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Recopilación
de textos
del P. Leonardo Castellani
sobre
el tema del Fariseísmo.
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A)
Del libro "Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999
Parte I del libro incluye:
1º - Un Manuscrito incompleto sobre el fariseísmo.
Los dos artículos recopilados aquí puede que pertenezcan a este.
• Cristo y los Fariseos… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . .pág. 6
• La Provocación… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 11
2º - Un Apéndice que incluye la reproducción de tres parábolas y dos ensayos:
• Parábola del Publicano y el Fariseo. Domingo Décimo después de Pentecostés;
aparecida previamente en “Las Parábolas de Cristo”. . . . . . . . . . . . . . . . .pág. 17
• Parábola del Sepulcro y las Víboras; aparecida previamente en “Las
Parábolas de Cristo”. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..pág. 23
• La última Parábola; aparecida originalmente en “Decíamos Ayer”. . . . pág. 31
• Ensayo “Sobre Tres Modos católicos de ver la Guerra Española”; aparecido
originalmente en “Las Ideas de mi Tío el Cura”, cap. XVIII. (no encontrado)
• Ensayo sobre “El Retiro de la Iglesia”; aparecido originalmente en “Los
Papeles de Benjamín Benavides”, cap. VI. (no encontrado). Recopilación de
párrafos extractados sobre este capítulo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 35
Parte II del libro incluye; cuatro cartas inéditas escritas entre 1943 y 1945 dirigidas a sus
superiores de la Compañía de Jesús.
• Sobre La Obediencia.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pag. 38
• Sobre La Pobreza. (no encontrado)
• Sobre La Castidad. (no encontrado)
• Sobre El Gobierno. (no encontrado)
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B)
De otras obras indicadas en las referencias de su comentario al “Tercer Domingo de
Cuaresma”, publicado en “Domingueras Prédicas I”, Ediciones Jauja, Mendoza, 1997-
• Comentario al Tercer Domingo de Cuaresma. En “Domingueras Prédicas I”
pág. 46
• "Domingo Decimosexto después de Pentecostés". En “Domingueras Prédicas I”
pág. 53
• "Domingo Segundo de Adviento" Tercer testimonio de Juan Bautista. En “El
Evangelio de JesuCristo”. (no pertenece a las referencias). . . . . . . . . . . ..pág. 59
• "Domingo Segundo de Adviento" Segundo y primer testimonio de Juan Bautista.
En “El Evangelio de JesuCristo”(no pertenece a las referencias). . . . . . . . pág. 66
• “Parábola del Fin de la Sinagoga" (II). En “Las Parábolas de Cristo”. . . pág. 75
• "Las Dos Mujeres". En “Los Papeles de Benjamín Benavides” Parte Tercera,
cap. I. (no encontrado)
Recopilación de párrafos extractados sobre este capítulo. . . . . . . . . . . . . . pág. 83
• "El Fariseísmo". En “El Ruiseñor Fusilado”, cap. VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . .pág.85
• "La Pesadilla". En “El Ruiseñor Fusilado”, cap. XXX. . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 89
• "Las Ideas". En Psicología Humana, cap. XI: (en la parte final del Capítulo);
pág. 92
• La Muerte de Martín Fierro, Cantos VIII, XI, XIII y, especialmente, Canto
XV. (no encontrado)
• La Gran Apostasía y la Gran Tribulación". (del artículo "La Ausencia del
Poder", en "Dinámica Social" Nº 77, marzo de 1957, p. 6). (no encontrado)
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• "Domingo Tercero después de Epifanía". En “El Evangelio de Jesucristo” (no
encontrado)
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Fuentes utilizadas para esta recopilación:
http://cruzamante.blogspot.com
http://hjg.com.ar/
http://www.statveritas.com.ar
http://www.radiocristiandad.wordpress.com
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"Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999, pp. 19-24
Cristo y los fariseos.
El mayor mal que corroe y amenaza a la religión católica hoy día es la
“exterioridad” —el mismo mal al que sucumbió la Sinagoga.
El punto de disensión entre el Catolicismo y el Protestantismo en su nacimiento
fue la “exterioridad”. Los protestantes protestaron contra una Iglesia que se volvía un
imperialismo, contra una fe que se volvía ceremonias y obras de filantropía, contra una
religión que se volvía exterioridad: y apelaron a la religión interior.
La rebelión protestante marca históricamente el momento en que la exterioridad
religiosa rompió el equilibrio y amenazó seriamente a la interioridad. El remedio contra
eso no era la rebelión y la desobediencia por cierto; y así el Protestantismo no remedió
el mal sino que lo agravó. El Protestantismo es la rebelión contra una imperfección que
en vez de volverse perfección deviene permanentemente rebelión —como su nombre
actual lo dejó fijo. Vivir “protestando” no es un ideal religioso. Se protesta una vez
contra un abuso; y después se comienza a vivir contra el abuso o fuera del abuso. El que
vive protestando quiere que los otros quiten el abuso; no quiere o no puede quitarlo él.
Mas siempre es posible quitar un abuso de sí mismo; y es la mejor manera de
protestar contra él. Lutero protestó contra el abuso de las indulgencias y después abusó
él de la indulgencia.
Pero el Protestantismo se llevó consigo una gran verdad cautiva. No era un puro
error. ¿Cómo iba a permitir Dios que la mitad mejor de la Cristiandad cayera en un
puro extravío —y eso por culpa de un monarca sifilítico y un monje burdo y bestial—
como pintan a Henry Tudor y a Luther las “Historias de la Contrarreforma”? Poco
honor hacen a Dios los que conciben esa enormidad.
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Si media Europa acabó por seguir y acoger la rebelión religiosa es porque toda
Europa estaba sumida en la mayor crisis religiosa de la historia del mundo —en la
penúltima: El fariseísmo estaba por ahogar la religión. La exterioridad devoraba la fe.
Sin escarbar mucho, se puede mostrar esto de una manera sencilla. ¿Cuál fue el
punto inicial del incendio? Las indulgencias. ¿Fue eso un mero pretexto, una
casualidad, una cosa insignificante? No puede ser.
Las “indulgencias” son una serie de traducciones al exterior de dogmas de fe que
son verdaderos si se sustentan en la vida interior; pero cuyas traducciones al exterior los
pueden traicionar hasta convertirlos en la siguiente monstruosidad: “Dáca oro y te doy
gracia.”
Eso es el colmo de la exterioridad religiosa.
El anónimo Lazarillo de Tormes puso en ridículo al “bulero” y con él a las bulas y
con él a la religión vuelta exterioridad, al rito-comercio. Y el vulgo español inventó este
cuentecillo:
A la puerta de una Iglesia un sacristán del Quinientos pedía limosna para la Ánimas a
duro por indulgencia plenaria; con un gran retablo de cuerpos seminudos sumergidos en
fuego y un letrero que decía: “Duro que cae, alma que sale.”
Un aldeano dejó caer un duro en la bandeja “por el alma de mi padre” y preguntó
después:
— ¿Ya salió? —y el sacristán se contentó con señalarle el letrero.
Entonces el cazurro recogió su duro diciendo:
—Pues si ya salió, que no sea tonto de volver a entrar.
Recuerdo que un catalancillo rojo de Manresa me decía en 1947, en ocasión que
en todas las Iglesias se predicaba y ofrecía “la Bula de la Santa Cruzada”: —”Vosté me
va a hacer creer a mí, que un hombre tiene poder, para hacer que sea pecado mortal—
que yo pierda mi destino eterno, —el fin para que Dios me creó— una cosa de comer, la
carne guisada; y que después, si yo le doy a ese hombre cinco pesetas, ese hombre
puede hacer que ya no sea perdición eterna la carne guisada. Un hombre se levanta y
dice: Desde hoy el que come carne en viernes hace un mal horroroso, punible con el
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infierno; pero si me da un duro, el comer en viernes deja de ser un mal horroroso y se
vuelve tan inofensivo como era antes…”
Las indulgencias tienen una justificación teológica un poco complicada pero
innegablemente lógica; pero para que esos silogismos sean verdadera religión y no
armazón ridículo de exterioridad, es menester haya mucha fe en súbditos y pastores y
mucha humildad y temor de Dios en el manejo del rito: cosas que en el 500 escaseaban.
En otras palabras, los antiguos -perdones de la primitiva Iglesia, basados en un sentido
profundo del pecado, de la misericordia y de los méritos de los mártires, se habían
desecado por dentro y convertido en una práctica de más en más exterior; hasta que el
diablo del comercio se metió en la cáscara vacía.
Es falso que la “querella de las indulgencias” haya sido una casualidad, una
máscara del orgullo de un fraile, de unos príncipes mal bautizados o de una nación
entera mal evangelizada; ese material seco no se hubiese inflamado sin la llama de la
indignación de muchísimas almas religiosas contra la exterioridad religiosa.
Otro índice de lo dicho son las famosas “Reglas para sentir con la Iglesia” que están
en los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio de Loyola. Esas “reglas” están dirigidas
contra el espíritu del tiempo, contra el Protestantismo, y todas ellas se dirigen a
defender la exterioridad religiosa, loablemente por cierto, puesto que lo exterior es
también necesario no siendo el hombre espíritu puro. Loablemente para aquel tiempo
por lo menos.
San Ignacio fue el campeón de la Contrarreforma. Su alma de místico, después de
su conversión en Manresa, se posesionó en París de la máxima entonces necesidad de la
Iglesia y comenzó allí la fundación de su Compañía: Allí escribió esas “reglas” que
apendizó a su librito: “Alabar candelas encendidas —alabar ceremonias y ritos, largas
oraciones en las iglesias, vida conventual, los doctores escolásticos— la obediencia de fe
a la Iglesia Jerárquica, de modo que si yo veo blanco decir negro cuando la Iglesia
Jerárquica dice negro” —exclama el vasco con una fórmula enteramente vasca, no
exenta de peligro. En suma, hacer y decir lo “oppósitum per diámetrum” (como dice él) de
lo que hacían los “reformadores”: fórmula muy buena en táctica pero también peligrosa
en teología por demasiado simple. Si Cristo hubiese hecho todo lo contrario de lo que el
diablo le sugirió en sus tres tentaciones, el diablo hubiera quedado contento.
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“Alabar imágenes, ceremonias y candelas encendidas en las Iglesias, largas oraciones
vocales, vigilias y ayunos, filosofía escolástica, colectas, congresos, acción católica, enseñanza re-
ligiosa, etc.” fue una buena orden del día para aquellos días, sobre todo en España, pues
al español le gusta la “contra”. Un español le dijo un día a otro: “¡Hola, Manolo, al fin te
veo, qué cambiao estás, hombre, pareces otro, la verdá es que ya no pareces Manolo! —
”Disculpe señor yo no soy Manolo… — ¿Qué no eres Manolo? ¡Pues más a mi favor!”
—dijo el otro.
Habría que ver si “alabar candelas” es una buena “orden del día” para nuestros
días. Poner una candela encendida en un altar o seis imágenes de yeso (el Concilio
Bonaerense de 1953 prohibió poner más de 7 imágenes en un solo altar) es un mínimum
de religiosidad: es un acto exterior que sustituye e invita a algo interior que es la
oración —y que desde luego, si no invita mas sólo sustituye, vale más que no se haga.
Pero ese mínimum de religiosidad no es tanto de alabar (se alaban sólo las cosas
máximas) cuanto de tolerar o permitir a lo más. Ninguna alabanza de las candelas hay
en el Evangelio y es de creer que Jesucristo en su vida no encendió una sola; oraba a la
luz de las estrellas y reprendió a los que oraban muy vistosamente: de hecho maridó
nos escondiéramos para orar. De manera que “alabar candelas encendidas” puede ser
una buena españolada; pero el que no las alaba, no peca.
Pero en fin, dejando este asunto de candelero, lo que notábamos era solamente
que el campeón de la Contrarreforma puso el punto de la lucha religiosa de su tiempo
en donde mismo lo puso el campeón de la Pseudorreforma, en el rechazo o acepto total
de la exterioridad.
A mayor abundamiento se puede leer toda la vida del tempestuoso monje sajón y
se verá que antes de su conversión o reversión estuvo sumergido en la exterioridad
religiosa hasta que pendularmente se volvió con violencia hacia la interioridad, desde el
rayo que mató a su compañero y lo hizo meterse fraile hasta las indulgencias que lo
desfrailaron. En su tiempo anduvo de Provisor o Subprior de siete conventos de su
Orden a la vez sobrecargado de negocios temporales con apariencias de sacros hasta no
tener tiempo de rezar el breviario —del cual fue dispensado, puesto que al fin y al cabo
“se condenaba por el bien de la Comunidad”, como el risueño monje alambista de
Alfonso Daudet. Él mismo lo notó en su peculiar estilo: “Si la frailería pudiese salvar al
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fraile, ninguno ha practicado más frailería que yo; y no me salvó nada.” Cuando arrojó
por la borda toda la “frailería” y dijo “la fe sola, la fe salva y no las obras (exteriores), la
fe interna revestida de los méritos de Cristo como una hopalanda”, no se dio cuenta que
arrojaba la corteza y el esqueleto de lo religioso y hasta la carne, desencarnando la fe y
arrojándola despellejada y molusca a las tormentas de la imaginación o a la armadura
férrea del fariseísmo.
Y no se dio cuenta de eso porque era ocamista —o como diríamos hoy,
cartesiano. No entendía la distinción sutil de materia y forma, el hilemorfismo. Pensó
que podían existir en lo humano formas puras. Y en ninguna parte, ni en lo religioso,
pueden existir formas sin materia.
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"Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999, cap. IV.
La Provocación.
Pasatiempo singular
Aunque en el fondo inocente
Como escupir desde un puente
O hacerse crucificar.
(Lugones)
Jesucristo se hizo matar.
La crítica alemana racionalista ha arbolado esta posición, que fue la de la
tradición judaica-talmúdica. ¿Qué hace Ud. con un hombre que provoca de continuo a
las autoridades legalmente constituidas? ¿Que tiene una actividad "disolvente"? ¿Que
aunque sea inocentemente de su parte se vuelve un peligro para la religión establecida
y los miles de fieles que en ella hallan su salvación eterna? "Subjetivamente Ud. habrá
creído obrar bien; pero objetivamente ha hecho la mar de disparates..." -dijo con toda
precisión técnica Caifás a Cristo.
Por qué se hizo matar, lo explican diversamente: o a plena conciencia o
inconscientemente; y en este caso, o por fanatismo religioso o por ingenuidad pastoril,
como lo pinta el fantasioso Renan. Esta última hipótesis es la más absurda. Que "el
dulce Nazareno" sencillo y cándido se haya dejado llevar suavemente cuesta abajo por
la cadena de sus embriagantes triunfos populares sin ver a lo que se exponía hasta que
fue demasiado tarde, eso se da de puñadas con todos los textos del Evangelio. Habría
que escribir cuatro Evangelios diferentes y contrarios a los que tenemos para poder
fundar la mera posibilidad de ese caso, humanamente inconcebible.
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Que la pasión religiosa lo cegó acerca de sus fuerzas, como explica Strauss; que
creyó triunfar de sus enemigos o al menos librarse de ellos milagrosamente "por medio
de doce legiones de ángeles" a última hora, es el mismo inverosímil. Es categóricamente
contra los textos. Cristo preanunció su martirio, reprochó el asesinato de antemano a
sus enemigos (que negaron el propósito), se escondió, se escapó, se zafó de sus manos
varias veces, como hemos visto. Son hipótesis que no hay que discutir, puramente
ficticias y del todo imaginarias. ¿De dónde sacan eso? Si los textos evangélicos son tan
engañosos que se los puede interpretar al revés, con el solo título de "profesor alemán",
entonces NO SABEMOS NADA EN ABSOLUTO acerca de Cristo. Callensén.
Pero ¿no habrá buscado la muerte adrede convencido de que era la salvación del
mundo? Esta pregunta plantea la cuestión del "derecho a morir por la Verdad", o sea de
la sutil "tentación del martirio" que el poeta T. S. Eliot introduce como la cuarta y más
peligrosa, en su tragedia "Murder in the Cathedral", al santo arzobispo Tomás de
Cantorbery, que la rechaza.
¿Tiene derecho un hombre a hacer que otros hombres cometan en él un
homicidio para hacer triunfar la verdad? ¡Qué hombre tendría que ser ése! Pero en fin,
suponiendo que exista, ¿tiene derecho?
En tiempo de San Cipriano hubo cristianos que precipitaban sobre sí mismos la
persecución volteando ídolos o haciendo extemporáneas manifestaciones de fe. La
Iglesia los condenó; y formaron un grupo herético llamado los "provocadores". Esa
tentación se verificó en las persecuciones inglesas, sobre todo en el "Powder-plot" o
Complote de la Pólvora; hecho histórico en el que inspiró R. H. Benson uno de los
notables incidentes de su novela apocalíptica El amo del mundo: el cristiano que
dispara su pistola sobre Oliver Brand cuando éste blasfema de Cristo, y es linchado por
la muchedumbre; la conjura para hacer volar la Catedral en la sacrílega ceremonia de la
Adoración del Hombre que provoca el arrebatado e inútil retorno del Cardenal Percy
Franklin... y la voladura de Roma.
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Verdad que estos eran crímenes para vengar otros crímenes, enormes éstos
cuanto se quiera. Pero ¿sacrificarse a sí mismo sin daño de nadie? ¿No es esto lo que
hizo Cristo?
Este problema lo vivió en carne propia y lo ilustró con su vida, después de
haberlo resuelto trabajosamente el pastor danés Soeren Kierkegaard, poeta y místico,
después de haberse equivocado una vez acerca de él. Fue el problema de Savonarola; y
quizá el de Bartolomé Carranza.
¿Qué ha de hacer un cristiano en un Iglesia decaída, digamos, corrompida; un
hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Qué es lo que le exige
y le permite la fe? ¿Puede callar? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica
terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está
corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de
chillar? La obligación expresa de "dar testimonio de la Verdad", que fue la misión
específica de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como
Kierkegaard, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel.
Hay dos actitudes extremas que son ilícitas: la de atemperarse al error (que es la
más fácil) y la de provocar el martirio.
No puedo atemperarme al desorden eclesiástico que prácticamente induce a los
fieles en errores y devasta la fe, decía Kierkegaard. No lo puedo moralmente y no lo
puedo ni siquiera físicamente. La misión de la palabra que se me ha dado en la
ordenación, está doblada en mí de una nativa vocación de poeta y maestro, la cual no
puedo declinar sin condenar al ocio a mis facultades y prácticamente a la ruina en
toda mi vida interna. El que sea escritor sabrá perfectamente que no se puede ni
siquiera resistir físicamente a la palabra que se forma dentro, sin entregarse a una
torturante y peligrosa operación contra-cepcional, como la de sofocar o atajar fetos, tan
conocida hoy día por desgracia. No sirve absolutamente para ningún otra labor útil que
esa; y por consiguiente ¿cómo salvo mi alma si la abandono o impido?
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Hay algo de exageración en esto, habría exageración en mí y en Barrantes
Molina, por ejemplo; no la había en Kierkegaard, absolutamente. Literalmente, no podía
callar. Incluso su equilibrio mental dependía de su trabajo intelectual. Callarse era
literalmente suicidio; y el peor de todos. "¿Hay que decirlo? Pues se dice": fue el título
de su último panfleto consistente en 10 artículos acerca de la religión y la iglesia
luterana, que a lo que se puede saber le costaron la vida. Cayó redondo en una calle de
Copenhague y murió de agotamiento en el hospital en mitad de esa polémica; pero un
sereno gozo y una decisión extraña y lúcida que nunca tuviera en su vida, le
acompañaron desde esa decisión, 'Pues se dice', hasta el último instante, señal probable
en lo que colegir podemos de la aprobación divina.
Porque él había visto antes que "no hay derecho a morir por la verdad", es decir,
a hacer cargar al prójimo, aunque esté perversamente engañado, con un asesinato. La
humildad impone que se rehuya el martirio -o la caridad, o la simple modestia: no estoy
seguro de si podré sobrellevarlo, no estoy seguro de poseer yo la plena verdad, antes
estoy casi seguro de lo contrario. Esto último, que no podía decir Cristo, debe decirlo
todo cristiano. Hay mezcla de pasión y de limitación en mi visual, aunque yo esté
seguro de que es fundamentalmente recta, de lo cual tampoco puedo estar nunca del
todo seguro. Claro que debo guiarme por ella, no tengo otra y debo vivir; pero para mí
solamente, no para imponerla a los demás.
¿Cómo se concilia esto con el deber, o con la imposibilidad física, de no callar?
Kierkegaard llegó a una conclusión prodigiosa: hay que humillarse hasta por debajo del
que está engañado, colmarlo de atenciones y "prévenances", obtener el perdón de la
verdad que está en mí. ¿Qué hace el enfermero, no se hace un esclavo del enfermo a fin
de sacarlo de su enfermedad, pagando así debido tributo de gratitud a Dios por su
propia salud?
Para cumplir este designio empinado, Kierkegaard tomó la conducta extraña de
infamarse y desacreditarse. Tenía que decir a sus cofrades y cohermanos que eran
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malos cristianos, y de qué manera: "no existe en el mundo cosa más corrompida que los
sacerdotes" (El Momento, IX, 6), y empezó por negar que él fuera ni siquiera cristiano; y
llamarse pecado y corrupción ambulante: era sacerdote.
No era esto posible en Cristo. Pero Cristo se anonadó delante de los fariseos
acatando todos sus preceptos y leyes hasta lo imposible, contestando a todas sus
interpelaciones y objeciones, haciendo innumerables parábolas, argumentos y
explicaciones a gente que interrogaba de mala fe y no tenía derecho a interrogar, quizá,
a veces; y cuando lo tenía en derecho sólo legal o meramente apariencial. Y en
apariencia se hizo pecador. Sí. Andaba con publicanos y pecadores ("dime con quién
andas...") y no fulminaba con indignación a las pecadoras. ¡Hubiese sido tan fácil y era
de tan buen tono! ¿Y por ventura era mentira? ¿No podía tronar una vez al menos,
como todos los predicadores, contra la disolución de las costumbres, la corrupción que
lo invade todo, las porquerías de la carne, y esas mallas de baño venidas de Grecia y
cada vez más cortas? Pero ¡ni una sola palabra acerca de "las playas"! ¡Puras parábolas
luminosas, comparaciones poéticas y preceptos generales, es decir, poesía, poesía y
poesía! ¿Adónde vamos?
Cristo parecía no ver la impureza; quizá de puro puro. No se dio el gusto de
llamar una sola vez "chancho" a un pecador carnal. Cuando tuvo que hablar con uno,
bajó la cabeza y guardó silencio.
La solución es pues que hay que buscar el martirio haciendo su oficio, y siendo lo
que uno es en la eternidad. Es decir: "No digas ninguna mentira; no digas ninguna
verdad que no sea necesaria." La dificultad está en saber cuándo una verdad es
necesaria. "Non tacebo" (No me callaré) escribió en un calabozo el loco de Campanella;
y en efecto le tocó habitarlo la enormidad de 26 años, una vida de hombre; y lo curioso
es que lo castigaron por complotar contra el gobierno español, y el dominico napolitano
era furiosamente hispanófilo y del partido imperial; Non tacebo. Una verdad es
necesaria cuando ha de salvar un alma, o para ganarme el pan; mucho más si se
conjugan las dos cosas. Si he de ganarme el pan haciendo poesías por ejemplo (que Dios
me libre y guarde, eso ni en broma) entonces debo hacer las poesías lo más artísticas
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que pueda, aspirar a la máxima belleza poética, que no consiste en otro que en la
verdad; pues me contó un poeta muy ducho en su arte que cada vez que hay un verso
que no llena o una estrofa que cambiar, después de cambiada uno ve que no tenía
verdad; o como dijo él, 'suficiente verdad".
No hay peligro que yo ponga exceso de poesía, como Shakespeare, que cuando
se le va la mano aturde y llega a ofuscar; pero si por poner "suficiente verdad" en un
poema, me apresan los peronistas por comunista o me pone una multa el Cardenal
Primado, cargo en mi ley, porque no hice más que cumplir mi oficio.
Pero al otro día cambio de oficio, anoser el diablo que sea de los que no se
pueden cambiar, como el de masón, marido, sacerdote o periodista.
Y así le pasaba a Kierkegaard; y por él podemos colegir que también a Jesucristo.
Eran atrozmente sinceros. Si tenían lengua tenían que hablar ("crédidi, propter quod
loquutus sum") y si hablaban tenían que decir, no ya una verdad, sino la verdad; es
decir, lo que en este caso concreto y particular desde el fondo de mi corazón viene a
pelo y yo actualmente con todos mis sentidos (como diría Ivanissevich) veo, vivo y
bebo.
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El Evangelio de Jesucristo, Ed. Vórtice, Bs. As., 1957, Pág. 239-244.
Parábola del Fariseo y el Publicano
Este domingo décimo después de Pentecostés se lee la conocida parábola del
Fariseo y el Publicano, conocida incluso por los poetas, que la han glosado en diversas
formas —recuerdo ahora una novela amarga y heterodoxa de John Galsworthy llamada
El primero y el último, de la que sacaron un film los yanquis—.
Lejos del tabernáculo, que ceñían de un velo
de humo espeso, diez lámparas de cobre desde el suelo
lejos del tabernáculo que ceñían de un velo;
estaba el paralítico y estaba el Publicano
el hidrópico estaba y el buen samaritano
el paralítico y estaba el Publicano...
Más allá, sobre un lecho de mullidas alfombras
entre un brillo de sedas y lejos de las sombras más allá,
un lecho de mullidas alfombras,
el Fariseo que ante el Señor se exalta
los versículos de David en voz alta
el Fariseo, que ante el Señor se exalta... etcétera. Esto es de un poeta argentino,
Horacio Caillet-Bois.
Como está colocada después de la parábola de la Viuda Molesta, San Agustín y
otros muchos dicen que versa sobre la oración, y que recomienda la humildad al orar.
Es eso; hay eso desde luego; pero hay otra cosa: hay un retrato de la soberbia
religiosa, que había de ser, y ya era, el principal enemigo de Cristo; retrato breve pero
enérgicamente incisivo, como un medallón o un aguafuerte. Jesucristo no vaciló en
contraponer entre sí a la clase social más respetada con la más repelida, ni en nombrar
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por su nombre a esa clase social eminente, al denunciarla como infatuada
religiosamente: Fariseo y Publicano. Si nos preguntaran cómo habría que traducir hoy
día esas palabras para que sonaran parecido a aquellos tiempos, habría que decir la
parábola del Sacerdote y el Ciruja, o algo por el estilo: o, hablando con perdón, la
parábola del Sacristán y la Prostituta.
La palabra fariseo no significaba entonces lo que significó después de Cristo, así
como la palabra sofista no significaba en el siglo de Platón lo mismo que significó
después —y por obra— de Platón. Los fariseos eran los separados —eso significa la
palabra en arameo—, los puros, los distinguidos. No existe hoy un grupo social
enteramente idéntico a los fariseos —aunque existe mucho fariseísmo desde luego—,
por lo cual no se pueden definir con una sola palabra. Si digo que los fariseos eran el
alto clero, los clericales, los jesuitas, los nazis, los oligarcas, los devotos, los puritanos,
los ultramontanos, miento: aunque tenían algo de todo eso. Algunos los han comparado
con los Sinn-feiners de Irlanda; otros con los Puritanos de Oliver Cromwell. Eran a la
vez una especie de cofradía religiosa, de grupo social y de poder político; es todo lo que
se puede decir brevemente; pero lo formal y esencial en ellos era lo religioso: el culto, el
estudio y el celo de la Torah, de la Ley de Moisés, que había proliferado entre sus
manos, como un pedazo de gorgonzola. Preguntado un ham-haréss (hombre del
pueblo) israelita, hubiera dicho: “Son unos hombres muy religiosos, muy sabios y muy
poderosos”, más o menos lo que cree el pueblo hoy día de los frailes. El Evangelista al
principio de la parábola los define: “Unos hombres que se tenían a sí mismos por santos
y despreciaban a los demás”; es decir, soberbia religiosa. Queda entendido que no
siempre fueron así los fariseos: fue un ceto social que se corrompió. En tiempo de
Jesucristo eran así. Antes de Jesucristo habían sido la fracción política que mantuvo la
tradición nacionalista y antihelenística de los Macabeos. Después de Cristo fueron el
espíritu que inspiró el Talmud y organizó la religión judaica actual: puesto que la
destrucción, y la Diáspora, que acabó con los Saduceos, no acabó con los fariseos. Estos
son indestructibles.
Los Publicanos eran receptores de rentas o cobradores de impuestos, pero no
como los nuestros. Los romanos ponían a subasta pública los impuestos de una
Provincia; y el “financiero” que ganaba el remate quedaba facultado para cobrar a la
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gente como pudiera —y, bajo mano, lo más que pudiera—; lo cual hacía por medio de
cobradores terribles, los publicanos, cordialmente odiados, como todo cobrador: y
mucho más por servir en definitiva a los romanos, los odiosos extranjeros. En suma,
decir publicano era peor que decir ladrón; prácticamente era decir traidor o
vendepatria...
“Palabra de honor os digo —dijo Cristo— que el Publicano volvió a su casa
justificado, y el otro no”... El que se llamó a sí mismo pecador, volvió a su casa justo; el
que se llamó santo volvió con un pecado más. El fariseo se tenía a sí por santo y al otro
por miserable; y Dios no fue de la misma opinión.
La oración del fariseo, proferida en voz alta, de pie, cerca del santuario, es una
obra maestra. Cristo no exagera ni se queda corto: la oración parece no contener nada
malo; pero está penetrada del peor mal que existe, que es el orgullo religioso: “Gracias
te doy, oh Dios, de que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros —
ni como este publicano...—; ayuno dos veces cada Sábado, pago los diezmos de todo lo
que poseo...”. ¿Acaso es un pecado conocer que uno no hace crímenes y dar gracias a
Dios por ello?, dice el reverendo George Herbert Box M. A., profesor de Estudios
Bíblicos y Rector del Templo de Southton Bede, en el artículo “Pharisee» de la
Enciclopedia Británica, donde se halla una curiosa defensa de los fariseos que prueba
que su raza no ha desaparecido del mundo. ¡Dichoso el que tiene un hijo que lo
defienda después de muerto!
Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta
fórmula: fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo; o quizá más brevemente todavía:
luchó con los fariseos. Ese fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo como
hombre: su Empresa.
Todas las biografías de Cristo que recuerdo (Luis Veuillot, Grandmaison,
Ricciotti, Lebreton, Papini) construyen su vida sobre otra fórmula:
Fue el Hijo de Dios, predicó el Reino de Dios, y confirmó su prédica con milagros
y profecías. Sí, pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que fue el acto ms
importante de su vida.
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El drama de Cristo queda así escamoteado. La vida de Cristo no fue un idilio ni
un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El
antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad.
Sin el fariseísmo, toda la historia de Cristo fuera cambiada; y también la del
mundo entero. Su Iglesia no hubiera sido como es ahora; y el mundo todo hubiese
seguido otro derrotero, con Israel a la cabeza: triunfante y no deicida y errante;
derrotero enteramente inimaginable para nosotros.
Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería
esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y
parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano,
ni institución sin su corrupción específica. Todo lo que es mortal muere; y antes de
morir, decae. El fariseísmo es el decay de la religión, míster George Box... perdone
usted, profesor de religión.
Es la soberbia religiosa, es la corrupción más grande de la verdad más grande: la
verdad de que los valores religiosos son los más grandes. Eso es verdad; pero en el
momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos
nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del
diablo. El gesto religioso, cuando toma conciencia de sí mismo, se vuelve mueca. No
quiere decir que uno debe ignorar que es un gesto religioso; quiere decir que su objeto
debe ser Dios y no yo mismo. El publicano decía: “Oh Dios, apiádate de mí, pecador.”
El fariseo pensaba: “Estoy rezando: conviene que rece bien porque yo soy yo; y hay que
dar buen ejemplo a toda esta canalla.” “No oréis a gritos, como los fariseos, ni digáis a
Dios muchas cosas, como los paganos; vosotros cerrad la puerta y orad en lo escondido;
y vuestro Padre, que esta en lo escondido, os escuchará.”
Decía don Benjamín Benavídes que el fariseísmo, tal como está escrito en los
Evangelios, tiene como siete grados: 1) La religión se vuelve exterior y ostentatoria; 2) la
religión se vuelve rutina y oficio; 3) la religión se vuelve negocio o “granjería”; 4) la
religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al prójimo; 5) aversión a los
que son auténticamente religiosos; 6) persecución a los que son religiosos de veras; 7)
sacrilegio y homicidio. Esto me fue dicho, ahora recuerdo, en San Juan, la noche de
Navidad de 1940, tres o cuatro años antes del terremoto, cuando yo sabía teóricamente
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que existía el fariseísmo, pero todavía no me había topado con él en cuerpo y alma. De
modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la simple exterioridad (añadir a los 613
preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y olvidarse de lo interior, de la
misericordia y la justicia) hasta la crueldad (es necesario que Este muera, porque está
haciendo muchos prodigios y la gente lo sigue; y que muera del modo más ignominioso
y atroz, condenado por la justicia romana), pasando por todos los escalones del
fanatismo y la hipocresía. Este es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no
tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo —que realmente es
fácil de ver—, que considere solamente esto: la religión suprimiendo la misericordia y la
justicia. ¿Puede darse algo más monstruo?
Yo le envidio a Jesucristo el coraje que tuvo para luchar contra los fariseos. Yo,
excepto en un solo caso, cada vez que me topé con un fariseo grande, me he quedado
alelado y yerto, como un estúpido; es decir, estupefacto.
Sin embargo, siento simpatía por el fariseo Simón, Simón el Leproso, aquel a
quien Cristo le reprochó: «No me besaste”, el que invitó a comer a Cristo y al final de la
comida se le colaron sin billete ¡la Magdalena y Judas! No todos los fariseos eran malos:
algunos eran santulones, pero no hipócritas. De entre ellos salieron algunos buenos
cristianos: San Pablo, por ejemplo.
La parábola termina con esta frase: “Todo el que se exalta será humillado y todo
el que se humilla será exaltado”, cuyo sentido es obvio.
Pero ella comienza con otra frase, que es misteriosa: “Cuando vuelva el Hijo del
Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?”. Cristo conecta proféticamente su
Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en
ambos momentos, el Primero y el Último.
Aquí hay que corregir otra vez con todo respeto a San Agustín; el cual, viendo en
el siglo IV “las iglesias llenas” (sermón 115) y la fe creciendo día a día, no se podía
imaginar una crisis de la fe como, por ejemplo, la nuestra; y en consecuencia dice: “¿De
qué fe habla el Salvador? Habla de la fe plena, de la fe que hace milagros, de la fe que
mueve las montañas, de la fe perfecta, de la fe que es siempre muy rara y de muy
pocos”... No. Cristo habla de la fe en seco. Viendo el estado de la religión en su tiempo
en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba “como ovejas que no
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tienen pastor”; y en las ciudades “con pastores que eran lobos con piel de oveja” —los
cuales iban a derramar la sangre del buen Pastor—, se acordó repentinamente del otro
período agónico de la religión, en que la situación religiosa habría de ser parecida o
peor; y exhaló ese tremendo gemido.
Con razón anota monseñor Juan Straubinger comentando este versículo: “Obliga
a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante
haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran
«Misterio de Iniquidad» y la «gran apostasía» que dice San Pablo en II Tesalonicenses 2,
y que el mismo Señor describe varias veces, sobre todo en su discurso escatológico.”
Hay pues dos profecías en el Evangelio que parecen inconciliables: una es que
“las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”; otra es que cuando vuelva Cristo
“apenas encontrará fe sobre la tierra”. Y la conciliación debe de estar en el principio o
norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada:
“En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros
haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obra.” La Iglesia no fallará
nunca porque nunca enseñará mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los
que enseñan en ella hablarán y no harán, mandaran y no servirán; y mezclando
enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al
mundo entero, excepto a los poquísimos heroicamente constantes.
Los cuales tendrán, sí, oh Agustín, una fe más grande que las montañas.
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Las Parábolas de Cristo.
Parábola del Sepulcro y las Víboras.
”Guay a vosotros, fariseos necios… que sois como sepulcros ocultos, que no ven los que
caminan” (Lu. XI, 44). Guay a vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros
blanqueados, que por fuera parecen hermosos a los hombres, por dentro empero están llenos de
huesos de muertos y pudrición; así vosotros parecéis justos a los hombres, por dentro empero
estáis repletos de falsía y de iniquidad. Guay a vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que
edificáis sepulcros a los profetas, y hacéis “homenajes” a las tumbas de los justos… Serpientes,
progenie de víboras ¿cómo escaparéis al juicio del la gehenna?” (Mt. XXIII, 27).
El llamado “elenco contra fariseos”, donde se halla la semejanza del sepulcro y
las víboras, fue proferido dos veces, como se ve claro cotejando los lugares paralelos de
Mt. XXIII Y Lc. XI: la primera proferición, en una comida donde había fariseos
presentes, es mansa, no contiene la contumelia directa de “hipócritas” aunque sí la de
“bobos” (stulti), no termina con la amenaza del infierno, y es más bien un “argumento”
(como dicen los ingleses) y una prevención. La segunda es el “elénjon” más terrible que
se ha pronunciado en este mundo: es una maldición y una sentencia de muerte.
La primera fue proferida más o menos en la mitad de la vida pública, la segunda
el Martes de Pasión, ante la muerte; una en una comida privada, la otra ante el pueblo y
los discípulos, quizás en el Templo; la una provocó simplemente una mayor obsesión
de entramparlo con preguntas capciosas, la otra, la decisión de apresurar el asesinato
legal; la una terminó en avisos a sus discípulos acerca de la persecución, la segunda en
sentencia de muerte para Jerusalén y sus Jefes (muerte eterna), envuelta en profunda
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tristeza, con una profecía esjatológica. Los lectores superficiales y también los exegetas
antiguos las identifican o acoyuntan, y eso hoy día induce a grave error. Finalmente, en
la segunda y más terrible, no hay réplica alguna y en la primera, un Escriba interrumpe
para decir: “Maestro, nos estás haciendo contumelia”.
Hay que responder a este Escriba (Cristo no respondió, prosiguió simplemente
su requisitoria) porque de ella viene el grave error actual, expresado por muchos
escritores, que enunciaremos así: “Cristo insultó a los fariseos ¿qué mucho que ellos lo
quisieran mal?” Es pura y simplemente falso. El clérigo protestante y Profesor de
Escritura Rdo. George Herbert Southton M.A. nada menos que en la acreditada
“Enciclopedia Británica” (artículo Pharisee) lo trae en forma pulcra: describe a los
fariseos como gente honorable, muy piadosa, rígida en moral, un poco estrecha y
antipática pero honrada (más o menos como los “victorianos” ingleses a quienes los
asimila), que al fin cumplían con su deber al “investigar” a Cristo y celar la ley de
Moisés; de donde Cristo viene a quedar como una especie de demagogo anárquico,
perturbador de la moral común[jj2].
El filósofo Santayana en un libro nada feliz (sobre un tema para el cual no tiene
bastante preparación) “La idea de Cristo en los Evangelios”, que han editado aquí como
tantos otros bodrios, dice con candidez que: al fin y al cabo nada le habían hecho a
Cristo (pág. 139) ¿por qué se irrita Él “sin que parezca que ellos hayan hecho nada para
provocarlo” (sic) si al fin y al cabo, no había esperanza de cambiarlos? Más allá van
Wellhausen y el “célebre” santón protestante Albert Schweitzer, que se extrañan de que
la policía lo haya aguantado tanto tiempo (cinco semana según él) a Cristo; y en el
fondo, por ende aprueban (nefandum dictu) su asesinato legal. Algunos católicos, como
el judío convertido Daniel Rops, (“Jesús en son temps”, Fayard, 1949), tienden a atenuar y
disculpar al fariseísmo, recordando a Hillel y Gamaliel, excelentes personas; y san
Pablo, Nicodemos, José de Arimatea, santos; olvidando que si fueron santos fue porque
“se dieron vuelta” a odiar al fariseísmo. No digamos nada de Sholem Ash (“El
Nazareno”) y Ludwig (Vida de Jesús), para los cuales los Fariseos son lo mejor de lo mejor
del mundo; y Cristo amigo de ellos ¡y fariseo también!
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Cristo no comenzó su carrera insultando a los fariseos ni a nadie, como ni
tampoco Juan Bautista; terminaron ambos por la imprecación, probado primero
inútilmente todo lo demás. Cristo hubiese podido lícitamente comenzar por la
maldición, pues allí había llegado ya Juan el Precursor, cuya prédica Él continuaba;
pero no lo hizo. Volvió a fojas uno; aceptaba las invitaciones a comer de los fariseos y
respondía a sus preguntas, mansamente al principio, aun cuando esas invitaciones no
significaron hospitalidad, ni siquiera curiosidad, sino (después se vio) trampas odiosas.
No predicó contra su ociosa casuística, sino cuando ella escombraba la Ley de Dios.
Cumplió incluso sus necios mandatos, mientras no fueran contra la misericordia y la
justicia o el sentido común. No los desacreditó públicamente como sacerdotes o como
“catedráticos”, mientras leían la Ley de Moisés: “haced pues todo lo que os dijeren… “ lo
cual era difícil, porque el ejemplo de ellos era al revés y “exempla trahunt, verba dictant”.
El “mansísimo” Jesús fue mansísimo incluso en este tremendo “elénjon” que estamos
considerando, créase o no.
“Elénjon” llamaban los griegos a la parte de la oración jurídica en que el fiscal
precisa los cargos y da las pruebas; o sea, en lenguaje moderno, la “requisitoria”.
Cumplió Cristo con su misión; hizo, con tristeza aquí, su deber. Su requisitoria enumeró
en ocho acápites los hechos que eran públicos; definidos, juzgados y valorados con
dureza y diafanidad de cristal de roca. La expresión “sepulcros blanqueados” es hoy
término del lenguaje común del mundo entero, a causa de su certeridad. Las ocho
acusaciones de Cristo, que definen para in aeternum un tipo, son menos violentas
aunque no menos graves que las otras coincidentes que nos trae la literatura rabínica de
ese tiempo; como la clasificación de los “Siete Fariseos” que hace el Talmud (Sotah, 22 b,
Bar.), la maldición a las “familias sacerdotales” indignas, del Menahoth, XIII, 21, o las
incriminaciones a los Altos Sacerdotes de Flavio Josefa en “Antigüedades judaicas”,
XXI, 179.
Los fariseos traían a la mente de Cristo imágenes de muerte: sepulcros y víboras.
¿Qué mucho, si estaba ya condenado irremediablemente por ellos a muerte y
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viperinamente calumniado? Nadie lo podía ya sustraer a la muerte, ni su Padre mismo,
oso decir.
Contesta aquí con otra sentencia de muerte a la suya ya fijada; y hace con sus
asesinos, anticipándoles su futuro, la última posible (inútil) obra de misericordia.
Cristo NO “tiene dos estilos”, como cree Santayana Jorge. Lo mismo que la
imagen que Él nos trazó de su Padre (en realidad, Él fue por excelencia la imagen
terrestre del Padre), Cristo es el mismo cuando increpa y cuando perdona, igual que la
figura de Dios que Él nos diseñó, por un lado Padre magnánimo y buen pastor y por
otro lado sultán absoluto e irritable, no son sino las dos fases de la misericordia y la
justicia de Dios, ambas inmensurables a medidas humanas, que no hacen sino una sola
cara, la cara de Dios, la cual de suyo es inefable, y sólo se puede expresar humanamente
así; con dos exageraciones que se equilibran. Cuando Cristo tenía que hacer de juez,
hizo de juez, sin dejar de ser el buen pastor, que da la vida por sus ovejas. La persona
que sabía que un día habría de juzgar a esos hombres ciegos y condenarlos ¿es mucho
que les gritara, cuando aun estaban a tiempo de salvarse? Fue ese griterío el último
instrumento de salvación: el martillo para los corazones hechos piedra. Dadme un
padre recto y justo, y comprenderá lo que digo. Mas un padre que increpa a su hijo que
ya ve perdido, hasta lo último, suele generalmente conseguir su causa; aquí nones. Un
padre romano, es decir, no argentino: un varón bueno como Lucius Brutus, quien,
llorando, tuvo que condenar a muerte a un hijo.
La prueba es que la imprecación de los ocho ¡Vae! (que propiamente en
griego”¡ouai!” no expresan ira sino más bien tristeza) se resuelve en ternísima tristeza:
“Jerusalén, Jerusalén, ¡cuántas veces quise cobijar a tus hijos como la gallina bajo sus alas a sus
pollitos, y no quisiste! Sigue la sentencia, porque darla es el deber de Cristo: infierno para
los malévolos y empedernidos asesinos -no tanto y no sólo de Su cuerpo y el de los
Profetas “que yo os enviaré”, sino sobre todo asesinos de las almas, de sus “ovejas” – y
la ruina para Jerusalén. Pero no podía detenerse allí Cristo; y añade a la sentencia del
Juez la promesa del Padre, la única que podía hacer, la lejana promesa y profecía de la
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conversión parusíaca de los judíos; algún día, perdido allí en las brumas de lo
desconocido. Matadme, pues, para llenar la medida de vuestros padres y desbordarla,
oh herederos de Caín y de todos los matadores de justos y profetas…
Os aseguro que “ya no me veréis más hasta el día en que digáis: bendito el que viene en
nombre del Señor”. Así termina el “elenco contra fariseos”.
¿Quería decir su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos? No, eso
había pasado ya; y los que dijeron “Bendito el que viene en el Nombre”, no fueron los
deicidas, sino los Discípulos, el pueblo chico, los niños. Se refería a la conversión de los
Judíos en el fin del mundo. Aludía al Domingo pasado, sí; haciendo a ese efímero
reconocimiento del Hijo de David por una mínima Jerusalén, figura y “typo” del futuro
reconocimiento total y definitivo. Su corazón fue a descansar allá, no teniendo ya en
otra parte “donde reclinar la cabeza” -pero terminó con una bendición. Porque aunque
la Justicia y la Misericordia de Dios son infinitas, la Misericordia de Dios son infinitas,
la Misericordia en mayor- dice santo Tomás: que yo no sé como puede ser. Que lo
explique otro.
He hablado mucho en “El Evangelio de Jesucristo”, del fariseísmo y los fariseos: y
es demasiado poco. Dije allí que los fariseos eran malísimos, y eso hay que decir, y lo
dijo al máximo Cristo; que el fariseísmo es el famoso pecado contra el Espíritu Santo,
“que no tiene perdón ni en esta ni en la otra vida”; y que toda la vida de Cristo se puede
resumir en esta palabra “luchó contra el fariseísmo”, pues, en efecto, esa fue la “empresa”
de Jesucristo como hombre, desde su nacimiento a su muerte, así como todas sus
acciones de “reformador religioso” incluso milagros, profecías y fundación de la Iglesia
(El Evang. de Jes., pág.232); Y ella llena el Evangelio, de modo que se podría escribir un
libro, que no se ha escrito; y se debería escribir, habiendo hoy día un repunte del
fariseísmo; el cual es eterno más que los imperios y las pirámides de Egipto. Diré
también ahora que “la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar” es
también el fariseísmo. Y dirán que es manía. Y no lo es.
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Sobre esta palabra de Daniel repetida por Cristo, qué significa en concreto, se
dividen desesperadamente los exégetas. Es un modismo hebreo que dice “el colmo del
desastre”, o “el colmo de los colmos”, que decimos nosotros. Opinamos que esa
“abominación” que Cristo dio como señal de huir de Jerusalén y de la Sinagoga, es la
misma muerte injusta y sacrílega de Cristo patrada por la “Religión (por los hombres
oficialmente religiosos) de Israel” siguiendo en esto que diré una leve y vaga indicación
de Maldonado. Todas las diversas opiniones de los Santos Padres, caen a prima
consideración; por ejemplo: “fue el entrar el ejército romano en la ciudad santa”
(Orígenes): ya no había entonces lugar de huir. “Fueron las águilas romanas, que eran
ídolos, en el Templo de Jerusalén”: lo mismo y más; “Fue la estatua de Adriano
colocada en el Templo” (San Jerónimo): fue colocada después de la destrucción del
Templo. “Fue el retrato del César que Pilatos introdujo en el Templo (Id.). No lo
introdujo sino en la ciudad, de noche y clandestinamente… “Fue la sedición de los
Zelotes en el tiempo de Floro, los cuales profanaron el Templo… ” “Fue el mismo cerco
de Jerusalén por la Legiones… ” (San Agustín). Dejo otras, por no aburrir. Ninguna
tiene atadero con el ser un “signo” de dejar la ciudad deicida, y “huir a las montañas”.
¿Qué más abominación de la desolación que el Monte Calvario, el cuerpo desangrado
del Justo de los Justos colgado de tres clavos; y el rasgón del velo del Tabernáculo,
acontecido milagrosamente al mismo tiempo? Cuenta el judío Josefa que al quedar
eventrado el Tabernáculo, como cosa que ya no contenía a Dios ni a nada, se oyeron en
el Templo voces aéreas que decían: “Huid, huid, salgamos de aquí”. No. La
abominación máxima y bien patente fue el fariseísmo deicida. Y la señal perspicua fue
el partirse en dos el velo del Santísimo al fenecer Cristo, símbolo portentoso del
acabamiento de la Sinagoga como casa de Dios.
Me dirán que eso no fue “señal” de fuga de Jerusalén por los neófitos. Pues sí
señor lo fue. Empezaron a desfilar (a “filer doux”, como dice el francés) desde la
Crucifixión, empezando por los Apóstoles, exceptuando Santiago el Mayor, Obispo de
Jerusalén.
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Instarás: pero la fuga en masa de los cristianos a la aldea montañosa de Pella en
la Transjordania ¿no fue unos 30 años después de la Crucifixión? Concedo; pero para
esa fuga última y urgente, Cristo dio OTRA señal: “Cuando veáis la ciudad sitiada aunque
no del todo”; y eso entendieron bien los neófitos. Pues el primer sitio de Jerusalén por
Vespasiano fue flojo y daba lugar. a huir; el segundo, seis meses después por Tito
(nombrado su padre Emperador de Roma), fue cerradísimo, incluso por una enorme
muralla, el Romanum Vallum, contra el cual se estrellaban los míseros fugitivos y eran
reenviados, a la urbe “condenada por Dios” (palabras del Príncipe Tito), las mujeres con
las manos o los pechos amputados, los varones eventrados para buscar oro o joyas,
tragados para ocultarlos -es decir, cadáveres; si hemos de creer al historiador Josefa.
Todos los otros “signos” de los Santos Padres -poco o nada cuidosos de las fechas
acontecieron después del cerco de Tito: cuando ya no había caso de huir:
Y esta opinión o presunción mía (que no doy sin pruebas) se confirma con el
hecho de que este “signo” de la desolación abominable, serálo también del fin del
mundo, pues al fin del mundo lo aplica Daniel; y también Cristo, como “antitypo”. A
los dos finales debe pues convenir el signo, a los dos desastres, al typo y al antitypo; y
san Pablo cuando habla del Anticristo, da como señal el sacrilegio religioso, y no otra
cosa: “Se sentará en el Templo de Dios haciéndose dios”, es decir, se apoderará de la religión
para sus fines, como habían hecho los fariseos; en forma aun más nefanda el Anticristo.
Interpretación de la “abominación” por san Pablo.
Si creemos a san Pablo y a Cristo, (que en los últimos tiempos habrá una “gran
apostasía” y que no habrá ya (casi) fe en la tierra) sólo el fariseísmo es capaz de
producir ese fenómeno. Cuando los judíos digan: “bendito sea el que viene en el
Nombre” será cuando los cristianos hayamos flaqueado y decaído, cuando “el
Devastador esté a su vez devastado”, dice Daniel; cuando Roma, el Orden Romano
haya desaparecido, como a osadas está hoy desapareciendo. Sólo el fariseísmo puede
devastar a la Iglesia por dentro; sin lo cual ninguna persecución externa le haría mella,
como vemos por su historia, pues, “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Si
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la Iglesia está pura y limpia, es hermosa, y atrae, no repele: atrae prodigiosamente,
como se vio ya en su asombrosa propagación, entre dificultades sin cuento, muertes y
martirios.
Me detengo un momento para resollar: tengo miedo…
Solamente cuando la Iglesia tenga la apariencia de un sepulcro blanqueado, y los
que mandan en ella tengan la apariencia de víboras, y lo sean, el mundo entero se
asqueará de Ella y serán poquísimos los que puedan mantener no obstante su fe firme,
un puñado heroico de “escogidos” que, “si no se abreviara el tiempo, ni ellos resistirían”.
Entonces se producirá “el gran receso” y a causa de él, “el Hombre de Pecado, el Hijo de la
Perdición” tendrá cancha para hacer su satánica voluntad en el mundo -por muy poco
tiempo.
Con todas las promesas divinas encima (hay que decirlo).
SI la Iglesia no practica la honradez, está perdida.
SI la Iglesia atropella la persona humana, está perdida;
SI la Iglesia suplanta con la LEY, la norma, la rutina, la juridicidad, y la
“política”… a la Justicia y a la Caridad, está lista; porque entonces entrará en ella “la
abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar” que predijo Daniel
Profeta; es decir, el fariseísmo.
Por culpa del fariseísmo – “sepulcro que no se ve, por lo cual los hombres caminando lo
tocan y se manchan” (Lc.XI, 44) según la Ley de Moisés (Num. XIX, 16, mancha legal “si
alguien tocara un muerto… o un sepulcro, quedará inmundo por siete días”) por lo cual los
judíos “blanqueaban” los sepulcros un mes antes de Pascua -las puertas del Infierno CASI
prevalecerán contra Ella y, sobre ese CASI de desesperación, volverá Cristo.
Velad, pues. Y no toquéis los sepulcros ni las víboras.
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Decíamos ayer…, p. 215 et seq.
La última parábola
Yo sabía que no podía acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un
modo tan espantoso.
Mi consejo no le faltó. Fue más o menos éste:
“Hay que partir de este principio: es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es
difícil hacerlo si uno se pone a ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a os hombres
como ellos son y no como queremos que sean. Con el que tiene el poder es inútil querer
hacerse el tremendo. Hay que ponerse en razón.
Tu estilo de escribir es magnífico. Hay solamente las frasecitas. Son una frase
aquí, otra allá, a veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que
suprimidas no perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que
resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo que
uno los trate, descontentan a alguno inevitablemente.
Después de esto hay que ganar a Caifás. Caifás en el fondo te aprecia. Por más
que está ocupado en otros asuntos, no es hombre desprovisto de gusto literario. Un día
dijo de vos: “Compone espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son
abundantes, los tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo. Si
este hombre entrase de una beuna vez con toda el alma por el alma que le señalan la ley
y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin dejar de ser un
escritor genial.
Tus parábolas son muy buenas; algunas son obras maestras del género. Eres un
verdadero genio, te aseguro que eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo
mismo que la de los Talentos, aunque aquí ya la doctrina es un poco rara. La del Rico en
el infierno es bastante fuerte, un poco violenta, los ricos se pueden ofender de ella. La
del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más bien para hombres
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muy inteligentes. Ahora, la de los Operarios en la Viña ya son palabras mayores, creo
hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una parábola de menos no puede
perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como vos. Hay mucha gente a quienes
ha caído muy mal, que la ha tomada muy a mal.
No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta,
hay que enterarse que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la política. El
lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador ¡muy bien! Allá en el dulce ambiente
pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste, la Causa de la Verdad está tan cerca de
uno, tan a mano, que uno parecería los toca, toca el cielo con las manos… Aquí hay que
contar con los mecanismos interpósitos, toda la organización oficial con las cuales
también se va hacia Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas,
evidente: se trata de hombres no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo
que así sea, no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.”.
Desde el cerro de Arcalón, veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato
entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije:
“Te repito que en fondo no es inaccesible. Lo has disgustado mucho, los has
molestado mucho (sin querer, desde luego), los has ofendido mucho, creo que está
enflaqueciendo por causa tuya; pero en el fondo es pontífice, es un hombre consagrado
a Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del Templo,
¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer a causa de
eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la predicación. Se trata
solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las normas. Al final y al caso son
superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe estar ciegamente sometido; si se
equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una gran tranquilidad de conciencia eso de
poder resignar en otro la propia conciencia.
Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser administrada. La
Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita filtro, necesita paliativos y
necesita administración. ¿Y quién debe administrarla sino el que oficialmente ha sido
nombrado para eso?
Tienes que darte cuanta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran
edificio, y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran
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ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy bien,
pero ¡eh! No es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo, incluso para la
religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo que representa ese gran
edificio que ahora se construye, el bien que se podrá hacer a los fieles en esa casa de
Dios, que dirige tan acertadamente el arquitecto Jonatás: pero va a costar tres millones
de sextercios y vos sos un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar plata. Es muy
lindo abrir el Libro y decir el profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a
evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente de aguas vivas. Pero para decir
eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un techo hay que tener un
gran salón. Para tener gran salón se precisa plata, mucha plata. Y la plata hay que
administrarla bien. Cualidad en que nuestro gran Caifás, como no me negarás, no le
cede la palma a ninguno. Eh, eh, es fácil despreciar a los que no tienen facilidad
palabras; pero la predicación ¿por ventura es todo? La administración es lo más
necesario que hay en cualquier sociedad humana.
Ellos están en medio de la política; vos y yo, nazarenos humildes, poetas de
pueblo, escritores de tres al cuarto, ¿qué necesidad tenemos de tocar temas candentes,
habiendo tantos temas sobre qué escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices
que el predicar que no le atienden, y nada, es la misma cosa. Y para hacer oír hay que
hablar del Reino, pues todo el mundo hoy está embalado con el famoso Reino. Muy
bien. Una cosa es hablar del Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es
descender al pormenor, hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los
saduceos, y los que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada
que ver con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El
religioso debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y debe vivir
religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes padres nuestros los
profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que religión pura. Eso no ofende
a nadie.
Ahora, si es verdad lo que me han contado, que has comenzado a aplicarte a Ti
mismo las profecías y (lo que es muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de
los Libros Santos ¡literalmente!; entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos
sido amigos desde la niñez, y por mí yo no deseo repudiar la amistad, pero hay cosas
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que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la franqueza de la
amistad, ¡yo no las entiendo!”. Así mismo se lo dije; y que Dios me mate si miento.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .
¡Pobre Jesús! Yo veía que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás
soñé ¡Dios mío!, que debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!
* * *
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Los Papeles de Benjamín Benavides, Ed. Dictio, Buenos Aires 1978
El retiro de la Iglesia
“Pues sí, señor. San Victorino Mártir continuamente dice que la Iglesia será
quitada: ‘El coelum recissit tanquam liber qui involvitur’, y el interprete interpreta: ‘el
cielo es plegado, es decir, la Iglesia es quitada’; ‘de medio fiet’ –escribe Victorino en su
bajo latín – que en latín significa ‘más todavía: ‘La Iglesia liquidada’.” (pág. 273).
«El mundo quiere unirse -dijo- y actualmente el mundo no puede unir sino en una
religión falsa. O bien las naciones se repliegan sobre sí mismas en nacionalismo
hostiles -posición nacionalista que ha sido superada- o bien se reúnen nefastamente
con la pega de una religión nueva, un cristianismo falsificado, el cual naturalmente
odiará de muerte al auténtico. Sólo la religión puede crear vínculos supranacionales.»
(pág. 292).
