Discursos de esclavitud en Chile y la construcción cultural del concepto de aclimatación en
el discurso nacional del siglo XIX.
Francisco Garrido
Introducción
La esclavitud en Chile tuvo sus orígenes en los inicios de la Conquista Española,
trayendo esclavos negros desde las primeras expediciones al territorio. Sin embargo,
durante la época de Gobierno Colonial la situación periférica de la Capitanía General de
Chile no hizo de este lugar un polo atractivo de desarrollo económico dado que no era
viable el masivo desarrollo de las cotizadas plantaciones de azúcar, tabaco o café debido a
las condiciones biogeográficas locales. Independiente de aquello, a principios de la Colonia
la esclavitud en Chile cobró una gran presencia, participando los esclavos de color y
mulatos libres en distintas facetas de la economía nacional.
Luego de la Independencia y la consiguiente abolición definitiva de la esclavitud en
1823, la situación del sujeto de color en Chile y su significancia local fue erradicada del
discurso intelectual decimonónico y justificada bajo el punto de vista de que su escasa
presencia en comparación con otras colonias españolas fue debida en gran medida a una
supuesta falta de aclimatación de los esclavos en el territorio, igualando su condición con la
naturaleza de los cultivos tropicales que se definían como sus actividades propias. Dentro
del discurso científico racial del siglo XIX marcado por valores positivistas de progreso y
enfocado en la construcción de un discurso de nación, vemos que hay un consciente
esfuerzo por parte de las elites por eliminar cualquier elemento del pasado africano en el
territorio, convirtiéndolo simbólicamente a través de su clima y geografía en un lugar sólo
apto para las mejores razas europeas y un mestizaje superior.
La negación de la población color y su asociación a valores ontológicamente
negativos y propios de otros climas y latitudes, genera además una separación discursiva de
la identidad Chilena en relación al resto de Latinoamérica, situación que aún hoy es parte
del discurso en el imaginario nacional.
Los inicios de la esclavitud negra en Chile
La primera presencia de esclavos negros en Chile se inicia con la primera
expedición de Diego de Almagro en 1536, la cual fuera de traer como mano de obra
forzada unos 2000 indígenas, además traía 200 esclavos como parte del personal de
transporte utilizado por los conquistadores que partieron desde Perú (Mellafe). Sin
embargo, durante la época de la Conquista el estatus del sujeto de color aún no se veía
completamente disminuido como lo fue poco tiempo después durante la Colonia, e
inclusive hubieron destacados conquistadores mulatos y negros que cumplieron activos
roles en la conquista de Chile, donde destacan especialmente las figuras de Felipe, Juan
Fernández, Juan Valiente y Juan Beltrán, siendo estos dos últimos incluso merecedores de
una encomienda en el sur del país (Restall). En el caso de Juan Valiente, es posible que
incluso este último haya sido un cimarrón que escapó de su amo en México huyendo hacia
Perú, donde fue reclutado por la expedición de Diego de Almagro y así alcanzó un
importante grado de movilidad social (Ramón Acevedo).
Uno de los primeros usos económicos ambicionados para la internación de esclavos
de color en Chile estuvo relacionado con la minería, donde el gobernador Pedro de Valdivia
en un comienzo y luego Jerónimo de Alderete solicitaron provisiones especiales a la
Corona para su importación en gran escala y monopolio, proyectos que fueron abortados
abruptamente por la muerte de aquellos personajes (Mellafe). Si bien dichos proyectos no
fueron ejecutados en la escala deseada, la rápida disminución de la mano de obra indígena
en Chile, hizo de la aplicación de mano de obra esclava a la minería una actividad si bien
pequeña en escala, recurrente.
La rápida disminución de la mano de obra indígena hizo que la población de color
en Chile a fines de la época de la conquista fuese bastante significativa, llegando a ser a
inicios del siglo XVII, incluso mayor que la cantidad de españoles y europeos (tabla 1).
