JOSÉ LUIS SEGOVIA BERNABÉ VICARIO EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL E INNOVACIÓN. ARCHIDIÓCESIS DE MADRID
DESAFÍOS PASTORALES, HOY, A LA LUZ DE LAUDATO SI
XLII Jornadas de Vicarios de Pastoral
Burgos, 1 – 3 de mayo de 2017
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Desafíos pastorales, hoy, a la luz de Laudato Si
José Luis Segovia Bernabé • Vicario Episcopal de Pastoral Social e Innovación. Archidiócesis de Madrid
DESAFÍOS PASTORALES, HOY, A LA LUZ DE LAUDATO SI
Voy a empezar con una cita pagana del literato alemán Hermann Hess que decía que
“el paraíso se empieza realmente a cuidar cuando caímos en la cuenta de que un
día fuimos expulsados de él y que, tal vez, por nuestro mal hacer, jamás podamos
volver al mismo”. A partir de esta cita voy a articular la intervención en cuatro
puntos que comparto con todos vosotros.
En primer lugar algunas aportaciones que creo están en Laudato Si y me parece que
son aportaciones generales al estilo pastoral, no tiene interés directamente con el
tema ecológico.
En segundo lugar, acercarnos a la encíclica para determinar qué es y qué no es, a
grandes rasgos. Presupongo su lectura y, por tanto, no voy a desarrollar los
contenidos.
En tercer lugar, apuntar algunos pasos que debiéramos dar, pasos pastorales que
debiéramos dar en aplicación de esta encíclica.
En último lugar, algunas cuestiones más prácticas partiendo de experiencias algunas
que conozco, seguro que hay muchísimas más y aquí estáis de distintas diócesis de
España y seguro que tenéis un panorama más completo, pero yo aporto algunas que
voy conociendo y en cuanto puedan ser significativas y nos podamos ayudar los
unos a los otros.
Antes de nada y antes de empezar a desarrollar estos cuatro puntos, confieso que
cuando he hecho esta última lectura y estudio para compartir con todos vosotros las
reflexiones pastorales de Laudato Si, he sufrido una cierta transformación. Confieso
que la primera vez que leí la encíclica, incluso la cuestión de la ecología yo me
aproximaba a ella pues como una cosa más, ciertamente como algo que brinda un
puente de posibilidades para el encuentro con nuestros contemporáneos y su
sensibilidad, con contenidos realmente interesantes, pero también debo reconocer
que con un cierto destempo, que lo expreso anecdóticamente: mi hermana –que
ahora vive conmigo– está empeñada en que tenemos que tener cuatro contenedores,
y yo reconozco que hasta esta última lectura veía con desdén, y a veces con enfado,
el engorro de tener que estar reciclando determinadas cosas que me resultaban un
tanto tediosas, incómodas, como artificiales.
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Reconozco que después de haber hecho una lectura –quizá cuando piensas para
contar a otros también te sitúas de otra manera– me ha ayudado bastante a hacerme
cargo de algunas de las consideraciones que están en la encíclica y, desde luego, a
cobrar una sensibilidad bastante mayor de la que reconozco no tenía, no tenía al
menos teóricamente pero no veía las consecuencias prácticas y la dimensión que
tiene en la encíclica en lo que nos propone.
APORTACIÓN PASTORAL DE LA ENCÍCLICA
En primer lugar, la propia metodología que utiliza del ver – juzgar – actuar,
corregida, porque lo protege en el sentido de que el “ver” desde el principio empieza
a ser un ver más creyente, no es un estudio de ecología ni de sociología ni de
economía, sino que proyecta la pupila de Dios desde el primer momento. Por tanto
es un ejercicio de un ver creyente, pero sobre todo porque al ver, al juzgar y al actuar
añade una dimensión que en este pontificado se destaca en bastantes de sus
documentos, que es ver, juzgar, actuar y la mística y la celebración, esa dimensión
sin la cual probablemente la acción de la Iglesia con seguridad no es completa. Este
método de ver, juzgar y actuar ya de nuevo fue acogido por la Mater et Magistra, en
el 236, recogiendo lo de “movimientos apostólicos”, y aparece de nuevo
reivindicado por el Documento de Aparecida, y en este caso en la Laudato Si
aparece como un ejercicio práctico.
Una de las características que me parece que tiene la Laudato Si, Evagelii también,
es que el Papa Francisco hace una síntesis o un ejercicio de circularidad entre
teología pastoral y enseñanza de doctrina social de la Iglesia. Es una de las
características más específicas: la teología pastoral es una teología inductiva, e
inminentemente en un primer momento que parte de la realidad como lugar de la
revelación de Dios. Y deductiva también porque evidentemente tiene en cuenta los
datos de la Sagrada Escritura, la tradición, el Magisterio, etc.
Por tanto, primera consideración, yo creo que es una invitación a partir de la realidad
tal cual es en nuestros planes pastorales, en nuestro trabajo pastoral.
En segundo lugar yo creo que tiene la virtualidad de que busca aquello que me
vincula y que me aproxima a los otros. A mí me recuerda siempre esa expresión de
la Ecclesiam Suam de Pablo VI, en el número 27, cuando dice –de una manera muy
feliz– “la Iglesia se hace coloquio”. Yo creo que la Laudato Si es una pretensión de
coloquio con absolutamente todo el mundo, por supuesto al interior de la Iglesia,
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pero también con otras confesiones cristianas, con otras tradiciones religiosas
diferentes, incluso con personas que no comparten credo religioso alguno o que se
sitúan en el indeferentismo religioso. Y lo hace desde la conciencia –señala en el
202, un punto de partida interesante– y es que tenemos “un origen común, un futuro
compartido y una pertenencia mutua”. Esos datos de realidad se nos imponen por
encima de cualquier otra consideración, por tanto lo que nos vincula a toda la gran
familia humana, y lo que nos atañe en un tema tan relevante como es el tema
ecológico, es mucho más fundamental que aquello que nos pudiera separar.
En ese sentido y en esta búsqueda de vínculos, de encuentro con los otros, a mí me
recuerda en el orden de la práctica pastoral a aquella estrategia paulina, en el ágora
ateniense, cuando en vez de dirigirse a los atenienses que estaban adorando a los
ídolos diciéndoles “atenienses, sois unos idólatras, además estáis en una vida un
tanto alejada de los designios de Dios. Sois un poco golfos y sinvergüenzas…”,
apuesta por partir de aquello que vincula y del sentimiento desde la admiración, de
jugar a favor del viento, de pensar en positivo que decía san Juan Bosco cuando
trabajaba con los muchachos. Decía: siempre al menos sabrán silbar, busca siempre
lo positivo del otro, que aparentemente hay muchas cosas positivas, pero busca que
sepa silbar. Yo creo que en este sentido está buscando los divinos hitos que están
presentes en todos los seres humanos. Y como Pablo entonces dice “pues mirad,
pues ese que vosotros estáis tratando con tanto cariño, ese es el que vengo a
anunciaros yo pero en plenitud”, pues por ahí creo yo que van los tiros.
En tercer lugar a mí me parece que el documento nos invita a aprovechar lo que
llamo yo las “coqueras”. No lo llamo yo, los que seáis de ciencias y os guste el tema
de la arquitectura, sabéis que los arquitectos en el diseño del hormigón hay que
procurar que el hormigón esté muy bien fraguado, y hay que compactarlo, meter las
varas de acero, y cuando no se hace bien o se hace precipitadamente y eso luego
provoca una serie de patologías arquitecturas arquitectónicas, se producen coqueras,
y las coqueras son esos agujeros que rompen el fraguado compacto. Esas coqueras
son las que permiten, por ejemplo, en los muros gruesos de hormigón de las
cárceles, incluso la enredadera sale. Es decir, incluso en los muros mejor fraguados
siempre existen coqueras.
