8- EN EL CENTRO DE LA ESCENA
Aunque la tarea de los sacerdotes que se desempeñaban en las villas de emergencia
de la Capital Federal nunca había sido reprobada por el arzobispado porteño, los clérigos
habían solicitado reiteradamente a sus superiores que se reconociera en forma oficial su
actuación en ese ámbito. Con este pedido, los “curas villeros” perseguían dos objetivos: que
se permitiera a quienes los desearan dedicarse a asistir a los marginados en forma exclusiva
(hasta ese momento era obligatorio que desarrollaran tareas en otros ámbitos) y que se
elaborara un plan especialmente adaptado a las necesidades de esos fieles.
Por esta razón, cuando, en septiembre de 1969, monseñor Aramburu difundió el
“Plan Pastoral para las Villas de Emergencia” y nombró un “Equipo Sacerdotal y Obrero”
destinado a llevarlo a cabo, los presbíteros porteños sintieron la inmensa alegría de
encontrarse ante la posibilidad de desarrollar plenamente su vocación.1
Previo a la aprobación del “Plan Pastoral”, no obstante, habían quedado atrás
muchas tensiones. El padre Héctor Botán, quien se desempeñaría en adelante como
responsable de los “curas villeros”, debió pasar por difíciles pruebas hasta ver concretado el
proyecto.
“Desde hacía casi un año -relata Botán- yo había discutido mucho con Caggiano
para que los sacerdotes pudiéramos vivir en las villas. Él se oponía, aunque me trataba
con respeto y prometía seguir analizando esa posibilidad. Yo quería quedarme
permanentemente allí porque entendía que no era lógico que regresara a mi parroquia a
media tarde, cuando la mayoría de los villeros todavía no volvía de su trabajo. Yo nunca
dejaba de insistir. Le explicaba (a Caggiano) que los pobres habían sido los preferidos de
Jesús, que del Evangelio y de los últimos documentos de la Iglesia se desprendía
claramente que había que comprometerse con ellos, y que si no lo hacíamos éramos
hipócritas”.
Ya sin argumentos, el cardenal finalmente aceptó, pero los pasos siguientes no
fueron sencillos. Si bien Caggiano aún era formalmente la autoridad máxima de la
arquidiócesis, su edad avanzada no le permitía hacerse cargo de las decisiones más
complejas. La facultad de redactar el plan quedaba entonces en manos de Aramburu, quien
designó a uno de sus secretarios, el padre Horacio Bózzoli,2 para que elaborara un borrador
junto con Botán.
La personalidad de Bózzoli, un tradicionalista intransigente, estuvo a punto de
frustrar el proyecto. Las reuniones dedicadas a redactar el documento eran caóticas, pues el
pensamiento totalmente opuesto de los dos sacerdotes provocaba constantes conflictos. En
razón de ello, luego de varios meses de trabajo, Botán decidió apartarse. El líder de los
curas villeros pensó que ése sería el fin de su anhelo, pero pocos días después Aramburu
reapareció en escena y les preguntó si el documento final ya se encontraba listo. Al
enterarse de la situación, convocó a ambos clérigos y, luego de increparlos con dureza, los
1 Simultáneamente, muchos sacerdotes canalizaban las mismas inquietudes en el interior del país
vinculándose a las Ligas Agrarias (nacidas por inspiración del sacerdote jesuita Alberto Sily), las cuales se
constituirían en el movimiento rural más importante en el apoyo a los microproductores campesinos pobres
que haya existido en la Argentina. 2 Posteriormente obispo auxiliar de Buenos Aires (1975), obispo titular de San Miguel (1978) y arzobispo de
Tucumán (1983).
obligó a retomar la tarea hasta concluirla.
El texto finalmente aprobado me conformó -asegura Botán- aunque no era
exactamente lo que yo deseaba. A Bózzoli, por el contrario, no le gustaba nada. Incluso
recuerdo que, al llevarlo a la firma de Aramburu, me dijo: ‘Si yo fuera el obispo, en mi
vida firmaría esto’. Entonces, yo le contesté: ‘Gracias a Dios que no sos el obispo’”.
El documento oficial expresaba la necesidad de “un trabajo especialmente
adaptado” dentro de la pastoral general. Señalaba que “se parte de una inquietud: estar
presente en el mundo trabajador y pobre, compartiendo su suerte, buscando intensificar
una imagen de la Iglesia solidaria y accesible, que los comprende, que sufre con ellos, y
que desea e impulsa su promoción integral y verdaderamente humana”.3
Por ello, se juzgaba conveniente formar “una pequeña comunidad en la que los
sacerdotes, mediante la coherencia de pobreza e integración a ese medio, podrán vivir del
trabajo de sus manos y de lo que reciban espontáneamente de sus fieles”. Los diez curas
designados pertenecían, en su mayoría, al MSTM. Además de Mugica y Botán,
conformaban el grupo otros cuatro sacerdotes del clero secular (Jorge Vernazza, Rodolfo
Ricciardelli, Jorge Goñi y Miguel Valle), dos jesuitas (José María “Pichi” Meisegeier y
Orlando Yorio), un franciscano (Pedro Lephaile) y un oblato de María Inmaculada (Daniel
de la Sierra).
Con respecto a esta oficialización del trabajo presbiteral en los asentamientos
porteños, Mugica afirmaba entonces:
“... Esta experiencia que se inicia es muy importante. Porque, como dijo Pío XII
hace ya muchos años, el gran escándalo del siglo es que la clase obrera se ha perdido para
la Iglesia..., porque muchas veces se ha presentado como una Iglesia de los poderosos, y
no precisamente de los pobres”.4
Aunque el decreto autorizaba a los sacerdotes a proveerse el sustento mediante el
trabajo de sus manos, Mugica fue uno de los pocos que no usufructuó ese permiso. Sus
múltiples actividades le impedían imitar a la mayoría de sus pares, quienes comenzaron a
realizar tareas “laicas”. En efecto, Vernazza y De la Sierra trabajaban en una carpintería;
Ricciardelli y Goñi, en una empresa de reparación de ascensores; Botán, en una herrería y
Lephaile se desempeñaba como peón de taxi.
A pocos meses de sancionado el “Plan Pastoral”, los miembros del “Equipo”
comenzaron a impulsar la interrelación entre los moradores de los distintos asentamientos.
Como primera medida para llevar a cabo este objetivo, organizaron peregrinaciones anuales
conjuntas de villeros a Luján.
En la primera de ellas, realizada el 28 de diciembre de 1969, una verdadera multitud
acudió a la cita (había 130 micros repletos). Al llegar a destino, en el atrio de la basílica se
leyó un mensaje en el que los sacerdotes exponían una serie de datos estadísticos que
evidenciaban el “fracaso” del plan de erradicación decretado por el gobierno. Por ese
3 "Plan pastoral para las villas de emergencia". Publicado en el “Boletín Eclesiástico del arzobispado de
Buenos Aires”, septiembre de 1969. 4 Entrevista radial citada en Jorge Vernazza, "Padre Mugica: una vida para el pueblo". Buenos Aires,
Pequén, pág. 206.
motivo, los presbíteros exigían: “transformemos las villas en barrios obreros”.5
En una reflexión esclarecedora, los clérigos destacaban también las virtudes de sus
fieles:
“Quienes tenemos la gracias de convivir con los villeros, debemos testimoniar la
inmensa riqueza de valores humanos y cristianos que se da en la mayoría de ellos. Nada
más injusto e inexacto que la falsa imagen de indolencia y vicios con los que `los del
asfalto´ pretenden cubrir la triste realidad de las villas, para eludir su responsabilidad
social respecto de las mismas”.
* * *
La atractiva personalidad del padre Mugica lo había llevado a convertirse en una
figura sumamente conocida entre los católicos practicantes. Sin embargo, su popularidad
aún no iba más allá de ciertos ambientes religiosos.
Pero las cosas empezaron a cambiar para el “cura rubio”. A partir de la decidida
irrupción del MSTM en la realidad nacional, su voz, sus expresiones y su imagen
comenzaron a aparecer muy frecuentemente en los medios de comunicación. Casi sin
quererlo, el padre Carlos comenzó a transformarse en el rostro más visible del Movimiento
y, para muchos, en el único referente. Una de las primeras veces en que ello ocurrió fue a
fines de 1969, cuando en el programa televisivo “Tiempo Nuevo”, conducido por Bernardo
Neustadt y Mariano Grondona, sostuvo que “el socialismo es el régimen que menos
contraría la moral cristiana”. Aunque expresiones similares habían aparecido con
frecuencia en los documentos sacerdotales, aquella declaración causó una gran polémica y
le acarreó una buena cantidad de enemigos.
No resulta difícil comprender las razones por las cuales Mugica empezaría a
constituirse en un personaje interesante para los medios. En primer lugar, por el contexto
político-ideológico de entonces: según un estudio realizado en 1971, el “tercermundismo”
fue, durante los dos primeros años de la década, uno de los tres temas más tratados por la
prensa. Además, en un país gobernado antidemocráticamente, no dejaba de sorprender que
un movimiento sacerdotal se transformara en la “contracara” del régimen. El propio
Mugica lo describiría muy bien en un reportaje:
“...El mundo parecía en vísperas de una gran y colosal transformación... (pero)
aquí, en la Argentina... nos sentíamos en la gran ‘congelación’ nacional. Los políticos
estaban recluidos, los intelectuales callados. En consecuencia, la aparición de un grupo
insólito (¡el clero!) no podía menos que conmocionar. Los eternos aliados del orden ahora
propiciaban cambios radicales”.6
Todo ello generaba un ambiente propicio para que un miembro del MSTM se
transformara en un hombre público. Pero se necesitaba para ello una personalidad
“atractiva”, que despertara interés, y el padre Carlos poseía algunas cualidades que no
5 Declaración del Equipo pastoral para las villas de emergencia" al finalizar la primera peregrinación de
villeros a Luján, el 28/12/1969. Citada en Jorge Vernazza, "Una vida con los pobres: los curas villeros".
Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1989, pág. 26-28. 6 Rolando Concatti, op. cit.
pasaban inadvertidas: era inteligente, rápido para responder, no eludía ningún tema y poseía
un notable sentido del humor. Su discurso, generalmente polémico, generaba adhesiones y
rechazos, pero jamás indiferencia. Como si todo esto fuera poco, también contaba su
atractivo físico, que lo hacía sumamente requerido por las mujeres.
El lenguaje de Mugica era simple y accesible, y el contenido de su discurso
claramente popular. Los más humildes se identificaban con su prédica, a la que encontraban
más comprensible que las declaraciones del MSTM, redactadas casi siempre en un lenguaje
más académico.
En uno de los primeros reportajes extensos que le realizaron a comienzos de 1970,
Carlos Mugica ya era presentado a los lectores como un sacerdote atípico. Durante la nota
que le realizó la revista “Siete Días”, tuvo la ocasión de definir algunas de las líneas
fundamentales de su pensamiento.7 Allí destacó en primer término que el verdadero
creyente no es el que cumple mecánicamente con determinados ritos. “Son muchos los que
fueron bautizados o tomaron la comunión pero no tienen amor concreto por el prójimo.
Son cristianos muertos”, subrayó con convicción.
Siguiendo en la misma línea de exposición, el padre Carlos agregaba:
“Hay... gente que cree que comulga, pero solamente traga la hostia. Si yo voy a
recibir la comunión y soy racista, o sectario, o un explotador que oprime a su hermano, me
dice San Pablo (que) ‘ingiero el cuerpo del Señor indignamente, me trago y me bebo mi
propia condenación’. Porque el pecado es vivir en el egoísmo”.
En otro tramo de la entrevista expresaba, contra lo que algunos de sus adversarios le
endilgarían más adelante, que los más humildes no son los únicos destinatarios de la
Palabra de Dios.
“La Iglesia también debe evangelizar a los ricos, entendiendo por (ello) ayudarlos
a dejar de serlo. Eso no significa que tire todo por la ventana, sino que ponga todos sus
bienes al servicio de la comunidad:... Si viene un empresario católico y me dice: ‘Yo me
convertí, Padre, realmente quiero vivir el Evangelio’, no me queda otro remedio que
contestarle que cambie radicalmente el enfoque de su empresa, dándoles participación
efectiva en las ganancias a todos los trabajadores”.
Carlos Mugica también criticaba con dureza la actitud y el estilo de vida de
“algunos obispos”. En su opinión, una de las causas que impulsaba a muchos sacerdotes a
abandonar su ministerio es “el escándalo que les hacen las jerarquías clericales
comprometidas con el dinero. con el privilegio..., con el desorden establecido”.
Pese al contenido polémico de sus declaraciones, Mugica aseguraba, al final de la
entrevista, que sus palabras no les traerían “ningún problema” con los prelados.
“Mi pensamiento –explicaba- encuentra inspiración en la Populorum Progressio,
de Paulo VI, en los documentos de Medellín y, sobre todo, en los documentos de nuestro
obispo, especialmente el... de Justicia (San Miguel), aprobado en abril de 1969.
Sin embargo, la realidad era que sus dichos sí molestaban a sus superiores. Incluso,
7 Revista "Siete Días", 11/01/1970, pág. 14-17.
en algunas oportunidades era su amigo Héctor Botán quien sufría las consecuencias de las
iras episcopales.
“Como responsable de los curas villeros –asegura Botán-, yo tenía que estar al
tanto de toda la actuación de Carlos en los medios porque, cuando él se equivocaba o
decía algo muy duro, Aramburu me llamaba a mí para recriminármelo. En esas ocasiones
yo actuaba como cualquier padre con su hijo: hacia fuera lo defendía ‘a muerte’, pero
luego, a solas, le decía ‘de todo’”.
* * *
La presencia de Mugica en los medios de comunicación, además de transformarlo
en una figura reconocida, tuvo otra derivación quizás inesperada: muchas personalidades de
diversos ámbitos se sintieron impactados por figura y comenzaron a tratarlo. La
religiosidad, dimensión prácticamente ausente entre quienes suelen aparecer en los
primeros planos, comenzó a ser revalorizada por algunos de ellos después de conocer a este
cura “especial”, tan distinto a aquellos otros que generalmente habían conocido durante su
infancia y adolescencia. Entre quienes se acercaron al sacerdote había futbolistas (Roberto
Perfumo, Oreste Omar Corbatta y Martín Pando), músicos (Miguel Cantilo y “Piero”),
actores (Marilina Ross, Norman Briski, Carlos Carella, Luis Brandoni, Juan Carlos Gené y
“Chunchuna” Villafañe), cineastas (Fernando “Pino” Solanas, Octavio Getino y Leonardo
Favio), escritores (Marta Lynch) y periodistas (Magdalena Ruiz Guiñazú, Odile Barón de
Supervielle y Mariano Grondona).
La actriz y ex modelo “Chunchuna” Villafañe fue una de las personas que se
sintieron más impactadas por las palabras y el testimonio viviente del sacerdote, a tal punto
que se transformó durante varios años en una de sus colaboradoras en Retiro.
“Chunchuna” recuerda que conoció personalmente a Mugica en una reunión social
realizada en junio de 1970, y que esa misma noche le propuso colaborar con él en la villa.
“Como Carlos accedió enseguida -relata-, al poco tiempo comencé a ocuparme de
procurar mejoras en las viviendas. Este proyecto, sin embargo, no llegó a buen término
porque no conseguíamos los materiales que necesitábamos. Una de las pocas cosas que
logré fue construir una habitación para Carlos, al lado de la nueva capilla que se estaba
edificando. Era un cuarto pequeño, con las mínimas comodidades.
Luego del fracaso de aquel primer emprendimiento, la rubia actriz comenzó a
ocuparse de otros menesteres, como acompañar a los enfermos a los hospitales públicos.
Con una mueca de disgusto, asegura que, cumpliendo esa labor, “muchas veces terminaba
indignada. Cuando me veían con ellos los atendían enseguida, pero cuando iban solos los
hacían esperar durante varias horas porque eran villeros”.
Pese a estos sinsabores, seguía acompañando al sacerdote debido a la admiración
que sentía por él.
“En Carlos –reflexiona- encontré muchas de las respuestas que necesitaba porque,
si bien yo siempre había sido católica, tenía muchas dudas con respecto a algunas
cuestiones fundamentales de la fe. Además, gracias a su ejemplo, aprendí lo que
verdaderamente significa amar al prójimo”.
La relación de “Chunchuna” con el sacerdote la “movilizó” a enviar a Inés Molina,
la menor de sus dos hijas, a realizar el curso de catequesis en Retiro. Allí, luego de
prepararse durante varios meses, la niña recibió la comunión junto con otros chicos villeros.
La fiesta posterior a la administración del sacramento, que se realizó en su casa, permanece
como uno de los recuerdos “que no olvidaré jamás”.
La artista recuerda además un hecho que, según ella, contribuye a describir
claramente la personalidad del padre Carlos.
“Una noche -relata emocionada-, me sentía terriblemente mal por un conflicto muy
profundo que estaba viviendo. Entonces, decidí llamarlo por teléfono de madrugada. Le
pedí disculpas por molestarlo tan tarde pero él, en lugar de enojarse, me respondió: ‘Antes
de que me cuentes nada quiero aclararte que, al ayudarte, en realidad no soy yo quien te
está haciendo un favor, sino que sos vos quien me lo está haciendo a mí. Porque cuando
tengo la oportunidad de hacer sentir bien a alguien es cuando descubro que realmente soy
necesario, y eso es lo más maravilloso que le puede pasar a un ser humano’.
Estas palabras –concluye- me quedaron grabadas, y trato de tenerlas en cuenta
cuando pido o me piden ayuda”.
* * *
Si bien la opción personal de Carlos Mugica por el peronismo recibía algunos
cuestionamientos, el “cura del pueblo” no era, ni mucho menos, el único clérigo de los
llamados “comprometidos” que recorría este “camino político”. Más bien, el contexto de
aquellos años había inclinado a la mayoría de los miembros del MSTM a añorar los años en
los que, durante el gobierno del líder exiliado, los sectores populares habían disfrutado de
una situación que no volvería a repetirse.
“A mí -reflexiona el padre Héctor Botán- lo que me transformó fue el hecho de tener
una opción concreta por la gente pobre y percibir, en mi trato diario con ellos, que querían
a Perón con toda el alma y guardaban un recuerdo imborrable de su gobierno”.
Su reflexión no difiere demasiado de la del padre José María “Pichi” Meisegeier,
también integrante del “Equipo Sacerdotal para las Villas de Emergencia”. Meisegeier
destaca que, como el pueblo era fundamentalmente peronista, “uno se identificaba y
acompañaba esa esperanza religioso-política. Hoy lo vemos de otra manera, pero en ese
momento la situación estaba planteada así”.
