El abandono de la vivienda como consecuencia de la delincuencia e
inseguridad urbana en Ciudad Juárez, Chihuahua, México en el
periodo 2007-2010Horacio Capel Sáez Universidad de Barcelona,
España
René Coulomb Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco,
México
Jurado Académico 2012
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
Alan Gilbert University College London, Inglaterra
Alfonso X. Iracheta El Colegio Mexiquense, A.C. México
Alfredo Stein University of Manchester, Inglaterra
Analía Vázquez Universidad Nacional de Mar de Plata,
Argentina
Antonio Alves Días Universidade de São Paulo, Brasil
Carlito Calil Universidade de São Paulo, Brasil
Elena Jorge Universidad de Alicante, España
Enrique Orozco Universidad Nacional Experimental del Táchira,
Venezuela
Francisco Santiago Yeomans Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Monterrey, México
Georgina Isunza Instituto Politécnico Nacional, México
Gonzalo Martínez Universidad Autónoma del Estado de México,
México
Hilda María Herzer Universidad de Buenos Aires, Argentina
Ignacio Carlos Kunz Universidad Nacional Autónoma de México,
México
Irene Blasco Universidad Nacional de San Juan, Argentina
Jahir Rodríguez Universidad Autónoma de Manizales, Colombia
João Sette Whitaker Universidad de São Paulo, Brasil
Juan José Gutiérrez Universidad Autónoma del Estado de México,
México
Luis Gabriel Gómez Universidad de Colima, México
María Elena Ducci Pontificia Universidad Católica de Chile,
Chile
Martim O. Smolka Lincoln Institute of Land Policy, Estados
Unidos
Montserrat Pareja Universidad de Barcelona, España
Patricia Ávila Universidad Nacional Autónoma de México,
México
Paula Meth University of Sheffield, Inglaterra
Pedro Abramo Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
Peter Kellett Newcastle University, Inglaterra
Peter M. Ward University of Texas at Austin, Estados Unidos
Priscilla Connolly Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco,
México
Renato Cymbalista Universidade de São Paulo, Brasil
Rosana Gaggino Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas, Argentina
Ruby Mejía Universidad del Valle, Colombia
Sergio Manuel Alcocer Universidad Nacional Autónoma de México,
México
Sergio Vega Universidad Politécnica de Madrid, España
Silverio Hernández Universidad Autónoma del Estado de México,
México
Teresinha Maria Gonçalves Universidade do Extremo Sul Catarinense,
Brasil
Tito Alejandro Alegría El Colegio de la Frontera Norte A.C.
México
Tanus Moreira Pontifícia Universidade Católica de Campinas,
Brasil
Wiley Ludeña Universidad Nacional de Ingeniería, Perú
Mensaje del Director General del Infonavit
El Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los
Trabajadores (Infonavit), a través de la Red Digital de información
sobre la Vivienda, y en colaboración con la Universidad Autónoma
del Estado de México (UAEMex) por medio del Sistema de Información
Científica Redalyc, consolidaron en 2008 la Comunidad de Estudios
Territoriales, un espacio académico que permite la difusión de
publicaciones científicas y la colaboración entre investigadores de
diversos países.
En 2009 el Infonavit y la UAEMex convocaron la primera edición del
Premio Iberoamericano de Tesis de Investigación sobre Vivienda
Sustentable Infonavit-Redalyc, con el fin de reconocer los
resultados relevantes de trabajos de investigación sobre temas
vinculados a la vivienda sustentable en Iberoamérica. Desde
entonces, su vocación ha contribuido a la generación y difusión de
los nuevos conocimientos, los métodos y las estrategias de análisis
sobre estas temáticas; generando un diálogo entre la Academia y el
Instituto. A lo largo de la historia del premio, la convocatoria
abierta de las tesis publicadas tiene la finalidad de impulsar la
difusión de los trabajos ganadores, no sólo dentro de la comunidad
académica sino al público en general.
Como las bases lo han referido, en este galardón participan tesis
de maestría y doctorado para obtener grado ante instituciones de
educación superior, cuyos programas de estudio avalan el
reconocimiento de las instancias legales de educación
correspondientes a cada país. El Instituto se ha interesado por
estas publicaciones, ya que las contribuciones de este tipo de
trabajos propician reflexiones orientadas a fomentar la
construcción y mantenimiento de ciudades compactas y sustentables,
que impactan de manera directa en la vida de los habitantes de las
mismas.
Por cuarto año consecutivo, el Premio Iberoamericano de Tesis de
Investigación sobre Vivienda Sustentable Infonavit-Redalyc se ha
convertido en una oportunidad ideal para comunicar y dar a conocer
los trabajos de investigación que reflexionan sobre la realidad de
las ciudades y nos ayudan a enriquecer nuestra estrategia
institucional
en materia de vivienda para así mejorar la calidad de vida de
nuestros derechohabientes.
La convocatoria de este premio se dirigió a estudiantes graduados
de maestría y doctorado con tesis concluidas y sustentadas entre el
1 de junio del 2009 y el 15 de mayo del 2012. La recepción a esta
convocatoria por parte de la comunidad académica superó con creces
los envíos de otros años. Se recibieron 32 trabajos en total, 19 de
maestría y 13 de doctorado, como resultado de investigaciones sobre
la producción, gestión y acceso a la vivienda, el desarrollo
habitacional, el sistema de información sobre los desarrollos
urbanos, la organización y participación ciudadana, así como la
regeneración, reconstrucción y densificación urbana como referencia
a la vivienda sustentable en Iberoamérica.
Para evaluar los trabajos, provenientes de más de 12 países, entre
los que destacan México, Brasil, España, Argentina, Chile,
Colombia, Cuba y Reino Unido, entre otros, se conformó un jurado
compuesto por 41 académicos, profesionistas, especialistas e
investigadores dedicados al estudio de las problemáticas urbanas y
el desarrollo territorial en Iberoamérica. Posterior a la
deliberación del Jurado de Expertos, los resultados se evaluaron y
ratificaron por un Jurado de Calidad, integrado por el Director
General de la Comisión Nacional de Vivienda, el Director General de
la Sociedad Hipotecaria y el Director del Centro de Estudios
Económicos del Sector Privado. Por segunda ocasión, la edición 2012
celebra dos categorías en la entrega del Premio: la Categoría A de
Investigación Básica (teórica o teórica- práctica) y la Categoría B
de Investigación Aplicada a realidades concretas con resultados
tangibles. Tanto el Jurado de Expertos como el Jurado de Calidad
decidieron otorgar el primer lugar de la Categoría A de
Investigación Aplicada a Ernesto López Morales por la tesis
Urbanismo proempresarial y destrucción creativa: Estrategia de
renovación urbana en el pericentro de Santiago de Chile, 1990-2005,
tesis presentada para obtener el Doctorado en Planificación Urbana
por University College London, que propone una metodología
innovadora para abordar el tema de suelo en zonas periurbanas y sus
posibles implicaciones para entender procesos similares en toda
Latinoamérica;
además reúne una gran cantidad de análisis empíricos para abordar
este tema. En la misma categoría, Carlos Alberto Torres Tovar
obtuvo el segundo lugar por su trabajo Producción y transformación
del espacio residencial de la población de bajos ingresos en
Bogotá, en el marco de políticas neoliberales (1990-2010), tesis
que presentó para obtener Doctorado en Arquitectura y Ciudad por el
Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de
Valladolid. En este trabajo se demuestran los impactos que han
tenido las políticas de desarrollo urbano y vivienda en la
producción de asentamientos informales en Bogotá.
El tercer lugar de la Categoría A fue para el estudio El abandono
de la vivienda como consecuencia de la delincuencia e inseguridad
urbanas en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, en el periodo
2007-2010 de Gabriel García Moreno, quien cursó estudios de
Maestría en Planificación y Desarrollo Urbano en el Instituto de
Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez; una investigación cuya conclusión creativa es a escala de
barrio pues el abandono de viviendas no está asociado a la
inseguridad pública, en contrasentido de los puntos de vista
usuales en los medios y poniendo en cuestión algunos argumentos
usados por el gobierno para sustentar su política de recuperación
de espacios públicos.
En el caso de la Categoría B, el primer y único lugar se otorgó a
Susana Restrepo Rico por su investigación sobre Mejoramiento
sostenible de asentamientos informales en países en desarrollo:
Brasil, Indonesia y Tailandia, realizado en la Universidad de
Ciencias Aplicadas Fachhochschule Frankfurt am Main. En esta tesis
se aborda una problemática de alto contenido social; además de
analizar con rigor metodológico los factores que han caracterizado
a proyectos exitosos implementados en sectores urbanos deprimidos
para mejorarlos y brindarles sustentabilidad al dignificar la vida
de amplias mayorías de población. Con esta convocatoria, y las más
de 175 tesis registradas en el Repositorio Iberoamericano de Tesis,
alojado en la Red Digital de Información sobre Vivienda del
Instituto, podemos consolidar ciudades más inteligentes y
eficientes, que sean mejores y más habitables, que se integren a
entornos competitivos para fomentar
la creación de comunidad y plusvalía patrimonial. De esta forma, el
Instituto se compromete con el intercambio académico y generación
de conocimiento ante las problemáticas y desafíos en
Iberoamérica.
El Premio Iberoamericano de Tesis de Investigación sobre Vivienda
Sustentable Infonavit-Redalyc, simbolizado con “Ave”, una escultura
del artista mexicano Hersúa realizada en 2009, se consolida como
referente universal de la producción científica, relacionada con
los temas de vivienda, así como un canal de consulta abierta
destinada a nuevas metodologías de investigación. El Premio de
Tesis se perfila como una plataforma de posicionamiento y difusión
universal de gran impacto en Iberoamérica; reflejo de nuestra
preocupación por actividades académicas hacia la nueva misión y
visión del Instituto.
