7/31/2019 De la Intervencin Poltica - Flix Rodrigo Mora
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Estudios, 2011, n 1-1, pp 80-96.
Resumen:En las actuales circunstancias, de transicin desde un periodo en que el conicto social ha sido limitado y discontinuo a otro en que
se darn, muy probablemente, uertes tensiones permanentes y ascendentes, la reexin sobre lo sustantivo del combate poltico
se hace necesaria, por s y porque ha de orientar nuestro quehacer en las nuevas circunstancias. Dado que la intervencin polticaes la orma superior de tal prctica, que gira siempre en torno al par dialctico opresin/libertad, vale decir, Estado/autogobierno
popular, su estudio ha de abordarse a partir de dos elementos analticos. Uno es la experiencia histrica de este tipo de enrenta-
mientos, otro los clsicos del pensamiento poltico. El primero es el determinante pero el estudio de los textos ms iluminantes de
los politlogos de la cultura occidental orienta y complementa las conclusiones alcanzadas tanto como el actuar transormador.
Palabras Clave:Combate poltico, ingeniera social, revolucin, religin poltica, anlisis estratgico, programa poltico, obrar planifcado, autocr-
tica, poltica como arte.
Abstract:
In the current circumstances, in a transition rom a period with limited and sporatic social conictivity to one in which tensions are risingand permanent, the reection on how undamental political combate is becomes imperative, by itsel and also because it must guide what
needs to be done in the new circumstances. Te study o political involvement must be undertaken rom the point o view o analytical
elements because it is the highest orm o this practice that revolves around the dialectical pair o oppression vs. reedom, or, State vs. popular
sel-government. One o these elements is the historical experience o these kinds o conrontations, another the point o view o classical
political thought. Te frst is the determining actor but a study o the most illuminating texts o Western political scientists guides and
complements our conclusions as well as any transormative action.
Resumo:
En la aktualaj cirkonstancoj, de transiro de periodo kie la socia konflikto estis limigita kaj malkontinua al alia kie okazos, tre
probable, fortaj permanentaj kaj ascendaj streioj, la pripensado pri la esenco de la politika batalo farias necesa, per si kaj
ari devas orienti nian taskon en la novaj cirkonstancoj. Pro tio ke la politika interveno estas la supera formo de tia praktiko,
kiu iras iam irka la paro dialektika premo/libereco, tio estas, tato/populara memregado, ties studo devas eki el du analizaj
elementoj. Unu estas la historia sperto de tiu tipo de alfrontoj, alia la klasikoj de la politika penso. La unua estas efa sed la studo
de la tekstoj pli lumigaj de la politikologoj de la okcidenta kulturo orientas kaj kompletigas la konkludojn atingitajn tiel kiel la
ago transforma.
De la intervencin polticaFlix Rodrigo [email protected], historiador y flsoo poltico autodidacta.
Fecha de recepcin-aceptacin: 11/08/2011 - 18/10/2011
Artculo
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A un Prncipe le es necesario tener al pueblo de su lado:
de lo contrario no tiene remedio en la adversidad
N. Maquiavelo
Aunque la intervencin poltica como primordial
prctica, por lo general institucional, es cada da ms
comn y ms resolutiva, no hay apenas estudios sobre
ella, dejando a un lado vagas y aisladas reerencias en unos pocos
trabajos de investigacin. Es algo que se hace pero sobre lo que
no se escribe y, por lo que parece, no se cavila. Esto vulnera un
principio cardinal, el del acercamiento pensante y reexivo al
quehacer poltico.
Intervenciones polticas descollantes en el plano mundial hansido, en los ltimos aos, la que llev a B. Obama a la presiden-
cia de EEUU en 2009, la revolucin naranja de Ucrania en
2004, la primavera rabe de 2011 y, cmo no, la emergencia
del movimiento del 15-M aqu, cada una con sus caractersticas
y expresiones particulares bien marcadas.
Podemos defnirla, en una primera aproximacin, como una
actuacin operativa de gran calado, por lo general rpida y
concentrada, espectacular y tumultuosa, que cambia de manera
prounda y duradera en relativamente poco tiempo la situa-
cin poltica precedente, ocasionando un vuelco radical ymodifcando sustantivamente la correlacin de uerzas exis-
tente conorme a los designios estratgicos de quienes la han
planifcado y dirigido. Su undamento est en una reexin
de Maquiavelo (1978, 92) los hombres cambian contentos
de seor creyendo mejorar.
Si bien la intervencin poltica tiene bastante de ejercicio de
mercadotecnia, no se reduce a ello, ni mucho menos, pues
adems de crear una mentalidad avorable en las masas, se
propone conseguir una nueva legitimidad poltica, unas nuevas
instituciones y unos nuevos dirigentes. De ese modo la prece-
dente ruptura, ms o menos prounda, entre el statu quo y las
masas se resuelve como un nuevo maridaje entre el pueblo y el
Estado. As las multitudes inorgnicas de la modernidad pasan
de la apata habitual al entusiasmo coyuntural por lo poltico,
en este caso de signo ofcialista.
Dicho de otro modo, la intervencin poltica suele ser la
respuesta institucional a una crisis poltica, y su resolucin
conorme a los intereses del poder gubernamental-estatal. Si
sus contenidos y metas son sustantivos, en caso de racasarpuede crear una situacin que no deje a aqul ms que un
recurso, el uso de la uerza armada policial y militar. Pero si
una sucesin de tales intervenciones lo sufcientemente certeras,
ambiciosas y bien planifcadas uese realizada con xito desde
abajo podra llevar a las clases populares a las puertas mismas
de la revolucin.
Toda intervencin poltica o es una estrategia en s misma o
bien es un momento culminante en la realizacin de un plan
estratgico. Ello signifca que su estudio ha de hacerse conside-
rando todos los actores implicados, con mentalidad totalizante,
estableciendo la adecuacin apropiada entre fnes, previamente
defnidos, y medios disponibles. Lanzada planifcadamente
contra el sistema de dominacin conorme a un proyecto
estratgico bien meditado permitira probablemente librar el
combate poltico como un todo articulado y complejo, en posdel desencadenamiento de un alzamiento popular que alte-
rase la correlacin de uerzas primero y abriera, en un segundo
momento, camino a la realizacin revolucionaria de la libertad,
en una sociedad sin ente estatal ni clase empresarial, gobernada
desde asambleas, autogobernada y autogestionada.
En consecuencia, el objetivo de este artculo es doble, 1)
comprender las intervenciones polticas institucionales para
poder hacerlas rente con ms eectividad, 2) habituarse a
pensar en trminos de estrategia, planifcacin, primaca abso-
luta de la realidad concreta, iniciativa, asalto poltico concen-
trado y actuacin operativa. De ese modo, cuando se den las
condiciones apropiadas, podrn realizarse, como se ha dicho,
intervenciones polticas que vayan desgastando y acorralando
al poder establecido, arrebatndole la iniciativa, rompiendo la
alianza pueblo-Estado y creando las condiciones polticas para
la realizacin prctica de una alteracin revolucionaria integral.
La poltica como arte frentea la poltica como teoraEs inructero buscar en los textos de los politlogos acadmi-
cos algo relacionado con la prctica de la intervencin poltica.
Incluso un autor a menudo clarividente como Norberto Bobbiono tiene en cuenta tan undamental actuacin. Tampoco se
halla nada consistente en Carl Schmitt, y podra aadirse a
La intervencin poltica suele ser larespuesta institucional a una crisis poltica,
y su resolucin conorme a los interesesdel poder gubernamental-estatal.
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estos autores bastantes ms. Una excepcin parcial quiz sea
Ortega, que al menos intuye la nocin de intervencin poltica
en sus obras, lo que le permiti ser parte del equipo de prceres
que planifc una de las operaciones polticas ms brillantes denuestra historia, conorme a los intereses de las elites del poder,
la instauracin de la II Repblica en 1931.
La causa es el enoque torpemente terico que suelen tener los
mencionados textos, obra de proesores-uncionarios ajenos a
la realidad del combate poltico cuerpo a cuerpo. En aqullos se
encuentra, dicen, teora poltica, mientras que la intervencin
poltica es algo que corresponde a los polticos proesionales, a
los planifcadores de los diversos entes estatales y los organismos
superiores de la cadena de mando militar. Por tanto, estamosante una cuestin undamentalmente prctica, que se estudia
en la realidad y no en los libros ni en las aulas, y que se aprende,
a resistir y a realizar, segn los casos, desde la realidad misma,
valindose de la epistemologa propia del anlisis aterico expe-
riencial. Ello es excelente pues invita a desarrollar un saber
no acadmico, que a mi entender es el verdadero saber, como
expongo en La democracia y el triuno del Estado.
Dierente es el caso de Maquiavelo. Aunque este autor tampoco
se refere a la nocin y prctica de la intervencin poltica como
quehacer contundente, concentrado y de eectos resolutivos
para dar el vuelco a una situacin determinada en el mbito
decisivo de lo poltico, s se vale de una epistemologa de
calidad. Suele admitirse (Sabine, 1970, 256-257) que la obra
escrita del autor lorentino, El Prncipe sobre todo pero
tambin Discursos sobre la primera dcada de Tito Livio,
se ocupa de poltica prctica, est libre de dogmatismos y su
undamento es la observacin guiada por... el sentido comn,
lo cual es bastante exacto.
