fundador, Juan Bautista de La Salle
abandona el medio clerical para encarnarse en un
mundo de laicos. Es sacerdote por vocación y
pretende ciertamente dedicar su vida al servicio de
Dios. Lo hace en la situación de canónigo de la
catedral de Reims. En ella emplea una buena parte de
su tiempo recitando las horas del Oficio Divino, la
oración de alabanza y de intercesión. Sus relaciones
habituales son con otros miembros del Cabildo de la
catedral. Financieramente vive de su patrimonio
familiar, pero también de la sustanciosa prebenda
concedida por la Iglesia de Reims. Es un hombre de
Iglesia; en cierto sentido no es más que un
eclesiástico.
Una crisis existencial trastorna su vida. Al
principio la soportó, hasta estuvo tentado de
escabullirse de ella antes de asumirla. Se ve llevado
a tomar conciencia de que existe a su puerta toda una
categoría de jóvenes marginados por la situación
económica y social de sus familias, privados de toda
oportunidad de educación, de toda esperanza de
empleo, de cualquier posibilidad de inserción en la
vida de la ciudad. Intenta poner remedio a esta
situación. Su proyecto de vida se vuelve más
evangélico que nunca.
Pero en adelante pasa por la voluntad de promover
humanamente a esos jóvenes desfavorecidos,
ocupándose ante todo del pequeño núcleo de
maestros de escuela empleados en esta difícil tarea
educativa. Se encarna entre ellos. Lo cual lo conduce
a “cambiar de vocación”: renuncia a su canonjía (a la
vez que distribuye su patrimonio a los pobres) para
estar tan cercano como sea posible de los maestros a
los que acompaña. La imagen es fuerte: sale de la
catedral y abandona la compañía de los canónigos,
renuncia al mundo clerical que es el suyo, para
unirse a una balbuciente comunidad de laicos.
Es este nuevo estado La Salle ejercerá ciertas
funciones específicas del ministerio sacerdotal (será
como el capellán de los Hermanos). Pero en un cierto
número de actividades y en adelante pasará la mayor
parte de su tiempo dedicándose a un sector no
específicamente sacerdotal y —hasta si se quiere—
en el campo profano o secular. En cierto modo, y
más allá de las etiquetas, se ha hecho laico con los
laicos. Hace suyos su compromiso en el servicio del
mundo, sus preocupaciones educativas, la
importancia dada a lo profano que requiere de ellos
el ejercicio correcto de su oficio.
A partir del sorprendente descubrimiento que
se ve llevado a realizar del desamparo del mundo,
este sacerdote de treinta años descubre una nueva
llamada de Dios y una nueva misión al servicio de la
juventud abandonada. Sobre esa base, y no por
ideología ni siquiera como consecuencia de una
reflexión sobre la Iglesia, supera vitalmente, en lo
que a él se refiere, la rígida distinción entre
sacerdocio y laicado. Y en su persona efectúa el paso
profético de una Iglesia clerical encerrada en sí
misma a una Iglesia para el mundo.
* Muy pronto, en su itinerario de Fundador,
se ve abocado a constatar que el difícil servicio
educativo de jóvenes constantemente amenazados
por el abandono, requiere, como lo escribe en 1690,
hombres dedicados por entero. Es decir hombres
consagrados totalmente a ello, sin segundas
intenciones de carrera eclesiástica y sin ánimo de
volverse atrás. Tomará con sus Hermanos una opción
radical: la joven comunidad estará compuesta
exclusivamente de miembros laicos.
13
La opción fundamental es la de la misión de
la nueva Comunidad: garantizar a una categoría de
jóvenes marginales un mínimo de formación
humana, así como el acceso a las fuentes vivas del
Evangelio. Su experiencia le ha hecho sentir la
urgencia de esta misión y puede escribir
tranquilamente que el Instituto que se ha visto
llevado a fundar es de grandísima necesidad. Ni
cartel publicitario, ni eslogan embaucador; sino la
constatación surgida de una experiencia vivida. La
opción firme por el laicado exclusivo del Instituto
aparece como subsidiaria, para él se deriva como
condición necesaria de la importancia vital de la
misión de sus Hermanos para unos jóvenes cuyos
rostros conoce.
No se trata de una opción ideológica, de una
visión teológica del valor y del papel del laicado. Su
enfoque y su resolución son del todo pragmáticos. No
por ello son menos proféticos. En la Iglesia de su
tiempo establece una Sociedad de hombres
consagrados y dedicados al apostolado que serán
todos ellos laicos por opción positiva. Y su
enseñanza espiritual dará valor a esta situación, a
partir de una aplicación a sus Hermanos de los
grandes textos paulinos sobre la diversidad de los
carismas y sobre la importancia de la misión del
anuncio del Evangelio mediante el ejercicio del
ministerio de la Palabra de Dios en la catequesis.