Años
Españoles
europeos y criollos
Mestizos
blancos
Negros y mestizos
de color
Indios de paz en
encomiendas y otros
Indios
rebelados Total
1540 154 10 1.000.000 1.000.164
1570 7.000 10.000 7.000 450.000 150.000 624.000
1590 9.000 17.000 16.000 420.000 120.000 582.000
1600 10.000 20.000 19.000 230.000 270.000 549.000
1620 15.000 40.000 22.000 230.000 250.000 557.000
Tabla 1. Población del Chile Colonial, siglos XVI e inicios del XVII (según Mellafe)
Desde los comienzos de la Conquista, en un escenario donde nuevas identidades y
actores sociales entran en juego, se denotan los problemas para entender la otredad bajo la
lógica del discurso oficial manifiesto por medio de las crónicas. Una escena interesante que
refleja la imagen prejuiciada hacia el indígena y su relación con el sujeto de color durante la
época de la conquista, es referida por el cronista español Mariño de Lobera cuando relata
una supuesta situación de interacción acaecida a situación de un naufragio. Luego de la
muerte del piloto y un fuerte temporal, un barco español varó en la costa norte del país con
un cargamento de provisiones para la naciente capital de Chile en Santiago. Según el relato,
los indígenas de la zona se acercaron al naufragio y mataron a los españoles capturando a
un esclavo negro que venía allí:
Estaba entre aquellos españoles un negro esclavo de uno de ellos, con cuyo aspecto
se espantaron muchos los bárbaros, por no haber visto jamás jesto de hombre de
aquel color; y para probar si era postizo lo labaron con agua muy caliente
refregándolo con corazones de mazorcas maíz y haciendo otras dilijencias para
tornarlo blanco; pero como sobre lo negro no hai tintura, el quedó tan negro como
su ventura, pues fue tal que lo trajo a manos de jente tan inhumana que después de
todo eso le dieron una muerte mui cruel (Mariño de Lobera 89).
Es interesante este relato, porque fuera del hecho obvio que no hubieron testigos de
tal situación (debido a que todos murieron), el propio gobernador de Chile, Pedro de
Valdivia, narra el mismo naufragio en una carta dirigida al rey de España, pero fuera de dar
cuenta de la existencia de un esclavo negro en la tripulación, nada dice de su supuesto
destino a manos de los indígenas (Valdivia). Y en efecto, dicho relato no sería más que la
extrapolación del autor hacia un contexto histórico de la famosa fábula de Esopo conocida
bajo el nombre de “El Negro”1:
Cierto hombre que había comprado un negro, creyendo que su color lo causaba el
abandono y negligencia de éste, que había dejado que poco a poco se ennegreciera y
1 Conocida también bajo el nombre de “El Etíope” en ediciones contemporáneas de las fábulas de Esopo.
ensuciara su cutis, lo hizo meter en toda clase de baños, y probó lavarlo de todos
modos; pero no solamente no pudo quitarle el color, sino que tan repetidas
abluciones lo pusieron enfermo. (moraleja) No se pueden quitar ciertos defectos que
provienen de la naturaleza (Esopo 187).
El total desconocimiento de la otredad por parte del conquistador español y su
posición dominante lo hace entender al otro a través de lo conocido para así intentar
dominarlo (Todorov). La relación entre dos de las más bestiales criaturas que el español
puede imaginar, el esclavo negro y el indígena, no lo llevan a pensar en más lógica que la
inhumanidad en su interacción, con todas las categorías propias del modo de pensar según
el modelo “orientalista” (Said). Y será precisamente esa incomprensión la que dominará el
discurso colonial local donde el esclavo jamás tendrá voz propia, sino que será entendido a
través de los paradigmas dominantes de cada época sobre su naturaleza y condición de
vida.
Usos económicos e ideario sobre el esclavo Colonial en Chile
Muchos de los oficios mecánicos durante la Colonia fueron realizados por indígenas
o por artesanos criollos que contaban con esclavos negros como personal de apoyo,
llegando estos últimos inclusive a ser oficiales en carpintería, herrería o albañilería (Grez).
Un caso interesante que refleja el carácter de los oficios del esclavo en Chile puede ser
visto en el testamento de don Melchor Jufré Águila en 1631 donde se describen 16
africanos entre cuyos oficios se cuentan los de albañilero, carreteros, zapateros y mujeres
cocineras (Peri Fargestrom). Actividades agrícolas, de pastoreo y minería también
utilizaron mano de obra esclava, aunque en menor medida en comparación con otros
sectores de la población mestiza.
Según Feliú Cruz, en Chile, “los esclavos llevaban una vida de relativa comodidad”
(18). Sin embargo, el mismo autor cita el caso del calesero de la familia del luego célebre
estadista Diego Portales, donde el padre de éste le había hecho un sombrero de latón a su
esclavo calesero, el cual el joven Diego calentaba al fuego y se lo ponía en su cabeza para
burla familiar.