Sobre un cristianismo adulterado y bajo una falsa Iglesia se unirán los hombres
sin dogmas que dividan, tal como hoy auspicia el Ecumenismo de la Nueva Iglesia
post-conciliar y la teología progresista, pues como advierte el P. Castellani: «El mundo
quiere unirse y actualmente el mundo no se puede unir sino en una religión falsa.» (pág.
292)
“La presión enorme de las masas descreídas y de los gobiernos o bien
maquiavélicos o bien hostiles pesara horriblemente sobre todo lo que aun se mantiene
fiel; la Iglesia cederá en su armazón externo; y los fieles ‘tendrán que refugiarse’
volando ‘en el desierto’ de la Fe. Solo algunos contados, ’los que han comprado’ con la
renuncia a todo lo terreno, ‘colirio para los ojos y oro puro afinado’ mantendrán
inmaculada su Fe, (…) Esos pocos ‘no podrán comprar ni vender’, ni circular, ni
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dirigirse a las masas por medio de los grandes vehículos publicitarios, caídos en manos
del poder político; y después, del Anticristo: por eso serán pocos.” (…)
(…)Las situaciones de heroísmo, sobre todo de heroísmo sobrehumano, son para
pocos; y si esos días no fuesen abreviados, no quedaría ni uno. Pero la Iglesia no está
por hacer, ya está hecha; hoy está construida, inmensa catedral de piedra y barro, con
una luz adentro. No desaparecerá como si fuese de humo: quedarán los muros, quedarán
al menos los escombros, y en los altares dorados y honrados con huesos de mártires se
sentará un día el Hijo de Perdición, el Injusto, cuya operación será en todo poder de
Satanás, para perdición de los que no se asieron a la verdad mas consintieron con la
iniquidad (páginas 292-293).
La Iglesia creó la Cristiandad Europea, sobre la base del Orden Romano. La Fe
irradió poco a poco en torno suyo y fue penetrando sus dentornos: la familia, las
costumbres, las leyes, la política. Hoy día todo eso está cuarteado y contaminado,
cuando no netamente apostático, como en Rusia; un día será «pisoteado por los
gentiles» del nuevo paganismo. Ése es el atrio del Templo. Quedará el santuario, es
decir, la Fe pura y oscura, dolorosa y oprimida; el recinto medido por el profeta con la
«caña en forma de vara», que es la esperanza doliente en el Segundo Advenimiento, la
caña que dieron al Ecce Homo y la vara de hierro que le dio su Padre para quebrantar a
todas las gentes (pág. 294).
“Ni quedara intacta la Iglesia visible; dentro de ella habrá santuario y atrio.
Habrá fieles, clero, religiosos, doctores, profetas que serán pisoteados, que cederán a la
presión, que tomaran la marca de la Bestia.” (pág. 294).
“El principal déstos es el de la Segunda Bestia, una fiera que surge de la tierra
como la otra surgió del mar, es decir, de la Iglesia en contraposición al mundo; la cual
aunque habla como dragón ‘tienen dos cuernos semejantes al Cordero’. Esta bestia es al
que ‘actúa’ y reduce a la práctica, es decir, ritualiza todo el poder de la otra, dice el
Profeta. Ella es la propaganda sacerdotal; ella organiza la adoración idolátrica, impone
la adoración del ícono nefando (…) Esta bestia es pues evidentemente un movimiento
religioso, una herejía parecida al Cristianismo, la ultima herejía, la más nefanda y sutil
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de todas, la adoración del Hombre; encarnada ella quizá en un genio religiosos, una
especie de inmenso Lutero, Focio, o Mahoma. Quizá sea un antipapa y los dos cuernos
signifiquen la mitra episcopal. No lo sabemos.” (pág. 297).
“San Victorino Mártir netamente asevera que ‘la Iglesia será quitada’; pero eso no
significa que será extinguida del todo y absolutamente, como opino Domingo Soto, sino
su desaparición de la sobre haz de la tierra y a su vuelta a unas más oscura y horridas
catacumbas.” (pág. 344).
“Antes para reconocer a Cristo bastaba creer que había venido; hoy es necesario creer
que ha de volver.” (pág. 425).
“Lo que distingue a los verdaderos cristianos es que esperan la Segunda Venida…”
(pág. 426).
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Cristo y los fariseos
Sobre la Obediencia.
I
La definición de "obediencia" de Santo Tomás es "oblación razonable firmada por
voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección."
Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay
que creer, A. H., que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfecto. La
obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la
fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral.
Ambos límites están también fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que
físicamente es imposible asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obedecer cosa
en que se viese pecado, no ya mortal solamente, sino de cualquier clase. No se puede
ejecutar virtuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería,
relajamiento, vileza o claudicación moral.
Esto significa simplemente que ningún hombre puede abdicar su propia
conciencia moral, como nota el Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m. “Unusquisque enim
tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo habet, sive sit naturalis, sive
acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet secundum rationem aguere" (1). ¡No
podemos salvarnos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de
discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y
otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales
son inmanentes y su "forma" es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y
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automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la
oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio?
Nuestro Padre Ignacio recogió de los antiguos Padres dos expresiones
metafóricas que si se tomaran literalmente engendrarían una monstruosidad. Como
bastón de hombre viejo hay que obedecer y a manera de cadáver hay que obedecer: sí
señor, pero no antes que la conciencia moral haya asimilado el mandato, colocándolo en
la línea de su conocimiento de Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es
evi dente que esto no se puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridícula. El "ir a
tomar la leona y traerla al superior suyo" podrá haber sucedido en la prehistoria del
Cristianismo, aunque por cierto a mí no me consta; pero ningún teólogo sensato lo
tendrá por lícito en casos normales.
El obediente verdadero obedece al Superior menor a la luz de la voluntad
conocida y amada del Superior mediano; y al Superior mediano a la luz conocida,
entendida y amada del Superior Sumo; y la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz
del Evangelio; y éste a la luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y
con la cual el Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar
una escala luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos
muy excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su
unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la voluntad de
Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y sobreelevarlo.
Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida
religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva
del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y "llevarlos al hoyo", como
previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para
substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o
agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo
sabe; ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez
intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los mediocres engreídos, esos
"superiores briosos y sin letras" a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de
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los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas
dijera Cristo: "Qui vos audit, me audit" (2) y para eso reglamentara la Iglesia la vida
religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera
venido.
Los que llevados de cualquier pasión, o por ignorancia o por malicia, sabiéndolo
o no sabiéndolo, quieren hacer un "cadáver" h literal de sus súbditos; o bien se sujetan al
Superior con el servilismo inerte de estólidos "bastones"; pecan, abusan del don de Dios,
desacreditan a Cristo. Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la
obediencia camina entre la insumisión por un lado y por otro la sujeción servil, el
espíritu de esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hombre como hombre, la
ignavia (3), la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que son
abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de sí, tomar el
timón y ser el capitán de su propia alma.
Lo cual es el principio de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una
vida sobrenatural.
* * * * * *
II
La verdadera obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las
morales; y por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin
caridad es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, "por ser
grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella".
Ésas son las "virtudes locas", que a semejanza de las "verdades locas" de Chesterton, son
dinamita.
El P. Genicot pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales
inequívocas y habituales de hostilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso
estaría obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se
vea formidolosidad (4); pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin
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saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de uno de
los "contratantes".
Aristóteles enseña (Eth. Nic. IX, 6) que una sociedad cesa de serlo si se deseca en
ella la "concordia", que es la amistad social; entre religiosos llamada "caridad". En ese
caso hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin carne,
en una máquina monstruosa que parece humana pero puede ser ocupada de hecho por
el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en tal caso, aquel
inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y total con que otro se le
ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose desordenadamente y sin el
control del amor divino y el lubricante del afecto humano, puede producir estragos,
puede torturar de una manera increíble; y yo no dudo que puede, permitiéndolo Dios,
llegar al homicidio indirecto poco menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui
odit fratrem, homicida est. (5)
En efecto, se produce el caso de la madre desnaturalizada, que es, dice
Aristóteles, la bestia más cruel que existe:
¿Puede darse este caso? ¿Es posible esta desaparición de la caridad y la
consiguiente aberración del poder en lo religioso? Hélas, todo es posible al hombre
corruptible y el mortal puede abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la
Primera a los Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece
difícil que acaezca en nuestra Compañía, que parece conservar de San Ignacio una
herencia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja cuna o
plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más temibles de la
ambición y el nimio apego al mando.
Sin embargo nuestros enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de
máquinas inhumanas, autómatas inertes, conciencias mutiladas. No solamente
poetastros delirantes como Eugenio Sué, sino hombres de talento, aunque adversos a
nosotros, como Michelet, Quinet, Eduardo Estauniée, Boyd Barret, Aldous Huxley, se
han aplicado minuciosamente a hacer grandes retratos odiosos de la Compañía como
máquina destructora de la personalidad humana y fabricadora de horrendos "robots"
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con sotana. ¿Qué veían en ella para poder hacerlos? Veían las reglas sin el interior
espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en ella la Regla
Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin gobierno o con mal gobierno;
y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación Provincial y la
Congregación General.
A las cuales asisto por medio de esta carta. Porque a mí, la voz pasiva me la
podrá quitar el Provincial, pero la voz activa me la dio Dios. El que tiene boca, a Roma
va, —dice el proverbio.
* * * * * *
III
De la misma definición puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de
la obediencia, a saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que
a causa de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede
cometer como una especie de profanación o sacrilegio. En efecto, los votos hacen al
religioso, según Santo Tomás, "res sacra" (6) a manera de los antiguos sacrificios. Dios
mató a los profanos que comieron los panes de la proposición, que eran panes no
consagrados, sino mera-mente ofrecidos a Dios por el pueblo.
Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta doctrina de
Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo Provincial: probó
que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una custodia, con los cuales
consta que se puede pecar aun gravemente por irreverencia o profanación. Es una
custodia viviente: para él se han hecho todas las custodias de la tierra. Para el hombre se
hizo el sábado.
Si a algo creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies
sacramentales, depositarias de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivimos
nos movemos y somos, sino que veramente “vivit vero in me Christus” (7); y por la
profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por eso es sacrilegio
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matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso también es profanación
tratarlo .como animal o planta.
Ahora bien, el cordón umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que
el voto de obediencia; el cual por consiguiente agarrar con torpeza, manejar con
descuido o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia
de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles, inconsideradas
o simplemente menores en volumen o ridículas en importancia, es pecado grave según
todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración.
En la Primera a los Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y
muertes prematuras de los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la
Sagrada Eucaristía. De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de
pecados con flagelos corporales. "Ideo inter vos multi inflami et imbecilles et dormiunt
multi." (8)
Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y el sacro hombre que
es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un bajón en la pureza, la verdad y la
caridad en el modo de mandar, la falta de justicia distributiva en el gobierno, y la flojera
e impotencia en reparar las injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo
airado de Dios sobre las comunidades religiosas.
He de decirlo aunque sea grave: el terrible destino del Padre Abel Montes, el
lento naufragio de esa fina y delicada personalidad —de la salud en la neurosis, de la
neurosis a la demencia, de la demencia en la muerte trágica y desolada— pudo muy
bien tener como causa las fallas de la caridad en la Provincia y el uso inconsiderable del
mandato ciego.
No me consta. Pero tengo suficientes datos para creer, delante de Dios Nuestro
Señor, que no es imposible. Y eso ya es bastantemente grave.
Si no me consta, ¿por qué lo digo? Porque debo decirlo. Para que no se me pudra
dentro.
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Sea ello como quiera, Deus scit, el caso es, AA. HH. míos, que estas
consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni al
planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí primero y
luego para quien quiera recibirlas.
Si nadie quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y el "tapujismo" vigentes en
la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más indigno de sus hijos se hace
patente, si los Rectores prudentes se creen con derecho e impedirme la "communicatio
crebra" con mis carísimos Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la
Congregación Provincial y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a
morir por eso? Ni siquiera me van a parar, juro al cielo. Será peor para todos.
Invenciblemente non sine númine (9) me siento obliga-do a decir mi verdad, por
la vía que me queda abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la
Compañía toda y la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, AL
FUTURO PRÓXIMO ENCUENTRO DE CRISTO CON EL MUNDO.
En unión de oraciones sinceramente
Professus Mínimus
Leonardo Castellani, “Cristo y los fariseos”
Notas:
(1) Cada uno está obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de
Dios, ya sea natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la
razón.
(2) Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16).
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(3) Apatía, flojedad.
(4) Temor.
(5) Todo el que aborrece a su hermano es un asesino (1 Juan 3,15).
(6) Una cosa sagrada.
(7) Es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2,20).
(8) Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos
(1 Corintios 11,30).
(9) No sin inspiración divina.
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Tomado de Domingueras prédicas Ediciones Jauja, Mendoza, 1997
Domingo Tercero de Cuaresma.
JESÚS Y BEELZEBUL. (1965)
Estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a
hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «PorBeelzebul, Príncipe
de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del
cielo. Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda
asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo
va a subsistir su reino?. Porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso
los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos 1 Por eso, ellos serán vuestros
jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino
de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero
si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte
sus despojos». «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de
reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí". Y al llegar la encuentra
barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan
allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio». Sucedió que, estando él diciendo
estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los
pechos que te criaron!» Pero él dijo:« Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la
guardan».
(Lc. 11,14-28)
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La mayor diablura del Diablo es hacer creer que él no existe. La Iglesia lee hoy
otro Evangelio sobre el Diablo. ¿No bastaba el Evangelio del otro domingo, sobre las
tentaciones de Cristo? Parece que no.
Los dos errores de la gente acerca el Diablo son que algunos desconocen su
poder y algunos exageran su poder.
Cristo respondió a estos dos errores por medio de tres pequeñas parábolas acerca
el Diablo. Ellas fueron proferidas en la segunda gran discusión que tuvo Cristo con los
fariseos en su camino de Jericó a Jerusalén, después que en la primera discusión habían
amenazado con matarlo: la tercera discusión tuvo lugar en la semana de la Pasión. Aquí
la discusión surge cuando ellos lo acusan de hacer milagros por virtud del Diablo,
después que Cristo hubo curado a un endemoniado mudo (sordomudo) y ciego, al cual
devolvió la vista, el oído y el habla. Cristo a su vez los acusa de cometer pecado contra
el Espíritu Santo.
Ellos no habían nombrado para nada al Espíritu de Dios, aparentemente sólo
habían insultado a Cristo. Pero era un insulto a Dios y un pecado de fariseísmo: porque
ellos, aquello mismo que debía ser motivo de reconocer a Cristo como enviado de Dios,
lo convierten en un tremendo crimen de Cristo, tener pacto con el Demonio. Este
pecado "no tiene perdón ni en el cielo ni en la tierra", dijo Cristo. No que Dios no esté
dispuesto a perdonar a todo el que se arrepienta, sino que estos se cierran el camino del
arrepentimiento, haciendo uso de la religión como tapadera de sus pecados. Lo único
que podría abrirles el arrepentimiento es la religión; y si ellos hacen de la religión un
nuevo pecado...
Los pecados contra el Espíritu Santo, según el Catecismo Astete son cuatro:
negar la verdad conocida,
desesperar de la salvación,
presumir de salvarse sin merecimientos,
tener envidia de la gracia de otros.
Son pecados contra la fe, la esperanza y la caridad. Están tomados de San
Agustín; pero San Agustín en otro lugar enumera siete pecados diferentes destos. Es
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decir, simplemente, el pecado contra el Espíritu Santo es el fariseísmo; el cual tiene
muchos efectos y diversas manifestaciones. Todos éstos de aquí proceden del fariseísmo
(14).
Cristo refutó esta calumnia sobre sus milagros con la comparación de un Reino
en guerra civil: si Satanás hace milagros contra Satanás, "si Yo arrojo demonios por
virtud del Demonio", entonces el Reino de Beelzebul (el Rey de las Moscas) está
dividido en sí mismo y se viene abajo. "Y si Yo hago milagros por poder del Demonio,
entonces vuestros hijos ¿por poder de quién los hacen?" Entonces todos los discípulos
deberían estar endemoniados, y además otros exorcistas independientes que arrojaban
demonios nombrando a Jesús de Nazareth.
Cristo indicó pues el poder del Diablo, puesto que su reino no está dividido: hay
cierto orden jerárquico en el Infierno, en virtud no del amor y la obediencia, sino en
virtud del miedo a los demonios mayores, que pueden castigarlos; pero el poder del
Infierno es limitado, pues los hombres pueden arrojar a los demonios.
La segunda parábola se apoya en este hecho de que el Diablo puede ser vencido:
"cuando el Fuerte Armado custodia el atrio de su casa, en paz están todas las cosas que
posee; pero si viene otro más fuerte, lo derrota y lo ata, se produce conmoción y el
Vencedor distribuye los despojos". Cristo es el más fuerte y el más armado: el Demonio
está siendo vencido y hay gran conmoción en Palestina. Otra vez Cristo señala el gran
poder del Demonio: lo llama "el Fortacho Armado" y en otra ocasión lo llamó "el
Príncipe deste Mundo"; y señala también su debilidad ante el poder de Dios, pues está
siendo vencido.
La tercera parábola es rara: la del "hombre que echa de sí un demonio y después
se descuida y vienen siete demonios y el estado desa alma se para peor que antes "(15).
Siete demonios dice el Evangelio que echó de la Magdalena Cristo; mas aquí Cristo
evidentemente alude al estado de los fariseos y del pueblo que los seguía: se habían
librado del paganismo pero habían caído en algo siete veces peor, el fariseísmo. En otra
ocasión Cristo les dijo que ellos estaban poseídos por el Demonio, eran "añamembuí",
como dice el correntino, o sea hijos del Diablo, el Gran Asesino y el Gran Mentiroso. No
le dijo a uno en particular: "Tú estás poseído", sino a todo el grupo de los fariseos:
"vosotros"; indicando que el Diablo puede poseer (en un cierto sentido) a grupos
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enteros y también a ciudades enteras y también a naciones enteras —como nos
adoctrinó el padre dominico en su libro titulado El Diablo en la Nación.
¿Qué significa esa cosa rara que dijo Cristo, de que el diablo arrojado se va al
desierto, anda vagando por allí, encuentra otros siete, y se vuelve a su casa primera?
Esta pregunta derrotó a todos los exegetas menos a San Jerónimo; el cual vio que Cristo
había tomado la imagen de lo que acontecía en Palestina con los criminales: salían o
fugaban de la cárcel, no encontraban trabajo en poblado por su mala fama, iban al
desierto, topaban con otros en la misma situación, y formaban gavillas de salteadores
mucho más potentes y peligrosas. Eso prueba, entre paréntesis, cuan sabia es la práctica
penal de los yanquis que ellos llaman " parole-boards ".
Otra vez tenemos que el Diablo es poderoso y que el Diablo puede ser vencido;
pues incluso a los siete juntos echó Cristo de la Magdalena.
¿Quiénes niegan esto? Los que niegan el poder del Diablo e incluso su existencia,
son los naturalistas y los racionalistas modernos, a quienes el Diablo hace la gran
diablura. Dejémoslos en paz hasta que se topen con el Diablo cara a cara. El de ellos,
cuando paladinamente niegan la existencia del Diablo (y de Dios), es pecado contra el
Espíritu Santo.
Los que exageran el poder del Diablo, haciéndolo mayor que el poder de Dios
(explícita o implícitamente) son los llamados maniqueos, que tienen una larga historia,
desde la religión de Zoroastro en Persia hasta los actuales calvinistas, pasando por los
temibles albigenses del siglo XII: éstos nunca desaparecen.
Decían entre otras cosas que el Diablo creó todas las cosas materiales y Dios
solamente las cosas espirituales; contra los cuales se puso en el Credo de Nicea, que se
canta en la misa: "visibilium omnium et invisibilium, Creador de todo lo visible y todo
lo invisible". Los maniqueos decían todo lo visible era del Diablo, incluso el vino, la
carne asada, la caña, la sidra y el matrimonio (la carne sin asar); lo mismo que los
puritanos ingleses y los vegetarianos argentinos. Si quieren una muestra del
maniqueísmo moderno, lean la novela de Asturias El Señor Presidente, donde pinta a
su patria, Guatemala, como una nación infernal, realmente posesa del Demonio.
San Agustín cuenta que un maniqueo fue a visitar a un cristiano, el cual estaba
muy impacientado por unas moscas bravas, como hay en África; y aprovechando la
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ocasión le preguntó: ¿Quién habrá creado estas moscas? —El Diablo creo yo las habrá
creado— dijo el otro. — ¿Y las langostas que son un poquito mayores?— También debe
haber sido el Diablo. — ¿Y las ratas? El otro vaciló un poco y dijo: Las ratas también —
¿Y las víboras?... Y así sucesivamente de menor a mayor lo fue llevando a conceder el
Diablo había creado hasta los elefantes.
Éste es un cuentito inventado por San Agustín para enseñar a los hiponenses que
el Diablo a veces nos va llevando de faltas pequeñas a faltas cada vez mayores: "cada
vuelta má grande má grande, cada vuelta peore peore", como cantaban mis vecinos el
Domingo pasado a altas horas de la noche. San Agustín en su tratado catequético
aconseja que nunca prediquen sin contar un cuentito; y Cristo mismo, Uds. ven, hacía
eso mismo. Pero el poder del Diablo no es un cuentito.
El poder del Diablo se ejerce por la astucia y por la violencia: a Cristo primero lo
tentó por astucia, después lo hizo crucificar con violencia.
El Demonio como es tan astuto
Arrancó una piedra y rompió un farol,
Y lo vieron los Padres Franciscos
Y lo acogotaron contra un paredón.
Hoy día hay naciones enteras dominadas por la mentira astuta o por la violencia cruel;
que serán las armas del Anticristo.
Hay naciones en donde reina la crueldad; y la crueldad es netamente diabólica.
Las hubo antes: el Imperio Romano, la Inglaterra de Isabel I, la Rusia Soviética, ahora...
Pero la debilidad del Diablo es que no puede devorar sino al que se le arrima: es
como un león encadenado: San Pedro dice que es un león que anda dando vueltas,
haciendo círculos enderredor nuestro.
Al final desta discusión, una mujercita, que pudo haberse llamado Lola o Pepa, le
dijo a Jesús: "Bendita sea tu mare".
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Notas
(14). "El fariseísmo es el gusano de la religión; y después de la caída del primer Hombre
es un gusano ineludible, pues no hay en esta mortal vida fruta sin su gusano ni
institución sin su corrupción específica".
"Es la soberbia religiosa: es la corrupción más sutil y peligrosa de la verdad más grande:
la verdad de que los valores religiosos son los primeros. Pero en el momento en que nos
los adjudicamos los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de
Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del Diablo" (Castellani,
Leonardo, Cristo y los Fariseos, inédito, Prólogo)
Castellani distingue siete grados en el fariseísmo:
1.- para no entregar el corazón a Dios, el fariseo reduce la religión a pura exterioridad.
2.- la religión se vuelve rutina y oficio.
3.- la religión se vuelve negocio o "granjería".
4.- la religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al prójimo.
Hasta aquí el fariseísmo se ha mostrado corruptor de la fe y la piedad, convertidas en
carrera, artimaña, política, negocio. Pero la soberbia religiosa va más allá del uso de la
religión para instalarse en el mundo y quedarse con los bienes de la tierra: en tales
almas se agazapa el demonio, y para sacarlo a luz Dios pone al fariseo un blanco
humano: la persona religiosa. Entonces el fariseísmo se muestra claramente como el
pecado contra el Espíritu Santo pues lleva a:
5.- aborrecer al hombre religioso.
6.- perseguirlo.
7.- el sacrilegio: darle muerte con la persuasión de hacer algo agradable A Dios.
"La última corrupción de la Iglesia (es decir, el fariseísmo generalizado y entronizado)
traerá consigo lo que San Pablo llama la Gran Apostasía y la Gran Tribulación". ("La
Ausencia del Poder", en "Dinámica Social" Na 77, marzo de 1957, p. 6).
Sobre el fariseísmo se puede ver en el presente volumen la homilía del "Domingo
Decimosexto después de Pentecostés", El Evangelio de Jesucristo, "Domingo Tercero
después de Epifanía" y "Domingo Décimo después de Pentecostés"; Las Parábolas de
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Cristo, "Parábola del Sepulcro y de las Víboras" y " Parábola del Fin de la Sinagoga" (II);
Los Papeles de Benjamín Benavides, Parte Tercera, Cap. I: "Las Dos Mujeres" y Cap. VI:
"El Retiro de la Iglesia"; El Ruiseñor Fusilado, Cap. VI: "El Fariseísmo"; Cap. XXX: "La
Pesadilla"; Las Ideas de mi Tío el Cura, Cap. XVIII: "Sobre Tres Modos Católicos de Ver
la Guerra Española"; Psicología Humana, Cap. XI: "Las Ideas" (en la parte final del
Capítulo); La Muerte de Martín Fierro, Cantos VIII, XI, XIII y, especialmente, Canto XV.
(15). Castellani expone esta parábola en La Muerte de Martín Fierro, canto VIII:
" Tocados del grano malo
De soberbia o ambición
Se les seca el corazón
Y entra un diablo allí a vivir-
Llegan a tener pasión
Y gusto de hacer sufrir.
Se va un diablo y vuelven siete
Surge entonces algo avieso-
Creo que inventó el oceso
Que se llamó Santo Oficio
Esa gente que es sin vicio
Pero no es de carne y hueso."
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Tomado de Domingueras prédicas Ediciones Jauja, Mendoza, 1997
Domingo Decimosexto después de Pentecostés.
La Contienda acerca del Sábado (1968)
" Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para
comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces
preguntó Jesús a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿ Es lícito curar ensábado, o no?» Pero
ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Ya ellos les dijo: «¿A quién de vosotros
se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron
replicar a esto."
Lc. 11,1-6)
Hay aquí tres cosas: la curación de un hidrópico, la constante contienda acerca
del Sábado y la parábola del Ultimo Lugar. De los milagros y de la Parábola he hablado
ya más de una vez; hoy hablaremos desta manía de los fariseos acerca del Sábado legal,
que fue la única acusación que hicieron a Cristo durante su Predicación y sale siete
veces en los Evangelios; a la cual acusación Cristo respondió indirectamente, en este
caso "ad hominem"67, como dicen; y en todos los casos respondió que "el Sábado se
hizo para el hombre y no el hombre para el Sábado"; o sea, que ese precepto positivo de
Dios de descansar el Sábado había que cumplirlo pero no era el único ni el mayor de los
mandatos y no había que hincharlo de modo que oprimiese al hombre en vez de
ayudarlo.
Esa hinchazón ridicula del descanso semanal convertido en superstición es típica
del fariseísmo. El fariseísmo es un desecamiento de la religión que la convierte en
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superstición y después en fanatismo, incluso en ferocidad. Y todas las religiones están
expuestas a ese desecamiento. La católica también.
Los psicólogos actuales hablan mucho de la religión cerrada y la religión abierta:
después que el filósofo Bergson escribió su gran libro Las Dos Fuentes de la Moral y la
Religión. La religión cerrada, como su nombre lo dice, es una religión limitada y
externa; limitada a una nación o una tribu (como las Iglesias nacionales, la Iglesia
Luterana Danesa); y es externa, o sea que consta sobre todo de exterioridades, como
guardar el Sábado. "¿En dónde hay que adorar, en el monte Garizim o en el Templo de
Jerusalén?". "Mujer en verdad te digo que llegará la hora, y ya es, en que los veros
adoradores adorarán a Dios en todas partes en espíritu y en verdad" —respondió Cristo
a la Samarita. Las religiones cerradas están al servicio de la sociedad, la cual la usa para
su propia defensa; y por medio de la facultad de "fabulación" que hay en el hombre
inventa fábulas o mitos. La religión griega, que luego pasó a los romanos, es el ejemplo
más a la vista; a Sócrates lo mató Atenas como "ateo" porque se había libertado de la
mitología. Se puede decir que hay tres religiones: la religión A, la religión de los
paganos, que es natural; la religión B, la religión de los cristianos, que es sobrenatural; y
la religión A', enmedio de las dos, que fue la religión de Sócrates. Sócrates se libertó de
los mitos griegos hacia el Dios único: pero no llegó al Dios único, el Dios del Misterio, ni
podía tampoco. Chocó contra un muro, que era lo Sobrenatural, el Misterio; se halló
ante una gran oscuridad, y por eso decía: "Sólo sé que no sé nada". Más tarde
Aristóteles, que había recogido la herencia de Sócrates, fue perseguido también como
ateo y por un pelo salvó su vida.
Pero nosotros somos cristianos... porque nos han bautizado cuando teníamos 5
días. ¡Ojalá que algunos cristianos de hoy, con bautismo y todo, tuvieran al menos la
religión de Sócrates! El filósofo Suero Kirkegord se levantó contra la Iglesia Nacional
Danesa, llamándola "la Iglesia Establecida", es decir asentada, habituada, rutinada: no
seguía ya el Evangelio sino como los fariseos, la ley del Sábado. Él no pretendía
reformarla: no tenía autoridad ni poder para eso, tenía inquina a los reformadores,
empezando por Lutero. Quería ayudar a los particulares a "volverse cristianos" —o sea
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volver a la religión de Cristo dejando la religión desecada de Cristian IV y el Arzobispo
Mynster. La Iglesia Establecida lo puso al margen, se negó a ordenarlo sacerdote siendo
cultísimo y religiosísimo y le hizo el vacío, de tal modo que del mejor de sus libros
Nonadas Filosóficas, que es una maravilla, vendió 5 ejemplares. Al fin de su vida,
agotado por esfuerzos enormes en favor de su país y de la religión abierta, dijo:
"Dinamarca es un país cristiano; pero en toda Dinamarca no hay ni un solo cristiano".
Era un ejemplo de lo que llamó Bergson religión cerrada: una iglesia dominada por el
fariseísmo. Kirkegord pereció en su lucha y ¿qué consiguió? Ciertamente no consiguió
reformar a Dinamarca. Salvó su alma.
