Lectura 8: Juvin y Lipovetsky – El desquite de la cultura y la cultura-mundo Rosas Martínez Rodolfo
Dentro del contexto social que los autores denomina como hipermodernidad la
relación tanto de la identidad como de la cultura están fuertemente en disputa,
esto principalmente por que el proceso económico que con lleva la globalización
desestabiliza la relación directa entre cultura y la creatividad, suprimiendo esta
última bajo la lógica del consumo y el plusvalor. Siguiendo otro texto fundamental
del sociólogo francés La era del vacío, la etapa histórica actual supera o
trasciende los valores “universales” a los cuales apelaba la modernidad como el
individuo, las libertades y el hedonismo; elementos que en esta hipermodernidad
son incrustados, o más precisamente impuestos dentro de toda la lógica de la vida
social.
Lipovetsky señala respecto a la sociedad hipermoderna “en (esta) reina la
indiferencia de masa, donde domina el sentimiento de reiteración y estancamiento,
en que la autonomía privada no se discute, donde lo nuevo se acoge como lo
antiguo, donde se banaliza la innovación, en la que el futuro no se asimila ya a un
progreso ineluctable” (Lipovetsky, 2002, pág. 9). Justo esta idea de “eterna
innovación” cultural, reprime toda reflexión por parte del sujeto, sumergiéndolo en
un continua apreciación de lo novedoso, en la cual no existe ninguna relación
subjetiva de la cultura y la identidad, ni entre lo particular y lo universal; mucho
menos existe una agencia constructiva cultural, es decir una capacidad reflexiva,
pero también transformadora entre el sujeto y su realidad social.
En este sentido la condición es “hipercultura”, como ya se señaló, suprime toda
relación subjetiva entre los sujetos sociales, la cultura y su identidad; siendo la
paradoja de la globalización cultural, que pretende acercan o interconectar la
“cultura mundial”, una falacia ideológica del sistema dominante. Siguiendo este
argumento, lo que los autores proponen es retribuir a la esfera cultural su papel
reflexivo, crítico, pero principalmente transformador dentro de la vida social e
individual de los sujetos sociales.
Por otra parte, los autores continúan su análisis, estudiando el fenómeno de la
“cultura-mundo” entendido como la economización del mundo, o más
precisamente de todo lo significativamente humano, es decir de la realidad social
en su conjunto. Los autores señalan “La cultura-mundo aparece como lo que
desposee a los individuos de las claves para descodificar su universo ya no fija el
rumbo: desestructura lo que antaño encuadraba la comprensión de la vida.”
(Lipovetsky & Juvin, 2011, pág. 90)
Por lo cual esta cosmovisión cultural, es decir la forma en la cual se percibe el
mundo, un ser-en-el-mundo, es suprimida bajo la lógica del comercio, que
particulariza, universaliza y relativiza los valores culturales bajo la lógica comercial
el mercado internacional.
Es en pocas palabras relativizar los valores culturales, en el sentido en que los
coloca dentro de un flujo constante como es el consumo, siguiendo esta idea los
símbolos culturales e identitarios se inscriben en el marco de la “moda” y la
“novedad”, siendo su valor cosmológico y simbólico suprimido por el valor de
cambio dentro del mercado cultural. Este proceso de transgresión continúa e
inacabable de los valores culturales responde al avance tecnológico y científico de
la sociedad posindustrial, que subordinado a la lógica de la ganancia y al lucro
capitalista. Siendo la pretensión universal del mercado cultural la consolidación
unitaria de la cultura, así mismo como la normalización occidental de los rasgos
identitarios y de la diversidad cultural, el rasgo último y definitivo al cual aspiraba el
progreso económico del sistema dominante.
En este sentido el proceso de cultura-mundo es una desculturación, en el aspecto
de que modifica el carácter diverso de la cultura, por la economizacion del mundo
y de las subjetividades. En pocas palabras es la codificación, en todo el sentido de
la palabra, de todo lo humano.
En este aspecto el carácter “dignificantente” de la cultura, es decir la valorización
simbólica e identitaria de los rasgos culturales, debe de sobreponerse a esta
investida globalizante del sistema capitalista y de la cultura mundial, que busca a
través de la mercantilización cultural y la cultura-mundo, la homogenización y
uniformidad de los rasgos culturales, buscando a partir de la cosificación de la
cultura y la identidad, destruir la otredad cultural. Otredad que complementado a
los autores, resiste desde lo cultural el atropello sistemático de la cultura-mundo,
siendo esta resistencia, que sería más preciso entenderla como rebeldía, en el
sentido de que no solo resiste, sino que denuncia; un elemento no solo estratégico
sino pragmático y concretos, por no decir eficiente, para la dignificación de lo
diverso ante lo unitario.
Bibliografía Lipovetsky, G. (2002). La era del vacío. Barcelona: Anagrama.
Lipovetsky, G., & Juvin, H. (2011). El occidente globalizado. Barcelona: Anagrama.
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