Pese a esta adhesión mayoritaria, el MSTM no podía sustraerse a las tensiones que
la dicotomía peronismo-antiperonismo había instalado en todos los ámbitos de la realidad
nacional. Dentro del Movimiento sacerdotal también existía un grupo que rechazaba de
manera terminante el régimen que había imperado en la Argentina durante casi diez años.
Estos sectores, volcados hacia distintas vertientes de izquierda, consideraban al
justicialismo como un movimiento totalitario y populista.
Las discusiones sobre esta importante cuestión política se planteaban
constantemente en las reuniones de los presbíteros. El mismo Perón había intentado, en
marzo de 1969, volcar la balanza en su favor enviándoles una carta en la cual destacaba “la
admiración y el cariño que siento por los Sacerdotes del Tercer Mundo..., porque ellos
representan la Iglesia con la que siempre he soñado”.8
La complejidad e importancia del tema exigía al MSTM una definición orgánica
con respecto al peronismo, y la oportunidad se presentó durante el tercer encuentro
nacional, celebrado en mayo de 1970 en el Colegio Universitario Mayor, en Santa Fe. Por
primera vez se trasladaba la sede de las deliberaciones fuera de la provincia de Córdoba y,
también por primera vez, se invitaba a todos los miembros de la agrupación. Aunque
muchos no pudieron concurrir, el número de asistentes volvió a ampliarse con respecto a
los encuentros de los años anteriores: participaron esta vez 117 sacerdotes de 25 diócesis.
Las discusiones fueron arduas, pero el informe final elaborado reafirmó la adhesión
de los presbíteros al “proceso revolucionario”, al cual debía incorporarse “el pueblo”. Los
clérigos tercermundistas constataban que “la experiencia peronista y la larga fidelidad de
las masas” a ese movimiento constituían un elemento clave” en pos de ese objetivo. Por
esa razón, señalaban que “el reconocimiento de este hecho por parte de todas las fuerzas
revolucionarias” ayudaría a concretar “la unidad de todos los que luchan por la liberación
nacional”.9
El texto indicaba, en definitiva, el triunfo de la postura mayoritaria. El padre
Domingo Bresci, representante de Buenos Aires, destaca que aun quienes denigraban al ex
presidente “tuvieron que reconocer que el camino hacia el cambio de estructuras debía
incluir al peronismo y tomarlo como eje, por más que también pudieran tener lugar otras
posturas ideológicas”. Pero el secretario general del MSTM, Miguel Ramondetti, estaba
sumamente preocupado.
“Hasta ese momento -señala- todos habíamos estado de acuerdo en nuestra
adhesión al socialismo, pero en Santa Fe me di cuenta de que se estaba produciendo un
‘giro ideológico’ que, a mi criterio, podía ser perjudicial para el Movimiento”.
* * *
No fueron pocos quienes, hasta el mismo día de su muerte e incluso después de ella,
vincularon al Padre Mugica con los episodios de violencia ejercidos por grupos
clandestinos cuya finalidad era lograr el tan proclamado cambio de estructuras. La antigua
relación del sacerdote con algunos integrantes de la organización “Montoneros”, a lo cual
se sumaron declaraciones que realizó en diversas oportunidades, contribuyeron a generar
sospechas y denuncias que lo condujeron incluso a la cárcel.
Para analizar la responsabilidad de Mugica en particular y del MSTM en general en
estos hechos, es necesario estudiar el proceso que se inició con el secuestro del teniente
general y ex presidente provisional Pedro Eugenio Aramburu, y que concluyó meses
después con el encarcelamiento del Padre Hernán Benítez y del propio “cura rubio”.
También conviene tener en cuenta el clima particular que se vivía en el país, con la
palabra revolución impregnando todos los ambientes, y con los ideólogos y militantes
progresistas discutiendo constantemente la validez de la lucha armada para lograr el
ansiado cambio de estructuras. En este contexto, los miembros del MSTM se habían
8 Carta enviada por Juan Domingo Perón al MSTM en marzo de 1969. Publicada en “Enlace” (publicación
del MSTM), Nº 16, mayo-junio de 1971, pág. 27-28. 9 MSTM. “Comunicado del Tercer Encuentro Nacional”. Santa Fe, 02/05/1970.
referido a este problema en su tercer encuentro nacional:
“El Movimiento -señalaban los presbíteros- no es, ni quiere, ni puede constituirse en
partido político. Rechaza asimismo, y por las mismas razones, convertirse en grupo
revolucionario para la toma del poder ... ”.10
Sin embargo, los curas destacaban también su respeto por “la libertad de opción de
sus propios miembros” y consideraban que “no habrá socialismo auténtico en
Latinoamérica sin esa toma del poder por auténticos revolucionarios, surgidos del pueblo
y fieles al mismo”.
Indudablemente, estas palabras generaban en la población dos importantes dudas
que hacían crecer las sospechas acerca de que el Movimiento hubiera asumido una postura
pro-guerrillera: quiénes eran o podían arrogarse la cualidad de ser los “auténticos
revolucionarios”, y cuál era el método que debían utilizar para llevar a cabo su propósito.
De todos modos, los curas no identificaban necesariamente el término “revolución” con
“violencia armada” ni con “marxismo”. De hecho, las dos últimas dictaduras militares -una
concluida y la otra en plena vigencia- se habían autodenominado “Revolución Libertadora”
y “Revolución Argentina”.
Quiso la casualidad que, pocos días después del congreso santafecino, ocurriera el
secuestro de Aramburu. Aquel 29 de mayo de 1970, varios integrantes de "Montoneros",
disfrazados de militares, se presentaron en el departamento del ex presidente provisional y
le dijeron que tenía que acompañarlos. Creyendo que eran oficiales del Ejército, Aramburu
bajó con ellos en el ascensor, los siguió, e ingresó en un automóvil. Enseguida, los jóvenes
guerrilleros lo condujeron hacia la estancia "La Celma", que pertenecía a los padres de
Carlos Ramus y estaba ubicada en Timote, una muy pequeña localidad del interior de la
provincia de Buenos Aires. Apenas llegaron al lugar le dijeron quiénes eran, aunque
Aramburu ya se había percatado de ello durante el viaje.
En los días siguientes, mientras las presunciones por la suerte del general eran cada
vez más pesimistas, Montoneros distribuyó, el 1º de junio, un comunicado dirigido “al
pueblo de la Nación” en el cual informaba que “hoy, a las 7.00 horas, fue ejecutado Pedro
Eugenio Aramburu”.11
En ese momento, nadie lo creyó. Diversas versiones circulaban
acerca de la desaparición del general, y una de las que gozaba de mayor credibilidad
indicaba que los autores del secuestro eran camaradas de armas.
Entretanto, a causa del secuestro, el día 8 se produjo la destitución de Onganía. A un
caótico estado general signado por los desaciertos económicos y la represión reinante se
había agregado la sensación, percibida por primera vez durante el “Cordobazo”, de que el
primer mandatario ni siquiera era capaz de garantizar la seguridad pública. Sin embargo, su
reemplazo por el desconocido general Levingston, lejos de generar tranquilidad, acentuó el
malestar de la población.
Dos días más tarde, la evidencia hallada en la sucursal Flores del Banco de Galicia
hizo recordar el comunicado montonero. Dentro de un buzón aparecieron el reloj que
llevaba Aramburu el día de su secuestro, dos bolígrafos de su pertenencia y un llavero que
le habían obsequiado sus subalternos del Regimiento Nº 5 de Infantería.
La compleja situación reinante planteaba un dilema a los militantes peronistas y de
grupos de izquierda. El ex presidente provisional representaba mucho de lo que ellos
denigraban, y había sido el responsable de los fusilamientos ocurridos en 1955, luego de
10
Idem. 11
"Montoneros", comunicado Nº 4. En "Clarín", 03/06/1970, pág. 22.
una rebelión militar ocurrida a poco de comenzar el gobierno de la "Revolución
Libertadora". Sin embargo, aun cuando se repudiara a la víctima, no podía justificarse su
asesinato.
El MSTM no era ajeno a estas presiones. Diariamente, la mayoría de los medios de
comunicación arrojaban acusaciones contra alguno de sus miembros en particular o contra
todo el movimiento en general. Para responder a esta campaña, el grupo de sacerdotes
emitió una declaración antes de finalizar el mes de junio.
El mensaje causó una gran desilusión a quienes esperaban que el crimen fuera
enérgicamente condenado. Los clérigos, haciendo gala de una absoluta falta de tacto,
señalaban su disconformidad con Aramburu e igualaban su situación con la de otros
militantes caídos.
"No es cristiano -mencionaba el MSTM- menospreciar la vida de un hombre, pero
tampoco lo es sobrevalorarla en relación con la de otros. De allí, que, al lamentar esa
desaparición (aunque no compartamos las ideas ni estemos de acuerdo con la conducta
política de Aramburu) no podemos menos que recordar los nombres de otros compatriotas
desaparecidos en circunstancias similares: Valle, Vallese, Blanco, Cabral".12
En medio de una situación social sumamente convulsionada, las fuerzas de
seguridad, cuya ineptitud para esclarecer el secuestro quedaba cada vez más de manifiesto,
se vieron favorecidas en su tarea por la ayuda involuntaria que le prestaron los mismos
Montoneros. El 1º de julio, un comando perteneciente a la organización intentó tomar sin
éxito la localidad cordobesa de La Calera. El operativo, mal organizado y peor concretado,
culminó con el arresto de once guerrilleros y dejó heridos a otros cuatro. Alguno de los
capturados “cantó”, y esas revelaciones llevaron directamente al cadáver de Aramburu,
encontrado pocos días después, y a conocer detalles sobre el funcionamiento de la
organización subversiva.