Bien, nosotros no somos una secta protestante. Kirkegord mismo dijo que en la
Iglesia Católica era mucho más difícil sucediera ese torcimiento sutil que él tenía
adelante —y que él solo percibía entre 16 millones de hombres. Bien es más difícil pero
no es imposible: el desecamiento es siempre posible.
La "Iglesia Establecida" existe hoy en todas partes: la religión exterior, la religión
acostumbrada, la religión poco caritativa y poco humilde. Naturalmente la Iglesia tiene
bienes, tiene puestos, tiene honores y tiene propaganda; si todo eso se hace exclusivo o
se administra mal, la Iglesia comienza a parecerse a un partido político, o a una
empresa comercial, o a una secta, o una repartición del gobierno (68).
El signo fatal de la Religión Cerrada o la Iglesia Establecida es el odio a la
inteligencia; o al menos el desprecio de la inteligencia, o la no-percepción de la
inteligencia. A la Iglesia rutinada o rutinaria lo que le interesa es la propaganda; y a la
inteligencia lo que le interesa es la verdad; de modo que la Iglesia la deja a un lado, si es
que no la maltrata o persigue69. No digo siempre: en los grandes siglos cristianos se
acordaban del dicho de Santo Tomás: "intelligentis est gubernare" (70). En cambio un
funcionario curial de aquí ha dicho, según me cuentan: "¡Cuidado con los sacerdotes
que escriben libros!" A los que escriben libros los tienen por enemigos natos. Un Obispo
argentino (un obispo sacado) acaba de publicar un libro; por desgracia es bastante malo
—flojo.
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¿Para qué voy a hablar mal de mi madre? Pero la Iglesia Establecida es mi
madrastra. Hay una revista católica hecha por unos cuantos señores y sacerdotes muy
piadositos y bien intencionados, pero que no son del oficio, no son escritores y
periodistas, y por tanto la revista es mala, regular para abajo, como revista. Y un Obispo
del Interior les escribió una carta diciendo que esa revista es lo mejor que se ha escrito
en la Argentina. Es de lo peorcito. Pero es una revista de Propaganda.
Y todo esto, que parece murmuración ¿a qué viene? Viene simplemente a
enseñar que existen religión abierta y religión cerrada, como era al máximo la religión
de los fariseos con su maniática observancia del Sábado; y que todas las religiones están
expuestas al cerramiento, la católica como todas, pero menos que todas. Les dije antes
que el filósofo Suero Kirkegord al fin de su vida cargó como un rinoceronte contra su
propia Iglesia Luterana Danesa, por haber llegado al colmo del cerramiento o
fariseísmo; pero estampó solemnemente en su "Diario" que en la Iglesia Católica no
podía darse eso, que era imposible al punto de rutinización y mundanidad de su propia
Iglesia Luterana Danesa; porque había en ella algo que luchaba de continuo contra esa
esclerotización; y explica elegantemente el por qué (71).
Esto no lo inventé yo, lo dijo un gran teólogo luterano —luterano por lo menos
en los dos primeros tercios de su vida. Y el remedio que hay en la Iglesia tampoco lo
inventé yo —ni Bergson, ni Kirkegord— es el Mandato primo y principal, amar a Dios
sobre todo y al prójimo como a sí mismo; o sea la Caridad de Cristo.
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Notas.
67. N. del E.: El argumento "ad hominem" confunde al adversario oponiéndole sus
propias palabras y actos.
68. "Antes los Emperadores achacaban a los cristianos el ser 'enemigos de la
humanidad", ahora el Cristianismo es 'humanismo". Antes los Emperadores achacaron
a los cristianos el ser 'enemigos del Estado", ahora el cristianismo es 'patriotismo" y la
Iglesia es del Estado" (De Kirkegord a Tomás de Aquino).
69. A la Iglesia le ha ido mal cuantas veces prefirió la Propaganda a la búsqueda y
enseñanza de la Verdad: "En el siglo XVIII los jesuítas franceses tenían un matemático
tan grande como Pascal, el P. Lallouére; pero no tenían un escritor como Pascal. Lástima
grande. Nadie supo hacer una refutación maestra, ni siquiera elegante, de las 'Cartas
Provinciales*... que fueron para los jesuitas un golpe atroz. Me atrevo a decir que si ese
libro no existiera, los jesuitas no hubiesen podido ser expulsados de Francia, y más
tarde suprimidos... Les faltaban teólogos, filósofos y buenos escritores. Tenían buenos
profesores, 'apologistas" baratos y escritores 'piadosos" de mal gusto, en profusión;
junto con el favor de la Corte y parte de la Nobleza; y un poder político enorme"
("Televisión Católica", en Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, DICTIO, Buenos Aires, 1976, p.
268 y 269).
70. "Al inteligente compete el regir".
71. " Lo que diferencia a la Iglesia Católica y la hace horra en parte de la terrible sátira
de Kirkegord es lo siguiente:"
"lº- En el Catolicismo está siempre vigente un mínimum de "ascetismo", centrado en el
clero y las órdenes, aunque no fuera más que por la práctica del celibato religioso y la
pobreza actual; y es la 'abolición del ascetismo" lo que más da en rostro al filósofo danés
en su propia Iglesia Oficial: el cristianismo a semejanza de su Modelo debe sufrir por la
doctrina; y esta Cristiandad Luterana hace de la doctrina y de sus predicadores un
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'puesto", un 'acomodo", una 'carrera" fácil, cómoda y gustosa". -"No confirman la
doctrina con sus vidas", etc".
"La fórmula áspera: 'el cristianismo es para sufrir y no para gozar", que horripila a
Sciacca y otros, es una frase elíptica de polémica; y es bien entendida por Kirkegord,
como veremos.
"2°- El catolicismo, por tener en Roma una cabeza independiente y estar repartido por
todo el mundo no cae nunca en la 'dependencia total del Estado" y por tanto del
'Mundo", que es el segundo achaque de Kirkegord —a pesar de las posibles deficiencias
particulares en algunas regiones. Y aun cuando Roma misma a veces 'fornique con los
Reyes de la Tierra\ siempre permanece vigente el principio; pues hay siempre
resistencias a esa fornicación y nunca falta alguien que patea -denuncia y apostrofa;
hasta la misma muerte a veces, como Juana de Arco y Savonarola".
"Esta diferencia fue expuesta lúcidamente por Kirkegord en tres páginas de sus Diarios,
fecha Abril 1854; y en el tiempo en que editaba El Instante (el último artículo
periodístico acerca de la "Iglesia Nacional Danesa", hallado en borrador sobre su mesa
después de su muerte) hay más de un centenar de 'entradas" en el Diario (1855) en que
se medita sobre esta discrepancia; que confirman la impresión instintiva de los
contemporáneos del filósofo de que 'si hubiese vivido más tiempo, se hubiese pasado a
Roma". (Murió a los 42 años)".
"Lowrie (el traductor inglés de Princeton, que publicó los 21 artículos postumos del
danés con el título de 'Attack Upon Christendom ~) dice con humor que si Kirkegord
hubiera pasado al Catolicismo, al poco tiempo hubiese producido otra sátira terrible
contra la politiquería y la burocracia del Vaticano. Es posible. ¿Adonde irá el buey que
no are? Para mí, es una lástima que no haya.
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El Evangelio de Jesucristo, Ed. Vórtice, Bs. As., 1997, pp. 332-337
El Evangelio de Jesucristo, Ed. Dictio, Bs. As., 1977, pp. 406-412
Segundo Domingo de Adviento – Ciclo C.
El año litúrgico se abre con el Adviento que significa Venida o Llegada. La Iglesia
abre y cierra el ciclo litúrgico con un evangelio acerca de la Segunda Venida de Cristo o
sea la Parusía; y durante las otras tres semanas del Advenimiento, lee tres evangelios
acerca de San Juan Bautista, el nuncio de la Primera Venida de Cristo llamado el
Precursor. Ellos contienen el primero, tercero y cuarto testimonio que dio el Bautizador
que el Rabbi Ieshua de Nazareth era realmente "El que había de venir", el Esperado; en
aquel tiempo, ansiosa y nerviosamente esperado y ahora también; por los que
conservan aquella antigua fe.
Lo malo para comentarlos es que no están en ese orden, sino al revés: primero esta el
último, el testimonio que dio definitivamente desde el calabozo, licenciando a sus
discípulos para que fuesen a Cristo; al cual testimonio Cristo respondió dando
testimonio a su vez de su humilde precursor con una gran alabanza, pero no lo libró de
la cárcel. Este es el evangelio de hoy. Después viene el que dio a los fariseos; y por
último el que dio ante todo el pueblo, desde el comienzo de su predicación,
anunciando que había que prepararse enérgicamente porque había llegado el tiempo
en que "toda la carne vería el divino Salud-Dador". Ante todo el pueblo es un decir,
porque los que se congregaban en la ribera del Jordán cerca de Bethsaida, donde el
salvaje nazareno bautizaba y clamaba, eran mas bien pocos, de a grupitos; pero había
allí de todas las profesiones y clases sociales, incluso fariseos; y hasta el mismo
Herodes Antipas cayó allí una vez, por desgracia. De a grupitos pasaron por allí, al
final, muchísimos; todo el pueblo, puede decirse (éste es el evangelio del traspróximo
domingo).
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Así, pues, mientras Jesús trabajaba con sus manos oscuramente en el taller de Nazareth,
apareció en una playita del rio llena de cañas y sicomoros un desconocido venido del
desierto, que podríamos llamar ermitaño, con larga melena nazarena, una piel de
camello por vestido y un físico enjuto y quemado por el sol y las privaciones, pero de
un coraje y una potencia extraordinaria: "salvaje magnético" lo llama Papini;
"endemoniado" lo llamaron a poco andar los fariseos. Este profeta poderoso austero
humilde, que fue mártir de la moral natural, y no hizo otra cosa en su vida que "allanar
los caminos" para otro, suscitó una gran expectación, tanto que algunos creyeron era el
Mesías; y un fuerte movimiento religioso, del cual benefició Cristo. Antes de predicar la
moral divina, había que "enderezar los senderos" de la moral natural. El Bautista es la
rectitud moral y la humildad llevadas al heroísmo; el predica la ley natural así como su
Bautizado número uno promulgara mas tarde la ley divina; los dos luchan contra la
seudo Ley anquilosada y corrompida de los fariseos. Los temas de Juan son solamente
tres: 1) Haced penitencia; 2) el Tiempo ha llegado de la Venida; 3) vosotros "raza de
víboras", ¿qué os habéis pensado?
Lo primero que hizo Cristo después de despedirse de su madre viuda y dejar el taller
("a su hermano Jacobo" dice Schalom Asch) fue recibir el bautismo de la penitencia,
conexión visible y solemne de su misión con la de Yohanan; y por el con todos los
antiguos profetas y todo el Antiguo Testamento. Como nota San Agustín la religión ("la
Ciudad de Dios") es una sola; y se remonta hasta el principio del mundo, conectados
todos sus tramos por nexos perspicuos y solemnes; Adán, Abraham, Moisés, los
Profetas, Juan Bautista, Cristo. Para enseñarla hay que tenor autoridad y la autoridad
no se inventa, se recibe. Allí en ese bautismo que tuvo lugar una tarde cualquiera de un
día cualquiera ante un grupo de cualesquiera, sucedió la primera revelación del Ultimo
Tramo de la Religión, el definitivo, tras el cual no hay ya que esperar otro, revelación
que el mismo Juan necesitaba, pues "Aquel sobre quien descendiere el Espíritu, Ese es",
le había sido dicho por el Espíritu en el desierto. Y así Cristo en toda su carrera se
refiere siempre a esa primera revelación y vinculo legitimante ("¿Con que autoridad
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dices estas cosas?".) Tú te has inventado una autoridad que nosotros no te hemos dado.
"Con la autoridad que me dio mi Padre."
"Este es mi hijo querido en quien están todas mis complacencias. "Oídle a El" (110), dijo
el trueno del cielo, al mismo tiempo que una luz en forma de paloma se cernía sobre los
dos humildes nazarenos, inmergidos el agua hasta las rodillas, como lo hemos visto
tantas veces... gracias a los pintores.
No se entiende nada del Bautismo de Cristo si no se atiende a esta necesidad de la
autoridad religiosa.
"Yo no me he enviado, Dios me ha enviado" debe poder decir el Apóstol; y eso
significa Apóstol: Enviado. "Tú no tienes necesidad de bautismo", dijo Juan a Jesús;
"Deja eso ahora", le replicó este. Necesitábamos nosotros ese nexo de la autoridad
religiosa.
No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa avisa previamente a
las autoridades. A veces lo autoriza El mismo, o con la santidad de su vida, o con
milagros; y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios a reconocerlo. Si lo
desprecian, Dios permite que caigan en el peor error, y cometan el crimen más
horroroso, que es matar a un hombre de Dios —por el hecho de ser de Dios— en
nombre de Dios.
Entonces un desastre espantoso se desploma sobre esta gente y sobre el pueblo
que representan, podrido como ellos. Pobre Argentina, que no escuchas a tus maestros,
desprecias a los precursores y matas a los profetas. "Los fariseos —dice el Evangelista—
despreciaron a Juan, y no recibieron el bautismo de penitencia, con lo cual se
embromaron", y rehuyeron la sabiduría "la cual se justificó después por sus obras", es
decir, por las obras milagrosas que hizo Cristo. Desde entonces comenzaron las
violentas imprecaciones de Juan contra los jefes espirituales de la nación; pero no sin
que antes el profeta hubiese dado liana y modestamente cuenta y razón de si mismo a la
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delegación oficial de estos jefes oficiales, que se le aproximó cuando ya su nombre
corría indetenible entre las gentes religiosas, que lo tenían por el Mesías, unos; por Elías
el segundo Precursor, otros; y por un gran profeta, todos. La única profecía que hizo
Juan fue reconocer al Mesías como Mesías; no es poco. Es todo, si se quiere.
"Si queréis, el es ciertamente el Elías, el que ha de venir; pero esto que os digo es
misterioso", dijo Cristo como última palabra acerca de Juan; el cual ya entonces (al fin
del primer año, primera misión de Galilea, después de la primera resurrección de un
muerto) estaba en el sótano del palacio de Herodes, sin hacerse ilusiones acerca de su
futuro: "Conviene que el otro crezca y yo mengüe." Juan cerró entonces su misión
entregando el recto de sus discípulos —ya había enviado a otros—, que con ansiedad en
torno de el todavía se afanaban desesperanzadamente, al Taumaturgo que desde
Cafarnaúm recorría el lago, las aldeas y las colinas. Juan no había hecho ningún
milagro; sus discípulos esperaban de el que, rompiendo cerrojos y cadenas, aterrorizase
a Herodes y volviese a su puesto del río Jordán. No lo hizo. Pero el Mesías si había de
hacer milagros; era una de las señales que había puesto acerca de Él el profeta Isaías.
Juan se comporta siempre con una humildad conmovedora; fiero delante de los
fariseos, delante de Jesús se hace polvo: "No soy digno ni de atar las cintas de sus
sandalias." Así en esta ocasión en vez de responder directamente a sus confusionados
secuaces, envía a dos de ellos en su nombre y en representación de todos a Galilea a
preguntar al Joven Maestro: "¿Eres Tú el que [desde hace siglos esperamos] ha de venir,
o hemos de esperar todavía a otro?". Jesús tampoco respondió directamente —las
palabras son pequeñas en algunas ocasiones— sino que prosiguió sin responder su
predicación y sus curas delante de los dos johannidas y finalmente dijo: "Andad y
anunciad a Juan lo que habéis presenciado: Los ciegos ven, los cojos caminan, los
leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son
evangelizados: y dichosos los que de mi no se escandalicen" (es decir, dichosos los que
en mi no tropiecen; porque encontrando a Cristo, o se cree, o se da un encontronazo).
Cristo resumió en esta breve respuesta las profecías taumatúrgicas de Isaías de los
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cantos 29, 35, 61, 13, 26 y sobre todo del canto 5: del cual dos frases literales están aquí:
"Los ciegos ven. Los pobres son iluminados". Ese es el milagro fundamental de Cristo y
de su Iglesia: iluminar. ¡Y ay de la Iglesia cuando los pobres no son iluminados!
Apenas los dos johannidas, exultantes sin duda, zarparon, Cristo canonizó al
Bautizador, y le rindió a su vez testimonio. En la turba que lo escuchaba había quienes
escucharon antes a Juan; y a estos se dirigió: ¿A quien fuisteis a ver en el desierto de
Besch-Zeda? ¿A una caña que el viento agita? Decidme ¿qué cosa fuisteis a ver...? ¿A un
hombre vestido con elegancia? Los que visten fino están en el Palacio de Gobierno, no
en el desierto. Respondedme pues a quien habéis andado a buscar. ¿A un profeta? Si,
así es, a un gran profeta y más que profeta. Este es aquel de quien tenemos Escritura:
He aquí que yo mando delante a mi Enviado, que prepare los caminos delante de Ti...".
Es un versículo del profeta Malaquías. Cristo alude a los hombres "influyentes" que
andaban por entonces vendiendo palabrería devota, que no tenia efecto alguno, como
rumor de cañaveral; y a los Saduceos o progresistas (la secta rival de los Fariseos o
separados) que hoy llamaríamos intelectuales que andaban en torno al diletante
Herodes Antipas —por lo cual el Evangelio los llama a veces "herodianos"—
discutiendo las Ultimas novedades de la filosofía de la Metrópoli. El ermitatio de Besch-
Zeda era otra cosa.
Cristo lo "canonizó": "Palabra de Honor [excoithedra] ningún hijo de mujer se alzó en el
mundo mayor que Juan el Bautista", de donde algunos teólogos han discutido
verbosamente si el Bautista es un santo mayor que Abraham o mayor que Moisés, o
mayor que San José. Pero Cristo determinó claramente el sentido de sus palabras
añadiendo otra exageración —todo Cristo esta lleno de exageraciones equilibradas de a
dos en dos, como los arcos góticos de una catedral—: "Pero yo os digo que el menor del
Reino de los Cielos es mayor que él": con lo cual dijo que la preeminencia de San Juan se
entiende solamente sobre todos los profetas del Antiguo Testamento; en efecto, los
demás vieron de lejos y entre celajes al Mesías; y este lo mostró con el dedo... Con Juan
se cierran "la Ley y los Profetas" —añadió Cristo— y comienza la Iglesia, no en contra
sino encima. Los judíos deberían levantarle una catedral en Jerusalén al Bautista. Y a lo
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mejor se la levantan, ahora que se están reuniendo todos allá. En Jerusalén en donde lo
mataron.
Ninguna catedral mayor que la devoción del pueblo cristiano al híspido profeta de
Besch-Zeda: cosa de la mitad de los cristianos del mundo se llaman Juan, sin contar una
de las mejores provincial argentinas y contando todos los italianos que se llaman
Bachicha (…). El 24 de junio es en Europa el día mas largo del año (el solsticio de
verano) y los gentiles celebraban la víspera de ese día al dios Sol, encendiendo hogueras
sobre las colinas para matar la noche del todo; y con festejos de alegría y con
supersticiones pintorescas. Los cristianos transformaron esa fiesta étnica —cuyas
supersticiones no obstante han llegado hasta nosotros— plantando al Precursor en ese
día —entre nosotros el más corto del año— y transformando las hogueras de Apolo y
Osiris en las fogatas de San Juan*. Pero San Juan no fue el iluminador, no fue el sol, sino
a la manera del alba que precede brevemente al sol, en verde, oro y sangre. "No era el la
luz, sino para dar testimonio de la Luz", dice de el otro San Juan, el Evangelista.
* La idea es que ese día hay que quemar todos los trastos viejos, cachivaches y rezagos
que hay en la casa y hacer limpieza de basura e inutilidades; y ese fue justamente el
fondo de la predica del Bautista; "Poner el hacha en la raíz del árbol muerto." ¡Que
andáis con pamplinas, con palabras muertas, con discusiones inútiles, con leyes nimias,
con politiquerías pueriles y con pataratas de Reforma, Reacción y Revolución en los
momentos en que las bases mismas del mundo se descompaginan todas! Quemad con
la penitencia la leña muerta, si queréis obtener luz. Cuando veáis que los comunistas
queman iglesias, haced vosotros en vuestro corazón las santas fogatas de San Juan.
Los "comunistas" queman iglesias (111), que les parecen inutilidades, ellos
celebran a San Juan a su manera, que no es buena. La buena es quemar las inutilidades
del corazón. Cuando los vándalos quemaban iglesias en Roma, San Cipriano escribía a
sus obispos: "No os deis afán por edificar templos materiales en los cuales al fin y al
cabo sabéis que un día se sentara el Anticristo. Edificad la fe en los pechos, templos que
nadie puede quemar."
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Con esto no queremos decir que hay que dejarlos nomás a los "comunistas" quemar
Iglesias. ¡Cuernos!
Notas:
110 La señora Julia de Seydell me advierte amablemente que el inciso "Oídle a él" no
está en el Bautismo de Jesús sino en la Transfiguración (Mateo XVII, 1; Marcos IX, 1 y
Lucas IX, 28). Reconozco que es así, para ser enteramente exacto. El origen de mi
confusión es que algunos exégetas modernos conjeturan que en las dos ocasiones la voz
del Padre fue la misma; y los Evangelistas reservaron la pequeña añadidura "oídle" -que
de todos modos está implícita en la teofanía del Bautismo- para la ocasión más solemne;
basándose para ello en la autoridad del Codex Beza. No me parece probable esta
conjetura. Ver sobre esto John O'Flynn y Reverendo A. Jones en Ca-tl)olic Commentary
on Holy Scripture, Nelson, London.
111 Cuando se escribió esta homilía, acababa de acontecer en Buenos Aires el episodio
de "la quema de las iglesias", que fue imputado oficialmente a "los comunistas".
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El Evangelio de Jesucristo,Ed. Dictio, Bs. As., 1977, pp. 413-422
Segundo Domingo de Adviento - Ciclo A
El Bautista y los fariseos
Este evangelio, trae el segundo testimonio de Juan Bautista acerca de Jesucristo,
el que dio a las autoridades religiosas oficiales.
Está puesto al principio del EVANGELIO del otro Juan después del solemne
prefacio en que el Evangelista declara que 'el Verbo era Dios'. Juan el Águila conecta su
propio testimonio de que Cristo era Dios (objeto del cuarto EVANGELIO) con el
testimonio de Juan el Lobo de que Cristo era el Mesías; completándolo.
Este testimonio del Bautista a los fariseos acerca de Cristo y de sí mismo, tuvo
lugar más o menos en la mitad de su corta carrera, que fue más corta aun que la de
Cristo. Juan sobrevino repentinamente como un meteoro, iluminó lo que tenía que
iluminar, y se apagó bruscamente.
San Lucas tarja cuidadosamente el principio y el fin de su corta tarea, como si
esos dos topes tuviesen notable importancia. Al principio de su misión predicó
simplemente, aunque con fuerza extraordinaria 'penitencia urgente porque el Tiempo llegó'.
Sus oyentes sabían perfectamente qué cosa significaba 'el Tiempo', que entonces era
objeto de las más ardientes discusiones: las Setenta Semanas de Daniel ya cumplidas, la
esperanza de Israel y las Naciones a punto de realizarse, la plenitud de los tiempos.
A los que daban muestras de arrepentimiento de sus faltas —hasta confesarlas
públicamente algunos— Juan los bautizaba por inmersión, advirtiéndoles que era
bautismo “provisorio”, y les imponía una regla de conducta sencilla, tomada de la
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moral natural; porque para reconocer al Mesías había que disponerse, quitando las
lagañas de los ojos interiores. Con esto, su trabajo estaba listo.
Sus imprecaciones contra el fariseísmo no empezaron sino después de la
investigación oficial que narra el evangelio de hoy. Juan sabía perfectamente quiénes
eran los fariseos — era de familia sacerdotal— sobre todo si fue essenio, como creemos;
pero era como una onza de plata en rectitud y humildad; y lo mismo que Cristo, no iba
a empezar su misión religiosa con un levante a las autoridades religiosas, que no es la
manera de empezar de los santos; aunque a veces es la manera de acabar; y de que lo
acaben a uno. Véase por ejemplo el acabamiento del filósofo Soren Kirkegor.
Cuando se presenta en el remanso solitario de Besch-Zedá una delegación de
'sacerdotes y levitas' comisionados de Jerusalén, Juan los acoge con sencillez y sin
descortesía; probablemente con reverencia incluso. Su nombre corría ya de boca en boca
como de un varón extraordinario; las mujeres y algunos entusiastas se dejaban decir
que era nada menos que 'el Mesías'. ¿No se habían cumplido ya los Quinientos Años de
Daniel? El Cotarro de Jerusalén —que en hebreo se llama Sam-Hedrim y en griego
Synhedrio — aunque era propenso a despreciar, no podía pasarlo por alto; y así mandó
tomarle declaración:
—“Tú, ¿quién demonio eres?” —el diálogo entre el Bautizador y los delegados es
altamente típico—. “Juan confesó y no negó, y confesó diciendo...” marca el Evangelista,
indicando que se trataba de una “confesión” o declaración de conciencia, incluso quizá
peligrosa. “Yo no soy el Mesías”, dijo San Juan, leyéndoles las intenciones. 'Entonces,
declara quién eres ¿eres por si acaso Elías?”—'No soy Elías'. —“¿Eres Profeta?” —“No”. La
última réplica le salió seca.
Sin embargo Cristo, que no miente, dirá después que Juan era en cierto modo
Elías, y que era el más grande de los Profetas. ¿Por qué negó Juan que era profeta? 'Por
fastidio hacia esa gente soberbia', dirá Teofilacto. 'Por humildad', dirá el Crisóstomo. Pero la
humildad nunca está reñida con la veracidad, “la humildad es la verdad”, dice Santa
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Teresa. Juan no negó que era profeta, Juan negó que era 'el Profeta'... que estaba en la
mente de los interlocutores. Llenos de bambolla y de ideas “nacionalistas”, ellos se
figuraban un Mesías guerrero; y un Precursor Caudillo, por el estilo.
Ese Profeta que ellos imaginaban, un Elías o un David, no era Juan. Era sin
embargo más que David en su humilde estación y en su aspecto áspero y salvaje. Era el
dedo que apuntaba a Cristo; y en ese sentido, metafóricamente, era también Elías (...)
“— Entonces ¿tú quién diablo eres, y a ver qué nos dices de ti mismo, para que llevemos
Respuestas a los que nos envían...”. Era la conminación de la autoridad. Juan no se sustrae
a ella:
“— Yo soy La-Voz-que-grita-en-el-Desierto” (una sola palabra en arameo, como si
dijéramos Wuesterlichrufendestimme en alemán, “ése es mi nombre” ...). Elmundo en
aquel tiempo, religiosamente hablando, era un desierto. Juan era una simple voz; pobre
y potente voz, una voz casi sin cuerpo, un cuerpo humano hecho pura voz.
“— ¿Y qué grita esa voz? ”
“— Grita: Preparad los caminos al Señor, como dijo Isaías Profeta. Nada más”.
Los fariseos lo despreciaron: era uno de tantos gritones más. Era un fanático de la
revolución mesiánica. A la vista estaba que éste no iba a vencer a Pilato, ni a derribar a
Herodes y a los herodianos. Políticamente, cero.
“—Entonces ¿cómo diablos bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?”
Gran idea tenían los judíos del bautismo; la misma que tenemos nosotros.
Perdonar los pecados puede solamente Dios o aquel que lo representa; y ese lavacro con
agua significa para ellos y nosotros la limpieza de las lacras morales.
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Juan ya había bautizado a Cristo y había tenido la gran revelación del Espíritu
acerca de él. 'Aquel sobre el cual vieres descender en forma visible el Espíritu, Ése es'. Así que
lanzó directa y decididamente su Testimonio, lo que tenía que anunciar, aquello para lo
cual era nacido, a unos oídos taponados y no dignos de recibirlo:
“—Yo bautizo con agua; en medio vuestro está Otro, que vosotros desconocéis, que
bautizará con fuego. Ese es el que ha de venir después de mí, que fue hecho antes de mí. Ese es
más grande que yo, y en tal medida, que yo no soy digno ni de atarle los cordones del calzado”
Zás, aquí sí que la arreglamos — pensaron los fariseos — ; éste es loco.
Despreciaron a Juan y no aceptaron su bautismo precursorio, para mal de ellos, dice el
EVANGELIO. Más tarde Cristo los pondrá en gran aprieto, refiriéndose justamente al
bautismo de Juan.
Veamos el otro episodio paralelo a éste. En el Templo, en una de sus últimas
contiendas con estos hipócritas engreídos, exigiéndole ellos, lo mismo que a Juan,
declinase “con qué autoridad haces esas cosas”, respondió discretamente el Cristo:
“— Decidme vosotros antes, por favor: el bautismo de Juan ¿era de Dios o era
[invención] de los hombres?”.
Se cortaron; porque vieron que si respondían era de Dios, reconocían que Cristo
tenía verdaderamente autoridad; y si decían era cosa de hombres fanáticos, temían la ira
del pueblo. “No sabemos”, dijeron.
“— ¡Entonces tampoco puedo deciros qué autoridad tengo yo!”.
Parece un truco hábil de los usados por los “contrapuntistas” palestinos; y una
“respuesta de gallego”, que dicen los catalanes responden preguntando; y lo es en efecto.
Pero es más que eso: es responder implícitamente a la pregunta: “Si Juan el Bautista
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tenía autoridad de Dios, yo tengo autoridad de Dios”. Era responder y no responder,
que es lo que cumple con los malintencionados.