Desde el Infonavit esperamos que esta cuarta edición contribuya a
crear una reflexión interdisciplinaria con la finalidad de debatir,
evaluar, investigar y proyectar estudios historiográficos y
prospectivos sobre la calidad de vida de las ciudades, su
permanencia y trasformación. Resulta acuciante recuperar la
competitividad y sustentabilidad hacia un modelo inteligente,
compacto y eficiente al maximizar el valor patrimonial de los
habitantes, sus espacios habitables y su propia ciudad.
Mtro. Alejandro Murat Director General del Instituto del Fondo
Nacional de la Vivienda para los Trabajadores
Mensaje del Rector de la UAEMEx
A cuatro años de su inicio, el Premio Iberoamericano de Tesis de
Investigación sobre Vivienda Sustentable Infonavit-Redalyc se ha
convertido en un referente entre instituciones nacionales e
internacionales de educación superior, ya que ha demostrado que es
posible alcanzar el anhelado ideal de colaboración entre el sector
gubernamental y el académico para generar nuevas formas de acción
en beneficio de la ciudadanía. En este sentido, la contribución
entre el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los
Trabajadores y la Universidad Autónoma del Estado de México, a
través del Sistema de Información Científica Redalyc, ha impulsado
la investigación sobre vivienda y estudios urbanos para definir y
visibilizar las problemáticas de este tema tanto en México como en
Iberoamérica.
Si bien es cierto que en cada uno de los países iberoamericanos
existen problemáticas particulares que no son aplicables para el
resto de ellos, también es innegable que es necesario conocer las
nuevas propuestas que existen en Iberoamérica; de esta forma el
Premio impulsa la investigación urbana nacional para dar respuesta
a los problemas relacionados con los procesos de diseño,
construcción, financiamiento y gestión de la vivienda, además de
impulsar la conformación de un paradigma iberoamericano sobre la
investigación urbana que sin duda es un esfuerzo bien recibido por
la comunidad académica internacional.
La vivienda como objeto de estudio se ubica en diferentes
dimensiones: económico, político, social y ambiental, se le
reconoce como un factor de estímulo económico, como un elemento
central dentro de la política pública que influye en el crecimiento
urbano, como una demanda social o parte del patrimonio familiar y
producto para disminuir los impactos ambientales. La complejidad de
la vivienda se puede abordar desde dos tipos de investigación: a)
Investigación básica o teórica, b) Investigación aplicada; con la
finalidad de contribuir a los dos tipos de investigación, el Premio
integra estas categorías de participación dentro de su convocatoria
y establece que la diferencia entre ellas radica en la dimensión de
análisis; para la
Investigación Básica o Teórica el problema de estudio deberá tener
una visión socioterritorial mientras que para la Investigación
Aplicada sólo existe una dimensión técnica o tecnológica. Para
ambas categorías es indispensable la relación entre el corpus
teórico y el referente empírico, por lo que el marco metodológico
es crucial para el análisis cuantitativo y/o cualitativo del
problema de estudio.
Con la publicación de la serie Investigación sobre Vivienda en
Iberoamérica se impulsa la difusión de nuevas investigaciones y la
formación de investigadores en el área de la vivienda y estudios
urbanos; hasta el momento cuenta con catorce libros, de los cuales
once están en formato e-book y sin duda es una muestra de las
problemáticas que se viven en Iberoamérica. En 2010 los libros
publicados fueron: 1) Espacios abiertos y calidad de vida en
conjuntos habitacionales organizados en condominio, (México); 2)
Vivienda social en altura: Tipologías urbanas y directrices de
producción en Bogotá, (Colombia); y, 3) Reconstrucción de los
movimientos sociales urbanos, (Chile). Para 2011 se publicaron: 1)
Projeto de habitaçâo em favelas: especificidades e parâmetros de
qualidade, (Brasil); 2) Efectos de la segregación residencial
socioeconómica en los jóvenes pobres de Santiago, (Chile); y 3)
Evaluación de estrategias bioclimáticas aplicadas en edificios y su
impacto en la reducción del consumo de agua en equipos de
enfriamiento evaporativo directo, (México). Mientras que en 2012 se
integraron a la serie los libros: 1) Haciendo un lugar en la
ciudad: Creación de espacios en asentamientos informales en México,
(Inglaterra); 2) El parque de mi barrio: Production and Consumption
of Open Spaces in Popular Settlements in Bogotá, (Colombia); 3)
Vivienda social—vivienda de mercado: confluencia entre Estado,
empresas constructoras y capital financiero, (Brasil) y, 4)
Análisis de ciclo de vida y aspectos medioambientales en el diseño
estructural (México).
Los libros publicados en 2013, motivo de orgullo para todos los que
conforman este Premio, muestran la internacionalización de esta
iniciativa y ratifican la excelente calidad de los trabajos
postulados; los cuatro libros ganadores abarcan amplios periodos de
tiempo lo que permite un balance temático y confrontan las
construcciones teóricas del urbanismo con las evidencias empíricas
de sus resultados, así se
genera una sinergia de temáticas y métodos de análisis. Urbanismo
proempresarial y destrucción creativa: un estudio de caso de la
estrategia de renovación urbana en el pericentro de Santiago de
Chile, 1990-2005, escrito por Ernesto López Morales, ganador del
Primer Lugar de la Categoría A, debate sobre la apropiación de
plusvalías y muestra que se hace con el redesarrollo de zonas
deterioradas; en el tema del suelo urbano es una aportación que
motivará nuevos derroteros para nutrir el marco teórico sobre
vivienda.
Carlos Alberto Torres Tovar, ganador del Segundo Lugar de la
Categoría A, realizó un esfuerzo meritorio por presentar la
transformación del espacio urbano y la vivienda en un periodo de
veinte años, con su trabajo Producción y transformación del espacio
residencial de la población de bajos ingresos en Bogotá en el marco
de las políticas neoliberales (1990-2010) hace una aportación a la
comprensión de la problemática de la vivienda social en
Colombia.
El abandono de la vivienda como consecuencia de la delincuencia e
inseguridad urbanas en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, en el
periodo 2007-2010 de Gabriel García Moreno, ganador del Tercer
Lugar de la Categoría A, nos presenta de forma creativa la
problemática del abandono de la vivienda en México y pone en entre
dicho el argumento de que la violencia en algunas regiones de
México es el principal factor para dejar las viviendas; los
resultados de esta investigación dan un panorama más claro para un
tema que cada vez adquiere mayor importancia en México, como lo es
el abandono de viviendas con todos los problemas económicos,
políticos y sociales que trae consigo esta problemática.
Susana Restrepo Rico, ganadora del Primer Lugar de la Categoría B,
en su libro Sustainable Upgrading of Informal Settlements in
Developing Countries: Brazil, Indonesia and Thailand, aborda con un
sólido sustento teórico la mejora de asentamientos informales y
compara el caso de tres países, así las aportaciones realizadas
desde Iberoamérica se presentan como genuino contraste con las
teorías urbanas realizadas en países en desarrollo.
Sin duda los libros que presentamos son un logro importante para el
Infonavit y para la Universidad Autónoma del Estado de México
porque contribuyen a la discusión de la problemática nacional en
torno a la vivienda y los estudios urbanos, aún más cuando la
vivienda en México se encuentra en el centro de las políticas de
ordenamiento urbano promovidas por el Gobierno Federal. No podemos
dejar de mencionar que otra conquista alcanzada es el Repositorio
Iberoamericano de Tesis sobre Vivienda que concentra más de 150
tesis de posgrado de programas nacionales e internacionales, el
cual está alojado en la Biblioteca Digital del Infonavit y en la
Comunidad de Estudios Territoriales. La calidad de las tesis
concursantes está avalada por el Jurado Evaluador, conformado por
los investigadores más reconocidos a nivel mundial, y por el Jurado
de Calidad, integrado por los representantes de las instituciones
vinculadas al desarrollo de vivienda, ambos jurados son sin duda el
pilar principal para que esta iniciativa continúe impulsando la
formación de nuevos investigadores.
Finalmente, reconozco la loable tarea del Infonavit para impulsar
las actividades académicas no sólo a nivel nacional sino
internacional, ya que bajo su excelente dirección ha podido sumar
voluntades para que las universidades nacionales e internacionales
tengan un punto de encuentro para la innovación en la investigación
urbana. Que los éxitos alcanzados sean el estímulo para enfrentar
nuevos retos. Enhorabuena. ¡Muchas felicidades!
Dr. Jorge Olvera Rector de la Universidad Autónoma del Estado de
México
Los trabajos galardonados en la cuarta edición del Premio
Iberoamericano de Tesis de Investigación sobre Vivienda Sustentable
Infonavit-Redalyc, correspondiente al concurso realizado en 2012,
nos producen especial satisfacción. Abordan problemas en materia de
vivienda que representan desafíos de primera importancia en
nuestras ciudades latinoamericanas, tanto problemas nuevos como
viejos que siguen sobrepasando la capacidad de nuestras políticas
habitacionales y urbanas.
Entre los nuevos desafíos se cuenta, por una parte, la
gentrificación de distritos populares por proyectos residenciales
para grupos afluentes que conllevan amenazas de desplazamiento y
resegregación, estudiada por Ernesto López Morales en su trabajo
sobre Santiago de Chile que fue merecedor del Primer Lugar en
Investigación Básica; y, por otra, el abandono de viviendas
derivado de la inseguridad y la violencia que estudia Gabriel
García Moreno en Ciudad Juárez, México, quien obtuvo el Tercer
Lugar en Investigación Básica.