Esa es la metodologa apropiada, con la advertencia de que quie-
nes viven dominados por doctrinarismos, nociones universales,
abstracciones desconectadas de la realidad, sermones proeso-rales, religiones polticas y teoras varias nunca podrn hacer
intervencin poltica, ni tampoco contrarrestar las operaciones
de ese tipo que peridicamente lanza el aparato institucional-
estatal, oensivas las primeras y deensivas las segundas. Su
undamento ltimo es el aerramiento a lo real, o si se desea
decirlo a la manera de John Milton, la realizacin permanente
de un esuerzo comunitario por la verdad, desde la experiencia
y los hechos, conorme al principio gnoseolgico de la realidad
primero y por encima de todo.
Lo ms importante en esta cuestin es comprender que elcombate poltico en su esencia es una lucha de ideas, y que
en l prevalece y vence el bando que ms ideas aporte y ms
persuasivas sean stas. Pero en la lucha anti-institucional las
ormulaciones programticas y de contenidos slo son legtimas
si son verdaderas, en un doble sentido, epistemolgico y tico,
lo que viene a signifcar que la verdad como categora axial es el
meollo de la lucha poltica revolucionaria, del mismo modo que
la intervencin poltica realizada desde arriba se undamenta
en la propaganda, vale decir, en la manipulacin y la mentira.
Verdad (verdad concreta y fnita) contra propaganda: tales son
los dos medios de accin poltica a enrentar. Verdad como
calidad y propaganda como cantidad, as que es una lucha de
la calidad contra la cantidad, lo que convierte en un error estra-
tgico atal intentar enrentar cantidad a cantidad, propaganda
a propaganda. Quien lo haga racasar siempre. El undamento
de la lucha poltica revolucionaria ha de ser la verdad, y su
uerza motriz el entusiasmo por la verdad.
De lo expuesto se infere que la intervencin poltica orma
parte de la poltica entendida como arte, como experiencia prc-tica guiada por el conjunto de las acultades psquicas propias
del ser humano. Tal hace de ella un quehacer impreciso y ms
Levantamiento de una barricada en Alemania durante una cumbre del G-8.
Lo ms importante en esta cuestin es comprenderque el combate poltico en su esencia es una luchade ideas, y que en l prevalece y vence el bandoque ms ideas aporte y ms persuasivas sean stas.
CarlosM
artnHommer.
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o menos conuso pero muy eectivo que toma una situacin
para transormarla sustantivamente en unas condiciones dadas,
lo que la distancia de la poltica comprendida como ciencia, sea
cual sea el signifcado de tan pintoresca ormulacin.
Con todo, la experiencia de la intervencin poltica es mucho
ms comn en la modernidad que en los tiempos de Maquia-
velo, por cuanto ahora las masas estn ya casi del todo ultra-
adoctrinadas, amaestradas, desarraigadas, desposedas, desustan-
ciadas, capitidisminuidas, privadas de sus acultades reexivas,
mega-enrentadas entre s, atemorizadas, encerradas en la crcel
del yo y atomizadas, lo que entonces an no suceda del mismo
modo y en el mismo grado, ni mucho menos. Esto no impidi
a aqul observar una singular intervencin, la realizada porSavonarola en Florencia, que culmin con un vuelco poltico
sustantivo que llev a su principal agente a la hoguera, una vez
que sus servicios ya no ueron necesarios e incluso se haban
hecho peligrosos para el patriciado de dicha ciudad-Estado.
Las multitudes actuales, al ser un gran rebao humano? sin
anclajes ni capacidades ni virtudes, sin fdelidades duraderas ni
convicciones proundas, han de ser pastoreadas por medio de
sucesivas intervenciones polticas. stas se atienen a un proce-
dimiento normalizado desde hace mucho, desde la revolucin
rancesa en realidad, que todava hoy sigue siendo, aunque muy
pereccionado, el modelo por excelencia de toda intervencin
poltica dirigida a tomar peridicamente a las masas urbanas
como son, apticas y distanciadas del Estado, para llevarlas a
como deben ser, creyentes y activamente devotas del poder,
usionadas con el ente estatal.
Eso da a las ormaciones sociales de la modernidad un dina-
mismo, versatilidad y movilidad que no tenan las sociedades
tradicionales, lo que las hace indicadas para librar con ms
eectividad la orma superior de lucha competitiva, aquella que
se da entre los diversos aparatos de Estado a escala planetaria.As es, pues como expone Bakunin (2008, 68) entre todos los
Estados que existen uno junto al otro la guerra es permanente
y su paz no es ms que una tregua, hecho certsimo aunque
olvidado por casi todos habitualmente que est en la raz de
un buen nmero de intervenciones polticas.
Ahora estamos en una situacin en que las intervenciones polti-
cas de altura se planifcan de tal modo que hay una importante
cada decenio, y cada treinta aos ms o menos se escenifca otra
ms de excepcional importancia. Ha sido la izquierda espaola,
el PSOE sobre todo, la que, por s o a travs de sus agentes
semi-ocultos (extrema izquierda, eminismo, ecologismo de
Estado, pacifsmo, intelectualidad comprometida, estetocracia
progresista, sindicatos amarillos, gueto poltico, ONGs, etc.),
ha logrado el mayor nivel de virtuosismo en el arte de movilizar,
encauzar y encuadrar, as como de desmovilizar, desorganizar ytriturar, a las desventuradas masas de la modernidad, al servicio
del orden vigente.
En el terreno internacional son los planifcadores de EEUU, en
especial los vinculados a su aparato acadmico, poltico y mili-
tar, quienes realizan continuas anlisis estratgicos de todos los
lugares del mundo y lanzan sucesivas intervenciones polticas, o
poltico-militares, cada vez planifcadas con ms efcacia y por
tanto capaces de conseguir mayores xito, sobre todo porque sus
opositores utilizan procedimientos rudimentarios de anlisis,
en general subjetivistas e ideologizados, estn maleados porel victimismo, carecen de espritu autocrtico1, son sujetos y
colectivos narcisistas-autistas que se niegan a estudiar la realidad
exterior desde la realidad misma.
Todo ello les convierte en sempiternos ineptos ego-centrados
y perdedores autosatisechos. Para estos no existe el yo y el
mundo, pues el mundo es una mera extensin de su yo, lo que
les lleva a no examinarlo con rigor, imparcialidad y voluntad
de verdad. Eso les hace intiles para la lucha poltica revolu-
1 V.D. Hanson, en un libro de expresivo ttulo, Guerra. El origen de todo,insiste en que lo propio del sistema de dominacin mundial en curso,centrado en EEUU, es su capacidad para la autocrtica, para la correccinde los errores cometidos. Seala, con temible realismo, que no hay manerade acertar siempre y que lo que caracteriza al sistema de poder vigente enese pas, por tanto en todo el planeta, es su bien probada capacidad parasometer a libre examen y amplio debate todas sus actividades a fn de localizarlos errores y establecer las enmiendas adecuadas. En eecto. Tras su derrotamilitar en Vietnam, en 1975, EEUU realiz una revisin de su doctrinamilitar de donde sali una nueva, bajo la direccin de Colin Powell, elhombre negro que ue durante muchos aos presidente del Estado MayorConjunto del ejrcito de EEUU, que es la que ahora est en aplicacin, conbastante xito. Por el contrario, quienes dicen ser revolucionarios se niegan
por lo general a la autocrtica, no admiten que cometer errores regularmentees normal, an esorzndose muchsimo en no hacerlo (como debe ser), yque corregirlos de manera peridica debera ser an ms normal, lo que leshace ineriores y peores, en este aspecto al menos, a quienes dicen combatir.
De lo expuesto se infere que la intervencinpoltica orma parte de la poltica entendidacomo arte, como experiencia prctica
guiada por el conjunto de las acultadespsquicas propias del ser humano.
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cionaria, cuyo cimiento es el conocimiento de lo real en tanto
que real concreto que esta ah, uera del ego y que necesita ser
aprehendido a travs de investigaciones atigosas, diciles y de
larga duracin.
Examen de diversasintervenciones polticasmemorablesDe todas las intervenciones polticas planifcadas por las elites
del poder de nuestra historia la ms perecta y ructera para
el poder constituido ue la que culmin en la imposicin de la
II Repblica Espaola en 1931.
El Directorio Militar presidido por el general Primo de Rivera,
que contaba con el apoyo explcito de la corona, alcanz un
estado de descrdito total en 1929. Ello puso al gobierno-Estado
en una situacin de cuasi impotencia y deensiva, abriendo un
ancho oso entre el pueblo y las instituciones, que se iba agran-
dando da a da, en particular en las reas rurales, donde enton-
ces resida lo principal de la poblacin. La gran crisis econmica
mundial, hecha realidad en el otoo de 1929, aadi motivos
de mayor inquietud a las prospectivas de las elites.