Con esta autoridad, el Precursor de Cristo comenzó desde entonces a denunciar a
los fariseos, y a imprecarlos con la voz gorda; que es la única que quedaba para
salvarlos, aunque tampoco los salvó por cierto. “Hijos de víboras, raza de serpientes,
generación bastarda y adúltera, ¿qué os habéis pensado? ¿Pensáis que habéis de poder huir de la
ira de Dios que se aproxima?”. Juan denunció a los fariseos como los peores corruptores
de la religiosidad; denuncia que había de retomar más tarde Jesucristo en pleno y en
gran estilo.
El fariseísmo es la sífilis de la religión, y el peor mal que existe en el mundo. Es el
'pecado contra el Espíritu Santo”. Tanto que algún Santo Padre ha predicado que los
únicos que van al infierno (es decir, que de hecho se condenan) son los fariseos; y que
eso significaría el dicho de Cristo: 'ese pecado no tiene perdón en esta vida ni en la otra',
proposición que yo no suscribiría, porque realmente no sé en absoluto quienes están de
hecho en el Infierno, como pretendió saber Dante Alighieri. Ni nadie lo sabe. Recuerdo
cuando yo estaba por hacerme cura, el párroco de mi pueblo, un piamontés nombrado
Olessio, me dijo: 'Apruebo tu determinación; pero te prevengo que el infierno está lleno de
curas...'. Ni él tampoco sabía nada, por cierto.
Tampoco sé si Juan el Bautista fue el santo más grande que ha existido, mayor
que San Francisco, San Pablo y San José. Esa discusión no interesa.
Los jesuitas creen que el santo mayor es San Ignacio; los dominicos que fue Santo
Domingo; los españoles que fue Santa Teresa; los franceses Juana de Arco; y en un
pueblo andaluz que se llama Recovo de la Reina, cuyo patrono es San Pantaleón, creen
que el santo mayor de la corte celestial es el...
'Glorioso San Pantaleón
Santazo de cuerpo entero
Y no como otros santitos
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Que ni se ven en el suelo...'
Lo que interesa no es saber cuál fue el santo más grande — todos son los más
grandes, cada uno en su línea, como todas las obras maestras—, sino llegar a contarse
entre ellos, aunque sea como el más pequeño.
Juan el Bautista fue el santo más grande del ANTIGUO TESTAMENTO; pero el
santo más chico del NUEVO TESTAMENTO es mayor que él, dijo Cristo, si quieren
saberlo. Y con eso basta.
Primer testimonio del Bautista
Otro evangelio acerca de Juan el Bautizador es el comienzo de Lucas, III, y
contiene solamente la marca cronológica y los dos primeros temas de la predicación de
Johanan. Lucas marca solemnemente este acontecimiento, nombrando a todas las
autoridades, como hacían los romanos: 5º año del Imperio de Tiberio; Procurador de
Judea, Poncio Pilato; Tetrarca de Galilea, Herodes; Tetrarca de Iturea, Felipe su
hermano; y de Abilina, Lisanias —con el cual Lisanias hallan dificulta-des los
historiadores—; bajo los Pontífices Caifás, y Anás su suegro, que aunque pontífices
había sólo uno, todos sabían que el que mandaba realmente era el suegro, o mejor
dicho, toda la familia... Esta indicación sirve mucho a los eruditos para determinar la
difícil cronología de los hechos evangélicos; y como el fin de San Juan está bien
marcado en la Segunda Misión Galilea de Cristo, es decir, en su segundo año, sabemos
que la misión y la vida de Juan fue muy corta y que murió de la misma edad de Cristo,
cerca de octubre del año 32; de nuestra cronología, el 26.
Juan le llevaba seis meses de vida a su primo Jesucristo. 'Et hic sextus mensis est
illi, quae vocatur sterilis'. San Lucas reporta el nacimiento y la vocación del Bautista en un
capítulo lleno de movimiento lírico-dramático, que termina con el Cántico de Zacarías,
joya de la lírica hebrea. Hijo del milagro, Juan nació de una mujer-estéril y un varón
anciano; y el Ángel Gabriel anunció de antemano el suceso a su padre; el cual dudó de
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la visión, en castigo de lo cual quedó mudo. Estaba el Ángel de la Anunciación a la
derecha del altar del incienso; y anunció al sacerdote Zacarías la gloria futurade su hijo,
mientras la plebe afuera oraba en masa y se extrañaba de que el Sacerdote se demorara
tanto. 'Nacerá para alegría de muchos, no beberá vino ni grapa, y será lleno del Espíritu Santo
ya desde el seno de su madre'. No beber vino era señal de ser essenio, una especie de
ermitaños o monjes que no se cortaban el cabello, no tocaban un arma, guardaban
continencia voluntaria y vivían en oración y penitencia para implorar la venida del
Mesías y prepararse a ella. El historiador Josepho narra de los essenios varias cosas raras
y aun ridículas, al lado las otras que dije; que pueden ser verdad, o pueden ser de esas
cosas inventadas que en todos los tiempos el vulgo dice de los “frailes”. El
EVANGELIO dice que el hijo de Zacarías y Elizabeth desde muy niño, movido por el
Espíritu Santo, se fue al desierto; y por ende fue essenio, porque en el desierto, de niño
no pudo haber vivido solo, ni lo permitirían sus padres. En el Medioevo los chicos se
escapaban de su casa para meterse en los cluniacenses, cuando predicaba San Bernardo.
Y en nuestros días, en la India pasa a veces lo mismo, según leemos en el... Reader
Digest. Puede que sea verdad.
En el desierto vivió de langostas y miel silvestre: en Oriente (en las Filipinas hoy
día, por ejemplo) comen las langostas; pero son allá unos bichos diferentes de los
nuestros, más grandes y más sabrosos; y también diferentes de las langostas de Chile.
Las secan al sol y las mascan como maní, o semilla de girasol. Después de eso no
sabemos más del niño prodigio, hasta que aparece como un meteoro “en toda la comarca
del Jordán”.
Cerca de los 32 años, “se hizo la voz de Dios sobre él”; y él cayó como un león a
bramarla ante las gentes de Judea. Su boca estaba llena de las palabras más agrias de los
profetas: 'Raza de víboras — generación adúltera — corazones de piedra — falsos hijos de
Abraham —árboles sin fruto buenos para el fuego— árboles muertos listos para el hacha'. La
muchedumbre quedaba tocada: “Cuando venga el Mesías no lo reconoceréis por vuestras
maldades; pero Dios puede convertir las piedras estas en hijos de Abraham” — “¿Qué debemos
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hacer?”. Juan se ablandaba entonces y les imponía los mandatos de la ley natural, antes
que las observaciones vanas y las inútiles excrecencias de la moral talmúdica.
Asombra la lenidad de los preceptos de Juan al lado de la acidez de su
dogmática. Los que son austeros consigo mismos, suelen ser dulces para con los demás;
y viceversa.
“Los soldados le preguntaban: Maestro, ¿qué haremos? y él respondía: < No andéis
pidiendo aumentos de sueldo y no seáis prepotentes >”. Se ve que los militares han sido
siempre los mismos. A los cobradores del gobierno les decía: “No andéis sacando coimas”;
y a la muchedumbre en general: “Haced limosnas por poco que algo os sobre”. De aquí
sacaron los Santos Padres que la limosna es el mejor medio para la expiación de los
pecados, no más que la oración, pero más que el ayuno. Y después los bautizaba con el
“bautismo de Juan”, el bautismo preparatorio o provisorio.
San Juan imponía a la gente simplemente su deber profesional, el deber de estado
que se llama; y no se puede dudar que estaba muy acertado, porque el deber de estado
resume en sí todos nuestros deberes. “Las mujeres se salvarán por la crianza de sus hijos”,
dice San Pablo: es su deber profesional. Si no eres buen obrero ¿cómo serás buen
hombre? Y si no eres bueno a manejar tus manos ¿cómo ordenarás tus pensamientos,
que son mucho menos obedientes? Ustedes encontrarán tipos que son “muy religiosos”,
y no son buenos hijos o buenos vecinos o buenos ciudadanos; bien: no son muy
religiosos. También se encuentran “buenos religiosos” que son malos profesores, malos
predicadores, malos escritores —o malas enfermeras o maestras—: no creo que sean
muy buenos frailes. Un buen fraile que escribe, lo menos que puede hacer es aprender a
escribir; si no, que no escriba. Agarran a un fraile buenazo y corto lo hacen Superior de
un convento: como hombre es un santo y como Superior una porquería. Para hacer un
buen ángel, primero hay que hacer un buen hombre, decía San Francisco de Sales.
Agarran a un reíto del suburbio y de golpe quieren hacerlo un sacerdote del Altísimo a
fuerza de devociones; y no les sale. Salen “fetos con alas”, como decía Don Orione.
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Primero de leer la IMITACIÓN DE CRISTO, hay que aprender la ETICA A
NICÓMACO.
Contra todas estas macanas militaba San Juan Bautista. Que cada cual comience
por hacer bien su oficio. Al rey Herodes, que cayó allí con su comitiva, de curiosón no
más, a ver cómo era aquello que toda la gente hablaba, no le dijo que hiciese bien su
oficio de rey, pues todos sabían que no era rey sino de mojiganga. Le dijo una cosa casi
suicida: 'No te es lícito cohabitar con la mujer de tu hermano'.
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Las Parábolas de Cristo
PARÁBOLAS DEL FIN DE LA SINAGOGA (II)
”Uno tenía una higuera en su viña y viniendo a buscar fruto no encontró. Dijo al
hortelano: Hace tres años que requiero fruta en este árbol y no hay. Háchalo; ¿para qué está
ocupando tierra?” (Le. XIII, 6).
Cristo comenzó a improbar y reprobar a su pueblo en el segundo año (tres años
más o menos duró la predicación de Cristo), mansa y humorosamente a todo el pueblo
(“esta generación”) y atrozmente a las tres Ciudades Maldecidas, Corozaín, Bethsaida y
Cafarnao; como hemos visto. Esta reprobación siguió adelante, aumentando en fuerza y
en franqueza hasta la misma víspera de la Pasión; haciéndose entonces clara y
definitiva.
Se generalizó en la maldición a Jerusalén; que aunque fue una profecía, fue
también una maldición “material”, primero y segundo grado, según santo Tomás. Se
acerbó en la tremenda invectiva contra los fariseos, en esos ocho “Ay de vosotros Escribas
y Fariseos hipócritas… “ de Mateo XXIII, 13. Se concretó en las dos parábolas del Convite,
en que Cristo alude al retiro del Reino de los que ahora lo poseían para darlo a otros y
aun más, dibujó detrás una sangrienta tragedia e incendio para los “sublevados”;
doblada por la parábola de la Viña Robada, en que Cristo descubrió claramente lo que
le iban a hacer a él (“éste es el Hijo y Heredero, matémoslo y la viña será nuestra”) y lo que
les iba a pasar después a ellos. Y finalmente, se volvió del todo directa y explícita en la
parábola de la Higuera Estéril, que hemos citado, reforzada por una parábola en acción
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(el más raro de los milagros de Cristo, o el único raro) la Maldición de la Higuera el
Lunes Santo; la cual se halla muerta el Martes Santo.
Entonces es cuando los Capitostes deciden: “No se puede tardar más. Hay que
eliminarlo con escándalo o sin escándalo, con Pelatos o sin Pelatos; aunque sería con
Pelatos. El pueblo podría 1apidarnos. Hay que hacer que lo ejecute Pelatos”,
Esto lo determinaron después de la Parábola de la Viña Robada (Le. XX, 9), que
traen los tres sinópticos. Cristo encarnó en la parábola todo el proceso de la economía
divina respecto a Israel incluso la Encarnación y la Pasión: “Han matado a mis Siervos
(1os Profetas) les vaya mandar a mi Hijo Bienquerido, respetarán al menos a mi Hijo”. El
Evangelista dice que comprendieron perfectamente la parábola, decidieron
precisamente darle muerte. No lo respetaron ni al Hijo.
Con razón los Evangelistas marcan insistentes este punto de la reprobación
paciente y progresiva, pero formal del pueblo de Israel por parte de Cristo: es un punto
importantísimo. Vamos a considerarlo.
Como está dicho, Dios había hecho a los israelitas promesas grandiosas que
aparentemente no cumplió. Aunque ellas están en los profetas mescoladas y no
coordinadas, oscuras o enigmáticas a veces, el conjunto es claro. Basta recorrer
superficialmente los libros proféticos para ver que desde Abraham hasta Malaquías, “el
Enviado”, la imagen de un Rey invencible y un Reino grandioso se levanta cada vez
más clara. En Él sería bendita la descendencia de Abraham, era el Esperado de las
Naciones, salvaría a su pueblo, y la Ciudad de Dios se iría a la cumbre de los montes.
La salvación saldría para todo el mundo de Jerusalén, a ella confluirían los
pueblos, y ella daría la Ley: los Israelitas serían vengados de sus cautiverios, de sus
tributos y de sus rudos reveses. Aunque muchas veces las profecías emplean imágenes
bélicas de batallas, vencimientos y victorias, el Reino del Mesías es pintado como un
Reino de paz, un estado de prosperidad, concordia y amistad, un reinado dentro de la
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Ley; de tan fabulosa grandeza que no se puede concebir mayor; como una Universal
Edad de Oro, o el Paraíso Perdido recuperado al fin para todo el mundo.
Esto era la razón misma de la vida de Israel, y de su Religión. Los hebreos
custodiaban esos libros poéticos y extáticos como su misma razón de ser, su orgullo y
su esperanza.
Ellos secaban sus lágrimas, ablandaban el pan del destierro y curaban sus
tremendas heridas nacionales. Y cuando Cristo predicaba, si Daniel no mintió, estaba
llegado o por llegar “el tiempo”, “el día del Señor”, “la plenitud de los tiempos”: todos
en ese tiempo lo decían.
Esta profecía que se concreta, se hincha y se engrandece al rodar de los siglos
duró hasta Malaquías, el último profeta, que no tiene más que 53 “gestos
proposicionales” o dobles versículos, pero que en cierto modo resume a todos. Es
mesiánica y al final parusíaca, como es general en los Profetas: está predicho en ella el
sacrificio de la Misa, la venida del Bautista y la próxima llegada del Mesías, “el
Dominador que vosotros buscáis y el Ángel (o el Enviado) del Testamento que vosotros queréis“.
Pero también están conminados de convertirse, sobre todo los sacerdotes, so amenaza
de “ruptura del Pacto”. En esta profecía (como en todas) está la clave para entender lo
que pasó.
¿Qué pasó? Después de venido Cristo los judíos tronaron, hablando en plata.
Cuando llegó el tiempo en que su enjuto y estricto territorio debía abrirse y ellos
repartirse por el mundo como victoriosos vencedores, salieron efectivamente por todo
el mundo, pero como vencidos y cautivos. La ciudad capital con su Templo (en el cual
debía entrar, según Malaquías, el Dominador, o sea el Mesías) fue vandalizada e
incendiada, su ejército exterminado, su población diezmada por el hambre, fuego y
cuchillo, su territorio devastado; y el antiquísimo reino de David terminó en una
tribulación que, aun en la sobria narración de Josefo, realmente parece que no ha tenido
igual “desde el Diluvio acá”; y sobrevino la asombrosa dispersión, la “Diáspora”. Un
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pueblo fundado y asentado por el monoteísmo, unido por el monoteísmo y que
mantuvo el monoteísmo desde el principio durante 2.000 años, hasta su disolución
como pueblo; y que lo ha mantenido desde entonces hasta aquí, en su estado de
dispersión y destierro, otros 2.000 años; un pueblo que suministró sus apóstoles y
confesores, incluso hasta el tormento y la muerte, a la creencia verdadera en un solo
Dios; que sobre el monoteísmo modeló su legislación y su gobierno, su filosofía, su
política y su literatura; de cuya verdad su poesía es la voz, fluyendo en composiciones
religiosas que la Cristiandad en todas sus regiones y edades no ha podido superar y ha
adoptado por suyas; un pueblo que produce profeta tras profeta que sobre esa verdad
primigenia extienden sus revelaciones, con una firme referencia a un tiempo señalado
en que esa revelación deberá obtener su compleción y cumplimiento; hasta que al fin el
tiempo llega y la catástrofe. ¿No es una historia extraordinaria? ¿Hay una historia en
toda la Historia más romántica, sorprendente y espantable que la historia de Israel?
Oprimido y como prisionero del orden cristiano del cual se mantiene
constantemente al margen, y sin poder ser digerido y asimilado durante 20 siglos, el
judío se desquitó de su impotencia política adhiriéndose al Reino del Dinero y su
secreto y menguado poder; se diría que cambiaron su Mesías por la Moneda -por treinta
monedas o por treinta mil millones: ¡las Finanzas! Yo no digo que todos los financistas
sean judíos, como tampoco que todos los judíos son financistas; la mayoría son pobres,
y muchos (créase o no) son caritativos; pero es cierto que esa “ciencia” tan boyante hoy,
y que consiste en definitiva en vender dinero (vender como si fuese un bien una cosa
que es un signo) fue invención suya, pues en definitiva no es sino la maña y el dolo del
prestamista: de los prestamistas que vendían dinero en el atrio del Templo (y los
Sacerdotes percibían un grueso porciento) cuyas mesas de cambio Cristo volteó dos
veces con furor. Por supuesto que los “cristianos” que aprendieron la “ciencia” e
incluso la aventajaron, son aun peores, pues no tienen la excusa del judío de no tener
otra cosa en qué ejercitar su deseo de poder, su nerviosa irrequietividad y su viva
inteligencia. Los “antisemitas” que hoy día odian ciegamente al judío, por despecho,
envidia o superstición, son en realidad cristianos judaizados. No israelitas, no
ciertamente; ni tampoco católicos.
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En Malaquías está, como he dicho, la clave del misterio. Hablando en nombre de
Dios o mejor dicho hablando como Dios, el Profeta reprende y amenaza la corrupción
religiosa, que fue en ese tiempo (445 a. C.), detenida pero no cortada por la enérgica
reforma del reyezuelo Nehemías; y amenaza con la “ruptura del pacto de Leví” y con
hacerse un nuevo y más digno sacerdocio, a los malos Sacerdotes; a los cuales acusa de
grosería y dolo en el culto, de avaricia, y de falta de fe; de que andan refunfuñando:
“¿De qué nos ha valido servir a Dios tanto tiempo? Hemos andado tristes de balde”: la “acidia”
o pereza espiritual, ese pecado capital que es el tropiezo temible del religioso. Esos son
los tres vicios que configuran ya entonces el futuro “fariseísmo”,
No sabemos como se formó, porque faltan documentos escritos, en esos cuatro
siglos entre Malaquías y Cristo, esa falsificación del ideal hebreo, ese ideal fraudulento
de un Mesías napoleónico que debía imponer en el mundo el Reino de los Judíos por las
armas y la violencia. Pero allí está él, vigente con enorme fuerza, en el tiempo de Cristo:
la corrupción denunciada por Malaquías se había consumado.
Un Judío actual podría decir a Dios: “No has cumplido tus promesas a Israel” y
Dios responder -y Él me perdone que yo asuma su boca:
-Mis promesas eran condicionadas, y ustedes quebraron el Pacto.
-Puede ser -sería la instancia-, pero ¿es digno de Dios que sus planes, proyectos y
promesas sean arruinados por el mísero albedrío del hombre? ¿Es pues el hombre
fuerte contra Dios?
-Mis planes no se quiebran nunca y mis promesas son sin arrepentimiento -dice
Dios-.
Espera un momento (un momento para Mí). La historia del mundo, y de Israel
con él, no ha acabado su curso.
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En efecto, al final de Malaquías surge una promesa que no es ya condicionada
sino absoluta: es la promesa del triunfo definitivo de Israel en la Parusía: el capítulo IV
que no puede copiar. Vendrá un día magno e inflamado que barrerá la impiedad;
alumbrará a Israel de nuevo el Sol de Justicia; y su conversión a Dios no está ya
solicitada sino simplemente profetizada:
”He aquí que Yo os mandaré a Elías Profeta
Antes que venga el día de Dios magno y terrible
Y convertirá el corazón de los padres a sus hijos
(a saber, el corazón de los judíos hacia los cristianos)
Y el corazón de los hijos hacia sus padres
(es decir, el corazón de los cristianos hacia los judíos)
No sea que Yo venga en mi ira
Y hiera de maldición toda la tierra.
Toda esta historia encierra una lección gravísima para el cristiano. El cristianismo
tiene las promesas infalibles de Cristo; y en esas promesas se ensoberbecen o se
adormecen, falseándolas, algunos; mas la Sinagoga también tenía esas promesas; ¿qué
le pasó? Algunos con el “he aquí que estoy con vosotros hasta la consumación de los
siglos; las puertas del Infierno no prevalecerán; y yo he rogado a Dios, oh Pedro, para
que no falle tu fe”… se extienden a sí mismos y a sus paniaguados diplomas de
intocables; porque la Iglesia es santa, ellos deben ser respetados como santos, hagan lo
que hagan; porque las puertas del infierno no prevalecerán, ellos se inventan futuros
triunfos temporales y aun mundanales de la Iglesia; y porque el Papa es infalible
cuando (una vez por siglo) habla ex-cátedra, surgen una multitud de Papitas que son
infalibles y que cada y cuando hablan, hablan ex cátedra. Es un grave abuso, abuso de
hacer temblar: es el mismo abuso de la palabra de Dios, de los fariseos.
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Contra este abuso está escrito: “Cuando Yo vuelva, ¿creéis que encontraré la fe en la
tierra?”. La fe estará tan reducida y oculta como para no encontrarla. ¿Por culpa de
quién? Mucho me temo que por culpa del engreimiento cristiano, contra el cual nos
previene formalmente san Pablo: “si la oliva vera por su soberbia fue cortada; también
puede ser cortado el acebuche injerto, que ni siquiera es la Oliva primitiva”.
Cristo declaró solemnemente la ruptura del Pacto divino con la Sinagoga; todas
las amenazas divinas contenidas en los profetas cayeron sobre Israel; y su conversión y
triunfo fueron aplazados para el fin del mundo. Si ello ocurrirá antes, junto o después
de la Parusía, yo no lo sé; pero no puedo creer que no ocurrirá NUNCA. El Jardinero
pidió al Viñatero un tiempo para mullir y abonar de nuevo la Higuera estéril; y el Señor
no respondió nada.
Un poeta español ha puesto esta parábola en un hermoso soneto que no tengo a
mano, ni mis amigos tampoco; por lo cual trataré de reconstruirlo, es decir, de
rehacerlo:
Dijo el Señor con ira: “Y esta higuera
Es tiempo de higos y no lleva fruto.
Desde años ha no rinde su tributo
Ponle ya l ‘hacha en la raíz, ¡y afuera!
Dijo mi Ángel: “Señor, por tan siquiera
El cuidado pasado irresoluto
Deja que cave más este árbol bruto
Y ponga abono a ver. Te ruego, espera”.
Calló el Señor y un estremecimiento
Por las higueras y las viñas ricas
Cubrió al árbol estéril un momento
Y el Jardinero apercibió sus picas
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Y se hizo un aire de silencio atento
Y yo escuché el fatídico memento:
”Alma, ay de ti si hoy más no fructificas”.
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Los Papeles de Benjamín Benavides, Ed. Dictio, Buenos Aires 1978
"Las Dos Mujeres”
“La mujer significa en la Escritura constantemente Israel, es decir, la religión.
Dios apostrofa a su pueblo como a una adultera o la requiebra como a una novia. Los
deuteroprofetas abandonan incluso la imagen de Reino para insistir en la figura de
Esposa. Cristo llamo a su gente ‘generación adultera’. San Pablo represento a la Iglesia
con la figura de una doncella, ‘virgenem castam exhibere Christo’, una virgen pura que
dar en matrimonio a Cristo. Las Dos mujeres del Apokalipsis representan la religión
corrompida y la religión fiel, la Forneguera sobre la Bestia Roja y la Parturienta
vestida de sol de la Fe, pisando la luna del mundo mudable, y coronada de la
venticuatral diadema estelar patriarcal y apostólica. Estos dos aspectos de la religión
son perfectamente distinguibles para Dios, pero no siempre para nosotros. La cizaña se
parece al trigo y no será separada hasta la siega.” (pp. 225-226).
“Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba
pervertida en sus jefes y consiguientemente en parte del pueblo. (…) Cristo no
abandonó la Sinagoga por eso, sino que se hizo matar por purificarla. De su corazón
abierto nació la Iglesia, que primordialmente fue Judía. Cuando Cristo vuelva la
situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo, es
capaz de producir esa magna apostasía que Él predijo: la ‘mayor tribulación desde el
diluvio acá, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo optimo. El dolor
solo remediable por Dios en persona es el producido por la corrupción irremediable, ‘la
sal que pierde su salinez’. Por eso San Juan vio en la frente de la Ramera la palabra
misterio, y dice que se asombro sobremanera, y el Ángel le dice: ‘Ven, y te explicare el
arcano de la Bestia’. Es el misterio de Iniquidad, la ‘abominación de la desolación’; la
parte carnal de la Iglesia ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad,
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Sinagoga Satanae. Por eso la parte fiel de la Iglesia padecerá entonces ‘dolores como de
parto’, y el Dragón estará a punto de tragar a su hijo, que solo se salvara por milagro, y
ella se salvar solamente huyendo a la soledad con dos alas de águila, y aun allí la
perseguirá la riada de agua sucia y torrentosa que el Dragón lanzara contra ella… la
nueva Esposa pura y sin macula, inmaculadamente concebida de nuevo.” (pp. 226-227).
“(…) «El significado concreto y ya escatológico de las Dos mujeres es éste, según
parece la Mujer Celestial y Afligida es el Israel de Dios, Israel hecho Iglesia; y
concretamente el Israel convertido de los últimos tiempos; la Mujer Ramera y Blasfema
es la religión adulterada ya formulada en Pseudo Iglesia en los últimos tiempos,
prostituida a los poderes de este mundo y asentada sobre la formidable potencia
política y tiránico imperio del Anticristo…”.(p. 229).
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“El Ruiseñor Fusilado”, cap. VI
6. El Fariseismo
¿Qué cosa singular tiene esta historia de Cinto Verdaguer? ¿No es la historia
típica de la mitad de los poetas de nuestro tiempo, oprimidos por la sociedad
metalizada y mercantilizada? ¿Quién se acuerda hoy de Gerardo de Nerval, de
Hölderlin, de Kleist, de Gerardo Manly-Hopkins? ¿No son individualidades singulares
que chocan necesariamente con una sociedad muy “socializada?
No. En este caso hay algo sumamente típico e intrigoso: este sacerdote poeta fue
hecho pedazos por la Iglesia; es decir, por unos mandones de la Iglesia, entendámonos.
El era la Iglesia, tanto o más que ellos, vive Dios. La religión fue invocada para estas
operaciones. Luego esto fue un “sacrificio”. ¿A Dios?, ¿o a un ídolo?
“En el caso de Verdaguer hubo mucho de fariseismo” - nos decía en Barcelona un
docto canónigo lectoral, Mosén R. C. - . Eso es obvio; y eso es lo que no se ha dicho
todavía; y por eso los “sucesos” son “obscuros”.
Por seguir mandatos de hombres habéis dejado de lado lo esencial de la Ley, que es la
misericordia y la justicia” -dijo Jesucristo. Es la definición del fariseísmo en uno de sus
grados. Los “mandatos de los hombres” se llaman hoy día, por ejemplo, disciplina
eclesiástica; en nombre de ella perseguían a Verdaguer. Jamás la repudió el poeta: en sus
cartas cita desesperadamente en su defensa los cánones y los reglamentos; pero sabía
como cualquier bien nacido que la disciplina es un medio y no un fin. Es un
instrumento; no para destruir la persona, sino para perfeccionarla. Pero en manos de un
majadero o un malvado (las dos cosas casi siempre van juntas), es un maravilloso
instrumento de destrucción. Es claro que entonces, detrás del “santo celo por la
disciplina”, hay otra cosa.
El fariseísmo, siendo la corrupción específica de la religión, ha existido y existirá
siempre; y de vez en cuando demanda víctimas humanas, que Dios le concede, no se
sabe por qué: Verdaguer fue una de ellas. En el principio de la Iglesia, el fariseísmo
había plagado de tal manera la Sinagoga, que Jesucristo, se dio como misión principal
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de su vida el combatirlo, y fue su víctima; en el fin de la Iglesia, el fariseísmo se volverá
de nuevo tan espeso, que demandará para su remedio la segunda Venida de Cristo.
El fariseo es esencialmente homicida, aunque tenga las manos enteramente
limpias de sangre y sea incapaz de resistir por la fuerza a una viril pateadura. “Vuestro
padre es el diablo - les dijo Cristo - , el cual fue homicida desde el principio. “Es
homicida porque es enemigo de la vida y helador de la caridad y todo lo que sea cálido:
de su corazón y de su boca salen una especie de rayos de hielo. Y éste es el grado
supremo del fariseísmo, los sacrificios humanos; no a Dios, que no los quiere, sino a un
Diablo disfrazado y llamado con distintos nombres: Disciplina Eclesiástica en este caso.
Los sacrificios humanos al Dios del Orgullo están hoy a la orden del día, opina
Merejkovski en su Atlántida-Europa. “Vosotros sois los que levantáis monumentos a los
profetas, y vuestros padres mataron a los profetas; y si ahora apareciera un profeta en
medio de vosotros, sin duda le daríais muerte” - dijo Jesucristo. Una de las cosas
espantosas de los fariseos es que se aprovechan de la fama de los santos, a los cuales
dan muerte: después de la muerte usufructúan la santidad. Los santos sostienen la
religión, donde ellos viven y comen, como microbios en caldo.
Pues el Santo la sostiene
Y el Otro ordeña entretanto…..
Dice el hijo de Martín Fierro.