Entre los problemas tradicionales de vivienda y suelo de nuestras
ciudades, están los que se relacionan con la evolución de los
asentamientos informales de bajos ingresos en los distritos urbanos
más precarios. Fueron cubiertos por Carlos Alberto Torres Tovar,
Segundo Lugar en Investigación Básica, a través de su estudio de la
producción y transformación del espacio residencial en
asentamientos precarios de Ciudad Bolívar en Bogotá; y por Susana
Restrepo Rico, Primer Lugar en Investigación Aplicada, cuya tesis
cubrió el desafío de mejoramiento sustentable de dichos
asentamientos informales.
El apoyo sostenido a las tesis en vivienda sustentable que este
Premio representa, junto a la calidad de los trabajos que
presentamos en esta ocasión, son un paso en el fortalecimiento de
nuestra capacidad de investigación especializada.
Sin embargo, es necesario, tener en cuenta que el camino por
delante en materia de desarrollo científico es largo. La relativa
desconexión entre trabajo empírico y trabajo conceptual, la
veneración de las técnicas cuantitativas por algunos y la
simultánea devoción que
otros muestran por el trabajo cualitativo en terreno, la tendencia
a acomodar la realidad empírica a hipótesis o creencias que fungen
como conclusiones ex ante, y la ilusión de que la abundancia de
datos y cifras permite soslayar el trabajo teórico, son algunas de
las debilidades de nuestra práctica científica.
El estímulo científico que requerimos multiplicar y que este Premio
representa, se manifiesta en una serie de progresos en materia de
generación de conocimiento nuevo: una mejor capacidad de preguntar
y organizar nuestras ignorancias (lo que debemos diferenciar de
nuestra capacidad de responder desde las destrezas profesionales),
una mayor disposición a sorprendernos frente a la complejidad de
nuestras ciudades y expresar ese asombro más que ofrecer respuestas
demasiado rápidas y defenderlas y, en fin, destreza para
identificar mitos o creencias sin fundamento científico, qué tanta
influencia tienen en el campo de los estudios urbanos y de
vivienda. La tarea también incluye la capacidad de perseguir esos
mitos antes de que se sigan robusteciendo y bloqueando nuestra
comprensión de los hechos. Las desigualdades sociales, tan marcadas
en nuestras ciudades, son el punto de partida de algunos de estos
mitos que obstruyen la investigación científica, como aquel de que
nuestras ciudades están totalmente escindidas en dos partes, una
rica y otra pobre; que la segregación residencial no puede sino
aumentar; o que la única relación posible entre los grupos sociales
es el conflicto y la discriminación.
En cambio, resulta mucho más promisorio en términos de generación
de conocimiento hacerse cargo de las paradojas que exhiben hoy
nuestras ciudades. Por ejemplo, en términos económicos, el porqué
de la concentración de los proyectos inmobiliarios donde los suelos
son más caros y escasos, como argumentan los gremios de promotores
y no pocos funcionarios públicos, el suelo es un costo de
construcción; en términos políticos, cómo explicar las
movilizaciones de segmentos heterogéneos de población urbana en
defensa de su calidad de vida y contra proyectos o inversiones si
las desigualdades son tan fuertes y atentan contra la cohesión
social; en materia social, cómo entender las tendencias de
reducción de la segregación residencial de muchas ciudades al mismo
tiempo que proliferan los guetos de pobreza y
violencia y se multiplican los barrios cerrados de los grupos
afluentes; y cómo interpretar que asistimos a procesos de “vuelta a
la ciudad” de grupos medios y altos, revirtiendo las tendencias
pretéritas de crecimiento hacia los suburbios, cuando el deterioro
de la calidad de vida urbana aumenta, a la vez que la conciencia
sobre el mismo.
Ciudades que se transforman más rápido, cuyo sector inmobiliario se
expande a pesar de la crisis económica, y que ven surgir distritos
más mezclados funcional y socialmente a la par que se agravan los
efectos sociales de la segregación socioespacial; son ciudades que
en buena medida resultan indescifrables a pesar de que nunca hemos
contado con tanta información cuantitativa y tan segregada
espacialmente.
El Premio Iberoamericano de Tesis de Investigación sobre Vivienda
Sustentable representa un loable esfuerzo de profesionales del
Infonavit y de la Redalyc que trabajaron con creatividad y tesón en
su creación y producción, entre los que se cuentan Víctor Manuel
Borrás, José de Jesús Gómez, Nadiezhda De La Uz, Nora Núñez,
Rosamaría Ortiz- Chio; así como Rosario Rogel y Eduardo
Aguado.
Dr. Francisco Sabatini Presidente del Jurado Académico
Introducción
El efecto que ha tenido el crecimiento de los niveles de
delincuencia, con relación al fenómeno de que los habitantes
abandonen su vivienda, de
manera particular en Ciudad Juárez.
e
El reciente incremento en los índices de delincuencia en el país y,
de manera particular en Ciudad Juárez, ha impactado en diversos
sentidos el acontecer diario: cierre de calles y áreas
residenciales completas por parte de los mismos vecinos, aumento de
la presencia de las fuerzas armadas en la localidad, así como la
clausura de un importante número de establecimientos comerciales e
incluso el abandono de viviendas, son elementos que modifican la
percepción del significado de la ciudad para un habitante
contemporáneo.
Capítulo I
Se inicia con una breve explicación sobre los antecedentes que
definieron el comportamiento de los fenómenos de abandono de
vivienda y delincuencia
en la ciudad.
Antecedentes
En los censos realizados por el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (inegi) se observa que durante la segunda mitad del siglo
xx, Ciudad Juárez era prácticamente el principal polo de atracción
en el estado de Chihuahua, lo que la convertía en la ciudad con
mayor extensión y población de dicha entidad. Sin embargo, el
empuje sostenido durante esos años se ve reducido de manera notoria
en la primera década del siglo xxi, pues mientras que el incremento
registrado de 1995 a 2000 es de 191 mil 505 habitantes y de 2000 a
2005 de 114 mil 177 habitantes; para el momento del censo de 2010
se añaden tan sólo 19 mil 552 habitantes a la ciudad.
De acuerdo con datos estimados para 2009 por el Instituto Mexicano
de Ejecutivos y Finanzas (imef) (Rebolledo, 2009) 70% del impacto
económico negativo en la región resulta del ambiente de
inseguridad, consecuencia de ‘actividades delictivas como el
secuestro, la extorsión y el robo’.
Respecto al abandono de vivienda, resulta preocupante que mientras
en 2005 el inegi contabilizaba 69 mil 609 viviendas deshabitadas en
la ciudad, de acuerdo a datos estimados por el Instituto Municipal
de Investigación y Planeación (imip, 2009) (pdu 2009) se encontró
que esta cifra había aumentado a 116 mil 208 unidades, 27.9% del
total de las 416 mil 859 existentes.
De manera que según esta fuente, en un periodo menor a cinco años
el abandono de vivienda presentó un aumento de 167%, como un
comportamiento generalizado en toda la ciudad. Una cifra parecida
fue emitida por el inegi para 2010, cuando registró en la ciudad
111 mil 103 viviendas abandonadas de un total de 467 mil 151; es
decir, 23.78% de las viviendas existentes.
En la Figura 1 se muestran dos ejemplos de este comportamiento en
los cuales, a pesar de corresponder a viviendas ubicadas en
distintos puntos de la ciudad y cuyas características físicas
corresponden a situaciones temporales y económicas diferentes, la
condición de abandono es apreciable a pesar de que su intensidad
sea distinta.
Figura 1
De acuerdo a datos realizados por investigadores del Colegio de la
Frontera Norte (colef) (Ortega, 2009) parecen indicar que el
fenómeno de abandono de vivienda tiene una representación cada vez
más importante en los fraccionamientos de reciente creación
ubicados al suroriente de la ciudad; sin embargo, de acuerdo al
imip (Carrasco, 2009) para 2007 los fraccionamientos y colonias con
un mayor porcentaje de viviendas deshabitadas eran los siguientes:
El Barreal, Riberas del Bravo, Senderos de San Isidro, Finca
Bonita, Centro, Cuauhtémoc, Hidalgo, La joya, ExHipódromo, Melchor
Ocampo, Chaveña, Bellavista, Barrio Alto, Juárez, Obrera, Partido
Romero, Anáhuac, Américas y Margaritas; como se aprecia en el lado
izquierdo de la Gráfica 1, donde se agruparon estas colonias para
hacer más sencilla la explicación de este fenómeno.
Tabla 1
El Centro de Investigación para el Desarrollo A.C. (cidac, 2009) en
su reporte de agosto de 2009 ubicó al estado de Chihuahua como el
más violento en el país, con un promedio de 15 homicidios y 32.1
ejecuciones intencionales por cada 100 mil habitantes; además ubica
al índice de incidencia delictiva y violencia para esta entidad en
82.16 unidades, colocándose de esta manera en una categoría única
dentro del territorio nacional; como se muestra en la Tabla 1.
Estos valores resultan excesivamente altos si consideramos que en
el mismo estudio se encontró que el promedio nacional se ubicaba en
5.7 unidades y que al estado de Baja California, el más próximo en
grado de incidencia, se le otorgó un índice de 61.06 o ‘alto’, para
continuar con una importante tendencia descendiente para el resto
de los estados de la República.