Negros y mulatos libres durante la Colonia estaban sujetos a diversas restricciones
sociales y políticas, pero una de las más fuertes refería al pago de tributo por el hecho de
vender su trabajo en cualquier oficio. La única posibilidad de eximición de aquel tributo era
su participación en milicias de infantería, conocidas como “milicias de pardos”, creadas en
Chile en 1643 para dedicarse a labores de defensa del territorio contra ataques de piratas,
rebeliones indígenas, guardia urbana y obras públicas (Ramón Acevedo). Sería este
batallón de pardos el mismo que en la época de la Independencia de Chile sería renombrado
como “Infantes de la Patria” y habría tenido una destacada participación en diversas
batallas y especialmente en la de Maipú, una de las más decisivas para la independencia
nacional (Feliú).
El servicio doméstico fue también una importante actividad para la cual fueron
utilizados esclavos, cuya tenencia significaba una fuente de estatus para su propietario al
demostrar su suficiencia económica (Mellafe, Dubinovsky, Ramón Acevedo). El sujeto
esclavo debía ser útil y bajo dicha lógica sumiso. Una interesante práctica al respecto fue la
venta de esclavos con un “seguro de tachas” que buscaba aminorar la potencial merma
económica producida por malas conductas como el alcoholismo, robo y cimarronaje, tal
como lo vemos en el ejemplo siguiente:
Sepan cuantos esta carta de venta real vieren, como yo Antonio de Cañas, mercader
residente en esta ciudad de Santiago de Chile, otorgo por esta carta que doy en venta
real al M.R.P. fray Rodrigo Lobato, del orden de Ntra. Sra. De las Mercedes, que
ésta presente, una negra, mi esclava, llamada Magdalena, de casta angola , de edad
de dieciocho años, poco más o menos, por bozal, recién venida de Guinea, alma en
boca, queso en costal, con seguro de tachas de borracha, ladrona, cimarrona y de
otras que tuviere o pareciere tener, excepto de enfermedad pública ni secreta , si la
tuviese, y por cobro de derechos reales de contado, de los cuales me doy por bien
contento, entregado y pagado por ser en mi poder… (Medina 195).
La misma existencia de este seguro hace suponer la existencia de ciertos atributos
negativos o “tachas” a los cuales serían propensos los individuos de color por su propia
condición racial. Interesante es además que las enfermedades no están cubiertas
precisamente por su universalidad e interracialidad, dando cuenta así que los otros
elementos serían propios de la condición del esclavo y son a la vez un riesgo para su amo.
Lo extenso de las rutas de transporte de esclavos desde Buenos Aires a Santiago y la
multiplicidad de intermediarios habrían generado en el siglo XVIII una serie de normas
locales relativas a la falta de responsabilidad del vendedor final en torno a las tachas, vicios
y enfermedades, dando pie al origen de instrumentos de corte capitalista bancario que
pudieran asegurar el riesgo de invertir en un esclavo (Dubinovsky).
Un caso judicial a este respecto es el de María, una esclava bozal de 30 años traída
del reino de Dahomey, la cual fue vendida al fray hospitalario Pedro Ome de Pezoa y
Rivera en Santiago (Ramón Acevedo). En 1602, se inicia una causa judicial por la supuesta
“demencia e imbecilidad” de la esclava al no poder entender órdenes y se exige la
restitución del dinero de compra, a lo cual la vendedora original, doña Jacinta Flores,
argumenta hábilmente que el problema es la bozalidad de la esclava y no otro defecto
previo.
El esclavo se espera sea una inversión segura en capital, y así como cualquier otra
mercancía o herramienta, puede ser asegurado, considerado defectuoso y exigida la
restitución del dinero gastado. Cualquier tacha o “defecto” como el alcoholismo o
cimarronaje era un factor visto como un atentado en contra del amo por parte del esclavo,
haciéndole perder valor a su inversión por la rebaja en el precio de venta. Esto llevó a
ejercer en Santiago medidas de castigo judicial consistentes en azotes, castración y la
mutilación de orejas contra esclavos con tachas (Mellafe). Todo ello no es más que una
muestra más de la cosificación discursiva y práctica en la trata de esclavos, desprovista de
cualquier noción acerca de la humanidad del sujeto en transacción, considerando sólo su
aspecto funcional.
La inferioridad racial no sólo estuvo presente en la condición de esclavo, donde
incluso personas libres eran discriminadas y no podían contar con las mismas garantías
públicas por ser de color. Los maniqueísmos del discurso colonial con sus polaridades de
cualidades asociadas no sólo al color de piel, sino incluso a la total blancura de sangre
tuvieron repercusión en los casos judiciales de “disfraces de color” (Undurraga), donde
constan varios expedientes de anulación de matrimonios al demostrar la falta de pureza
racial de alguno de los cónyuges, independiente de su color de piel visible. El esencialismo
de la discriminación racial iguala esclavitud y raza, permitiendo así la jerarquización del
mundo en torno a categorías fenotípicas que permiten crear el nuevo orden mundial que
desde el siglo XVI da pie a la acumulación primitiva del capitalismo multinacional
(Winant).