As las cosas, la operacin poltica alcanz su mxima expresinal tomarse en las alturas la decisin ms espectacular y arolera,
sustituir la orma monrquica de Estado por la republicana,
en vez de meramente retornar al rgimen parlamentario como
exista antes de 1923, con monarqua. Semejante radicalidad
provena de una apreciacin realista de las poderosas uerzas
que estaban operando en el ondo de nuestra ormacin social,
que empujaban con vigor hacia una gran crisis revolucionaria,
como se puso de manifesto en 1936. Ello demandaba acudir
a una intervencin poltica de mucha originalidad, astucia y
altura (si bien ya realizada antes, en 1873, cuando ue impuesta
desde el poder la I Repblica Espaola), la nica que poda ser
eectiva en tal coyuntura.
Que ueron los poderhabientes quienes trajeron la II Repblica
est ms all de toda duda razonable, aunque no se conoce
bien qu determin esa decisin. Fue, muy probablemente, en
primer lugar el enrentamiento pueblo-Estado que, particular-
mente en las zonas rurales, estaba acercndose a un punto de
ruptura. Tampoco se sabe del todo cul era el plan estratgico
del bloque de poder en su totalidad. Sea como uere, lo seguro
es que ante una crisis poltica an parcial pero en rpido desen-volvimiento se plane en los centros supremos de toma de deci-
siones una intervencin poltica modlica que iba a comenzar a
mediados de 1930, alcanz su cenit en abril de 1931 cuando,
con la anuencia de la Guardia Civil y el ejrcito, ue derrocada
la monarqua y exiliado el rey, y culmin en diciembre de ese
mismo ao con la imposicin de la Constitucin republicana.
Tales medidas provocaron el desbordamiento del entusiasmo
de las masas en las grandes ciudades, lo que hizo posible una
nueva alianza entre el pueblo y el Estado. Durante un tiempo
los sectores revolucionarios se hundieron en la perplejidad y
la conusin, quedando aislados y desautorizados, de manera
que el poder constituido se robusteci estratgicamente. Eso
quiere decir que en poco ms de un ao la correlacin de uerzas
vari radicalmente, y el sistema de dominacin pas de una
delicada situacin de deensiva, al estar aislado, bloqueado yestigmatizado, a otra de impetuosa oensiva. Esto le permiti
crear nuevas instituciones de dominacin, ms eectivas, las
republicanas que la Constitucin de 1931 estatuy, y reorzar
el aparato represivo, no slo con la undacin de nuevos cuerpos
policiales, como la Guardia de Asalto, sino promulgando una
legislacin represiva a ultranza, parte de la cual se mantuvo en
vigor bajo el ranquismo.
Un segmento sustantivo de la intervencin poltica corri
a cargo de los aparatos de aleccionamiento de masas y de la
pedantocracia y estetocracia de la poca, que lograron un poder
colosal, jams alcanzado bajo el rgimen monrquico, que utili-
zaron contra el pueblo de muchas maneras, desde las protervas
Misiones pedaggicas, dirigidas a la aniquilacin de la cultura
popular de tradicin oral, hasta los juegos de manos de las
vanguardias estticas, con su modernidad estatolica exacerbada
y su agresivo progresismo burgus.
Con todo, tan brillante intervencin poltica pronto maniest
sus lmites, no por s sino porque el pueblo resisti y replic.
Pasados los primeros meses de sorpresa, deslumbramiento y
conusin, sectores crecientes de las clases populares ueronentrando en liza, llevando a eecto numerosas acciones de
rechazo, sobre todo en el campo, lo que desat la uria del
De todas las intervenciones polticas planifcadaspor las elites del poder de nuestra historiala ms perecta y ructera para el poderconstituido ue la que culmin en la imposicinde la II Repblica Espaola en 1931.
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aparato represivo republicano, que llen el pas de muertos y
detenidos. En poco tiempo la intervencin poltica institucional
comenz a ser puesta en evidencia. Una uncin notable en
tal operacin de desenmascaramiento la desempe CNT, lanica ormacin poltica (dejando a un lado al PCE durante un
periodo) que rechaz la repblica parlamentaria, constitucional
y partitocrtica, capitalista y estatal, acertadsima posicin que
en mucho cooper en elevar a aqulla al rango de la uerza
organizada ms poderosa.
Pero la intervencin poltica permiti al sistema de poder hacer
acopio de tiempo. En 1930 no estaba tan preparado para actuar
contra el pueblo como estara luego, en 1936, de manera que
gan, con la susomentada operacin, unos aos decisivos, apla-zando en su benefcio una guerra civil que se haca inevitable.
Ello es un ejemplo notable de planifcacin estratgica que
combina lo poltico, policial, intelectual, adoctrinador y militar
en un todo articulado con prospectiva y visin de uturo. Ya en
la guerra ue el Estado republicano, reconstruido tras su cuasi
liquidacin en julio-octubre de 1936, el que ue desmontando
una a una las realizaciones revolucionarias.
La intervencin poltica centrada en la imposicin de la II
Repblica ue exitosa en gran medida por las defciencias,
enormes, que el combate poltico popular arrastraba. stasueron las precondiciones de la vitalidad y efcacia de aqulla.
No haba una historia crtica, esto es, veraz, de la I Repblica,
1873-1874, uno de los regmenes ms criminales, a la vez que
histrinicos, que ha conocido el pas, as como de su padre
espiritual, Pi y Margall2.
Falt asimismo una puesta en evidencia del demaggico y mendaz
populismo de los partidos republicanos, que ueron los instru-
mentos polticos principales del orden constituido desde 1930.
No hubo tampoco un cuestionamiento sufciente de la lnea y
poltica del par PSOE-UGT, que de colaborar con la Dictadura
pas a ser desvergonzada pareja del republicanismo en el baile
de mscaras polticas emprendido. Finalmente, el ultramontano
mito de la revolucin rancesa permaneci intocado, gravitando
sobre las mentes y las conductas de las y los ms conscientes.
El republicanismo se haba convertido en una religin pol-
tica, en una vehemente creencia obligatoria para muchos, de
manera que sin reutarla poco poda hacerse. Lo mismo cabe
decir del anticlericalismo burgus, una e sobremanera antica
2 Un anlisis detallado y extenso de este periodo, enatizando la atroz actuacinde Pi, se encuentra en Rodrigo (2010,1).
que haba contaminado a amplios sectores populares, convir-
tindoles en entusiastas de un capitalismo y un Estado laicos
y modernizados. An hoy el republicanismo sigue siendo un
credo civil, y no nos quepa dudas de que, en cuanto se denlas condiciones apropiadas, las elites del poder en Espaa se
lanzarn a repetir en lo esencial la gran intervencin poltica de
los aos 1930-1931, arrojando por la borda la monarqua actual
para instaurar la III Repblica. Frustrar esa operacin es tarea
urgente del momento, pues quiz ms pronto que tarde sea la
nueva intervencin poltica del capital y el Estado.
A los perniciosos eectos de las intervenciones polticas institu-
cionalmente planeadas no pueden combatirse sin previamente
haber entrado en persistente y enconada lucha de ideas contra
las es polticas prevalecientes, que estn siempre en la base de
las ms eectivas operaciones de recomposicin de las relaciones
entre las masas y el Estado por procedimientos polticos.
Una repeticin de la intervencin poltica que instaur la II
Repblica se repiti, con las dierencias lgicas, a fn de cuentas
slo secundarias y ormales, en la denominada Transicin del
ranquismo al parlamentarismo, en 1974-1978. Los ltimos
aos del rgimen de Franco se caracterizan por un incremento
constante del rechazo popular al ascismo, por un aislamiento
poltico casi total de ste y por una ruptura creciente entre el
Estado y el pueblo, todo lo cual amenazaba con transormarse
en crisis revolucionaria abierta si no se tomaban las oportunas
medidas polticas.
La respuesta ue una reedicin de lo hecho ms de cuarenta aos
antes, pero aplicndolo creadoramente a las nuevas condicio-
nes. Esta vez la religin institucional que salv al Estado de un
enrentamiento arriesgado y quiz dramtico con el pueblo ue
la que establece que el parlamentarismo partitocrtico es una
democracia, un rgimen de libertades, dicha y afrmada un
nmero infnito de veces por la intelectualidad multi-subsidiada
de la poca, pero sobre todo por el PCE (Partido Comunista de
Espaa) y los grupos de la extrema izquierda a su zaga, as comopor los nacionalismos periricos, con muy pocas excepciones.
stos desempearon la uncin de agentes polticos undamen-
El republicanismo se haba convertido en
una religin poltica, en una vehementecreencia obligatoria para muchos, de maneraque sin reutarla poco poda hacerse.
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tales. Es a subrayar que aquellos que ms haban padecido la
represin del ranquismo, teniendo cientos de encarcelados en
las postrimeras del ciclo vital de aqul, ueron precisamente
quienes desempearon la uncin ms decisiva en crear el nuevoorden constitucional, la alternativa de recambio al ranquismo.
