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Para Ratos Nosotros
Etnografía de un circo
Edgar Sánchez Muciño
Los tuareg del norte de áfrica pasan su vida cruzando el desierto del Sáhara a lomo de
camello en busca de agua y pastos donde sus rebaños puedan comer y beber, los indios siux
recorrían las estepas del norte de américa siguiendo el rastro de las manadas de búfalos a los
que consideraban sagrados, el circo también es una comunidad nómada, y también se busca
la vida de lugar en lugar; sus miembros cargan sobre sus espaldas todo lo que necesita para
sobrevivir: mesas, sillas, carpas, luminarias de colores, casas rodantes, equilibristas, payasos,
magos, elefantes, camellos, y… un maestro. Sí, en el circo también se estudia. La Comisión
Nacional para el Fomento Educativo (CONAFE) ha desarrollado el programa Educación
Comunitaria con el objetivo de ofrecer educación inicial y básica a poblaciones que, por
diversas circunstancias, no tienen acceso a la oferta del sistema educativo regular. Por
ejemplo, la población de un circo, que se muda constantemente de lugar y hace imposible
que los niños que allí viven vayan a la escuela.
Este programa educativo hace de la escuela de un circo, una institución educativa con
características únicas. En primer lugar, no es un inmueble fijo, o, por lo menos, no lo es por
mucho tiempo, ya que día a día, semana a semana o mes con mes se mueve con la caravana
del circo. En segundo lugar, el maestro, o sea, el joven instructor comunitario, no sólo vive
en el circo, vive dondequiera que el circo se instale, por ejemplo, en un campo de fútbol, en
el estacionamiento de una plaza comercial, en un pueblo, en una ciudad, y en cualquier estado
de la república. La escuela, el maestro y sus alumnos viajan a muchos lugares, tantos como
las veces que el circo cambie de plaza durante todo el ciclo escolar.
En pocas palabras, sucede que hay una escuela en un circo. Y en otras pocas palabras,
esta investigación es una etnografía sobre lo que sucede en esa escuela, sin embargo, no es
la escuela, ni el circo el gran tema que hay detrás. Aunque el objetivo principal de esta
etnografía es describir la escuela de un circo, tras bambalinas el objetivo es hacer notar que
la cultura forma parte esencial de la vida cotidiana de cualquier grupo humano, incluyendo
desde luego las escuelas a las que asisten sus niños.
Para que quede claro, el gran problema que hay detrás del circo y su escuela, es a su vez
el gran problema que hay detrás de toda investigación en antropología: el reconocimiento de
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la diversidad humana. Es por ello que esta etnografía es un intento por abonar al debate de
que no existe una única ni mejor forma de vivir en el mundo, desde luego, bajo pretexto de
que tampoco existe una única y mejor forma de vivir la escuela. Tal vez es por eso que el
verdadero reto de esta etnografía no es describir las cosas extrañas que suceden en una
escuela en un circo, sino lograr, que quien la lea, ponga en cuestión la “normalidad” de la
escuela en la que le ha tocado crecer y la cultura en la que le ha tocado nacer.
Si hay un gran tema, también hay una gran lección, y esa es que todos somos extraños,
¿por qué?, por el solo y sencillo hecho de que todos tenemos cultura. La etnografía es como
un espejo que nos permite ver cuán extraños somos a partir del extraño reflejo de los “otros”,
por eso, acá el asombro espero no sea por las cosas extrañas que se lean sobre los niños de
un circo, sino por lo extraño que nos debieran parecer las cosas que hacemos nosotros
mismos, es decir, por la cultura con la que jugamos al juego de la vida.
Ahora bien, si el gran tema es la diversidad humana, el gran concepto es cultura. Y si
retomamos la idea general de que todos somos extraños, cultura podría entenderse como:
todas esas actitudes y comportamientos “extraños” que dan forma y sentido a todas las
formas y sentidos “extraños” que tiene el ser humano de vivir. Pero ojo, lo que hace que
todos los seres humanos tengamos cultura no son las cosas “extrañas” que hacemos en
nuestra vida diaria, sino lo que las cosas “extrañas” provocan que ocurra: hacer evidente que
los seres humanos somos, muchísimo más parecidos unos con otros, de lo que la diversidad
de nuestros modos de vida reflejan.
“El pez es el último en comprender el agua” esta es la forman en que la antropóloga
estadounidense Margaret Mead (S/A) resumía el dilema del ser humano de hacerse consiente
de su propia cultura. Recupero esta frase, porque, aunque no lo parezca, no es sencillo darse
cuenta que otros tienen cultura, y más aún que uno también la tiene. Por eso antes que pedirle
a un pez que describa el agua en la que nada, quizás sea más prudente pedirle que describa
primero el agua donde nadan otros peces, mejor aún, describir la tierra seca. Sin duda muchas
sorpresas se llevaría el pez al describir la tierra seca, pero tal vez la primera, y más grande de
todas, sería la de caer en la cuenta de que es agua la sustancia en la que ha estado nadando
desde sus primeras escamas.
Que el gran tema sea la diversidad cultural no es poca cosa. Si echamos una mirada
al pasado, la cultura ha sido, por excelencia la justificación de las mayores atrocidades de la
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historia humana. Desde las grandes y largas guerras, hasta las breves y pequeñas
escaramuzas, todos los conflictos bélicos encuentran su origen en el odio al “otro”, al
diferente, al extraño. Aunque son muchos y muy variados los ejemplos que existen de cómo
el ser humano ha intentado acabar con la riqueza que la diversidad cultural ofrece, todos
tienen su origen en el mismo mal: creer que existe una única y válida forma de vivir en el
mundo.
Si no existe una única y válida forma de vivir en el mundo, tampoco existe una única
y válida forma de vivir la escuela, aunque en ocasiones así lo parezca cuando se leen los
planes y programas de estudio. Digo lo anterior porque aunque tengamos la capacidad de
plasmar en papel nuestro modo ideal de vida (leyes, reglamentos, códigos, legislaciones,
estatutos, constituciones), a final de cuentas solo son modelos, que sirven para organizan
nuestra manera de vivir, pero no son nuestra manera real de vivir.
El modelo educativo no es la realidad, sin embargo es muy peligroso pensar que sí lo
es. Lo que sucede en las aulas es muy distinto de lo que se encuentra escrito en el papel. De
la misma forma que lo que sucede en una escuela comunitaria es muy distinto de lo que se
encuentra escrito en los planes y programas de CONAFE. Y sin embargo, creo que no habría
que sorprenderse. El mundo no es como debería y menos porque se encuentre escrito en
papel.
Esta investigación no busca denunciar sino matizar la generalidad del modelo y, sobre
todo, resaltar que no vivimos en un mundo homogéneo. Allí donde miremos, siempre
abundará la diversidad. El problema es ser capaz de reconocerla. Si llegamos a lograrlo,
entonces sucede lo que bien resume el título del que considero uno de los mejores manuales
de introducción a la antropología, caemos en la cuenta que Para raros, nosotros (Bohannan
1998).
Bibliografía
Bohannan, Paul (1998). Para raros nosotros. Introducción a la antropología cultural. Akal,
España.
Margaret, Mead (S/A), Referenciado en varios textos.
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