De alguna manera yo creo que la encíclica nos invita a buscar las coqueras. Ya
sabemos que nos encontramos con muros tremendos y hay dos grandes muros en
nuestro momento presente, al menos en occidente: uno es el muro de la opacidad de
Dios, Dios se ha vuelto irrelevante para muchos de nuestros contemporáneos que
viven no en la negación, si no en la indiferencia más absoluta, y otro muro tremendo
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que es el sufrimiento evitable, ese sufrimiento y ese dolor generado por la injusticia.
Son dos grandes muros.
A pesar de todo eso hay que buscar las coqueras por las que se cuela nuestro Dios y
por las que, de alguna manera, podemos hacerlo visible y patente a nuestros
contemporáneos, para hacerles descubrir que eso que anhelan, que eso que buscan,
es un destello y es una huella que Dios ha puesto en el corazón de todos nosotros
que estamos constitutivamente abiertos a la trascendencia, abiertos a la experiencia
de Dios y radicalmente abiertos a los demás, somos constitutivamente eso. Por tanto
yo creo que con esta preocupación por tocar un tema que constituye seguramente
una coquera por la que podamos encontrarnos con los otros, el Papa ha visto una
oportunidad y, sin duda, creo que nos ha hecho un inmenso favor a toda la Iglesia al
colocarnos en parrilla de salida para encontrarnos en un tema que en este momento
son de fronteras sin ningún complejo, quitándonos el complejo de que vamos a
remolque de la historia. Creo que en este momento la doctrina social de la Iglesia no
sólo no va a remolque de la historia, sino que está haciendo unas aportaciones
interesantísimas, especialmente el Magisterio de Benedicto XVI –cuestiones en
política, en economía, en agentes sociales de transformación– y el Papa Francisco,
pues están haciendo no una puesta al día, sino un realmente ponernos por delante en
muchas cosas. Otra cosa es la fortuna que tengamos en testimoniarlo, en significarlo,
y la que tengan también nuestros contemporáneos para acogerlo o no.
Por otra parte, el documento es consciente de la originalidad, de la singularidad del
momento presente. Estoy convencido de que estamos en un momento único,
irrepetible y singular, es el que nos toca vivir, así que más vale que nos lo tomemos
así, en sentido positivo. Pero es que, además de razones subjetivas, de que “es el que
tenemos que vivir, el que nos ha puesto Dios y por tanto nos tenemos que exprimir
al máximo y hacer presente su reinado con toda intensidad”, es que además
objetivamente es un momento de la historia interesantísimo y con montón de
incertidumbres e inseguridades, pero también de oportunidades. Es ese cambio
importante del que hablamos continuamente pero que no somos a veces capaces de
saber traducir, un cambio que nos invita desde luego a superar algunas concepciones
que a lo mejor teníamos como muy inevitables: principios territoriales o jurídicos
formales en nuestra pastoral, una cierta cultura organizacional incluso de nuestra
propia Iglesia excesivamente rígida y comportamentalizada, y que debería llevarnos
a un sistema de organización probablemente mucho más flexible. Y en ese sentido
nuestra Iglesia siempre ha copiado cosas, ha copiado el imperio romano, y las
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diócesis y las vicarías, todas estas historias no dejan de ser adherencias afortunadas
y fecundas.
En este momento también la cultura empresarial u organizacional nos da algunas
pistas: la importancia que tiene el conservar algunos elementos de marca, es decir, el
ser perfectamente identificados en cualquier parte del planeta por el “logo”. Hay un
núcleo duro constitutivo que tiene que ser único y compartido absolutamente por
todos. Por otra parte, la diversidad, la flexibilidad en la organización concreta, una
cierta autonomía en lo local dentro de ese respeto máximo al “logo de marca”, por
decirlo de alguna manera.
Tengo que decir en ese sentido, y ya aterrizando en aplicaciones prácticas de
Laudato Si, una de las cosas que a mí más me está gustando. Yo ahora llevo el tema
social y entre otras cosas me toca también el tema ecológico, lo hemos encargado, y
en las últimas jornadas que hemos tenido me ha agradado enormemente el que
teníamos ponencias donde había miembros de la Iglesia absolutamente diferentes en
un tema que era en concreto los desafíos de la ecología, y estaban en concreto
representantes de la prelatura del Opus Dei, de Comunión y Liberación, y de
comunidades de base. La agradabilísima sorpresa es la absoluta sintonía y buen rollo
en todo, y creo que uno de los signos de este momento que tenemos que ser capaces
de superar –las tendencias que tenemos todos a cierto sectarismo pro domo sua– es el
abrirnos a la diversidad de la Iglesia y el abrirnos a la importancia que tiene en este
momento el ser uno para que el mundo crea.
En ese sentido pienso que la causa de la ecología nos está trayendo esa bendita
oportunidad, que podemos ser muy diferentes y muy plurales –que además está muy
bien, en ningún sitio dice que tengamos que ser todos clones– pero, desde lo esencial,
tremendamente unidos. La verdad es que esta oportunidad de ver sensibilidades
eclesiales distintas coincidiendo absolutamente con una sintonía fraternal,
intercambiables en muchas de las cosas, con acentos distintos, con las espiritualidades,
pues me parece que revela, es un reflejo de este momento que estamos viviendo que
tenemos que aprovechar al máximo para trabajar desde esa cultura organizacional donde
cabe perfectamente la diversidad, pero donde es todavía mucho más importante el
espíritu de comunión eclesial. Porque ciertamente todo está conectado, esta
interconexión es una de las notas características de la globalización pero también de la
realidad en el universo, desde el universo biológico, bioquímico, hasta el universo
virtual internáutico. Estamos en la aldea global, estamos en la nube y precisamos el ser
capaces de sentirnos en ese sentido eclesialmente en una comunión que supera nuestras
legítimas diferencias en otras cosas.
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Por otra parte a mí me parece también, en esta primera aproximación, que en Laudato Si
hay un principio evangeliocéntrico, si me permitís la palabra, es decir, el centro es el
Evangelio. Esto ya aparecía también en Evangelii Gaudium con el acento del Papa en el
Evangelio como clave de su programa pastoral. Esta centralidad en el Evangelio es una
obviedad, pero es cierto que a veces nos hemos perdido en cosas más accidentales, y
una convocatoria a volver a lo realmente esencial, a aquello que nos une, aquello que
nos vincula y que nos aglutina, a mí me parece que es en cualquier caso muy
afortunada.
En último término señalar que uno de los principios que me parece que son
fundamentales en estos momentos es el de la esperanza. Naturalmente las virtudes
teologales, presupongo la fe y la caridad, faltaría más, pero si cabe en este momento yo
creo que tenemos que trabajarlo mucho, y esta encíclica es una invitación a ello porque
parte de unos datos de realidad tremendamente negativos, muy negativos, muy
preocupantes, y sin embargo está transida no de optimismo, sino de esperanza. Y de
esperanza en las cosas grandes, en que el nivel macro de las cosas puede transformarse;
y esperanza no menos pequeña en que desde el ámbito de la cotidianeidad, lo que hace
cada uno singularmente, también cabe esperar cambios significativos.
Ya sabéis que decía Péguy, escritor francés, que “la fe levantó grandes catedrales, la
caridad nos dio asilos, pero ¡ay!, sin esperanza. Sin esperanza el mundo sería un
desolador cementerio”. Yo creo que precisamos cultivar mucho en nuestra Iglesia una
pastoral de la esperanza, una esperanza que es al mismo tiempo pneumatológica.
Estamos acercándonos a Pentecostés, ese Espíritu que sopla dentro y fuera de la Iglesia,
que es el Espíritu que nos permite el diálogo con los otros y el Espíritu al mismo tiempo
que, desde la diversidad de carismas, es una continua convocatoria a esa unidad de la
que estaba hablando.
