Con los nuevos procedimientos inventados para fijar el sonido hacia
1926-27, el cine pasó de ser un arte cinematográfico (que fijaba el
movimiento) a convertirse en un arte cronográfico (que fijaba el tiempo).
Hasta ese momento la velocidad de la cinta no había sido normalizada, y
podía fluctuar ostensiblemente entre filmación y proyección (afectando, en
el caso del sonido, no sólo al ritmo, sino a la altura). Sin embargo, al
inventarse el cine con sonido grabado sincronizado se acabaron tales
fluctuaciones.
El cine sonoro fue concebido para difundir cada película con su música,
una música que ya no iba a variar según la sala o los medios, sino que
permanecería indisolublemente ligada a ella e idéntica (para bien o para
mal, como en el caso de las malas interpretaciones o las malas mezclas) para
siempre.
Los primeros sistemas de sincronización de sonido e imágenes, como el
Vitaphone, realizaron breves grabaciones de discursos, números y escenas
de ópera. El primer largometraje hablado de la historia fue El cantor de jazz,
de 1928, cuyo éxito decidió la continuidad del género. Esta película
alternaba elementos del cine mudo (diálogos resumidos en rótulos y música
de fondo) con algunos cantos religiosos y canciones sincronizadas
integradas en la acción, y presentaba una sola secuencia hablada.
Los años 30
La Warner Brothers es la primera productora que apuesta por el cine
sonoro. En estos años la música se utiliza para hacer la película más
completa: describir ambientes, caracterizar personajes, enlazar secuencias.
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