La operacin se realiz como un pacto entre el aparato del
ranquismo y la izquierda ms activa (PCE y extrema izquierda),
quedando el PSOE como opcin de sustitucin, para una
segunda ase. En 1974 se constituy la Junta Democrtica,
como organismo pluripartidista para alcanzar un acuerdo con
el aparato estatal. El contenido de tal componenda era sencillo:
ste deba renunciar a las exterioridades ascistas y entregar
algunas parcelas secundarias de poder, sobre todo en la ormade empleos bien remunerados en instituciones estatales, a las
ormaciones polticas y sindicales confnadas en la clandestini-
dad, y a cambio la izquierda ms supuestamente extremista se
integraba en el sistema de dictadura constitucional, parlamen-
taria y partitocrtica como uerza de recambio y salvaguarda.
La intervencin poltica uy rapidsima. En 1977 se legalizan
todos los partidos y se hacen las primeras elecciones generales.
En 1978, con la imposicin de la actual Constitucin, culmina
aqulla con un xito categrico. En unos pocos aos haban sido
creados una nueva legitimidad, unas nuevas instituciones, unanueva conciencia popular y un nuevo orden jurdico-poltico.
Ciertamente, el PCE y sus satlites de la extrema izquierda se
desacreditaron bastante deprisa, pero a partir de 1978 entr
en juego como ormacin de sustitucin el PSOE, que ser el
partido avorito del capital espaol hasta hoy mismo.
Con todo ello la anterior disociacin entre pueblo y Estado
se troc en usin, mientras que las uerzas y personas que
creyeron que la crisis del ranquismo se elevara a crisis del par
Estado-capital quedaron aisladas, conusas y desmoralizadas,
esto es, derrotadas rotundamente por procedimientos polticos,
en buena medida por causa de su imprevisin, inmadurez y
descomunales desaciertos, lo que veda culpar a otros en vez de
mirar haca s con mentalidad autocrtica. En eecto, de poco
vale el discurso victimista cuando a la vista estn los allos come-
tidos. El primero ue no haber previsto que la e laica entonces
en tumultuoso auge, el culto por el sistema parlamentarista,
sera el bloque de ideas usado por las instituciones para recom-
poner su sistema de dominacin en las nuevas condiciones.
Probablemente el peor error de quienes apostaron por una salidarevolucionaria ue dejarse coger en la trampa del economicismo.
Sucesos espectaculares, pero polticamente no decisivos, como
los acontecimientos de Vitoria en marzo de 1976, cuando 5
trabajadores ueron muertos a tiros y 34 heridos de bala por las
uerzas policiales en el transcurso de una huelga general local,
parecan avalar la idea de que la lucha econmica era la va msrpida hacia la movilizacin de las masas y hacia su toma de
conciencia poltica. Pero los hechos probaron innumerables
veces que ambos asertos estaban (y estn) equivocados. Adems,
al apostarlo todo a un apoliticismo economicista sin ninguna
perspectiva estratgica, muchos colectivos y personas, potencial-
mente valiosas, se auto-destruyeron polticamente, quedando
convertidos en meros demandantes airados de mayores salarios
y ms dinero, para llevar lo que Z. Bauman (2007) denomina
vida de consumo.
En defnitiva, su uncin ue contribuir a instaurar la sociedad
consumista de masas, al mismo tiempo que apartaron a secto-res sustantivos de toda reexin poltica de altura. Por tanto,
ueron una de las uerzas que contribuy al pasmoso xito de
la intervencin poltica llevada en esos aos a cabo, la cual
dio un vuelco colosal al panorama poltico y cre un nuevo
rgimen poltico que se ha mantenido robusto y activo hasta
el ao 2011, cuando ha dado sntomas de decadencia. De ah
la nueva gran intervencin poltica en marcha, iniciada en la
primavera de ese ao.
Lo que exigan aquellos aos, ante todo, era un gran debate de
masas sobre qu orden poltico (y tambin ideolgico y moral)
deba sustituir al ranquismo, del cual deban salir peridicas
intervenciones, acciones y luchas polticas de manera directa
y abierta, sin necesidad de subordinarlas a demandas salariales
o reivindicativas.
El economicismo, una ideologa segregada por la socialdemo-
cracia y los proesores-uncionarios de izquierda, niega que lo
decisivo sean las ideas y no los intereses materiales inmediatos.
Al no comprender, o incluso rechazar, la centralidad de las
ideas, y al estar ciegos a lo ms evidente, que una intervencinpoltica institucional es, sobre todo, un procedimiento para
atraer a las masas a unas creencias polticas defnidas, los adeptos
La anterior disociacin entre pueblo y Estadose troc en usin, mientras que las uerzas y
personas que creyeron que la crisis del ranquismose elevara a crisis del par Estado-capitalquedaron aisladas, conusas y desmoralizadas.
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De la intervencin poltica
Artculos 87
a esa grosera supersticin se anulan a s mismos como uerza
poltica signifcativa, se auto-marginan y auto-aniquilan.
Pero hay ms. Al repetir incansablemente que lo concluyenteson los intereses materiales, el bienestar, el consumo, la vida
cmoda y gozadora bajo el sistema estatal-capitalista, se hacen
una de las uerzas ms letales de la reaccin. La nica cosmo-
visin que puede transormar el orden constituido es la que
apela a lo mejor del ser humano, no a lo peor, la que exige idea-
lismo, entrega desinteresada, emocin por las grandes empresas
y voluntad de servicio. Slo de ah puede salir la revolucin, no
de la exacerbacin del inters particular, tambin porque este
es la quintaesencia de lo burgus. El economicismo, aunque
se justifca con una acundia anticapitalista muy elaborada,no es ms que la concepcin de la existencia propia del homo
oeconomicus, el ser humano? ptimo para el capitalismo. En
1974-1978 al apartar a las gentes de la poltica, que es siem-
pre un debate sobre la dialctica entre dominacin y libertad,
para sepultarlas en los bajos ondos de lo salarial, consumible
y monetario, la negatividad de la e en la primaca de la lucha
econmica se puso en evidencia.
Ya antes de 1974 el economicismo haba sido responsable
de que nada muy poco se hiciera para reutar la alternativa
poltica de recambio al ranquismo que los ms astutos de las
elites mandantes abricaban como el nuevo producto poltico
a vender, el parlamentarismo. Es ms, casi todas las uerzas
polticamente activas se hicieron adeptas de la religin laica
entonces en boga, como suele suceder.
Quienes ignoran que la lucha poltica es la ms primordial,
al contener en s misma las dos categoras centrales, liber-
tad-revolucin rente a opresin-Estado, y que, en su esencia,
es un combate de ideas contra ideas estn condenados a ser las
vctimas de las intervenciones polticas del poder constituido,
que les arrinconarn, sumirn en el desconcierto y triturarn.
Quienes en 1975 crean, locos de entusiasmo, que estaban a laspuertas de una revolucin slo tres aos despus eran uerzas
desacreditadas y derrotadas en ase de desintegracin. La leccin
est clara: la lucha econmica es slo una actividad subordinada
y secundaria, siendo el combate poltico lo decisivo.
Una tercera intervencin poltica, sta de carcter singular, tuvo
lugar en 2003-2004, en torno a las movilizaciones populares
contra la invasin estadounidense de Irak, en la que particip
un contingente militar espaol enviado por el gobierno del PP.
Aqullas, como es lgico, ueron justas y apropiadas, pero muy
pronto los intendentes polticos a las rdenes PSOE se apode-raron de tales luchas para, por un lado, liquidar el movimiento
y, por otro, hacer de l una plataorma para propiciar el triuno
electoral socialista en las generales de marzo de 2004.
Al poder poltico, militar y econmico le urga aupar a este
partido al gobierno porque era el nico con capacidad para
realizar las complejas operaciones de ingeniera social (centra-
das en las hiper-manipuladas cuestiones de gnero y raza sobre
todo), necesarias para convertir al cuerpo social en ente an
ms degradado, aculturado, inerme, sometido y dcil. El unda-
mento de esto ue el denominado giro estatoltrico, la integra-
cin de casi toda la radicalidad de antao en el aparato estatal,
como neo-uncionarios, en especial el eminismo a travs del
Ministerio de Igualdad y el anti-racismo con las ONGs y el
gueto poltico.
Las y los jees del activismo izquierdista, siempre estatoltrico y
socialdemcrata, presentaron dicha intervencin poltica como
una alianza entre el movimiento pacifsta y el PSOE, entonces
en la oposicin, esto es, como un rente de la izquierda contra
la derecha, a la que se estigmatizaba despiadadamente en tantoque supuesta continuadora del ranquismo, sobre todo a su jee,
J.M. Aznar. Valindose de argumentos que producen rubor
Celebracin de un 1 de Mayo de la Conederacin Nacional del rabajo (CN).
CarlosM
artnHommer.
Quienes ignoran que la lucha poltica es
la ms primordial, y que, en su esencia,es un combate de ideas contra ideasestn condenados a ser las vctimas de lasintervenciones polticas del poder constituido.