Todas las señales del fariseísmo aparecen en el drama de Verdaguer, hasta esta
última de la tanatolatría, la suprema. “Llegará un tiempo en que os matarán, creyendo
hacer un servicio a Dios.” Esta es una de las señales que dio Cristo de la Parusía; y en
efecto, eso hizo Caifás exactamente con El. Dar muerte a un hombre por religión; y la
religión, dando la muerte a un hombre no por sus vicios sino por sus virtudes, es la
señal siniestra. Al fin y al cabo, a Verdaguer lo persiguieron en el fondo porque tenía
talento, lo cual es una virtud natural; no tuviera él genio y nada le hubiera pasado. Es
claro que lo perseguían “para darle la virtud de la humildad y de la caridad”,
naturalmente; es decir, para salvar su alma.
¡Ay del hombre a quien le quieran salvar el alma desde fuera!
¿Qué no se hará para salvar un alma? Todo se vuelve lícito: por ejemplo,
difamarlo, ponerlo en una situación de neurosis, acusarlo de loco y asilarlo. ¡Ay del
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hombre a quien uno de estos santos se proponga volverlo santo! Pero no se pueden
salvar las almas desde fuera, no se pueden salvar las almas por fuerza, a palos no se
puede hacer santo a nadie. Perverso sí se lo puede volver, no santo - si no es por
milagro de Dios.
* ¡A este hombre hay que chafarlo! - escribía al Marqués de Comillas el Obispo de
Vich. ¡Qué palabra para un obispo! En vano se buscaría esa palabra en todo el
Evangelio.
* Por lo menos salvaremos la disciplina eclesiástica. La peor indisciplina que existe es
que el inferior quiera cortar a su medida al hombre superior; y esa es la tentación
vehemente de todo inferior puesto en comando. Por eso, poner a un inferior en un
mando es un crímen; más aún, dice Santo Tomás, es una “aberración”, una sodomía.
* Si no lo hacemos así, este hombre puede hacer muchísimo mal. El peor mal es matar a
un hombre para que no pueda hacer mal, porque eso es imbecilidad; de ese modo,
estaríamos autorizados a matar al primer venido: cortarle la cabeza para que no tenga
dolor de cabeza. Todos podemos hacer mal; y nadie puede ser castigado por un pecado
puramente posible y futurible. S. E. Morgades no haga mal; y deje en paz al otro, que si
hiciere mal por su cuenta, ya dará cuenta a Dios.
-Obedezca, hijo, aun en lo que le es imposible y contra conciencia, y se salvará. . .
Vir obédiens loquetur victorias. Claro que ellos no lo dicen así, sería inocencia y no
fariseísmo.
-Obedezca – dice Morgades.
-Ese mandato me es imposible – contesta Verdaguer.
-Eso le parece a usted, hijo mío, créame. La prueba es que a mí no me sería
imposible. Usted es muy emocionable y sugestible. . . Abandónese en mí fuerte y sana
voluntad y verá cómo triunfa. ¡Qué cosa más dulce y tranquila es abandonar su
conciencia en manos de su prelado! ¡La santa obediencia! La religión nos manda
sacrificar nuestra personalidad. ¿No ha leído que San Juan de la Cruz dice que hay que
sacrificarlo todo? Usted tiene un “yo” demasiado fuerte, y ese “yo” lo perderá. No es
loco; es mucho peor que eso: es un místico. ¡Un místico!
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Todas estas palabras se encuentran textualmente en los debates Morgades-
Verdaguer. Son fariseísmo puro, cuando no son imbecilidad, ignorancia y tupidez de
cabeza. Son todo eso junto.
Al fin terminan por llamarlo tergiversador y mistificador, además de rebelde y
desobediente.
Entonces ya no hay calumnia que no sea posible y licita.
* Dice que no puede volver a La Gleva. ¡Qué mentira! Yo podría volver como nada –
exclaman abriendo mucho los ojos Morgades y Joan Güell. Es el “yo” de ellos que está
fuera de su lugar: está hipertrofiado por orgullo; está puesto en un lugar alto que, de
por Dios, no les correspondía.
Entonces viene la palabra de Caifás.
* Conviene que un hombre muera por la salud de muchos – por la disciplina eclesiástica.
Si este cabezudo y “tergiversador” sale con la suya, ¿qué no harán los otros sacerdotes,
que tenemos algunos tan bravos en la diócesis? Si muere, no es asunto mío: él tuvo la
culpa. . . Todo lo que sufrió mi primo Cinto fue por su culpa – escribe el villano de Joan
Güell, su verdugo y difamador. ¿Qué culpa? ¿A quién hizo daño Verdaguer? No hizo
más que defender su conciencia, su buen nombre, su obra, su fe – que todo eso hace uno
– y gemir como un cordero, y aguantar y humillarse hasta el máximo posible.
Aun cuando brama como un león – en sus cartas En defensa propia -, detrás se ve
el cordero, “la ira del cordero”, como dicen.
Todas las señales del fariseísmo se hallan en el caso de Verdaguer; la hipertrofia
de la “disciplina”, los medios convertidos en fines, la tortuosidad y disimulo en el
obrar, pasiones como la codicia y la vanidad vestidas de religión, la rigidez implacable,
el chantaje por medio de las cosas sacras, la ignorancia completa de la persona humana,
el atropello a la naturaleza y a la ley natural, la falta de misericordia y de justicia
substituidas por “mandatos de hombres” muertos y metálicos.
Y las pruebas supremas: el desprecio a la vida, el odio a la inteligencia, y los
sacrificios humanos.
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“El Ruiseñor Fusilado”, cap. XXX
30. La pesadilla
“La Iglesia actual no está inspirada por el Espíritu de Dios. Muchas cosas que pasan en la
Iglesia de hoy, sería impiedad nefasta atribuirlas a Dios. Habría que renunciar al sentido moral y
aun a la más tenue idea del Dios del Evangelio.”
Conmigo la santa madre Iglesia no se ha portado como madre. Se ha portado de
un modo inicuo, injusto, maligno, cruel e implacable. No se ha portado ni siquiera de
un modo humano. He aquí una experiencia directa e irreducible, que no puedo eliminar
ni interpretar al revés con ningún conato ni esfuerzo posible. Es una visión inmediata,
como la de los ojos: más que la de los ojos. Visión mía propia, que no puedo comunicar
a nadie. Pero yo la sé.
“Lo que me ha pasado no es algo que por accidente o excepción proceda de
algún mandón eclesiástico desviado o malo. Procede directamente de la cabeza, es cosa
de la «Jerarquia» y viene de lo más alto.
“Si la Iglesia ahora es así, siempre debe haber sido así: no veo solución de
continuidad en ella. Entonces, Galileo, Giordano Bruno, Juana de Arco, Carranza. . .
todos los que nos han enseñado a condenar como herejes y malos en las clases de
Apologética. . .
“Mas si la Iglesia es un manantial de iniquidad desde su parte más alta; es un
simple organismo de ordenamiento humano y político, con esa condición de toda
sociedad humana de odiar a la inteligencia; si no hay en ella el sentido de que no se
puede promover el bien común condenando a un inocente; entonces ¿qué queda de
nuestra fe? . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .
“Pero Cristo es Dios, y Cristo fundó la Iglesia: hay bastante testimonio cierto de
lo que Cristo hizo y dijo; hay evidencia del efecto moral sobrehumano de su doctrina en
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la historia; aquí en las mismas costumbres y gestas de este buen pueblo catalán, en las
leyendas y las figuras esplendentes de sus santos, en la ley moral sublime vigente en el
mismo lenguaje tosco del payés – si no siempre en sus actos. . .
“¿No estaremos sufriendo una corrupción nueva y misteriosa de la Iglesia? ¿No
habrá dos iglesias, la de los ricos y la de los pobres? ¿No se habrá refugiado el Espíritu
Santo en el pobrerío?
“¿Pero esto no es el error mismo de los protestantes, que niegan la Iglesia Visible,
condenan su organización jerárquica, y encierran la Iglesia verdadera y las promesas de
su Fundador en el secreto de los corazones, librando así la objetividad de la doctrina al
capricho de la interpretación individual?
“! Oh mi cabeza, mi cabeza!
“¿Cuál es el alcance exacto de las promesas explícitas de Cristo? Prometió que
Pedro no erraría en la fe, ni por consiguiente sus sucesores; no prometió hacerlos
íntegros e incólumes en su moral; es decir, no los hizo impecables. Prometió que El
estaría con la Iglesia hasta la consumación de los siglos; no durante la consumación de
los siglos, que será un período de tiempo, los tiempos parusíacos, en los cuales habrá,
según está escrito, una inmensa apostasía. ¿No estaremos ya en los tiempos parusíacos?
¿No habrá volado la Iglesia al desierto? ¿No se habrá refugiado (por dos tiempos, un
tiempo, y medio tiempo) en el corazón de hombres en soledad, que sin romper sus lazos
con la jerarquía mundanizada, la soportan sobre sí como una carga de montañas y una
presión de lagar; y son incluso perseguidos por ella?
“¿Qué hacer entonces? ¿Cómo conciliar el sentido moral interno con las órdenes
inicuas o inhumanas de afuera?
“Acatar y no obedecer, como decía Alfonso el Sabio; aguantar la nota de rebelde y
las sanciones más mortíferas; hacerse anatema por amor de sus hermanos; mirar de
frente a una muerte desolada; antes de admitir en su interior la arrollante frase que está
en la boca del vulgo: la Iglesia es una porquería.
“Yo soy la Iglesia también, al fin y al cabo; y está en mí no volverme una
porquería. . . “
Esta fue la pesadilla de Verdaguer: la que lo consumió, como se puede fácilmente
colegir.
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No está explícita en sus angustiosas cartas En defensa propia; pero las informa todas
desde atrás, y asoma en algunas frases fulgurantes; así como en esa veleidad que tuvo
de predicar “la Iglesia de los pobres”; veleidad que Rusiñol hizo el eje de su drama,
convirtiendo a Verdaguer en un vulgar cura socialista, teñido de un franciscanismo
sentimental. Está sobre todo en los hechos de los últimos cinco años, en esa rotura
definitiva de su lira esencialmente religiosa y devota, y en la consunción rápida de su
salud y su vida. ¡Qué diferencia entre el retrato del rozagante joven presbítero, que está
al principio del libro de Güell, y el retrato al lápiz del hombre maduro envejecido y
devastado, del genial dibujante Casas, que está en el Museo Moderno de Barcelona!
Esta pesadilla no se disipó nunca del todo en el “poeta asesinado”: nunca surgió
de su pluma el grito triunfal de la certidumbre. Su pluma simplemente se secó. Puesto
antes al servicio de la Iglesia su iris de colores suaves – hasta rozar a veces la adulación
su entusiasmo ingenuo- después de los golpes recibidos, simplemente no pudo servir
más. Se rompió.
Los asesinos de cuerpos son castigados por la ley: los asesinos de almas
entristecen al Espíritu Santo, y su hecho no tiene perdón ni en ésta ni en la otra vida;
aunque mueran “homenajeados” y luego les levanten estatuas.
La única solución teórica a la pesadilla de Verdaguer está en la parábola del
trigo y la cizaña y en el dogma de la Parusía. Llegará un tiempo en que el trigo y la
cizaña, mezclados siempre en las eras humanas durante el curso de las edades, llegarán
a la lucha suprema, la que no conoce piedad; y la cizaña crecida oprimirá al trigo de
Dios de un modo insoportable, rodeándolo por todas partes como sin esperanza y sin
respiro; tiempo en que la persecución, prometida a todo creyente, se hará interna a más
de externa; y en que gemirá su carne a punto de aniquilarse.
Para ese tiempo se escribieron las últimas y más terribles – y más consoladoras-
profecias.
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Psicología Humana, cap. XI
LAS IDEAS.(1)
UN SUICIDIO HORRIBLE
Mucho me temo que esta conferencia salga bastante seca, porque trata del
pensamiento y de los tres ángulos de un triángulo. Pero mucho más seco es lo que
encontrarán ustedes en los tratados comunes de Psicología, como por ejemplo en el de
Regis Jolivet, que acaba de ser traducido. Yo no sé: los franceses tienen, según es fama, el
don de ser claros y el desdón de ser superficiales: éste es superficial pero no es claro. “El
intelectualismo de Santo Tomás” de Pierre Rousselot es todo lo contrario: claro y
profundo, por eso no ha sido traducido, no sirve para la Argentina. Hay otro Rousselot,
que se llama Paul, que también escribió sobre Santo Tomás y sobre el intelecto y
también ha sido traducido: es muy malo, casi idiota. Estos señores editores argentinos,
que son casi todos extranjeros, no es que quieran idiotizar a los argentinos: lo que
quieren es ganar mucha plata; y cuanto más plata ganan, más se convencen de que son
ellos y no otros los que deben imponer los libros que el argentino ha de leer; y lo cierto
es que lo consiguen, por virtud de las inefables leyes del capitalismo. “El mercado del
libro”: el que tiene más capital domina el mercado e impone su mercadería, el libro, es
decir, el pensamiento. . .
El pensamiento, las ideas, la inteligencia, la ciencia. El hombre es el único animal
que tiene pensamiento y es, el único animal que se suicida. Dicen que el escorpión se
suicida si se lo rodea de un círculo de brasas. No es verdad, se mata sin querer, en todo
caso. Yo no lo he visto en el escorpión; pero sí en una víbora yarará que estábamos
atormentando con palos los muchachos, después de haberle roto el espinazo con una
picanilla. El animal enteramente furioso mordía en todas direcciones, ciego de ira, hasta 1 El tema de esta conferencia es “el intelecto y sus operaciones, y su poder y su debilidad, y su sujeción a la voluntad, y su independencia, y su predominio sobre todo lo demás”.
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que se agarró la cola por casualidad, se mordió y quedó instantáneamente rígido;
porque el veneno de la víbora no hace mal por vía estomacal, es su jugo gástrico, pero
mata, paraliza la circulación y disuelve los tejidos (los digiere), por vía sanguínea. Así se
suicide aquella víbora. Pero sólo el hombre se suicida por ideas y todo suicidio en
definitiva depende de una idea; por lo menos así lo piensa Dostoiewski.
El pensamiento del hombre ha creado el mundo de la ciencia, del que está
orgulloso; tanto que se podría decir que la Ciencia es hoy día la verdadera religión de
las masas, menos o más según las regiones, pero en todo el mundo sin excepción. De la
ciencia se esperan milagro – “La Razón” casi todos los días cuenta un milagro de la
ciencia, que ha ocurrido en Norteamérica -, como la curación del cáncer y de todas las
enfermedades, la prolongación de la vida y la comodidad y la seguridad para todos; o
sea, la felicidad en definitiva, el estado perfecto de la Humanidad; y la Ciencia por otro
lado, con la invención de la bomba atómica, ha percudido al mundo con un estado de
temor y de inquietud, que no es dominado por ninguna religión. “Dios es el miedo a la
muerte, Dios es el dolor del miedo a la muerte, Dios es la invención del hombre para vencer el
miedo a la muerte”, dice Kirillof, el terrible suicida de Dostoiewski. Pero ese Dios que
infunde miedo y después lo sana, es hoy día la Ciencia. ¿Qué Ciencia? ¿La Ciencia de la
naturaleza, la ciencia del hombre, la ciencia de Dios, la sabiduría? No: la ciencia
inventora de drogas y artefactos, la Técnica. La ciencia inventora del cine hablado,
coloreado, y de tres dimensiones. Bertrand Russell (en catalán “rosillo”), que es un
hombre de ciencia, es decir, un gran matemático, un erudito en Física y Biología y un
sofista mezcla de Voltaire y Bernard Shaw, dice que la religión de las masa es el cine
(“El panorama científico”); “Dudo mucho – dice – que todas las Iglesias juntas ejerzan
tanto influjo como el cinematógrafo en la opinión de los jóvenes, sobre asuntos tan
íntimos como el amor, el matrimonio y el hacer dinero. Los productores de Hollywod son
los grandes sacerdotes de una nueva religión. Mostrémonos agradecidos por la pureza de sus
sentimientos – pues hacen triunfar la virtud, y sucumbir al vicio, aunque tienen una
mañita de retratar demasiado al vicio y de hacer a la virtud ñoña y sentimental. Pero en
fin, el cine pertenece también a la gran religión de la Técnica, es una tecnificación del
teatro, lo mismo que la prensa y la radio, esos otros dos grandes instrumentos de
uniformar las cabezas de todos, de propaganda, de masificación. Exagera Russell: sobre
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el amor, el matrimonio y el hacer dinero, el primer influjo lo reciben los jóvenes en la
familia. La Técnica está muy bien, yo no voy a quejarme de los pianos, las heladeras, los
ascensores, y los colectivos, los cuales me llenan de admiración; pero yo no quisiera un
piano que me cortara una mano, una heladera que me helara a mí, un ascensor que me
ascendiera siempre para abajo, unos transmisores del pensamiento ajeno que me
volvieran cada vez más necio. “Para que una civilización científica sea una civilización buena,
es preciso que el aumento de ciencia vaya acompañado de un aumento igual de sabiduría. Esto es
algo que la ciencia por sí misma no proporciona. El aumento de la ciencia por sí mismo no es por
ende bastante a garantizar ningún progreso genuino” – confiesa Russell, a pesar de su
entusiasmo por la “Ciencia”.
Ciencia para Russell significa Técnica. No significaba eso para los antiguos. Es
graciosa la afirmación de Russell en la pág. 179: “la teoría de Malthus sobre la
superpoblación, sea verdadera o falsa, es rigurosamente “científica”. Un hombre del
Medioevo hubiese dado un salto (“!Si no es verdadera, no es ciencia!”) y Platón,
debelador de los sofistas, hubiese sonreído con desprecio. “Scientia est cognitic rerum per
causas”. Ciencia es conocimiento verdadero, cierto y demostrable de las cosas por sus
razones de ser. Pero la teoría de Malthus es ciencia, dice Russell, porque “se apoya en
estadísticas de población y gastos de agricultura”2. Es decir, que lo que hace la ciencia es la
manera y no el contenido. Como si dijéramos: “Ese hombre camina muy bien… -¿Cómo
camina muy bien si no sabe a dónde va y va a un abismo? –Bueno, pero camina muy
bien; posa los pies con toda corrección de acuerdo a las leyes de la anatomía… “ Pero
sobre todo, “ciencia es todo lo que da poder, sea ello verdadero o falso”, es el criterio de
Russell. La Psicología por ejemplo, se reduce a Freíd y a Pavlov porque dan poder; para
domesticar animales y para dirigir a los hombres.
La técnica es propia del hombre, pero es lo que está más cerca de la inteligencia
animal, si hay inteligencia animal. El castor, el pájaro y la abeja poseen una técnica
admirable y perfecta para hacer sus casas, y el animal es capaz incluso de un pequeño
progreso en sus técnicas – muy pequeño y forzado – como probó Koehler con sus 17
experimentos con los chimpancés de Gibraltar: “la inteligencia de los grandes inventores no
2 Ver Excursus XIV, pág. 201.
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se diferencia de la inteligencia de un chimpancé en naturaleza sino en grado…”, la “boutade”
de Max Scheler quiere decir eso: es falsa, desde luego, simplemente hablando, puesto
que el manejo de los signos, el lenguaje y las matemáticas, es propio del intelecto
humano y de su capacidad de abstracción, que es su característica propia. Pero la técnica
moderna, que en 150 años ha hecho más inventos que en los 5.000 años anteriores, viene
de la aplicación de las Matemáticas a la Física en orden no al saber sino al poder; es decir, es el
triunfo de la voluntad sobre el intelecto, el aservimiento del intelecto a la voluntad de
dominio.
No diré yo que el voluntarismo teórico y el voluntarismo práctico sean la misma
cosa: que la afirmación teórica de que la voluntad prima, al intelecto sea lo mismo que el
subyugamiento práctico del intelecto por la voluntad, de la contemplación por la
acción, y de la razón por la violencia. Son dos planos diferentes; pero están íntimamente
ligados entre sí e históricamente aparecen juntos.
La tesis de que “en el principio era el Verbo” parece una cosa abstracta y académica,
como por ejemplo disputar si “la luz del Tabor era creada o increada”. Sin embargo, no es
así: es la tesis principal de la Psicología del intelecto, y errarla significa errar otra
cantidad de problemas, que finalmente conducen a la perturbación de la práctica.
Efectivamente, los tres problemas fundamentales de la Psicología del
pensamiento son: el de las ideas, el de la ciencia y la creencia y el del voluntarismo: y
los dos primeros desembocan en el tercero. Son simplemente las relaciones del intelecto
con todo lo que tiene al lado, a saber, con la imagen, con los afectos, con la voluntad.
Empecemos por el último, el cual no resolvemos dialécticamente (lo cual pertenece más
bien a la metafísica de Kirillof) sino prácticamente, por el suicidio.
Kirillof quiere probar que Dios no existe por medio de un acto violentísimo de
voluntad: Kirillof es el triunfo del voluntarismo. Si Dios existe o no, no es cuestión de
voluntad.
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Por medio del suicidio quiere destruir de una vez y para siempre la idea de Dios
y redimir a la humanidad del miedo a la muerte: es un Cristo al revés. Es ateo y ruso, es
decir, ateo y religioso: de una raíz de religiosidad instintiva viene la exacerbación de su
ateísmo, llevado a sus últimas consecuencias lógicas con el rigor lógico de un paranoico.
“Yo me suicido no por miedo ni por rabia, sino por una idea”. Dios es la idea por
excelencia, la cumbre de la Metafísica, la cual es el tercer grado de abstracción: la idea
de un Ser puro Ser, sin mezcla de no-ser, o sea sin mezcla de privación y de límites, idea
que encontramos en la India, en Israel y en la Grecia independientemente. El suicidio es
el acto de voluntad más violento y, en cierto modo, más fuerte que puede hacer el
hombre, poniéndose como era de su naturaleza pero sin llegar a afuerarse del todo, pues
Kirillof no vence el temor a la muerte, chifla como un marrano y acaba por matarse de
casualidad como la vibora yarará. Triunfo del voluntarismo, no de la voluntad.
El voluntarismo es contra la natura ordenada, pero por desgracia es conforme a
la natura caída: Caín es el primer voluntarista, el primer cultor de la voluntad de poder:
él y sus hijos Tubal y Tubalcaín inventaron la técnica; Nemrod fundó la primera ciudad
amurallada; la torre de Babel fue el primer acto de culto tecnolátrico.
El voluntarismo domina la época, empapa toda la Filosofía moderna y desde allí
reina en toda la práctica, desde la técnica hasta la religión: los que mandan hoy día no
son los contemplativos sino los prácticos; no los sabios, sino los expertos y astutos; no
los más inteligentes, sino los más briosos y dominadores. “Dichosos los mansos porque
ellos poseerán la tierra” –dijo Cristo. La tierra la poseen hoy día no los mansos sino los
violentos. “Voy a destruir la tierra; porque la veo llena de violencia” –dice Dios a Noé.
La herejía voluntarista nació en la Cristiandad Occidental en los siglos XVI y XVII,
aunque la tendencia a esa desordenación existió siempre, naturalmente. Lucero es
voluntarista. En el ámbito de nuestra raza, el voluntarismo está representado por
Francisco Suárez, del siglo XVII, que en sus “Disputationes Metaphysicae” hizo una
especie de compendio de Filosofía Cristiana, pero introduciendo en ella el voluntarismo
de Duns Scoto y de William Occam. Un jesuita y dos franciscanos: la herejía
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voluntarista (herejía filosófica, desde luego) comenzó en la Iglesia y después se propagó
al Estado. Russell cree que los jesuitas introdujeron el voluntarismo; no los primeros
jesuitas ciertamente, puesto que San Ignacio fue un contemplativo, Diego Laínez un
especulativo aunque mediocre, Francisco de Borja un místico; pero después vino un
práctico, Claudio Acquaviva, “el segundo fundador de nuestra Compañía”, como lo
llama el P. Astrain, y comenzó el dominio de los prácticos, de los “briosos sin letras”,
como dice el P. Mariana. Pero eso ya no era privativo de los jesuitas sino característica
de una época naciente que había de reflejar Descartes. Descartes es tan voluntarista que
sostiene que “toda afirmación proviene de la voluntad y no del intelecto”, es decir que toda
afirmación no es ciencia sino creencia. Si el P. Mariana hubiese sido General de la
Compañía de Jesús en vez del P. Acquaviva, es probable que la Compañía de Jesús
hubiese seguido la línea de San Ignacio; pero al P. Mariana lo hubiesen muerto 3.
¿Y qué me importa a mí que domine el intelecto o domine la voluntad? ¿Acaso
eso me da a mí de comer? Mire: si domina la voluntad, entonces el hombre no es más
que el animal (cuyo intelecto4 está envuelto en la acción, en la acción presente) y la
religión es una cuestión de sentimiento, no de verdad ni de error: ¿Le importa a usted
eso? –tampoco eso me da de comer. –Bueno, veamos entonces las consecuencias extremas
del voluntarismo moderno:
1º - la voluntad de producir a todo pasto, antes de ordenar la producción al
consumo, el medio al fin: de donde el hombre viene a quedar subordinado a la
producción, el hombre es para la producción; el Capitalismo.
2º - la voluntad de planificar para aumentar la producción; que sin la moderación
de la sabiduría, viene a subordinar el hombre al plan en forma férrea y no flexible: “La
Hora Veinticinco”5.
3º - la voluntad de dominar férreamente una nación a otra: ¡los mercados!
4º - la voluntad de hacer dinero sin límites: el lucro para aumentar el capital:
cuanto más capital más dominio, más producción, más lucro.
3 Ver Excursus XV, “Las cosas de la Compañía” y la Decadencia Moderna, pág. 302 4 El animal tiene razón particular o estimativa, que no es espiritual sino un sentido interno. 5 Novela del rumano Constantin Virgil Gheorghiu.
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5º - la voluntad de destruir la producción para hacer dinero, sea volcando el vino y
quemando el maíz, sea por esas grandes destrucciones colectivas que son las guerras.
6º - la voluntad de destruir el dinero para hacer producción: el monopolio
arbitrario del dinero, la inflación, la deflación.
7º - la voluntad de destruir y destruirse, que es diabólica: o sea, el suicidio de
Kirillof.
¿Por qué pues el hombre se entrega de esta manera absoluta y cuasi religiosa a la
técnica?
Ah, es que hay allí también una raíz religiosa: conquistar la tierra es una misión
del hombre. Dios puso al hombre en el Jardín del Edén para que conquistase con un
trabajo suave y humano el Jardín del Edén y toda la tierra, que producía ya entonces
abrojos y espinas, y la volviese jardín del Edén. El hombre abandonó su primera relación,
la relación con Dios, para entregarse con furia a su segunda relación, la relación con la
tierra y prefirió hacer la torre de Babel. Y lo que él prefirió no le fue negado. Está a la
vista la torre de Babel; creo que estos días están por terminarla6.
Todo deriva de las ideas; porque lo primero que deriva de las ideas son los
ideales, y los ideales gobiernan la marcha del hombre: “asigún el hombre piensa, ansina el
hombre camina”, mas la herejía de la acción sin freno, del voluntarismo, consiste en
caminar mucho y pensar poco. Un padre salesiano muy distinguido me decía: “Yo he
viajado muchísimo: yo conozco España, Italia, Francia, Dinamarca mi patria…India,
Afganistán, China, Estados Unidos, Méjico, Venezuela…”
-Yo le dije: Yo conozco Aristóteles, Santo Tomás, Platón…Shakespeare, Dante,
Cervantes…
-Ah sí, pero todo eso no es real. Un árbol en un libro no es real; en cambio, ese
árbol que tenemos allí delante…
-¿Cómo se llama?
6 Se refiere al edificio Alas, que entonces era el más elevado de Buenos Aires.
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-No lo sé.
-Se llama molle. El árbol en el libro no se seca nunca; y la rosa en mis versos no se
amustia, es una rosa inmortal7.
El primer problema de la Psicología del intelecto es si hay intelecto, es decir, si hay
ideas. Si las ideas se diferencian esencialmente o no de las sensaciones y las imágenes; si
no se diferencian, el hombre es un mero animal, un animal perfeccionado o degenerado,
según los gustos; un animal que lo mejor que puede hacer es trabajar como un burro; y
así trabaja en los países empiristas. Las tres posiciones fundamentales en este problema
son éstas8:
7 “El fondo más real de las cosas es su “idea”, su esquema y núcleo espiritual. Sin la captación de ese fondo eterno* de lo existente fútil**, que es obra del intelecto, la voluntad no se mueve. “Las ideas son lo esencial de la vida del hombre”.- ¿Quién dijo esto? ¿Algún profesor? -No. Mussolini, hombre de acción” (Castellani, nota a “Suma Teológica”, I, Q. LXXXII, art.3, Club de Lectores, T. IV, p. 77). . . . . . . . . . * Castellani llama “eterno” a este fondo porque las cosas son creadas según el modelo de ellas que existe en el pensamiento divino. Tales ejemplares son la medida de las cosas, sus arquetipos y se identifican con Dios mismo pues son la divina esencia como imitada o imitable por las creaturas. **El voluntarismo desvincula el mundo de la Sabiduría Creadora, y entonces la existencia de las cosas resulta meramente fáctica y desprovista de sentido. 8 El empirismo niega que las ideas se diferencien esencialmente de las imágenes. “Hume afirma que todas nuestras ideas proceden de sus correspondientes impresiones. Mantiene un agnosticismo total sobre el noúmeno. Los empiristas desenvuelven las consecuencias de la teoría general de los conceptos que prevaleció en el bajo Medioevo” (Castellani, Apuntes de Historia de la Filosofía, Año 1938, Hume). Platón sostiene que nuestro conocimiento científico nada tiene que ver con el que nos proporcionan los sentidos, y por lo que hace a Berkeley, ya fue dicho que sólo admite la existencia del espíritu y de sus actos de percibir: las cosas del mundo existen en la percepción. Aristóteles enseña que el intelecto obtiene ( por abastracción) los contenidos inteligibles a partir de las imágenes de la sensibilidad. “Tenemos conocimiento intelectual y universal de las cosas, por medio de un poder del alma que alcanza las razones permanentes de lo particular y contingente contenido en esos retratos vibrantes de los cuerpos que son las imágenes; las cuales determinan el intelecto a conocer y lo despiertan e informan; pero son digeridas por él en una eliminación de su aquí y ahora (hic et nunc), que se llama abstracción”. “De manera que lo primero que conoce el intelecto es lo más general de las cosas, y su debilidad es que para conocer lo particular (que es lo único que físicamente existe) necesita volver sobre el fantasma imaginativo que le prestó material a la idea, y conectarla con él”. “Este se llama el misterio del conocimiento, el problema de los Universales, o el punto de partida de la Metafísica” (Castellani, Nota 1 a “Suma Teológica”, I, Q. LXXXIV, art. 1, Club de Lectores, T. IV, p. 91).