Pero este anuncio del Evangelio se hace también por
el compromiso para cambiar la situación humana de
los jóvenes a los que se dirigen. Abrazando la vida
de esta Sociedad de laicos, realiza con ellos el paso
de una Iglesia clerical poderosa a una Iglesia
servidora de las necesidades de los hombres.
* A costa de luchas que durarán toda su vida
contra el poder clerical, Juan Bautista de La Salle y
sus Hermanos establecen en la Iglesia de su tiempo
una nueva Sociedad de laicos consagrados a Dios
para una misión determinada. En efecto él y sus
Hermanos han comprendido rápidamente que el
éxito educativo y apostólico de su joven comunidad
exigía que se asegurase y se afirmase su dentidad
original y su propia autonomía en la Iglesia. En el
momento en que el proyecto lasallista toma cuerpo,
uno de sus biógrafos le aplica el texto del
Apocalipsis: “He aquí que hago nuevas todas las
cosas”.
Pues Juan Bautista de La Salle no piensa en
absoluto ni en establecer ni en definir la identidad
original de esta nueva compañía a partir de una
categoría jurídica existente en la cual la haría entrar.
Ciertamente no es un inconsciente: sabe muy bien
que su fundación deberá algún día ser reconocida
oficialmente por el poder civil y por la autoridad
romana. Pero, según él, no será esta aprobación la
que confiera a los Hermanos su conciencia de
identidad y su solidez interior. Las mismas les
vendrán de una doble experiencia personal y
colectiva.
Primeramente la de ser ellos mismos los
artífices de la estructuración progresiva de su
Sociedad. Pues en ese siglo de poder absoluto el ex
canónigo asocia estrechamente a los Hermanos
laicos al establecimiento de sus reglas de vida y a su
organización interna. En segundo lugar, para afirmar
su conciencia de identidad, escribe para ellos y con
ellos una obra pedagógica que será su best seller: la
Guía de las Escuelas. Y elabora una enseñanza
espiritual original a partir de los recursos y de las
exigencias de su vocación evangélica de consagrados
laicos en la Iglesia servidora del mundo: sobre esto
volveré más adelante.
En lo que concierne a la autonomía de su
comunidad la establece, la reivindica y, cuando es
necesario, la defiende vigorosamente. Hasta el final
de su vida, luchará para que esa autonomía sea
completada y definitivamente garantizada gracias a
la elección de un Superior elegido entre los
Hermanos. Así, en esa Iglesia fuertemente
jerarquizada, se convierte en el Fundador profético
de una congregación de un tipo hasta entonces
inédito: una comunidad eclesial verdaderamente
fraterna, basada sobre la igualdad fundamental de
sus miembros.
Pero tampoco fue a partir de una reflexión
teórica sobre la Iglesia. Simplemente la urgencia de
la misión del nuevo Instituto y la libertad que
requiere su ejercicio exigían también esta autonomía
de un cuerpo de laicos. Viviendo en cuanto le resulta
posible en igualdad con sus Hermanos, podemos
decir que Juan Bautista realiza con ellos el paso de
una Iglesia clerical a una Iglesia pueblo de Dios, a
una Iglesia comunidad fraterna cuya base es la unión
de los corazones.
14
* Finalmente Juan Bautista de La Salle vive y
analiza su propio itinerario y el de la Fundación de
su Instituto como un itinerario evangélico y
espiritual, en el sentido profundo de estos términos.
— Itinerario espiritual, reconocimiento de la
prioridad de la suave y fuerte guía de Dios, la
irresistible acción del Espíritu. Según sus propias
palabras, Juan Bautista de La Salle nunca habría
podido imaginar el recorrido que se vería llamado a
seguir: ...Si hubiera podido prever a dónde le
conduciría el cuidado de pura caridad que se tomaba
con los Maestros de escuela,... lo habría
abandonado. Su meditación sobre los orígenes de la
fundación del Instituto se abrirá con un acto de
reconocimiento (en todos los sentidos de la palabra):
Que es Dios quien, mediante su providencia, ha
establecido las escuelas cristianas. Prioridad de una
Iglesia del Espíritu sobre una Iglesia de la ley
establecida.
— Itinerario espiritual, itinerario de fe. Dios
transita la historia de los hombres. Pues será en el
tejido mismo de las relaciones humanas, en el
corazón de los acontecimientos, donde su
imperceptible actuación se realiza. Para Juan
Bautista de La Salle, la fe que élseñala como el
espíritu del Instituto es, ante todo, la atención a la
historia concreta, con el fin de discernir en ella las
llamadas de Dios. Ser dócil a la historia, más que
intentar sobrevivir sobre la base de principios
establecidos. Prioridad del Acontecimiento sobre la
institución...
— Itinerario espiritual, evangélico, itinerario
de lo que él llama celo, para él inseparable de la fe:
el compromiso libre y responsable en la realización
de la obra de Dios. Celo inseparablemente apoyado
por el impulso interior de la fascinación por Cristo y
por la conciencia de la insoportable fractura que aleja
de la “salvación” toda una categoría concreta de
jóvenes. En esperanza, la misión del Hermano le
orienta hacia aquellos que están alejados. Prioridad
de la misión de anunciar el Evangelio a los pobres.