Las colonias Chaveña, Anapra, Felipe Ángeles, Ampliación Felipe
Ángeles, Barrio Alto, Gregorio Solís, Durango, 16 de Septiembre,
Francisco
Villa, Durango, Aztecas, López Mateos, Nueva Galeana, México 68,
Mariano Escobedo, San Marcos, Hidalgo, Portillo, Hermanos Areco,
Misiones del Portal, Margaritas, Villa Colonial, División del
Norte, Parque Industrial Henequén, Morelos, Las Dunas y Prados del
Real, que se muestran en el lado derecho de la Gráfica 1
corresponden a las que, de acuerdo a datos recabados por el imip
(2008), (Zavaleta et al., 2007), es posible identificar como las
más inseguras de Ciudad Juárez (2006- 2007).
Gráfica 1
Aún cuando las representaciones territoriales de ambos fenómenos
estudiados, inseguridad y abandono de vivienda, tienen conductas
aparentemente distintas, se encontró que para 2007 ambos fenómenos
coincidían de manera particular hacia la sección consolidada en el
centro y norponiente de la ciudad, principalmente en cuatro
colonias, consignadas de manera clara en la Gráfica 1, Barrio Alto,
Chaveña,
Hidalgo y Margaritas; justamente en las zonas definidas como Centro
y Segundo Cuadro (Almada, 2007).
Objetivos y preguntas
El objetivo de este trabajo es establecer las relaciones existentes
entre el abandono reciente de la vivienda en Ciudad Juárez y el
aumento en los índices delictivos en los años 2007 a 2010. Esto es,
investigar los posibles efectos que representan un aumento
significativo en la comisión de actos delictivos sobre la ocupación
de vivienda en un lugar y momento determinado.
Una de las posibles implicaciones derivada de esta situación se
refiere al papel que pueden desempeñar las características físicas
de los espacios en la comisión de determinados delitos, o al papel
que juegan estos actos delictivos en la utilización y conformación
física y social de los espacios afectados por parte de sus
vecinos.
Por lo tanto, a partir del conocimiento generado con esta
investigación se intenta dotar con mayor información a
instituciones oficiales y autoridades acerca del impacto de la
inseguridad en el comportamiento del abandono de vivienda en la
ciudad, de manera que permita hacer más eficientes las estrategias
orientadas hacia la recuperación de estos espacios.
La comprensión de las dinámicas que intervienen en el abandono de
vivienda debido a la ausencia de seguridad permitiría, además,
explorar otras opciones de crecimiento y desarrollo urbano, las
cuales en estos momentos podrían ser consideradas inconvenientes, o
descartadas debido a condiciones existentes del mercado
inmobiliario y a la urgencia con que se reacciona ante el
fenómeno.
El resultado de esta investigación podrá darnos la pauta para
plantear posibles escenarios y motivos de reflexión acerca de la
forma en que se edifica la ciudad que habitamos para poder así
construir la ciudad que deseamos pues, si en algo coinciden la gran
mayoría de estudios y estrategias oficiales, es en la vital
importancia que juega la prevención del delito como herramienta en
el combate contra la
violencia e inseguridad. Una de las vertientes exploradas en este
sentido se orienta hacia el diseño del espacio como inhibidor de
oportunidades para la comisión de cierto tipo de delitos. El
conocimiento acerca de esta relación entre la configuración del
espacio, el emplazamiento de la vivienda y la comisión de algunos
delitos pretende evidenciar el grado de relación entre los
distintos fenómenos.
Estas acciones preliminares están orientadas, entonces, a
proporcionar una aproximación a las posibles correlaciones entre
ambos fenómenos, así como el impacto que puede ser observado en
primera instancia sobre el entorno inmediato.
A partir del planteamiento de las preguntas de investigación se
intenta encontrar la respuesta de algunos aspectos fundamentales; a
saber, ¿cuál es la relación existente entre el abandono de la
vivienda y los delitos que se cometen en las proximidades de la
misma? Las preguntas secundarias expresan las inquietudes
planteadas entre el uso del espacio y la presencia de cierto tipo
de delitos: ¿qué relación existe entre las condiciones físicas de
los espacios y la comisión de delitos?, ¿cómo afectan las
características de los espacios adyacentes en el fenómeno del
abandono de la vivienda?
Los delitos a considerar en el estudio de estos fenómenos
comprenden aquellos donde el mismo entorno físico facilita o eleva,
en una primera instancia, las probabilidades de que sean cometidos;
tales como asalto en la vía pública, riñas o riña de pandilla, robo
en casa habitación o en negocio, accidente causado por fuego y
crimen organizado. El abandono de las viviendas, tanto las ubicadas
en los fraccionamientos de reciente creación como en las áreas
consolidadas de la ciudad, mantiene un estrecho vínculo con la
inseguridad y la comisión de los delitos que pueden facilitarse por
la ubicación y las cualidades de los espacios adyacentes. Esto se
refiere a la posibilidad de que varios lugares o determinadas
características del medio puedan facilitar la comisión de delitos;
y la posible relación que pueda existir entre dichos eventos como
incentivo para privarse de la vivienda. En consecuencia, este
estudio pretende dar a conocer la posible relación entre el
abandono de vivienda y el aumento de delitos de carácter violento;
y la manera en que esta separación se presenta en la ciudad
de
acuerdo al sector donde ocurre.
Metodología
Se elaboró un diagnóstico preliminar donde se identificaron tanto
los mayores índices de abandono de vivienda como los de
delincuencia, para un primer periodo (2006-2007) y, de esta manera,
lograr conocer con precisión los lugares en los cuales esto sucedía
con mayor frecuencia o intensidad.
Después fue necesario verificar el comportamiento de ambos factores
durante el año 2010, así como cuantificar el estado de vivienda
abandonada durante un segundo periodo para comprobar la existencia
de cambios que indicaran una relación causal entre el abandono de
vivienda y los delitos cometidos en las inmediaciones.
Otra acción importante ha sido la elaboración de una base de datos
sobre delincuencia durante 2009, cuya expresión final se resumió a
través de gráficas y tablas que auxiliaron en la observación de los
posibles cambios o consistencias en el comportamiento del fenómeno.
Así, fue posible realizar de nuevo la referencia geográfica de los
sitios con mayor incidencia de hechos delictivos con una precisión
a nivel de calle y colonia, la última de las cuales fue objeto de
visita para la cuantificación de las condiciones de abandono de
vivienda durante 2010.
Capítulo II
Se exploran los aspectos relevantes acerca de la vivienda,
seguridad y miedo en la ciudad, además la manera en que afectan y
moldean las experiencias
colectivas en las urbes y sus impactos en la forma de
habitar.
El entorno como modificador de los patrones de residencia y
utilización del
espacio en la ciudad
Al hablar de vivienda se exploran las nociones simbólicas que
tienen para el individuo y su círculo familiar el uso y propiedad
de un espacio privado, más allá de un mero cascarón o depósito de
actividades sino además como refugio y resguardo, que dificultan
aún más la decisión de ser abandonado.
También se analizan algunas ideas acerca del papel que juega la
comunidad inmediata en la construcción del concepto de espacio
propio como extensión del mismo ámbito familiar, referido esto
último tanto en el sentido de relaciones de sangre como de espacios
y rutinas habituales; de lo conocido y por lo tanto, seguro.
Las implicaciones que tiene esta apropiación del espacio,
individual en una primera instancia y colectiva después, en la
construcción de las ideas de seguridad resultan de carácter básico
para el desarrollo del estudio pues se relacionan directamente con
cuestiones de comunidad, control, pertenencia e, incluso,
supervivencia. Sin embargo, serán las nociones de pertenencia y
arraigo derivadas de la idea de vivienda, familia y comunidad las
que cuenten con un mayor peso.
En este sentido, el tema de la seguridad es abordado a partir de
algunas de las aproximaciones a la violencia que han sido
propuestas por la sociología, ya sea como estímulo o expresión de
un deseo o de una necesidad; así como el papel que juega en la
definición de la delincuencia como un acto ilegal, intencional y
perjudicial además de los efectos que producen sobre el espacio
público y los usos que se hacen del mismo.
Los conceptos desarrollados alrededor del uso de las calles y
banquetas como espacio público comunitario por excelencia, y las
repercusiones que han tenido sobre ideas posteriores acerca del
control como medio para disminuir las posibilidades de actos
delictivos en el espacio público, son la base para lograr este
objetivo.
Vivienda: resguardo y comunidad
La búsqueda de protección, tanto del medio natural como del
construido y social, ha sido determinante en el papel que ha jugado
la vivienda a lo largo de las épocas, no sólo como unidad básica
urbana sino además en su función como transmisor de tradiciones y
deseos compartidos.
Por otro lado, el papel de la comunidad inmediata a la vivienda,
puede llegar a ser entendido como una extensión del ámbito familiar
y juega una tarea importante en la idea de pertenencia y arraigo de
cada individuo; pero además, en la percepción de seguridad que se
desarrolla alrededor de las relaciones sociales que se
establecen.
Función simbólica de la vivienda
La evolución de la vivienda y las formas de habitarla se encuentran
directamente relacionadas con la necesidad primaria de resguardo;
tanto del medio físico como del entorno social y, por consecuencia,
con los conceptos de privacidad y seguridad. Para Pezeu-Massabuau
(1983) esta función de resguardo sucede primordialmente en dos
planos, donde el primero trata sobre los aspectos materiales que
atienden a los requerimientos de protección de los efectos del
medio natural; es decir, todos aquellos elementos tangibles
utilizados para su construcción. El segundo componente, y el de
mayor relevancia, se refiere a la protección simbólica que ejerce
en contra del medio físico y social.