Y junto con las grandes virtudes, la fe, la caridad y la esperanza, la encíclica apunta
también a otras no menos relevantes que hay que cultivar, sin las cuales las grandes se
quedan perdidas. En concreto nos habla de la gratuidad, de la gratitud, de la afabilidad,
de la paciencia, de la humildad, del gozo, de la paz, actitudes más chiquitas pero que
son las que alimentan nuestra esperanza, y esa esperanza es la que sin duda nos permite
afrontar con audacia, con creatividad y con capacidad contagiosa la frase que resumía
casi la encíclica “Caminemos cantando, que nuestras luchas no nos quiten el gozo de
seguir viviendo”. En el fondo que no nos quiten jamás la alegría del Evangelio, que es
lo que tenemos como máxima riqueza.
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¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES LAUDATO SI?
Qué no es
En primer lugar diré que Laudato Si no es una encíclica verde, si por encíclica verde
entendemos una encíclica ecológica al uso, de esa ecología un poco a veces recalcitrante
o que acaba poniendo y preocupándose más por los toros o por los derechos de los
animales que por la persona que está delante de los animales jugándose la vida, o que
pone por delante –ya llevándolo al extremo– los derechos de una bacteria sobre el
derecho a una vida no nacida. No se corresponde en ese sentido con un canto bucólico
de la naturaleza sacralizada como algo absolutamente intocable.
El Docat, esa traducción de la doctrina social de la Iglesia especialmente orientada al
mundo joven, tiene un número que habla de la ecología y dice: para el Magisterio de la
Iglesia la naturaleza es algo sagrado porque el libro de la naturaleza es donde se ha
volcado Dios, pero no es algo estático, sino que está abierto a la interacción con los
seres humanos. No es por tanto un armario intocable donde no se pueda mover nada,
pero sí tiene que ser un espacio que tengamos que respetar para que las generaciones
siguientes se encuentren lo mismo que nosotros nos hemos encontrado en ese armario.
Por tanto, digo, no es una encíclica verde, no es una encíclica ecologista al uso, porque
no trata tanto cómo hacer para cambiar los ciclos del cambio climático, sino cómo hacer
para cambiarnos nosotros. Es decir, el centro es siempre el ser humano, y un ser
humano, eso sí, no se contempla de manera autista en ese sentido equivocado en que a
veces se nos achaca haber interpretado el libro del Génesis como si fuéramos el derecho
romano el ius u tendi et abu tendí, el derecho de usar y de abusar, sino como
efectivamente una centralidad. Nosotros no somos bacterias, sino no podríamos
ponernos ni una vacuna y por tanto tenemos una superioridad indiscutible, pero somos
con otros seres humanos hacia los cuales nosotros también tenemos deberes. No es que
los animales no tengan derechos, es que nosotros tenemos un deber hacia la naturaleza y
un deber hacia otras criaturas del cosmos.
No es una encíclica al uso sino que más bien es una recuperación de una sana teología
de la Creación. Releyendo cosas de Juan Luis Ruíz de la Peña, los últimos dos capítulos
de su Teología de la Creación precisamente anticipa mucho de las cosas que ahora trata
el Papa: esa vuelta al respeto a la Creación y los verdaderos y los falsos ecologismos, un
ecologismo que pone la naturaleza como algo sagrada pero desligada del ser humano y
no en comunión con el ser humano, o una ecología integral como es la que propone el
Papa Francisco en este texto. Veremos que la gran aportación que hace es ese concepto
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de “ecología integral”, que da un paso más sobre otras nociones que había manejado el
Magisterio como “ecología humana”, “vocación ecológica”, etc.
No es por eso en ese sentido una apuesta por el eco fundamentalismo, y hablo del eco
fundamentalismo porque dentro de la sensibilidad ecológica hay algunas líneas que son
tremendamente recalcitrantes, insufribles y donde al final dice uno que es que estamos
sustituyendo la obsesión moral de la que se nos ha acusado del sexto mandamiento por
la obsesión ahora ecológica, y parece que vamos por modas: ahora toca la moda
ecológica, y eso acaba siendo insufrible. Yo creo que en ese sentido, en absoluto va en
esa dirección, no trata tanto de remoralizar, no es una perspectiva moral, sino una
perspectiva esperanzada y gozosa de acercarnos al sueño de Dios respetando esa casa
común que nos ha sido regalada. Por tanto, se aleja bastante de ese mucho a veces
obsesivo y maximalista que hace de la razón ecológica un nuevo Dios que se acaba
convirtiendo en un peso y en un fardo enormemente pesado. Tenemos que encontrar un
cierto equilibrio, es decir, dejarnos sensibilizar por la cuestión ecológica pero no
llegarnos a obsesionar por ella con pretensiones inasumibles, sobre todo para gente más
humilde que no tiene unos poderes adquisitivos como para poder permitirse el lujo de
cumplir todos los ítems.
Por tanto creo que la posición que mantiene es una posición no verde, sino más de una
antropología teónoma abierta al cosmos, y no tanto una posición verde, y mucho menos
en absoluto eco fundamentalista.
Qué sí es
Es la expresión de la doctrina social de la iglesia en diálogo con la teología pastoral, que
ha ido ampliando paulatinamente el objeto de su atención. Sabéis bien que la doctrina
social empezó centrándose fundamentalmente en la cuestión obrera con León XIII.
Después fue ampliando su espectro hacia lo político con la crítica de los totalitarismos.
Después fue tomando conciencia de la importancia que tenía la paz y reconciliándonos
con la cultura de los derechos humanos. Después fue el tema del desarrollo, el norte y el
sur, la crisis económica, la nueva conjunción de actores sociedad – Estado – mercado,
que es una de las aportaciones que a mí me parece más geniales de Caritas Veritatis de
Benedicto XVI, con una visión de futuro impresionante, nueva forma de articular los
actores: ni estatalismo como pretende el bloque comunista ni libre mercado
absolutizado como el liberalismo, sino un recoloque de actores dando protagonismo a la
sociedad civil y, dentro de la sociedad civil, particularmente el papel que pueda las
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religiones y el papel que pueda –más en concreto– la Iglesia. El último salto –que no
son saltos, están anticipados en el Magisterio de los papas anteriores– que tiene que ver
con los deberes para con las generaciones venideras, los deberes para con el futuro, esa
responsabilidad de la que nos hablaba Hans Jonas, que nos hace estar prevenidos frente
a la cultura que el Papa llama aquí “tecnocrática”, la razón tecnológica por encima de
todas las cosas, que acaba también endiosándose. Y, al mismo tiempo, esa justicia
global que nos lleva a superar cualquier forma de localismo o de corporativismo que
rompe la fraternidad universal.
En ese último escalón nos introduce de una manera ya explícita el tema de la ecología.
Por tanto, es la última aportación que amplía el objeto de la doctrina social de la Iglesia
a este aspecto.
Ya he señalado antes que lo que hace lo hace reivindicando ese antropocentrismo
teónomo que recorre lo que podríamos llamar los antecedentes próximos de esta
encíclica. Por antecedentes próximos me estoy refiriendo, Concilio Vaticano II no trató
el tema, no fue objeto de estudio en el Concilio Vaticano II, sí lo recoge después el Papa
Pablo VI, tanto en Populorum Progressio como Octogésima Advenies, y Juan Pablo II
es quien acuña la expresión “ecología humana” y habla de la vocación ecológica que
tenemos todos los seres humanos. Será después Benedicto XVI quien en el discurso a la
Rabistona haga un desarrollo mucho más explícito sobre la importancia que tiene la
cuestión ecológica en el futuro de la humanidad y el papel que aportan la tradición
religiosa cristiana. Por fin el Papa Francisco nos brinda un paso más en esta dirección
con la encíclica que estamos comentando.