— Itinerario espiritual, evangélico, itinerario
de la consagración de la vida y de la consagración
por la vida.
Al principio, la consciencia de la urgencia de
la misión y la fuerza de la llamada impulsan al
Hermano, según la fórmula de sus votos, a ofrecerse,
a consagrarse enteramente al Dios Trinidad, para
procurar su gloria, cuanto me fuere posible y lo
exigiereis de mí. Pero el impulso inicial debe a veces
encarnarse, verificarse, fortificarse en el don de cada
día. Gota a gota, es el don de sí mismos de los
Hermanos a los jóvenes lo que hace efectiva su
consagración al Dios vivo. Consagran su vida, pero
la vida los consagra.
Para el H. Michel no se trata solamente de
“soñar” en algo ideal. Tenemos que acercarnos a las
comunidades cansadas por el largo camino,
sosteniendo todo lo emprendido, para renovar,
reformar y utilizar sus recursos, es decir, para que no
se pierdan en su recorrido...
La crítica negativa planteada por algunos ha
insistido en que la Declaración no ha propuesto
estrategias claras para caminar hacia una renovación
adaptada, tal como lo pedía el Instituto desde 1966.
Sin embargo, esta actitud ha sido señal de cansancio
y desconfianza hacia los cambios:
Acudir hacia las instituciones fatigadas por el
largo camino, sostener las reformas y hacer todo lo
posible para que no recaiga la ola (ecuménica).
Impulso místico y estrategia política. Me refiero
aquí, sobre todo, al texto mismo de la Declaración.
El impulso místico del que hablo se traducía en
objetivos que ella indicaba con fuerza para la
renovación. Enumero cinco de ellos, sin poder
desarrollarlos:
• La prioridad del servicio educativo de los
pobres.
• La finalidad apostólica del Instituto y la
vocación ministerial de los Hermanos.
• El vínculo original y característico entre la
catequesis y la educación humana.
• La visión fuertemente renovada de la Vida
religiosa del Hermano a partir de su especificidad:
apostólica, laical o secular e incluso jurídica: a
propósito de la consagración, paso del estado
religioso a la vida evangélica; a propósito de la
misión del Hermano, paso de la dualidad a la
unidad; a partir de la comunidad, paso de la
uniformidad de los individuos a la unión entre las
personas.
15
• Finalmente la Declaración formulaba con
fuerza también el objetivo de renovación de las obras
y principalmente de la escuela.
Con menor frecuencia se ha advertido que la
Declaración definía también estrategias para una
política de renovación:
• Estrategia para el servicio efectivo de los
pobres: la diversidad de situaciones históricas y
sociológicas exige de los Capítulos locales que sean
ellos los que definan claramente la política
apropiada, de modo que se empeñen realmente las
personas y los centros en servir a los pobres. (D.
28,3).
• Estrategia de revisión y puesta en tela de
juicio de las obras existentes, exigida por la vuelta a
los pobres, la renovación catequística, la renovación
de la escuela, la apertura a otros campos apostólicos
(D. 28,2; 31,1-2; 38,3; 49,2-3).
• Estrategia de creación y de movilidad: los
cambios del mundo, las llamadas nuevas exigen una
política de fundaciones nuevas (D. 33, 1, 2 ,3; D.
49,5; 50-51).
• Estrategia fundamental de respeto y de
promoción de los agentes de la renovación: el
destino de la Institución reposa finalmente en las
manos de los Hermanos (D. 53,2): de cada Hermano,
de la comunidad en diálogo, de los Capítulos y de las
instancias de gobierno a la escucha de los Hermanos
y de las llamadas del mundo y en estado de
renovación permanente...
Por último, el H. Michel enfatiza en tres
rasgos característicos de este itinerario de búsqueda:
éxodo y encarnación; pluralismo e intercambio;
fragilidad y esperanza.
• Éxodo y Encarnación
Volver a empezar partiendo de las llamadas
del mundo. Y en consecuencia volver a sumergirse
en él, encarnarse. Al principio de la fundación,
surgida del mundo clerical, de la Iglesia establecida,
para escuchar nuevas llamadas, responder a nuevas
necesidades.
Hoy, eso puede significar ante todo reconocer
que en gran medida, y en amplias zonas, ya hemos
salido, hemos abandonado nuestras instituciones, o si
se quiere, ellas nos han abandonado. Y por tanto
Éxodo, salir, pero para emprender nuevos inicios a
partir de las necesidades percibidas. El Éxodo para
favorecer la encarnación. El movimiento de re-
inmersión directa en la realidad del mundo de los
hombres y de las necesidades urgentes de la juventud
abandonada está ya más que iniciado en el Instituto.