Al mismo tiempo, durante el siglo XVII aparecen los primeros discursos
ambientalistas acerca de la esclavitud en Chile, que consideran que sólo un clima cálido
sería propio del sujeto de color. Un ejemplo de ello lo vemos en la explicación que da el
cronista González de Nájera acerca del bajo nivel de cimarronaje en el territorio nacional,
donde fuera de argumentar que una razón sería el supuesto buen trato hacia los esclavos, la
siguiente razón sería:
…que siendo naturalmente los negros friolengos, no dejan el poblado por los
desabrigados montes de tierra fría, pues las partes a donde se pueden huir, o ha de
ser la cordillera entre la nieve, o a mayor altura de tierra, partes que son siempre
más frías que las que habitan los españoles, y que no les ha de ser tan conforme a su
natural, como el Perú y Brasil a los que allá se huyen por ser tierras calidísimas y
sin invierno, donden andan desnudos por los montes, como lo hacen en su natural
tierra (González de Nájera citado en Mellafe 86).
Dicho discurso ambientalista que argumenta la inadecuación del personaje de color
a la geografía y clima nacional, será un tópico relevante en el Chile decimonónico como
argumento de superioridad racial y negación de la identidad negra, tal como veremos en la
discusión de la creación del ideario de nación luego de la independencia de Chile.
Abolicionismo e Independencia
Manumisión y compra de sí mismo fueron los únicos mecanismos de libertad para
el esclavo de color durante la época colonial. La población estimada de negros y mulatos
hacia fines de la época colonial se estima en alrededor de 12.000 individuos, siendo más de
la mitad de ellos esclavos (Feliú).
La abolición de la esclavitud en Chile es un fenómeno directamente asociado a la
independencia y los ideales ilustrados, siendo Manuel de Salas el principal gestor de esta
reforma. El 11 de octubre de 1811, un año después de haberse iniciado el primer Cabildo
Abierto en Santiago, fue declarada la libertad de vientre (Guerrero) donde dentro de su
formulación podemos resumir los siguientes puntos fundamentales:
- Contrariedad de la esclavitud al espíritu cristiano, humanidad y buenas costumbres
- Fin a toda importación de esclavos
- Libertad para cualquier esclavo que llegase y se mantuviese en territorio nacional
por más de seis meses
- Preocupación por los amos de esclavos en cuanto a la permanencia en el servicio de
los esclavos actuales
- Libertad de vientre para los hijos de esclavos nacidos desde ahora en adelante
- Libertad de vientre como condición de venta de una esclava al extranjero
La reconquista española del reino de Chile en 1814, creo un paréntesis en la
aplicación de esta normativa, la cual sólo es retomada luego de la Independencia. A pesar
de los ideales ilustrados de la época y de las mencionadas contradicciones al espíritu
cristiano, humanidad y buenas costumbres, el peso económico de la esclavitud y el poder
aristocrático de sus poseedores le quitó bastante peso práctico a esta medida abolicionista,
donde no cambiaba en nada la situación para todos los esclavos ya existentes. Este discurso
abolicionista inicial fue claramente impulsado desde arriba y a pesar de los ideales
ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad que condenaban la institución de la esclavitud
por argumentos de derecho natural, fue más fuerte la excusa paternalista que de los
esclavos no podían ser liberados inmediatamente porque serían unos vagos sin oficio. El
discurso de la primera junta de gobierno lanzado en 1811 junto a la proclama de libertad de
vientre destaca lo siguiente:
Esclavos, preciosa porción, aunque infeliz de la humanidad, nuestras embarcaciones
jamás condujeron de África a vuestros progenitores. Vosotros habéis visto a
nuestros hermanos los indios sujetos a peor condición; y nuestras trabas y
envilecimiento casi nos dejaba de una suerte igual a la vuestra. Ya es libre vuestra
posteridad. Chile es el primer país de la América Española que proclama ese natural
derecho: agradecednos lo que es posible por ahora. Os halláis sin industria y sin
ocupación para subsistir; por esto no podéis ser unos hombres libres, pero vagos.