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El empirismo o sensualismo o nominalismo ha existido siempre, desde los
tiempos del Rey David (“comparatus est jumentis insipientibus etfactus est similis illis”)9 y
atraviesa toda la historia de la Filosofía, refinándose y alambicándose al infinito: hay
que ver cuántas ideas abstractas son necesarias para negar las ideas abstractas, hay que
ver la masa de abstracción que necesita Kant para elminar el tercer grado de
abstracción, y reducir el alcance del intelecto a la Física y la Matemática, convertidas
ambas empero en productos subjetivos de la mente, o como diría él, en “realidad
meramente categorial”. Kant en el fondo es un nominalista10, es decir, que identifica el
pensamiento con los conceptos, y los conceptos con los nombres o signos, aunque sea
con unos signos internos y sutiles, creación de la mente humana, que llama
“categorías”, y tratando de superar el empirismo radical de Hume no sale de su
9 Se ha comparado con los jumentos insipientes, se ha hecho semejante a ellos (Ps. 48:13) 10 El Nominalismo afirma que lo real siempre es concreto y particular, y como ellos son universales, nada en realidad corresponde a ellos: lo Universal no existe. “-¿Cómo no existe? –No existe, en cuanto a ese modo universal que le da nuestro entendimiento, sacándolo de sí mismo, para poder unirse a las cosas… Ese es el famoso Universal que ha dado tanto a discutir, ¡y lo que te rondaré todavía!; nuestra moneda de cobre, la única que tenemos, para entrar al cine de la ciencia. Lo Universal no existe en las cosas. Tampoco existe solamente en la mente. Existe en la unión de la cosa y la mente, y no cualquiera mente sino la debilísima nuestra. “Existe formalmente en la mente, pero con fundamento en las cosas”, dicen los Aristóteles. Platón dijo que existía en las cosas*, Locke, que existía en la mente sin fundamento (en las cosas)”. “Las gallinas ponen los huevos sin h. La molesta ortografía del hombre le añade la h. La h no cambia el huevo, ni siquiera en la pronunciación. Para leer es lo mismo el huevo con h y el huevo sin h. Pero no para comerlo. En el huevo propiamente hablando, la h no existe hasta después que el huevo es pasado por la mente, que lo cambia menos que pasado por agua; y por la pluma, que lo cambia apenas”. “Pero el huevo no llega al alto honor del Libro sin esa maldita H” (Castellani, Nota a “Suma Teológica”, I, Q. XIi, art. 4, Club de Lectores, T. 1, p. 144). . . . . . . . . . . . . . . . . . . *El platonismo afirmó que las ideas existen con una realidad superior a la de las cosas sensibles.
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ámbito11. Pero el abismo que separa al hombre del animal es tan manifiesto que no lo
pueden colmar los filósofos; y todos los pueblos del mundo, para insultar a una
persona, la llaman animal.
El esfuerzo que ha hecho la Psicología experimental moderna por colmar ese
abismo es inmenso; hay hombres que se han pasado la vida entera persiguiendo
acremente ese objetivo: véase “Animal Intelligence” de Thorndike, y la cantidad enorme
de trabajo que se insumió ese sabio (claro que trabajo bien pagado por la Universidad
de Yale). ¿Para qué? Para “compararse con los jumentos insipientes”. La INTELIGENCIA
ANIMAL DE THORNDIKE –el título del libro es lo más aprovechable de él. ¡Qué
manera de atormentar a monos, conejos, ratas y pollos para que revelen su inteligencia
creadora! Los chimpancés sabios de Koehler, apretados por el hambre y la sed, no
llegan a hacer lo que hace naturalmente un año de tres años: manejar los signos, ver la
relación de medio a fin, generalizar una experiencia, inventar experimentos ¡lo que no
inventa un chico travieso!, y clasificar las cosas. A Martita la llevaron a los 3 ó 4 años al
Zoológico: iba viendo los animales nuevos clasificándolos de acuerdo a un sistema
sencillo: un cuadrúpedo pequeño era un wuau (un perro), un cuadrúpedo grande era un
mu (una vaca) y un ave cualquiera era un pío (gallina), pero de repente hallóse delante
de la foca, y se quedó absorta y perpleja un gran esfuerzo intelectual, moviendo pies y
manos, hasta que de repente, con un gran grito de triunfo, dijo: “!sapo!”. Un chimpancé
no puede hacer eso; conoce y distingue mejor que un chico los animales presentes y
concretos, desde luego, pero no puede ni clasificarlos ni ponerles nombres.
La abstracción (o sea la generalización, la clasificación, la significación, la síntesis
y el análisis) es la propiedad del intelecto humano; propiedad que en definitiva sirve
para fabricar y para dominar, pero que primordialmente es un conocer. Contemplemos el
mundo de las Matemáticas, ya que ese mundo es el que nos dejan los sabios de hoy. ¿Qué
11 En el Capitulo I se vio que el empirismo pretende reducir la sustancia suma de los fenómenos, y que según Hume, el Yo sólo es un conjunto de diversas percepciones que se suceden con una rapidez inconcebible, y están en un flujo o movimiento perpetuos. Hume también critica la idea de causalidad: ésta no designa algo real porque la experiencia nos da la sucesión de ciertos fenómenos, pero no vemos que haya un nexo entre uno (que llamamos causa) y otro (que denominamos efecto). Tal conexión no está en las cosas, sino que es puesta por nuestro espíritu. Kant trata de superar la posición de Hume, que conduce al escepticismo, pero cae en un escepticismo más hondo.
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vemos? Un mundo de nociones abstractas estrictamente unidas entre sí por principios
irrecusables. Ese mundo es la creación más pura del intelecto humano, donde el
intelecto se siente a sus anchas: le basta un solo contacto de su imaginación con la
realidad cuanta para construir una figura o un número, y después operar con ellos
tranquilamente elevándose a alturas sobrehumanas: a la órbita de los astros, al interior
del átomo, en una orgía de símbolos de la cantidad, cada vez más refinados y
complejos-la realidad material responde: la destrucción de Nagasaki e Hiroshima no es
una creación subjetiva de la mente humana, una conformidad legal del pensamiento
consigo mismo, como dice Kant. Así que, en su ufanía de matemáticos, los psicólogos
modernos han inventado maquinitas y “tests” para medir la inteligencia; y no sirven
para medir la inteligencia, pero sirven para dominar al prójimo clasificándolo por
grados y poniendo al que no nos gusta en el grado de “retardado mental”12. Pues bien,
todos esos conceptos, lo mismo que los conceptos de las ciencias naturales (primer
grado de abstracción) y los conceptos de la ciencia metafísica (tercer grado de
abstracción), tienen cinco propiedades de que carecen las imágenes y sensaciones:
1º - son abstractos: el triángulo no es ni blanco ni negro, ni grande ni chico, ni
equilátero ni isósceles; y es todas esas cosas a la vez, potencialmente;
2º - son universales: la palabra triángulo designa toda figura cerrada de tres lados
existente o posible;
3º - son necesarios: hay un “índice de presencia” inmensamente más coactivo que
en la percepción sensible misma: no una coacción de hecho sino una coacción de ley:
“todos los triángulos posibles caben en una semicircunferencia; la suma de los tres ángulos es
igual a dos rectos”, necesariamente;
4º - son reflejos: la imagen no se imagina a sí misma, pero el pensamiento se
piensa a sí mismo, se tuerce sobre sí mismo (que eso significa reflejarse, como un fleje)
12 “No hay máquina que pueda medir la inteligencia. Sólo la inteligencia mide la inteligencia. Hay máquinas para medir los concomitantes somáticos del conocimiento, sensorial principalmente…” “Los `test` o pruebas son más flexibles. La regla general es que son instrumentos de la capacidad observatriz del psicólogo, y que su rendimiento es más incierto a medida que se hacen más matemáticos y menos intuitivos”. “Se puede medir la fuerza muscular, pero ¿cómo haríamos para medir la salud? Pues la inteligencia es mucho más compleja y sutil que la salud”.
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originando la conciencia: sé que sé, sé que no sé, tengo una idea de mis ideas: “en este
asunto mis ideas todavía no están muy claras”, decimos13;
5º - Finalmente son unos: la tendencia a la unificación alcanza su máximo en el
intelecto, y si es general en el psiquismo humano, es por causa del intelecto; una
insaciable sed unificadora parece la tendencia esencial de su dinamismo. Eso ustedes lo
saben.
Esto falta en el animal irrevocablemente… Ustedes me están culpando de hablar
de balde; la culpa la tienen estos “jumentos insipientes”.
“Los tests miden lo que hay de más común en el niño y en el rudo; y fallan
dondequiera entra la personalidad, que es diferenciación”.
“El gran triunfo de las pruebas fue el reclutamiento para la Gran Guerra del 14
en Estados Unidos; y después el reclutamiento de obreros y escolares. Es pues propio
de la civilización de masas y de la fabricación en serie”.
“Los mejores son los más sencillos, como los de Abelsori y Stern, que no se
apartan mucho de su origen natural, las adivinanzas, acertijos, rompecabezas y juegos
de ingenio del “hombre eterno” (Castellani, Apuntes de Psicología, Cuaderno 6, 1945-
1951, Psicometría).
Pero el perro de William James hizo un silogismo perfecta Me extrañaria mucho,
porque en ese caso hizo algo que nunca hizo su dueño, aunque esto parezca una
blasfemia contra esa cumbre de la filosofía americana. –Sí, era un “retriever” perdiguero,
y una vez que James hirió de un tiro a dos perdices. –Con perdón de James, eso ningún
cazador lo hizo jamás, la perdices no andan de a pares. –Bueno, pongamos que sean
tordos o torcazas: el perro fue corriendo detrás de las dos, y como no podía correr
13 El sentido es incapaz de la reflexión, en razón de la materia. Sólo el espíritu puede reflexionar, volver sobre sí mismo. En el comentario S. Th., I, q.28, art.4, ad 2m, Castellani explica: “El primer acto (por el que el hombre entiende piedra) es un conocimiento directo de la piedra mediante su propia especie inteligible; el segundo acto (por el que entiende este mismo entender), y el tercero (por el que entiende este conocimiento reflejo), y sucesivos, son conocimientos reflejos que el entendimiento adquiere volviendo sobre el primero.
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detrás de las dos, mató a una, corrió a la otra y se la llevo viva al dueño y volvió a
buscar la muerta. Esa conducta supone el siguiente silogismo perfecto:
Alive
Get away,
Must kill;
O sea: “dos pájaros moviendose – si se mueven viven – si viven pueden escaper – es
menester que no vivan – mataré a uno”. Como en el caso del suicidio de la yarará, ese
supuesto silogismo se reduce a cuatro movimientos instintivos sin ningún raciocinio
general; es un “raciocinio particular” como decían los antiguos:
1º - situación de perplejidad, oscura;
2º - exasperación, cólera;
3º- mordisco;
4º - nueva situación satisfactoria y clara.
Si vamos a eso, yo conocí un perro que hacía silogismos más perfectos todavía: el
perro de Don Babel Manitto:
1º -una vez mordió la mano de un hombre que le dio una patada, en vez de
morderle el pie; tenía noción del hombre como unidad viviente.
2º -conocía y distinguía no solamente al hombre sino a los diversos sectores: a su
amo, a los que eran amigos, a los que eran desconocidos, y a los ladrones por el modo
de moverse.
3º -tenía vergüenza: era el perro de Don Babel Manitto; iba a robar carne a casa;
entonces nosotros aprovechábamos para ir a robar limones a lo de Don Babel; el perro
se enteraba y se volvía despacito y silencioso, escondiéndose y haciendo un gran rodeo,
a su casilla, y salía haciéndose el inocente y ladraba furiosamente.
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Todo esto está al alcance del animal: se llama “vis aestimativa”14. Si por esto
quieren decir que el animal tiene inteligencia, tiene razón, pueden decirlo: los antiguos
la llamaban “razón particular”; pero en el hombre hay más que esta razón particular, que
esta “fuerza estimativa”. Hay una razón general, un raciocinio. Pero los que ponen que en
el hombre no hay sino esa “razón particular”, lógicamente caen en el voluntarismo;
puesto que esta razón es más bien fuerza que luz (fuerza estimativa la llamaban
sabiamente los antiguos), no es tanto un conocimiento como un impulso, está
aprisionada siempre en un dinamismo actual y presente…Pero esta fuerza estimativa, el
instinto, es lo más alto que hay en el animal; luego en el hombre de los empiristas, que
no es más que un animal, los impulsos, la acción, la voluntad, PRIMAN, ¿Y qué importa
que prime? ¿Qué importancia tiene eso? Espérese un momento.
El segundo problema es la diferencia entre ciencia y creencia. Llámese creencia a
toda afirmación en que interviene la voluntad; y son dos, la opinión y la fe religiosa. Se
trata de saber si la fe religiosa pertenece a la categoría de la opinión o a la categoría del
saber. Lo que está en juego en esta cuestión, “l´enjeu de la question”, es: 1º, la fe
religiosa, convertida por los sabios matemáticos en un sentimentalismo; y 2º, el valor de
la afirmación científica: “todas las religiones son buenas –o todas las religiones son malas –
porque al fin se trata de cuestiones de sentimiento”; algo así como en las opiniones políticas,
por ejemplo.
La opinión es uno de los cinco estados en que puede esta: intelecto con respecto
al saber: es un medio saber, o mejor dicho un “hacia el saber”. Error, ignorancia, duda,
opinión, certeza, todos estos estados se definen por el saber, un mal saber, un no-saber,
un medio saber, un hacia el saber, y el saber que es la certeza15. La opinión es una
afirmación sin certeza. ¿Por qué la ponemos entonces? Por influjo de la voluntad.
Pongamos las opiniones políticas y las fervientes afirmaciones que uno hace de ellas, en
el café –y en el té; se afirma, se disiente, se pelea, se mata –y se roba ¿Son igual que la
14 La estimativa es un sentido interno que está en el origen del conocimiento que se manifiesta el instinto. La estimativa dista infinitamente de la inteligencia porque ésta capta lo universal, aprehende relaciones necesarias, sobre todo, descubre el ser y lo manifiesta en juicios verdaderos. La estimativa, por el contrario, se limita a captar la utilidad o nocividad de seres concretos.. 15 En sentido estricto, la certeza es la adhesión firme que la inteligencia da a un juicio considerado verdadero.
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afirmación de que “los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos”? No, aunque se
ponen a veces con mucha más fuerza, pero es fuerza de querer, de pasión, de intereses.
Detrás de los muchachos peronistas y atrás de los odiosos oligarcas y atrás de los
chanchos burgueses, atrás, atrás, existe un interés, legítimo o ilegítimo, personal o de
clase, afirmación cálida que no surge de la fría evidencia científica. Si no, no habría por
qué pelear ni discutir: los teoremas no se discuten. “Sic volo, sic jubeo, sit pro ratione
voluntas”16 :
Hacer daño a nadie, non,
Pero defenderme, si.
Lo quiero y lo mando así,
Con razón o sin razón…
Pues bien, así es la fe religiosa según Russell. “Los que creen en Dios, creen que
les conviene que haya Dios”. “Los teólogos anglicanos creen en Dios porque les
conviene”. “Yo no creo en Dios porque carezco de sentimiento religioso…” Sin embargo
cree que dentro de poco, con inyecciones en el útero se podrá hacer nacer un niño que
sea un gran poeta o un gran matemático, a elegir. Si dijera: “a los que creen en Dios les
conviene que hay Dios”, pase. Pero “porque les conviene, creen”, no. Creen porque ven
que hay. Si Dios les estorbara o los molestara, no creerían, quízá; puesto que para ver
que hay Dios, a veces es necesario quitar los estorbos.
No puedo entrar en la discusión técnica que establece que la fe religiosa por un
lado depende de la voluntad, y por tanto es libre: distinta de la ciencia, que no es libre; y
por otro lado, es un acto intelectual, y no volitivo; un acto intelectual cierto, y por tanto
distinto de la opinión, que no es un saber. Basta dar la conclusión, contenida en aquella
modesta y admirable frase de San Agustín:
Creemos lo que no vemos, pero no creyéramos si no viésemos que hay que creer. En la fe
religiosa existe una evidencia indirecta (evidencia de los motivos de credibilidad), como
cuando creo en la existencia de Pekín (“Matrimonio en Pekín”), pero al lado de la
evidencia indirecta, existe una afirmación apasionada, que no existe en Pekín. -¿Cree
16 “Así quiero, así mando, mi beneplácito es ley”.
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usted que Pekín existe? Creo. -¿Ha visto usted a Pekín? –No lo he visto; ¡y pido a Dios
no verlo nunca! -¿Está cierto usted de que existe Pekín? –Estoy cierto. -¿Metafísicamente
cierto? -¡Estoy cierto! -¿Se dejaría matar usted por esa certeza? –Eso no. –De modo que
el ejemplo de la fe humana, por la cual creemos que Pekín existe, que esta mujer es mi
madre, que Bruto mató a César, e incluso creemos ¡lo que nos dicen los diarios!, no sirve
del todo para el caso de la fe religiosa. Sirve para los prolegómenos de la fe. Creo que
Pekín existe porque me lo testifica una nube de testigos; creo que Cristo existió porque
me lo testifica una nube de testigos. Pero ¿creo que Cristo es Dios porque me lo testifica
una nube de testigos? Eso es otra cosa17.
Creo fácilmente lo que me dicen los hombres porque se trata de cosas posibles;
pero el objeto de la fe son paradojas, son misterios. Por eso al objeto de la fe no basta el
intelecto solo, se necesita una disposición y hasta una impulsión de la voluntad: se
necesita la “voluntad de salvarse”, y por tanto el sentimiento de que uno está perdido.
Por eso decía Platón que no se puede ir a Dios con el intelecto solo, sino con toda el
alma: ólh th yuch. Por eso el sello de la fe es el martirio: y en cierto modo, la misma fe es
una especie de martirio, porque hay que doblegar el entendimiento, hay que humillarlo,
hay que amansarlo. Sólo sé que no sé nada, decía Sócrates, y ésa es la religiosidad B, la
expectativa ante el misterio; la fe sobrenatural es la religiosidad C, la aceptación del
misterio. Existe una religiosidad A, la religión de los paganos, de los que mataron a
Sócrates por ateo, que consiste en pura mitología y sentimentalismo, como es la
religiosidad de muchos cristianos de hoy…!Alto! No es exacto: la religiosidad de
muchos cristianos de hoy no es paganismo, es una cosa más peligrosa que el
paganismo, es una superchería: es la “fe muerta”, que dijo el Apóstol: el Cristianismo al
decaer no ha vuelto al Paganismo, se ha convertido en una cosa peor. Vean un número
17 El acto de fe, humana o sobrenatural, siempre es dado bajo el influjo de la voluntad: la fe es de lo que no se ve y por tanto no basta el objeto de fe para mover la inteligencia a poner la afirmación. La fe teologal tiene como objeto a Dios, Quien está infinitamente por encima de cualquier intelecto creado. Mas la certeza de la fe teologal supera cualquier otra y es “firmísimo” por causa de la luz de la fe, que “nos hace ver las cosas que creemos” (“Suma Teológica”, II-II, Q. 1, art. 4, ad 3m): esta luz perfecciona la razón natural, le permite distinguir los artículos de la fe, adaptarse a este objeto (sin que por ello lo creído deje de ser oscuro) y descubre al hombre la necesidad de creer. Pero hay que notar que tal luz no es la que emana del objeto de la fe, Dios, sino la que Dios infunde en el creyente para constituir el hábito sobrenatural de la fe. Como hemos visto, el acto sobrenatural de fe supone la voluntad de creer (Q. 2, art. 1, ad 3m): el intelecto acepta el Misterio porque lo mueve la voluntad como causa eficiente. Y tal acto de voluntad se hace bajo el influjo de la gracia, que mueve a creer a Dios Revelante.
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de “El Hogar”, por ejemplo acerca de la Semana Santa o la Navidad y verán lo que es
eso: mitología con sentimentalismo. La gran cuestión hoy día no es convertir a los
salvajes al Cristianismo sino convertir a los cristianos en cristianos18.
No importa: Dios guarda en su caja de fierro una cantidad de acontecimientos
importantes que van a destruir toda esta superchería.
Pongamos un ejemplo de cómo funciona la fe. Supongamos un creyente que dice:
“La Iglesia me ha hecho una iniquidad”, y eso no es opinión para él sino certeza. Por
otra parte, dice: “La Iglesia es santa, es divina, y está dirigida por el Espíritu de Dios”.
He aquí la contradicción, objeto de la fe. El intelecto no puede engullir la contradicción,
y se ve forzado a concluir así: “O el Espíritu Santo es inicuo, o no hay Espíritu Santo, o
la Iglesia ya no está dirigida por el Espíritu, o no me hecho ninguna iniquidad”.
Ninguna de esas escapatorias es viable: el entendimiento se encuentra
estaqueado entre esos cuatro extremos, tirado entre cuatro caballos como Tupac-
Amarú, y cualquiera de sus cuatro extremidades que mueva, le duele. Las tres primeras
son contra la fe, y la última: “No hay ninguna iniquidad aquí”, es contra el sentido moral.
No podemos amputar en nosotros el sentido moral, eso es ilícito: no podemos borrar la
diferencia entre el bien y el mal, entre la iniquidad y la justicia, sería apagar la luz, seria
paralizar el intelecto, sería un intento de suicidio psicológico que no tendría éxito,
puesto que ni siquiera es posible. Eso significa que la fe tiene que abrazar esas dos
contradictorias: “Iglesia inicua-Iglesia santa” en una síntesis más alta; o sea, existe allí,
en ese descuartizamiento, la solicitación a un acto de verdadera fe, de fe sobrenatural.
“Creo, Señor: ayuda a mi incredulidad”19.
Ese acto de fe consiste en reconocerse culpable: yo soy culpable. ¿Es menester que
lo diga, que salga gritando por esas plazas que yo soy un gran culpable? No. Eso sería
inducir en error a los demás. Basta el silencio. El que acepta el sufrimiento en silencio, por el
mismo hecho se reconoce culpable. –Pero usted no mató a Mussolini. –No, yo no maté a
Mussolini, pero yo no proclamo que maté a Mussolini, ni siquiera proclamo que soy 18 Ver “Domingueras Prédicas”, Homilía del Domingo Segundo Después de Pentecostés. 19 Mc. 9, 24.
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culpable. –Pero si usted calla y aguanta creerán que es culpable. –Es que soy culpable. –
Pero no es de eso que lo acusan! -¿Qué importa? –Es que creerán que ha hecho este
crimen. –Peor para ellos: se equivocarán; pero yo he hecho otros pecados. –Pero ellos
esos otros pecados no los conocen! –Ay, puede que el Espíritu Santo los conozca.
Esto es un acto de fe. ¡Pero esto es un querer simplemente, y es una idiotez! No.
Para poder creer sobre la inteligencia hay que tener inteligencia.
Si Bertrand Russell dice que la fe es un acto de voluntad o de sentimiento y no un
saber, está un poco justificado: en muchos que profesan tener fe, puede no haber verdadera
fe. Yo estoy convencido que hay mucha gente que practica una religión, incluso
sacerdotes, que no tienen fe verdadera. Es terrible en el sacerdote ese proceso por el cual
la afirmación vital que es la fe se transforma en oficio, se va convirtiendo
insensiblemente en hojarasca, palabrería y conceptos, sostenido todo por un interés20.
Bernanos ha descrito ese proceso en su novela “La impostura”, los místicos le llaman
“tibieza” y el Apóstol le llamó “fe muerta”21 fe sin martirio, sin sufrimiento, sin
incomodidad. Y así, con multitudes de “almas muertas” se ha formado en el mundo una
gran superchería, la mística ha descendido a política, y la Iglesia parece a muchos un
imperialismo más, un partido político o una gran sociedad anónima para la
exportación del Cristianismo en latas.
Pero hemos dejado muy atrás al voluntarismo. No importa. Vamos a verlo en
acción en el suicidio de Kirillof. Voluntarismo es la supremacía de la voluntad sobre el
intelecto, que termina por el atropello del intelecto.
El estado de Kirillof es éste, según a mí me parece: es un hombre que con un
supremo acto de voluntad quiere hacer cierta una afirmación intelectual: “No hay
Dios”. Ese proceso es una inversión tremenda, una cosa contra natura. De modo que lo
que dicen los infieles que nosotros los creyentes hacemos, es lo que hacen ellos: poner
20 Ver pág. 239, y también “Domingueras Prédicas”, Homilía del Domingo III de Cuaresma y notas. 21 Santiago 2, 17, 20, 26.
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una afirmación a pura fuerza de voluntad, cuando toda afirmación debe proceder del
intelecto22. Es lo que hace también un poco la propaganda moderna: “El dentífrico
Prince Albert es el mejor del mundo”, con una muchacha de Hollywood en paños
menores. Hay 4 afirmaciones:
Afirmaciones que proceden de sólo el intelecto: la ciencia.
Afirmaciones que proceden de medio intelecto y media voluntad: opinión.
Afirmaciones que proceden de todo el intelecto y toda la voluntad: la fe.
Afirmaciones que proceden de pura voluntad: el error; la ignorancia no afirma y la
duda vacila ante dos contradictorias.
La fe desemboca en la visión: de modo que la fe, naciendo de la ignorancia, pasando por la
duda y la opinión, llega a la ciencia: pero no es la ciencia de los tríangulos: es la ciencia del Amor
y de la Salvación.
* * * * * *
EXCURSUS XIV. “EL GRAN BANQUETE DE LA NATURALEZA” Y “EL
CONVITE DE LA SABIDURIA”.
En 1798 el Pastor Protestante inglés Thomas Malthus publicó el “Ensayo sobre el
Principio de la Población”. Allí afirmaba que la población tiende a aumentar en
proporción geométrica, mientras que la producción de alimentos avanza en proporción
aritmética. La consecuencia salta a la vista: se impone la limitación de los nacimientos.
La sabia naturaleza se vale de la miseria y el vicio para poner freno al crecimiento
22 “Dijo el insensato en su corazón: No hay Dios, dice la Escritura. ¿Lo dice con su cabeza? No, con su corazón. Por eso una vez que lo ha dicho tiene que repetírselo toda la vida. Tira a Dios al suelo, le pone el píe encima, pero Dios no se muere como una cucaracha, sino que se mueve y hace fuerza y el otro patea. Nosotros cuando hemos hecho el asentimiento a la fe, no nos pasamos la vida estudiando las pruebas de la existencia de Dios y leyendo libros de Apologética; pasamos a adorar y servir a Dios, a conocerlo cada vez más. Los impíos, se pasan la vida buscando argumentos en qué sostenerse, si es que no se embrutecen en los vicios y en la ignorancia, como Mencken… (Domingueras Prédicas, Domingo de Quincuagésima).
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poblacional, pero Malthus recomendaba el control preventivo23. Quienes no están en
condiciones de asegurar la buena salud y el mantenimiento de su descendencia, deben
abstenerse del matrimonio: “El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho
alguno (sí su familia no puede mantenerlo o el Estado no puede utilizar su trabajo) a reclamar
una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la
naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar
ella misma tal orden”.
Esta dureza de corazón es diametralmente opuesta a la actitud evangélica hacia
los pobres, débiles y sufrientes, a quienes Cristo manda cuidar. Pero no “cuidar de
cualquier manera. El Estado también puede cuidar viejitos o cuidar leprosos. Esos
desechos humanos, darle de comer, para prolongarles unos años de miseria, sería una
obra humana pero no sería una obra divina”.
“Los comunistas y los neopaganos defienden que hay que eliminarlos. La razón
que dan es ésta: de ninguna utilidad (son) para sí ni para otro; dolor y miseria, carga
inútil. La eutanasia…”
“Cristo (muestra) preferencia por los enfermos, por los pecadores, por los
débiles, por los pobres. ¿Por qué? ¿Amaba Cristo la fealdad, el dolor, la privación, lo
que está torcido o roto por sí mismo? Algunos lo han afirmado”.
“Cristo es el Creador: el Creador ama la belleza, la salud, el bien, la armonía, la
riqueza, la felicidad. Todas las cosas buenas que hay en la tierra salieron de Dios”.
“Cristo ama al enfermo, al ignorante, al pobre a pesar de (sus miserias) y para sacarlo
de (ellas)”.
“Cristo ama apasionadamente el alma inmortal, indestructible, escondida detrás
de la escoria. Ama la perla preciosa que está en el fango, y tanto más cuanto más difícil
23 Como Hillary Clinton en su frenética arenga proabortista a las mujeres argentinas (Octubre de 1997).
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la materia de sus creaciones”. (Castellani, Apuntes sobre los Ejercicios Espirituales de
San Ignacio, Salvar las Almas y Gloria de Dios, 23-11-1943).
Pero si en lugar de tender la mano al desvalido ahora el fuerte y el astuto
procuran exprimirlo o aplastarlo, ello se debe a una mutación ética, y en definitiva,
religiosa: la Economía protestante es el fruto de un profundo cambio en la concepción
del hombre y de Dios mismo. La imagen inmortal e indestructible del Creador ya no es
reconocida en la criatura porque la Protesta cambió a Dios Padre y Providente por el
Dios de la Fatalidad del Paganismo y el Islam.