Mi sueño es que ese movimiento se irá ampliando,
que un impulso más vigoroso le será aplicado por los
responsables, que aparecerá como normal que la
presentación de la vocación del Hermano a nuevos
candidatos potenciales se haga también en ese
sentido y no solamente a partir
de la institución escolar.
Mi sueño es también que ese doble
movimiento de éxodo y de encarnación se traduzca
de forma más decidida en la formación de los
Hermanos jóvenes: que la formación inicial
emprenda con resolución el camino del contacto
directo y seguido con la realidad de los jóvenes en
situación de desamparo, lo cual no debería impedir el
insistir sobre la indispensable formación interior para
la oración contemplativa: contemplación
indisociable del designio de salvación de Dios, del
Rostro de ese Dios de amor en Jesucristo y del
desamparo de los hombres.
Pues el carácter propio de la fe cristiana es
rechazar toda separación entre la causa de Dios y la
de los hombres... Está totalmente centrada sobre
Jesucristo, a quien confiesa como verdadero Dios y
verdadero hombre. De modo que, siendo discípulos
de Jesucristo, no necesitamos huir del mundo, puesto
el mismo Dios vino a este mundo. Y,
correlativamente nosotros no nos alejamos de Dios al
implicarnos en el mundo para en él servir a los
hombres, ya que la voluntad del Padre que está en el
cielo es que su Reino germine en el seno de nuestra
humanidad.
16 ESPIRITUALIDAD MINISTERIAL
1. Vivir la fe con sentido ministerial
"Los Hermanos viven su fe como un don recibido
para el ministerio de la educación cristiana. Desde la
fe contemplan a Dios que los elige para ser portado-
res de su salvación entre los más humildes y los más
pobres". (R 20)
Esta afirmación que la Regla hace para los Hermanos
es, en realidad, un reto que se presenta a cualquier
cristiano: vivir la fe con sentido ministerial, es decir,
como un don que no nos pertenece y hemos de hacer
fructificar para provecho de otros, en la misión que el
Señor nos encomiende. La fe, experiencia que da
fundamento a nuestra identidad cristiana, es quien llena
de un nuevo sentido a esas otras experiencias que van
configurando nuestra vida.
A lo largo del itinerario de la persona, en ese proceso
de unificación que experimenta, ambas experiencias, en
la medida que son auténticas, se influyen mutuamente: la
experiencia fundante de la fe se manifiesta en las
experiencias configuradoras, y las refiere a Dios; y éstas
hacen que la fe se "encarne" en la historia, en las
circunstancias concretas de la vida. Por eso, la identidad
cristiana adulta es el resultado, la síntesis de ese diálogo y
mutua influencia entre la experiencia fundante de la fe y
las experiencias configuradoras.
Dentro de ese diálogo se toman las decisiones
importantes, se fraguan las actitudes y el estilo de vida, se
asumen los compromisos con los que creemos responder
a las invitaciones de Dios para edificar su Reino.
2. El descubrimiento de la “zarza ardiendo”
Desde la fe leemos nuestra acción educadora como
una forma de hacerse presente el Reino de Dios.
A Dios hay que servirlo allí donde lo descubrimos.
Él se hace presente de mil formas diferentes en nuestro
mundo; por eso también habrá mil formas diferentes de
servir a Dios. También es cierto que El tiene sus
preferencias y predilecciones a la hora de encarnarse,
según lo ha revelado tan frecuentemente: prefiere los
pobres, los marginados, las situaciones de injusticia, los
niños, los débiles, los enfermos,... es decir, todos aquellos
que más necesiten ser liberados, salvados. Por eso es en
ellos donde más quiere ser servido.
Cada una de esas manifestaciones de Dios requiere
una especial sensibilidad para percibirla como "lugar
teológico" para mí: Dios se me acerca y me llama en estas
circunstancias concretas de la historia. Cada uno ha de
preguntarse por la "zarza ardiendo" a la que debe
acercarse "descalzo", dispuesto a adorar a Dios en ese
lugar y servirlo, porque en ese lugar será enviado a salvar
a su pueblo.
La "zarza ardiendo" es esa situación de necesidad
que despierta en mí una inquietud: algo me empuja a
acercarme a ella. A medida que me acerco, me voy dando
cuenta que es Dios mismo quien me empuja a
comprometerme (todo esto, desde la experiencia fundante
de la fe), y que es El quien ve por mis ojos, quien oye por
mis oídos, quien se conmueve en mi corazón...
Me descubro enviado por El, al tiempo que encuentro
en mi persona los dones necesarios para responderle. Ese
es mi carisma, la gracia de Dios que me permite
reconocerlo y me lanza a servirlo, aunque en mi miedo
alegue "tartamudez", como Moisés.
Es, precisamente, esta conciencia de mi limitación la
que me lleva a compartir la misión con otros: "Tu
hermano Aarón hablará por ti". La garantía del carisma
es ésta: "YO ESTARÉ CONTIGO" (cfr. Ex 3,1-17).