Los mismos ejecutores del asesinato del militar, evidenciando su falta de respeto por
la vida humana, contaron su crimen años después en un artículo periodístico.13
Según sus
captores, Aramburu, quien permanecía atado a una cama, fue sometido a un "juicio
revolucionario" que duró dos días enteros. Se lo acusaba del fusilamiento del general Valle
y del resto de los sublevados en 1956, del robo del cadáver de Eva Perón y de pretender
encabezar un golpe palaciego para instalarse en el poder. El resultado del proceso fue,
como ya estaba previsto, la condena a muerte del militar.
Tras anoticiarlo de la "sentencia", los guerrilleros llevaron a Aramburu al sótano de
la estancia. Fernando Abal Medina le dijo:
- General, vamos a proceder.
- Proceda, respondió Aramburu.
Entonces, Abal Medina le descerrajó un tiro en la cabeza. Mientras tanto, afuera,
Mario Firmenich golpeaba una llave inglesa contra una morsa para que no se escuchara el
ruido del disparo. El cadáver fue tapado con una manta, enterrado, y cubierto con cal.
* * *
El homicidio de Aramburu afectó en forma directa al MSTM, ya que a su poco feliz
12
MSTM. “Declaración del Movimiento sobre el secuestro del General Aramburu y la destitución del
General Onganía”. Buenos Aires, 22/06/1970. 13
Revista "La causa peronista", 03/09/1974.
declaración se agregaban las anteriores relaciones de algunos de sus miembros con quienes
ahora formaban parte de la organización “Montoneros”. El primero en sufrir las
consecuencias fue el padre Alberto Carbone, quien se desempeñaba como director de
"Enlace", la publicación oficial del movimiento. Al igual que Mugica, Carbone había
conocido a Mario Firmenich siendo asesor de la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC).
La trama de acontecimientos se inició el 3 de julio, cuando el líder guerrillero se
dirigió a la Casa del Clero, lugar de residencia de Carbone. En sus brazos cargaba una
máquina de escribir, aparentemente la misma con la cual se habían redactado los
comunicados en los que se anunciaba el secuestro y el "ajusticiamiento" del ex presidente.
Evidentemente alterado, Firmenich se presentó ante el sacerdote y le explicó que
deseaba tener una “larga charla” con él, aunque no en ese momento sino días después
porque había dejado “el auto mal estacionado”. Antes de retirarse, y sin referirse en ningún
momento al crimen, Firmenich le pidió al sacerdote:
- Alberto, ¿No me guardaría esta máquina hasta que regrese?
Ingenuamente, Carbone aceptó. No se imaginaba que ese acto lo llevaría a padecer
la cárcel y a verse involucrado en uno de los juicios orales y públicos más trascendentes de
los realizados hasta ese momento en el país.
Poco después, exactamente el 8 de julio, un grupo de policías vestidos de civil se
presentaron donde habitaba el presbítero y lo interrogaron sobre su relación con Firmenich
y Ramus, de quienes ya se sospechaba por el asesinato de Aramburu. Los integrantes de la
comitiva pidieron a Carbone que los acompañara hasta el Departamento Central,
argumentando que el Padre Gardella, capellán de la Policía, necesitaba verlo con urgencia.
Al llegar a destino, le informaron de que quedaba detenido e incomunicado. Pocos días
después, basándose en el relato del propio Carbone, quien les contó la visita que le había
hecho el jefe montonero, agentes de las fuerzas del orden encontraron la máquina de
escribir en la habitación del sacerdote.
Aunque las pericias no pudieron demostrar en forma concluyente que la máquina
fuera aquella con la que se escribieron los comunicados (de hecho, la prueba de escritura
que se tomó al secuestrarla del cuarto del presbítero se perdió y nunca más apareció en la
causa) Carbone fue trasladado al penal de Villa Devoto. Al conocerse la noticia, llovieron
nuevas acusaciones contra el MSTM. El 2 de agosto, la mayoría de los diarios de la Capital
Federal y algunos del interior publicaron una "Declaración de Sacerdotes" argentinos14
,
firmada por más de 300 presbíteros (entre ellos el párroco del Socorro, Miguel Lloveras,
quien años antes había solicitado y obtenido el relevo de Mugica de esa iglesia) en la cual
se condenaba el accionar del movimiento. Diez días después, la Comisión Permanente del
Episcopado emitió una declaración en la cual se daban a conocer algunos "errores" en las
posturas asumidas por los sacerdotes.15
Mientras tanto, el abogado Carlos Sacheri, autor de un libro que describía a los
sacerdotes tercermundistas como "parte de la iglesia clandestina" y "prolongación de las
herejías históricas"16
, pronunciaba numerosas conferencias en todo el país. Las
disertaciones de Sacheri, miembro de la ultraderechista y fundamentalista "Tradición,
Familia y Propiedad" (TFP), tenían una generosa cobertura por parte de la prensa.
14
“Declaración de sacerdotes argentinos”. En “La Prensa”, 02/08/1970, pag. 10. 15
Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), el 12/08/1970.
Publicada en "Clarín", 13/08/1970. 16
Carlos Sacheri, "La Iglesia clandestina". Buenos Aires, ediciones del Cruzamente, 1970.
Recién el 25 de septiembre, es decir más de dos meses y medio después de su
arresto, Carbone prestó su primera declaración indagatoria ante el juez Enrique Ramos
Mejía, presidente de la Sala Penal de la Cámara Federal. El tribunal también estaba
compuesto por los vocales Gerardo Peña Guzmán y Ambrosio Romero Carranza, quien no
se excusó de intervenir en la causa a pesar a su animosidad manifiesta contra el MSTM. En
efecto, poco tiempo atrás Romero Carranza había firmado una “Declaración de laicos”,
junto a otras 57 personas, en la que se calificaba al Movimiento sacerdotal de “un
verdadero y grave peligro nacional” por pretender -decían- “una revolución social de
carácter violento” y propugnar “la instauración de un estado totalitario y colectivista
...que será... hijo del terror y de la violencia”.17
Cumplido el procedimiento, la Cámara decidió someter al sacerdote a juicio oral y
público, junto con los detenidos por el frustrado copamiento a La Calera (Carlos Alberto
Maguid, Ignacio Vélez, Nora Nélida Arrostito de Maguid y Ana María Portnoy de Silvera).
Ante esta medida, el MSTM alzó su voz, definió al sacerdote como "preso político" y
calificó su encarcelamiento como una "maniobra" urdida para "desfigurar al
movimiento".18
Días después, el fiscal de la causa, basándose en la evidencia de la máquina de
escribir, solicitó para el clérigo una pena de ocho años de prisión por los delitos de
encubrimiento y asociación ilícita calificada. Finalmente, la sentencia, conocida el 16 de
diciembre, condenaba a Carbone a dos años de prisión en suspenso por el delito de
“encubrimiento”.
En sus considerandos, el fallo refería la pertenencia de Carbone al MSTM,
agrupación que, según los jueces intervinientes, había adoptado una “ambigua posición”
respecto de la violencia.19
Esa conclusión se basaba en el comunicado del movimiento
sacerdotal en relación al secuestro de Aramburu, declaración de la que afirmaban los jueces
que “no es el repudio sincero de una conciencia limpia”. Además, los magistrados
presumían que Carbone había guardado la máquina de escribir sabiendo que era la prueba
de un delito, supuesto que de ningún modo había sido probado.
Pese a que la pena aplicada por la Cámara era excarcelable, el ministro del Interior
del gobierno de facto, brigadier Cordon Aguirre, decidió que el sacerdote debía continuar
detenido a disposición del Poder Ejecutivo. Recién una semana más tarde, el presidente
Levingston firmó el decreto mediante el cual se dispuso su libertad.20
Para Carbone, habían
17
Declaración de 58 laicos “vinculados estrechamente a la Iglesia”. Reproducido en “La Prensa”,
04/08/1970, pág. 20. 18
MSTM. Comunicado de los coordinadores regionales sobre "detención del Padre Carbone y toma de La
Calera". Buenos Aires, 25/07/1970. 19
Sentencia de la Sala Penal de la Cámara Federal (compuesta por Enrique Ramos Mejía, Ambrosio Romero
Carranza y Gerardo Peña Guzmán) por la cual, el 16/12/1970, se condenó al P. Alberto Carbone por el delito
de encubrimiento y se lo absolvió por el de asociación ilícita calificada. Con respecto a los otros acusados, el
fallo fue el siguiente:
- Carlos Alberto Maguid, 18 años de reclusión por considerarlo culpable del delito de asociación
ilícita calificada y cómplice secundario del delito de robo y homicidio calificado.
- Ignacio Vélez, 2 años y 8 meses de prisión por considerarlo cómplice secundario del delito de
privación ilegal calificada.
- Nora Nélida Arrostito de Maguid, absuelta de los cargos de asociación ilícita y tenencia indebida de
explosivos y materiales destinados a su fabricación.
- Ana María Portnoy de Silvera, absuelta de los cargos de asociación ilícita calificada y
encubrimiento. 20
"La Nación" (pág. 1) y "Clarín" (pág. 23) del 23/12/1970.
quedado atrás más de cinco meses y medio de calvario, pero sabía que había quedado
“marcado”.