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por su inantilismo y elementalidad (cuya aterradora efcacia,
dicho sea de paso, muestra hasta qu punto est envilecida y
subhumanizada la sociedad actual y la gran mayora de sus inte-
grantes), los manipuladores proesionales de las masas condu-jeron la operacin sin encontrar resistencias de importancia,
apoyndose en varias de las es institucionales en curso desde
hace casi medio siglo, la de la pretendida superioridad poltica y
tica de la izquierda sobre la derecha, la de la multiculturalidad
y la del pacifsmo.
Triunante el PSOE en las elecciones el movimiento ue expe-
ditivamente desmontado en 24 horas, a pesar del deseo de
muchos de sus activistas de que siguiera activo, los cuales nunca
se haban molestado, por lo dems, en hacer un anlisis de la
situacin, ni en presentar un programa y una lneas de actua-cin que superasen los trgalas impuestos por una izquierda
extrema y una radicalidad a las rdenes de la socialdemocra-
cia, estado de cosas que contina igual.
Lo que vino de todo ello ue un gobierno, el de J.L.R. Zapa-
tero, que unos aos despus hundira al pas en la mayor crisis
social y econmica del ltimo medio siglo, asunto del que es
co-responsable el activismo izquierdista y movimentista que
contribuy sustantivamente a su victoria en las urnas en 2004.
Pero dicho activismo sigue negndose a hacer autocrtica, entre-
gado como es habitual en l a la estatolatra y al cultivo de las
ms letales religiones estatales salidas de los laboratorios institu-
cionales de abricacin de productos ideolgicos y planifcacin
estratgica de la universidad, los servicios especiales del ejrcito,
los ministerios, el negocio publicitario y los poderes mediticos.
Se ha de aadir que la izquierda y sus colaboradores han desar-
ticulado y triturado la sociedad no slo, ni siquiera principal-
mente, en lo econmico sino sobre todo en lo poltico, tico,
convivencial, reexivo, esttico y civilizacional. Con sus suce-
sivas operaciones de ingeniera social han creado una sociedadde pesadilla y un ser humano en plena desintegracin, dando
un paso de gigante hacia la destruccin de la esencia concreta
humana y la instauracin de una sociedad de la barbarie y la
deshumanizacin, en la cual el poder del Estado y el capital
es mximo.
Escrutemos tambin la intervencin poltica ms importante
de los ltimos aos a escala planetaria, la que llev al gobierno
de EEUU a B. Obama, hombre negro. Bajo el poder ormal de
G. Bush la estrategia planetaria elaborada por el Pentgono,
que segn algn autor (Carroll, 2006) es el principal centro
de toma de decisiones hoy en ese pas, ue decididamente
oensiva y militarista. Pero hacia 2007, logrados los fnes de
destruccin e intimidacin previamente planifcados, se haca
necesario pasar a una etapa en la que se recogieran los rutos
del quehacer precedente, poniendo en primer plano la acti-vidad poltica, ideolgica y diplomtica, para orjar nuevas
alianzas y alcanzar nuevas victorias, esta vez por mtodos
relativamente pacfcos, si bien Obama reorzara luego la
intromisin militar en EEUU y lanzara una nueva, contra
Libia. Adems, era necesario hacer rente a la crisis econmica
iniciada en 2007-2008, lo cual demandaba realizar un inter-
vencionismo estatal a escala descomunal, operacin acilitada
por la retrica sobre la supuesta desaparicin del Estado a
causa de las polticas neoliberales propia del movimiento
antiglobalizacin, tan contumazmente reaccionario.
Bush haba concitado un rechazo casi universal en la calle, con
numerosas movilizaciones en un sinnmero de pases contra su
poltica, por lo tanto los astutos planifcadores del poder consti-
tuido en EEUU, en particular los militares, decidieron explorar
una nueva lnea de accin global. Dado el auge descomunal que
haba tomado en ese pas y en todo el mundo el antirracismo
neo-racista, se decidi aupar al mximo poder ormal del pas
a un hombre negro, para crear en torno a su persona un ervor
que permitiera apropiarse de la oposicin interna y levantara
amplias simpatas en el Tercer Mundo.
En ello, en realidad, no haba nada de nuevo, pues dentro del
ejrcito USA, como se expuso, probablemente el poder ctico
ms importante hoy en ese pas y tambin a escala planetaria,
los hombres negros (y, pronto, tambin las mujeres negras)
han constituido ya hace mucho un grupo de presin cada da
ms poderoso y activo, repitindose as la historia, pues en
Roma, a partir del siglo I de nuestra era, un grupo tnico
especfco antao hostil, los germanos, ue escalando posiciones
de mando en el ejrcito, hasta prevalecer en l. La nomina-
cin como candidato del Partido Demcrata a la presidenciaen 2008, el primer varn de color que lo lograba, desat
torrentes de adhesin en todo el planeta (en lo que ue una de
Se ha de aadir que la izquierda y sus
colaboradores han desarticulado y triturado lasociedad no slo, ni siquiera principalmente, enlo econmico sino sobre todo en lo poltico, tico,convivencial, reexivo, esttico y civilizacional.
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Artculos 89
las ms ominosas expresiones de racismo de masas de las que
se tiene memoria), que era justamente lo que el imperialismo
de EEUU necesitaba para llevar a buen puerto sus descome-
didos proyectos.
El machaqueo adoctrinador con las denominadas cuestiones de
raza, concretado en la creacin de estados emocionales indu-
cidos extraordinariamente intensos, bloquea la reexin libre,
crea en amplios sectores de la poblacin intensos sentimientos
de culpa (usados por el poder para reafrmar la aculturacin, la
desintegracin psquica y la pasividad) y deja a las personas a
merced de los manipuladores institucionales de las mentes y las
conductas. stos operan despiadadamente con trminos hiper-
cargados pasionalmente, racismo, inmigracin, xenoobia,
islamoobia y otros que, junto con las cuestiones de gneroque el vigente Estado eminista impulsa, conorman la ms agre-
siva religin estatal hodierna, como se dijo. En el caso de Obama
todo ello ha uncionado de manera perecta para los intereses
del capitalismo y el imperialismo EEUU. Uno de los logros de
aqul ha sido sellar una alianza con el Islam, de inquietante signi-
fcacin estratgica en la voltil situacin internacional actual.
Con ese fn ue creada, lanzada y alimentada dicha religin
poltica, sobre todo por el aparato militar de EEUU. Cada vez
son ms los autores (Gottried, 2004; Carroll, 2006; Esteban,
2010; Rubio y Freire, 2010; Hanson, 2011) que proporcionan
inormacin y, en algn caso, anlisis bastante elaborados, sobre
que el antirracismo en sus diversas variantes, lo mismo que el
eminismo, son, antes que otra cosa, operaciones estratgicas
de adoctrinamiento e ingeniera social a descomunal escala,
lanzadas y mantenidas por el ejrcito de ese pas (y de otros)
para ampliar la recluta de tropas y prestigiarse ante la sociedad
civil, por un lado. Por otro, para llevar adelante complejsi-
mas operaciones de ingeniera social encaminadas a moldear
sociedades cada vez ms dciles a uer de desestructuradas y,
sobre todo, aculturadas, cuya pre-condicin y a la par meta esel desguace planifcado de la esencia concreta humana, como
expongo en el libro Crisis y utopa en el siglo XXI.
Eso, y algunos asuntos ms que por mor de la brevedad no
pueden desarrollarse, han permitido al poder de EEUU elimi-
nar casi la totalidad de la oposicin interior y exterior a su pol-
tica de agresin y guerra. Es signifcativo que en la denominadaprimavera rabe de 2011 no haya habido prcticamente nada
del antiamericanismo de antao, como con satisaccin consta-
tan los planifcadores del Pentgono. Pero eso no es todo pues
en cada vez ms pases el modo de vida americano y su orma de
gobierno logran la adhesin de cada vez ms sectores populares.
En el interior de EEUU por primera vez en muchos decenios
no hay oposicin callejera a la poltica gubernamental, prodigio
que se ha de atribuir a la intervencin poltica montada en
torno a Obama y a los muchos predicadores izquierdistas de
las diversas es laicas en boga.
Se ha de insistir en que tras todo esto est el ejrcito estado-
unidense, en especial tras el antirracismo, el eminismo y la
islamoflia, que son los undamentos de las ms letales inter-
venciones polticas, en curso y por venir. Ahora estamos ante
un auge del militarismo, pero con dos caractersticas distintivas.
Una es que es un militarismo culto e ilustrado, dotado de un
enorme poder de conviccin y de bastante encanto, promo-
vido por autores como el ya citado V.D. Hanson3 y por otros
muchos. La segunda es que la uncin y cometidos de los ejr-
citos, en especial del de EEUU, han cambiado porque se hanampliado, al abarcar unciones hasta hace poco realizadas por
organismos civiles, entre las que descuellan las de gobierno,
orientacin ideolgica e imposicin de creencias, econmicas,
tecnolgicas y de atencin a inraestructuras, sanitarias y asis-
tenciales, ldicas, publicitarias y educativas.
El ejrcito se est haciendo el verdadero poder ordenador y
gobernante, la uerza organizadora de la vida social por excelen-
cia, como ya lo uera en Roma desde el siglo I de nuestra era.