3. Así comienza el ministerio lasallista.
Juan Bautista de la Salle y los primeros Hermanos
encuentran su "zarza ardiendo" en el mundo de los niños
necesitados de educación. Resultan "heridos" por la
llamada de Dios en la maduración humana y cristiana de
los niños, y se ven urgidos a servirlo en esa situación.
Ellos lo describen así en la Regla original:
"Este Instituto es de grandísima necesidad, porque
estando los artesanos y los pobres ordinariamente
poco instruidos, y ocupados todo el día en ganar su
sustento y el de sus hijos, no pueden darles por sí
mismos las instrucciones que necesitan, y una
educación honrada y cristiana.
Procurar esta ventaja a los hijos de los artesanos y
de los pobres, tal ha sido el motivo por el cual se
han instituido las Escuelas Cristianas" (Reglas,
1,5).
17
A partir de ese momento, el mundo de la educación
cristiana se ha convertido para La Salle y los Hermanos
en "situación ministerial", es decir, "SITUACIÓN
HISTÓRICA EN QUE DIOS SE LES MANIFIESTA Y EN LA QUE
ELLOS SIRVEN AL DIOS ENCARNADO EN LOS NIÑOS Y
JÓVENES". La Salle también lo dirá frecuentemente en sus
meditaciones:
"Reconozcan a Jesucristo bajo los pobres harapos
de los niños que instruyen; adórenle en ellos; amen
la pobreza y honren a los pobres, a ejemplo de los
Magos... Muévales la fe a hacerlo con amor y celo,
puesto que ellos son los miembros de Jesucristo"
(Med. 96,3, para el día de la fiesta de la Adoración
de los Reyes).
En esa "situación ministerial", uno mismo pasa a
actuar como "representante" de Dios, pues es Dios quien
lo envía.
Este será uno de los temas más recurridos por La
Salle, de manera especial en sus "Meditaciones para los
días de retiro":
"En el empleo que ejercen, 'son los embajadores y
ministros de Jesucristo'; por consiguiente, tienen
que desempeñarlo como representantes suyos.
Jesucristo mismo es quien desea que los discípulos
les miren como le mirarían a El; y que reciban sus
instrucciones como 'si El en persona se las diera',
persuadidos de que la verdad de Jesucristo habla
por su boca, que sólo en su nombre les enseñan, que
es El quien les da autoridad sobre ellos, y que ellos
mismos son 'la carta por El dictada, que escriben
ustedes todos los días en sus corazones, no con tinta,
sino con el espíritu del Dios vivo', que obra en
ustedes y por ustedes, mediante la virtud de
Jesucristo" (MTR 195,2).
4. La clave: mirar desde la fe.
Pero pongamos atención a la clave: no se trata de
"sacralizar" una situación profana refiriéndola a lo divino
o lo religioso. La educación, aunque sea "educación
cristiana", sigue siendo una situación "profana", es decir,
referida al ámbito de la cultura y la maduración humana.
La clave que hemos introducido consiste en
descubrir la "sacramentalidad" de una situación humana:
entrar en su "transparencia" de lo divino, porque Dios se
ha encarnado en nuestro mundo. Desde esta clave
podremos percibir el sentido de nuestro ministerio laical:
ser signo de la presencia de Dios en el ámbito de lo
"mundano". Aquí acude la espiritualidad lasallista
iluminando la situación: "No mirar nada sino con los ojos
de la fe...". Así es cómo la experiencia que sirve de
fundamento a nuestra identidad cristiana, la fe, actúa de
luz que atraviesa toda nuestra actividad humana,
haciéndola "transparente de Dios".
¿Cuál es la diferencia, pues, entre los que se ocupan
en una misma labor, de los que la ejecutan como
"situación ministerial" y los que la realizan como simple
empleo? La principal diferencia no consiste en hacer
cosas nuevas, sino que las mismas cosas se viven de un
modo diferente. La diferencia se produce en cuanto
intervienen la fe y la esperanza: fe en la presencia de Dios
en esa situación ("lugar teológico"), y esperanza en que el
Reino de Dios pueda hacerse más visible en esa situación.
Naturalmente que, al vivirlo de esa forma, será más
fácil prestar mayor atención a los destinatarios, procurar
un mejor servicio, hacerlo con mayor desinterés, estar más
cerca de las personas...
5. El ministerio instituido: un signo para la Iglesia
Cuando esa "situación ministerial" es reconocida por
la Iglesia -por la jerarquía en su papel de discernimiento-
como una parcela importante de la evangelización, como
una parte de la Misión que ella ha recibido de Cristo,
entonces "institucionaliza" el ministerio: es decir,
encarga o envía oficialmente al cristiano o grupo que
manifiesta el carisma correspondiente. Es una aceptación
pública de que este cristiano o grupo es un "signo" para
toda la Iglesia, signo de la presencia de Dios en esa
situación.