Lo dice explícitamente –y es una de las frases más conocidas de la encíclica–, “no hay
dos crisis, una crisis ambiental y otra crisis social. Hay una única crisis que es social y
ambiental”. Y esto, puesto en relación con lo que había afirmado Benedicto XVI
diciendo que la cuestión social es hoy fundamentalmente una cuestión antropológica,
podríamos –sin traicionar el pensamiento de Francisco– decir que nos encontramos ante
una crisis antropológico-social-ambiental, por decirlo así en una triada. Y una crisis que
reclama para ser superada intervenciones en el nivel de lo macro y también
intervenciones en el nivel de las cosas chiquitas, en el nivel de las cosas cotidianas
como trataremos de desplegar después cuando hable del apartado de las experiencias
más concretas.
En cualquier caso, de lo que se trata –y es lo que pretende la encíclica– es una
convocatoria ilusionante y gozosa a vivir la alegría del Evangelio en comunión con toda
la Creación. Pero esta alegría no va a ser posible ser vivida si no es en el contexto de lo
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que el Papa llama una conversión ecológica. Y esta conversión ecológica reclama una
previa conversión pastoral de la que habría hablado en su documento anterior, Evangelii
Gaudium. A su vez reclama esa conversión inicial en todos nosotros a nivel personal y a
nivel comunitario, esa conversión que supone el descubrir que hay cosas nuevas, que el
futuro es también el tiempo de Dios, que nuestro Dios no es un Dios que se haya
revelado sólo en la historia y en el pasado, que deja sus huellos en los signos y en los
tiempos, sino que nuestro Dios es el Señor del tiempo y también es el Señor del futuro.
Y nos cabe esperar del futuro cosas nuevas, cosas novedosas que nos invitan a vivir una
espiritualidad más a la intemperie, más en precariedad, más en disposición de cambiar.
En definitiva, que nos haga superar cualquier forma de inmovilismo y nos dé una cierta
trashumancia espiritual para caminar por esta época tan sometida a vaivenes, a cambios,
y donde necesitamos una firmeza en los principios pero, al mismo tiempo, una
ductilidad enorme y una flexibilidad grandísima para asumir también cambios
inevitables.
Esta conversión ecológica se traduce en conversión cotidiana que supone –dice el Papa
Francisco– en la capacidad de leer el Evangelio de la creación. Invita a la conversión
ecológica que surge –dice el Papa– de la constatación irrefutable de que la Tierra que
nos ha sido dada está siendo muy maltratada y se está quejando. Por eso, como apuntaba
antes, el centro de la encíclica no es tanto el cambio climático sino el cambio de las
personas que nos dejamos afectar por este dolor de la tierra, si cabe hablar así. Por eso
en este escenario es tarea de la Iglesia el ser casa y escuela de comunión, tenemos la
obligación de asumir el desafío de la educación ecológica que introduzca a las nuevas
generaciones en un cuidado más respetuoso de esta casa común que tenemos.
Pero la mejor definición de esta conversión ecológica, que presupone las conversiones
anteriores, la da en el número 111 cuando señala que “La cultura ecológica no se puede
reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van
apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas
naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una
política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen
una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático”. Probablemente este
número es el que mejor refleja esa definición de lo que entiende el Papa por conversión
ecológica. En la presentación de la encíclica el Cardenal Turkson señalaba la
importancia que tenía el suscitar acciones positivas pequeñas y cotidianas de
conversión. Decía que el Papa no solamente piensa en los ciudadanos organizados en la
sociedad civil, piensa también en los individuos concretos que pueden hacer mucho por
cambiar el destino tan negativo que conlleva el desarrollo tecnocrático.
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Un punto que aparece transversal, desde luego, en Laudato Si, que es un elemento
central en el Papa Francisco, es la importancia que tienen los más vulnerables, los más
pobres, que paradójicamente son a veces –lo señala en la primera parte– los que más
contaminan, porque son los que menos capacidad tienen para tener una capacidad de
filtrado de los deshechos, etc. Por tanto ese deber de colaboración que tenemos todos,
ese deber de compromiso con los pobres, pasa también con el dotarles de la tecnología
suficiente para que no se conviertan en los más contaminantes y no encuentren en eso
un nuevo motivo de discriminación.
Ahora que estamos ya con la política agraria común en la Unión Europea y los acuerdos
internacionales, están desapareciendo las tarifas arancelarias. Sabéis que es uno de los
aspectos más discriminatorios del comercio con el tercer mundo: en lugar de comprar
algodón al Benín, un empresario catalán se lo compra a los Estados Unidos de América
porque las tarifas arancelarias que tiene la tonelada de algodón cuando pasas a España
son tan elevadas que hacen que, aunque el coste de producción en el Benín sea
infinitamente más bajo que en los Estados Unidos, pues al final sale más rentable traerlo
de Estados Unidos que traerlo del Benín.
Ahora la trampa que estamos inventando en las sociedades avanzadas es una trampa
ecológica, y políticamente correcta, de esa ecología verde encubierta, y es decir: mira, el
algodón del Benín se lo podemos comprar a ellos en igualdad de condiciones a los
Estados Unidos, pero siempre que venga empaquetado con plástico, que luego sea
biodegradable, y tenga las cinchas… que lo hace prácticamente inviable para un país del
tercer mundo.
Es decir, que podemos convertir la razón ecológica en un nuevo elemento de
desigualdad, y eso conviene muy presente para que no se vuelva la ecología en contra
de los pobres, por eso el tener en cuenta como criterio la centralidad que tienen los más
vulnerables y los más pobres como sacramento de Cristo, y al mismo tiempo como
elemento de juicio de las políticas económicas, no está absolutamente de más.
PASOS PASTORALES QUE INVITA A DAR LA ENCÍCLICA
Paso de la condescendencia por lo ecológico a la ocupación y a la preocupación por la
cuestión ecológica integral
Este concepto de integral –como hizo el Papa Pablo VI con el desarrollo– no es baladí.
Integral –decía el Papa Pablo VI cuando se refería al desarrollo humano– es de todo el
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hombre y de todos los hombres. Entonces pues integral aquí hace referencia a todas
estas dimensiones, quizá algunas de la cuales tornamos la ecología en elemento de
elitismo o tornamos la ecología en elemento –peor aún– de desigualdad entre unos y
otros. Evidentemente para pasar de la condescendencia a la preocupación y a la
ocupación por la cuestión ecológica, es en primer lugar caer en la cuenta –de ahí la
primera parte de la encíclica– que el cambio climático es de una evidencia absoluta no
tanto por algunas pruebas que se dan ideológicamente, sino sobre todo por el poco
espacio de tiempo en el que se producen muchos cambios. Porque es cierto que el
cambio forma parte de la historia de nuestro planeta, y el cambio climático forma parte
de la historia del planeta, pero el elemento cualitativo que nos hace ver que vamos en
dirección equivocada no son los cambios, sino es la aceleración con que se están
produciendo los cambios, que no tiene parangón en la historia que tenemos controlada
de nuestro planeta.
Caer en la cuenta, contar con los datos, pero no solamente a nivel cognitivo sino
también dejarnos afectar por los mismos y, en último término, poner en obra acciones
que transformen a nivel macro y a nivel micro la dinámica que llevamos.
Transitar de la ecología al Evangelio y a una Teología de la Creación
Se trata de aprovechar nosotros en cristiano la preocupación ambiental y ecológica
como una mediación para la evangelización. Recordamos que evangelizar significa para
la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su
influjo, transformar desde dentro y renovar a esa misma humanidad, nos decía la
Evangelii Nuntiandi del Papa Pablo VI. Y el Papa Juan Pablo II nos precisaba
evangelizar significa continuar la misión de Jesucristo, la que recibió de Dios Padre
haciéndose presente en el corazón del mundo para servir al Reinado de Dios allí
presente. Y esta actividad abarca la totalidad de la acción eclesial y por tanto
comprende un programa amplísimo para transformar la historia hasta la venida de
Jesucristo en la Jerusalén celestial.