Sin embargo, luego veréis los principios suaves y benéficos que modificaran la triste
servidumbre hasta reduciros a la clase de hijos (Feliú 40).
Como podemos ver en la dicha proclama, el discurso de elite busca el abolicionismo
en función de corregir “nuestras trabas y envilecimiento que casi nos dejaba de una parte
igual a la vuestra”, donde se enmascaran como víctimas los victimarios y se busca
falazmente argumentar una igualdad de daños que oculta la asimetría de poder de la
situación. Por otro lado, es interesante desde el temprano discurso nacionalista que busca
destacar la superioridad moral de Chile en relación al resto de colonias españolas, recurso
que sería bastante común en la segunda mitad del siglo XIX.
La medida inicial de libertad de vientre causó bastante revuelo en la aristocracia
local y en muchos casos no fue respetada. En 1814 y ante la creciente amenaza de la
reconquista española del territorio, la presión del nuevo Gobierno de José Miguel Carrera
por tropas llevó a crear el regimiento denominado “Ingenuos de la Patria” con el fin de
reclutar esclavos desde los 13 años hacia adelante y asegurarles su libertad a cambio de
trabajo militar, donde el Estado se comprometía a pagar progresivamente su valor
económico a los previos dueños (Feliú). El paternalista y humillante título de este
regimiento reflejaba la condición asignada a su composición, el cual fue principalmente
conformado por esclavos fugitivos, ya que hubo mucha resistencia de los amos a consentir
la decisión de sus esclavos de ir al ejército. Este regimiento fue suprimido aquel mismo año
por el nuevo gobierno español durante el período de la Reconquista (1814-1817).
Si bien el regimiento de “Ingenuos de la Patria” no tuvo mayor éxito, distinta sería
la situación del anteriormente mencionado regimiento “Infantes de la Patria”, derivado de
la milicia de pardos y compuesto por negros y mulatos libres. Este regimiento tuvo
destacadas acciones militares durante la última fase de la Independencia entre 1817-1818,
destacando por sobre todo la figura del mulato José Romero, quien llegaría a ser un
importante oficial del ejército chileno, recibiría condecoraciones, y luego pasaría a ser
Oficial de Sala de la Cámara de Diputados en la nueva República hasta poco antes de su
muerte su muerte (Feliú).
Sería una vez consolidada la Independencia cuando la abolición de la esclavitud
cobraría un nuevo impulso y esta vez definitivamente asegurada. Va a ser en 1823, cuando
José Miguel Infante desde el Senado promovería la eliminación definitiva de la esclavitud
en Chile con sus célebres discursos anti esclavitud:
Han sido arrancados de los hogares de sus dueños como cerca de dos mil esclavos y
cuatrocientos jóvenes, para ser llevados a lejanos fundos: allí se les ha arrojado en
miserables galpones para vivir, atados con cordel para que no puedan fugarse. Algunos han
sido marcados a fuego, porque se han rebelado contra una tal ignominia. Las jóvenes
esclavas han sido entregadas al ludibrio de los trabajadores de las haciendas, violadas y
vejadas, una y mil veces, para hacerlas infecundas por la frecuencia del comercio del acto.
Los matrimonios jóvenes han sido separados, y no ha bastado el llanto ni el dolor, la
súplica y la agonía de estas pobres gentes, para merecer el perdón. ¿Es esta conducta la que
enseña la caridad cristiana? ¿Es esto obrar de acuerdo con los principios liberales por los
cuales hemos luchado? Pero ya se ve, los que así han procedido no han tenido ni principios
cristianos ni sentimientos humanos, y de esta manera menos han podido comprender los
ideales liberales… Los que defienden la esclavitud no son más que asesinos que no pueden
matar sino esclavos. No se atreven con un hombre de principios libres (Feliú 64-65).
Si bien en un comienzo hubo ciertas polémicas con el poder ejecutivo por la
supuesta vulneración de derechos de propiedad que traería la abolición definitiva de la
esclavitud, finalmente el 23 de junio de 1823 es promulgada la ley que suprime
definitivamente toda esclavitud en Chile y se declara a su vez libre a todo esclavo
extranjero que pise territorio nacional. La desaparición de la institución de la esclavitud en
Chile, trajo consigo la eliminación del sujeto de color dentro del discurso y la vida social
del país, excluyéndolo por completo en la conformación de esta nueva nación.