El encargo recibido de la jerarquía no añade nada
cuantitativo, ni a la presencia de Dios en un servicio
concreto ("situación ministerial") ni al carisma recibido
para ejercer tal servicio. Pero, en cuanto testigo de la
acción de Dios, al reconocer una realidad ministerial, la
jerarquía ofrece la certeza de que Dios está presente en
esa acción, y que el carisma (la fuerza del Espíritu) que
se manifiesta en el cristiano o grupo es auténtico.
18
Para La Salle, este reconocimiento es un motivo más
para considerar la importancia del ministerio en el
conjunto de la obra eclesial, y para esmerarse en ejercerlo
con un mayor celo. Pero nótese que no se refiere sólo a
ejecutar acciones externas, por importantes que éstas
sean, sino a ser de otra manera; es toda la persona la que
resulta afectada por el ministerio. Es toda nuestra
identidad la que se convierte en signo para la Iglesia.
"Otro motivo debe empujaros a proceder en vuestro
estado con celo ardiente: que no sólo sois ministros
de Dios, sino también de Jesucristo y de su Iglesia"
(MTR 201,2).
"Habéis de considerar vuestro empleo como una de
las funciones más importantes y necesarias en la
Iglesia, de la que estáis encargados de parte de los
pastores y de los padres y madres de vuestros
discípulos" (MTR 199,1).
En el ministerio eclesial de la educación cristiana,
que es el ministerio específico lasallista, se puede
participar desde diferentes opciones y carismas, mediante
los cuales cada uno encuentra también su propia
realización y santificación. La multiplicidad de carismas
en función de la única misión, vividos solidariamente en
la comunidad, contribuye a enriquecer y desarrollar el
ministerio.
La comunidad así constituida para la misión, en
cuanto es mediadora de la Iglesia en la evangelización que
realiza con los jóvenes, es, conjuntamente, el signo de que
el Reino de Dios se hace presente en ese ámbito. Es ella,
por tanto, el auténtico sujeto del ministerio de la
educación cristiana. Cada uno de los que participan en la
comunidad, en cuanto están animados por la fe, viven y
manifiestan el ministerio de forma complementaria a los
otros, pero con diferentes características, según su propia
identidad.
A Monseñor Jesús García Burillo. Obispo de Ávila
Querido Hermano:
El 28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña
que con el tiempo sería conocida como santa Teresa de
Jesús. Al acercarse el quinto centenario de su nacimiento,
vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a Dios por
el don de esta gran mujer y animar a los fieles de la
querida diócesis abulense y a todos los españoles a
conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a
leer sus libros, que, junto con sus hijas en los numerosos
Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen diciendo
quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos
a los hombres y mujeres de hoy. En la escuela de la santa andariega aprendemos a
ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar
muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió
su vida como camino de perfección por el que Dios
conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al
mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los
hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras
las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera
recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de
la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio
tiempo. Teresa de Jesús invita a sus monjas a «andar
alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera santidad
es alegría, porque "un santo triste es un triste santo". Los
santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia
de Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo
del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que,
siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría» (Poesía 2),
se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en
conversar con los hombres: Dios se alegra con nosotros.
Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría
contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su
alrededor. Esta alegría es un camino que hay que andar
toda la vida. No es instantánea, superficial, bullanguera.
Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l).
Expresa el gozo interior del alma, es humilde y «modesta»
(cf. Fundaciones 12,l). No se alcanza por el atajo fácil
que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se
encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2;
30,8), mirando al Crucificado y buscando al Resucitado
(cf. Camino 26,4). De ahí que la alegría de santa Teresa
no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del cielo,
consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino
30,5), poniéndose al servicio de los demás con amor
desinteresado. Al igual que a uno de sus monasterios en
dificultades, la Santa nos dice también hoy a nosotros,
especialmente a los jóvenes:
19
«¡No dejen de andar alegres!» (Carta 284,4). ¡El
Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra
pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios
el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos! La Santa transitó también el camino de la oración,
que definió bellamente como un «tratar de amistad
estando muchas veces a solas con quien sabernos nos
ama» (Vida 8,5). Cuando los tiempos son "recios", son
necesarios «amigos fuertes de Dios» para sostener a los
flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir,
tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de
avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más
se trata al Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel
de viaje, con quien «todo se puede sufrir», pues siempre
«ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6). Para orar
«no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho»
(Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien
no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos
pacientemente (cf. Camino 26,3-4). Por muchos caminos
puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es
el «camino seguro» (Vida 213). Dejarla es perderse (cf.
Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne
actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la
oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin!