Forma parte de la evangelización, por tanto también, lo ecológico. Pero teniendo en
cuenta que esta exigencia evangelizadora de nuestra perspectiva particular pastoral de lo
ecológico, no hace cualquier actividad verde, no la convierte en una actividad
evangelizadora; no cualquier acción de tinte ecologista constituye una acción pastoral
evangelizadora. Reciclar no necesariamente implica evangelizar, y reforestar tampoco,
pero probablemente si somos capaces de capacitar en basura cero, podemos convertir
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ese mismo dato de realidad en una acción evangelizadora si nos pone en contacto con la
tragedia de los recicladores, si nos abre la realidad de la codicia pecaminosa que busca
monopolizar la basura, o nos lleva a una cultura que tenemos que combatir que descarta
a los hijos e hijas de Dios y que convierte al mundo –palabras del Papa Francisco– en
un inmenso depósito de porquería.
Si todas estas consideraciones ambientales nos acercan al proyecto del Reino
inaugurado por Jesucristo, podemos decir que estamos avanzando evangélicamente a
partir de lo ecológico. Por tanto no podemos olvidar que las acciones ecológicas que
podamos desarrollar son reinocéntricas en la motivación y en la orientación y, vuelvo a
repetir, no todo lo verde se convierte por sí mismo y en sí mismo en acción
evangelizadora.
Por eso dice el Papa Francisco que lo nuestro no es tanto educar en una ciudadanía
ecológica, sino más bien en cultivar hábitos del corazón, virtudes, que susciten una
transformación en las personas, de manera que desde estas acciones –dice el número
210– deberíamos estar en condiciones de poder disponer a nuestros contemporáneos
para que salten al Misterio.
La evangelización nos debe conducir al cambio de modelo de desarrollo y a realizar
mejor el sueño de nuestro Dios
El amor civil y político deben conducir al cambio de modelo de desarrollo y a una
redefinición del progreso –nos dice en el número 194–. En definitiva, la pregunta tiene
que ver con las implicaciones de la evangelización en el marco de una ecología integral,
es decir, de una persona que comprende su vida adherida al amor de Cristo, que vive
con alegría la experiencia comunitaria en la Iglesia y que dialoga con el mundo porque
quiere transformarlo según el querer del Dios del amor. Luego tocará contestar a qué
corresponde hacer en el ámbito de lo ecológico.
En realidad toda la encíclica va orientada a resolver esta inquietud. El Papa busca
cultivar una educación y una espiritualidad ecológicas, apostar por otro estilo de vida
diferente a través de un diálogo a nivel nacional y local, internacional, a través de las
decisiones empresariales, confrontando política y economía con la vocación de plenitud
humana, y poniendo en diálogo los datos científicos con las convicciones religiosas.
En esta dinámica de transformación los procesos de cambio se centran en la calidad de
vida de los más pobres, principales afectados por el deterioro del planeta a quien el Papa
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Francisco les reconoce como madre y como hermana que clama ante los daños por el
uso irresponsable y el abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Por supuesto que
hay distintos niveles: unos internacionales y macros y otros mucho más locales.
ALGUNOS DESAFÍOS DE RELEVANCIA TANTO EN EL NIVEL MACRO
COMO EN EL NIVEL MICRO
Nivel Teológico
En primer lugar, y en cuanto a la reflexión teológica, nuestro discurso sobre Dios
debería incorporar la dimensión ecológica. Como decía Benedicto XVI el consumo
brutal de la Creación comenzó donde no está Dios, donde la materia sólo es materia,
donde nosotros mismos somos las últimas instancias, y donde el conjunto es
simplemente una propiedad nuestra y el consumo es solamente para nosotros, y donde
nosotros podemos poseer todo lo que sea posible poseer. Por tanto, el recordatorio del
señorío de Dios es un elemento corrector de toda idea de progreso y toda idea de
desarrollo sin la cual al final acaba en una orfandad de la ética y acaba también
convirtiendo al ser humano en una mónada que se desenvuelve en un sinsentido
aparente.
Por tanto en este nivel teológico la encíclica nos convoca a una integración entre Dios,
el hombre y el cosmos, como un principio nuevo que hasta ahora no habíamos recogido,
el Principio de Sostenibilidad Integrada, Dios – hombre – cosmos, que no estaba todavía
presente en la doctrina social de la Iglesia, y que se une a los clásicos principios de la
dignidad, bien común, solidaridad, destino universal de los bienes de la tierra y el
último en incorporarse en el compendio que ha sido el principio de participación.
En el nivel macro importan tres dimensiones:
Hay grandes desafíos en el mundo cultural, desde luego uno de ellos es la cultura
del positivismo bio-tecnológico, y la necesidad de cultivar lo que yo más llamaba la
Eurística del Temor: no todo lo que se puede hacer se debe hacer, y hay un miedo
que es insano pero es paralizante pero hay otro miedo que es muy saludable y que
nos previene de hacer barbaridades. Por tanto instalarnos en esta ética precautoria
sobre todo cuando estamos jugando con la responsabilidad hacia el futuro y una
responsabilidad que no es medible, constituye sin duda un deber moral que
trasciende incluso el universo de las propias ideas religiosas, las religiones; en un
principio debería serlo de ética universal.
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Con relación a la política la reivindicación –en nuestro país ocioso sería repetirlo–
de que tiene que estar regada de la razón ética, y por tanto –dice el Papa– que el
auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones políticas y de
nuestras relaciones con la naturaleza, es inseparable de la fraternidad, de la justicia
y de la fidelidad a los demás.
Con respecto a la economía es interesante constatar la evolución que ha habido en
la ciencia económica por una parte motivada por la crisis, pero la crisis económico-
financiera del 2007-2008, y por otra por la crisis ecológica. La economía ha tenido
un proceso de descolgamiento de la ética espectacular. El padre de la economía
liberal contemporánea, Adam Smith, en 1776 escribió “La riqueza de las naciones”
y presupone un modelo liberal, pero un modelo liberal que parte de presupuestos
éticos, como son la transparencia de los mercados, la honestidad en la interacción
de los mismos… Es un liberalismo ético. El problema es que la ciencia económica
ha ido convirtiéndose cada vez en más autista, se ha desgajado de la racionalidad
ética, y ha acabado reducida a econometría. La crisis económico – financiera tiene
mucho que ver con cuestiones econométricas, con las grandes ecuaciones para
cuantificar los ratios de las inversiones. Perder el horizonte ético nos ha llevado a
la catástrofe de la que todavía no hemos salido.
Nivel Ecológico
El tema ecológico, como el paradigma era el crecimiento y el crecimiento ilimitado, el
progreso endiosado absolutamente, como si los recursos de la tierra fueran
absolutamente ilimitados y como si fuera eso absolutamente sostenible. Surge entonces
el paradigma de la llamada “economía verde”. La economía verde, que es la primera
toma de conciencia por parte de la racionalidad económica del desafío que introduce la
ecología, se caracteriza por aplicar principios clásicos como el de “quien contamina
paga, quien no contamina recibe”. Estos principios son también puestos en cuestión en
la encíclica Laudato Si porque, en el fondo lo que hacen es convertir el cosmos en un
espacio para el mercadeo: si tú tienes recursos, puedes contaminar, contaminas lo que
quieras, pagas un plus y sigues contaminando, y si no los tienes, te aguantas.
Por eso, el último avance –y ha empezado ya a trabajarse en las universidades– es la
economía ecológica, que cambia el modelo, y dice que la economía tiene que superar su
autismo, tiene que abrirse la transdisciplinariedad; la economía tiene que ponerse al
servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía. Podríamos decir
–y en este sentido yo creo que lo dice el Papa– una economía que no tiene en el centro a
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la persona humana, que no respeta el medio ambiente, es una economía que ciertamente
mata.