* * *
Mientras se encontraba en pleno desarrollo el caso Carbone, Carlos Mugica
también sufrió la desdicha de visitar la cárcel y de quedar involucrado en un proceso
judicial relacionado con el homicidio del general Aramburu. Este episodio, utilizado por
muchos de sus adversarios para echar sombras sobre su figura, contribuyó a acentuar la
campaña de desprestigio contra el MSTM.
Más allá de haberse iniciado por supuestos dichos de Mugica durante una misa, el
juicio fue, en definitiva, el fruto de un ambiente que se encontraba totalmente
convulsionado desde hacía varios meses.
En aquellos días, la prédica del sacerdote sobre la violencia revolucionaria era
considerada por algunos como “poco clara”. Un ejemplo de ello fueron sus palabras
pronunciadas durante un reportaje periodístico, oportunidad en la que no tuvo reparos en
afirmar que “existe la violencia del sistema", y que "frente a este desorden establecido...
me encuentro ante dos alternativas igualmente válidas: la de... Luther King o la... del Che
Guevara...". 21
Según Mugica, la elección de una postura o de otra dependía de las circunstancias.
"Si yo, ante el desorden establecido, enfrento lo que llamo la contraviolencia, y logro
reducir la violencia total, es legítimo que la use. Pero si sólo exacerbo aún más la
violencia del sistema contra el pueblo, no puedo menos que pensar que es
contraproducente que la utilice".
De todos modos, el presbítero indicaba que, personalmente, era partidario de la "no
violencia". Al consultársele si un cristiano tiene derecho a matar, respondió con palabras
que anticipaban su trágico final: "No lo sé -señaló-. Lo que sí está claro es que... el
cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos".
Estas declaraciones tuvieron gran repercusión por haber sido publicadas en una
revista de importante tirada. Mientras tanto, en un diario del interior, el sacerdote aclaraba
aún más su pensamiento:
- “Creo que todavía hay mucho margen para una acción no violenta, pero llegado
un momento en que esa violencia llega a un fin último, queda esa alternativa”.
- “...Yo soy no violento, pero si las cosas siguen así no sé lo que va a ser de mí y de
muchos otros, porque puede llegar el momento en que el único momento de disminuir la
violencia sea ser violento”.
- “Creo que la actitud del cristiano es agotar todas las instancias no violentas...”.
- “Yo no dudaría un instante, con la gracia de Dios, el incorporarme a una acción
violenta si con eso yo viera claro, ahora en 1970, lograr eficazmente disminuir con ello la
miseria, el sufrimiento...”.22
Los adversarios ideológicos de Mugica también le cuestionaron sus declaraciones a
poco de ser encarcelado Carbone. En medio de la conmoción generada en la sociedad por
ese hecho, y de las dudas iniciales acerca de la inocencia del sacerdote, el Padre Carlos dio
una conferencia en la sede de los “Equipos Nacionales para el Cambio”, una institución de
21
Revista "Siete Días", art. cit. 22
Diario “La Arena”, La Pampa. Suplemento “La Calle”, Nº 70, abril de 1970.
tendencia democristiana. En esa ocasión, subrayó que "todas las pocas palabras que yo
pueda decir aquí son un pobre homenaje al sacerdote Alberto Fernando Carbone, hermano
en Cristo, que está sufriendo en carne propia estar junto a los pobres". Al día siguiente, el
diario "La Razón", uno de los más tenaces críticos al MSTM, reprodujo estas expresiones
encabezándolas con el título "Se rindió homenaje al sacerdote detenido por el secuestro de
Aramburu, en un acto".23
Más tendencioso aún fue “La Nueva Provincia”, de Bahía
Blanca, cuyo título fue “Un sacerdote justifica la violencia que se ha desatado en el
país”.24
Para entonces, el gobierno ya había decidido vigilar a Mugica. Esa actitud se
acentuó luego de que el sacerdote, pocos días después de los episodios de La Calera, no
accedió a la petición de las autoridades militares de pronunciar un mensaje grabado por
televisión para solicitar a los captores la liberación del general Aramburu. En esa
oportunidad Mugica habría aceptado en un principio la solicitud de los funcionarios
(quienes conocían la anterior relación del clérigo con sus ex dirigidos en la JEC) pero con
la condición de que el discurso se emitiera “en vivo y en directo”. Los militares, no
aceptaron porque temían que el sacerdote hiciera referencia a la situación general del país
sin que tuvieran posibilidad de editar sus palabras.
A partir de ese momento, agentes policiales vestidos de civil comenzaron a
apostarse todos los domingos en la parroquia Santa Elena para tomar nota de las palabras
que pronunciaba el Padre Carlos en sus homilías. Al mismo tiempo, un informe
“estrictamente secreto y confidencial” elaborado por la SIDE, acerca de las actividades
sospechosas de los sacerdotes tercermundistas, se refería a Mugica nada menos que en once
oportunidades.25
Algunas de las afirmaciones eran inverosímiles y otras absolutamente
intrascendentes:
- Se afirmaba textualmente que “...en 1967, en la Provincia de Tucumán, es
detectada por las autoridades una célula extremista de ideología comunista denominada
‘Comando Rebelde Martín Güemes’, dependiendo de la misma un grupo llamado “ALFA”.
Este último realizaba obras de ayuda a los pobres -de acuerdo con la doctrina social de la
Iglesia- y estaba dirigido por los sacerdotes José María LLORENS (jesuita) y Carlos
MUJICA” (sic).26
- En un apartado que se titulaba “Participación activa de sectores clericales en
situaciones conflictivas de carácter social”, el informe citaba el “ayuno de sacerdotes y
laicos en la Asociación Sindical Argentina (ASA)”, con la intervención, entre otros, del
“R.P. MUJICA” (sic)27
y la manifestación de sacerdotes porteños en Plaza de Mayo contra
la erradicación de las villas de emergencia.
- Se destacaba también que en la Universidad del Salvador “se dictan cursos de
23
“La Razón”, 16/07/1970, pág. 12. 24
“La Nueva Provincia”, Bahía Blanca, 18/07/1970. 25
Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE). “Factor Religioso (Tercer Mundo) en la República
Argentina”. Informe “estrictamente secreto y confidencial”. Buenos Aires, junio de 1970. 26
Nótese que el hecho de efectuar “obras de ayuda a los pobres de acuerdo con la Doctrina de la Iglesia”,
parece ser un motivo de sospecha para la SIDE. En cuanto a la supuesta “célula extremista de ideología
comunista”, es necesario destacar que Mugica nunca había estado hasta entonces en Tucumán. 27
Las siglas R.P. significan “Reverendo Padre” y se anteponen al nombre de los sacerdotes pertenecientes a
alguna orden religiosa (clero regular). Este no era el caso de Mugica, que pertenecía al clero secular. Además,
adviértase que el apellido del sacerdote aparece siempre mal escrito, lo que evidencia que el autor del informe
no poseía datos demasiado precisos.
contenido subversivo por los sacerdotes MUJICA (sic), LUZZI 28
y CARBONE”, a los que
asisten “docentes y estudiantes” y “también dirigentes del grupo ONGARO”.
- En el rubro correspondiente a las “actividades potencialmente subversivas”, se
señalaba que Mugica estaba "implicado" en un “proyectado asalto al Arsenal Viejo
Bueno”.
- Se reproducían, asimismo, las declaraciones de Mugica en distintos medios con
respecto a la violencia.
- Se dejaba entrever, además, que varios integrantes del "Comando Camilo Torres"
recibían “adoctrinamiento” por parte de los sacerdotes Carlos Mujica (sic), Alejandro
Mayol, Alberto Carbone y Rodolfo Ricciardelli, entre otros.
Las críticas intencionadas hacia Mugica se sucedían y, en este contexto, un
comunicado de prensa del sacerdote provocó la reacción de monseñor Aramburu y
complicó todavía más su situación dentro de la Iglesia. El mensaje, que apareció el 2 de
agosto en casi todos los diarios de Buenos Aires, decía: 29
“Ante declaraciones que se me atribuyen, y frente a una campaña tendiente a
desprestigiar y desnaturalizar al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y a la
Iglesia, quiero precisar:
“1- Como cristiano, y más aún como sacerdote, repudio todo crimen, sea contra
quien fuere.
“2- Si he afirmado que Marx y Lenin han parafraseado el Evangelio, es en el
sentido de que su aspiración a la comunidad de bienes y la valoración que hacen del
trabajo humano ya está contenida en el Evangelio, lo que no excluye de ningún modo la
discrepancia fundamental que existe en el plano filosófico entre el marxismo ateo y el
cristianismo.
“3- Que la participación del sacerdote en política no debe consistir en una actitud
partidista sino en una acción de educación de las conciencias, como lo exige hoy la Iglesia
a través de su magisterio.
“4- Que el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, lejos de predicar la
violencia, trata en la medida de sus posibilidades, a través de una moral liberadora, de
denunciar la violencia institucionalizada, causa profunda de los males que padece el
pueblo argentino.
“5- Plenamente identificado con la afirmación de nuestros obispos de que hemos
llegado en nuestro país a una estructuración injusta que margina al pueblo del papel
protagónico que debe ejercer, es imprescindible que se realicen los cambios radicales,
profundos e inmediatos que urgía Pablo VI en Bogotá. Sólo así será una realidad la paz y
la convivencia en nuestra Patria”.