En lo que sigue del siglo XIX, el discurso identitario nacional basara sus valores en
una supuesta homogeneidad racial que ocultara las abismantes desigualdades sociales de la
época bajo una falsa camaradería nacional inspirada por los triunfos militares en el
extranjero y el aislamiento geográfico del resto del continente. El centralismo
gubernamental manifiesto en un fuerte autoritarismo político durante dicho período,
buscaba integrar en un todo unitario, un país fragmentado geográficamente donde la
democracia y el liberalismo sólo fueron una ficción oligárquica dentro de un contexto
altamente estratificado racial y económicamente (Larraín).
El discurso sobre el clima de Chile y la constitución racial de su pueblo
Para la mentalidad ilustrada que ya no buscaba causalidad basada en órdenes
preestablecidos, sino en la razón y la ciencia, el empirismo fue un medio fundamental de
buscar verdades de acuerdo a criterios objetivos de validez. La diversidad humana fue
explicada de muchas formas y entre ellas la alusión climática fue un importante argumento
para la conceptualización de las diferencias fenotípicas de individuos basadas en color de
piel, estatura, cabello y otros rasgos. El concepto antropogeográfico de Buffon determinara
la biología y para Montesquieu el clima incluso determina incluso el tipo de vida social de
los individuos (Urteaga). En dicha perspectiva, las cálidas zonas meridionales son vistas
como cunas de promiscuidad sexual, humedad insalubre, enfermedad, lascivia, tiranía y
falta de moral y orden constituyendo todos los elementos de la clásica visión “orientalista”
(Said), donde se construye la identidad social del otro de modo autoevidente sin siquiera
tener que argumentar lo que naturalmente se asume que existe en oposición a la
racionalidad y progreso occidental.
Después de la Independencia, la constitución de la idea de nación en el Chile del
siglo XIX excluyó por completo la presencia del sujeto africano, destacando la
homogeneidad racial local. Algunos de los primeros discursos a este respecto se pueden
encontrar en relatos de viajeros acerca de las costumbres y composición del pueblo
nacional (Krebs) donde la mención de mulatos y negros es asociada a valores morales
negativos y Chile sería afortunado de no poseer una gran separación de castas. Por ejemplo,
el viajero alemán Eduard Friedrich Poeppig, quien permaneció dos años en Chile entre
1827 y 1829, hace la siguiente afirmación acerca de los potenciales problemas que
produciría la presencia de gente de color en el país, las que serían contrarias a la estabilidad
política y el desarrollo de la civilización:
Los chilenos tienen conciencia de esta circunstancia y se felicitan con razón por el
hecho de que las peculiaridades de su país y de sus antepasados han impedido la
formación de una sociedad en que un mal permanente habría puesto en peligro el
bienestar de sus descendientes. Esta joven República emergió más rápidamente que
sus otros hermanos de la anarquía de la lucha revolucionaria y ha alcanzado un
mayor nivel de civilización y orden que no tiene parangón en este continente. Ello
se debe principalmente a la circunstancia de que cuenta con muy pocas personas de
color entre sus ciudadanos (Poeppig citado en Krebs 73).
Sin embargo, las poblaciones de color no fueron la única amenaza percibida dentro
del ideario de la joven República, sino que las una vez calificadas como heroicas
poblaciones indígenas del sur de Chile que resistieron el dominio español, serán vistas en el
discurso del siglo XIX desde un punto negativo y retrógrado. A nivel de gobierno desde
1845, hubo explícitos intentos de “desbarbarizar” la zona sur del país y así promover la
inmigración europea, especialmente alemana, por considerarla una raza superior y laboriosa
(Salazar y Pinto), creándose incluso agencias gubernamentales de colonización en Europa.
El proceso de racialización fue enfocado a lo europeo, y uno de los grandes atractivos
ofrecidos para los nuevos colonos era precisamente el clima y la geografía de Chile, tal
como lo podemos ver en los documentos oficiales de la Agencia de Colonización en
Europa:
… y en seguida, completada esa gran población de que hablamos, ya veríamos si
sería posible constituir una nación más poderosa que Chile de cada una de las
antedichas repúblicas (Brasil y Argentina), considerando nuestra variedad de climas,
algunos de ellos superiores a cualesquiera otros del mundo, la extensión de nuestra
costa y el número de nuestros puertos, colocados siempre al costado mismo del
lugar de producción, la configuración del territorio en que alterna el valle con la
montaña, la riqueza del suelo y la seguridad de abonarlo con producto propio, las
fuerzas naturales ilimitadas de las caídas de aguas, la riqueza mineralógica unida a
la agrícola, el vigor y la tenacidad de la raza que produce ese clima, la correcta
organización política etc., etc. (Agencia de Colonización del Gobierno de Chile
15).