Primer paso: economía verde; segundo paso: economía ecológica que ya empieza a
tener un discurso y que se caracteriza por abrirse a la transdisciplinariedad.
Vida Cotidiana
En el orden de la vida cotidiana no os canso con la multitud de cuestiones que se pueden
hacer y me centro en algunos desafíos que yo sugiero. Me parece que sería importante
en todos los niveles alguien que se ocupara de este tema, pero no sólo que se ocupara él,
sino en interacción con otros. Estoy pensando en otros espacios como por ejemplos
“Enlázate por la justicia”, espacios donde estamos teniendo transversalidad, es decir,
donde los órganos distintos de distintos niveles son capaces de generar sinérgesis en una
única dirección.
En el caso de Madrid –y digo Madrid porque es de donde vengo– señalar que el
Cardenal decidió que hubiera un órgano que se ocupara de esto, porque si no hay
alguien que se ocupa responsablemente de un asunto pues se queda diluido. En nuestro
caso se le encomendó a Justicia y Paz, que ahora sería Justicia y Paz y Ecología. Entre
las acciones diversas que se han llevado a cabo han sido encuentros con otras
confesiones cristianas, encuentros con el ámbito también musulmán, organización de
jornadas como la que acabo de señalar en la que se ha invitado a las sensibilidades
distintas que estaban trabajando en la Iglesia con este tema, y muy particularmente
quiero referirme a una jornada que el Papa nos pide que invitemos y que nosotros en
Madrid nos pasamos un año sin hacerlo, a lo mejor en otra diócesis no ha hecho todavía
ninguno, es la Jornada Mundial de Oración por la Creación. La iniciamos el año pasado,
fue una jornada a que el Papa invita en la encíclica, encomendamos a Justicia y Paz su
preparación y contó con la presencia de varios obispos de la Iglesia Ortodoxa y con el
Cardenal obviamente de la católica. Tuvimos un primer momento de mesa redonda, de
debate, y un segundo momento de celebración en la Casa de Campo. Quisimos hacerlo
en un lugar abierto, y curiosamente después de unas pequeñas dificultades, conseguimos
que el Ayuntamiento de Madrid lo considerara como una celebración de interés general,
costó un poco al principio. Con la Junta Municipal tuvimos nuestras dificultades pero al
final se consideró como celebración de interés general y no ha habido que pagar tasas ni
ninguna historia.
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Junto con eso a nivel diocesano estamos con una experiencia particular en una
parroquia, que es la Parroquia de las Rosas, donde el Ayuntamiento ha cedido también
un espacio y donde se han desarrollado diversas actividades, desde un pequeño huerto
ecológico, creación de un grupo de comercio justo, creación de talleres, etc.
En parroquias donde yo ayudo, en la Vicaría IV, hay parroquias que han organizado
“Semana de Laudato Si”, y en esa semana se va concienciando a la comunidad cristiana
sobre esto. Hay otras parroquias que lo han hecho durante todo el año. La multiplicidad
de posibilidades es grandísima.
En la web tenéis un montón de herramientas, en algunas se están incorporando ya
recursos nuevos para las parroquias, son webs que están ahora mismo en fase de
crecimiento y desarrollo. Además, se puede interactuar con ellas, experiencias que se
puedan hacer en cualquier diócesis pues se comparten. Es un espacio multiplicador para
que no se quede el tema simplemente en un conocimiento de la encíclica Laudato Si
sino en el educación a las generaciones que vienen en este espíritu.
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Desafíos pastorales, hoy, a la luz de Laudato Si
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DIÁLOGO CON EL PONENTE
Esta encíclica –lo habréis pensado seguramente todos– puede dar lugar a un
escenario para el diálogo y la apertura no sólo con otras confesiones, sino también
con los no creyentes. Creer y crear son dos verbos que se conjugan, decimos en
catequesis. Yo creo que hoy la fe nos invita a ser creativos y la creatividad nos puede
conducir a la fe. Desde esta perspectiva Laudato Si nos da esas pistas.
En segundo lugar, en la exposición yo recordaba aquel encuentro del Papa Benedicto
en París cuando invitaba en Francia, donde 45.000 adultos se bautizan cada año por
Pascua aproximadamente, invitaba a lo del atrio de los gentiles; creo que puede ser
también una gran riqueza el espacio para el diálogo. Primero para la escucha, todos
necesitamos escuchar, pero también para ofrecer la gran riqueza de la Creación
emanada de la revelación cristiana. A mí me ilusionaba escuchar ayer y recordar
cuando don José Mª Rambla hacía mención a San Francisco de Asís en medio de las
cruzadas con el Imán; quizá es una de las caricias de Dios en medio de tanta
turbulencia. Y ahora el Papa Francisco la semana pasada también con el Imán, otra
caricia de Dios. Creo que necesitamos la escucha. Quizá el escenario, el púlpito que
nos ofrece Laudato Si, puede dar lugar también a este diálogo con el mundo
contemporáneo.
P. Haré la aportación de decir que sobre todo en diócesis pequeñas con pueblos
pequeños, con gente mayor, quizá hay poca creatividad a veces, pero a nuestro
alrededor sí que hay creatividad en realizar pequeñas acciones ecológicas, entonces
sería colaborar los otros, gente de las parroquias, en acciones pequeñas de este tipo y
estar con ellos. Yo les decía que a lo mejor incluso nos vamos a encontrar con gente
que sí, que son ecológicos y actúan bien, pero resulta que están a favor del aborto,
nos encontramos todos los días, pero ahí tenemos la posibilidad de entrar en diálogo
también. Cosas pequeñas, en pueblos pequeños, que podrían aportar algo.
R. Me he acordado ahora, en el libro este que es “Guía para talleres en las
parroquias”, una de las cosas que dije hablando del ámbito rural y del urbano, de
personas mayores, dije: oye, no se os vaya a ocurrir ir a personas mayores que viven y
que han estado viviendo la austeridad, la sobriedad, el reciclaje, no vayáis con la
novedad porque os mandarán a freír espárragos; más bien se trata de reconocer lo que
las generaciones anteriores han vivido y han hecho. No vayamos con lo ecologista
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como el último grito cuando muchísima gente sin tener en cuenta tantos datos ni tantas
historias, ha sido respetuosísima con el medio ambiente, sobria, ha vivido la cultura de
la gratuidad, ha estado viviendo en la máxima austeridad, no vengáis ahora diciendo
que hemos descubierto el Mississippi, porque os pueden mandar muy lejos.
Recuerdo de mis tiempos de obispo de Osma Soria, allí en Burgo de Osma había una
americana, por cierto cuñada de Jesús Gil y Gil, muy ecologista. Me escribió una
carta: que no es posible, que el Génesis es influmable, que lo que habla de la
Creación ha hecho que los cristianos o los que siguen a Jesucristo o a la fe que sale
de la Biblia ha destrozado la Creación… Me parece muy pertinente ese capítulo que
tiene Laudato Si, que es el capítulo segundo, sobre el Evangelio de la Creación, que
ya dice el Papa que es un capítulo referido a las condiciones creyentes. A parte de
tratar ese tema de una manera distinta respecto a lo que son los relatos de la
Creación, y lo que aparece de algún modo en la revelación bíblica, nos dice en este
caso a los cristianos que no somos Dios de la Tierra, nos precede y nos ha sido dada.
Yo creo que es interesante también –no sé si en la catequesis o en otro ámbito– es
verdad que nosotros antes cuando preparábamos nuestros sacramentos de iniciación,
sobre todo la primera comunión, aprendíamos a lo mejor como papagayos los días de
la Creación, pero ahí hay algo interesante que se desvía o se aleja de otras realidades
o de otras narraciones de creación del mundo ambiental en el que está Israel.