Los altos mandos estimulan a la ofcialidad a estudiar carreras
civiles, a dominar idiomas, a comprender las diversas culturas
3 Este autor dedica su obra (2011,9) A los soldados del ejrcito estadouni-dense, por todo lo que hacen. Esto, que hace slo unos pocos aos hubierasido impensable en una obra acadmica respetable, indica un cambio depoca e muestra en qu direccin se mueve la situacin internacional, conel conicto interimperialista EEUU-China agravndose al ritmo con quese proundiza el desplome econmico de Occidente, la UE sobre todo. Delas crisis econmicas salen los grandes enrentamientos armados de tipoplanetario. Por cierto, Hanson se olvida de las mujeres soldados, que son yaun porcentaje elevado, y adems creciente, en el aparato militar (y policial)de EEUU. En l las minoras tnicas no blancas y las mujeres no blancas
pronto tendrn la hegemona, lo cual explica muchsimo sobre las religionespolticas en curso. Podra hacerse, como se dijo, una larga lista de autores,no menos eruditos que Hanson, que preconizan un militarismo refnado,multicultural y eminista.
En el interior de EEUU por primera vez enmuchos decenios no hay oposicin callejeraa la poltica gubernamental, prodigioque se ha de atribuir a la intervencin
poltica montada en torno a Obama.
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y religiones clsicas, en suma, a hacerse expertos en todos los
asuntos de la vida social, sin reducirse al estudio de la estrategia,
tctica, logstica, polica interior y exterior y tecnologa militar
como suceda hasta hace poco. Esta nueva situacin, que ha de
ser analizada y contestada, es la ptima para planifcar y lanzar
intervenciones polticas cada vez ms contundentes, arrebatado-
ras y eectivas, capaces de anular la libertad de conciencia, poltica
y civil de las personas, a las que se convierte en seres dirigidos y
construidos desde uera de s. La aprobacin en junio de 2011 dela Estrategia Espaola de Seguridad, suceso que pas inadver-
tido a la opinin pblica, es otra maniestacin ms del creciente
peso que los ejrcitos tienen en el gobierno real del cuerpo social.
Dentro de la enardecida actividad realizada por EEUU bajo
la direccin ormal de B. Obama est tambin la denominada
primavera rabe, ya citada. Un anlisis ingenuo y voluntarioso
entiende sta como un alzamiento espontneo de la pobla-
cin en varios pases, e indudablemente algo de ello hay, pero
en lo sustantivo es una muy ambiciosa y audaz intervencin
poltica dirigida a incorporar defnitivamente a aqullos a la
estrategia mundial de EEUU, para ormar un bloque estratgico
Occidente-Islam capaz de contener a China y al resto de las
potencias emergentes.
Se tratara, pues, de globalizar y hacer uidas, por tanto ms
manipulables y manejables, a unas sociedades estancadas y
aherrojadas, en buena medida por el agobiante peso de la reli-
gin en ellas, para aprovechar su riqueza mayor, que no es el
petrleo como los extraviados por una cosmovisin economi-
cista deshumanizada creen, sino su poblacin, adolescente yjoven en una elevada proporcin, que es lo que Europa no
tiene y ms necesita en la nueva era de conrontacin integral.
En el presente, con sociedades ultra-estatizadas y super-interve-
nidas por causa de la mega-extensin de los aparatos estatales, y
con un Estado de Estados muy potente, maduro y experimen-
tado, el de EEUU, hay muy poco espacio para la espontaneidad.sta, en el uturo, habr de ser planifcada, si se desea que exista.
Hemos considerado, hasta ahora, slo casos de intervenciones
polticas realizadas desde arriba, contra el pueblo. Ciertamente,
son las ms numerosas con mucho, pero atendamos ahora a
una experiencia radicalmente dierente, eectuada desde abajo.
Se trata de la undacin de CNT en 1910. El acontecimiento
ha sido estudiado bastante en su aspecto descriptivo pero
menos en el analtico, por lo que algunas de las cuestiones
ms importantes reeridas a su esencia particular permanecenen la semi-oscuridad.
Explicar por qu CNT se convierte en los aos 30 en la primera
organizacin de las clases asalariadas del campo y la industria
no es cil. La clave, muy probablemente, est en el programa
de que se dot en su etapa undacional, mucho ms que en
las luchas y huelgas, algunas muy aamadas, que realiz. Su
programa, extenso y riguroso, adems de realista y revolucio-
nario (aunque no exento de defciencias y errores), ha de ser
estudiado paralelamente al anlisis de la ormacin social espa-
ola en aquellas echas existente. Esto lleva a una conclusin,
que aqul se corresponda con las mentalidades prevalecientes,
las prcticas sociales y las aspiraciones de las clases populares
de los mencionados aos.
En particular, daba orma verbal y satisaca el deseo de comba-
tir al par Estado-capital de un proletariado en ase de cons-
titucin continuada por trasvase poblacional del campo a la
ciudad, que aoraba el concejo abierto y las dems prcticas
asamblearias aldeanas, que consideraba no slo lo deseable sino
lo natural y lgico el colectivismo en contra de la propiedadprivada, acostumbrado desde la inancia a los sistemas de ayuda
mutua, entusiasta del municipalismo, persuadido de la perver-
Piquete reivindicativo durante la ltima huelga general.
CarlosM
artnHommer.
Hemos considerado, hasta ahora, slo casosde intervenciones polticas realizadas desdearriba, contra el pueblo. Atendamosahora a una experiencia radicalmentedierente, eectuada desde abajo. Se trata
de la undacin de CN en 1910.
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sidad del dinero, la posesividad, el individualismo burgus y el
egosmo. El mrito del anarcosindicalismo ue hacer de todo eso
no una mera causa de nostalgia y lamentaciones sino un pujante
programa dirigido a construir una sociedad utura superadorade la existente.
Por tanto, comprendida la undacin de CNT como una inter-
vencin poltica singular encontramos en ella los rasgos que
hacen a stas exitosas: conexin con las tendencias y uerzas
sociales ms proundas y activas, primaca de la realidad, esta-
blecimiento de metas transormadoras hondamente anheladas,
rotundidad, amplitud y altura de miras en el lanzamiento y la
realizacin del acto interventor. Eso convirti a la precedente
Solidaridad Obrera en una gran organizacin que extraa suuerza y vitalidad no de doctrinarismos ni de aanes proselitis-
tas ni de aoranzas de un pasado mitifcado sino de su usin
con las convicciones, pulsiones y adhesin emancipatorias ms
proundas del cuerpo social de entonces.
La enseanza de la accin undacional de CNT abunda en lo ya
expuesto, que la lucha poltica es la orma principal de accin
subversora, mientras no se d una situacin revolucionaria en
desarrollo, y que para su desenvolvimiento por medio de inter-
venciones concentradas lo concluyente es la calidad y variedad
de las ideas, que son las herramientas y armas de este tipo de
combate. Eso equivale a dotar de primaca a los programas y
sistemas de propuestas que se utilizan en la lucha, hasta el punto
que puede decirse que de la exactitud y rigurosidad de las ideas
esgrimidas depende todo. Por ello CNT en los aos que trans-
currieron desde su undacin al inicio de la guerra civil gan
batallas polticas decisivas (aunque no las sufcientes y no con
la sufciente rotundidad) oponiendo la calidad a la cantidad,la verdad a la propaganda y la voluntad transormadora a las
nebres entelequias socialdemcratas.
Comprendida as la cuestin, la verdad (en su nica orma
posible, como modesta asercin concreta, fnita, imperecta
y bipartida) se hace el undamento de la lucha poltica. Eso
satisace al mismo tiempo el an cognoscitivo, la voluntad decombate encaminado a la victoria y las exigencias de la tica.
Por el contrario la actuacin de CNT en 1936, en el Congreso
de Zaragoza, no ue tan atinada. En l hubo una dejacin del
anlisis estratgico y la planifcacin, estratgica y tctica, que
espera ser autocrticamente considerada.
Ciertamente si se entiende la emergencia y undacin de CNT
como una orma de intervencin poltica se observa que sta
dur mucho ms de lo habitual (entre uno y cuatro aos), puescomenzando antes de 1910 no culmin hasta el Congreso de
La Comedia, en 1919, cuando apareci ante la opinin pblica
como una uerza auto-dotada de un programa poltico veraz,
desarrollado y revolucionario. Para comprender esto hay que
tener en cuenta, por un lado, la persecucin policial que pade-
ci, dado que ue ilegalizada ya en 1911 y, por otro, que la
ormulacin de su ideario, propuestas y programa exiga un
largo espacio de gestacin, estando por medio, adems, la huelga
general de 1917, que ocasion 32 muertos, cientos de heridos y
miles de detenidos y represaliados, la mayora de ellos de CNT.
Hacia una conceptualizacinde la intervencin polticaSi hemos de codifcar lo aprendido en el anlisis de las opera-
ciones polticas analizadas, y de otras muchas que no es posi-
ble describir aqu, tenemos que enumerar ordenadamente sus
componentes sustantivos.