La importancia de la vivienda como símbolo de las esperanzas,
ambiciones y sueños se debe a su función de contenedor de la vida
familiar y el círculo de relaciones próximo; por añadidura, de la
comunidad de la cual forma parte. Sobre este punto Moreno (2007)
comenta acerca de la importancia de la residencia como elemento de
arraigo y pertenencia agregado a la sensación de libertad y el
sentido de poder que conlleva el llamar a un espacio como propio.
Pezeu- Massabuau declara que en el hogar es donde el individuo
logra la expresión de su verdadero ser, sin máscaras o
pretensiones.
En su función de patrimonio incluye además, el compromiso ligado al
concepto de herencia, de la continuidad deseada de generación en
generación; de una primera patria con toda la carga simbólica que
esto conlleva pues, al ser la familia el primer núcleo social al
que son expuestas las nuevas generaciones, es la encargada de dar
continuidad no sólo a los procesos económicos sino también a las
herramientas culturales y de identidad como son los valores y
tradiciones de la comunidad. La ubicación y construcción física de
la vivienda en el espacio geográfico de la comunidad, prosigue
Pezeu-Massabuau, actúa a la vez como símbolo de la posición que
ocupan sus residentes en la estructura social.
De manera más importante aún, la morada se convierte, según
Pezeu-Massabuau (1983), en el lugar donde, además de proteger al
individuo de los efectos adversos del clima, es el ‘nido’ al cual
escapa para alejarse del resto de sus semejantes y recogerse con
sus seres queridos; el hogar, más allá de ser un refugio del medio
natural representa una ‘ciudadela’, un ‘retiro’, el lugar donde el
rol del individuo se destila en su expresión más pura y
franca.
Este retiro se realiza en un sentido físico y social pues lo que se
pretende es descansar de la jornada diaria y de los distintos roles
impuestos durante los intercambios sociales, por lo que también
representa un aislamiento en el espacio interior protegido, sobre
el cual se tiene total control y destino propio, con el mínimo de
intervención externa.
Esta distinción entre lo público y lo privado en el ámbito
residencial se hace tangible incluso en la estructura física del
hogar, ligado de manera importante al rol que juega la mujer en la
estructura doméstica como posibilitadora de la consecución de la
familia y transmisora de los valores y principios; figura que, por
consiguiente, debe ser resguardada de los agentes externos por
medio de la separación de funciones en la configuración misma de
los espacios físicos de la vivienda, siendo el Gineceo*en la Grecia
Clásica uno de los ejemplos más antiguos que se han
encontrado.
Para Bachelard (1975) esta dualidad entre refugio y reposo es una
condición indiscutible y necesaria para acondicionarla, pues
mientras
que la geometría resuelve y explica las circunstancias ambientales
y sociales del entorno, no es sino hasta que es habitada, cuando
sus ocupantes desarrollan su vida y se consolida el seno familiar y
sucede la ‘humanización’ del espacio; acontecimiento que lo
transforma en espacio de consuelo e intimidad, que debe condensar y
defender la intimidad’, esto es, aquel lugar que refleja y expresa
de manera más fiel los aspectos espirituales e intrínsecos acerca
de la personalidad del individuo, aquello que comparte sólo con su
círculo familiar más cercano.
La vivienda en sí, implica un espacio doble (Pezeu-Massabuau,
1983). El primero es interior y se categoriza como cerrado,
estable, permanente, centralizado, mientras que en el segundo se
efectúa el contacto con el mundo exterior. Tradicionalmente, en el
primer sitio se verifican las funciones esenciales de la vida como
son la reproducción, el reposo y la alimentación; todas destinadas
a garantizar la continuación de la familia y, por consiguiente, de
la comunidad; es precisamente por esto que resulta tan importante
la expresión del primer espacio.
La relación tan cercana que existe entre vivienda y familia no
implica que ambas puedan ser consideradas sinónimos de una misma
expresión aún y cuando, por ejemplo, en la sociedad romana antigua
se utilizaba el término familia para describir todas las
propiedades de que gozaba el varón, incluyendo casa, mujer, hijos y
esclavos (Zabludovsky, 2007). Sin embargo, esta acepción ha sufrido
cambios significativos debidos, principalmente, a los rasgos
inherentes a cada uno; esto es, una representa el contenedor
mientras que la otra, el contenido de las expresiones afectivas y
de continuidad básicas.
Respecto a la dualidad del espacio de la vivienda, ya que el
segundo representa el primer punto de contacto con los vecinos y
con el exterior, se transforma, entonces, en el inicio de la
convivencia comunitaria destinada a complementar y enriquecer esa
vida privada interior, convirtiéndose en aquello que el primer
espacio no debe ser, o por lo menos no en un mismo grado. De
acuerdo a Pezeu-Massabuau, este segundo sitio está destinado a ser
abierto, inestable, efímero y periférico.
Para Pezeu-Massabuau, la importancia de elementos arquitectónicos
como rejas, bardas, portales, celosías y persianas, por mencionar
algunos, además de funcionar como barreras físicas entre uno y otro
ámbito, son representaciones simbólicas de esa necesidad humana de
resguardarse de las miradas y del contacto con el prójimo, de
imponer un límite que no debe ser transgredido a menos de que se
otorgue un permiso o una invitación por parte de los
residentes.
Si bien es cierto que en el interior de la comunidad se reconoce al
prójimo como un semejante, quien forma parte de una estructura
histórica y social establecida, fuera de este contexto en menor
grado pero, principalmente al interior del espacio residencial,
representa al intruso, al invasor, al extraño y su acceso a los
espacios interiores se encuentra vedado a menos de que sea invitado
a tomar parte en el uso de los espacios familiares y, por lo tanto,
de los rituales cotidianos y privados de la familia
(Pezeu-Massabuau, 1983).
La vivienda, al mismo tiempo que es el ámbito de lo privado también
representa uno de los depósitos de las aspiraciones simbólicas de
cada familia y de cada uno de sus integrantess, por consecuencia,
de la sociedad del país donde se encuentra, en cuanto a que en el
seno familiar se registra por primera vez y se perpetúa, toda la
serie de convenciones sociales, costumbres, tradiciones y valores
necesarios para garantizar la estabilidad y subsistencia del orden
público y cultural sobre el cual se asienta la comunidad.
En este sentido, cuando Lleó (2005) cita a Walter Benjamin y señala
que ‘habitar’ significa dejar huella, lo hace para resaltar esta
importancia simbólica con la que cuenta la vivienda, alejándose de
la noción pragmática de mero refugio. Adquiere incluso la función
de una segunda piel, donde el sujeto no sólo se presenta tal como
es, sino que puede expresarse con toda libertad, es el punto de
contacto entre ensueño y realidad.
Estas impresiones quedan además en su comunidad inmediata, y el
arraigo que se elabora a partir de la inversión emocional a lo
largo de un tiempo determinado y de las relaciones sociales
alrededor de la residencia, es un factor importante que determina
en gran medida el abandono de estas zonas habitacionales; por lo
que, y de acuerdo a Peña
(2008), en momentos de crisis son los espacios residenciales de
nueva creación, sin una comunidad ni un régimen de propiedad
consolidados, donde se presenta de manera más notoria este
fenómeno.
A lo anterior se le añaden los efectos de la sobreproducción de
espacios habitacionales, consecuencia de prácticas de especulación
en el mercado de suelo, la segregación socioeconómica y, de manera
particular, por la proliferación de conjuntos residenciales
cerrados. El impacto que este tipo de desarrollos de carácter
exclusivo, abiertos y de libre acceso, ha tenido sobre el abandono
de conjuntos habitacionales tradicionales, se debe, principalmente,
a la seguridad relativa que ofrece, producto del encierro
voluntario, como alternativa para un segmento de la población ante
el aumento en la idea de inseguridad (Maycotte y Sánchez,
2009).
Sobre este mismo tema, Méndez (2006) afirma que este tipo de
desarrollos pueden ser entendidos, entonces, como símbolos que nos
hablan más acerca del sentido de seguridad percibido en la ciudad
que sobre la construcción de comunidad y responsabilidades
compartidas; el objetivo es resguardarse y tomar distancia de los
lugares donde ocurre el delito antes que buscar soluciones al
problema de la delincuencia.
Este estado de paranoia y desconfianza, que por sí sólo se
reproduce y exacerba la percepción de inseguridad, se refleja
incluso en la configuración de estos espacios pues menciona que el
reducto final es el conjunto de residencias confrontadas, de
vecinos agrupados viéndose cara a cara: uno observa-vigila a todos,
todos observan-vigilan a uno.
La casa como refugio: aspectos ambientales y sociales
La protección contra las fuerzas de la naturaleza, aún cuando su
explicación fuese atribuida a circunstancias mágicas y metafísicas,
ha sido una preocupación constante del hombre desde el momento que
buscó refugio al interior de las cavernas, lo cual, sin embargo,
obedecería más a una necesidad de protección y guardar cierta
distancia de otros clanes y tribus, que a las exigencias
fisiológicas del clima (Pezeu-Massabuau, 1983); el hogar es el
recinto familiar sagrado
con todas las implicaciones que eso conlleva. Diversas normas y
reglamentos, así como tratados y manuales de arquitectura e
ingeniería, por lo menos desde tiempos de la Roma Imperial, se han
ocupado del tema de la seguridad estructural y física de las
construcciones (Morris, 1992). En estos es posible establecer desde
criterios de restricción entre construcciones para disminuir el
efecto de siniestros, los cuales son considerados, incluso, de
manera previa a cuestiones de privacidad entre vecinos, hasta las
proporciones de los materiales y la planeación para agruparlos, la
construcción de muros y cubiertas estables como medio de protección
contra los efectos de la intemperie.