Dos días después, y sin comunicarse previamente con el sacerdote para manifestarle
su desacuerdo con el texto difundido, Aramburu respondió con otra declaración pública en
la que señalaba: 30
28
Se refiere a Jacinto Luzzi S.J., vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad del Salvador. 29
Ver, por ejemplo, diarios "La Nación", "Clarín", "La Prensa" y "Crónica" del 02/08/1970. 30
Ver, por ejemplo, "Clarín" y "La Nación" del 04/08/1970.
“...El Sr. Presbítero Carlos Mugica ha dado a publicidad una carta dirigida a
órganos de prensa...
Previamente había solicitado a esta Curia permiso para hacer aclaraciones acerca
de tres puntos cuestionados, pero de hecho no presentó antes de su publicación el texto
correspondiente
Dado que el mismo no es aceptable en su integridad, a juicio de la autoridad
eclesiástica, se le ha reiterado la disposición -que le había sido impartida recientemente-
de no hacer declaraciones ni de palabra ni por escrito sin previo permiso de esta Curia
Eclesiástica”.
Esta respuesta desató la ira de Mugica, quien decidió quejarse enviando una nota
personal al obispo coadjutor de Buenos Aires. En la misiva, fechada el 14 de agosto, el
sacerdote comenzaba relatando la forma en que se habían sucedido los hechos que
derivaron en el intercambio de comunicados, para luego adoptar un tono de protesta
inusualmente duro: 31
“Con todo el respeto que siento por Ud., permítame le exprese lo siguiente. Lo hago
por el deber de servir a la verdad y de cumplir una obligación de conciencia.
1°- El 27 de julio, me dijo Ud. personalmente: ‘Escribe cuanto quieras, pero trae
antes lo que escribas a la Curia para su revisació’. Le respondí que reflexionaría sobre mi
deber de conciencia al respecto.
El 31 de julio volví a la Curia a manifestarle que me urgía hacer una aclaración en
la prensa, cuyo texto le llevaba. Ud., dolorosamente, no pudo recibirme. (Entonces) le leí
algunos puntos de la declaración a su secretario, quien tomó nota. Quedamos en que,
luego de hablar él con Ud., autorizaría o desautorizaría la publicación por teléfono. Lo
llamé y la autorizó sin expresarme que debía presentarle a Ud. el texto .
El 2 de agosto aparece mi declaración. Y, al día siguiente, un comunicado suyo me
acusa, en toda la prensa, radio y TV del país, de desobediencia y de no aceptar la Curia mi
texto en su integridad.
2°- ¿No habría sido más justo y conforme al Evangelio, si yo había incurrido en
falta, llamarme y exigirme que yo mismo aclarara en la prensa la supuesta desobediencia y
la no aceptación del texto por la Curia en toda su integridad? ¿Cree Ud. que, si hubo falta
de mi parte, esa falta merecía de parte suya la difamación en todo el país? Sabe Ud. la
campaña de desprestigio que se me ha llevado. Sabe que en mi contra se ha mentido y
calumniado. ¿A mis perseguidores pudo Ud. brindarles la satisfacción de condenarme y
difamarme, escudado en razón tan débil y discutible? ¿Es explicable que la Iglesia no
tuviera una palabra en defensa mía, frente a la ola de calumnias, pero la tuviera de
condena por lo que Ud. pudo evitar con sólo pedirme presentara el texto íntegro?
La carta continuaba dejando entrever la difícil relación de Mugica con su superior,
debido a los constantes reproches de los cuales era objeto el sacerdote:
3°- No puedo callarle que me sorprendió profundamente su asombrosa afirmación:
“No te haré seguir ni te haré meter preso”. En dos ocasiones me ha propuesto Ud. la
31
Nota enviada por Carlos Mugica al arzobispo coadjutor de Buenos Aires, mons. Juan Carlos Aramburu, el
14/08/1970.
‘laicización’ 32
, por razones psicoanalíticas, comparándome con (Alejandro) Mayol.
Clasifica Ud. de corrosiva mi crítica a la Iglesia. Mucho más honda y dura es la que le
llevan altos prelados y teólogos europeos en estrecha comunión con la Santa Sede. Dicha
crítica no nace de traumas sino de verdadero amor.
Por último, el “cura rubio” reivindicaba su opción por los pobres, sugiriendo a la
vez la existencia de una alianza entre Aramburu y los poderosos.
4°- He dedicado y dedicaré mi sacerdocio a la defensa de los oprimidos. Podría
dedicarme exclusivamente a las clases altas, lo que es más agradable, me evitaría
problemas y me conquistaría su adhesión. Ud. lo sabe muy bien. Elegí el camino de la
cruz, la contradicción, la calumnia de dentro y fuera de la Iglesia. Lo elegí porque me une
más a Dios, me vuelvo más útil a mis prójimos, me hace vivir en la Iglesia de los pobres,
me sirve de reparación a Dios por los pecados e infidelidades mías y del clero. Espero en
Dios no verme forzado jamás a abandonar el sacerdocio, aunque deba resistir infinitas
presiones.
Lo saluda con todo respeto y estima en el Señor.
CARLOS MUGICA
* * *
La situación, de por sí angustiante, se complicó aún más para Carlos Mugica luego
de que cayeran abatidos dos de los secuestradores de Aramburu, ambos casualmente ex
discípulos del sacerdote.
Siguiendo las pistas obtenidas a partir de la “confesión” de alguno de los capturados
en La Calera, la policía comenzó a cerrar el cerco sobre algunos cuadros montoneros. Así,
el 7 de septiembre, en un bar situado a escasos metros de la estación William Morris del
Ferrocarril San Martín, en el partido de Morón, los uniformados cercaron a varios
integrantes de la organización y se enfrentaron con ellos a balazos. En el feroz tiroteo
murieron Fernando Luis Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus: el primero de ellos era
quien había ejecutado al militar con un disparo a la cabeza, mientras que el segundo era el
propietario de la estancia donde se lo había mantenido cautivo.
El día 11, los cuerpos de los dos guerrilleros fueron entregados a sus familiares. Los
padres de Ramus pidieron que se celebrara una misa por el eterno descanso de su hijo en la
parroquia San Francisco Solano 33
, ya que allí había recibido su primera comunión. El
oficio fue presidido por Jorge Adur y Carlos Mugica, concelebrando también el padre
Hernán Benítez.34
Simultáneamente, en la parroquia Nuestra Señora de Montserrat iba a realizarse otra
celebración por Abal Medina. Debían presidir los padres Fernando Armengol y Luis
Sánchez, pero, una vez arribados al templo, se les comunicó que la ceremonia no sería
autorizada. Por esa razón, el cortejo se trasladó a Mataderos, donde llegó cuando ya había
32
Reducción al estado laical. 33
“Primera Plana", 22/09/1970 (nº 399), pág. 23. 34
La relación entre Mugica y Hernán Benítez, que por entonces era muy estrecha, se había iniciado años atrás
a partir de la admiración del padre Carlos por las dotes intelectuales del “cura peronista”.
terminado la misa por Ramus, por lo que se rezó un responso en común para los dos. En la
oración participaron Mugica, Armengol, Sánchez, Benítez y Rodolfo Ricciardelli.
En su responso, Mugica pronunció las siguientes palabras:
“Señor, en este acto litúrgico en el cual pedimos por tus hijos, públicamente, quiero
pedir perdón porque me siento, en buena parte, responsable de esta ola de violencia que
hoy hay en nuestra patria. Por mis cobardías, por mi indiferencia, por mi falta de
compromiso. Porque no he sabido seguirte a ti, Jesucristo, que viniste al mundo no a ser
servido sino a servir.
Te pido, Señor, al mismo tiempo, que los lleves contigo a la vida eterna. Que ellos
no hayan muerto en vano sino que nosotros, impulsados por el amor a ti, por el deseo de
glorificarte, Señor, no con las palabras sino con las obras, luchemos por la justicia, por la
fraternidad. Para que todos en nuestra patria, sin explotación, sin marginación de nuestros
hermanos los pequeños, los pobres, los humildes, podamos constituir esa Patria grande.
Esa patria en la cual seamos hermanos, en la cual mostremos, con los hechos, que somos
realmente tus discípulos y podamos entonces nosotros también ser dignos de estar un día
en tu gloria, donde gozaremos para siempre de tu amor y de tu dicha”.
Estas palabras quedaron debidamente registradas por una cámara que grabó las
alternativas de la ceremonia. El video fue aportado para la elaboración de un documental
sobre el padre Carlos, aparecido en 1999.35
Sin embargo, en un claro intento por desprestigiar a Mugica, el diario “La Razón”
publicó un artículo en su edición del día siguiente. Faltando totalmente a la verdad, en la
nota se señalaba que el sacerdote habría afirmado que los dos miembros de Montoneros
"eligieron el camino más duro y difícil por la causa de la dignidad del hombre". Según el
vespertino, el cura rubio también habría elogiado a Ramus diciendo que "fue fiel a Cristo,
tuvo un amor concreto y real por los que sufren, se comprometió con la causa de la
justicia, que es la de Dios... Es un ejemplo para la juventud, porque tenemos que luchar
para alcanzar la sociedad justa y superar el mecanismo que quiere convertirnos en
autómatas".36
Por su parte, siempre según la versión de “La Razón”, Benítez habría manifestado
“pido perdón a Dios por la muerte de los dos jóvenes, asesinados por la Nación que no
supo comprenderlos..., por el mal ejemplo que hemos dado los sacerdotes, preocupándonos
por cosas intrascendentes, mientras el dolor y la injusticia nos rodeaban y torturaban a
estos jóvenes, que prefirieron un duro camino para luchar por el pueblo y su justicia...".