La Fe nos enseña que Dios crea mediante su inteligencia, y por ello en la mente
divina preexiste la razón del orden de todas y cada y una de las criaturas a su fin. Dios
conoce y cuida sus criaturas, en especial las personas. La Protesta sustituyó la
Providencia por la Fatalidad. Esta es “el conjunto de las causas segundas generales en
cuanto inciden en la existencia particular de cada uno… El camino del hombre en la
tierra está determinado (un poco, a medias, dos tercios, o casi todo) por el determinismo
geográfico, la raza, la herencia, la familia, región, nación, las circunstancias históricas, el
temperamento, los hechos pasados de cada uno, su ambiente o dentorno…Pero todo lo
que está próximo a Dios, excede el orden de la Fatalidad. De donde cuanto más se aleja
uno de la Deidad, más se liga a los lazos del Hado; y al contrario” (Castellani,
“Elementos de Metafísica”, Capit. VI).
La sustitución de la Providencia por la Fatalidad significa la “Muerte de Dios” y
también la “Muerte del Hombre”, porque el sometimiento total de la vida humana al
influjo de las criaturas hace que la libertad humana se quiebre bajo la presión de las
circunstancias. El carácter favorable o adverso de éstas permiten discernir en cada caso
si una persona se dirige a la Salvación o a su eterna Perdición. Y para el hombre
moderno el signo clarísimo de la buena estrella es el Éxito en esta vida. Éxito que
habitualmente da el Dinero.
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La Protesta convirtió la Pobreza en el pecado imperdonable, sin remisión en esta
vida ni en la otra, porque ella es la señal de cuantos han nacido con mala estrella, de
aquéllos a quienes la Fatalidad ha puesto en el infinito número de los “perdedores”. El
pobre es visto entonces como un factor de contaminación ambiental al que es
conveniente eliminar, o por lo menos, tener cortito haciéndolo trabajar como negro… y
en negro.
“La horrible Teología de Calvino, que es la única Teología coherente que produjo
el Protestantismo, concibe la predestinación y la reprobación como algo que está no ya
en la mente divina (fuera del orden temporal, en lo eterno) sino en la natura de los
individuos”. “Respecto a los que se han de salvar, ese algo viene a ser en fin de cuentas
la prosperidad en esta vida, la prosperidad material… En los países anglosajones la
pobreza se ha vuelto de hecho un crimen teológico (ver B. Shaw, “Major Barbara” y “The
Apple Cart”) y el pobre un verdadero prescito”.
“El dibujante alemán Nückel ha hecho con xilografías poderosas una novela muda
en 70 cuadros llamada “Schicksal”24 , donde analiza atrozmente la vida de una mujer
pobre para mostrar en sí misma, ya al nacer (y antes de nacer) tenía la predeterminación
ineludible al pecado, al crimen y al suicidio. Su obra genial es una protesta violenta
contra el ambiente de la Ciudad Moderna, pero está impregnada de Teología Calvinista.
Hitler la prohibió en Alemania. Y no puedo decir que haya hecho mal” (Castellani, Nota
a “Suma Teológica, I, Q. XXIII, art. 2, Club de Lectores, T. 1, p. 334-335). Más tampoco
Hitler superó el fatalismo porque propuso a sus compatriotas el Éxito inevitable por la
raza.
La reintroducción del Demonio pagano de la Fatalidad llevada a cabo por la
Protesta no es casual: en primer lugar el Destino justifica la dedicación humana a las
cosas de este mundo: puesto que la salvación no pasa por las obras, sino por la Fe en
una arbitraria decisión divina, la actividad humana se desvía ahora hacia los bienes de
24 “Fatalidad”.
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la tierra y conduce a la apoteosis del trabajo, cuyo fin último es la instalación del
hombre en el mundo.
Luego, la doctrina de la Fatalidad explica las aparentes contradicciones de los
economistas liberales: por una parte, ellos se muestran tan fiemos ante la cría que la
usura hace tener al Dinero, y por otra, manifiestan una insensibilidad absoluta a los
críos humanos. Los magos del cálculo y la prospección económica son incapaces de
comprender que nada ayudaría tanto a la salud y educación de la descendencia como
liberar a la sociedad del yugo de Mammón: y que, en definitiva, el dinero ni siquiera es
un bien real sino un mero signo de bienes necesarios para la vida humana.
La Fatalidad supone una Religión panteísta, que hace del hombre un puro ser de
este mundo producido por la actividad ciega y mecánica de la Naturaleza. Y el hombre
vuelto “cosa” cae bajo las generales de la ley: todas las cosas del mundo obedecen a las
Riquezas. Si la Fatalidad convierte al hombre en un juguete de las circunstancias, ahora
las circunstancias son regidas por el Dinero, lo “Único Necesario”, porque es la llave
que abre y cierra todas las puertas del “orden” liberal. De este modo, el cálculo burgués
somete la existencia humana a la soberbia de los Amos de las Finanzas.
Confirman estos juicios las recientes declaraciones de Gorbachov en la “Cumbre
de la Tierra” (junio de 1997): allí el otrora Zar del Imperio Soviético exigió la sustitución
de los Diez Mandamientos por un nuevo código, que ya no considere al hombre como
Rey de la Creación, sino como una porción de naturaleza en perpetua evolución. El
hombre desciende el mono… y por la plata baila el mono. Disfrazado de Ímpetu Vital,
el Destino ciego arrastra a los rebaños humanos, y promueve admirablemente los
intereses de los Usureros, en cuyo nombre Gorby ha tomado la palabra.
Finalmente, la Fatalidad hace posible la mística y santidad del mundo
arrodillado ante el Becerro de Oro. En todo tiempo y lugar el hombre ha aspirado a
vivir con la misma vida de la Divinidad, y el corazón burgués es templo adecuado de
tal inhabitación. La Fatalidad inexorable impregna la cosmovisión del burgués,
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persuadido de que la vida vive de la vida y “sin derramamiento de sangre no hay
Evolución”.
Como Castellani muestra en este capítulo, la economía burguesa supone una
mentalidad nominalista-voluntarista, que inspiró la Revolución Protestante y su
perversa Teología (Malthus fue Pastor en Inglaterra marcada a fuego por el
Calvinismo). La doctrina maltusiana es expresión cabal de la “ciencia” burguesa,
necesariamente relativista, porque su espuela no es el hambre de Verdad sino la
Voluntad de Poder sobre las cosas y las personas.
El burgués es al mismo tiempo hermético a la Verdad y cerebral en sus
procedimientos para reducir al hombre a mero dato estadístico. Y al aborrecer la
Verdad pierde la realidad: el egoísmo desvía brutalmente su inteligencia de las cosas
del mundo, obra de Dios, y la lanza hacia entidades ideales, que nada significan
divorciadas del hombre concreto: el mercado, la oferta y la demanda, la línea
ascendente de un gráfico o registros en un archivo electrónico… Chesterton observaba
que cuando éstos se enteran de un asesinato, no lamentan la muerte de la víctima sino
el tiempo que el crimen restó a la “productividad” del asesino.
En la raíz del genocidio mundial que los Usureros hoy llevan a cabo con
pretextos científicos (“estadísticas de población y gastos de agricultura”) hay algo
mucho más perverso que la decisión de excluir del “Gran banquete de la Naturaleza” a
cuantos no forman parte del Primer Mundo: está el odio a la Luz y la pretensión de
sustituir su claridad por el brillos del Oro. Y al margen de la Verdad el hombre no sólo
pierde la Libertad sino también la Vida.
La Sabiduría invita a todos a su Banquete. Nadie es excluido; más aún: hay una
sorprendente predilección por la “escoria”: “Haz entrar aquí a los pobres y lisiados y
ciegos y cojos… Y obliga a entrar hasta que se llene mi casa25. La obra de la Madre
Teresa de Calcuta ha sido una aplicación de tal llamamiento a nuestra época. Mas
25 Lc. 14, 21-23
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cuantos no aceptan ser liberados por la Verdad y hacen oídos sordos a su convite
inciden en la ruina que el Evangelio vaticina a los rebeldes.
*
EXCURSUS XV. “LAS COSAS DE LA COMPAÑÍA” Y LA DECADENCIA
MODENA.
Un documento de primer orden sobre la decadencia intelectual de los jesuitas en
particular, y España y la Modernidad en general, es el “Discurso de las Cosas de la
Compañía”, del insigne teólogo e historiador Juan de Mariana, S.J. (1536-1624). Castellani
rescató el opúsculo (arrancado por un Padre Jesuita del Tomo “Obras de Mariana”,
Colección Rivadeneyra) y lo anotó. En la última página leemos: “Este papel es de Mariana
sin duda; además de ponerlo en el “Index”, los Jesuitas propalaron no era de Mariana
sino de Vázquez; o al menos había sufrido interpolaciones · en su traducción al latín·.
Es probabilísimo que ésta es la redacción primitiva, pues no había motivo para
escribirlo en latín, dado su objeto: Mariana escribía en latín para uso del extranjero.
Puede que otro haya traducido después el opúsculo al latín, en contra de “la
Compañía”. Yo no he encontrado ejemplar latino alguno. La más somera crítica interna
muestra la prosa inconfundible de Mariana, frases de sus cartas, referencias personales,
y una maciza unidad de pensamiento, que excluye las alegadas “interpolaciones”,
Mariana señala como causa de “detrimento” de la Compañía la elección de
superiores “briosos sin letras”26. No sólo la Compañía padeció “detrimento” sino toda
España: “Hanse encargado los nuestros de enseñar las letras de humanidad en los más
principales pueblos de España; asunto… de grandes dificultades, por no ser los de
nuestra nación muy inclinados a estos estudios y por la falta que de ordinario tenemos
de buenos maestros. Leen de ordinario dos ó tres años los que no saben ni quieren aprender,
26 I: P: 599, nº 35.
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propia condición de necios… No hay duda sino que hoy en España se sabe menos latín que
ahora cincuenta años”.
“Creo yo, y aun antes lo tengo por muy cierto, que una de las causas más
principales de este daño es estar encargada la Compañía de estos estudios; que si la
gente entendiese bien el daño que por este camino se hace, no dudo sino que por
decreto público nos quitarían estas escuelas, como se ha empezado á tratar. Veamos si
sería buen gobierno que en los otros oficios se permitiese los enseñasen remendones,
con color de que son hombres de bien y enseñarán virtud á sus aprendices…
“El remedio sería que los colegios de esta lectura fuesen menos y honrar los que
profesan estas letras, que como vean á los que menos de esto saben estimados y puestos
en oficios, todos o casi todos dejan este camino y toman el más acreditado, que es el de la
ignorancia… Hoy reina comúnmente la barbarie en España”27.
Mientras la vida intelectual de España caía a pique, su rival, Inglaterra, mantenía
un altísimo nivel en sus casas de estudio, donde se formaban jóvenes capaces de
aplicarse seriamente al conocimiento de las disciplinas que dan la madurez mental. Sin
esta superioridad, Inglaterra no habría podido levantar su Imperio. Castellani sostiene
que la supremacía británica se debió en buena medida a la excelencia del sistema
educativo ingles28.
Además de producir un bajón en el nivel de los estudios, la “depresión
intelectiva” 29 condujo al oscurecimiento del “ideal nacional”, causa de la decadencia
de las sociedades, pues “el último principio unitivo (de las sociedades) es la
contemplación”30.
27 P. 601-602, nº 47, 48, 49, 59. 28 “El progreso material tiene causas materiales; y sólo indirectamente causas espirituales, Inglaterra beneficiose de una cantidad de causas históricas convergentes; y si supo beneficiarse fue porque estaba bien gobernada; y si estaba bien gobernada fue porque sus dos Universidades ·Medievales· formaban bien (por lo menos, de tejas abajo) a los jóvenes clase dirigente; en tanto que España estaba sin clase dirigente y con reyes alcornoques si no corrompidos”. (Castellani, Jauja Nº 28, Abril de 1969, pág. 6). 29 Menéndez y Pidal, R, “Los Españoles en la Hitoria y la Literatura”, Espasa-Calpe, Bs. As., 1951, págs. 59 sgts. 30 Castellani, “Reflexiones Políticas”, La Raiz del Mal, Directorial de Jauja nº 4.
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En efecto, “Patria es la convivencia racional, la comunión en la vida virtuosa y la
realización de una idea hermosa por medio de una multitud”31. “Sin la conspiración a
un Ideal, toda sociedad se va contra un escollo. Conspirar a algo, y gobernar, significa
tener los ojos constantemente puestos en el fin común y medir con él todas las cosas.
Porque una sociedad no es tal sino por causa de una obra que hacer en común. La raza,
el idioma, la religión, las fronteras, son los elementos materiales de una nación; lo
formal es el “quehacer colectivo”. Quitado esto, languidece y se hunde la sociedad. El
hombre va en la sociedad como la gota en la nube viajera. Pero para esto es menester
que viaje la nube. Si la nube se estanca, la gota se pudre o se disuelve en
acompañamientos de tronidos”.32
Chesterton encontró en la afirmación de la Escritura: “Allí donde no hay visión el
hombre perece”, la clave de la transformación de la sociedad: “El único sentido
comprensible que progreso o avance pueden tener para los hombres, es que tenemos
una visión definida, y queremos hacer el mundo entero semejante a esa visión. Si les
agrada decirlo así, la esencia de la doctrina es que alrededor nuestro sólo tenemos el
método y la preparación de algo que debemos crear. Esto no es un mundo, sino más
bien el material para un mundo. Dios no nos ha dado tanto los colores de un cuadro
cuanto los colores de una paleta. Pero El también nos ha dado un tema, un modelo, una
visión fija… Hemos dicho que debemos amar este mundo para poderlo cambiar. Ahora
agregamos que debemos amar otro mundo (real o imaginario) según el cual podamos
cambiar éste. No es necesario discutir sobre las meras palabras evolución o progreso:
personalmente prefiero llamarlo reforma. Porque la reforma implica una forma. Implica
que tratamos de plasmar el mundo según una imagen particular, convertirlo en algo que
nuestra mente ha contemplado”33
“Todas las revoluciones son doctrinales: tal el caso de la Revolución Francesa, o
de la que introdujo el Cristianismo. Porque es cosa de sentido común que no es posible
31 Castellani, “El Significado de la Bandera”. 32 Castellani, “Dic Ecclesiae”, carta, confidencial a los Profesores de la Provincia Argentina S.J., sin fecha. Esta y otras cartas de analogo tenor fueron secuestradas por el entonces Provincial S.J:, P. Tomás Travi. 33 G. K. Chesterton, “Ortodoxia”, Cap. VII, “La Revolución Eterna”.
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trastornar todas las cosas, costumbres y compromisos, a menos que uno crea en algo
que esté por encima de todas las cosas, algo positivo y divino”34 “Solo cuando un
hombre ha encontrado algo que prefiere a la vida, entonces es cuando por primera vez
comienza a vivir… Una vez que ha despreciado este mundo como un simple
instrumento, éste se convierte en un instrumento musical; capta ciertas armonías
artísticas en torno a él”35.
Se trata de “encontrar” y de “preferir”: la contemplación es un “ver con el
corazón”: “el que ama piensa en lo que ama, y eso es contemplación”36.
Si cualquier orden temporal supone una visión, un ideal, ese orden particular,
que da a las cosas de este mundo su “forma cristiana” y que llamamos Cristiandad,
había sido consecuencia de que toda la vida social se ordenase a la contemplación de la
Verdad Primera manifestada en Cristo37.
“El tesoro del hombre cristiano”, diría siglos después el santo Cura de Ars, “no
está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre
orientado hacia allí donde está nuestro tesoro”. Bajo el influjo de la gracia y de la
caridad, los pueblos cristianos habían acertado en la elección de “lo Único Necesario, la
mejor parte”38 , que no les sería quitada mientras permaneciesen fieles. Y por ello la
Cristiandad logró “vivir una verdad especulativamente aceptada, contemplar,
comprender, aplicar a sí misma una cosa invisible que se tiene por real, pasar del
concepto a la intuición, de la erudición a la inteligencia y de la religión ·estática· a la
religión “dinámica”39.
34 G. KK. Chesterton, “El Napoleón de Notting Hill”, Libro 1, cap.2. 35 G. K. Chesterton, “Lo Heroico que Sucedió”, en “Lunacy and Letters”, Editorial del Nuevo Extremo, Santiago de Chile, 1959, p. 148. 36 Castellani, “San Agustin y Nosotros”, Capit. XI “El Placer y el Ascetismo: los Falsos Éxtasis”. Inédito. 37 “Suma contra los Gentiles”; III, 37. 38 Lc. 10, 42. 39 Castellani, “la Catarsis Católica en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola”, Ediciones Epheta, Bs. As., 1991, p. 45.
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Porque el hombre cristiano se perdió para Dios pudo encontrarse a sí mismo,
descubrirse como un universo “sin caer en la paranoia, el escrúpulo o el orgullo”: la
gracia lo condujo a lo más hondo de sí mismo para recrearlo por una “mutación
profunda que pone en juego toda nuestra personalidad: el acto libre, acto creador, cuyo
amor incitaba a Nietzche a “vivir peligrosamente”, el que convulsiona y hace quebrar las
placas de los automatismos que aprisionan nuestra vida interna en el círculo de un
menor esfuerzo, y que crea algunas cosas que no estaban en la suma del psiquismo
habitual, “dando más que lo que tiene”40. Y tal renovación fue el origen de un ímpetu
que transformó el mundo en ruinas del paganismo.
“¿Cómo salvan almas las órdenes contemplativas? Orando y construyendo una
figura magnifica del fin del hombre”41. La “intuición vertiginosa de Dios”42 irradiada
al pueblo fiel desde las Cátedras episcopales, Abadías, Monasterios, Escuelas y
Universidades había hecho posible una imagen de la vida cristiana que “no se reducía
al mero huir del pecado, sino que era llenada” con una empresa, reflejo de la
peregrinación del hombre nuevo hacia lo Absoluto43.
“Con los pocos datos que la revelación nos da acerca de los espíritus puros, y con
la meditación de San Dionisio y San Gregorio, Santo Tomás especula la estructuración
del mundo angélico. ¿Para perder tiempo? No. La ciudad celeste es la imagen de la que
debería ser la ciudad terrestre. En sus angelologías Santo Tomás construye grandes
“imágenes” políticas, mitos constructivos o “utopías pragmáticas”, como dicen hoy,
para uso de los gobernantes de su tiempo, que eran accesibles a la imitación de lo
celeste”.
“Libros rebosantes de Ética Social, Filosofía Política y sentido jurídico
fundamental como ·Las Partidas· de Alfonso el Sabio y la ·Política para Corregidores· de
40 Castellani, “La Catarsis”, p. 60. 41 Castellani, Libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, 23-11-43. 42 Castellani, “La Catarsis”, p. 25. 43 Castellani, libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, Rey Temporal.
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Bovadilla, no hubieran sido posibles sin la “Suma” y sus especulaciones aparentemente
inútiles”44.
Y también aquí Chesterton confirma a Castellani: “La catedral, con sus espiras,
no estaba destinada simplemente a clavarse en las estrellas cual una flecha: estaba
también destinada a sacudir la tierra cual una explosión”45.
La empresa exaltante propuesta a España a comienzos del siglo XVI fue el
Imperio Católico: “la compleción del Universo de Dios para material del Reino de Dios,
la sujeción del pagano a un orden político “para poder predicar la fe”46. “Carlos y estuvo
a punto de realizar (ese Ideal) a no ser por Francisco I47… San Ignacio se había hecho
matar por un Rey Temporal: toda Europa se agitaba de llamamientos a
conquistas…(Por ello) San Ignacio propone el servir a Dios bajo el parangón de una
campaña de Cristo, en la cual no puede haber neutrales, emboscados; pero puede haber
generosos más o menos”48.
Vemos pues que lo que Juan de Mariana defendía era “la sana doctrina
aristotélica y tomista: el hombre de talento teórico es el capaz de gobernar (“intelligentis
est ordinare”), si quiere y puede aplicar su intelecto a la acción. Los hombres llamados
prácticos (y hoy día dinámicos) dependen del contemplativo; y si se cortan de él, no
hacen nada, a no ser daño, estorbo y desorden”.
Pero la Cristiandad se encontraba desde hacía mucho tiempo bajo el influjo de
corrientes doctrinales desviadas: “Vino la opinión escotista de separar los dos
entendimientos. Vino luego la opinión suarista de anteponer el práctico al teórico. Vino
después una especie de herejía práctica que hizo que en la Iglesia, en las religiones, y
después en el gobierno civil, los practicones se alzaran con los comandos, enviaran a los
44 Castellani, Nota a “Suma Teológica”, 1, q. 112, art. 1. 45 G. K. Chesterton, “El Acertijo de la Restauración”, en “El Reverso de la Locura” (“Lunacy and Letters”), Editorial del Nuevo Extremo, Santiago de Chile, 1959, p. 172. 46 Cstellani, “San Ignacio, Pío Baroja y Hitler”, en “Cristo, ¿Vuelve o no Vuelve?” DICTIO, Bs, As, 1976, p. 242. 47 Rey de Francia y gran traidor a la Cristiandad. 48 Castellani, libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, Rey Temporal.
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sabios a “enseñar”, quisieran explotarlos incautándose de sus conclusiones sin conocer
sus principios, o pidiéndoles recetas, o sea soluciones toutes faites; y hasta se permitieran
despreciarlos o perseguirlos”49.
En estas circunstancias, el Ideal de la Cristiandad dejó de inspirar la vida de las
naciones bautizadas. Mas aunque la Modernidad haya renunciado al Ideal de un
mundo instaurado en Cristo, no por ello carece de un Ideal, ya que “el último principio
unitivo (de las sociedades) es la contemplación”: el ímpetu natural de la mente hacia la
Verdad fue sustituido por la orgullosa voluntad de organizar un mundo humano a partir
de la actividad autónoma del pensamiento.
Tal pretensión hace que la inteligencia apostate de la realidad concreta, que
permite al hombre ascender hacia el Creador, y caiga en el pensamiento formalístico, que
“en lugar de cosas, maneja signos de cosas, o signos de signos: es el pensar del
contador, del economista, del financista, del matemático, del técnico mecánico y del
jugador de ajedrez. Bergson llamó “conceptualistas” (y las tiene contra ellos) a los que
barajan palabras abstractas sin tener presente en la retromente o ante los ojos del
espíritu la cosa concreta, como hace siempre Santo Tomás y todos los buenos
filósofos”50.
El nuevo quehacer comunitario es la construcción del mundo del hombre como
expresión temporal de una idolatría: la adoración del Hombre. En lugar de aceptar la
comunión con Dios por la fe y el amor a Jesucristo, esta herejía, siempre vieja y siempre
nueva, la gnosis, propone una salvación en el orgullo por la autocomprensión del
espíritu humano como idéntico al espíritu universal que constituye el fondo de cuanto
existe.
Y el instrumento privilegiado para la edificación de la Ciudad del Hombre es el
Oro, porque en la Economía moderna el dinero, que de suyo es un signo racional
(representa el valor de las cosas y simplifica los intercambios), se ha divorciado de los
49 Castellani, nota a “Suma Teológica”, 1, Q. LXXIX, art 12, Club de Lectores, T. IV, p. 54. 50 Castellani, Apuntes de Psicología, Cuadernos Núcleos, Caractología.
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bienes reales (es considerado valor en sí mismo), y la Usura le hace tener cría y crecer hasta
el infinito, con lo cual aparenta satisfacer “el impulso al más allá” que espolea nuestra
mente: la aspiración a lo Absoluto. En la Economía moderna el Dinero encarna la
voluntad de partir del pensamiento humano divorciado del ser e instaurar un mundo
que refleje la infinitud de la mente, y conduzca a su adoración.
Más aún, cuando el dinero deja de representar los bienes reales, es buscado por sí
mismo y se le atribuye capacidad de reproducirse, entonces el dinero se ha convertido
en un sacramento.
Como sabemos, el sacramento es signo sensible de la Gracia que nos hace
partícipes de la vida de Dios. El sacramento, pues, causa lo que significa. En el orden
natural es imposible que un signo cause lo que significa, porque el signo pertenece al
orden del conocimiento (orden intencional), mientras que la causa eficiente (el principio
del que emana alguna acción, el agente que hace que algo sea) es del orden de la
existencia. Así, un cartel con una figura de un rayo advierte sobre el peligro de recibir
una descarga eléctrica, pero sí mismo no produce la muerte por electrocución.
Si el sacramento (signo) tiene una eficacia real (causa la Gracia), ello se debe a
que su Autor es Dios, en Quien se identifican Conocimiento y Ser.
Para que el dinero se vuelva sacramento, debe ser manejado, por una potencia
suprahumana, el “Mono de Dios”: “el dinero es hoy el dueño del mundo, pero el Diablo
es el dueño del dinero”51. Y el Diablo es homicida desde el principio52.
Los sacramentos de la Iglesia suponen la fe en los actos redentores del Señor, de
los que obtienen la capacidad de causar la Gracia53: la Redención nos viene por la
sangre de Cristo54 en cambio el dominio que el Homicida ejerce sobre los hombres a
51 Castellani, Nuevas Homilías del Ciclo C, Domingo VII después de Pentecostés. Inédito. 52 Jn. 8, 44. 53 Suma Teológica, III, Q. 48, art. 6, C. 54 Efesios 1, 7.
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través de “Los Derechos Sagrados del Oro”, hace que la vida humana sea vampirizada
por el dinero; y las fortunas, amasadas con “la sangre del pobre”: San Juan Crisóstomo
predicaba que en el origen de las grandes fortunas suele haber un crimen. En tales
circunstancias el dinero es un antisacramento, un sacramento del Diablo: “signo
sensible de la desgracia”55.
Las naciones protestantes tomaron la delantera, y arrastraron en este curso
aciago a aquella porción de la antigua Cristiandad que se mantenía exteriormente fiel a
la Iglesia, porque, como acabamos de ver, también en estas naciones “el poder y la
actividad económica llegaron a ocupar el lugar de la contemplación de la Verdad y su
predicación”, y esto hizo que el virus conceptualista enfermase sin grandes resistencias al
intelecto católico.
Tal euforia de la Razón Pura en buena medida contagió a nuestras naciones por
medio de la Compañía de Jesús: al sustituir a Santo Tomás por Francisco Suárez, los
jesuitas impusieron el formalismo a la inteligencia católica, que, a diferencia del
intelecto protestante, sólo puede prosperar en el puro realismo: la fe adapta nuestro
intelecto al Principio de toda realidad, a Dios en su Misterio, mientras que la herejía
nace de la voluntad de evacuar el Misterio para satisfacer el orgullo de la razón
autónoma. El formalismo puso un obstáculo invencible a la vida intelectual católica. En
otro tiempo la Iglesia había creado las Universidades para coronar el vastísimo edificio
de las Ciencias con la “Sabiduría Cristiana”, pero en los últimos siglos “la Teología
formulera y racionalista, perdida por falta de imaginación, estéril, desencarnada, enteca
y sin jugo de interés humano para todos, hasta para los que la enseñan y
monopolizan56”, se ha resultado incapaz de impregnar y levantar hacia la Verdad
Primera la cultura de las naciones bautizadas.
“Hay, hoy día una opinión respetable en la Iglesia de Dios que afirma: ·Los
jesuitas son más ascéticos que místicos·. Hay otra menos respetable que atribuye a ese
55 Ver sobre esto “El Amo y el Esclavo”, en “Gladius”, 2º cuatrimestre de 1994. 56 Castellani, “Los Papeles de Benjamín Benavides”, p. 385-386.
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hecho (si lo es) casi todos los males de la Cristiandad”57. Mariana lo advirtió y tuvo la
caridad de avisisar, mas lo jesuitas no le hicieron caso. Los resultados son funestos y
están a la vista de quien los ve”.
Lo que está a la vista es que la mentalidad burguesa se ha extendido cada vez
más en la Iglesia y consecuencia de ello es el ataque moderno a la realidad de los
Sacramentos, a su carácter ontológico. Como no es posible servir a Dios y al Dinero, y
éste es hoy aceptado por la mayoría como signo sensible de la salvación, la Eucaristía
resulta un mero símbolo; la Misa, un banquete; el carnaval litúrgico sustituye la
adoración de Dios en espíritu y verdad: el Orden Sacerdotal es reducido a una función
que un bautizado desempeña durante los actos de culto: el Modernismo exige que los
sacerdotes sean funcionarios, profesionales de los ritos, ·vendedores de religión para la
sociedad de consumo·, “Grandes Aprovechadores de la religión”.
C. S. Lewis percibió el designio de negar la realidad del Sacramento del Orden en
el intento de introducir sacerdotisas en la Iglesia: la meta de los innovadores no es
conferir el sacerdocio a las mujeres, sino destruir el sacerdocio.
La eucaristía del mundo moderno es el Dinero; sus sacerdotes, los gerentes,
traficantes de naciones y amos de la propaganda; sus templos, los bancos y
supermercados; su liturgia, la exhibición del lujo.
Acertó el cardenal Newman cuando llamó a la la nueva Teología “Cristianismo
Liberal”, pues antes que una doctrina económica o política, el Liberalismo es una
herejía, y cuando ella contamina al clero, promueve una Teología que aparenta purificar
la fe de mitos, pero en realidad reduce el cristianismo a mitología: el Pentateuco fue
escrito por Noé cuando estaba “alegre” y los relatos del Nuevo Testamento son “Las
Mil y Una Noches” de la Comunidad Primitiva. “Perece mi pueblo por falta de
conocimiento”58.
57 Castellani, Nota Inútil a “Esperanza”, “Criterio” Nº 536, 9-VI-38, p. 141. 58 Oseas 4, 6.
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No solo las personas sino también las sociedades avanzan cuando su alma es
captada por un ideal, y para ello es necesario que quienes gobiernan sean capaces de
percibirlo e impulsar a los miembros del cuerpo social hasta esa meta, “la concreción
del Ultimo Fin en un ensueño, en una ilusión”59
59 Cf. Pág. 141.