¿Quién ignora que cada país europeo tiene sus cultivos especiales, apropiados a su
clima y sistemas de cultura diferentes, casi todos utilizables en el suelo y bajo el
clima incomparable de Chile? (Agencia de Colonización del Gobierno de Chile 146)
Como podemos ver en dichas citas, la argumentada superioridad del clima chileno
dentro del contexto sudamericano y su semejanza con el europeo, harían posible para los
nuevos colonos una transición natural a este nuevo territorio donde dos razas fusionadas y
moldeadas bajo las mismas benéficas influencias de la geografía nacional darían origen a
una nueva nación.
El influyente historiador Benjamín Vicuña Mackenna en su obra titulada “El Clima
de Chile”, fuera de describir los atributos atmosféricos de las distintas regiones del país y la
historia de sucesos climáticos especiales, concluye asociando aquellas características a la
misma constitución nacional de la patria.
El clima de Chile, que en cierta manera es Chile mismo, que es la patria i sus
mas dulces atributos de vejetacion i luz, de fecundidad i armonía, de paisajes
inimitables en los sombríos i templados valles, de majestad silenciosa i aterrante en
los senos de sus nieves de eterno refrijerio i de imperecedero raudal; ese clima
dulce, regulador, alternado blandamente en sus transiciones, fijo de estacion -en
estacion, i especialmente estable, que es lo que -en su cielo i en su suelo el
estranjero encuentra mas digno de alabanza (Vicuña Mackenna 204).
La idea de estabilidad climática es una metáfora de la también alabada estabilidad
política con que las elites locales enfatizan la imagen de Chile hacia ojos locales y foráneos.
El clima y la geografía física son claramente asociados a la idea de nación, naturalizando en
el paisaje ciertos valores culturales que serían propios de un país distinto y superior al resto
de sus vecinos.
El discurso nacionalista y racista científico de fines del siglo XIX alcanza una
magnitud excepcional en la obra de Nicolás Palacios, quien en su libro la “Raza Chilena”
(1904), busca realzar los supuestos valores del pueblo chileno desde un punto de vista
racial claramente europeizante. Palacios trata de justificar de modo natural la ausencia de
población negra en el territorio bajo un paradigma ambientalista y darwinista social donde
por un tema de “selección natural” sólo las mejores razas habrían poblado el territorio
nacional:
El negro en aquellos tiempos venía directamente de las rejiones calientes del Africa
a nuestro clima templado o frio, por lo que se moría aquí, seguramente de tisis,
como se muere en los climas fríos el negro no aclimatado. El zambo mismo es poco
resistente al frio. Además los negros parecen perder gran parte de su facultad
reproductiva fuera de las rejiones cálidas. Hoi se sabe que la aclimatación de una
raza es un proceso selectivo natural, que cuesta la vida a los inadaptados. En EE.
UU. viven a la fecha muchos negros bien aclimatados hasta en las rejiones más frías
de aquel país, pero no es porque todos los negros que han ido a establecerse en las
partes frías se hayan habituado a ese clima, sino porque de los muchos que han ido
solo han sobrevivido los que tenían cualidades especiales de resistencia al frio, i
solo estos últimos han dejado prole con esas cualidades de resistencia; los que no las
poseían, murieron más o menos pronto. La Naturaleza ha escojido para que
sobrevivan en ese clima tan opuesto al en que se ha desarrollado la raza negra, a los
individuos que presentaban como propiedad individual esa resistencia al cambio de
clima. Es pues una selección natural (Palacios 209-210).
…Las tres familias negras que conocí en Santiago en 1901, compuestas de unas
veinte personas en aquella fecha, vivían en el barrio de la Recoleta i procedían de
negrillas traídas del norte por oficiales del ejército que hizo la guerra del Pacífico.
Es difícil calcular cuanto mal puede hacer un solo negro introducido en un país
(Palacios 210).
La población negra es claramente asociada a un mal naturalmente superado por el
clima y las familias de color en Chile serían un producto foráneo y altamente negativo para
el espíritu nacional. En términos metafóricos, habría sido el mismo clima que representa a
la nación en términos de Vicuña Mackenna, quien se liberó de las razas inadaptadas e
inferiores dando pues sólo cabida a los mejores elementos de ascendencia europea dentro
del contexto nacional. El racismo científico cobra aquí altos realces y busca clasificar y
naturalizar bajo diferencias y procesos naturales una fuerte realidad de discriminación
social.
