Concurso Jóvenes Talentos de Relato Corto
En aquel entonces nadie tenía valor suficiente para expresar lo que
pensaba, no hablaban entre ellos a menos que fuera necesario y todos
desconfiaban. Todo ello sucedía porque hacía algún tiempo que las
conversaciones y secretos de la gente eran noticia en las calles, y esas
personas afirmaban haberlo dicho en su soledad o simplemente contado
a gente de confianza. Alguien les estaba espiando, alguien sigiloso,
invisible a los sentidos e insospechado por todos.
El mundo entero temía que sus secretos fueran contados, pero toda
persona necesitaba desahogarse alguna vez. Oliver había encontrado la
manera, tiempo atrás, desahogándose en los libros y sobre el papel ya
que era un chico un tanto reservado.
Fuera por la razón que fuera, el espía no tenía la capacidad de leer las
palabras que seguramente le parecían un montón de garabatos
ordenados, de manera que los que supieran entenderlos les daban una
forma de contener sus ganas de desahogo. Hasta que un día todos los
libros, diccionarios, palabras, cuadernos y demás, todo cuanto tenía
relación con las letras, había desaparecido, se había esfumado sin dejar
rastro.
La gente no sabía qué hacer, todo era un caos. ¿Qué harían sin
palabras?. Oliver se veía muy afectado cuando se dio cuenta de que no
podía leer ni escribir, aunque muchas chicas parecían contentas por el
hecho de tener la excusa perfecta para no hacer deberes y acercarse a
intentar animar a Oliver que, gracias a su apariencia, despertaba gran
interés en las chicas. Era alto y algo robusto, aunque de apariencia
tranquila; sus ojos desprendían un mágico color parecido al caramelo.
Su cabello no era ni muy largo, ni muy corto, poseedor de un color
castaño claro con tonos azules, que lo hacía parecer un ser de otro
mundo.
Al poco de salir de su pequeña y verde casa, se halló rodeado de
muchachas que preocupadas, le preguntaban sobre su tristeza. Alguien
lo guió a un lugar apartado y consiguió dejar atrás a aquellas chicas; él
no sabía quién era, pero estaba muy agradecido por no tener que
responder a aquellas atosigantes preguntas.
Miró hacia esa persona y vio a un hombre peculiarmente vestido, con
unos grandes ojos grises brillantes como estrellas, rasgos finos, cabello
negro como una noche cerrada, mirada acogedora pero a la vez
endurecida, y una blanca y resplandeciente sonrisa.
Quiso preguntarle su nombre para agradecerle su inesperado rescate,
pero el hombre tomó antes la palabra y comenzó a hablar:
_“No hay tiempo para largas explicaciones así que escúchame muy
atentamente. Mi nombre es Astro y estoy aquí porque has sido elegido
para sacar las palabras de manos del viento. Él las ha robado para que
la gente vuelva a contar sus secretos y así seguir susurrándoselas al
mundo.
El joven estaba muy sorprendido, aunque sabía que lo que había
escuchado podría ser la explicación a todo. Antes de que pudiera tan
siquiera decir nada, Astro lo agarró de nuevo y lo llevó a un lugar
donde soplaba un fuerte viento. Allí empezó a decir:
_“Si consigues hacerle entrar en razón y que devuelva lo robado te
entregaré el secreto de las palabras, pero si no lo consigues jamás
volverás a ver una letra en tu vida y la gente vivirá con miedo a
hablar. Oliver no quería estar en un mundo como el que le habían
descrito y decidió intentarlo.
Comenzó a hablarle al aire sin saber si obtendría respuesta y preguntó
sobre los motivos del viento. De repente empezó a soplar más fuerte y
una voz salió de la nada:
_“La gente me había olvidado, para ellos sólo soy el que cuando sopla
fuerte arrasa con sus pertenencias o les estropea el peinado”.
_“!No es cierto! -contraatacó el muchacho.
_Eres mucho más que eso para nosotros, mantienes el equilibrio en la
Tierra, inspiras a muchos poetas y hasta hace poco, animabas con
palabras de felicidad, murmullos e historias de grandes lugares.
_”No sabía que mis palabras a afectaran a la gente de ese modo. Y
aunque me escriban poemas yo no puedo leer -dijo el viento con
melancólica voz.
_ “!No importa! Si devuelves lo robado, yo te recitaré los poemas hasta
que aprendas a leer y seré tu compañero en los peores días”.
Después de todo, el viento liberó las palabras y todo lo que las
guardaban, para gusto de todos y en especial de su nuevo amigo.
El extraño muchacho, que no había dicho nada en el transcurso de los
hechos, empezó a mascullar en tono sarcástico:
_“Parece que la Luna tenía razón, el “hombrecito” podía lograrlo.
Ante el asombro de Oliver, Astro sacó una caja de la nada y se la
entregó:
_“Aquí está lo prometido, guárdalo como un tesoro” –dijo.
Después de aquello Oliver cumplió su promesa con el viento y acabó
convirtiéndose en un escritor, aunque no volvió a ver al muchacho, que
comenzó a desaparecer después de entregarle aquel objeto que cambió su
vida para siempre.
Ahora las únicas preguntas que puede que no tengan respuesta son:
¿Qué contenía la caja? ¿De dónde provenía Astro? y… ¿Qué tenía que
ver la Luna con las palabras?
FIN