Esto vale singularmente para todos los miembros de la
vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la
fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5);
en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un
«corazón enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad con
tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta»
(Poesía 9). Este camino no podemos hacerlo solos, sino
juntos. Para la santa reformadora la senda de la oración
discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia
madre. Esta fue su respuesta providencial, nacida de la
inspiración divina y de su intuición femenina, a los
problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo:
fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a
imitación del "colegio apostólico", siguieran a Cristo
viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda
la Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os junto
El aquí, hermanas» (Camino 2,5) y tal fue la promesa:
«que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Que
linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar
juntos con Cristo como hermanos! Para ello no
recomienda Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente
tres: amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y
verdadera humildad, que «aunque la digo a la postre es la
base principal y las abraza todas» (Camino 4,4). ¡Cómo
desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas
más fraternas donde se haga este camino: andar en la
verdad de la humildad que nos libera de nosotros mismos
para amar más y mejor a los demás, especialmente a los
más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir
como hijos de esta Iglesia madre!
Precisamente porque es madre de puertas
abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los
hombres para llevarles aquel «agua viva» (cf. Jn 4,10) que
riega el huerto de su corazón sediento. La santa escritora
y maestra de oración fue al mismo tiempo fundadora y
misionera por los caminos de España. Su experiencia
mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones
de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje
para la acción y los deberes de cada día, porque también
«entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8).
Ella vivió las dificultades de su tiempo -tan complicado-
sin ceder a la tentación del lamento amargo, sino más bien
aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un
paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios
grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es
tiempo»(Fundaciones 4,6)
Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender
bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor. La
oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas
(cf. Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que
exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de
ensueños, el realismo del amor humilde frente a un
ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa abrevia sus
sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta
469,7.9), como expresión de la urgencia por continuar
hasta el fin con la tarea comenzada. Cuando arde el
mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca
importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por
salir a recorrer los caminos de nuestro propio tiempo, con
el Evangelio en la mano y el Espíritu en el corazón!
«¡Ya es tiempo de caminar! » (Ana de San
Bartolomé, Últimas acciones de la vida de santa Teresa).
Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir
son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros,
especialmente para la familia carmelitana, sus paisanos
abulenses y todos los españoles, en una preciosa herencia
a conservar y enriquecer. Querido Hermano, con mi saludo cordial, a todos
les digo: ¡Ya es tiempo de caminar, andando por los
caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del
tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de
la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos
conducen siempre a Jesús. Les pido, por favor, que recen por mí, pues lo
necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los
cuide. Fraternalmente,
20
Las preguntas del Papa Francisco
— Quería decirles una palabra, y la palabra era alegría.
Siempre, donde están los consagrados, los seminaristas,
las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría,
siempre hay alegría. Es la alegría de la lozanía, es la
alegría de seguir a Cristo; la alegría que nos da el
Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay alegría!
Pero, ¿dónde nace la alegría?
— Mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo
de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea
algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu
corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo
has dejado sofocar por las cosas, que acaban por
atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te
has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O
duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad
son solamente “palabras”?
— Somos víctimas de esta cultura de lo provisional.
Querría que pensaran en esto: ¿cómo puedo liberarme de
esta cultura de lo provisional?
— Esta es una responsabilidad, ante todo, de los adultos,
de los formadores. Es de ustedes, formadores, que están
aquí: dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes.
¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros
coherentes! De lo contrario, el Señor nos dirá lo que
decía de los fariseos al pueblo de Dios: “Hagan lo que
digan, pero no lo que hacen”. Coherencia y autenticidad.
— Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por
anunciarlo, para darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar
por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo
por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados,
pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo
de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas
podemos pensar... Por así decirlo ¿me he “acomodado”
en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida
religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo
la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que
me lleva a “salir fuera”, hacia los demás?
— ¿Cómo estamos con la inquietud del amor? ¿Creemos
en el amor a Dios y a los demás? ¿O somos nominalistas
en esto? No de modo abstracto, no sólo las palabras, sino
el hermano concreto que encontramos, ¡el hermano que
tenemos al lado! ¿Nos dejamos inquietar por sus
necesidades o nos quedamos encerrados en nosotros
mismos, en nuestras comunidades, que muchas veces es
para nosotros “comunidad-comodidad”?
— Este es un hermoso, un hermoso camino a la santidad.
No hablar mal de los otros. “Pero padre, hay
problemas…”. Díselos al superior, díselos a la superiora,
díselos al obispo, que puede remediar. No se los digas a
quien no puede ayudar. Esto es importante: ¡fraternidad!
Pero dime, ¿hablarías mal de tu mamá, de tu papá, de tus
hermanos? Jamás. ¿Y por qué lo haces en la vida
consagrada, en el seminario, en la vida presbiteral?
Solamente esto: piensen, piensen. ¡Fraternidad! Este
amor fraterno.
— A los pies de la cruz, es mujer del dolor y, al mismo
tiempo, de la espera vigilante de un misterio, más grande
que el dolor, que está por realizarse. Todo parece
verdaderamente acabado; toda esperanza podría decirse
apagada. También ella, en ese momento, recordando las
promesas de la anunciación habría podido decir: no se
cumplieron, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin
embargo ella, bienaventurada porque ha creído, por su fe
ve nacer el futuro nuevo y espera con esperanza el
mañana de Dios. A veces pienso: ¿sabemos esperar el
mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de
Dios para ella es el alba de la mañana de Pascua, de ese
primer día de la semana. Nos hará bien pensar, en la
contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La
única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la
esperanza de la madre, que en ese momento es la
esperanza de toda la humanidad. Me pregunto a mí y a
ustedes: en los monasterios, ¿está aún encendida esta
lámpara? En los monasterios, ¿se espera el mañana de
Dios?