El uso de diversos materiales para la edificación de las viviendas
y la configuración de los espacios a partir de los mismos pueden,
además, denotar la posición que ocupan sus habitantes en el ámbito
de su comunidad o sus posibilidades económicas frente a las de sus
pares (Méndez, 2006). Esto se hace evidente al comparar los modelos
habitacionales en ambos lados de la frontera El Paso-Juárez, donde
la predilección de un material de construcción sobre otro y la
ausencia o predominio de elementos de protección como rejas y
bardas hablan más acerca del sentimiento de seguridad y propiedad
de la cultura predominante que de condiciones climatológicas o
económicas.
Estas circunstancias han derivado en situaciones donde para un
sector de la población, el concepto de seguridad deja de ser
primordialmente un derecho inalienable sobre el cual el Estado
adquiere la obligación de garantizar a la totalidad de sus
ciudadanos, para convertirse en un bien de consumo aceptado social
y jurídicamente; en donde se reúnen desde el aislamiento y la
reclusión voluntarias como tácticas válidas hasta la creación de
cuerpos privados de vigilancia.
La casa en la ciudad: vecindad y comunidad
Si bien ya se mencionó la importancia fundamental que juega el
hogar en la transmisión de valores y conductas, esto no implica que
se deba menospreciar el rol que juega la comunidad inmediata en
esta
dinámica pues, en principio se considera que su función primordial
es complementaria, puede suceder que debido a situaciones en las
cuales los ámbitos familiar y privado se encuentren poco
consolidados o inclusive en pleno estado de descomposición, el
espacio vecinal o comunitario llegue a suplirlos en lo que se
refiera a términos de pertenencia y seguridad, vinculados estos
conceptos ahora a una escala urbana.
Otro aspecto relevante para entender la dicotomía entre ambos
espacios, derivado de las observaciones anteriores, es el
concerniente a las relaciones de poder y control personal que
pueden ser ejercidas en cada espacio y las sensaciones de seguridad
derivadas de los aspectos defensivos implementados (Rapoport,
1972).
Mientras que en el ámbito interior y privado los modos de control y
seguridad que se implementan involucran de manera exclusiva a sus
residentes, en el segundo espacio el individuo debe ceder algunos
de estos atributos y responsabilidades para que concuerden con los
de la mayoría del grupo al cual pertenece, personificado
regularmente en las diversas instituciones oficiales designadas
para la ejecución y preservación del orden y la justicia. Es por
esto que cuando el individuo percibe que el proceder de estas
instituciones no es acorde con los derechos y obligaciones
otorgados, el espacio exterior es percibido como el lugar donde los
rasgos dominantes son la ausencia de control e inclusive el azar
(Castorina, 2008)
Para Young y Willmott (1957), el sentido de comunidad emerge de las
interacciones cotidianas entre un grupo de personas que comparten
un territorio particular y toda una serie de experiencias durante
un lapso considerable de tiempo e incluso puede llegar a abarcar
varias generaciones. Las relaciones de consanguineidad actúan como
intermediarios entre la comunidad y los residentes de la vivienda,
por lo cual no entran en competencia con las relaciones de amistad
y vecindad. Es decir, se forma una especie de familia extendida
dentro de la cual los vecinos, con quienes se puede llegar a
mantener o no una relación familiar directa, son bienvenidos y
aceptados al interior del ámbito privado residencial.
Por consiguiente obedece, en cierto grado, a la manera en que
a
partir de estas relaciones personales se componen las comunidades y
sucede a través de un lento proceso de decantación, en el cual las
similitudes entre los individuos se acentúan poco a poco, más allá
de las disparidades, debido, en gran medida, a las experiencias,
ambiciones y esperanzas compartidas, lo que deriva luego en que
estas relaciones y las comunidades que se conforman a partir de
ellas, se construyan entre personas que se reconocen como iguales,
más allá de la posición económica o social; en las que, como ya se
indicó, la vivienda ha sido un indicador importante.
Young y Willmott (1957), refieren que los procesos de apropiación e
identificación comunitaria en colonias y fraccionamientos de nueva
creación se dificultan, debido a la ausencia de una tradición
social e histórica sólida previamente establecida, en la cual las
relaciones de valor se elaboran a partir de la propiedad, del tener
y no tener, del tamaño y posición de la propiedad; así como el
resto de los símbolos externos que denotan los rasgos con los
cuales los residentes buscan ser reconocidos y que les permiten,
además, reconocer a quienes consideran sus iguales.
Para estos autores dicha situación contrasta con lo observado en
los barrios residenciales establecidos, donde los juicios
personales se realizan a través del conocimiento previo del
individuo o por medio de las referencias personales difundidas
entre familiares y vecinos, como resultado de la interacción
constante con la comunidad inmediata; y en la cual, las condiciones
económicas y de clase pasan a un segundo término. De acuerdo a Lleó
(2005), la importancia que juega la vivienda al momento de definir
el lugar del individuo en cuanto a consideraciones sociales,
económicas y culturales se refiere, es una preocupación presente
también en la obra de Bourdieu.
Si bien para Jacobs (1961) la influencia de los barrios o espacios
vecinales radica, en parte, en el poder político que obviamente
puede llegar a representar por el número significativo de personas
que alberga y su obvia incorporación en cuanto a votos y
posibilidad de asignación de presupuesto; tampoco se debe
despreciar su capacidad de consolidar y fomentar una noción de
identidad de grupo, –y por lo tanto, poder político–, sumado a su
función estructural con relación a
la continuidad intrínseca que el espacio público otorga con sus
calles, parques y otras áreas de ocio y encuentro.
La colonia, barrio o vecindario funciona como una extensión del
ámbito familiar y, por consiguiente, de las condiciones de
identidad y seguridad de la vivienda. La idea que se tenga del
espacio compartido obedece, no sólo a las condiciones tangibles del
lugar sino también a aquellos aspectos simbólicos o de
representación de la sociedad en general; el concepto de
inseguridad en el espacio compartido cumple no sólo sus condiciones
reales de seguridad o las oportunidades existentes para la comisión
de un delito, sino también la imagen que la comunidad se ha
construido a partir del espacio como tal (Bonastra, 2008).
Seguridad y miedo en la ciudad
El vocablo securitas, del cual se deriva la palabra seguridad, se
refiere a la característica del cuidado en sí, es decir, a la
atención de alguien frente a algo. En la actualidad este criterio
ha derivado hacia la protección de la ciudadanía frente a la
criminalidad; pero no por la propia ciudadanía sino por un cuerpo
de protección y servicio que puede ser público o privado (Naredo,
2001). Para extender esta idea, se agrega que el término de
seguridad pública se refiere al derecho de toda persona, sin
importar género, condición o edad, a desplazarse de manera libre y
sin miedo de cualquier índole para disfrutar de la ciudad (Pineda y
Herrera, 2007).
En un mismo sentido, en el artículo tercero de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de la onu se establece el derecho
de todo individuo a la libertad y la seguridad, aseveración que se
encuentra también en el artículo iv de la ‘Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos’, el cual añade el derecho a una
vivienda digna y la obligación de la ley a garantizarla por medio
de las herramientas adecuadas. Por otro lado, de acuerdo a lo
establecido en el artículo vii del ‘Código Penal Federal’, se
considera como delito al acto u omisión que sancionan las leyes
penales; es decir, todo aquello que
no se encuentra permitido por la ley. En tanto la violencia, de
acuerdo a Cruz (1999), consiste en el uso de la fuerza física o la
amenaza de utilizarla, con la intención de hacerse daño o hacer
daño a otro, y puede considerarse para el caso de homicidio y el
suicidio, como un delito de alto impacto, debido a sus
consecuencias irreversibles.
Para Pineda y Herrera (2007) el concepto de violencia va más allá
de consideraciones exclusivas acerca de la posibilidad de lesiones
corporales, provocadas o recibidas, sino que además se extiende a
los efectos físicos y morales producidos sobre los bienes de las
personas y el uso propio de espacios públicos y privados, en los
que los ciudadanos realizan sus actividades cotidianas.
En los compendios de criminología tradicionalmente se tipificaban
algunos segmentos de la sociedad como propensos o vulnerables a ser
víctimas de algún tipo de delito como las mujeres, los jóvenes o
ancianos; pero estudios recientes han encontrado que en la
actualidad las víctimas de delitos que generalmente tienen como fin
el daño físico de la persona o incluso su muerte, comparten
variables demográficas similares y la edad es la más importante;
principalmente, el grupo conformado por jóvenes de entre 18 y 25
años, además de la condición social, el sexo y el nivel
socioeconómico (Cruz, 1999).
La violencia, como uno de los componentes más perjudiciales y
visibles de la delincuencia, juega entonces un papel fundamental en
la configuración del sentimiento de seguridad o inseguridad en la
sociedad contemporánea y en el uso e interpretación que se hace de
los espacios físicos en los que se presenta.
Aproximaciones a la violencia
Existe una ausencia de consenso dentro de la tradición de las
ciencias sociales para explicar la motivación o el origen de la
violencia. A pesar de esto, Wieviorka (2006) considera que se puede
discernir entre tres distintas aproximaciones que permitan el
análisis de este fenómeno. El primer punto de vista y el más
tradicional de los tres, es aquel en el cual se presume que la
violencia es resultado o reacción a una crisis, a la
ausencia de oportunidades legítimas para satisfacer necesidades y
deseos por parte del individuo o grupo.