Curiosamente en este discurso lo indígena es reconocido y considerado superior en
función de su belicismo heroico. Sin embargo, va a ser la realidad del mestizaje con el
europeo y no el ser indígena independiente quien sería el verdadero sujeto nacional. Al no
poder negar el fenotipo indígena en la población chilena, Palacios lo exalta y lo compara
con el perfil europeo:
Efectivamente, los godos i los araucanos, tan diferentes en su aspecto físico, poseían
ambos, con la misma nitidez i fijeza, todos los rasgos característicos de lo que los
entendidos llaman sicolojía varonil o patriarcal, en la que el criterio del hombre
prima en absoluto sobre el de la mujer en todas las esferas de la actividad mental.
No tengo para que recordar la altísima importancia que los sociólogos atribuyen a la
directriz patriarcal en sicolojía étnica. El perfecto patriarcado de la raza jermánica es
bien conocido por todos, pero el de nuestro antepasado indíjena solo parecen
apreciarlo los sabios estranjeros, como H. Spencer, que lo pone como tipo, o Smith
o Hancock, que lo encomian en grado sumo (Palacios 5).
La raza chilena estaría representada principalmente por sus estratos sociales bajos
bajo la figura del “roto chileno” y paradójicamente no necesitaría una mayor influencia
europea porque ya la tendría y, al mismo tiempo, sus elementos indígenas sureños
diferentes de lo andino funcionarían analógicamente en la misma forma que los europeos
en cuanto a psicología y carácter. En conclusión, Palacios explícitamente argumenta que
racialmente Chile no es parte de Latinoamérica y nunca debería serlo, resumiendo de esta
manera gran parte del discurso racial de la elite chilena del siglo XIX.
Conclusión
En la Exposición Universal de Sevilla del año 1992, Chile envió como elemento
principal de muestra para su pabellón, un enorme trozo de iceberg de 140 toneladas y 7
metros de altura traído directamente desde la Antártica. El propósito explícito de esta
acción fue producir un acto simbólico para demostrar que Chile era un país alejado del
tropicalismo tercermundista latinoamericano a través de un gran acto de masividad y
espectacularidad (Cárcamo-Huechante). La imagen país proyectada a través de este acto
simbólico es una clara extensión de un pensamiento neo-ambientalista que todavía juega un
importante rol político e ideológico en el contexto nacional contemporáneo, más de cien
años después.
Durante el pensamiento positivista del siglo XIX, el ambientalismo adquirió un
carácter cientificista y su discurso fue un potente discurso ideológico que buscaba el
distanciamiento con el resto de Latinoamérica y la europeización racial en un contexto que
fuera no sólo atractivo sino también naturalmente apto para la radicación de las poblaciones
del viejo continente. La creación de una “comunidad imaginada” (Anderson) es un esfuerzo
consciente en las elites del siglo XIX, las cuales intentan generar una idea de nación
selectiva en los agentes que incorpora, dejando de lado indígenas y afro descendientes,
aborreciendo a conveniencia a los primeros y simplemente negando a estos últimos.
La corta expectativa de vida de los esclavos en la época colonial debido a lo forzoso
de las condiciones de vida y la crueldad del sistema esclavista (Thompson) generó una
fuerte mortalidad que no puede ser explicada meramente bajo argumentos basados en
condiciones naturales medioambientales. Aunque en Chile el sistema de plantaciones no
fue implementado por razones climáticas, es un error asociar la condición de dichos
cultivos con la naturaleza humana de sus trabajadores. La falacia del concepto de
aclimatación tiene el rol de ocultar bajo un argumento naturalista las contradicciones
económicas coloniales y el fuerte discurso relacionado al ideal racial del siglo XIX, donde
un clima que no favorecería el desarrollo de las supuestamente inferiores poblaciones de
color si ofrecería un clima más apto para razas superiores.
Este caso de “orientalismo” (sensu Said) sudamericano intenta construir una
identidad de nación en completa oposición a ciertos valores y referentes atávicos que se
consideran como desfavorables para la visión de progreso y desarrollo del país. La
economía racial generada por el capitalismo global y su jerárquica clasificación de los
dominados (Winant), hace que las elites busquen alejarse del polo negativo de la diferencia,
se ignore el pasado y se busquen otros referentes para la creación del nuevo ideal racial de
acuerdo al criterio dominante de nuestra sociedad. Tal es la situación que caracterizó la
construcción del ideario de nación en el siglo XIX chileno, donde el sujeto de color no
encontró más que negación y absoluta abolición, no sólo de la esclavitud, sino que también
de su propia existencia.
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