— La inquietud del amor empuja siempre a ir al
encuentro del otro, sin esperar que sea el otro a
manifestar su necesidad. La inquietud del amor nos
regala el don de la fecundidad pastoral, y nosotros
debemos preguntarnos, cada uno de nosotros: ¿cómo va
mi fecundidad espiritual, mi fecundidad pastoral?
—Una fe auténtica implica siempre un profundo deseo de
cambiar el mundo. He aquí la pregunta que debemos
plantearnos: ¿también nosotros tenemos grandes visiones
e impulsos? ¿También nosotros somos audaces? ¿Vuela
alto nuestro sueño? ¿Nos devora el celo? (cf. Sal 69, 10)
¿O, en cambio, somos mediocres y nos conformamos con
nuestras programaciones apostólicas de laboratorio
“Carta circular
a los consagrados y consagradas
hacia el año dedicado a la Vida consagrada”
Del Papa Francisco
Roma, 2 de febrero de 2014,
fiesta de la Presentación del Señor.
21
Con la fuerza de Dios.
Hoy estoy dispuesto:
gracias a la fuerza del Cielo.
Con la luz del sol,
el resplandor de la luna,
el esplendor del fuego,
la velocidad de la luz,
la rapidez del viento,
la profundidad del mar,
la firmeza de la roca.
Hoy estoy dispuesto:
gracias a la fuerza de Dios que me conduce.
La mirada de Dios precede mis pasos,
la sabiduría de Dios me guía,
el camino de Dios se extiende ante mí,
el escudo de Dios me protege:
de todo aquello que pudiera hacerme daño,
en cualquier parte,
en la soledad y en la multitud,
contra todo poder cruel y despiadado
que pueda atentar contra mi cuerpo o mi alma.
Cristo conmigo, Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí,
Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí,
Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda.
Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento,
Cristo cuando me levanto, Cristo me protege.
Cristo en el corazón de todo el que piense en mí,
Cristo en los labios de todo el que hable de mí.
Hoy estoy dispuesto.
(San Patricio)
22
Maestros, testigos, mensajeros… (Meditaciones 193 y 196)
Señor Dios nuestro,
Tú has creado a los hombres y quieres que conozcamos la Verdad,
-Verdad que eres tú mismo-
revelada por Jesús, anunciada por los Apóstoles y proclamada por la Iglesia.
Señor, tú deseas que todas las mentes humanas sean iluminadas con la luz de la fe.
Pero ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de ti?
¿Y cómo oirán hablar si no hay personas que te anuncien?
Envía predicadores y maestros que anuncien tu Palabra.
Tú, Señor, difundes tu bondad por ministerio de los hombres.
Tú hiciste brillar la luz en medio de las tinieblas;
Tú iluminas los corazones de los que eliges para anunciar tu Palabra a los niños
para que puedan comunicarles tu gloria.
Señor, Tú que nos has encomendado el ministerio de la educación cristiana,
ilumínanos para que anunciemos tu Palabra, no nuestra palabra.
Para que demos a conocer tu Verdad, no nuestra verdad,
pues somos tus ministros y dispensadores de tus misterios.
Eres un Padre maravilloso
y quieres que los niños y jóvenes lleguen a conocer y vivir la fe en Jesús,
por eso, cuando los padres por ignorancia o por su pobreza,
o por las ocupaciones en sus negocios, no realizan su labor educadora...
envías educadores cristianos que transmiten tu verdad.
Ilumínanos, Señor,
para que, guiados por el ejemplo de Jesús,
pongamos las bases y cimientos de la fe y el amor a Dios en los niños.
Tú nos has elegido para instruir, enseñar y exhortar.
Mueve el corazón y la voluntad de los alumnos para seguir a Jesús.
Ayúdanos a completar la obra educadora de los padres,
siendo hermanos y amigos para los jóvenes.
Tú eres, Señor, el labrador que cultiva el campo.
Eres arquitecto que construye el edificio.
Nosotros somos tus hortelanos y albañiles
cuando anunciamos tu Evangelio, cuando transmitimos tu Verdad.
Gracias, Señor,
porque nos destinas a anunciar el mensaje, siempre joven, del Evangelio
a los más pequeños, dándoles medios para salvarse.
Queremos enseñarles con palabras sencillas
a Cristo crucificado, fuente de salvación.
Nosotros sembramos.
Tú eres, Señor, el que hace germinar,
el que hace crecer y el que hace dar fruto.
Te pedimos que nos enseñes a ser buenos educadores
y nos ayudes a ser tus testigos.
23