La segunda perspectiva se diferencia de la anterior ya que reconoce
la acción violenta como un acto consciente y deliberado, el medio
para conseguir un objetivo, ya sea de tipo político, económico,
social o de cualquier otra índole y en el cual, por lo tanto, la
violencia ya no es una reacción a un estímulo negativo sino un
instrumento legítimo e incluso legitimizador de la acción. En el
tercer y último enfoque se considera a la violencia como un símbolo
decadente, muestra de atraso de una cultura frente a otra o de un
grupo reducido de individuos ante el resto de la sociedad, en
oposición directa al ‘acto civilizador’ propuesto por Norbert Elías
(Zabludovsky, 2007).
En el segundo caso, la violencia puede convertirse o ser utilizada
como una herramienta de control sobre la cual su dominio y manejo
puede estar concentrada bajo la figura de un individuo o, de
acuerdo a lo esperado bajo el tercer enfoque, una institución.
Zabludosky hace entonces un recuento acerca de las aproximaciones a
la violencia desde una óptica de control, bajo la cual considera
que en la tradición sociológica se han identificado por lo menos
tres etapas previas al acto civilizador, considerado como el
resultado en el refinamiento de las conductas y actitudes en una
sociedad determinada y el cual será discutido con mayor detalle más
adelante.
De tal manera que se considera como una primera etapa, aquella en
la que el monopolio de la violencia es ejercido exclusivamente por
el género masculino, principalmente varones adultos, al mismo
tiempo, la mujer es excluida de toda participación social. La
definición de la segunda etapa se encuentra marcada por el
advenimiento de un grupo exclusivo, especializado en el ejercicio
de la violencia como medio oficial de dominio; élites guerreras
características de la Europa feudal caracterizan este segundo
estadio.
La tercera etapa a considerar, inicia con la aparición del Estado
moderno, en la cual las élites guerreras se ven obligadas a ceder
el dominio de la violencia a las élites estatales y, por lo tanto,
el ejercicio de la violencia se institucionaliza progresivamente a
través de distintos cuerpos jurídicos y de seguridad oficiales con
el objetivo, o bajo el
pretexto de proteger la soberanía tanto en el territorio como a lo
largo de las fronteras; en este caso la ejecución de la violencia
queda de manera oficial en manos del Estado
Esta complejidad del problema es explorada también por el sociólogo
alemán Hans Joas (Cristiano, 2010), para quien toda acción y, por
consecuencia, todo actor es creativo; es decir, el actor ejerce su
libertad de decidir acerca de las acciones más convenientes o
prácticas en cada situación o de acuerdo a experiencias pasadas,
compartidas o individuales, las cuales son irrepetibles y por lo
tanto no se encuentran sujetas a determinantes fijos. Esta
creatividad implica además que los objetivos, fines o metas del
actor no necesariamente sean conocidos por este con anterioridad,
sino que son resultado de la propia acción y no de una fórmula
estática y, por consecuencia, pueden ser transformados en estímulos
que propician nuevas acciones.
Aún cuando Joas no desestima las aproximaciones a la violencia
desde ópticas instrumentales o como señal de un desequilibrio,
considera que el análisis del componente creativo de la
delincuencia es fundamental para una comprensión completa del
fenómeno y de los actores.
En este sentido, y de acuerdo a Galindo (2009), para Joas la
violencia es fundamentalmente un acto de ingenio, puesto que es el
resultado de una interpretación subjetiva de carácter esencialmente
inventivo, con campo abierto para la improvisación y la aplicación
consecuente de ciertos valores y normas por los actores, en una
situación determinada. Por lo tanto, sus causas y motivos son
consecuencia de acciones y eventos determinados, que representan un
fenómeno cambiante y complejo, el cual no es posible reducir a una
mera aplicación de fórmulas o situaciones establecidas.
La cualidad subjetiva de la violencia es explorada a su vez por
Wieviorka (2006), quien reconoce cinco distintas maneras en que el
individuo la afronta. En primer lugar distingue al sujeto flotante,
entendido como aquel para quien el empleo de la violencia significa
el único recurso para expresar su individualidad y hacer sentir su
presencia; mientras que, el segundo, el hipersujeto compensa esta
pérdida de ser, con la sobreabundancia ideológica, mítica o
religiosa, la
muestra de esta conducta en la actualidad, son los terroristas
islámicos. El tercer tipo, el no-sujeto, niega su individualidad al
ejercer la
violencia pues este hecho representa tan sólo un acto de
obediencia, justifica su pertenencia a un grupo y por lo tanto el
hecho en sí. Bauman (2006) explora este tipo de actor cuando
escribe sobre la sociedad alemana durante la ii Guerra Mundial y la
conquista de una solución final como parte de una respuesta lógica
a un problema determinado; la realización de una actividad de la
manera más eficiente por la actividad en sí.
A diferencia del cuarto tipo, el antisujeto, para quien la
construcción del ser y su valoración a partir de la negación del
otro es lo que lo caracteriza. En este grupo se encuentran
prácticas sádicas y masoquistas. Mientras que por otro lado, el
último tipo, el sujeto sobreviviente, se caracteriza por reaccionar
ante la amenaza de la violencia o a su percepción, con el ejercicio
mismo de la violencia, esto con la finalidad de asegurar su
existencia.
Configuración del miedo: el proceso civilizador
Las conductas y actitudes de los individuos expresadas en sociedad
son el resultado de una continua evolución o refinamiento en la
manera de relacionarse y convivir. Este proceso de decantación de
los usos y normas sociales es lo que Norbert Elías llama el
‘proceso civilizador’, ejemplificado por el mismo autor con la
progresiva especialización y uso de cubiertos a partir de la Edad
Media.
Es decir, puede considerarse que dichas conductas son utilizadas en
ocasiones como un modo de diferenciar un sector de la sociedad de
otro, un individuo de otro o, inclusive, para hacer estas
distinciones entre dos ó más culturas. De tal manera que se
ocasiona principalmente en las sociedades con grados complejos de
interrelaciones personales y como marca distintiva de la sociedad
moderna. Una de las características principales del grado de
‘modernidad’ o refinamiento se debe a la manera en que sus
integrantes reaccionan frente a situaciones o costumbres, algunas
de las cuales contienen, ya sea en su origen o en
su reproducción, un elemento violento. Por consiguiente estas
últimas llegan a ser consideradas bárbaras o
anticuadas en ambientes progresivos o modernos; en lo que Norbert
Elías llama el ‘proceso civilizador’ (Zabludovsky, 2007). Un
ejemplo de esto es la evolución de las nociones de premio-castigo
en las instituciones educativas durante el siglo xx, ya que hace
apenas dos o tres generaciones resultaba común escuchar la frase
‘las letras con sangre entran’, para justificar el castigo corporal
en el proceso de enseñanza- aprendizaje. A esta práctica en la
actualidad se le considera como un método ineficaz y
anacrónico.
Elías considera la posibilidad de que el mencionado proceso pueda
darse en dos sentidos, -hacia adelante y hacia atrás-, dentro de
una misma época o una misma sociedad, sin que esto resulte
contradictorio. Cuando sucede hacia delante, significa que el
proceso es positivo y progresivo; es el proceso civilizatorio en sí
mismo. Cuando sucede hacia atrás, el proceso es negativo y se le
considera de civilización deficiente o sin civilización; lo que
ocurre cuando los fenómenos y situaciones que se presentan
aparentemente contradicen o se salen de la norma.
El papel que desempeña la violencia en este proceso, se debe
básicamente a la descomposición que propicia el aumento de
intensidad en las relaciones y estructuras sociales vigentes. En
tal sentido, Elías considera al Holocausto ocurrido durante la
Segunda Guerra Mundial, citado por Zabludovsky, (2007), como un
ejemplo claro del proceso sin civilización y puede clasificarse por
lo tanto como un auténtico ‘regreso a la barbarie’.
Sin embargo para Bauman (2006), el proceso sin civilización como
tal no existe, pues este tipo de acontecimientos y el Holocausto en
particular, han sido producto de la aplicación de las técnicas y
conocimientos más avanzados de su época, bajo el consentimiento,
tácito o no, de una sociedad alemana moderna y progresiva. Así que
el Holocausto ocurrió bajo esas condiciones históricas y
técnicas.
Bauman asevera que la noción popular de sociedad civilizada como
aquella cuyo fin último se encuentra alejado de la violencia, es
amable y tolerante, resulta tan sólo una fantasía; por lo tanto, la
consecuencia real del proceso civilizador, resulta en la
redistribución del ejercicio de
la violencia para ser concentrada finalmente en la figura del
Estado, lo cual acompaña inevitablemente a la producción del orden
y el estado de justicia al interior de la sociedad, así como a la
militarización de las relaciones entre las diversas
sociedades.
Dado que, el ejercicio de la violencia en la sociedad moderna
civilizada no ha sido abolido del todo, y no puede serlo, sólo se
ha redistribuido o dirigido hacia otras entidades o instituciones
que legitiman, controlan y organizan su acceso; además permiten su
conservación y profesionalización, donde el objetivo final es la
preservación de las estructuras de poder vigentes.
El lugar del otro y la violencia en la ciudad
De acuerdo a Jacobs (1961), el concepto de seguridad pública se
encuentra íntimamente relacionado con el de comunidad y la idea de
la utilización cotidiana de los espacios públicos. Las relaciones
de vecindad, producto del trato diario y continuo, son un elemento
fundamental para la consolidación tanto de la noción de comunidad
como de la percepción de seguridad que se logra en los espacios
comunes y, por consiguiente, de su constante utilización por la
gran parte de la ciudadanía. Para lograrlo es necesario que exista
una clara y legible demarcación entre lo que constituye el espacio
público y el privado.