La centralidad y naturaleza resolutiva del combate poltico
dimana de que en l se expresa el par libertad/dominacin,
ahora en las diversas ormas de relacin entre las masas y el
Estado, por tanto, como coincidencia-antagonismo entre el
sujeto, personal-grupal, y la opresin poltica. Acoge lo ms
bsico de la experiencia humana, la vida en sociedad, de ah
que suscite pasiones colosales y mueva a las multitudes, a veces
por ellas y ms a menudo contra ellas.
Parte de la confanza en la vala sustantiva de las ideas, y concibe
a la persona como ser motivado por ideales y movido por stos,
como sujeto para la verdad en defnitiva, aunque muy menudo
la necesidad de certidumbre inherente a la condicin humanasea satisecha por las mentiras y manipulaciones institucionales.
No es posible la intervencin poltica sin apelar al idealismo
Comprendida la undacin de CN como unaintervencin poltica singular encontramos en ellalos rasgos que hacen a stas exitosas: conexin con
las tendencias y uerzas sociales ms proundas yactivas, primaca de la realidad, establecimientode metas transormadoras hondamente anheladas,rotundidad, amplitud y altura de miras en ellanzamiento y la realizacin del acto interventor.
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y altruismo de las masas, sin movilizar lo mejor y ms sano
del sujeto comn, con independencia de la perversidad de los
fnes reales de la operacin, pues el arte de la poltica de Estado
consiste en usar al pueblo contra s mismo, valindose de lo quetiene de mejor para irle aherrojando y degradando ms y ms.
Como dice Maquiavelo (1978, 139), en uno de sus muy raros
arranques de sinceridad y bonhoma, la poca prudencia de los
hombres les lleva a aceptar una cosa que, por tener apariencia
de bien, hace que no se acuerden del veneno que oculta.
El desacierto del economicismo es que sustituye la voluntad
de servicio desinteresado y entrega longnima latentes en el ser
humano por el culto al inters propio, privado y egosta, segn
las nebres consideraciones de Mandeville y dems idelo-gos del statu quo actual. As dicilmente pueden planifcarse
intervenciones polticas, pues stas por su esencia demandan
enoques que vayan ms all de lo pedestre y provechoso, de lo
pancista y consumible. Segn expone J. Ellul (1974, 336) para
hacer un cambio radical del orden constituido se debe procurar
al ser humano las ms altas razones para batirse. Muy cierto.
En todas ha de latir la idea, la emocin y la pasin de que
se est construyendo colectivamente una sociedad nueva, con
dedicacin, olvido de s y sacrifcio. Quienes no son capaces de
dierenciar entre movilizaciones econmicas e intervenciones
polticas se hacen impotentes ante stas, cuando son planifca-
das desde el poder, y ms impotente an para lanzarlas en tanto
que orma oensiva de la accin revolucionaria.
La pelea econmica (o cualquier otra librada por metas reor-
mistas y parciales) ni es decisiva en s ni es tampoco la va para
atraer a las masas a la accin poltica emancipadora ni puede
ocasionar choques en la calle estratgicamente signifcativos con
el poder constituido. La e en ella que algunos manifestan esun error. En eecto, el economicismo se reduce a una creencia
auto-destructiva segregada, como se expuso, por los proesores-
uncionarios y la intelectualidad burguesa4, cuya consecuencia
observable (que por ello mismo hace de meta) es aniquilar
la resistencia poltica al rgimen de dictadura constitucional,
partitocrtica y parlamentaria.
Pero, segn arguye B. Russell (1982, 121) la libertad es la
fnalidad suprema de un buen sistema social, verdad unda-
mental hoy ignorada por quienes ponen el bienestar, el goce
y el consumo por delante de todo. Incluso Maquiavelo tiene
ms altura de miras que stos, pues para l la meta principal del
pueblo es no ser oprimido. El economicismo es una concep-
cin puramente zoologa del ser humano que niega incluso la
dignidad inherente a la persona, por eso nada se puede esperar
de quienes lo defenden.
Es ilustrativo que aquellos que dan orma y diunden el credo
economicista no lo practiquen, pues su modo de actuacin suele
ser siempre la intervencin poltica, en sus diversas modalida-
des. La revolucin resulta de la conciencia, no de las exigen-
cias reivindicativas o parciales, y su ndole ltima es una lucha
poltica de tipo superior, total e integral, conorme al conocido
aorismo de Clausewitz.
Otra precondicin del dominio del arte de la lucha poltica
y la intervencin poltica es la superacin del doctrinarismoconorme a la verdad experiencial ms sustantiva, a saber,
que la realidad est primero y por encima de todo. Tal exige
comprender los sistemas de doctrina y las teoras como elemen-
tos de reerencia y gua, para que pueda emerger la realidad
inteligida verazmente, que es el meollo mismo de la accin
poltica. Pero si en vez de esto se centra al sujeto en la repe-
ticin abstracta y memorstica, desvinculada de la realidad y
con desconocimiento de sta, de los supuestos principios de
un credo o ideario lo que se logra es la marginalidad, cuando
no el suicidio poltico.
4 Una obra que presenta a las revoluciones como ocasionadas por la pobrezamaterial (de la espiritual nada dice, por supuesto) es Hannah Arendt (2004).Especialmente lo afrma para la revolucin rancesa, lo que es un disparatedescomunal que pone de manifesto que la autora escribe sobre lo que nosabe y no comprende, vicio propio de la intelectualidad institucional, siempremuy bien subsidiada por los poderes polticos y econmicos. En eecto, nopuede olvidarse que la obra, cuya primera edicin es de 1963, ue concluidagracias a una ayuda otorgada por la Fundacin Rockeeller en 1960. Estoexplica, probablemente, que diunda ideas altamente intoxicadoras sobre lareal condicin del cambio social cualitativo, al cual Arendt se opone tantocomo sus poderosos jees, de los que es meramente vocera culta y exquisita.
En tales condiciones qu queda de la imparcialidad y la objetividad?, qude la verdad? Muy poco o nada, y como contribucin a hacer imposible lasrevoluciones diunde que la causa primera de stas es la escasez de bienes,la pobreza material...
Quienes no son capaces de dierenciar entre
movilizaciones econmicas e intervencionespolticas se hacen impotentes ante stas,cuando son planifcadas desde el poder, y msimpotente an para lanzarlas en tanto que
orma oensiva de la accin revolucionaria.
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Artculos 93
Aqu hay mucho que aprender del modo de proceder de los
planifcadores polticos de EEUU, que tienen siempre en mente
sus dos documentos doctrinales undacionales, la Declaracin
de Independencia de 1776 y la Constitucin de 1787 (Este-ban, 1979), pero lejos de limitarse a recitarlos y a enaltecer-
los dogmticamente los utilizan como guas para un estudio
exhaustivo, de larga duracin y eminentemente prctico de las
diversas situaciones polticas reales en los territorios y pases
de su atencin, para lanzar intervenciones polticas o poltico-
militares y promover sus intereses estratgicos.
Lo indudable es que el estudio planeado de la realidad es una
tarea mucho ms dura y sacrifcada que el indolente recitado
de principios abstractos. Por tanto, superar la galbana mental
y dotarse de una mentalidad que prima el esuerzo y el servi-cio es de primersima importancia para el buen manejo del
combate poltico.
Hay que advertir que el conocimiento sufciente del mundo
real es mucho ms que una mera recapitulacin de la expe-
riencia personal directa, propia o de los cercanos. Tambin
va ms all del simple debate, realizado ms o menos rvo-
lamente en encuentros de tipo pseudo-asambleario, como
sucede a menudo. Su esencia es la investigacin de larga
duracin, compleja y atigosa, conorme al principio de la
autogestin del saber y conocimiento para alcanzar la liber-
tad de pensar rente al proesor-uncionario y al intelectual
burgus, avanzando con ello hacia la superacin revolucio-
naria de lo existente poniendo en primer lugar los actores de
la conciencia y no los intereses egostas del sujeto-sujetos. La
ormulacin de Cicern sobre que slo la verdad convence
ha de prevalecer.
nicamente una cuidadosa elaboracin de las propias
propuestas, ormulaciones y programas en oposicin a los
del poder permite utilizar con eectividad lo que Plutarcodenomina el poder de la palabra, de primera signifcacin
en el combate poltico.
La lucha poltica es por su propia naturaleza una pugna de ideas
reeridas a los procedimientos de gobierno, en nuestro caso
para eliminar la opresin y realizar la libertad en un orden sin
poder estatal ni clase patronal. Como una sociedad es, y debeser, plural siempre, las propuestas polticas han de contener
ormulaciones que realicen dicha pluralidad. Eso dierencia al
combate poltico de la lucha ideolgica, en la que se pretende
hacer prevalecer un determinado sistema de convicciones.
Conundir un tipo de pugna con otro es negativo para ambos.
Los totalitarismos unifcan poltica e ideologa mientras que los
amantes de la libertad las dierencian taxativamente.