Sin embargo podemos perder ese sentido que quizás entonces los pequeños teníamos
de no solamente del día séptimo. Cuando intentamos, yo lo he hecho algunas veces
cuando estaba en las parroquias de Madrid: sí ustedes que son tan listos hagan una
narración de la Creación a ver qué les sale. Me decían que eso era una cosa muy
infantil, de un pueblo que todavía no era muy mayor. Quiero decir que me parece
importante de cara a la educación en las comunidades cristianas, ver que la Creación
es un dato que está ahí y que tiene toda una fuerza de eso que nos dice también el
Papa, de que no sea además la Creación otro ámbito donde haya más discriminación
hacia los más empobrecidos, o aquellos que no tienen esa capacidad. Eso que tú
decías que encima los pobres son los que más contaminan y por eso encima les
discriminamos, el ejemplo que has puesto del algodón de Benín.
Se me ocurre apuntar que sería interesante que este tema lo tuviéramos muy en
cuenta en el trabajo con los niños ya, porque si hay que crear una nueva sensibilidad
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tiene que empezar ya desde los primeros años de la formación cristiana y humana. En
ese campo la experiencia nos dice que en los colegios, asociaciones de tiempo libre,
esta cuestión de la ecología sí se le está dando importancia, se enseña a los niños a
reciclar, a aprovechar las cosas. Creo que es un punto de encuentro importante desde
las parroquias, las asociaciones nuestras, el diálogo y la cooperación con centros
escolares y con ámbitos educativos no eclesiales.
Después otra cosa que también se me ocurre es que yo creo que este tema es verdad
que está en relación con Justicia y Paz, Cáritas, todas estas instituciones nuestras que
son nuestros brazos –por decirlo así– sociales, pero yo creo que tiene que ser una
cosa transversal. Permitirme una pequeña anécdota, hace unos años una asociación
ecologista de Cáceres hizo una mención especial por nuestro obispado porque el
edificio es de los pocos de la zona antigua de Cáceres que mantiene los agujeros
aquellos antiguos de la construcción y permiten que aniden los cernícalos primilla,
que están en peligro de extinción. Quiero decir que la mención esta al final tiene que
ver con los asuntos económicos del obispado, con las reformas que hacemos en las
iglesias, en las casas parroquiales. Es decir, que nosotros también somos una
institución que construye y destruye, eso es lo que se me ocurre.
Comentamos en el cuchicheo que en el punto 1, la parte final la del actual
compromiso, lo habías dejado sin comentar, que no hay compromiso con las cosas
grandes sin espiritualidad. Y que además, uniendo con la última intervención, quizá
ahí tenemos un punto común con gente que lucha desde otros puntos de partida por
las mismas cosas que nosotros. A mí se me ha confesado un nene “es que no he
reciclado”, y lo decía como un pecado al confesarse, porque tienen creada ya esa
mentalidad, pero queremos llevarla a los adultos en otros puntos de partida.
R. Gracias por el rescate, porque al final iba un poco más acelerado.
P. Yo quisiera también comentar una cosa en relación con la ecología pero a veces
poniéndola también en relación con las personas. La campaña de este año de pastoral
de la salud es “Pastoral de la Salud y Ecología Integral” porque hemos querido
recuperar lo que dice en el número 20-21, que al final la degradación del medio
ambiente provoca enfermedad en los que están viviendo ese medio ambiente. El
cuidado del medio ambiente provoca salud. Por eso trabajar el cuidado de nuestros
ambientes, de lo que comemos, productos tóxicos con los que nos lavamos, etc., la
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degradación del medio ambiente social, del medio ambiente ecológico, al final es
prevenir la enfermedad, es trabajar por la salud. Por eso creo que también ese
ambiente de cómo interactúa el medio ambiente con las personas, creo que también
es una dimensión que hemos de trabajar en nuestras parroquias y en nuestra Iglesia.
Es importante en una cuestión como esta ver cómo ha sido la recepción por parte del
público no creyente, tanto a nivel de medios de comunicación como a nivel de
grupos ecologistas o no ecologistas, y te das cuentas de las ausencias y de alguna
forma también de cómo se remarcan determinadas cosas. Y tendríamos que saber
leer las ausencias para darnos cuenta de que, pese a que coincidamos con otros en
otras cuestiones que son fundamentales, pero si las aportaciones nuestras que son
tanto estas en las que coincidimos pero también otras que no tiene digamos por qué
aceptarlas, pero nosotros de alguna forma las callamos, poco a poco nuestra
aportación, si no seguimos insistiendo en las mismas, acabamos diciendo lo mismo
que están diciendo también los demás. También en este sentido creo que es
importante ver la recepción por parte de los de fuera, en qué punto de alguna manera
se fijan y que otros de alguna manera callan porque no interesa, y preguntémonos si
esas que realmente callan son importantes para nosotros.
Lo que se ha dicho antes, coincidiremos con otros en que está bien lo del reciclaje,
pero no dirán a lo mejor sobre el aborto. Si nosotros con el tiempo vamos cayendo
también en eso, pues al final resulta que todos decimos lo mismo pero dejamos de ser
sal también. Con esto no digo que tengamos que ser los más listos ni que la nuestra
tenga que ser siempre la última palabra, pero también es cierto que si tenemos algo
nuevo que decir, digámoslo, aún a riesgo de que no se entienda o sencillamente digan
que estamos aquí ya los de siempre. Pero si no ¿dónde está nuestra marca de la que
tú hablabas antes? Yo creo que también hay un derecho a la diferencia, ese hecho a la
diferencia no significa remarcar las cosas que son comunes, pero si realmente
creemos que tenemos que decir algo que también es importante para los demás,
digámoslo y remarquémoslo. De lo contrario lo de Jesús: para decir lo mismo que los
paganos, mejor nos callamos.
Quería comentar sobre todo las líneas pastorales que has dicho y que se reflejan y
están dando también forma. A mí parece que es determinante algunas de las cosas
que decías para la época que vivimos, porque percibir la realidad como amiga y no
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Desafíos pastorales, hoy, a la luz de Laudato Si
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como enemiga, la circunstancia como ocasión y no como obstáculo, el tratar de
encontrar el punto desde el que esa coquera que llamabas, yo sí que veo ahí unas
líneas que permiten el anuncio del Evangelio hoy. O sea, que permiten la diferencia
pero dentro de una relación en donde se reconoce al otro como un bien, con un
corazón –dice el Papa en la Evangelii Gaudium también– que espera esa diferencia,
esa novedad que se le ofrece. A mí esto me resulta sumamente interesante para el
momento en el que vivimos.
Me resulta un poco incómodo, a lo mejor es que lo he entendido mal, que los pobres
sean los que más contaminan, por eso quería un poco que me hicieras algún matiz.
Segundo, yo creo que uno de los puentes para enlazar con mucha de esta gente, sobre
todo en el mundo rural, es que recuperen la autoestima, y precisamente desde este
punto mucha de nuestra gente ha aprendido el reciclaje antes de saber nada de la
palabra, ha practicado la austeridad sin planteárselo.
R. Lo de que los pobres son los que más contaminan iba en el sentido del ejemplo del
Benín, es decir: la industria en países que están en vías de desarrollo no tienen para
invertir ahora mismo en hacer un reciclado perfecto, un evitar que caigan en los ríos
los desagües, una serie de filtros y condiciones que solamente una empresa que tenga
medios financieros suficientes puede pagarse. Lo ecológico llevado a sus últimos
extremos no está al alcance de todo el mundo, entonces los países que están en vías de
desarrollo lógicamente están preocupados por industrializar sus países, no por no
convertir los ríos en cenagales. China ya no se puede decir que sea un país pobre
precisamente, pero es uno de los países más contaminantes. Ya no es pobre, pero en
gran medida el desarrollo ha sido posible porque ha invertido en costes de personal
bajísimos y en costes ecológicos casi cero. A veces los pobres en ese proceso de salir de
la pobreza no tienen acceso a todos los filtros y a todos los medios para que no
contaminen. En la Cañada Real los cables de cobre es un poco de contaminación
impresionante para el terreno. No se trata de añadirles un estigma más, sino
aproximarnos críticamente para que no hagamos de lo ecológico una razón de
discriminación más. Yo iba en ese sentido, es decir, de no estigmatizar a la pobreza con
un elemento añadido, y por tanto el transferir también las posibilidades no solamente
de la justicia social que iguale y nivele asimetrías, sino también de la disponibilidad de
medio que impidan esa contaminación. Sólo faltaba que les añadiéramos a los pobres:
malos y que contaminan.