En el ‘Espacio defendible’ de Óscar Newman (1996), esta
clasificación se elabora a partir del término de propiedad y
territorialidad, donde el espacio privado se considera aquel que se
encuentra contenido dentro de las cuatro paredes del recinto
familiar mientras que el espacio público se refiere a los espacios
de uso y acceso común que colindan con una propiedad privada,
debido a lo cual después aparecen gradaciones entre uno y otro
espacio según la accesibilidad y permeabilidad entre ellos.
Mientras que estos elementos se refieren a las condiciones físicas
del espacio, resulta necesario reflexionar sobre los aspectos
sociales y culturales que detonan el miedo en y hacia la ciudad del
que es presa el ciudadano común, los cuales se
enfocan principalmente al hecho de que la víctima en potencia puede
ser cualquiera que se aventure a transitar la ciudad y, en este
sentido, es la sensación de caos e ingobernabilidad de la misma la
que propicia su personificación como violenta y agresiva contra sus
ciudadanos; hecho que motiva a Pascual (2004), a aseverar que el
temor en la ciudad se ha transformado poco a poco en el miedo a la
ciudad.
Esta intranquilidad propicia, a la vez, nuevas maneras de habitar y
hacer uso de la ciudad, se privatizan, además, los espacios de
reposo, también los de convivencia, trabajo y ocio; así como las
oportunidades de acceso a la seguridad de acuerdo a las
posibilidades socioeconómicas de los individuos y no de la sociedad
en su conjunto (Alvarado y Méndez, 2005). Por lo tanto, si bien
esto se puede reconocer como una respuesta a determinado riesgo
percibido, Reguillo (2000), hace notar que el miedo es siempre una
experiencia individualmente descubierta, socialmente construida y
culturalmente compartida.
Resulta complicado intentar explicar la situación actual de
inseguridad del ciudadano, fenómeno bautizado por Carlos Monsiváis
como el ‘síndrome del secuestrable’ (Reguillo, 2005), sin la
inclusión de la idea de impunidad, entendida como la ausencia de
sanciones hacia los abusos de poder oficial que obstaculizan la
democracia, la justicia y el estado de derecho (Ravelo y Sánchez,
2009) y que contribuyen por lo tanto a la falta de confianza y
certeza en las instituciones gubernamentales encargadas de la
ejecución e impartición de seguridad y justicia.
Tanto Newman (1996) como Valenzuela (2002) consideran que para
evitar el deterioro, o en su defecto, lograr la recuperación de los
espacios públicos, el control social elaborado sobre una base
sólida y clara de sanciones y responsabilidades, constituye una
herramienta fundamental que debe garantizar el orden y la justicia
social.
El vacío que resulta del abandono simbólico y físico de las
instituciones y espacios públicos fortalece, en principio, el
ejercicio de la violencia, que deriva en el peor de los casos, en
la ocupación de estos lugares por el crimen organizado, situación
que facilita la subsecuente consolidación de formas paralelas de
legalidad y, por lo tanto, de relacionarse con la ciudad; a tal
grado que en el imaginario popular, la
violencia se convierte en sinónimo de ciudad. Más importante aún,
mina las capacidades y motivos originales del
espacio público; esto es, el de articular e integrar los distintos
proyectos de la urbe; lo cual ocasiona que sea el individuo y no la
comunidad, quien se cuestione acerca de su propio lugar en el
entramado social y urbano. Una gran parte del problema radica en su
capacidad para disgregar a la comunidad pues, aún cuando la
violencia se sufre de manera colectiva, ésta se experimenta, se
vive y se relata de manera individual (Reguillo, 2005).
Cabe aclarar que las estructuras paralegales surgidas, corresponden
no sólo a aquellas instauradas por las organizaciones criminales
sino también a la proliferación de cuerpos privados de seguridad y
fraccionamientos exclusivos de diseño defensivo, ambas como
reacción a la aparente insuficiencia en la capacidad de respuesta
por parte de los cuerpos de seguridad pública y que, por lo tanto,
propician un ambiente de inseguridad en la población.
Mientras que, tradicionalmente los compendios de criminología
tipificaban algunos sectores de la sociedad como propensos o
vulnerables a ser víctimas de algún tipo de delito (mujeres,
jóvenes y ancianos), estudios recientes han encontrado que la
conformación actual de las víctimas de delitos que generalmente
tienen como fin el daño físico de la persona o incluso su muerte,
comparten variables demográficas similares y la edad es el más
importante, por lo tanto, el grupo conformado por jóvenes de entre
18 y 25 años, además de la condición social, el sexo y el nivel
socioeconómico (Cruz, 1999; Pineda, 2008), resulta ser el más
inseguro.
Al hablar de violencia, delincuencia y miedo en la ciudad resulta
necesario también mencionar algunas nociones elementales acerca de
la seguridad. En el artículo iii de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de la onu se establece el derecho de todo
individuo a la libertad y la seguridad, afirmación que se refleja
en el artículo iv de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, en el cual se agrega, además, el derecho a una vivienda
digna y la obligación de la ley a garantizarla por medio de las
herramientas adecuadas.
Finalmente, el vocablo securitas, del cual se deriva la
palabra
seguridad, se refiere a la condición del cuidado en sí; es decir,
al cuidado de alguien frente a algo. Esta definición, de acuerdo a
Naredo (2001), ha derivado en la actualidad hacia la protección de
la ciudadanía frente a la criminalidad; pero no por la propia
ciudadanía, sino por un cuerpo de protección y servicio que puede
ser de carácter público o privado. Por su parte, Lledó (2006), la
define como “aquella situación social que se caracteriza por un
clima de paz, de armonía, de convivencia entre los pobladores que
permite y facilita el libre y pacífico ejercicio de los derechos
individuales, políticos y sociales, así como el funcionamiento
normal de las instituciones públicas y privadas”.
Así que, antes de utilizar el término de seguridad pública para
referirse a los cuerpos de vigilancia y los métodos empleados para
la contención de actividades criminales en el espacio público, en
realidad se refiere al derecho de toda persona, sin importar
género, condición o edad, a desplazarse de manera libre y sin
ningún temor a disfrutar de la ciudad, definida así por Pineda y
Herrera (2007). En este sentido, hablar de seguridad pública es
hablar de libertad.
Configuración de la seguridad a partir del entorno
Aún cuando existe una relación directa entre seguridad y espacio,
derivada principalmente de los aspectos físicos del mismo, por lo
tanto, de los mecanismos de control que pueden actuar sobre ella,
en la actualidad, el componente más importante se refiere a sus
elementos operativos (Siqueiros, 2006); es decir, la capacidad de
las fuerzas armadas y de seguridad para mantener el orden. Por lo
que, la dimensión adecuada del fenómeno debe estudiarse no sólo
desde la óptica social sino, además, a partir de su representación
física en el territorio, incluidas las formas en que son percibidos
los riesgos, con base en estas representaciones y, por lo tanto, al
impacto que tiene sobre la experiencia urbana.
Seguridad objetiva y seguridad subjetiva
Anna Ortíz (2005), realiza un estudio referente a la importancia
que tiene para la planeación y el diseño urbano al considerar dos
tipos fundamentales de seguridad urbana, que toman como punto de
partida sus características cívicas y espaciales. En primera
instancia se ubica la seguridad objetiva; es decir, aquella que
incide directamente sobre los rasgos físicos del sujeto, a
diferencia de la seguridad subjetiva o aquella que sólo es
percibida por el sujeto, pero no ejercida sobre su figura.
Esta percepción obedece tanto a condiciones físicas como sociales
del entorno y se consideran aspectos que pueden ir desde la
presencia de extraños o conductas agresivas por parte del resto de
los usuarios, hasta las condiciones de deterioro de los espacios
circundantes, debido a su estado de abandono, suciedad, falta de
higiene o poca visibilidad; ya sea por la existencia de rincones o
barreras físicas o por la ausencia de iluminación durante
determinadas horas, por mencionar algunos ejemplos (Siqueiros,
2006).
Juaristi (2005), hace una categorización similar en cuanto a las
causas del miedo en las que ubica en primer lugar la posibilidad o
la condición de ser víctima de un delito, en segunda instancia
aparece la ausencia del control social y al final, las condiciones
físicas del entorno. Chinchilla (1997), lo resume al comentar que
el tema de la seguridad ciudadana puede ser abordado desde estas
dos perspectivas: la comisión del delito y el sentimiento de
inseguridad.
En cualquiera de los casos, autores como Newman (1996), resaltan la
importancia de concederle una definición territorial específica al
espacio donde se percibe el peligro, ubicarlo geográficamente e
identificar los agentes que lo propician para aplicar tácticas que
permitan su control y aislamiento.
El riesgo inherente en este tipo de mecanismos de control,
reconocido incluso por el mismo autor bajo el concepto de ‘espacio
defendible’, se relaciona con el hecho de que pretende evitar la
comisión del delito en un área espacial determinada pero no así
resolver el problema de delincuencia; es decir, el resultado es tan
sólo el desplazamiento del delito a otras áreas de la ciudad.
La secuela, entonces, es una segregación espacial y social en la
cual las oportunidades de ser víctima de un delito se remiten a
las
posibilidades individuales de acceso a los mecanismos de seguridad
controlados, ya no de manera exclusiva por el Estado sino,
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