Sin combatir hasta su reutacin sufciente las diversas religiones
laicas no es posible responder con xito a las intervencionespolticas ni lanzarlas desde abajo. Esas creencias obligatorias,
cargadas de emocionalidad e irracionalidad preabricadas, que
admiten y comparten casi todas y todos, han de ser desmonta-
das argumentalmente antes de que empiece alguna operacin
que las tenga como undamento, en los periodos en que el
batallar poltico transcurre por cauces rutinarios. Cuando son
usadas por el poder constituido como arma de combate ya es
tarde para desmontarlas. Tiene que hacerse antes.
En el presente, varias de las es o credos estatales en uso desde
hace decenios estn en crisis o parece que lo estarn pronto,hecho que abre buenas perspectivas para planifcar, lanzar y
librar batallas polticas exitosas. Eso podra signifcar que en el
terreno poltico las elites del poder se estn situando, a su pesar,
en una situacin de deensiva argumental y, en consecuencia,
poltica, estado de cosas ptimo para desarrollar contra ellas
una estrategia oensiva de larga duracin.
La experiencia del combate poltico pone en evidencia su colosal
complicacin en s y por s, lo que nicamente puede ser apre-
hendido desde una epistemologa de lo complejo, la cual ha de
dar por indudable el carcter paradjico, bipartido y contradic-
torio interiormente de todo lo existente. Herclito es, pues, el
pensador apropiado en esto. Tal propiedad del ser, particular-
mente remarcada en sus expresiones polticas, explica su automo-
vimiento y uidez perpetuas. Dado, adems, que lo real singular
existe como parte interconectada al todo, nos encontramos con
escenarios polticos de una difcultad anonadante, que deben
ser entendidos desde la admisin de que lo complejo e hiper-
complejo son sus atributos inerradicables, desconfando por
principio de rmulas simplifcadoras y de las propuestas ciles.
En la infnita complejidad de lo real es imposible acertar siem-
pre y en todo. Por tanto la autocrtica, regular, responsable y
En el presente, varias de las es o credosestatales en uso desde hace decenios estn encrisis o parece que lo estarn pronto, hechoque abre buenas perspectivas para planifcar,lanzar y librar batallas polticas exitosas.
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de naturaleza constructiva, alejada del enermizo, insociable y
nihilista pensamiento crtico de la escuela de Frankurt, ha de
hacerse una herramienta habitual de trabajo. Son imprescindi-
bles ella y sus precondiciones, la libertad de expresin y disen-sin sin cortapisas, la admisin de la naturaleza bipartida de
todo lo real y el deseo de aprender siempre, en particular de los
propios errores e insufciencias, sin quedarse nunca estancados o
peor an osilizados en un determinado estadio o etapa, pasando
de una ase a otra en el pensamiento tanto como en la accin.
Hay que superar el sueo inantil de la omnisciencia del ego y
el saber innato, cambiando de ideas cuando las circunstancias
cambian y haciendo autocrtica cuando se incurra en errores.
Se ha de dejar a un lado el victimismo, que aniquila a quien
lo practica, y aceptar la cuota de responsabilidad y culpa que a
cada cual corresponda, como grupo y como persona.
Si ser es devenir, la mentehumana ha de fluir siempreEllo proporcionar lo que ahora ms se necesita, sentido de lo
nuevo, creatividad, pasin por la innovacin, conciencia de la
dierencia y aerramiento a nuestro tiempo en tanto que edad
concreta e irrepetible. El sistema estatal-capitalista actual est
organizado para ser de un dinamismo tumultuoso, imparable,
desconcertante e incluso aterrador. Lejos de ser conservador
es revolucionario da a da, mientras que quienes se dicen sus
oponentes suelen ser los genuinos conservadores, al permanecer
a menudo aerrados a ideas y convicciones que corresponden a
realidades hace mucho extinguidas. Sobre todo en los ltimos
50 aos el poder constituido ha dado muestras de una capacidad
de transormacin, cambio, adaptacin e innovacin que le est
permitiendo ganar todas las batallas, las polticas sobre todo.
Mirar adelante, pensar estratgicamente lo nuevo, planifcar, son
disposiciones del nimo y habilidades que se han de dominar
para librar el combate cualitativo que las circunstancias exigen.
Toda intervencin poltica es, del principio al fnal, un granacto de creacin, y slo puede realizarse con mentes creativas
por liberadas de dogmatismos librescos y aerradas a lo concreto.
Sin pensar innovadoramente, dejando de lado las viejas rmu-
las hoy invalidadas por las nuevas realidades, no es posible
responder a los ormidables retos del siglo XXI, tan dierentes
a los del pasado, incluso del pasado inmediato.
Para ello lo principal es poseer la voluntad de pensar y entender,
de intervenir y pasar concentradamente a la oensiva, operando
en lneas exteriores, uera de los crculos habituales. Pero elmodo activista de concebir el compromiso social y poltico
hace imposible casi todo acto reexivo, por tanto, el de cavilar
estratgicamente, prever y planear. El activismo es una ener-
medad del nimo que reproduce el estilo de vida de las urbes de
la modernidad, en las que todo es tan laborioso y enrevesado,
tan absurdo y mal realizado, que la vida se agota en un ir esco-
petados de all para ac. En el combate poltico el activismo
lleva aparejado entregarse de antemano a la derrota y, adems,
destruir a quienes lo padecen. En eecto, es una dolencia atal,
que en pocos aos tritura a quien la practica, impidiendo la
acumulacin de experiencias tanto como el incremento num-
rico del contingente de las y los comprometidos.
Dado que la lucha poltica es ante todo un batallar de ideas
el tristsimo libertinaje del activismo surge de su negacin de
acto, maniestndose como un modo de obrar adecuado a las
prcticas reormistas, reivindicativas y socialdemcratas, que
por su propia naturaleza exigen agentes irreexivos, siempre a
las rdenes de quienes realizan la planifcacin desde arriba de
las operaciones de intervencin poltica. Despreciar las ideas,
no hacer clculo estratgico, desdear la verdad, atender sloa lo numrico y cuantitativo obrando mecnicamente, como
robots sin cerebro, es negar la lucha poltica revolucionaria
Una de las multitudinarias maniestaciones en la Puerta del Sol a raiz del 15-M.
CarlosM
artnHommer.
Mirar adelante, pensar estratgicamente lonuevo, planifcar, son disposiciones del nimo y
habilidades que se han de dominar para librar elcombate cualitativo que las circunstancias exigen.
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para sumarse a las turbias operaciones pensadas en los centros
de poder y ejecutadas por la izquierda institucional y extrema
de tanto en tanto. Activismo y socialdemocracia vienen a ser
sinnimos. En defnitiva, acierta J. Ellul cuando expone queno hay revolucin sin proyecto.
La intervencin poltica ha de ser comprendida en su real natu-
raleza, como una operacin singular que incide sobre el mbito
de la poltica sin atender, al menos explcitamente, al de la
ideologa, como se dijo. Es pues cualitativamente dierente alproselitismo, al rutinario diundir de unas convicciones, por
correctas que stas sean. Su intencin es amalgamar y lanzar
concentradamente, de orma sbita y oensiva operando en
lneas exteriores, propuestas capaces de responder a los anhe-
los de numerosos sectores e individuos plurales en lo ideol-
gico, para debatir sobre la expresin concreta del eterno par
de contrarios que es la sustancia de lo poltico, la libertad y la
opresin, para combatir y vencer.
Para terminar, una cuestin ms. Con todos sus horrores, la
obra de Maquiavelo, con la nocin de virt, reivindica y
salva la uncin del individuo en la accin poltica. As es,
dado que viene a signifcar las cualidades y capacidades del
sujeto poltico, nos libera del espanto de una poltica mera-
mente mecnica, sin sujeto, hecha toda de leyes y normas, de
causas impersonales y determinismos varios. Sea como uere,
y a pesar de que un abismo separa la nocin revolucionaria del
sujeto de la implcita en la que el orentino nombra con el
vocablo virt, debemos ver con simpata esta introduccin
de lo personal, como calidad auto-construida, en la reexin
y accin poltica. Ello es otra prueba ms de la superioridadcualitativa de los autores clsicos sobre los modernos, que se
han dejado llevar a la ideologa y la prctica institucionales de
la destruccin de lo humano sin emitir ni siquiera unas palabras
de protesta, por lo general.
Aplicando la nocin de virt a Csar Borgia la defne, en susescritos, sobre todo con tres cualidades individuales, sabidu-
ra, uerza y valor.
Lo humano, por tanto, su calidad, es decisivo en poltica. Y
la vala del yo se auto-construye, como yo y como nosotros,
con grandeza de nimo. Aqu est una de las grandes bazas
para derrotar las intervenciones polticas estatales y lograr hacer
prevalecer a las lanzadas desde abajo.
Aprender a librar mejor el combate poltico es una estimableintencin que debe ocupar nuestro tiempo y maniestarse en
realizaciones prcticas cada vez ms acertadas y contundentes.
En ello la reexin estratgica y el obrar planifcado son deter-
minantes. Pero, ciertamente, dominar la lucha poltica como
un arte slo tiene sentido cuando se establece como meta la
revolucin, de manera que quienes repudian sta se niegan a
realizar aqulla, dado que la revolucin, antes que otra cosa, es
una explosin de uerzas espirituales que crea un nuevo mundo
y un nuevo ser humano.
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