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Desafíos pastorales, hoy, a la luz de Laudato Si
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Quisiera resaltar cómo percibo Laudato Si como un desarrollo del capítulo cuarto de
Evangelii Gaudium y por tanto vinculado al kerigma y a su dimensión social. Es de
la doctrina social de la Iglesia este texto, tú nos has dicho y estoy muy de acuerdo
que no es una encíclica verde, pero luego es verdad que muchas de las aplicaciones
prácticas que tiene, tienen que ver con lo estrictamente ecológico digamos en ese
sentido. Yo creo que el Laudato Si tiene un lado verde. Un lado rojo en el que se
plantea la cuestión social, en el que se denuncia la economía del descarte, en el que
se habla de basureros no sólo verdes. Tiene un lado azul porque plantea una
antropología y plantea también cómo la ecología humana está tan afectada. Y plantea
un lado blanco que es la afirmación del Dios Creador, al fin y al cabo es lo que da
título al cuento: Laudato Si, alabado seas Señor.
Entonces yo creo que el Papa hace un desarrollo del kerigma a la dimensión social
del mismo en el que aparece la casa, la casa de la familia, y la familia que surge de
una familia, pues que quizá para nosotros sea también una oportunidad desde las
cuestiones estrictamente verdes poderlas abrir y poder anunciar el kerigma, en ese
sentido que es un poco en lo que estamos. Luego ahí aparecen palabras que
coindicen: conversión, conversión ecológica, conversión pastoral; integral, integral
desde el desarrollo de Populorum Progressio hasta la propuesta actual de Francisco
en su curia, pero desde alguna forma llega también a las nuestras, que es un
desarrollo humano integral, un dicasterio para el desarrollo humano integral.
Yo percibo que esta integralidad de los colores, esta propuesta casi de arcoíris –pero
arcoíris entero, no como el arcoíris del lobby, que quita un color– pues tiene mucha
sugerencia pero siempre que nos ayude a un camino de lo esencia. En el cuchicheo
nosotros decíamos “qué agobio, Evagelii Gaudium un documento, a ver qué hacemos
con él. Otro documento Laudato Si, a ver qué hacemos, otro documento, Amoris
Laetitia…”, y en realidad yo creo que el percibir el aliento común, el hilo conductor,
el kerigma, la llamada a la conversión, la propuesta de integralidad, el acompañar a
la gente desde donde está porque el tiempo es superior al espacio, pero no pintarlo
todo de verde ahora, no quedarnos con un espacio sino caer en la cuenta de que esto
puede ser como un proceso para ir recorriendo la casa entera y descubrir toda su
belleza.
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Si no me toca la piel, si vivo en un pueblo pequeño, si tengo tan cercana la naturaleza
y la vida y el agua y no me toca la piel este asunto, había que hacer una lectura desde
la gente que vive más cercana a la naturaleza. A mí me parece que sería una buena
historia que tendríamos que hacer, vicarios, parroquias, de este texto. Si no me toca
la piel, no me dice nada, pero cuando me toca la piel y desde ahí hacer una lectura
distinta lo mismo a la que tú has hecho, con toda legitimidad.
En segundo lugar a veces nos acusan “mira cómo barren para lo suyo”, “si defienden
la ecología es porque detrás quieren Evangelio, lo suyo, su historia”, y en esto yo
creo que tenemos que si yo dialogo contigo, mis palabras tienen que llevar amor, si
no ese diálogo es mecánico. Si trabajo porque la tierra sea la casa común de toda la
humanidad y la humanidad sea una familia, si eso lo hago por amor dime si no hay
Evangelio en eso, porque ahí está el Reino de Dios enraizado.
No sé si me explico con esto que digo, no sea que me puedan acusar de que estoy
barriendo y lo que me importa es el eclesiocentrismo y no me importa la Tierra, la
humanidad. Por eso había que mirar un poco también esto, no sea que “en el fondo lo
que buscáis es lo vuestro”; no, lo que buscamos es el Reino. Palabras dichas con
amor es diálogo, cualquier cosa que hagamos por amor por este hombre y esta Tierra
es Evangelio también.
Dos cosas. La primera es una observación: de estos tres documentos del Papa, dos
exhortaciones apostólicas y una encíclica, yo creo que ha tenido mucho más eco,
difusión y acogida a nivel eclesial las dos exhortaciones apostólicas que la encíclica,
quizá por el tema. Desde el punto de vista pastoral, la Evangelii Gaudium y la
Amoris Laetitia parece que tocan más con nuestros quehaceres, con nuestra actividad
eclesial, etc. En mi diócesis hemos tratado de trabajar los tres, hemos hecho
materiales de lectura, de difusión de los tres, y parece que se ha difundido un poco
más la Laudato Si, pero yo creo que a la hora de conclusiones o de aplicaciones
prácticas, no se le da continuidad. Es una observación simplemente.
Por otro lado yo tengo la suerte de que hace muchos años trabajo en el medio rural,
en una unidad pastoral de pueblos muy pequeños. Actualmente integrada por 28
pueblos la unidad pastoral, dedicados exclusivamente a la agricultura, todos los
vecinos que se dedican a ella son propietarios de sus tierras, la verdad es que tienen
buena maquinaria, buenas tierras, buena producción, buen nivel de vida, y una
sensibilidad ecológica desde hace bastantes años que es aleccionadora para nosotros.
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Los agricultores modernizados actuales, saben el respeto que tienen que tener a la
naturaleza para poder vivir mejor de ella. Pueden tener a veces el problema de
excesos en algunos tratamientos de la tierra por la productividad, etc., pero fuera de
eso guardan bastante el equilibrio. Pero a lo que voy, en ese ambiente rural hoy por
hoy aquello que nosotros sugerir o que la gente se preocupa, va a más, en sentido de
respetar la naturaleza desde los hábitos de consumo que desde la producción
agrícola. Porque la producción agrícola yo la he visto evolucionar en todos estos
años y los centros de decisión de lo que se pone o se deja de poner, de lo que se
siembra y de lo que se recolecta, no tiene nada que ver con la voluntad ni del
labrador, ni de la región, ni de nada.
Por ejemplo en esta zona hace unos años los cultivos eran masivamente la
remolacha, ha desaparecido completamente. Había mucha patata de siembra en la
zona alavesa y de Treviño, pero ahora toda la patata tiene que venir certificada desde
Holanda, así que ahí se ha dejado de producir la patata, que era muy famosa la patata
de siembra. Se ha extendido el cereal, pero sobre todo el cereal de la cebada, porque
la calidad de las cebadas cerveceras hoy tiene una salida en el mercado
impresionante. A mí me ha llamado la atención que siendo el territorio de Álava sólo
de 3.000 metros cuadrados, allá se produce más del diez por ciento de la cebada
cervecera de España. Aparecen cultivos como la colza, de vez en cuando cosas de
estas que aparecen y desaparecen porque son compensadas de alguna manera por
decisiones que vienen de fuera.
Es decir, me da la impresión de que toda esa economía agrícola hoy, incluso siendo
autónomos y propietarios, no tienen prácticamente ningún poder de decisión, todo
viene condicionado, consecuencia de haber entrado en un mercado común, tener unas
leyes, etc., pero poca capacidad de juego tienen para cambiar sus decisiones en este
campo.