Basándose en la crónica de la misa publicada en el diario, la Policía Federal y el
fiscal Eduardo Sabatini presentaron conjuntamente una denuncia contra Mugica y Benítez,
acusándolos de los delitos de "apología del crimen e incitación a la violencia".
Sin embargo, ya entonces la narración del diario ofrecía serias dudas en cuanto a su
veracidad, ya que ningún otro periódico coincidió, no sólo con los supuestos discursos de
los sacerdotes sino siquiera con los detalles más esenciales de la celebración. De hecho, se
consignaba que uno de los concelebrantes de aquella misa había sido Jorge Vernazza, de
quien se sabía que no había estado presente aquel día porque se estaba recuperando de una
operación de meniscos que le había practicado el doctor Miguel Elizalde (tío del propio
35
Documental “Padre Mugica”, dirigido por Gabriel Mariotto y Gustavo Gordillo. Buenos Aires, 1999. 36
"La Razón", 11/09/1970, pág. 12.
Carlos Mugica).
Al día siguiente de que la noticia relativa a la denuncia fuera difundida por todos los
medios de comunicación, el Padre Carlos decidió no celebrar la misa de las 19.30 en la
parroquia Santa Elena, tal como lo hacía todos los domingos. Por ese motivo, el párroco
Rodolfo Ferrari ofició en su lugar y leyó a los asistentes una declaración de apoyo al
sacerdote.37
Ferrari no participaba en el MSTM pero era un cura comprometido y
renovador, y era tío de Ricciardelli.
En su mensaje, el párroco destacó que Mugica, antes de volver a presentarse frente a
su comunidad, “quiere aclarar... su pensamiento, que ha sido tergiversado por la prensa”.
Con respecto al episodio ocurrido en San Francisco Solano, sostuvo que su compañero
había querido “poner en evidencia la intención de estos jóvenes (por Abal Medina y
Ramus) de luchar por la justicia y exponer sus vidas en ello, aunque se equivocaran en los
medios y entraran en la vorágine de la violencia. Quiso resaltar, además, su intención de
buscar una sociedad más justa... (y que) solamente en eso son un desafío a la indiferencia
de muchos”.
Ferrari concluyó su declaración señalando que Mugica “me ha pedido que les haga
saber que las palabras ‘este muchacho es un ejemplo para la juventud’, no fueron dichas
por él”.
Horas después de leer esta declaración, el párroco de Santa Elena escribió una carta
a monseñor Aramburu, en la que comenzaba quejándose de cierta “prensa partidista y
muchas veces venal” (en obvia referencia a “La Razón”).38
Declaraba que, durante su
actuación en Santa Elena, "el Padre Carlos... jamás ha incitado a la violencia, pero sí ha
hecho evidente el pasaje del Evangelio de San Mateo: ‘tuve hambre y me diste de comer,
sed y me diste de beber’... y que ciertamente muchos fieles rechazan, pues consideran que
estos versículos no deben... ser tratados en la predicación dominical".
Si la intención de Ferrari había sido evitar que se aplicaran sanciones eclesiásticas al
Padre Carlos, su gestión no dio resultado. Veinticuatro horas después, Aramburu suspendió
las licencias ministeriales de Mugica durante treinta días, fundamentando la sanción en que
el sacerdote había desobedecido nuevamente la orden de “no hacer declaraciones ni de
palabra ni por escrito” sin permiso de la curia. 39
A pesar haber estado ausente durante la
misa, también el Padre Jorge Vernazza, párroco de San Francisco Solano, recibió una
"amonestación canónica" por haber permitido la celebración.40
Ese mismo día 14 de septiembre, Carlos Mugica recibió otra sorpresa desagradable:
por la tarde fue arrestado por la Policía y trasladado a las dependencias de Coordinación
Federal. Horas después, el Padre Hernán Benítez corrió la misma suerte.
El deseo por implicar al principal protagonista de esta historia en el “caso
Aramburu” quedó de manifiesto desde el inicio del proceso. El magistrado a cargo de la
causa, Carlos Arigós, resolvió que, debido al “evidente alcance nacional" del hecho, debía
intervenir el fuero federal y establecerse un tribunal de juicio oral y público. "Además -
señalaba el juez en su resolución- de ser efectivamente las publicadas las palabras
37
Declaración del párroco de Santa Elena, P. Rodolfo Ferrari, leída a los feligreses antes de comenzar la misa
de 19.30 hs. del sábado 13/09/1970. 38
Carta del párroco de Santa Elena, Rodolfo Ferrari, al arzobispo coadjutor de Buenos Aires, mons. Juan
Carlos Aramburu. Ingresada por mesa de entradas de la curia con el número de protocolo 1486/70, el
15/09/1970. 39
"La Nación", 15/09/1970, pág. 17. 40
Idem al ant.
vertidas..., ellas podrían también configurar actos que, por su alcance, tiendan a provocar
el alzamiento o la resistencia contra actos o disposiciones de las autoridades...,
específicamente en este caso la investigación, dilucidación y captura de los autores
prófugos del homicidio del teniente general Pedro Eugenio Aramburu".41
La conexión entre estos dos hechos carecía de todo fundamento, por lo que el
pedido de Arigós no prosperó. En consecuencia, el día 21, encontrándose la causa
nuevamente en sus manos, el magistrado tomó declaración a los acusados y a varios
testigos, entre ellos al periodista de “La Razón”, Vicente Juárez, autor de la crónica de diez
días atrás. Poco después, liberó a Mugica y Benítez por falta de pruebas, "sin perjuicio de
cualquier resolución que pudiera dictarse ulteriormente".42
De este modo, los sacerdotes, luego de haber pasado exactamente una semana en
prisión, salieron en libertad. Por fortuna, el trato recibido en Coordinación Federal había
sido correcto, ya que el mismo jefe de la repartición, el coronel Ceres, y su subalterno, el
comisario inspector Luis Alberto Colombi, advirtieron que el proceso al que habían sido
sometidos los sacerdotes “era equívoco”.43
Apenas salió de la cárcel, Mugica confesó a sus padres la inmensa tristeza que lo
embargaba por la sanción canónica que le había sido impuesta. Su sacerdocio constituía la
esencia de su vida, y la imposibilidad de ejercerlo, aunque fuera por un corto lapso de
tiempo, lo preocupaba más que la cárcel o la violencia física que eventualmente pudiera
desatarse contra él. Además, consideraba la pena totalmente injusta, y así se lo hizo saber a
monseñor Aramburu en otra nota que contribuyó a deteriorar aún más la ríspida relación
entre ambos. En la misiva, Mugica señalaba: 44
Por los diarios me enteré, durante mi prisión, de que Ud. me ha castigado con
suspensión por 30 días de las licencias ministeriales. Hasta el presente no he recibido
comunicación oficial ninguna (sic) de la Curia.
Siempre según los diarios, el motivo aducido por usted para la suspensión sería
haber desobedecido yo a la orden de no hacer declaraciones ni de palabra ni por escrito
sin permiso del obispo. Jamás Ud. me prohibió la predicación dentro del templo ni menos
el ministerio de la palabra durante la celebración de la misa.
Ahora bien. Sabe Ud. perfectamente que mis palabras del viernes 11 del corriente
en la misa de cuerpo presente de Carlos Ramus no fueron declaraciones al periodismo sino
ministerio de la palabra en la misa que concelebré y en el responso. Bajo ningún concepto
desobedecí yo a sus órdenes.
No dependió de mí que mis palabras litúrgicas las recogieran algunos periodistas,
las tergiversaran y añadieran por su cuenta lo que no dije para presentarme como
instigador a la violencia. Tergiversaciones que la Justicia acaba de reconocer al
otorgarme inmediatamente libertad.
Por otra parte, no he hallado persona alguna, ni sacerdote ni laico, que no
reconozca obviamente y sin lugar a dudas que yo, en la ocasión referida, hice predicación
y no declaración periodística.
Asimismo, según los diarios, la otra causal de la suspensión sería el grave
41
"La Nación", 17/09/1970, pág. 11. 42
"La Nación”, 22/09/1970, pág. 10. 43
Revista “Extra”, octubre de 1970. 44
Nota enviada por Carlos Mugica a mons. Aramburu el 24/09/1970.
escándalo del que habla el canon 1240.45
Es sorprendente que alegara usted esto, cuando
la misma Curia había autorizado la misa por Ramus.
Creo deber de justicia cursar copia de esta y de mi anterior carta a usted a los
obispos de mi amistad para su verídica información y en defensa de mi buen nombre,
rogándoles la reserva que el caso impone.
Salúdale respetuosa y atentamente ‘in Christo’.
CARLOS MUGICA
Tal como lo había anunciado, pocos días después Mugica envió copia de ambas
cartas a los obispos Carlos Cafferata (San Luis), Vicente Zazpe (Santa Fe) y Jaime De
Nevares (Neuquén), quienes le expresaron por escrito su solidaridad. La misiva de De
Nevares 46
era la más extensa y cálida, y en ella el prelado, entre otras expresiones,
manifestaba:
“Todo este tiempo, desde que conocí la acusación que se te hacía, tenía una
verdadera preocupación. Sé lo que duelen las situaciones, y tenía la impresión de que yo
contigo caía en lo mismo que yo resentía en los demás. Con el agravante que de ti recibí
una de las primeras voces de aliento, que no puedo olvidar. Pero Neuquén está lejos y
‘ajeno’, uno mira más a la Cordillera que a Buenos Aires; le falta mucha información para
formarse criterios. Sé, por otro lado, de la conspiración de confundir y dividir".
A continuación, el obispo expresaba con humildad:“... Creéme que he estado cerca
tuyo. Siento la necesidad de pedirte perdón por no haberme abocado a buscar alguna
fuente de información más segura. De lo que estoy seguro es de que cobardía en mí no
hubo...”.
* * *
Aunque quedaba prácticamente descartado que pudiera sufrir nuevos embates
judiciales como consecuencia del episodio de la misa de cuerpo presente, Mugica no podría
evitar, en cambio, otro tipo de problemas que se fueron sucediendo a partir de entonces. El
P. Ignacio Pérez del Viso, designado durante este año como director del Departamento de
Teología del Salvador, recuerda que en la universidad “había dos líneas o tendencias: una
más tradicional o de centro-derecha, y otra más renovadora o de centro-izquierda. Para la
primera, el Padre Mugica era un personaje conflictivo que no distinguía suficientemente el
ámbito académico del político. Para la segunda, en cambio, era un sacerdote
verdaderamente comprometido con los marginados, que le daba al quehacer universitario
su dimensión humana”.
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De acuerdo al cánones 1240 y 1241 del antiguo Código de Derecho Canónico, estaban privados de recibir
sepultura eclesiástica y, por ende, de ser objeto de cualquier misa exequial, los "apóstatas de la fe", los
"afiliados a una secta herética o cismática o a la secta masónica", los "excomulgados", los "suicidas", los
"muertos en duelo o de una herida en él recibida", los que "hubieran mandado quemar su cadáver" y los
"pecadores públicos". En este sentido, cabe señalar que no correspondía incluir a Abal Medina y Ramus en el
último ítem, ya que la Justicia aún no se había expedido en relación a su presunta responsabilidad en el
asesinato de Aramburu. Por otra parte, como señala Mugica, la misma Curia había autorizado la misa por
Ramus y también la "cristiana sepultura" de los dos miembros de "Montoneros". 46
Carta manuscrita enviada por el obispo de Neuquén, mons. Jaime De Nevares, a Carlos Mugica, el
01/10/1970.
“Al ser detenido Mugica en septiembre -continúa Pérez del Viso-, se planteó en el
Consejo Superior la situación jurídica de un profesor que es acusado de un delito. Alguno
opinó que correspondía legalmente su expulsión, o al menos la suspensión. Yo respondí,
como autoridad máxima del Departamento de Teología, que no se debía adoptar ninguna
medida académica hasta haber hablado con él y saber exactamente lo que había dicho, a
lo que asintieron todos. Cuando el juez dispuso su libertad, habiendo comprobado que no
había pronunciado las palabras que se le atribuían, en la universidad no se habló más del
asunto”.
“Sin embargo, poco después -agrega el padre jesuita- Carlos fue sancionado por
monseñor Aramburu con treinta días de suspensión como sacerdote, lo cual implicaba que
no podía celebrar misa, predicar o confesar, al menos en forma pública, durante ese
período. No quedaba claro si la prohibición incluía también la docencia de la Teología,
pero si continuaba con las cátedras algunos aprovecharían para acusarlo, a él y a la
conducción de la Universidad, de ignorar la disposición del arzobispo”.
Para evitar ese conflicto, Pérez del Viso fue a ver al cardenal Aramburu. “Le pedí si
no podía reducir la sanción a Carlos, en razón de sus cátedras de teología. Si se lo pedía
era porque, en el fondo, no veía motivos para una sanción tan severa y descalificante. Ante
mi solicitud, el cardenal se agarró la cabeza y me respondió: ‘¡Padre, no sabe Ud. lo que
me han pedido otros!’ Hablé entonces con Carlos y le propuse que dejara las clases en
manos de un profesor adjunto hasta cumplirse los treinta días, lo que aceptó sin
protestar”.
Pérez del Viso señala finalmente que lo “sorprendió” la serenidad de Mugica
durante los treinta días de suspensión. “Creo que seguía sintiendo al arzobispo como un
padre en la fe, y que ese conflicto transitorio no rompería ese sentimiento. Más aun, en la
relación de Carlos con su obispo percibí la profundidad de su relación con su Iglesia,
comunidad de los creyentes. Cuando criticaba cosas que muchos también criticábamos, lo
hacía con ‘pudor’, como quien desea que su madre no sea objeto de burla o menosprecio”.
De todos modos, estos inconvenientes concretos en la universidad no eran serios en
comparación con otras críticas que comenzaron a hacérsele a partir de entonces. Si ya se lo
venía acusando desde hacía varios meses de ser un “promotor de la violencia”, ahora sus
enemigos lo sindicaban como “asesor espiritual” de los Montoneros e incluso como cuadro
de la organización.
Al respecto, resultan interesantes las declaraciones formuladas por Mario Firmenich
pocos días después de la muerte de Mugica, parte de las cuales ya hemos analizado (ver
pág. --). Necesitado como estaba de apoyos el líder montonero, hubiera sido lógico que en
aquel momento se refiriera al sacerdote como alguien totalmente coincidente con su
postura.
Pero, en la segunda de la serie de cuatro notas publicadas por el diario “Noticias”, el
jefe montonero explicaba que las diferencias con Mugica comenzaron poco después de la
misión en Tartagal. “Luego de aquello, -señala- estuvimos casi un año realizando
militancia política, a la par que habíamos formado un grupo integrado por varios
compañeros, entre los que estábamos Carlos Mugica y nosotros tres (Firmenich, Ramus y
Abal Medina), en el cual se debatía el problema de si la violencia política era lícita o
ilícita”. Agregaba que “para nosotros, el problema aparecía bastante claro. Si la
oligarquía y el imperialismo utilizaban la violencia para explotar al pueblo ¿Por qué razón
el pueblo no tenía derecho a responder con la violencia para lograr su liberación?
Mugica, sin embargo, entró en la duda. Naturalmente, esto condujo rápidamente a la
disolución de aquel grupo y ocasionó el distanciamiento”. 47
De acuerdo a la visión de Firmenich, “la verdadera causa de que Carlos Mugica no
siguiera nuestro mismo camino está en dos contradicciones que él vivía y que, a mi juicio,
mantuvo sin resolver hasta el final. Una... era su compromiso a fondo con los explotados y
los perseguidos y la no aceptación de la violencia; la otra, entre ser un hombre de Iglesia y
un hombre político”.
“...En tanto su decisión era ser hombre de Iglesia -continuaba- debía limitar sus
actos de político, lo que también podía entenderse como una limitación de su compromiso.
Exactamente lo mismo sucedía con la violencia. Recuerdo haberle oído decir en muchas
oportunidades... ‘Yo estoy dispuesto a que me maten pero no estoy dispuesto a matar’. En
su concepción, ésta era la actitud de Cristo, pero en momentos de duda también la
concebía como una incapacidad para llevar hasta sus últimas consecuencias la lucha por
la liberación de los oprimidos”.
Firmenich también reconocía en el artículo que las divergencias con el sacerdote
provenían de una distinta valoración acerca de quién debía ser el sujeto de la historia.
Explicaba que "él (por Mugica) nos decía, finalmente, que el pueblo no hace la lucha
armada; que cuando la hiciera sería correcta, pero antes no". Y fundamentaba su postura
contraria al cura y favorable a los grupos minoritarios, como el suyo, que se atribuían la
representación de toda la comunidad para cometer actos de violencia: "Lo que ocurre -
agregaba el joven guerrillero- es que (Mugica) consideraba al pueblo como si fuera una
sola persona que, además, está quieta, y no como lo que en realidad es: millones de
personas que no piensan todas igual y que no viven todas igual; que el pensamiento del
pueblo no es sólo pensamiento, y que dentro de ese pueblo hay sectores más dinámicos que
otros y que, generalmente, son esos sectores... los que encabezan las luchas del conjunto".
Por todo ello, el “dinámico” Firmenich concluía que “a mediados de 1967, el
distanciamiento por diferencias políticas entre Carlos Mugica y nosotros se fue
profundizando.. Era natural,... simplemente porque las prácticas cotidianas, la vida diaria,
eran diferentes. Ya no existía la posibilidad de reflexionar todas las cosas en común”.
En la fecha citada por el líder guerrillero como de “distanciamiento”, restaban aún
tres años para que los Montoneros aparecieran en escena con el secuestro y asesinato de
Aramburu. Y, luego de la misa de cuerpo presente por Abal Medina y Ramus, el
alejamiento entre Mugica y los ex miembros de la JEC se iría profundizando, sobre todo a
partir del retorno de la democracia en mayo de 1973.
Mucho tiempo más tarde se vería hasta qué punto la historia había variado
totalmente. En 1994, al realizarse en la villa de Retiro una procesión celebratoria por los
veinte años del asesinato de Mugica, su hermana María Marta se acercó al ex jefe
montonero y lo conminó a retirarse. “Yo fui su discípulo”, balbuceó Firmenich, pero los
insultos y empujones de varios asistentes a la marcha lo decidieron a emprender rauda
carrera. Por esas paradojas del destino, el joven que había creído gozar del poder de
decisión sobre la vida y la muerte de muchos era ahora el cuarentón que huía despavorido
ante los gritos de repudio de una mayoría de mujeres y jóvenes.
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Diario "Noticias", 15/05/1974, pág. 24.